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Consideramos importante que el lector los conozca y reconozca. Primero para traer a la
consciencia ese enemigo cuando aparezca y poder “vencerlo”, metafóricamente hablando, y
segundo porque deberán identificarlos en sus clientes cuando surjan durante las
conversaciones de coaching.
Esto quiere decir, que conocer los enemigos del aprendizaje tiene un rol de crecimiento
personal, pero a su vez, una importancia en el desarrollo de la profesión. Insistimos: tanto el
coach como el cliente traen estos enemigos durante las conversaciones.
Confundimos saber con tener respuestas. Viene acompañado con emociones como la
vergüenza, la culpa, el miedo o el orgullo. Lastimosamente es heredado por el sistema
educativo de nuestra sociedad: si tengo respuestas soy bueno y, sino tengo respuestas es
que no sé.
Nos perdemos la posibilidad de responder un “no sé” que, como veremos más adelante, es
una de las declaraciones fundamentales del lenguaje. Aunque la lista no está hecha en orden
de importancia, éste es tal vez, el enemigo más común.
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Sin este momento de duda, el aprendizaje no puede ocurrir. Por ejemplo: ¿conoces alguna
pareja que se lleve muy mal y ni siquiera ha pensado que pueden estar requiriendo ayuda?
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No tengo tiempo para estos temas del alma, para estos temas sin respuestas claras. Si existe
un enemigo del aprendizaje especial de nuestro tiempo, es este. Somos víctimas del apuro
cotidiano.
El ritmo del mundo nos deja sin tiempo. El mundo no nos deja aprender. Detrás de este
enemigo están ocultos muchos aspectos ontológicos colectivos, es decir, de toda la
sociedad, como el sentido de tener que ser productivos.
Se ha llegado al punto de que hasta los momentos de ocio deben ser efectivos. ¿Dónde
queda la tranquilidad y la serenidad? ¿El tiempo para la meditación y la reflexión?
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Nuestra negligencia para crear contextos emocionales adecuados para el aprendizaje, por
ejemplo cuando centramos nuestra atención sólo en los aspectos informativos, lo frena у
hasta lo impide.
No creemos que sea sorpresa para nadie que una atmósfera de respeto у cariño es más
fructífera en términos de aprender que otra de indiferencia o miedo. Podemos decir por todo
esto "que el contexto enseña más que el texto".
Un simple descubrimiento en un ambiente de apoyo es más aprendizaje que una obra de arte
conocida a través de la imposición y el apremio.
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Las nuevas acciones deben realizarse recurrentemente hasta que el cuerpo pueda
producirlas naturalmente, sin reflexión. El aprendizaje tiene lugar en el cuerpo del aprendiz.
Por cierto, para que se produzca esta alteración corporal, el sistema nervioso del aprendiz
debe modificarse de un modo u otro. Sin embargo, cuando hablamos de la corporalización
no sólo estamos refiriéndonos a cambios particulares del sistema nervioso. Estamos
apuntando a un dominio conductual.
Simplemente estamos diciendo que el cuerpo del aprendiz debe ser capaz de desempeñar
acciones que no era capaz de realizar antes. Cualquier cosa que hagamos, la hacemos con
nuestro cuerpo. Cuando se reconoce esto, nos alejamos del supuesto de que el aprendizaje
es un proceso que sólo tiene lugar en la mente.
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Un piloto sabe, de lo contrario no nos subimos a un avión con alguien que tiene muchas
opiniones inteligentes sobre volar.
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7- No dar autoridad
No hay nada nuevo bajo el sol, esto ya lo escuché. Criticamos o minimizamos al profesor de
turno. Dijimos que un primer paso en el proceso del aprendizaje es reconocer que no
sabemos. A esto lo llamamos nuestra declaración de ignorancia.
Un segundo paso es encontrar a alguien de quien podamos aprender, a ese alguien que nos
pueda enseñar. A esto lo llamamos nuestra declaración de maestro.
Advirtamos que no hemos dicho que este segundo paso implique "encontrar" un maestro,
sino "declarar" a uno.
Por cierto, para ser capaces de declarar que alguien puede ser nuestro maestro, debemos
encontrar a una persona que sepa. Pero el que una persona sepa no la convierte en maestro.
El hacer de alguien un maestro involucra otros aspectos importantes. Cuando declaramos a
alguien como nuestro maestro, le otorgamos confianza y autoridad.
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Nada de esto sucede con los seres humanos: desde bebés, aprendemos en saltos, en
verdaderas explosiones, cuando aprendemos a hablar, a caminar, a andar en bicicleta,
cuando aprendemos competencias sociales, etc. Hay momentos de repetición, de
obscuridad, de retroceso, y hay momentos de avances gigantescos, de salto; y hay
momentos fundamentales, que llamamos estar en la planicie, en que, aparentemente no
avanzamos nada, y sin embargo estamos en lo profundo del aprender.
Suelen ser reiteradas preguntas que comienzan con “Y qué pasa si…”, “en caso de que…”.
Prefieren que les contesten cualquier receta, antes que les digan “no sé”. Tal vez, en el fondo
hay un miedo a perder el control de la situación.
10- La Gravedad
Es una actitud que alguna gente asume cuando cree que sabe, o lo que es casi lo mismo.
Cuando cree que el saber que posee le otorga un estatus ontológico especial.
Los síntomas son la voz engolada, y la mirada muestra un cierto desprecio por el ignorante,
las palabras son rebuscadamente difíciles y, si es posible, se citan autores por cada frase. La
risa está ausente. El dicho preferido de los graves es "la risa abunda en la boca del tonto".
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11- La Trivialidad
Este es uno de los enemigos más brutales del aprendizaje por las consecuencias sociales
que produce. Así como el grave "pretende" seriedad sin conseguirla, quien vive en la
trivialidad no puede, por su parte, hacer nada seriamente.
12- La Comodidad
La zona de confort. Personas que tropiezan con la misma piedra una y otra vez, pues son
incapaces de escuchar a su maestro interior. El miedo a lo desconocido generalmente es un
impedimento. Requieren de mucho valor para salir a explorar lo nuevo.
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No tener ningún enemigo del aprendizaje es una paradoja, porque quien no lo encuentra es
porque su propio enemigo no le permite identificarlo, y queda atrapado ahí.
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