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VERDAD E IMAGEN BRUNO FORTE

121

MARIA, LA MUJER ICONO


DEL MISTERIO
Ensayo de mariología simbólico-narrativa

Otras obras
en la colección Verdad e Imagen:
- -M. Gestcir1:l, [.,a eucaristía, misterio de cornunión (VeI 123)
- G. Gutiérrez, 1'eología de la liberación (Vel 120)
- A. Pieris, El rostro asiático de Cristo (Vel 119)
- B. Forte, l,a teología conio co1rzpañfa, memoria y profecía (Vel 118)
- G. Lafont, Dios, el tiempo y el ser (Ve! 117)
- S. De Fiores, María en la teología contemporánea (Ve! 116)
- Th. Schneider, Lo que nosotros creemos (Vcl 115) EDICIONES SIGUEME - SALAMANCA, 1993

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CONTENIDO

Introducción 9

MARIA HOY

1. El retorno a lo concreto y el redescubrimiento del síinbolo .. 17


2. La nueva manifestación de lo fen1enino . .. .. . . .. . .. .. .. . .. . .. 25
3. María en la reflexión de la fe . .. . .. .. . ... .. . .. . . ... 35

II
LA HISTORIA DE MARIA

1. María en el nuevo testamento .. 51


2. María en la historia de la fe . 113

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MARIA, LA MUJER ICONO DEL MISTERIO

l. La Virgen 179
2. La Madre 209
3. La Esposa 245

Tradujo Alfonso Ortiz García


sobre el original italiano Maria, la do111111 icunu del IV!istero
Epílogo 277
© Edizione Paoline, Milano 2 1989 Indice de nombres 281
© Ediciones Sígueme, S.A., 1993 indice general ..... 285
Apartado 332 - 37080 Salamanca (Espaúa)
ISBN: 84-301-J 197-2
Depósito Legal: S. 106-1993
Prinlcd in Spain
Imprime: Irnprcntn Calatrava, Soc. Coop.
Polígono El Monta!vo" Salamanca, 1993
INTRODUCCION

Este libro se propone escrutar el «todo en la parte». El «todo»


es el misterio, el plan divino de la salvación, que viene a realizarse
en el tiempo mediante la misión del Hijo eterno, salido del silencio
del amor del Padre para hacerse hombre y darle al mundo la
vida, y mediante la misión del Espíritu santo que, haciendo pre-
sente la obra de Cristo, hace que la Trinidad entre en la historia y
la historia entre en la Trinidad. La «parte» es la vida de la humilde
esclava del Señor, María de Nazaret, la mujer en la que el Omni-
potente realizó sus maravillas y que supo adecuarse al Eterno en
la acogida profunda de su fe virginal, en la gratuidad irradiante
de su amor maternal y en la reciprocidad de la alianza esponsal,
celebrada en .ella como don y como signo para la esperanza del
mundo. Esta humilde parte de historia verdaderamente humana,
preparada, envuelta y bendecida por el poder del Altísimo, se ha
convertido en la imagen densa por su presencia, no sólo de la
obra de Dios por el mundo, sino también de la respuesta que el
hombre se ha hecho capaz de dar a su Dios. Mirándola a ella (la
única que es juntamente y para siempre Virgen, Madre y Esposa,
totalmente santa al mismo tiempo que totalmente humana, mujer
en la riqueza de su femineidad) se deja vislumbrar la gloria de la
Trinidad bajo los signos de la historia, luz, consuelo y llamada
]Jara todos aquellos que se esfuerzan por querer ser verdadera-
mente humanos.
Esta aproximación a la «parte» corresponde en profundidad a
la necesidad de concreción, que se asoma en la conciencia de
nuestro tiempo como reacción frente a las abstracciones totalizan-
tes de la razón moderna. La atención a la mujer guarda una singu-
lar coincidencia con la aparición de lo femenino, vinculada a los
procesos de emancipación típicos de la modernidad. La densidad
del «todo», que se deja escudriñar en esta imagen femenina y que
se ofrece en ella con una presencia singular, sale al encuentro del
/(} /11troducción Introducción 11

nuevo descubrimiento del símbolo, que conoce nuestra época nera se sienten atraídos por el Misterio y por el fulgor de la Belle-
después de la etapa dominada por la racionalidad, que pretendía za que se refleja en los fragmentos que ella misma ha escogido
comprenderlo todo en un conocimiento solar. A demás, la teolo- para ofrecerse a la historia. El modelo de esta reflexión profunda,
gía cristiana, renovada profundamente por la «primavera» del de este largo recorrer los senderos del silencio meditando en su
concilio Vaticano //, advierte la necesidad de referirse cada vez propio corazón, nos lo brinda precisamente aquella de la que
más al relato sagrado de la Escritura, en donde la mujer María hablan estas páginas (cf Le 2, 19.51). Su imagen radiante y su
está presente con un papel innegablemente significativo en aque- presencia en la densidad del Misterio acompañen a todos los que
lla fe de la Iglesia que no está ciertamente excluida de la profecía se dispongan a recorrer el itinerario propuesto, para que se con-
evangélica, atestiguada por las palabras: «Me llamarán dichosa vierta también en itinerario de sus vidas.
todas las generaciones" (Le I, 48). El marcado carácter trinitario de esta reflexión la relaciona
A María, parte en la que está presente el todo, mujer verdade- naturalmente con algunos de mis trabajos precedentes, en particu-
ra y concreta, icono del misterio, dedicamos estas páginas. Par- lar con Jesús de Nazaret, historia de Dios, Dios de la historia,
tiendo de la acogida normativa y fontal del testimonio bíblico y Madrid 1983; La Trinidad como historia, Salamanca 1988; y La
recorriendo la historia de la fe en torno a ella, la Madre del Iglesia, icono de la Trinidad, Salamanca 1992. Esta convergencia
Señor, intentan proponer una lectura de conjunto sobre ella, re- de investigaciones diversas en la profundización de la figura de
cogida en torno a los tres grandes títulos de Virgen, Madre y María, Virgen, Madre y Esposa, contribuye a mostrar cómo en
Esposa, para escrutar en cada uno de ellos la profundidad escon- ella se nos ofrece un compendio muy denso de los diversos aspec-
dida, pero presente, en relación con el misterio de Dios trinidad, tos del misterio.
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1 de la Iglesia que es su pueblo, del hombre y de la femineidad de Dedico este libro a dos mujeres, en testimonio de todo lo que
~4
,\ii lo humano. he recibido de la mujer en mi ser humano, cristiano y sacerdotal:
~I
ij
Las etapas del recorrido quedan así debidamente trazadas: la
reflexión sobre «María hoy" (parte I) vincula el discurso inme-
a mi madre, María Rosaria, que corresponde desde el cielo al
cariño del recuerdo y a la gratitud del corazón en el diálogo de la
r;1 diatamente con el presente; el estudio sobre «La historia de Ma- oración, y en ella a todas las mujeres que han pasado por la
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fF1 ría» (parte II) lo relaciona con la fuente imprescindible, la pala- escena del mundo, dando al mundo la vida; y a Gaia, mi sobrina,

I~.'
bra de Dios, y con su trasmisión en la fe de la Iglesia en el que con afecto mutuo acompaña mis pasos y camina por su pro-
tiempo; final!J1ente, la reflexión sobre «María, la mujer icono pio sendero, y en ella a todas las mujeres gracias a las cuales
Fj del Misterio" (parte Ill), que es la que da título a todo este traba- seguirá viviendo todavía el mundo, para que expresen en la pleni-
jo, se esfuerza en captar la profundidad del «todo,, que se ofrece tud del amor su capacidad de acogida fecunda, de gratuidad ra-
en la parte. En este proyecto consiste la fuerza y al mismo tiempo cliante, de reciprocidad y de anticipación del futuro que viene.
la limitación de este libro. Como todo lo que tiene algo que ver Esta dedicatoria me gustaría que fuera también una palabra de
con la totalidad captada en la parte, esta obra se ocupa de un agradecimiento que recogiera en su pobreza tantas otras no pro-
acontecimiento de belleza, de aquella belleza precisamente que, nunciadas, pero infinitamente debidas en todo lugar y en todo
'l siendo reflejo purísimo de las fuentes eternas, salvará al mundo. tiempo de la historia, a aquella que encuentra en María su imagen
Si esta faceta da sabor a nuestra empresa, marca igualmente sus más transparente: la mujer.
riesgos y sus inevitables limitaciones: el objeto último sigue sien- Deseo finalmente dar las gracias a todos los que me han ayu-
~;1 do infinitamente superior a toda búsqueda; la Palabra no se deja dado y en particular a los amigos y colegas de la .Facultad teológi-
encerrar en palabras limitadas. Sin embargo, este límite objetivo ca «Marianum» de Roma; sin su ayuda y sus consejos, mi esfuer-
-que se une a tantos posibles límites subjetivos- no impide pro- zo en este terreno no habría sido posible. Con ellos, con todos los
poner este trabajo a la reflexión de todos los que de alguna ma- que han amado y aman la «via Mariae» para la profundización
12 Introducción

en el Misterio, la presento al Padre para que, celebrando las gran-


des cosas que él ha hecho en María, pueda unirse a las voces del
pueblo peregrino de Dios para cantar sus glorias*.

Nápoles, 8 de septiembre de 1988


Fiesta de la natividad de la Virgen María

NOTA A LA SEGUNDA EDICION

La segunda edición sale a un 1nes de la prünera, y ya se prepara la


traducción a distintas lenguas europeas. ¿No es una señal de cuán gran-
de es la expectativa de una reflexión teológica, específicamente bíblico-
trinitaria, sobre María, la mujer icono del Misterio?
Nos gustaría que la eficacia del libro fuera al menos igual a la rapidez
de su difusión para celebrar también así con aquella que es Virgen,
Madre y Esposa, las maravillas del Señor.

Junio 1989

BRUNO FORTE

I
María hoy
Este libro va destinado ante todo a los estudiantes y estudiosos de teolo-
gía. Pero le gustaría dirigirse también a otros lectores, interesados de alguna
n1anera en la figura de María, Ja Madre de Jesús, para los cuales pueden valer
las siguientes sugerencias: Ja parte bíblica ha de leerse con atención 1neditativa,
saboreando la riqueza de la palabra de Dios; la parte relativa a la historia del
dogma puede leerse saltando las partes escritas con caracteres 1nenores, más
técnicas; la parte III es de hecho una introducción al misterio cristiano por ente-
ro, captado a través de la Virgen-Madre-Esposa.
«Mi alma glorifica al Señor,
y mi espíritu se regocija en Dios, nli salvador,
porque ha 1nirado la humildad de su sierva.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones>'
(Le 1, 47-48)'

Ta1nbién nuestra generacion, lo inismo que las anteriores,


está llamada a hablar de María, la esclava del Señor. Tomando
como base las palabras del Magnifica!, hablar de ella es ante
todo un acto de obediencia a la voluntad del Eterno, una manera
de recordar sus maravillas y de celebrar su gloria. Aun llamando
bienaventurada a María, mejor dicho, por llamarla precisamente
así, sigue siendo más que nunca obligatorio el proyecto puro del
cristianismo, la única motivación sensata de todo obrar cristiano:
dar gloria solamente a Dios, «soli Deo gloria». Nada ni nadie, ni
siquiera la Madre del Señor, podrá ocupar el puesto que le co-
rresponde al Altísimo en la reflexión y en la vida de los creyen-
tes. Más aún, será precisamente la realización del proyecto puro
de la existencia redimida lo que lleve a proclamar bienaventura-
da a aquella sobre la que se posó la mirada del Señor. «Cuanto
más crece la gloria y el amor de Jesucristo entre los hombres,
tanto más crece también la valoración y la gloria de María, ya
que ella nos ha engendrado a un Señor y Redentor tan grande y
tan rico de gracia» 1 • Por otra parte, nadie puede escuchar obe-
dientemente la revelación si no reflexiona también en el misterio
de María: «No se puede preguntar sobre Cristo -afirma un teó-
logo evangélico- sin tener bajo los ojos a su Madre ... No se
Para los textos bíblicos utilizaremos la traducción ele la Biblia ele la Casa
de la Biblia.
1. H. Zwinglio, Marienpredigt, en W. Tappolct (ed.), Das Marienlob der
Reformatoren, Tübingen 1962, 238.
16 María hoy
1
2
tiene a Jesucristo sin María» . La reflexión de fe sobre la Madre
del Señor es entonces ante todo una forma de doxología, una
El retorno a lo concreto
manera con que el esfuerzo conceptual da gloria al Eterno. y el redescubrimiento del símbolo
Si esta motivación es válida para todas las generaciones, cabe
preguntarse qué significado especial asume para la nuestra: ade-
más de partir de Dios y de su palabra, ¿puede motivarse también
la exigencia de hablar sobre María a partir del hombre en la
concreción del tiempo en que estamos llamados a hablar de ella?
¿qué sentido tiene la reflexión de fe sobre la Madre de Jesús en
relación con la situación actual histórica del cristianismo? La fun- La accidentada hitoria de la «razón moderna» está caracteri-
damentación de este posible sentido debe recoger por una parte zada en sus más variadas expresiones por la sed de totalidad: la
los desafíos vinculados a la «dialéctica de la Ilustración» y al emancipación -fuerza inspiradora del proyecto ilustrado- lleva
llamado «fin de la modernidad» -tan problemático-; y por otra consigo la intolerancia frente a todo tipo de límites, la urgencia
parte los desafíos que proceden de la nueva aparición de lo feme- de la trascendencia. El espíritu del horno emancipator tiende a
nino en la conciencia contemporánea, sin sustraerse al mismo apagarse en una posesión que elimine toda alteridad mortificante
tiempo a la justificación de esta reflexión dentro de la teología o competitiva y que afirme la soberanía autóno1na dei sujeto.
cristiana 3 . Tanto si el protagonista de ese proceso es el espíritu mismo
-como ocurre en la expresión idealista de la <<razón moderna»-,
como si se identifica con una clase o movimiento histórico
-como ocurre en su versión revolucionaria-, el resultado final
pretende ser la absorción del otro, el imperialismo de la subjeti-
vidad, personal o colectiva, sin dejar espacio alguno a la diferen-
cia. Las peripecias históricas de la ideología muestran el acierto
de esta lectura: desde la perspectiva burguesa a la revoluciona-
ria, de derecha o de izquierda, la ideología apunta a la interpre-
tación del todo, a la consecución de un pensamiento solar que
elimine todas las sombras de aquella noche en que «todos los
gatos son pardos» (Hegel). La presunción totalizante de la razón
emancipada quiere reducirlo todo a una idea clara y distinta,
según un universalismo de la racionalidad, que no deja espacio
alguno a lo inaudito, a lo singular, a lo imprevisto, a lo indeduci-
2. I-I. Asmussen, Maria, die Mutter Gottes, Stuttgart 1950, 13. ble, a lo nuevo. Se comprende entonces por qué la filosofía,
3. Un ejemplo de reflexión de fe en torno a María, realizada a partir de la concebida como «domingo de la vida» (Sonntag des Lebens, He-
recepción atenta e inteligente de estos diversos desafíos y exigencias, es el Nuevo
Diccionario de Mariología, S. De Fiores y S. Meo (eds.), Madrid 1988 (NDM), gel), se trasforma en el viernes santo del porvenir, en pasión y
que se caracteriza precisainente por esta sensibilidad, junto con la actualidad de muerte de todo tipo de asombro ante lo irrepetible y lo nuevo.
la información y de la elaboración teológica, respecto a otros trabajos análogos,
igualmente encomiables, como el Lexicon der Marienkunde, Regensburg 1957- Cuando se ha alcanzado el vértice, no queda ya espacio para la
1967; G. Roschini, Diccionario Mariano, Barcelona 1964; Sociedad mariológica sorpresa: la fiesta de lo múltiple, la singularidad del acto, se ven
española (ed.), Enciclopedia mariana posconciliar (ed.), Madrid 1975; M. O'Ca- reducidas a la unidad del sistema, que lo abarca todo y lo explica
rrol, Theotókos. A theological Encyclopaedia of the Blessed Virgin ivtary, Wil-
mington 1982. todo como un caso de la ley universal del proceso.
18 María hoy El retorno a lo concreto y el redescubrinúento del símbolo 19

La «dialéctica de la Ilustración», superac1on crítica de esta la escena de la madre y del discípulo al pie de la cruz). Las cosas
presunción de totalidad, motivada históricamente por el fracaso grandes realizadas en la joven de Nazaret no revelan procesos
del proyecto de emancipación, se abre a una recuperación de las universales o leyes cósmicas, sino que presentan el carácter de
difere.ncias, capaz de romper el círculo omnicomprensivo de la acontecimientos de gracia, de historias de salvación, marcadas
razón moderna. En contra del triunfalismo de las interpretacio- por la oscuridad ante todo para la misma que los vivía: «¿Cómo
nes universales se advierte la necesidad de un retorno a lo con- será esto, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?» (Le 1,
creto: la dignidad irrepetible del fragmento, con toda la carga de 34). «María, por su parte, guardaba todos estos recuerdos y los
luces y de sombras que la afectan, adquiere así un nuevo vigor; meditaba en su corazón» (Le 2, 19; 51). «No comprendieron lo
lo incompleto, lo provisional, lo singular, lo oscuro asumen un que les decía» (Le 2, 50). Por mucho que se desarrolle la argu-
nuevo relieve. A una «filosofía sin la muerte», que presume de mentación del pensamiento creyente en relación con el misterio
captar el orden compacto de la totalidad, se contrapone la exi- de la Madre del Redentor, éste permanecerá siempre necesaria-
gencia de «restituir la muerte», centinela en el futuro absoluto, mente ligado a la concreción del testimonio evangélico, marcado
indeducible e imprevisible, forma abreviada de todas las inte- por la sobriedad del relato. «María tiene que aparecer como la
rrupciones posibles, canción firme de todas las melodías incom- mujer del pueblo, la pobre, la discípula, que vive participando
pletas de la existencia 1• En el plano del pensamiento este retorno de la situación histórica, social y religiosa de su tiempo y de su
a lo concreto se expresa en una exigencia de narratividad: el gente. No la hemos de ver como un ser celestial, sino como una
relato no es una universalización abstracta, no presume de abar- criatura humana que aceptó para ella misma y para los demás, a
carlo todo, respeta los comienzos y atestigua las interrupciones. partir de lo corriente de su propia situación, su función histórico-
«Actúa de forma poco aparente y sin pretensiones. No posee la salvífica activa y pasivamente, aprendiendo en medio de muchas
clave dialéctica', ni la hace derivar de las manos de Dios, una incertidumbres con fe, esperanza y amor, y que precisamente
clave que permitiría poner de manifiesto todos los procesos oscu- por eso es el modelo y la Madre de los creyentes» 3 • Una mario-
ros de la historia, sin haberlos recorrido y superado previamente. logía con su debida fundamentación bíblica opondrá siempre una
Sin embargo, tampoco se mueve en la oscuridad» 2 • El que narra, dura resistencia a cualquier aprisionamiento ideológico, y así se
experimenta el futuro de la memoria, la potencialidad escondida mostrará más cercana a una época que, corno la actual, reacciona
en el recuerdo, la fuerza crítica y «performativa» de las histo- de tantas maneras contra el «logocentrismo» de la modernidad,
rias ... contra ese imperialismo de la razón que ha demostrado sus limi-
Esta exigencia de una vuelta a lo concreto aparece de forma taciones insuperables. En este sentido es significativo que las for-
especial en la reflexión creyente en torno a la Madre del Señor: mas más empecinadas de reacción antimariana sean fruto de los
interesarse por María significa tener que vérselas con la humil- tiempos modernos y no, como a veces se piensa, de los orígenes
dad de la esclava del Altísimo, con la cotidianidad de la existen- de la Reforma.
cia de esta mujer pobre de la tierra de Israel, de la que el nuevo La otra dirección en que se perfila la reacción contra las pre-
testamento nos habla de ordinario en forma de relato (desde los tensiones totalizantes de la razón ilustrada es la del redescubri-
evangelios de la infancia a las bodas de Caná, desde los episodios miento del símbolo: contra un pensamiento solar, que presume
de la vida pública de Jesús en donde María está presente hasta de ser totalmente trasparente a sí mismo y reducir toda la reali-
dad a esa trasparencia, vuelve a descubrirse el valor de lo que es
evocativo, de lo que pone-junto («símbolm> de auv-PáA.A.ffi) lo
1. Cf. G. Lafont, Dios, el tiempo y el ser, Salamanca 1991, 88s. Sobre todo
esto véase tmnbién B. Forte, La teología corno co1npaiiía, memoria y profecía,
Salamanca 1990, 14s.
2. J. B. Metz, Redenzione ed emancipazione, en Varios, Redenzione ed 3. K. Rahner, Maria e l'imrnagine cristiana della donna, en Id , Dio e rivela-
emancipazione, Brcscia 1975, 174. zione. Nuovi Saggi VII, Ro1na 1981, 444.
20 A1aría hoy El retorno a lo concreto y el redescubriniiento del símbolo 21

que está infinitamente lejano, sin anular las diferencias. En el na puede capturar y que sin embargo se ha hecho cercanía e
símbolo se experimenta un mayor significado de lo que se puede inmanencia de forma absolutamente imprevisible y singular a
articular y comprender, se suscitan nuevos impulsos de pensa- partir del anuncio a la Virgen: «El símbolo y el mito constituyen,
miento y de vida, se siente uno alcanzado por una alteridad que por tanto, una manera legítima de expresar el significado tras-
provoca, fomenta y abre horizontes imprevistos, se abre a una cendente de María. No se trata de un arcaísmo primitivo, válido
síntesis que el análisis no logra agotar. Un pensamiento sin som- para cabezas poco inteligentes que solamente se dejan captar y
bras o resquicios no es más rico, sino más pobre, que un pensa- convencer de esta manera, ni significa una decadencia de la ra-
miento evocativo y simbólico: lo ideal no absorbe a lo real, sino zón que sucumbe a las intimidaciones de la fantasía, ni es un
que debe reconocer más bien el exceso, para abrirse a él y auto- caso de irracionalidad desordenada del inconsciente. Es otro ca-
trascenderse en busca de espacios más amplios. mino de abordar la realidad y el misterio de María ... El que se
La reflexión de fe sobre María está caracterizada por un fuer- sumergió hasta lo más hondo de unas realidades cuyo significado
te elemento simbólico: la criatura más próxima al lugar infinita- no deja al hombre indiferente - como el amor, la autorrevelación
mente denso de la revelación, que es Jesucristo, no puede menos de una vida a otra vida, una decisión importante, una enferme~
de estar marcada por esta cercanía. El misterio de la Virgen Ma- dad, la muerte de un ser querido, etcétera- percibe en seguida
dre pone juntos el cielo y la tierra, lo totalmente otro y lo total- que el concepto es insuficiente, que el protocolo es frío, que se
mente dentro: el plau divino al que María presta su eousenti- necesita el colorido, la imagen y los símbolos. Sólo ellos expresan
miento la trasciende por completo, hasta el punto de que tiene adecuada y definitivamente lo que tanto interesa al hombre. Lo
que abrirse ella misma a la fe en él. Al mismo tiempo, «lo mismo mismo ocurre con la mariología simbólica» 7 • Esta -como sucede
que María es en el plano histórico la Madre de Jesús de Nazaret, generalmente con las formas del simbolismo espiritual- «más
así, gracias al lugar singular que ocupa su Hijo entre todos los que la realidad en sí misma quiere expresar la relación vivida
hombres, ella entra en una relación particular con todos ellos ... con el mundo sobrenatural»; es decir, más que a la esencia,
El término griego que significa «comparar» es 0u~tBá.IJ1.El v. Por atiende a la función de María, a su presencia en el horizonte
eso podríamos decir también: en este plano estamos hablando espiritual del creyente, en relación con «la amplitud y.profundi-
en un lenguaje simbólico» 4 • La relación de María con el misterio, dad de las resonancias simbólicas suscitadas por la singularidad
tanto en dir~cción hacia la profundidad de Dios como en direc- de su figura: ella es mujer, madre, virgen» 8 • La mariología sim-
ción hacia la vida de los hombres, puede expresarse entonces bólica «pone juntos» a María y a todos nosotros precisamente a
con menor impropiedad precisamente por un pensamiento sim- partir de la elección totalmente gratuita con que el Eterno se
bólico, que realiza mejor una mediación de trascendencia 5 : «No relacionó con ella. Por eso sigue siendo deter1ninante la referen-
es, pues, el conocimiento quien ilumina el misterio, sino el miste- cia del símbolo a la realidad del dato bíblico, a la densidad sobria
rio quien ilumina el conocimiento. Sólo conocemos gracias a las del relato original y normativo para la fe; es decir, la aproxima-
cosas que nunca conocere1nos» 6 . Esto quiere decir que la reíle~ ción simbólica no es competitiva o alternativa respecto a la narra-
xión de fe sobre María tendrá que remitir continuamente al exce- tiva histórico-crítica, sino que depende de ella, desarrollando su
so de vida, a aquella experiencia del misterio que la envolvió a eficacia. La letra y el espíritu no se oponen en la reflexión de
ella lo mismo que envuelve análogamente a los que creen, y de fe sobre la Madre del Señor; también en este sentido María se
este 1nodo remitirá a la trascendencia que ninguna palabra huma- encuentra entre la antigua y la nueva ley, «sicut aurora diei et

4. W. Bcinert, Parlat:e di Maria oggi?, Catania 1975, 81s.


5. Cf. A. Müller, Reflexiones teológicas sobre María, Madre de Jesús, Ma- 7. L. Boff, El rostro 1naterno de Dios, Madrid 1979, 242s.
drid 1985, 29s. 8. Ch. A. Bcrnard, Simbolismo, en NDM, 1861. Cf. del mismo autor, Teo-
6. P. Evdokiinov, La mujer y la salvación del mundo, Salrnnanca 1980, 7. logia sirnbolica, Ro1na 1981.
22 Maria hoy El relurno a lo concreto y el redescubrimiento del símbolo 23

noctis» 9 • Y en este sentido es co1no se deja interpretar el axio1na des. El camino de la belleza, junto con el camino de la verdad,
que se remonta a san Bernardo: «De Maria numquam satis» 10 ; 1nueve entonces a reconocer en María el valor de un icono, de
este axioma recoge el carácter evocativo y simbólico de la refle- una figura que remite densamente a la trascendencia que ha en-
xión creyente sobre María, construida y medida en definitiva a trado en la inmanencia del inundo, precisamente por la «puerta
partir del funda1nento normativo del testim-onio de la Escritura. de la salvación» que fue la Virgen Madre. ¿De qué profundida-
El camino de la verdad y el camino de la belleza, el relato des es icono María en relación con el misterio de Dios Trinidad,
argumentativo y el símbolo sólidamente fundado llegan entonces de la Iglesia, del hombre? ¿qué es lo que se nos ha revelado del
a integrarse cuando se habla cristianamente de María. «El 'cami- Eterno y del tiempo y de sus relaciones en la femineidad concre-
nio de la verdad', es decir, de la especulación bíblico-histórica- ta de la mujer de Galilea? Los que tornen en serio la aventura de
teológica, que concierne a la situación exacta de María en el la modernidad y la compleja aparición de la pos-modernidad ad-
misterio de Cristo y de la Iglesia ... el 'camino de la belleza', al vertirán cómo estos interrogantes no son ni mucho menos insen-
que nos conduce, al final la doctrina misteriosa, maravillosa y satos o marginales; en ellos el retorno a lo concreto se une a la
estupenda, que constituye el terna del Congreso mariano: María búsqueda del símbolo; gracias a ellos la palabra se hace encuen-
y el Espíritu santo. En efecto, María es la criatura 'toda hermo- tro, la reflexión se convierte en himno y la razón, prisionera de
sa'; es el 'espejo sin mancha'; es el ideal supremo de perfección sí misma, se abre a la inteligencia del Misterio. La mariología
que, en todo tie1npo, han tratado los artistas de reproducir en simbólica, sólidamente anclada en la bíblico-narrativa, rompe el
sus obras; es 'la mujer vestida del sol' (Ap 12, 1) en la que los círculo de toda presunción de totalidad y se aproxima por la vía
rayos purísimos de la belleza humana se encuentran con aquellos de los acontecimientos concretos de la historia de la salvación a
otros soberanos pero accesibles de la belleza sobrenatural» 11 • Lo las profundidades insondables, inmensamente nutritivas del Mis-
mismo que en la experiencia de lo bello el todo se revela en la terio.
parte, o a través de la annonía de las formas o mediante la irrup-
ción y la evocación de lo superior y de lo nuevo, así en María la
totalidad del Misterio se percibe como presente y relacionada
con nosotros por la elección gratuita de la que Dios le hizo obje-
to. La verdad de la idea de que «la belleza salvará al mundo»
(Dostoievski) se intuye de forma singular a partir de la figura de
la primera redünida, en la que resplandece la maravillosa gratui-
dad del amor eterno 12 ; en su humilde esclava el Señor ha hecho
cosas grandes; en su pequeñez, como en un fragmento, se refleja
la batalla cósmica que atraviesa la historia entera, en la que Dios
derribará a los poderosos de sus tronos y ensalzará a los hurnil-

9. «Dicendum quod beata Virgo fuit confinium veteris et novae legis, sicut
aurora diei et noctis» (santo Ton1ás, In libro IV Sententiarurn, d. 30, q. 2, a.1,
sol. 1, ad 1).
10. San Bernardo, Serrno de nativitate Mariae, en PL 183, 437D.
11. Pablo VI, Discurso a los participantes en el Congreso mariológico y 1na-
riano internacionales: Ecdesia 1742 (1975) 17.
12. Cf. lmages et visages de Marie. Etude pluridisciplinaire sur fa «Via pul-
chritudinis»: Etudes Mariales 32-33 (1975-1976) 5-84; D.M. Turoldo-S. De Fia-
res, Belleza, en NDM, 290-300.
2
La nueva manifestación
de lo femenino

La emancipación de la mujer es una de las características de


la edad moderna y contemporánea. A su vez, es uno de los ele-
mentos más importantes del proceso de emancipación general
que desencadenó la Ilustración. Afecta tanto a la esfera de lo
social -donde provoca que la participación y la creatividad de la
mujer pasen de la privacidad al mundo de lo público- como a la
esfera personal -donde la mujer reivindica la palabra y la capa-
cidad de relación a través de la propia corporeidad, basadas en
el principio de autonomía y no condicionadas por una situación
de dependencia-. En sus realizaciones históricas este proyecto
no sólo ha originado una ampliación efectiva de los espacios de
presencia y de participación activa de las mujeres en las diversas
expresiones de la vida cultural, social y política, sino que ha ini-
ciado además y especialmente procesos de concienciación respec-
to a las situaciones de opresión existentes en este terreno y a las
urgencias de liberación relacionadas con él. La nueva manifesta-
ción de lo femenino a nivel de conciencia crítica y de proyecto
de trasformación se ha traducido, a su vez, en prácticas de libera-
ción que se vinculan con el proceso histórico más amplio de libe-
ración de los oprimidos.
La toma de conciencia se dirige sobre todo hacia el pasado:
surge con fuerza la necesidad de llevar a cabo una relectura de
la historia de la mujer. «La cuestión femenina, tanto en el terre-
no laico como en el cristiano, quiere hoy reconsiderarse también,
y fundamentalmente, corno 'memoria' para reconocerse en una
experiencia común que dé un nuevo valor al propio existir histó-
rico: encontrarse en el pasado con las mujeres que nos precedie-
ron, poniendo de relieve su realidad a menudo escondida o nega-
da, rechazando así el olvido en que tantas veces se ha mantenido
26 María hoy La nueva 1nanifestación de lo fernenino 27

a la existencia femenina» 1 • Dentro y más allá de la historia oficial presuntos argu1nentos de revelación, aunque en contraste evi-
-escrita corno siempre por los vencedores (los hombres) a costa dente con el comportamiento de Jesús con la mujer 6 • Según el
de los vencidos (las mujeres)- se descubre la presencia escondida evangelio apócrifo de Tomás, el profeta galileo declara: «Mira,
y reprimida, aunque decisiva, de la realidad femenina. Se percibe yo la traeré y la haré varón. Ella será espíritu viviente, similar a
cómo «la dominación de las mujeres por parte de los hombres es vosotros los varones. Porque cualquier mujer que se haga varón,
una forma antigua y persistente de la sumisión de un ser humano entrará en el Reino de los cielos» 7 • En esta perspectiva la depen-
a un status permanente de inferioridad por causa del sexo» 2 • «La dencia femenina no es solamente un estado, sino una tarea: «Las
1nujer fue el primer ser humano que cayó en la esclavitud; fue mujeres se salvan suprimiendo lo que hay en ellas de mujer» 8 •
esclava antes de que existiera el esclavo varón» 3 . Los sistemas En esta línea de ideologización de la dependencia las relacio-
socio-culturales y económicos que se han desarrollado en el tiem- nes históricas se han interpretado siempre como expresión de
po han relegado ordinariamente a la mujer a una condición de «Condiciones ontológicas»: lo femenino se ha definido entonces
dependencia y de explotación, en la que ha estado totalmente por vía de antinomias respecto a lo masculino. El binomio hom-
subordinada a las necesidades y a las pretensiones del varón. Esta bre-mujer se ha visto como correlativo de los binomios alma-
realidad se ha reflejado en el lenguaje sexista propio de la mayor cuerpo, espíritu-materia, racional-irracional, y en sentido moral
parte de las producciones culturales: ¡incluso gramaticalmente ha del binomio bien-mal. La mujer se presentó como el revés de la
sido el masculino el género que ha logrado prevalecer! Y las ela- realidad, lo negativo respecto a lo positivo, el lado débil del
boraciones conceptuales no han hecho otra cosa más que registrar inundo respecto a la consistencia y la fuerza de lo masculino:
esta situación: «La mujer necesita del hombre no sólo para engen- «virgo» se refiere a «vir» como la sombra a la luz, el silencio a la
drar, como hacen los animales, sino tatnbién para gobernar, ya palabra, la pasividad a lo que es activo y creativo. La relación
que el hombre es más perfecto por su razón y más fuerte por su entre masculinidad y femineidad se ha concebido en términos de
virtud» 4 . «Pertenece al orden natural entre los seres humanos el dependencia o todo lo más de cornplernentariedad: ésta supone
que las mujeres estén sometidas a los hombres y los hijos a los que los dos polos tienen en sí mismos su propia consistencia,
padres, porque es una razón de justicia que la razón más débil se aunque tienen necesidad el uno del otro; dada la concepción ne-
so1neta a la más fuerte» 5 . A estos argumentos de «razón» varias gativa que predomina de lo femenino, la presunta complementa-
tradiciones dentro de la historia del cristianismo han añadido riedad ha jugado sin embargo en descrédito de la mujer. Por eso
mismo la concienciación emancipadora -rechazando las antino-
1. A. Valerio, La donna, inquietudine teologica, en M.~Th. van Lunen-Chc- mias sacralizantes de las dependencias históricas- prefiere ha-
nu-R. Gibellini, Donna e teologia, Brescia 1988, 9s. blar de «reciprocidad», es decir, de una relación que afirme la
2. L. Russell, Teologiafemrninista, Brescia 1977, 31.
3. A. Bebe!, citado en ibid. Cf. M. A. Piettre, La condition féminine a absoluta dignidad de cada uno de los dos polos, exprese su mu-
travers les dges, Paris 1974; E. Boulding, The Underside of History. A View of tua apertura y subraye su exigencia constitutiva de abrirse al diá-
Woman through Time, Bouldcr-Co\orado 1977; J.-M. Aubert, L'exil férninin. logo, recíprocamente liberador. «La sexualidad no es propiarnen-
Antiféminisme et christianisme, Paris 1988.
4. Santo Tomás de Aquino, Contra Gentiles III, 123. Lo mismo que para
Aristóteles, también para Tomás, aunque con algunos matices significativos, la
tnujer es un «varón fallido>> (mas occasionatus): cf. Summa Theologiae I, q. 92, 6. Cf. R. Laurentin, Jesús y las mujeres: una revolución ignorada: Concilium
a. 1, ad 1. Cf. K. E. Bórresen, Natura e ruolo della donna in Agostino e Tomma- 154 (1980) 93-103; H. Wolff, Gesil, la maschilitii ese1npíare, Brescia 1979, para
so d'Aquino, Assisi 1979, para quien la tesis de la teología clásica se resume en quien el androcentris1no de la antigüedad fue roto precisamente por Jesús de
la subordinación de la mujer al ho1nbre en el orden de la creación y en su equiva- Nazarct.
lencia en el orden de la gracia. 7. Logion 114 del Evangelio de Tornás, en M. Alcalá, EL evangelio copto de
5. Pseudo-Augustini quaestiones Veteris et Novi testamenti: CSEL 50, 83. Tornás, Salamanca 1989, 106; Rac\ford Ruether, Cristología e fernrninismo. Un
Este texto es citado por el Decreto de Graciano, en donde se afinna que la mujer Salvatore maschile puó aiutare le donne?, en M. Hunt-R. Gibellini (eds.), La
no fue hecha a imagen de Dios co1no el hombre, de cuya costilla fue sacada, por ¡,fida del fem1ninismo alfa teologia, Brcscia 1980, 54s.
lo que está subordinada a él: Quaestio 5, causa 33; Friedberg I, 1254-1256. 8. !bid., 131.
28 Maria hoy La nueva manifestación de lo fernenino 29

te un objeto que posea cada uno a su modo, sino que traduce cias sino que hace que se enriquezcan entre sí el hombre y la
exactamente un cara a cara del varón y de la mujer en la media- mujer podrán realmente ser ellos mismos. Este es el motivo de
ción inmediata del cuerpo por el cual se da la situación en el que la liberación de las mujeres sea al mismo tiempo praxis libe-
mundo. Si1none de Beauvoir ha acuñado una expresión que, radora para todo el hombre en cada uno de los hombres. Bajo
mantenida en su circularidad dialéctica, encierra toda la verdad esta luz, el feminismo se presenta como teoría de la liberación
de la reciprocidad sexual: la mujer se vnelve mujer bajo la mira- de la mujer al servicio de la liberación de todo el género huma-
da del varón; pero no sólo eso, también el varón se vuelve varón no; cuando la mujer, de puro objeto de discurso pasa a ser inter-
bajo la mirada de la mujer. En esta reciprocidad cada uno se locutora y protagonista activa del mismo, descubrimos una ina-
descubre a sí mismo gracias al otro y se experimenta a sí 1nisrno yor humanización para todos. Tan sólo una praxis de diálogo,
como un ser sexuado en todos los niveles en que se desdobla y basada en una ontología relacional que valorice la originalidad
realiza la existencia humana» 9 • Quizás nada como la poesía ha metafísica de la reciprocidad, es camino de realización para todo
sabido traducir la intensidad de semejante reciprocidad: ser humano, tanto hombre como mujer.
Cuando la conciencia renovada de lo femenino llega a inte-
Bajé, dándote el brazo, al menos un millón de escalones rrogarse sobre sus fundamentos teológicos y sobre los condicio-
y ahora, que no estás, cada peldaño está vacío.
Y aun así fue breve nuestro largo viaje.
namientos históricos que ha producido la imagen masculina de
El mío todavía dura; mas no me encuentro ya Dios en perjuicio de las mujeres, nace la «teología feminista» 12 ;
con las coincidencias, las premoniciones, se presenta «como teología crítica de la liberación, no basada en
las trampas, la vergüenza, del que cree la especificidad de las mujeres como tales, sino en sus experien-
que la realidad es eso que está viendo. cias históricas de sufrimientos, de opresión psíquica y sexual, de
Bajé, dándote el brazo, millones de escalones, infantilización y de invisibilidad estructural a causa del sexismo
y no porque quizás con cuatro ojos se vea más. en las Iglesias y en la sociedad» 13 . En cuanto tal, intenta ser una
Contigo los bajé porque sabía «teología de la íntegralidad» 14 «humana y no sólo femenina» 15 ,
que las únicas pupilas verdaderas de nosotros dos, con una función al mismo tiempo crítica y liberadora respecto a
aunque tantas veces ofuscadas,
eran las tuyas 10 • las teologías parciales pasadas o presentes. En sus formas más

En virtud de esta relación de reciprocidad queda eliminada 12. Cf. M. E. Hunt, Editorial, en M. E. Hunt-R. Gibellini (eds.), La sfida
toda subordinación entre el hombre y la mujer: la mujer lleva en del fe1nrninismo, 5-29; C. Hakes, Printo bilancio della teología femminista, 163-
sí misma al hombre (animus) y el hombre lleva en sí a la mujer 178, así co1no M.-Th. van Lunen-Chenu-R. Gibellini, Donna e teologia, 180-190,
con una bibliografía selectiva sobre la teología feminista. Entre las obras n1ás
(anima), hasta el punto de que sólo en la mutua relación cada uno significativas, cf. B. Friedan, La mistica del!afemrninilita, Milano 1972; los libros
es él mismo, y lo masculino y lo femenino de lo humano se expre- de M. Daly, La Chiesa e il secando sesso, Milano 1982; Beyond God the Father,
Boston 1973 (con una fuerte crítica a la institución eclesial), y Gyn-Ecology,
san en todas sus virtualidades positivas 11 . La usurpación absoluta Boston 1979 (metaética para un feminismo radical); L. Russell, Teologiafemmi-
de lo masculino por parte del hombre produce desequilibrio y des- nista; Brescia 1977; R. Radford Ruether, Per una teologia della liberazione della
garro, relegando a la mujer a la pura pasividad dependiente. No donna, del corpo, della natura, Brescia 1976; E. Molt1nann-Wendel, Liberta,
uguaglianza, sororitii. Per l'emancipazione della donna, Brescia 1979. Cf. tan1bién
menos daños acarrea la apropiación exclusiva de lo femenino por R. Fossati, E Dio creO la donna. Chiesa, religione e condizionefemminile, Milano
parte de la mujer, corno sucede en algunas reacciones feministas 1977; y, con una amplia panorámica de cuestiones, D. Abignente-M.-A. Giusti-
exasperadas: sólo en la reciprocidad, que no acentúa las diferen- N. Rodinó (eds.), La donna nella chiesa e nella societil, Napoli 1988.
13. C. Hakes, Primo bilancio della teología femminista, 166s. De la misma
autora cf. Gott hat nicht nur starke SOhne. Grundzüge einer feministischen Theo-
9. L. Boff, El rostro rnaterno de Dios, 54. logie, Gütersloh 1980.
10. E. Montale, Tutte le poesie, Milano 1984, 309. 14. /bid. 168.
11. Cf. C. G. Jung, Animus and Anima, New York 1958. 15. L. Russell, Teologia femminista, 20.
30 María hoy La nueva manifestación de lo femenino 31

radicales «la crítica feminista pone en cuestión la autoridad de los «Dios trino, a semejanza del hombre y viceversa, se realiza en
fundamentos bíblicos ... (y) exige ... una nueva figura reveladora unidad y en diferencia. El es profundidad misteriosa e inaccesi-
para reparar la injusticia de una salvación debida a un Dios exclu- ble (femenino) y al mismo tiempo autocomunicación en verdad
sivamente masculino y a su Hijo ... En este sentido el feminismo y amor (masculino); es origen sin origen (femenino) y al mismo
no puede ser más que un cristianismo herético o joaquinita» 16 • tiempo donación y extraversión (masculino). En este sentido
La misma imagen de un «Jesús feminista» queda rechazada por Dios trino y uno, misterioso y conocido corno misterioso en el
seguir indicando la necesidad de la autoridad masculina: «El ele- conocimiento, próximo y distante, fascinante y tremendo, puede
mento de la enseñanza de Jesús que parece más importante para ser experimentado e invocado como padre y como madre, como
el feminismo es su carácter iconoclasta y antijerárquico, difuso y padre nuestro y madre nuestra» 20 •
radical» 17 . Se ve a la religión y a la Iglesia como un instrumento Esta doble tendencia -crítica y propositiva- está también
de poder patriarcal, en función del sistema de dependencia que presente en la actitud de la teología feminista frente a la Madre
siempre ha pesado y sigue pesando sobre las mujeres. Se reprocha de Jesús. Se reconoce ante todo su indudable importancia histó-
a la teología haber ignorado generalmente la experiencia de la rico-cultural. «Tanto si consideramos a la Virgen María como
mitad de la raza humana, haber usado un lenguaje sexista, pre- la imagen más bella y sublime de la aspiración del hombre al
sentando frecuentemente una imagen de Dios, reflejo del poder bien y a la pureza, como si la vemos como el producto más
hegemónico. El razonamiento «si Dios es masculino, entonces el despreciable de la superstición y de la ignorancia, su figura
varón es Dios» es considerado como el contexto ideológico de constituye un tema central en la historia de la concepción de la
gran parte de la teoría y de la praxis cristiana rn mujer en occidente. Es una de las pocas figuras femeninas que
La teología feminista, corno propuesta, intenta presentarse se ha transformado en mito, un mito que desde hace casi dos
como heredera legítima de la carga profética y liberadora del mil años impregna nuestra cultura profundamente y a menudo
mensaje evangélico, apelando a la urgencia de la conversión, que imperceptiblemente como un río subterráneo» 21 • Lo mismo que
conduzca más allá del sexismo hacia una humanidad plenamente en cristología, la teología feminista distingue en mariología una
realizada, donde la receptividad -reconocida en el anima femini~ forma dominante y una forma sometida. «La mariología domi-
na de todo ser humano- pueda vivirse por parte de todos los nante santifica la imagen de la mujer como principio de recepti-
que sean verdaderamente libres e independientes y que tengan vidad pasiva, en relación con la actividad trascendental de los
verdadera estima de sí mismos, y la actividad -que se sitúa en el dioses masculinos y de sus agentes, los eclesiásticos ... La mario-
animus masculino del ser humano- se vea libre de todo espíritu logía es la exaltación del principio de la sumisión y de la recep-
de dominación y se utilice no para reprimir, sino para promover tividad, purificado de toda relación con la femineidad sexual. ..
a los demás. Desde esta perspectiva se dibuja «Una cristología De este modo la mariología oficial convalida la doble obsesión
del proceso de la conversión que crea una nueva humanidad en de las fantasías masculinas sobre la mujer y la necesidad instin-
la reciprocidad» 19 • Semejante pensamiento teológico tendrá que tiva de reducir a la mujer a vehículo perfecto de las exigencias
corregir la imagen de un Dios sólo padre, para ayudar al hombre del varón y a instrumento del predominio masculino, mientras
(varón) a aceptar los elementos femeninos de su propio ser y, a que legitima la necesidad de repudiar a la mujer como fuente
la mujer, a expresarse plenan1ente en la libertad, para que ambos de todo lo que arrastra al varón hacia la corporeidad, el pecado
sean auténticamente humanos según la imagen de Dios en ellos: y la muerte. La mariología exalta lo femenino virginal, obedien-
te y espiritual, pero tiene miedo de todas las mujeres de carne y
16. R. Radford Ruether, Cristoíogia e fernminismo, 127.
17. [bid., 132. 20. L. Boff, El rostro materno de Dios, 111.
18. M. Daly, Beyond God the Father, 19. 21. M. Warner, Sola fra le donne. Mito e culto di Maria Vergine, Palermo
19. R. Radford Ruether, Cristologia e femminismo, 134. 1980, 19.
32 María hoy La nueva manifestación de lo fe1nenino 33

hueso» 22 . Desde el punto de vista histórico se señala el influjo Lo femenino es asumido como <<principio mariológico fundan1en-
negativo que la imagen de María ha tenido en la representación tal» 27 de manera tan radical que se llega a la hipótesis -privada
que se ha hecho de la mujer la conciencia colectiva de todas las de todo fundamento dogmático, pero cargada de sugerencias
épocas: a través del modelo de humildad y de silencio virginal se simbólicas- de que «la Virgen María, Madre de Dios y de los
ha alimentado la pasividad femenina; mediante la figura de la hombres, realiza de forma absoluta y escatológica lo femenino,
mujer disuelta en la maternidad divina se han oscurecido las porque el Espíritu santo ha hecho de ella su templo, su santuario
otras virtualidades de la creatividad femenina; a través de la pre- y su tabernáculo, de manera tan real y verdadera que debe ser
sentación de un modelo inalcanzable se han sentado las premisas considerada como unida hipostáticatnente a la tercera persona
para las frustraciones más dolorosas de las mujeres. Por último, de la santísima Trinidad» 28 . Sin llegar a este «extremisn10 mario-
cuando parecía que se estaba exaltando a la mujer a través de la lógico» en nombre de la manifestación nueva de lo femenino, es
celebración de María, en realidad se trataba de la estrategia ma- posible subrayar los aspectos profundamente liberadores de la
chista de encumbrar a una sola mujer para rebajar a todas las historia de María, «SU consentimiento activo y responsable» al
demás. En este sentido se ha subrayado «el papel trágicamente designio de Dios, su «opción valiente realizada para consagrarse
alienante y regresivo» de la mariología, vista incluso como «Una por completo al amor de Dios», hasta llegar a afirmar que ella,
forma de seducción y una manipulación calculada del espíritu» 23 • «aun habiéndose abandonado a la voluntad del Señor, fue algo
Como aspecto positivo ha sido la misma teología feminista la del todo distinto de una mujer pasivamente resignada o de reli-
que ha reconocido que «la mariología, especialmente en sus for- giosidad alienante, antes bien, fue mujer que no dudó en procla-
mas populares católicas, contiene también en sí la alternativa a la mar que Dios es vindicador de los humildes y de los oprimidos y
imagen patriarcal de lo femenino. La mariología popular preserva derriba de sus tronos a los poderosos del mundo (cf. Le 1, 51-
de hecho las tradiciones de la tierra madre autónoma que ofrece 53); ... una mujer fuerte que conoció la pobreza y el sufrimiento,
el poder de la fecundidad y de la renovación del mundo» 24 . Des- la huida y el exilio; ... una mujer que con su acción favoreció la
de el punto de vista bíblico se pone de relieve que «Lucas hace fe de la comunidad apostólica en Cristo (cf. Jn 2, 1-12) y cuya
de Maria la cooperadora de Dios en la encarnación, la voz del función maternal se dilató, asumiendo sobre el calvario dimen-
nuevo Israel o de la comunidad mesiánica, en la que los podero- siones universales ... » 29 • En María se nos ofrece el modelo más
sos son depuestos de sus tronos, los soberbios se ven humillados cumplido del discípulo, en el que se realizó plenamente el ser
en los pensamientos de su corazón, los humildes son exaltados, humano y se expresó totahnente en su femineidad, abierta al
los ricos son despedidos con las manos vacías y los pobres se ven Eterno y en una relación de reciprocidad viva y fecunda con el
colmados de bienes (Le 1, 50-55)» 25 • Al escoger a una mujer protagonista masculino de la historia de la salvación, Jesús. En
como lugar de la llegada de su Hijo entre nosotros, colmándola la línea de esta «mariología profética», María aparece como la
del Espíritu santo, el Eterno estableció una relación totalmente criatura humana delante de Dios, la mujer, la creyente, que
nueva con la femineidad respecto a la alienación masculina de lo
divino. A partir de la Virgen-Madre María resulta legítimo pre-
guntarse: «En primer lugar, ¿cómo lo fe1nenino revela a Dios? 27. !bid., 27.
En segundo lugar, ¿cómo Dios se revela en lo femenino?» 26 • 28. !bid., 115. Esta hipótesis se 1nuestra totaln1cntc insostenible en las aclara-
ciones que propone el autor: «María no se encuentra por debajo de Jesús, sino al
lado de éh {p. 117); «María es elevada al nivel de Dios para poder engendrar a
22. R. Radford Ruether, Cristologia e fem1ninismo, 134s. Dios)) {p. 124). Cf. también del mismo autor Ave lvfaria. Lo femenino y el Espírilu
23. lI. Cox, La seduzione dello spirito. Uso e abuso della religione popo/are, santo, Santander 21982: «El Espíritu ... to1nó en ella fonna hu1nana)> (p. 136); «Ma-
Brescia 1974, 199 (trad. cast.: La seducción del E.1píritu, Santander 1979). ría no es sólo el templo de Dios, sino también el Dios del templo)) (p. 119).
24. R. Radford Ruether, Cristología e femminismo, 136. 29. Pablo VI, Exhortación apostólica Marialis cultu.1· 37 (MC, sien1pre cita-
25. [b;d.' 133. retnos según la edición Pahlo Vf, enseñanzas al pueblo de Dios 1974, Citta del
26. L. Boff, El rostro materno de Dios, 11 Vaticano 1975).
34 María hoy
3
pronuncia su sí ante él y se expresa en el cántico de liberación
que es el Magnificat, mujer que se dejó colmar de la gracia y María en la reflexión de la fe
trabajar por el Espíritu para que en ella se iluminasen y se reno-
vasen las profundidades de lo humano, de lo femenino y del
asentimiento de fe en sus mutuas relaciones y en su relación con
el misterio absoluto. Los que son conscientes del significado que
lo femenino tiene para el ser humano en general, y para la rela-
ción de los hombres con Dios y con su gratuita autocomunicación
en particular, tendrán que reconocer hasta qué punto una lectura
semejante de María puede presentarse corno cargada de prome- La mariología, corno tratado independiente, dedicado a pre-
sas. La mariología histórico-bíblica y la mariología simbólica con- sentar y a profundizar sistemáticamente en el misterio de la Ma-
vergen en esta mariología profética para contribuir a reconocer dre del Señor, nace en la época moderna. Francisco Suárez
en María -sobre la base de las urgencias de la manifestación (1548-1617) fue su principal inspirador, con la intención declara-
moderna de lo femenino- «el verdadero sentido del pasado his- da de superar la desproporción existente entre la «dignidad gran-
tórico (de la mujer) ... , del 'poseer la palabra' ... , de su vocación dísima» de la Virgen y la brevedad de todo lo que se dice sobre
femenina ... , de la libertad a la que está llamada» 30 • «En María, ella en la exposición ordinaria escolástica 1• Sin embargo, fue el
Eva vuelve a descubrir cuál es la verdadera dignidad de la mujer, siciliano Placido Nigido quien acuñó el término en 1602: Summae
de su humanidad femenina. Y este descubrimiento debe llegar sacrae mariologiae pars prima 2 • Aun reconociendo la vinculación
constantemente al corazón de cada mujer, para dar forma a su necesaria de la reflexión sobre María con el conjunto del discurso
propia vocación y a su vida» 31 . teológico, Nigido opta por primera vez por una «Separata ac dis-
tincta tractatio» en torno a la Virgen Madre. A partir de enton-
ces se produce un florecimiento de los tratados de terna rnarioló-
30. M. X. Bertola, Maria e le istanze del m.ondo Jemminile, oggi, en Il ruolo gico, tanto en el plano más propiamente teológico corno en rela-
di Maria nell'oggi della Chiesa e del mondo. Atti del JI Simposio mariologico ción con el culto a María, acentuándose particularmente como
internazionale (Roma 1978), Roma 1979, 179s. (Cf. todo el estudio 153-187).
Sobre María como síinbolo de lo femenino en Dios, con un pensamiento sensible respuesta a algunas intervenciones que se consideraban provoca-
a la metáfora y ·al horizonte simbólico, cf. A.M. Greeley, The Mary Myth. On tivas 3 . Partiendo del dato bíblico-dogmático, estos textos inten-
the Femininity of God, New York 1977. Sobre María como rostro materno de
Dios, cf. L. Boff, El rostro materno de Dios; sobre Ja misma como rostro femeni-
no de la Iglesia, cf. R. Radford Ruether, Mary the Feminine Face ofthe Church, 1. Las Quaestiones de B. M. Virgine quattuor et viginti in summa contractae
Philadelphia 1977. Discutible y privado de fundamentos teológicos es el volumen del 1584-1585 fueron luego reelaboradas e insertas en la obra Mysteria vitae
de l. Magli, La Madonna, Milano 1987, sobre María como proyección de todo Jo Christi de 1592, en donde las nueve cuestiones de la Summa Theologiae de Tomás
que han deseado los hombres y han intentado construir con las mujeres: -~verda­ de Aquino, dedicadas a María (III, q. 27-35), se amplían en 23 disputas articula-
dera, con la verdad de la perfecta invención ... , la absolutización de la mujer das orgánicamente.
soñada, idealizada por los varones, creadores de la cultura y detentadores del 2. Publicada en Palermo con el noinbre de su hermano Nicolás, con la con-
poder frente a las mujeres» (164). Cf. finalmente todo lo que dice S. De Fiores, ciencia clara de ser un innovador: «primus sine duce». Cf. S. De Fiares, Mariolo-
A1aría en la teología contemporúnea, Salamanca 1991 («María y la mujer en el gía-Marialogía, en NDM, 1272-1304.
movimiento cultural contemporáneo»), así como Marie et la question féminine: 3. Como, por ejemplo, el librito del católico A. Widenfeld, Monita salutaria
Etudes Mariales 30-31 (1973-1974). B. M. V. ad cultores ~·uos indiscretos (1673), o los escritos de L. A. Muratori, De
31. Juan Pablo 11, Carta apostólica Mulieris dignitatem 11 (MD, siempre ingeniorum moderatione in religionis negolio (1714) y Della regolata divozione
citaremos según la edición de Madrid 2 1988). En este documento se afirman con dei cristiani (1747). La bibliografía de los tratados de mariología desde el si-
gran fuerza, también a la luz María, la Virgen-Madre-Esposa, el valor de lo glo XVII hasta hoy puede verse en S. De Fiares, en NDM, 1283-1287. A título
femenino para lo hu1nano en general, gracias a la reciprocidad hombre-mujer, de ejemplo señalamos algunas de las publicadas en Nápoles: P. A. Spinelli, Maria
reciprocidad basada en la original «unidad de los dos» y en el misterio de la Deipara thronus Dei (1613); F. Pepe, Delle grandezze di GesU e della gran Madre
nueva creación en Cristo. Sobre los contenidos de este texto, cf. también todo lo Maria santissima. Lezioni sacre (1747); G. Federici, Tractatus polemicus de Matre
que se dirá en la tercera parte. Dei, 2 volúmenes (1777); L. Colini da Castelplanio, Maria ne! consiglio dell'Eter-
36 María hoy Ataría en fa reflexión de la fe 37

taban presentar sobre todo los privilegios de María según el rné- de la neoescolástica» y por tanto «incapaz de satisfacer las ener-
todo resu1nido en la fórmula: «Deus potuit, decuit, ergo fecit», gías emocionales del hombre»-, el pueblo fiel se puso a buscar
que, apelando a las infinitas posibilidades divinas, se esforzaba <<una criatura humana, en cuya compañía pudiera recorrer el ca-
en captar las conveniencias inherentes a la singular elección de mino difícil que lleva a Dios. ¿Y a qué criatura podría apelar con
la Virgen Madre para deducir la realidad efectiva de tales propie- esta finalidad mejor que a la Madre de Dios, que es una criatura
dades exclusivas. No es difícil reconocer en este planteamiento humana plena y perfecta? De este modo, los rasgos que se le
una doble intención polémica, que hace comprender además negaban a Jesús se fueron trasfiriendo poco a poco a María. Se
cón10 no es una casualidad que la mariología «separada» sea un le adscribieron todos los privilegios y prerrogativas imaginables.
fruto de la época 1noderna. Por una parte, se intentaba reaccio- Su figura llegó a identificarse cada vez más con la del Hijo, dan-
nar contra lo que parecía ser un reduccionismo protestante, aun- do a veces la impresión de ocultarla» 5. Al lado de la Madre de
que con frecuencia -sobre todo en los orígenes de la Reforma- misericordia, refugio de los pecadores, Cristo se presentaba
había sido únicamente una respuesta a exageraciones indebidas como el juez justo y severo: «Jesús quiere condenar, María quie-
de la piedad y de la predicación mariana; por otra, se quería re salvar. En Jesús encontramos la justicia, en María la bon-
contraponer -más o menos conscientemente- el milagro reali- dad» 6 . «Cuando María concibió al Hijo y le dio luego a luz,
zado por el Altísimo en la más receptiva de sus criaturas frente detuvo la mitad del reino de Dios, llegando a ser reina de miseri-
al racionalismo y al subjetivismo que empezaba a difundirse por cordia y reservándose Jesucristo el reino de la justicia ... el Padre
todas partes. Y como eran especialmente el registro simbólico y eterno dio al Hijo el derecho de juzgar y castigar, y a la Madre
el lenguaje metafórico los que permitían este acento antirracio- el de compadecer y socorrer a los miserables» 7 • De esta forma la
nalista, fue la tnariología simbólica la que conoció mayor desa- mariología se convertía en «una especie de segunda tarea de la
rrollo: a fin de celebrar da dignidad grandísima, las costumbres cristología» 8 , mediante el empobrecimiento de los fundamentos
excelentísimas, la vida admirable y la gracia de la Virgen biena- bíblicos y la exaltación de especulaciones extrañas a la revela-
venturada», no se vacila en declarar que se quiere captar median- ción.
te el método de la conveniencia teológica incluso «muchos miste- LJLi&novación_teológica_ d..~1 ~!2 X"'b_ reaccionó contra este
rios y privilegios de la Virgen que no nos ha trasmitido la Escri- planteamiento; los movimientos que influyen en la vida de la Igle-
tura ni una determinada tradición» 4 • De este modo se sientan sia y en la reflexión crítica de la fe, revisan la mariología postri-
las premisas para un desarrollo de la reflexión y de la piedad dentina, poniendo de relieve sus carencias y suscitando su supera-
mariana cada vez menos controlado por la sobriedad del dato ción. El retorno a las fuentes bíblicas, patrísticas y litúrgicas sus-
bíblico y por el rigor del concepto; mientras que la teología esco- cita la exigencia de una ret1exión sobre María más fiel al dato
lástica, solicitada por preocupaciones apologéticas y polémicas, normativo de la Escritura, más atenta a la totalidad de la historia
se iba n1oviendo cada vez más en el terreno del interlocutor ilus- de la salvación, más ligada a la solidez objetiva de la piedad
trado -haciéndose «totalmente prisionera del árido racionalismo litúrgica, respecto al subjetivismo de las devociones privadas. La
renovación eclesiológica sitúa a la Virgen Madre en el misterio

no, ovvero la Vergine predestinata alta rnissione medesima con Ges-U Cristo, 4
vo\úinenes (1872-1873); A. M. Jannotta, Theotocologia catholica (1890). Entre
los textos «chí.sicos)) sobre María y la devoción mariana hay que señalar al menos
las obras de Luis María Grifión de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a 5. W. Beinert, Parlare di Maria oggi?, Catania 1975, 17s.
María (publicación póstuma en 1843) y de Alfonso María de Ligorio, Las glorias 6. E. Binet, Le grand chef d'oeuvre de Dieu ou les pe1fections de la Sainte
de Mar(a publicado en Nápoles (1750). Vierge, Paris 1634, 673.
4. F. Suárez, Co1nmentariorum ac disputationum in tertiam parten1 divi Tho- 7. San Alfonso María de Ligorio, Las glorias de María, en ()bras completas,
1nae tornus secundus, Mysteria vitae Christi (1592), Vcnczia 1605, Totius operis Madrid 1952, 529s.
argumentum ad lectorem et praefatio. 8. J. Ratzinger, Introducción al cristianis1no, Salamanca 21971, 243.
38 1'vlaría hoy María en fa reflexión de la fe 39

de la Iglesia, no por encima ni fuera de él, sino en él y para él. en relación con la totalidad del misterio cristiano, con Dios, con
El movimiento ecuménico provoca la necesidad de tener en la Iglesia, con el hombre, con la historia, con el tiempo futuro.
cuenta las visiones de las diversas tradiciones cristianas sobre Es esta urgencia la que recogió el concilio Vaticano II: no es
María en su contenido crítico y constructivo, liberando a la ma- casualidad que la gran cuestión que se impuso a los obispos en
riología de excesos y pesadumbres innecesarias y haciendo desta- este ámbito fue la inserción de la reflexión de la fe sobre María
car mejor la tensión doxológica que debe impregnarla, para que en la arquitectura de la profecía conciliar. Las dos propuestas
dé gloria solamente a Dios. El giro antropológico de la teología que se enfrentaban entre sí reflejaban con claridad la tensión
contemporánea, a la par que exige una reflexión de fe sobre la que la renovación teológica había producido respecto a la mario-
Madre del Señor más significativa para la comprensión del ser logía: por una parte, los que sostenían la necesidad de un texto
humano, y en particular de lo femenino, señala el malestar que aparte sobre la «bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y
se siente frente a una doctrina de los privilegios marianos que Madre de los hombres» se sentían los legítimos representantes
exaspera la diferencia y la imposibilidad de alcanzar a María por del desarrollo mariológico de los últimos siglos; por otra, los que
parte de la mayoría del género humano. El redescubrimiento de pedían una inserción del esquema mariano en la constitución so-
la escatología, a su vez, incide en la conciencia de la provisiona- bre la Iglesia interpretaban las instancias más profundas del «re-
lidad y de la itinerancia de toda la reflexión crítica de la fe, im- torno a las fuentes» y de las diversas renovaciones que se habían
pulsando también a la mariología a no situarse como sistema producido en la teología del siglo XIX. En la votación del 29 de
cerrado y aislado -¡también ella es «Semper reformanda»!~, octubre de 1963 fue esta segunda posición la que ganó con una
mientras que hace redescubrir los contenidos proféticos y antici- exigua mayoría (¡apenas 17 votos respecto al quorum requeri-
patorios del mensaje relativo a la Madre del Señor. Y finalmen- do!); también en este punto el concilio seguía el camino difícil,
te, la renovación de la dogmática en general exige una nueva pero necesario y urgente, del aggiornamento. Entre una acentua-
comprensión de aquella a la que «todas las generaciones llama- ción «cristotípica», que tendía a vincular a la Madre con el Hijo
rán bienaventurada». Superando un cierto «destierro de la Trini- hasta correr el riesgo de separarla del resto del pueblo de Dios,
dad», tanto a nivel teórico corno práctico por parte de los cristia- y una acentuación «eclesiotípica», dirigida a situar a María en la
nos, se va viendo cómo la «patria trinitaria» es el origen, el seno comunión de la Iglesia, aunque con sus prerrogativas únicas y
y la meta de toda reflexión y de toda vivencia creyente. La ma- exclusivas, pareció prevalecer esta última. En realidad, una lec-
riología debe pensarse de nuevo en el contexto general de la fe tura más atenta del mensaje conciliar muestra cómo en él se su-
trinitaria, en 'relación con el designio y la iniciativa del Padre, peraba esta misma contraposición: al asumir una perspectiva his-
con la misión del Hijo y con la acción del Espíritu santo; y esto tórico-salvífica, resultaba posible insertar el misterio de María
sin prescindir de la renovada conciencia histórica del cristianis- en la totalidad del misterio de Cristo y de la Iglesia, sin perder
mo, sino más bien dentro de ella, en relación viva con los inte- de vista la relación constitutiva y esencial de la Madre con el
rrogantes y los desafíos de la praxis 9 • En todos los niveles y en Hijo, pero también sin separar a la Virgen de la comunidad de
todas las formas las instancias dirigidas a la mariología por la la que es miembro excelente y al mismo tiempo tipo, modelo y
renovación teológica de nuestro tiempo convergen en la urgencia madre rn. Esta finalidad, declarada ya en el proemio del capítu-
fundamental de superar el aislamiento y la cerrazón que la carac-
terizaban, para situar mejor la reflexión sobre la Madre del Señor
10. Sobre la mariología del Vaticano II cf., entre otros, los grandes comen-
tarios conciliares: R. Laurentin, La Madonna del Vaticano JI. Storia, esegesi e
9. Sobre la relación entre los «movimientos de aggiornamento» y la mariolo- testo del cap. VIII della Costituzione «De Ecclesia», Sotto il Monte 1965; G.
gía, cf. R. Laurentin, La Vergine Maria. Mariologia post conciliare, Roma 3 1970, Besutti, Lo schema n1ariano al Concilio Vaticano fl, Roma 1966; O. da Spinetoli,
175s y S. De Fiorcs, María en la teología contemporánea, Salamanca 1991, 41s. La Madonna nella (<Lumen Gentium», Roma 1968; S. De Fiares, Maria ne!
40 María hoy Maria en fa reflexión de la fe 41

lo Vlll de la constitución Lumen gentium (cf. LO 52-54), puede capítulo VIII de la Lumen gentium se abra y se cierre con una
reconocerse con claridad en las dos partes en que se estructura el referencia trinitaria (cf. LO 52 y 69). En sintonía con las instan-
texto: la primera (cf. LO 55-59) presenta la mariología bíblica, cias aparecidas en los diversos movimientos de renovación teoló-
subrayando la unión progresiva y plena de María con Cristo den- gica de nuestro tiempo, «María se sitúa en el punto de partida y
tro de la perspectiva de la economía salvífica; la segunda (cf. LO en el centro mismo del misterio de la salvación» 11 •
60-68) se refiere a la relación entre María y la Iglesia y entre la La evolución poseonciliar de la mariología ha estado marcada
Iglesia y María, asumiendo las instancias de la mariología más por dos importantes intervenciones magisteriales: la exhortación
propia1nente teológico-sitnbólica. La conexión entre ambas partes apostólica Maria/is cu/tus, de Pablo VI 12 y la encíclica Redempto-
queda ren1achada en la densa conclusión de este capítulo (cf. LG ris mater, de Juan Pablo II n La finalidad de la Marialis cultus
69). La propuesta del concilio se inspira en un criterio juntamente es favorecer el incremento del culto a la Madre del Señor en la
bíblico, antropológico, ecuménico y pastoral; se habla de María línea del mensaje conciliar (especialmente de LO 67): el culto
recurriendo con abundancia al testimonio de la Escritura, sin for- mariano queda adecuadamente situado en la liturgia, donde la
zar los textos ni excluir ninguno de ellos, asumiendo la perspecti- 1nemoria de María va estrechamente unida a la celebración de
va concreta de la narración de su historia de peregrina en la fe y los misterios del Hijo (MC 2-15). A continuación, la Virgen es
de primera discípula del Señor. De este modo, también su figura presentada como modelo de la actitud espiritual con que la Igle-
de mujer y la densidad de su experiencia hun1ana adquieren un sia celebra y vive los divinos misterios (MC 16-23). Con vistas a
nuevo relieve, en correspondencia con la sensibilidad antropológiw la renovación de la piedad mariana, la intervención de Pablo VI
ca de la renovación teológica de nuestro tiempo. Esta profunda resalta la nota trinitaria, cristológica y eclesial del culto a María
atención al dato bíblico y a la concreción narrativa y existencial, (cf. MC 25-28) y las orientaciones bíblica, litúrgica, ecuménica y
junto con el esfuerzo por evitar títulos y expresiones problemáti- antropológica en que tiene que inspirarse (cf. MC 29-39), dando
cas para las otras tradiciones cristianas -co1no por ejemplo los de algunas indicaciones sobre los ejercicios piadosos (cf. MC 40-55)
«COrredentora» o «reparadora»- revela la dimensión ecuménica y remachando el valor teológico y pastoral de la piedad mariana,
del texto conciliar. Finaln1ente, este texto parece inspirarse en con una especial sensibilidad por las inquietudes del hombre con-
una 1narcada intención pastoral, que intenta presentar eficazmen- temporáneo (cf. MC 56-58). En la reanudación la perspectiva
te a la Virgen Madre como tipo de la Iglesia y modelo para su conciliar sobre la inserción de la figura de la Virgen Madre en la
vida de fe y s¡¡ acción de caridad y de testimonio. Por el conjunto totalidad del misterio de Cristo y de la Iglesia, esta atención a la
de todas estas características la propuesta del concilio demuestra antropología es el aspecto que encierra mayor novedad en el
eficazmente cómo un tratado teológicamente responsable sobre documento (cf. especialmente MC 34-37).
María no puede prescindir de su inserción en la totalidad del mis- La Redemptoris Mater constituye más bien una nueva medita-
terio cristiano, entendido en el sentido bíblico-patrístico de la ción de todo el mensaje del capítulo VIII de la Lumen gentium
economía divina, del designio salvífica del Padre que llega a reali- en clave teológico-espiritual, con una fuerte impregnación bíbli-
zarse en la historia de Jos hombres mediante las misiones del Hijo ca: su estructura se relaciona con la del texto conciliar, presen-
y del Espíritu. En este sentido es significativo el hecho de que el
11. R. Laurentin, La Vergine Maria, 185.
l2. El día 2 de febrero de 1974 se proclamó la exhortación apostólica Maria-
1nistero di Cristo e della Chiesa. Comrnento teologico-pastorale al cap. VIII della /is cu/tus. Ya antes Pablo VI había intervenido en el tema mariano con la Exhor-
Coslituzione «Lurnen Gentium», Ro1na 1968; G. Roschini, Mariologia del Conci- tación apostólica Signum Magnum del 13 mayo 1967, que puede considerarse
lio Vaticano!!, Roma 1969; S. Meo, Maria ne! cap. VIII della «Lurnen Gentium», como un comentario pastoral a LG VIII, con una acentuación especial de los
Roina 1975. Cf. también C. Balié, Maria, en Dizionario del Concilio Ecumenico aspectos de María Madre de la Iglesia y 1nodelo de todas las virtudes.
Vaticano!!, Roma 1969, 1360-1371; y S. Meo, Concilio Vaticano JI, en NDM, 13. El día 25 de marzo de 1987 Juan Pablo JI proclmnó Ja carta apostólica
445-461. Redernptoris Mater (RM). Seguiren1os sietnprc la edición de Madrid 31987.
42 i\1aría hoy 11;/arfa en la reflexión de la fe 43

tando primero a María en el misterio de Cristo (cf. RM 7-24) y precisarnente esta total relacionalidad de la reflexión de fe sobre
luego en el centro de la Iglesia en camino (cf. RM 25-38), para la Virgen Madre lo que justifica un tratado específico sobre ella.
subrayar finalmente su mediación maternal (cf. RM 38-50). Anclada en la sobria densidad del testimonio bíblico y en la pro-
La novedad respecto al concilio radica en la fuerte insistencia fundización dogmática, la mariología refleja en sí misma la com-
en la dünensión histórica: no sólo se capta a María en su itinera- plejidad de las relaciones en que se articula el misterio cristiano.
rio de fe (en línea con LG 58: «avanzó en la peregrinación de la Ella ofrece, en cierto modo, el «todo en el fragmento»: su auto-
fe y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz» ( cf. nomía relativa no es una absolutización indebida o una separa-
RM 2), acentuando sus caracteres de <<noche» y de kenosis (cf. ción arbitraria, sino un espacio para trazar los rasgos de una
RM 17 y 18), sino que se le ve además presente de forma «activa imagen en la que se refleja la totalidad. La mariología, insertada
y ejemplar» (cf. RM 1) en el camino histórico de la Iglesia (cf. orgánicamente en el conjunto de la teología es, al mismo tiempo,
RM 47). cifra de la totalidad: contenida por el todo, contiene al todo de
A la luz de esta presencia activa -basada en la relación de la forma densa, fiel reflejo de aquel acontecimiento de la historia,
Madre con el Hijo y en la acción del Espíritu santo- se compren- la pascua, en el que se deja contener la historia entera. En otras
de la idea de la mediación maternal de María (cf. RM 38s), sub- palabras, precisamente porque remite a los diversos capítulos de
ordinada ciertamente a la única 1nediación de Cristo, aunque sin la dogmática cristiana, la mariología puede constituir eficazmen-
embargo especial y extraordinaria (cf. RM 38). Esta estrecha te su último capítulo, una especie de «Verbum abbreviatum», de
relación entre María y la Iglesia se sitúa finalmente en el gran compendio argumentativo, narrativo y simbólico a la vez, rico
horizonte de la historia, acentuando su carácter dramático (cf. en fuerza evocadora y en estímulos práctico-críticos. Por consi-
RM 11 y 52) y su perenne dinamismo (cf. RM 25). El mismo guiente, no es el aislamiento de un tratado separado, sino la
vínculo tan estrecho entre el mensaje y la vivencia espiritual (cf., distinción llena de apelaciones y de relaciones lo que caracteriza
por ejemplo, el RM 48) revela la sensibilidad histórico-salvífica a la reflexión específica de la fe sobre María, motivando la rela-
de la encíclica. De este modo, se llega a subrayar con términos tiva autonomía, la consistencia y la originalidad que le competen:
todavía más densamente histórico-concretos la inserción de Ma- «La mariología no puede seguir siendo una isla; aunque aparen-
ría en la totalidad del 1nisterio cristiano 14 . temente parece estar separada del continente, se mueve junto
Es precisamente en esta perspectiva de totalidad donde han con él. Todo está trabado; también aquí vale el principio de tota-
de abordarse además los dos problemas metodológicos decisi- lidad: las partes influyen en el todo, y luego el todo refleja sus
vos para un· tratado de la mariología: por una parte, el de la movimientos en las partes» 15 . De este modo se impone también
fundamentación de su consistencia autónoma; por otra, el de un para la doctrina sobre María el principio formulado por el Vati-
principio de síntesis, en torno al cual organizar su desarrollo. cano II de la «jerarquía de las verdades», en virtud del cual cada
Cada vez ha quedado más claro que la autonomía de la reflexión uno de los aspectos y contenidos de la dogmática eclesial encuen-
de fe sobre la Madre del Señor no puede ser más que relacional: tra su lugar a partir del nexo que tienen con el fundamento de la
no se puede hablar de María sin hablar de la Trinidad, del Padre, fe cristiana 16 ; puesto que la Madre del Señor tiene una relación
del Hijo y del Espíritu santo, del hombre y de la Iglesia, de la total con el Hijo y está totalmente proyectada y orienta hacia él,
historia y del esjaton. Además, en el cruce de los diversos cami- la reflexión sobre ella tiene, igualmente, una relación total con el
nos de profundización en el misterio cristiano se encuentra Ma-
ría, lugar de la llegada del hijo de Dios entre nosotros. Pero es
15. L. Sartori, Orientamenti attuali della teologia e il problema della rnariolo-
gia, en Sviluppi teologici post-conciliari e mariologia. Simposio mariologico (Ro-
1na 1976), Roma 1977, 9.
14. Para algunos de estos temas, especialmente para el concepto de «media- 16. Cf. Decreto Unitatis redintegratio 11 (UR, citado de la edición Docu-
ción maternal», cf. lo que se dirá en particular en el capítulo 7. 1nenros del Vaticano !!, Madrid 35 1980).
44 María hoy !vlaríu en la reflexión de la fe 45

centro y la totalidad del misterio de la salvación y encuentra su dente y ascendente de una «triple analogía entre Cristo, María y
consistencia propia y original exactamente en su relacionalidad la Iglesia, una analogía que procede enteramente de la obra del
total. No es otro el sentido que tiene la fórmula «Ad Iesum per Redentor: María y la Iglesia son relativas a Cristo y correlativas
Mariam»: el término es Cristo, corazón, norma y principio de la entre sí» 18 . En mariología no vale más que la «analogía del ad-
redención; María es paso que, lejos de oscurecer o de obstaculi- viento», basada en la iniciativa de Dios, absolutamente libre y
zar, facilita el camino, hace que el fundamento sea más concreta- gratuita: el éxodo de la criatura María-Iglesia es suscitado, col-
mente accesible. Es inconcebible un cristianismo sin Cristo; una
mado y trasformado por la llegada de Dios a la historia de la
mariología que velase o disminuyese a Cristo sería inaceptable;
redención. Entonces, el primer principio de la mariología no es
pero un cristianismo sin María prescindiría de un dato bíblico-
sino el de toda la teología cristiana: «Deus dixit!». La reflexión
dogmático precioso y renunciaría quizás a ese «camino de la be-
de fe sobre la madre del Señor es palabra de respuesta y de
lleza» que, en la humildad de un fragmento tan densamente hu-
glorificación, que está bajo la primacía de la acción divina de la
mano, sabe reconocer la totalidad del milagro, las grandes cosas revelación, «sub verbo Dei». Y sólo a partir de todo lo que en
que el Omnipotente ha hecho en su sierva para hablar a todos ella ha hecho el Altísimo es como tiene algún fundamento y con-
aquellos que la llamarán bienaventurada. En la «jerarquía de las sistencia la reflexión sobre María; por eso podría precisarse el
verdades» la Madre del Senor refleja de manera singular «la be- principio de síntesis de la mariología, más que a través de la
lleza que salvará al mundo»; acercarse a ella, «Contemplada en
analogía, a través de la relación concreta y personal que liga a la
su vida evangélica y en la realidad que ya posee en la ciudad de Madre con el Hijo. La maternidad divina -en su aspecto ontoló-
Dios», no sólo no aleja de Cristo, sino que incluso hace que lo
gico y en el milagro de gracia que la constituye- es en ese senti-
encontremos y a1ne1nos mejor, reforzando en los creyentes la do el punto de partida de toda prerrogativa y de toda función de
confianza en la «Victoria de la esperanza sobre la angustia, de la
la Virgen Madre. Sin embargo, también aquí es necesario subra-
comunión sobre la soledad, de la paz sobre el desasosiego, del
yar el doble dinamismo de la elección divina y del asentimiento
gozo y de la belleza sobre el aburrimiento y la náusea, de las
libre de María; por eso lo que podría parecer una pura deducción
perspectivas eternas sobre las temporales, de la vida sobre la
especulativa llega a situarse en la perspectiva histórico-salvífica,
muerte» 17 • Innumerables historias de santidad evangélica, que
que respeta tanto la gratuidad y la trascendencia del don como
han dado un espacio tan amplio a María, demuestran la fecundi- la libertad del asentimiento. Cuando entran en juego la gracia y
dad existencial de esta via pulchritudinis para la aproximación al la apertura a la 1nisma del corazón humano, la deducción sólo
corazón del misterio, y confir1nan la necesidad de prestar la ma-
puede usarse con 1nucha discreción y modestia, resultando más
yor atención al dato bíblico y dogmático relativo a la Madre del
respetuosa de la realidad la narración argumentativa, fiel al desa-
Señor en la «jerarquía de las verdades».
rrollo del «colloquium salutis». La búsqueda del primer principio
El «principio de totalidad» tiene que regular también la orga-
de la mariología conduce, por consiguiente, del énfasis de un
nización interna de la reflexión de fe sobre María. Algunos han contenido a la comprensividad de una perspectiva; el horizonte
buscado ese núcleo de organización en la analogía entre la Madre de la historia de la salvación, la realización del misterio en el
y el Hijo («línea cristotípica»), fundamentado las reflexiones so-
tiempo, son el marco de unificación en donde hay que situar
bre ella en el ser y en el actuar de Cristo; otros han preferido todo lo que María ha sido y sigue siendo ante Dios y para el
destacar más bien la analogía entre el misterio de María y el inundo. Bajo esta luz, la vía de la analogía se aclara a partir de
misterio de la Iglesia («línea eclesiotípica»). En realidad, estas
dos tendencias captan respectivamente el movimiento deseen-
18. R. Laurentin, La Vergine Maria, 203. Cf. sobre toda la cuestión del
17. MC 57. «priiner principio)> de la mariología, 199s; asi como L. Boff, El rostro materno de
Dios, 17-31.
46 María hoy

la iniciativa libre y n1aravillosa de la llegada de Dios, que viene


a encontrarse con el éxodo humano en la Virgen acogedora; y la
vía deductiva explica la absoluta gratuidad del encuentro, atesti-
guado en la historia de la revelación, entre el Omnipotente y su
humilde esclava. También en esta perspectiva llegan a integrarse
la mariología simbólica y la mariología bíblico-narrativa, expre-
sando en su conjunto el dinamismo que impregna el misterio de
la Virgen Madre, Esposa de la nueva alianza, y que la convierte
a ella, la mujer concreta de Nazaret, en icono de todo el misterio
cristiano 19 .

19. Entre los ensayos sistemáticos más recientes de 1nariología, cf. C.


Amantini, Il mistero di Maria, Napoli 1971; W. Beinert, Parlare di Maria oggi?;
D. Bertetto, Maria la serva del Signare. Trattato di mariologia, Napoli 1988; L.
Boff, El rostro materno de Dios; J. Esquerda Bifet, Mariología per una Chiesa
missionaria, Roma 1988; J. Galot, Maria, la donna nell'opera di salvezza, Roma
1984; G. Gironés Guillén, La humanidad salvada y salvadora. Tratado dogmático
de la Madre de Cristo, Valencia 1969; C. l. González, Mariología. Maria, Madre
e Discepola, Casale Monferrato 1988; R. Laurentin, La Vergine Maria; L. Melot-
ti, Maria, la Madre dei viventi. Compendio di mariologia, Torino-Leumann 1986;
A. Müller, Reflexiones teológicas sobre María, la Afadre de Jesús. Mariología en
perspecti11a contemporánea, Madrid 1985; C. Pozo, María en la obra de la salva-
II
ción, Madrid 1974; A. Royo Marín, La Virgen María. Teología y espiritualidad
marianas, Madrid 1968; G. M. Roschini, Maria santissima nella storia della sal-
vezza. Trattato completo di niariologia alla luce del Concilio Vaticano!!, 4 volú-
La historia de María
n1enes, lsola del Liri 1969; E. Schillebeeckx, María, madre de la redención, Ma-
drid 31974; M. Schmaus, La Virgen María, en Teología dogmática VIII, Madrid
1961; M. Thurian, María, Madre del Señor, imagen de la Iglesia, Zaragoza s. f.
La más completa Bibliografía n1ariana es la que recoge G. M. Besutti en
Marianum 12 (1950) para los años 1948-1950; 14 (1952 para los años 1950-1951;
20 (1958) para los años 1952-1957; 28 (1966)para los años 1958-1966; 35 (1973)
1967~1972; y en un volumen aparte, Bibliografía mariana 1973-1977, Roma 1980;
y Bibliografía mariana 1978-1982, Roma 1988.
La reflexión de fe sobre Ja Madre del Señor tiene como fun-
damento, contenido y norma todo lo que la palabra de Dios dice
de ella: escuchar la Escritura es la condición necesaria de toda
posible mariología, tanto en su forma argurnentativownarrativa
como en su forma simbólica. Cuanto más pura y obediente sea
esta atención a la Escritura y cuanto más se esfuerce en acoger
el acontecimiento de la revelación, tanto más riguroso y objetivo
será el discurso sobre María y tanto más eficaz y nutritivo para
la vida de los creyentes. También la mariología es «creatura Ver-
bi», dependiente en todo y para todo del testimonio inspirado y
fontal, trasmitido vitalmente en la tradición de fe de la Iglesia.
Situarse conscientemente en esta trasmisión no sólo no constitu~
ye ningún obstáculo para la pura resonancia del evangelio, sino
que es su condición hermenéutica fundamental; en la medida en
que pertenecemos a la historia, no podemos presumir de «tornar
distancias» de la historia. Pero pensar en la historia, en el diálogo
ininterrumpido del anuncio y del asentimiento de la fe que se
refiere a los orígenes del acontecimiento mismo de la revelación,
no significa reducir a la historia el propio pensamiento. Como
todas las expresiones de la búsqueda crítica de la fe que quieran
ser fieles al propio objeto y a la propia naturaleza, también @ NwrokM-IJ j
rr@i<?1QgfaLL~Q!l9S\'__~ILllL12alabra de {?ios el lugar original y ~
nor_mªtiyq_cl~Lªcg¡¡!."E'imien.tg_fil_gl!r.!!ªygy-"_r~fe_rj[ _ y _ §¡¡\Jorffinar $~,. b:,,._
c;mtl'll!i-"LQ_tra palabrn_,§.l!c;~Ji.lY_g: «sub Verbo Dei» está la refle-
xión de fe sobre María, aunque se lleve a cabo conscientemente
dentro del cauce de la gran historia, que ha trasmitido hasta
nosotros su consistencia y su sentido, aunque a través de las ine-
vitables caídas y recuperaciones, exageraciones o reducciones,
propias de las diferentes etapas de la peregrinación de la Iglesia
en el tiempo.
50 La historia de Maria
1
Así pues, la revisión del tnisterio de María en la historia de
la revelación y en la historia posterior de su formulación dogmá- María en el nuevo testamento
tica se presenta como una tarea ineludible y necesaria para la
reflexión de fe sobre la misma. Si el encuentro con la «historia
de María», tal como la atestigua el mensaje pascual del nuevo
testamento, es comienzo, fundamento y norma de esta reflexión,
el recorrido de la historia de «María en la historia de la fe» es
continuación, recepción y explicitación que ayudan a completar
la circularidad hermenéutica entre revelación y fe en el hoy de la
Iglesia y del mundo. Será precisamente esta recepción la que _§.Lti;e.tjmorüQJ1íl:t!irn._~ill?I!LM'!I.ill,,J¿t__Madre del Señor, es
exija su consideración en el aspecto ecuménico, es decir, en el sobrio y~ al mis1no tiempo: por su sobriedad, está totalmen-
signo de las convergencias y de los conflictos en que se pronuncia te marcado por su relación con el desarrollo más general de ela-
de diversos modos la palabra de respuesta a la palabra de la boración de los textos neotestamentarios; nor su densidad, revela
llegada que resonó en el tiempo. De ahí las etapas en que se desde el principio la estrecha conexión entre el misterio de la
estructura la me1noria fundacional: después de la atención al Madre y la totalidad del misterio del Hijo. La sobr~c!ªdincll.IC.e,
dato normativo, atestiguado por el nuevo testatnento, se ofrecerá en principio, a renunciar a toda posible <<vida de María» que
una lectura de la elaboración dogmática respectiva1nente en el intente reconstruir su figura histórica en detalle e interpretar su
régimen de la cristología, tal como fue en la Iglesia de los Padres, psicología; la densidad atestigg_a que todo lo que se dice de ella
y en la perspectiva de la antropología, tal como es en la época en la Escritura está marcado y filtrado por la experiencia pascual
moderna, para considerar finalmente su recepción en el camino
de la unidad, querida por el Señor para todos los que creen en él.
de los primeros testigos de la fe.
Así pues, J:rnbrá gueJms_rnr_en el kerigma la historia y en la
historia el kerigma, señalando en elJ!nl!.nc;IQ__QLigirn1Ld_núcleo /~/-0 f
!
1
histQJ:icQ_p_re-p_'!s.ct.tªl_s_eli!!Í.YQ_aMm:i_ayJap,gf11_11.c:lizagQ_!l_.le.OlQgi- ! .(¡•
º~.tinsfiltQQ.ª ...... !"~ªJizad_'l. sobre él a part!!:_Q~_Jª--lLascua. Recorrien- l
do la historia de la verdad revelada original en las formulaciones
sucesivas y en las elaboraciones del dato fontal, se captará el
trazo progresivo de la buena nueva en torno a María y, en ella,
de su rostro de mujer pobre en una pobre provincia del Imperio,
escogida por Dios para ser la Madre del Redentor. La sucesiónj ,
cronológica de los testimonios revelará, al mismo tiempo, un iti- r"'1J¡f;~fJCli
nerario de fe que no podrá satisfacer las exigencias de la crónica \J¡J /1rJ.
o de la historia, pero que dejará vislumbrar en los datos de la J
historia la riqueza del misterio. ¡
En este itinerario se erciben tres eta as: tras la sobriedad .;.
densa d 1 os testimonios más antiguus Pablo y Marcos), viene la 3 E1""F"IS
©lie_ct.!lr.ª_l_eg_!Qgico·¡;iª_s_cual más desarrollada (Mateo y Lucas), para
llegar luego a la búsqueda del significado que tiene la obra del
Señor en su humilde esclava para tl..¡;iuebk:u:I_e_Ios peregrinos_d_e
©PJ.Qs_,_glle_y_a hªbíª__s_ic:l()__JJrQlJª(]Q_C()nl_os_prin1er2s_signos_deJ
___m.m:tiriQ (Juan y Apocalipsis). La revisión de estas etapas crono-
52 La historia de Maria María en el nuevo te::ifarnento 53

lógica1nente sucesivas nos permite vislumbrar en la historia de la con un te.stimonio antig~ís~1120, cr~n?Jógicamente muy próximo¡J+'iff11f~fJ ~
originaria verdad revelada la historia de María, con la discreción <LlQ_§.. C'.Q!!!.1~.Q.~-º-~·~del mov1m1ento cr1sti_ano. U
y la riqueza de sentido que la caracterizan '· El análisis del texto pone de relieve la perspectiva histórico- #,.iv
salvífica que lo impregna: Dios, el Padre, envió a su Hijo «Cuan-
1. Los testimonios más antiguos: do llegó la plenitud de los tiempos». La expresión no se refiere
la sobriedad del dato en Pablo y Marcos solamente a un cumplimiento cronológico, sino que expresa ante
todo la densidad escatológica del acontecimiento: hay una madu- '1"ro qrJ•,
ración y un progreso en la historia de la salvación, que ha llegado~~ ·
ª) L~':o~ltt ahora a su culmen, que es al mismo tiempo un nuevo co1nienzo

1._ propio
4
Pero cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su inaudito (cf. Me 1, 15) y que está -según «los tiempos o los
Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, momentos que el Padre ha fijado con su poden> (Hech 1, 7)-
V \ .'i para liberarnos de la sujeción a la ley y hacer que recibiérainos entre el tiempo de la preparación y de la espera (cf. Heb 1, 1) y
Lla condición de hijos adoptivos de Dios. los últimos tiempos (cf. 1 Tim 4, 1) del día escatológico y del
(Gál 4, 4-5) juicio final (cf. 1 Cor 1, 8 y Rom 2, 5). La «plenitud de los
tiempos» entonces no es tanto el <<centro cronológico» de Ja his- n
El texto paulino que hace referencia a la mujer de la que toria, sino su «Centro escatológico», el valor decisivo y definitivo ?)eN.JdÍ h_t
nació el Hijo de Dios es el testimonio más antiguo del nuevo para todos los tiempos, el corazón del misterio, re§pecto al cual kf; 1)1¡¡-¡i1'0
testamento §Obre a María. Si los destinatarios de la Carta a los tQclQ._s_~JniclU-8."--"'ºlªnL~!L~ILY_e.IcJJlQ<eJ:.a_c_QP,sjstencia en todo ~1
gálatas se identifican con los habitantes de Ancyra, Pesinonte y tiempo. Esta interpretación se ve confirmada por la idea del en- 1c~-0/
Tavio, distritos de la Galacia propiamente dicha, visitados por el vío del Hijo de Dios: el esquema de envío (cf. Rom 8, 3s; Jn 3, "~...,.,,,..-~..... .
apóstol en su segundo viaje y de nuevo al principio del tercero 16; 1 Jn 4, 9) fnndamenta la plenitud escatológica del tiempo en

~
Hech 16, 6; 18, 23), habría que fechar esta epístola en el la «pre-existencia» del enviado, que no es una precedencia tem-
ckr" 5750
<¡e. quizás antes, en el 53-54 Jt"-"!iª_d_""_Galacia del norte). poral, sino que más bien significa la alteridad y la infinita distan-
~.l~,, :T~i Pablo se dirige a las Iglesias de la provincia romana de cia cualitativa entre el mundo de Dios y el mundo de los hom-
l... \ Galacia, y por tanto de Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y bres, que superó la iniciativa gratuita del amor del Padre al en-
\ Derbe, fundadas por él durante su primer viaje misionero (cf. viar al Hijo. El cnmplimiento y el nuevo corr¡jenzo propios de la
~ ,\í!;~h 13, 14:14, 23), la fecha podría ser aún más antigua, en el
~egría de Galacia del sur). En ambos casos nos encontramos
brn"-.e.~rntf!l9.filcª_se_e.J>Q.l.i.can con la idea de la rl~nª pertene_ncIª
del enviado, por una parte¡ilal mundo de la prellilración y de la
v-
espera - «nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley»-, y
por otra~al nuevo comienzo .Q~l mundo Q_~~ebe a él_ -«para ·
1. La biblografía sobre María en la Biblia es inmensa. Baste remitir a la
sección bibliográfica organizada en relación con los diversos textos de interés liberarnos de la sujeción a la ley y hacer qne recibiéramos la " ,fo ,]J. "
rnariológico del nuevo testainento que ofrece A. Serra, Biblia, en NDM, 383-385. condición de hijos adoptivos de Dios» (Gál 4, 4s). Bajo esta¡•~"v.,i¡"
Además ele todo el artículo, precioso, ele Scrra (300-385), interesa por su preocu- luz, la expresión «nacido de 1nujer» (yr,vó~ti::vov 1':K yuvu.t...:óo:;) no 1 ~ •· i ··;¡-
pación ecuménica el fruto de la investigación conTún de exégetas católicos y pro-
testantes ainericanos: R. E. Brown-K. P. Donfricd-J. A. Fitzmyer-J. Reun1ann, significa sino la fragilidad y la bajeza de Ja criatura humana en el ~dU
Maria en el nuevo testamento, Salainanca 1986. Cf. también J. Me Hugh, The tiempo de la espera (es este el sen!Ido de otras expres10nes eqm-1 ¡\1;"
Afother of Jesus in the New Testament, New York 1975; el fi. 6 de Parola, Spirito
e Vita sobre La Madre del Signare, Bologna 1982; O. da Spinetoli, Maria nella valentes qne leemos en Job 11, 2-12 según los LXX; 14, 1; 15,J ,.,.--~L-
Bibbia, Bologna 2 1988; I. De La Potterie, Maria ne! nústero dell'alleanza, Genova 14; 25, 4 y en Mt 11, 11 y Le 7, 28), y por tanto la humillación__.
1988. Un eje1np\o logrado de lectura exegético-espiritual del testimonio bíblico que aceptó el Hijo al pasar de Señor a siervo (cf. Flp 2, 5-8),
sobre María es el libro de M. Thurian, María, Madre del Señor, figura de la
Iglesia, Zaragoza s. f. para hacer señor al siervo y libre al esclavo de Ja ley. En sus
54 La historia de María María en el nuevo testarnento 55

contenidos Gál 4, 4 intenta, por consiguiente, levantar acta del tando positivamente abierta a las afirmaciones complementarias
giro de la historia, del nuevo comienzo del mundo que se realiza que ofrezcan los evangelios de la infancia a propósito de la géne-
en el envío del Hijo. La referencia a la mujer de la que nace, al sis humana del Hijo de Dios» 3 .
subrayar sobriamente su verdadera pertenencia al mundo humil- El doble resultado al que conduce el análisis lingüístico-es-
de de los hombres marcado por la espera, coloca también a @. tructural de Gál 4, 4s -la proximidad excepcional de la mujer
mujer en el lugar más próximo al cumplimientQ...f.ssato!Qgis:o> María al «Centro escatológico» de la historia y la apertura en
como la criatura más cercana al corazón del misterio, al «centro dirección hacia su maternidad paradójica- junto con la antigüe-
escatológico» de la historia. dad del testimonio, permiten afilJ!lllf._qu,e «desde el punto de)//
El análisis estructural revela indicaciones no menos precio- vista dogmático tlS:.D.!!_:gc:_i_ª_99___ q_~cg.JJj:_J-4?d.~. . el texto mariológica- • ) '
sas 2 . En la estructura literaria del texto es posible distinguir tres mente más significativo del nuevo~ testamento, aun cuando su
secciones: tras el recuerdo de la acción divina de enviar al Hijo importancia no fue definitivamente advertida por algunos teólo-
(a), viene la indicación de su modalidad (b 1: «nacido de mujer»; gos de ayer y de hoy. Con Pablo comienza la vincula\:ión de Ja.¡¡
b 2 : «nacido bajo el régimen de la ley»), y de su finalidad ( c1 : JJ 1nariolog;ía con la cristología, ~~'.i~ame~te m~"ºiante el t~stin:!~
«para liberarnos de la sujeción a la ley»; c2 : «para que recibiéra- nio de la cliyi!la mat§1:.nic:1'1d cl"e María.Y!.ª primcra_i!Jl!!idól!__de
mos la adopción de hijos de Dios». No es difícil destacar los g_!!.?__fQ!f_§j_g__~rª-~-!Qg__ h.i§!Qr_i~g-~s-~J.YL~ica --º~- --~_µ_ _ §_!gnifj~-ª'cJ._9» 4 • La so-
vínculos entre estos elementos estructurales: b 1 y b 2 están en evi- briedad de la referencia paulina a la Madre del Señor se revela
dente paralelismo (introducidos ambos por el participio aoristo por tanto como llena de una singular densidad.
·1cvrip1:vov). así como c1 y c2 (introducidos ambos por la partícula
final lva). Por el contrario, b 2 y c1 están en correlación antitética
(«nacido bajo el régimen de la ley, para liberar a los que estaban b) E'iJ 64 dC.
bajo la ley»); y lo mismo ocurre con b1 y c2 («nacido de mujer»: Compuesto antes de la destrucción de.J:ern~ªl~11_(a.Jio 70
rebajamiento - «para que recibiéramos la condición de hijos d.C.), como indica el carácter tan genérico del discurso escatoló-
adoptivos de Dios»: elevación). Finalmente, entre a y c2 hay una gico del capítulo 13 respecto a los otros sinópticos, y probable-
relación que revela el dinamismo de todo el texto: «Dios envió a mente después de la muerte de Pedro y Pablo (año 64 d.C.), si
su propio Hijo ... para que recibiéramos la condición de hijos se acepta el testimonio de Ireneo 5 , el evangelio de Marcos pre·
adoptivos». La estructura presenta entonces una paradoia: el que senta_dos textos en relación con María:" Me 3 31-35 y 6,~-6.
. J ~ nace bajo la ley rescata de la ley; el gue vi"eJl&J'.!l un estadQ_<lf 0
ryu'-Áv\~ Q ( l:!.l1111illa_ci{)11.f.Leva al hombre ajª" condición de filiación divina". 31
Llegaron su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron
i (:,~\'.4,t¡-'.i Evidentemente, la modalidad del nacer bajo la ley naciendo de llamar. 32 La gente estaba sentada a su alrededor, y le dijeron:
' ' mujer no es para el Hijo de Dios simplemente la misma que la «¡Oye! Tu madre, tus __h_~Iº1.~_9s _y J_ll_~___l}~,t:~é!_l!ª.~ están fuera y te
buscan». 33 Jesús les respondió: «¿Quiénes son mi madre y__J11j§...
de cualquier otro ser humano; de lo contrario, como todos, tam- h~rmano~?». 34 Y mirando entonces a los que estaban sentados a
bién él seguiría siendo esclavo de la ley y de la miseria de nuestra su alrededor, añadió: «Estos son mi madre y mis hermanos. 35 EI
condición. La antinomia estructural del texto remite precisamen- que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hern1ano, mi hermana
te a la paradoja de este nacimiento; por eso es posible concluir y mi madre».
que da frase de Gál 4, 4, debido al género adoptado, sigue es- (Me 3, 31·35)

2. Cf., sobre lo que sigue, A. Vanhoye, La Mi!re du Fils de Dieu selon Ga 3. A. Vanhoye, La Mere du Fils de Dieu, 247.
4, 4: Marianum 40 (1978) 237-247; A. Vicent Cernuda, La génesis humana de 4. G. Sóll, Storia dei dogmi mariani, Roma 1981, 31.
Jesucristo según san Pablo: Estudios Bíblicos 36 (1978) 277-289. 5. San Ireneo, Adversus haereses 3, 10, 6, en PG 7, 878s.
56 La historia de María Ataría en el nuevo testamento 57
..,~
'( V >.l.F

. ... S.,.,,. La int~I.~tac~2.!L_9_~-;-~~" texto está condicionada por su -~-ºca un cotnportamiento extraño gu~.--~lJ-.§fiJ.ª-J.ª_<;i,ilm.\r_aciQ.n_, ___~I_ 11-Jr~Jonirl-J~/·
Mc. 3¡')1 3 Q\'entual. conqiQ..ILf.QJLYJ.('.2:¡¡ que lo precede: «Sus parientes, al "8!1,Ip_Q!" la preocupación (cf., por ejemplo, Me 2, 12; 5, 42; 6, 51;
~ enterarse, fueron para llev"i'írselo, pues decían que estaba trastor- así como 2 Cor 5, 13: «Si dimos la impresión de perder el juicio,
nado». Si se reconoce la conexión, 1-ª.. m_ªQre de Jesús formaría fue por Dios; y si ahora parecemos cuerdos, es por vosotros»).
'
{ .P-ªI1~.---9-~---ªflll:~_H9.§..~~P.ªri~J1JJ~_$.~t _J¡11~ __q1t~lt'tll_~~~Y.fil.~s:l~ dicien_9..Q ·La idea que destaca es que los familiares vienen a «llamar la aten-
_qti_e_~~t_~b<i tEª§!()fll.ªclQ, De lo contrario, sólo tendría relación ción», a «moderar» a ~; y él les invita a abandonar la lógica
con María el texto que afirma la prioridad del discipulado respec- demasiado huma¡¡!!_p_arn_iegtrnr_en . la. !ógicª.qu~_ir¡_spi_rn§1,1yj<:lª'·l.a
to a cualquier otra relación, incluso de sangre. obediencia al Padre: «El que cumple la voluntad de Dios, ése es
"'\ La conexión entre los dos fr<!g!llentQ§_P$!!YC~_§_§!ª-.r._fµndaQJ.Jm:­ mi hermano, mi hermana y mi madre» (v. 35). La familia según
Jl\.f'
VJfl~}1• 1 ' 1 '
t¡lj)AS_Il.Jª.-Riiesencia de dos .m:ocedimiQrrtos_estil_(§J.i;:Qs propios de la carne tiene g)JQ__cedE"__sl1..sltig_ª_l'iJail!ilia_«_(OScatQ\ógica» ..Y..~.S!:i_
Marco§: por una parte,©el paso de lo g_eneral a lo particular" por 1 invitada a convertirse a ella 7 • ¿Qué lugar ocupa la madre de Jesús
lo que tras una primera indicación global o genérica el evangelis- en todo esto? ¿qué es lo que nos dice de ella, de su relación con
ta suele añadir una determinación mayor, incluso enriquecida el Hijo, este episodio? Parece revelarse aquí un rasgo profunda- MA<!i)A.
con nombres propios (cf. Me 2, 2.6; 3~ 13.14.16; 4, 1.10; 6, 34.44; mente humano de María: rnmo todasJa§m<1clres,_pre9¡;11IJ_acJapor ~
7, 25.26; 11, l4.20s); por otra parte\'0la construcción «encajada» l_qJ~_µ~r_t~_QQ_§_L@9__,__!Ilanifies_11! __~ht_solicitgQ___12or él, no sin la in- ..,ci k
fluencia de los demás parientes, junto a los cuales interviene. 1pt ~~ ;:.º 0
1
( «Schachteltechnib), por la que el relato de un hecho (a), inte-
rrumpido por la introducción de un segundo relato (b), se recoge «¿Es quizás indecoroso atribuir también esta actitud a María? No ~~e
de nuevo para completarse finalmente (a') (cf. Me 5, 21-43; 6, lo es, con tal que tomemos en serio los datos que nos presenta la
7-30; 14, 53-55) 6 . Así pues, María_!'.~taría incluida en la iniciativa Biblia relativos al 12rogreso de la fe en María ... _Al,P.[inc\pi<2dtllª
:t ele ir a recoger a Jesús y en el juicio:_,f.9J!§ider~!?~ªº-·-9.Y~-. ~·~.§.t-ªJ2ª.

E 'J
l
1 t_ras,tornado».
¿Cuál es el sentido general de estos fragmentos? «Los de jun-
fI!Í_sma Pl1<lo tener preocl!Jlaciones todavía demas_iado __l¡umanas
sobi:e la misión y la obra pe Jesús. Hasta aquí llega Marcos» 8 .
También para la madre es necesario avanzar en el camino de la
i(PL!CAG¡O~ to a él» -oi nup 'u0i:oü-, es decir, lo~_f_a~i~iª.-r_e.§_ __Q§_J~sJ!.§.. (la fe; y aunque esto lo resaltara el evangelista con la intención de
expresión podría indicar también a los -c:Jlsci'pulos; pero éstos es- redimensionar posibles pretensiones de la familia de Jesús en la
tán en casa con él: cf. v. 20 y 34), frenfe al ~ntusiasmo más bien Iglesia judea-cristiana, lejos de constituir un dato «antimariológi-
incontrolad'? de la gente (cf. v. 20), \rien.e,I1...ª".l~\':ÍI§sel9», El~ co», 12odría 12robar, i]1_s:l}¡s_Q,__1¡, esQ_"'gial1!ll!Q!id_ªi:lmQrn)_!:¡JJe.s<CJe . ¡,
1
término -i.:pu18ü)- no parece expresar aquí una intención de vio-\ reconocía a la Madre del Señor. Si ella tuvo que caminar en el,BJ~"(" , rJ,,
lencia (como en Me 6, 17; 12, 12; 14, 1.44; etcétera), sino un \ itinerario de la fe, ¿cómo no tendrán que hacerlo todos los seguí- l·,~r~
gesto más mitigado, una actitud más inte.rior_st~~lQ~ __<_<_SJ!)'_Q_§,>> (como dores del nazareno, aun los de su familia carnal? La madre, en la
en Me l, 31; 5, 41; 9, 27; etcétera), como resulta igualmente de humildad y en el esfuerzo tan auténticamente humanos de su pe-
la actitud del nazareno que, sin reprocharles, les recuerda la pri- regrinación interior, emerge ya como figura ejemplar del discípu- J ,.

macía de la obediencia a Dios (v. 35). Por otra parte, la expresión ]Q. . . Este fragll!entº ..i:l~M-ª!'.~Q§._Q.f[ys.~rjª-~!:ltog_~~~-j.ªDJQSQ!L!ll f.ffe1&-w$i1t11
«estaba trastornado» (v. 21), más que aludir a una falta de juicio, PL\'_ci.QsQ.<la.t9.hi.st0kQ...P.rnP.ªscual -el t.estimonio.·. s..o.bre. la huma-
nidad tan maternal de María, sus humildes vínculos de parentesco
que la hacían pobre entre los pobres, su camino de fo--:-.L'.'lgu_Il<:JS
6. A estas razones de crítica interna se podría añadir la variante que atesti- primg!:QU'.l§mentos..c\!'_ITlectura pascual.
guan algunos códices de los siglos IV-VII, donde en lugar de «los suyos» se habla
de «escribas y otros» {códices D W), con la clara intención apologética de excluir
a María del episodio; sefia\ de que se le entendía presente en la fonna original 7. R. E. Brown-1(. P. Donfried-J. A. Fitzmyer-J. Reumann, María en el
del texto. Además, las antiguas versiones siríacas traducen dos suyos>) por «los nuevo testamento, 59-66.
hermanos, los parientes)} (cf:, por ejemplo, Taciano). 8. A. Serra, Biblia, en NDM, 306.
58 La historia de Maria María en el nuevo testamento 59

1Salió de allí y fue a su pueblo, acompañado de sus discípulos. o también a los rumores malévolos que podían circular y de los
2Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La que se haría eco la afirmación de algunos judíos recogida en Jn
muchedumbre que lo escuchaba estaba admirada y decía: «¿De 8, 41: «Nosotros no somos hijos ilegítimos», con un nosotros en-
dónde le viene a éste todo esto? ¿qué sabiduría es ésa que le ha fático, que equivaldría a decir «a diferencia de ti». También po-
sido dada? ¿y esos milagros hechos por él?Gf'lno es éste el carpin-
dría darse en este caso un procedimiento correspondiente al «se-
tero, el hijo de María, el herm.ª-.Q._Q __de Santiago, de José, de Judas
y de Simón? ¿no están sus h.~.r.ma_~ª~ aquí entre nosotros?». Y los
creto mesiánico», característico del evangelio de Marcos; des-
tenía desconcertado,tl 4 Jesús les dijo: «Un profeta sólo es despre- pués de recordar la sabiduría y los milagros hechos por Jesús
ciado en su tierra, entre sus parientes y en su casa». 5 Y no pudo (v. 2) se subrayaría su humilde y oscura condición humana 9 • En
hacer allí ningún milagro. Tan sólo curó a unos pocos enfermos, conclusión, este fragmento deja vislumbrar cómo María estaba ~s--JÓl'lf~&etfu]
imponiéndoles las manos. 6 Y estaba sorprendido de su falta de fe. incluida en el recelo ¡¡ue sef].gan_\;Q[!Jrn._§!Ll.:l_ijg suLpaisan_'l.§.; se
(Me 6, 1-6) trataría de_Q!Jo aspecto el~ su Yicia_humana, vivida a la sombra
de Jesús, y por tanto sometida también a la incomprensión, a la
Me 6, 3 se inserta en el _c.Q.!l!Pto de )-ª-.[Jredicación de Jesús h0 _stiliciad y a las sospechas que)esús sµfrió.
en la sirn¡gs¡g_:uJ~azarie.L que suscita el asombro entre sus oyen- Sigue abierta otra cuestión: ¿qué valor tiene en relación con ¡helWl'olto< r}J.
eoA"Jo tes (v. 2) y les hace proclamar las palabras que se refieren a María el hecho de que el texto hable de su hijo como de «el J¡,,r 1
María: «¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón», y mencio- "'·
de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿no están sus herma- ne a sus hermanas, conocidas en Nazaret? ¿significa esta noticia \
nas aquí entre nosotros?» (v. 3). Es un asombro que se convierte que María tuvo otros hijos además de Jesús? La respuesta es ~
en escándalo y provoca la observación amarga de Jesús: «Un negativa; y esto no sólo en virtud de©i2___gmn tradición cristiana,,_@
profeta sólo es despreciado en su tierra, entre sus parientes y en que gmfiesa la perpetua virginidad de María, sino también gra- ¡' -
su casa» (v. 4). La e]li1_!"~-~_i_QIL <~el hijo de María» _t$ insólitg_,_única cias ttiº·º·~f.!.Q.$_.-~.e..~g_ªicos concretos. ~unca en el nuevo testa1nen-1:-
en el nuevo testamento. Los paralelos de Mt 13, 55 y Le 4, 22 r
/?) t9_ l()S «he_rrpªl)OS.» y_ las. -~º"S'._fI1).2_na_~~-Q.~.- J C$_l!$_5_~___ p[~-~-~-f!1ªD___GQ_Q1_0J?>
\__ ~hijos de María». Los términos «hermano;> _Q_~lJl!.fil.IB» -co-l
hablan respectivamente del nazareno como del «hijo del carpin-
tero ... su madre María» y del «hijo de José» (cf. también Le 3, rrespondientes al hebreo 'ah y al arameo 'dha'-\tienen en el uso~¡
23, así como.In 1, 45 y 6, 42). Estos textos parece ser que influ- íb) j bíblico un seq1i_Q_o muy am¡¿liQ__g:y_s:: __ghar~ª--diversos. grados y rehi._- lD?.
yeron en urra variante (contenida entre otros en el manuscrito ' Lciones de parentesco (cf., por ejemplo, Lot y Jacob, sobrinos de'
más antiguo de Marcos, el P 45), que dice: «¿no es éste el hijo del Abrahán y de Labán respectivamente, llamados «hermanos» su-
carpintero y de María .. ?». Si esta variante elimina el problema yos: cf. Gén 11, 27; 13, 8; 14, 12; 29, 12.15) 10 • Además, Santiago
no ofrece sin embargo una seguridad textual. Así pues, es preciso y José -mencionados en Me 6, 3 y Mt 13, 55- resultan hijos de
comprender¿)l.QLJ;l!!é -contra el uso bíblico que designa a un una María distinta de la madre de Jesús (como se deduce de Me
\ hijo con el n~mfuedel padre, a no ser en raras excepciones mo- 15, 40.47 y 16, 1; además de Mt 27, 56, que recuerda a la «madre
,,
fgw1tl11.? ( tivadas por 1¡íosibilidades de equívoco (cf. Gén 22, 24; 24, 15;
¡etcétera)- ,(Jesús es llamado ªllllÍ «elhijQ_.<I"'.Mª!Í.fl~1 La hipóte- 9. R. E. Brown-K. P. Donfricd-J. A. Fitzmyer-J. Reumann, María en el
sis que ve una alusión a la concepción virginal, narrada por Ma- nuevo testamento, 66- 71.
teo y Lucas, pero no por Marcos, es artificiosa: ¿por qué elevan- 10. En Col 4, 10 se usa el ténnino Ú\'L\111(\~. que significa «primo>;; de aquí no
puede deducirse el hecho de que 1/.,'i1:i.tpó<; signifique «hermano» en sentido estric-
gelista iba a colocar aquí una alusión semejante, admitiendo que to en el resto del nuevo testamento, ya que, lo mismo que los LXX lo usan por
lo hubiera intentado, en un contexto polémico, en labios de una el equivalente hebreo más amplio 'iih, también la Iglesia primitiva quiso conservar
gente incrédula y hostil? Entonces, es más probable ver en esta en griego la expresión original semita para señalar a un grupo que tenía su induda-
ble peculiaridad: los ~'hermanos», es decir, los parientes del Señor. Sobre toda
afirmación una referencia al hecho de la posible muerte de José, esta cuestión cf. J. Blinzler, Die Brüder und Schwestern Jesu, Stuttgart 1967.
60 La hisroria de María i\1aría en el nuevo testamento 61

.l
de Santiago y de José», designada como «la otra María:»: Mt 27, Es posible trazar la estructura de_Mt l::~-~.!! Clg!!J:Q...YB}Qad~~-§
~dJ<J¡>¡; ( 61; 28, 1). Se puede concluir que Ja Madre del Señor no tuvo /1 fundamental~ 12 :
más hijos, _aunque vivió muy unida con el resto de sus familiares_, i @)- /1, 1-ltJ el !J.!!.is: ¿quién es Jesús? ¿cuál es su identidad?
f,_qmo era costumbre en aquel ambiente. También en este punto
~ ¿cuál es su «génesis»?
la noticia de Marcos nos hace percibir un rasgo simple y verdade-
ro de la vida de Ja mujer elegida por Dios corno madre de su {!!)- JLJJl.:'.25] el quomodo: ¿cómo se configura esta «génesis»?
Hijo. @- B,-;::::I:I2J el .!:!f2i.: ¿dónde se lleva a cabo su venida en el
tI~_CJ.?
@-]1:"-~;i~] e~: ¿de dónde parte su misión?
2. La profundización pascual: Mateo y Lucas Para cada una de estas unidades nos preguntarnos. cuál es el
a) f!:!!1!iJ (80-9t! /C.)-!> ~ J'":>Í&s- ,,,.,,,.,,.;;a,,.,,,
papel gue en ella le corresponde a María1
1
¿

Genealogía de Jesús, Mesías, }lijo de David, hijo de Abrahán:


El evangelio de Mateo -que puede fecharse de diez a veinte 16
••. Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació
años después de la destrucción de Jerusalén (año 70 d.C.), tanto Jesús, llamado Mesías.
por la evolución histórica del ambiente que en él se refleja corno (Mt 1, 1.16)
por su posterioridad bien comprobada respecto a Marcos y por
la madurez literaria y teológica que Jo car~te.r_i~a- presenta dos La primera unidad se abre con el título Pí~i,os
yevécmcos '111- ~
r¡ w.nos_ de testimonios respecto a María. ÉÍ..Qr_irll_éí:i.f, en el ámbito aoG Xptcri:oü «libro de lª--~~:5~-® Jesµcristo_»: el término vuelve
\ \ de los relatos de Ja infancia de Jesús (capítulos 1 y 2) ;:el segunaa-;::i a aparecer en el v. 18: ~~Lª-~éJJ_~~j¡:;___Q~.J~.s.ús, el Mesías, fue así».
'"' en el contexto d;;-·;;~: I]ligist!'!~úbli.c:o (Mt 12, 46-50 y 13, 55). Para este último versículo existe la variante menos cierta y8vv11-
Este segundo grupo es paralelo a los textos de Marcos ya exami- cns =nacimiento). Mt 1, 1 recuerda a Gén 2, 4 en la traducción 1
de los LXX: «Este es el libro de la génesis del cielo y de la
nados (Me 3, 31-35 y 6, 1-6), con leves matices de diferencia:
J
1

Jesús es llamado «el hijo del carpintero» (Mt 13, 55) -y no «el tierra»; así como a Gén 5, 1: «Este es el libro de la génesis de
hijo de María», como en Me 6, 3- para subrayar su descendencia Adán». El paralelismo es evidente y parece significar c¡ue elnaci- j 1//J¡¡:,,
davídica, au~que menciona inmediatamente después a su madre _!Xli~11!.Q__Q.e _Jesús inaugura una n~eva creación: el segundo Adán &/~~
María, evidentemente para recordar el mensaje de Mt 1, 18-25. se corresponde con el primero. María es el terreno del aconteci- f1M 1
, /"'°'
miento de este nuevo comienzo del mundo: lo mismo que el o:i \J
APa.rnce.Ja.te.l1Qell_ciª·ª·i!iit1m!nªrJ9§_ els:.I!lellt9_s_.ci.u.<:.P9Qií'!!l !?lle Espíritu desplegó sus alas sobre las aguas de la primera creación,
_r_~g§J «antimariológicos», por lo que Mt 12, 46s, en relación con
Me 3, 3 ls no refiere la escena introductoria sobre «sus parientes» dándole la existencia, la energía y la vida (cf. Gén 1, 2), así
que lo juzgaban trastornado, mientras que Mt 13, 57 elimina la viene ahora a actuar en la Virgen acogedora (cf. Mt 1, 18-20). El
expresión «entre sus parientes», presente en Me 6, 4, y relativa relieve gue se le da a la rn~dre de J esú.s en la genealogía aparece
a aquellos entre los que se desprecia a un profeta. Por eso, es ante todo en e!__c:m.nbig_cle.Ltngdelo Jiter:rrio utilizado hasta el
momento de hablar de ella: «Abrahán engendró a Isaac; Isaac
sobre todo en los relatos de la.infancia i!e.Jesú~...<i9llcle...1'e_nos
9Jre<&Ja ªPQrtA<:i<2ll..I!lás _g_r_igi_nªl '1.cLeYª-ºgel\9.cle. . Mªk.º cnlo di Malteo e di Luca, Padova 1975; A. Paul, L'Evangile de !'En/anee selon saint
,~§..~_!.ef~JS'.__ª_Mfilía 11

Matthieu, Paris 1968; E. Peretto, Ricerche su Mt 1-2, Roma 1970; G. Segalla,
Una storia annunciata. I racconti dell'infanzia in Matteo, Brescia 1987.
12. Cf. R. E. Brown, El nacimiento del Mesías, 48s; A. Paul, L'Evangile ... ,
11. En el ümbito de la amplia bibliografía sobre Mt 1-2, cf. especialn1ente, 96; K. Stendhal, «Quis et unde?». An Analysis of Mt 1-2, en W. Eltester (ed.),
R. E. Brown, El nacimiento del Mesías, Madrid 1982; R. Laurentin, l Vangeli Judentum, Urchristentum, Kirche, Berlin 1964, 94-105; cf. tan1bién R. Laurentin,
dell'infanzia di Cristo, Torino 1985; G. Leonardi, L'infanzia di Gesú nei vangeli l Vangeli dell'infanzia, 337ss.
62 La historia de Maria María en el nuevo testarnento 63

engendró a Jacob; Jacob engendró a Judá .... y Jacob engendró a secreto. 20 Después de tornar esta decisión, el ángel del Señor se
J.,,. \~-V'J José, el esposo de María;' de la cual nació Jesús~ el llamado Me- le apareció en sueños y le dijo:
-José, hijo de David, no tengas reparo en recibir a María
sías» (Mt 1, 2; 16) 13 • El motivo de este cambio -situado al final
de la tercera serie de catorce generaciones, es decir en la cima como esposa tuya, pues el hijo que espera viene del Espíritu san-
to. 21 Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque
de un plan histórico-salvífica (corno da a entender el triple uso él salvará a su pueblo de Jos pecados.
de un múltiplo de siete, número que indica la plenitud), que 22
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había anun-
comprende a María como la última antes de Cristo- se aclarará ciado el Señor por el profeta:
en los v. 18-25. Además, la presencia de cuatro m.!'.i-"L".l! del anti-) 23
guo testamento en la genealogía (Tarnar, Rajab, Rut y Betsabé) La virgen concebirá y dará a luz un hijo,
a quien pondrán por nombre Enmanuel
puede explicarse también por _la intención de subrayaL~P!!P.el • (que significa: Dios con nosotros).
de María, hecho absolutamente insólito en el judaísmo de la épo-
24
ca, que prepara el relato de la modalidad excepcional del naci- Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del
miento del Mesías. Todas estas mujeres fueron vehículo del de- Señor le había mandado: recibió a su esposa 25 y, sin tener relacio-
nes conyugales, ella dio a luz un hijo, al que José puso por nom-
signio mesiánico de Dios, aunque ~-ªracteri~ª-.das~Q9L..§!J_~_J1_aj_9n~_§ bre Jesús.
matrimoniales irregulares (su cualidad de extranjeras, conocidas
(Mt 1, 18-25)
algunas corno pecadoras, parece subrayar más la gratuidad de la
;::;.~
e/¿tdc! J elección divina que una alusión a la salvación universal de los Los v. 18-25 constituyen la narración verdadera y auténtica d~~~J)
pecadores ofrecida en el Hijo de María). Esto explica por qué la concepción de Jesús: describen la modalidad extraordinaria de
h f ¿,fil Mateo escogió precisamente a estas 1nujeres y no a otras más
su «génesis». Se manifiesta allí una doble intención: por una par- ~--, r
significativas quizás en la historia de Israel: lª ac:ci.:í11 ciePios a te, se ¡¡uiere subrayar el víncul.o legal del niño con dosé,J¡ijQ..ds:(!) Jo&c
través d~ modalidadE:s. _h!!.tl!ª-ºª·D:!~!!.t~~-:<!r_i_:~g11la,:r~.§?~--~§J&JllJ.~JJJc1s David» (v. 20). Por este motivo José ocupa el centro del relato. /
desea .d~s.taca_r ,__pa.r_a_prep_arªi: __la__n_a_r_rª~_iQ_n d~l_aLn1~ravilla~I~-ªli­ Por otra parte, se afirma que Jp_q]le aconteció a María n6_es obra@~ "'''"
zadas pm: el Altísimo en la Virgen Madre. En la primera unidad de padre humano, sino del Espíritu santo: «Habiendo sido pro-
~11ck~1~] del texto de Mt 1-2 se ve, por tanto, a María como el seno de metida en matrimonio a José María su madre, antes de que hubie-
la nueva creación ,_eD.__QQn<i.e. el Dios de la historia de la salvación ran estado juntos, fue encontrada que tenía en el vientre del Espí-
actúa d~__unª;_forma AQ!;OllJ!i!.1.)1.J'nte gratuita y sorprendente. Esta ritu santo» (v. 18: traducción literal). «El hijo que espera viene
manera -que aquí no hace más que evocarse- se ilustra en la del Espíritu santo» (v. 20). Esta concepción -situada cronológi-
unidad siguiente: camente después del intercambio formal del consentimiento ante
18 unos testigos, pero antes de convivir en la misma casa, es decir,
El nacimiento de Jesús, el Mesías, fue así: su madre María esta-
ba prometida a José y, antes de vivir juntos, resultó que había
en medio de las dos etapas en que se desarrollaba el matrimonio
concebido por la acción del Espíritu santo. 19 José, su esposo, que judío-_-és fruto de una acción divina: _l_a rn,is.µia_gn_~_~n la~_ sitl)_ªc;j9-
era justo y no quería denunciarla, decidió separarse de ella en nes irregulªres .de las mujeres de la genealogl:; manifestó la fideli-
dad y el po_deLde __Q_i~. De la misma manera, ahora, en la situa-
ción de transición de su humilde esclava María, el Altísimo realiza
13. Están atestiguadas dos variantes del v. 16b: «Jacob engendró a José, a
maravillas. De este modo,..§i..graci.as.JLl<.!...cl.eSi&D-.clJ~!Lc:i!! davídica
quien su pron1etida Virgen engendró a Jesús, llamado Mesías» (presente, entre ele JQ§.~) esús ~JS'g<!lrne11!~ hijo de David,.grncÜ!.§_aJa.. <0.Qnc;_ep<;jQ_nllfr/ie,1& Je J~
otras, en la «Vetus latina»), y: «Jacob engendró a José, y José, con el que estaba ini!_u_clitª.POLObn1 del Espíritu sant()esel Hijo de Dios (cf. Mt 2,
prometida la Virgen María, engendró a Jesús, llamado el Mesías» (versión siro-si- 15). En María se realiza la esperanza mesiánica davídica mediante
naítica). Mientras que la primera intenta subrayar la virginidad de la que engen-
dró a Jesús, ambas parecen destacar la paternidad legal de José. una acción divina sorprendente, indeducible e irnprograrnable.
64 La historia de A1aría María en el nuevo testafnenro 65

1Jedr>~h~r~ La idea de la ausencia de una acción hu1nana de paternidad se atestiguada por ejemplo en Hech 13, 32s: «La promesa hecha a
Je, k >< ~ ve confirmada en los v. 24s: «(José) recibió a su esposa y, sin nuestros antepasados, Dios nos la ha cumplido a nosotros, sus
tener relaciones conyugales, ella dio a luz un hijo» 14 • Otra confir- descendientes, resucitando a Jesús, como está escrito también
mación nos la da el uso esmerado del lenguaje: a no ser donde en el salmo segundo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy».
lo requiere el contexto (como en Mt 1, 16b; 20) o donde se desea _E1... -ª.QQJlt~_~im:Lentº--®-Jª...I~.fil!r-I~G.r;i9n c\~l Crucificado es además
subrayar la aparición externa de Jesús en la historia (como en 1111.il historia trinitaria _en laJLu~llct]J_<!__<eLE~mritu: «Este evangelio
Mt 2, 1.4), a María se le atribuye ..oo.el verbo «engendrar» (/EV· se refiere a su Hijo, nacido de la estirpe de David en cuanto
vúffi). referido más bien al acto patefTio~---s-inQ ___ 5!:J término más hombre y constituido por su resurrección de entre los muertos
femenino y maternal «alu1nbrar.» {1"ÍK-rw): así en Mt 1, 21.25 y 2, Hijo poderoso de Dios según el Espíritu santificador» (Rom 1,
t11&ÍDr<'tl6:,-)¿ 2a) 15 . La maternidad de Marí_ª es v.irginal: ésta es la idea atesti- 3s). La concepción de Jesús, releída a la luz pascual, s_ECpre.sentª.
v/r~lw¡,I guada con evidencia por el texto. EQ_¡¡¡:myo de_5'ste binoJ)lio pa- 1

entonces 1como un acontecimiento trinitario, corno una obra del


e
rªQój_i_~Q_ _ cl~- ht _Qe~-c;:~_Q_Q~)JG_Ü1_Qª_y_fQ_~~~--Y~4_? _J_ª_ fº-º-~Y_pc:j-6_11__y_irg_inal, Espíritu, \como una especie de pascua anticipada: «El hijo que
M_\J,22srncoge_eLori\cl!Jo de Is 7 14: «Todo esto sucedió para espera (María) viene del Espíritu santo» (Mt 1, 20). En María se
que se cumpliera lo que había anunciado el Señor por el profeta: r~aji_gª,J.l~J'J.~§.~Jn§Jltt;;. todo lo que ocurrió en la muerte y resurre~­
'La virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el sión del Señor, historia trinitaria revelada para nuestra salvación;
nombre de Enmanuel' (que significa: Dios con nosotros)». El ella es el lugar, sobrio y rico a la vez, del misterio en el que se
contexto original del vaticinio se refiere al nacimiento del hijo y comprendió y se ofreció la plenitud escatológica de los tiempos.
sucesor del rey Acaz, Ezequías, cuyo reino aseguraría la supervi- <Pero ¿¡>Qr_qué unió el. evangelista s.~rnejante PJ:QÍ\l!l<li~ª"-i9!LR'1S~
rk vencia de la dinastía davídica, entonces gravemente amenazada .S _cµ_Et_l__~_Ql1_Jq __ !_Q~.ª-9e la concepción virginal? La relectura pospas- )
(733-732 a.C.). Mateo -valiéndose de la versión griega de los cual puede explicar el intenso relieve que se le da a la acción
Js.1,4J\ LXX que traduce e(, término hebreo 'almah =mujer joven, por . ·
d 1v1na en l os comienzos· , pero no parece re- reJ>Jvt.t}-W·iie,,
d e 1a v1·d a d e J esus, f
rmpSévos =virgen- lee allí una indicación profética de la fut\lrª querir necesariamente la exclusión de una acción humana de pa- I
concepción virginal del Mesías. De esta forma, mientras subraya} tern1"d a d . Se pue d en esb ozar ,varias . exp l"1cac1ones.
. L a primera
. e r 1 "°''!o
d~"'"
l 1 aj___<;ump litn~_:q_J_Q__ _Q_~~J-ª--~~R~Iªn·~·ª-· _m_~i:;_i.ª1}_ü::_? en Jesús, pone de\ ellas motiva el subrayado de la modalidad virginal de la concep- 4 (••)
1manifiesto_elnacimien!o.PLQc]jgios_a_de la Virgen Madre de aquel i ción de Jesús con la voluntad, característica de Mateo, demos-
fque es el Enmanuel, el Dios-con-nosotros (v. 23). · trª_r___e_l ___f.11111.1?li.mt~DJQ__.Q~J.ª-~t-12TQf~_cías veterol~-2lªm§ptarias, en
'&oot'icóeh d.f... En este punto se itnpone una pregunta: ¿cómo llegó el evan- este caso de Is 7, 14. La dificultad que encuentra esta explicación
i ~-""-Y Wo< ¡,11j.'.gelista a afirmar el cumplimiento por obra del Espíritu santo y la es que ni el original hebreo del texto de Isaías ni ningún testimo-
~ \ modalidad virginal del mismo? Sobre la concepción no es difícil nio de la tradición judía anterior al evangelista apoyan una lectu-
\~pensar en un trabajo de__ r~ectura pascual:Ja_experiencia_del en- ra en el sentido de la concepción virginal; por otra parte, la mis-
--.-~:!J~ntrQ__ con el Resucitado, nuevo comienzo del movimiento cris- ma traducción griega de los LXX, aunque usa el término rrapSé-
tiano, \i~t!y_c)_ µna_ me;tn_o~i:;l_ i_lyrµinad4 __ pqr lª_ pa_scll:a_qµ~. s~ _13_x_t~n­ voc;. tiene el verbo en futuro y por tanto no excluye que la joven
dió hasta. l.a c_ornprn11si()n_c,l_eJos_pr_imerQs comienzos .. deJa v_ida de que se habla, ahora virgen, pueda luego concebir de forma
d_y_)e§ús . La relación entre la resurrección y la concepción está natural. Por consiguiente, Mateo no sacó la idea de_Iscll.g,$, si119
'lill'._rnin1crpretó a Is 7 14 _para.i!JJ!ili"fil:__fül.J~ Tampoco ~­
14. La traducción literal del ténnino ú1i-; o\, = «hasta que)) no exige que, posible señalar otras fuentes plausibles del evangelis)a, relaciona-,_·. ("''
después del nacimiento del niño, José haya «conocido)) a María; se limita a indicar das por ejemplo con el mundo veterotestamentario (en donde /
el término último al que está orientada la narración. Cf., por ejemplo, 1Tim4, 13. esta idea está totalmente ausente y en donde el mismo Sal 2, 7, :
15. A. Vicent Cernuda, La dialéctica «ghennó-tiktó» en Mt 1-2: Biblica 55
(1974) 408-417. que habla de una filiación divina del rey, se refiere a una figura ·
66 La historia de 1'v!aria
María en el nuevo testamento 67

de Ja paternidad humana), o con el mundo pagano circundante sa, sin embargo, en qué consistió exactamente esta experiencia
(en donde aparece la idea de una relación sexual con la divinidad para María. La ex12licitación pascual de este núcleo por parte del
\~forma humana, pero no la de la concepción virginal). La hipó- relato _evangé_Ü.f9_D_Q_elimi11;L11or tanto su consistencia: ¡la Virgen
~•f}foi> + .1 esis que parece más probable es entonces la de una fuente pre-1 concibió por obra del Espíritu santo! Dios realizó en María algo
· (fobob'4!. 3 edente que haya tr@§mitido al evangelista un núcleo histórico
r irreductible respecto a la concepción virginal; este dato habría
,..§.idg_lue_g9j].\l.!!!ina<;l.Q_YJ2!:9l.!.!.ndiz-ªdo_Qor la luz pascual. «Lo que
absolutamente nuevo e inaudito, que sólo progresivamente se te-
matizará en ella y que tan sólo bajo la plena luz pascual se aclarará
1 como da génesis de Jesucristo» (v. 18), la concepción y el naci-
Qod"'1 1:19!6""~ Mateo hizo (con una posible intención apologética) fue plantear
1
miento del Mesías, que «salvará al pueblo de los pecados» (v. 21).
~rtflf&\6\(JJw abiertamente el problema suscitado por un relato preevangélico
~ V en que se anunciaba que el Mesías davídico nacería de una virgen
1
..-?"'\
Jesús nació en~, un pueblo de Judea, en tiempo del rey ..-/_,.,..,-.. . .
rr•·
K'.fe((Í.i por obra del Espíritu santo» 16 • Este relato preevangélico -lo
mismo que el del evangelista - no disponía de otras fuentes plau-
Herodes. Por entonces unos sabios de oriente se presentaron en tO?> 1 :_)
Jerusalén, 2 preguntando: ~-···-

- ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Hemos


sibles fuera de un dato histórico trasmitido oralmente: «La histo-
visto su estrella en el oriente y venirnos a adorarlo.
í ria de la concepción de Jesús asumió de hecho una forma que, 3
Al oír esto, el rey Herodes, se sobresaltó y con él toda Jerusa-
por lo que se nos ha dado a conocer, no tiene paralelos o antece· lén. 4 Entonces convocó a todos los jefes de los sacerdotes y a los
dentes concretos que pudieran estar a disposición de los cristia- inaestros de la ley y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
17 5
1 nos del siglo 1 que hablan de semejante concepción» • Por eso, Ellos le respondieron:
il «es más fácil ex11licar los datos del NT suponiendo una base his- -En Belén de Judea, pues así está escrito en el profeta:
~e--u~-a-cre_a-ci-~~ teol·~-gica». ' H.. ª. Y. ··q·u·e añadir que
1 6
11 tórica e_n luga_r .. • Y tú, Belén, tierra de Judá,
i Mats:,Q,_~9ns©rvó precis4m~nJe el dato más e~_cabr_oso para él: «El no ere-S:;:J'mucho menos,
il hecho de ~ue Jesús no haya sido engendrado por José, hijo de la menor entre las ciudades
:' David, co o se esperaba, ponía en cuestión su cualificación de principales de Judá;
: Mesías» 19 . Si el evangelista ___ªGJuó ·~ªfil+..e:.s..~s;yicl~_n_tymen_te que_ «se porque de ti saldrá un jefe,
•is"-!!Jía _giás ligado _Q9r el acontecimiento que R.Qr la letra de las que será pastor de mi pueblo, Israel.
i Escriturq_ii~> 20 : no interpretó los hechos a la luz de sus esperanzas, 7
Entonces Herodes, llamando aparte a los sabios, hizo que le
í ~ino estas esperanzas a la luz de los hechos. Así pues, hay gue inforn1aran con exactitud acerca del momento en que había apa-
~;;¡}"["! ( r.i;.conocer un núcleo histórico indiscutible en la vida de María, recido la estrella, 8 y los envió a Belén con este encargo:
1
!~~'.:J \ aJ~§Jjguado y releído por el evangelista; este núcleo está consti- -Id e informaos bien sobre e~o; y, cuando lo encontréis,
tuido p_osJ.<L~l'l?-".Üencia única y ab.solutamente indeducible de l~

l
avisadme para ir yo también a adorarlo.
9
acción divina g~ sin intervención de padre humaQQ,_bjzo de la Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y la es-
trella que habían visto en oriente los guió hasta que llegó y se
Virn~mlª.M.ádre del Mesías. El que se haya dado esta extraordi-
paró encima de donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella, se llena-
naria experiencia es el dato sobre el que trabaja Mateo; no preci- ron de una inmensa alegría. 11 Entraron en la casa, vieron al niño
cogJ~u madre María .Y lQ adoraron postrados en tierra. Abrieron
16. R. E. Brown, El nacimiento del Mesías, 161. sus tesoros y le ofrecieron corno regalo oro, incienso y mira. 12 Y
17. Id., La concezione verginale e la risurrezione corporea di GesU, Brescia advertidos en sueños de que no volvieran donde estaba Herodes,
1977, 89. regresaron a su país por otro camino.
18. Id., El nacitniento del 1'v!esías, 552; esta afirmación se hace también en
relación con las conclusiones del libro citado en la nota anterior, escrito antes (Mt 2, 1-12)
por el autor.
19. R. Laurentin, l Vangeli dell'infanzia, 428. Esta tercera perícopa del evangelio de la infancia de Mateo
20. !bid.' 430. aclara el «dónde» d.~l acontecimiento divino dentro de la historia
68 La historia de María María en el nuevo testamenio 69

en su for1na visible, perceptible a los ojos de los hon1bres. Se gJ ub(sle la.1~1.:f~ffi..P..§J:Í~Qtill.Jiteraria de Mt 1-2 tiene sobre todo'
'
~tt\€1{ ' trata de Belén de Judea_, la ciudad davídica (cf. Mt 2, 1-12). La lJD- _ valor teológico 22 •
intendQ.n ac1iQlogéti~_a_r.kLe_Yl\llgelist'les mfüüfiestfl: desea res-
1 ponder a las objeciones de los judíos, fielmente recogidas por el
cuarto evangelio: «¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?»
13
Cuando se marcharon, el ángel del Señor se apareció en sueños
a José y le dijo:
-Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y qué-
' /~ (Jn 1, 46). «¿Acaso va a venir el Mesías de Galilea? ¿no afirma
date allí hasta que yo te avise; porque Herodes va a buscar al
¡low:¡' W la Escritura que el Mesías tiene que ser de la familia de David y
niño para matarlo.
de su mismo pueblo, de Belén?» (Jn 7, 41s). «¿También tú eres 14
José se levantó, tomó al niño y a su madre de noche, y
de Galilea? Investiga las Escrituras y llegarás a la conclusión de partió hacia Egipto, 15 donde permaneció hasta la muerte de He-
que los profetas jamás han surgido de Galilea» (Jn 7, 52). Pero rodes. Así se cumplió lo que había anunciado el Señor por el
sobre todo lo que quiere ~es rnoner de forma positiva profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
mliJJ /&;1t#r,; la idea de la descendencia davídico-re_aLr.Lel.M~sJ11~y_Qg__lfl.g)yQ- 16
Entonces Herodes, viéndose burlado por los sabios, se enfu-
tSc/~" V»iVt,Wción que se ofrece ?_f!_ª"_ª_JQQ.ª§...las _gente~~_ignificadas por los reció mucho y mandó matar a todos los niños de Belén y de todo
sabjos d_'Ull'iente_:_ «Sin embargo, el terna apologético es secun- su término que tuvieran menos de dos años, de acuerdo con la
dario en Mateo: su meta principal no es refutar a los adversarios infonnación que había recibido de los sabios. 17 Así se cumplió lo
anunciado por el profeta Jeremías:
de Jesús, sino explicar el misterio cristiano a una comunidad
18
creyente de judíos y gentiles» 21 . En este cuadro mesiánico-real Se ha escuchado en Ramá un clamor
María es presentada como la madre del Mesías-rey; los sabios de mucho llanto y lamento:

( de oriente parten en busca del «rey de los judíos que acaba de es Raquel que llora por sus hijos,
nacer» (v. 2); «entraron en la casa, vieron al niño con su madre y no quiere consolarse
porque ya no existen.
María y lo adoraron postrados en tierra» (v. ll; cf. también llb
19
sobre los dones de los magos). Esta adoración tiene un carácter Cuando 1nurió Herodes, el ángel del Seüor se apareció en
real. "{.,a rn-ªdre_1tQarece en su rm.~I de reina-madre, la gebiráh sucüos a José en Egipto 211 y le dijo:
\11:~1·
veterotestamentaria que presenta al rey las necesidades del pue- -Levántate, torna al niño y a su madre, y vuelve a la tierra de
blo -pensemos en Betsabé, que se dirige a su esposo David de Israel, porque han n1uerto los que atentaban contra la vida del
niño.
rodillas como a un rey al decirle «Señor mío» (1 cf. Re 1, 15-21), 21
José se levantó, to1nó al niño y a su madre, y regresó con
pero que escucha a su hijo Salo1nón, postrado ante ella, que le ellos a la tierra de Israel. 22 Pero al oír que Arquelao reinaba en
dice: «Pide, madre mía, que nada te negaré» (cf. 1 Re 2, 12- Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí.
20)-. Estamos frente a_4illL.<:!eJl$.a..rnleet11rn pascual q11e.LQnfi.es'1 Entonces, avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea 23 y se
l
1~a1JSl~. . a Jesús como mesí~~-.Y. :?_ª-.!yªQ.9_~. !-)..!1.i.Y_~I~Ls: __co l9_~a a _fil!_ laQ_Q_-ª-._~J! estableció en un pueblo llamado Nazaret. De esta manera se cum-
~~---1
¡

madre, con acentos que reflejan la percepción de fe de su ex- plió lo anunciado por los profetas: que sería llamado «n;;izareno».
traordinaria cercanía a su Hijo. El-- fundame11_t_o. prepascual de (Mt 2, 13-21)
e.§t~. _9_ª_t9___ l!Q._J21::IS'.9_ ~--~er _Jn~s-. _qµ_~-.1.ª__ p_r_Q_~_LQ!~.dad de María a la
misión. Oe aq1tel._que, sie_nóo sq__ hijo, se_r_ª_ confe_s_qdq_,CQJ]Jo _S~_l)Qr
y Cristo, .Hijo el_~ _ Qj9_s_: en el «dónde» del nacimiento se refleja 22. ¿Qué consistencia histórica tiene la referencia a Belén? ¿es gcogrüfico-
ILl!l~~il!Ü.c!a\L.Qel Hijo y la dignidad excepcional de la madre. teológica o puramente teológica? Si el silencio de los otros escritos del nuevo
testarnento puede hacer pensar en un «theologouinenon» de los dos evangelistas,
la ausencia de críticas antiguas particulares del dato que nos ofrecen los evange-
lios de la infancia hace pensar en el contenido histórico de esta indicación. Cf.
R. E. Brown, El nacimiento del Mesías, 537-540, y R. Laurentin, [ Vangeli de-
21. R. E. Brown, El nacimiento del Mesías, 180. !l'infanzia, 482-484.
re1p,, /..
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70 1 6#,;¡;,, La historia de María J\,f aríu en el nuevo testarnento 71

La última perícopa -constituida por los v. 13-23 del capítulo cuentra en el nazareno su cumplimiento y el nuevo perfil sor- , /..
2- presenta el unde de la misión de Jesús; también aquí elevan- prendente de la promesa. El núcleo histórico gue se revela en!nJviw
gelista sigue una intención apologética. «Al llevar a Jesús de Be- todo esto es el de .la historia extraordinaria de una pobre mujt;;r
lén a Nazaret, lo ha conducido a Egipto y lo ha traído de allí; y de Galilea_Q,.Q~.Y!Y©.J-ª-?~12S'.I!~B.Qia 19talmente inaudita de la ma-
ha comentado la matanza de los niños de Belén con las palabras t.erniciªciyir.g_i!l_ªLp_()r ()bra.J!~.LEspíritu santo.{Mateo no nos dicfl
que Jeremías empleó para describir a las tribus del norte en su q_ll~--Gª[?Ct~rístic~!!.Vº---~~tª--~-!P.~rie_º-.~J-'!.J2ªr.ª_M_E!ría ,)incluso por- \ lilf)
destierro. Por eso, ell cierto sentic!._o, el Jesús de Mateo revive el que en el centro de su interés parece estar más bien el aspecto
éxodo y el destierro y cumple la historia de Isra~» 23 . Así pues, davídico del nacimiento de Jesús y, por tanto, el vínculo legal 11!i¡o k v.J '
el niüo es la figura del nuevo Israel en la que llega a cumplirse con la figura de José, protagonista principal de sus relatos. Será,
fill.:il!nrntsda..e.~pernnz.a.m".l'iánica .Qtl.¡iueblo del éxodo y del sin embargo, el testimonio de Lucas el que arroje mayor luz so- L.. JJ>t
11 dg§.til'rrn: él es el «nazareo» (v. 23), apelativo que evoca su esta-
do de·neser, o retoño mesiánico (cf. Is 11, 1), de nazir, o santo
bre el talante con que vivió la Madre del Señor los acontecimien-
tos únicos y extraordinarios de la concepción y del nacimiento
~tno'· wi.)
de Dios (cf. Jue 13, 5.7), o quizás también de nasur, o «resto» del hijo de Dios entre nosotros.
escatológico (cf. Is 42, 6; 49, 8). A su lado, siempE".._Ne§l'nte,
como manifiesta la expresión e fuún «el niño y su madre» (cf.
Mt 2, 13 .14 .20 .21), está María· ¿figura del Israel que esperaba y b) ¿L::,~a~J {;;ro- 80 ti e) __,, ., PJ'ª'10<; /J~_efi:;
que entra ahora en el tiempo escatológico? La madre del Mesías- El evangelio de Lucas parece que se escribió para una Iglesia
rey, que acoge a todas las gentes ( = los sabios de oriente) en la d..ll_amj;Jiente gagano en el curso de los aüos 70 u 80. En favor de
perícopa anterior, es aquí la mujer del éxodo y del destierro, esta tesis están: las características lingüísticas, que hacen pensar
conducida de nuevo con el nazareno a la tierra de los padres: en un autor cuya lengua madre era el griego; la escasez de refe-
/lpf):./:ptJ j María representaría así el umb_ral a trav~s del cuaLse pasa d.~JE.. rencias al ambiente palestino y de citas del antiguo testamento;
j¡/ .!f,,-1 f' '¡ ~.mer_L;il..cumpli.mi$11.\Q_y_$n do1.l9_l'_J;l cumplimiento hace suya la dependencia de Marcos. El vínculo con Pablo (atestiguado a
tytffeiJ 1
<k..llJlllÍOrJna nueva la espera. La lectura pospascual habría des-\ finales del siglo II por el canon muratoriano y por Ireneo, proba-
¡f, . i,¡ ~cubierto aquí la relación entre la madre y el hijo en la dirección blemente sobre la base de las «secciones-nosotros» de los Hechos
~;;;¡:,ti.,j de la continuidacJ y de la sorprendente novedad respecto a Israel. de los apóstoles: cf. Hech 16, 10-17; 20, 5-21, 18; 27, 1-28, 16)
De esta forma, también el unde de Mt 1-2 tiene un valor sobre se revela en las afinidades y diferencias que pueden explicarse
todo teológico, casi integrativo respecto a la escena del encuen- precisamente por una actividad literaria posterior en algunos de-
tro entre el Mesías-rey, su madre y los gentiles en la perícopa cenios a la del apóstol. El libro de los Hechos, ciertamente con-
recedente 24 • tinuación de la redacción del evangelio, ofrecería entonces -en
C,,,c¿,Sl#J,"" i'.'Jel co'iijunto de las cuatro unidades literarias de Mt 1-2, su referencia a María (cf. Hech 1, 14)- uno de los testimonios
jh;M/~ aría se destaca, por consiguiente, como el seno de la nueva más tardíos en esta materia.
;IJ&¡ii¡, creación en donde la acción divina en el Espíritu realiza las mara- Lo mismo que para Mateo, también para Lucas la aportación¡ ¡tl,is r/l.k
vill&' de la encarnación del Hijo y del nuevo comienzo del mun- !!!<is_ original respecto a la Madre del Seüor se encuentra en los ¡J¡y•&1•
do:"inadre del Mesías-rey y figura del Israel de la espera que en- «relatos de la infancia» de Jesús (cf. Le 1-2); en el resto de su
evangelio nunca se menciona el nombre de María y las escasas
23. R. E. Brown, El nacirniento del Mesías, 180. referencias a María tienden a presentarla sobre todo bajo la luz
24. La historicidad de la referencia a Nazaret parece segura, porque difícil- del discipulado. Esto podría explicar por qué en los relatos de la
mente el evangelista habría creado un dato que constituía un obstáculo a la acen- infancia se le concede tanto espacio, mientras que luego, cuando
tuación davídica de la figura del Mesías presentada por él: cf. R. Laurentin,
l Van.geli dell'infan.zia, 430. se habla de otras figuras de discípulo, como las de los doce, se
72 La historia de Maria .María ert el nuevo testarnento 73

e!ffe~ (~ JiJ la deja más en la sombra. La genealogía de Jesús en Le 3, 23-38 en su cualidad de creyente, de modelo del discípulo, trasfiriendo
~ j ' tiene tan sQLo indirectamente un valor mariológico: de inspira- 21u,Jggio _cte§9c".J!n.PJ-ª!1.o_p\1Xairrente. !1.?J!!Ia1.íY.c2ZLaLPla!1Q_de _,,,
ción expresamente más universal que la. de .Mat\'...o, ya que se la fe_(v. 28). Finalmente, en Hech 1, 14 se menciona a María en llJ.
remonta más allá de Abrahán hasta Adán, parece establecer una uno de los sumarios que describen la vida de la Iglesia naciente
relación entre Jesús, nuevo Adán, y el padre de todos los hom- (el hecho de que no aparezca en ningún otro sumario ni en el
bres: los dos, «Jesús ... , en opinión de la gente era hijo de resto de los Hechos demuestra que la mención es intencionada):
José ... » y «Adán, hijo de Dios» (Le 3, 23; 38), no tienen padre «Todos (los once: verso 13) perseYerab."l!L!tná!1j111es~nJa Qra·
terreno. ~!._QQ se 1nenciona a María, el inci~o «en_---ºpinü)_n___Q12: __lq ció11~ ..-~9J1 __ µ,lgµ_11_;;is __ fl:lµi~.r.~-~,--<:_:_9_n _Mªrfa, la madre de Jesús, y con
g~_Qte» _~~_fe_ri_9.o_- q_)ª__ JiJié1gi_c)11 __ g_~__J,9..§~----~-~-JJJt . ~.~E!.~UtQ __imp_grtante_ los hermanos de éste». La escena subra 'ª una vez m ~. -y esta
e:~tJ9J[l_9. _~"J_!J:_ concepción virginal: También para Lucas en el nue- vez en relación explícita con la comunidad pascual- la caracte·
vo comienzo del mundo, inaugurado por el nuevo Adán, se alude rística del discipulado, con la que Lucas se complace en referirse_
a la presencia de María. Le 4, 16-30 -sobre el rechazo de Jesús a la Madre del Señor 25 ; parece tener una precisa intención ecle-
r11;k>-0 di. I por parte de los habitantes de Nazaret-, a diferencia de los pasa· siº1Qgica, que puede verse en la lista de personas mencionadas')
· jes paralelos (Me 6, 1-6 y Mt 13, 53-58), no alude a la madre de (los once, das mujeres» -probablemente los testigos de los suce· j'
Jesús, quizás con la intención de no introducir a María en una sos pascuales-, María y los «hermanos») i_ntentando subrayar la\
escena de hostilidad contra el profeta nazareno. Le 8, 19-21, en conti11uid_ad entr.,)os discíp!!l9s,1estig_Q!L<:le la l:üs1Q~ia de Jesús,
comparación con sus paralelos Me 3, 20-35 y Mt 12, 46-50, fil· y lacomunida<l c;rnyen!e_c!Lla_b_istQtia_dela IglesiB. Presente~ ,.e,1J1Q> rf¡,
1
E_ent'!__ffiª§_p_9~itiyf1.men~_IB __r~lp.ci.§..!!_~nt~-~ª-1ª-1.!!ilia Jísic<!_y_@ ~o.mo ¡;¡rotagomsta en los comienzos de la vida terrena del Hi¡o~ Vio«&
_fmT1ili,a__e!ic.i'Jológic"1_de_lesús, todos ellos unidos por su acogida <:211..@__ disponibilis!füilotal ~.l!!l.fe" Mm:!ª.1191".SJ~.111.t!!.<2§..Pres_gl:? .l (f:tr~
de la palabra de Dios: «Mi madre y mis hermanos son los que te en la comunidad orante je la Iglesia nacient~-:, sobre la que va? ~ 'J,,
a descender el Espíritu (cf. Hech 2, 1-4): la figura del discípulo ~"'''.,f¡¡;J..
1
escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica» (v. 21). El
contexto de Lucas -diferente sobre todo del de Marcos- parece - sobre la que insistió Lucas al hablar de la Madre del Señor-
indicar que la madre y los hermanos son ejemplos de la semilla queda así vinculada a la Iglesia, pueblo creyente que, como la
¡{ lc- caída en tierra buena (cf. la parábola del sembrador y su explica- Virgen en la anunciación, quedará lleno de Espíritu santo (son
>vb"J'• el ción, inmediatamente precedentes: Le 8, 4-15) y por tanto figu· numerosas las analogías entre la anunciación y pentecostés: el
d<ot'fP/,rJ,_ ras del verdadero discípulo (cf. relación entre el v. 15 y el v. 21). Espíritu -«poder del Altísimo»: Le 1, 35; «la fuerza que viene
! /
id ¡;f"o/ffe1Yt. Le 11, 27-28 -sin paralelos- parecería menos positivo para con de lo alto»: Le 24, 49- baja sobre María: Le l, 35a, como sobre
la madre de Jesús debido al «más biem> (ftEvoüv) que allí apare· los apóstoles: Hech l, 8; María dijo: «Mi alma glorifica al Se·
ce: «Cuando estaba diciendo esto, una mujer de entre la multitud ñor ... porque ha hecho en mí cosas grandes»: Le 1, 47.49; ellos
dijo en voz alta: 'Dichoso el seno que te llevó y los pechos que comenzaron a anunciar «las cosas grandes de Dios»: Hech 2,
te amamantaron'. Pero Jesús dijo: 'Más bien, dichosos los que 4.6.7. ll). La memoria pascual que testimonia Lucas de la histo1c;, ! ;¡;.-¡
5
escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica'». De forma ria de María -prescindiendo de los relatos de·Ia-infancia=.esdr"""' '::'.:J
análoga a lo que sucede en la relación entre Le 1, 42b: «Bendita .~.ª!ª.~.t~Iizail_'!..P_ ºr_ cqrrs-M!iien_ t_·_ "_ J.;>_()r la acentuación de su fe, figug
tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre» y Le 1, 45: y modelo de la fe de la Iglesia,_<;on la que la Virgen Madre est<í ,
«¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor relacionad_?__9i?li_\!na . .relacjó_µ .._Qe pert©U~-Q._cia..l.. P.~!º"-1-ª.mqi~!!_..Q§,
se cumplirá», parece estar bien fundada la lectura del v. 28, no
en oposición, sino como profundización del v. 27: la verdadera
bi~!}.ftyen~l:µranza no_~~tá en~qg~pdrftr físicamente, sino en creer 25. Se opone con evidencia a una hipótesis, como la de M. Goguel, La
en la palabra. De esta 1nanera, se evocaría a María una vez más naissance du christianisme, Paris 1946, 141, según la cual María no habría perte-
necido a la Iglesia. Cf. lo que se dice sobre Jn 19, 25-27.
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Lc.1J~-2í5 &fl71. -···-fl'C.-Vrs'i1&c1&5-':>J. #MVrf.::i .JY!e.
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74 La historia dé María - """71.1::. ~¡, 61 ve»y~* María en el nuevo testamento "7_

1) ftJ_erte analogí_a ~-ª"-."ª"9ogida....~t~LI;&píritu, en el clima del nuevo Dios le dará el trono de David, su padre, 33 reinará !l. 1qJ 1
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• comienzo del mundo • 26 pe de J acob por siempre y su reino no tendrá fin.
1
34
María dijo al ángel: '·
&,¡05 Déspués de un prólogo (cf. Le 1, 1-4), en donde el evangelista
TA.IF4,f}(J4 subraya que desea escribir un «relato ordenado» de unos aconte- -¿Cómo será esto, si yo no tengo relaciones con nil
bre?
cimientos trasmitidos por testigos oculares, convertidos en <<minis- 35
El ángel le constestó:
tros de Ja palabra», el evangelio de la infancia de Jesús (Le 1, -El Espíritu santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te
5-2, 52) se articula de forma simétrica: tras el díptico de las cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se
anunciaciones -A del nacimiento de Juan (cf. Le 1, 5-25) y B del llamará Hijo de Dios. 36 Mira, tu pariente Isabel también ha con-
nacimiento de Jesús (cf. Le 1, 26-38), con C el episodio comple- cebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que todos
mentario de la visita de María a Isabel (cf. Le 1, 39-56)- viene el tenían por estéril; 37 porque para Dios nada hay imposible.
38
díptico de Jos nacimientos-Del de Juan (cf. Le 1, 57-80) y E el María dijo:
de Jesús (cf. Le 2, 1-40), con F el episodio suplementario de la -Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices.
Y el ángel la dejó.
presencia del niño Jesús a los doce años en el templo (cf. Le 2,
(Le 1, 26-38) J
41-52)- "- ]~l de María destaca en las unidades B, C, E y ANVl)(4k~ON
f, que serán por tanto el objeto de un examen específico, rnien-
La unidad constituida por Le 1, 26-38 presenta el relato de Ja u 1 'iJIJf"·
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trn.§...gue 1.Qs_paralelos simétricos con los sucesos de la historia del
anunciación. ¿Cuál es el modelo subyacente? Es posible señalar
Bautista (A y D) U11.1eI11ªI1 5eijalar CQ!!lo se.SI1!1lJJle11 el1. él.Jos u.n esquema literario de alianza, que prevé las palabras de ufl ~
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1-l~e 23, 1-8; etcétera) y la r~~.lll de fe del pueblo:
0
26 «Nosotros haremos todo lo que el Señor ha dicho» (Ex 19, 8; cf.
t<lf'""' Je.
Al sexto mes, envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Ga-
[fil lilea llamada Nazaret, 27 a una joven prometida a un ho1nbre lla- 24, 3b.7b; Jos 1, 16-18; 24, 16.22-24; 2 Re 23, 3; etcétera). El
/\L1Alfl..A.
1nado José, de la estirpe de David; el nombre de la joven era fll-"filfü!9!2S'I!ª_;!&l!!L5'.l ánge_L.Qabrielíc;f. Le 1, 26) y la respuesta
María. 28 El ángel entró donde estaba María y le dijo: - Dios te de fe Ja de María (v. 38), que aparecería entonces corno Ja figura
salve, llena de gracia, el Señor está contigo. del Israel santo que consiente en Ja iniciativa de Dios para esta-
29
Al oír estas palabras, ella se turbó y se preguntaba qué signi-
blecer Ja nueva y definitiva alianza. También es posible recono-
ficaba tal saludo. 30 El ángel le dijo:
-No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor.
cer en el texto de Lucas un relato de vocación con estructura ® Je
ea~ti.~
31
Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre (¡jp.J!I1ili!: @ «Saludo del ángel/duda del destinatario»; @«pri- l
Jesús. 32 El será grande, será llamado hijo del Altísimo; el Señor mer mensaje/dificultad que se presenta»; (3) «segundo mensaje/ lff'!LAi1o~J
signo y consentimiento» (cf. la vocación de Gedeón en Jue 6, (3~~)
26. Sobre todo esto, cf. R. E. Brown - K. P. Donfried - J. A. Fitz1nyer - J. 11-24, que se diferencia del relato de Lucas sobre todo por la '
Reu1nann, María en el nuevo testamento, 170-174. forma del signo y del consentimiento) 28 : María a¡:iarecería enton-
27. Sobre Le 1-2, cf. entre otros, R. E. Brown, El nacimiento del Mesías;
R. Laurentin, Structure et théologie de Luc !-JI, Paris 1957; Id., Jésus au Temple. ce><::Q!!l_()_l~_¡;r_@!l!rnJl'l!!lJl_da ¡:ior Dios que se deja ¡:ilasrn.ar por la
obrLc!iyina jncondicionalrnente. Por último, otro modelo quese
Mystere de ?tiques et foi de Marie en Luc 2, 48-50, Paris 1966; Id., / Vangeli
dell'infanzia; G. Leonardi, L'infanzia di GesU nei vangeli di Matteo e di Luca; cf. puede reconocer es el de las anunciaciones: tras la aparición de ®
también P. Benoít, L'annunciazione, en Id., Esegesi e teología II, Roma 1971,
301-328; A. Feuillet, Jésus et sa Mere d'apres les récits lucaniens de l'enfance et ©un ángel viene una reacción ct#lemor, un&dnuncio, una@bbjeción l'A~;i"' rfL;
d'apres saint lean, Paris 1974; A. Gueret, L'engendrement d'un récit. L'Evangile del destinatario y el ofrecimiento dt&in signo (cf., por ejemplo, ANullqAIJOM
de l'Enfance selon saint Luc, Paris 1983; L. Legrand, L'Annonce it Marie (Le 1,
26-38). Une apocalypse aux origines de l'Evangile, Paris 1981. R. E. Brown, El
nacimiento del Mesías, 238s, nos ofrece un cuadro sintético de la estructura de 28. Cf. K. Stock, Die Berufung Marias (Lk 1, 26-38): Biblica 61 (1980)
Le 1-2. 457-491.
?" . Li: :¡-;:et
~
~~;;rs 11;
Lc.11 ~-Zí5 // ~-··-·-•G-. Vrsi<fe.uo?hj. '"/1,,ÍJ ¡i!e.
[D- H,,c. JIJ'i»l
,4;,.v .,/ E'.- N ..v. Je¡..f -1'-.

74 La historia dlÍ.1arfa--·4'> :¡::-~ .,».,u:;,¡¡..,, el .Je-;yb'>f- J\4aría en el nuevo testamento 75

ltJfilte analogí_a~.~nJ.ª. a\;ogidQ_Pel_Es12íritu, en el clima del nuevo Dios le dará el trono de David, su padre, 33 reinará sobre la estir-
) comienzo del mundo 26 • pe de Jacob por siempre y su reino no tendrá fin.
---~-- 34
'FaYos Después de un prólogo (cf. Le 1, 1-4), en donde el evangelista María dijo al ángel:
TNr-:t¡Q(;f4 subraya que desea escribir un «relato ordenado» de unos aconte- -¿Cómo será esto, si yo no tengo relaciones con ningún hom-
bre?
cimientos trasmitidos por testigos oculares, convertidos en «minis- 35
El ángel le constestó:
tros de la palabra", el evangelio de la infancia de Jesús (Le 1, - El Espíritu santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te
5-2, 52) se articula de forma simétrica: tras el díptico de las cubrirá con su son1bra; por eso, el que va a nacer será santo y se
anunciaciones -A del nacimiento de Juan (cf. Le 1, 5-25) y B del llamará Hijo de Dios. 36 Mira, tu pariente Isabel también ha con-
nacimiento de Jesús (cf. Le 1, 26-38), con C el episodio comple- cebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que todos
mentario de la visita de María a Isabel (cf. Le 1, 39-56)- viene el tenían por estéril; 37 porque para Dios nada hay imposible.
38
díptico de los nacimientos -Del de Juan (cf. Le 1, 57-80) y E el María dijo:
de Jesús (cf. Le 2, 1-40), con F el episodio suplementario de la -Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices.
Y el ángel la dejó.
presencia del niño Jesús a los doce años en el templo (cf. Le 2,
(Le 1, 26-38) I
41-52)- 27 • !'.1J2!ipel de María destaca en las unidades B, C, E y
A/lJV/JúIMION
!:::, que serán por tanto el objeto de un examen específico, mien-
La unidad constituida por Le 1, 26-38 presenta el relato de la
tras gll!'-1.Q~ paralelos simétricos con los sucesos de la historia del
anunciación. ¿Cuál es el modelo subyacente? Es posible señalar
rn.Jlek 9''.ft·
Bautista (A y D) h!llrn!ª!l señal_aLcCi111o.5e_..rnmple11 eD._élJos
u_n esquema literario de alianza, que prevé las palabras de un ~
ti~f!1Po.Ld~_lil.J2!.e_p<irnción y de la esperª, 111ientras que.en ~
~diador (por ejemplo Ex 19, 3-7; 24, 3a.7a; Jos 1, 1-13; 24,
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1-l~e 23, 1-8; etcétera) y la ~tJQta de fe del pueblo: il>'I"'"" Je
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26
Al sexto mes, envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Ga- «Nosotros haremos todo lo que el Señor ha dicho" (Ex 19, 8; cf.
l!1 lilea llamada Nazaret, 27 a una joven prometida a un hombre lla-
inado José, de Ja estirpe de David; el nombre de la joven era
24, 3b.7b; Jos 1, 16-18; 24, 16.22-24; 2 Re 23, 3; etcétera). El
l)}~_di'l.c\Q.L§.eLía_?ll..llÍ..~L~DR'-1-Qabriej_(cf. Le 1, 26) y la resQuesta
f'.L1Alil.A

María. 28 El ángel entró donde estaba María y le dijo: -Dios te de fe la de María (v. 38), que aparecería entonces como la figura
salve, llena de gracia, el Señor está contigo. del Israel santo que consiente en la iniciativa de Dios para esta-
29
Al oír estas palabras, ella se turbó y se preguntaba qué signi-
blecer la nueva y definitiva alianza. También es posible recono-
ficaba tal saludo. 30 El ángel le dijo:
cer en el texto de Lucas un relato de vocación con estructura
@
-No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor. ¡,.ir•~ d.t
31
Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre tripartita: @ «Saludo del ángel/duda del destinatario»; «pri-
Jesús. 32 El será grande, será llamado hijo del Altísimo; el Señor mer mensaje/dificultad que se presenta"; (Í) «Segundo mensaje/ VotAc1o~J
signo y consentimiento» (cf. la vocación ';(e Gedeón en Jue 6,
(3 p•iti)
26. Sobre todo esto, cf. R. E. Brown - K. P. Donfried - J. A. Fitz111yer - J. 11-24, que se diferencia del relato de Lucas sobre todo por la
Reu1nann, María en el nuevo testamento, 170-174. forma del signo y del consentimiento) 28 : María aQarecería enton-
27. Sobre Le 1-2, cf. entre otros, R. E. Brown, El nacimiento del Mesías;
R. Laurentin, Structure et théologie de Luc 1-II, Paris 1957; Id., Jésus au Temple. CeS.fQJllQlª_criª!llfaJlªmada.12or Dios gue se deja plasmª1:.J2orla
Mystere de Pdques et foi de Marie en Luc 2, 48-50, Paris 1966; Id., I Vangeli obrLc;!iYJn.ª- incondicionalmente. Por último, otro modelo que se
dell'infanzia; G. Leonardi, L'infanzia di GesU nei vangeli di Malteo e di Luca; cf. puede reconocer es el de las anunciaciones: tras la aparición de @
también P. Benolt, L'annunciazione, en Id., Esegesi e teologia II, Roma 1971,
301-328; A. Feuillet, Jésus et sa Mere d'apres les récits lucaniens de l'enfance et ©un ángel viene una reacción d#lemor, undtlnuncio, una@óbjeción ()Jj<t"' ,¡,,'
d'apri!s saint lean, Paris 1974; A. Gueret, L'engendrement d'un récit. L'Evangile del destinatario y el ofrecimiento d<@Un signo (cf., por ejemplo, ANu/J~AUOij
del' Enfance selon saint Luc, Paris 1983; L. Legrand, L'Annonce il Marie (Le 1,
26-38). Une apocalypse aux origines de l'Evangile, Paris 1981. R. E. Brown, El
nacimiento del Mesías, 238s, nos ofrece un cuadro sintético de la estructura de 28. Cf. 1(. Stock, Die Berufung Marias (Lk 1, 26-38): Biblica 61 (1980)
Le 1-2. 457-491.
76 La historia de María Alfaría en el nuevo testamento 77

la historia de~ en Ex 3, 2.6.4 y 10.11y12 respectivamente). ~IJ~-l~L.B.i.QJiª_JJJ1ª. JD1lj ~r--~ªf!!m;;i_Jf!!LS:J;tramen1~..All..~QºQició_r.tyi!:fil- ,,;~Ó¡,,.¡díiJ !


Estos mis1nos ele1nentos aparecen también en la historia de Zaca- )1?J. Por eso fue interpretada, ya desde la época patrística 29 , corno , ~l~tJuo l
rías (cf. Le 1, 11. 12-13 .13 y 15-17. 18 y 20) y en la de ~ (cf. expresión de una intención de permanecer virgen (es decir, el \ \
Le 1, 26-27.29-30.31 y 32-35 y 34.36-37); las diferencias entre es- verbo tendría un valor durativo, para indicar un comportamiento )
tas dos realizaciones tan cercanas al modelo de la anunciación pretérito, presente y futuro). La dificultad para semejante lectural ¡/j_.JIJJ,l{JM
l/r.ontJ8ttth
iluminan lo específico de todo lo que sucede a la Madre del Señor. radica en el ideal que dominaba en la religiosidad hebrea, que\ ~
;1J;i, -¡z:.:,c-.©- La aparición al padre ddJ.l.autista tiene lugar en el templo veía en el matrimonio el camino propio de la santidad, en obe- !
de Jerusalén (cf. Le 1, 11); la aparicióna_M-ª.ría, en «y_na ciudad diencia al mandamiento del Creador: «Creced y multiplicaos»!'
de Galilea llamada Nazaret» (Le 1, 26). C~_a_la economía del (Gén 1, 28); a pesar de algunas objeciones (como la del profeta¡'
t\m:!PJQ...cl."'.I'i.esJ.!E: la divina presencia se ofrece en un lugar po- Jeremías, a quien Dios le pidió que no se casara: Jer 16, 1-9), no
bre, ordinario, incluso despreciado (cf. Jn 1, 46). La persona de se ve de dónde podría haber sacado aquella joven de Nazaret su
la Virgen parece presentarse C.9.!P.-º~L nuevo tem12lo: «El ángel intención de virginidad perpetua 30 • Desde el punto de vista de la
entró donde estaba María» (v. 28a). filología, el verbo en presente parece indicar además el estado
@ - Zacarías e Isabel eran «irr_e,pr_o_g);!_Qles ante Dio§ y seguían actual, excluyendo un sentido futuro o un sentido pasado 31 • La
escrupulosamente todos los mandamientos y preceptos del Se- frase podría ser entonces un simple artificio literario, dirigido a
ñ~!" (Le 1-,-6-)"Mfil:il!. es la >:cyupnffipÉVl] (v. 28). Este término, orientar la atención hacia el punto focal del relato, la concepción
perfecto del verbo xuptTÓO) que tiene un valor causativo) indica virginal. Sin embargo, el paralelismo con la objeción de Zacarías,
! que ella se encuentra ya bajo el influjo del favor de Dios y per- basada en un obstáculo real («yo soy viejo y mi mujer avanzada
manece en él; e?tá_c()Jil.la<.l_a cleJa__l:i_t:D§_v2!encia__gratuita, de la en años», v. 18) da una fuerza indudable a la expresión de María.
,¡,,<;ompl¡¡cencia div_il1.ª· Mientras que en los padres del Bautista Ella no duda del poder divino, sino que indica solamente un dato

T < y, destaca la acción humana, el cumplimiento de la religión obser-


vante del antiguo testamento, en la madre de Jesús resplandece
Mci, la iniciativa libre, gratuita y poderosa de Dios, donde su elección
de hecho respecto al cual la acción del Omnipotente tendrá que
indicarle el camino a seguir: la ausencia de un. padre humano :;µ;!do)
podría remediarse si ella se decidiera a «tener relaciones con un í}
precede a todo mérito. María es la que halló gracia ()'.cip1\') ante hombre». La pregunta revela entonces sobre todo el deseo de ¡ 1 d rh .J¡
Dios (v. 30), la que ha sido «trasformada» por su gracia (v". 28). María de discernir los caminos que el Señor le señala y su di§.Ron.~- (flí ~w . ,~
~ - En las dos anunciaciones el ángel dice: «No temas» (Le 1, hULQ-ªd ra_Qicaj_J2ara seguirlos, sean los gue fuerery. Se trasluce la ÚrtSf)P¡¡I)';
13-30). A.Z.fü:!Jrí.as_s_eJe.asegµrnJJJJ.eJ.rn.:<.iclQ ese\leh!!.c!_a_rn_12Iga- actitud de fe. en consonancia con la insistencia de Lucas, expresa- ¡
üµ_( v. 13): fecundidad para su mujer anciana y estéril; a María da plenamente en la posterior respuesta ~e bVirgen: «Aquí está J
se le revelan un dato y un proyecto inauditos, sin precedentes en la esclava del Señor, que me suceda segun dices» (Le 1, 38). El ¡, k
la historia del pueblo santo: «Dios te ha concedido su favor. f(at de Mar~a Gstá -en el original griego- -~.!L_QpJªlj_vo, es decir, ~er ~ J 01 ,
Concebirás y darás a luz un hijo ... ; será grande, será llamado en la forma del deseo (yévono: «suceda según dices»; el fiat de ·~!w·~I d.t 'l>
hijo del Altísimo» (v. 30-32). ]\[_o_g:__lr._a_tª_gel cum12limientQ ..cl~
UJ}.;L.~§P~~IªJl?:ª. _cf_~_$-º.~.--ªQªj.9, .~ü:i_9___ f!~.--I.ª ___ LDjfü_1t_iyª_ sorprendente,
29. Cf. San Gregorio de Nisa, Oratio in diem Natalem Christi, PG 46, 1140s;
indeducible e improgramable de_ lo_ªltC>.~- Agustín, De Sancta Virginitate 4, 4, CSEL 41, 237s.
@- La objeción du¡¡_c;;ir!a_:;_«¿En qué [rnni riJ puedo conocer 30. La (incierta) práctica del celibato en Qumrán está relacionada con idea-
esto?»:(v. 18)\ revela una falta de fe (v. 20); la de María no se les levíticos y escatológicos y no habría podido inspirar ciertainente una intención
de virginidad en el matrin1onio: cf. L. Moraldi, I manoscritti di Qumriim, Torino
.J.~fie;re_ al obj¡;!_o___<):~_)ª p~oIIl_es_ª"·~-- si_rio. a la modalidad extraordina- 1971, 132 nota.
ria de la misma: «¿Cómo (rtcí}:;) será esto, si yo no tengo relacio- 31. Cf. M. Orsatti, Verso la decodificazione di un'insolita espressione. Anali-
sifilologica di «Gndra ou ghinósko» (Le 1, 34): Rivista Biblica Italiana 29 (1981)
nes con ningún hombre?» (v. 34). Esta frase es insólita: nunca 355.
78 La historia de Maríu María en el nuevo testamento 79

Jesús en Getsemaní está en imperativo pasivo -cf. Mt 26, 42- virtiéndola en la morada llena del Santo, el Hijo de Dios.__fü
como el del Padrenuestro -cf. Mt 6, 10-, y2v11S1íw>): por consi- niño ~ dará_ a luz Mªría será por tanto de condición divina,
guiente, «no se trata de una simple aceptación, ni mucho menos «grande y llamado hijo del Altísimo» (Le 1, 32).
de una resignación. Por el contrario, es un deseo gozoso de cola- L.QJJ.1!.~-~!1._J1J1!Jl_~§_Jn:s;,naración y espera. en Jesús es cumpli- 'S:.elYti
];>2.rnL>'.o!lJ.Q_que Dios prevé para ella. Es el gozo de abandonarse mj_entQ_t!J!ª-Y.2_Lmaravillosq: la idea de esta continuidad en la í(iJ.t l
a la voluntad de Dios» 32 . En el alegre contexto del nuevo co- inandita novedad escatológica puede captarse también en la pala- . e,
mienzo del mundo María es la primera en creer en la_.b.!JS'J1ª bra con que el ángel saluda a la Virgen:!Xiiij?i:i (Le 1, 28) 34 • Usada
_rroticia, la figura del discípulo ideal. cuatro veces en los LXX (Sof 3, 14; Jl 2, 21-23; Zac 9, 9; cf. Lam
@ - La confrontación entre las dos anunciaciones culmina en 4, 21), esta expresión no parece trasmitir un simple saludo (equ,(;
la confrontación entre los dos que van a nacer: Juan «quedará valente al hebreo shalom), sino expresar el anuncio denso del
lleno del Espíritu santo desde el seno de su madre» (Le 1, 15b) g_0 zo mesiáni<:Q.,_ dirigido a la «hija de Sión», es decir, al Israel
y preparará los caminos del Señor (v. 16); Jesús no sólo será personificacl.Q. (cf., por ejemplo, Miq 1, 13). El motivo de ese¡
«lleno del Espíritu santo» (Le 4, 1), sino que será concebido por «alégrate» está en el hecho de que el Señor viene a residir en
obra del Espíritu y por eso será llamado «Hijo del Altísimo» (Le Sión como rey y salvador 35 . Entre los textos proféticos en que se
1, 32), «Hijo de Dios» (Le 1, 35), con las funciones del rey mesiá- usa el xa1pc y el texto lucano se vislumbra una relación, que
nico escatológico (v. 32b-33). Aparece aquí la afirmación capital aparece especialmente en Sof 3 14-17, del que parecen depender Le sJ. JI
del relato de Lucas: «El Espíritu santo vendrá sobre ti y el poder JI 2, 21-27 y Zac 9, 9-10. Al «¡darse gritos de alegría, Sión, exulta
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer de júbilo, Israel, alégrate de todo corazón, Jernsalén!» (Sof 3,
será santo y se llamará Hijo de Dios» (v. 35) 33 .. La idea es que la 14) corresponde Le 1, 28: «Alégrate ... ». A «el Señor es rey de
fQ!!f_epción en el seno de la Virgen fg~_x!'alizada 12or el Espíritu; Israel en medio de ti» (Sof 3, 15b) corresponde Le: «No temas,
l!}jentras ue Isabel «en endra» (el verbo yevváw se encuentra María» (Le 1, 30); a «el Señor tu Dios en tu seno» (Sof 3, 17),
en Le 1, 13.57), María «da a luw(tíKtwestá presente en Le 1, 31 corresponde la expresión «concebirás en tu seno» (Le 1, 31); a
y 2, 7), con el matiz de sentido ya indicado, por lo que el primer «salvador poderoso» (Sof 3, 17) y «rey de Israel» (v. 15), corres-
verbo remite más bien a la acción del padre y el segundo es ponde «le pondrás por nombre Jesús ... reinará sobre la estirpe
exclusivo de la acción de la madre (en Le 1, 35 se encuentra de Jacob por siempre» (Le 1, 31 y 33). Entonces, es posible con- .. -,
ytvvffi~lEvoV en relación con el hijo de María: estando en pasivo clu. i.r: «..L.ª"_pre···se.n tac.ión de la anunciación con términos sacados¡~'1§~.J
impersonal la expresión significa «lo que se producirá, lo que __ <:l_e SQf.Q!l.ÍaJ;_irgpJiga una doble identificacióQ, de María con la~~
tomará vida» y alude a la verdad de la gestación, a pesar del hija de Sión, ele Jesús con Yahvé_f."Y..Y.J;alvi!dor. .. La trasposición
carácter excepcional del cumplimiento). Es posible además cap- podría expresarse así: la 'hija de Sión', personificación abstracta[
tar un paralelismo entre Le 1, 35 y Ex 40, 34-35: lo mismo que de Israel, se actualiza en la persona de María que acoge la pro-!,
ifjmb~ la nube «G.llbría»_ la tienda-4.Uª_r_eunión y era el signo de que el mesa mesiánica en nombre de Israel. La residencia de Yahvé ~
interior de la morada estaba lleno de la gloria (la nube «Cubrió en la hii·a de Sión se actualiza en el misterio de la concepción<(
la tienda del encuentro»: EJt8CTK(aa11v). así .tl_poder del Altísimo ,.
«te-º-..ubrir_á c9~qmQra» so_br~María (lJtECTK1áac1 cro1). con-
34. Cf. S. Lyonnet, Chaire Kecharitomene: Biblica 20 (1939) 131-141; Id., ll
racconto dell'Annunciazione: La Scuola Cattolica 82 (1954) 411-446; R. Laurentin,
Structure et théologie de Luc l-II, 64-71; E. G. Mari, Figlia di Sion e Serva del
2
32. l. de La Potterie, Maria ne! mistero dell'alleanza, 64. Signare, Bologna 1988. Cf. también N. Lemmo, Maria «Figlia di Sion», a partire
33. Es sugestiva la interpretación propuesta por l. de La Potterie, o. c., 6üs, da Le 1, 26-38. Bilancio esegetico dal 1939 al 1982: Marianum 45 (1983) 175-258.
que asu1ne Ja traducción: «lo que nacerá santo será llamado Hijo de Dios» y ve 35. Es significativo có1no se repite el motivo de la alegría en los comentarios
en el texto tainbién una referencia al nacüniento virginal de Jesús, y no sólo a la de los padres griegos y en la liturgia bizantina: cf. l. de La Potterie, Maria ne!
concepción virginal. rnistero dell'al!eanza, 45s.
80 La historia de María A1aria en el nuevo testamento 81

virginal» • En María e:qf_\~!ltrAJJ!l5?.Y_l!1-2H.!!lieW:2..1JY~-YQ __~_ -~-ª!:l.:-__


36
la acción absolutamente libre del Eterno de hacerla madre de su
QU.Q_Ja esperanza de Israel; por eso mismo,, l_Q~-2.~ºX~~---e!J_.~II~ Hijo por obra del Espíritu santo, sino también en la acogida de
remite a l'k"dQhlL\OQ,WUniclad, !Iles_i~nica, la de la preparación yJa. fe humilde y disponible con que ella respondió. Aunque la insis-
del nuevo comienzo_ sorgrendente, tencia en el discipulado creyente le resulta muy grata a Lucas,
El relato de Lucas - al igual que el de Mateo, pero con mayor no le habría sido posible proponerla para María si ella no hubiera
6$!'i'\i:.l'1"Liªtención a la acogida de fe de María- presenta entonces la acción consentido efectivamente desde la oscuridad y la humildad en la
del Espíritu sobre la Virgen Madre corno un giro en la historia de obra sorprendente del Altísimo con ella. La misma presencia de
la salvación: no~~.Qlo _se realiza la promesa m~siá12~g,~, sino_~2.ll la pregunta de Le 1, 34 -con las dificultades de interpretación
Me.,~,)¡e dt , 9!JDPfürrLuito es tal gue supera toda esperanza y es promesa de

u,. ~J!l1_Il,u~Y9..CumPlirnjent9 ulterior. ¿De qué fuente sacó el evange· que produce- puede constituir un indicio significativo. El nuevo ~fk¡. IAfNC,,ft
comienzo del mundo se realiza en el misterio de la acogida ere- -· -¡
lista este mensaje central, denso compendio de toda la buena nue·
va? El que Dios tornase la iniciativa y cubriese a María con la
yente d,!C.LS. Vjrg~.!llr-".nte a .\a iniciativa de gracia del Eterno; es t
esta caracterización de la experiencia de María como experiencia ~z. Í-worl.i
i sombra de su Espíritu para hacer presente en ella a su Hijo es un de fe Ja acentuación que aporta Lucas al dato de la concepción
I' : ? dato al que Lucas podía llegar a través de la relectura del pasado
~J{}}!{t ~ virginal,(convergiendo en lo demás con Mateo)
a la luz de los acontecimientos pascuales; es él mismo en Hech
39
13, 32s el que atestigua la relación entre la resurrección y la con· Por aquellos días, María se puso en camino y se fue de prisa a
cepción del Hijo de Dios, La acción del Espíritu en la resurrec· la montaña, a una ciudad de Judá. 40 Entró en casa de Zacarías y
ción-concepción era su resultado consecuente (cf. Rorn 1, 4). Lo saludó a Isabel. 41 Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el
niño empezó a dar saltos en su seno. Entonces Isabel, llena del
que se resiste a esta explicación es -corno para Mateo- el dato Espíritu santo, 42 exclamó a grandes voces:
de la concepción virginal: tampoco para Lucas es posible encon-
\ trar fuentes plausibles de esta noticia en el judaísmo veterotesta· 43
-Bendita tú entre las 1nujeres y bendito el fruto de tu vientre.
Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitar-
\ mentario, ni en el extrabíblico, ni en el mundo pagano circundan- 44

"f;. te 37 • Se impone upa fuente pre-evangélica; pero para ella se pre-


senta la misma dificultad de señalar una fuente ulterior que no
me? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos
de alegría en mi seno. 45 ¡Dichosa tú que has creído!, porque lo
que te ha dicho el Señor se cumplirá.
46
sea un dato original, un núcleo histórico mantenido por el evange- Entonces María dijo:
47
lista, a pesar de las resistencias que ncontraba en sí mismo res- Mi alma glorifica al Señor,
pecto a la concepción virginal en r ación con la descendencia de y mi espíritu se regocija
José y por tanto en la línea davídi a de la historia de la salvación. en Dios mi Salvador,
8
4 porque ha mirado
Este dato histórico prepascual fue\sin duda releído y profundiza·
~Jvf<l la humildad de su sierva.
rert(/,;?I 1 do en clave pascual: la anunciación tiene la estructura «trinitaria»
de una pascua anticipada; la iniciativa de Dios cumple en el Espí·
Desde ahora me llamarán
dichosa todas las generaciones,
ritu la presencia del Hijo entre nosotros. P~rO.JlQJ?.or eso queda 49
porque ha hecho en mí
dj_~µ~l_t_o__~_}___Q!l_cls~_Q históri~q; su consistencia puede percibirse no cosas grandes el Poderoso.
sólo en la excepcional experiencia de gracia vivida por María por Su nombre es santo,
50
y es misericordioso siempre
con aquellos que le honran.
36. R. Laurentin, Structure et théologie de Luc 1-Il, 67; R. E. Brown, El 51
Desplegó la fuerza de su brazo,
nacimiento del Mesías, 305-319, especialn1ente sobre la relación entre el hebreo
bekirbék del v. 17 y el griego i:\' ·¡ucn¡~i de Le 1, 31. y dispersó a los de corazón soberbio.
52
37. Cf. R. E. Brown-K. P. Donfried-J. A. Fitzmyer-J. Reumann, Maria en Derribó de sus tronos a los poderosos
el nuevo testamento, 121s .. y ensalzó a los humildes.
82 La historia de 1\faria María en el nuevo testamento 83
53
Cohnó de bienes a los hambrientos más, la expresión que se pone en labios de Isabel, _al _lla1nª.r_11
y a los ricos despidió sin nada. María «la madre de mi SeíiQn> (v. 43), es su confirmación explí-
54
Tomó de la mano a Israel, su siervo,
cita: el título pascual de Kúp10<;-usado en el Evangelio de Lucas
acordándose de su misericordia,
55
como lo había prometido a nuestros antepasados, 19 veces en relación con Jesús- señala la condición rnesiánico-
en favor de Abrahán real, soteriológico-divina del hijo de la Virgen. María es la madre
y de sus descendientes de aquel a quien «Dios ha constituido Señor y Mesías» resucitán-
para siempre. dolo de entre los muertos (cf. Hech 2, 36), el «Hijo de Dios»
5('
María estuvo con Isabel unos tres meses; después volvió a entre nosotros (v. 35), el Salvador, Jesús (v. 31). Y todo ~~o 1~11
su casa. ~-corno se complace Lucas en subrayar- ~yantq~ ere nte
(Le 1, 39-56) fu;JJii!..s!"LYITc!l!.!!ero discípulg: «¡Dichosa tú que has creído! Por-
que lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (v. 45). ,
El episodio de la visita de María a Isabel, que se narra en Le En el relato evangélico, tras las palabras de Isabel viene el 1'111'11/IFl(/ff'
1, 39-56, confirma los elementos centrales presentes en el relato cántico de María, el Magnificat (Le 1, 46-55) 38 . Este texto refleja··----·-·
,de la anunciación respecto a la Virgen Madre. E.1 relato parece una redacción pospascual: señal de ello es el .!l§Q_d"JQs verbos
•frJ-Jh,4 #haber sido modelado sobre el del traslill!q9_eLªrgL9.e.la..ªfüwza_a e!Lpfl_sl)cl9_(once en pasado indicativo aoristo, uno en infinitivo f"'li)()cvJ
A'l?.cA Jerusalén _qlj_e__n_o_S_!lfil"!iL2__Sfüil.l'i,_.2d(i_: el contexto geográfico es aoristo), qu""Jlacesl!p()ll_er como ya _rea_lizada en la __cg11c;epc;ión \
~ el mismo, la región de Judá (cf. 2 Sam 6, 1-2 y Le 1, 39). En virginal la manifestación pascllal_c!_el]V[<;s_í_a_;;: «Desplegó la fuerza .
v¡¡~lt\ió'l!.S ambos episodios hay manifestasiQile. Lcle.. gozo (David y todo Is- de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio. Derribó de sus
1 rael «iban danzando delante del arca con gran entusiasmo», v. 5; tronos a los poderosos y ensalzó a los humildes ... » (v. 51-52). fº
trasladaron el arca «entre gran alborozo», v. 12; «David danza- Estas expresiones, cantadas por la comunidad primitiva, revelan
ba ... saltaba y bailaba», v. 14.16; el niño en el seno de Isabel la situación vital del que ha conocido la victoria de la resurrec-
«empezó a dar saltos de alegría», v. 41.44);-"1._gQ.209__ se traduce en ción-exaltación sobre la muerte-humillación del hijo de María. -~ 1

aclamaci_ones quetienrn __sabor litúrgico («David y todo Israel tra- Pero no parece que pueda ponerse en du?a que Luc_as haya acu- J;,.J~ -\lt!v;•~L
jeron el arca del Señor entre gritos de júbilo y al son de trompe- d1do en este caso a una fuente preevangehca. Prescindiendo del q \j ¡
tas», v. 15; «Isabel, llena de Espíritu santo, exclamó a grandes esmero que pone en su testimonio, podría deducirse esto entre '
voces», v. 41-42. El verbo avmpwvéw del v. 42 sólo se usa en los otras cosas de los elementos del cántico que no son totalmente
LXX para las aclamaciones litúrgicas: 1 Crón 16, 4.5.42); la pre- apropiados para aquella a la que denomina por boca de Isabel
sencia del arca en la casa de Obed-Edom de Gat es motivo de como da madre del Señor» (como por ejemplo, «ha mirado la
bendición (cf. 2 Sam 6, 11-12), así como la de María en casa de humildad de su sierva», v. 48a), signos de un texto adoptado por
Zacarías («Isabel, llena del Espíritu santo», v. 41); lo mismo que el evangelista que, en el caso de una composición totalmente
David se vio sobrecogido de_religiQ_iQ_lemor ante el arca («¿Cómo
va a entrar el arca del Señor en mi palacio?», v. 9), también 38. La casi totalidad de los manuscritos griegos y de las antiguas ver~iones
Isabel se siente anonadada ante la presencia de María («¿Cómo están de acuerdo en atribuírselo a María: sólo tres manuscritos latinos -que datan
del siglo IV al VIII: a b 1- y algunos pasajes dudosos en versiones latinas de
es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?», v. 43); Ireneo y de Orígenes, y en Nicetas de Remesiana, se Jo atribuyen a Isabel. Tras un
el arca perma.11ece.. «tres J11eses.>! en casa de Obed-Edom (v. 11), y atento análisis, R. Laurentin, I Vangeli dell'infanzia, 17-26 concluye: «Ni la crítica
l. ~ María «unos tres meses» (v. 56) junto a Isabel. La idea teológica externa ni la crítica interna crean la menor probabilidad de atribución a Isabel» 26 .
i~B ~ '111.() que surge de este paralelismo es que María es el arca de la nueva
Entre otras cosas, si a las palabras de la madre del Bautista no correspondiesen las
de María, su encuentro no tendría el carácter de punto de unión entre el movimien-
M<• ~ A<~ IJI' alianza,_el l\1garcle la preseneia...<l..eQi.qsrn¡¡_nosotms, como ya lo to de Jesús y el de Juan, que tanto Je preocupaba a la Iglesia naciente en el contex-
to de la polémica con los círculos del Bautista, que resistían después de su muerte
''había dado a entender el relato de la concepción virginal. Ade- e incluso después de la resurrección de Jesús (cf. Hech 19, 3s).
84 La historia de María 1\4aría en el nuevo testamento 85

original, probable1nente los habría evitado. La ambientación historia del pobre Lázaro: Le 16, 19-31), y lo proclama en el
{J_ospa_scual del cántico está probablemente unida a un grupo de manifiesto de las bienaventuranzas (cf. Le 6, 20-26): María, que
anawim Yahvéh, «pobres del §~íjgr»_j11,:Lt0_0-cti§!iª11o_s,_!Jl!f.Jl?­ es «dichosa» porque ha creído (cf Le 1, 45), es aquella en la que
_Q_r:ían_ .9~IIt_ad()_ en Je:s._ús_ el cµ_mp_Iüniento_ cie_ ~-u-~ -~-s.p~_ranzª§ . ill_~~!~­ se realiza primeramente la novedad del evangelio, el nuevo co-
_n_!~_ª1i, como demostrarían las numerosas evocaciones de los sal- mienzo que Dios lleva a cabo a partir de abajo, desde el «revés
mos de los pobres y más en general de toda la expectación vete- de la historia». En la Vir en Madre, que acoge en la fe la sor-
rotestamentaria (los v. 46-47 son casi paralelos al Sal 35, 9; prendente iniciativa del Eterno, se ofrece densamente el misterio
1 Sam 2, ls; Abd 3, 18; el v. 48 recuerda a 1 Sam 1, 11 y Gén cristiano en su integridad, revelado a los pobres y realizado_~_n
29, 32; el v. 49 a Dt 10, 21: «Dios, que ha hecho por ti los e.!!.2u..Jlara ellos: si «el comienzo del Magnifica! es la explicación
terribles portentos .... »; el v. 50 al Sal 103, 17; las antítesis de los del KsxapnüJµévq de Le 1, 28 pues comenta cómo María ha en-
v. 51-53 tienen un arquetipo en el cántico de Ana en 1 Sam 2, contrado el favor de Dios (cf. Le 1, 30) y el consiguiente gozo
6-8; el v. 51 hace eco al Sal 89, 11; el v. 52 a Eclo 10, 14; el v. escatológico», ~l~c;!~§_arrollo del cáqtico «Se antici¡¿a aLl~§Ú_~Jµ~].­
54 a Is 41, 8s; el v. 55 a Miq 7, 20). De todas formas, es indiscu- no, al predicar que la riqueza y el poder no son valores reales,
tible que~ ¡mrn el cántico en lal;>iQ.s cleMaria.r.mc¡ue junto ya que no tienen consistenci.a a los ojos de Dios» 40 . Todo lo quJ
co11lo.s.datos ..oúgin.al.eJi_p.reJl_asrn.ales_.<ie.que_p_oclía dispg11g, veía [lla sucedido en la humilde esclava de Dios, releído a la luz pas-
expresados allí sentimient.Q§_gµe correspondían totalmente a la ~ual, es motivo de confié!nzª y de esperanza para los hombres,
visión que tenía de ell;¡, bagc!aen _el núcleo bisJQ.ric;ocle_la.p.rQld- probados y dolientes, de las primeras generaciones cristianas y
midadde vidª yde fe de la Virgen a sµJ:;lij 0 39 • Bajo esta luz, para todos los de las generaciones que -junto con ellas- la se-
sopesados los diversos elementos, se debe afirmar sin más que el guirán llamando bienaventurada .
.. Magnificat es el cántl~o. de MaxJª,,J
I ¿Y qué es lo que manifiesta este cántico de la Madre del 1
En aquellos días apareció un decreto del emperador Augusto,
f1e,,_ir~i rJ¡J Señor? Al presentarla como portavoz de la esperanza de los po- ordenando que se empadronasen los habitantes del imperio.
2
cíwficQ bres, que encuentra su cumplimiento en la revolución de Dios Este censo fue el primero que se hizo durante el mandato de
realizada en la pascua, Lucas §eñala en ella la figura de la prime- Quirino, gobernador de Siria. 3 Todos iban a inscribirse a su ciu~
dad. 4 También José, por ser de la estirpe y familia de David,
ra discípula cristiana, cumplimiento y superación de Israel en su
subió desde Galilea, desde la ciudad de Nazaret, a Judea, a la
esperanza. ~\!L\:>19~':'.irn_en María resuena por _anticipa- ciudad de David que se llama Belén, 5 para inscribirse con María,
dQ. lc-t_bue¡t,á!Jl\!~--·ººmº---~nJ_ª_ cOn~-~-129_Qn_yj_rginQL.s_~_.r~aliz9 su esposa, que estaba encinta. 6 Mientras estaban en Belén le lle-
---ª_n_tj_c;ir_adamen_te_.lft_])ª§cua. Se refleja allí la predilección de Jesús gó a María el tiempo del parto, 7 y dio a luz a su hijo primogénito,
por los últimos, presente en todos los sinópticos y subrayada es- lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había
pecialmente por Lucas (pecadores, mujeres, viudas, samaritanos: sitio para ellos en la posada.
8
cf. Le 7, 11-17.36-50; 10, 29-37; 17, 11-19), que acentúa la inver- Había en aquellos campos unos pastores que pasaban la no-
sión que llevó a cabo la llegada del Reino (cf. la parábola del che al raso velando sus rebaños. 9 Un ángel del Señor se les apare-
rico avaro: Le 12, 16-21; la escena del banquete: Le 14, 7-11; la ció, y la gloria del Señor los envolvió de luz. Entonces les entró
un gran 1niedo, 10 pero el ángel les dijo:
-No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será
también para todo el pueblo: 11 Os ha nacido hoy, en la ciudad de
39. Cf. las posiciones en este sentido, distintas en muchos puntos, de R. E.
Brown, El nacimiento del Mesías, 364ss (sobre los anawim judea-cristianos) y David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. 12 Esto os servirá
369ss (sobre el Magnifica!) y de R. Laurentin, l Vangeli deltinfanzia, 17-28 y
501-505. Nos ofrece una síntesis E. Peretto, Magnificat, en NDM, 1224-1237. Cf.
también A. Valentini, El Magnificat. Genere letterario. Struttura. Esege;,·i, Bolog-
na 1987. 40. R. E. Brown, El nacimiento del Mesías, 372 y 379.
86 La historia de Maria María en el nuevo testarnento 87

de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en i;.Qn~.-S'.PJ;ión virginal, con la información añadida de que M_<!r.lli.,
un pesebre. c!espués c\e_c:g11c:•,J:>ir,_segl!íª_es1ª11Q9 en la condición descrita por
13
Y de repente se juntó al ángel una multitud del ejército ce~ Le 1, 27 (yirgen, prnmetida). Así pues, la madre del Mesías es
lestial, que alababa a Dios diciendo: 1?.~~~~~~!1.t~.ft~L en la humildísirna condición de una gestante (olían
14
-¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hom-
eyKÚQ>), expuesta a las fatigas del viaje y de un alojamiento pro-
bres que gozan de su amor!
15
Cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se
blemático. En el v. 6 se afirma que se cumplió para ella «el tiempo
decían unos a otros: del parto»; en el v. 7 se dice que «dio a luz» (81eKev: el verbo de
----, Vamos a Belén a ver eso que ha sucedido y que el Señor carácter maternal, femenino) a «SU hijo primogénito» (TÓV uíóv
nos ha anunciado. uür1l<; róv rrpwrótoKov), expresión que indiC_ª--_S_implem~nt~"'al . psi-
16
Fueron de prisa y encontraron a María, a José y al niño .rn"Lnacido, siI\_S_@oner nacirnirnJ.Qs_§llcesivQ.§. 43 • En el v. 16 Ma-
acostado en el pesebre. 17 Al verlo, contaron lo que el ángel les ría es presentada con «José y el niño acostado en el pesebre», con
había dicho de este niño. 18 Y cuantos escuchaban lo que decían un orden que le da especial relieve. Finalmente, en el v. 19 se
los pastores se quedaban admirados. 19 María, por su parte, guar- dice: «María, por su parte, guardaba todos estos recuerdos (1ó.)
daba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón. 20 Los
pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios porque todo
pihtum wfrw)y los JI!.editabaen_~\L<;Qrazór¡ (cruµ~ó.)J"oucru tv c!l
lo que habían visto y oído correspondía a cuanto les habían dicho. rnpói(I au11j~)». Más que una referencia a María como fuente de
(Le 2, 1-20) información 44 , esta expresión parece indicar el esfuerzo de fe que
N~U~t8'1'Uü
S\!llOne esta experiencia: el contexto presenta la reacción de los
Tras el relato del nacimiento de Juan (cf. Le 1, 57-80), en el p.J)stores (v. 17: «contaron lo que el ángel les había dicho de este
r,,,!,k yn;q,. que María está totalmente ausente, Lucas presenta el del naci- niño»), luego el asombro de los que escuchaban el relato de los
pastores (v. 18) y finalmente la reacción de María (relacionada
I ' miento de Jesús (cf. Le 2, 1-20). El texto parece recordar a Miq
1 5, 1-4 (los puntos de contacto son: las indicaciones geográficas con las otras por la partícula 88, «por su parte»). Es como una tff)alfMfl' J
j de Belén de Judá en Miq 5, 1 y Le 2, 4; la referencia al tiempo sucesión de diferentes reacciones a la :12alabra de Dios, como las
\ del parto en Miq 5, 2 y Le 2, 6-7; el recuerdo de la gloria del que se describen en la parábola del sembrador (cf. Le 8, 11-15).
\ Señor y de la paz mesiánica en Miq 5, 3-4 y Le 2, 8-9 y 14). La
idea que se perfila es que Jesús es el mesías davídico y María la 43. Un texto griego de una inscripción mortuoria de una mujer hebrea en-
¡Jp¡ ,¡'./)/¿;, madre del n1esías-rey 41 . Las referencias a María en el relato del contrado en Leontópolis de Egipto y fechado el 5 a.C. afirn1a: «En los dolores
\]· nacimiento son cinco. En los v. 4-5 se habla de José, que -«por de parto de mi primogénito, el destino me llevó al final de la vida». Cf. R. E.
Brown-K. P. Donfried-J. A. Fitzmyer-J. Reumann, María en el nuevo testamen-
ser de la estirpe y familia de David»- sube a Judea, «a la ciudad to, 152, nota 129.
de David que se llama Belén, paraj11scribirse con María, su es- 44. La tradición antiquísüna que -partiendo de Le 2, 19.51- reconoce en
posa, que estaba S'.P_f'.Jn_t;Q_>>(Lli Eµv11ai:cuµÉvn aUi:tj) oUan E¡KÚ(¡))'i:'. María la fuente de la que la Iglesia primitiva sacó sus conocimientos sobre los
acontecimientos de la anunciación, del nacimiento y de los primeros años de Je-
Esta expresión podría constituir una alusión velada ¡¡l__r"lª!Q__de la sús, podría confirmarse por el uso del modelo «asombro-ten1or-incomprensi.ón»
en Le 2, 17-20, con una curiosa variante: a un gesto extraordinario corresponde el
estupor que se abre a una explicación interpretativa y desemboca en una decisión
final de acogida, o de rechazo, o de permanente incomprensión (cf. Le 1, 26-38 o
41. Cf. R. Laurentin, Structure et théologie de Le 1-Il, 86ss. Hech 3, 1-4, 4). La variante en Le 2, 17-20 está en el hecho de que la explicación
42. El verbo ~1vqarEÚE1v se encuentra en Mt 1, 18yLe1, 27, con el sentido no viene de fuera, sino de la misrna María; esto quiere decir que la Iglesia nacien-
de «prometer como esposa». Puesto que María viaja con José y está avanzada te es la única que, tras experimentar aquellos acontecünientos desde el principio
en su preñez, es comprensible que algunas variantes, en la versión sinaítico-si- (cf. Hech 1, 21s), puede interpretarlos Y.atestiguarlos bajo la plena luz pascual de
ríaca y en algunos manuscritos latinos, sustituyeran este término por ¡1,\·u.tid manera correcta: cf. A. Serra, Biblia, 323-333 e Id., Sapienza e contemplazione di
u.i:Ho1J, «su esposa», «su mujer», influidos evidentemente por un conocimiento Maria secondo Luca 2, 19.5lb, Roma 1982. Hay que reconocer lo sugestivo de la
poco preciso de las costumbres matrimoniales hebreas o por Mt 1, 24 (que dice argumentación, que sin embargo no parece apodíctica: dada esa variante tan cu-
<<Su esposa»). riosa, ¿puede reconocerse presente en ella el modelo indicado?
88 La historia de María Maria en el nuevo testamenro 89
25
Mientras que quienes «escuchaban lo que decían los pastores se Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hotnbre jus-
quedaban admirados» (v. 18), pero sin que sepamos ya nada de to y piadoso, que esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu santo
ellos, María conserva la palabra ( p1Wu significa palabra, hecho, estaba en él 26 y le había revelado que no moriría antes de ver al
cosa) y se esfuerza por interpretarla en profundidad (tal es la Mesías enviado por el Señor. 27 Vino, pues, al templo, tnovido
por el Espíritu y, cuando sus padres entraban con el niño Jesús
acepCión etimológica de la palabra cru~lPú.l~f~o): poner en confron- para cumplir lo que mandaba la ley, 28 Simeón lo tomó en sus
tación, interpretar relacionando los diversos elementos). La Vir- brazos y bendijo a Dios diciendo:
en Madre es el modelo del discípulo, oyente profundo y no 29
Ahora, Señor, según tu promesa,
superficial de la palabra. Esta idea es la que se recoge en Le 2, puedes dejar que tu siervo muera en paz.
51: <<Su madre guardaba todos estos recuerdos en su corazón». 30
Mis ojos han visto a tu Salvador
La repetición al final de los relatos de la infancia parece rubricar 31
a quien has presentado ante todos los pueblos,
32
la continuidad de esta actitud de María: también en esta perseve- como luz para iluminar a las naciones,
rancia en el esfuerzo de la fe, ella es el modelo del discípulo y gloria de tu pueblo Israel.
cristiano 45 • Además, existen numerosos signos que presentan, 33
Su padre y su tnadre estaban admirados de las cosas que se
como el relato de Le 2, 8-20, el nacimiento de Jesús a la luz de decían de él. 34 Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
la pascua y como una anticipación de la misma (la «gloria del -Mira, este niño va a ser motivo de que muchos caigan o se
Señor» -que Lucas relaciona siempre con la glorificación pas- levanten en Israel. Será signo de contradicción, 35 y a ti mistna
cual: cf. Le 9, 26.31.32; 21, 27; 24, 26; Hech 7, 55; 22, 11- una espada te atravesará el corazón; así quedarán al descubierto
las intenciones de todos.
envuelve de luz a los pastores: cf. Le 2, 9; los títulos atribuidos 36
a Jesús en el v. 11 -«un Salvador, el Mesías, el Señor»- son Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la
tribu de Ascr, que era ya muy anciana. Había estado casada
claramente pospascuales: cf. Hech 2, 36; 5, 31; 13, 23; el vocabu-
siete años, siendo aún 1nuy joven; 37 después había permanecido
lario de Le 2, 8-20 es propiamente kerigmático: hablar, dar a viuda hasta los ochenta y cuatro años. No se apartaba del tem-
conocer, escuchar, etcétera: cf. por ejemplo los verbos en Le 2,
G----
0:~~0E1·@~ l 20 y Hech 4, 20). Todo esto permite afirmar que María es vista
plo, dando culto al Señor día y noche con ayunos y oraciones.
38
Se presentó en aquel 1nomento y se puso a dar gloria a Dios
como la primera creyente frent~J,l]_'ªJl\ill_QQ_Qecj§,tyo de.1ª..P..l!~Cl!.<ii y a hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de
Y..P.2.':..!anto es_p~ntad;¡_f.Q!!l._QJ31Qdel.Q_de fe de la Iglesia nacien- Jerusalén.
39
te en la relectura que hace de los acontecimientos del comienzo Cuando cumplieron todas las cosas prescritas por la ley del
de la eidstenciadel Salyador entre nosotros. Es significativo ad- Señor, regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 4llEI niño
crecía y se fortalecía; estaba lleno de sabiduría, y gozaba del favor
vertir cómo este modelo concreto no .~§t1Lªuse:qte de la progr~si­
de Dios.
vidac.l,_clt,:Le~fgerz_Q_)'_cl!'Lír.aJmjº__[!lt!'rim:__de la fe.
(Le 2, 21-40)
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21
A los ocho días, cuando lo circuncidaron, le pusieron el nombre . d"ws d e 1a C1rcunc1s10n
L os ep1so . . .,
y d e 1a presentac10n
. , d J , üQw1JUS10>;
e esus ?1Zf::¡:;'1Jll\l'.IÜI
de Jesús, como lo había llamado el ángel ya antes de la concepción.
22
Cuando se cumplieron los días de la purificación prescrita por la
en el templo pueden considerarse como una parte de la unidad ,
ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Se- literaria del nacimiento (cf. Le 2, 21-40). La intención del evan- J ,1; 1 ,
ñor, 23 como prescribe la ley del Señor: «Todo primogénito varón gelista parece ser la de mostrar el pleno cumplimiento de la ley ¿.,)•"' i

será consagrado al Señor». 24 Ofrecieron tainbién en sacrificio, 1J1osaica (recordada cuatro veces: v. 22.23.24.39) en el desarrollo
como dice la ley del Señor, «un par de tórtolas o dos pichones». de estos acontecimientos. La circuncisión se cumple para obede-
cer la ley de Lev 12, 3; el rescate del primogénito varón se hace
según las prescripciones de Ex 13, 1-2.11.12.14-16 y Núm 8,
45. Cf. R. E. Brown ~ K. P. Donfried - J. A. Fitzmyer-J. Reu1nann, María
en el nuevo testaniento, 146-151.
88 La historia de Maria 1'v!aría en el nuevo testamento 89
25
Mientras que quienes «escuchaban lo que decían los pastores se Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre jus-
quedaban admirados» (v. 18), pero sin que sepamos ya nada de to y piadoso, que esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu santo
ellos, María conserva la palabra (plÍfLU significa palabra, hecho, estaba en él 26 y le había revelado que no moriría antes de ver al
cosa) y se esfuerza por interpretarla en profundidad (tal es la Mesías enviado por el Señor. 27 Vino, pues, al templo, movido
por el Espíritu y, cuando sus padres entraban con el niño Jesús
acepción etimológica de la palabra cru~t~ú.)~f.c_o: poner en confron-
para cumplir lo que mandaba la ley, 28 Simeón lo tomó en sus
tación, interpretar relacionando los diversos elementos). La Vir- brazos y bendijo a Dios diciendo:
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gen Madre es el modelo del discípulo, oyente profundo y no 29
Ahora, Señor, según tu promesa,
11 superficial de la palabra. Esta idea es la que se recoge en Le 2, puedes dejar que tu siervo muera en paz.
51: <<Su madre guardaba todos estos recuerdos en su corazón». 30
Mis ojos han visto a tu Salvador
La repetición al final de los relatos de la infancia parece rubricar 31
a quien has presentado ante todos los pueblos,
la continuidad de esta actitud de María: también en esta perseve- 32
como luz para iluminar a las naciones,
rancia en el esfuerzo de la fe, ella es el modelo del discípulo y gloria de tu pueblo Israel.
cristiano 45 • Además, existen numerosos signos que presentan, 33
Su padre y su madre estaban admirados de las cosas que se
como el relato de Le 2, 8-20, el nacimiento de Jesús a la luz de decían de él. 34 Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
la pascua y como una anticipación de la misma (la «gloria del -Mira, este niño va a ser motivo de que muchos caigan o se
Señor» -que Lucas relaciona siempre con la glorificación pas- levanten en Israel. Será signo de contradicción, 35 y a ti misma
cual: cf. Le 9, 26.31.32; 21, 27; 24, 26; Hech 7, 55; 22, 11- una espada te atravesará el corazón; así quedarán al descubierto
las intenciones de todos.
envuelve de luz a los pastores: cf. Le 2, 9; los títulos atribuidos
36
a Jesús en el v. 11 -«un Salvador, el Mesías, el Señor»- son Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la
claramente pospascuales: cf. Hech 2, 36; 5, 31; 13, 23; el vocabu- tribu de Aser, que era ya muy anciana. Había estado casada
siete años, siendo aún muy joven; 37 después había permanecido
lario de Le 2, 8-20 es propiamente kerigmático: hablar, dar a viuda hasta los ochenta y cuatro años. No se apartaba del tem-
conocer, escuchar, etcétera: cf. por ejemplo los verbos en Le 2, plo, dando culto al Señor día y noche con ayunos y oraciones.
r0;fw~;~J como la primera creyente frent~_&.ª-.llµ_l).J~iQ.~Qec;j§iYP deJJ.Llli!gJl<;L
20 y Hech 4, 20). Todo esto permite afirmar que María es vista 38
Se presentó en aquel momento y se puso a dar gloria a Dios
y a hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de
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39
te en la relectura que hace de los acontecimientos del comienzo Cuando cumplieron todas las cosas prescritas por la ley del
ele la existen'cia del Salyador entre nosotros. Es significativo ad- Señor, regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 4ºEI niño
vertir cómo este modelo concreto no está '-~J1se_n_t~de l'!_Q_i;Qgr~si­ crecía y se fortalecía; estaba lleno de sabiduría, y gozaba del favor
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21
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de Jesús, como lo había llamado el ángel ya antes de la concepción.
22
Cuando se cumplieron los días de la purificación prescrita por la
en el templo pueden considerarse como una parte de la unidad 1 ;
ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Se- literaria del nacimiento (cf. Le 2, 21-40). La intención del evan- 1 0; 1 1

ñor, 23 como prescribe la ley del Señor: «Todo primogénito varón gelista parece ser la de mostrar el pleno cumplimiento de la ley /,;)'~ '
será consagrado al Señor». 24 Ofrecieron también en sacrificio, rnosaica (recordada cuatro veces: v. 22.23.24.39) en el desarrollo
como dice la ley del Señor, «un par de tórtolas o dos pichones». de estos acontecimientos. La circuncisión se cumple para obede-
cer la ley de Lev 12, 3; el rescate del primogénito varón se hace
según las prescripciones de Ex 13, 1-2.11.12.14-16 y Núm 8,
45. Cf. R. E. Brown ~ K. P. Donfried - J. A. Fitzmyer-J. Reumann, María
en el nuevo testaniento, 146-151.
90 La historia de María J\.1aría en el nuevo testarnento 91

16-17 46 ; J.ª_J2Q!·ificación de la mujer mediante la ofrenda de un tar el día de su venida? Refinará a los hijos de Leví. .. ». Las
cordero o de un par de pichones o de tórtolas, según Lev 12, analogías podrían estar en la ecuación Jesús = Señor en Le 1, 43
2-4.6-8 y 5, 7. No faltan algunas imprecisiones: en el v. 22 se y 2, 11; en su búsqueda en Le 2, 44.45; en el cumplimiento de
habla de la purificación de ellos (de los dos), como si la obliga- los días en Le 2, 22; y en la purificación, de la que se habla con
1 ción se refiriese también al padre; más que de la «purificación»
~,1;1 1 de la madre parece tratarse de la presentación del niño (v. 22-
el pronombre posesivo en plural en Le 2, 22. En esta hipótesis,
aun teniendo en cuenta el v. 38, donde se habla de da liberación
Í•'1rte»' 23.27; la misma ofrenda prevista para la madre parece relacio- de Jerusalén», su «purificación» (v. 22) podría entenderse como
narse más bien con el rescate del hijo: v. 24); no se alude a los referida a la de todo Israel 48 • Lucas habría construido entonces
\cinco siclos que tienen que pagar los no-levitas (cf. Núm 8, 15- el relato de la presentación con la intención de mostrar realizada
\ \.16) a fin de recuperar al primogénito. Estas inexactitudes po- j"'n Jesús la esperanza de la antigua alianza: «Es elsJlmplimiento
1 . drían hacer vislumbrar el origen no judaico-galestino. del evange- de la escatología: 1'1J!~ª-cliL del Se.ñor a su templo.§..,giínJV!aU,
Ct-vsd:) _,/_.v lista, o podrían también revelar que el relato está construido se- con__l~_JlllEifica~i.Qn_cleU.eI11plg_y_.Q_.,l_ptI_e!>lo» 49 • Bajo esta luz se
--~ g:!J1tJJll.J!J._9~4C::l9.._Y.~~JQt~_§J-ªº-1~.rrtªrio. Se deja entrever el relato comprende también el Nunc dimittis de Simeón (v. 29-32), cánti-
MOj)f,w © de la historia de Samuel: lo mismo que Elcaná y Ana presentan co de la promesa cumplida, de la esperanza finalmente realizada.
----s;;,W/ a su hijo en el santuario de Siló (cf. 1 Sam 1, 19-28), así María y Tras él viene la profecía relativa a María (v. 33-35). Aquel en
José presentan al niño en el templo; lo mismo que Elí bendice a quien viene a cumplirse la promesa de la elección de Dios es
los padres de Samuel (cf. 1 Sam 2, 20), así Simeón bendice a los también «signo de contradicción», objeto de acogida y de recha-
de Jesús; lo mismo que en Siló hay algunas mujeres que sirven zo por parte de Israel: estas palabras anticipan el destino de Je-
en el santuario (cf. 1 Sam 2, 22), así también en. Jerusalén Ana sús, tal como se presenta en todo el evangelio de Lucas, especial-
sirve «al Señor día y noche con ayunos y oraciones» (Le 2, 37); mente en la forma de un gran viaje hacia Jerusalén y de la pasión
lo mismo que Samuel «iba creciendo, y se ganaba el aprecio del vivida en la ciudad, en donde mueren los profetas (cf. Le 13,
Señor y de los hombres» (1 Sam 2, 26), así también «el niño 33). Todo lo que acontece en Israel se refleja en María: « ... a ti
(Jesús) crecía y se fortalecía; estaba lleno de sabiduría y gozaba misma una espada te atravesará el corazón» (Le 2, 35a). Aquella
del favor del Señor» (Le 2, 40). La divergencia más notable está que fue presentada con José como la fiel observante de la ley de
en el hecho de que Jesús, a diferencia de Samuel, no se quedó a los padres está también ligada al drama del rechazo de su pueblo:
servir en el templo (cf. 1 Sam 2, 11 y Le 2, 39-40; cf. el v. 52). 1ª,«e.spada» (poµ<pa(a} evoca en el Jengµaje \l(blicoJa_palabra de eorJ!eQ: 7.JLll'
Sin embargo, el método de~ no intenta tanto marcar las _Q1os_{cf. Is 49, 2; Sab 18, 15; Ap 1, 16; 2, 12.16; 19, 15.21; Ef 6, 1
relaciones entre Jesús y Samuel, ni «identificar figuras del relato 17; Heb 4, 12). Esta palabra está presente ahora: de aquel a ·
de la infancia con personajes del antiguo testamento; más bien quien Simeón describe con las palabras de los poemas del siervo .
utiliza matices de relatos del antiguo testamento para colorear el doliente de Isaías como luz de las naciones y gloria de Israel (cf. ji
relato de la infancia» 47 . Otro posible modelo de la narración de Is 42, 6 y 49, 6), esos mismos poemas afirman: «Convirtió mi
MoDS<.o@) Lucas podría ser M¡tl 3, 1-3, donde se habla de un mensajero boca en espada afilada» (Is 49, 2). {,,a «esgada» gue atravesará el¡:'
Mal''i"f"' > enviado a preparar el camino delante del Señor (en Le el Bautis- \:.Q!l!ZÓn d!'..Ma.r.ia ser.<í.sntonces la lliJlabra de Dios, que se hªg_~
¡

ta: cf. Le 1, 15-17.76-77); y se añade: «Y de pronto vendrá a su P-resente


--
en su hijo Jesús: lo mismo que Israel, también María i
1
templo el Señor a quien vosotros buscáis ... ¿Quién podrá sopor- tendrá que enfrentarse con esta palabra; no se le ahorrará tam-
poco a ella el esfuerzo de creer (cf. Le 2, 48-5lb), puesto que
46. La expresión del v. 23: ~<todo varón que abra el seno será consagrado al
Señor» es una fórnnila técnica recogida de Ex 13, 2.12.15 según los LXX, pero
no dice nada sobre la cuestión de la «virginitas in partu». 48. Cf. R. Laurentin, l Vangeli dell'infanzia, 93 y 102s.
47. R. E. Brown, El nacimiento del Mesías, 471. 49. !bid. , 115.
92 La historia de María María en eL nuevo testamento 93 J,..6¡¡,,d
,_
IEMVUJ
tendrá que guardar y meditar sucesos y palabras ( cf. Le 2, El evangelio de la infancia de Lucas se cierra con el episodio
19.51b; cf. 8, 19-21 y 11, 27-28); pero a diferencia de muchos en de la presencia de Jesús a los doce años en el templo: Le 2,
Israel Y,-CO!l}Qel'p_re§ión cielverdadero IsraeLQ\Jedierrte a las sor- 41-52 50 • El relato está redactado según un «esquema de revela- ~o,},¡J¡;¡
presas de Dios,., Mq_ría pe,rsev·erará en la fe hasta el fin. Así es ción», _rnnJQsJres_Il1Ql11en(o§, de'lla subida, d&ia revelación y
como la «espada», de que habla Simeón, llega a abrazar también débla bajada (cf., por ejemplo, la revelación a Moisés en el
la hora dolorosa de la cruz (aun cuando Lncas -que menciona monte: Ex 3-4 y 33, 18-34, 35; o la de Elías en el Horeb: 1 Re
sin embargo a varias mujeres en el relato de la pasión: cf. Le 23, 19). «Sus padres iban cada año a Jerusalén, por la fiesta de
49.55 y nos da sus nombres: cf. Le 24, 10- no diga nada de pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron (ava~m­
María en aquel1a hora); esa «espada» se refiere probablemente a vóvTWV) a celebrar la fiesta, según la costumbre» (v. 41-42);
todo el proceso que caracterizó a la fe de la Madre, desde el «bajó (KU1i:~qJ con ellos a Nazaret» (v. 51). Entre la subida y
comienzo de su extraordinaria experiencia de gracia hasta el la bajada se lleva a cabo la revelación de Jesús, que llena de
cumplimiento de los acontecimientos pascuales. De todo el con- asombro a los que le escuchaban en el templo (v. 47) y a sus
padres (v. 48), que «no comprendieron lo que les decía» (v. 50) .
.[G;;,~·~l junto de la unidad literaria de Le 2, 21-40, María aparece por
tanto como la mujer judí~QfilU'. observante de la ley, gue Esta revelación está compendiada en las palabras del v. 49: rM~iiii
tiene que vivir en primera persona los acontecimientos del cum- «¿Por qué me buscabais? ¿nQ,sabíais__gue yo debo ocuparme de,;r
Jili_l)'.li e!lJ.Q_jmrn<ll!<J__ ~t"._L¡¡§_pJº-me2.;1_s__11gch a.,~ . .i!J_sneL e_n_ gi, !ü.i<J lo§_Jl,§_!!filQ§__de mi_Padre (Ev 'tü'ü; i:oO nai:pói; ~LOU ... Elvaí µc;)?» 51 • 1\

J esl1§.,~.Y._fJ!l~. P.ªI1~~.iP.ª~º·Y" e§,Q.§, --ªc:º~ºt~9mJ.~J!!Q§. . ~Q_g_ t99.ª.Jª. -~e_i;_Q.ª·º­


Para entender esta expresión hay que destacar el trabajo de il
de un camino de fe no fácil.JI!ªrs.aci().l'QLlacorrim11ta.cióncQnJa relectura pascual que revela el relato, a pesar de los elementos
_pala!Jra ªe__ Qj.Q.§_CJ!!e resuena en él. de posible historicidad 52 : la intención del evangelista parece ser
lgL_g~-I.~J?I~~--~1!.Ja narración los·. elementos característicos
41
Sus padres iban cada año a Jerusalén, por la fiesta de pascua. c!.rJ<Js acontecimientos pascuales (el lugar: Jerusalén y el tem-¡
42
Cuando el niño cumplió doce años, subieron a celebrar la fiesta, plo; el marco litúrgico de la pascua; la angustiosa búsqueda de
según la costun1bre. 43 Terminada la fiesta, cuando regresaban, el María y de José, que evoca la tristeza de los discípulos que han
niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. 44 Estos perdido al Maestro -cf. Le 24, 17- y su búsqueda -cf. Le 24, 1 ),, ;1VN1
creían que iba en la comitiva, y al terminar la primera jornada lo 5-; la indicación «al cabo de tres días» -v. 46a-, que recuerda ·.,~v f
buscaron entre los parientes y conocidos. 45 Al no hallarlo, volvie-
«el tercer día» de la resurrección -cf. Le 24, 21 y 7, 46, así i
ron a Jei'usalén en su busca. 46 Al cabo de tres días, lo encontra-
ron en el templo sentado en medio de los doctores, escuchándolos como Hech 10, 40-; la «necesidad» del plan divino, expresada 1
y haciéndoles preguntas. 47 Todos los que le oían estaban sorpren- con el impersonal 881. de gran densidad teológica: cf. Le 9, 22; i
didos de su inteligencia y de sus respuestas. 48 Al verlo, se queda- 13, 33; 17, 25; 22, 37; 24, 7.26.44.46 en sus variantes; la «faltaj
ron perplejos, y su madre le dijo: de comprensión» de los padres, que recuerda la de los discípu-
-Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos los: cf. Le 9, 45; 18, 34; 24, 25). Bajo esta luz, el «debo ocupar-
buscado angustiados.
49
El les contestó:
-¿Por qué me buscabais? ¿no sabíais que yo debo ocuparme 50. Cf. R. Laurentin, Jésus au Temple.
de los asuntos de mi Padre? 51. La traducción n1ás correcta filológicamente es <~¿No sabíais que yo debía
estar en la casa de mi Padre?>>. <<Ocuparme de las cosas de mi Padre» es más bien
50
Pero ellos no comprendieron lo que les decía. 51 Bajó con una interpretación derivada: cf. R. Laurentin, Jésus au Temple, 38ss.
ellos a Nazaret, y vivió bajo su tutela. Su madre guardaba todos 52. Entre ellos, la peregrinación <<anual» a Jerusalén (v. 41), la práctica de
estos recuerdos en su corazón. 52 Y Jesús iba creciendo en sabidu- esta obligación legal y de otras a partir de los doce años (v. 42), la «caravana»
ría, en estatura y en aprecio ante Dios y ante los hombres. (v. 44), el estar «Sentado» Jesús en medio de los doctores (v. 46), de 1nodo
(Le 2, 41-52) parecido a Pablo a los pies de Gamaliel (cf. Hech 22, 37), los rasgos tan humanos
de la reacción de los padres (v. 48): cf. R. Laurentin, Jésus au Temple, 143s.
94 La historia de 1V!arfa María en el nuevo testarnento 95

me de los asuntos de mi Padre» del v. 49 parece_.~_vocar el cami- de la tradición de la fe de Israel -según una forma de exégesis
no pascual de la existencia de Jesús,_Que se: realizó__J.2].~JJ.ª-..lllente que recuerda la interpretación actualizante de la palabra de
~QILS]JJ!l\!er~_)'L<'.fil!f!ección. Si frente a este misterio está el Dios, propia del midrash hebreo- y moviéndose bajo la luz de .,~~vb ¡/¡,lF
esfuerzo de comprensión de los padres (v. 50) y de los discípu- los acontecimientos pascuales -hasta llegar a invertir el mismo
iDcwOv.
los, la diferencia está en que, 1nientras que estos últimos son uso del midrash, ya que no procede de las Escrituras a los acon-
~¡¡y,r,
l.
f, ¡ «torpes» para comprender y «Cerrados» para creer «lo que dije- tecimientos, sino del acontecimiento Cristo a la relectura de las
"'"'{!¡)'ª$ ron los profetas» (Le 24, 25), María «guardaba todos estos re- Escrituras 56 - , Lucas presenta en los relatos de la infancia el
cuerdos en su corazón» (v. 51). También aquí destaca su figura S]!!!lplimiento de la promesa_<.itlª-.antjgtl'!..,.Jlli@za y elrnm.i_<'.!lz.Q_
<k..J!!Q-9-~g de fe en la relectura p'!.SCl!_~l de la Iglesia naciente. iotal111ente sorpn<.!llJ"'"ll!~.Q"-]lL.!l~-Y!l· Se ve a María en la solida-)
Ella «guardaba en su ánimo el enigma con silencio reverente y ridad con el pueblo de la esperanza que llega a realizarse, Hija
activo, está atenta a descifrar su sentido; permanece abierta al de Sión y pobre de Yahvé, y en su relación absolut¡ime_l)te úni~1!
misterio y se deja afectar por él. .. La madre acoge en su corazón con_..tl__ll\!ITQ_""()_mienzg___<,l_<!.Ja. salvación: Virgen-Madre del Me-
también ese designio oscuro de muerte y resurrección» 53 ; ella sías-rey, terreno de la llegada del Hijo de Dios entre nosotros,
acepta -comprendiéndolo cada vez más- el hecho de que Jesús arca de la nueva alianza ..13.JL~Jlª_§"- cul!!I'!en gor anticipado los ~ !
ponga su relación con el Padre por encima de los vínculos fami-
liares. Su fe -no privada de estupor y de dificultades para com- va; está en la encrucijada de los tiempos, lugar en donde la pre-
<
ªc_o_n!e(;Lmi e 'll<l§.Jl a§ c}!al_.,~__ y_ Z".fil!e!:l_'l. de_a!1J."-!l'!ª-I1 QJa. bu e IJ<L!!_\!e- ~k· !

prender el designio divino- no se detiene, sino que sigue en- paración pasa a cumplimiento y el cumplimiento es al mismo
frentándose con la «espada» que se le anunció de antemano, tiempo un nuevo comienzo, promesa del futuro último. Captada
hasta la plena manifestación de la luz pascual. El evangelista, en esta densidad teológica, María sigue siendo presentada como
que escribe desde esta perspectiva, pone de relieve el itinerario la creyente, que consiente a la palabra de Dios en la fe y se deja
ro resivo de a uella gue -objeto de una elección divina abso- conducir dócilmente por ella en la inteligencia progresiva del
lutamente única- <avanzó en 1-ª-J?.er~~riu~ción de lq fe.~> 54 , figura misterio. Ella es la figura del verdadero discípulp, el_modelo de
y modelo del verdadero discípulo. Si luego -como puede dedu- asentimiento a la iniciativa de Dios, la criatura dócil que se deja
k!J'~¡,;o';;'] cirse de algunos ele1nentos 55 - el relato se remonta a una forma- plasmar por el Eterno. La 1 lesia naciente la mira,__nQ_.sQJQ__teJ.e-
-~_ión preevangélica, constituye una de las expresiones más antj~­ yendo_en ella)os acontec;imientos p _scuales q\!e e!lge!!.'1rnron al
fil!!!§. del_ interés de la fe cristiana por María como testigo de la n_¡1_ey()_pt1el:>lo de __[)ios, sino también encontrando en eJl!!.12~_rn-
revelación del Hijo, minos de la res12uesta de fe . ™el acoq_t_~imienJQ~.Y~ig~J29I~l?.ª!1~
___ , El conjunto del testimonio_cl.eJ.e.ll."-f!S sobre la Madre del Señor
del hombre. En el testimonio de Lucas, María es icono del Mi~-11·
11 terio en el doble sentido del movimiento del Altísimo hacia s!Jl1,
COllCW$10!l muestra una extraordinaria densidad teológica: en ella aparece
JJ[, LUlf\$ .!Jl\!Y_ffi!JQ\!L'l.!a_profundización pascual. Sirviéndose ampliamente criatur_LY..,-9.tLl!!QVimiento de la crjatura hacia su Dios. «Ella
responde obediente a la palabra de Dios desde el principio como
representante de los anawin de Israel (cf. Le 1, 38); aparece en \)
53. A. Serra, Biblia, 344; cf. sobre Le 2, 41-52, ibid., 339-344. el ministerio como representante de los ideales del verdadero
54. Constitución Lumen gentium 5. 0 (LG, citado según edición Documentos 1
del Vaticano!!, Madrid 35 1980). discipulado (cf. Le 8, 19-21) y continúa hasta pentecostés, hasta
55. Como, por ejemplo: la falta de armonización con lo que precede -debi-
da especialmente al estupor y a la incomprensión de sus padres, a pesar de las
llegar a ser cristiana y miembro de la Iglesia (cf. Hech 1, 14)» . //
57

<
revelacione!> sobre la identidad de Jesús en Le 1, 32-35; 2, 11.17 .19-; el estilo de ])'~acJvf&;
J'/
la lengua, que parece menos marcado por semitismos que los relatos de la infan- 11,. ico,o dll ~J<t'1to ., ,
cia; y el hecho de que el episodio se refiera a otra etapa de la vida de Jesús: cf. (i{e&"fp~ -.."117 .V1
B. van lersel, The Finding of Jesus in the Temple. Sorne Observations on the 56. R. Laurentin, I Vangeli dell'infanzia, 65s.
Original Form of Luke 2, 41-5la: Novum Testamcntum 4 (1960) 161-173. 57. R. E. Brown, El nacirniento del Mesías, 523.
96 La historia de María María en el nuevo testamento 97

humana, si la función del ho1nbre está aquí totalmente ausente,


3. El significado para la Iglesia de los mártires tiene _g_lJ_~__ J!filµrse de un;:i concepción virginal» 59 • ~ ~:t:!:tQ!!_ces_
y de los peregrinos: Juan y Apocalipsis 12 ~ería. testigo de ese dato decisivo de la ~JlJjgJIBl_qi¡_e Mateo y
q11~l\!f:E_~ 60 . En Jn 6, 42 se encuentra una oscura referencia a la
a) /¡Jí:fil {1aJ €1.C.) _,, ,¡J-f;~a madre de Jesús: «Este es Jesús, el hijo de José. Conocemos a su
padre y a su madre. ¿Cómo se atreve a decir que ha bajado del
El cuarto evangelio es el fruto de una antigua tradición oral cielo?». Este pasaje sólo parece registrar una polémica basada en
f)~t y de sucesivas redacciones, de ]as que la última se sitúa en torno
1 el contraste entre los humildes orígenes del nazareno y sus preten-
dú'·"~ al 100 d.C., ya que está atestiguada en Egipto a lo largo del siglo ciones mesiánicas; por consiguiente, de María no afirma más que
II. La presencia de Ja polémica con Ja sinagoga (cf., por ejemplo, la humildad de su condición 01_ Finalmente, es significativo que
Jn 9, 22; 12, 42; 16, 2), que se agudizó tras Ja caída de Jerusalén, en Jn 7, 1-10, donde se habla de la incredulidad de Jos hermanos
la escatología «realizada» que se desarrolló tras el mismo aconte- de Jesús («sus hermanos hablaban así, porque ni siquiera ellos
cimiento como respuesta al problema del retraso de la parusía y creían en él»: v. 5), no se mencione a María, que sin en1bargo
que inclinaba a acentuar en Ja persona de Jesús Ja presencia del está presente con ellos en Jn 2, 12: «Jesús bajó a Cafarnaún,
esjaton (cf., por ejemplo, Jn 3, 18.36; 8, 51; 11, 26; 12, 32; etcé- acompañado de su madre, sus hermanos y sus discípulos». ¿Se
tera) y Ja referencia, aunque velada, a Ja muerte de Pedro me- tratará de una alusión indirecta a la perseverancia de Ja fe de ------
diante Ja crucifixión (cf. Jn 21, 18s), hacen pensar en una redlli'- María, incluso en Jos momentos más difíciles? 62 • "J)oJlll6 y:
e_iónp_os!~io_r3fi_nal_es d.2__los_añ_o_§ §e!e11iaYe!ªb_9rnc!aprnb.abJe-
JT1ente. en Jos .dos últ_ifT1QS .decenio§_c!el §ig]Q_I. 1
Tres días después, hubo una boda en Caná de Galilea. La madre C!:!J_.4_.
(e/? Los dos textos en que aparece de forma destacada Mar.ía
-{iun cuando no se mencione nunca su nombre)-- son el relato
! A de las bodas de Caná ( cf. Jn 2, 1-12) y Ja escena de Ja madre
de Jesús estaba invitada. 2 También lo estaban Jesús y sus discípu-
los. 3 Se les acabó el vino, y entonces la madre de Jesús le dijo:

't> junto a Ja cruz (cf. Jn 19, 25-27). Por Jo demás, las referencias a 59. lhid., 130. El plural «de las sangres» (leído especialmente a la luz de
ella son escasas y problemáticas. J11.1,,,.J;3 tiene dos lecturas, una Lev 12, 4-7, texto clásico de la purificación ritual de la que ha dado a luz) prece-
dido por la negación, aludiría al «nacinüento virginah>, cf. 131s.
@ ~_JJ11Jral, referida a Jos creyentes: «Estos son Jos que no nacen 60. Cf. ibid., 119: «Juan trata expresamente este tema y precisamente en
por vía de generación humana, ni porque el hombre Jo desee, los v. 12-13 del prólogo, en relación directa con el nlisterio de la encarnación det
I-Iijo».
sino que nacen de Dios», y_Q.tI'Le.11"ª-i'JZl!!fil~.rn.fe.rida al Verbo 61. El análisis estructural de este pasaje en su contexto !leva a l. de La
®-'41le ha venido a Jos suyos. En favor de la primera lectura está la Potteric, Maria nel mistero dell'alleanza, 108-117, a ver en él una prueba de la fe
totalidad de Jos manuscritos griegos; en favor de la segunda, al- de Juan en la concepción virginal de Jesús: Lo que niegan los judíos, o sea, que
Jesús 'haya bajado del cielo', se encuentra en el centro de la afirmación de Jesús:
gunos testimonios patrísticos muy antiguos (por ejemplo, Justi- é! 'viene de Dios'. Los judíos no Jo admiten por la razón de que 'su padre es
no, Ireneo, Hipólito, Orígenes) 58 • La lectura en singular, que José'. En compensación ... 'el que es de Dios' afirma que 'ha visto al Padre'. Así
afirma que el Verbo hecho carne no nació de la sangre (literal- pues, los dos están totalmente invertidos. ¿Quién es realmente el padre de Jesús?
No ya José, sino Dios. Y puesto que Dios, su Padre, mora 'en el cielo', es
mente, «las sangres»), ni por Ja voluntad de Ja carne, ni por Ja evidente que Jesús ha bajado del cielo» (116). El otro pasaje en que Juan habla
bvoluntad del hombre, sino de Dios, contendría una referencia a de Jesús co1no «el hijo de José» es Jn 1, 45; aquí «Juan parte del aspecto humano
de Jesús. Felipe infonna a Natanael de lo que la gente piensa de Jesús: al mesías
la.S.Q_ncepc:i<il1.PºL.QQ.!.a__de Dios sin contribución du¡¡te_r_nidad predicho por Jos profetas lo hemos encontrado; es 'Jesús, el hijo de José, de
b.~1:lm_a_rg1___ ,,~q . ~.L.§.~B.9_. _ Q_~JA~filª~tre: «Si ningún hombre tuvo una Nazaret'» (106). Por consiguiente, «este título no significa que Juan admita Ja
función en el modo con que el Hijo de Dios tornó nuestra carne verdadera paternidad de José. Lo usa únicamente para indicar que el !-lijo de
Dios está presente en este hombre concreto» (107s).
62. Sobre las referencias 1nariológicas en el ministerio público de Jesús se-
58. Cf. la defensa del singular por ejemplo en J. Galot, Etre né de Dieu: lean gún Juan, cf. R. E. Brown-K. P. Donfried-J. A. Fitz1nyer-J. Reumann, María en
/, 13, Roma 1969, y en T. de La Potterie, Maria ne! mistero dell'alleanza, 119ss. el nuevo testamento, 175-210.
98 La historia de María 1'v!aría en el nuevo testarnento 99

-No les queda vino. Jesús en este trozo, desde el exordio, sitúa a María en una posi-
4
Jesús le respondió:
QQl!...Q."~lW.!<iilli!Jll!.ortancia repecto a la totalidad del misterio

j
-Mujer, no interveng·as en mi vida; mi hora aún no ha llegado.
5
La madre de Jesús dijo entonces a los que estaban sirviendo: _d.Lf;:rii12..ien. el evang>'lio de Juan. 11

-Haced lo que él os diga. El relato es introducido por la fórmula «tres días después» 3° df13 i\
6 Había allí seis tinajas de piedra, de las que utilizaban los (T\l iíµépa Tll tpícn: v. 1) que nos recuerda por una parte la
judíos para sus ritos de purificación, de unos ochenta o cien litros revelación del Sinaí: «Estén preparados para el tercer día, por- ,¡J
cada una. 7 Jesús dijo a los que servían: que el tercer día bajará el Señor sobre el monte Sinaí a la vista
- Llenad las tinajas de agua. de todo el pueblo" (Ex 19, 11; cf. v, 16: «al tercer día .. ,,,); por ·
Y las llenaron hasta arriba. 8 Una vez llenas, Jesús les dijo: otra parte recuerda ~l acontecimiento de la resurrección: «Des-
-Sacad ahora un poco y llevádselo al maestresala. truid este templo, y en tres días yo lo levantaré de nuevo. __ El
Ellos cumplieron sus órdenes.
9 Cuando el maestresala degustó el vino nuevo sin saber su
templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo" (Jn 2, 19-21;
procedencia (sólo lo sabían los sirvientes que habían sacado el como para Pablo -cf. 1 Cor 15, 3s- y para los sinópticos -cf.
agua), llamó al novio 10 y le dijo: Mt 12, 40; 16, 21-17, 23; 20, 19; Me 9, 31; etcétera), también
-Todo el mundo sirve al principio el vino de mejor calidad, y
cuando los invitados ya han bebido bastante, se saca el más co- se para Juan
así realiza . e.. ..l ter.cer. d.ía es_ca_tológica
ktintervención e. s. e·.l····de. l.ª. ·r·e·de.
su·r··r·e····c·c·ión.
Di9s (cf. El ·í~
Ostercer.. d. la
6, 2),
rriente. Tú, en cambio, has reservado el de mejor calidad para revelación de s~_g!Qria en el .§Jnaí, en la resurrecf~Ón y en CªD.á,
última hora. a la que corresponde la fe del antiguo y del nuevo pueblo de
11 Esto sucedió en Caná de Galilea. Fue el primer signo reali-
Dios (cf. Ex 19, 9; Jn 2, 11.22). Las bodas de Caná anticipan IC ¡"'',A-'f
zado por Jesús. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron
en él. 12 Después, Jesús bajó a Cafarnaún, acompañado de suma-
corno signo el acontecimiento pascual como acontecimiento de ;k 11
dre, sus hennanos y sus discípulos, y se quedaron allí unos cuan-
alianza IlJ!l2Cial, gue es cumplimiento y superación de l'l_gli.ª.J;K'!. rAr;JO

tos días. del SinaL En el trasfondo del simbolismo veterotestamentario


(Jn 2, 1-12) de los esponsales entre el Señor y su pueblo, expresión de la
alianza mesiánica (cf. Os 2, 16-25; Jer 2, 1-2; 3, 1.6-12; Ez 16; Is
El relato de las bodas de Caná tiene ciertamente una inten- 50, 1; 54, 4-8; 62, 4-5; cf. también el Cantar de los cantares y el
ción cristológica, puesta en evidencia en el v. 11: «Fue el primer Salmo 45), el signo de Caná revela a Jesús como el esposo divino
signo (apx1iv tcüv m1w:iffiv) realizado por Jesús. Así manifestó su del nuevo pueblo de Dios, con el que establece la alianza nueva
1 gloria y sus discípulos creyeron en él». Dada la atención que y definitiva en su misterio pascual 64 • Estamos en el giro decisivo t'IUi~ 2-'1 p¡I
I Juan presta a los O'll~lEÍU, signos reveladores del misterio que se de la historia de la S'llyª-';_i§n: .~n él la_¡irn_dre de_ Jesús tiencuna l<'.<>'fé¡
realiza en Jesús (hasta el punto de que puede decirse que el f\lnfi9.!1 q\le. t:lfYª-Qge]~tª!i-ªq1!eTl9.Q...destac.fil. ~
cuarto evangelio es el evangelio de los signos-epifanías del miste- Es Mariª-..lª->!Jle advierte__d;Jroblema que ha llegado a plan-
rio), el hecho de que se hable aquí del apx1í esto es, del comien- tearse: «No les queda vino" (v. 3). TantoSN\'. trata de una sim-
zo y del prototipo de todos ellos, le da a este relato un notable ple constatación como si estas palabras revelan-un;¡ petición ins-
relieve en todo el evangelio de Juan: es como si estuviéram_Qs pirada en la confianza de que su Hijo podrá intervenír-,._se mani-
c 11
,; ~ '!.111e.J'l.!lrJluetipo de la entera revelación de Cristo. «El signo de fiesta aguí la atención y solicitud de la madre. que le presenta la
nefe.§idad de los amigos: el..liJlo, objeto de esta necesidad, se
~ Caná es el 'arquetipo' de todos los posteriores, es la clave que
v¡ve, dt nos permite comprender la continuación del cuarto evangelio" 63 . menciona cinco veces en el relato (v. 3.9.10), subrayándose fuer-
kt~'.lici ú.l°1:t11 Por consiguiente, la atención que se le dedica a la madre de temente la calidad y la abundancia del producido por el milagro.

63. l. de La Potterie, Maria nel mistero dell'alleanza, 194. 64. Cf. lbid., 214s.
100 La hütoria de María 1'vlaría en el nuevo testamento 101

Aunque el evangelista no ofrece una clave interpretativa explícita de las promesas y como promesa del cumplimiento nuevo y defi-
(como lo hace por el contrario con otros signos: cf. Jn 2, 21 y 7, nitivo. La respuesta tajante del Hijo invitaría entonces a la madre J 1
39), el trasfondo veterotestamentario ayuda a ver en el vino abun- a pasar del plano de la necesidad puramente material y de Ja ·n.~ii! ¡~ii11
~--;'~ P~-r"t
" ~:
º'ª.1!J.e..J!.1!a2."ñal de los tiempos mesiánicos ( cf., por ejemplo, Am anti ua es era,....§..igl)i_lli;ª·ºª·· ~n ..e.11.~1_ según el simbolismo del evan- 1 ~
1

9, 13: «I~os montes harán correr el inosto, y destilarán todos los gelista, 1 !ano de la novedad mesiánica que se ofrecía finalmen·
;: /collados»; cf. también Jer 31, 12; JI 2, 19.24; 4, 18; Zac 9, 17), te en el misterio de Cristo 66 • Bajo esta luz también el apelativo
' que caracterizará al banquete escatológico (cf. Is 25, 6) y que «mujer» -·que JesJÍJi.füa cleQLciin_ario.fil.clJxigirse_ª-§]Js interlocu-
'Z será ofrecido con gratuidad (cf. Is 55, 1). El vino nuevo estará lmas..(d. MtJ5, 28;Lc13,J2; Jn 4, 21; 8, 10; 22, 13), pero que \
. presente el día de las bodas eternas entre el Señor y su pueblo
~ (cf. Os 2, 21-24; en el Cantar de los cantares es frecuente el tema ~~d~~~e~~~~~~tr:~~~~f;!~~~~~~ l~ij!;~;:-¿~~~~~~ ~~-;~~~ed~ ,
del vino: 1, 2.4; 4, 10; 5, 1; etcétera). Bajo esta luz, el banquete Eva en Gén 3, donde se habla igualmente de la «mujer»: el re- /
'' nupcial de ~ªparece i:Q!llO el signo de la llegada del tiempo cuerdo de Gén 1, 1 en Jn 1, 1 -«Al principio»- podría constituir ¡
prornetido, de la intervención escatológica de Dios, que viene a el trasfondo remoto de este paralelismo. Esto sin embargo no
colmar de forma sobreabundante la esperq y trasforma el agua de parece inmediatamente evidente. Tiene la ventaja de presentar a
las purificaciones de la antigua ley (cf. Jn 2, 6) en el vino nuevo Jesús como nuevo Adán pero corre el riesgo, estrictamente ha-
$'del Reino: «Las tinajas ... llenas del ..Mfill_g~.lfll~lé.9-" ..MQi.sés blando y dada la convergencia entre el Hijo y la madre, de pre- ~
2 representan el legalismo judío. Jesús trasforma este agua en el sentar a María más bien a la luz de la resistencia de Eva, y no de
J vino 4e la ley nueva, manifestándose a sí mismo» 65 • ¡El agua de la nueva Eva, representante de la humanidad regenerada. Este 11 -¡,/
la letra se trasforma en vino del Espíritu! En el detalle de María apelativo podría evocar más bien a Jerusalén-Israel, que a menu- )11Uj\
podría_!.eCOQ2_C~TS.~--- . ~.11t~!1. ~~.s la expectación mesiánica de Israel, do aparece en antiguo testamento en figura de mujer (cf., por 1

t/!l"(;, la petición abierta que el antiguo pacto dirige al nuevo. Esta in· ejemplo, Jer 2, 2; Ez 16, 8; Os 1-3; Is 26, 17s; etcétera). En¡ }
terpretación permite comprender mejor la respuesta aparente- este caso destacaría mejor el contraste entre la antigua espera y { '
} mente tajante de Jesús: «Mujer, no intervengas en mi vida; mi el vino nuevo ofrecido en la hora de Jesús.
reo¡ve-_,J, di. ·hora aún no ha llegado» (v. 4). Esta expresión indica de ordinario Las palabras que la madre dirige a los sirvientes revelan la /!h. ¡.,.,
una divergencia (cf., por ejemplo, Me 1, 24; 5, 7; Mt 8, 29; Le 4, imagen que el evangelista desea ofrecer de ella: "Ifllf.e.<!.J.SUl\15'..{l ,,~i,..<)..,
34; 8, 28): en este caso ~_!i:_ata_de ILi:livergevcia entre el vino Q~_cligª» (v. 5).{Evocan el mismo conte3JQ. .d.".lª·-ª.!.i.ªnza del Sinaí,) )
CJ!Y~_}}_ecesidad__ ~fl.alE!_Mari~Y... ~J «vino nuevo» que se dará en la que recuerda la fórmula de introducción «tres días después»: lo
<<hora» de Jesús; o -más en conformidad con el simbolismo de mismo que el pueblo de la antigua alianza responde a la revela· .1
Juan y con la polémica con la sinagoga- la gi_11_erg_e!l(;j_'!._-"!ltr".J.a ción divina asintiendo en la fe -«Haremos todo lo que el Señor /
espera~~g:Iº..t~~j:af9.~_D.:.1ª.~.!ª.l_-~jg_Q_if~i;".ª·gª"_S'..9_Jª.. -º·º·~·~-r_vaq~QJ! . c:l.~.- Ma- ha dich0>> (Ex 19, 8; 24, 3.7)-, así María revela su confianza
_ría, y la novedadsorprendent_e __q\le aporta (;risto y qye sem;mi- incondicionada en su Hiio, g-º"~ acaba de evocar el misterio de su
fe_s.tará p_le·º·ª-~~J)J~.-~P-~ll __~<!IQ:r~». Esta «hora» es el acontecimien- «hora», manifestaCión plena de él, enviado del Padre entre los
to pascual de la pasión, muerte y resurrección (cf. Jn 7, 30; 8, 20; hombres. Resulta evidente, por una parte, la identificación Ma~
12, 23.27; 13, 1; 17, 1; 19, 27), que recorre todo el evangelio de ría-Israel, en virtud de la cual resuena en ella la esp_5'nmza__clf.l
Juan como momento supremo, esperado, anunciado y preparado,
del paso de Jesús de este mundo al Padre. Es en la hora de Cristo
66. Esta interpretación estaría todavía más de acuerdo con la posible lectura
cuando el tiempo mesiánico se manifestará como cumplimiento en forma interrogativa de la frase de Jesús: «¿Acaso no ha llegado mi hora?>>.
Esta lectura indicaría que la «hora» es la que ofrece la absoluta novedad mesiáni-
ca, el «vino nuevo». Elilfavor de la interrogación está A. Vanhoye, lnterrogation
65. !bid., 212. johannique et exégese de Cana (Jn 2, 4): Biblica 55 (1974) 157-167.
~"
/02 La historia de María Maria en ~/uevo testamento , 703
C<i-nÓ-·,, ~c/,,v-i/,/"' ,¡; ,,;.-,,A,~/a#/
pueblo elegido (' 7 ; por otra, la fe de la madre, que se muestra dis- ,continuidad_y__ªl_m_i~mQ tiempo la superación del nuevo pueblo de
ponible al signo inaudito que el Hijo quiere realizar, superando Dios 'respecto al antiguo, anticipando en el signo la hora pascual
rnn el__ «vino» nuevo x atiu11_dante toda posil:ik ex¡;i~!Ctatiy?_de la en donde se_i:eali~a!~."Ji.fULl!P.~.rªc;i§g_y_presentando en la madre de
an:tig11_a ali~lJ1Z.a, y que invita a los «sirvientes» (aquí Juan no usa, Jesús la figura densa de esta continuidad en la novedad, el testi-
como en otros lugares -cf. Jn 4, 51; 15, 15; 18, 10- el término monio de la fe -necesaria para este paso- y la invitación viva a
8oillcm. sino el de 8wKóvoL. con que en 12, 26 designa a los ver- entrar en esta obediencia creyente: «Haced lo que él os diga».
daderos discípulos de Jesús) a asumir la actitud, propia de la alian-
25
za, de la docilidad perfecta a la voluntad de Dios. La figura de Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su
inadre, María la mujer de Cleofás, y María Magdalena. 26 Jesús,
_.') María se presenta entonces ligada por una parte a la esperanzª 11
al ver a su madre y junto a ella al discípulo a quien tanto quería,
Jl mesiánica y por otra a su cum12lirnien1Q_llieno e improgramable. En dijo a su madre:
ella el antiguo _p;ti'JQ_pasa al nue_v.9; Israel pasa a ser la Iglesia; la -Mujer, ahí tienes a tu hijo.
kJ'.._fü:_~o_p_yiert~ _ en evangelio a través de su fe humilde y sin condi- 27
Después dijo al discípulo:
ciones en el Hijo, hacia el que se orienta a sí misma y a los demás: - Ahí tienes a tu madre.
«Haced lo que él os diga». Y puesto que el signo de Caná es el Y desde aquel momento, el discípulo la recibió como suya.
arquetipo de los signos y anticipa la experiencia del Cristo pascual, (Jn 19, 25-27)
vivida a partir del «tercer día», se puede afirmar que, en la pers-
pectiva de Juan, María es en la Iglesia que nació con la Pascua, La escena de la madre junto a la cruz y las palabras que Jesús
l'l\~h:i<")t
aguella que presenta al Hij9_l.¡c~id'!jles de la espera y orienta moribundo dirigió a ella y al discípulo amado contienen un denso
,Jw/6'u'~ ! 11 hacia la fe en éL condición necesaria para que el vino nuevo llene valor simbólico. Se puede deducir sobre todo el recuerdo del
las tinajas de la antigua purificación. Si en la densidad del símbolo signo arquetipo de Caná, obtenido mediante la misma presencia
f Jesús es el Esposo del nuevo pueblo de Dios, María aparece como de la «madre de Jesús» (cf. Jn 2, 1 y 19, 25), llamada también
( l_ª-M'lJª ewflns_ªLsl.!'.W ])l)ljer, lª-yirgen_I~rnel, _la_lglt:si_a_yi!:g~n y aquí «mujer» (cf. Jn 2, 4 y 19, 26), y la evocación de la «hora»
.1rnadre, en el pacto nupcial, que es la nueva y eterna alianza. (cf. Jn 2, 4 y 19, 27: «a partir de aquella h9.f~¡>). Todo lo que
En este denso registro pospascual, que Juan utiliza también estabª-12refiguradQ_~1!.Jtl...~rimero @jos sign<5§'~flega a ofrecerse
con la finalidad de dar fuerza y aliento al pueblo de los peregrinos ahora en su cum¡;ilimientQ. Esta densidad revelativo-simbólica se
de Dios, no extraña que la indicación del v. 12 pueda servir para pone también de manifiesto en Jn 19, 28: «Jesús, sabiendo que
designar a la nueva comunidad mesiánica: <:P_~~!J.és" (indicación todo se había cumplido, para que también se cumpliese la Escri-
que en Juan tiene valor lógico, más que cronológico: cf. Jn 2, 12; tura, exclamó: 'Tengo sed'>>. El diálogo del Hijo con la madre y
11, 7.11; 19, 28) Jesús !Jajó aC_afarnaún, acompañado de suma- con el discípulo sella por tanto el cumplimiento de «todo», de la
dre, sus hermanos y sus discípulos, y se quedaron allí unos cuan- obra confiada por el Padre a Jesús (cf. Jn 4, 34; 5, 36; 17, 4); es
tos días». Con el don del vino nuevo y abundante nace el nuevo como si, para cumplir perfectamente su obra, el Hijo hubiese
p_~"Jilo de Dios, la comunidad escatológica basada en la fe, de 12 debido pronunciar aquellas palabras supremas. El esquema de
que María es testigo y modelo_: «Fue el primer signo realizado revelación _finalmente, que se deja entrever en el relato mediante
por Jesús. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él» la sucesión -típica <~__.ve.r:::d_e_r;,;ir-:ind_i.G_ar» con el «ahí tienes» (Jn 19,
(v. 11). El relato de las bodas de Caná manifiesta entonces la 26-27: cf. Jn 1, 29.36 y 47), invita a captar la profundidad del
misterio presente en las personas indicadas, es decir. el mi§J§JjQ
de su vocaciQn y de su misión 68 .
67. Cf. A. Serra, Maria a Cana e presso la Cruce. Saggio di mariofogia
giovannea, Roma 1978, 30: «Juan pone en labios de María la profesión de fe que 68. Cf. M. de Goedt, Un scheme de révélation dans le quatrii!me Evangile:
un día pronunció ante el Sinaí toda la comunidad del pueblo elegido». New Testament Studies 8 (1961-1962) 142-150.
102 La historia de lvJaria
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María en ~¡(uevo testamento . 103
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pueblo elegido 67 ; por otra, la fe de la madre, que se muestra dis- . continuidad y ____ª1.I1l!!:!l}}O ,tiempo la superación del nuevo pueblo de
ponible al signo inaudito que el Hijo quiere realizar, superando Dios 'respecto al antiguo, anticipando en el signo la hora pascual
con el «vino» nuevo y abµnc!ante toda posil:ile ex11ectatiy~__de la e_n_c19_nde seieaJi?:Ji:á_esa_~'!])_<:r:<t<;i_Q!LYJ2resentando en la madre de
ant:iggª-J1Jü111__z.a, y que invita a los «sirvientes» (aquí Juan no usa, ~s la figu...ffi_depsa de esta continuidad en la novedad, el testi-
como en otros lugares -cf. Jn 4, 51; 15, 15; 18, 10- el término monio de la fe -necesaria para este paso- y la invitación viva a
80GA01, sino el de ówKóvot, con que en 12, 26 designa a los ver- entrar en esta obediencia creyente: «Haced lo que él os diga».
daderos discípulos de Jesús) a asumir la actitud, propia de la alian-
25
za, de la docilidad perfecta a la voluntad de Dios. La figura de Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su
i1 María se presenta entonces ligada por una parte a la esperanza ji madre, María la mujer de Cleofás, y María Magdalena. 26 Jesús,
al ver a su madre y junto a ella al discípulo a quien tanto quería,
JI mesiánica y por otra a su cumplimi~_nj_o plel)o e improgramable. En 1
dijo a su madre:
ella el antiguo pacto pasa al nueYo; lá!:i!tl_pasa a ser la Iglesia; la -Mujer, ahí tienes a tu hijo .
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Después dijo al discípulo:
ciones en el Hijo, hacia el que se orienta a sí misma y a los demás: - Ahí tienes a tu madre.
«Haced lo que él os diga», Y puesto que el signo de Caná es el Y desde aquel momento, el discípulo la recibió corno suya.
arquetipo de Jos signos y anticipa la experiencia del Cristo pascual, (Jn 19, 25-27)
vivida a partir del «tercer día», se puede afirmar que, en la pers-
pectiva de Juan, María es en la Iglesia que nació con la Pascua, La escena de la madre junto a la cruz y las palabras que Jesús
rn~ió"ef/t moribundo dirigió a ella y al discípulo amado contienen un denso
aquella que presenta al Hijo las necesidades de la espera y orienta
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(f:s~~~e~§~:~~r1:~;u~~le~,u~:~:n~f~rs;e~i;í~cl~~~e~~r::~ aquí «mujer» (cf. Jn 2, 4 y 19, 26), y la evocación de la «hora»
(cf. Jn 2, 4 y 19, 27: "ªpartir de aquella hQr~¡>). Todo lo que
S.mactre, en el pacto nupcial, que es la nueva y eterna alianza.
En este denso registro pospascual, que Juan utiliza también estab.ª_mefigurado e_n el primero de los sign~§.a1Iega a ofrecerse
con la finalidad de dar fuerza y aliento al pueblo de los peregrinos ahora en su cum12limiento. Esta densidad revelativo-simbólica se
de Dios, no extraña que la indicación del v. 12 pueda servir para pone también de manifiesto en Jn 19, 28: «Jesús, sabiendo que
designar a la nueva comunidad mesiánica: <~y_és_ (indicación todo se había cumplido, para que también se cumpliese la Escri-
que en Juan tiene valor lógico, más que cronológico: cf. Jn 2, 12; tura, exclamó: 'Tengo sed'>>. El diálogo del Hijo con la madre y
11, 7.11; 19, 28) Jesús baj(i_JL!=ll(arnaún, acompañado de suma- con el discípulo sella por tanto el cumplimiento de «todo», de la
dre, sus hermanos y sus discípulos, y se quedaron allí unos cuan- obra confiada por el Padre a Jesús (cf. Jn 4, 34; 5, 36; 17, 4); es
tos días». Con el don del vino nuevo y abundante nace el nuevo como si, para cumplir perfectamente su obra, el Hijo hubiese
[l_l!_eblo de Dios, la comunidad escatológica basada en la fe, de la debido pronunciar aquellas palabras supremas. El esquema de
que María es testigo y modelo: «Fue el primer signo realizado revelación _finalmente~ que se deja entrever en el relato mediante
por Jesús. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él» Ja sucesión -típica ~~yer-::d~cir:_in_d_i_c---ªf» con el «ahí tienes» (Jn 19,
(v. 11). El relato de las bodas de Caná manifiesta entonces la 26-27: cf. Jn 1, 29.36 y 47), invita a ca[l!ar la profundidad del
tnisterio presente en las personas indicadas, es decir. el mi.s.terio
de su vocación y de su misión 68 .
67. Cf. A. Serra, Maria a Cana e presso la Croce. Saggio di mariología
giovannea, Roma 1978, 30: «Juan pone en labios de María la profesión de fe que 68. Cf. M. de Goedt, Un scheme de révélation dans le quatrii!me Evangile:
un día pronunció ante el Sinaí toda la comunidad del pueblo elegido». New Testainent Studies 8 (1961-1962) 142-150.
704 La historia de María María en el nuevo testamento 105

'I , . r Esta. • densidad simbólica no excluye un núcleo histórico de la ta decía a la antigua Jerusalén: «Alza la vista y mira a tu alrede-
t HO<lllJIAD
\ narrac1on, que h ay que re f er1r
. a una tra d.1c1on
. . JOanea
. 'f"
espec11ca, dor; todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus
<O ya que en ninguna otra obra del nuevo testamento se encuentra hijas las traen en brazos» (Is 60, 4; «he aquí a tus hijos reunidos
inguna mención de María en Jerusalén durante la pasión. En juntos», según los LXX), así también el profeta escatológico le
contra de la historicidad parecen estar la presencia del discípulo dice a la nueva Jerusalén-madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
al pie de la cruz, ya que es sabido que los discípulos habían huido María rernesentaría juntamente al ¡:>ueblo elegido de la antigug \
en aquella hora (cf. Me 14, 50; Mt 26, 56; Jn 16, 32), y la presen- alianza y al nuevo ¡:iueblo de Dios, reunido por el sacrificio pasJ,___
"a'cia tan cercana de las mujeres, que en los sinópticos se mantienen cual de Cristo. Al lado de la madre está el discípulo «a quien (}¡;dfúlo ¡J:i
~a cierta distancia. Hay que reconocer además que, «paradójica- (Jesús) tanto quería» (v. 26); indicado por tres veces con el artícu- ¡¡w
\\ mente, si la escena no es histórica, sino que madre de Jesús y lo determinado --«el discípulo» (v. 26-27)-- es caracterizado ulte- ./¡
~discípulo amado están presentes por inventiva teológica de Jn, riormente como el discípulo «a quien tanto quería». No es difícil 1 ""' f'Áic·
puede que eso subraye la importancia de María en la comunidad captar en este subrayado la evocación simbólica de cualquier otro f ·~
joánica; escasamente hubiese creado el evangelista la escena cen- discípulo, en el que por causa de la fe se realiza la palabra de Jn
[!!al de la crucifixión, si no revistiese un significado»"- Sin embar- 14, 21: «El que acepta mis preceptos y los pone en práctica, ese
go, nim;Jln..a~g1.1m.rnl.o.Qf_Qis.iY.9P.l!!lef&.~ historicidad de la me ama de verdad; y el que me ama será amado por mi Padre.
escena trasmitida por el cuarto evangelio, cuya característica es También yo lo amaré ... ». Se trata, en otras palabras, del <<tipo»
precisamente la de dejar percibir la profundidad del misterio que del discípulo, de la figyrn __d~aquel que, respondiendo al amor, es
se ofrece en la concreción de los hechos que se narran. o.!;?kto ¡:>articular del amor del Padre y del Hijo; es el discípulo
'.)JblJlloJ(/\W ¿Qué significado tiene entonces este denso carácter simbólico perfecto, fiel hasta la cruz (v. 26), testigo del misterio fecundo de
· del relato? Para entenderlo conviene tener en cuenta el trasfondo la sangre y del agua que brotaron del costado traspasado del Cru- ,
(i en que se sitúa la redacción del cuarto evangelio, escrito en un cificado (cf. Jn 19, 35) y testigo privilegiado de su resurrección•/,, reeih\o
\ °l:onteictcu;le.P_Qlémis:1LcQ!l.JJ!_~ürn~ga,"be aleiamifJJ!Q_Jfc!!!RQIJll (cf. Jn 20, 8) 70 • A partir de la «hora» de la cruz (cf. v. 27),...f) rJi"'~ w¡a:
\ ¡;l~_ J9:-,L -~·ºº11t~.~.ürris:.nt.Q_§_!llif!J1Q9s :#.!t~__11_n_ rc:;:Jrª_$.2._Yg_J;..QnsiQ.~TII12l~ discípulo acoge a la madre «como suya» (Ele; -rU 1.'0tu: v. 27) supe-
1 d.<;__ la 12arusía, que muchos habían considerado inminente. A esta rando la pura acogida material «en su casa», Esta expresión tiene
Jif!ri \ comunidad --desafiada desde fuera por el judaísmo y por los pri- en el vocabulario de Juan el valor de «mundo vital, de ambiente
~ ¡ meros atisbos de persecución, y desde dentro por la crisis relativa existencial» (así Jn 8, 44, referido a Satanás; 15, 19, referido al
/ a la exacta comprensión de la escatología-- se le presenta la esce- mundo; 1, 11, de Israel en relación con el Verbo; 10, 4, de los
i na de la madre junto a la cruz, último acto anterior al cumpli- discípulos en relación con Jesús; 16, 32, referido a los discípulos
'\..miento supremo (v. 28). La m.adre eLllama<!ªr>QLJe.súu:gJJ....<"l en sentido negativo); sirve m!ra indicar que la madre entra en lo
~¡:>elativo de «mujer» (v. 26), expresión que es inusual en las rela- .P..ISll.\i_nd9___cl.<:_la vida del discjpulo. forma l'ª ¡:>arte inseparable de
ciones familiares y que ya está presente en el relato de las bodas la_Jni§.mª~·-"-2~.Q.. !!!!J:>j.<;_n...Y.-\l!l. __ valor irrenunciable. A la luz de
(, de Caná. Este término puede evocar a la «mujer» de Gén 3, pero estos significados ahora es posible interpretar el sentido de las-===;1;:,;:,
\\l a__q!lÍ quizás recuerda más exactamente a Jerusalén y al pueblo relaciones que el Crucificado establece entre la madre y el discí- ttad.t# d'"'f'
- elegido, representados en el lenguaje bíblico con la imagen de pulo según el testimonio de Juan. En primer lugar,.en cuanto que© . -M 15r.
una mujer (cf., por ejemplo, Jer 2, 2; Ez 16, 8; 23, 2-4 y Os 1--3; la «muje~» es la figura del antiguo Israel y el discípulo de la Iglesia »wyr- · •
Is 26, 17s; Jer 31, 4.15, respectivamente). Lo mismo que el profe- creyente, el mensaje que se deduce es que el antiguo Israel entra ·

69. R. E. Brown-1(. P. Donfried-J. A. Fitzmyer-J. Reu1nann, María en el 70. l. de La Potterie, Le témoin qui demeure: le disciple que Jésus aimait:
nuevo testamento, 203. Biblica 67 (1986) 343-359.
106 La historia de Maria María en el nuevo testamento 107

a formar parte de 1nanera vital del nuevo Israel. En el diálogo-


polémica con Ja sinagoga, el evangelista parece decir que Ja Igle- b) Apocalipsis 12 (95d·GJ
sia es el verdadero Israel, el nuevo pueblo de Dios; antes que
El autor del Apocalipsis, que se presenta en Ap 1, 1.4.9 y en
una traición es el cumplimiento del antiguo pueblo. Por otra par- 22, 8 con el nombre de Juan, habla con una autoridad que podría
te , _1ª_JgJ.~i<1J:.~.!;.Q!1QJ;~~--cJ1_J~ra ~ l ª----~llJt:PJjgµfl.J}_l_g c;l i:~._YJ.ª__UYY.<l:_ª ;;;:µ identificarlo con el apóstol y evangelista, como sucedió de hecho
.!!!Jl_l1QQ.Yi1ª.!. En segundo lugar, en cuanto que la «mujer» repre-
en la tradición cristiana más antigua; también su doctrina y su
© senta al pueblo nuevo de la era mesiánica y el discípulo es el lenguaje son de origen joaneo. Sin embargo, Ja falta de toda
/'licr= "'"' •A'.l!o modelo de cada uno de Jos creyentes, su recíproca pertenencia referencia al conocimiento personal del Jesús histórico por parte
1 1 sirve para indicar la mutua relación de pertenencia entre la Igle-
del autor, y las evidentes diferencias de estilo, de terminología y
sia-madre y los hijos de la Iglesia; la Iglesia está en el corazón
de contenido con el cuarto evangelio, incluso inexplicables por
d.tl_dis.cjpulo_gi_mo_!llªdre amada, como un bien precioso que le
la diversidad de objeto y de género literario, harían pensar e1l.!!!! ~
__h¡¡_rnnfiado el red<entor crucific'!QO. Finalmente, al ser la Madre
-ª11-!QI._di~Jilli.9..,. __ .ª·ª!I.9.ll_~_JLe_r:Jep_IS}~D_t~---'"'~J....~rn.biente. del apóstol
@de Jesús una mujer concreta, el texto parece indicar _µna__ _relación
Juan. La fecha de composición puede situarse en el reinado de
M¡J,,k'/!' , privilegiadaentre eUJ! y cada unodel()s c;reyen_te_s, más allá de la Domiciano, probablemente por el año 95. El contexto histórico f,J,,
= r"1/ c~lh relación entre ella y el conjunto de la familia escatológica del
1
Señor: María forma parte de la Iglesia y de la vida de fe del -que.a··c···lª.ra la intención del autor- parece ser el de la incipiente \
Q!§cípulo como bien preciosQi como valor vital; pero juntamente
g"rn.egucióp de los cristianos _poLpar\e de los ju_díou.....cte _los w.Jf!¡ h
~gs; ~C2.l)Suelo y es¡¡eranza en la v1ctona fmal del Senor j '. Y
@en ella la Iglesia y cada uno de los creyentes podrán reconocer a
a unos creyentes probados en la fe es el objetivo principal de la ..f•
.. !·ª-~ªº-'-'' confiada a ellos y a la que ellos es11Í!l....\Jlmb.ii\n.c9J1fia- redacción del libro.
dos. El juego simbólico del texto se movería entonces en cuatro
l niveles:@ relación entre dos significados colectivos (Israel-Igle- 1
.JJna gran señaJ apareció en el cielo: una mujer vestida del sol,
~ sia);@ relación entre un significado colectivo y uno individual con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su
,::_º }(Iglesia-individuo creyente);@ relación entre un significado in- cabeza. 2 Estaba encinta y las angustias del parto le arrancaban
:,¡;\ir.> ~dividua! y uno colectivo (la madre de Jesús y la Iglesia);@rela- gemidos de dolor.
3
;}" ;, ción entre dos significados individuales (la madre de Jesús y cada Entonces apareció en el cielo otra señat un enorn1e dragón
·~.uno de los creyentes). La densidad simbólica del conjunto corres- de color rojo con siete cabezas y diez cuernos y una diadema en
!/ pendería a las intenciones últimas del cuarto evangelio: la rela- cada una de sus siete cabezas. 4 Con su cola barrió la tercera parte
de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra.
1 ción Israel-Iglesia iluminaría la tensión dialéctica entre la comu-
Y el dragón se puso al acecho delante de la mujer que iba a
\:' 1/ nidad de Juan y la sinagoga; el juego de relaciones Iglesia-indivi- dar a luz, con ánimo de devorar al hijo en cuant0 naciera. 5 La
J J¡ duo creye_nte y María-Iglesia~discípulo sería motivo_ de consuelo mujer dio a luz un hijo varón, destinado a regir todas las naciones
;

.1' ,,li y de confianza frente a las amenazas de persecuc1on y frente a con vara de hierro; el cual fue puesto a salvo junto al trono de
--~=.i:"l=a=s....d.ificultades anejas al retraso de la parusía. Bajo esta luz, Jn Dios, 6 mientras la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar
¡¡
jConJ"'1,>; 19, 25-27 se muestra como un testimonio maduro del significado
L...--~ 1 que la Iglesia de los mártires y de los peregrinos atribuye a la
preparado por Dios para ser allí alimentada durante mil doscien-
tos sesenta días.
7
1 Madre del Señor para su vida presente y su esperanza futura 71 • Se trabó entonces en el cielo una batalla: Miguel y sus ánge-
les entablaron combate contra el dragón. Lucharon encarnizada-
mente el dragón y sus ángeles, 8 pero fueron derrotados y los arro-
71. Se nos ofrece una resefia de las diversas interpretaciones del simbolismo jaron del cielo para siempre. 9 Y el gran dragón, que es la antigua
de Jn 19, 25-27 en R. E. Brown-K. P. Donfried-J. A. Fitzmyer-J. Reumann,
María en el nuevo testamento, 200s. Cf. sobre todo esto A. Serra, Maria a Cana serpiente, que tiene por no1nbre Diablo y Satanás y anda sedu-
e presso la Croce, 79-121. ciendo a todo el mundo, fue precipitado a la tierra junto con sus
ángeles. rny en el cielo se oyó una voz potente que decía:
108 La historia de María iV!aría en el nuevo testamento 109

Ya está aquí la salvación y el poder preparado un refugio (cf. v. 6), mientras que se desarrolla la
y el reinado de nuestro Dios. lucha entre Miguel y sus ángeles contra el dragón (cf. v. 7s), que
Ya está aquí la potestad de su Cristo. sale derrotado y por eso mismo, precipitándose sobre la tierra,
Ha sido precipitado el acusador acosa a la mujer y a su descendencia (cf. v. 13.17), que no su-
de nuestros hermanos,
cumben a pesar de todo (cf. v. 14.16). Es evidente el trasfondo
el que día y noche
los acusaba delante de nuestro Dios. veterotestamentario del relato: en primer lugar se recuerda el")
11 Ellos mismos lo han vencido t-':~t.9 de Q_é_ILl,_12, que anuncia 1ª__p_<:~.@~_en_el"_ista_d_en_tre_la 0 Gm 3
por medio de la sangre del Cordero ml,ljer_y_JQ serpi-':nte, entre la descendencia de ésta y la descen-
y por el testimonio que dieron, dencia de aquella, ya que la descendencia de la mujer aplastará
sin que el amor a su vida la cabeza de la serpiente, expresamente identificada en Ap 12, 9
les hiciera temer la muerte. como da antigua serpiente, que tiene por nombre Diablo y Sata-
iz ¡Alegraos, por tanto, ciclos nás y anda seduciendo a todo el mundo». Igualmente se evoca el
y los que habitáis en ellos!
c_()l11í'.Kl.Q del éxodo, con el tema del desierto (v. 6) y con el moti- ®E.<<9
Temblad, en cambio, tierra y n1ar,
porque el diablo ha bajado a vosotros
vo de las «alas de águila» dadas a la mujer para volar hacia él
rebosando furor, (cf. v. 14 y Ex 19, 4: «Ya habéis visto lo que he hecho con los
al saber que le queda poco tiempo. egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y
13 Al verse precipitado a la tierra, el dragón comenzó a perse-
os he traído a mfo). También la imagen de la tierra seca que
absorbe el torrente de agua (cf. v. 15-16 y Ez 14, 9 y 15, 2: el
guir a la mujer que había dado a luz al hijo varón. 14 Pero a la
n1ujer le fueron dadas dos alas de águila real para que volara a su faraón es llamado el «gran dragón» en Ez 29, 37). Mientras que
lugar en el desierto y fuera allí alimentada, lejos de la serpiente, lª imagen del drag_Q.11 y lª_gl!eira_dd_>ü1gd.Migµelrncuerdan _a @) 10
1
durante tres tiempos y 1nedio. 15 Lanzó entonces la serpiente de Dan 7, 7 y 10, 3, la figura de la «mujer» evoca a la nueva Jerusa- '· i
sus fauces un torrente de agua para ahogar en él a la mujer. lén, madre del pueblo mesiánico (cf. Is 66, 7) y en general a@os. jts.
_Q.Yete.so.~-
l(i Pero la tierra socorrió a la mujer: abrió su boca y absorbió el

torrente que el dragón había lanzado de sus fauces. 17 Irritado el ~.§JªJJI~º!?.:r.!9 contribuye a dar a la escena un denso valor mesiá-
dragón por su fracaso con la mujer, se fue a hacer la guerra al Isra. e·l··· ··(·. . c. f.. _º······s .1-.·3···;·I·s····2·6··'
nico-escatológico y permite · l. 7s.reconocer
y. J. er. 3.. l. ,_4en )... Jmujer,
. 1. 5..la ..l. ltr<tsfün\I.
-~Q11AI.~H·ª-el
¡
resto de. su linaje, a los que observan los mandamientos de Dios
y dan testimonio de Jesús. 18 Y el dragón se quedó al acecho junto
_ili:Ja espera, al nuevo Isrnel_d<eLcum_plimiento; con el.pueblo de
laantigua alianza al_de;Ja_alianza J1l!ev.a_y_Q.efinitiva. Confirma
a la orilla del mar.
(Ap 12, 1-18) esta interpretación el modo con que se presenta a la mujer: «Ves-
tida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estre-

:;a~u~~1;ª~~-~:::~';o~~r12~Í~~~~!~~[r~:;,~J!~~~!ª b~~~'.~~~r»I
El capítulo 12 del Apocalipsis presenta una «gran señal» 1
(v. 1: mwi:1ov ~u:yu) que aparece en el cielo (ó\<pS11 es el verbo ct :
de las teofanías y de las apariciones del Resucitado: cf., por está «envuelto en un manto de luz» (Sal 104, 2); el estar «vestid~~[
ejemplo, 1 Cor 15, 5-8). Esta introducción solemne, que evoca Q."!...§.<?.!.»._ª_¡;erce_ a la mujer a la figura de Sión..revestida de magni-
la teología joanea de los signos y el conjunto de la revelación ficencia (cf. Is 52, 1) y de vestiduras de salvación (cf. Is-61-;-10) ~
pascual, pone inmediatamente en evidencia teológico-simbólica el tiempoescatológico. Puesto que la luna es E..~tro con que se7 Ju~'
a la figura objeto de la señal, una «mJ!i~r» (v. 1) que da a luz a mid.,.l! __lostie!TIJJQS (cf. Gén 1, 14-19), tener la luna bajo los pies/
un hijo (v. 5). A e_s~a.señalseco_n_trapone_gtra: el «dragón» (v. significa que se le asegura a la mujer la victoria sobre la sucesión¡
3), no menos densa en significado simbólico(ó\<pSq i!.Ho mwc\ov de las estaciones; ella no sucumbirá a las vicisitudes terrenas.J , 11
lv t<il oúpuvc¡i) La mujer huye al desierto, en donde.Dios le tiene Finalmente, la corona de doce estrellas recuerda tanto a las·beoJ,t:íi/;
110 La historia de María María en el nuevo testarnento 111

tribus del antiguo Israel (cf. el sueño de José en Gén 37, 9), nuevo Israel, conoce el tiempo de ¡¿~·d;;¡-;;;~-;; de parto y es -r,,Je,.f-tl.c18'
como a «1Qi;__dofe.ª1J_óstoles_ciel Cordero» (Ap 21, 14), fundamen- objeto de la persecución del dragón; pero así como su Señor ha &Pif.~i
to de la nueva Jerusalén. Este conjunto de símbolos nos mueve ¡ sido vencedor de la muerte y del antiguo adversario con su pas-
---r,;¡ !/a ver en la mujer al pueblo de Dios de las dos alianzas, al antiguo cua, también la comunidad mesiánica superará la prueba y será
~ l__I§!.i:l:~l_gg·~-~,~Q..f.l!~!J._tr"ª.,-~!ol--~umpl!rnJ.s:.n1º:-..§J!P.!Yración en el nuevo. salvada por el poder de aquel que está junto al trono de Dios.
{,~ o(nl o:O Esta mujer da a luz a «un hijo varón, destinado a regir todas El triunfo pascual del Hijo d_"1;! muje.r..<eª-.an!ifj¡:@;i.Qn.YPLo!lle:
Q ••p;~ las naciones c_on vara de hierro, el cual fue ~uesto a salvo junto §.ª s,~gg_r_~_li~.Uriunfo escatológico de la Iglesia de la lll!.ev.a_a_liª-I1·
j lit• .a al trono de D10s» (v. 5); es la madre del Mesrns-rey, engendrado '.{.<!, aun cuando esté viva en el presente en medio de los dolores
en el dolor - la mujer «estaba encinta y las angustias del parto le de parto, atravesando su «desierto», tiempo de prueba y de
arrancaban gemidos de dolor» (v. 2)-, objeto del feroz odio del gi:acia análogo al del antiguo Israel 73 :F-Ya está aquí la salvación
dragón (cf. v. 4b), elevado al trono de Dios (cf. v. 5). ¿De qué y el poder y el reinado de nuestro Dios. Ha sido precipitado el
es figura este parto doloroso unido a la inmediata exaltación? La acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba
@fonexión e.!1\r.e_ las angustias de la __1nl!.i~l odio de la bestia y la delante de nuestro Dios. Ellos mismos lo han vencido por me-
elevaci§;ulelJiiio_ll_a_ce_l'".nsar en el misterio pascual; por otra dio de la sangre del Cordero y por el testimonio que dieron»
@ parte ,...c.s.12rom11 del .e.vm1g;;lio_d_e}l1_ª11Ja ir1iageI1 delparto aplica- (Ap 12, 10-11).
,¡ r '1
da al paso de la tristeza al gozo de los discípul9_s en la e:X:P.Y.!ie.m:ia Una vez admitida la relación de la mujer y de sus problemas ~ 't;.ri;l
d~_Ja.muerte y re:_su_rr.~G~jQ_g qgJ Señ_gr: «Cuando una mujer va a con el pueblo de Dios, Israel-Iglesia, cabe preguntarse si es posi- 2. r •
dar a luz, siente tristeza, porque le ha llegado la hora; pero cuan- ble reconocer también aquí una referencia a la persona de María.
do el niño ha nacido, su alegría le hace olvidar el sufrimiento En favor de la misma está el hecho de gue la «mujer» de Ap 12
pasado y está contenta por haber traído un niño al mundo. Pues es la madre del Mesías-rey. En la comunidad cristiana, desde sus
lo mismo vosotros: de momento estáis tristes; pero volveré a orígenes, era muy conOClda y estaba bien identificada la Madre /
/
veros y de nuevo os alegraréis con una alegría que nadie os podrá del Señor; por esQ..12arece imposible excluir al menos cierta re fe- . .:;;1 ,
quitar» (Jn 16, 21-23). Además, el texto del v. 5 parece recordar rencia a ella, especialmente dentro del cuadro de la teología joa- 1
los salmos 2, 8.9 -«Te daré en herencia las naciones ... , las :rria- nea de la presencia de la madre junto a la cruz en la «hora» del
chacarás con cetro de hierro»- y 110, 1 -«Oráculo del Señor a Hijo (cf. Jn 19, 25-27), que se dirige a ella llamándola precisa-
mi señor: Siéntate a mi derecha» - , utilizados muy frecuente- mente «mujer» (v. 26); o de su papel en Caná, en el «signo»
mente en relación con la resurrección (cf., por ejemplo, Hech 4, arquetipo, denso compendio del misterio pascual (cf. Jn 2, 1-12),
25-28; 13, 33; Ap 2, 27; 19, 15, para el salmo 2; y Hech 2, 33-35; en donde igualmente el Señor la llama «mujer» (v. 4). La presen-
7, 56; Ap 3, 21, para el salmo 110). La idea de la resurrección cia de esta referencia confirmaría cómo la Iglesia, probada por
expresada en términos de concepción está atestiguada finalmente los primeros preludios de la persecución, podía evocar la figura
en Hech 13, 32-34. El parto d_e la mujer en Ap 12 y la exaltación de la madre de Jesús como densa imagen de la vocación y de la
, \' del hijo que le ha nacido serían entonces un símbolo denso de la historia de todo el pueblo de Dios, y por eso mismo señalada
[Jl,.J_,,,.,,, ~ victoria ascua! sobre el dolor sobre las pruebas infligidas_J;lQL como motivo de aliento y de esperanza frente a los dolores pre-
¡ el antiguo enemigo ?2 • sentes. En la mujer Mar.iª¡ la Iglesia de los mártires y de los ~11'' dJ) 1
ü 11ifl'{I¡'
Teniendo en cuenta el doble simbolismo de la mujer y del peregr_illos___PQQÚtJ.~_Q!].Q_cer _las grandes lí11~as de su destino,
parto, el mensaje de Ap 12 podría compendiarse así: la Iglesia,

73. Cf. en esta línea, por ejemplo, la interpretación de U. Vanni, La decodi-


72. Sobre la interpretación de todo el Apocalipsis a partir del misterio pas- ficazione del «grande segno» in Ap 12, 1-6: Marianum 40 (1978) 121-152, así
cual, cf. E. Corsini, Apocalisse prima e dopo, Torino 1980. como Id., Apocalipsis. Una asamblea litúrgica interpreta la historia, Estella 1983.
J/2 La historia de María
2
tQtalm~.nte referido al de su Hijo, crucificado y resucitado para
los hombres. Si hay que presentar esta interpretacion con cierta María en la historia de la fe
cautela, la verdad es que no puede ser excluida sin más: «Subra-
ya, más bien, la riqueza múltiple, supraconceptual del símbolo
que raras veces se explota por completo» 74 •
1 * * *
El testimonio del nuevo testamento sobre María, la Madre
del Señor, se ofrece -como hemos visto- con gran sobriedad, ¿La «Madre del Señor» (Le 1, 43) del nuevo testamento es la
pero también con suma densidad. En los diversos niveles de María de la fe de la Iglesia?
desarrollo de la presentación y de la profundización pascual de Esta pregunta se justifica si se comparan los datos, densos
su figura, desde los comienzos hasta el rico simbolismo del pero sobrios, del testimonio bíblico con las afirmaciones del dog-
evangelio de Juan y del Apocalipsis, María aparece en la singu- ma respecto a la Virgen Madre de Jesús: su virginidad perpetua,
l.<1ri.clª<!c~'LY2f-ªción y de su misiqn marcada totalmente R2! su cualidad de Madre de Dios, su inmaculada concepción y su
la in~11~g_ad de su relación con el Hijo, con la Trinidad, con asunción gloriosa. Hay quienes ven entre estos dos polos una
Israel, __c_QJ!JªJ.glesia. En ella se entrecruzan las líneas funda- discontinuidad que, para las dos afirmaciones dogmáticas defini-
mentales del antiguo y del nuevo pacto; en ella se celebra la das en la época moderna, se convertiría incluso en separación y
alianza entre la tierra y el cielo, alianza que es el mismo Jesús en infidelidad radical: el dogma mariológico en su desarrollo ca-
en persona, su Hijo. En la sobriedad de lo que es María se tólico sería el signo más evidente de la «humanización» del cris-
condensa la totalidad de la historia de la salvación y de las múl- tianismo realizada por el catolicismo romano. El culto a María
tiples relaciones que forman su entramado; por eso podría com- ofrecería la expresión más clara de este proceso: «El desarrollo
pendiarse el mensaje de la Escritura en torno a la Virgen Madre histórico del catolicismo parece haber asumido la tarea de reva-
diciendo que es icono de todo el misterio cristianQ, la palabra lorar cada vez más los aspectos humanos relacionados con la con-
cepción cristiana de la salvación, reivindicando piadosamente,
..t...º. d.º
C¡·¡ ªbre····_"-_'. ·ªd.-ª- . d..e.·.··.- .. ·l·o·__:q_ _ .u_-"-_. e___1_··.-.º. jo·s· . trinitario h.ª. ce por el hombre frente a la 'sola gloria de Dios', una porción congruente de gloria
y al mismo tiemp9 ele. tod.o .lo que la. cri.at.11ra_filt_~QQJ:.apacitada
\ por s.11 ..Q.ios. ¡:iaxa_Q!r~ºer1.,_.,11_remuesJ!Lcle_~_li)lertad. María también para el hombre. En esta perspectiva general el culto a
en la Escritura -aun dentro de la sobriedad de los textos y María revela su coherencia interior, la lógica de su desarrollo y
gracias a su densidad - manifiesta a la Escritura en María. La su naturaleza exquisitamente católica; pero es el catolicismo en
totalidad del designio salvífica de Dios se ofrece en la parte de su aspecto peyorativo, no cristiano, el que se expresa cada vez
la mujer de Nazaret, elegida por el Eterno como madre del más conscientemente en este desarrollo» 1•
Hijo que ha venido a habitar entre nosotros. No cabe duda de que la fe eclesial en torno a María es, en su
desarrollo dogmático, un signo distintivo de la Iglesia católica:
«La mariología, entendida aquí como la doctrina de la Iglesia
católica sobre María santísima, representa el caso ejemplar de
los dogmas del catolicismo. En efecto, su evolución ofrece, en

74. Id., La decodificazione del «grande segno», 152. Cf. ta1nbién en este
sentido las conclusiones de A. Serra, Biblia, en NDM 375-378. 1. G. Miegge, La Vergine Maria. Saggio di storia del dogma, Torino 31982,
215.
114 La historia de María María en la historia de la fe ]]5

primer lugar, los ejemplos más instructivos por el juego de fuer- de las formulaciones de fe, sino también en el de la comprensión
zas de los diversos factores de desarrollo de los dogmas y por la objetiva, y por eso mismo incluye la adquisición de verdades que,
multiplicidad de cuestiones que el desarrollo de las proposiciones aunque no añadan nada nuevo a todo lo que ya se ha dicho en
de fe plantean a la conciencia religiosa y a la historiografía críti- Cristo, se presentan) sin embargo) como novedades reales en
ca. En segundo lugar, precisamente este conjunto de dogmas comparación con lo que anteriormente se había conocido y afir-
se revela como la encrucijada de otras verdades de fe y de su mado de forma explícita» 5 . El desarrollo se muestra sustancial-
desarrollo. En tercer lugar, su génesis abarca el arco entero de mente homogéneo, aun dentro de la mutación de las expresiones
la historia de la Iglesia y de la historia de los dogmas» 2 . lingüísticas en que se formuló la fe, de los horizontes de com-
También es indiscutible el desarrollo de la reflexión de fe prensión en que se pensó y de los niveles de profundidad a los
sobre el misterio de María y de la veneración que se le ha tribu- que en cada ocasión llegó la inteligencia de la revelación. Sin
tado en el curso de la historia: un desarrollo que conoce una esta «continuidad discontinua», sin la identidad real dentro de la
persistente oscilación entre la alabanza y el olvido. «Tras una novedad y diferencia real, el desarrollo dogmático no expresaría
oleada de atributos, títulos y honores espléndidos viene casi ne- la condición histórica de la Iglesia peregrinante, idéntica pero
cesariamente una contraoleada similar, pero que puede igual- siempre nueva en la tensión, típica del «entretiempo» de la salva-
mente acallarse en la arena de un olvido teológicamente indig- ción, entre el don <<ya recibido» y la promesa «todavía no» cum-
no» 3 . Este «subir y bajar de las etapas mariológicas», que marca plida plenamente.
y provoca su desarrollo, puede explicarse por otra parte en un Es esta identidad en la alteridad, esta continuidad en la supe-
triple nivel: «Es ante todo la oscilación de lo femenino en cuanto ración histórica de la fe eclesial respecto a la Madre del Señor, lo
taL .. », en la absoluta paridad de dignidad con lo masculino, aun- que nos gustaría mostrar aquí, no ya a través de una historia de
que dentro de la «irreductible duplicidad». Es en segundo lugar los dogmas marianos de la que existen válidos ejemplos 6 , sino a
«la oscilación típicamente mariana entre la 'humildad de la escla- través de la confrontación entre el análisis y la interpretación de
va' y el 'me llamarán bienaventurada todas las generaciones'». Y las dos formulaciones dogmáticas de la Iglesia antigua sobre Ma-
es «finalmente la oscilación tan difícil de definir que vige entre ría - la virginidad perpetua y la maternidad divina - y las dos de
los eones: la pertenencia simultánea a la zona supra e infralapsa- los tiempos modernos -la inmaculada concepción y la asun..:
ria y, dentro de la segunda, la simultánea pertenencia a la zona ción-. La elección de este doble acoplamiento está justificada no
veterotestamentaria ('la carne y la sangre') y neotestamentaria sólo por razones histórico-cronológicas sino también por la diver-
escatológica' ('bajo la sombra del Espíritu')» 4 , La mariología se sidad de horizonte hermenéutico que se deja vislumbrar y que
desarrolla en estos campos de tensión, entre inevitables acentua-
ciones y sucesivos olvidos, entre silencios e inesperados redescu-
brimientos. 5. A. G. Aiello, Dogmas, en NDM, 627.
Pero todo esto no elimina una continuidad fundamental entre 6. Baste recordar la obra tan documentada de G. Sóll, Storia dei dogmi
mariani, con abundante bibliografía y la breve síntesis de A. G. Aiello, Dogmas,
la fe bíblica y la fe eclesial, no ya en el sentido de repetición de en NDM, 615-632. El citado volumen de O. Miegge, La Vergine Maria, se preMa
lo idéntico, sino en el de la identidad en la alteridad, de la conti- a fuertes polémicas e impresiona por la pobreza de la exposición bíblica, sorpren-
dente sobre todo en un autor evangélico, aunque justificada quizás por el estado
nuidad en la superación vital: «En realidad, el desarrollo tiene de la exégesis en el momento la primera edición de la obra (1950). Cf. también
lugar no sólo en el terreno de la penetración subjetiva, es decir, Th. Koehler, Historia de la mariología, en NDM, 834-856 y E. M. Toniolo,
Padres de la Iglesia, en NDM, 1514-1554, an1bos con bibliografía. Se nos ofrecen
colecciones de textos patrísticos en D. Casagrande, Enchiridion marianum bibli-
2. G. S611, Storia dei dogrni mariani, 15. cum patristicum, Roma 1974·, S. Alvarez Campos, Corpus marianum patristicum
3. I-1. U. von Balthasar, Teodrammatica TTI. Le persone del drarnma, Milano (6 vols.), Burgos 1970s y G. Gharib-E. M. Toniolo-L. Gambero-G. Di Nola,
1983, 276. Testi 1nariani del primo millennio I. Padri e altri autori greci, Roma 1988 (previs-
4. !bid., 276s. tos otros tres volúmenes).
116 La historia de María María en la historia de la fe 117

influye en la diversa acentuación de los contenidos: «Los cuatro discípulos. Esta confesión tiene un carácter histórico-narrativo:
dogmas marianos ... pueden dividirse claramente en dos grupos, une al humilde nazareno, sometido a las vicisitudes terrenales
partiendo tanto de su contenido como de su proceso evolutivo. La que culminaron con su vergonzosa muerte en la cruz el viernes
fe de la Iglesia en la maternidad divina y en la virginidad de María santo, con el Resucitado de Dios, que es el Señor y el Cristo en
va unida indisolublemente con la fe en Cristo y con su formulación el doble sentido de estas fórmulas pascuales, que indican al mis-
histórico-dogmática. Los llamados 'nuevos' dogmas marianos (in- mo tiempo la condición divina del Resucitado y su valor decisivo
maculada concepción y asunción) se basan ciertamente en la digni- para la salvación del hombre 8 . El acontecimiento pascual -como
dad y en el significado de la Virgen Madre de Dios, pero toman acto del poder de Dios Padre, que en el Espíritu santo da la vida
igualmente en consideración sobre todo la figura moral de María plena de Resucitado al Crucificado y en él a todos los hombres,
y además se distinguen por la modalidad de su motivación teológi- de los que se hizo solidario hasta el fondo en la hora de la cruz
ca y de su desarrollo hasta la decisión doctrinal de la Iglesia» 7 • El (cf. Rom 1, 4)- revela no solamente una «cristología ascenden-
análisis y la interpretación de los dos momentos dogmáticos, a la te» o «desde abajo», es decir, de la exaltación-glorificación del
luz de 'los contextos en que se expresaron, podrá permitir su com- «humillado», sino también una «Cristología descendente» de su
paración con el testimonio bíblico y su mutua comparación, para procedencia de Dios, de su ser de condición divina, que no que-
destacar los elementos de continuidad y de novedad y examinar da anulado, sino sólo velado, por la condición de «kénosis» (cf.
las condiciones y las posibilidades de su recepción ecuménica. F1p 2, 6s). Pues bien, es precisamente dentro del interés por la
«cristología descendente» donde -ya desde los primeros testimo-
nios de la fe cristiana, como hemos visto analizando el dato bíbli-
l. Virgen y Madre de Dios: co- destaca el interés por la «Madre del Señor» (Le 1, 43), la
el dogma en el régimen de la cristología Virgen María. «La cristología descendente, en cualquier etapa
de su desarrollo en que la presenten cada uno de los evangelis-
Las causas que influyeron en el desarrollo del dogma mariano tas ... , fue el verdadero y auténtico terreno teológico que alimen-
en la antigua Iglesia pueden reducirse a cuatro conjuntos de fac- tó la mariología. Una cristología ascendente no podía garantizar
tores: en primer lugar, la necesidad, constitutiva de la identidad ni la verdadera esencia del 'elevado', ni la dignidad personal y el
cristiana, de profesar la verdad cristológica; a continuación, la significado salvífica de su Madre» 9 • La atención a María surge,
exigencia de defender esta misma verdad del ataque de las here- por tanto, dentro del ámbito de interés por su Hijo, Señor y
jías; en tercer lugar, la búsqueda de un modelo significativo de Salvador. Cuando se afirma su condición divina y su misión salví-
la consagración de la criatura al Creador, especialmente - aun- fica, se advierte mejor la necesidad de hablar de la Virgen Ma-
que no exclusivamente- en relación con la vida monástica; y dre, «colmada de gracia» (Le 1, 28.30). El lugar de la fe en torno
finalmente, el desarrollo progresivo del culto a María, con el a María es la cristología y su importancia soteriológica: se habla
conjunto de la vivencia espiritual que éste expresa y suscita. de la Madre para glorificar al Hijo, para confesar su origen eter-
no y su significado decisivo para los hombres.
a) La necesidad de profesar la verdad cristo lógica
Un ejemplo evidente de este valor a la vez cristológico y salvífica de
La necesidad de profesar la verdad cristológica es parte im- la reflexión de fe sobre la Madre de Jesús, lo tenemos en el paralelismo
prescindible de la identidad cristiana. Ya desde los orígenes, la que apareció muy pronto en la reflexión patrística entre Eva y María,
confesión de Jesús como Señor y Cristo es lo que caracteriza a sus
8. Cf. sobre todo esto B. Forte, Jesús de Nazaret. ffistoria de Dios, Dios de
la historia, Madrid 1983, 81s.
7. G. Sól\, Storia dei dogmi mariani, 17. 9. G. Sóll, Storia dei dogmi mariani, 51.
118 La historia de María i\1aría en la historia de la fe //9

forjado sobre el paralclis1110 paulino entre Adán y Cristo ( cf. Rorn 5, urgencia de la caridad y de la fe de confesar, de recordar y de
14; 1 Cor 15, 22.45). Aparece ya en el siglo II con Justino y con Ireneo: irradiar la luz de la verdad. Y la defensa de la fe cristológica se
«Sabemos que nació de la Virgen como hombre, a fin de que por el convierte al mismo tiempo en testimonio de la verdad en torno a
inismo camino que tuvo principio ·ra desobediencia de la serpiente, por María, la Madre del Señor.
ese también fuera destruida. Porque Eva, cuando aún era virgen e inca~
rrupta, habiendo concebido la palabra que le dijo la serpiente, dio a luz Los intentos heréticos de elinlinar el escándalo cristológico -de «Sol-
la desobediencia y la muerte; mas la Virgen María concibió fe y alegría vere Christum>> como se decía 12 - se movían en las dos direcciones que
cuando el ángel Gabriel le dio la buena noticia de que el Espíritu del afectan a la fe en él; por una parte, sobre todo en los ambientes judíos
Señor vendría sobre ella y la fuerza del Altísimo la sombrearía, por lo (con los «ebionitas») y sucesivamente en los ambientes greco-helenistas
cual, lo nacido en ella, santo, sería Hijo de Dios» 10 • «Y como por obra (con las diversas formas de «adopcionismo»), se tendía a acentuar la
de una virgen desobediente fue el hombre herido y -precipitado- mu- dimensión humana del nazareno hasta eliminar la divinidad, presentán-
rió, así también fue reanimado el hombre por obra de una Virgen, que dolo como un hombre justo que había recibido una vocación singular del
obedeció a la palabra de Dios, recibió la vida ... Porque era conveniente Dios único y había sido «adoptado>> por él. En este contexto, el interés
y justo que Adán fuese recapitulado en Cristo, a fin de que fuera abis- ortodoxo por María tendía a subrayar el carácter excepcional de su con-
mado y sumergido lo que es mortal en la inmortalidad. Y que Eva fuese cepción virginal, que implicaba la absoluta iniciativa divina ya desde el
recapitulada en María, a fin de que una Virgen, venida a ser abogada primer principio de la historia de su Hijo. En dirección opuesta, sobre
de una virgen, deshiciera y destruyera la desobediencia virginal median- todo en los ambientes influidos por la <<gnosis» -una especie de «antro-
te la virginal obediencia» 11 • pología soteriológica» que exaltaba el conocimiento superior como cami-
no de salvación- y en el «docetismo» de los orígenes -que reducía a
pura apariencia la humanidad de Cristo, para no contaminar a su divini-
b) La exigencia de defender la fe cristológica
dad-, se tendía a disminuir el valor de la condición humana de Jesús,
presentándolo más bien como el revelador que venía de arriba, en la
Es esta misma exigencia de glorificación y de confesión de
forma menos contaminada posible respecto a la negatividad de la mate-
Cristo la que anima la defensa de la verdad cristológica contra ria. Frente a este reduccionis1no la fe de la Iglesia se inclinaba natural-
las herejías. Los Padres saben bien que en las controversias en mente a acentuar los aspectos propios de la verdadera humanidad del
torno a la divinidad del Hijo y del Espíritu santo está en juego el Salvador, y en consecuencia su nacimiento de mujer, haciendo del re-
mismo anuncio y ofrecimiento de la salvación, que se reconoce cuerdo de María una garantía de la verdadera humanidad de Jesús. Suce-
que acontecieron en él. La glorificación y la confesión de Jesús sivamente -en el siglo III - los dos intentos opuestos de reducción heré-
tuvieron sienlpre, desde los orígenes, un denso carácter soterio- tica del escándalo cristiano se oponían de forma nueva, pero caracteriza-
lógico, porque si se viera comprometida la verdad en torno a él, da análogamente por la exasperación de uno solo de los aspectos (como
dice el mismo término «herejía», es decir, selección parcial, reductiva).
se vería también comprometida nuestra salvación. Esto explica
Si el «modalismo» de Praxeas y de Sabelio hace de la historia humana de
además la pasión - llevada a veces hasta las cimas del martirio o Cristo una pura teofanía, viendo en ella el «modo» con que el Dios único
hasta los extremos de una polémica no exenta de errores- que se aparece entre los hombres y eliininando así la consistencia de la huma-
anitnaba las controversias cristológico-trinitarias de la edad pa- nidad del Hijo, el «adopcionismo» maduro de Pablo de Samosata prime-
trística. La herejía se convierte en un formidable estímulo para ro y de Arrio después (ya en el siglo IV) reconoce en Jesús no sólo a un
el desarrollo de la formulación dogmática; negando, provoca hombre «adoptado» por Dios, sino también al Hijo «creado» por el Pa-
la afirmación, y callando, olvidando o marginando, suscita la dre con10 primicia y arquetipo de todas las cosas, mediador e instrumen-
to del Dios eterno, pero siempre inferior a él como criatura respecto al

10. San Justino, Diálogo con Trifón 100, 4-5, en D. Ruiz Bueno (ed.), Pa-
dres apologistas griegos, Madrid 1954, 478s. 12. A. Grilhneier, Jesus der Christus im Glauben der Kirche I. Von der apos-
11. San Ircneo de Lyon, Demostración de la predicación apostólica 33, Ma- tolischen Zeit bis zum Konzil von Chalkedon (457), Freiburg-Basel-Wien 1979,
drid 1992, 124s. 184-197. Sobre lo que sigue, cf. también B. Forte, Jesús de Nazaret, 125s.
120 La historia de María María en la historia de la fe 121

Creador, y por tanto capaz de devenir, de encarnarse, de padecer. El por quien fueron hechas todas las cosas;
arrianismo satisface las ansias piadosas del espíritu griego de salvaguar- que por nosotros los hombres y por nuestra salvación
dar las distancias entre lo múltiple contaminado de la historia y el Uno descendió de los cielos y se encarnó
purísimo de lo divino, pero vacía la fe cristiana de su núcleo esencial, la por obra del Espíritu santo y de María Virgen .... »
divinidad de Jesucristo. Y he aquí que el interés por María se desarrolla icrupKwStvcu EK nvcú~tuto:; úylou KUl flK Mu.piu:; t\1:; rcupSÉvou).
en contra del «modalismo» como defensa de la verdadera inserción del
I-Iijo de Dios en la historia del mundo, y contra el «adopcionismo» en La referencia a María está ciertamente presente ya en la tra-
sus diversas expresiones como proclamación de la condición divina del dición del símbolo llamado apostólico, atestiguada en los co-
Señor Jesús desde el primer instante de su historia en la tierra 13 • Así es 1nienzos del siglo III en la recensión latina de la Traditio aposto-
como -junto al tema de la «virginidad» de María, signo del origen divi-
no del Hijo- se desarrolla la atención por el te1na de su «maternidad
lica de Hipólito Romano:
divina». Afirmada claramente en Nicea (325) la consustancialidad de
Jesús con el Padre, su ser igual a Dios en el plano de la esencia 14 , <<¿Crees tú en Jesucristo, Hijo de Dios,
que nació por el Espíritu santo
¿podía ser designada la Madre de Jesús como S.sotóKo:;, «Madre de
Dios»? La controversia atraviesa todo el siglo IV: en contra de Arrio de la Virgen María ... ?»
reacciona reductivamente Apolinar de Laodicea, para quien la preemi-
(Credis in Christum Jesum, Filium Dei,
nencia del Logos divino es tal que suple en el nazareno a la misma alma qui natus est de Spiritu Sancto
ex Maria virgine ... ?) 16 •
racional humana. Será Atanasia, el gran paladín de Nicea, el que defina
de forma ortodoxa el escándalo cristiano con una fuerte motivación so-
teriológica, expresada en la doctrina del «intercambio», para la que «lo Es sin embargo en el credo niceno-constantinopolitano donde
que no ha sido asumido no ha sido salvado»: si el Verbo no hubiera la mención de la Virgen María está cargada de pleno significado
asu1nido una naturaleza humana completa no habría salvado completa- soteriológico («por nosotros los hombres y por nuestra salva-
mente al hon1bre. El apolinarismo fue condenado por el primer concilio ción ... ») y teológico, porque -en contra de las herejías expresa-
de Constantinopla (381), que recoge en su símbolo el de Nicea y le da mente mencionadas en los cánones del concilio- llega a resaltar
la forma definitiva que entró en el uso litúrgico de la Iglesia 15 . la verdad cristológica de que Jesucristo es verdaderamente Dios
y verdaderamente hombre. Esta fórmula «conserva un auténtico
En el símbolo niceno-constantinopolitano -por primera vez tono arcaico de fórmulas simbólicas más antiguas que sintetiza-
en una confesión de fe redactada por un concilio y recibida luego ban la primitiva fe de la Iglesia, ligada a la revelación bíblica y a
por toda la cristiandad- aparece la mención explícita de la virgi- la tradición fiel del dato apostólico, y expresa una esencialidad
nidad de María, unida a la fe cristológica y a su significado salví-
doctrinal acerca de la aportación materna dada por María a la
fico:
encarnación del Verbo» 17 • Añadida expresamente al artículo
«Creemos ... en un solo Señor Jesucristo, cristológico del símbolo niceno enuncia, en el corazón de la ver-
el Hijo unigénito de Dios, dad de fe relativa al Hijo de Dios hecho hombre, el dato de la
nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, iniciativa divina en orden a la encarnación del Verbo; es signifi-
Dios verdadero de Dios verdadero, nacido, no hecho, cativo que en el texto original griego la preposición ÉK rija tanto
consustancial con el Padre, para la mención del Espíritu, principio divino, como para la de
María, «gramatical y doctrinalmente unida con el Espíritu santo
13. Sobre todo esto cf. A. Grilhneier, Jesus der Christus in Glauben der como coprincipio humano de la encarnación y de la humaniza-
Kirche I, 238s y 356s.
14. Cf. !bid., 386s y DS 125.
15. Cf. DS 150. Cf. también la condenación de las herejías subordinacionista
y 1nodalista -incluido expresamente el apolinarisn10- en los cánones del conci- 16. Hipólito de Roma, Tradición apostólica, Salamanca 1986, 76.
lio, DS 151. 17. S. Meo, Madre de Dios, en NDM, 1181.
122 La historia de María María en la historia de la fe 123
18
zac1ón del Hijo de Dios para la salvación del hombre» • Tan1- cristología antioquena de la «Superación» una «cristología de la unión>>
bién es de gran importancia que el artículo -no usado para el capaz de percibir la unidad del misterio y de captar así en la humanidad
Espíritu santo, como para indicar la especificidad de persona di- de Jesús la presencia personal del Verbo. Es la cristología de Cirilo de
vina, en el contexto de la fe en la divinidad del Espíritu, aclarada Alejandría la que triunfa en el concilio de Efeso del año 431 con la
y profesada precisamente en este mismo concilio- se anteponga condenación de Nestorio y la afirmación de una unión «según la hipósta-
sis», no «según la voluntad sola», de las dos naturalezas del Verbo en-
al término «virgen», que de este modo llega a asumir el valor de
carnado, con la consecuencia de que no sólo es legítima la <~con1unica­
una aposición, para indicar una cualificación considerada eviden- ción de los idiomas» por la que en la unidad del sujeto divino se pueden
temente como decisiva en orden a la encarnación y a su significa- intercambiar los atributos entre la hu1nanidad y la divinidad de Jesús,
do salvífica. En cuanto que es «la Virgen», María es el lugar que sino que además es obligado y razonable el reconocimiento de María
acoge la acción divina, captada en una perspectiva radicalmente como Sco<óKo;.
descendente; su virginidad se presenta como la señal ineludible
del hecho de que aquel que es concebido en ella no es fruto de El documento doctrinal más importante recibido por el conci-
acción humana, de semilla terrena, sino de Dios, que viene de lio de Efeso, la segunda carta de Cirilo a Nestorio, declara expre-
arriba y está en el plano del ser divino, a pesar de haberse hecho samente:
en ella verdaderamente humano.
El siglo V conoce los desarrollos extremos de las dos escuelas «Así (los santos padres) no tuvieron inconveniente en llamar Ma-
que caracterizan al pensamiento cristológico en la edad de los dre de Dios a la santa Virgen (8c:oró;.::ov ... nlv ú:¡luv nupSrivovl.
Padres -Alejandría y Antioquía 19 - y la toma de posición decisi- no en el sentido de que la naturaleza del Verbo y su divinidad
hayan tomado su principio del ser de la santa Virgen, sino en el
va de la fe eclesial en Efeso y en Calcedonia.
sentido de que el Verbo se dice nacido según la carne, habiendo
sacado de ella su santo cuerpo perfeccionado por el alma racio-
Aparecen de una forma nueva los dos intentos opuestos de reduccio-
nal, con el cual estaba unido según la hipóstasis» 20 •
nis1no del escándalo cristiano. En la línea de la escuela antioquena,
Nestorio acentúa la concreción y la singularidad de la humanidad de
Jesús hasta considerarla como un sujeto humano completo, unido sólo La precisión teológica de este texto excluye toda falsa com-
moralmente a la persona divina del Hijo: el Verbo se habría hospedado prensión del título de «Madre de Dios» que implicase cualquier
en el hombre Jesús como en un templo. En consecuencia, esta «cristolo- dependencia o subordinación de lo divino a lo humano, y expresa
gía de la separa'ción» -que seduce al espíritu griego porque parece res- con fuerza el valor personal del título de «Madre de Dios»: no se
petar la pureza incontaminada de lo divino respecto a la volubilidad y la dice que María sea «madre de la divinidad», sino que es madre
fragmentariedad de la multiplicidad del mundo- no puede aceptar para del Verbo encarnado. La humanidad plena y verdadera de Jesús,
María el título de Seoró¡.,:o;, «Madre de Dios», sino todo lo más el de
unida a la hipóstasis divina, fue engendrada por la Virgen, que
zp1aroró;.::o;, <<Madre de Cristo». La hu1nanidad de Jesús parece plena-
mente salvaguardada, la divinidad queda altamente respetada, pero por eso es madre del Hijo eterno hecho carne. Este rigor teológi-
todo ello a costa de una escisión ontológica, de una unión no real, pura- co no debe oscurecer los límites de las afirmaciones de Cirilo,
mente moral o exterior. La escuela alejandrina -influida más bien por recibidas en Efeso; su relieve soteriológico se queda un tanto en
el platonismo y siguiendo sobre todo la línea de Orígenes, en cuya exé- la sombra; la maternidad de María es captada más bien en su
gesis se salta continuamente de la «letra» al «espíritu»- opone a la aspecto ontológico que en su importancia histórica; no se men-
ciona nunca expresamente al Espíritu santo. Se tiene la impre-
18. S. Meo, Madre de Dios, en NDM, 1182. sión general de que esta primera y solemne declaración sobre la
19. Cf. R. V. Sellers, Two Ancient Christologies. A Study in the Christologi-
ca! Thought of the School of Alexandria and Antioch in the Early History of
Christian Doctrine, London 1940. Cf. también sobre lo que sigue: A. Grillmeier, 20. DS 251. Esta doctrina se remacha en el pritnero de los anatematismos
Je.sus der Christus in Glauben der Kirche, 506s, 525s, 614s, 642s. de Cirilo, en DS 252.
A1aría en la historia de la fe 125
124 La historia de María

Jesucristo, .engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto


9sotóKo; responde más bien a un interés de reflexión racional a la divinidad, y él mismo, en Jos últimos días, por nosotros y por
polémica que a un intento de doxología y de confesión de fe 21 . nuestra salvación, engendrado de María Virgen, Madre de Dios,
Será el concilio de Calcedonia ( 451) el que dé una formula- en cuanto a la humanidad».
ción de valor dogmático expresamente declarado a la doctrina (ycvv118Zv1u ... Erc'8crzú.1ú1v SE rcú\· 1í~tc:pó3v i:óv uUróv Ot'ií~t&; KUl
que había expresado Efeso 22 . 'Los Padres toman posición frente 6ul 11lv ÍULEi:Épuv crcoi:qpíuv EK Mupiu;; 1\lS rcu.p8Évou n.l~ 8toi:ÓKOtJ
a los dos reduccionismos cristológicos: no sólo rechazan la «cris- Kui:ú nlv UvSprnrcó-rqi:uf'.
tología de la separación» de origen nestoriano, sino que excluyen
también la deducción exasperada que Eutiques y los monofisitas El uso del doble título referido a María -da Virgen» y da
habían sacado de la cristología alejandrina de la unión, o sea, la Madre de Dios»-, precedidos ambos por el artículo para señalar
de que esa unión era de tal categoría que podía considerarse su valor de aposición, y por tanto de calificación determinante,
como una mezcla o fusión, hasta poder afirmarse la dualidad de muestra la síntesis que llevó a cabo Calcedonia entre el término
las naturalezas antes de dicha unión, pero no después. Los cuatro del Constantinopolitano (da Virgen») y el propio de Efeso (la
adverbios que utiliza Calcedonia para expresar la relación entre Sootórns). El significado de los términos queda, sin embargo,
la naturaleza humana y la naturaleza divina en la unicidad de la enriquecido: en contra del monofisismo, que tendía a eliminar la
persona del Hijo, sintetizan de forma representativa este doble verdad de la carne de Cristo, la afirmación de la maternidad de
rechazo: «Siguiendo, pues, a los santos padres, todos a una voz María suena como más concreta e indicativa de la plenitud de la
enseñamos que ha de confesarse ... a uno solo y el mismo Cristo humanidad del Hijo; igualmente, el título de Virgen, si subraya
Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cam- la primacía de Dios en la encarnación, llega a destacar con una
bio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la dife- evidencia no menor el verdadero elemento humano de la genera-
rencia de naturaleza por causa de la unión, sino conservando, ción «según la humanidad» del Verbo, en contra de la falsa inter-
más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una pretación monofisita, que veía en la virginidad de la madre el
sola persona y en una sola hipóstasis» 23 • En el contexto de esta signo de que la carne del Hijo era de naturaleza celestial o estaba
síntesis de admirable equilibrio (que supo mantener juntas las absorbida en la divinidad. El fuerte subrayado soteriológico
instancias más verdaderas de las dos escuelas -Antioquía y Ale- («por nosotros los hombres y por nuestra salvación») dice cómo
jandría- y conservar en un horizonte hermenéutico cambiado el la verdad en torno a María no sólo es totalmente relativa a la
mismo escándalo cristológico que contenía la identidad en la verdad en torno a Cristo, verdadero hombre y verdadero Dios
contradicción y que afirmaban las fórmulas pascuales de los orí- en la unidad de la persona divina, sino que por eso mismo tiene
genes respecto al Crucificado-Resucitado) 24 es donde se sitúa una importancia decisiva para la salvación de los hombres. Del
también la confesión de fe relativa a María: texto de Calcedonia podría deducirse negativamante que, si Ma-
ría no fuese «la Virgen, la Madre de Dios», tampoco nosotros
~~siguiendo,
pues, a los santos Padres, todos a una voz enseñamos habríamos sido realmente salvados por su Hijo Jesús. El silencio
que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor sobre el Espíritu santo podría suponer cierto empobrecimiento
respecto al Constantinopolitano; sin embargo, el recuerdo explí-
21. Sobre todo esto cf. S. Meo, La 'TheotOkos' al conólio ecumenico di cito inicial de la fe de los santos Padres, unánimemente seguida
EJeso, Roma 1979.
22. Sobre Calcedonia, cf. los tres volúmenes de la obra colectiva A. Grill" y enseñada, hace suponer que la fe niceno-constantinopolitana
meier"H. Bacht (eds.), Das Konzil von Chalkedon, Würzburg 51979; T. Cainelot, se daba por descontada. Y esto podría significar igualmente que
Ephfse et Chalcédoine, Paris 1962; A. Grilhneier, Jesus der Christus in Glauben
der Kirche I, 751s; R. V. Sellers, The Council of Chalcedon. A flistorical and en el lenguaje de Calcedonia la mera mención de María como
Doctrinal Survey, London 21961.
23. DS 301-302.
24. Cf. B. Forte, Jesús de Nazaret, 136. 25. DS 301.
126 La historia de María María en la historia de la fe 127

«la Virgen, la Madre de Dios» evocaba la obra del Espíritu santo rodeado de admirada veneración» 27 • El misterio del parto se relaciona
en ella, en una especie de concentración dogmática que tendía a con el de la pascua en la unidad de la adoración frente a las maravillas
expresar en una fórmula breve y densa la riqueza del relato pas- de Dios: «¿Dónde está la fanfarronería de los llamados inteligentes?
cual de los orígenes. La verdad es que nuestro Dios Jesús, el Ungido, fue llevado por María
en su seno conforme a la dispensación de Dios; del linaje, cierto, de
David; por obra, empero, del Espíritu santo. El cual nació y fue bau~
c) La búsqueda de un modelo significativo tizado, a fin de purificar el agua con su pasión. Y quedó oculta al
de consagración a Dios príncipe de este mundo la virginidad de María y el parto de ella, del
mismo modo que la muerte del Señor: tres misterios sonoros que se
En este punto es necesario señalar otro factor en el desarrollo cumplieron en el silencio de Dios» 28 • La «virginitas in partu>>, por
consiguiente, es un aspecto del misterio de la concepción virginal; lo
del dogma mariano: el que se ha designado como búsqueda de
atestiguan desde el principio las relaciones que se pueden señalar en-
un modelo significativo de la consagración de la criatura al Crea- tre el relato del nacimiento de Jesús en Le 2, 8-20 y el de los sucesos
dor, en referencia particular, aunque no exclusiva, a la vida mo- pascuales. El «parto virginal>> debe considerarse como el aconteci-
nástica. El motivo de la virginidad de María, ligado desde el miento en que Dios se hizo visible al mundo de forma humana por
principio al núcleo central de la fe cristológica y a su significado primera vez, así como, más allá de los dolores de la pasión y de la
salvífica, empezó a ser captado muy pronto en sus implicaciones muerte de cruz, el Señor se manifestó a los hombres en la gloria de la
espirituales y morales. La virginidad «ante partum», es decir, en resurrección; así es como, al nacer, el Hijo, «lejos de menoscabar,
la concepción milagrosa de Jesús por obra del Espíritu santo, consagró su integridad virginal (de la Madre)» 29 • El parto de la Virgen
estuvo siempre unida -por una parte a través de una deducción no es sino el acontecimiento escatológico del nacimiento del Hijo de
Dios en carne humana.
dogmática y por otra bajo el impulso de la búsqueda de un mode-
lo ético- a la <<virginitas in partu» y «post partum». La fe relativa
al «nacimiento virginal» (virginidad en el parto), más que intere- El desarrollo del tema de la virginidad de María después del
sarse por las circunstancias fisiológicas del nacimiento de Jesús, parto («virginitas post partum»), por el contrario, se vio más
quiso expresar ya desde sus comienzos el carácter sobrenatural bien influido por la llamada «teología del modelo» (Bildtheolo-
de este acontecimiento, la presencia en él de la luz y de la fuerza gie), que tendía a encontrar en la Virgen el ejemplo luminoso y
pascuales (no es una casualidad que el nacimiento del niño del radiante de una existencia totalmente ofrecida a Dios: la «toda
seno de María y el paso del Resucitado a través de las paredes santa» es guía concreta para la vida de los monjes y de las vírge-
del cenáculo aparezcan 'con frecuencia comparados entre sí bajo nes consagradas, así como para la de todos los bautizados que
la pluma de los Padres: Jerónimo, Ambrosio, Agustín, Gregario desean expresar en plenitud la gracia del don recibido en el bau-
Magno, Hilario, etcétera) 26 • tismo mediante la radicalidad del asentimiento de fe 30 .

En este sentido, el «nacimiento virginal» guarda una relación directa


con la concepción virginal y con la divina maternidad: al modo milagro- 27. G. Süll, Storia dei dogmi mariani, 186.
so de la concepción corresponde el modo milagroso del parto; lo que 28. San Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios, XVIII-XIX, en D. Ruiz
fue una pascua anticipada en el seno de la Virgen, lo fue igualmente en Bueno (ed.), Padres apostólicos, Madrid 51985, 457s.
el parto de la Madre. «En la antigua Iglesia el 'cómo' del hecho del 29. LG 57; con este texto «el concilio ha mostrado que no quería condenar
la tesis del parto normal y que dejaba a los teólogos la libertad para discutir
parto no fue examinado hasta el fondo, sino que fue considerado como sobre el modo de nacimiento, con tal que se siguiera reconociendo la integridad
si1nple continuación de la acción divina con ocasión de la concepción y virginal de María»: J. Galot, Maria, la donna nell'opera della sa!vezza, Roma
1984, 161; el. 157-175.
30. Sobre María, modelo del 1nonaquismo y de la virginidad cf., por ejem-
26. Cf. S. De Fiares, Virgen, en NDM, 2011 y O. Sóll, Storia dei dogmi plo, san Atanasia, Epistula ad virgines, en CSCO 150s; y san Ambrosio, De
mariani, 86s. virginitate 5, 25, en PL 16, 272.
128 La historia de María Maria en la historia de la fe 129

La insistencia en la fe de María es precisamente el 1notivo de inspira- do, increíble pero hecha creíble y creída increíblemente en todo el inun-
ción de este desarrollo: en sintonía con la perspectiva evangélica, la Vir- do, de que una virgen concibió, una virgen dio a luz y dando a luz
gen es considerada corno figura ejemplar del creyente. La idea está ya siguió siendo virgen?» 35 . «Virgen en la concepción, virgen en el parto,
presente en el paralelo antiquísilno entre Eva y María: «María es obe- virgen encinta, virgen grávida, virgen perpetua» 36 . «Quedará tu virgini-
diente cuando dice: 'He aquí tu esclava, Señor, hágase en mí según tu dad; tú cree solamente en la verdad, conserva la virginidad, recibe la
palabra'. Eva, por el contrario, se muestra desobediente, ya que no obe- integridad. Puesto que tu fe es íntegra, también tu integridad permane-
deció precisamente cuando era todavía virgen. Pues bien, así corno cerá intacta» 37 • Esta visión de la virginidad de María como totalidad
Eva ... , al desobedecer, fue causa de muerte tanto para sí misma como incondicionada de su «SÍ» a Dios durante todo el curso de su vida,
para todo el género hun1ano, así María ... , obedeciendo, fue causa de profundamente arraigada en el testimonio bíblico, se fue precisando
salvación tanto para sí misma co1no para todo el género humano ... De también como reacción frente a dos interpretaciones opuestas: si por
esta manera el nudo de la desobediencia de Eva quedó desatado por la una parte los maniqueos exaltaban la «virginitas post partum» como un
obediencia de María, puesto que lo que la virgen Eva había atado con su argumento en favor de sus tesis sobre la perversidad intrínseca del ma-
incredulidad, lo desató la Virgen María con su fe» 31 • La idea de la ejem- trimonio, por otra algunos de sus adversarios quisieron quitarles esta
plaridad 1noral de la Madre de Jesús encontró también algunas resisten- pretendida arma, interpretando los textos en que se habla de los herma-
cias, especialmente en los que -preocupados por distanciar al Hijo de la nos de Jesús como un dato en favor de la imagen de María corno mode-
Madre- subrayaban las dudas y hasta los defectos de la fe de la Virgen, lo de las madres cristianas 38 . Pero de esta manera la ejemplaridad de la
indicio de lo cual serían el comportamiento en Caná o la espada de la Virgen se veía trasferida del significado evangélico a motivaciones polé-
profecía de Simeón (cf. Jn 2, 1-11 y Le 2, 35). Sin embargo, el amplio micas, inspiradas en formas de ascetismo no cristiano o en interpreta-
arraigo bíblico de la idea y los testimonios sucesivos, cada vez más unáni- ciones falsas de la Escritura. La amplia y casi unánime reacción de los
mes, hicieron que triunfara por completo. Fue Agustín el que llevó a su Padres ante estos extreinos hizo que triunfase la idea tradicional de la
culminación el desarrollo del tema de la fe de María. «Mayor mereci- «Virginitas ante partum - in partu - post partum», contenida en el
miento de María es haber sido discípula de Cristo que ·madre de Cristo ... título de «siempre virgen» (l/01rrupSi:vo;l. que ya había utilizado Epifa-
María es bienaventurada porque oyó la palabra de Dios y la puso en nio en su polémica contra los «antidicomarianitas» (los «adversarios de
práctica; porque más guardó la verdad en la mente que la carne en el María», como él mismo los había definido) 39 • Quedó así preparado el
vientre. Verdad es Cristo, carne es Cristo; verdad en la mente de María, terreno para la definición conciliar.
carne en el vientre de María, y vale más lo que se.lleva en la mente que
lo que se lleva en el vientre» 32 • Así pues, la virginidad de María es ejem- El Constantinopolitano II del año 553, que recoge los ele-
plar, ya que expresa su entrega incondicionada a Dios en la fe, y no por mentos mariológicos del dogma de la antigua Iglesia, afirma con
un mero aspecto físico carnal: «Tampoco hubiera aprovechado nada el claridad en el segundo de los anatematismos en contra de los
parentesco material a María si no hubiera sido más feliz por llevar a «tres capítulos»:
Cristo en su corazón que en su carne» 33 • Bajo esta luz es como Agustín
-haciendo eco a un consenso muy amplio de los Padres- afirma con «Si alguno no confiesa que hay dos nacimientos de Dios Verbo,
decisión la perpetua virginidad de la Madre del Seúor: «Debido a su uno del Padre, antes de los siglos, sin tiempo e incorporalmente;
santa concepción en el seno de una virgen, realizada no con la fogosa otro en los últimos días, cuando él mismo bajó de los cielos y se
concupiscencia de la carne, sino con el fervor de la caridad que emana encarnó de la santa gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen
de la fe, se dice que (Cristo) 'nació de Espíritu santo y de la Virgen
María'» 34 . «¿Quién comprenderá la novedad inusitada, única en el mun-
35. San Agustín, Sermo 190, 2, en PL 38, 1008.
36. Id., Sermo 186, 1, en PL 38, 999.
37. Id., Sermo 291, 5, en PL 38, 1319.
31. San Ireneo, Adversus haereses III, 22, 4, en PG 7, 958-960. 38. Cf., por ejemplo, R. Laurentin, La Vergine Maria, Roma 31970, 83s, y
32. San Agustín, Sermo Denis 25, 7, en Obras de san Agustín VII, M'adrid E. M. Toniolo, Padres de la Iglesia, en NDM, 839s.
1950, 157. 39. Este título se encuentra por ejemplo en la forma larga del símbolo, reco-
33. Id, De sancta virginitate 3, 3, en Obras de san Agustín XII, Madrid 1954, gida por Epifanio en su Ancoratus (374), cf. DS 44; D. Fernández, De mariologia
141-143. sancti Epiphanii, Roma 1968, 148, n. 72, enumera 16 apariciones de este término
34. Id., Serrno 214, 6, en PL 38, 1069. en las obras de este autor.
130 La historia de Maria María en la historia de la fe 131

María iau.p1<(•1::11:\'To:; Er..: t\l:; ú.ylu.c, Evóó~ou 81:0-róKou Kui ÚEtIIupSé significado histórico-salvífico ... Mediante la conexión del nacüniento
vou Mupíu.;;l y nació de ella; ese tal sea anatema» 40 • virginal con el de los cristianos realizado a través de la fe y del bautismo,
se introdujo -particulannente a través de san Ireneo- la confrontación
La fuerza y la densidad de las afirmaciones de este texto se y respectivamente la casi identidad de la Madre de Dios con la Madre-
comprenden fácilmente si se tiene en cuenta que «para la Iglesia Iglesia» 43 • La mención de María en el símbolo bautis1nal facilitaba la
docente y discente de la época patrística no cabía ninguna duda percepción de esta relación en la densidad del contexto sacra1nental-li-
de que con los textos y las decisiones conciliares de los años 431, túrgico. Haciéndose eco de una tradición muy amplia 44 , será Agustín
el que complete esta idea: «María alumbró a vuestra Cabeza, la Iglesia
451 y 553 había recibido el carácter vinculante de dogma un
os alumbra a vosotros, puesto que también ésta es madre y virgen al
enunciado de fe reconocido ya desde antes» 41 . La fe no es «in- 1nis1no tiempo: madre por el seno de amor, virgen por la incohnnidad
ventada» por el dogma, sino «definida», circunscrita en fórmulas de la fe. Esta alumbra a pueblos que son miembros de uno solo, de la
«breves y amplias», que no tienen la función de agotar el tesoro que es cuerpo y esposa, comparable también en esto a aquella única
de las Escrituras, sino de impedir que éste pueda ser interpretado Virgen María que en muchos es madre de la unidad» 45 • El paso de esta
reductivarnente. En este sentido el dogma mariano -corno cual- identificación tipológica a la conciencia cada vez más desarrollada de
quier otro dogma de la fe eclesial- fue formulado al servicio de una comunicación espiritual entre María y la Iglesia, expresada en el
la palabra de Dios y en obediencia a la misma en forma de doxo- culto ligado a la confianza en la intercesión de la Madre de Dios, se
logía y de testimonio, motivado por el afán pastoral del anuncio lleva a cabo ante todo por las virtualidades intrínsecas al vínculo Cristo-
de la verdad salvífica 42 • María-Iglesia, confesado implícitamente en el símbolo y vitalmente ex-
perimentado en el contexto bautismal. Pueden reconocerse, sin embar-
go, varios factores que influyen en este proceso: «el contacto espacio-
d) El desarrollo del culto mariano temporal de la joven comunidad cristiana con los seguidores de cultos
y religiones paganas que contemplaban divinidades madres; la constitu-
El último factor de desarrollo del dogma mariano en la época ción fundamental psicológico-religiosa del hombre co1no tal, que se in-
patrística es la progresiva aparición y difusión del culto a la Vir- clina a insertar también un elemento materno-femenino en la vida y en
gen Madre; el trasfondo remoto de este proceso puede verse en la reflexión cultual; ... el principio encarnacionista-soteriológico del cris-
la relación tan estrecha que desde el principio se advirtió entre tianismo y del plan de la salvación garantizado por él, que ateniéndose
la Iglesia y María, ya a partir del testimonio bíblico. a los hechos, contemplaba la vinculación, querida por Dios, de una
mujer a la obra de la salvación. A ello hay que añadir evidentemente
«A través· del paralelo 'Eva-María' y de la doctrina de la recapitula- la experiencia de una confianza, continuamente reconfirmada, en el
ción, la figura de María quedó anclada en la conciencia creyente con su poder intercesor de esta verdadera Madre de Dios» 46 . Por consiguiente,
resulta forzada una conclusión como la siguiente: «La Virgen María no
habría podido llegar a ser la reina de la Iglesia triunfante y militante si
40. DS 422. Cf. G. Sóll, Storia dei dogrni 1nariani, 182s
41. lbid., 184. no se hubiera sentado en el trono de Isis y no hubiese ceñido la corona
42. Por eso algunas intervenciones 1nagisteriales posteriores se esforzarán de Cibeles» 47 • En realidad, la conciencia eclesial en sus niveles más
por reexpresar el dogma ya definido con categorías maduras para su tiempo; así profundos no se ha alejado nunca de la convicción expresada, por ejem-
por ejetnplo, en el Lateranense I (649) se afirma en un lenguaje 1nás cercano a plo, por san Ambrosio: «María era el templo de Dios, no el Dios en el
la sensibilidad latina: «Si alguno no confiesa, de acuerdo con los santos Padres ..
que la Madre de Dios, santa y siempre virgen y sin mancha, María ... concibió,
sin intervención de semilla del Espíritu santo y engendró de forma incorruptible,
pcnnanecicndo indisolubleinente su virginidad incluso después del parto, sea
condenado)) (DS 503). De fonna análoga, la constitución «Cum quorumdam ho- 43. O. Sóll, Storia dei dogmi mariani, 76s.
minun1» del 7 de agosto de 1555 contra los socinianos ainonesta con precisión 44. Admirablemente investigada y presentada por H. Rahner, María y la
escolástica a quienes creyesen que la «beatísima Virgen María no es verdadera Iglesia, Bilbao 1958.
Madre de Dios ni permaneció siempre en la integridad de b virginidad, a saber, 45. San Agustín, Sermo 192, 2, en PL 38, 1012s.
antes del parto, en el parto y perpetuamente después del parto (ante partum, 46. O. Sóll, Storia dei dogmi mariani, 121.
sciticet, in partu et perpetuo post parturn))>, DS 1880. 47. G. Miegge, La Vergine Maria, 89.
132 La historia de Maria
María en fa hi.sroria de la fe 133
templo; por tanto, hay que adorar solamente a aquel que actuaba en el
templo» 48 • del pueblo de Dios peregrino en el tiempo. Por otra parte, el
desarrollo del culto favoreció la homilética y la himnografía ma-
Se piensa en María como en el modelo del orante y se la rianas, que contribuyeron no poco a la profundización doctrinal
alaba, glorificando la obra del Altísimo en ella; se reza con y a la asimilación espiritual.
ella, cantando por ejemplo su Magnifica/; se recurre a ella con- El itinerario, que acabamos de describir en sus líneas esencia-
fiando en su intercesión maternal. Este es el espíritu de la ora- les y en sus factores determinantes, seguido por la elaboración
ción más antigua a María que ha llegado hasta nosotros, el «Sub dogmática de la fe en torno a María en la edad patrística, ofrece
tuu1n praesidium», que se remonta muy probablemente al siglo un punto de apoyo a algunas consideraciones finales, sobre todo
III: respecto a las relaciones entre el dato bíblico y la doble afirma-
ción dogmática de la virginidad perpetua y de la divina materni-
~<Bajo tu protección nos acogemos,
santa Madre de Dios. dad por parte de la Iglesia. Es innegable la novedad de termino-
No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, logía y de horizonte her1nenéutico: lo que en el nuevo testamen-
antes bien líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa to se expresa bajo la luz pascual de una forma más bien narrativa
y bendita» 49 • (Mateo y Lucas) y con acentos simbólico-soteriológicos (Juan y
Apocalipsis), a partir de la densa sobriedad de las etapas más
Este tropario, que ciertamente «no está aislado en el contexto antiguas (Pablo y Marcos), queda formulado en el dogma con un
mariano del siglo IIh 'º es «Una invocación colectiva a la Virgen lenguaje técnico, fruto de madura reflexión conceptual y de in-
Madre de Dios, de índole litúrgica, que deja entrever la costum- tenciones polémicas precisas, dirigido no a agotar el misterio,
bre por parte de la comunidad cristiana de dirigirse directamente sino a atestiguarlo en contra de los reduccionismos que iban apa-
a la Virgen invocando su ayuda a las horas difíciles» 51 • El reco- reciendo sucesivamente. Sucede con el dogma mariano lo que
nocimiento explícito de la maternidad divina (StoTóKO;, «Madre sucedió de forma análoga con el dogma cristológico, con el que
de Dios») y virginal («Sola casta»), unido a la elección particular por otra parte es totalmente correlativo: «Se desplaza el interés
por parte de Dios («sola bendita»), 1nuestra cómo la «lex oran di» de la historia del Crucificado-Resucitado a su condición de hom-
correspondía a la «lex credendi» que se iba definiendo y cómo el bre-Dios; de la 'identidad en la contradicción', reconocida en él
fundamento del culto a María estaba arraigado en el dogma; es en la pascua, a la 'unidad en la dualidad' de la consideración
éste una señal de la influencia recíproca de los diversos factores metafísica de su ser; de la 'identidad en la contradicción', experi-
del desarrollo dogmático de la fe relativa a la Madre del Señor mentada por la Iglesia de las persecuciones y de los mártires, a
en la unidad de un crecimiento vital ligado a la historia total la 'unidad en la dualidad', que se va estableciendo entre el poder
político y el poder eclesiástico, vistos como expresiones de una
48. San Ambrosio, De Spiritu Sancto 3, 11, en PL 16, 829. «Maria erat
misma autoridad de lo alto, que fundamenta su armonía recípro-
ten1plu1n Dei, non Deus templi. Et ideo ílle solus adorandus qui operabatur in ca ... Lo que era historia, dinamismo, acontecimiento, es inter-
templo».
pretado como condición, naturaleza y cualificación del ser» 52 .
49. G. Giamberardini, JI culto rnariano in Egitto I, Gerusale1nn1e 1975, 74.
El latín «praesidium» no correspondería al original griego, que convendría tradu- Análogamente, la Virgen María del nuevo testamento es profe-
cir por «1nisericordia», término que conserva el misal ambrosiano. La traducción sada como la «siempre virgen» y sn historia de total acogida del
castellana oficial usa «protección». El papiro 470 de la J. Rylands Library de Eterno y de incondicionada y perseverante entrega a él se resu-
Manchester, encontrado en 1938, que contiene el texto del tropario, es el argu-
mento en favor de una fecha tan antigua: cf. D. Mercenier, L'antienne la plus me en una fórmula muy densa; la «Madre del Señor», saludada
ancienne: Muséon 52 (1939) 229-233.
50. G. Giamberardini, Il culto mariano in Egitto I, 96.
51. l. Calabuig, Liturgia, en NDM, 1145.
52. B. Porte, Jesús de Nazaret, 165-166.
Maria en la historia de la fe 135
134 La historia de lvJaría

cristianos, las verdades vinculadas a esta confesión desde los orí-


por Isabel con este título ya teológico-pascual, es confesada
como la <:<Madre de Dios», y la relación personal de su materni- genes se mantienen o caen también con ella. El que confiesa por
fidelidad a la Escritura que Jesús es Señor y Cristo, reconocerá
dad absolutamente única, que se fue desarrollando a largo de
todo el curso de su existencia, queda compendiada en el término también la concepción virginal y la maternidad divina de María
en su integridad. El que niegue estas verdades relativas a ella
Srn1órns, convertido en caballo de batalla de la defensa de la
comprometerá inevitablemente la fe en el Hijo de Dios, hecho
recta fe, Lo mismo que para el dogma cristológico, tampoco para
hombre en la Virgen Madre por nosotros los hombres y por
el mariano la novedad elimina la profunda continuidad entre el
testimonio bíblico y el dogmático: «Por el mantenimiento del nuestra salvación.
escándalo pascual, por seguir clamando la inaudita identidad en
la contradicción del Señor con el siervo -o unidad en la duali- 2. La inmaculada concepción y la asunción:
dad, como se expresa Calcedonia-, el dogma consigue no trai- el dogma en la perspectiva de la antropología
cionar el kerigma, aunque lo trasponga y lo reinterprete en el
horizonte de un mundo cultural, social y político distinto» 53 . La reflexión de fe en torno a la Madre del Señor, después de
Análogamente, el dogma mariano de la antigua Iglesia no disuel- la gran etapa del desarrollo del dogma en la antigua Iglesia, cono-
ve el escándalo original del kerigma, sino que lo mantiene bien ce un progresivo cambio de horizonte, característico por otra par-
alto y con energía en contra de todos los reduccionismos: a sa- te de la elaboración teológica en su totalidad: se pasa del régimen
ber, que el Hijo de Dios nació de una virgen por obra del Espíri- de la cristología a la urgencia prioritaria de la perspectiva antro-
tu santo y que ella, María, la criatura del «SÍ» incondicionado a pológica. «Mientras que las expresiones mariológicas más signifi-
Dios, la «esclava del Seüor», es -en su virginidad perfecta- la cativas de los Padres y de los concilios se habían formulado en
verdadera madre del Verbo encarnado. Esta continuidad en la conexión con las discusiones cristológicas, se dibujó también para
diversidad de los lenguajes y de los paradigmas culturales ha que- la doctrina mariana un nuevo horizonte temático, sobre todo con
dado garantizada gracias por lo menos a dos elementos que han el paso en la teología occidental de las cuestiones cristológico-tri-
mediado en la tradición viviente de la fe eclesial, alimentada por nitarias, que caracterizaron el llamado 'dogma de la antigua Igle-
el Espíritu: por un lado, la vinculación del dogma mariano con sia', a la antropología teológica, es decir, a las cuestiones sobre el
el dogma cristológico, de modo que el mantenimiento del «es- estado original, la donación de la gracia, el desarrollo de la vida
cándalo cristiano» ha asegurado el mantenimiento de la «parado- cristiana y el destino final del hombre» 55 • Este cambio de hori-
ja mariana»; por otro, la perspectiva soteriológica, en la que ya zonte explica ya inicialmente muchas de las dificultades y de las
desde el principio se interpretó la fe en torno a María, y que diversificaciones del desarrollo sucesivo: <<Puesto que esta rama
-bajo la urgencia de no comprometer la salvación asegurada so- de la teología (la antropología teológica) fue poco cultivada en
lamente por el hombre Dios- favoreció la fidelidad a la identi- oriente y tenía que ser elaborada primero en occidente, en un
dad bíblica de su Madre Virgen. En este sentido, el desarrollo primer momento llegó a faltar para el desarrollo ulterior de la
del dogma mariano es un paradigma del dinamismo interno de la mariología una plataforma de base así como un punto de referen-
«jerarquía de las verdades» 54 ; si la confesión pascual «Jesús es el cia que sirviera para evitar errores y oscilaciones» 56 •
Cristo, el Señor» es el «articulus stantis aut cadentis fidei christia-
nae», es decir, que si se le niega se cae por tierra la fe de los La continuidad con la reflexión patrística, sin embargo, no llegó a
perderse, ya que algunas de las grandes cuestiones que aparecían habían
53. B. Forte, Jesús de Nazaret, 144.
54. Cf. Decreto Unitatis redintegratio 11 (UR), en Docu1nentos del Vaticano 55. G. SO\l, Storia dei dogmi mariani, 171.
ll, Madrid 35 1980. Cf. D. Dietz, The flierarchy of Truths about Mary: Marian 56. Jbid., 227.
Studics 27 (1976) 41-63.
136 La historia de María María en la historia de la fe 137

sido anticipadas por alguno de los Padres -como Epifanio, que se ha- testimonio de la verdad, glorificando a Dios en las maravillas
bía preguntado por el final de la vida terrena de María, o Agustín, que
realizadas por él para nosotros.
había recogido el reto lanzado por Pelagio y por Julián de Eclana sobre
su figura moral, pensada ya desde el primer comienzo de su existencia,
Esta intención «doxológica» se señala expresa1nente: «Para honor de
y por tanto en relación con la cuestión del pecado original o bien
57 - ;
la santa e indivisa Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen Madre
porque la liturgia, especialmente con las fiestas del 15 de agosto y del
de Dios ... declaramos»; «para la gloria de Dios omnipotente ... para
8 de diciembre, había representado un continuo estímulo para profun-
honor de su Hijo ... para 1nayor gloria de la misma augusta Madre ...
dizar en el misterio de la «biografía total» de María 58 ; o bien, finalmen-
proclamamos, declaramos y definimos» 61 • Con esta finalidad «doxológi-
te y sobre todo, porque la raíz cristológico-trinitaria de la fe en torno a
ca» está relacionada la voluntad de profundizar y de clarificar la fe de la
la Virgen madre nunca dejó de recordarse: <<El 'propter honore1n Do-
Iglesia en torno a María positivamente después de varios siglos de con-
mini' de san Agustín dominó todos los intentos por asegurar a la santa
troversias escolásticas, especialmente entre los defensores y los adversa-
Virgen el privilegio de un comienzo sin mancha y un fin glorioso» 59 •
rios de su concepción inmaculada («inmaculistas» y «maculistas», liga-
Particularmente, se tuvo siempre ante los ojos el horizonte de la econo-
dos respectivamente a la tradición de los franciscanos y de los domini-
mía total de la salvación, en cuyo ámbito se mueve toda la reflexión
sobre María. cos); las definiciones se proclaman <~para exaltación de la fe católica y
acrecentamiento de la religión cristiana», para «gozo y regocijo de toda
la Iglesia» 62 • Así pues, es la dinámica interna de la fe eclesial la que
Las causas que influyeron en la definición de los dos llamados intenta expresarse en sus dogmas «modernos», es la necesidad de pro-
«nuevos dogmas marianos» en occidente - la inmaculada concep- fundizar en el conocimiento del misterio, dentro de una contemplación
ción y la gloriosa asunción al cielo de la Virgen Madre de Dios- creyente y adorante del mismo, «después que una y otra vez hemos
pueden reducirse a cuatro tipos de factores, análogos a los que elevado a Dios nuestras preces suplicantes e invocado de la luz del Espí-
se encontraron en la edad patrística: la necesidad de profesar la ritu de verdad» 63 • La misma forma de proceder de las dos definiciones
verdad de la fe para la gloria de Dios y la salvación de los hom- revela la intención doxológica y la importancia propositiva de la fe ecle-
sial que las anima; como factores decisivos del proceso de definición
bres, la reacción frente a algunas desviaciones de fondo sobre la
dogmática se reconocen el sensus fidei del pueblo de Dios en el tiempo
concepción del hombre y su redención, la referencia a la ejem- y, especialmete para el dogma de la asunción, el factum Ecclesiae, esto
plaridad espiritual-moral de María, las exigencias y los impulsos es, el consenso actual de la fe de la Iglesia docente y discente. «Este
procedentes de la experiencia del culto a la Madre del Señor. argumento podía y puede hacerse valer solamente con una convicción
superior de fe, según la cual el Espíritu santo no permite que la Iglesia
entera caiga en error en cuestiones de fe» 64 • El método de fundamenta-
a) La necesidad de glorificar a Dios en las maravillas ción de la definición no se desarrolla entonces en línea progresiva, mos-
realizadas por él en favor del hombre trando a través de los siglos la primera emergencia de una convicción de
fe y su posterior concreción y profundización en la conciencia eclesial,
J. R. Geiselmann ha observado que los dos últimos dogmas sino en línea regresiva, partiendo del consenso actual de la fe de la
marianos se presentan claramente corno un «acto de culto» 60 : su Iglesia y deduciendo de él los elementos en favor del carácter revelado
motivación inmediata no es la de responder a una herejía particu- de todo lo que se va a definir como parte del depositum fidei. De este
lar o la de dirimir una controversia inmediata, sino la de dar modo los documentos se interpretan a la luz del sentido pleno que les
confiere la actual maduración de la conciencia eclesial, guiada por el
Espíritu en el crecitniento hacia la verdad entera (cf. Jn 16, 13). La
57. Cf. A. G. Aiello, Dogmas, en NDM, 619-620.
58. Sobre la antigüedad y la historia de estas fiestas -nacidas en el priiner
nlilenio- cf. respectivamente D. Sartor, Asunción. Celebración litúrgica, en NDM, 61. Bula lneffabilis Deus, 8 diciembre 1854, en DS 2803 y constitución apos-
282s, y S. De Fiores, Inmaculada. Celebración litúrgica, en NDM, 935s. tólica Munificentissimus Deus, 1noviembre1950, en DS 3903.
59. G. Süll, Storia dei dogmi mariani, 380. 62. Cf. ibid.
60. J. R. Geiselmann, Dogma, en H. Fries {ed.), Conceptos fundamentales 63. DS 3903.
de Teología I, Madrid 1966, 450. 64. G. Süll, Storia dei dogmi mariani, 354.
138 La historia de i11aria
María en la historia de la fe 139

sagrada Escritura sigue siendo la norma fundantc, la norrna normans;


pero de ella se sacan las deducciones, que no se explicitan en ella, a manifiesta de manera singular en la historia de la Virgen Madre
través de una profundización espiritual y teológica, que sólo la Iglesia del Señor.
en su conjunto -garantizada por la promesa del Señor- puede realizar
sin el temor de comprometer a la verdad que salva. El clima en que maduró la definición dogmática es el mismo que
producirá -exactamente diez años más tarde (el 8 de diciembre de
1864)- la promulgación del Syllabus, condenando los errores del espíri-
b) La exigencia de reaccionar frente a desviaciones tu moderno 66 . En contra del imperialismo de la subjetividad humana se
en el ámbito de la antropología teológica desea reafirmar la primacía de la trascendencia, el absoluto venir-antes
(prae-venire) de Dios. Esta urgencia -que quizás nunca se sintió tan
La acentuación de la intención doxológica y propositiva de fuerte como en la confrontación entre la fe cristiana y el proyecto de
los dogmas marianos recientes no tiene que dispensar del estudio emancipación que nació con la Ilustración- es la que nos ayuda a com-
de los horizontes culturales y espirituales que constituyeron el prender cómo -precisamente en la edad moderna, después de varios
siglos de controversias y de clarificaciones progresivas- se llegó a la
trasfondo de la obra de definición dogmática. Es posible señalar
definición del dogma de la inmaculada concepción.
dos reduccionismos opuestos en el ámbito de la antropología teo- Sus raíces son indudablemente bíblicas: «En el título 'llena de gra-
lógica y de la doctrina de la redención contra los que reacciona cia', utilizado por el ángel al dirigirse a María, ¿puede verse alguna
el dogma: por un lado la exaltación moderna del hombre en su relación con la inmaculada concepción de María? En la Bula de 1954
subjetividad y en su protagonismo histórico, llevada hasta el pun- Ineffabilis Deus .. se dice que Lucas 1, 28 (Ave gratia plena), leído en la
to de eliminar todo «partner» teológico y toda salvación proce- tradición, es el texto bíblico que ofrece el fundamento más sólido (no la
dente de lo alto; por otro lado, la exaltación que hace la Refor- prueba) en favor de la inmaculada concepción de María ... El sentido
ma de la gloria de Dios, llevada hasta una consideración pura- del título 'trasformada por la gracia' -que a lo largo de los siglos fue
mente negativa y pasiva del obrar del hombre. Entre estos dos profundizado ulteriormente por la Iglesia- parece constituir efectiva-
mente el mejor fundamento del dogma». Ciertamente, Lucas no dice
extremos -la gloria del hombre a costa de la muerte de Dios y que María fue tal desde el primer comienzo de su existencia; sin embar-
la gloria de Dios a costa de la negación del hombre- se sitúa la go, si se comprende bíblicamente el concepto de «gracia» como elimina-
fe eclesial, en continuidad con el «escandaloso» equilibrio del ción del pecado y de sus consecuencias en la riqueza del don de la vida
dogma cristológico, que une lo humano y lo divino en Jesús «sin nueva (cf. Ef 1, 6s), se puede concluir: «Si es verdad que María quedó
confusión, sin cambio, sin división, sin separación», en la unidad totalmente trasformada por la gracia de Dios, esto incluye que Dios la
de la persona divina del Verbo encarnado 65 . Y lo mismo que en preservó del pecado, la 'purificó' y 'santificó'» 67 de modo radical. Según
la antigua Iglesia la mariología había estado al servicio del man- el testimonio pascual de los orígenes, en ella es donde se cumple el
tenimiento del «escándalo» cristológico original, así en la edad nuevo comienzo del mundo; ella es «la hija de Sión escatológica en la
que el pueblo de Israel se convierte en la nueva creación, sin dejar de
1noderna se convierte en vehículo para afirmar las corresponden-
ser el pueblo de las promesas: misterio de la continuidad de la estirpe
cias en la antropología de la misma paradoja evangélica. en la discontinuidad de la gracia>' 68 • El motivo de la santidad total de
El «espíritu moderno» constituye, aunque sea remotamente, María, como hemos visto, aparece con amplitud en los Padres: Agustín
el trasfondo polémico de la definición del dogma de la inmacula- está tan íntimamente convencido de ella que vacilará en la respuesta
da concepción de María: en contra la idea del hombre como cuando la acusación pelagiana le reproche entregar también a la Virgen
árbitro absoluto de su propio destino y artífice único del propio santa, en virtud del pecado original, al demonio: «Exceptuando, pues,
progreso, resuena alta y pura la afirmación de la absoluta prima-
cía de la iniciativa de Dios en la historia de la redención, que se 66. Cf. DS 2901-2980.
67. l. de La Pottcrie, Maria nel mistero dell'alleanza, 50.
68. R. Laurentin, La Vergine Maria, 220, refiriéndose al argumento sacado
65. Concilio de Calcedonia (451), en DS 302. en favor de la inmaculada concepción del Cantar de los cantares 4, 7: «Toda
hermosa eres, a1nada inía, y no hay defecto en ti».
140 La historia de Maria !11aría en la historia de la fe 141

a la santa Virgen María, acerca de la cual, por el honor debido a nuestro ello quedaba libre el ca1nino para las sucesivas tomas de posición del
Señor, cuando se trata de pecados, no quiero que se plantee ninguna 1nagisterio de la Iglesia: si el concilio de Trento alude al extraordinario
cuestión (porque sabemos que a ella le fue conferida más gracia para privilegio concedido por Dios a la Virgen de estar exenta de todo peca-
vencer por todos sus flancos al pecado, pues mereció concebir y dar a do durante su vida entera 74 , y el breve Sollicitudo omnium ecclesiarum
luz al que nos consta que no tuvo pecado algunos)» 69 • «No entregamos (8 de diciembre de 1661) de Alejandro VII contiene ya los elementos de
a María al poder del diablo co1no consecuencia de su nacimiento, sino la definición dogmática posterior 75 , fue sólo con Pío IX cuando se llegó
porque la misma condición de nacer queda disuelta por la gracia de a la definición en el contexto más amplio de la afirmación de la absoluta
renacer» 70 • También los testigos de la Iglesia de oriente «han atribuido primacía del Trascendente respecto a las presunciones del inmanentismo
casi sin excepción a María un particular privilegio de gracia en lo que moderno.
atañe al pecado original y a la liberación del mis1no ... A pesar de su
sólida adhesión al presupuesto antropológico propio de los griegos y de El texto de la bula Ineffabi!is Deus, de 8 de diciembre de 1854,
los orientales, es decir, a la acentuación de la libre voluntad para la es de una claridad y de una concisión típicamente escolásticas:
santidad y el progreso moral, reconocieron plenamente la acción libre
de la gracia de Dios en María» 71 • Sin embargo, en las mismas tradicio- Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sos-
nes de oriente y de occidente, se opusieron no pocas dificultades a la tiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune (prae-
idea de la inmaculada concepción: ¿no quedaría comprometida con ella servatam immunem) de toda mancha de la culpa original en el
la universalidad del pecado original y la necesidad de la redención? inismo instante de su concepción por singular gracia y privilegio
¿cómo conciliar la difusa doctrina agustiniana del «traducianismo», por de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús
la que el pecado original se trasmitía con el acto mismo de la concepción (intuitu meritorum Christi Jesu) salvador del género humano, está
por parte de los padres, con el nacimiento totalmente natural de María? revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente
Y finalmente, ¿no quedaría mejor respetada la libertad humana de la creída por todos los fieles 76 •
Virgen pensando en una purificación en el momento de la anunciación,
según la doctrina inspirada por Gregorio de Nacianceno, más bien que Hay que observar, en primer lugar, que la definición presenta
por una preservación del pecado? 72 • La reducción de estas dificultades un carácter «personalista»: la persona de María (y no sólo su
fue progresiva; si Jos grandes escolásticos tuvieron el mérito de haber
vinculado el pecado original al tema espiritual de la culpa y de la santi-
«alma», como se decía en la Sollicitudo de Alejandro VII) está
dad, liberándolo de la visión más bien mecanicista del «traducianismo», inserta en el contexto de las relaciones personales de la Trinidad.
fue Duns Escoto el que tuvo la intuición genial de la idea de la praeser- Dios Padre -por gracia y privilegio «singulares», es decir, referi-
vatio: el mediador único y perfecto Jesucristo escogió para su Madre un dos a la persona concreta de la Virgen- la preserva de toda
acto perfectísirho de mediación, como fue el de «haber merecido preser- mancha de culpa original «con vistas a los méritos» del Hijo en-
varla del pecado original» 73 • Con esta concepción quedaba a salvo la carnado. El silencio en torno al Espíritu santo podría quedar en
necesidad universal de la redención realizada por el Señor, mientras parte compensado por una cierta evocación que puede suponerse
que surgía la de la elección absolutamente libre y gratuita de María por en aquel «por singular gracia». María es vista en el proyecto
parte de Dios, en la que ella había podido consentir libremente en la
salvífica de la Trinidad santa, totalmente referida a su Hijo, «sal-
previsión del Eterno y en la realización histórica de su existencia. Con
vador del género humano»: la elección por parte del Padre, abso-
lutamente libre y gratuita, llega a realizarse también para ella
-como para toda criatura- a través de la mediación única y
69. San Agustín, De natura et gratia, 42, en Obras de san Agustín VI, Ma-
dcid '1956, 879. universal del Hijo Jesús, por cuyos méritos ante el Padre quedó
70. Id., Opus imperfectum contra Iulianum 4, 122, en PL 45, 1417.
71. G. S611, Storia dei dogmi mariani, 239.
72. Cf. sobre estas objeciones ibid., 248s y 272s.
73. J. Duns Scoto, Opus Oxiniense, Ordinatio III: cf. C. Balié, Johannes 74. Cf. la Sesión Vl, 13 de enero de 1547, el canon 23, DS 1573.
Duns Scotus et historia Immaculatae Conceptionis I, en Textus Auctoris, 7, Ro1na 75. Cf. DS 2015, y G. Sóll, Storia dei dogmi mariani, 355s, n. 110.
1955. 76. DS 2803.
142 La historia de María María en fa historia de la fe 143

preservada inmune de la condición universal del pecado original a la absoluta primacía de Dios en la obra de la salvación y el
y puede por tanto existir de manera totalmente conforme con el rechazo de toda posible mediación humana, y por tanto eclesiás-
designio de Dios. María viene a la existencia por obra del Padre tica, dentro de ella. En la cumbre de un proceso secular de con-
mediante el Hijo en el Espíritu, para gloria del Padre, en el mis- trov.ersias, que había ciertamente endurecido las posiciones, lle-
mo Espíritu, por el único Hijo eterno, encarnado en ella para vándolas hasta extremos polémicos, el dogma de la asunción de
nuestra salvación. Esta visión celebra el triunfo de la pura gracia María a los cielos expresa de la forma más intensa la antropolo-
del Altísimo: «En este comienzo del destino de María, todo es gía fundamentalmente optimista del catolicismo y, desde el pun-
gratuito por parte de Dios. Ella queda colmada en el primer to de vista formal, rubrica la importancia decisiva de la media-
instante: antes de haber podido ejercer ningún acto meritorio. ción de la Iglesia como actualización concreta de la única y per-
Pero la gratuidad de este don que procede, por anticipación, fecta mediación de Cristo. Y esto sin desconocer la indiscutible
sólo de los méritos del hombre-Dios, no tiene que hacernos igno- primacía de la gracia, solemnizada en el dogma de la inmaculada
rar el vínculo de este misterio con toda la preparación anterior»·. concepción frente al espíritu moderno; los dos «nuevos» dogmas
El misterio de la gracia es el que domina la economía de la salva- llegan a integrarse recíprocamente, ofreciendo en María la ima-
ción. «Es un misterio de amor; el amor divino que -a diferencia gen de una antropología teológica ejemplar, en la que Dios no
del nuestro- no depende de su objeto, sino que lo crea, de tal sólo no rivaliza con el hombre y su gloria, plenamente afirmada,
modo que se expande sin ningún obstáculo. Precisamente, en el sino que coincide con la vida plena de la criatura.
fondo del mundo envejecido, ese amor divino devuelve la crea-
ción a su origen origen al constituir a María en la más amable y Verificando en lo concreto de la Virgen el antiguo axio1na de Ireneo
atractiva de sus criaturas: aquella en la que Dios podrá establecer «Gloria Dei vivens ho1no est», «estos dos dogmas marianos correspon-
su morada, sin compromisos con el pecado. La inmaculada con- den a la antropología teológica más optimista del catolicismo y su apro-
bación comunica mayor seguridad que no un cuadro del hombre marca-
cepción es el triunfo de la sola gracia de Dios: sola gratia» 77 . do por el ansia del pecado y por la duda sobre la resurrección» 79 • Al
Esta afirmación absoluta de la primacía de la iniciativa divina, mismo tien1po, el recurso al consenso actual de la fe eclesial co1no moti-
que sirve de fundamento a todo el «n1ysterium salutis», inuestra vación decisiva para la definición dogmática, en cuanto expresión del
con evidencia que el dogma de la concepción sin mancha de la sensus fidei arraigado en la palabra de Dios y garantizado en el tiempo
Virgen María es «un capítulo de la doctrina misma de la reden- por el Espíritu sobre la fidelidad del Señor a sus promesas, remacha el
ción y su contenido constituye la manera más perfecta y radical valor de la mediación eclesial, en la que se hace presente, <<aquí y aho-
de redencióil>) 78 • En él el testimonio eclesial ha hecho resplande- ra» la obra del único y perfecto mediador, Jesucristo. El trasfondo (po-
cer la verdad del «Deus semper prior et semper maior», oponién- lémico), no inmediato y directo, pero ciertamente presente en la defensa
y en el testimonio de la fe católica, llega a aclarar así la intención del
dola a las presunciones totalizantes de la razón moderna, que es
dog1na, que es al mismo tiempo doxológica y soteriológica, para la glo~
la gran interlocutora - aunque no se la mencione expresamente- ria de Dios y el servicio de una concepción íntegra de la redención y de
de la definición dogmática. su protagonista humano.
El otro extremo contra el que reacciona el desarrollo del dog- ¿Qué es lo que afirma entonces el dogma de la asunción de María a
ma mariano en la época moderna es el pesimismo frente al hom- los cielos? Partiendo del misterio central de la encarnación y de lapas-
bre, establecido por la Reforma. La celebración del «soli Deo cua, extiende la luz pascual a la biografía total de la Virgen-Madre, es
gloria)> era para el protestantismo al mismo tiempo la apelación decir, no sólo a los comienzos de su existencia, como había hecho el
dogma de la inmaculada concepción, sino también a su destino último y
definitivo. El Dios que actúa en el centro de la historia de la salvación
77. R. Laurentin, La Vergine Maria, 224s.
78. K. Rahner, La Inmaculada Concepción, en Escritos de Teología 1, Ma-
drid 1961, 235. Cf. también sobre todo lo que se ha dicho, S. De Fiores-A. 79. G. SOll, Storia dei dogmi mariani, 378. Cf. también, por ejemplo, K.
Serra, Inmaculada, en NDM, 910-941, con bibliografía. Rahner, Sobre el sentido del dogma de la asunción, en Escritos de teología I, 239.
144 La historia de María María en la hisloria de la fe 145

es el mismo del principio y del fin, el alfa y la 01nega (cf. Ap 1, 8; 21, Ta1nbién en este texto hay que subrayar su acentuación «per-
6; 22, 13); las grandes obras que realizó en su esclava, la tocan en su sonalista»: el sujeto de la asunción es Dios, evocado en su miste-
historia total. Y lo mismo que María es inmaculada porque el Espíritu rio mediante una fórmula que recuerda el uso bíblico del llamado
de Dios que la colmó de gracia en la anunciación actúa en el interior de «pasivo divino» (cf., por ejemplo, el pasivo de los «vaticinia pas-
la elección eterna del Padre, que la preservó del pecado con vistas a los
méritos del Hijo, así la victoria sobre la muerte, realizada en el Resuci- sionis» en Me 8, 31; 9, 31; 10, 33s y paralelos y el «assumptam
tado como signo manifestativo de su victoria sobre el pecado, llega a fuisse» del texto). La que es asumida es María, en su unidad
resplandecer plenamente en ella: «Assumpta quia Immaculatal». Esta personal en alma y cuerpo. Las razones de este acto divino se
idea había sido preparada ciertamente en la tradición viva de la fe ecle- evocan en el uso mismo de los títulos dogmáticos atribuidos a
sial; para muchísimos de los padres «la divina maternidad es la motiva- ella: inmaculada, Madre de Dios, siempre Virgen. Y como se ha
ción fundamental que exige para María la exención de la corrupción del visto que estos títulos remiten todos ellos a la relación absoluta-
sepulcro, la gloriosa resurrección y ascensión a los ciclos ... ; y es también mente singular de María con su Hijo, en el marco de la elección
el motivo por el que ella cooperó física y 1noralmente a la destrucción eterna por parte del Padre y bajo la acción del Espíritu santo, es
del señorío de la muerte y a la elevación del género humano» 8º. En la
posible captar en esta apelación al misterio total de María el
conciencia profunda de la tradición de oriente y de occidente María «es
la única que tiene ahora, junto con su cuerpo glorificado por Dios, su
recuerdo del misterio pascual de nuestra salvación y de toda la
lugar junto al Hijo en el cielo» 81 . Por esto, el recurso alfactum Ecclesiae economía que en él se revela y en la que está al mismo tiempo
quiere ser comprensivo de la gran tradición de la fe a partir del nuevo densamente recogida. De este modo la «biografía total» de Ma-
testamento. Atestigua todo lo que está ahora explícito en la conciencia ría viene a inscribirse en la «biografía total» de Jesucristo; en
de la fe eclesial, corno fruto de un largo proceso de maduración y de ella se manifiesta anticipadamente lo que su Hijo divino realizó
clarificación progresiva, en el que la fe en la promesa de Dios y en su por nosotros resucitando de entre los muertos, es decir, la victo-
fidelidad reconoce la historia de la presencia del Espíritu mismo en la ria sobre el pecado y sobre la muerte. En María resplandece el
historia de la Iglesia del Señor 82 •
cumplimiento del proyecto divino sobre la criatura humana: la
dignidad del hombre aparece plenamente iluminada en este des-
Evocando brevemente este riquísimo patrimonio, la constitu- tino supremo, realizado ya en la Virgen Madre, de participar
ción apostólica Munificentissimus Deus, del 1 de noviembre de con toda su persona, alma y cuerpo, de la gloria celestial. Ade-
1950, se muestra muy sobria en su declaración: más, el hecho de que el texto no diga nada sobre la cuestión
Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente re-
discutida de la muerte de María - ¿murió primero la Virgen Ma-
velado: que la inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, ría y luego fue asunta, recorriendo así un camino análogo al de
cumpliendo el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y la muerte y resurrección del Hijo, o fue hecha directamente par-
alma a la gloria celestial (Immaculatam Deiparam semper Virgi- tícipe de la nueva economía de la victoria sobre la muerte por
nem Mariam, expleto terrestris vitae cursu, fuisse corpore et anima parte del Resucitado?- hace que la atención se centre, no ya en
ad caelestem gloriam assumptam) 83 • las modalidades, fundamentalmente secundarias, de la asunción,
sino en el resultado final, que en ella se ofrece como destino
futuro de los resucitados. Su «privilegio» 84 aparece como un sig-
80. M. Jugie, La mort et l'assomption de la sainte Vierge, Roma 1944, 250. no concreto de esperanza ofrecido a la humanidad entera, ya
Cf. también C. Balié, Testimonia de Assumptione B. M. Virginis ex omnibus que manifiesta la meta última de nuestra peregrinación terrena y
saeculis I, Roma 1948; y G. Jouassard, L'assomption corporelle de la Sainte Vier-
ge et la Patristique: Etudes Mariales 6 (1948) 97-117.
81. Gregorio Palamas, Homilía in dorm., en PG 151, 468.
82. Cf. A. G. Aicllo, Sviluppo del dogma e tradizione a proposito della defi- 84. Aunque no aparece el término en la fórmula dogmática, se enuncia un
nizione dell'Assunzione di Maria, Roma 1979. poco antes en la constitución; y en otros lugares la asunción se señala con10 «la
83. DS 3903. suprema corona de sus privilegios»: cf. AAS 42 (1950) 768 y 769.

'"
146 La hisroria de María Muria en la historia de la fe 147

alimenta, casi visiblemente, la fe en nuestra resurrección, garan- los tien1pos. Fue objeto del anuncio de los profetas, la priinera de los
tizada por la resurrección de Cristo. Aunque falta una referencia apóstoles, el vigor de los 1nártires, el fundamento de los doctores. Es la
explícita a la eclesiología, quizás debido a un cierto silencio en gloria de la tierra, el gozo del cielo, el ornato de toda la creación. Es el
torno al papel y a la obra del Espíritu, no parece arriesgado comienzo y la raíz de los bienes inefables. Es la cumbre y la perfección
concluir que en la asunción de María se nos ofrece el «icono de la santidad» 86 . En occidente, el desarrollo de esta perspectiva del
escatológico de la Iglesia» 85 . La figura de la Virgen Madre asun- misterio de la Virgen Madre de Dios se amplió ulteriormente corno
reacción frente a las negaciones de la Reforma: celebrar las glorias de
ta al cielo se convierte entonces en la clave de la dignidad presen-
María pasó a ser la forma concreta y al mismo tiempo densamente sim-
te y futura del hombre creado y redimido por Dios, la densa bólica de rechazar el pesimismo antropológico que surgía de la exaspera-
confirmación de que la gloria del Eterno no se asienta sobre las ción del «soli Deo gloria», reafirmando la identidad propia de la tradi-
ruinas de su criatura, sino que por el contrario él es glorificado ción católica en su optimismo sustancial sobre la dignidad del ho1nbre y
en la gloria de sus santos. La antropología cristiana brilla en su su destino según el proyecto de Dios. Semejante desarrollo encuentra
característica de confianza y de esperanza en las posibilidades y su obra maestra en el libro de extraordinario éxito de san Alfonso María
en el destino del hombre, precisamente como consecuencia de la de Ligorio, Las glorias de María. La contemplación de las maravillas
fe en el poder infinito del amor del Dios creador y redentor. El del Eterno en los misterios de la Virgen madre es un continuo motivo
pesimismo antropológico de algunos desarrollos de la Reforma de alabanza a Dios y de luz y aliento para el pecador, hasta el punto de
que ella se convierte en la estrella luminosa que guía a los hombres en
encuentra efectivamente en el dogma de la asunción un duro
la realización del proyecto que tiene el Señor sobre su existencia 87 •
motivo de escándalo.
En el contexto de la mariología del modelo, que celebra la
c) La ejemplaridad moral de María «gloria Dei» en María, figura perfecta del «horno vivens», se
prepara el doble rechazo, presente en los dos dogmas marianos
En este punto basta con aludir solamente a los dos últimos sucesivos, de la exaltación moderna del hombre a costa de lo
factores que han influido en el desarrollo «moderno» del dogma trascendente y del pesimismo antropológico protestante. Pero es
mariano: por una parte, el recurso a la ejemplaridad moral de también y especialmente la traducción de esta contemplación del
María; por otra, la experiencia riquísima del culto y de la espiri- modelo en la vida espiritual y litúrgica, lo que ayuda a ver el
tualidad mariana. misterio total de la Virgen en el misterio total de Dios, Trinidad
santa.
Respecto a la época patrística, la mariología moderna -marcada por
un interés más aguda1nente antropológico- se esfuerza por ver en la
Virgen el modelo de la criatura plenamente realizada según el plan de d) La piedad mariana
Dios, el ejemplo más puro del hombre redimido. Bajo este estímulo se
desarrolla también la teología de los privilegios marianos, deducidos El desarrollo de la piedad mariana en los últimos siglos, favo-
según la fónnula «Deus potuit, decuit, ergo fecit», que permitía unir a recido también por la reacción antiprotestante y antimoderna,
la celebración de la omnipotencia divina la contemplación de las metas induce a percibir intensamente la «presencia» maternal de la
alcanzadas por la más perfecta de las criaturas. La exaltación de María toda-santa en la comunión de los santos, de la que la Trinidad es
era ya patrimonio común del oriente y del occidente. Baste con citar fuente, morada y meta.
estas palabras de Gregario Palarnas, que reconocen en ella el compendio
brillante del destino humano: «María es la causa de los que fueron antes
de ella, está al frente de los que la siguieron, es la reconciliación entre 86. Gregario Palamas, Homilia in dorm., en PG 151, 473A.
87. San Alfonso María de Ligorio, Las glorias de María, 952. En la conclu~
sión de la obra se dice: «jÜh María dulcísima!, cierto que soy un pobre pecador,
85. Cf. R. Laurentin, La Vergine Maria, 216 y 305s. pero me glorío de amaros y espero de vos grandes mercedes, entre otras la de
1norir amándoos>>.
148 La historia de Maria María en la historia de la fe 149

No es una casualidad que la obra que más ha influido quizás en el está motivado por el contexto más general de la Iglesia en el
desarrollo de la devoción mariana moderna, el Tratado de la verdadera tiempo- produce acentuaciones diversas, con diferentes desarro-
devoción a la Virgen de san Luis María Griñón de Montfort 88 , presente llos. Si la concentración cristológica en los debates de la antigua
un fuerte carácter trinitario (cf. especialmente los n. 16-44): María es
«el santuario y el reposo de la santísima Trinidad, donde el Señor mora
Iglesia reacciona contra el doble reduccionismo de lo humano y
más magnífica y divinamente que en ningún otro lugar del universo» (n. de lo divino en Cristo, la perspectiva antropológica que anima a
5); en ella se realiza de manera ejemplar la obra de las tres divinas la investigación teológica de la edad moderna y contemporánea
personas, la misma que tendrá que realizarse en la Iglesia hasta el retor- se mueve entre los dos extremismos opuestos de la celebración
no de Cristo: «La conducta que las tres personas de la santísima Trini- de la gloria del hombre a costa de la muerte de Dios y de la
dad han observado en la encarnación y en la prünera venida de J esucris- celebración de la gloria de Dios a costa de la negación del hom-
to, la siguen todos los días de una manera invisible en la santa Iglesia y bre. Necesariamente, con una perspectiva y unos estímulos polé-
la seguirán hasta la consumación de los siglos en la última venida de micos diferentes, también será distinto el lenguaje. Por eso, sólo
Jesucristo» (n. 22). Así es como la devoción a María en sus formas más
ante una lectura más bien exterior los dogmas marianos moder-
correctas y trinitariamente fundadas prepara el pleno reconocimiento
dogmático del cu1nplimiento de la obra de la Trinidad en ella, como nos pueden parecer unos dogmas que hablan simplemente del
signo y anticipación del cumplimiento pro1netido que «Dios sea todo en hombre y no de Dios: «En María, la humanidad gobierna el rei-
todas las cosas» (1 Cor 15, 28). Y es ciertamente esta raíz cultural del no de los cielos y da órdenes incluso al Omnipotente» 89 . En rea-
dogma la que le da el carácter doxológico, ya subrayado: todo lo que lidad, hablan del Dios revelado en Cristo no menos que los dog-
está definido en torno a María, lo está únicamente para gloria de la mas de la Iglesia antigua; pero lo hacen bajo el estímulo de la
Trinidad, para que resplandezca mejor esta gloria para salvación de los búsqueda de la luz que se deriva de esta revelación para la con-
hombres. cepción del hombre y de su destino presente y futuro. La conti-
nuidad con el anuncio de los orígenes está en el mantenimiento
No es posible concluir esta relectura de los dogmas marianos del escándalo cristológico incluso en sus consecuencias antropo-
en sus horizontes históricos y en sus intenciones profundas, sin lógicas. Al igual que el dogma de la edad patrística no disolvió a
preguntarse una vez más si da madre del Señor» (Le 1, 43) en el Cristo, sino que mantuvo en toda su elevación y su pureza la
nuevo testamento es la María de la fe de la Iglesia. Ya se ha paradoja de la convergencia en él de la divinidad con una huma-
observado cómo esta identificación está debidamente fundada nidad íntegra y verdadera en la unidad de la persona divina, así
para los dos. dogmas de la antigua Iglesia, a pesar de las modifi- también el dogma mariano de la edad moderna no anula la reve-
caciones en el lenguaje y en los paradigmas culturales. A la luz lación y la obra de Cristo, ya que mantiene en toda su elevación
de cuanto se ha dicho, esta misma identidad en la novedad puede y su pureza la paradoja de la relación entre lo humano y lo divino
afirmarse entre los dos dogmas «.modernos» y los de la edad pa- que en él se nos ha concedido. Estos dos elementos no se confun-
trística, y por tanto entre Jos primeros y el testimonio del nuevo den en el sentido de que lo humano absorba a lo divino o que lo
testamento. Ciertamente no deja de ser grande la diversidad de divino anule lo humano; y tampoco son totalmente extraños y
horizonte hermenéutico: del dogma en el régimen de la cristolo- separados lo uno de lo otro. Quedando en pie la absoluta prima-
gía se pasa al dogma en la perspectiva de la antropología. Este cía de Dios, gracias a su voluntad e iniciativa libre y gratuita en
diverso interés -que no es ni mucho menos superficial, sino que el Hombre-Dios lo humano queda redimido y lo divino se hace
accesible, de forma que la promoción del hombre sea la gloria
88. El libro, que había quedado escondido «en las tinieblas y en el silencio
de Dios y la vida plena de la criatura sea la visión del Creador:
de un cofre» (n. 114) durante más de un siglo, según una previsión singular del «Gloria Dei vivens horno est; vita hominis visio Dei» (san Ire-
autor, fue encontrado y publicado en 1842. La edición castellana: L. M. Griñón
de Montfort, Tratado de la verdadera devoción, en Obras de san Luis María G.
de Montfort, Madrid 1954. 89. G. Micgge, La Vergine Maria, 212.
150 La historia de María María en la historia de la fe 151

neo). Esta convergencia paradójica, que revela toda la profundi-


dad del amor divino con los hombres, ha sido proclamada en el 3. La recepción del dogma como problema ecuménico
contexto problemático de la edad moderna precisamente a través
de las verdades definidas sobre María. Por una parte, la inmacu- «Un diálogo ecuménico sobre mariología es algo muy difícil
lada concepción celebra la absoluta pureza y gratuidad de la elec- si se desarrolla honradamente y si se quieren tratar en él los
ción divina cuando afirma que en María -caso absolutamente estratos más profundos del culto mariano y de su rechazo. Por
singular y ejemplar en su singularidad- Dios viene primero y es eso, basta ahora la mayoría de los diálogos ecuménicos oficiales
siempre más grande, en contra de toda presunción totalizante ha dejado de lado este problema. De hecho, las conversaciones
por parte de la razón humana, exaltada por el espíritu ilustrado 1nariológicas sólo han logrado un consenso entre especialistas en
de la modernidad. Por otra parte, la asunción a la gloria celestial mariología, pero sin efecto alguno para las Iglesias que represen-
muestra el altísimo destino final de la criatura humana junto al taban» 91 • Esta constatación del teólogo evangélico J. Moltmann
Señor y, por tanto, la dignidad y la responsabilidad de la perso- destaca las consecuencias de un dato real e indiscutible, aunque
na, que en la libertad puede aceptar o no la consecución de esta doloroso: la reflexión de fe sobre la Madre del Señor divide a los
meta. La paradoja cristológica se mantiene intacta hasta sus últi- cristianos. Si por una parte hay quien afirma que «no puede ha-
mas consecuencias. Sigue en pie la continuidad profunda, a pesar ber teología cristiana sin una referencia continua a la persona de
de la discontinuidad de perspectivas y de lenguaje. El desarrollo la Virgen María y a su papel en la historia de la salvación» 92 , por
del dogma mariano es entonces «precisamente un desarrollo y otra hay quienes piensan que la mariología es «una excrecencia,
no una 'evolución', esto es, un cambio heterogéneo ... La inma- es decir, una inflamación enferma del pensamiento teológico» 93 •
culada concepción y la asunción no son el fruto de un nuevo Esta diversidad de opiniones está ciertamente vinculada a dife-
mensaje de Dios, sino una integración de los datos de la historia rentes valoraciones del culto y de la experiencia espiritual relati-
de la salvación y del destino de María, a la luz del Espíritu que vos a la Madre de Jesús, pero sus raíces profundas tienen sin
ilumina la plenitud de lo que Cristo enseñó (cf. Jn 14, 26; 16, duda motivaciones de carácter dogmático. En este nivel, donde
90
13) . También en los dog1nas marianos «modernos» la Virgen podría considerarse como diferente la «recepción» del dogma
Madre sigue siendo totalmente relativa al Hijo; pero mientras mariano, hay que situar la problemática ecuménica relativa a
que en la antigua Iglesia su misterio fue profundizado para cono- María. En relación con el desarrollo dogmático se sitúan de ma-
cer mejor el misterio de Cristo, fundamento de nuestra salva- nera diferente las diversas tradiciones cristianas, aunque todas
ción, en la edad moderna la fe eclesial quiso profundizar, a tra-
vés de María, en las consecuencias de la revelación para la con-
91. J. Moltmann, ¿Existe una m((riología ecuménica?: Concilium 188 (1983)
cepción del hombre, de la existencia redimida y de la historia. Y 178. Sobre inariología y ecumenismo cf. la buena síntesis de S. C. Napiorkowski,
entonces es en su arraigo cristológico-trinitario y en la atención Ecumenismo, en NDM, 644"654, con bibliografía. Baste recordar el volumen en
soteriológica donde convergen todos los dogmas marianos; inclu- colaboración Maria nella comunitlt ecumenica, Roma 1982; el fascículo 188 de
Concilium (1983) sobre A1aría en las Iglesias; la información puesta al día de S.
so bajo el punto de vista de la historia de los dogmas se puede De Fiores, María en el diálogo ecuménico post"conciliar, en Id., María en la
decir que la Virgen Madre de Dios viene de la Trinidad y orienta teología conteniporánea, Salamanca 1991, y el opúsculo de P. Ricca~G. Tourn-V.
hacia la Trinidad, como humilde esclava del Señor en la que el Subilia, Gli evangelici e Maria, Torino 1987. Las Declaraciones ecuménicas de los
Congresos mariológicos internacionales están recogidas en Studi Ecumenici 5
Dios de la alianza quiso realizar maravillas por nosotros los hom- (1987) 529"543. Una bibliografía sobre la producción ortodoxa en esta 1nateria
bres y por nuestra salvación. puede verse en N. Nissiotis, María en la teología ortodoxa: Concilium 188 (1983)
219"244, como apéndice al artículo (243s); y sobre la producción evangélica, cf.
G. Maron, María en la teología protestante: ibid., 245-257 (256s).
92. N. Nissiotis, María en la teología ortodoxa, 219.
93. K. Barth, Die kirchliche Dogmatik I/2, Zürich 51960, 153. Cf. también
90. R. Laurentin, La Vergine Maria, 187s. ld., Una lettera sulla mariologia, en Id., Domande a Roma, Torino 1967, 75-78.
152 La historia de i\1aría Maria en la historia de la fe 153

ellas se sienten movidas por la palabra de Dios para llamar «bie- los teólogos evangélicos no rechacen la cualificación de María
naventurada» a la Madre del Señor. Pueden distinguirse tres as- como «Madre de Dios», sino que ... la aprueben y la reconozcan
pectos: lo que une a todos los cristianos, lo que los divide y las como 'expresión legítima' de la verdad cristológica» 97 . La carac-
posibilidades de un eventual consenso nuevo y más amplio. terística de las afirmaciones de la Iglesia antigua sobre la Virgen,
o sea, la de estar totalmente al servicio de las afirmaciones de la
a) Elementos de unidad fe ortodoxa sobre Cristo y sobre la Trinidad, hace que la acepta-
ción íntegra de la confesión cristológica y trinitaria -fundamento
El primer elemento fundamental de unidad es el testimonio indiscutible de la identidad cristiana 98 - suponga también la re-
bíblico en torno a María. Aunque este testimonio pudo haberse cepción del dogma mariano definido en el régimen de la cristolo-
forzado por las exigencias de una mariología poco crítica o, por gía. Así es como «ambas convicciones de fe sobre la maternidad
el contrario, devaluado hasta llegar a hablarse simplemente de virginal y divina de María, vinculadas con el llamado 'dogma de
un «silencio de ]as Escrituras» sobre aquella a la que las mismas la antigua Iglesia', tal como de hecho se enunció en las fórmulas
Escrituras presentan sin embargo como la Virgen Madre de Dios de credo comunes, son aceptadas en oriente y en occidente por
hecho hombre, una exégesis críticamente atenta y libre de prejui- todos los que se encuentran unidos con la Escritura y los conci-
cios polémicos muestra la indiscutible riqueza del patrimonio co- lios de la Iglesia antigua en la profesión de la preexistencia, de
mún que Jos cristianos encuentran en el nuevo testamento sobre la verdadera filiación divina y de la encarnación de Jesucristo» 99 •
María 94 • Los elementos fundamentales de este patrimonio co- El punto en que radica la diferencia es que algunos desarrollos
mún son los que el desarrollo del dogma en la Iglesia antigua de la exégesis en el ámbito evangélico no reconocen la «perpe-
puso en evidencia y definió dentro del contexto de las disputas tua» virginidad de María, admitiendo la posibilidad de que dos
cristológicas y trinitarias, animadas todas ellas por una fuerte hermanos de Jesús» mencionados en el nuevo testamento sean
atención a la cuestión de la salvación: la virginidad y la materni- hijos suyos. Pero hemos visto cómo también la exégesis crítica
dad divina de la mujer de Galilea. El credo niceno-constantino- puede estar de acuerdo con las afirmaciones dogmáticas del
politano es «el único que con cierto fundamento puede presen- Constantinopolitano II y del Lateranense I sobre el misterio de
tarse como ecuménico o universalmente aceptado ... Lejos de la «siempre Virgen», antes, durante y después del acontecimien-
arrinconarlo, la Reforma reafirmó su carácter de obligatoriedad, to «escatológico» del nacimiento del Señor.
imprüniéndole nueva vida y haciéndolo más conocido al trasla- Aunque no en el mismo nivel de consenso entre los cristianos
darlo a las lenguas modernas» 95 . Por tanto, no es sólo la referen- sobre la fe común de la Iglesia indivisa, en relación con la figura
cia ejemplar a la fe de la Virgen, atestiguada en el nuevo testa- bíblica de María, se plantea también la posibilidad de un mayor
mento, lo que une a los cristianos 96 , sino también la referencia a conocimiento y comprensión mutua entre el cristianismo, el ju-
la fe en torno a ella, tal como la formularon los grandes concilios daísmo y el islamismo rno. El itinerario de la vida de María se
de la Iglesia indivisa del primer milenio. «En cierta medida equi- presenta en una lectura bíblica como el de «una madre, la madre
vale a una prueba de la exacta comprensión de la doctrina de la de Jesús, madre judía en la más pura tradición hebrea, como
encarnación del Verbo el hecho de que incluso los cristianos y

97. K. Barth, Die kirchliche Dogmatik I/2, 151s.


94. Cf. por ejemplo, el fruto del trabajo común de exegetas católicos y evan- 98. Cf. el fundainento doctrinal requerido para la participación en el Con-
gélicos an1ericanos, por R. E. Brown-K. P. Donfried-J. A. Fitzmycr-J. Reu- sejo mundial de las Iglesias, The Constitution of the World Council of Churches
111ann, María en el nuevo testamento, Salainanca 1986. l. Basis.
95. J. D. D. Kelly, Primitivos credos crisüanos, Salamanca 1980, 353s. 99. G. SOII, Storia dei dogmi mariani, 412
96. Cf., por ejemplo, R. Bertalot, Come impostare un discorso ecurnenico 100. Cf. Maria nell'Ebraismo e ne!!' Islam oggi. Atti del VI Sirnposio Interna-
.1·u Maria, en Maria nel!a comunitü ecumenica, 14. zionale Mariologico (Roma ottobre 1986), Ro111a-Bologna 1987.
154 La historia de María María en la historia de la fe 155

tantas otras madres que durante siglos y milenios han visto 1norir tal es también el principio, el prototipo y la esencia de la Igle-
a sus hijos por la santificación del Nombre (Qiddush hashem es sia» 103 • Así pues, la crítica se mueve en la doble perspectiva de
morir pronunciando el Shemá). Así pues, ¿María es madre ju- la antropología teológica y de la eclesiología. El reproche de los
día? Sin duda alguna; en la fe, en el trágico dolor frente a la evangélicos es una especie de exaltación de la criatura que, he-
muerte del hijo, pero también en la gran esperanza mesiáni- cha partícipe del proceso de la justificación y de la santificación
ca» im A esta interpretación de María como figura ejemplar en mediante el asentimiento libre a la voluntad de Dios -aunque
la fe y en el abandono a Dios se añade en el Islam el reconoci- dado dentro de un misterio de gracia preveniente- disminuiría
miento de que María es la madre virginal del profeta Jesús; en el la pureza absoluta del señorío y de la trascendencia de Dios, el
Corán, María, la única mujer que se menciona con nombre pro- único a quien le corresponde la gloria por entero. María, tal
pio (34 veces), «representa el único caso de una virgen que da a como la propone el dogma católico, sería «el principio, el proto-
luz a un gran profeta por intervención directa de Dios; y también tipo y la esencia» de esta colaboración con la obra divina; y
representa el modelo de una fe absoluta y de una perfecta sumi- puesto que esta idea de la cooperación en la gracia está también
sión (que es lo que significa la palabra islam) a la voluntad divi- en la base del valor que la teología católica le reconoce a la
na» 102 . La humilde mujer de Galilea, unida a la historia absoluta- Iglesia -como mediación humana en la que se actualiza en el
mente singular de su Hijo, constituye por tanto un punto de en- Espíritu la única mediación salvífica de Cristo- la Virgen Madre
cuentro en la profundización del conocimiento mutuo entre las sería también la clave de la eclesiología, que la Reforma rechaza
tres grandes religiones. en nombre de la «Scriptura sola» y de la «sola gratia». En estos
mismos planos de la antropología y de la concepción de la Iglesia
b) Elementos de división se sitúa la crítica por parte ortodoxa, aunque sea por motivacio-
nes opuestas y conclusiones diferentes: en el ámbito de la con-
Lo que divide a los cristianos en la reflexión de fe en torno a cepción del hombre se teme que el dogma de la inmaculada
la Madre del Señor es el desarrollo dogmático que tuvo lugar concepción de María pueda comprometer el papel de su liber-
dentro de la Iglesia católica en el segundo milenio. Lo que divide tad, ejercida con plenitud en la hora del asentimiento prestado
las posiciones, más que el dogma en sí mismo, es lo que dicho en la anunciación, que habría sido también la hora de su «santi-
dogma representa para la concepción del hombre y de la media- ficación» perfecta. La Virgen se había visto colmada de gracia
ción eclesial'. «El dogma mariano es ni más ni menos que el dog- porque, purificada del pecado original de que participaba, gra-
ma central normativo de la Iglesia católico-romana, el dogma a cias a la acción del Espíritu santo habría merecido ese don me-
partir del cual hay que comprender todas sus posiciones decisivas diante el ejercicio de su libertad. De este modo María se con-
y con el que éstas se mantienen o caen ... La 'Madre de Dios' del vierte en «instrumento, símbolo y tipo de la divinización de to-
dogma mariano romano-católico es entonces sencillamente el dos los fieles que, por la fe, participan en el mismo misterio de
principio, el prototipo y la esencia de la criatura humana que la encarnación, muerte y resurrección, y que cooperan libremen-
colabora en su salvación prestando su servicio (ministerialiter) te con la misma gracia, a imagen de la Panagia-Theotókos» 104 •
sobre la base de la gracia preveniente y precisamente en cuanto También en el aspecto eclesiológico la ortodoxia presenta algu-
nas objeciones, aunque no tanto respecto al significado tipológi-
co de María para la Iglesia o su papel de intercesión maternal,
101. L. Sestieri, Maria flglia di lsraele e madre di GesU, en Maria nella
cornunitil ecumenica, 47. Cf. también S. Ben Chorin, Mutter Mirjam. Maria in como respecto al sentido formal de los dogmas marianos «re-
jüdischer Sicht, München 1971; así como S. Cavalletti, Judíos, en NDM, 1024-
1032.
102. Cf. G. Gharib, Musulmanes, en NDM, 1453; cf. el artículo entero, 103. K. Barth, Die kirchliche Dogmatik I/2, 157.
1453-1463, con bibliografía. 104. N. Nissiotis, María en la teología ortodoxa, 229s.
María en fa historia de la fe 157
156 La historia de María

cientes», definidos fuera de un contexto plenamente ecuménico clima de adoración y de alabanza. Lejos de ser extraño a la vi-
y con un acto que la Iglesia de oriente ve como algo extraño, vencia espiritual y a la doxología, el dogma es su expresión y,
sobre todo porque en ella «la mariología ocupa un nivel más como tal, no pretende agotar la totalidad del misterio, sino remi-
existencial, más experiencia! y más comprometido ... Cuando en tir a ella, a fin de que se convierta cada vez más en una experien-
la vida de una Iglesia todo habla de María y todo está orientado cia que alimente su vida.
a ella, sea la estructura del culto diario, las grandes celebraciones
litúrgicas o la misma iconografía, entonces cualquier discusión e) Las perspectivas de un consenso más amplio
teológica resulta superflua o se revela incapaz de dar razón de lo
que toda la comunidad creyente experimenta y comparte de 1na- ¿Qué perspectivas se abren para un posible crecimiento del
nera tan significativa» 105 • consenso en torno a la Madre del Señor a partir de los puntos de
Así pues, las críticas por parte evangélica y las críticas por encnentro y de las formas de disensión que hemos señalado?
parte ortodoxa, a pesar de que se mueven en los mismos ámbi- Una primera observación destaca que la raíz del consenso
tos, van en direcciones opuestas: si para unos los dogmas maria- guarda relación con el núcleo cristológico y trinitario de la fe
nos recientes dicen demasiado sobre la acción del hombre en cristiana, que subraya y confirma la verdad sobre María, tal
orden a su salvación y exaltan el papel de la Iglesia, para otros como la atestigua el nuevo testamento y la confiesa el dogma de
corren el peligro de decir demasiado poco sobre la libertad hu- la antigua Iglesia. Ningún cristiano puede renunciar a la verdad
mana y de mortificar con una definición formal un patrimonio sobre la Virgen Madre ya que, si lo hiciera, correría el riesgo de
que experimenta la Iglesia de forma riquísima y que celebra en comprometer la verdad salvífica sobre Cristo y sobre Dios, Trini-
su liturgia y en su espiritualidad. En una serena apología de la dad santa.
posición católica se puede destacar muy bien cómo ésta se mue- Sobre este consenso de fondo hay que medir también las
ve entre los extremos opuestos para obedecer, incluso en el te- diferencias, teniendo en cuenta el principio de la jerarquía de
rreno antropológico, a la verdad del núcleo central de la fe cris- verdades 106 , basado en el hecho de que el nexo con el funda-
tiana: la verdad sobre Cristo, verdadero Dios y verdadero hom- mento de la fe cristiana es distinto para los diversos aspectos del
bre, en la unidad de la persona divina del Verbo encarnado, misterio que se proclama, se celebra y se vive. Y puesto que las
único mediador entre Dios y los hombres. La intención del dog- diferencias en mariología guardan relación con una discrepancia
ma es al mismo tiempo la de decir «no» a una exaltación del más amplia sobre la antropología y la eclesiología, hay que me-
hombre a costa de la muerte de Dios -propia del «espíritu mo- dir estas concepciones de fondo sobre el núcleo fundamental de
derno»- y a una exaltación de Dios a costa de la negación del la paradoja cristológico-trinitaria. Y he aquí que la investigación
hombre -propia de algunos desarrollos de la Reforma. También ecuménica en torno a la Madre del Señor remite a las cuestiones
para decir «SÍ» a la idea de un Dios que no es el rival del hom- decisivas de la doctrina de la gracia, de la justificación, de la
bre, sino que incluso tiene su gloria en el ho1nbre vivo; y para comunión eclesial: ¿es verdad que el relieve que se da al asenti-
decir «SÍ» a la idea de un hombre que necesita reconocer y aco- miento libre de la criatura, dentro de una economía de gracia
ger en la libertad la primacía del Eterno, ya que sólo la visión preveniente, compromete a la soberanía y a la trascendencia del
de Dios constituye su vida plena. Y este encuentro de lo humano Creador? ¿no es verdad, por el contrario, que el «SÍ» de María
y lo divino es lo que atestigua la Iglesia operando en sí misma revela una antropología de alianza que respeta la primacía de
precisamente en el acto de definir el dogma, palabra humana en Dios, pero también la dignidad de aquel a quien Dios amó hasta
la que se hace presente la verdad de la palabra eterna en su no ahorrar a su propio Hijo y entregarlo por todos nosotros

105. N. Nissiotis, María en la teología ortodoxa, 219. 106. Cf. UR 11.


María en la historia de la fe 159
158 La historia de Maria

devoción correspondan cada vez más y mejor a la solidez de la


(cf. Rom 8, 32)? ¿y es verdad que el hecho de subrayar la elec-
verdad dogmática, por parte evangélica será necesaria una mayor
ción divina preveniente en el dogma de la inmaculada concep-
ción corre el riesgo de eliminar el valor y el peso del consenti- comprensión del núcleo cristológico que está en la base de la
antropología y de la eclesiología trasmitidas en la piedad y en la
miento libre de la criatura? ¿acaso no es verdad que, dentro de
teología marianas. La madre de Jesús, que nos reconcilió con su
la economía de la gracia, absolutamente libre y preveniente, que-
da sitio para la acogida o el rechazo por parte de la criatura, y sangre haciendo de los dos un solo pueblo (cf. Ef 1, 14s), sigue
que queda sitio por consiguiente para la acogida libre, ejemplar, siendo para todos una apelación al misterio que nos une y un
reto para profundizar juntos en el conocimiento y en la adora-
fiel y perseverante de la fe de María? La orientación misma de
ción, para atestiguarlo unidos de forma creíble para el mundo.
estas preguntas muestra cómo la confrontación se desarrolla en
torno a la concepción teológica del hombre, de forma que ésta
no suprima la paradoja cristiana distanciando los polos hasta el
extremo. El encuentro entre el catolicismo y la ortodoxia es casi
total en este punto, aunque con una diversidad de acentos, moti-
vada por las diversas evoluciones que siguieron a la separación y
a los diferentes interrogantes a los que ha tenido que responder
la fe en oriente y en occidente. Por el contrario, parece más
crítica la confrontación con la tradición de la Reforma, ya que la
cuestión de la justificación parece constituir el «principio de iden-
tidad>>, sobre el que se sostiene o cae el edificio de la protesta
evangélica. Hay que reconocer que los interrogantes no pueden
resolverse por descontado 107 y que en esta dirección el debate
sobre la mariología podría constituir el estímulo para la profundi-
zación y el crecimiento del diálogo con vistas al testimonio co-
mún, siempre necesario para que el mundo crea (cf. Jn 17, 21).
En el ambiente de la eclesiología la confrontación se diversifi-
ca de forma análoga: si con la ortodoxia las diferencias tienen
más bien motivaciones históricas, hasta e.l punto de que el reco-
nocimiento mutuo de la plena eclesialidad es teológicamente po-
sible entre las dos Iglesias «hermanas», con las tradiciones naci-
das de la Reforma está en discusión el nudo teológico de la ac-
tualización de la única mediación de Cristo en el ministerio de la
Iglesia. También aquí la mariología puede revestir un papel sim-
bólico y constituir el estímulo para una confrontación más am-
plia. Si por parte católica se exigirá que las formas de culto y de

107. Así lo demuestran los diálogos de estos aflos y los resultados sorpren-
dentes de algunas confrontaciones desarrolladas en profundidad: cf., por ejem-
plo, H. U. von Balthasar, La teologia di Karl Barth, Milano 1977 y H. Küng, La
justificación, Barcelona 1967.
«El solo nombre de la Madre de Dios contiene todo el miste-
rio de la economía de la encarnación» 1 . Esta frase de san Juan
Damasceno, el «sello de los padres», como se complace en lla-
marlo la Iglesia oriental, resume perfectamente la línea constante
que brota de la memoria de la fe en torno a María. La Virgen
Madre se presenta en la Escritura de forma tan densa y tan sobria
al mismo tiempo que podría reconocerse a la Escritura entera
compendiada en ella, la «madre del Señor» (Le 1, 43). La historia
del testimonio y de la reflexión creyente en torno a María muestra
cómo en su misterio se ofrece el símbolo puro de todo el misterio
cristiano: en el dogma de la Iglesia antigua la verdad en torno a
la Madre viene a reflejar y a confirmar con fidelidad la verdad
salvífica fundamental en torno al Hijo y a la Trinidad santa; en
los dos dogmas «modernos» se hace presente la concepción del
hombre y de la historia que puede deducirse de la confesión de la
paradoja cristológica; en la totalidad del dogma mariano es la
misma Iglesia la que llega a reflejarse en su cualidad de ser total-
mente relativa a su Señor y en su ofrecimiento corno el lugar de
la nueva humanidad regenerada en la gracia. Realmente «la es-
tructura profunda del misterio de María es la estructura misma
de la alianza, vista por «la parte de los hombres que representa
María» 2 , y la reflexión de fe sobre ella «destaca el 'nexus myste-
riorum', el entrelazado íntimo de los misterios en su mutua fron-
talidad así como en su unidad» 3 . La memoria de la fe, ya desde
su origen normativo y fontal en el testimonio bíblico, deja por
consiguiente que surja en la reflexión sobre la Virgen Madre una
«ley de totalidad»: no se puede hablar de María sino en relación
con su Hijo y con la economía integral de la revelación y de la

l. San Juan Damasceno, De fide orthodoxa III, 12, en PG 94, 1029C.


2. T. de La Potterie, Maria nel mistero dell'alleanza, Genova 1988, 279.
3. J. Ratzinger, Considerazioni sulla posizione della mariologia e della devo-
zione mariana nel complesso della fede e della teologia, en J. Ratzinger-H. U.
von Balthasar, Maria Chiesa nascente, Roma 1981, 28.
164 lvlaría, la n1ujer icono del misterio A1aría, la mujer icono del rnisterio 165

salvación, manifestada plenamente en él; y por otra parte la mis- de Jesús, dado su carácter de testimonio pascual, que tiende a
ma intensidad de las relaciones de la Madre con el Hijo hace que releer en profundidad con los ojos de la fe, iluminados por la
resplandezca en ella, por parte de la criatura, la totalidad de experiencia del encuentro con el Resucitado, solamente aquellos
cuanto se cumplió en él. Por eso puede decirse que la historia de aspectos y momentos de la historia pre-pascual que se n1uestran
María es «la historia abreviada del mundo, su teología en una más ricos de mensaje. Sin embargo, el testimonio múltiple de las
sola palabra» y que ella es «el dogma vivo, la verdad sobre la fuentes, el principio de la irreductibilidad de algunos datos funda-
criatura realizada» 4 • «María, que por su íntima participación en mentales al mundo en que se expresaron (ante todo la idea de la
la historia de la salvación - afir1na el Vaticano 11 - reúne en sí y concepción virginal) y el criterio de la continuidad y homogenei-
refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe, cuando es dad del mensaje evangélico en su conjunto, pern1iten destacar
anunciada y venerada, atrae a los creyentes a su Hijo, a su sacri- algunos rasgos de la figura histórica de María 8 . La grandeza de lo
ficio y al amor del Padre»'. En la historia de la Virgen Madre se que le aconteció no debe entonces hacer que se olvide la humil-
hace posible descubrir la «lógica» de Dios, manifestada a lo largo dad de su condición, la cotidianidad de sus tareas en la familia de
de toda la historia de la salvación, hasta el punto de reconocer en Nazaret, la oscuridad del itinerario de fe por el que avanzó, los
ella una especie de «principio noético del designio salvífico y, a la condicionamientos recibidos del ambiente que la rodeaba, la den-
vez, un ejemplo patente» 6 • María remite a la totalidad del miste- sidad plena y verdadera de su condición femenina y de haber
rio y al mismo tiempo lo refleja en sí. conocido los estados diferentes de la experiencia de la inujer: vir-
Esta dey de totalidad», que puede reconocerse en la memoria gen, esposa, madre. María no es un mito ni una vaga abstracción;
de la fe en torno a la Madre del Señor, tiene que guiar también es concretamente la «virgen, prometida a un hombre de la casa
los intentos de cualquier reflexión sobre ella que quiera proponer- de David llamado José», que vive «en una ciudad de Galilea,
se para nuestros días; la memoria, entonces, ilumina a la profe- llamada Nazareb, una aldea insignificante y despreciada (cf. Jn
cía 7 . Podría expresarse la línea conductora de esta reflexión orgá- 1, 46) y lleva un nombre bastante común en su ambiente (Miryám
nica, construida a partir de la atención a la palabra de Dios y de en hebreo: cf. Le 1, 26s). Su esposo es conocido como el carpinte-
su trasmisión viva en la historia de la fe, hablando de María corno ro (cf. Mt 13, 55), y se sabe de él que era un hombre «justo» (cf.
de la mujer, imagen del misterio. Esta fórmula evoca de modo Mt 1, 19) que supo aceptar y compartir con ella el misterio de
sintético el funda1nento bíblico, narrativo y simbólico juntamente, Dios que había entrado en su vida. Del relato evangélico se dedu-
y el carácter trinitario, antropológico y eclesiológico que podría ce la fe profunda de esta mujer, que se dejó plasmar por completo
tener la propuesta. por el Señor y supo acompañar a su propio hijo en el camino de
una existencia marcada por los designios misteriosos del Eterno.
a) La referencia a María, la mujer, intenta resaltar la concre- María fue una mujer profunda y meditativa (cf. Le 2, 19 y 51),
ción de la figura de que se habla, la densidad histórica de esta experta en el silencio y en la atención a la palabra de Dios (la
joven de la tierra de Israel a la que se le concedió vivir la extraor- «espada» que, según la profecía de Simeón, le habría traspasado
dinaria experiencia de ser la madre del Mesías. Ciertamente, no el alma, cf. Le 1, 35), mujer fuerte en el dolor, dentro de la más
es posible sacar de los evangelios una «biografía» de María, como
tampoco es posible partiendo de ellos reconstruir una «biografía»
8. Cf. S. De Fiares-E. Testa, María de Nazaret, en NDM, 1244-1272. Las
4. P. Evdokimov, La mujer y la salvación del mundo, Salamanca 1980, 53 y «Vidas de María», nacidas de la exigencia de recuperar su concreción histórica y
229. existencial frente a las abstracciones de la escolástica teológica, se esfuerzan en
5. Constitución Lutnen gentiu1n 65, en Docum.entos de Vaticano JI, Madrid sus mejores expresiones por iluminar el ainbientc en que ella vivió, para coin-
35 1980. prender y situar mejor los datos evangélicos: cf. R. de La Broise, Vita di Maria,
6. S. De Fiores, A1ariología-Marialogía, en NDM, 1291. Catania 31964; F. M. William, Vida de María, la madre de Jesús, Barcelona
7. Cf. B. Porte, La teología como compañía, memoria y profecía, Salamanca Hi1978; I. Beaufays, La Vergine santissima nell'ambiente palesrinese, Alba 1939;
1990. 71s y 163s. G. Roschini, La vita di Maria, Roma 1945.
166 María, la rnujer icono del misterio María, la mujer icono del misterio 167

pura tradición de las grandes madres judías, mujer que supo pasar c1ón especial y que posee, en su persona y en su cualidad de
de la relación totalmente natural de su maternidad tierna y afec- mujer, todo lo que es necesario para vivir como aliada de Dios y
tuosa (pensemos en sus preocupaciones por el Hijo, tal como se para cumplir su misión» 9 . Mujer concreta, elegida por Dios para
vislumbran en Me 3, 31-35), al discipulado de la fe incondiciona- realizar el nuevo comienzo del mundo, María no es un caso de lo
da, a la que su mismo Hijo la llamaba. Como los «pobres de Yah- universal, sino -todo lo contrario- es la «Virgo singularis», la
vé», de cuya espiritualidad se siente sumamente cercana, María Virgen irrepetible en su historicidad única, lo concreto femenino
celebra las maravillas del Señor y aguarda en la esperanza las de la persona, que el Eterno ha escogido para la revelación del
grandes obras suyas en favor de sus pobres en el mismo momento misterio: de su Hijo, «el universal concreto», norma y arquetipo
en que en su fe y en su amor las experimenta en sí misma (cf. su de lo humano, la Virgen Madre recibe, precisamente en su deter-
Magnificat, Le 1, 46-55). Es una mujer rica en la delicadeza de la minada singularidad, una cierta participación en la universalidad
caridad, capaz de atender a las necesidades de los otros y socorrer- del proyecto de salvación. Sin dejar de ser la. mujer concreta que
las; así lo hace con su prima Isabel (cf. Le 1, 39s) y con los jóvenes es, María refleja la universalidad del Hijo en su naturaleza feme-
esposos de Caná (cf. Jn 2, 1-11). Es la «esclava del Señor» (Le 1, nina. «No es lo universal lo que toma para nosotros la apariencia
38) que, en la escuela de su Hijo, entra a formar parte de la comu- de lo personal para hacerse comprensible manifestándose en una
nidad mesiánica, la Iglesia (cf. Jn 2, 12), y vive su misterio desde expresión mítica, o que se hace más o menos personal recibiendo
los orígenes en una perspectiva análoga a la que experimentó en su de alguna forma un atributo sobreañadido. Es lo personal lo que,
propia vida personal (cf. Hech 1, 14 y 2, 1-4 y las analogías entre en la misma medida en que realiza su específico carácter, median-
este último texto y Le 1, 35). Esta mujer, humilde y fuerte, silen- te ciertas condiciones, se convierte en universal» 10 • Es la persona
ciosa y al mismo tiempo incisiva en las palabras decisivas que pro- de María la que, actuando su femineidad en la acogida pura del
nuncia en el evangelio, es confiada al «discípulo del an1or», ya que misterio, se convierte en «bendita entre todas las mujeres», lo
por voluntad de su Hijo moribundo pertenece de modo vital asu mismo que es «bendito el fruto de su viente», Jesús (cf. Le 1, 42).
mundo, al mundo de la Iglesia, nuevo Israel. En ella el pueblo del No se trata, por tanto, de desarrollar una «ontología de lo femeni-
cumplimiento viene a encontrarse hasta tal punto con el pueblo no», partiendo de la figura de María, virgen-madre-esposa; los
de la espera y la esperanza que la fe pascual reconoció en su figura riesgos de abstracción de una búsqueda semejante del «eterno
a da hija de Sión» que exulta en el gozo de los tiempos mesiánicos femenino» (Goethe) han sido justamente denunciados por la evo-
(cf. Le 1, 28; Sof 3, 14s), a la «mujer» Israel-Jerusalén-Iglesia, lución del pensamiento feminista 11 • Se trata más bien de estudiar
que entra en la hora escatológica (cf. Jn 2, 1-11; 19, 25-27; Ap algunos de los aspectos encerrados en toda mujer, y por tanto,
12); y este reconocimiento se llevó a cabo ciertamente sobre la recíprocamente en todo hombre, a partir del <<caso» absolutamen-
base de los rasgos profundamente judíos de su personalidad de te singular que es la mujer «Virgen Madre, hija de su Hijo». Así
mujer, que supo vivir de la manera más alta la fe y la esperanza pues, el significado universal de María se mantiene o cae con su
mesiánica, experimentando en sí misma de forma inaudita y asom- singularidad de mujer concreta; cuanto más llegue a captarse esta
brosa su cumplimiento y al mismo tiempo su nuevo comienzo. singularidad femenina, tanto más se percibirá su valor de arqueti-
Esta mujer concreta, María de Nazaret, fue el lugar de la lle- po para la dimensión femenina del ser humano y tanto más se
gada de Dios en carne a este mundo, sin perder nada de su plena podrá penetrar en el misterio puesto en ella por el Eterno.
humanidad, de su profunda femineidad: «En la elección de esta
mujer para inaugurar su alianza, Dios manifiesta una complacen-
cia gratuita ... (él) quiere valorar en ella la personalidad femenina, 9. J. Galot, Maria, la donna nel!'opera di salvezza, Roma 1984, 31.
10. H. de Lubac, El eterno femenino, Salamanca 1969, 167s.
sin basar este valor en ningún otro título humano. María es esco- 11. Cf. R. Gibellini, L'altra voce della teologia: lineamenti e pro!,pettive di
gida como mujer, una mujer que no necesita ninguna recomenda- teologia femminista, en M.-Th. van Lunen-Chenu-R. Gibellini, Donna e teologia,
Brescia 1988, 107s.
168 María, la rnujer icono del 1nisterio María, La rnujer icono dei misterio 169

b) Es este juego de concreción visible y de profundidad invi- nlarse que el testilnonio bíblico sobre María tiene los caracteres
sible el que nos permite hablar de María como de un icono; a del ~<icono», en cuanto que es al mis1no tiempo narrativo y simbó-
ejemplo de la fe pascual, atestiguada en el nuevo testamento, nos lico; hacia eso debe tender también toda mariología que, en obe-
acercarnos a María con el temblor y la violencia de la fe. «El diencia a la palabra de Dios, quiera escudriñar en la mujer elegida
mundo litúrgico, el icono ... se cierran en sus propios signos, se por Dios el misterio ofrecido en ella, contemplando con la «Vio-
convierten en cifras y esperan la 'violencia' de la fe de que habla lencia de la fe» el icono de Ja «madre del Señor».
el evangelio (cf. Le 16, 16), la única capaz de romper los sellos del La mujer María conoció en su existencia terrena la triple condi-
libro de la vida para que surja la Vida» 12 • María es «icono» porque ción de virgen, madre y esposa, sin perder nunca nada de estos
ya desde los orígenes es objeto de esta enamorada «violencia de la tres aspectos, hasta el punto de ser la madre virginal del Hijo eter-
fe»; baste pensar en el denso simbolismo con que nos la presenta no y la virgen esposa de la nueva alianza. Contemplar su imagen
el evangelio de Juan. La Virgen Madre es «icono» porque en ella perfecta significará entonces considerarla bajo estos tres aspectos,
se ofrece el doble movimiento que toda imagen tiende a trasmitir: en su determinación concreta y en la conjunción indisoluble entre
la bajada y la subida, la antropología de Dios y la teología del e1los y con el misterio que trasn1iten: «virgo-mater-sponsa». El
hombre. En ella resplandece la elección del Eterno y el libre con- carácter de una mariología semejante, narrativa y simbólica al mis-
sentimiento de la fe en él. María es «icono» porque en ella se mo tiempo, será profundamente bíblico, uniendo con la fuente los
realiza la revelación de lo escondido, el apocalipsis de los últimos dos caminos que se integran mutuamente en la contemplación de
tiempos, la presencia del Eterno en la historia; y al mismo tiempo la imagen: el camino de la verdad y el camino de la belleza, la
porque en ella se ofrece a los ojos del corazón creyente la ventana concreción del relato y la densidad fecunda del símbolo. Por estas
del misterio, el puente entre lo visible y lo invisible. Lo mismo características, arraigadas en el testimonio objetivo de la Escritura
que «el icono es la visión de las cosas que no se ven» l3, así tam- recibida en la historia de la fe, esta mariología apelará sin embar-
bién la Virgen Madre es, ante las miradas puras de la fe, el lugar go a la subjetividad del que contempla; si lo visible del icono es
de la divina presencia, el «arca de la alianza» cubierta por la som- perceptible para todos, lo invisible se ofrece a quien se acerca a él
bra del Espíritu (cf. Le 1, 35.39-45.56), la morada santa del Verbo con corazón humilde y con docilidad interior. Solamente entonces,
de vida entre los hombres. Y lo mismo que el icono necesita la más allá de las palabras, se realizará el encuentro y se abrirán los
densidad del color y la determinación de las formas -ya que la sellos del libro a la contemplación del corazón:
imagen a'nuncia con colores y nos hace presente lo que la Biblia
dice con palabras 14 - , así la Madre del Señor trasmite el misterio Nada tengo que ofrecerte, nada que pedir ...
que se ha hecho presente en ella, en la concreción y en la sobrie- Vengo solamente, Madre, para mirarte ... ,
dad densa de los rasgos con que nos la presenta el relato pascual ... mirar tu rostro,
de los orígenes. Mirar a María, la mujer icono del misterio, signi- dejar que el corazón cante en su propio lenguaje ...
Porque eres bella, porque eres inmaculada,
fica entonces orientarse hacia una ret1exión de fe en torno a ella,
la mujer finalmente restituida en la gracia,
sólidamente apoyada en el dato bíblico en su concreción y en su la criatura en su honor primero y en su destino final,
densidad, y al mismo tiempo abierto a un sondeo en la profundi- tal co1no salió de Dios en la mañana de su esplendor original.
dad de este dato en continuidad con la tradición creyente ininte- Intacta inefablemente, porque eres la Madre de Jesucristo,
rrumpida de la Iglesia desde sus primeros orígenes. Podría afir- que es la verdad en tus brazos, la única esperanza, el único fruto.
Porque eres la mujer, el Edén de la antigua ternura olvidada ... ,
12. P. Evdokimov, La rnujer y la salvación del inundo, 14s.
... simplemente porque existes,
13. !bid., 137. Cf. del mismo autor, Teologia della bellezza. L'arte delf'ico- Madre de Jesucristo, la llena de gracia 15 .
na, Ro1na -'1982.
14. Cf. Concilio Constantinopolitano TV (879), en DS 654. 15. P. Claudel, La Vierge a m.idi, en Poemes de guerre.
170 María, la m.ujer icono del misterio lV!aría, la mujer icono del misterio 171

e) María es la mujer del misterio; esta palabra, cargada de bre; la anunciación revela a la Trinidad corno el seno adorable
significado en la tradición bíblica y patrística, sirve para indicar que acoge a la Virgen santa, al mismo tiempo que manifiesta a
las maravillas de Dios, su plan eterno de salvación, oculto un María como el seno de Dios. Entre María y la Trinidad se estable-
tiempo, pero revelado finalmente en Jesucristo (cf. Rom 16, 25; ce una relación de profundidad única: «redimida de modo emi-
1Cor2, 7s; Ef 1, 9; 3, 3; 6, 19; Col 1, 25-27; 1 Tim 3, 16). Gloria nente en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a él con un
escondida bajo los signos de la historia, el misterio implica simul- vínculo estrecho e indisoluble, se le confiere la inmensa tarea y la
táneamente la visibilidad de los acontecimientos en que se cumple gran dignidad de madre del Hijo, y por tanto es la hija predilecta
y la profundidad invisible de la obra divina que se realiza en ellos. del Padre y el templo del Espíritu santo» 17 . María es «el santuario
Por eso el misterio por excelencia es el Verbo encarnado, «Cristo, y el re~oso de la santísima Trinidad» 18 , la imagen o icono de la
que está en vosotros y es la esperanza de la gloria» (Col 1, 27), el misma 9 • «La Virgen es el lugar de la presencia del Espíritu santo,
que «Se ha manifestado como hombre mortal, el Espíritu ha dado y el niño, el lugar de la presencia del Verbo; ambos juntos, tradu-
testimonio de él, los ángeles lo han contemplado, ha sido predica- cen en lo humano el rostro misterioso del Padre»'°- A las tres
do entre las naciones, creído en el mundo, elevado por Dios glo- divinas personas vienen a referirse los aspectos de la única Vir-
riosamente» (1 Tim 3, 16: el «mysterium pietatis»). En cuanto gen-Madre-Esposa; en cuanto Virgen, María está ante el Padre
tal, el misterio abarca la verdad sobre Dios y la verdad sobre el como receptividad pura y se ofrece por tanto como imagen de
hombre, creado y redimido por él; y esta verdad se ofrece en aquel que en la eternidad es puro recibir, puro dejarse amar, el
aquel que es personalmente «el camino, la verdad y la vida» (Jn engendrado, el amado, el Hijo, la palabra salida del silencio. En
14, 6). En virtud de la «ley de totalidad» antes recordada, María cuanto Madre del Verbo encarnado, María se refiere a él en la
está totalmente en relación con la plenitud del misterio. Ya la gratuidad del don, como fuente de amor que da la vida, y es por
escena de la anunciación, densa anticipación de la pascua, revela tanto el icono maternal de aquel que desde siempre y para siem-
cómo la Virgen está envuelta en el misterio de Dios y lo acoge en pre comenzó a amar; y es fontalidad pura, puro dar, el engen-
sí misma por obra del Espíritu santo. Se trata de una escena de drante, la fuente primera, el eterno amante, el Padre. En cuanto
significado trinitario: «Su estructura narrativa revela de un modo arca de la alianza nupcial entre el cielo y la tierra, Esposa en la
absolutamente claro por primera vez la Trinidad de Dios. Las que el Eterno une consigo a la historia y la colma con la novedad
primeras palabras del ángel que definen a María como la 'llena sorprendente de su don, María se refiere a la comunión entre el
de gracia' por excelencia son la expresión del saludo del 'Señor', Padre y el Hijo, y entre ellos y el mundo, y se ofrece por tanto
de Yahvé, del Padre que ella como creyente hebrea conoce tan como icono del Espíritu santo, que es nupcialidad eterna, vínculo
bien. Tras su aturdimiento sobre el significado de aquel saludo, de caridad infinita y apertura permanente del misterio de Dios a
el ángel le revela en una segunda intervención que nacerá de ella la historia de los hombres. En la Virgen Madre, humilde sierva
el Hijo del Altísimo, que será igualmente el Mesías para la casa del Omnipotente, viene a reflejarse entonces el misterio mismo
de Jacob. A la pregunta de qué es lo que se esperaba de ella, el de las relaciones divinas: en la unidad de su persona viene a repo-
ángel le manifiesta en una tercera intervención que el Espíritu sar la huella de la vida plena del Dios tripersonal.
santo la cubrirá con su sombra, de manera que su hijo podrá La comunión trinitaria se refleja también en el misterio de la
definirse con toda razón el santo y el Hijo de Dios» 16 . Implicada Iglesia, «icono de la Trinidad» también ella 21 • La comunión ecle-
en el designio del Padre, María será cubierta por la sombra del
17. LG53.
Espíritu, que hará de ella la madre del Hijo eterno hecho hom- 18. San Luis María Griñón de Montfort, Tratado de la verdadera devoción,
en Obras de san Luis María G. de Montfort, Madrid 1954, 440, n. 5.
19. Cf. M. J. Scheeben-C. Feckes, Sposa e Madre di Dio, Brescia 1955, 98s
16. H. U. von Balthasar, Maria nella dottrina e nel culto della Chiesa, en J. 20. P. Evdokimov, La mujer y la salvación del mundo, 16.
Ratzinger-H. U. von Balthasar, Maria Chiesa nascente, 48s. 21. Cf. B. Forte, La Iglesia, icono de la Trinidad, Salamanca 1992.
María, la mujer icono del misterio 173
172 !ltfuría, la rnujer icono del rnisierio

sial encuentra en el misterio adorable su origen, su modelo y su este modo, si por una parte la vida de María «es sustancia y reve-
patria. La Iglesia viene de la Trinidad, que la suscita por la inicia- lación del misterio de la Iglesia», por otra parte «verdaderamente
tiva admirable del designio del Padre y las misiones del Hijo y del la Iglesia es la 'María de la historia del mundo'. Todo lo que hay
Espíritu. La Iglesia va hacia la Trinidad en la peregrinación de la en la Iglesia de virtud y santidad, escondido en el silencioso creci-
historia, encaminada hacia el tiempo en que Dios será todo en miento de los corazones, es nacimiento del Señor, es su crecimien-
todos y el mundo entero será su patria (cf. 1 Cor 15, 28); está to en la edad madura, es la realización incontenible, aunque encu-
estructurada a imagen de la Trinidad, en una especie de «perijóre- bierta bajo los velos de la imperfección terrena, de la 'plenitud de
sis» eclesiológica, en la que la diversidad de dones y de servicios Cristo'>>25 . El Vaticano II, situando a María en el misterio de Cris-
se arraiga en la unidad del Espíritu y la n1anifiesta en el diálogo to y de la Iglesia, ha podido confesarla con san Agustín como
de la comunión. María, icono de la Trinidad -la Iglesia, icono de «madre de sus miembros, que somos nosotros, porque cooperó
la Trinidad: su relación no puede menos de ser más que de una con su caridad para que nacieran en la Iglesia los fieles, miembros
identidad simbólica, que intuía ya el testimonio de fe de los oríge- de aquella-Cabeza» 26 . «Por este motivo -añade el concilio- es
nes. María es la mujer Iglesia, la hija de Sión de los tien1pos me- también proclamada como miembro excelentísimo y enteramente
siánicos que han llegado a su inaudito cumplimiento. «Los lazos singular de la Iglesia y como tipo y ejemplar acabadísimo de la
que existen entre la Iglesia y la Virgen María no son solamente misma en la fe y en la caridad, y a quien la Iglesia católica, instrui-
numerosos y estrechos, sino también esenciales. Están íntimamen- da por el Espíritu santo, venera, como a madre amantísima, con
te entretejidos ... En la tradición, los mismos símbolos bíblicos se afecto de piedad filial» 27 • La Virgen-Madre-Esposa, icono del mis-
aplican sucesiva o simultáneamente, y cada vez con n1ayor profu- terio de Dios, es por tanto análogamente icono del misterio de su
sión, a la Iglesia y a la Virgen» 22 : nueva Eva, paraíso, escala de Iglesia; la mariología trinitaria se une indisolublemente a la ecle-
Jacob, arca de la alianza ... «María es el prototipo de la Iglesia ... ; siología. La luz que irradia la santa Trinidad resplandece en su
en la Iglesia es más Madre que la Iglesia, más Esposa que la Igle- icono María-Iglesia, criatura del Padre, cubierta por la sombra
sia y, por la exención del pecado original, más virgen que la Igle- del Espíritu para engendrar al Hijo y a los hijos en el Hijo.
sia ... María es Madre, Esposa, Virgen, antes que la Iglesia y para María es además simplemente la criatura humana delante de
la Iglesia; en ella sobre todo y por medio de ella la Iglesia es Dios; una criatura humana ciertamente, una mujer singular e irre-
Madre, Esposa y Virgen» 23 • En la figura concreta de la Madre del petible en su femineidad particular y, sin embargo, interlocutora
Señor la Iglesia contempla su propio misterio, no sólo porque en- de un diálogo con el Eterno que tiene todas las caracteríticas del
cuentra en ella el modelo de la fe virginal, de la caridad materna diálogo de la creación y de la redención. Sobre ella desciende la
y de la alianza esponsal a la que está llamada, sino también y sombra del Espíritu, evocando la primera creación, cuando «el
profundamente porque reconoce en María a su propio arquetipo, Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas» (Gén 1, 2); en ella
la figura ideal de lo que debe ser 24 , templo del Espíritu, madre de parece recordarse a la mujer de los orígenes (cf. Gén 3, 15 y el
los hijos engendrados en el Hijo y cuerpo suyo en la carne solida- uso del término «mujer» en Juan para designar a María); ella es
ria con aquella que la Virgen trajo al mundo, pueblo de Dios, la «esclava del Señor», que es bienaventurada porque creyó en el
peregrino en la fe por los senderos de la obediencia el Padre. De cumplimiento de las palabras del Señor. (cf. Le 1, 45); la humilde,
a la que el Omnipotente dirigió su mirada, realizando en ella
cosas grandes (cf. Le 1, 48s). Por eso, «bendita tú entre las muje-
22. 1"1. de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, Madrid 1984, 249. Cf. Maria
e la Chiesa oggi. Atti del V Simposio Mario!ogico lnternazionale (Roma 1984),
Ron1a-Bologna 1985. 25. H. Rahner, 1'1aría y la Iglesia, Bilbao 1958, 90 y 110s.
23. C. Journet, L'Eglise du Verhe Jncarné II, Paris 1962, 427. 26. San Agustín, De sancta virginitate, 6, en Obras de san Agustín XII, Ma-
24. Cf. O. Semmelroth, Urbild der Kirche. Organischer Aujbau des Afarien- drid !954, 145.
geheim.nisses, Würzburg 1950. 27. LG 53.
174 1'v/aría, fa rnujer icono del 1nisterio María, la mujer icono del rnisterio 175

res» (Le 1, 42), «me llamarán dichosa todas las generaciones» (Le 111anifiesta en ella, sino lo humano femenino en la concreta den-
1, 48). «María se presenta en su situación creyente ante la llama- sidad de su ser Virgen-Madre-Esposa. En ella, figura de la cria-
da de Dios como representante de la creación interpelada por él tura delante del Creador y del hombre redimido delante de su
y de la libertad de la criatura que no se desvanece, sino que se Señor, lo humano aparece en su densidad original e irrenuncia-
realiza en el amor» 28 . En el «SÍ» de la Virgen resplandece la obra ble, constituida en la reciprocidad de los dos polos: femenino y
maestra de la gratuidad creadora de Dios: la dignidad de la criatu- masculino. También aquí se impone la «ley de la totalidad»; la
ra, capacitada en la economía de la gracia preveniente para pres- polaridad remite a la totalidad. «La mujer es otro 'yo' en la
tar el asentimiento de su libertad al proyecto del Eterno y para humanidad común ... En la 'unidad de los dos' el hombre y la
hacerse así de algún modo la colaboradora de Dios. El Señor, mujer son llamados desde su origen no sólo a existir 'uno al lado
que elige a María y recibe su consentimiento en la fe radicalmente del otro' o simplemente 'juntos', sino que son llamados también
puesta en él, no es el rival del hombre, sino el Eterno que nos ha a existir recíprocamente 'el uno para el otro'» 29 . «La especifica-
creado por amor sin nosotros y que por ese mismo amor no nos ción carismática que determina lo masculino y lo femenino pro-
salvará sin nosotros y sin el asentimiento de nuestra libertad. La viene de la realidad común. Esta realidad común nos es dada de
antropología de Dios viene a corresponder en la Virgen Madre a golpe, al principio, como fuente de la que dimanamos, pero lue-
la teología del hombre; el movimiento de bajada produce un mo- go nos es propuesta como meta a alcanzar, pasando de la dife-
vimiento de subida; Dios elige y llama gratuitamente y el hombre, renciación de los elementos complementarios a su integración
elegido y llamado, responde en la libertad y en la gratuidad del final en el Reino» 30 • La creación de Adán (término colectivo en
asentimiento. Esta antropología de Dios -revelada en la anuncia- hebreo) es la creación del ser humano original como hombre-
ción y capaz de manifestar en plena luz lo que fue el designio del mujer, en la totalidad del comienzo que remite a la totalidad del
Eterno desde la primera mañana del mundo- lleva en sí la huella fin, en donde «ya no hay distinción entre ... varón o mujer, por-
de la vida del Dios tripersonal: la Virgen, figura de la acogida del que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál 3, 28). «Entre
Hijo, es la creyente que en la fe escucha, acoge, consiente; la cristianos, ni la mujer sin el varón, ni el varón sin la mujer.
Madre, figura de la sobreabundante generosidad del Padre, es la Porque si la mujer fue formada del varón, el varón a su vez
que engendra vida, Ja que en la caridad da, ofrece, trasmite; la existe mediante la mujer, y todo procede de Dios» (1 Cor 11,
Esposa, figura de la nupcialidad del Espíritu, es la criatura viva lls). Por su cercanía excepcional al hombre nuevo y perfecto,
en la esperanza, que sabe unir el presente de los hombres con el Jesús -Hijo de Dios e hijo suyo-, María refleja en sí misma, en
futuro de la promesa de Dios. La fe, el amor y la esperanza refle- su femineidad plena y verdadera, la totalidad de lo humano en
jan en la figura de María la profundidad del asentimiento a la su unidad original y final. En ella lo femenino no es algo alterna-
iniciativa trinitaria y la huella que esta misma iniciativa imprime tivo o contrapuesto a lo masculino; al contrario, es su revelación
indeleblemente en ella. La Virgen Madre se ofrece como icono profunda precisamente en su identidad de femenino y en la reci-
del hombre según el proyecto de Dios, creyente esperanzada y procidad de la que vive y a la que remite. En Cristo «no hay
amante, imagen también él de la Trinidad que lo ha creado y exclusión alguna, sino la humanidad total. .. El es el arquetipo
redimido y a cuya obra de salvación está llamado a responder en universal de lo humano, el segundo Adán que contiene en sí la
la libertad y en la generosidad del don. totalidad, lo mismo que el primer Adán, antes del nacimiento
Pero María es imagen del hombre creado y redimido, no ya de Eva, contenía lo masculino y lo femenino indiferenciados. El
prescindiendo de su personalidad concreta de mujer, sino precisa-
mente a través de ella; no es lo humano en abstracto lo que se
29. Juan Pablo 11, Carta apostólica Mulieris dignitaten1 6 y 7, Madrid
2
1968.
28. J. Ratzinger, Considerazioni, sut!a posizione della n1ariología, 32. 30. P. Evdokimov, La mujer y la salvación del mundo, 16.
176 María, la mujer icono del misterio María, la mujer icono del misterio 177

ecce hamo -la humanidad de Cristo- no se presta a ninguna de reciprocidad y de totalidad no debe, sin embargo, hacernos
imitación o reproducción, pero está próxima a cada uno de los perder de vista un dato evidente: si el arquetipo del hombre nue-
hombres porque todos encuentran en ella su propia verdad ... El vo se da en Cristo, nuevo Adán, el arquetipo de Ja receptividad
cuerpo místico de Cristo no es masculino ni femenino, ya que es libre de esta nueva creación por parte de Ja criatura se nos ofrece
el lugar de la integración de ambos» 31 . María, totalmente relati- en una mujer. Y con razón, puesto que la mujer revela mejor que
va a Cristo, vive en esta totalidad, integrando su femineidad en el hombre Ja reciprocidad que debe caracterizar a los dos, ya que
la plenitud de la humanidad nueva; por eso, contemplarla en su -en su cualidad de ser acogida, don y alianza: virgen, madre y
verdad de mujer significa encontrar en ella la femineidad de lo esposa- sabe mostrarse totalmente relativa al Otro, el Padre, el
humano total, lo femenino que revela a lo masculino a través de Hijo y el Espíritu de la alianza nupcial, y por consiguiente total-
la reciprocidad y de la integración, y que deja vislumbrar en sí mente relativa en Ja reciprocidad al otro humano, cuyo rostro es
los rasgos de la criatura nueva en el Señor. «Toda imagen tiene una huella del Otro divino. «La fe en la redención por los propios
su posición sólo dentro del todo; también la esencia del hombre medios, como fe creadora, es la locura masculina de nuestro tiem-
se hace clara en la esencia de la mujer. Totalidad no significa po secularizado y al mismo tiempo la explicación de todos sus
únicamente manifestación de la 'otra mitad' de la existencia, sino fracasos. La criatura no es redentora en parte alguna, sino que
también de la propia ... María, como vencedora de la herejía (es debe ser corredentora. Lo realmente creador puede sólo ser reci-
decir, de la parcialidad) según la doctrina de la Iglesia, quiere bido. También el hombre recibe el genio creador en el signo de
decir en la línea del myterium caritatis el establecimiento de la María con humildad y entrega, o no lo recibe en absoluto sino
totalidad querida por Dios» n Entonces, buscando en la concre- que entonces sólo recibe el espíritu 'que él comprende' y al que
ción de la mujer María, escogida por Dios para ser la madre del en el fondo no es capaz de comprender. Pues si bien el mundo
nuevo Adán, Cristo, los rasgos de su femineidad simple y verda- puede ser movido por la fuerza del hombre, en el verdadero sen-
dera, no solamente podremos aproximarnos en cierto modo al tido de la palabra sólo es bendito en el signo de la mujer» 33 .
arquetipo de lo femenino, sino también -no ya a pesar de esta Es la mujer virginal la que acoge en sí el misterio, la que lo
densa femineidad de Virgen-Madre-Esposa, sino precisamente a revela al mundo, la que se ofrece como lugar de alianza esponsal:
través de ella - al arquetipo de lo humano original y final, donde es la Virgen-Madre-Esposa María, la imagen purísima del miste-
se integran los polos en una reciprocidad que es perfecta comu- rio del hombre, creado y redimido en su totalidad por la Trinidad
nión. La ?cogida fecunda de la Virgen, que no tiene nada de santa. Dios escoge a una Virgen para manifestarse, a una Madre
pasiva; la generosidad pura de la Madre, forma de la gratuidad para comunicarse, a una Esposa para hacer alianza con los hom-
recibida del Padre y dada a los hombres; la reciprocidad de la bres. Dios ha escogido Jo que parecía débil y escondido a los ojos
Esposa, con su carga de alianza liberadora y anticipadora, reve- del mundo para que en ello resplandeciese con mayor trasparen-
lan no solamente la femineidad de la mujer, sino también la fe- cia la intensidad de su amor a los débiles y a los pequeños de la
mineidad del hombre, las dimensiones que cada uno de los hom- tierra. «La madre que hay en ella ha vencido en toda la línea; Ja
bres tiene que integrar en sí mismo para ser verdaderamente él decisión no es a favor del fuerte, sino del débil. Pues ser madre,
mismo. sentirse maternal, quiere decir inclinarse amorosamente hacia los
En la escuela de María los hombres y las mujeres se convier- desvalidos, y estar dispuesta a ayudar a todo Jo pequeño y débil
ten en ellos mismos simplemente porque se hacen más humanos, que hay en la tierra» 34 • Por eso el alma de María engrandece al
con la humanidad querida por el proyecto de Dios. Este juego Señor y su espíritu exulta en Dios su salvador, que dispersó a Jos

31. P. Evdokin1ov, La mujer y la salvación del inundo, 244. 33. G. von Le Fort, La mujer eterna, 34s.
32. O. von Le Fort, La 1nujer ererna, Madrid 1953, 73, 91. 34. !bid., 130.

"
178 María, la rnujer icono del misterio
1
soberbios en los pensamientos de su corazón y exaltó a los humil-
des (cf. Le 1, 46. Sla). La Virgen
* * *
Así pues, el proyecto de uua mariología construida a partir de
la dey de la totalidad», característica del discurso de fe en torno
a la madre del Señor desde sus orígenes, logra unir la fundamen-
tación bíblica más rigurosa narrativa y simbólica a la vez, con la
atención a la dimensión trinitaria, y por tanto eclesiológica y an- María es la Virgen. Como tal la reconoce la fe cristiana desde
tropológica del misterio del que es icono la mujer María. Acer- sus orígenes, atestiguados en la palabra normativa y fontal del
cándose a la femineidad concreta de aquella que es Virgen-Ma- nuevo testamento. No es simplemente una virgen, sino -como
dre-Esposa, será posible situar cada uno de estos aspectos en el confiesa expresamente el credo de Nicea-Constantinopla (381)-
triple nivel del misterio que se evoca: la profundidad teológico-tri- da Virgen». La virginidad no es en ella una etapa lógica de la
nitaria de la obra de Dios y de su relación con la criatura, la vida, sino una cualificación determinante, un estado que caracte-
figura de la Iglesia y sus vínculos con la totalidad ofrecida en riza su presencia en el misterio en relación con su Hijo y en
María, la antropología de Dios revelada en ella, no ya solamente relación con los hombres y con su salvación. «Creemos ... en un
en su faceta de respuesta de lo humano a la iniciativa del Señor solo Señor Jesucristo Hijo de Dios unigénito ... , que por nosotros
en la fe, en la caridad y en la esperanza, sino también en la faceta los hombres y por nuestra salvación bajó y se encarnó, es decir,
de lo femenino que tiene su arquetipo en la mujer de Galilea, no fue perfectamente engendrado de santa María siempre Virgen
ya en alternativa o en rivalidad con lo masculino, sino en la reci- por obra del Espíritu santo ... » 1• La condición virginal de María
procidad que evoca la unidad de origen y de destino y que revela aparece vinculada hasta tal punto con la figura de la madre del
la totalidad integrativa de lo humano 35 . Realmente, en la concre- Señor, que la fe de la Iglesia sentirá la necesidad de confesarla
ción de los acontecimientos de la vida de María se ofrece el miste- como la «siempre Virgen» 2 . Y las posteriores aclaraciones 3 con-
rio de la alianza en todas sus relaciones, la «plenitud» en la cual, firmarán el valor que se reconoce unido a la virginidad de María.
«por la entrada del eterno en el tiempo, el tiempo mismo es redi- Este aspecto del misterio de la Madre del Señor es el que quere-
mido y,Jlenándose del misterio de Cristo, se convierte definitiva- mos investigar aquí, partiendo del relato pascual de los orígenes
1nente en 'tiempo de salvación'» 36 . y esforzándonos por alcanzar en la medida de lo posible los nive-
les de profundidad presentes en él respecto a Dios, respecto a la
Iglesia y respecto a la condición humana.
35. El planteamiento trinitario de Ja mariología suscita el interés creciente
que la investigación teológica ha prestado a las relaciones entre la santísüna Tri-
nidad y María, una vez integradas en el n1ensaje del Vaticano 11 las perspectivas
«cristotípica» y «eclesiotípica» del debate anterior al concilio e interior al n1ismo. 1. El relato pascual
Cf., por ejemplo, J. Losada, María y la santísima Trinidad en la teología actual,
en María y la santísima Trinidad. XIX Sernana de Estudios Trinitarios, Salamanca
1986, 183-201; J. M. Alonso-X. Pikaza, Trinidad, en NDM, 1892-1923 (con bi- Mateo y Lucasi de manera independiente entre sí, refieren
bliografía). También los temas de los simposios organizados por la Facultad teo- que María era virgen cuando concibió a Jesús por obra del Espí-
lógica «Marianum» revelan el interés por una mariología trinitaria: Sviluppi teolo- ritu santo (cf. Mt 1, 23.25 y Le 1, 27). En el antiguo testamento·
gici post-conciliari e mariologia, Roma 1977; Il ruolo di Maria nell'oggi della
Chiesa e del mondo, Ro1na-Bologna 1979; Il Salvatore e la Vergine Madre, Roma-
Bologna 1981; Maria e lo Spirito Santo, Roma-Bologna 1984; Maria e la Chiesa
oggi, Roma-Bologna 1985. l. DS 150.
2. Concilio Constantinopolitano II (553), en DS 422.
36. Juan Pablo IT, Carta encíclica Redemptoris Mater 1, Madrid 31987.
3. Cf. Lateranense I (649), en DS 503. ·
180 María, la niujer icono del rnisferio
La Virgen 181

la virginidad no se veía como un valor, sino que incluso se consi-


1nente femenina en la capacidad de acogida radical, de silencio
deraba hasta una maldición. Sin embargo, los profetas utilizan la
fecundo, de receptividad pura y activa del Otro, la Virgen llega a
imagen de la «virgen Israel» en el contexto de la alianza (cf. J er
identificarse de este modo con la «hija de Sión» de la esperanza
18, 13; 31, 4.21; Am 5, 1-6; etcétera): la idea es que Israel pierde
mesiánica (cf. Le 1, 28 y Sof 3, 14s) y con la «pobre de Yahvé»
su virginidad cuando se aparta de la fidelidad al Señor, único
del Magnifica!, la mujer que exulta bajo la mirada creadora de
esposo de su pueblo (cf. Os 2). La presentación de María como
Dios, totalmente abierta a las maravillas que él quiere realizar en
virgen en los relatos de la infancia manifiesta por tanto su condi-
ella, más allá de toda esperanza y deducción, y hasta de un modo
ción ante la iniciativa divina, evocando sobre el trasfondo vetero-
realmente revolucionario respecto a los cálculos y proyectos de
testamentario su fe de mujer hebrea, fiel al pacto establecido
este mundo. Esta total pertenencia al Eterno, este ofrecimiento
entre Dios y la casa de Israel. Además, el título de virgen está
sin reservas de sí misma en alma y en cuerpo para toda la vida,
cargado de un valor mesiánico en el uso que de él hace Mt 1, 23
es lo que la fe expresa particularmente en la idea de la «perpetua
en referencia a Is 7, 14: «He aquí que la virgen concebirá y dará
virginidad» de María; no se pretende ciertamente significar el des-
a luz a un hijo que será llamado Enmanuel». Desde el punto de
precio del amor humano, que estaría totalmente en contra de la
vista de María, por consiguiente, la virginidad en el momento de
figura evangélica de la joven de Galilea y de su vinculación tierna
la anunciación es, ante todo y de hecho, la constatación de un
y profunda con José, sino la radicalidad y la permanencia del don
dato: la condición de una mujer joven, que todavía no ha conoci-
incondicionado de sí misma al Dios de su vida, a fin de dejarse
do varón (cf. Le 1, 34). Pero se sitúa además en un clima religio-
habitar y conducir exclusivamente por él.
so de espera 1nesiánica, de espiritualidad de la alianza, aunque
Esta joven, virgen en el cuerpo y en el corazón, vivió el inau-
resulte problemático reconocer en las palabras dirigidas al ángel
dito acontecimiento de la anunciación y de la concepción, por
-«¿cómo será esto, si yo no tengo relaciones con ningún hom-
obra del Espíritu santo sin concurso humano, del Hijo de Dios
bre?» (Le 1, 34)- la expresión de un «Voto de virginidad» 4 .
en la carne. Ya la misma índole totalmente inexplicable de este
Todo lo más se podrá ver allí «Una orientación, una atracción
mensaje a partir de influencias veterotestamentarias o extrabíbli-
profunda por la vida virginal, un profundo deseo de virginidad
cas es un testimonio en favor de su núcleo histórico irreductible.
sentido y vivido existencialmente por María, pero que no había
A ello hay que añadir que la importancia dada a la madre estaba
podido tomar la forma de una decisión, dado que esto era impo-
totalmente en disonancia con la mentalidad hebrea y con la aten-
sible en el ambiente social en que vivía» 5 . La condición física de
ción reservada, sobre todo por Mateo, a la descendencia davídi-
virginidad remite a una condición espiritual más profunda: María
ca. El testimonio independiente de los relatos de Mateo y de
es la creyente, la figura ideal del discípulo, tal como se complace
Lucas converge además en cierto número de datos sobre cuya
especialmente Lucas en representarla; «así avanzó también la
historicidad no hay ninguna razón para dudar: Jesús es verdade-
santísima Virgen en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmen-
ramente «engendrado» (cf. Mt 1, 20 y Le 1, 35, en forma pasiva
te su unión con el Hijo hasta la cruz» 6 , la que es bienaventurada
para evocar la trascendencia del origen paterno); no es José el
por haber creído en el cumplimiento de las palabras del Señor
que lo engendra (cf. Mt 1, 16. 18-25; Le 1, 31.34-35; 3, 24);
(cf. Le 1, 45) y la que supo meditar en profundidad en el interior
solamente María virgen es el origen humano de Jesús (cf. Mt 1,
de su corazón todo lo que le estaba sucediendo (cf. Le 2, 19.51),
16-25; Le 1, 27.35), mientras que el Espíritu santo actúa en su
a la luz de la palabra de Dios (cf. Le 2, 35). Criatura profunda-
origen davídico (cf. Mt 1, 18.20 y Le 1, 35) 7 • La virginidad de la
Madre aparece a la luz de esto como el dato objetivo sobre el que
4. Cf. lo que dijimos supra a propósito de Le 1, 34.
actuó la fuerza creadora del Señor, el punto de enganche huma-
5. L de La Potterie, Maria nel mistero dell'alleanza, Genova 1988, 57.
6. LG 58. Cf. RM 12s.
7. Cf. R. Laurentin, l Vangeli dell'infanzia di Cristo, Milano 1985, 403s.
182 María, la mujer icono del misterio La Virgen 183

no del milagro inaudito e indeducible de la encarnación del Ver- y circunscrita) está presente incluso como protagonista; no como
bo. Bajo las claras afirmaciones de los evangelistas (cf. Mt 1, una nada, no sólo en apariencia, sino como el hombre real que
18.20 y Le 1, 35) se evoca la experiencia concreta y extraordina- es" 9 . El modo con que está presente la criatura humana es preci-
ria de esta mujer que experimentó en sí misma el milagro del samente aquel en que puede estarlo como criatura; ella viene
nuevo comienzo del mundo. Si desde el punto de vista de ·María solamente después, puesto que sólo Dios está primero desde la
la virginidad del cuerpo y del corazón es disponibilidad y asenti- eternidad y sólo a él le corresponde la iniciativa y la primacía;
miento de fe, desde el punto de vista de la obra de Dios es el ella no puede hacer otra cosa más que responder, puesto que
lugar de su acción inaudita, la puerta humilde y verdadera de la sólo Dios es el que llama y el que suscita la capacidad de respues-
entrada del Hijo eterno en la historia de los hombres, la tierra ta. La criatura entra en la noche de su impotencia ante el poder
virgen sobre la que actuó el Espíritu de la nueva creación. de Aquel para el que nada es imposible (cf. Le 1, 37): «El Espí-
ritu santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con
su sombra» (Le 1, 35). Y gracias a este puro actuar divino, el
2. El significado teológico: la divinidad de Dios fruto de la concepción será también divino, a pesar de ser verda-
y la Virgen, icono del Hijo deramente el hombre nacido de la Virgen: «Por eso, el que va a
nacer será santo y se llamará Hijo de Dios» (Le 1, 35). En este
a) ¿Qué es lo que el Eterno revela de sí mismo en el aconte- sentido, la virginidad de María atestigua al mismo tiempo el mo-
cimiento de la concepción virginal de su Hijo amado? ¿cuál es el vimiento radicalmente descendente de lo alto de la encarnación
rostro del Dios que actúa en la acogida pura de la Virgen María? y la total imposibilidad de que pueda llegarse al mismo resultado
La imagen divina que se manifiesta en el relato de la anunciación partiendo desde abajo; el «natus ex virgine» es juntamente la
y en el milagro de la encarnación, es la del Dios de la iniciativa proclamación de la pura gracia de Dios y la denuncia de la impo-
gratuita de amor a su criatura, la del Seüor del cielo y de la tencia del hombre para salvarse con sólo sus fuerzas. «La virgini-
tierra que se inclina hacia su sierva y en ella hacia la humanidad dad de María en el nacimiento del Seüor es la negación, no ya
entera que vive en la esperanza, la del «Padre de la misericor- del hombre ante Dios, sino de su posibilidad, de su ser apto y
dia» 8 que sale del silencio para pronunciar en el tiempo su Pala- capaz para Dios. Si tiene esta posibilidad -y María ciertamente
bra, vinculándola a la humildad de una hora, de un lugar, de una la tiene-, esto significa estricta y exclusivamente que la recibe,
carne: «Al sexto mes, envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad que se le da» 10 • Respecto a la absoluta primacía de la iniciativa
de Galilea llamada Nazaret, a una joven, prometida a un hombre divina la criatura puede entrar en juego sólo en la forma de la
llamado José, de la estirpe de David. El nombre de la joven era Virgen María, es decir, en la forma de una humanidad no domi-
María,, (Le 1, 26s). La confrontación entre el que envía y el nadora, no creadora, no soberana, sino dócil, receptiva, disponi-
destinatario del ángel salva el abismo que existe entre el Creador ble. En la concepción virginal brilla la verdad de que sólo Dios
y la criatura. Se resalta, entonces, por una parte la absoluta gra- es Dios, de que el hombre no es Dios. Y al mismo tiempo brilla
tuidad y soberanía del obrar divino, la pura divinidad de Dios, y la certeza de que el nuevo comienzo del mundo, la irrupción de
por otra parte, el hecho de que este Dios atribuye al ser humano todo lo que no puede deducirse o proponerse por nosotros, de
una dignidad infinita. «No se trata de un aconteciiniento que se cuanto no puede realizarse a partir de nosotros, sino venir sola-
lleve a cabo en la soledad de Dios, sino de un acontecimiento mente de él para nosotros, ha sido dado por la pura gratuidad y
entre Dios y el hombre. El hombre no solamente está también libertad de Aquel que nos amó primero.
presente, sino que (en su puesto, en su manera bien determinada

9. K. Barth, Kirchliche Dogmatik 1/2, Zürich 51960, 203.


8. LO 56. 10. /bid.' 206.
184 María, fa mujer icono del m.isterio La Virgen 185

De estas premisas pueden sacarse dos consecuencias. La pri- sobre sí misma, que es el egoísmo del pecado. La Virgen es «Ste-
mera es que María no habría podido de ninguna manera realizar lla matutina», puro reflejo del único Sol del nuevo amanecer del
lo que realizó, si no hubiera sido escogida y preparada previa- mundo.
mente por Dios en un designio de elección eterna. Si es verdad, Con esta primera consecuencia del «soli Deo gloria», procla-
como lo es, que el milagro de la encarnación viene de arriba y mado en la concepción virginal del Verbo encarnado, va unida
que ningún presupuesto humano habría podido producirlo o me- estrechamente la segunda: si es Dios y sólo Dios quien realiza el
recerlo, María fue la madre virginal del Verbo encarnado por milagro, entonces la virginidad de María no puede ser causa de
haber sido la criatura totalmente envuelta y plasmada por la lo que sucede, sino solamente condición escogida libremente por
gracia: la •cxapttül~Lév11 (Le 1, 28), la que encontró gracia ante Dios y signo del carácter prodigioso del nuevo comienzo. María
Dios (cf. Le 1, 30). La fe de la Iglesia profundizó en este dato es madre del Hijo de Dios no por ser virgen, sino porque el
decisivo a través de la larga y laboriosa historia de la definición Padre la ha escogido como virgen y la ha cubierto con la sombra
dogmática de la inmaculada concepción 11 ; la resistencia contra del Espíritu. El motivo de esta elección -escondida en el desig-
la que tuvo que combatir fue, en sus formas más diversas, la nio arcano del Eterno- no puede ser ciertamente la presunta
producida por una antropología presuntuosa, por el «pelagianis- voluntad divina de excluir del instante del nuevo comienzo del
mo» en todos sus aspectos, incluso el aspecto moderno del impe- mundo una actividad de orden sexual; esta interpretación, que
rialismo de la razón y de la absolutización de la subjetividad. Es dieron los padres y los teólogos condicionados por una visión
verdad que se presentaba además otra objeción, la que suscitaba puramente negativa de la sexualidad humana, contrasta con la
el temor de disminuir la unicidad de la mediación salvífica de misma voluntad de Aquel que los creó varón y mujer» (cf. Gén
Cristo y la universalidad de la redención realizada sólo por él. 1, 27), dándoles el mandato de ser fecundos, de multiplicarse y
Pero cuando quedó claro que tampoco la exención de María del dominar la tierra (cf. Gén 1, 28). La elección de una virgen ex-
pecado original y su elección eterna podían haberse realizado a presa simplemente el carácter extraordinario del acontecimiento,
no ser con vistas a los méritos de su Hijo Jesucristo, no hubo ya la ausencia de un principio humano determinante, la falta de un
razón alguna para temer que la pureza de los comienzos de la padre terreno real, cuya sola presencia habría podido justificar
historia de la Virgen contaminase la absoluta plenitud del nuevo las sospechas de que lo nacido de María era un producto del
comienzo del mundo de Cristo. De esta forma el dogma llegó a hombre, un fruto de la carne y de la sangre, expresión del poder
definir el. mensaje que estaba ya implícito en la densidad del humano. Además, la elección de una mujer -mientras que ga-
«natus ex virgine»: Dios, y sólo Dios, es el artífice del giro de los rantiza la verdadera inserción del Salvador en la condición huma-
tiempos, de la salvación del hombre. María es el lugar donde se na a través de su seno maternal- pone de manifiesto las preferen-
dio ese giro, el arca de la nueva alianza, ya que el Padre la eligió cias de Dios por la acogida fecunda, típica de lo femenino, como
y la preparó con una elección eterna con vistas al Hijo, plasmán- lugar y condición del milagro. El silencio acogedor y rico de vida
dola en el poder del Espíritu santo. Su virginidad -en la profun- de un seno de mujer fue escogido por el Eterno como espacio en
didad ontológica más radical- es su inmaculada concepción, el donde hacer resonar su Palabra en la carne del mundo. Y así es
haber sido preservada desde el primer instante de su existencia como la virginidad de María viene a ofrecerse como el signo del
de todo lo que en la criatura esclava del pecado se opone al acontecimiento prodigioso que Dios ha realizado en ella, hacién-
Creador. María está abierta a Dios y totalmente orientada y re- dola madre de su propio Hijo. Por tanto, lo que se deriva del
ceptiva en su libertad para con él, ya que en ella no hay nada de «natus ex virgine» no es un nexo de causalidad, como si lo huma-
aquel «amor curvus», de aquel amor de la criatura encorvada no produjese lo divino, sino la señal querida por Dios para remitir
al milagro de la navidad, y por tanto a la victoria sobre el pecado
11. Cf. lo que se dijo supra sobre la historia y el significado de este dogma. y sobre la muerte, y el nuevo comienzo del mundo, que llega a
186 A1aría, la 1nujer icono del rnüterio La Virgen 187

cumplirse en el crucificado resucitado. Es todo lo que ha querido «la filiación divina de Jesús no sufriría menoscabo alguno, si Je-
expresar la fe de la Iglesia vinculando ya desde el principio la sús hubiera nacido de un matrimonio normal» 14 es una hipótesis
escena de la anunciación y del nacimiento a la de los relatos que respeta las infinitas posibilidades de Dios, pero que no está
pascuales. Es lo que nos hace comprender la doctrina que se fue de acuerdo con el dato de la «historia salutis», en donde el bene-
determinando sucesivamente de la «virginitas in partu» que, sin plácito del Padre quiso que a la generación eterna del Hijo co-
intentar referirse a unos detalles biológicos fuera del interés de rrespondiera su generación de una virgen en el tiempo. Afirmar
la fe, desea trasmitir el asombro frente a una maternidad virgi- que la concepción virginal no forma parte del «núcleo central del
nal, que es signo de lo que solamente Dios puede realizar: el evangelio» ni constituye «Un fenómeno histórico-biológico», sino
nacimiento del Hijo eterno en la historia de los hombres. Lo que que es tan sólo una «leyenda etiológica», un «símbolo preñante»
se excluye de María no es por tanto el dolor, que puede ir unido del giro realizado por Dios en Jesucristo 15 , es contradecir a la
naturalmente a los procesos biológicos de la maternidad, sino economía de la revelación, hecha de acontecimientos y de pala-
aquella forma de dolor que no se integra profundamente en la bras íntimamente vinculados entre sí 16 . «El hecho 'biológico' de
experiencia de la gracia ni se vive en la aceptación asombrada y la concepción virginal... no puede separarse jamás del sentido
adoradora de los designios inescrutables del Señor. profundo escondido en él. Se trata juntamente del hecho inaudi-
Estas reflexiones demuestran la importancia que tiene para to y único de que una mujer haya sido madre permaneciendo
la fe cristiana el signo de la concepción virginal y cómo su nega- virgen, y al mismo tiempo de su significado religioso en la revela-
ción o su reducción simbólica puede comprometer los fundamen- ción cristiana ... Toda la obra de la salvación es una intervención
tos mismos de nuestra salvación. «Una maternidad en la que de Dios en la historia por medio de hechos concretos, de aconte-
'Dios es el Padre' es una maternidad que debe ser vista totalmen- cimientos. Pero la revelación del plan de salvación querido por
te en la perspectiva de la trascendencia, no sólo desde el punto Dios se encuentra precisamente escondida en esos hechos y no
de vista de lo engendrado, sino también desde el de la madre y
su maternidad. La confesión 'nacido de María Virgen' es, pues,
una confesión de la dimensión trascendente de una maternidad a holandés. Catecismo para adultos, Barcelona 1968, 78-79. Cf. también J. M.
Alonso-P. Schoonenberg, Di.l'cussione sul!a verginitit di Maria: Rassegna di Teo-
través de la. cual una mujer creyente de nuestra casa da a luz al logía 13 (1972) 8-48.
Mesías, revelación plena de Dios a la humanidad» 12 . La nega- 14. J. Ratzinger, Introducción al cristianismo, Salainanca 1976, 238. El mis-
mo autor aclaró luego su pensamiento en La figlia di Sion. La devozione a Maria
ción de la virginidad de la Madre, escogida por Dios como lugar nella Chiesa, Milano 1979, 49s, subrayando la «profunda y hasta indisoluble co-
y signo del milagro de la encarnación del Hijo, se traduce inevita- rrespondencia>> entre la generación eterna del Verbo y su carencia de un padre
blemente en la negación de la trascendencia absoluta de aquella humano en la encarnación.
15. Cf. H. Küng, Ser cristiano, Madrid 1977, 580. Cf. antes de él, en dirección
concepción realizada desde lo alto en el seno de la Virgen y por análoga, H. Halfbas, Linguaggio ed esperienza nell'insegnamento della religione.
tanto de la condición divina del engendrado. Es verdad que en Una nuova linea perla catechesi, Roma-Brescia 1970, 171. Estas posiciones consti-
línea de pura posibilidad Dios habría podido escoger un signo tuyen también reacciones frente a interpretaciones purmnente biológicas, especial-
mente de la •:<virginitas in parto», presentadas (y discutidas) por ejemplo, por e!
diferente para su acción; pero de hecho escogió este signo, ligán- médico vienés A. Mitterer, Dogma und Biologie der heiligen Familie, Wien 1952.
dolo indisolublemente al milagro de su iniciativa gratuita y pode- 16. Cf. Constitución Dei Verbu.m 2, en Docunzentos del Vaticano JI, Madrid
35 1980. Entre los exégetas que tienen posiciones dubitativas o negativas sobre la
rosa. Separar el hecho de este signo de su significado, como si lo historicidad de la concepción virginal, cf., por ejemplo, R. Brown, La concezione
uno pudiera subsistir sin lo otro, no es legítimo 13 ; sostener que verginale e la risurrezione corporea di Gesll, Brescia 1977, 76s; X. Pikaza, Los
orígenes de Jesús. Ensayo de cristología bíblica, Salamanca 1976; R. Scheifler,
La vieja navidad perdida. Estudio bíblico sobre la infancia de Jesús: Sal Terrae
12. A. Mül\er, Reflexiones teológicas sobre lv/aría, lu madre de Jesús, Madrid 65 (1977) 835-851. Para la posición opuesta, con rica documentación, baste remi-
1985 91 tir a I. de La Potterie, Maria nel mistero dell'alleanza, 33-173. Sobre todo el
13. .Se sabe que este riesgo se percibió en la fonna con que el catecismo debate, cf. Ja información puntual de S. De Fiares, María en la teología contem-
holandés formulaba la fe relativa a la concepción virginal: cf. El nuevo catecismo poránea, Salainanca 1991, 451-466.
La Virgen 189
188 María, la mujer icono del rnisterio

te; mas la Virgen María concibió fe y alegría cuando el ángel


puede separarse de ellos. Lo mismo ocurre con la concepción
Gabriel le dio la buena noticia ... a lo que respondió ella: Hágase
virginal de Jesús, que se convierte de este modo en un 'símbolo'
en mí según tu palabra. Y de la Virgen nació Jesús ... por quien
significativo del misterio. Remite a 'algo distinto' que trasciende
Dios destruye la serpiente y a los ángeles y hombres que a ella
el hecho mismo y le da un sentido» 17 . El resultado final de la
se asemejan, y libra de la muerte a quienes se arrepienten de sus
negación del hecho de la concepción virginal, corno signo del
malas obras y creen en él» '°- A la iniciativa de la pura gracia de
misterio encerrado en él, se convierte en la negación del mismo
Dios responde la santidad de María mediante su obediencia en
misterio. Su afirmación decidida -en continuidad con la tradi-
la fe: «'Solí Deo gloria'. Todo lo proclama en María. Su santidad
ción ininterrumpida de la fe de la Iglesia- es proclamación del
es enteramente teologal. Es la perfección de la fe, de la esperan-
<<soli Deo gloria», reconocimiento en la adoración de la primacía
za y de la caridad. Ella realiza cumplidamente la 'religión de los
absoluta del Altísimo, que realiza el milagro de la encarnación y
pobres'. La esclava del Señor se oculta delante de Aquel que ha
de nuestra salvación: «Los que dicen que es solamente un puro
reparado en su pequeñez. Ella admira su poder. Ella celebra su
hombre nacido de José .. ., negando al Enrnanuel que ha nacido
misericordia y su fidelidad. Ella se alegra sólo en él. Ella es su
de la Virgen, están privados de su don, que es la vida eterna; y
gloria» 21 . La existencia de María es por entero un itinerario de
al no aceptar el Verbo dador de la incorrupción, permanecen en
fe, un perseverar en la radicalidad del abandono al Dios vivo,
una carne mortal y son tributarios de la muerte, porque no reci-
dejándose conducir dócilmente por él en la obediencia a su pala-
ben el antídoto de la vida» 18 •
bra: «Así avanzó también la santísima Virgen en la peregrinación
b) ¿Cómo se presenta la criatura María en el acontecimien- de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la
to de la concepción virginal del Hijo encarnado? ¿quién es ella cruz ... » 22 • Aquella, que es bienaventurada porque creyó en el
delante del Dios que la ha elegido y plasmado en la gracia? El cumplimiento de las palabras del Señor (cf. Le 1, 45), acoge en
rasgo que surge del testimonio bíblico y que ha sido más acentua- la fe la revelación del misterio (cf. Le 1, 38), en la fe da testimo-
do por la reflexión creyente en el tiempo es su fe virginal, su nio de ella a través del gesto de la caridad concreta (cf. Le 1,
asentimiento fiel y fecundo a la gracia: «El Padre de la misericor- 39ss), en la fe celebra las maravillas del Eterno, iniciadas en ella
dia quiso que precediera a la encarnación la aceptación de la en favor de la historia entera (cf. Le 1, 46s), en la fe medita en
Madre predestinada, para que de esta manera, así como la mujer el silencio de su corazón (cf. Le 2, 19 y 51) viviendo «escondida
contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese a la con Cristo en Dios» (Col 3, 3), en la fe participa de la vida y
vida ... Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino se muerte de su Hijo, creciendo cada vez más en el conocimiento
convirtió en Madre de Jesús y al abrazar de todo corazón y sin del misterio, en la fe vive la experiencia pascual y el comienzo
entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios de la Iglesia 23 • Su virginidad, en la óptica de la fe que la invade,
se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a adquiere de este modo el valor de «signo de consagración para
la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la re- el servicio exclusivo de Dios; signo de pobreza, que reclama la
dención con él y bajo él, con la gracia de Dios omnipotente» 19 . plenitud de Dios; signo de novedad del Reino, que viene a sacu-
El paralelo antiquísimo entre Eva y María hace corresponder a
la obediencia de la una la virginal obediencia de la otra: «Eva,
cuando aún era virgen e incorrupta, habiendo concebido la pala- 20. San Justino, Diálogo con Trifón, 100, 5~6, en D. Ruiz Bueno (ed.),
bra que le dijo la serpiente, dio a luz la desobediencia y la muer- Padres apologistas griegos, Madrid 1954, 478s.
21. H. de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, 294.
22. LG 58.
23. El itinerario de la fe de María está presentado densmnente en RM 12-19.
17. l. de La Potterie, Maria nel mistero dell'alleanza, 146s. Cf. sobre el tema de María como creyente: J. Alfara, Maria, colei che e beata
18. San Ireneo, Adversus haereses III, 19, 1, en PG 7, 938. perché ha creduto, Casale Monferrato 1983.
19. LG 56.
190 Jl!Jaría, la mujer icono del misterio La Virgen 191

dir las leyes de la creación» 24 . María es Virgen, porque es toda comienzo del a1nor. «En el misterio de Cristo, María está presen-
para Dios, toda de Dios, en todos los terrenos de la llegada del te ya 'antes de la creación del mundo' como aquella que el Padre
Reino que él establece entre los hombres. 'ha elegido' como madre de su Hijo en la encarnación, confián-
Esta fe viva y perseverante de María es la que abre la puerta dola eternamente al Espíritu de santidad. María está unida a
a la profundidad teológica de su misterio: en la fe la Virgen está Cristo de un modo totalmente especial y excepcional, e igual-
delante del Padre de una forma que evoca aquella en la que el mente es amada en este 'amado' eternamente, en este Hijo con-
Hijo eterno está «junto a Dios» (Jn 1, 1). La «Virgo fidelis», la sustancial al Padre, en el que se concreta toda 'la gloria de la
que cree en la pureza y en la radicalidad virginal de su asenti- gracia'. A la vez, ella está y sigue abierta perfectamente a este
miento al Dios vivo, la mujer María es icono del Hijo, engendra- 'don de lo alto' (cf. Sant 1, 17)» 27 • Lo mismo que el Hijo es el
do desde Ja eternidad en el seno del Padre y engendrado en el engendrado, el que lo recibe todo del Padre, la receptividad pura
tiempo de su propio seno. La proximidad de la Madre al Hijo en delante de la pura fontalidad, la gratitud eterna en correspon-
la fe ha sido subrayada enérgicamente por Jos padres: «La Virgen dencia a la eterna gratuidad, el amado que nos muestra que no
María fue más dichosa recibiendo la fe de Cristo que concibiendo sólo el dar, sino también el recibir, es divino; del mismo modo
Ja carne de Cristo ... tampoco hubiera aprovechado nada el pa- -en la distancia infinita que hay entre el Creador y la criatura,
rentesco material a María si no hubiera sido más feliz por llevar pero dentro de la proximidad y conformidad establecida por la
a Cristo en su corazón que en su carne» 25 • Esta es por otra parte gracia - la Virgen es el objeto creado de la complacencia divina,
la enseñanza del evangelio: «Estos son mi madre y inis herma- la criatura que acoge la iniciativa de Dios con una receptividad
nos. El que cumple Ja voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi pura y una gratitud infinita y fecunda, la amada, que obedece en
hermana y mi madre» (Me 3, 34s). La profundidad de la actitud todo a la voluntad del Eterno.
de fe de María establece entre ella y el Hijo una relación más A la luz de esta imagen de María, la Virgen fiel, reflejo del
estrecha que la misma maternidad física; ella fue «la primera y Ja Hijo eterno en su acogida fecunda, hay que precisar igualmente
más perfecta seguidora de Cristo», «porque en sus condiciones su papel en el acontecimiento de la encarnación. Si Ja fe no es
concretas de vida se adhirió total y responsablemente a Ja volun- pura pasividad, sino más bien -precisamente en el seguimiento
tad de Dios (cf. Le 1, 38); porque acogió la palabra y Ja puso en de Cristo, que nos ha precedido en el combate de la fe ( cf. Heb
práctica; porque su acción estuvo animada por la caridad y por 12, 2)- agonía y lucha, paradoja del que combate con Dios por
el espíritu 9-e servicio» 26 • Cuando este lazo espiritual entre María la causa de Dios ( cf. Heb 5, 7), tampoco fue pura pasividad la
y su Hijo se comprende junto con el que Ja elección eterna del fe de la Virgen. Y lo mismo que en el misterio de la vida trinita-
Padre establece entre el Hijo y ella, preservada del pecado con ria la receptividad del amado no es ausencia de vida o de res-
vistas a los méritos de Cristo, colmada y trasformada por la gra- puesta, tampoco la imagen virginal de este revivir, que se nos
cia, entonces se abre ante la mirada creyente una profundidad ofrece en María, está vacía de vida o de libre adhesión. «Con
interior: María no sólo imita a Jesús en el discipulado de la fe, razón, pues, piensan los santos padres que María no fue un ins-
sino que en él y a través de él se ofrece como la imagen del Hijo trumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que coo-
eterno, criatura singular que lleva impresa en sí misma, en su fe peró a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres.
virginal, la huella de la presencia eterna del Hijo ante el Padre, Como dice san Ireneo, "obedeciendo, se convirtió en causa de
de la presencia eterna del amado ante aquel que es el eterno salvación para sí misma y para todo el género humano' 28 • Por

24. M. Thurian, María, madre del Señor, ilnagen de la Iglesia, Zaragoza s.


f. 55. 27. RM 8; toda la encíclica de Juan Pablo JI está ünpregnada de una profun-
25. San Agustín, De sancta virginitate III, en PL 40, 397. da huella trinitaria.
26. Pablo VI, Marialis cultus 35. 28. San Ireneo, Adversus haereses III, 22, 4, en PO 7, 959A.
192 María, la mujer icono del tnisterio La Virgen 193

eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su la primacía de la iniciativa divina, no menos se vislumbra en él
predicación que 'el nudo de la desobediencia de Eva fue desata- cómo este Dios misericordioso y atento a su criatura no sólo
do por la obediencia de María; que lo atado por fa virgen Eva quiso envolver a la Virgen con un amor de elección eterna y
con su incredulidad, fue desatado por la Virgen María mediante llenarla con el don trasformador de la gracia, sino también pedir
su fe' 29 ; y comparándola con Eva, llaman a María 'Madre de los su consentimiento, respetando su libertad y su dignidad de «part-
vivientes' 30 , afirmando aún con mayor frecuencia que 'la muerte ner» de la alianza. El «solí Deo gloria» no recibe ningún menos-
vino por Eva, la vida por María' 31 » 32 • No es posible entonces cabo del reconocimiento de un verdadero acto de <<cooperación»
estar ·de acuerdo con las afirmaciones de K. Barth, que ve en la en el asentimiento dado por María; al contrario, si se negase
virginidad de María la simple negación por parte de Dios de esta libertad y actividad de la criatura - en contra además de la
toda posible cooperación humana: «En el ex virgine se da un evidencia del relato de la anunciación- quedaría perjudicada la
juicio sobre el ser humano. El hecho de que María como Virgen misma gloria de Dios. Un Dios que juega con la criatura humana
se convierta en la Madre del Señor y por tanto -por así decir- como con un objeto muerto no es el Dios de la alianza, sino una
lo- en la puerta de entrada de la revelación divina en el mundo divinidad pagana y extraña respecto a la buena noticia del Dios
humano, muestra que por la vía natural, según la cual se con- que se hizo hombre por nosotros y por nuestra salvación. Con su
vierte en madre cualquier mujer, no se da ninguna maternidad «aquí estoy» la Virgen «cooperó» realmente en la historia del
del Señor, ninguna puerta de entrada de la revelación en nuestro nuevo comienzo del mundo, participando en la gracia libremente
mundo, y que la naturaleza humana ... no puede ser cooperadora acogida del «SÍ» del único mediador entre Dios y los hombres, su
de Dios» 33 • Es verdad que Barth señala inmediatamente después Hijo Jesucristo (cf. l Tim 2, 5). Su libertad -preparada por la
que, si se da de hecho esta cooperación, ésta sólo puede realizar- gracia, pero ejercida en plenitud- coincidió con la voluntad de
se por obra de la palabra de Dios; pero él no admite que preci- Dios, sin ser por ello menos verdadera y necesaria. En María
samente este encuentro entre la gracia preveniente y el libre Dios no rivaliza con el hombre ni edifica su gloria sobre las ceni-
asentimiento del hombre pueda llamarse «Cooperación» de la zas de su criatura.
criatura humana en la salvación. «La Virgen bienaventurada me-
reció llevar al Señor de todos, no por haber merecido que se
encarnase, sino porque la gracia que se le concedió mereció
3. El significado eclesiológico: la Virgen María,
aquel grado de pureza y de santidad, en virtud del cual pudo ser
miembro e icono de la Iglesia virgen
de manera congruente la madre de Dios» 34 • Si en el aconteci-
miento de la concepción virginal resplandece con toda plenitud
La Virgen María fue presentada desde los orígenes como dis-
cípula de su Hijo, unida a los demás discípulos en el testimonio
29. San lrcneo, Adversus haereses 111, 22, 4 en PG 7, 959A.
30. San Epifanio, Adversus haereses 78, 18, en PG 42, 728CD.729AB. de la gloria que se había manifestado en Cristo y en la fe en él:
31. San Jerónimo, Epist. 22, 21, en PL 22, 408. Cf. San Agustín, Serm. 51, «Esto sucedió en Caná de Galilea. Fue el primer signo realizado
2, 3, en PL 38, 335; Serm. 232, 2: 1108; san Cirilo de Jerusalén, Catech. 12, 15, por Jesús. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en
en PO 33, 741AB; san Juan Crisóstomo, In Ps. 44, 7, en PG 55, 193; san Juan
Damasceno, Hom. 2 in dorm. B. M. V. 2, en PO 96, 728. él. Después, Jesús bajó a Cafarnaún, acompaüado de su madre,
32. LG 56. sus hermanos y sus discípulos, y se quedaron allí unos cuantos
33. I<. Barth, Die kirchliche Dogmatik T/2, 205. Cf. también B. Gherardini,
Maria nella concentrazione cristologica di K. Barth: Sacra Doctrina 18 (1973) días» (Jn 2, lis). En los albores de la Iglesia naciente María se
69-70, 323-335. presenta corno miembro significativo de la comunidad asidua y
34. Santo Ton1ás de Aquino, Sumrna Theologiae 111, q. 2, a. 11, ad 3: «Bea- concorde en la plegaria (cf. Hech 1, 14); la experiencia de pente-
ta Virgo dicitur meruisse portare Dominum omnium non quia meruit ipsum in-
carnari, sed quia meruit ex gratia sibi data illum puritatis et sanctitatis gradum, costés no le es ciertamente extraüa, teniendo especialmente en
ut congrue possit esse mater Dei». cuenta las analogías de esta escena con la de la anunciación

"
194 María, la mujer icono del rnisterio La Virgen 195

(cf. Hech 2, 1-4). Pero sobre todo la fe de los evangelistas reco- María no debe separarse de ningún modo del pueblo de Dios ni
noce en ella al «discípulo» por excelencia y por tanto la figura situarse fuera de él; criatura de la palabra de Dios, está unida a
del nuevo pueblo de Dios, «hija de Sióm> escatológica, «mujer>> todo el cuerpo eclesial, suscitado, alimentado y guiado por la
de la. «hora» del nuevo comienzo del mundo (cf. Jn 2, 1-11; 19, Palabra. «Sub Verbo Dei» María está en la Iglesia como cual-
25-27 y Ap 12). «La imagen del perfecto discípulo vale cierta- quier discípulo de la palabra de Dios, aunque de forma singular
mente en primer lugar para María. En todo el nuevo testamento y eminente, por la singularidad de su elección y la perfección
María es el modelo de la apertura atenta, de la docilidad fiel y eminente de su fe.
de la adhesión virginal respecto a Dios y su Hijo» 35 . En cuanto Miembro de la Iglesia, la Virgen es al mismo tiempo su ima-
«discípula» de la manera más alta y cumplida, la Virgen es evi- gen y modelo, precisamente a partir de su condición virginal de
dentemente miembro activo y eminente del pueblo de Dios; la «perfecta adoradora» del Señor: «Tal es María. Tal es también
singularidad de su elección y el carácter extraordinario de la obra la Iglesia nuestra madre: la perfecta adoradora. Aquí está la
divina en ella no le impiden estar «unida en la estirpe de Adán cumbre más alta de la analogía que hay entre ambas» 38 • La Vir-
con todos los hombres necesitados de salvación» y a través de su gen María, como la virgen Iglesia, son teocéntricas, no antropo-
unión con el Hijo, cabeza del cuerpo eclesial, estar unida a ese céntricas; su virginidad consiste ante todo en guardar pura la fe,
mismo cuerpo, en el que aparece como verdadera «madre de sus que las hace acogedoras ante el misterio fecundo, y en vivir hasta
miembros (de Cristo) ... porque cooperó con su caridad para que el fondo su obediencia creyente al Dios vivo y santo. El tema de
nacieran en la Iglesia los fieles, miembros de aquella Cabeza» 36 • la virginidad de la Iglesia como misterio mariano es frecuente en
«Por ese motivo es también proclamada como miembro excelen- los santos padres, pero es sobre todo san Agustín el que lo desa-
tísimo y enteramente singular de la Iglesia y como tipo y ejem- rrolla 39 : «Hoy la santa virgen Iglesia celebra el nacimiento virgi-
plar acabadísimo de la misma en la fe y en la caridad» 37 • Las nal -escribe en una homilía de navidad-. Porque el apóstol le
razones por las que María es considerada como miembro emi- ha dicho: 'Os he desposado con un hombre para conduciros a
nente del cuerpo eclesial pueden por tanto profundizarse en di- Cristo como virgen pura'. ¿Por qué como virgen pura, sino por
rección hacia el misterio de Dios y en dirección hacia la criatura. la incolumidad de la fe en la esperanza y en el amor? La virgini-
Por parte de Dios la Virgen entra en el proyecto de elección que dad que Cristo quería en el corazón de la Iglesia, la fomentó
culmina en la obra de reconciliación del Hijo; está por tanto primero en el cuerpo de María. La Iglesia no podría ser virgen si
asociada de.sde la eternidad por voluntad del Padre a la unidad no hubiese encontrado al esposo, a quien debía ser entregada,
del nuevo pueblo de la alianza establecida en la pascua de muer- en el Hijo de la Virgen» 40 . San Ambrosio había dicho de forma
te y resurrección del Hijo. Por parte de la criatura, María es resumida: «Virgen es la madre Cristo, virgen es su esposa, la
solidaria en Adán de todos los hombres y esta solidaridad suya Iglesia» 41 . En una palabra, el «SÍ» radical a Dios es el que con-
es la «puerta» por la que el mismo Hijo de Dios quiso hacerse vierte a la Virgen María, envuelta en el misterio preveniente de
solidario de nosotros, tomando de ella la carne de nuestra condi- la gracia, en tipo, es decir, en icono y arquetipo de la Iglesia,
ción humana. En virtud de esta solidaridad, María está ordenada «Ecclesia immaculata» 42 , realización resumida y anticipada de lo
providencialmente -co1no cualquier otro ser humano- al en- que la Iglesia está llamada a ser en lo más profundo de su verdad
cuentro con la llegada divina, que se realiza en la encarnación
del Verbo, del que nace radicalmente la Iglesia. Por eso mismo, 38. H. de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, 295.
39. Cf. H. Rahner, María y la Iglesia, 34; cf. todo el capítulo II («La siem-
pre virgen>>), 31-42.
40. San Agustín, Sermo 178, 4, en PL 38, 1005.
35. T. de La Potterie, Maria nel mistero dell'a!leanza, 171. 41. San Ambrosio, De virginibus I, 5, 21s, en PL 16, 195: «Christus ex
36. San Agustín, De sancta virginitate, 6, 145, en PL 40, 399. virgine .. Christus virginis sponsus».
37. LG 53. 42. Cf. H. Rahner, María y la iglesia, 22-30.
196 lit/aria, fa 1nujer icono del rnisterio La Virgen 197

ante el Señor. Y es este mismo <<SÍ» radical el que convierte a la ción creyente llama sensus o consensus jidei. Su ejercicio es tanto
Virgen en modelo que imitar, para que la Iglesia alcance la meta más expedito y trasparente cuanto mayor es la fidelidad al don
que se le ha propuesto anticipadamente en la virginidad de Ma- recibido en el bautismo. En María el pueblo de Dios reconoce el
ría. «En el misterio de la Iglesia, que con razón es llamada tam- modelo realizado de esta «inocencia» virginal a la que están lla-
bién madre y virgen, precedió la santísima Virgen, presentándo- mados los creyentes por puro don del Señor, que «nos eligíó en
se de forma eminente y singular como modelo tanto de la virgen Cristo antes de la creación del mundo, para que fuéramos su
como de la madre ... La Iglesia, contemplando su profunda santi- pueblo y nos mantuviéramos sin mancha en su presencia» (Ef 1,
dad e imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad 4). En la «Virgo immaculata et fidelis» la Iglesia contempla su
del Padre, se hace también madre mediante la palabra de Dios propia naturaleza y vocación de «Ecclesia immaculata» y de «fi-
aceptada con fidelidad ... y es igualmente virgen, que guarda delis populus»: en la escuela de María aprende a guardar íntegro
pura e íntegramente la fe prometida al Esposo, y a imitación de el don recibido y a no romperlo ni dispersarlo en absolutizacio-
la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu santo, conserva nes indebidas y énfasis parciales, a expresarlo por entero en la
virgin'almente una fe íntegra, una esperanza sólida y una caridad docilidad pura al Señor. En este sentido, la virgen Iglesia canta
sincera» 43 . a la siempre Virgen María: «Alégrate, Virgen María, porque tú
¿Qué actitudes fundamentales reconoce la Iglesia en la virgi- has derrotado a todas las herejías del mundo entero» 45 •
nidad de María para imitarlas en su propia vida? 44 . Partiendo La virginidad de María es, en segundo lugar, ejemplar para
del testimonio bíblico y acumulando el tesoro de la profundiza- la Iglesia en cuanto que dice «ausencia de toda seguridad huma-
ción dogmática, se pueden reconocer tres indicaciones ejempla- na», de toda garantía ligada a la capacidad y al poder del hom-
res que sugiere a la Iglesia la contemplación de la Virgen para su bre. El «no conozco varón» de la Virgen no nace del desprecio
itinerario en el seguimiento de Cristo: la inocencia, la falta de o del miedo, de la presunción o de la autosuficiencia, sino de su
toda garantía humana, la presencia de Dios. La virginidad en total abandono a Dios; de forma análoga, la virgen Iglesia no
María es ante todo inocencia; ésta no se identifica con una espe- está llamada ciertamente a despreciar lo que es humano o a te-
cie de determinismo moral, de incapacidad de pecar por induc- merlo, a encerrarse en la ciudadela de sus certezas en la defensa
ción externa o por falta de libertad. La inocencia virginal de la de lo que posee. El «no conozco varón» de la Iglesia es su con-
Madre del Señor es la receptividad profunda de su ser ante el fianza total en Dios y por consiguiente su rechazo, no ya de lo
obrar de Dios, la capacidad de querer únicamente para sí la vo- humano, sino de todo lo que implica compromiso con la presun-
luntad del Altísimo: «Aquí está la esclava del Señor; que me ción humana de hacerse protagonista exclusivo de su propio des-
suceda según dices» (Le 1, 38). Esta especie de «connaturalidad» tino. La pobreza de los medios terrenos es en este sentido un
en el discernimiento y en la realización de los proyectos del Se- aspecto de la virginidad de la Iglesia; el recurso a los poderes de
ñor, este «sentido» de las cosas de Dios, se le da a la Iglesia con este mundo, la búsqueda de honores o de prestigio, la confianza
la gracia bautismal y constituye el fundamento de lo que la tradi- en las garantías humanas, son otras tantas formas de tentación y
de pecado contra su virginidad. La tradición de la fe ha advertido
hasta tal punto la importancia de este aspecto de la virginidad
43. LG 63 y 64.
44. La Exhortación apostólica Marialis cultus de Pablo VI ofrece un desarro- eclesial, que no vacila en cantar por boca de los santos padres el
llo significativo del Vaticano U en este punto, indicando en María a la Virgen en himno a la muerte de la Iglesia, a su desaparición en medio de
escucha («Virgo audiens»), que acoge la palabra de Dios con fe; a la Virgen en
oración («Virgo orans»), a la Virgen madre («Virgo pariens»), generosa en el
don, a la Virgen oferente («Virgo offerens»), que se une al 1-lijo en el acto 45. Antífona con reminiscencias griegas, atribuida al ron1ano Víctor «el cie-
sacrificial de la redención, haciendo de toda su vida una ofrenda a Dios: n. go» (cf. Aureliano de Reamé, siglo IX), que unió esta hipérbole al te1na de la
16-23. Sobre lo que sigue, cf. tainbién las reflexiones de L. De Candic\o, Santa virginidad inviolada: E. Lodi, Enchiridion Euchologicum j'ontium liturgicorum,
María, en NDM, 1804-1817, especiahnente 1812s. Roma 1979, n. 1945.
198 María, la 1nujer icono del rnisterio La Virgen 199

las grandezas humanas, para verse totalmente envuelta por la único sol, que es Cristo: se trata de la «mujer vestida de sol»
única lnz para la qne ha sido hecha, la de su Señor, el Cristo: del Apocalipsis (cf. Ap 12, 1). «La gran mujer no es solamente
«La Iglesia está todavía en el mundo y es aún peregrina en la la gloriosa, sino también la que sigue siendo aún terrena, la
carne. Está escondida como en un sepulcro y ningún esplendor que engendra con dolor, la que clama, la perseguida por el
la ilumina en la tierra ... Por eso me bastaría cantar un hünno a dragón, la que huye al desierto, la que buscando amparo mira
la muerte de la Iglesia, porque eu esta muerte se esconde la a su Hijo arrebatado al trono de Dios. Todo esto ciertamente
aurora de la vida eterna en Cristo» 46 . se lleva a cabo primero en el destino de la Iglesia que sufre en
Finalmente, la virginidad de María es modelo para la Iglesia la tierra, pero también estuvo prefigurado en el destino terreno
en cuanto que manifiesta la experiencia profunda que ha tenido de la Madre de Dios ... Así como la luna, astro nocturno, sola-
de la presencia de Dios; cubierta por la sombra del Espíritu, la mente es iluminada por la luz del sol, así como se trasforma y
Virgen es el arca sagrada, la morada del Altísimo, aquella cuya mengua, así como va desapareciendo a mediad que se acerca al
sola presencia irradia gozo y exultación en el Espíritu santo (cf. sol, así sucede con el destino de la Iglesia no trasfigurada» 47 •
Le 1, 39-45). María vivió bajo la mirada de Dios en el humilde Eco de una tradición muy larga, Lutero identifica todavía a la
reconocimiento de su pobreza, en el incesante himno de alaban- Virgen del Magnifica! con la virgen Iglesia: «Que la querida
za a aquel que había hecho en ella grandes cosas; la espirituali- Madre de Dios me procure el Espíritu para que pueda explicar
dad del Magnifica/ es el reflejo de todo lo que ella había querido con provecho y debidamente este canto suyo, de manera que ...
ser y de lo que fue en realidad (cf. Le 1, 46s). Como «pobre de todos podamos sacar de él una inteligencia que nos lleve a la
Yahvé», la Virgen está totalmente llena de la presencia del Se- salvación y a una vida digna de alabanza, para que luego en la
ñor, habitada y conducida por él, dócil en dejarse amar por el vida eterna podamos celebrar y cantar este eterno Magnifica/ ...
Eterno, que la escogió y la llenó de gracia. En su virginidad, Pidamos a Dios que nos conceda la correcta inteligencia de este
María es el silencio en el que viene a resonar la palabra eterna Magnificat; que no se contente con iluminar y hablar, sino que
en la carne del mundo, la noche acogedora en que se hace pre- inflame y viva en el cuerpo y en el alma. ¡Que Cristo nos lo
sente la luz que ha de iluminar a todo hombre. También la Igle- conceda por la intercesión y la voluntad de su querida madre
sia está cubierta por la sombra del Espíritu, que aletea sobre las María!» 48 • Lo mismo que la Virgen María, también la virgen
aguas de la fuente bautismal; también ella es templo de Dios, la Iglesia canta su Magnifica!, porque ha escuchado la palabra de
morada santa, habitada por la presencia del Eterno. Como la Dios (cf. Le 1, 26-33), la ha acogido (cf. Le 1, 34-38), permane-
Virgen María, también la Iglesia virgen goza bajo la mirada de ce en ella (cf. Le 2, 19.51), la proclama (cf. Le 1, 39-45) y la
su Señor y, reconociéndose pobre, canta su Magnificat, celebran- pone en práctica (cf. Le 11, 28). «Creatura Verbi» es la Virgen
do con las mismas palabras de la Virgen las maravillas de Dios María, «creatura Verbi» es la virgen Iglesia en la experiencia
con ella. La pobreza virginal de la Iglesia es el vacío colmado de común y vivificante de la presencia de Dios, que cambia el
la riqueza de la divina presencia, el ambiente en que el Omnipo- mundo y la vida.
tente realiza sus hazañas, prometidas en María. En la escuela de
la Virgen la Iglesia aprende el amor al silencio interior, la escu-
cha profunda en donde la palabra viene a plantar su tienda entre
los hombre. Los padres celebraron este aspecto de la virginidad
de María y de la Iglesia comparándolas con la luna, que no brilla
con una luz propia, sino que se deja iluminar e irradia la luz del 47. H. Rahncr, María y la Iglesia, 121-122.
48. M. Lutero, El Magnificat traducido y comentado, en Id., Obras I, Sala-
n1anca 1977, 203. (Esta edición prescinde de la dedicatoria de la obra de Lutero,
46. San Cirilo de Alejandría, Glaphyra in Genesim 6, en PG 69, 329C. de donde está sacado el prüner párrafo).
200 ]\!faríu, la rnujer icono del misterio La Virgen 201

repetición del comienzo primordial de toda Ja historia humana.


4. El significado antropológico: el hombre «oyente Es un nuevo comenzar de la creación, un retorno al tiempo ante-
de la Palabra» y lo femenino como «acogida fecunda» rior a la caída del pecado» 50 • En cuanto tal, el acontecimiento
de la anunciación puede iluminar la figura de la creatura según
a) ¿Qué imagen del hombre se nos ofrece en la figura de la el proyecto de Dios; como la pascua, nueva creación, arroja luz
Virgen María, plasmada por la gracia y acogedora del misterio? sobre la primera creación, y el nuevo Adán, Cristo, explica e
Para responder a esta pregunta hay que destacar el significado ilumina al Adán de los orígenes, así también la concepción virgi-
que la concepción virginal tiene en la historia de la salvación. nal, nuevo comienzo del mundo, contribuye a «revelar el hombre
Como pascua anticipada -según el testimonio de la fe de la Igle- al hombre» según el designio redentor del Padre 51 • Este «horno
sia naciente-, la anunciación lleva consigo los caracteres de la revelatus», esta criatura manifestada a sí misma, encuentra su
nueva creación, propios del acontecimiento pascual. La iniciativa imagen en la Virgen María; sobre ella se refleja como primicia el
libre y gratuita del Padre está en el origen del nuevo comienzo resplandor del nuevo Adán que ella lleva en su seno; en ella, la
del mundo, como lo fue del primer comienzo (cf. Le l, 26); el modelada por la gracia (cf. Le 1, 28), brilla la criatura «recreada»
Espíritu viene a cubrir a la Virgen con su sombra lo mismo que en la imagen perfecta de Dios, Cristo (cf. Jn 1, 18; 14, 9; Col 1,
un día cubrió las aguas de la primera creación (cf. Le 1, 35 y 15; para la idea de la nueva creación a imagen del Adán celestial,
Gén 1, 2); el acontecimiento se cumple en orden a la concepción cf. 1 Cor 15, 29; 2 Cor 3, 18-4, 4; Col 3, 10). En su radical estar
del Verbo en la carne y gracias a su activa asunción de una natu- preparada por el Padre en el Espíritu para la acogida del Hijo,
raleza hu1nana perfecta, así como el primer comienzo tuvo lugar Palabra eterna, es decir, en cuanto Virgen acogedora ordenada
«por él y para él» (Col 1, 16). En la primera creación, como en por la gracia a la gracia, María muestra que el hombre ha sido
la nueva, hay una tierra virgen y un solo Padre celestial; la com- hecho por Dios para Dios, por el Padre en el Espíritu para la
paración es tan inmediata, que se impone enseguida a la medita- Palabra salida del Silencio. En María la virginidad significa ver-
ción de los padres: «Adán nació de una tierra virgen, Cristo fue daderamente «la orientación incondicionada, no mediada y frag-
formado de la Virgen María. El suelo maternal, del que fue saca- mentada, de la persona humana hacia el Absoluto» 52 • Precisa-
do el primero, no había sido abierto todavía por el arado; el mente en este «ser de Dios» y «ser para la Palabra» es donde el
secreto materno, del que salió el segundo, no estuvo nunca viola- hombre se revela en la Virgen original y radicalmente como
do por la concupiscencia. Adán fue formado de barro por la oyente de la palabra 53 , palabra pronunciada por el Padre para la
mano de Dios; Cristo fue formado en el seno maternal por el Palabra que es el Hijo, y por tanto un ser totalmente relativo al
Espíritu de Dios. Así pues, el uno y el otro tienen a Dios por otro, del que tiene origen en el milagro de la creación, del que
padre y a una virgen pof madre. Ambos, como dice el evangelis- se hace partícipe y hacia el que se encamina en el milagro de la
ta, eran 'hijos de Dios'» 49 . Lo mismo que la primera creación redención. La dignidad de la criatura se manifiesta en todo su
fue una historia trinitaria que afectó a las personas divinas según esplendor: en María, «la virgen representa en su figura la eleva-
el obrar relacionalmente propio de cada una, así también la ción y afirmación religiosas del valor de la persona sólo en su
anunciación, acontecitniento trinitario del nuevo comienzo del espontaneidad suprema hacia Dios ... la virgen también proclama
mundo, es verdaderamente una nueva creación: «La acción del que hay un sentido de la criatura sólo como esplendor de la
Espíritu santo en María es un acto creador y no un acto conyu-
gal, procreador. Pues bien, si es un acto creador, significa una
50. I. de La Potterie, Maria ne! miste.ro deil'alleanza, 157.
49. Máxitno de Turín, Senno 19, en PL 57, 571. Mucho antes que él san 51. Cf. Gaudiuni et spes 22.
Ireneo, Adversus haereses lll, 21, 10, había escrito: «Adan1 ele rudi terra et de 52. L. Pinkus, Il mito di Maria. Un approccio simbolico, Roma 1986, 102.
adhuc virgine». 53. Cf. K. Rahner, Oyente de la palabra, Barcelona 1967.
202 A1aría, la mujer icono del misterio La Virgen 203

gloria eterna del Creador» 54 • La Virgen viene a ofrecerse enton- acto por el cual -bajo la inoción interior de la gracia- el hombre
ces como la verdadera madre de los vivientes, en la que resuena se confía por completo, con plena libertad a su Dios, que llega
el puro «SÍ», con vistas al cual fue creado el hombre y mediante hasta él a través de la palabra salida del eterno Silencio, que
el cual (como libre respuesta a la iniciativa divina) es redimido. vino a plantar su tienda entre las palabras de este mundo 56 • Gra-
«Este 'sí' debe engendrarse en el íntimo secreto y en el manantial cias a este acto de fe el hombre - original y constitutivamente
de nuestro ser, y por eso, quien lo pronuncia para todos nosotros «oyente de la palabra»- llega a acoger en sí mismo la palabra y
es una Virgen, Madre de los vivientes» 55 . Aquí está el milagro a morar en ella, haciéndose hijo en el Hijo para gloria del Padre:
del nuevo comienzo del mundo: la posibilidad original de la cria- «El que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo
tura humana de responder en la libertad a la iniciativa prevenien- amará, y mi Padre y yo vendremos a él y viviremos en él» (Jn
te del amor de Dios, radicalmente comprometida por el pecado, 14, 23). Creado y re-creado por el Padre en el Espíritu para el
queda restaurada de nuevo maravillosamente por la gracia, sin Hijo, mediante el acto de fe libre y responsable, el hombre se
la cual el don de la vida nueva que viene de lo alto no podría ser hace amado en el Amado, impregnado del Espíritu por la gracia
acogido. En la Virgen «colmada de gracia» es toda la humanidad trasformadora del Padre. Precisamente en este «SÍ» que se sitúa
la que salta de gozo, puesto que -«hija de Sión» de los tiempos entre Dios y Dios, entre su gracia preveniente y su gracia santifi-
mesiánicos- se ha hecho capaz -de nuevo y de una forma nue- cante, pero que es pronunciado verdaderamente por el corazón
va- de ser no sólo de Dios, sino también para Dios, y por tanto libre del hombre, se lleva a cabo la colaboración humana en la
de acoger con su voluntad su Palabra de salvación, Cristo. La salvación, que tuvo en María su imagen perfecta; y todas las
Virgen María no sólo es la imagen del Hijo, totalmente relativo formas en que se expresa este «SÍ», todas las obras realizadas
al Padre y a su gloria, sino también la imagen de los hijos que se como fruto de la gracia recibida y atestiguada en la fe, son otros
han hecho tales en el Hijo, esto es, de la criatura humana que, tantos aspectos de nuestra condición de «colaboradores de Dios»
envuelta en un misterio de gracia que la precede y la acompaña, (1 Cor 3, 9). Si esta libre cooperación en la salvación preparada
puede hacerse <<colaboradora» de Dios, pronunciando el <<SÍ» de y colmada por la gracia no fuese real, como lo fue en la Virgen
la acogida virginal en la humildad y en el abandono incondiciona- María, no tendrían sentido las palabras del apóstol: «Ya que so-
do de la fe. mos sus colaboradores, os exhortamos a que no recibáis en vano
Precisamente este cumplimiento de la receptividad radical de la gracia de Dios» (2 Cor 6, 1). En María, icono virginal del
María en el «SÍ» de su fe manifiesta cómo el «ser-para-la-Pala- Hijo, la criatura humana contempla su dignidad, porque sabe
bra» original de la criatura encuentra su realización más alta en que puede convertirse, desde la libertad y desde la gracia, en
el acto del asentimiento y de la confianza sin límites ni condicio- icono de Cristo.
nes a Dios. Lo mismo que la mujer modelada por la gracia expre-
b) María es una mujer; este dato no es ni mucho menos
sa de la forma más plena su ser personal en la acogida virginal
indiferente para la revelación del misterio del ser humano que se
del «Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices»
nos ofrece en ella. Si es verdad que en su virginidad se refleja la
(Le 1, 38), así también la criatura hecha a imagen y semejanza
vocación original del hombre según el proyecto de Dios, no es
de Dios y restaurada en la gracia del nuevo co1nienzo del mundo,
menos cierto que esto sucedió históricamente en una figura fe-
que es la encarnación, lleva a su cumplimiento su ser más profun-
menina concreta. <<En la anunciación María se ha abandonado
do en el acto libre y consciente del asentimiento de la fe. En
en Dios completamente, manifestando 'la obediencia de la fe' a
otras palabras, ningún acto humano es tan humanizante corno el
aquel que le hablaba a través de su mensajero y prestando 'el

54. G. von Le Fort, La mujer eterna, 50s.


55. P. Evdokiinov, La mujer y la salvación del mundo, 55. 56. Cf. Dei Verbum 5.
204 María, la tnujer icono del rnisterio La Virgen 205

homenaje del entendimiento y de la voluntad'. Ha respondido, dad revela la primacía del ser ante Dios sobre cualquier mero
por tanto, con todo su 'yo' humano, femenino, y en esta respues- parecer, la femineidad que le es propia es proximidad a las raí-
ta de fe estaban contenidas una cooperación perfecta con 'la gra- ces, pureza del origen, capacidad de llenar el mundo desde den-
cia de Dios que previene y socorre' y una disponibilidad perfecta tro: «La virgen representa el supremo valor de la persona inde-
a la acción del Espíritu santo, que 'perfecciona constantemente pendiente de cualquier obra, y así la mujer aquí representa el
la fe por medio de sus dones'» 57 . Lo humano, que está reflejado supremo valor independiente del éxito, reconocimiento y logro,
en la Virgen, no es entonces solamente el «Adárn> de la imagen no ya de toda capacidad, sino también de toda obra; representa
total (cf. Gén 1, 27), el de la totalidad indiferenciada original, asimismo la más elevada realidad de lo desconocido, aparente-
sino también el de la distinción en la reciprocidad, en donde mente ineficaz y oculto en Dios» 59 • En la virginidad así concebi-
viene a reflejarse la plenitud de vida y de relaciones del misterio da «la mujer se reafirma a sí misma como persona, es decir,
de Dios: «A iinagen de Dios los creó, varón y hembra los creó». como un ser que el Creador ha amado por sí misma desde el
La Virgen revela en su realidad concreta de mujer los rasgos de principio y al mismo tiempo realiza el valor personal de la propia
lo femenino: «La figura de María de Nazaret proyecta luz sobre femineidad, convirtiéndose en un 'don sincero' a Dios que se ha
la mujer en cuanto tal por el mismo hecho de que Dios, en el revelado en Cristo» oo. La oscuridad y el recogimiento del seno
sublilne acontecimiento de la encarnación del Hijo, se ha entre- de María contienen en la profundidad y en el silencio la aurora
gado al ministerio libre y activo de una mujer» 58 . Este papel de la nueva mañana del mundo; la Virgen está en lo más profun-
libre y activo de María es ante todo el desmentido de toda con- do, en la fuente de donde brota pura el agua que ha de darse a
cepción subalterna de la mujer, que ve su consistencia en ser los demás. «Lo femenino se ejerce al nivel de la estructura onto-
solamente y por completo relativa al hombre, como ayuda, sier- lógica; no es el verbo, sino el esse, el seno de la criatura» 61 • Al
va u objeto; la idea de que «la mujer es el descanso del guerrero» obrar masculino corresponde el ser de lo femenino virginal; el
(Nietzsche) o de que es un «varón incompleto», objeto de poten- hombre está hecho para ir más allá del propio ser, para «estar-
cias oscuras, imperfecta e impura por constitución, frívola y pasi- fuera», para «existir»; la mujer, que revela la Virgen María, de-
va, está en contra no solamente del relato bíblico de la creación, muestra que el verdadero «existir» es ante todo «consistir», estar
sino también del relato de la nueva creación, la anunciación. Si bajo la mirada creadora de Dios y dejarse modelar por la gracia.
lo que destaca en la primera narración es la unidad y la igualdad El hombre hace del cosmos la prolongación y la proyección de
de dignidad original del hombre y de la mujer en la perfecta su propio cuerpo para dominar la tierra (cf. Gén 1, 28) y cultivar
reciprocidad, de la segunda se deduce no sólo la misma unidad y el jardín (cf. Gen 2, 15); la mujer hace de su propio cuerpo la
paridad en la humanidad nueva recreada en Cristo, sino también profundización y la interiorización del cosmos, para realizar en
el papel peculiar y decisivo de la mujer en la obra de la salvación, profundidad lo que le agrada a Dios: «Que vuestro adorno no
capaz de revelar a todo el hombre a sí mismo, gracias a la rela- sea el exterior ... » -afirma el texto de la primera carta de Pedro
ción de reciprocidad constitutiva y original. En una palabra, en dirigido a las mujeres, que P. Evdokimov define como «elevan-
la Virgen de la anunciación resplandece la femineidad de lo hu- gelio cabal de lo femenino» 62 - ; buscad más bien adornar «el
mano como riqueza tanto de la mujer como del hombre. interior del corazón humano, el adorno inmarchitable de un espí-
A partir de lo dicho hasta ahora, la femineidad de María, ritu apacible y sereno. Esa es la verdadera belleza a los ojos de
criatura virginal, puede caracterizarse co1no acogida fecunda. Dios» (1 Pe 3, 4). Esta primacía del ser sobre el tener y sobre el
Esta expresión indica en primer lugar que, si María en su virgini-
59. G. von Le Fort, La mujer eterna, 64.
60. MD 20.
57. RM 13. 61. P. Evdokimov, La rnujer y la salvación del mundo, 231.
58. RM 46. 62. /bid. ' 281.
206 María, fa mujer icono del rnisterio La Virgen 207

obrar en María, la Virgen, es sobre todo la escucha de la palabra de «la mujer fuerte» aparece con frecuencia en los padres, preci-
de Dios, la atención a los signos, la acogida del ángel (cf. Le 2, samente para subrayar el carácter activo y fecundo de la acogida
19 y 51; 1, 26s), un dejarse cubrir de la sombra del Espíritu (cf. virginal, de la femineidad receptiva de la Virgen Madre"- Es
Le 1, 35). «Atender con María y en María es escuchar el murmu- por otra parte la figura bíblica de María la que aquí se manifies-
llo irresistible de la fuente que está dentro de nosotros, el Espíri- ta: desde aquella cuya alma se verá traspasada por la espada ( cf.
tu santo. Es él la fuerza motora del amor que reconcilia el uni- Le 2, 35) hasta la mujer bajo la cruz (cf. Jn 19, 25-27) y la mujer
verso» 63 • La acogida que la Virgen revela en su personalidad de del Apocalipsis (cf. Ap 12). Y al mismo tiempo en la Virgen
mujer, como imagen concreta de lo femenino que cualquier mu- resplandece la imagen de la inmensa participación de la 1nujer,
jer puede realizar en sí misma y que todo hombre está llamado a de innumerables mujeres, en la obra de la salvación del mundo:
respetar y a recibir como elemento de profunda reciprocidad de una realidad muchas veces olvidada y oscurecida, pero sin la cual
su propio existir es este ser en profundidad, este espacio limpio no habría habitado nunca la vida y la plenitud de la vida en
de toda exterioridad y apariencia, este seno virginal, capaz de muchos corazones de los hijos de los hombres. Sin el «ser» feme-
alojar dentro de sí la totalidad del misterio. La mujer interioriza nino, ¿cuánto habría quedado en pie del «hacer» masculino? Ma-
la vida, no para poseerla, sino para devolverla; por eso puede ría, la Virgen de la acogida y al mismo tiempo la Virgen del «SÍ»,
acoger y comprender tan profundamente, como quizás ningún es la figura viviente de todo esto. Por eso no es atrevido afirmar
hombre será capaz de hacer. que, si la mujer ha de defender la primacía de la vida sobre la
Así, pues, la femineidad se ofrece en la Virgen María como teoría, de lo concreto sobre lo abstracto, de la intuición sobre el
acogida; y esto no significa ni mucho menos pasividad, ausencia postulado, del ser sobre el tener y sobre el hacer, de la verdad
de vida, falta de actividad y de participación, porque la acogida sobre la apariencia, lo hará por haber imitado - consciente o
de la joven de Nazaret es radicalmente una acogida fecunda. inconscientemente- a la joven de Galilea en su acogida fecunda.
«Respecto a Adán, la femineidad de Eva parece haber sido más «La mujer sólo salvará al mundo si experimenta temblor ante el
bien pasiva, mientras que en María la femineidad se hace activa, ministerio de las 'vírgenes prudentes' de la parábola evangélica
creadora» 64 . La virginidad acogedora se expresa en ella co1no (cf. Mt 25, 1-13), si, gratia plena, llega a ser realmente, cual la
asentiiniento en la libertad más pura, como colaboración en la Virgen, la puerta del Reino y la imagen que hacia él guía al
obra de aquel que la eligió y la plasmó en la gracia, como vínculo hombre» 67 • A través del ministerio de esta femineidad activa,
indisoluble de su ser virgen con su ser madre. Lo femenino que acogedora y fecunda, a través de mujeres concretas que -a ejern-
se revela en la concreción de la mujer María no tiene nada de plo de la Virgen- sepan vivir simplemente el misterio de lo fe-
cobarde o de alienante: «María de Nazaret, aun habiéndose menino como acogida fecunda, el seno virginal de la historia
abandonado a la voluntad del Señor, fue algo distinto de una -habitado por el Espíritu de la creación y de la nueva creación-
mujer pasivamente resignada o de religiosidad alienante, antes dará a luz en el Verbo la gloria prometida. «Cuando hayan aca-
bien, fue mujer que no dudó en proclamar que Dios es vindica- bado nuestros esfuerzos terrenos, nuestras 'puertas' serán ver y
dor de los humildes y de los oprimidos y derriba de sus tronos a alabar a Dios. Ya no se le dirá entonces a la mujer fuerte: leve:i.n-
los poderosos del mundo (cf. Le 1, 51-53)». De este modo toda tate, trabaja, escarda la lana, atiende a la lámpara, sé diligente,
mujer podrá reconocer «en María, que 'sobresale entre los hu- levántate de noche, abre las manos a los pobres, maneja el huso
mildes y los pobres del Señor', una mujer fuerte ... » 65 . Este tema y la rueca. No tendrás que hacer nada de esto, pero no estarás
inactiva, ya que entonces mirarás a aquel a quien tendía tu cora-

63. C. M. Martini, La donna della riconciliazione, Milano 1985, 12.


64. L. Pinkus, ll mito di Maria, 104. 66. Cf. H. Rahner, María y la Iglesia, l 15s.
65. MC 37. 67. P. Evdokimov, La mujer y la salvación del mundo, 282.
María, la mujer icono del misterio
208 2
zón y cantarás sin cesar sus alabanzas. Porque allí, en las puertas La Madre
de la eternidad, se alabará a tu esposo con alabanza eterna» 68 .
Pasarán las obras de los hombres, cuando pase la escena de este
mundo (cf. 1Cor7, 31), pero no pasará la acogida fecunda de la
mujer fuerte. Ella vivirá eternamente.

María es Ja Madre del Señor (cf. Le 1, 43), según el testimonio


de la Escritura; la Madre de Dios, como la define la fe de la
Iglesia en Calcedonia (451) en continuidad con la palabra norma-
tiva y fontal del nuevo testamento. «Siguiendo, pues, a los santos
padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno
solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo .. ., engendrado del
Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en
los ú1timos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado
de María Virgen, Madre de Dios, en cuanto a la humanidad» 1 .
Antes aún, el concilio de Efeso (431) había precisado esta idea:
«Pues no decimos que la naturaleza del Verbo, trasformada, se
hizo carne; pero tampoco que se trasmutó en el hombre entero,
compuesto de alma y cuerpo; sino, más bien, que habiendo unido
consigo el Verbo, según hipótesis o persona, la carne animada de
alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible
y fue llamado hijo del hombre ... Porque no nació primeramente
un hombre vulgar de la santa Virgen y luego descendió sobre él
el Verbo; sino que unido desde el seno materno, se dice que se
sometió a nacimiento carnal, corno quien hace suyo el nacimiento
de la propia carne ... De esta manera (los santos padres) no tuvie-
ron inconveniente en llamar Madre de Dios (Seo1ÓKOS) a la santa
Virgen» 2 . Las expresiones «Madre de Dios» y «Engendradora de
Dios» son usadas en la tradición de la fe casi de manera equiva-
lente; si la primera es de tipo más personal-relacional, en cuanto
que abarca todo el mundo vital de las relaciones entre la Madre
y el Hijo, la segunda es más técnica y más precisa desde el punto
de vista estrictamente teológico, en cuanto que afirma que María
engendró a aquel que es el Hijo de Dios. El significado más

l. Concilio de Calcedonia, DS 301.


68. San Agustín, Sermo 37, 20, en PL 38, 235. 2. Segunda carta de Cirilo a Nestorio, en DS 251.

"
210 1Vlaría, la rnujer icono del rnisterio La Madre 211

amplio y personal no sólo no excluye el sentido más restringido, concreción, del cariño (cf. Me 3, 20-21 y 31-35); la intensidad de
sino que lo comprende y se basa en él. El título, al afirmar la las relaciones con el Hijo era tan perceptible que Jesús es señala-
absoluta singularidad de la Virgen, vinculada con la experiencia do simplemente como «el hijo de María» (Me 6, 3). La desnuda
única y prodigiosa de haber engendrado en la carne al autor de fidelidad a los textos autoriza a captar en estas alusiones la pro-
la vida, caracteriza tan intensamente a María que ya Isabel, fundidad de la comunicación de vida y de afectos que existía entre
asombrada ante los signos del milagro, la llama -según el relato el nazareno y su madre, tanto o más como la de cualquier hijo y
de Lucas (cf. Le 1, 43)- «madre de mi Señor», y la fe de la una madre cariñosa y solícita. Episodios como el de Caná (cf. Jn
Iglesia en oración ya desde los testimonios más antiguos se com- 2, 1-11), o escenas como las de la madre al pie de la cruz (cf. Jn
place en usarlo al dirigirse a ella: <<Bajo tu protección nos acoge- 19, 25-27), son una prueba de ello. Y sin embargo, se vislumbra
mos, santa Madre de Dios ... » 3 • El centro y el corazón del miste- allí la voluntad de Jesús de superar estas relaciones tan profundas
rio ofrecido en María van unidos a su cualidad de Madre del en una dimensión más alta: la de la fe. Un signo muy claro de
Hijo eterno, que se hizo hombre por nosotros; este misterio ence- este hecho son los episodios que se describen en Le 8, 19-21o11,
rrado en el título de SEotótcoi:; es el que desearnos iluminar aquí, 27-28: «Entonces se presentaron su madre y sus hermanos, pero
partiendo del relato bíblico, para captar sus relaciones con la pro- no pudieron llegar hasta Jesús a causa del gentío. Entonces le
fundidad del misterio absoluto, con Ja realidad de la Iglesia y de pasaron aviso: 'Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quie-
la condición humana, envueltas en Dios, misterio del mundo. ren verte'. El les respondió: 'Mi madre y sus hermanos son los
que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica'». «Una
mujer de entre la multitud dijo en voz alta: 'Dichoso el seno que
l. El relato pascual te llevó y los pechos que te amamantaron'. Pero Jesús dijo: 'Más
bien, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en
La figura de María como Madre de Jesús se menciona varias práctica'». El testimonio de la Escritura nos hace comprender
veces en el nuevo testamento. «Entraron en la casa, vieron al cómo María supo vivir y aceptar este «paso de la fe»: la narración
niño con su madre María ... » (Mt 2, 11); «el ángel del Señor se pascual reconoce en ella por excelencia a la bienaventurada que
apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a creyó en el cumplimiento de las palabras del Señor» (cf. Le 1,
su madre ... » (Mt 2, 13s.20s). Esta maternidad abarca ante todo 45). Creyendo que la Madre entra en la comunidad de los discípu-
el nivel físico de la gestación y del parto (cf. Mt 1, 18-25), con los del Hijo, solidaria de todos ellos en su seguimiento, fiel a
todo el confunto de cariño y de solicitud que lleva consigo: «Dio diferencia de casi todos ellos en_ la hora oscura y dolorosa de la
a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en cruz, testigo con ellos de la experiencia del Espíritu, es como
un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (Le 2, nace el camino de la Iglesia en el tiempo. Así surge otro rasgo de
7.12.16). Al mismo tiempo abarca la preocupación maternal por su maternidad, anticipado en los gestos de su caridad prevenien-
aquel que «iba creciendo en sabiduría, en estatura y en aprecio te, concreta y gozosa (pensemos en la visita a su prima Isabel o
ante Dios y ante los hombres» (Le 2, 52 y 41-50). El aspecto en la escena de Caná: cf. Le 1, 39s y Jn 2, ls): la gratuidad radian-
físico se une así estrechamente al psicol<)gico y al espiritual: «Su te, de amor maternal, de respiración más amplia, que abarca a
madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo Israel y a la Iglesia, hasta la lucha cósmica de la historia entera,
te hemos buscado angustiados» (Le 2, 48). También a lo largo iluminada por el misterio pascual (cf. Jn 19, 25-27 y Ap 12). Aun-
de la vida pública del Nazareno la presencia maternal deja vis- que sea con sobriedad y especialmente a través de la clave del
lumbrar los rasgos típicamente femeninos de la atención, de Ja simbolismo de Juan, María aparece en el nuevo testamento «no ...
como una madre celosamente replegada sobre su propio Hijo di-
3. Tropario <<Sub tuum praesidiun1)> (siglo III). Cf. supra, p. 132s. vino, sino como una mujer que con su acción favoreció la fe de
212 María, la rnujer icono del misterio La Madre 213

la comunidad apostólica en Cristo (cf. Jn 2, 1-12) y cuya función encarnación, esto es, la doble verdad de que el Hijo de María es
maternal se dilató asumiendo en el calvario dimensiones univer- el Hijo de Dios, verdaderamente Dios («vere Deus») y que el
sales» 4 • Puede concluirse entonces que «Si por medio de la fe Hijo de Dios es el Hijo de María, verdaderamente hombre («vere
María se ha convertido en madre del Hijo que le ha sido dado horno»), en la unidad sin confusión o mezcla, pero también sin
por el Padre con el poder del Espíritu santo, conservando íntegra división o separación de las dos naturalezas, la humana y la divi-
su virginidad, en la misma fe ha descubierto y acogido la otra na, en la única persona del Verbo. La primera afirmación guarda
dimensión de la maternidad, revelada por Jesús durante su mi- relación con el misterio de la elección eterna de María por parte
sión mesiánica» 5 . A partir de la más concreta, tierna e intensa de Dios y de la intervención milagrosa realizada en ella por el
de las relaciones -la de una madre que conoce al Hijo en su Altísimo; el ser Madre de Dios significa que la Virgen está total-
seno incluso antes de verlo y de tocarlo con sus manos- María mente dentro del movimiento descendente de la salvación y por
fue avanzando en la fe en él hasta participar, en su función y con tanto que lo engendrado por ella no es fruto del poder o de la
su amor de madre, en el ámbito universal de su misión. En esta capacidad humana, sino sólo y únicamente de la omnipotencia
vida maternal profundamente humana y femenina, vivida en el divina. María es la Madre de Dios en cuanto que su Hijo fue
abandono incondicionado de fe a la obra divina, se encuentra el engendrado desde toda la eternidad en el seno del Padre y engen-
fundamento último de los diversos niveles en que María vivió y drado en el tiempo en su seno virginal en la humanidad plena
sigue viviendo su cualidad de Madre según la fe de la Iglesia 6 • asumida por él, por libre y gratuita elección del amor salvífico.
La revelación del Dios escondido, la palabra del Eterno, la auto-
comunicación de Dios al hombre no tiene que buscarse entonces
2. El significado teológico: la humanidad de Dios
más que en el Hijo de María; él es la única palabra salida del
y la Madre, icono maternal del Padre
silencio del Padre, la única luz que brilla en las tinieblas; y María
es el único terreno puro de la llegada de Dios, la única tierra
a) ¿Qué es lo que revela Dios de sí mismo en la generación
virgen en la que el Unigénito del Padre ha venido a plantar su
terrena de su Hijo encarnado? ¿qué rostro de la divinidad se
tienda entre los hombres. El que buscase a Dios fuera del Hijo de
ofrece en el misterio de la Madre de Dios? La imagen qne se
María no tendría ninguna posibilidad de acceso pleno al misterio
percibe en el hecho de que el Hijo eterno naciera de una mujer
de la divinidad. La Madre de Dios es, en este sentido, el centinela
(cf. Gál 4, 4) sin intervención de hombre, es la de un Dios que
del carácter absoluto del cristianismo, la señal humilde, pero su-
-en la iniciativa absolutamente libre y gratuita de su amor-
mamente indicativa, de la presencia del Eterno en el tiempo, de
decidió no ahorrar a su Hijo, sino entregarlo por todos nosotros
Dios en carne humana. Ella no es ciertamente el principio del ser
(cf. Rom 8, 32), y consiguientemente del Unigénito que -con la
divino del Hijo, como aclaró bien el proceso de definición dogmá-
misma libertad- aceptó dejarse entregar por amor nuestro (cf.
tica; de ningún modo se piensa en un Dios producido o hecho a
Gál 2, 20; Ef 5, 2). Puede decirse que «el título de 'Madre de
medida del hombre. Al contrario, ella es en su maternidad virgi-
Dios' que se le dio a María era y es sensato, consentido y necesa-
nal el signo del milagro, de lo que es nuevo y estupendo, es decir,
rio en cuanto afirmación auxiliar de la cristología» 7 . Traduce de
forma densa e incisiva la verdad de la humanidad de Dios en la de que Dios ha venido entre nosotros, de que él es tan Dios en el
amor que no se avergüenza de la «kénosis» de la encarnación (cf.
Flp 2, 6s), sino que la acepta libremente por nosotros los hombres
4.
MC 37. y por nuestra salvación. Lo que la Madre de Dios atestigua del
5.
RM 20. mundo divino es su carácter absoluto y trascendente, y al mismo
6. Cf. para las diversas referencias bíblicas lo que se dijo en el capítulo 4. Cf.
también A. Serra, Madre de Dios l. Fundamentos bíblicos, en NDM 1172-1179.
tiempo su misericordia y su infinita humildad. Junto con la verdad
7. K. Barth, Die kirchfiche Dogmatik I/2, 152. del «Vere Deus» del Hijo encarnado, la afirmación de que María
214 María, la mujer icono del misterio La Madre 215

es la ScotóKoc; traduce la verdad del ser verdaderamente hun1ano 28). El hecho de que el Dios encarnado tenga una Madre verda-
( were horno») del Salvador. El hecho de que la Virgen sea la dera dice hasta qué punto él es el Emmanuel, el Dios-con-noso-
Madre de Dios significa que el movimiento descendente de la tros (cf. Mt 1, 23), y por eso con cuánta profundidad la búsqueda
gracia ha entrado verdaderamente en la historia del mundo y por de Dios no lleva al hombre fuera de la historia, sino que precisa-
tanto que lo que ha sido engendrado de ella se ha hecho verdade- mente en ella y a través de ella, en verdadera solidaridad con
ramente solidario de nuestra condición humana. La Madre, ver- todo lo que es humano, le permite aproximarse al misterio de la
dadera mujer que pertenece al linaje de Adán, atestigua que el divinidad, hecha presente en la verdad humana del Hijo de Ma-
Hijo no recibió una apariencia de carne, no se avergonzó de la ría. Al traducir juntamente el «Vere Deus» y el «vere horno» de
fragilidad y de la pobreza de lo humano, sino que «Se hizo» verda- Jesús, el título de Madre de Dios se ofrece como el compendio de
deramente hombre, plantó de veras su tienda entre nosotros (cf. la fe en el misterio central del cristianismo: «Llamar a María 'Ma-
Jn 1, ls). El título de Madre de Dios dado a María ilumina aquel dre de Dios' quiere decir expresar de la única manera adecuada
«devenir» de su significado más fuerte: la encarnación de la pala- el misterio de la encarnación de Dios hecho hombre» 8 . Exacta-
bra es la mañana de la «nueva creación»; precisamente por ser tal mente en esta función suya el título corresponde a la verdad cen-
no se realiza en una discontinuidad total con la primera creación, tral del testimonio pascual de la Iglesia naciente y se presenta por
sino dentro de ella y por ella. A pesar de no ser una «pro-crea- tanto en continuidad profunda con la fe del nuevo testamento.
ción», una simple continuación de la cadena causal de las genera- En cuanto afirmación auxiliar de la cristología, la connotación
ciones, la encarnación es tal que Jesucristo pertenece de veras de María como Madre de Dios remite además a la totalidad del
gracias a su Madre a la unidad del género humano. En el título misterio trinitario: si el Hijo de María, engendrado de ella en el
de Madre de Dios se encuentran los dos inundas: si el «vere tiempo, es el Hijo de Dios engendrado del Padre antes de todos
Deus» dice la novedad absoluta del milagro, el were horno» dice los siglos, entonces el Dios que se revela en el misterio de la
que este milagro se realiza en nuestra historia; más aún, que ese maternidad de la Virgen es el engendrado y el engendrante, el
milagro no se realizaría por nosotros ni por nuestra salvación, si Hijo y el Padre. La sombra del Espíritu que cubre a María y
no se realizase también en la verdad de nuestra condición huma- realiza en ella el milagro de la concepción virginal del Verbo en-
na. La Madre de Dios atestigua así que Dios se comprometió por carnado, muestra cómo entre el Padre, que engendra al Hijo en
el hombre, se «ensució las manos» con él y por él, y que ~aun la eternidad, y el Hijo, engendrado en el tiempo y en la eternidad,
haciéndose .totalmente presente en la vida humana, totalmente se establece su vínculo de unidad, que es juntamente su soberana
dentro de ella, él, que es totalmente otro y Señor de la misma- apertura al otro, al Espíritu, «Comunión» y «éxtasis» de Dios. El
rechazó todo espiritualismo desencarnado, toda búsqueda de lo hecho mismo de que haya una Madre de Dios indica de forma
divino que sea pura fuga o desprecio del mundo. La maternidad resumida que el Dios cristiano no es soledad, sino relación, no es
de María se convierte en este sentido en centinela de la humani- lejanía del mundo de un sujeto divino único y abstracto, sino rela-
dad de Dios, la puerta a través de la cual él entró verdaderamente ción con el mundo de las tres personas en la fecundidad de la
entre los hijos de los hombres y por eso mismo es la garantía de identidad relacional de cada uno, en la intensidad de la unidad
que nada de lo realmente humano puede ser simplemente extraño profundísima del ser divino. ¿Cómo llegan a caracterizarse las
a él. La Madre, seno humano del Dios encarnado, viene a atesti- personas en Dios en el acontecimiento de la maternidad virginal
guar entonces la solidaridad del Creador con la criatura, la pro- de María? El Hijo se ofrece inmediatamente como aquel que es
fundidad del hecho de que la carne no es extraña al Espíritu, y engendrado, que acoge la vida en la eternidad y que, entrando en
que Dios mismo es como el seno adorablemente trascendente de el tiempo en solidaridad real con la condición humana gracias a
toda la historia humana, la noche rica en lazos de vida y de pre-
sencia en que vivimos, nos movemos y existimos (cf. Hech 17, 8. M. Thurian, Maria, madre del Señor, 123.
216 María, la mujer icono del misterio La Madre 217

la generación de María, acoge la vida eterna en la historia de los Por otro, gracias a este mismo vínculo realizado bajo su sombra,
hombres, haciéndolos partícipes de su misma acogida, receptivos une la fuente eterna de la vida del amor, el Padre, con la recepti-
de Dios, llamándolos a la filiación divina («ut efficiamini divinae vidad del Verbo encarnado, y en ella con la historia eterna de los
consortes naturae», cf. 2 Pe 1, 4). Por eso él es el amado en el hombres. Vínculo de caridad entre el Padre y el Hijo, el Espíritu
eterno acontecimiento del amor, el Hijo totalmente relativo al se muestra al mismo tiempo como el camino personal de su salida
Padre en el misterio de la unidad divina, captada en la intensidad de sí mismo, de la asunción por parte del Verbo de la naturaleza
de su dinamismo relacional, de su «perijóresis». Al hablar de la humana para hacerla partícipe de su propia acogida del amor del
Virgen, se ha visto cómo precisamente en la acogida virginal Ma- Padre. Exodo de Dios de sí mismo, el Espíritu es el don divino al
ría se ofrece como imagen de esta receptividad pura, imagen de mundo, lo mismo que fue el don del Padre a la Virgen Madre
su mismo Hijo divino, reflejada sobre todo en la radicalidad de para que engendrase en el tiempo al Hijo eterno. En el aconteci-
su fe. En el silencio del misterio, al Hijo que acoge corresponde miento de la maternidad virginal de María se deja entrever enton-
el Padre que da; el engendrado remite al engendrante, el amado ces la profundidad del misterio trinitario de Dios, como aconteci-
al eterno amante, la imagen al Dios invisible (cf. Col 1, 15). La miento de amor eterno, que viene a autocomunicarse en la histo-
generación terrena remite al protagonista de la generación eterna, ria de los hombres; se trata del acontecimiento del origen eterno
a aquel que está también en el origen de la misión del Hijo entre del amor, que es la fuente viva de la eternidad y del tiempo y por
los hombres; la «duplex nativitas» en la eternidad y en el tiempo eso mismo la meta última de todo devenir del mundo: el Padre;
es totalmente relativa al misterio del Padre. El Padre se ofrece en el acontecimiento de la venida eterna y temporal (la «duplex nati-
ella con su rostro de pura gratuidad, de eterno silencio en el vitas») que es la pura acogida del eterno amor en el diálogo de
amor, de fontalidad del que ama, no por estar necesitado u obli- las personas divinas y que -en la encarnación- hace posible la
gado a amar, sino sólo por el puro y radiante gozo de amar. En acogida del mismo amor por parte de los hombres: el Hijo; y
el misterio de la doble natividad del Hijo resplandece por reflejo finalmente el acontecimiento del perenne fluir divino, que es la
la doble gratuidad del Padre: la eterna, por la que amó a su pro- circularidad siempre nueva del amor del Padre y del Hijo y al
pio Unigénito desde siempre y para siempre en una generosidad mismo tiempo su apertura hacia el objeto creado de su amor in-
sin reserva alguna, en una pureza que hace reconocer en él la creado: el Espíritu, aquel en el que Dios sale de sí para entrar en
fuente y el principio de toda la divinidad; y la temporal, en virtud la historia y la historia sale de sí para entrar en Dios. Precisamen-
de la cual el amor del Padre irradió sobre la criatura, no sólo te a partir del acontecimiento expresado en el título de «Madre
llamándola o"riginalmente al ser, sino también re-creándola en los de Dios» se percibe entonces cómo ~<la esencia del Dios vivo es su
últimos tiempos en el misterio de la redención, realizada a través amor en eterno movimiento de salida de sí, como amor amante;
de la entrega histórica de su propio Hijo, el amado. El Padre se de acogida de sí, como amor amado; de retorno a sí y de infinita
revela -en el acontecimiento de la maternidad de María- como apertura al otro en la libertad, como Espíritu del amor trinitario:
Aquel que desde siempre y gratuitamente comenzó a amar y que la esencia del Dios cristiano es el amor en su proceso eterno, es
por eso está en el origen de todo comienzo verdadero de amor la historia trinitaria del amor, es la Trinidad como historia eterna
gratuito y fecundo en el tiempo. El Espíritu, finalmente, que en- de amor, que suscita y asume e impregna la historia del mundo,
viado por el Padre cubre con su sombra a la Virgen haciéndola objeto de su puro amor» 9 • Pero precisamente este reflejo de la
Madre de Dios, se manifiesta en este acontecimiento de la mater- Trinidad en el acontecimiento de una maternidad plenamente hu-
nidad virginal en el doble aspecto que evoca la profundidad de su mana, aunque divina en cuanto al origen y al fruto, deja vislum-
misterio divino: por un lado relaciona la natividad eterna con la
temporal, en cuanto que une al engendrante con el engendrado
en el tiempo y en la eternidad. ¡Es el vinculum caritatis aeternae! 9. B. Forte, Trinidad como historia, Salamanca 1988, 144s; cf. sobre lo que
se ha dicho, toda la parte III, 91-156.
218 María, la mujer icono del rnisterio La Madre 219

brar cómo el vínculo establecido por la encarnación entre el tiem- de María Virgen, Madre de Dios, en cuanto a la humanidad» 11 •
po y la eternidad puede parecerse al que se realiza en el seno A pesar de esta indicación preciosa, no siempre se ha examinado
materno entre el concebido y su madre; en otras palabras, al con- suficientemente la relación entre la paternidad de Dios y la mater-
vertirse por gracia en «seno» del Hijo de Dios, María atestigua nidad de María; es éste un aspecto «Casi ausente en el concilio»,
que Dios Trinidad santa es el «Seno» del mundo, envuelto como que se refiere a aquel retorno del Padre «en que se realiza defini-
ella en la noche de la fe por la relación del amor adorable y tivamente la salvación. Por consiguiente, es necesario desarrollar
trascendente de los tres. La Madre de Dios remite así, en el la mariología en función de la experiencia religiosa, captando el
asombro frente al misterio, a la santa Madre del mundo, la Trini- significado teologal de la vida terrena de María y viendo su mater-
dad, el Dios tres veces santo por el cual, en el cual y para el cual nidad espiritual corno una derivación y revelación de la paterni-
existen todas las cosas. La Trinidad se deja percibir en María, la dad trascendente de Dios» u Pues bien, la experiencia del miste-
Madre del Dios hecho hombre por nosotros y por nuestra salva- rio, atestiguada por la oración litúrgica, revela la percepción de
ción, como nuestra Madre adorable y santa en el misterio del esta relación profunda; dice un texto del oriente cristiano, diri-
amor creador y redentor. giéndose a la Madre de Dios: «Tú has engendrado al Hijo sin
b) ¿Cómo se presenta la persona de María en el aconteci- padre, este Hijo que el Padre ha engendrado antes de los siglos
miento de su maternidad divina? ¿quién es la Madre de Dios sin madre». «La idea es clara en su afirmación teológica: la mater-
ante la Trinidad, que la ha envuelto en el misterio de sus relacio- nidad de la Virgen constituye la figura humana de la paternidad
nes personales? No cabe ninguna duda de que la Virgen Madre divina» u A la paternidad de Dios Padre en lo divino correspon-
fue y sigue siendo una pura criatura ante el Creador: «Mater Dei de la maternidad de la Madre de Dios en lo humano. Los térmi-
est pura creatura» w. La fe cristiana no puede tolerar ninguna nos de esta correspondencia - establecida por la iniciativa libre y
divinización idolátrica, y nadie es tan testigo de esta verdad· ele- gratuita del Eterno- pueden señalarse en el doble plano de la
mental como la Virgen que, con la totalidad de su ser y de su maternidad de María: el histórico-existencial y el otro más pro-
existir, dio gloria sólo a Dios. Sin embargo, es posible escudriñar fundo que atañe al misterio del ser. La generación física del Hijo,
en la imagen del misterio que se nos ofrece en María el aspecto acompañada y seguida por la constante solicitud maternal, mani-
de la vida del Dios tripersonal que más irradia en su maternidad: fiesta la gratuidad radiante del amor de la Madre, que se dilata a
si, como se ha dicho, ésta remite en su globalidad a la totalidad las relaciones de caridad atenta, concreta y cariñosa con los de-
del seno divino y trascendente del mundo, se puede reconocer más y a su maternidad espiritual más universal. En este amor
que como pura imagen representa de manera más adecuada el fontal, que sabe dar a fondo perdido y que sabe siempre tomar la
misterio de la generación eterna por parte del Padre. María es el iniciativa del don, se refleja la característica del amor eterno del
icono maternal de la paternidad del Padre. Es la misma fe dogmá- Padre: su fontalidad purísima, su amar sin verse obligado o nece-
tica de la Iglesia la que orienta la búsqueda en esta dirección, sitado a amar, su comenzar siempre, desde siempre y para siem-
cuando no vacila en relacionar -salvando la distancia infinita en- pre, a amar en la gratuidad más generosa. «Dios no nos ama
tre el Creador y la criatura, pero gracias a la infinita proximidad porque seamos buenos y hermanos, sino que nos hace buenos y
establecida entre ellos por Jesucristo- la generación eterna y la hermanos porque nos ama» (M. Lutero). Esta gratuidad lumino-
generación histórica del Hijo de Dios, el mismo «engendrado del sa, este gozo de amar encuentra su imagen en la prontitud de
Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en María al asentimiento, en su disponibilidad para el don, aunque
los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado
11. Concilio de Calcedonia, en DS 301.
12. S. De Fiores, María en la teología contemporánea, Salamanca 1991, 126.
13. P. Evdokimov, La mujer y la salvación del mundo, 159; el texto litúrgico
10. Santo To1nás de Aquino, Summa Theologiae III, q. 25, a. 5, sed contra. que cita Evdokimov es el Theotokion, del tercer tomo.
220 María, la rnujer icono del misterio La Madre 221

sabe que este asentimiento y este don de amar la llevarán por el materno», «amor entrañable»·, se utiliza precisamente para indi-
camino de una aventura oscura que incluye la cruz. Es la gratui- car el a1nor que Yahvé tiene a su pueblo: «Efraín es para mí un
dad de la que únicamente es capaz de llevar a cabo, entre los hijo querido, un niño predilecto ... mis entrañas se conmueven y
hombres, el amor maternal en sus expresiones más puras; así fue me lleno de ternura hacia éh, Jer 31, 20; cf. también Is 49, 14s;
la maternidad de la Virgen, imagen humana de la paternidad Is 66, 13 etcétera). María ha podido reinterpretar esta imagen
divina. ligada a la más pura tradición hebrea, a la que pertenecía pro-
Por otra parte, este valor de icono, precisamente por estar fundamente, a la luz de su experiencia singular, irradiándola
basado en la elección gratuita por parte de Dios que modeló a consiguientemente en cada uno de los aspectos de su existencia.
María y la colmó de Espíritu santo, trasciende el plano meramen- De este modo ella contribuyó a liberar a da humanidad de la
te histórico-existencial; es el mismo ser profundo de la Madre de obsesión del Dios-juez absoluto, padre-patrón de lo creado y de
Dios el que fue forjado por el Padre a imagen de su fecundidad los seres, incontrolable 'rex tremendae majestatis'. Se trata cier-
de engendrante, hasta el punto de situarse como «Ser maternal» tamente de un paso enorme en la experiencia religiosa de la
(«esse maternale»), constitutivamente ligado a la vida entera humanidad y su absorción profunda por parte de las conciencias
-temporal y eterna- de la Virgen santa. Sin esta participación sigue siendo todavía un camino laborioso ... El cariño o la mise-
ontológica en la fuerza generativa del Padre, que se le había ricordia del Padre asumen un rostro, una configuración concreta
dado por gracia, María no habría podido engendrar al Hijo de en María» 16 • Este aspecto no se le escapó a la tradición de la fe,
Dios: «Es primero y ante todo por su participación en la paterni- que lo ha expresado tanto a nivel de alabanza o invocación
dad de la primera persona como María llega a ser madre del asombrada («Mater misericordiae ... , dulcedo et spes»), como a
Hijo ... El hijo acepta pasivamente esta filiación temporal, del nivel iconográfico (pensemos sólo en la imagen de la Madre de
mismo modo que desde toda la eternidad acepta la procesión Dios, llamada «de la ternura» de Vladimir -siglo XII- y en
pasiva que le viene del Padre y le constituye Hijo» 14 • De esta general en el tipo llamado de la <~Eleüsa», la tierna, la misericor-
manera, «Dios ha hecho de la filiación humana del Verbo una diosa) 17 •
Pero la Madre de Dios es icono del Padre también en un
imagen de su filiación divina» 15 • Entonces, decir que la Madre
nivel más profundo, relacionado con el «ser maternal» recibido
de Dios es la imagen maternal de la paternidad divina no signifi-
de él; se trata del nivel de su «maternidad espiritual» respecto a
ca únicamente contemplar en ella el rostro del cariño del Padre,
los que el Padre ha hecho hijos en el Hijo «nacido de mujer» (cf.
sino también reconoce que el ser materno que se le dio a imagen
Gál 4, 4s). Este paso fue intuido, entre otros, por Griñón de
del de la fecundidad divina, tiene un valor y un significado per-
Montfort: «Dios Padre ha comunicado a María su fecundidad,
manente.
en cuanto una pura criatura era capaz de recibirla para conceder-
En cuanto icono maternal del Padre, la Virgen María deja
le el poder de producir a su Hijo y a todos los miembros de su
percibir la imagen de un Dios al que corresponde ciertamente la
cuerpo místico» 18 • Bajo esta luz -propiamente teológica y trini-
primacía y la gloria, pero cuyos rasgos son los de la gratuidad
taria- llega a aclararse la idea de mediación maternal que se le
radiante, los del amor entrañable y maternal; por otra parte,
aplica a María y la de su presencia no sólo en la vida del Hijo,
era también así como solía representarlo la fe de Israel cuando
sino también junto al camino de todos los que se han hecho hijos
hablaba del amor cariñoso y envolvente de Dios, parecido al
amor «entrañable» de una madre (rahem) rahamim = «vientre
16. L. Pinkus, Il mito de Maria, 116s
17. Cf. E. Lodi, Oración mariana, en NDM, 1487-1498 y G. Gharib, Iconos,
14. J. M. Alonso-X. Pikaza, Trinidad, en NDM 1900; cf. todo el artículo, en !bid. , 879-889.
18. San Luis María Griñón de Montfort, Tratado de la verdadera devoción,
1892-1923.
15. R. Laurentin, La Vergine Maria, Roma 31970, 238. 446, n. 17.
222 Maria, la rnujer icono del misterio La Madre 223

en el Hijo 19 • La fe cristiana no tiene la menor duda de que «Dios esfuerzo de la fe, a amar y esperar en sintonía con el corazón de
es único, como único también es el mediador entre Dios y los Dios»"- Pues bien, la participación de María en la obra del Hijo
hombres: un hombre, Jesucristo, que se entregó a sí mismo para sólo puede captarse verdaderamente en la misma perspectiva his-
redimir a todos» (1 Tim 2, Ss); la participación de María en la tórico-salvífica y trinitaria; María es la madre que acompaña en
obra del Hijo no tendrá que oscurecer nunca esta verdad decisi- el amor a toda la existencia humana del Señor entre nosotros,
va. «Uno solo es nuestro mediador según las palabras del após- «mater amabilis, mater dolorosa». Su hurnanísima participación
tol. .. Sin embargo, la misión maternal de María para con los en la vida, muerte y resurrección del Salvador se caracteriza por
hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta media- la profundidad del vínculo materno, del amor entrañable, gratui-
ción única de Cristo, antes bien, sirve para demostrar su poder. to y radiante. Pero esta maternidad, ligada a la generación terre-
Pues todo el influjo salvífica de la santísima Virgen sobre los na, es imagen de la generación eterna; lo mismo que el Padre da
hombres no dimana de una necesidad ineludible, sino del divino su Hijo a los hombres y, a través de él, da el Espíritu santo y
beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo; se recibe del Hijo en el mismo Espíritu la ofrenda del sacrificio
apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de redentor, en el que está presente el sacrificio de la humanidad
la misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inme- entera, así también, haciendo a la Madre por pura gracia partíci-
diata de los creyentes con Cristo, la fomenta» 20 • El significado pe de algún modo de su ser paternal en la forma del ser maternal
profundo de la mediación del Salvador tiene que verse en una de la misma le da participar en la ofrenda del Hijo. En línea
perspectiva histórica-salvífica y trinitaria: «Jesüs es el Ungido descendente, la participación de María consistirá en darlo a los
que, a través de su humanísimo camino hacia los muertos y la hombres; en línea ascendente, en unir su intercesión y su ofrenda
experiencia inaudita de la resurrección, recibe en abundancia el al único y perfecto sacrificio de Cristo. Colmada de la gracia del
Espíritu del Padre y lo da en plenitud a los hombres. Por Cristo Espíritu, hecha por el Padre Madre del Hijo encarnado, partícipe
llega el Espíritu del Padre a los hombres (mediación descendien- por gracia de la fuente eterna de la vida, María está llamada a
te); por él, en el mismo Espíritu, van los hombres al Padre (me- desempeñar en el dinamismo trinitario de la única mediación del
diación ascendente). Con la mediación de Cristo la historia trini- Señor Jesús un papel indisolublemente ligado a su «Ser mater-
taria enlaza con la historia humana; e] movimiento del amor eter- nal». La definición de este papel, en el respeto a la unicidad
no entra en nuestra existencia y la lleva en sí. .. La salvación que insustituible de la mediación del Hijo, es la de «mediación mater-
Jesús mediador obtiene para el hombre es la participación de la nal»: «Efectivamente, la mediación de María está íntimamente
vida divina, iacomunión con el Padre en el Espíritu santo; la unida a su maternidad y posee un carácter específicamente ma-
vida trinitaria se participa a los hombres ... El que acoge a Cristo, terno que la distingue del de las demáas criaturas que, de un
que en el Espíritu se hace contemporáneo de su 'hoy', se convier- modo diverso y siempre subordinado, participan de la única me-
te en hijo en el Hijo, pregunta la paz de la comunión trinitaria y diación de Cristo, siendo también la suya una mediación partici-
aprende, aunque sea en el rigor del tiempo penúltimo y en el pada» 22 • Esta mediación maternal tiene su origen en el beneplá-
cito absolutamente libre y gratuito de Dios; se basa en el ser
maternal de María, en el que el Padre ha impreso gratuitamente
19. Cf. LG 60-62 y RM 21-24. Sobre toda la problemática, cf. fl ruolo di
Maria nell'oggi della Chiesa e del mondo. Atti del Simposio Mariologico lnterna- una huella de su paternidad; consiste en la doble tarea de la
zionale (1978), Roma 1979. «maternidad espiritual» por la que la Madre de Dios contribu-
20. LG 60. El n. 62 dice n1ás en concreto: « ... La santísima Virgen es invoca-
da en la Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro, mediadora. Lo
cual, sin embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada a la
dignidad y eficacia de Cristo único mediador». Precismnente para evitar posibles 21. B. Porte, Jesús de Nazaret. Historia de Dios, Dios de la historia, Madrid
equívocos sobre este últhno punto el Vaticano II no empleó el título de «corre- 1983, 316s.
dentora»: cf. S. Meo, Nueva Eva, en NDM, 1479-1486s. 22. RM 38. Cf. n. 21-23.
224 A1aría, la rnujer icono del rnisterio La Madre 225

ye a engendrar a Cristo en el corazón de los creyentes, y de la de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y an-
«intercesión», en virtud de la cual María une su propia ofrenda siedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada» 24 •
y la de los fieles al sacrificio del Salvador, juntamente ofrecido y Esta presencia maternal, arraigada en la voluntad y en la gracia
acogido por el Padre. La lectura trinitaria de la mediación del del Padre, corresponde por tanto plenamente a la voluntad del
Hijo encarnado y de la participación de la Madre en ella por Hijo y a la obra del Espíritu santo. «Así, la que está presente en
pura gracia de Dios salvaguarda al mismo tiempo la unicidad del el misterio de Cristo como madre, se hace -por voluntad del
mediador y la verdad del ser maternal de María en su pleno Hijo y por obra del Espíritu santo- presente en el misterio de la
desarrollo dentro de la economía del misterio. Relacionando con Iglesia. También en la Iglesia sigue siendo una presencia mater-
el papel del Padre -en cuanto que es él el que engendra y entre- nal, como indican las palabras pronunciadas en la cruz: 'Mujer,
ga al Hijo y al mismo tiempo al que ese Hijo se ofrece- esta ahí tienes a tu hijo', 'Ahí tienes a tu madre'» 25 . Gracias a esta
clarificación de la mediación de María da razón de su cualifica- presencia suya, gratuidad radiante de amor maternal, que es par-
ción específica de «maternal», arraigada en el «Ser maternal» ticipación y huella recibida por gracia de la gratuidad radiante
participado de Dios a la Virgen por obra del Espíritu santo y del amor del Padre, María realiza en el sentido más profundo su
juntamente pone de relieve la insustituible necesidad y la unici- condición de imagen maternal de la paternidad de Dios.
dad de la obra mediadora de Cristo.
A la luz de la relación singular entre la Madre de Dios y Dios
Padre se puede precisar finalmente el sentido de la presencia de 3. El significado eclesiológico: María,
María al lado de cuantos han sido hechos hijos en el Hijo 23 • icono de la Iglesia madre y madre de la Iglesia
Puesto que los dones y la llamada de Dios son irrevocables (cf.
Rom 11, 29), la participación de María en el misterio de la gene- a) Icono de la Iglesia Virgen en la acogida creyente de la
ración del Hijo está grabada indeleblemente en su ser; el «ser palabra de Dios, María es igualmente icono de la Iglesia Madre:
maternal» que se le ha dado de arriba es irrevocable en la eterni- «La Iglesia, contemplando su profunda santidad e imitando su
dad de la fidelidad divina. La profundización que la fe de la caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace
Iglesia ha llevado a cabo en la «biografía total» de la Virgen también madre mediante la palabra de Dios aceptada con fideli-
Madre, nos lleva no sólo a contemplar su elección eterna y su dad, pues por la predicación y el bautismo engendra a una vida
concepción inmaculada con vistas a los méritos del Redentor, nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu
sino también su destino final, su participación en la plenitud de santo y nacidos de Dios» 26 • Esta relación se basa en el misterio
los frutos de la redención mediante la asunción en cuerpo y alma de la generación del Hijo y de los hijos en el Hijo: «Al igual que
a la gloria de Dios. María vive plenamente en la Trinidad, y por María está al servicio del misterio de la encarnación, así la Iglesia
tanto, gracias a esta presencia viva en el misterio, está también permanece al servicio del misterio de la adopción como hijos por
presente en el desarrollo actual de Ja economía, actuando en la medio de la gracia» 27 • Por eso puede decirse que «la maternidad
historia de Ja salvación precisamente en conformidad con e] ser de la Virgen es un trasunto acabado de la maternidad de la Igle-
maternal que le ha dado el Padre. Después de su asunción a los sia» 28 , y que «ni el evangelio ni la auténtica tradición cristiana
cielos, «no ha dejado esta misión sa]vadora, sino que con su múl-
tiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salva- 24. LG 62.
ción eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos 25. RM 24.
26. LG 64; cf. MC 19.
27. RM 43.
28. tI. de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, 253. Cf. del mis1no, Pluralisrno
23. Cf. A. Pizzarelli, Presencia, en NDM, 1639-1647, que examina también di Chiese o unitii della Chiesa?, Brescia 1973, 127s (;<La 1naterniti't della Chiesai>,
las diversas interpretaciones propuestas en tiempos n1ás recientes. con colección de textos).

"
226 María, la mujer icono deL misterio La Madre 227

han podido separar a María de la Iglesia. Hablar de María quiere todas partes 35 . ¿En qué está llamada la Iglesia Madre a imitar a
decir hablar de la Iglesia. La una y la otra están unidas en una su imagen santa, la Madre de Dios? El término de comparación
misma vocación fundamental: la maternidad»"- Los testimonios es la generación de la vida divina: la Iglesia, imitando a María,
de los padres sobre este tema son muy numerosos 30 ; baste recor- atiende a la tarea de hacer nacer a Cristo en el corazón de los
dar por todos ellos la voz de san Agustín: «La Iglesia es virgen. hombres, sobre todo a través del anuncio de la palabra de Dios,
Me dirás quizás: ¿cómo puede alumbrar hijos si es virgen? Y si de la celebración del bautismo y de los otros sacramentos y del
no alumbra hijos, ¿cómo hemos podido dar nuestra semilla para ejercició de la caridad. «Como madre, recibe la semilla de la
ser alumbrados de su seno? Respondo: es virgen y es madre. Imi- palabra eterna, lleva a los pueblos en su seno y los da a luz>> 36 .
ta a María que dio a luz al Señor. ¿Acaso María no era virgen «La Iglesia da a luz, ali1nenta, consuela, cuida a los hijos del
cuando dio a luz y no permaneció siendo tal? Así también la Padre, hermanos de Cristo, en el poder del Espíritu santo. Por
Iglesia da a luz y es virgen. Y si lo pensamos bien, ella da a luz la palabra de Dios y el bautismo, da a luz en la fe, la esperanza
al mismo Cristo porque son miembros suyos los que reciben el y la caridad a los nuevos creyentes por la eucaristía, los alimenta
bautismo. 'Sois cuerpo de Cristo y miembros suyos', dice el após- con el cuerpo y la sangre vivificantes del Señor; por la absolu-
tol (1Cor12, 27). Por consiguiente, si da a luz a los miembros de ción, los consuela en la misericordia del Padre por la unción y
Cristo, es semejante a María desde todos los puntos de vista» 31 • la imposición de las manos, les da la curación del alma y del
«Esta santa madre digna de veneración, la Iglesia, es igual a Ma- cuerpo ... » 37 • Lo mismo que María en la generación visible mani-
ría: da a luz y es virgen: habéis nacido de ella; ella engendra a fiesta la generación interior en la fe y en la caridad luminosa,
Cristo porque sois miembros de Cristo» 32 • La intensidad de la arraigadas en lo más profundo de su ser maternal, así también
relación que se percibe entre la Madre de Dios y la Iglesia madre la Iglesia está llamada a imitar a la Madre de Dios en la fecundi-
se refleja en la vida: «No hay realmente ninguna razón para sentir dad de la vida de fe, en la misericordia maternal, en el servicio
oposición alguna entre el a1nor a la madre Iglesia y la devoción a generoso, expresiones todas ellas de su ser más profundo de
nuestra madre María. Quien ama a la Iglesia ama el misterio de madre en la gracia, imagen maternal de la gratuidad radiante
la Madre de Dios, y a quien honra a María como un hijo se le del Padre. En la Madre de Dios la Iglesia reconoce así su arque-
franquean accesos más y 1nás escondidos a este misterio de la tipo de pueblo plasmado por la caridad («Ecclesia caritate for-
Iglesia» 33 . Una vez más aflora en este amor a la Iglesia, alimenta- mata») 38 , llamado a engendrar hijos para Dios, sobre todo a
do y expresado por el amor a la Madre de Dios, el motivo profun- través de los signos de la solicitud, de la acogida, de la paciencia
do que está" en la base del vínculo filial que el cristiano advierte y de la perseverancia en el amor. Es un dato de hecho que el
respecto a la Iglesia-María: la referencia a la paternidad de Dios, equilibrio en las relaciones entre la maternidad de la Iglesia y la
de la que María-Iglesia es imagen maternal. «No puede tener a de María se ha perdido siempre que, oscureciendo el sentido de
Dios por padre el que no tiene a la Iglesia por madre» 34 • Puede la naturaleza maternal de la Iglesia, se han subrayado los aspec-
decirse que en la eclesiología de los primeros siglos el motivo de tos visibles y jurídicos, llegando a sustituir simplemente a María
la «Ecclesia mater», unido al de la paternidad divina, domina en por la Iglesia, la caridad radiante de la madre del Señor por
la de su cuerpo eclesial 39 • Para recuperar la fuerza existencial

29. M. Tburian, María, 1nadre del Señor, 244. 35. Cf. I(. Delahaye, Per un rinnovamento della pastorale. La Comunitil,
30. Cf. ti. Rahner, María y la Iglesia, Bilbao 1958, 43s («Madre de Dios»); Madre dei credenti, Bari 1974.
56s ((<Madre de los creyentes»); 70s («María en la fuente bautismal»). 36. Paulino de Nola, Carmen 25, 155/183: CSEL 30, 243s. Cf. H. Rahner,
31. San Agustín, Sermo 213, 7, en PL 38, 1064. Mater Ecclesia, Milano 1971, 48.
32. Id., Sermo 25, 8, en PL 46, 938. 37. M. Thurian, María, madre del Señor, 245s.
33. H. Rahner, María y la Iglesia, 54. 38. Cf. De caritate Ecclesia. Il principio «amore» e la Chiesa, Padova 1987.
34. San Cipriano, De unitate ecclesiae 6, en PL 4, 502s. 39. Cf. la observación de L. Gambero, Culto, en NDM 534-554.
228 Ataría, la trtuier icono del 1nisrerio La Aladre 229

de las relaciones entre la Madre de Dios y la Iglesia madre será al rostro de una Iglesia rnaternal que el presunto a1nor universal
oportuno volver al frescor del relato bíblico, en donde se presen- abstracto, que no acepta el esfuerzo del discernimiento ni la hu-
ta la maternidad de María en el ejercicio efectivo de una gratui- mildad de la mediación para hacerse cercanía real, acogida y
dad radiante, hecha de atención, de concreción y de C<lriño en el solidaridad concreta, donación gozosa. «María, figura de la Igle-
don 40 • sia materna, puede enseñar a los ministros de la Iglesia ... y a
María está atenta a los signos de Dios (cf. la anunciación: Le todos los fieles que sólo aquel que tiene una fuerte conciencia
1, 26s; su acogida y meditación de la Palabra: Le 2, 19 y 51) y a materna ... puede expresar de verdad el amor del Padre que en-
las necesidades de los hombres (la visitación: Le 1, 39s, y Caná: gendra a la fe, alirr1enta, consuela y cura por su palabra y por los
Jn 2, ls); realiza así la primera dimensión del amor de gratuidad, signos de su presencia» 42 . «La ·virgen fue en su vida ejemplo de
que es por excelencia el amor maternal: adelantarse a las necesi- aquel amor maternal con que es necesario que estén animados
dades o captarlas antes de decírselas. «Ubi amor, ibi oculus»: en todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, coope-
la Madre de Dios se da la mirada pura y atenta que brota de la ran a la regeneración de los ho1nbres» 43 , María, madre en el
caridad radiante. La atención se traduce en ella en decisión y amor, imagen rnaternal de aquel que es gratuidad radiante en su
acción, se concreta en gestos realistas: «María tiene tan claro en paternidad divina, le recuerda a la Iglesia que debe dar en todo
el corazón lo que quiere hacer que su concreción no se detiene la primacía a la caridad, subordinarlo todo al amor, ya que,
ante nada ni ante nadie. Indica el evangelista: 'Se dirigió aprisa' como en la Trinidad divina todo nace del manantial eterno del
(Le l, 39), y san Ambrosio comenta con una expresión latina amor, el Padre, así también en la imagen eclesial de la Trinidad
casi intraducible: «Nescit tarda rnolimina Spiritus sancti gratia», todo ha de ser engendrado y alimentado por la fuerza vital de la
la gracia del Espíritu santo no tolera dilaciones ... Lucas señala: caridad de Dios, que el Espíritu santo ha derramado en nuestros
'Lo envolvió en pañales y lo puso en el pesebre' (Le 2, 7). Es corazones (cf. Rom 5, 5).
decir, hizo concretamente todo lo posible en aquella situación.
b) Icono de la Iglesia madre, María, la Madre de Dios, se
Sin perder el tiempo hablando sobre lo que habría podido ser,
ofrece además como la Madre de la Iglesia; este título, no nue-
hace cosas verdaderas, justas, urgentes, que expresan lo mejor
vo en su sustancia doctrinal, fue procla1nado soiemne1nente por
de su acción vivida» 41 • La concreción se añade finalmente en
Pablo VI al final de la tercera sesión del concilio Vaticano TI:
María a la ternura y el cariño, a ese dar sin reserva que revela el
«Así pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro. Nos
gozo de dar y suscita el gozo de recibir: «En cuanto oí tu saludo,
proclama1nos a María santísima 'Madre de la Iglesia', es decir,
el niño empezó a dar saltos de alegría en mi seno» (Le 1, 44).
Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de
Cariño es trasmitir la profundidad de la vida a través de la ver-
los pastores ... y queren1os que la Virgen sea todavía 1nás honra-
dad y de la simplicidad del gesto, es establecer un vínculo de
da e invocada por todo pueblo cristiano con este gratísimo títu-
caridad profunda, luminosa, humilde, discreta. En la escuela de
lo» 44 . La idea está presente en la Lumen gentium, donde se
la Madre de Dios la Iglesia madre aprende entonces el estilo de
afirma que la Iglesia «instruida por el Espíritu, venera (a María)
vida de la gratuidad radiante, de un amor que no espera, sino
como a madre amantísima con afecto de piedad filial» 45 , como
que se adelanta a las necesidades del otro, de una caridad que
«madre de Cristo y madre de los hombres, especialmente de
alcanza al otro en lo concreto y le trasmite no sólo la vida, sino
el gozo y el sentido de la misma vida. No hay nada tan contrario
42. M. Thurian, A1aría, tnadre del Señor, 246.
43. LG 65.
44. Pablo VI, Alocución del 21-11-1964, en «Anuario Petru.P>. Lu voz del
40. Cf. para lo siguiente !as observaciones de C. M. Martini, La donna della Papa II, Barcelona 1966, 221. El mismo Pablo VI recoge y desarro!la esta idea
riconciliazione, 7s; 16s; 41s; 51s. en la exhortación apostólica Signum Magnuni (13-5-1967).
41. !bid., 18s. 45. LG 53.
230 María, la mujer icono del misterio La Madre 231

los fieles» 46 . La motivación de la maternidad de María respecto engendró por gracia al Verbo encarnado, es entonces icono del
al pueblo de Dios se ve ante todo en la cooperación de la Virgen Hijo en cuanto Virgen e icono del Padre en cuanto Madre, y por
en la obra del Hijo: «Concibiendo a Cristo, engendrándolo, ali- eso al mismo tiempo miembro y madre de la Iglesia. Partícipe de
mentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo la gratuidad divina, icono maternal del amor generante divino,
con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma entera- María tiene con la Iglesia del Hijo una relación de maternidad,
mente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la basada en el misterio de su elección y de su peculiar relación con
esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida Dios Padre. Partícipe de la divina acogida, icono virginal de la
sobrenatural en las almas. Por esto es nuestra madre en el orden receptividad del Hijo, María, junto con todo el pueblo de Dios,
de la gracia» 47 • En otro lugar, refiriéndose a la «biografía totah1 del que es miembro eminente, tiene con el Padre una relación
de la Madre de Dios, se evoca todo el misterio de la economía de verdadera filiación, basada en la gracia de su relación peculiar
en el que se sitúa la maternidad de María para con los «hermanos con el Hijo. Bajo esta luz los títulos de «madre» y de «miembro»
de su Hijo»: «Esta maternidad de María en la economía de la de la Iglesia, atribuidos a María, no sólo no se excluyen, sino
gracia· perdura sin cesar desde el momento del asentimiento que que se integran mutuamente en la unidad del misterio; hay entre
prestó fielmente en la anunciación, y que mantuvo sin vacilar al ellos una especie de <<perijóresis», a semejanza de la que se pro-
pie de la cruz, hasta la consumación perpetua de todos los elegi- fesa entre las personas divinas.
dos. Pues, asunta a los cielos ... continúa obteniéndonos los do- La objeción, que ve en el título de «Madre de la Iglesia» el
nes de la salvación eterna» 48 • En la perspectiva trinitaria, es de- riesgo de una tensión entre María y el cuerpo eclesial de su Hijo,
cir, en la referencia a Cristo en la economía global de la actua- puede superarse si se tiene en cuenta la analogía trinitaria que
ción de las personas divinas, es donde se capta plenamente el acabamos de señalar, que no tiene nada de arbitraria, ya que se
sentido del título de «Madre de la Iglesia»: el principio generati- basa en la elección divina de la Virgen Madre, «plasmada por la
vo de la Iglesia, en realidad, no puede ser más que el Padre, gracia». El pensamiento relacional trinitario lleva lo distinto a la
única fuente de todo don perfecto (cf. San! 1, 17), que actúa en unidad, aun respetando la distinción; por eso respeta también la
la historia a través de las misiones del Hijo y del Espíritu. Por unidad y la complejidad de relaciones que es propia de la econo-
eso la Iglesia es «el pueblo de Dios» 49 , radicalmente querido y mía de la salvación. La compenetración entre maternidad y per-
suscitado por la iniciativa del Padre en la fontalidad de su amor tenencia en la relación de María con la Iglesia corresponde por
luminoso, y ,puesto en la historia como cuerpo de Cristo vivifica- otra parte a la densidad que reflejan los diversos niveles del sim-
do por el Espíritu 50 • El Padre hizo a María en cierto modo partí- bolismo joánico de la escena de la madre y del discípulo al pie de
cipe por pura gracia de su fecundidad con el Hijo, hasta el punto la cruz (cf. Jn 19, 25-27), texto que es considerado justamente
de que la generación de Cristo en el tiempo corresponde a la de como el fundamento bíblico más adecuado del título de María
la eternidad; por eso la hizo también partícipe de sus relaciones madre de la Iglesia, así como de la idea de su pertenencia singu-
con los que se han hecho hijos en el Hijo. María, hija del Padre lar al pueblo santo de Dios 51 . En esta misma perspectiva trinita-
en cuanto Virgen acogedora, y Madre de Dios en cuanto que ria es donde la idea de María Madre de la Iglesia viene a unirse
con las ideas -ya examinadas- de su mediación maternal y de
su presencia gloriosa en el caminar del pueblo de Dios peregrino
46. LG 54; cf. también n. 67 (donde se habla de «ainor filial hacia nuestra en el tiempo; en cuanto que es Madre de Dios, María participa
madre») y n. 69 (donde se llama a María «Madre de Dios y madre de los hom- de la generación de Cristo en el corazón de los hombres y, gra-
bres»).
47. LG 6L
48. LG 62.
49. Cf. LG, II. 51. Cf. l. de La Potterie, Maria nel mistero dell'alleanza, 227s (~<Madre del
50. Cf. LG 2.3.4. popolo messianico di Dio»).
232 A:Jaría, la mujer icono del rnisterio La ji/adre 233

cias a esta mediación maternal «descendiente», se convierte en nuevo testamento encontramos algunas hueHas del cornienzo de
madre suya por la gracia, madre de los hijos de Dios, madre de la veneración a la Madre del Seüor; justamente se observa que
la Iglesia. En cuanto imagen del Padre, a quien el Hijo se ofrece la expresión de Le 1, 48 - «Desde ahora me llamarán dichosa
en sa.crificio uniendo al suyo el sacrificio de la humanidad entera, todas las generaciones» - no habría entrado en el evangelio si en
IVIaría participa de modo maternal en la mediación «ascendien- la comunidad cristiana de los orígenes no hubiera habido un cul-
te», entrando en el diálogo de la intercesión eterna del Hijo ante to inicial a María 53 . De todas formas, la Virgen estuvo presente
el Padre y por tanto intercediendo por nosotros como madre en la liturgia de la Iglesia primitiva, como atestiguan las antiguas
nuestra. En este doble papel de maternidad espiritual y de inter- fórmulas del símbolo bautismal («natus ... ex Maria virgine») y
cesión María, asunta en la gloria de Dios, Trinidad santa, está su memoria en la anáfora eucarística. Progresivamente esta pre-
presente por gracia en la vida del pueblo de Dios, peregrino en sencia, unida a la alabanza y a la admiración, se configuró tam-
la historia, en perenne con1unicación con él en la comunión de bién como término de invocación y de súplica de intercesión,
los santos, hecha a imagen de la comunión divina. En su condi- como atestigua ya a finales del siglo III la oración «Sub tuum
ción de imagen virginal del Hijo, por otra parte, María participa praesidium». Puede decirse que desde entonces no se olvidó nun-
de la doble acogida que llega a realizarse en el Verbo encarnado: ca la referencia a María en el culto cristiano, ni siquiera entre los
frente al Padre y frente a los hombres. Acogedora ante el Padre, reformadores 54 , y que si hubo alguna vez posiciones hostiles, és-
la Virgen se ofrece como modelo de fe, de oración, de silencio tas se debieron más bien a ciertos excesos contra los que hubo
fecundo en la adoración del misterio. Acogedora ante los hom- que reaccionar. El oriente y el occidente ofrecen aquí un testimo-
bres, María encuentra a las criaturas hun1anas en la trasparencia nio sinfónico.
más total, en la raíz de su ser, en el corazón de su corazón, en Los fundamentos teológicos del culto mariano, ya presentes
donde son acogidas por el Hijo para ser presentadas al Padre y en las reflexiones desarrolladas hasta ahora, han sido presenta-
recibir en él y por él, único Mediador, el don de la vida. dos orgánicamente en la Maria/is cu/tus de Pablo VI 55 . Pueden
Madre en la gracia, intercesora nuestra ante Dios, modelo del reducirse al papel de la Madre de Dios en la economía de la
orante y Virgen de la acogida profunda, la Madre de Dios presen- salvación, a su presencia en la comunión de los santos, a la ejem-
ta así los rasgos necesarios para recibir el culto y la veneración de plaridad de su fe y de su caridad. La Iglesia reza a María porque
la Iglesia, de la que es miembro excelente, arquetipo, modelo y reconoce su mediación maternal, basada en el «esse maternale»
madre. «María, ensalzada, por gracia de Dios, después de su que le dio el Padre y que respeta totalmente la mediación única
Hijo, por encima de todos los ángeles y de todos los hombres, e insustituible de Cristo. La Iglesia reza con María, porque desde
por ser Madre santísima de Dios, que to111ó parte en los misterios
de Cristo, es justamente honrada por la Iglesia con un culto espe-
cial. Y, ciertamente, desde los tiempos más antiguos, la santísima Milano 1988; y L. Gambero, Culto, en NDM 535-554. A partir de 1965 los con-
Virgen es venerada con el título de 'Madre de Dios', a cuyo am- gresos mariológicos internacionales, promovidos por la Pontificia Academia Ma-
riana Internacional, han ido exaininando el <(culto mariano» en los diversos perío-
paro los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y nece- dos de la historia del cristianismo; las Acta~·, previstas en un total de 35 volúme-
sidades ... Este culto, tal como existió siempre en la Iglesia, a nes, se publican en Roma a partir de 1970.
53. Cf. F. Mussner, Lk 1, 48f; 11, 27fund die Anfiinge der Marienverehrung
pesar de ser enteramente singular, se distingue esencialmente del in der Urkirche, en De prünordiis cultus mariani. Acta congressus 1nariologici-ma-
culto de devoción tributado al Verbo encarnado, lo mismo que al riani in Lusitania anno 1967 celebrati II, Ron1a 1970, 25-34, especialmente 29s.
Padre y al Espíritu santo, y lo favorece eficazmente» 52 • Ya en el 54. Cf. W. Tappolet (ed.), Das Marienlob der Reformatoren, Tübingen
1962.
55. Pablo VI, Exhortación apostólica Mariaüs cultus; cf. especialmente los
n. 25-28, sobre las notas trinitaria, cristológica y eclesial del culto mariano; 29-37,
52. LG 66. Cf. entre otros sobre este te1na ll culto di Maria oggi, Roma sobre las orientaciones bíblicas, litúrgicas, ecurnénicas y antropológicas; 56-58,
1978; R. Falsini (ed.), Maria ne! culto della Chiesa. Tra liturgia e pietil popo/are, sobre el valor teológico y pastoral del culto de la Virgen María.
234 1V!aría, la rnujer icono del rnisterio La Madre 235

los orígenes se reconoce unida a ella en la invocación y en la tial que nos describe el Apocalipsis, al que desea unirse la Iglesia
acogida del Espíritu (cf. Hech 1, 14 y 2, 4). La Iglesia, finalmen- terrena en su oración comunitaria. María reza en el interior de
te, reza a ejemplo de María, porque mira su acogida virgiual y su la Iglesia como lo hizo ya en la espera de pentecostés ( cf. Hech
caridad materna como modelo que imitar. El culto a la Virgen 1, 14). Sean cuales fueren nuestras diferencias confesionales, no
Madre no sustituye por tanto en lo más mínimo al culto que se hay ningún motivo que impida unir nuestra oración a Dios en el
debe a la Trinidad santa, sino que encuentra por el contrario en Espíritu santo con la de la liturgia celestial, y especialmente con
la economía trinitaria de la salvación -en la que María es elegida la de la Madre de Dios» 58 • Esta posibilidad de consenso ecumé-
y envuelta por la gracia- su fundamento más sólido y lleva a nico sobre el culto a María será tanto más real cuanto más se
glorificar en la Madre de Dios las obras maravillosas del Padre, esfuerce por hacer que las formas de veneración a la Virgen Ma-
del Hijo y del Espíritu santo. Por eso, sólo el culto a Dios Trini- dre correspondan a los fundamentos teológico-trinitarios, con la
dad puede decirse «absoluto»: participa del movimiento vital de convicción de que «la verdadera devoción no consiste ni en un
la creación y de la redención, que viene a nosotros del Padre por sentimiento estéril y transitorio, ni en una vana credulidad, sino
el Hijo en el Espíritu, y que nos conduce al Padre en el mismo que procede de la fe auténtica que nos induce a reconocer la
Espíritu por el Hijo"- Como tal, es ése el culto de adoracióu excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial
que la criatura tiene que tributar sólo a su Creador; es un rezar hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes» 59 •
en Dios, introducidos por pura gracia en el dinamismo de la vida
triuitaria. El culto que se rinde a la Virgen Madre es por el con-
trario absolutamente «relativo», es decir, orienta y conduce a la 4. El significado antropológico: el hombre «hecho para amar»
Trinidad, es una forma singular de veneración y de invocación a y lo femenino como «gratuidad radiante»
la criatura que, por libre y gratuita elección divina, contribuye
con su ser virginal y maternal a la generación de los hijos de a) ¿Qué imagen del hombre se presenta en la figura de la
Dios, hechos tales en el Hijo, e intercede por ellos 57 . De este Madre de Dios, icono de la paternidad divina? La oportunidad
modo, en la relación de la Iglesia con María se realiza la forma de este interrogante se basa en el carácter de ~<nueva creación»
más intensa de la comunión de los santos, «la cual existe de ma- que tiene la concepción virginal, carácter no menos marcado en
nera semejante a la oración que hacen los fieles unos por otros», el relato del nacimiento del Hijo eterno de una madre humana,
y se basa en «el hecho mismo de que Cristo ora por nosotros en que nos narra el evangelista con fuertes tonalidades pascuales
el cielo a la derecha del Padre», lo cual nos indica que la muerte (cf. Le 2, 1-20), para destacar sus relaciones con la resurrección,
no rompe la comunión de los que durante su vida estaban unidos nuevo comienzo del mundo. Lo mismo que en el nuevo Adán se
con los lazos de la hermandad en Cristo ... Dentro de esta doctri- contemplan los rasgos de la criatura humana según el proyecto
na se comprende el puesto que le corresponde a María, la Madre de Dios, así también en su Madre, unida singularmente a él por
de Dios. Es precisamente la relación con Cristo la que, en la la gracia del ser maternal que le ha dado el Padre, se reflejan de
comunión de los santos, le confiere un papel singular de orden forma purísima estos mismos rasgos en la especificidad de su
cristológico. Además, la oración de María por nosotros tiene que condición femenina.
considerarse dentro del contexto cultual de toda la Iglesia celes- Hay que destacar ante todo el hecho de que en la figura de
la Madre de Dios resplandece la altísima dignidad de la criatura

56. Cf. C. Vagaggini, El sentido teológico de la liturgia, Madrid 1965.


57. Distinguiéndola del culto de adoración debido sólo a Dios -culto «la- 58. Declaración sobre María en la comunión de los santos, del IX Congreso
tréutico»-, Santo Ton1ás de Aquino, Summa Thealogiae III, q. 25, a. 5, llama a mariológico internacional (Malta 1985), firmada por teólogos anglicanos, católi-
esta veneración singular a la Virgen Madre, superior a la que se presta a los cos, luteranos, ortodoxos y reformados: Studi Ecumenici 5 (1987) 540.
antos, «hiperdulía». 59. LO 67. Cf. MC, especial1nente 25-28 y 30-33.
236 1\1aríu, fa rnujer icono del rnisterio La Madre 237

humana, llarr1ada a participar de la fontalidad del An1or divino: el mandamiento realizado, la imagen pura de la ley, que llega a
«En este sentido el hon1bre no es 'arcilla en manos del alfarero', identificarse con la pura gracia, la mejor prueba de que Dios da
sino una 'criatura que coopera activamente en su propio desarro- lo que ordena y ordena lo que quiere en la libertad gratuita de
llo', que 'responde activamente a su ilarnada', que 'contesta al su amor. La Madre de Dios atestigua la vocación radical del
amor de Dios con su propio amor'. La persona humana puede hombre a amar y demuestra con su «biografía total» que la cria-
ser llamada madre de la presencia de Dios en el mundo. Esta tura humana es tanto más cuanto más ama, que su ser es amor y
vocación de la humanidad alcanza una densidad inigualable que, donde hay plenitud de amor, allí hay plenitud de ser. Tam-
cuando María se hace madre por la fe. La afirmación de que bién esto se manifiesta al mundo en el misterio de su asunción a
María fue Madre de Dios por ser madre de Jesús remjte al carác- la gloria de Dios.
ter trascendente del ser humano en cuanto tal; es una expresión Al mismo tiempo María, Madre por gracia, recuerda a los
trasmisora de trascendencia>> 60 . Esta trascendencia del hombre hombres que están hechos para amar porque han sido amados
se aclara 1nás aún en la dirección que manifiesta la rnaternidad desde toda la eternidad: «Ciertamente, sin esta iniciativa eterna
divina de la Virgen: si una críatura pudo -por la gracia preve- del amor sería imposible concehir ninguna fontalidad temporal
niente y por la gracia libremente acogida con su asentimiento- del amor; porque ha sido amado 'antes', por eso el hombre
hacerse partícipe de la generación eterna y por tanto de la gratui- puede amar. Sin embargo, en este su poder dar el amor se
dad radiante que es el amor fontal del Padre, entonces el ser refleja, aun dentro de la diferencia infinita, el principio eterno
humano según el designio creador y redentor de Dios, manifesta- del amor, la fontalidad sin principio y sin origen del eterno
do en ella, protagonista de la nueva creación, está original y amante ... En este sentido, al amar, el hombre reproduce en
estructuralmente llamado a an1ar, a existir en la. gratuidad, a to- cierta manera el aSentimiento creativo original ... El amor hace
mar la iniciativa del amor y a concretarla en el don. La Madre que se desborde la vida ... » 61 • Y aquí es donde la Madre de
de Dios atestigua que la vocación del hombre es el amor y que Dios muestra al hombre el camino de la caridad como camino
por eso él no se realizará más que a1nando. Sólo comenzando a de la verdadera realización de sí mismo: sólo el amor que viene
amar con gratuidad podrá manifestar la criatura hu1nana la ima- de arriba es capaz de vencer hasta el fondo el miedo a amar y
gen que lleva dentro de sí, la huella de aquel que la ha creado a la tristeza del no-amar; sólo «el amor es paciente y bondadoso;
su imagen y semejanza y que la re-crea maravillosamente en el no tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia. No es grosero, ni
misterio de la redención. Donde no hay amor, tampoco hay ple- egoísta; no se irrita de la injusticia, sino que encuentra su ale-
na y verdadera humanidad; el que está hecho para amar, será gría en la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera,
inexorablemente desgraciado si le falta el amor y sólo encontrará todo lo aguanta» (1 Cor 13, 4-7). Hecho para amar, llamado a
gozo aprendiendo a amar. En el amor es donde el homhre se reflejar en sí mismo la gratuidad radiante del amor del Padre,
autotrasciende, configurándose con el designio de Dios, expresa- el ser humano necesita dejarse dar lo qne se le pide, acoger el
do con plena claridad en el mayor de los mandamientos: «Ama- don para restituirlo en los gestos de la caridad: «Gratis lo reci-
rás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alrr1a y con bisteis, dadlo gratis» (Mt 10, 8). La caridad es el mejor camino
toda tu mente. Este es el primer mandamiento y el más impor- de todos (cf. 1Cor12, 31), el único que hace humano al hom-
tante. El segundo es semejante a éste: Amarás al prójimo como bre, ya que lo hace imagen trasparente del Dios que es amor
a ti mismo. En estos dos manda1nientos se basa toda la ley y (cf. 1 Jn 4, 8.16).
los profetas» (Mt 22, 37-40). En su maternidad divina María es Es precisamente este aspecto de gratuidad -revelado en la
elección de María para su maternidad divina y manifestado en
60. A. Müller, Reflexiones teológicas sobre A1aríu, la Madre de Jesús, Ma-
drid 1985, 96. 61. B. Porte, Trinidad como historia, 174-175.
238 María, !u rnujer icono del misterio La 1\1adre 239

el ejercicio concreto de su amor radiante- el que pone de. mani- el sublime acontecimiento de la encarnación del Hijo» 63 . Y es la
fiesto otro aspecto decisivo del ser humano según el designio de mujer que fue marcada por este don de lo alto tan profundamen-
Dios: su libertad. Si no hubiera sido acogida libremente, la ma- te que su mismo ser es puro «ser maternal», en el cual está como
ternidad de la Virgen no tendría el carácter de gratuidad que se impresa la huella del principio de la generación eterna, el Padre,
le atribuye; el Dios que a1na gratuitamente se habría contradeci- el Dios que es amor. ¿Qué rasgos de lo femenino se revelan en
do a sí mismo en su imagen maternal, la más pura de las criatu- la mujer María, en cuanto que es la Madre de Dios? ¿en qué
ras. Desde este punto de vista nunca se subrayará bastante el cosa se deja percibir su maternidad como dimensión propiamente
valor del «SÍ» de María; es el manifiesto de la libertad de la femenina, que viene a caracterizar al mismo icono del Padre im-
criatura, el signo humilde pero inequívoco de que el amor del preso en ella como icono «maternal»? La femineidad de la Ma-
Padre es tan gratuito y por tanto tan libre de sí mismo que aguar- dre de Dios destaca en su gratuidad radiante, en aquella fontali-
da el asentimiento de su criatura a su misma iniciativa de salva- dad pura del amor capaz de comenzar siempre sin detenerse ja-
ción. Sin el «SÍ» de la Virgen la maternidad divina sería algo más, por la que ella no sólo dio la vida al Hijo, sino que ha
«fascinosurn» y «tremendum», envuelto en una intangible sacrali- continuado dándosela, por así decirlo, con su solicitud maternal,
dad, extraño y alejado del hombre que se ve comprometido en con la entrega incondicionada de su amor, hasta hacerse partíci-
el esfuerzo de hacerse verdaderamente humano. Gracias a este pe del sacrificio de la cruz y del nuevo nacimiento del crucificado
«SÍ», el hecho de que María llegue a ser la Madre de Dios, sin en el acontecimiento de su resurrección de entre los muertos (cf.
perder nada de su carácter de milagro inaudito y de puro don, Ap 12). Esta fontalidad del don se extiende en María desde el
adquiere el sabor de lo humano, es también el acto de una criatu- Hijo a los hijos, que se han hecho tales en él; ella participa de su
ra que precisamente gracias al ejercicio de su libertad participa generación en la gracia y los acompaña con su presencia maternal
en la gracia de la libertad del amor eterno, de la gratuidad pura en la perenne regeneración que es la vida del hombre peregrino
del amor fontal del Padre. En el «SÍ» de María el ser humano, en el tiempo (cf. Jn 19, 25-27). La maternidad se ofrece en María
llamado a amar, se descubre llamado a la libertad y al mismo como una donación de vida, fontal y permanente, que no conoce
tiempo se le manifiesta que sin libertad uo hay amor, ya que no condiciones ni reservas, porque se vive en la gratuidad total, y
hay gratuidad, y que sin amor no hay verdadera libertad, ya que que se traduce en la vida concreta cotidiana en el cariño de unas
no se refleja en él la imagen pura del Dios que irradia en la relaciones capaces de suscitar vida y gozo en todo tiempo, en
caridad, el único verdaderamente libre, no uecesitado ni obliga- toda criatura amada. Estos rasgos reflejan en el ser maternal de
do a amar. María el principio inagotable y siempre fecundo de la vida divi-
b) María vive la vocación profunda de la criatura amada por nai el Padre, eterno comienzo de amor, que ha querido hacer
Dios y hecha partícipe de la fontalidad de su amor, en toda la que participara en él por gracia la Madre de su Hijo, para que
verdad de su condición de mujer; es la Madre de Dios, la imagen también ella fuese manantial de vida para él y para los hombres
maternal, femenina del Padre. Es la mujer que dio la vida al Hijo redimidos por él, y para que en ella la maternidad se revelara a
y que la da a los hijos que se han hecho tales en él, tomando sí misma como el origen histórico perenne de todo existir, el
generosamente la iniciativa de la caridad, y es la mujer «de nues- principio humano del mundo, reflejo limpio del origen divino.
tra estirpe, verdadera hija de Eva, aunque ajena a la mancha de La madre, contemplada en ese icono puro que es la Madre
la 1nadre, y verdadera hermana nuestra, que ha compartido en de Dios, es por tanto ante todo aquella que da en plenitud la
todo, como mujer humilde y pobre, nuestra condición» 62 • Es la vida; es éste el rasgo original de la mujer, para quien vivir «es
mujer a cuyo «ministerio libre y activo ... » se confió Dios, «en engendrar, conservar, proteger la vida por medio de su propio

62. MC 56. 63. RM 46.


240 Maria, la mujer icono del m.isterio La i\1udre 241

don» 64 • l,a mujer es don; la generación es el símbolo más denso obra de los hijos del hombre; ella es el soplo vital, la inspiración
de su generosidad radical. La mujer es porque hace existir, vive secreta, la verdadera madre de todo lo que es humano; de ella
en cuanto mujer irradiando vida. «La maternidad está unida a la comienza todo, la noche fecunda y la mañana primera de los
estructura personal del ser mujer y a la dimensión personal del seres, el reflejo de la fuente eterna e inagotable de todo existir.
don ... En Ja maternidad de Ja mujer, unida a Ja paternidad del Pero para que sea verdaderamente tal, la mujer tiene que imitar
hombre, se refleja el eterno misterio del engendrar que existe en a su imagen perfecta, la Madre de Dios; en María el don de la
Dios mismo, uno y trino (cf. Ef 3, 14-15)» 65 . Y esto no ya en el vida se vivió en la gratuidad más pura, es amor sin condiciones
breve plazo de una gestación o de un parto, sino en la verdad ni reservas, es fontalidad incansable de caridad dada.
profunda y perenne de la vocación maternal de la mujer, de su El am.or maternal está hecho para esta gratuidad radiante;
condición de fuente de vida incluso por encima de una propia cuando ama así, cuando da con la fidelidad entrañable de su
maternidad física, en la originalidad de la huella divina que se ha condición de fuente de vida que no se detiene ante nada, ni ante
revelado en María para toda mujer. «Entre el misterio del increa- la ingratitud ni ante el olvido, la mujer realiza de verdad su femi-
do, del primer principio, de Ja fuente misma de donde brota todo neidad pura, su facultad de ser el seno de la vida universal. La
cuanto existe, nosotros y la realidad terrena, existe una realidad mujer no ama a su hijo porque sea bueno o hermoso, sino que lo
que filtra y distribuye armoniosamente las energías del pensa- hace bueno y hermoso porque lo ama. El amor maternal no dice:
miento y de la voluntad del primer principio» 66 . Este es el princi- «Te amo si lo mereces», sino: «Hagas lo que hagas, seas lo que
pio 1naternal femenino en el mundo, que tiene en el parto su seas) yo te amo». La Madre de Dios enseña a la mujer que su
símbolo más denso: «Una gran señal apareció en el cielo: una naturaleza maternal, lejos de hacerla esclava o de mortificar las
mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de energías escondidas en su ser la libera y la realiza tanto más
i

doce estrellas sobre su cabeza. Estaba encinta y las angustias del cuanto más la viva como don y generosidad radiante. Y al hom-
parto le arrancaban gemidos de dolor» (Ap 12, ls). «El ser madre bre, qne no pocas veces siente la tentación de aprovecharse del
natural significa sólo el primer brote de las fuerzas maternales; principio maternal para relacionar únicamente consigo lo femeni-
sólo es el gran símbolo conmovedor de algo mucho más gene- no del mundo, la Madre de Dios le enseña el reconocimiento, la
ral» 67 • «En la figura de la virgo la mujer se encuentra sola ante el humildad de admitir en la base de toda su creatividad y de su
tiempo; en la sponsa comparte el tiempo ... , en la madre vence el espíritu de dominio, su original venir de la mujer, su necesidad
tiempo. La madre es la imagen de la inmensidad terrenal ... La de integrar en sí mismo lo femenino en la reciprocidad de la
madre es siempre la misma; es la tremenda abundancia, el silen- acogida y del don. Este mensaje de gratuidad luminosa, que
cio y la inmutabilidad de la misma concepción, de la conservación constituye la profundidad mayor de la mujer y la decisión de
y del alumbramiento de la vida, sólo comparable al fecundo rega- todo hombre en favor de la verdad de su existencia, es el que ha
zo de la tierra ... » 68 • Todo lo que vive entre las criaturas humanas querido trasmitir el arte cristiano al representar a la Madre junto
ha nacido de mujer y lleva en sí este vínculo, a veces invisible, a con el Niño: «La madonna es portadora de la divinidad, igual
veces escondido, pero siempre operante; ninguna de las grandes que un candelabro que sostiene la luz del mundo; es pedestal del
realizaciones del mundo en la tierra habría sido posible sin esta niño, no fin en sí misma ... El arte cristiano en el fondo no elabo-
fuente profunda. La mujer está presente en donde se realiza la ra la figura de la madre independientemente, sino que la retrae
precisamente para manifestar con ello lo auténticamente mater-
64. P. Evdokimov, La mujer y la salvación del mundo, 163.
nal en su cautivador silencio; la dulzura del rostro de la madonna
65. MD 18. es sólo el símbolo de esta belleza íntima» 69 . La Madre existe para
66. L. Pinkus, Il núto di Maria, 98s.
67. G. von Le Fort, La niujer eterna, 130.
68. !bid., 114s. 69. G. von Le Fort, La mujer eterna, 126.

rn
242 A1aría, !u niujer icono del misterio La Madre 243

dar vida al niño; y éste, el Señor de la historia, viene de ella y la mujer» 73 . Este es el amor típicamente maternal, amor de ter-
sigue siendo relativo a ella en la ternura de la gratitud y en la nura, «respetuoso, delicado, concreto, atento, festivo ... , amor
reciprocidad liberadora del amor. sensible, abierto a la reciprocidad, no avaro, ni codicioso, no
La vocación a la gratuidad radiante, que es la vocación mater- pretencioso, no posesivo, sino fuerte en su debilidad, eficaz y
nal de la mujer, expresada en su forma inás alta en la Madre de victorioso, desarmado y desarmante» 74 • Así ama María, la Ma-
Dios, no es un principio abstracto, una fuente remota; al contra- dre de Dios; así ama toda mujer que realice en plenitud su ser
rio, se hace concreción, generación de la vida real, proximidad femenino maternal.
cariñosa y fecunda del amor que da. En María resplandece la Esta reflexión sobre la mujer maternal, captada a partir de la
capacidad típicamente fetnenina de concretar el amor: los paña- figura de la Madre de Dios, no puede concluir sin destacar la
les del niño en la natividad (cf. Le 2, 7), o la visita a Isabel (cf. necesidad que tiene la Iglesia - llamada a ser también Madre-
Le l, 39s), o la solicitud de Caná (cf. Jn 2, ls), son otros tantos de la gratuidad luminosa propia de la mujer; y esto no sólo como
ejemplos. La Madre de Dios revela aquí la femineidad maternal modelo en el que deben inspirarse los pastores y los fieles a
de la mujer en su aspecto más sencillo e inmediato; «La mujer es eje1nplo del apóstol, que no vacila en comparar su propio minis-
más capaz que el hombre de dirigir su atención hacia la persona terio con el de la generación maternal (cf. Gál 4, 19: «Hijitos
concreta y la maternidad desarrolla todavía más esta disposi- míos, a los que de nuevo alumbro en dolor hasta que no se forme
ción» 70 • «Por su intuición de lo concreto y de lo vital, antípoda Cristo en vosotros»; cf. también 1 Tes 2, 7s), sino también en la
de toda abstracción, la mujer posee el don de penetración directa valoración efectiva de la presencia creativa de la mujer, necesaria
en la existencia del otro, la capacidad instintiva e inmediata de a la comunidad, de la que María es miembro excelente y no sólo
captar lo imponderable de la persona humana. De este modo arquetipo, modelo y madre. «El hecho de que Dios sea engen-
'ayuda' al hombre a comprenderse y a realizar el sentido de su drado por una criatura, nos muestra el poder que detenta toda
propio ser, lo consuma descifrando su destino, ya que es por la mujer, siempre que sea verdaderamente 'nueva criatura', para
mujer que el hombre se convierte más fácilmente en lo que es. engendrar a Dios en las almas devastadas» 75 . Y esto significa
La función profética ejercida sobre su ser le cambia; y la ofrenda engendrar santos. Podría decirse que es sobre todo en dirección
de sí mistna, propia de la mujer, desencadena en él la irrupción a la santidad como puede la mujer ejercer su carisma maternal.
del Otro» 71 • «A la luz de María deberíamos reflexionar en la La Iglesia tiene una inmensa necesidad de santidad; por eso tiene
fuerza de Concreción de la experiencia femenina, mejor dicho, una inmensa necesidad de la presencia viva, partícipe y fecunda
en aquella fuerza de concreción que, sin ser exclusiva de la mu- de la mujer maternal, esto es, de la mujer activa, responsable y
jer, suele sin embargo ser en ella especialmente lu1ninosa. Es la creadora en su amor radiante.
capacidad de intuir lo que hay que hacer aquí y ahora; es el
recelo de los discursos abstractos que no concluyen nada; es el
sentido de las personas, de las relaciones, del momento presen-
te» n Todo esto la mujer está llamada a realizarlo a ejemplo de
María en la forma del cariño, del amor totalmente gratuito, que
no solamente da, sino que da con gozo; de este modo «la mater-
nidad es la ternura de Dios; la intimidad de Dios nos habla por

73. P. Evdokimov, Lu mujer y la salvación del mundo, 176. Cf. tan1bién E.


70. MD 18. Schillebeeckx, María, madre de la redención, Madrid 31974.
71. P. Evdokiinov, La mujer y la salvación del mundo, 280s. 74. C. M. Martini, La donna della riconciliazione, 45.
72. C. M. Martini, La donna della riconciliazione, 20. 75. P. Evdokimov, La mujer y la salvación del mundo, 240-241.
3
La Esposa

María es la Virgen Madre, la criatura en la que el Eterno se


desposó con la historia, en la alianza que une lo humano y divi-
no, la tierra y el cielo. El misterio esponsal de la que ella es al
Il)ismo tiempo lugar, protagonista y testigo, surge con tanta evi-
dencia de los relatos originales y normativos del testimonio pas-
cual, que ha llevado a la reflexión de la fe a reconocer en ella a
la Esposa por excelencia en la que se cumple Ja espera de la
alianza nueva vislumbrada en la promesa e invocada en Ja espe-
ranza. En el relato de la anunciación, «María es interpelada por
el ángel como Ja hija de Sión. Pero ... la relación esponsal entre
Dios y la hija de Sión es el símbolo bíblico fundamental para
expresar la relación de alianza entre Dios y su pueblo ... La tradi-
ción, por tanto, seguía estando en la lógica profunda y en la
t~ama exacta del relato cuando, para describir el papel de María
en la encarnación, le atribuía los títulos de 'Sponsa Dei' (Esposa
de Dios), 'Sponsa Patris' (Esposa del Padre), 'Sponsa Christi'
(Esposa de Cristo) o 'Sponsa Spiritus Sancti' (Esposa del Espíri-
t_u santo )» 1. La abundancia y la variada articulación de estas re(e-
r,encias esponsales evocan la extraordinaria riqueza del 1nisterio
de la elección y de la gracia que se ha realizado en la Virgen
Madre: «María es 'por excelencia' la Esposa amada del Espo-
2
so» • Todo lo que ocurre en ella realiza lo que la fe y Ja esperan-
za de Israel había confesado a través de la imagen de la alianza
nupcial: «El Seüor te prefiere a ti y tu tierra tendrá un esposo.
Como un joven se casa con su novia, así se casará contigo tu
constructor; ... así gozará contigo tu Dios» (Is 62, 4s). «Te despo-

1: l. de La Potterie, /Viaria ne! rnisrero dell'alleanza, 167.


2. H. de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, 287. (Cf. 284s sobre la interpre-
ta'ción n1ariana del Cantar de los cantares y Ja idea de María Esposa).
246 María, la mujer icono del misterio La E5posa 247

saré conmigo para siempre, te desposaré en justicia y en derecho, por la nube que es el Espíritu, fuerza del Altísüno, está llena de
en amor y en ternura; te desposaré en fidelidad, y tú conocerás la presencia encarnada del santo Hijo de Dios» 3 • El relato de la
al Señor» (Os 2, 21-22). El título de Esposa es por consiguiente visitación, por otra parte, presenta analogías muy significativas
el que más inmediatamente sitúa a María en el misterio de la con el relato veterotestamentario del traslado del arca a Jerusa-
alianza y al mismo tiempo capta este misterio realizado en ella. lén (cf. 2 Sam 6); a través del procedimiento midráshico Lucas
Además, puesto que la alianza prometida está vinculada al Espí- releyó en la fe pascual una escena muy significativa de la antigua
ritu de la primera y de la nueva creación, y la Virgen Madre está alianza para anunciar que el arca de los tiempos nuevos es en
cubierta por la sombra del poder del Altísimo, en este título persona la Virgen Madre del Señor. El saludo gozoso del ángel,
esponsal se evoca de forma particular la obra de la tercera perso- que se dirige a María como a la hija de Sión, a la que ha llegado
na divina en María; a través de la promesa -«derramaré mi espí- la salvación mesiánica (cf. Le 1, 28 y Sof 3, 14s), confirma que el
ritu sobre todo hombre» (JI 3, 1; cf. Hech 2, 17-21)- la primera cumplimiento de la alianza nueva viene a realizarse en lo que
creación -«el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas» (Gén acontece a la virgen esposa de José, madre virginal del Hijo de
1, 2)- está vinculada con el misterio de la" nueva y eterna alianza Dios. El Espíritu creador, anunciado por los profetas (cf., por
realizada por obra del Espíritu en la Virgen Madre: «El Espíritu ejemplo, Is 32, 15; 44, 3c; Ez 37, 1-14), realiza en la mujer,
santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su modelada por la gracia y acogedora en la fe, el milagro de la
sombra» (Le 1, 35). El misterio nupcial de la Virgen Madre tiene «nueva creación». Es el «Espíritu nuevo» el que produce una
que verse por tanto especialmente en relación con Aquel que es alianza <<nueva» (cf. Ez 11, 19s y 36, 27s), realizando en María
en el misterio de Dios la nupcialidad eterna del Padre y del Hijo, las «cosas grandes» que el Todopoderoso puede realizar. «Las
y en la economía de la salvación el artífice de la alianza esponsal 'cosas grandes' que el Todopoderoso hizo en María (cf. Le 1,
entre Dios y su pueblo. Este misterio de María, Esposa en el 49a) incluyen ciertamente el prodigio de la concepción virginal,
Espíritu, es el que queremos estudiar aquí a partir del relato debido al 'poder' del Altísimo (cf. Le 1, 35). Una maravilla como
pascual, para alcanzar hasta donde sea posible los niveles de pro- ésta comprueba realmente que 'no hay nada imposible para
fundidad presentes en él respecto a Dios, a la Iglesia, al hombre Dios' (cf. Le 1, 37) ... También para María las 'cosas grandes'
peregrino en el tiempo y llamado a la patria. En la figura de la con que se vio favorecida en la concepción del Hijo de Dios
Esposa se condensa el don acogido por la Virgen y realizado en suponen efectos santificantes para su persona ... Si la Virgen es
la Madre: el cielo baja a la tierra y echa raíces en ella; la tierra objeto de la complacencia divina, que suscita en ella 'cosas gran-
saborea de antemano el mañana de Dios que se le ha dado y des', lo es sin embargo para el bien del pueblo de Dios» 4 • El
prometido. «SÍ» de María es realmente la aurora de la «nueva alianza»; su
Magníficat no es solamente el. canto asombrado y enamorado de
la «pobre de Yahvé» que reconoce las 'cosas grandes' hechas en
l. El relato pascual ella, sino también el canto de liberación de todo el pueblo de los
pobres que ensalza a Dios (cf. Le 1, 52), de Israel «Siervo del
María es presentada en los relatos pascuales de !a Iglesia na- Señor» (v. 54), reflejado en ella, la «Sierva del Señor» (v. 48), en
ciente como la nueva arca de la alianza, sobre la cual baja la el cumplimiento de la promesa hecha a «Abrahán y su descen-
nube del Espíritu, lo mismo qne descendía y moraba sobre la dencia» (v. 55). La esposa de José, unida a él con un lazo tierno
tienda de la reunión de la antigua alianza ( cf. Le 1, 35 y Ex 40,
35). «Dios, que en su espíritu bajó a morar en el monte Sinaí, 3. A. Serra, Aspetti mariologici della pneumatologia di Le !, 35a, en Muria
más tarde en el arca y luego en el templo bajo la forma de nube, e lo Spirito Santo. Atti del IV Simposio Mariologico lnternazionale (Roma 1982),
Roma-Bologna 1984, 152s. Cf. el estudio entero, 133-200.
descansa ahora en el seno de María de Nazaret. Ella, envuelta 4. lbid., 180s.
248 lvlaría, la 1nu1er icono deí rnisterio La Esposa 249

y profundo, que supo fundan1entarse y desarrollarse en el aban-


dono incondicionado al proyecto n1isterioso de Dios 5, se convier- 2. El significado teológico: el Dios de la alianza
te en la figura de la esposa Israel, visitada y redimida por el y la Esposa, icono del Espíritu
Señor, y por tanto de la esposa de la nueva alianza, la Iglesia, la
«esposa del Cordero» (cf. Ap 21, 9). Su Magnificat es un canto a) ¿Quién es el Dios que actúa en la alianza esponsal que
nupcial porqne es un canto de alianza y de liberación, recibida y se realiza en María? ¿qué rostro ofrece de sí mismo en el miste-
acogida en la esperanza; es el manifiesto de una espiritnalidad rio de la Esposa, que es la Virgen Madre del Hijo eterno? La
liberadora que recopoce en el presente concreto de los hombres imagen que se presenta en el misterio nupcial del que María es
la revolución de la promesa de Dios 6 ; es el «himno de una gran al mismo tiempo lugar, protagonista y testigo es el del Dios de la
revolución en la esperanza» 7 • «¿Quién es entonces la María de alianza: no ya el Dios de la lejanía y de la pura trascendencia
Nazaret que canta el Magnificat? Es el alma de Israel, es todo su respecto a la historia, ni el Dios absorto en el devenir del mundo
pueblo, es la humanidad a la que eila da voz, es la hnmanidad y confundido con la inmanencia escondida de los seres, sino el
humillada y sorprendida por el cariño concreto de Dios, es la Dios que, a pesar de seguir siendo totalmente Otro, se ha hecho
humanidad pobre y doliente ... , en escucha atenta al obrar de totalmente interior y cercano, próximo al esfnerzo hnmano de
Dios sobre ella» 8. Esta «alianza nueva», celebrada en María y vivir, para ofrecer al hombre la salvación en su amor creador y
cantada por ella, tiene todas las características de las bodas pro- redentor. Es en sentido fuerte el Emmanuel, el Dios con noso-
metidas entre Dios y su pueblo; la escena de Caná, en su denso tros (cf. Mt 1, 23). A la luz de toda la economía de la revelación
simbolismo, pone en un contexto nupcial la revelación de la glo- este Dios de la alianza tiene que interpretarse en clave trinitaria:
ria de Jesús a través del cumplimiento del primero de los signos, es el Dios que desde siempre y para siempre tomó la iniciativa
arquetipo y compendio de todos los demás (cf. Jn 2, 1-11); Ma- de amar, que es el primer origen no sólo de la realidad de la
ría, la «·mujer», que representa al n1ismo tien1po a Israel y a la alianza, sino de sn misma posibilidad. El amor fontal y preve-
Iglesia, protagonista del pacto, está presente allí como interlocu- niente del Padre es el comienzo radical del pacto, la fuente pura
tora, como aliada, con10 esposa: «El milagro que allí se realizó del ser y de la vida, frente al cual se puso la Virgen en actitud de
era un signo, un símbolo en el que Jesús se manifestaba corno el pura acogida del don, que la hizo en el tiempo icono del Hijo
Esposo divino del nuevo pueblo de Dios, con el qne deseaba eterno. Dios del comienzo, el Dios trinitario de la alianza es
concluir una alianza nueva y definitiva que encontrará su cumpli- igualmente aquel que, haciéndose hombre, hizo posible a los
1niento final en el misterio pascual. .. María se con1porta como hombres la pura acogida del don; el eterno amado, encarnándo-
'colaboradora' estrecha de Jesús en la preparación del 'vino bue- se, asumió la naturaleza humana, para que ésta pudiera hacerse
no', que es el signo de las bodas mesiánicas» 9 El 1notivo de la por gracia «capax Dei», receptiva del amor infinito, del que el
esposa se destaca en Caná con toda la densidad de significado drama del pecado la había alejado. Aquel que en la eternidad de
que lleva consigo su referencia a la alianza. Dios es receptividad absoluta, el eterno engendrado en el eterno
dejarse amar, es en el tiempo el Salvador que al nnirnos a él nos
hace receptivos de Dios, hijos en el Hijo. Ante él se sitúa, por
libre elección y por pura gracia del Altísimo, como verdadera
Madre, la Madre de Dios, hecha partícipe en sn ser maternal de
5. Sobre la figura de José y su relación con María, cf. T. Stran1are-S. De la fontalidad absoluta del Padre, icono maternal del principio
Fiorcs, José, en NDM, 988-1011.
6. Cf. G. Gutiérrez, Teología de la liberación, Salamanca 14 1990, 248. primero de los seres. Dios de la fontalidad y Dios de la acogida;
7. J. Moltn1ann, El lenguaje de la liberación, Salatnanca 1974, 146. Dios de la gratuidad y Dios de la gratitud; el Dios trinitario de
8. C. M. Martini, La donna della riconciiiazione, 36. la alianza es finalmente aquel que une al Padre generoso con el
9. I. de La Potterie, !11aria ne! mistero dell'a!leanza, 217 y 223.
250 María, la mujer icono del misrerio La Esposa 251

11
Hijo acogedor y, en él y a través de él, con la humanidad entera lo largo de los tie1npos» • Hay quien reconoce 1nás bien en

asumida; este «vinculum caritatis aeternae», este lazo de amor María a la Esposa del Hijo, en una especie de «maternidad espo-
en lo más profundo del misterio de Dios, que es juntamente su sa!», verdadero compendio del misterio de la alianza: «El Verbo
lazo de amor con el mundo, el «éxtasis» y el «don» divino a las e.s acogido en María y María es recibida en él. Según esta con-
criaturas, es el Espíritu santo. Es él el que cubre a María con su cepción la relación de la Madre con su hijo divino es como uh
sombra, después de haberla modelado en la gracia, uniendo en desposorio con su divina persona. Además, así como el esposo
ella al Padre engendrante y al Hijo engendrado de una forma se entrega a la esposa como hijo suyo y en virtud de esta entrega
tan real, que el Hijo de María, engendrado por ella en el tiempo, habita en ella, ese desposorio posee la fuerza y Ja intimidad de
es el mismo y único Hijo de Dios, engendrado por el Padre en Ja aquella relación en la que se encuentra una madre con el hijo
eternidad. En el Espíritu se consuma propiamente el misterio de que habita en su seno ... Así pues, no sólo se designa a María
la alianza como encuentro, pacto y don mutuo; él une al amante como 'esposa del Verbo' y como 'casa, templo, sede o santuario'
y al amado en la «perijóresis» inmanente de la vida divina, en su del Verbo, sino que ambas designaciones se conjugan entre sí
respectivo darse y acogerse en el acontecimiento eterno del hasta tal punto que se determinan y completan mutuamente» 12 •
amor; y al mismo tiempo él une al Padre invisible, envuelto en Hay finalmente otros que ven en María Ja Esposa del Espíritu
el silencio, con el Hijo que se ha hecho visible en la encarnación, santo: «Como Dios Espíritu santo es estéril en la divinidad, esto
y en él con la pasión, la esperanza y la historia de Ja salvación es, no produce a ninguna otra persona divina, se ha hecho fecun-
del mundo. En el Espíritu Dios se unifica; es el amor personal, do por el concurso de María, con quien se ha desposado. Con
dado por el amante y recibido por el amado. En el Espíritu Dios ella, en efecto, en ella y de ella ha producido su obra maestra,
sale de sí mismo; él es aquel que, actuando en la encarnación y que es un Dios hecho hombre; produce todos los días hasta el
en pentecostés, hace presente al Hijo en la historia humana y Jo fin del mundo a Jos predestinados y a Jos miembros del cuerpo
une con el eterno Padre en un diálogo inagotable de amor, del de esa cabeza adorable» 13 • Todas estas atribuciones esponsales
que el misterio pascual de la alianza hace partícipes a todos los ofrecen un contenido de verdad, un reflejo de Ja verdad total.
hombres 10 . Pero presentan un doble peligro; por un lado, cada una tiende a
El conjunto articulado de relaciones, propias del Dios trinita- subrayar un aspecto del misterio de Ja alianza que se realizó en
rio tal como se revela en la alianza nupcial con su pueblo celebra- María con menoscabo de los otros aspectos; por otro, todas ellas
da en María, explica toda la complejidad de la referencia espon- corren el riesgo de dejar suponer una especie de paridad o com-
sal atribuida a Ja Virgen Madre por la tradición viva de la fe. plementariedad entre la participación de la Virgen Madre y Ja
Hay quien ve en María la Esposa del Padre en cuanto elegida y obra divina en ella. Incluso la fórmula «Esposa de Dios», que
querida por él como cooperadora humana en Ja obra de la encar- intenta evitar el primer inconveniente, no evita del todo caer
nación, cima y corazón de la alianza: «Quizás no nos equivoque- en -el segundo 14; si tiene el mérito de resaltar la referencia de
mos al decir que, habiendo sido elegida María para estar unida
al eterno Padre en calidad de esposa, por aquel admirable matri-
monio del que Jesús ... es el fruto precioso y delicioso, el Espíritu 11. P. de Bérulle, Elévation 7, citado por M. Dupuy, L'Esprit-Saint et Marie
dans l'Ecole Fran<;aise: Etudes Mariales 26 (1969) 25.
santo, que es el sagrado vínculo entre el Padre y el Hijo en la 12. M. J. Scheeben-C. Feckes, Sposa e Madre di Dio, Brescia 1955, 84.
eternidad, se convierte en el vínculo santo e indisoluble y en el 13. San Luis María Griñón de Montfort, Tratado de la verdadera devoción,
447, n. 20. Existen algunas oraciones de san Francisco donde se llama a María
nudo estrecho de este divino matrimonio entre Dios y María a «Esposa del Espíritu santo»: cf. O. Van Asseldonk, Maria sposa dello Spirito
Santo in S. Francesco d'Assisi, en Credo in Spiritum Sanctum II, Citt3 del Vatica-
no 1983, 1123-1132.
10. Cf. B. Forte, Trinidad como historia, especialmente 115-139 («La histo- 14. Cf., por eje1nplo, H.-M. Manteau-Bonamy, La Vierge Marie et le Saint-
ria del Espíritu>>).
Esprit, Paris 1971.
252 1\1arfa, la 1nujer icono del misterio La Esposa 253

María con la 1'rinidad entera, no pone plenamente de relieve su sobre el nuevo pueblo de Dios (cf. Le 1, 35 y Hech l, l-4) para
papel inJinita1nente subordinado de pura criatura respecto al actuar la nueva y eterna alianza, que se ha realizado en la sangre
Creador. de Cristo (cf. Mt 26, 28; Me 14, 24; Le 22, 20; 1 Cor 11, 25).
La profundización teológica de la figura de la Esposa de la ¿En qué consiste esta relación que se da entre el Espíritu
nueva alianza tiene que proceder entonces en dirección distinta santo y María, la Esposa en el misterio de la alianza? 17 • La pre-
de la que seguía la búsqueda de la atribución esponsal más apro- gunta afecta a un campo de reflexión y de experiencia en el que
piada; en realidad, más que definir a María como esposa de una ha sido ardua la búsqueda ele la fe; por otra parte se imponía por
persona divina o de la Trinidad en su conjunto, parece conve- sí misma a partir del anuncio pascual y de las formulaciones más
niente preguntarse con cuál de las personas divinas se relaciona antiguas del símbolo que, al confesar que Jesús nació «de Spiritu
inmediatamente lo que se indica con la simbología nnpcial. La sancto ex Maria Virgine» 18 , solicitaban la atención sobre esta
reflexión creyente hace vislumbrar en el Espíritu santo un miste- relación puesta en el corazón del misterio. «Se da una misteriosa
rio de nupcialidad, en cuanto que lo confiesa como el vínculo del coincidencia en el silencio teológico que envuelve durante los
amor eterno del Padre y del Hijo e igualmente como el lazo que tres primeros siglos al Espíritu santo y a la Virgen María, pero la
une al Padre con el Hijo encarnado y en él con la humanidad 'kénosis' de ambos termina en una radiante proclamación, tam-
asumida. La «Cristología del Espíritu», por la cual Jesús es ante bién simultánea, en los siglos IV y V» 19 • Confesar plenamente la
tocio aquel que recibe al Espíritu santo en plenitud (cf. Mt 3, 16; divinidad de la tercera persona de la Trinidad y reconocer en
Me 1, 10; Le 3, 22; Jn l, 33; Hech 2, 33; 10, 38; y en relación María a la 8coróKot;, a la «Madre de Dios», fue el modo con que
también con María: Mt 1, 20; Le 1, 35) y lo da en plenitud (cf. la Iglesia proclamó y defendió contra todos los posibles reduccio-
Jn 16, 14s; 19, 30; Hech 2, 33; etcétera), se une en el nuevo nismos la verdad de la encarnación del Hijo de Dios y su perenne
testamento con la «cristología del Verba>>, en donde el Espíritu actualidad salvífica, asegurada precisamente por el Espíritu san-
es más bien aquel que actualiza la obra de Cristo (cf. Jn 14, 26; to, señor y dador de vida. El vínculo entre la Virgen Madre y el
Hech 1, 5; 2, 38; Rom 8, 9; Gál 4, 6; etcétera) 15 ; de su conver- Paráclito aparece así sólidamente anclado en el corazón de la fe.
gencia se deduce cómo el Espíritu interviene en el cumplimiento El desarrollo de la historia de la reflexión creyente no se ha
de la nueva alianza y en su presencia y actividad en la historia, equivocado sobre esta relación, pero ha corrido el riesgo de de-
no ya como en alternativa, sino en estrecha relación con todo lo formarlo. La carencia pneumatológica, particularmente marcada
que Jesús llevó a cabo. Si Jesucristo es la alianza en persona -el en occidente, llevó a dejar en la sombra al «Divino desconocido»
Dios-Hombre, el Hijo de María que es el Hijo de Dios-, el en el mismo momento en que se resaltaba el papel de la criatura
Espíritu santo es el vínculo de la alianza eterna entre Jesús y el más estrechamente ligada a él, María; así es como algunos títulos
Padre y en ella entre Jos hombres y Dios, el misterio de Ja alianza o funciones del Espíritu santo se trasfirieron a María. R. Lauren-
en la «perijóresis» eterna y en la Iglesia. «Una persona en mu- tin ha hecho esta lista: «'A Jesús por María': ¿pero no se va
chas personas» 16 , el «nosotros» divino, participado en el «noso- a Jesús ante todo y esencialmente por obra del Espíritu santo
tros» eclesial. Entonces se deja vislu1nbrar un vínculo particular
entre María, arca ele la alianza, Esposa de las bodas escatológicas
17. Sobre el tema «María y el Espíritu santo», además del volumen ya citado
entre Dios y su pueblo, y el Espíritu, derramado sobre ella como de las Actas del IV Simposio Mariológico Internacional, que lleva precisamente
este título, cf., entre otros: Le Saint-Esprit et Marie: Etudes Mariales 25-27 (1968-
1970); Lo Spirito Santo e Maria Santissima, Citta del Vaticano 1973; María y el
15. Cf. B. Forle, Jesús de Nazaret, 296s. Espíritu santo: Estudios Marianos 41 (1977). Puede verse una bibliografía detalla-
16. Cf. H. Mühlen, El Espíritu en la Iglesia, Sal<J.Jnanca 1974 (el título origi- da en A. Amato, Lo Spirito Santo e Maria nella ricerca odierna de/le varíe confes-
nal de la obra, a que aquí se alude es Eine Person in vielen Personen. Die Kirche sioni cristiane in Occidente, en Maria e lo Spirito Santo, 95-103.
als das Mysteriurn der heilgeschichtlichen Iáentitiit des Heiligen Geistes in Christus 18. DS 10.
und Christen, Paderborn 1965). 19. P. Evdokimov, La mujer y la .1·a!vación del mundo, 208.
254 María, la mujer icono del misterio La Esposa 255

(Jn 14, 26; 15, 13s; etcétera)? 'La Virgen forma en nosotros a como la libertad de la criatura en el encuentro esponsal de la
Cristo': ¿pero no es éste ante todo y fundamentalmente el papel nueva alianza es precisamente lo que nos atestigua la narración
del Espíritu? La Virgen es 'inspiradora' y 'Madre del buen conse- bíblica: «a) Por su inserción en el campo de esperanza de Israel,
jo': ¿y no es ésta ante todo una función del Espíritu? La Virgen María ha comenzado su existencia en apertura hacia el Espíritu,
es 'el vínculo entre nosotros y Cristo': ¿y no es tan1bién ésta una en petición que se dirige a la venida del don de salvación final de
función esencial del Espíritu?» w De este modo se atribuyeron a Dios para los hombres. b) Por gracia especial de Dios, reflejada
María funciones idénticas a las que la sagrada Escritura atribuye en la palabra de Le 1, 35, María ha recibido del Señor, para el
ante todo y úuicamente al Espíritu santo 21 . La Esposa absorbió comienzo del camino salvador, la totalidad del Espíritu de Dios
en sí la densidad del misterio de la alianza. También en relación como fuerza maternal y fecundante, dirigida al surgimiento del
con este olvido del Espíritu santo se ha querido exaltar su acción Mesías. c) Por fidelidad al camino de Jesús, en gesto de fe abier-
en María, hasta hablar de una «misión visible» de la tercera per- ta y de esperanza activa, como representante de la palabra misio-
sona en ella 22 y hasta de una especie de «unión hipostática» entre nera de Israel, María ha dirigido a los hombres hacia el don de
el Espíritu y la Virgen Madre: «El Espíritu santo ha hecho de las nuevas nupcias, al Espíritu del Cristo (cf. Jn 2, 1-22). d) Por
ella su templo, su santuario y su tabernáculo de manera tan real respuesta transformante del Jesús glorificado, María recibe en el
y verdadera que debe ser considerada como unida hipostática- comienzo mismo de la Iglesia, el Espíritu del Cristo. Juan sitúa
mente a la tercera persona de la santísima Trinidad» 23 . La perso- la escena en el gesto de la cruz (cf. Ln 19, 25-27), Lucas en
na humana de la Esposa queda aquí sacrificada a la divina de pentecostés (cf. Hech 1, 14; cf. 2, ls). e) Finalmente, por su
aquel que actúa desde arriba el misterio de la alianza; pero María actuación en la totalidad del misterio de salvación, Ap 12 puede
es y sigue siendo el templo de Dios, no el Dios del templo. situar el signo de María en el trasfondo de la lucha de la historia,
Estos extremos trazan la orientación según la cual hay que como señal de la presencia del Espíritu de Dios entre los hom-
precisar la relación entre María y el Espíritu; hay que afirmar bres» 24 . La acción del Espíritu en María, acogida por ella y co-
con claridad tanto la absoluta trascendencia y superioridad de la rrespondida en la fe, en la esperanza y el amor, se sitúa entonces
persona divina del Consolador como la verdad y la dignidad de en tres direcciones: es él el que unió a la Virgen, imagen del
la persona humana de la Virgen Madre en el acontecimiento de Hijo, al Padre, haciéndola en el Hijo radicalmente acogedora,
la alianza, en el que están indisolublemente unidos. La presencia convirtiéndola en misterio de interioridad; es él el que unió a la
del Espíritu· viene a realizarse en María en un contexto de liber- Madre, imagen del Padre, con el Hijo, haciéndola participar de
tad y de amor, de elección, de llamada y de respuesta: Dios da la fontalidad del eterno amante, convirtiéndola en misterio de
en la gratuidad y en la libertad más absolutas; la Virgen acoge gratuidad; es él el que realizó la unidad profunda de la acogida
en el «SÍ» de su libertad plenamente humana y da a su vez todo fecunda de la virginidad y de la gratuidad radiante de la materni-
lo que se le ha concedido dar al hacerse Madre. Este entramado dad, haciendo de María la Esposa por excelencia, aquella que
de relaciones concretas que respetan tanto la divinidad de Dios tiene una relación totalmente personal con el Padre co1no hija,
con el Hijo como madre, y con el Espíritu mismo cotno terreno
fecundo en el que él llevó a cabo el milagro de la alianza espon-
20. R. Laurentin, Esprit-Saint et théologie maria/e: Nouvelle Revue Théolo-
gique 99 (1967) 27. sal, puro misterio de encuentro. Bajo esta luz, la esponsalidad
21. Cf. I-1. Mühlen, El Espíritu en la Iglesia, 566s. de María se ofrece como tal en el Espíritu santo: en él ella se
22. Cf. H.-M. Manteau-Bonamy, La Vierge et le Saint-Esprit, 15s. Cf. las une con el Padre y con el Hijo, en él ella participa de la fecundi-
críticas de J. M. Alonso, Mariología y Pneumatología: Ephe1nerides Mariologi-
cae 21 (1971) 115-121; y J. M. Salgato, Pneumatologie et mariologie. Bilan actuel
et orientations possibles: Divinitas 15 (1971) 421-453.
23. Cf. L. Boff, El rostro materno de Dios, Madrid 1979, 115. Cf. la crítica 24. X. Pikaza, La Madre de Jesús. Introducción a la mariología, Salamanca
de A. An1ato, Lo Spirito Santo e Maria, 65-75. 21990, 231-255. Es quizás la síntesis más convincente sobre el tema.
256 María, la rnujer icono del misterio La Esposa 257

dad del uno y de la acogida del otro, en él ella se convierte en el dad y como el principio ejemplar de lo que realiza en la Iglesia
arca de la alianza que une el cielo y la tierra guardando a Dios en mediante la misión que comenzó en pentecostés ... A nivel de la
carne humana. Esposa en el Espíritu, María se ofrece como la trascendencia divina, el Espíritu es, según los padres, el vínculo
pura trasparencia de su acción esponsal, de su papel personal de de la Trinidad. A nivel de la Iglesia es el que establece el vínculo
vínculo de unidad, de sello de la caridad divina, y al mismo tiem- entre los cristianos y Cristo ... En el momento de la anunciación
po de salida ele Dios ele sí mismo y de don a los hombres para se establece el vínculo fundamental entre el Verbo y aquella que
establecer con ellos la alianza de la salvación eterna. En el Espíri- lo engendra en nombre de todo el género humano y es el Espíri-
tu María «alumbra la forma divina en la tierra y la forma humana tu el agente trascendente de este vínculo primordial, fundamen-
en el cielo» 25 ; en él ella es la puerta de Dios hacia el mundo y la tal y ejemplar. El Espíritu realiza también la unidad sin confu-
puerta del mundo hacia Dios, el lugar humilde y puro de su en- sión y sin mezcla: realiza la unidad de la Trinidad en la distinción
cuentro, la morada de su pacto sagrado. Madre del Hijo de Dios, de las personas ... A nivel eclesial. .. asegura el vínculo de las
hija predilecta del Padre, María es «el templo del Espíritu san- múltiples personas en un solo cuerpo en la persona de Cristo-Ca-
to» 26 , su «sagrario ... , expresión que subraya el carácter sagrado beza ... En el punto de partida este misterio se realiza de modo
de la Virgen, convertida en mansión estable del Espíritu de Dios; ejemplar entre Cristo y María: unidad de amor en el encuentro
adentrándose en la doctrina sobre el Paráclito, vieron que de él de la maternidad y de la filiación ... La Virgen María ... es el
brotó, como de un manantial, la plenitud de gracia (cf. Le 1, 28) y icono del Espíritu, humilde imagen femenina de este lazo de
la abundancia de dones que la adornaban» 27 • El Espíritu es aquel amor ... » 28 • La Esposa María, lugar de encuentro entre Dios y
que hace de María la Esposa, haciéndola Virgen Madre del Hijo los hombres y de alianza entre los hombres en Dios y con él, es
y de los hijos, hechos tales en la alianza que se estableció en ella. por tanto la imagen fiel y radiante de la obra de unidad que
realiza el Espíritu en el tiempo y en la eternidad, de su carácter
b) ¿Cómo se presenta la persona de María en el aconteci- de vínculo, de nupcialidad eterna.
miento de la alianza esponsal? ¿quién es ella delante del Dios De manera particular, el icono del Espíritu se deja reconocer
que la hizo arca de la alianza, santuario del encuentro inaudito y en dos direcciones: la santidad de la Virgen Madre y su condición
maravilloso de la tierra y del ·cielo? A la luz de todo lo dicho gloriosa, signo anticipador de la gloria prometida a los redimidos.
hasta ahora es posible afirmar que la Virgen Madre, Esposa en La santidad de María es la pura reciprocidad que se realiza en ella
el Paráclito, es el puro icono del Espíritu santo, el denso reflejo entre el don y la acogida, entre la gracia y la fe, entre lo divino,
del misterio nupcial del que él es el artífice. El Espíritu realiza que siempre está antes, y lo humano; reciprocidad que es a su vez
en María algo análogo a lo que realiza en la eternidad de Dios y un don de gracia, el don particular del Espíritu, vínculo de reci-
en toda la economía de la salvación; en ella se refleja histórica- procidad amante. María es la «toda santa», ya que es la criatura
mente lo que él es en la profundidad del misterio y viene a cono- «inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una
cerse densamente todo lo que él realizará en la Iglesia. «Lo que nueva criatura por el Espíritu santo» 29 ; en ella el «totalmente san-
el Espíritu santo realiza en la anunciación aparece al mismo tiem- to», el Espíritu de santidad, actuó de forma eminente y ejemplar
po corno una prolongación armónica de lo que realiza en la Trini- desde su elección eterna, y luego en la anunciación y en la totali-
dad de su vida terrena hasta su cumplimiento celestial 30 • «La
25. P. Evdokimov, La mujer y la salvación, 221.
26. LG 53.
27. Pablo VI, Exhortación apostólica Maria/is cultus 26, 462. El texto alude 28. R. Laurentin, La Vergine Maria, 240s y 244.
con mucha prudencia a la idea de María e!iposa del Espíritu. Antes se lee: «pro- 29. LG 56.
fundizando 1nás en el misterio de la encarnación, (Jos padres) vieron en la miste- 30. Cf. la amplia y documentada investigación de G. M. Ro!ichini, ll Tuttosan-
riosa relación Espíritu-María un aspecto esponsalicio, descrito poéticamente por to e la Tuttasanta. Relazioni tra Maria SS. e lo Spirito Sanio I: Quadro storico,
Prudencia: la Virgen núbil (sin desposar) se despo!ia con el Espíritu». Roma 1976; II: Sintesi dottrinale, Roma 1977.

"
258 María, la mujer icono del misterio La Esposa 259

Virgen, durante toda su vida, estuvo guiada n1ás por el Espíritu la divina del Paráclito y la humana de María; en su dejar a1narse
santo que por su propio espíritu. El Espíritu santo fue 'el Espíri- por Dios, en su obediencia hecha de inteligencia profunda, en su
tu de su espíritu, el alma de su alma, el corazón de su corazón' escucha contemplativa, en su perseverancia fiel hasta la cruz, en
(san Juan Eudes). En María, hecha 'incandescente' por el fuego su servicio gratuito al que tiene necesidad de amor, santa María
del Espíritu santo, 'no se veía más que la llamada del Espíritu es la imagen limpia de aquel que es santo y santificador, su tras-
santo' (Pascasio Radberto). Ella es 'la obra maestra del Espíritu parencia real y humanamente consistente 34 •
santo', 'un río lleno de los aromas del Espíritu', 'la maravilla de La otra dirección en que la Esposa se ofrece como icono del
las maravillas' (san Juan Damasceno)» 31 • A esta santidad, recibi- Espíritu es su condición gloriosa. Si en la santidad de María se
da por el don del Espíritu, María correspondió en la reciprocidad revela un misterio de reciprocidad, aquí se revela un misterio de
posible a la criatura, ya plasmada por la gracia; su santidad fue anticipación y de esperanza realizada. La Virgen asunta al cielo
conquista y no sólo puro don. Es lo que nos enseña la Escritura es el fruto cabal de la santidad y por tanto de la obra del Espíritu
al ver en la Virgen la figura ejemplar del discípulo, la creyente santo, libremente acogida en la docilidad del corazón. «La gra-
arraigada en el abandono pleno y consciente de la fe al Dios de cia de Dios realizó su obra más incomprensible e insuperable
su vida: «Mientras que 'gracia santificante' designa primariamen- allí donde su aprensión del mundo fue más cercana y 'corporal':
te la participación de Dios en la 'santidad del hombre', los térmi- en María» 35 • Pues bien, también en esta función anticipadora
nos 'fe' y 'virtud', definen esa misma realidad desde el punto de de la Esposa se refleja la acción propia de la tercera persona
vista del hombre. Designar la santidad de María como gracia divina: «Su mismo nombre -viento, soplo- dice la libertad del
indica que la persona y la identidad de María deben ser entendi- novum, desvelando la insuficiencia del 'ahora' ... ; es ese Dios
das a la luz de la comunicación de Dios a María ... Ella es la como futuro del mundo. Y en cuanto salir eterno de sí mismo
llena de gracia, la favorecida en grado sumo ... De este modo la del amor del amante y del amado, infinita y perenne oblatividad
gracia entra también en el ámbito de la historicidad y contingen- del amor divino, a él es a quien se le puede dar, en la pobreza
cia humana. La 'plenitud de la gracia' implica así la dialéctica del lenguaje, el nombre de 'futuro' de Dios, de eterno futuro
entre la soberanía divina y la condición del hombre. Hablar de inmanente de la historia del amor trinitario» 36 . Así pues, es en
la plenitud de gracia de María significa expresar el hecho de su el Espíritu como María fue asunta al cielo, signo prefigurativo
maternidad al mismo tiempo como punto culminante de la histo- del cumplimiento final de la alianza para todos los elegidos, an-
ria de la salvación y como acción personal de María» 32 . La santi- ticipación del mañana de la promesa de Dios, de la que el Pará-
dad de la Esposa es entonces el encuentro nupcial entre el «SÍ» clito es en el tiempo realizador y garantía. La Esposa glorificada
de Dios y su «SÍ» libre, humilde, creyente, esperanzado y amoro- en las bodas eternas es imagen de aquel que es en persona la
so; encuentro que se cu1nplió en el Espíritu, manifestando el llegada eterna del amor divino. En la continuidad de la acción
milagro de una reciprocidad en la gracia entre el Creador y la del Espíritu se cierra el círculo de la «biografía total» de la Espo-
criatura, de una «sinergia» que en ningún modo es fruto de la sa; la inmaculada por gracia, plasmada por el Espíritu santo y
presunción humana, sino que viene del Espíritu y de la dócil preservada de toda mancha de pecado con vistas a los méritos
acogida suya 33 • Así es como en Jos diversos aspectos de la santi- de Cristo, es llevada al cielo por obra del mismo Espíritu; en su
dad de la Esposa resplandece la obra del Espíritu, en la unicidad destino personal se lleva a cabo todo lo que en la alianza espon-
de la acción en que convergen perfectamente las dos personas,

34. Cf. L. De Candido, Santa María, en NDM, 1815s y todo el artículo.


31. G. M. Roschini, Il Tuttosanto .. II, 163. 35. K. Rahner, Sobre el sentido del dogma de la Asunción, en Escritos de
32. A. Müller, Reflexione.1· teológicas sobre María, 99. Teología I, Madrid 1961, 243.
33. Sobre este aspecto insiste D. Bertctto, L'azione propria dello Spirilo 36. B. Porte, Trinidad como historia, 138. Cf. también E. Jüngcl, Dios
Santo in Maria: Marianu1n 41 (1979) 400-444. como misterio del mundo, Salamanca 1984, 475s.
260 1\1aría, la mujer icono del rnisterio La Esposa 261

sal se promete a todos los redimidos. «Assumpta, quia im1nacu- esposa. Lo es en primer lugar en cuanto «representación»:
lata» quiere decir entonces: asunta por estar totalmente modela- «Cuanto más se asemeja la Iglesia a la Virgen, más Esposa se
da y conducida por el Espíritu santo. El icono del Espíritu, que hace; cuanto más Esposa se hace, más se asemeja al Esposo;
es el totalmente santo, se completa de este modo en María «re- cuanto más se asemeja al Esposo, más se asemeja a Dios, ya
gina coeli», madre del rey mesiánico, que participa ya plena- que estas instancias superpuestas entre la Iglesia y Dios no son
mente de la gloria celestial del Hijo. «La realeza de María, por más que trasparencias en las que se refleja el único resplandor
analogía con la de Cristo, se verifica también en el Espíritu san- de Dios» 40 . La razón profunda de la imagen está en el hecho
to. Ahora que ella ha ingresado en la 'nueva creación' (cf. Mt de que, corno María es el arca de la alianza establecida en el
19, 28), el Espíritu desarrolla al máximo la potencialidad unitiva Espíritu, así ]a Iglesia es esposa en cuanto pueblo de la alianza
que empuja a la madre hacia el Hijo. La Virgen no tiene otra en el mismo Espíritu; la Iglesia es la «Esposa del Cordero» (Ap
voluntad que la de Cristo (cf. Flp 2, 5). En virtud, pues, de 21, 9), y lo es en el Espíritu: «El Espíritu y la Esposa dicen
aquel 1nismo Espíritu que la hizo perfectamente conforme con ¡Ven!» (Ap 22, 17). «Del mismo Espíritu del que nace Cristo
Cristo su Señor, se convierte a su vez en canal de gracia. Tam- en el seno de la 1nadre intacta, nace también el cristiano en el
bién ella -inmersa como está en Cristo- desea ardientemente seno de la santa Iglesia>> 41 • Corno María, la Iglesia «da a luz
que el fuego del divino amor (tal es el Espíritu de Dios) cree en corno virgen, preñada no por hombre, sino por el Espíritu san-
todos un corazón nuevo (cf. Ez 36, 26-27; Sal 50, 12; Le 12, to» 42 ; corno ella, la Iglesia es templo del Santo: «María era
49)» 37 • María es «reina del cielo» exactamente por el mismo templo de Dios, no Dios del templo. Por eso sólo hay que ado-
motivo que es da esclava del Señor» en sentido radical y pleno, rar al que actuaba en el templo» 43 , al Espíritu, que con el Padre
esto es, por ser la criatura acogedora, modelada por el Espíritu, y el Hijo es adorado y glorificado. Imagen de la Iglesia Esposa,
su imagen pura y luminosa. María en cuanto icono es también su «primicia»; y también esto
se lleva a cabo gracias a la obra del Espíritu. «Hablando estric-
tamente no podernos decir que en María está presente incoati-
3. El significado eclesiológico: María, icono de la Iglesia esposa varnente el 'sujeto' de la Iglesia, que después es constituido en
su plenitud por obra del Espíritu santo; en realidad, es el mismo
a) La Iglesia contempla a María «Corno purísima imagen de Espíritu de Cristo el 'acto-nosotros' ... , que en María se ha ma-
lo que ella rpisma) toda entera, ansía y espera ser» 38 • Este icono nifestado históricamente, de una forma absolutamente única e
del deseo y-de la esperanza eclesiales es de manera particular la incomparable» 44 . La total receptividad de la Virgen acogedora
Esposa, vista en relación con la totalidad del misterio de la alian- frente a la acción del Paráclito en la que fue hecha Madre
za. «La Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya de Dios la convierte en imagen y en primicia de lo que la Igle-
en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la sia es y tendrá que ser cada vez más: arca de la alianza ella
Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así misma, esposa bella «sin mancha ni arruga» (cf. Ef 5, 23-27),
en la tierra precede con su luz al peregrinante pueblo de Dios «pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu
corno signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue
el día del Señor (cf. 2 Pe 3, 10)» 39 . Este texto permite captar los
diversos niveles según los cuales María es icono de ]a Iglesia 40. C. Journet, L'Eglise du Verbe lncarné II, Paris 2 1962, 433. Cf. 428-436.
Sobre el tema María Esposa en relación con Israel y la Iglesia, cf. M.-Th. Hu-
guel, Miryam et Israel. Le mystere de l'Epouse, Paris 1987.
37. A. Serra, Reina, en NDM, 1719. Cf. todo el artículo de A. Serra-S. De 41. San León Magno, Serrno 29, 1, en PL 54, 227B.
Fiores-D. Sartor, en ibid., 1712-1731. 42. San A1nbrosio, De Virginibus I, 6, 31, en PL 16, 197.
38. SC 103; cf. también MC 22. 43. Id., De Spiritu Sancto III, 79-80, en PL 16, 795A.
39. LG 68. 44. H. Mühlen, El Espíritu en la Iglesia, 565.
262 Maria, la mujer icono del rnisterio La Esposa 263

santo» 45 • En este sentido se puede hablar de un «principio maria- lógica final» 49 • La Iglesia sabe que, acogiendo al Espíritu que se
no de la Iglesia, en virtud del cual es total receptividad en el le da abundantemente en Jesucristo resucitado, llevará a su cum-
amor fecundo ante la semilla espiritual de la palabra 46 ; en María plimiento todo lo que en ella no ha hecho más que iniciarse y que
la Iglesia reconoce su ser, así como en el «principio petrino» -re- contempla ya realizado precisamente en la Esposa de las bodas
lativo al gobierno pastoral- es regulada en su obrar. En este eternas, en María, la imagen y el templo del Espíritu santo.
mismo sentido la reflexión creyente ha hablado de María como
«Madre de la unidad»; la unidad qne el Espíritu produjo en ella, b) El icono es al mismo tiempo un «modelo»: ¿qué es lo
la produce también en la Iglesia: «María dio a la luz a vuestra que la Iglesia aprende en la escuela de María, su icono esponsal?
cabeza, vosotros habéis sido engendrados por la Iglesia. Por eso Lo mismo que María refleja de manera especial al Espíritu en su
es también al mismo tiempo madre y virgen; es madre a través santidad perfecta y en su función profético-anticipadora, así tam-
del seno del amor, es virgen en la incolumidad de la fe devota. bién la Iglesia aprende de ella a tender hacia la santidad y a ser
Ella engendra pueblos que son sin embargo miembros de una profética en la esperanza.
sola persona, de la que es al mismo tiempo cuerpo y Esposa, La santidad de la Iglesia tiene los mismos caracteres que se
pudiéndose también así comparar con la única Virgen María, ya dejan contemplar en la santidad de María: es don y compromiso,
que ella es entre muehos la Madre de la unidad» 47 . vocación eficaz y respuesta que hay que vivir en la fidelidad.
Imagen y primicia de la Iglesia, pueblo de la alianza, María, «Mientras la Iglesia ha alcanzado en la santísima Virgen la per-
Esposa de las bodas eternas, es también su «signo de segura es- fección, en virtud de la cual no tiene mancha ni arruga (cf. Ef 5,
peranza y consuelo»; en ella se ha realizado ya lo que en el pue- 27), los fieles luchan todavía por crecer en santidad, venciendo
blo de los peregrinos se sigue creyendo en la fe y anhelando en enteramente al pecado, y por eso levantan sus ojos a María, que
la esperanza. «En la Virgen resucitada con Cristo, la Iglesia, en resplandece como modelo de virtudes para toda la comunidad
marcha hacia la parusía, realiza ya el cu1nplimiento de su miste- de los elegidos. La Iglesia, meditando piadosamente sobre ella y
rio. En este su primer miembro, que no cesó de precederla, al- contemplándola a la luz del Verbo hecho hombre, llena de reve-
canza su término, su descanso y su plenitud: la presencia corpo- rencia, entra más a fondo en el soberano misterio de la encarna-
ral definitiva junto al Cristo resucitado». Por eso María es la ción y se asemeja cada día más a su Esposo» 50 . María es escuela
«imagen escatológica de la Iglesia resucitada» 48 • Y lo es en el de santidad para la Iglesia porque, al testimoniarle la experien-
Espíritu santo que, artífice divino de la «biografía total» de la cia del Espíritu que la ha colmado, la remite al Cristo único,
Virgen-Madre-Esposa, lo es igualmente de la historia total de la perfecto mediador entre los hombres y el Padre, al que ella se
Iglesia, Virgen en la fe, Madre en el amor y Esposa en la espe- conformó en la fe. Lo mismo que la santidad de la Esposa, la de
ranza que ha co1nenzado ya. «Por tanto, la asunción de María la Iglesia es don, obra pura del Espíritu santo y santificador,
no es una realidad alienante para el pueblo de Dios en camino, gracia que viene puramente de lo alto: «Mientras la Iglesia en
sino un estímulo y un punto de referencia que lo compromete en su esse es la hagiofanía (manifestación de la santidad), la Virgen
la realización de su propio camino histórico hacia la perfección personifica esta santidad; en su infinita pureza la Virgen es toda
santa, y por eso es figura de la Iglesia: la santidad de Dios en la
santidad humana» 51 • A esta santidad de la Iglesia tiene que co-
45. San Cipriano, De Oratione dominica, 23, en PL 4, 553; texto citado en
rresponder el camino de la santidad en la Iglesia 52 , lo mismo
LG 4.
46. Cf. tI. U. von Balthasar, Puntifermi, Milano 1972, 119-131 e Id., Spon-
sa Verbi, en Ensayos Teológicos II, Madrid 1964. 49. S. Meo, Asunción, en NDM, 269.
47. San Agustín, Sermo 192, 2, en PL 38, 1012D. Bajo esta luz LG exhorta 50. LG 65.
a invocar a María para que interceda por la unión de los cristianos: cf. RM 29-34. 51. P. Evdokimov, La mujer y la salvación del rnundo, 209.
48. R. Laurentin, La Vergine Maria .. ., 304-305. 52. Cf. LG VII.
264 il/uríu, fa mujer icono del misterio La Esposa 265

que en María, ünagen esponsal del pueblo de Dios, el asentí- la edificación del mañana prometido a partir de la humildad
tniento incondicional de la fe correspondió al don santificante concreta del hoy. La contemplación de la imagen esponsal de
del Espíritu. Aquí la Iglesia imita a María recorriendo su itinera- María hará que aparezca claro al pueblo de Dios que «la figura
rio espiritual; en su escuela aprende la radicalidad del asenti- de la Virgen no defrauda esperanza alguna profunda de los
miento virginal, la acogida pura de la que se hizo capaz por la hombres de nuestro tiempo y les ofrece el modelo perfecto de
gracia preveniente de Dios, y por eso mismo el gusto y el valor discípulo del Señor: artífice de la ciudad terrena y temporal,
de la dimensión contemplativa de la vida. En la escuela de María pero peregrino diligente hacia la celeste y eterna; promotor de
la Iglesia aprende la gratuidad maternal, la caridad radiante, el la justicia que libera al oprimido y de la caridad que socorre al
servicio generoso y fiel; en su escuela se hace experta en la espe- necesitado, pero sobre todo testigo activo del amor que edifica
ranza, anticipadora de los bienes futuros. La «via Mariae», que a Cristo en los corazones» 54 • El Magnificat, canto de alianza
lleva de la anunciación al calvario, a la pascua, a pentecostés y a nupcial, muestra todo el contenido de liberación y de profecía
la gloria, a través de la visitación, del nacimiento, de la presenta- que irradia sobre la Iglesia desde su imagen esponsal: «El reino
ción en el templo, del silencio de Nazaret, de Caná y del tiempo de Dios dentro de la historia se construye en contra del reino
de la vida pública, se convierte para María en el modelo ejemplar de este mundo, asentado sobre la riqueza absorbente, las rela-
del itinerario de la fe que, abriéndose incondicionalmente a la ciones sociales de dominación y el privilegio del más fuerte.
acción del Espíritu, avanza en el camino de la santidad 53 . La Entre el proyecto de Dios y el proyecto del pecador no hay
Esposa virginal y maternal educa a la Iglesia esposa en la recipro- conciliación posible. Solamente la conversión que lleva consigo
cidad de la gracia, en la correspondencia generosa a la iniciativa una transformación en el modo de pensar, de obrar y de organi-
del Dios amor. zar las relaciones entre los hombres y de los hombres con los
Mirando a María, esperanza realizada y Esposa de las bodas bienes de la tierra es la que abre camino para la reconciliación
eternas, la Iglesia aprende a ser profecía de la esperanza: se y la paz. Por eso es mediante ella corno si inaugura el reino de
afianza en la certeza de los bienes futuros, se siente estimulada a Dios, cuya llegada celebra la Virgen María y por la cual se
ponerse en la vigilancia de la espera, afina el sentido de lo efíme- llena de gozo. Dios ha manifestado en este tiempo su misericor-
ro y de lo caduco frente a lo que permanece, saborea de antema- dia, esto es, ha resuelto intervenir en favor de los que más
no el gozo del mañana de Dios en el don acogido y contemplado. necesitan la realidad del reino de Dios» 55 . La esperanza que
Y todo esto lo vive celebrando en el Espíritu la alianza con su María enseña a la Iglesia no es ni alienación ni huida; al contra-
Dios en el hoy en que él la ha puesto; pueblo de la alianza, la rio, es anticipación militante del porvenir prometido, vivída en
Iglesia es por eso mismo pueblo de la esperanza entre los pue- la fuerza del Espíritu, que realiza en el presente de los hombres
blos, testigo de la promesa en la denuncia de la miopía de todo el mañana de la alianza con Dios. La Esposa gloriosa no es sino
lo que es menor que Dios y en el anuncio del Reino venidero. la humilde esclava; María, imagen de la esperanza eclesial, no
La esperanza no aleja a la Iglesia del presente, corno tampoco lo es menos del servicio que la Iglesia está llamada a rendir a la
alejó a María de la fidelidad a su historia terrena; al contrario, causa de la liberación de los pobres y de los oprimidos de este
en cuanto que es obra del Espíritu que une el futuro de Dios con mundo, ya que «aún habiéndose abandonado a la voluntad del
el presente de los hombres, la esperanza eclesial es revoluciona- Señor, fue algo del todo distinto de una mujer pasivamente re-
ria e inquietante, con1nueve las fáciles certezas y compromete en signada o de religiosidad alienante, antes bien, fue mujer que
no dudó en proclamar que Dios es vindicador de los humildes
53. MC 57 traza una fü.;ta descriptiva de las virtudes evangélicas que tienen
su 1nodelo en la santidad de María. Sobre María, nlodelo de todas las virtudes
insistió también la Exhortación apostólica de Pablo VI, Signurn Magnum (13-5- 54. MC 37.
1967). 55. L. Boff, El rosrro 1na1erno de Dios, 233.
María, la rnujer icono del misterio La Esposa 267
266

y de los oprimidos y derriba de sus tronos a los poderosos del


Dios de la alianza se reveló como aquel que es «propter nos
56 homines et propter nostram salutem», en eso mismo él reveló el
mundo (cf. Le 1, 51-53)» .
hombre al hombre en cuanto «hecho para Dios» y por tanto lla-
mado a existir con y para los otros en la socialidad de la comu-
4. El significado antropológico: el hombre, «ser dialógico», nión dada desde arriba. La reciprocidad de las conciencias es
y lo femenino como «reciprocidad y anticipación» entonces la condición estructural de la existencia humana: jel
misterio de la vida y de la historia es un misterio de alianza! Esto
a) ¿Qué imagen del hombre se nos presenta en la figura de quiere decir que el hombre es constitutivamente un «ser dialógi-
María, Esposa de la nueva alianza, imagen de la nupcialidad del co». El diálogo, «encuentro en la palabra», manifiesta la natura-
Espíritu? La «biografía total» de la Virgen Madre, realizada por leza más profunda de la persona humana, en cuanto llamada a
la obra del Consolador, acogida libre y dócilmente por ella, reve- tomar la iniciativa de la relación con los otros, a acoger su inicia-
la de manera ejemplar la «biografía total» de la criatura humana tiva y su respuesta y a integrar en la unidad este doble movimien-
según el designio de Dios; la luz de la pascua se ensancha en la to de salida de sí y de retorno a sí mismo, de fontalidad y de
Esposa de las bodas mesiánicas hacia el comienzo y hacia el cum- receptividad en el amor 58 • Amando, el hombre se deja amar;
plimiento de su historia personal, pero también, en cuanto que dejándose amar, él ama. La vocación radical a la alianza muestra
María es por excelencia el primer fruto de la nueva creación, cómo no hay rivalidad entre la iniciativa y la acogida del amor;
hacia el comienzo y hacia el final de la historia de todo ser huma- más aún, la una subsiste realmente tan sólo cuando existe la otra.
no. «Ella, la mujer nueva, está al lado de Cristo, el hombre nue- En este su «ser dialógico» -que es igualmente contrario a la
vo, en cuyo misterio solamente encuentra verdadera luz el miste- intolerancia, en la que el otro se ve reducido a su propio yo, y al
rio del hombre como prenda y garantía de que en una simple irenismo, en el que la propia identidad se ve reducida al otro-
criatura -es decir, en Ella- se ha realizado ya el proyecto de el hombre manifiesta la huella profunda del Espíritu, en el que
Dios en Cristo para la salvación de todo hombre» 57 • En cuanto ha sido creado y por el que es redimido y santificado. «Lo mismo
plasmada por el Espíritu santo, colmada y guiada por él, María que (el Espíritu) es el eterno vínculo de unidad entre el amante
es el modelo acabado de la antropología sobrenatural, del hom- y el amado y al mismo tiempo aquel que fundamenta la apertura
bre realizado en conformidad con la voluntad y la gracia del Pa- infinita de su amor, así también es en el hombre el Espíritu de
dre según la imagen de Cristo, nuevo Adán, del «hombre nuevo unidad y de salida de sí mismo. Sujeto y objeto de amor, el
creado a imagen de Dios para llevar una vida verdaderamente hombre es unidad viva de este doble movimiento del amor ...
recta y santa» (Ef 4, 24) que nace del Espíritu que viene de Esta unidad ... es el fundamento de aquella reciprocidad de las
arriba (cf. Jn 3, 3-8). Los rasgos de este hombre, que se manifies- conciencias en donde se realiza plenamente la persona humana.
tan en la Esposa, imagen del Espíritu de la vida nueva, pueden La reciprocidad, sin embargo, no debe convertirse nunca en un
reducirse a la reciprocidad radical y a la anticipación. La caracte- 'frente a frente' egoísta; el Espíritu, presente en el hombre, lo
rística de la reciprocidad aparece con evidencia en el hecho de impulsa continuamente a romper el círculo del amante y del ama-
que la criatura humana, expresada en María, está llamada a la do, a huir de la prisión de la exclusividad para salir al encuentro
alianza; esto quiere decir -dada la economía de la gracia preve- de la necesidad de amor de los demás, de todos los demás» 59 •
niente- que está hecha para la alianza, orientada constitutiva- Esta reciprocidad dialógica, radicalmente abierta, se realiza
mente hacia el encuentro, hacia el diálogo, hacia el pacto. Si el

58. Cf. B. Forte, Per una teologia del dialogo come teología dell'amore: As-
prenas 34 (1987) 7-15, recogido en Id., Sull'amore, Napoli 1988.
56. MC 37. 59. Id., Trinidad como historia, 176.
57. MC 57.
268 María, fa mujer icono del misterio La Esposa 269

ejemplarmente en María, Esposa de la nueva alianza; ella dialo- del temor de la n1uerte parte y se eleva todo conocimiento sobre
gó con Dios (pensemos sólo en la estructura dialógica de la anun- el todo ... El seno incansable de la tierra da a luz sin descanso lo
ciación y en el Magnijicat), con su Hijo (pensemos en la escena nuevo y cada uno se ve indefectiblemente abocado a la muerte,
de Caná o en las palabras de Jesús a su madre al pie de la cruz), cada uno espera con temor el día de su viaje a las tinieblas. Pero
con los hombres («Haced lo que él os diga», Jn 2, 5). Ella es la la filosofía niega estos temores de la tierra; hurga más allá de la
mujer del supremo conflicto y del diálogo dramático en el que fosa que se abre a cada paso ... Las palabras están escritas en la
habrá de consumarse la historia (cf. Ap 12). Y María es todo puerta, en la puerta que conduce hacia fuera desde el misterioso-
esto porque es la criatura plasmada por la gracia, que aceptó ser milagroso esplendor del santuario de Dios, en donde ningún
dócilmente conducida por el Espíritu, la toda santa que se dejó hombre puede seguir con vida. Pero ¿hacia dónde se abren los
habitar por el totalmente santo. María, Esposa de la alianza, no batientes de esta puerta? ¿no lo sabes? ¡A la vida!» 60 . «Peregrino
1nanif1esta entonces solamente el profundo «ser dialógico» de la de la muerte a la vida, en los cepos de la finitud, que parecen
criatura humana, sino que muestra también el camino por el que conducirlo inexorablemente de la vida a la muerte, el hombre es
puede realizarse en plenitud esta vocación radical: el ca1nino de una figura exodal: sus días están cargados de adioses y de nuevos
la santidad, de la reciprocidad perfecta en la gracia entre el don comienzos, en un perenne ir-hacia, conducido por el irrefrenable
y la acogida, entre el amor gratuitan1ente ofrecido, vivido gracias flujo del tiempo que pasa» 61 • La conciencia humana está enton-
a la libre y dócil acogida del Espíritu de la unidad y de la paz. ces constitutivamente abierta al porvenir, capaz de «Sueños diur-
En María la santidad se muestra auténticamente humanizante; nos» en donde la clara luz del día anticipa las cosas que sólo la
el santo es el hombre acabado, el ser humano que vive plena- noche se atreve a soñar 62 . Esta conciencia anticipadora se mani-
mente, en el que resplandece la gloria de Dios. La vida según el festó en María según el cumplimiento del designio de Dios; la
Espíritu, del que María es figura ejemplar, es la reciprocidad pregunta abierta del hombre solo consigo mismo ante el futuro,
realizada, el diálogo en que se encuentran el «SÍ>> de Dios y el la inquietud de un «principio esperanza» puramente intramunda-
<<SÍ» del hombre, el gozo y la paz de una existencia reconciliada no, es superada en la Esposa de la alianza de la reciprocidad con
y reconciliadora: «Los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, «el Eterno» que entra en el tiempo. María, criatura del Espíritu,
tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de es por excelencia la Virgen Madre de la esperanza; lo es en su
sí mismo» ( Gál 5, 22s). La toda santa no sólo le recuerda a cada vida terrena porque, conducida por el Espíritu, realizó gestos y
hombre su vocación suprema a la santidad, sino que le muestra opciones que tan sólo la esperanza, alimentada por la fe y la
además cótno en la realización de la misma todo el hombre ex- caridad, es capaz de 1notivar y sostener; lo es en su «biografía
presa lo mejor que hay en él y saborea en el Espíritu la plenitud total», como figura de la esperanza realizada. La Esposa enseña
del diálogo del amor eterno. En la medida en que María, Esposa entonces al hotnbre, «ser dialógico» llamado a la trascendencia,
de la alianza, vive en su persona el cumplimiento anticipado del el camino de la esperanza teologal, arraigada y alimentada por
designio de Dios, revela al hombre la estructura anticipadora de el Espíritu, que viene a edificar el futuro de Dios en el presente
su conciencia; el hombre no está hecho para limitarse al presente de los hombres. Esta esperanza no es huida hacia adelante, eva-
que pasa, sino para permanecer en el futuro de Dios hacia el que sión tranquilizante; por el contrario, vive plenamente el presente,
este presente lo conduce. Su naturaleza de «ser dialógico» sólo
se realiza verdaderamente en la trascendencia; tan sólo abriéndo-
60. F. Rosenzwcig, La stella della redenzione, Casale Monferrato 1985, 3 y
se hacia lo alto y hacia el mañana el hombre vive su propia vida 454 (comienzo y fin de la obra).
como diálogo de liberación. Su existencia es éxodo de la muerte 61. B. Forte, La teología crHno compañía, rnernoria y profecía, Salamanca
para caminar hacia la plenitud de la vida, peregrinación incesan- 1990, 40.
62. Cf. sobre estos temas, E. Bloch, E! principio esperanza, Madrid 1977-
te hacia la patria vislumbrada, pero no poseída. «De la muerte, 1980.
270 lWaría, !u mujer icono del misterio La Esposa 271

ya que lo vive en la apertura a los signos y a las sorpresas de de la promesa de Dios. «María no es una mujer entre las muje-
Dios. María, Esposa de la alianza, manifiesta cómo el movi- res, sino el advenimiento de la n1ujer, de la nueva Eva, restituida
miento profundo de la esperanza cristiana no es el de la «eterni- a su virginidad maternal. El Espíritu santo desciende sobre ella
zación» del hombre, sino el de la «humanización» de Dios, que y la revela, no como 'instrumento', sino como la condición huma-
le permite al hombre ser realmente lo que es abriéndose al futu- na objetiva de la encarnación»"- El hecho de que el Hijo de
ro de su promesa. La esperanza teologal -anticipación militante Dios haya «nacido de mujer» (cf. Gál 4, 4) revela que la mujer
del porvenir de la alianza en el hoy del mundo por la fuerza del tiene en el designio creador y redentor de Dios una especial apti-
Espíritu santo, acogida en la libertad- es verdadera fuerza de tud para la reciprocidad de la alianza, en virtud de la cual María
liberación, contestación de las miopías del presente, anuncio li- pudo ser al mismo tiempo acogida virginal y fecundidad mater-
berador de la promesa divina, compromiso de cambiar el mundo nal. En este sentido se da un lazo muy estrecho entre el Espíritu
y la vida según el corazón de Dios. «Donde está el Espíritu del de la reciprocidad divina y la mujer, figura concreta de la reci-
Señor hay libertad» (2 Cor 3, 17): María, icono y templo del procidad humana; tan sólo la mujer es capaz de ser a la vez tan
Espíritu, es modelo radiante de libertad y, presente gracias a la profundamente receptiva del otro y tan profundamente oblativa
asunción en la gloria de la Trinidad santa, es Virgen Madre libe- de sí misma, acogida y don al mismo tiempo; tan sólo la mujer
radora al lado de la Iglesia y para la Iglesia de su Hijo. Esposa guarda en su seno el fruto de la alianza y lo restituye maduro a
de la alianza, ella es entonces no solamente la imagen de la la vida para que sea también gloria a los ojos del hombre y viva
Iglesia Esposa, libre en la libertad del amor, sino también el su historia de la alianza; por eso, tan sólo la mujer puede darle
signo y el modelo de la esperanza vigilante, puesta al servicio de un rostro verdaderamente mariano a la Iglesia y simbolizar a la
la liberación del mundo. La alegría de sn Magnificat, canto nnp- Iglesia esposa. La misión de la mujer, manifestada en la recipro-
cial de la liberación en la esperanza, se extiende a cada uno de cidad concreta vivida por María, consiste en realizar de hecho la
los hombres que acepte vivir en la esperanza teologal su «Ser alianza en el don del Espíritu, atestiguando y viviendo la recipro-
dialógico»: «María es Ja escuela de la fiesta de la humanidad, es cidad densa y verdadera de la que tan sólo ella entre todas las
el lugar en que aprendemos la delicadeza, la atención, la clari- criaturas es plenamente capaz. En este sentido, «la cultura, para
dad y la luminosidad de la fiesta. En ella encontramos la capaci- ser renovada, espera que el rostro de la mujer, la 'otra mitad' de
dad de comprender qué es lo que le da realmente la felicidad al la realidad, se haga visible frente al hombre creador; igualmente
mundo, qué es lo que hace que la historia se llene de la alegría la salvación del mundo depende de que se haga visible la línea
de Dios» 63 . de María frente al hombre. La anunciación a María es en el
fondo la anunciación a toda criatura. La sponsa que a los ojos
b) Todo esto lo realiza María como mujer. ¿Cuál es el as-
pecto de su femineidad que se deriva de su condición de Esposa del hombre representa a la virgo y a la mater, también representa
ante él a la virgo-mater, representa la idea mariana en la vida y
de la nueva alianza? ¿qué es lo que el Espíritu que actúa en ella
la obra del hombre y la representa porque es la mitad de la
nos revela de la vocación de la mujer en el misterio de la alianza? 65
realidad» . En la escuela de la Esposa de la alianza no sólo
También en este punto se perfilan de manera peculiar los rasgos
aprende la mujer su vocación prioritaria a la reciprocidad, en la
de la reciprocidad y de la anticipación, que reflejan en la Esposa
que convergen la acogida virginal y la fecundidad maternal, sino
el doble papel de la tercera persona divina, vínculo de unidad
del Padre y del Hijo y su apertura al mundo, y al mismo tiempo que descubre que tiene que hacer partícipe al hombre de esta
reciprocidad. En María, a su vez, el hombre aprende que él reci-
apertura comunicada a los hombres en lo que se refiere al futuro

64. P. Evdokimov, La mujer y la salvación del mundo, 207.


63. C. M. Martini, La donna della riconciliazione, 36. 65. G. van Le Fort, La mujer eterna, 175s.
272 1\!laría, la rnujer icono del rnisterio La Esposa 273

be de la mujer una gratuidad y una gratitud contagiosas, que litarismo y reivindicación, la humildad es la irradiación 1nás natu-
1
liberan el «anima» escondida en él y le devuelven su «animus» ral del estado carismático de la mujer. Es el ministerio del Pará-
masculino, capaz de una verdadera reciprocidad en el amor. Y clito, la gracia de consolación y de alegría, el ministerio que pos-
puesto que esta reciprocidad se realizó en la Virgen María en la tula al ser femenino como madre para quien todo ser es hijo
forma más pura de la santidad, la mujer descubre en María su suyo. La belleza salvará al mundo; pero no una belleza cualquie-
vínculo particular con la santidad: la santidad no es una «fun- 1 ra, sino la belleza del Espíritu santo, la belleza de la 'mujer re-
ción», sino un «ser>? plenamente cun1plido en la reciprocidad del 1 vestida de sol'>, 67 .
amor. Pues bien, la mujer en la que se manifiesta el «Ser dialógi- !' La reciprocidad -expresada de la manera más alta en la for-
co» de la criatura humana en su particular aptitud a la reciproci- F ma de la santidad- se une a Ja anticipación. María enseña que
j
dad, goza por eso mismo de cierta intimidad con la santidad, la verdadera reciprocidad se realiza en la trascendencia. Porque
llamada a ella desde lo más profundo de su ser, que lleva impresa está totalmente abierta a lo alto y a lo nuevo de Dios, la Virgen
la huella de la nupcialidad del Espíritu; he aquí por qué «Cuanto 1
1 María es la Esposa de la alianza de los hombres entre sí y con él.
más santa es una mujer, tanto más mujer es» (L. Bloy). En la La mujer -manifestada en ella en su cumplimiento perfecto-
1
reciprocidad la mujer coopera en la santidad del hombre, le ayu- está hecha constitutivamente para la anticipación. Anticipa por-
da a interiorizarse, a comunicar profundamente hacia las fuentes que prevé antes de ver, porque intuye antes de saber, porque es
de la vida que se ofrecen a la atención virginal y desbordan en la capaz de presentimientos antes de sentir y de tocar. Lo mismo
gratuidad del don. «Las mujeres santas son una encarnación del que María tiene un conocimiento oscuro, pero sumamente den-
ideal femenino, pero son también un modelo para todos los cris- so, del niño que lleva en su seno, así también toda mujer conoce
tianos, un modelo de seque/a Christi, un ejemplo de cómo la en sí misma algo que no se ha dado todavía fuera de ella. El
esposa ha de responder con amor al amor del esposo» 66 • No es hombre piensa antes de obrar, corriendo a veces el riesgo de ser
una casualidad que muchos de los grandes santos hayan tenido a demasiado lanzado; la mujer puede también obrar sin haberlo
su lado una figura femenina de santidad. El hombre aportará a pensado antes, sin correr por ello el mismo riesgo. «Esta caracte-
la santidad la huella de la audacia creativa, del camino hacia lo ' rística 'profética' de la mujer en su femineidad halla su más alta
inexplorado y lo nuevo, de la eficacia productiva de la historia expresión en la Virgen Madre de Dios. Respecto a ella se pone
visible; pero será la mujer la que la enriquezca por dentro, la de relieve, de modo pleno y directo, el íntimo unirse del orden
que baje a las profundidades, la que atestigue el valor de la gra- de] amor ... con el Espíritu santo» 68 . En el amor la mujer sabe
tuidad, aparentemente improductiva e inútil. En su reciprocidad, antes de saber; el ojo de una madre mira y ve lo que no es visible
el hombre y la mujer se salvarán a imagen de la esposa, la Igle- a los demás. La mujer es el lugar del comienzo de la vida, el
sia, que se hace realmente ella misma en su reciprocidad con seno del futuro del hombre y del mundo, el terreno de llegada
Cristo, siendo así Virgen Madre de los hijos de Dios. «La Virgen en el que Dios sigue viniendo a visitar a su pueblo. «Todo niño
conserva las palabras del Hijo en su corazón (cf. Le 2, 51) y así que nace es una señal de que Dios no se ha cansado aún del
toda mujer posee una innata intimidad, casi una complicidad con hombre,, (Tagore). La mujer es por excelencia la figura de la
la tradición, con la continuidad de la vida. Dado que, en Dios, esperanza: en ella el futuro toma cuerpo en el presente de los
la existencia coincide con la esencia, la mujer muestra una mayor hombres y el don recibido se abre al porvenir prometido. Todo
aptitud para unir en la santidad la esencia y la existencia, gracias esto fue la mujer María; y lo mismo que en ella la anticipación
a la fuerza de su humildad, puesto que 'la humildad es el arte de estuvo alimentada y plenamente cumplida por el Espíritu santo,
encontrarse exactamente en su lugar'. En oposición a todo igua-

67. P. Evdokiinov, La mujer y la salvación del mundo, 241s.


66. MD 27. 68. MD 29.

•S
274 1\1aría, la rnujer icono del misterio
La E5posa 275
eterno futuro del an1or de Dios, así también en cada mujer será
la acogida del Espíritu lo que intensificará y llevará a cumpli- misterio de su ser, lo mismo que puede hacer el hombre. Sin
miento su capacidad de reciprocidad anticipadora. Acogiendo al embargo, ella es depositaria de una gran promesa: la que se le
Espíritu, la mujer realiza en sí la esperanza teologal de la forma hizo en María, la Esposa de la alianza. Contemplándola, la mujer
más densa; es decir, se convierte en terreno de la llegada de la sabe que puede hacerse acogida del Espíritu, don de la vida,
promesa de Dios, el lugar en el cual y a través del cual el mañana anticipación de la patria prometida; y el hombre, mirando a Ma-
de la gracia viene a plantar sus tiendas en el hoy de la fe y del ría, sabe igualmente que la mujer, en profunda reciprocidad con
amor. Por esta capacidad que tiene de anticipar, potenciada y él, le es indispensable para celebrar la alianza, para construir
realizada plenamente sólo en el Espíritu que une el «ya» con el caminos de liberación y para edificar el mundo según el proyecto
«todavía no» de la promesa, la mujer tiene una función peculiar de Dios. Si la alianza es el corazón de la historia y su futuro, la
en el camino de la liberación de los hombres de todo cuanto les mujer -esposa de las bodas presentes y futuras- está en el cora-
oprime y esclaviza; no es una casualidad que la Biblia recoja zón del tiempo y de la eternidad. Lo mismo que a la mujer del
numerosos cantos de liberación entonados por mujeres (pense- Apocalipsis, signo de victoria, consuelo de los afligidos, en ella
mos en María, la her1nana de Moisés, en Ex 15, 21; o en Débora se le han dado «alas de águila» (cf. Ap 12, 4), las mismas en las
y su cántico de Jue 5; o en las mujeres de Israel en 1 Sam 18, 7; que el Señor levanta y salva a su pueblo liberándolo de la escla-
o en el cántico de Ana en 1 Sam 2, 1-10; o en el Magnifica! de vitud de Egipto (cf. Ex 19, 4); las mismas que sostienen la espe-
María en Le 1, 46-55). La mujer, anticipando el futuro, tiene la ranza que no se verá nunca engañada: «Los que esperan en el
capacidad de liberar al hombre de la esclavitud del presente, de Señor verán sus fuerzas renovadas: les salen alas de águila, co-
los ídolos que paralizan la reciprocidad y ciegan el corazón; al rren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (Is 40, 31).
rico avaro y saciado de sí mismo (cf. Le 12, 16-21) se opone la
pobre viuda que echa en el cepillo del templo los últimos cénti-
mos que le quedaban (cf. Le 21, 1-4). La mujer no vive esta
anticipación como evasión o como falta de compromiso; sabe
obtener con su amor la resurrección futura en el hoy de la victo-
ria de la muerte (cf. la escena de la viudad de Naín: Le 7, 11-17;
o la de la resurrección de Lázaro: Jn 11, 1-44). El papel liberador
de la 1nujer se ejerce entonces concretamente en el desarrollo de
la reciprocidad, humanizando al mundo, consolando su corazón,
abriéndolo por dentro a la llegada de la promesa de Dios. Así lo
hizo María de Betania (cf. Le 10, 38-42): «sentada a los pies de
Jesús para escuchar su palabra, es imagen del hombre que se
autocomprende, que llega a la autenticidad, a la claridad de la
posesión' cognoscitiva de sí mismo poniéndose a escuchar la pala-
bra divina que nos revela y al mismo tiempo nos llena» 69 • Figura
de la esperanza, testigo y receptáculo de la llegada del mundo
nuevo, criatura de la alianza en el tiempo y por toda la eterni-
dad, la mujer podrá ciertamente traicionar todo esto, alienar el

69. C. M. Martini, La donna delta riconciliazione, 29.


EPILOGO

El camino recorrido, partiendo de las instancias del presente


y prosiguiendo a través del estudio del testimonio normativo y
fontal del nuevo testamento y de la consideración de la historia
de la fe, ha reconocido en María a la mujer, icono del misterio.
En la femineidad concreta de aquella que, única entre las muje-
res y bendita entre todas ellas, fue al mismo tiempo y por siem-
pre Virgen, Madre y Esposa por pura gracia del Altísimo, se
deja percibir la revelación de la gloria escondida bajo los signos
de la historia. En la Virgen, icono de la acogida del Hijo, res-
plandece la divinidad de Dios, la primacía absoluta de su iniciati-
va. Ella es al mismo tiempo el icono de la Iglesia virgen, la figura
del hombre llamado a ser «oyente de la palabra» y a realizarse
en el asentimiento de la fe, y la trasparencia de lo femenino en
su dimensión radical de acogida fecunda. En la Madre, icono
maternal de la paternidad divina, se muestra la humanidad de
Dios, la verdad de la encarnación del Hijo eterno. Ella es el
icono de la Iglesia madre y al mismo tiempo la madre de la Igle-
sia, cercana y presente con su intercesión maternal en el caminar
del pueblo de Dios en la historia. Ella es la imagen del hombre
llamado a amar y a realizarse plenamente en la caridad y al mis-
mo tiempo el centro de lo femenino maternal en cuanto gratui-
dad radiante. En la Esposa, icono de la nupcialidad del Espíritu,
resplandece el Dios de la alianza, que quiso que María engendra-
se la forma divina en la tierra y la forma humana en los cielos.
Ella es el icono de la Iglesia esposa, pueblo de la alianza, llama-
do a ser, en la santidad, profecía de la esperanza entre los pue-
blos, siervo de la liberación del mundo. Ella es la imagen del
hombre hecho para el diálogo, que perfectamente se realiza sólo
en la santidad, y el núcleo de lo femenino con su carga de reci-
procidad y de anticipación.
278 Epilogo
Epílogo 279

Conocer y amar a esta mujer María, tal como nos la presenta


Mujer, eres tan grande y tanto alcanzas
el santo relato de los orígenes y como la fe de la Iglesia ha apren-
que el que quiere gracia y a ti no acude,
dido siempre a conocerla y amarla, significa abrirse a las dimen-
es como querer volar sin alas.
siones totales del misterio en el que la Trinidad santa quiso reve-
larse en el seno de la Virgen Madre como seno adorable y tras- Tu benignidad no sólo alcanza
cendente del mundo, origen, morada y patria nuestra. En la Es-
al que pide, sino que muchas veces
posa de la nueva y eterna alianza se dan la mano todos los mun-
libremente a la petición se adelanta.
dos: el de Dios y el de los hombres, el del don y el de la acogida,
el del adviento improgramable y maravilloso y el del éxodo, car-
En ti la misericordia, en ti la piedad,
gado de todo el cansancio humano de vivir. En ella y de ella
en ti la magnificencia, en ti se junta
viene Jesucristo, la alianza en persona, única salvación del mun-
todo cuanto en las criaturas hay de bondad.
do. María está totalmente en relación con él, nos conduce a él
en el Espíritu, para glorificar con él y en él al Padre de toda
(Dante, Paraíso, Canto XXXIII, 1-21)
vida, al amor fontal, al principio primero de los seres. Contem-
plarla es aprender a creer, a esperar y a amar. Orar como ella y
en ella es experimentar el consuelo del Eterno. Invocarla es
abrirse al don de su intercesión maternal y dejarse conducir más
profundamente hacia la experiencia fecunda del misterio. Por
eso la teología no tiene miedo de callarse para ceder el sitio a la
belleza de la poesía, que supo evocar en pocas palabras la densi-
dad del Todo. La reflexión se traduce en himno, el razonamiento
en asombro y plegaria:

Virgen Madre, hija de tu Hijo,


la más humilde y alta de las criaturas,
de .la voluntad eterna término fijo,

tú eres aquella que a la humana naturaleza


ennobleciste, de modo que su Hacedor
no desdeñó hacerse hechura suya.

En tu vientre se encendió el amor,


con cuyo calor, en la paz eterna,
esta flor germinó.

Eres entre nosotros luz meridiana


de caridad, y allí abajo, entre los mortales,
eres fuente viva de esperanza.
INDICE DE NOMBRES

Abignente, R.: 29 Bernard, Ch. A.: 21


Agustín, san: 77, 126, 128, 129, Bernardo, san; 22
131, 136, 139, 140, 173, 190, Bertalot, R.: 152
192, 194, 195, 208, 226, 262 Bertetto, D.: 46, 258
Aiello, A. G.: 115, 116, 136, 144 Bertola, M. X.: 34
Alcalá, M.: 27 Bérulle, P. de: 251
Alejandro VII: 141 Besutti, G.: 39, 46
Alfaro, J.: 189 Binet, E.: 37
Alonso, J. M.: 178, 187, 220, 254 Blinzler, J.: 59
Alvarez Campos, S.: 115 Bloch, E.: 269
Amantini, C.: 46 Bloy, L.: 272
Amato, A.: 253, 254 Bol!, L.: 21, 28, 31, 32, 33, 34, 45,
Ambrosio, san: 126, 127, 131, 132, 46, 254, 265
195, 228, 261 Borresen, K. E.: 26
Apolinar de Laodicea: 120 Boulding, E.: 26
Aristóteles: 26 Brown, R. E.: 52, 57, 59, 60, 61, 66,
Arrio: 119, 120 68,69, 70, 74,80,84,85,87,88,
Asmussen, H.: 16 90, 95, 97, 104, 106, 152, 187
Asseldonk, O. von: 251
Atanasia, san: 120, 127 Calabuig, l.: 132
Aubert, J. M.: 26 Camelo!, Th.: 124
Aureliano de Reomé: 197 Casagrande, D.: 115
Cavalletti, S.: 154
Bacht, H.: 126, 153 Cirilo de Alejandría, san: 123, 198,
Balié, C.: 40, 140, 144 209
Balthasar, H. U. von: 114, 158, Cirilo de Jerusalén, san: 192
163, 170, 262 Cipriano, san: 226, 262
Barth, K.: 151, 153, 155, 183, 192, Claudel, P.: 169
212 Colini da Castelplanio, L.: 35
Beaufays, l.: 165 Corsini, E.: 110
Bebe!, A.: 26 Cox, H.: 32
Beinert, W.: 20, 37, 46
Ben Chorin, S.: 154 Daly, M.: 29, 30
Benolt, P.: 74 Dante: 279
282 Indice de nornbres Indice de nornbres 283

De Fiores, S.: 16, 22, 34, 35, 38, Gibellini, R.: 26, 27, 29, 167 Kelly, J. D. D.: 152, 189 Mühlen, H.: 252, 254, 261
39, 126, 136, 142, 151, 164, 165, Gironés Guille in, G.: 46 Koehler, Th.: 115 Müller, A.: 20, 46, 186, 236, 258
187, 219, 248, 260 Giusti, M. A.: 29 Küng, H.: 158, 187 Muratori, L. A.: 35
De Beauvoir, S.: 28 Goedt, M. de: 103 La Broise, R. de: 165 Mussner, F.: 233
De Candido, L.: 196, 259 Goethe, J. W.: 167 La Potterie, I. de: 52, 78, 79, 96,
Delahaye, K.: 227 Goguel, M.: 73 97, 98, 99, 100, 105, 139, 163, Napiorkowski, S. C.: 151
Di Nola, D.: 115 González, C. L: 46 180, 187, 188, 194, 201, 231, Nestorio: 122, 123, 209
Dietz, D.: 134 Graciano: 26 245, 248 Nicetas de Remesiana: 83
Donfried, K. P.: 52, 57, 59, 74, 80, Greeley, A. M.: 34 Lafont, G.: 18 Nietzsche, F. W.: 204
87, 88, 97, 104, 106, 152 Gregario Magno, san: 126 Laurentin, R.: 27, 38, 39, 41, 45, Nigido, P.: 35
Dostoievski, F.: 22 Gregario Nacianceno, san: 140 46, 60, 61, 66, 69, 70, 74, 79, Nissiotis, N.: 151, 155, 156
Duns Scoto, G.: 140 Gregario de Nisa, san: 77 80, 83, 84, 86, 91, 93, 95, 129,
Dupuy, M.: 251 Grillmeier, A.: 119, 120, 122, 124 139, 142, 146, 150, 181, 254, O'Carroll, M.: 16
Griñón de Montfort, san L.: 36, 257, 262 Orígenes: 83, 96, 122
Eltester, W.: 61 148, 171, 221, 251 Le Fort, G. van: 176, 177, 202, Orsatti, M.: 77
Epifanio, san: 129, 136, 192 Gueret, A.: 74 205, 240, 241, 271
Esquerda Bifet, J.: 46 Gutiérrez, G.: 248 Legrand, L.: 74 Pablo VI: 22, 33, 41, 190,229, 233,
Eudes, san J.: 258 Lemmo, N.: 79 256, 264
Eutiqucs: 124 Hakes, C.: 29 León Magno, san: 261 Pablo de Samosata: 119
Evdokimov, P.: 20, 164, 168, 171, Halbfas, H.: 187 Leonardi, G.: 60, 74 Pala1nas, J.: 144, 146, 147
175, 176, 202, 205, 207, 219, Hegel, G. W. F.: 17 Ligorio, san A. M. de: 36, 37, 147 Pascasio Radberto: 258
240, 242, 243, 253, 256, 263, Hilario de Poitiers, san: 126 Lodi, E.: 197, 221 Paul, A.: 61
271, 273 Hipólito, san: 96, 121 Losada, J.: 178 Paulina de Nola, san: 227
Huguel, M.-Th.: 261 Lubac, H. de: 167, 172, 189, 195, Pelagio: 136
Falsini, R.: 232 Hunt, M.: 27, 29 225, 245 Pepe, F.: 35
Feckes, C.: 171, 251 Lutero, M.: 199 Peretto, E.: 61, 84
Federici, G.: 35 Lyonnet, S.: 79 Piettre, M. A.: 26
Fernández, D.: 129 Iersel, B. van: 94
Pikaza, X.: 187, 220, 255
Feuillet, A.: 74 Ignacio de Antioquía, san: 127 Magli, l.: 34 Pinkus, L.: 201, 206, 221, 240
Fitzmyer, J. A.: 52, 57, 59, 74, 80, Ireneo de Lyon: 55, 71, 83, 96, Manteau-Bonamy, H.-M: 251, 254 Pío IX: 141
87, 88, 97, 104, 106, 152 118, 128, 131, 143, 149-150, Maron, G.: 151 Pizzarelli, A.: 224
Forte, B.: 18, 117, 119, 124, 133, 188, 191, 192, 200 Martini, C. M.: 206, 228, 242, 243, Pozo, C.: 46,
134, 164, 171, 217, 223, 237, 248, 270, 274 Práxeas: 119
250, 252, 259, 267, 269 Jannotta, A.M.: 36 Máximo de Turín, san: 200 Prudencia: 256
Fossati, R.: 29 Jerónimo, san: 126, 192 Me Hugh, J.: 52 Pseudo-Agustín: 26
Francisco de Asís, san: 251 Jouassard, G.: 144 Melotti, L.: 46
Friedan, B.: 29 Journet, C.: 172, 261 Meo, S.: 16, 40, 121, 122, 124, 263 Radford Ruether, R.: 27, 29, 30,
Fries, H.: 136 Juan Crisóstomo, san: 192 Mercenier, D.: 132 32, 34
Juan Damasceno, san: 163, 192 Metz, J. B.: 18 Rahner, H.: 131, 173, 195, 199,
Galot, J.: 46, 96, 127, 167, Juan Pablo 11: 34, 41, 175, 178, 191 Miegge, G.: 113, 115, 131, 149 207' 226' 227
Gambero, L.: 115, 227, 233 Jugie, M.: 144 Mitterer, A.: 187 Rahner, K.: 19, 142, 143, 201, 259
Geiselmann, J. R.: 136, 137 Julián de Eclana: 136 Moltmann, J.: 151, 248 Ratzinger, J.: 37, 163, 170, 174,
Gharib, G.: 115, 154, 221 Jung, C. G.: 28 Moltmann-Wendel, E.: 29 187
Gherardini, B.: 192 Jüngel, E.: 259 Montale, E.: 28 Reu1nano, J.: 52, 57, 59, 74, 80,
Gia1nberardini, G.: 132 Justino, san: 96, 108, 189 Moraldi, L.: 77 87, 88, 97, 104, 106, 152
Mori, E. G.: 79 Ricca, P.: 151
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284 Indice de nombres

RodinO, N.: 29 Suárez, F.: 35, 36


Roschini, G.: 16, 40, 46, 165, 257, Subilia, V.: 151
258
Rosenzweig, F.: 269 Taciano: 56
Royo Marín, A.: 46 Tagore, R.: 273
Russell, L.: 26, 29 Tappolet, W.: 15, 233
Rylands, J.: 132 Testa, E.: 165
Thurian, M.: 46, 52, 190, 215, 226,
227, 229
INDICE GENERAL
Sabelio: 119
Salgato, J. M.: 254 Tomás de Aquino, santo: 22, 26,
Sartor, D.: 136, 260 35, 192, 218, 234
Sartori, L.: 43 Tomás (evangelio de): 27 Introducción . , . , ...................... . 9
Scheeben, M. J.: 171, 251 Toniolo, E.M.: 115, 129
Scheifler, R.: 187 Tourn, G.: 151 1
Schillebeeckx, E.: 46, 243 Turoldo, D.M.: 22
MARIA HOY
Schmaus, M.: 46 Vagaggini, C.: 234
Schoonenberg, P.: 187 Valentini, A.: 84 1. El retorno a lo concreto y el redescubrimiento del símbolo 17
Segalla, G.: 61 Valerio, A.: 26 2. La nueva manifestación de lo fe1nenino ....
Van Lunen-Chenu, M.-Th.: 26, 29,
25
Sellers, R. V.: 122, 124 3. María en la reflexión de la fe 35
Seminelroth, O.: 172 167
Serra, A.: 52, 57, 87, 94, 102, 106, Vanhoye, A.: 54, 55, 101
Vanni, U.: 111, 112 ¡¡
112, 142, 212, 247, 260
Sestieri, L.: 154 Vicent Cernuda, A.: 54, 64 LA HISTORIA DE MARIA
Sol!, G.: 55, 114, 115, 116, 117, Víctor, papa: 197
126, 127, 130, 131, 135, 136, Vladimir: 221 1. María en el nuevo testamento ........................ . 51
137, 140, 141, 143, 153 Warner, M.: 31
Spinelli, P. A.: 35 1. Los testimonios más antiguos: la sobriedad del dato en
Widenfeld, A.: 35
Spinetoli, O. da: 39, 52 William, F. N.: 165 Pablo y Marcos .. . 52
Stendhal, K.: 61 Wolff, H.: 27 a) Pablo .............................................. . 52
Stock, K.: 75 · b) Marcos ................................................ .. 55
Stnunare, T.: 248 Zwinglio, 1-T.: 15
2. La profundización pascual: Mateo y Lucas .... . 60
a) Mateo .................................................. . 60
b) Lucas .......................................................... .. 71
3. El significado para la Iglesia de los mártires y de los pe-
regrinos: Juan y Apocalipsis 12 ................. . 96
a) Juan .................. .. 96
b) Apocalipsis 12 ........ .. 107

2. María en la historia de la fe .. 113

1. Virgen y Madre de Dios: el dogma en el régimen de la


cristología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
a) La necesidad de profesar la verdad cristológica ........ 116
b) La exigencia de defender la fe cristológica .......... 118
286 Indice general Indice general 287

e) La búsqueda de un n1odelo significativo de consagra- 2. El significado teológico: el Dios de la alianza y la Esposa,


ción a Dios .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 126 icono del Espíritu .. . .. . .. .. . .. . . . .. .. . .. .. .. . .. . .. . . .. .. .. .. . .. .. 249
d) El desarrollo del culto mariano . . . . . . . . .. .. . .. . . .. .. . . .. . . . . 130 3. El significado eclesiológico: María, icono de la Iglesia
2. La inmaculada concepción y la asunción: el dogma en la esposa ... . .. . .. . .. . . .. . ... . . ... ... . ... . .. . ... . . . ... . .. . .. . ... ... . .. . . . 260
perspectiva de la antropología .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 135 4. El significado antropológico: el hombre, «Ser dialógico».
a) La necesidad de glorificar a Dios en las maravillas rea- y lo femenino como «reciprocidad y anticipación» . . . . . . . . . 266
lizadas por él en favor del hombre . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . 136
b) La exigencia de reaccionar frente a desviaciones en el Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277
en el ámbito de la antropología teológica . . . . . . . . . . . . . . . . 138 Indice de nombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281
e) La ejemplaridad moral de María ........................... 146 Indice general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285
d) La piedad mariana .. .. . .. . .. . .. . .. . ... .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 147
3. La recepción del dogma como problema ecuménico . .. .. . 151
a) Elementos de unidad . . .. . .. . .. . .. . .. . .. ... . .. . .. . .. . .. . .. .. ... 152
b) Elementos de división . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154
c) Las perspectivas de un consenso más amplio . . . . . . . . 157

III
MARIA, LA MUJER ICONO DEL MISTERIO
l. La Virgen 179
1. El relato pascual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
2. El significado teológico: la divinidad de Dios y la Virgen,
icono del Hijo .................... , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
3. El significado eclcsiológíco: la Virgen María, miembro
e icono de la Iglesia virgen . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . . . . . . .. . . . 193
4. El significado antropológico: el hombre «oyente de la
Palabra» y lo femenino como «acogida fecunda>> . . . . . . . . . . . 200

2. La Madre ................. . 209


l. El relato pascual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 210
2. El significado teológico: la hu1nanídad de Dios y la Madre,
icono maternal del Padre ... ... ... . ... .. . .. . ...... .. .... .... .. 212
3. El significado eclesiológico: María, icono de la Iglesia
madre y madre de la Iglesia .. . .. . .. . .. .. . . . .. . .. . . . . .. . .. . .. . .. .. 225
4. El significado antropológico: el ho1nbre «hecho para
amar» y lo femenino como «gratuidad radiante» . . . . . . . . . . . 235

3. La Esposa . ... . .. . .. . .. . ... .. . .. .. . .. . .. . ... ... ... . .. ... . .. . .. . .. . .. . .. . ... . 245


1. El relato pascual ........ 246

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