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Parte IV.

El análisis de los datos y la presentación de los resultados

12.3.2. La estructura en un informe de investigación

En los últimos años, algunos manuales de metodología cualitativa evitan ofrecer una guía
concreta para estructurar los contenidos de un informe de investigación, dando mucha más
relevancia al estilo y tipo de argumentos ofrecidos (que se han revisado en el apartado
precedente). En otros casos se opta por renombrar los términos que tradicionalmente se han
utilizado en la comunicación de los resultados de investigación, y en lugar de métodos se
prefiere utilizar el término “procedimientos”; y en lugar de “resultados”, hablar de
“hallazgos” (Creswell, 2013:218- 219). De todos modos, sea cual sea el estilo o modelo de
redacción que utilicemos en el informe, el documento final deberá estar estructurado en
diferentes apartados. Es cierto, tal como ha señalado Creswell (2013: 213-242), que varios
tipos de estructura suelen estar asociados a diferentes perspectivas teóricas de investigación.
Por lo tanto, perspectiva teórica y estructura no son dos aspectos mutuamente in-
dependientes.
En este apartado hemos optado por seguir el modelo que, aún hoy en día, se considerar
el más extendido en los informes de investigación y, de hecho, es suficientemente flexible
como para adaptarse a todo tipo de perspectivas teóricas y dinámicas de investigación. Esta
estructura sigue la secuencia siguiente: a) introducción, b) marco teórico y revisión de la
literatura, c) metodología, d) análisis y resultados, y e) conclusiones. Otros modos de
estructurar un informe son viables, pero remitiéndonos a los comentarios con que se
terminaba el apartado anterior, afirmamos que este tipo de estructura es la que, por defecto,
el público académico (sobre todo, pero también el profesional) espera encontrar en un
informe de investigación. Es cierto, tal como menciona Denscombe (2007: 327-328), que
cuando la investigación cualitativa se ha desarrollado siguiendo una lógica inductiva (o
incluso abductiva) la estructura mencionada no corresponde al desarrollo cronológico del
proceso de investigación seguido. Pero simplemente debe recordarse que los apartados del
informe no se presentan en el mismo orden en que fueron realizados o concebidos. Estos
apartados suponen una reconstrucción del trabajo que facilita la comunicación de los
hallazgos y permite destacar e identificar los elementos clave de la investigación. No hay
ningún problema en reconocer en el informe el carácter recursivo de la investigación
cualitativa -de hecho, tal como se ha puesto de manifiesto en el capítulo 3(0 véase el apartado
3.1.1), es una de las características del enfoque cualitativo. Baste recalcar que, por ejemplo,
la introducción, el abstract o incluso el título se redactan hacia el final de todo el proceso,
pero no por ello se sitúan detrás de las conclusiones.
Trataremos a continuación cada una de las cinco partes mencionadas por separado. Es
importante recordar que no es suficiente con cumplir con estos apartados para tener el
informe de investigación terminado. La lista de bibliografía citada es una parte
imprescindible en todo informe de investigación. Otros aspectos formales, como el adecuado
reconocimiento de las fuentes utilizadas u otros aspectos de la redacción, deben ser tenidos
en cuenta. En relación con estos aspectos, recomendamos consultar los documentos de
orientación que las facultades o universidades suelen elaborar como guía a los estudiantes, o
las revistas como guía para sus autores. En general los criterios son ampliamente compartidos

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La presentación de los resultados y la redacción del informe final

a nivel internacional, pero siempre existen especificidades locales que conviene considerar.
Además, en función del tipo específico de documento y de la audiencia a la que se dirige,
otros elementos pueden ser necesarios. Por ejemplo, un artículo (y cada vez más en las
memorias de grado o máster) siempre irá precedido de su correspondiente abstract y palabras
clave; un informe dirigido a un público profesional deberá ir precedido por un resumen
ejecutivo, etc.

A) La introducción

En la introducción del informe de investigación se ofrece información sobre cinco


elementos principales: a) una presentación de la pregunta de investigación y el objeto de
estudio, b) los antecedentes u origen de la investigación, c) sus objetivos, d) los conceptos
clave y líneas teóricas en tomo a los cuales se ha desarrollado la investigación (ofreciendo
también, a menudo, una definición provisional de tipo conceptual) y la aproximación
metodológica adoptada, y e) una presentación de la estructura del informe o, incluso, una
descripción resumida de los contenidos, incluyendo los hallazgos, de la investigación.
En función del público al que se dirige el texto y del origen u objetivos con que se
concibió el estudio, la introducción tendrá un tipo de despliegue u otro. Así, cuando se trate
de una investigación de carácter profesional realizada por encargo, en los antecedentes se
hará constar la demanda inicial, así como las posibles adaptaciones o modificaciones
realizadas durante el proceso de negociación del producto o una vez iniciada la investigación.
Si se trata del texto de una tesis o de una memoria de máster, en que normalmente se dispone
de cierto margen de elección de la temática, en el apartado sobre los antecedentes se
justificará la relevancia del tema elegido o también las motivaciones (personales, laborales)
que han llevado a la elección del tema.
En una tesis doctoral, por otra parte, la introducción se dividirá en subapartados, uno
para cada una de las cinco partes mencionadas. En cambio, en informes con extensiones más
cortas, los contenidos se redactarán sin divisiones intemas en la estructura, pudiéndose dar
el caso de que con un párrafo para cada una de las cuestiones sea suficiente.
En relación con los objetivos, ya se han destacado sus vínculos con la pregunta inicial
de investigación, así como su retroalimentación respecto a la construcción del objeto (O
véase el apartado 4.2.1). También se ha distinguido entre objetivos generales y específicos
(O véase el apartado 4.2.3). Es recomendable redactar el objetivo general al principio de la
investigación, junto con la pregunta inicial de

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Parte IV. El análisis de los datos y la presentación de los resultados

investigación, aunque es posible que ambos se vayan reformulando a lo largo del estudio,
especialmente en el caso de investigaciones inductivas o abductivas. Esta escritura inicial,
aunque provisional, en tomo a los objetivos es una forma de conjurar lo que Wolcott (2009:
35) ha denominado “el problema del problema”, es decir, el foco en tomo al cual debería
desarrollarse la investigación. Los objetivos específicos deberán redactarse más adelante,
cuando en la etapa de formulación del problema se hayan delimitado sus principales
dimensiones (si se trata de una investigación deductiva) o el trabajo de campo haya permitido
identificarlas (si se trata de una investigación abductiva o inductiva).
La redacción de los puntos d) y e) mencionados anteriormente debería plantear menos
dificultades, siempre que se haga una vez finalizadas las otras partes del informe. Cuando
nos enfrentemos a documentos de extensión, como una tesis doctoral, los capítulos
redactados en relación con la teoría y la metodología pueden resultar excesivamente largos.
En estos casos, el resumen de los conceptos principales y de los métodos utilizados puede
servir para darse cuenta de aquello que realmente resulta superfluo (Wolcott, 2009: 65-92),
por lo tanto, tras la escritura de la introducción puede venir una fase de reducción de los
capítulos correspondientes, tomando los contenidos de la introducción como guía.

B) El marco teórico y la revisión de la literatura

El contenido de este apartado es probablemente el que produce mayor controversia en la


literatura metodológica. Tradicionalmente, en esta parte del informe debe revisarse el
conocimiento teórico y empírico existente, a la vez que se construye conceptualmente el
objeto de estudio. A veces se define genéricamente todo ello como marco teórico, pero este
término es demasiado vago y puede llevar a confusión, puesto que en la fase preparatoria de
una investigación la literatura teórica y empírica puede haberse llevado a cabo de modos muy
diferentes. Mencionamos a continuación las diferentes posibilidades en relación con esta
revisión de la literatura.
En primer lugar, puede haberse dado estrictamente una revisión de la literatura teórica,
que dará como resultado lo que a veces se denomina marco teórico general. En él se revisan
los debates teóricos y conceptuales que afectan a la pregunta de investigación y que ayudarán
a construir el objeto de estudio. Por otro lado tenemos lo que se conoce como estado de la
cuestión o estado del arte, que constituye una revisión de la literatura empírica (aunque a
veces también teórica) que ha hecho aportaciones en tomo a la temática de investigación
planteada. Y en tercer lugar tenemos lo que es propiamente la construcción del objeto de
estudio, en que se articula la aproximación conceptual al objeto (que también puede
denominarse marco teórico específico), su contextualización y las dimensiones empíricas que
serán consideradas en la investigación (O véase el apartado 4.3.1). En este caso el

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La presentación de los resultados y la redacción del informe final

conocimiento teórico existente se utiliza para destacar las dimensiones teóricas del objeto
que serán tratadas en la investigación, las cuales deberán ser análogas a sus dimensiones
empíricas.
En función del tipo de informe que se esté elaborando, el marco teórico tendrá los tres
tipos de contenidos que acabamos de enunciar, que pueden amalgamarse entre sí, o
solamente alguno de ellos. Si el proceso investigador desemboca en una tesis doctoral, lo
más habitual es que los tres contenidos se presenten en el informe de investigación (tesis
doctoral, en este caso), dedicándole un capítulo respectivamente a cada uno de ellos. Sin
embargo, Wolcott (2009: 67-70) propone evitar como mínimo la revisión genérica de la
literatura (marco teórico general), si no, incluso, un apartado específico para la revisión de
la literatura. Para este autor, la literatura puede ser perfectamente integrada en el análisis de
los resultados, sin que sea necesario dedicarle un capítulo concreto.
En una lógica similar, aunque sin llegar tan lejos, Silverman (2013) recomienda redactar
los apartados teóricos del informe de investigación después de haber realizado el análisis de
los datos. El motivo es que hasta entonces “no se sabe que material [teórico] resultará
relevante” (Silverman, 2013: 347). Al realizar esta recomendación, este autor parte de dos
implícitos que conviene poner de manifiesto: a) el contenido teórico realmente útil es el que
se ha denominado anteriormente marco teórico específico, siendo el resto accesorio y
prescindible, b) el tipo de dinámica de investigación desarrollada tiene un carácter abductivo,
en que se establece un diálogo entre datos y teoría (O véase la figura 2.3). Siendo la primera
premisa aceptable, o incluso recomendable (en los tiempos actuales en que priman tesis o
memorias de investigación cada vez más cortas), la segunda condición hace referencia
únicamente, como sabemos, a una de las tres dinámicas posibles en la investigación
cualitativa. En una investigación de dinámica deductiva el marco teórico servirá para
plantear las hipótesis y, por lo tanto, debería redactarse antes del trabajo de campo (puesto
que este estará guiado por las hipótesis). En cambio, en una investigación de dinámica
inductiva la teoría será resultado exclusivamente del análisis empírico, lo cual puede hacer
recomendable redactar el contenido teórico de forma totalmente imbricada con el de los
resultados (tal como recomienda Wolcott), precisamente para mostrar claramente el origen
inductivo de los conceptos teóricos (O véase el apartado D, más adelante).
En un documento como una tesis doctoral o una memoria de máster aún falta añadir un
último elemento a la sección teórica de la tesis. Se trata del capítulo (o a veces simplemente
un apartado del capítulo teórico) dedicado al modelo de análisis (O véase la sección A del
apartado 3.2.2 y el apartado 4.4.2). Un apartado con estas características se presentará,
solamente, de hecho, en las investigaciones de dinámica deductiva, y a veces en las de
dinámica abductiva. En estos casos se designa como modelo de análisis a la
conceptualización y conjunto de relaciones entre conceptos que, como hipótesis, se plantean
en la investigación. En la sección final del capítulo o apartado dedicado al modelo de análisis
suelen

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presentarse, propiamente, las hipótesis de la investigación. Si la dinámica de investigación


es abductiva, tiene poco sentido el planteamiento de hipótesis, por lo tanto, estas relaciones
se establecerán más bien en forma de preguntas abiertas. De hecho, el modelo de análisis
puede resumirse gráficamente en un mapa conceptual (esquema) que determina el tipo de
relaciones que pretenden contrastarse empíricamente. En una investigación de dinámica
abductiva se presentan a menudo dos mapas conceptuales: el inicial como punto de partida
teórico, y el final, modificado de acuerdo con el análisis empírico desarrollado. En una
dinámica inductiva este mapa conceptual de relaciones es más lógico que se presente al final,
como resultado de la investigación, y no al principio.
En los informes de extensión más limitada, como un artículo, un trabajo final de grado
o también en los informes de carácter profesional, no siempre se incluirá un apartado
dedicado al modelo de análisis, independientemente de la dinámica seguida. En estos casos
las hipótesis o preguntas de investigación suelen situarse en el apartado introductorio del
informe, generalmente después de presentar los conceptos clave de la investigación.

C) El diseño y el planteamiento metodológico

En este apartado se describe y justifica el diseño metodológico adoptado en la


investigación, entendiendo por ello no solamente la concepción metodológica del conjunto
sino también cada una de las decisiones metodológicas adoptadas en la investigación (O
véase el apartado 4.4). En un informe extenso de investigación, como una tesis o una
memoria de máster, suele dedicarse un capítulo entero a recoger toda esta información.
Tradicionalmente, en muchos artículos publicados en revistas científicas del ámbito de las
ciencias sociales este apartado estaba ausente, situándose los contenidos correspondientes, a
veces y de forma resumida, en la introducción. Sin embargo, es cada vez más frecuente la
recomendación de dedicar un apartado explícito a las cuestiones metodológicas. De hecho,
si se desea que la audiencia a la que se dirige el informe sea capaz de juzgar la calidad de la
investigación, este tipo de información es indispensable. Una vez más, la influencia de los
principios considerados adecuados para evaluar la calidad de la investigación es innegable:
en aquellos casos en que se rechacen los criterios de carácter metodológico en favor de otros
criterios, el capítulo o apartado metodológico puede considerarse poco relevante o incluso
prescindible.
En los casos en que este apartado se incluya en el informe de investigación, deberían
aparecer tres tipos de información:

1. Las decisiones tomadas respecto al diseño metodológico y al desarrollo de la


investigación. Ello implica ofrecer información en relación con: a) la ló-

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La presentación de los resultados y la redacción del informe final

gica general del diseño, los métodos utilizados y su articulación entre ellos (si se han
utilizado varios); b) el campo escogido para desarrollar el trabajo sobre el terreno; c)
las unidades de información y su criterios de selección; d) las características y
número de casos (o de escenarios observados o de documentos recogidos); y e) los
procedimientos de análisis de los datos utilizados. También una descripción de todo
el trabajo de campo es recomendable: ¿cuándo se inició y finalizó?, ¿cuántas
personas participaron en él?, ¿cómo se contactó o se tuvo acceso a las unidades de
información?
2. La justificación y lógica metodológica de las decisiones tomadas. En este caso deben
vincularse las decisiones tomadas al tipo de perspectiva teórica adoptada, a la
pregunta de investigación realizada, al tipo de objeto estudiado y a los objetivos
finales de la investigación (o a las características del encargo recibido). También
deberían mencionarse todos aquellos elementos pragmáticos que han influido en las
decisiones tomadas, como por ejemplo, los recursos y tiempo disponible o las
dificultades de acceso a ciertos colectivos. Las consideraciones éticas pueden haber
influido en el diseño y el desarrollo de la investigación, por lo cual también hay que
hacer explícita esta influencia.
3. Las limitaciones y posibles sesgos del diseño metodológico, de los métodos
utilizados y del trabajo de campo. Esta información no solo permite completar el
juicio sobre la calidad de la investigación y de los resultados hallados, también
pondera la aplicabilidad de ciertos hallazgos y la comparación con la investigación
empírica ya publicada. Por otra parte, la reflexión en tomo a las limitaciones de la
investigación realizada es siempre una fuente de nuevas ideas o de nuevos métodos
y diseños que permitan evitar los problemas detectados. Por supuesto, también
pueden destacarse las fortalezas metodológicas de la investigación, aunque solo sea
para evitar la sensación de autoflagelación metodológica.

Ante este conjunto extenso de informaciones que deberían aparecer en el capítulo


metodológico de un informe de investigación, Silverman (2013: 355-356) advierte contra el
riesgo de resultar aburrido y demasiado obtuso en el lenguaje. Este autor apuesta por
apartados metodológicos consistentes en una “descripción natural” de las decisiones
tomadas y del trabajo de campo realizado. Esta redacción puede sustentarse en las notas
tomadas en un diario de campo de la investigación o en una narración de carácter
retrospectivo. En cualquiera de los casos el género del informe estaría cerca del relato
confesional, mencionado con anterioridad (O véase el apartado 12.3.1). De todos modos,
conviene tener en cuenta que este relato no evitará por sí solo la complejidad o el posible
aburrimiento de la persona lectora, puesto que en realidad se trata más de una cuestión de
estilo en la redacción que de contenido o formato utilizado.
D) El análisis y sus resultados

En este apartado se muestra el tratamiento de los datos que se ha realizado, así como la

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interpretación de los resultados. Aunque en ciertas investigaciones cuantitativas se hace una
distinción entre los resultados y su interpretación o discusión, en la investigación cualitativa
esta distinción tiene poco sentido. De hecho, durante el tratamiento de los datos ya se les está
dando una interpretación, por lo tanto hablar de “los resultados del análisis” en una
investigación cualitativa es lo mismo que decir “los resultados de la interpretación”. Ello no
significa que nos embarquemos ahora en desarrollar las conexiones con la literatura
consultada o el conocimiento teórico establecido, pero lo más probable es que implícita o
explícitamente, durante el análisis, estas conexiones ya se hayan realizado. El único caso en
que estas conexiones probablemente no se hayan tratado será cuando desarrollemos una
investigación inductiva de inspiración glaseriana (O véase el apartado 2.3.2), en que
solamente al final del proceso investigador se confrontan los hallazgos con el conocimiento
teórico existente.
Un elemento crucial en este apartado es el modo en que se presentarán los datos y su
análisis. Para empezar, se trata de no abrumar a la persona lectora con informaciones que
difícilmente podrá interpretar. Por lo tanto, una primera recomendación es situar en los
anexos todos aquellos datos y resultados de explotación que puedan cargan sin necesidad el
desarrollo de los argumentos que se desean transmitir. Ya se ha señalado con anterioridad
nuestra posición a favor de la postura analítica en la presentación de las evidencias: es
preferible demostrar que se ha hecho un tratamiento sistemático y reflexivo de los datos, que
no ofrecer simplemente extractos de estos datos intercalados con su interpretación (postura
ilustrativa), o incluso los datos completos sin ningún tipo de interpretación (postura
restitutiva). Por otro lado, con el desarrollo de programas de análisis que permiten trabajar
directamente sobre registros de carácter audiovisual, sin necesidad de transcribir -y de esta
manera ahorrando un considerable tiempo en el tratamiento de los datos-, los usos ilustrativos
y restitutivos están condenados a la desaparición, a no ser que en los informes de
investigación se incluyan registros o enlaces de audio o de vídeo en substitución de las citas
textuales literales. Se podría argumentar que una alternativa sería hacer la transcripción solo
de los fragmentos que desean publicarse, aunque en este caso se produciría la paradoja de
presentar en el informe un material menos rico informativamente que el que ha sido utilizado
para realizar el análisis.
En relación con esta presentación de los datos, Silverman (2013: 364-366) plantea tres
posibilidades diferentes. En primer lugar, pueden presentarse las hipótesis y tras cada una de
ellas las evidencias que la confirman o la refutan. El autor no recomienda este tipo de
presentación, que denomina “relato de hipótesis” (hypothesis story), puesto que tiene un
carácter deductivo que, en su opinión, encaja poco con la investigación cualitativa ¡pero que
puede darse!, como hemos señalado, así que no hay que descartarlo totalmente si se ha
seguido esta lógica de investigación. En segundo lugar, pueden presentarse siguiendo lo que
denomina “relato analítico”, en que datos y conceptos teóricos se articulan para ofrecer una
explicación o descripción del fenómeno estudiado. Este tipo de presentación sería la habitual
cuando se ha seguido una dinámica abductiva en la investigación. Finalmente, Silverman
menciona las presentaciones al estilo “relato de misterio”, en que primero se ofrecen los datos
para ir desvelando poco a poco la explicación o interpretación que la persona investigadora
ha asignado a la información presentada. Por supuesto, estos estilos de presentación de la

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información se vinculan también a la dinámica de investigación desarrollada (O véase el
apartado 2.1) y a la postura en relación con los criterios de calidad de la investigación (O
véase el apartado 12.2).
Otras formas de presentación son viables. Por ejemplo, Masón (2002: 174-175) destaca
la presentación articulada en tomo al desarrollo de un acontecimiento, la articulada en tomo
a los diferentes componentes de un fenómeno, la orientada a la comparación de diferentes
fenómenos y la destinada a explicar una relación causal o los posibles desarrollos futuros de
un fenómeno.
Antes de terminar, ofrecemos dos recomendaciones adicionales. En primer lugar, es
importante destacar, siguiendo a Morse y Richards (2002: 188-190), que siempre es
preferible dedicar el espacio disponible en el apartado de resultados a ofrecer información
contextual, y no a la presentación de citas literales. Como se ha comentado, si se consideran
importantes, estas citas se pueden situar en los anexos; en cambio, la información relativa a
los escenarios y entornos que rodean a las personas informantes o las actividades observadas
resulta imprescindible para comprender el valor y carácter de las interpretaciones realizadas.
Por otro lado, debe tenerse en mente que en una investigación cualitativa tiene muy poco
sentido utilizar argumentos cuantitativos, del tipo “el cincuenta por ciento de las personas
entrevistadas afirman...” o “en el veinte por ciento de las empresas en que se ha realizado la
observación sucede...”. White et al, (2014: 377-38) y Masón (2002: 197-198) ofrecen muy
buenas alternativas a este tipo de argumentos, sin traicionar la lógica cualitativa. Así, por
ejemplo, funciona bien dejar constancia de la unanimidad, o no, de un discurso o
comportamiento concreto en un determinado perfil estudiado, o destacar que las relaciones
causales identificadas en la investigación aparecen siempre que se den una serie de
características específicas en las unidades (y a continuación expresar, con datos cuantitativos,
la distribución de esas características en la población global). Por supuesto, en una
investigación cualitativa es factible ofrecer información numérica, pero siempre que sean el
resultado de la aplicación de métodos cuantitativos de obtención de datos. Una investigación
cualitativa, casi por definición, trabaja con muestras pequeñas, que nunca permiten obtener
una representatividad estadística. Incluso cuando se realiza un elevado número de entrevistas
o grupos de discusión, o cuando los escenarios observados han sido muchos (¿50? ¿100?),
las cifras siguen siendo insuficientes como para sacar conclusiones respecto a una
determinada distribución porcentual de afirmaciones o acontecimientos.

Para recordar

La aplicación del enfoque cualitativo en una investigación social implica la


no pertinencia de los criterios y métodos de carácter estadístico. Sin embargo,
a veces parecería que dichos criterios hayan sido asumidos por una parte de
las personas que practican la investigación social cualitativa. Tal como destaca
Beaud (1996: 233), en ocasiones “los investigadores se sienten obligados a
multiplicar el número de entrevistas, como si fuese necesario, también en este
dominio, obtener una buena cifra”. La secuela de este trabajo con un elevado
número de unidades de información suele ser un tratamiento parcialmente

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estadístico que tiene muy poco sentido. En estos casos parece querer
compensarse la ausencia de un método explícito de análisis cualitativo con una
“acumulación de evidencias” que en la práctica únicamente oculta un
tratamiento superficial de la información.

E) Las conclusiones

El capítulo de conclusiones de un informe de investigación es a menudo el lugar donde


los investigadores e investigadoras noveles se sienten más perdidos. Si todo se ha dicho ya
en el capítulo de resultados, ¿qué más puede añadirse?, ¿deben repetirse simplemente los
mismos hallazgos pero de forma resumida?
A nivel genérico, y desde un punto de vista ideal, un capítulo de conclusiones y uno de
resultados tienen que contener informaciones muy diferentes, aunque la base de las
afirmaciones sea la misma (los datos y su análisis). En las conclusiones, lo redactado debe
ser sintético y preciso, y el contenido necesita orientarse a la evaluación de la investigación
realizada y de sus aportaciones. Esta evaluación debe referirse tanto a los aspectos teóricos
como a los metodológicos. Y las aportaciones, siempre ser puestas en relación con la
literatura existente. Sin estas referencias al conocimiento teórico existente, resulta difícil
demostrar si se han realizado aportaciones novedosas y originales o simplemente se han
confirmado aspectos ya conocidos de la realidad social. Incluso en este último caso, las
referencias a la literatura deben realizarse: ¿se ha llegado exactamente a los mismos
resultados que investigaciones anteriores?, ¿no es posible aportar siquiera matices al conoci-
miento existente?

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La presentación de los resultados y la redacción del informe final

La clave de un buen capítulo de conclusiones es siempre hacer honor a los objetivos


planteados en la investigación. En un estudio académico los objetivos se orientarán,
presumiblemente, a la generación de conocimiento teórico, por lo tanto, ante esta tesitura no
debemos referimos a los casos concretos que hemos analizado, a no ser que se trate de una
investigación biográfica en que se haya trabajado con un solo caso o se hayan comparado
unos pocos casos (e interesantes en sí mismos). Tampoco conviene limitarse a describir los
hallazgos de la investigación, puesto que estos ya deberían haberse ofrecido en el capítulo
de resultados. Como se ha indicado, en el capítulo de conclusiones los hallazgos deben
ponerse en relación con la literatura revisada; por lo tanto, en cierto modo, se produce un
retomo al marco teórico, o incluso pueden hacerse referencias a fuentes no revisadas con
anterioridad, en la medida en que nos encontremos con fenómenos no previstos inicialmente.
Lo esencial es siempre redactar “teorizando” con los datos (Silverman, 2013: 377). Esta
recomendación es aún más clara cuando se ha seguido una orientación inductiva o abductiva,
en que el análisis está orientado a la generación de teoría o, como mínimo, a su reelaboración.
En una investigación académica también es habitual identificar nuevas direcciones o
desarrollos para la investigación futura y expresar nuevas concepciones, orientaciones o
problemáticas descubiertas que pueden llegar a ser fuente y objeto de nuevas
investigaciones. Asimismo, aunque no siempre es este uno de los objetivos de la
investigación, se destacan los aspectos aplicados de los hallazgos.
En cambio, en un encargo de carácter profesional, los objetivos no están vinculados a la
generación de conocimiento teórico, sino posiblemente a la resolución de un problema
específico, lo cual hay que poner por escrito es el diagnóstico al que se ha llegado y las
recomendaciones de actuación, si procede. En estos casos unas reflexiones de carácter
excesivamente teórico no ayudan; sin embargo, las referencias a los resultados obtenidos en
otras investigaciones o informes ya publicados sí serán pertinentes. Wolcott (2009: 116-119)
ha destacado que en ocasiones resulta complicado ofrecer recomendaciones precisas de
actuación: no siempre se ha dispuesto de toda la información relevante, o las evidencias
pueden apuntar en direcciones contradictorias. Estas circunstancias suelen darse cuando las
recomendaciones de intervención se ofrecen en el marco de una investigación cuyo objetivo
principal no se orientaba a la intervención o la evaluación (3 véase la sección A del apartado
4.1.2), sino que se encuadran en una investigación de carácter descriptivo o explicativo.
Un último apunte respecto a los trabajos de mayor extensión, como tesis doctorales o
memorias de máster: después de cientos de páginas en que la teoría revisada y los datos
analizados eran los protagonistas, el capítulo de conclusiones es también el espacio
destinado a ir más allá de lo que los datos han mostrado. No se trata, como denuncia Wolcott
(2009: 113), de ofrecer un “gran final” o de introducir elementos que se escapan de lo tratado
en el informe para dar un giro teatral e

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inesperado. Pero siempre que se haga con cautela y de forma razonada, el espacio de las
conclusiones puede ser el lugar para ejercer el “pensamiento lateral” (Sil- verman, 2013:
379), es decir, para conectar nuestros hallazgos con conocimientos o realidades más allá de
los puramente disciplinares. Ello permite saltarse algunos de los corsés impuestos por la
lógica académica, lo cual siempre produce una cierta satisfacción intelectual.

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