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CAPITULO I
PROBLEMÁTICA A ABORDAR
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establecen para con él, con muy poco alcance podrá ejercer tal liderazgo”
(Buttó, 2015)
De allí que se puede indicar que del conocimiento eficaz de las
relaciones civiles y militares dependerá en alto grado la aplicación de un
eficiente control civil y de un sector militar altamente profesional, al respecto
el profesor-investigador Luis Alberto Buttó, señala lo siguiente:
Si los civiles entran a relacionarse con el mundo militar sin conocer con
aceptable profundidad los intersticios de éste, corren con un pesado
hándicap en contra de la puja por hacer valer su supremacía de
derecho en esa relación. Así pues, en el análisis de las relaciones
civiles y militares como objeto de estudio individualizado y en la
consecuente generación de opinión alternativa (alternativa a la opinión
proveniente del ámbito castrense y/o de los partícipes directos en el
equipo de gobierno), la academia sigue teniendo hoy en día mucha tela
que cortar, mucha pesquisa que realizar, mucha reflexión que aportar
(Pág.16)
caso venezolano. Sin embargo, en el trabajo citado se deja claro, por parte
del autor, que la cantidad y calidad de las investigaciones existentes de este
tenor, en modo alguno debe considerarse satisfactorio en el estado del arte
disponible, por lo que llega a calificar la literatura existente de insuficiente.
De los señalamientos expuestos, queda evidencia que cada aporte
debe tener la virtud de ampliar la perspectiva y el marco de referencia desde
los cuales se debe avanzar en la cabal comprensión de los fenómenos y
procesos relacionados.
Por otra parte, en cuanto a las relaciones civiles y militares en la
Venezuela contemporánea, a partir del 23 de Enero de 1958 Venezuela
asiste a un cambio paradigmático en las relaciones de la civilidad de la
republica con el estamento militar profesional, ese día un movimiento
compuesto por civiles y militares derroco al gobierno del general Marcos
Pérez Jiménez e inmediatamente se instala una Junta de Gobierno
Provisional presidida por el contralmirante Wolfang Larrazábal, la cual
designa un gabinete compuesto por juristas, empresarios y ejecutivos, con el
objeto de facilitar el trabajo de la Junta de Gobierno y restablecer la
democracia en Venezuela. Esta Junta de Gobierno convoca a elecciones
generales para diciembre de ese mismo año.
De acuerdo a lo señalado por Jesús Sanoja Hernández (2007), en su
extensa investigación, Entre golpes y revoluciones, Tomo II, “No cabe duda:
el año 57 y los primeros 23 días de 1958 legaron al país un fuerte espíritu de
unidad y enorme pasión democrática, que, al término de las elecciones del 7
de diciembre, comenzaron a debilitarse”. El proceso iniciado en los primeros
días de enero de 1958 y la constitución de la Junta Patriótica el año anterior,
que se materializó en el Pacto de Punto Fijo, suscrito el 31 de octubre de
1958 por AD, COPEI y URD, culminaría con la elección de Betancourt, el
cual iniciará un periodo gubernamental signado por varios intentos de golpes
del sector militar de izquierda y de derecha, los cuales buscaban lograr por
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por el pacto de Punto Fijo, el cual permitiría enfrentar los intentos golpistas y
las amenazas de las guerrillas marxistas al respecto señala Jesús Sanoja
(2007)
Fue su quinquenio, primero entre los ocho de la era puntofijista,
decisivo en la consolidación de la democracia representativa porque,
adicionalmente, registro doble confrontación: por una parte con Cuba,
cuyo respaldo a la izquierda en armas condujo a la petición venezolana
ante la OEA de una condena al gobierno de Fidel Castro, y por la otra
con Republica Dominicana, donde persistía, como en Nicaragua,
clásica tiranía: la de Rafael Leonidas Trujillo. Una y otra, por si se
olvidara, encarnizadas adversarias de los gobiernos del trienio Adeco y
luego cómplices de la dictadura militar. (Pág. 54)
Es por estas razones, que tal como señala Edgardo Mondolfi Gudat
(2015), “El quinquenio presidido por Rómulo Betancourt entre el 13 de
febrero de 1959 y el 11 de marzo de 1964 no fue precisamente una etapa de
hibernación cuartelaría. En realidad podría sostenerse todo lo contrario, al
menos durante sus tres primeros años de gestión” (Pág. 17). Durante este
periodo y según cifras que apenas difieren entre sí, este gobierno logro
rechazar entre 20 o 26 conspiraciones del sector pretoriano de las Fuerzas
Armadas Nacionales, entre las que destacan las grandes insurrecciones de
Carúpano y Puerto Cabello durante el año de 1962.
Cuando se firma el pacto de Punto Fijo, entre líderes civiles y
representantes de los mayores partidos políticos, Rómulo Betancourt, Rafael
Caldera y Jovito Villalba, se concibe un pacto político de gobernabilidad, que
dejaba fuera cualquier acuerdo con logia militar alguna y garantizaba el
compromiso de construir gobiernos civiles, en donde las fuerzas armadas
debían ceñirse al papel que luego se señalaría en la Constitución de 1961.
Luego del quinquenio de Betancourt, parecía que había llegado la
estabilidad, y se sucederían los gobiernos de Raúl Leoni, Rafael Caldera,
Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi, Venezuela era
señalaba entonces como un país inmunizado contra las aventuras e
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política venezolana durante los cuarenta años del llamado Pacto de Punto
Fijo, una explicación adecuada del relajamiento del profesionalismo militar y
la pérdida del control civil, no puede basarse en una sola causa y en este
caso existen varios factores que contribuyeron a crear las condiciones que
permitieron que en Venezuela se conformara una realidad institucional, cuya
característica es la abusiva intervención del estamento militar en política.
Ahora bien, se debe mencionar que durante el gobierno del presidente
Chávez se presentaron varios eventos que dejaron en evidencia la
intromisión perturbadora de militares activos o retirados en varios hechos,
que buscaban desconocer abiertamente el gobierno constitucional iniciado
en 1999. Destacan los confusos momentos del 11 al 13 de Abril de 2002, que
el gobierno tildo de golpe de estado y la oposición de vacío de poder. “El
gobierno quiso interpretar el retiro del apoyo militar como un golpe de
Estado, en contra de lo sentenciado por la Sala Plena del Tribunal Supremo
de Justicia, que definió lo sucedido como un vacío de poder y no como una
rebelión militar” (Machillanda, J. 2010. Pág.59)
Para el investigador Marco Tulio Bruni Celli (2014), la enseñanza que
arrojan estos acontecimientos, es que “Los militares criollos, es la dramática
conclusión, desde las primeras promociones profesionales a comienzos del
siglo XX, han conspirado de manera permanente contra los gobiernos del
país, del signo que hayan sido, desde Gómez hasta Chávez” (Pág.17), lo que
evidencia que uno de los temas a definir en la construcción de una sociedad
democrática es la participación de los militares en la vida pública.
De igual manera, destacan las manifestaciones públicas de
insubordinación, lideradas por los militares de la Plaza Altamira en octubre
de 2002 y el denominado goteo militar, el cual se caracterizaba por la
aparición pública de varios militares de alta graduación, emitiendo opiniones
en contra de las actuaciones políticas del presidente Chávez. Destaca la
sentencia que emite el académico Luis Alberto Buttó (2015), cuando afirma
que “Si algo interesa saber sobre la forma cómo operan las relaciones civiles
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Por otro lado, se debe tener en cuenta que la falta de un efectivo control
civil democrático de las fuerzas armadas, o el bajo grado de concreción de
éste control civil, tal como lo afirma Buttó (2016) “permite la configuración del
cuadro propiciatorio para la intervención en política de las fuerzas militares,
por donde se le mire factor desestabilizador del sistema democrático liberal
representativo” (Pág.69).
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3. JUSTIFICACION DE LA INVESTIGACIÓN
4. DELIMITACIÓN DE LA INVESTIGACION