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Acción que consiste en estimular los órganos sexuales de una persona o los propios
con las manos, mediante caricias, o por otro medio, para proporcionar u obtener
placer sexual.
Por eso, el deseo sexual contribuye a nuestra plenitud, en la medida en que se convierte
en expresión física de nuestros anhelos más profundos, y en la medida en que nos
permite darnos totalmente al ser amado para recibir, a su vez, la totalidad de su amor.
Un corazón aislado en fantasías y dependiente de placeres no es dueño de sí mismo y,
por lo tanto, no es libre. De la misma manera, un corazón que no es libre no puede darse
a otro, y esta imposibilidad de darse lo endurece, y termina rompiéndolo en pedazos. La
masturbación nos rompe el corazón porque nos impide alcanzar la plenitud del
amor y del placer sexual.
El riesgo oculto
siempre nos hablan de sus efectos para el placer, pero muy poco se dice sobre las
consecuencias que tiene para el corazón. A diferencia de las drogas o el alcohol, la
adicción a la masturbación llega de manera sutil, se ve como algo normal y
natural, se te ofrece como un bien. Y es por eso que no hay alertas ni alarmas: se
trata de una adicción oculta, silenciosa, de satisfacción inmediata y que no requiere
mucho esfuerzo para ser saciada. Es una adicción que se vive en soledad, y que te deja
profundamente solo. De hecho, la masturbación tiene ese propósito: aislarte en tu
propio cuerpo, engañarte para creer que te bastas solo, que no necesitas de nadie
para sentir placer, que ninguna persona humana podrá saciarte como anhelas, y que no
es necesario, para sentir placer sexual, darte como don a otro.