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NATURALEZA Y CREACION I. Naturaleza, sujeto y cultura Cémo percibe el hombre el ser del mundo en que vive? :De qué manera existe? {Con qué conceptos se expresa esta manera de cxistir del mundo? Ya a finales de la Edad Media, pero, sobre todo, en el Renaci- miento surge una palabra que va a ir adquiriendo cada vez mayor significaci6n: Ja naturaleza. Con ella se designa la totalidad de las cosas, todo lo que es. O, expresado més exactamente, todo lo que es antes de que el hombre ponga la mano en ello. Es decir, los euer- pos celestes, la tierra, el paisaje con sus plantas y sus animales, pero también el hombre mismo, siempre que se entienda como realidad animico-orgénica, Este todo se experimenta como algo profundo, poderoso y magnifico, como una plenitud de vivencia a nuestra dis- posicidn y a la vez, también, como cometido para el conocimiento, la aprehensi6n y la conformacién. La intensidad en el valor de la palabra muestra qué profundos desplazamientos del sentido vital y de la relacién césmica se expresan en ella El concepto de naturaleza es un concepto objetivo que significa aquello que se ofrece al pensar y al obrar; a la vez, empero, es tam- bién un concepto axiolégico y significa una norma valida para este pensar y este obrar: lo sano y exacto, lo sabio y perfecto, en suma, 15 Mundo y persona «lo natural», Frente a ello tenemos lo no-natural, lo artificioso, des viado, enfermizo, pervertido. De este criterio axiolégico se derivan modelos de Ia existencia natural; el hombre tal como debe ser, la sociedad y Ia forma politica natural, la educacién fecunda, el arte noble, y tantos otros, modelos que se significan, por ejemplo, con pto del , es garantia su ficiente de la posibilidad del conocimiento, del juicio moral, etc En el sentimiento, empero, de que esto es asi radica precisamente Jo «nuevo», algo que el lector imaginado no puede aceptar sin mis, una vez que ha traspuesto la linea decisiva. Para el pensamiento de Ja Edad Moderna, un acto de conocimiento 0 un juicio moral se convierten en realmente validos por el hecho de descansar en la au- tonomia del sujeto; un fenémeno que se corresponde con lo que més arriba dijimos sobre el conocimiento desde la naturaleza y so- bre el criterio axiolégico de la naturalidad. Con ello no se afirma que el sujeto mismo fuera plenamente cognoscible; el mismo Kant, por ejemplo, sitiia en la ley moral interior toda la profundidad del misterio, un misterio que, caracteristicamente, es relacionado por 41 con la impresién numinosa del ciclo estrellado, es decir, con la naturaleza. La personalidad y el sujeto son, en principio, tan poco comprensibles como la naturaleza, pero lo que se comprende des de la personalidad y desde el sujeto esta comprendido validamen- te. Un retroceso al ambito metafisico es tan imposible partiendo de la personalidad y del sujeto, como partiendo de la naturaleza. También la personalidad se prolonga en el campo religioso, y el genio es sentido como algo numinoso. El poeta, el artista, el hom- bre de accién, aparecen como algo misterioso, y existe la tendencia a ponerlos en relacidn con la idea de los dioses. El nuevo concepto de la fama expresa la irradiacién suprahumana que, procedente de las grandes personalidades, sigue iluminando la historia. La sub- jetividad se pone en relacién con el espiritu universal a través del sujeto en general», y se convierte en su expresidn directa. El pen: samiento recibe desde aqui un cardcter religioso, y éste se vierte en la idea de la «ciencia», prestindole una significaci6r tonces desconacida, Naturaleza y Creacién Naturaleza y sujeto —designando también con esta palabra la personalidad— se enfrentan la unaal otro como hechos titimos. La cexistencia esté dada como naturaleza y como sujeto, detris de los cuales no se puede retroceder. Entre ambos surge el mundo de las acciones y de las obras humanas. Este mundo descansa sobre aque- los dos polos, encuentra en ellos su presuposicién, es caracterizado por ellos, pero, de otro lado, posee frente a ellos una independencia singular. Es un mundo que se determina por un tercer concepto, peculiar también de la Edad Moderna: el concepto de «cultura». La Edad Media poseyé una cultura del mas alto valor. Tendié al conocimiento y construyé en sus «Sumas» un alto universo de evi- dencias. Cre6 obras grandiosas, realiz6 acciones arrojadas y confor- m6 drdenes de la convivencia humana de tiltima validez. Todo ello se realiz6, empero, en una actitud que, si hubiera tenido conciencia de si, se hubiera entendido a si misma como una contribucién al acabamiento de la obra universal divina. El hombre se esforzaba en realizar la obra, pero no en reflexionar sobre esta obra, y ello porque lo que le interesaba era lo que habia que crear, y no él mismo como creador. También aqui cambian las cosas con la Edad Moderna. La obra humana recibe una nueva significaci6n, y una nueva signifi- caciGn también el hombre como su productor, La obra humana se incorpora el sentido que antes habia alentado en la obra divina del mundo, El mundo pierde su cardcter de ereaci6n y se convierte en «naturalezay; la obra humana pierde la actitud de servicio determi- nado por la obediencia a Dios y se convierte en «creacién»; el hom- bre mismo, que habia sido antes adorador y servidor, se convierte en «creador>. Todo ello se expresa en la palabra «cultura». También en ella anida una pretensién de autonomia. El hombre pone mano en la cexistencia para conformarla de acuerdo con su propia voluntad. Al ver al mundo como naturaleza, se lo quita a Dios de las manos y lo hace descansar sobre si mismo. Al entenderse como personalidad y sujeto, se emancipa del poder de Dios y se convierte en sefior de su propia existencia, En su voluntad de cultura se dispone a construir a Mundo y persona mundo, no en obediencia frente a Dios, sino como obra propia. Y, ef con la fundamentacién de la ciencia moderna, de la que, a su vez, va tivamente, la constitucin del concepto de cultura coincide a salir la técnica. Esta tiltima, empero, constituye la suma de todos aquellos medios y procedimientos por los cuales el hombre se libera , en cuya virtud se de las barreras de las conexiones organic hace capaz de proponerse fines a su arbitrio y de conformar de nuevo lo dado. Lo que en esta voluntad alienta se pone de ma nifiesto en la doctrina de la autonomia de la cultura, la cual va liberando progresivamente la ciencia, la politica, la economia, elarte, la pedagogia, de las vinculaciones de la fe, y no sélo dela fe, sino también de toda ética ob! nte, y haciéndolas reposar sobre si mismas. También esta cultura adquiere carécter reli gioso. En ella se revela el secreto creador de la existencia, se que se le conciba como fundamento primario de la naturaleza © como potencia de la personalidad o como espiritu universal También la cultura aparece como algo tltimo, que garantiza a hombre el sentido de Ia existencia: «Quien tiene arte y ciencia, tiene también religién» La estructura psicolégica o la situacién en la historia del espiritu determinan cémo se relacionan reciprocamente los hechos prima rios de la naturaleza, del sujeto y, entre ambos, de la cultura. Puede situarse el centro de gravedad en la naturaleza y entenderse al sujeto como su érgano; asi, por ejemplo, en la filosofia de la naturaleza del Renacimiento y del romanticismo. En este caso la cultura apa rece también como emanacién de la naturaleza, como su autocons truccién, trascendente a ella misma y hecha posible por el eslabén intermedio del sujeto reflexivo. O bien el centro de gravedad se desplaza al yo, y la naturaleza aparece como una masa castica de posibilidades, de las que el sujeto, conformando auténomamente, hace surgir el mundo de la cultura, tal como ocurre en Ia filosofia de Kant. O bien, finalmente, pueden considerarse la naturaleza y el sujeto como pilares equivalentes de la relacién, sobre los cuales, Naturaleza y Creacién como sucede en Hegel, tiene lugar el acontecimiento supranatural y suprapersonal del devenir de la cultura ‘También el campo de la religion experimenta una interpreta- cidn diversa. Lo divino se inserta en la naturaleza y se equipara con su profundidad creadora; o se sitia en el interior de la per- sonalidad, en el énimo, en la genialidad y aparece como su fuente misteriosa; 0 se ve en él el principio espiritual y creador de la exis tencia que se despliega en el proceso de la creacién cultural... La relacién puede también construirse, sin embargo, sobre la base de la separaci6n, tal como lo hacen el deismo y el racionalismo. En este caso, «Dios» queda situado a tal distancia del mundo, que no puede afectar ni a la naturaleza o al sujeto en su autonomia, ni a la obra de la creacién cultural en su desarrollo propio... Una tltima posibilidad consiste, finalmente, en tener al Ambito de lo religioso por peligroso para la libertad y pureza del mundo, eliminéndolo totalmente. Es lo que tratan de hacer el positivismo y el materia~ lismo en sus diversas formas. A la pregunta formulada al principio, de en qué forma es él exis- tente, la conciencia de la Edad Moderna contesta diciendo: como naturaleza, como sujeto y como cultura, La estructura de estos mo- mentos significa un algo tlkimo, tras el cual no puede retrocederse; un algo auténomo que no necesita ninguna fundamentacién y que no consiente tampoco ninguna norma sobre si. Esta respuesta pro- viene de la época, entendida como una totalidad, y no depende, por ello del individuo. Expresa una actitud toral en la que nace inserto cl individuo y con la que éste tiene que enfrentarse polémicamente Como forma perceptiva preliminar y como patrimonio comtin, esta actitud actia, de una u otra forma, en la conciencia de cada indivi duo, incluso cuando éste la contradice. Bajo su influjo se encuentra también la manera en que son ex- perimentados, recibidos y convertidos en contenidos del obrar la realidad religiosa, Dios y su reino. Este influjo puede destruir toda relacién positiva con la revelaci6n, pero actiia también alli donde 2B Mundo se mantiene la fe. Este influjo actia en el pensar y en el sentir del creyente, y produce las especificas dificultades religiosas de la Edad Moderna, que pueden condensarse en la siguiente pregunta; si el mundo es realmente tal como lo hemos expuesto, ¢pueden ser la Igle el Dios sacrosanto personal, que es presuposicién de todo ello? la Encarnacién divina, la revelacién y, finalmente, puede ser 11, Elser creado del mundo N cién y a estas concepciones, ya que no sélo se trata de algo muy es facil adoptar una actitud adecuada respecto a esta situa complicado, sino, ademas, de algo determinado por puntos de vista que se limitan y se oponen recfprocamente Ante todo, habria que preguntarse qué hay de exacto en las ideas de naturaleza, sujeto y cultura que acabamos de exponer. La forma directa con que la Edad Media vio la realidad absoluta de Dios y la vida eterna prometida, como lo propiamente verdadero, amena 26 —en principio, e independientemente de la intensisima plenitud de vida y de creacién— con desvalorizar lo finito y temporal. Lo finito aparecia slo como el reflejo inapropiado de lo absoluto y el tiempo como el preludio inesencial de la eternidad. Se sentia tan ntensamente el caricter simbolico de la creaci6n, que no se atribu y6.a ésta suficiente realidad. A partir de finales de la Edad Media la uuerza de lo religioso se hizo cada vez mas débil. El impetu hacia la trascendencia, que se habia impuesto antes en todos los puntos de la existencia, cede ahora. La atmésfera religiosa que antes habia josa inmediatamente sentida, qu abarcado todo, la corriente religi abia abarcado todo, la corriente religiosa inmediatamente senti da, que habia penetrado todo, se volatiliza ahora. Para emplear una expresién ya acufiada, el mundo «se desencanta». La realidad finita se destaca de una nueva manera: en su dureza y su urgencia, en su plenitud de sentido y su carfcter valioso. Lo finito como tal penetra 4

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