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Alianzas rebeldes
Un feminismo más allá de la identidad
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ISBN: 978-84-18684-11-1
ISBN e-book: 978-84-18684-62-3
Déposito Legal: DL B 8042-2021
Prólogo11
Introducción15
Agradecimientos25
Bibliografia217
Prólogo
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Alianzas rebeldes
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Prólogo
Empar Pineda
Barcelona, 2021
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Introducción
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Alianzas rebeldes
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Introducción
unidad del feminismo que siempre ha tenido sus ganadoras y sus ex-
cluidas– la que más puede debilitar los objetivos feministas con los que
tantas personas estamos comprometidas. Demasiadas veces hemos oído
utilizar el feminismo para justificar que «ahora no toca» , que « no es el
momento» , que « hay que cerrar filas» , que « no nos viene bien» plan-
tear dudas o ser críticas dentro de nuestros propios espacios y movi-
mientos. El deseo de avanzar en los derechos, libertades y autonomía
de las mujeres y el empeño por combatir los abusos y discriminaciones
nunca debe usarse como argumento para negar las diferencias, acallar
las críticas o estigmatizar los desacuerdos. Las diferencias van a perma-
necer y los debates pueden enriquecer las ideas y las acciones; es en el
marco de la acción política – que asume el conflicto y aborda los des-
acuerdos– donde podremos encontrarnos. Esta apuesta por la cultura
política de la diversidad recorre este trabajo colectivo en su conjunto,
pero es específicamente tematizada en la primera parte de este libro.
Paloma Uría recuerda que el feminismo ha estado siempre atravesado
por diferencias y que la mayoría de los debates que existían ayer siguen
existiendo hoy. Clara Serra y Santiago Alba Rico escriben contra el
dogmatismo y defienden un feminismo sin trampas identitarias ni cen-
suras securitarias.
Otra de las grandes apuestas de este libro es la crítica al poder punitivo
y por eso estas páginas dan espacio a las voces que estos últimos años se
han manifestado contra la incorporación por parte de algunos feminismos
de las lógicas del castigo. Al compás de las reformas legales para enfren-
tar las violencias machistas, especialmente en el marco de los debates
entorno a la violencia sexual, han crecido los discursos centrados en las
soluciones penales y, en nombre de la protección de las mujeres, se han
defendido las respuestas punitivas. Ahora bien, si el feminismo quiere
ser una alternativa a las formas tradicionales y autoritarias del poder y
a las nuevas amenazas de la ultraderecha no podrá serlo si no es renun-
ciando a las recetas reaccionarias. Si el feminismo quiere transformar
el poder no podrá hacerlo reproduciendo las formas patriarcales del
poder. Este libro defiende la transformación social como nuestra gran
tarea. Lo hace desde la convicción de que para combatir las violencias
que se ejercen sobre las personas en razón de su género u orientación
sexual, es necesario no centrarse en el castigo de las conductas indivi-
duales sino en la prevención, la educación, la lucha ideológica y el com-
bate de las condiciones estructurales. Apostar por la transformación
social y la justicia, y no por la venganza y el castigo, supone hacerse cargo
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de algo que nos han enseñado los análisis feministas: las violencias
tienen un origen social, cultural y estructural y no podrán ser erradica-
das a través de un sistema penal que solo puede individualizar sus cau-
sas y es incapaz de enfrentar las estructuras que las reproducen. El
castigo, aunque a veces sea inevitable, es ya la prueba de un fracaso.
Los textos de Paz Francés, Laura Pérez, Violeta Assiego o Miren
Ortubay son una decidida crítica contra el punitivismo, es decir, contra
el recurrente recurso al Código Penal y a su endurecimiento con los que
algunos feminismos pretenden abordar y solucionar los problemas so-
ciales. No obstante, a lo largo de sus aportaciones, cabe encontrar dife-
rentes perspectivas. Algunas autoras, como Paz Francés, se sitúan
dentro de una línea abolicionista del sistema penal, mientras otras, como
Violeta Assiego, se centran en la necesidad de reformarlo desde el en-
foque de los derechos humanos. Hay una pluralidad de miradas, pero
todas ellas nos invitan a dedicar nuestras energías a cambiar los com-
portamientos machistas a través de la transformación de las institucio-
nes y estructuras que los promueven y a través de la educación en la
igualdad y el fortalecimiento de nuestra libertad.
La incorporación de soluciones punitivas por parte de algunos
discursos feministas no es la única inercia conservadora que existe en
el feminismo hoy. La importancia de las cuestiones relativas a la vio-
lencia sexual genera también una proliferación de discursos centrados
en el peligro que supone el sexo para las mujeres y que reintroducen
viejos moralismos patriarcales y formas de recortar la libertad sexual.
Los últimos años hemos visto con preocupación cómo se censuraban
jornadas dedicadas a debatir sobre el trabajo sexual y hemos asistido a
un recrudecido silenciamiento de las prostitutas, a las que se les sigue
impidiendo aparecer en el espacio público con su propia voz. Hemos
visto cómo se hacían campañas para prohibir seminarios que analizaban
la pornografía en la Universidad y cómo se censuraban carteles e imá-
genes con desnudos femeninos por considerarlos denigrantes. Las
autoras que en este libro toman la palabra para hablar de la sexualidad
quieren defender que no hay nada denigrante en el cuerpo de las per-
sonas, que no hay nada inmoral en el deseo, ni en sentirlo ni en hacerlo
sentir. Y ni es censurable la exposición pública de los cuerpos ni son
asumibles las constantes prohibiciones que se producen invocando un
supuesto ataque a la dignidad de la mujer. De nuevo, si queremos que
el feminismo transforme nuestra sociedad, en vez de ser el incauto
colaborador de la reacción, la solución no es la censura. Para combatir
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Introducción
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verdad». Quizás es más necesario que nunca recordar hoy que muchos
feminismos críticos han puesto en duda que el feminismo deba ser un
movimiento identidario basado en el sexo biológico o en una supuesta
identidad femenina. Las mujeres somos diversas tanto por lo que res-
pecta a la percepción de nuestra identidad personal como a nuestra
situación social, con diferencias muy profundas. Además, son muchas
las personas que adquieren una percepción difusa de la propia identidad
genérica o que transitan hacia un género diferente al que les fue asignado
socialmente o que no quieren hacer política desde una adscripción iden-
titaria. El feminismo que se defiende en este libro tiene como objetivo
el combate contra todas las injusticias y discriminaciones derivadas de
la existencia de obligaciones y sanciones hacia hombres y hacia muje-
res y entiende que son muchas las personas (no solamente las mujeres)
que se ven afectadas por el patriarcado, sus mandatos y sus imposicio-
nes. Pero es, además, un feminismo que apuesta por reunir a todas y a
todos los que, más allá de nuestras identidades, nuestros cuerpos y
nuestros agravios, queremos cambiar nuestra sociedad y sus desigual-
dades. Parece, sin duda, una rebeldía aspirar a esas alianzas, pero este
libro quiere trabajar por un feminismo amplio, plural y mestizo más allá
de la identidad. En la cuarta parte de esta obra Josetxu Riviere, Sejo
Carrascosa y Miquel Missé defienden sus ideas acerca de un feminismo
que cuente con los hombres y los incluya, de un movimiento trans no
identitario y de una izquierda cuyo objetivo sea una lucha común más
allá de nuestras diferencias.
Puede ser que en algún momento sea interesante apostar por unas
identidades políticas débiles, transitorias y contingentes. Pero, antes que
«mujeres», «maricas» o personas «racializadas» o «trans», somos perso-
nas que nos unimos no por lo que somos sino por lo que queremos, por
el proyecto político que defendemos. Lo que compartimos es más im-
portante que lo que nos diferencia y son esos objetivos compartidos los
que nos mueven.
Por último, hay en estas páginas una apuesta por combatir las gran-
des desigualdades económicas y estructurales que nos atraviesan a todos
y a todas, por defender sin tibiezas los derechos de las personas más
golpeadas por la pobreza y la precariedad, así como por las fronteras y
el racismo institucional. Los recortes en las políticas sociales, la globa-
lización económica y el dominio del poder económico sobre el poder
político presentan un panorama de crisis socioeconómica que los femi-
nismos deben enfrentar. Forma parte de los objetivos de un feminismo
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Introducción
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Introducción
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Este libro quiere continuar los caminos, las perspectivas y las reivindi-
caciones de un feminismo sin miedo a la pluralidad de su sujeto y de
un feminismo decidido a poner a la cabeza de sus prioridades la falta
de derechos de las más vulnerables. Rescatar esta genealogía nos parece
importante para afrontar los debates actuales del feminismo español,
unos debates en los que un sector pretende negar la participación y la
voz de las trabajadoras del sexo o de personas trans borrando una parte
de la historia del feminismo. Somos muchas las y los feministas que en
estos cuarenta años hemos cuestionado que el feminismo sea una lucha
identitaria sólo de las mujeres, que apostamos por seguir construyendo
un movimiento que no esté basado en el sexo biológico ni en la guerra
con otros sujetos políticos. Y, aunque parezca una rebeldía en tiempos
de identidades fuertes, este libro es sobretodo un alegato a favor de un
movimiento para todas y todos los que queremos transformar las desi-
gualdades en una lucha feminista común desde la suma, la confluencia,
la fuerza colectiva y las alianzas.
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Agradecimientos
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de las trabajadoras sexuales. Gracias a todos y todas las que nos hemos
ido encontrando para pensar juntos y juntas porque sin ese calor y esa
inteligencia colectiva este libro no habría visto la luz.
Gracias, por supuesto a las autoras y los autores. Gracias a Paloma
Uría, a Santiago Alba Rico, a Clara Serra. Gracias a Paz Francés, a
Violeta Assiego, a Laura Pérez y a Miren Ortubay. Gracias por sus
textos también a Laura Macaya, a Cristina Garaizabal, a Noemi Parra,
a Miquel Missé, a Sejo Carrascosa y a Josetxu Riviere. Gracias a Siobhan
Guerrero, que desde México ha participado en este proyecto, y gracias
a Nuria Alabao. Y, por último, muchas gracias a Rafaela Pimentel y a
Iris Aldeide porque sus entrevistas han sido fundamentales para recoger
en este libro sus testimonios y sus voces como parte fundamental de los
análisis que contienen los textos de Mamen Briz.
La preparación de este libro, que ha implicado más de un año de
duración y ha estado atravesada por la crisis del Covid-19 y los periodos
de confinamiento, ha contado con la importante colaboración de Mi-
riam Solá al comienzo del proceso y con la coordinación llevada a cabo
por Cristina Garaizabal, Laura Macaya y Clara Serra hasta el final.
Queremos, por último, agradecer a Bellaterra y, especialmente, a
Simón Vázquez, que hayan apostado por dar espacio editorial a un libro
arriesgado que quiere abrir debates serenos y calmados en momentos
de tanto ruido. Gracias por la valentía, por la confianza y por todas las
horas dedicadas.
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Dedicado a todas las personas que incluso en los tiempos más difíciles
defienden sus ideas con pasión.
Primera parte
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1.
El feminismo surca aguas procelosas
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1. El feminismo surca aguas procelosas
La construcción de la identidad
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iba consolidando, las relaciones con una parte importante y visible del fe-
minismo fueron fluidas, pero otra parte del movimiento se fue mostrando
cada vez más crítica con la inclusión de las mujeres transexuales en el fe-
minismo. Hoy esta posición se ha radicalizado. Algunas feministas cualifi-
cadas hacen derivar la identidad femenina solamente de las características
anatómicas e identifican la morfología sexual con el género, por lo que ven
con sospecha, desconfianza y rechazo la transexualidad. Además, no com-
prenden que se pueda adoptar una identidad de género débil o mutable, ni
entienden el deseo intenso de tránsito de género. Sorprende y preocupa la
actitud de rechazo y de hostilidad que algunos grupos manifiestan hacia las
mujeres transexuales y su participación en el movimiento feminista.
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1. El feminismo surca aguas procelosas
La sexualidad
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1. El feminismo surca aguas procelosas
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Y no se explica por qué una mujer puede sentir un crimen machista más
que un crimen racista si la víctima es un hombre. ¿Acaso la solidaridad de
género debe prevalecer sobre la solidaridad humana?
El movimiento feminista ha mantenido a los hombres alejados de su
lucha. En casos extremos del feminismo más radical, porque los consi-
deran sustentadores de la opresión y discriminación de las mujeres, con-
fundiendo el plano estructural con el individual. En el mejor de los casos,
reconociendo que existen hombres justos que comprenden las reivindi-
caciones del feminismo, se les confiere el papel de apoyo o de aliado
circunstancial, probablemente pensando que su participación más activa
puede devaluar, difuminar el perfil feminista, es decir, la identidad de
género que lo sustenta. En el fondo también subyace la idea de que solo
se puede luchar con decisión contra una injusticia cuando esta se sufre
directamente. Se da por cierto que el conocimiento procede solo de la
experiencia y no de la información, de la razón, de la reflexión. No se
tiene en cuenta que las mujeres hemos participado en luchas contra
injusticias o desigualdades que no nos afectan directamente.
El victimismo hace que se reclame cada vez más protección al Es-
tado, a través del ordenamiento legislativo y jurídico, un proteccionismo
que en casos individuales extremos puede ser necesario, pero que, ge-
neralizándolo, no contribuye a potenciar la autonomía personal de las
mujeres, sino que las infantiliza y pone en cuestión su capacidad de
decisión. La misma tendencia del feminismo al proteccionismo se ma-
nifiesta con el recurso a acudir a la denuncia o a exigir la prohibición o
censura de determinados actos. Este feminismo, que ha adoptado una
determinada ética en materia de sexualidad o de comportamiento en la
relación entre los géneros, exige y con frecuencia consigue que el Estado
haga suya su ética, coartando la libre decisión, acertada o no de las
personas, como ocurre en el caso de las trabajadoras sexuales.
La apelación a los tribunales y a las censuras y prohibiciones se ha
convertido en un recurso demasiado utilizado en los debates y enfren-
tamientos sociales. Se pretende solucionar mediante vías autoritarias
cuestiones que deberían tratarse desde el debate social, la educación
y la capacidad de convivir con las discrepancias y con lo que no nos
agrada o nos molesta. Frente a las prohibiciones y censuras debería
predominar la libertad de expresión, que nos permite, además, ejercer
con firmeza el derecho a la crítica ante las discriminaciones o mani-
festaciones de machismo o ante cualquier ataque a la dignidad e igual-
dad de las personas.
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1. El feminismo surca aguas procelosas
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2.
Más allá de nosotras mismas
CLARA SERRA
Mark Fisher
Wendy Brown
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2. Más allá de nosotras mismas
1 Fisher, Mark. «Salir del castillo del vampiro». On line en la revista Sin permiso.
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tanto, todo ese trabajo de tratar de acortar las distancias con los otros,
hablar con los otros, tratar de convencer y cambiar a los otros. A los
otros, simplemente, no se les espera para nada; queremos hablar solo
entre nosotros mismos. O entre nosotras mismas. En efecto, esa iden-
tidad que se reafirma cada vez que ponemos en valor todas las dife-
rencias que nos separan abismalmente de los demás es, ante todo, una
inmensa derrota política, el abandono de todo intento de transformar
el mundo, de transformar a las personas, de transformar lo que las
personas piensan. Es, simplemente, la claudicación de la política y el
fracaso −celebrado− de toda transformación social.
La crítica de Fisher tiene máxima vigencia en este tiempo extraño
en el que es habitual que para demostrar nuestro compromiso con unas
ideas presumamos que no estamos dispuestas a discutirlas con nadie,
a explicárselas a nadie y, en definitiva, a defenderlas ante nadie que no
las comparta ya. Sentarse a hablar con quien sostiene ideas contrarias
a las nuestras −y defender nuestras ideas, por lo tanto, allí donde más
falta hace hacerlo− puede ser no solo impopular sino un verdadero
acto de traición a «los nuestros». Este fanatismo es sin duda uno de
los síntomas más inquietantes y desoladores de nuestro presente y
hace de nuestra paupérrima cultura del debate un escenario en el que
leer las inercias más dogmáticas e identitarias de la época que vivimos.
Existe un sentido común compartido que celebra la rendición y per-
petúa los bandos identitarios, que nos dice que demos por perdidos a
todos los que no piensan ya como nosotros, a todos los que no están
ya en nuestra trinchera, a todos los que no son como nosotros. Invita
a pensar que los males de quienes tenemos enfrente, no pueden ser
ignorancias, errores o equivocaciones que podemos evitar, remediar y
cambiar −con política, con alianzas, con solidaridades, con empatía,
con camaradería, con alguna forma de vínculo que sobreviva a las
diferencias− sino males que les definen, que son parte de su naturaleza,
que tienen que ver con quiénes son, que son consustanciales a su
identidad y que son, por tanto, inevitables. Da, por tanto, por inmu-
tables las fronteras que nos dividen y, de esta forma, las consolida, las
perpetúa, las fortifica. Y así, en la reificación de las identidades de los
de enfrente, consolidamos también la nuestra. La identidad −por ejem-
plo ser mujeres, ser excluidas, ser víctimas de la violencia− no es un
punto de partida para una política que tiene como objetivo trascender
ese lugar, es un lugar a conservar, un destino santificado y mistificado
en el que permanecer.
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2. Más allá de nosotras mismas
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2. Más allá de nosotras mismas
Tanto Wendy Brown como Mark Fisher hacen uso de Nietzsche para
analizar críticamente los discursos contemporáneos de los movimientos
identitarios que restauran el imaginario cristiano de la víctima. También
Santiago Alba Rico ha alertado sobre los peligros de una política que
convierte en su sujeto político a esta «víctima sacrificial», una «víctima
(que) debe ser pura, completa, sin mancha2», una víctima siempre buena
que debe cumplir con virtud y santidad su papel de víctima absoluta y
perfecta. Justamente las mujeres, candidatas preferidas para encarnar a
las víctimas inocentes y sacrificiales de las religiones, y patrulladas du-
rante siglos por una moral cristiana que ha vigilado la virtud y la san-
tidad femeninas, deberíamos conocer bien la trampa que implica ocupar
ese lugar. El correlato necesario de esta premisa que algunos feminismos
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2. Más allá de nosotras mismas
La culpa y el castigo
Wendy Brown
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2. Más allá de nosotras mismas
vez de asumir una discusión pública en los tiempos del interés por el
feminismo? ¿Por qué dejar de intentar convencer a los lectores, a los
oyentes o a los espectadores rebatiendo en público a sus antiguos pres-
criptores de opinión? ¿Por qué asumir una posición derrotista y perde-
dora cuando tenemos tanto que ganar?
En los tiempos que vivimos, con un campo social polarizado, un
espacio público estrechado por la lógica belicista de las redes sociales y
al compás de unas políticas identitarias centradas en el daño y el agravio,
los llamados delitos de odio se han convertido en uno de los instrumen-
tos penales más recurrentes para (supuestamente) proteger a los colec-
tivos vulnerables. Dean Spade, como otros activistas y colaboradores
reunidos en torno a Against Equality, han puesto sobre la mesa los peligros
de engrosar un sistema penal cuya violencia acaba cayendo contra la po-
blación negra, las personas migrantes, pobres o las personas trans y queer.
Los delitos de odio, recibidos con júbilo por gran parte de la izquierda e
incorporados a las legislaciones LGTB de los últimos años, son hoy el
gran coladero para poner en marcha políticas identitarias. Son el instru-
mento jurídico para muchas de las restricciones de nuestras libertades de
expresión llevadas a cabo no solo por los gobiernos sino también por
empresas privadas de la comunicación3, a las que estamos invistiendo de
legitimidad y poder para limitar derechos fundamentales.
Dean Spade plantea una cuestión que recorre también este artículo:
la búsqueda de reconocimiento como víctima o subalterno entraña siem-
pre el peligro de reproducir el poder y las relaciones que producen la
subalternidad misma. «Esta […] experiencia continua de marginaliza-
ción […] este anhelo desesperado por reconocimiento, salud y seguridad
puede hacer que invirtamos esperanza en el único método de respuesta
a la violencia que muchas personas habíamos escuchado: el encarcela-
miento y el exilio. Muchas personas queremos escapar a los estigmas de
homofobia y transfobia, y que se nos reconoza como «buenas» (buenos,
buenes) en el ojo público. En las políticas contemporáneas, ser una
«víctima de crimen» produce más empatía que ser una persona consi-
derada «criminal». Al desear reconocimiento dentro de los términos de
este sistema, se nos lleva a luchar por legislaciones criminalizantes que
3 Véase la ley francesa aprobada en 2019 contra el odio en internet, que ha dispa-
rado el control y las investigaciones por apología del terrorismo, habilitando a las
plataformas de redes sociales a eliminar los contenidos y produciendo una censu-
ra que algunos activistas LGTB franceses han padecido y denunciado.
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Mark Fisher
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2. Más allá de nosotras mismas
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2. Más allá de nosotras mismas
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3.
Vivir en peligro
En los años sesenta del siglo pasado el sociólogo italiano Ernesto de Mar-
tino forjó el concepto de «oligosemia» para describir el proceso de dese-
camiento o deshidratación del sentido en virtud del cual la relación
palabra-significado se empobrece hasta la univocidad más claustrofóbica.
De Martino lo utilizaba para describir, entre otros fenómenos, los fana-
tismos religiosos y, en general, los puritanismos ideológicos, que impo-
nen circuitos cerrados de significación casi tautológicos: solo hay una
forma de nombrar a Dios –o el gobierno o el sexo– y cualquier otra no
autorizada pone en peligro la estabilidad del mundo y, desde luego,
nuestra propia seguridad. Ahora bien, ateniéndonos a esta misma lógica,
también podríamos decir –al revés– que toda oligosemia, religiosa o no,
entraña e induce un puritanismo: reclama una sola forma de desear, una
sola forma de conocer el mundo, una sola forma de reconocer al otro,
una sola forma de vestir e incluso una sola forma de saludar. La esta-
dounidense Mary Douglas, en su clásico Peligro y pureza, interpretaba
la voluntad colectiva de pureza como una defensa contra el desorden
que nos amenaza siempre desde el exterior y frente al cual delimitamos
precisamente un interior cada vez más encogido y más pobre.
Añadamos que la oligosemia suele aparecer en períodos de crisis
general y como contrapunto o reacción a lo que yo he llamado, a la vez,
«episemia» o, más radicalmente, «pansemia», para describir, en el otro
extremo, el exceso enfermizo de significación y la desintegración del
sentido por saturación: las palabras significan tantas cosas, y tan
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dispersas, que dejan de tener significado; nos contagian, por así decirlo,
su insignificancia y ello hasta tal punto que el lenguaje mismo, exte-
nuado, pierde la capacidad de comunicar. Si la oligosemia deja el signi-
ficado en manos de una tradición normativa impersonal, la pansemia
lo corroe, emancipado de todo patrimonio común, a fuerza de arbitra-
riedad individual o repetición partidista. La oligosemia fosiliza el sen-
tido; la pansemia lo derrite. Es así como en los últimos años se han
nombrado en público tantas veces y con intención y contenido tan di-
ferente algunos vocablos vertebrales que ya no sabemos qué contienen:
pensemos en «libertad» o en «democracia» o incluso en «España». Con-
tra la pansemia la gente necesita saber qué significan las cosas y cual-
quiera que les diga qué significan (Mujer, Madre, Dios) resulta creíble,
aunque mienta, pues uno se siente más seguro creyendo en una sola
mentira que teniendo que deliberar junto a otros dónde está la verdad.
Podemos decir, para que se entienda, que la religión tiende a la oligo-
semia y el mercado capitalista a la pansemia. ¿No habrá que explorar
más bien, y defender, lo que está en medio de los dos?
¿Y qué hay en medio de los dos? La polisemia y la sinestesia, térmi-
nos de los que hablaremos enseguida.
Feminismo e izquierdismo
Demos antes un pequeño rodeo. Como hemos dicho más arriba, en todo
marco de interpretación y transformación del mundo –y más en un
contexto de crisis– conviven estas dos tentaciones opuestas que hemos
llamado «oligosemia» y «pansemia»: la tentación, es decir, de concebir
religiosamente tanto la doctrina como la organización (lo que en la tra-
dición marxista sería el estalinismo) y la tentación contraria, muy mar-
cada en nuestra época, de sustituir mercantilmente cualquier forma de
«criterio» potencialmente universal por prácticas discursivas de auto-
consumo (lo que se ha llamado «identitarismo»). De algún modo, todo
el debate en el seno de la izquierda se ha visto reducido en la última
década a un intercambio de golpes entre estas dos posiciones: la de los
que denuncian, a veces con fundamento, «las trampas de la diversidad»
desde un marxismo obrerista muy oligosémico, y la de los que, frente a
él, acaban por considerar, no sin argumentos, cualquier «sentido común»
una trampa epistemológica tendida a los subalternos por los europeos,
los ilustrados, los blancos y, por supuesto, los marxistas.
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3. Vivir en peligro
Creo que los feminismos nacieron, hace ya más de una centuria, muy
bien situados entre estas dos tentaciones, de tal modo que, en el arran-
que del presente siglo, se proponían como la matriz más poderosa y
transversal de un consenso transformador global. Los feminismos, con
su propia historia incontaminada por el poder, se ofrecían como un
humanismo expansivo, gestado un poco a contrapelo o en paralelo a la
tradición del «marxismo diamat» dominante el siglo pasado; pero tam-
bién, por razones que ha explicado muy bien el ecofeminismo, contra
las «fantasías de la individualidad» (por citar a Almudena Hernando)
asociadas al capitalismo. Fue siempre, desde su nacimiento, polisémico,
y si de hecho ha tenido muchas veces una relación de complicidad
pugnaz con el marxismo, ha sido a causa de su «izquierdismo» (el del
marxismo); es decir, de su voluntad oligosémica de reducir todo conflicto
humano a la contradicción capital/trabajo, olvidando otras contradic-
ciones, entre ellas, obviamente, la contradicción de género y, más allá,
la contradicción naturaleza/capitalismo y la contradicción naturaleza/
patriarcado (atención: con «naturaleza» me refiero al planeta Tierra y
la reproducción biosocial de sus recursos limitados).
Ahora bien, uno tiene la sensación de que los feminismos han acabado
también encallados en la época, perdiendo con ello buena parte de su
capacidad emancipadora «universal». Si pensamos en las campañas «Me
too» y «yo sí te creo», hemos visto cómo su formidable impulso inicial
contra la mordaza del miedo se inclinaba luego peligrosamente hacia la
victimización y el identitarismo antiilustrado. Si pensamos en el debate
sobre la prostitución, hemos visto cómo, en nombre del ideal más puro,
se imponía silencio a las propias trabajadoras sexuales. Si pensamos en la
reciente polémica sobre la «transfobia», hemos visto cómo oligosémicas
y pansémicas, con su enfrentamiento estéril, hacían inaudibles o crimi-
nalizaban las voces más aristotélicas (como la del activista y pensador
Miquel Missé). El feminismo –valga decir– se ha «izquierdizado», tam-
bién en el sentido de que unas pocas voces antagonistas –oligosémicas y
pansémicas– han sofocado el debate, encerrándolo en alvéolos sin otra
comunicación que la invectiva y la excomunión; y dando, de paso, argu-
mentos al neomachismo rampante que amenaza con reconquistar un
«sentido común» que los feminismos estaban moldeando.
De eso se trata. Los feminismos, a mi juicio, no pueden ser un «iz-
quierdismo» si quieren aspirar a mejorar el mundo. Y esto quiere decir:
1) que no pueden ser solo para las mujeres y menos aún para las muje-
res concebidas como víctimas; 2) que no pueden ser solo para mujeres
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3. Vivir en peligro
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Segunda parte
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4.
A la búsqueda de alternativas en la justicia
desde los feminismos4
PAZ FRANCÉS
Introducción
Hasta los años setenta del siglo XX la mirada en el estudio del delito fue
exclusivamente androcéntrica. En esos años nace la que se denominó
hasta hoy criminología feminista, que desde ese prisma empezó a ana-
lizar todo el fenómeno delictivo (delito, víctima, control social y delin-
cuente) y la política criminal. Desde entonces, una de las afirmaciones
que ha adquirido cierta centralidad es que el movimiento feminista ha
impulsado y reforzado la deriva punitiva de las políticas criminales –y
en concreto la expansión de la prisión– fundamentalmente porque las
campañas feministas contra la violencia sexual fueron –y siguen siendo–
ingredientes integrales para el giro carcelario en el capitalismo tardío,
entretejiéndose el neoliberalismo con las políticas sexuales y de género5.
Un ejemplo recientísimo lo encontramos en la propuesta de la deno-
minada ley de libertad sexual por la cual serán típicas penalmente las
denominadas agresiones verbales. Otro fue la introducción de la prisión
permanente revisable para casos de asesinato subsiguiente a llevar a cabo
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6 Mackinnon, Catherin: Feminism unmodif ied: discourses on life and law. Cam-
bridge: Harvard University Press, 1987; Berstein, Elizabeth: Carceral politics as
gender justice? The «traffic in women» and neoliberal circuits ofcrime, sex, and
rights, en: Theory and Society, 2012/41, 233-259.
7 Davis, Angela: Are prisons obsolete?, New York, Seven Stories Press, 2003; Maqueda
Abreu, Mª Luisa: «¿Es la estrategia penal una solución a la violencia contra las
mujeres?» en: InDret. Revista para el Análisis del Derecho, 4 (2007), pp. 2-43; Macaya,
Laura: Esposas nefastas y otras aberraciones: el dispositivo jurídico como red de construcción de
feminidad, Barcelona, Diletants, 2013; Francés Lecumberri, Paz/Restrepo Rodríguez,
Diana: «Rasgos comunes entre el poder punitivo y el poder patriarcal», en: Revista
Colombiana de Sociología, 39 (2016), pp. 21-49; Barona Villar, Silvia: «La necesaria de-
construcción del modelo patriarcal de Justicia», en: Análisis de la Justicia desde la perspec-
tiva de género, Tirant lo Blanch, Valencia, 2018, pp. 29-70; Francés Lecumberri, Paz/
Restrepo Rodríguez, Diana: ¿Se puede terminar con la prisión? Críticas y alternativas
al sistema de justicia penal, Madrid, Los libros de la Catarata, 2019.
8 El término abolir significa «derogar o dejar sin vigencia una ley, precepto o cos-
tumbre». Cuando en este ámbito se hace referencia al abolicionismo, se está refi-
riendo a la abolición de la prisión y/o más ampliamente a la abolición del sistema
penal tal y como hoy existe. No confundirlo con la abolición de la prostitución.
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4. A la búsqueda de alternativas en la justicia desde los feminismos
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Alianzas rebeldes
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4. A la búsqueda de alternativas en la justicia desde los feminismos
del derecho penal limitado a los casos más graves y con respeto absoluto
a los derechos de las personas investigadas y condenadas. Estos femi-
nismos no piensan en un proyecto alternativo, sino tan solo en que el
derecho incorpore la perspectiva de género, es decir, que atienda a todos
los colectivos sociales para definir lo que es injusto y que atienda a sus
necesidades19, por lo que la incorporación de esta perspectiva no impli-
caría una renuncia a los principios generales del derecho penal, de lo
punitivo. No obstante, miran el imaginario punitivo críticamente.
Son las feministas antipunitivistas o abolicionistas quienes responden
al anhelo de un proyecto alternativo20. Comparten todas las reflexio-
nes y alertas anteriores, pero dan un paso más allá. Desde sus postu-
lados, la crítica que se hace es más fuerte que la que viene desde el
garantismo y consideran que el poder punitivo es un sistema de vio-
lencia estatal organizada sexista, racista, revictimizante, selectivo en su
control pero sobre todo absolutamente inadecuado para el logro del
proyecto feminista de manera amplia, ya que lo punitivo es una pieza
angular para el sostenimiento del sistema patriarcal que sigue propa-
gando los mismos modelos de interpretación/acción respecto al género,
sexualidad, clase, raza y poder21. Por ello, se considera una estructura
fracasada y que debe ser abolida. Desde la evidencia de que el poder
punitivo (el poder del Estado para castigar) es un poder patriarcal se
considera que se le debe confrontar de manera radical para pensar en
otros modelos. Dicho de otro modo, si desde el feminismo se quiere
cambiar la forma de estar en el mundo, el cambio en la justicia tendrá
que darse y ser jalonado por los feminismos22.
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Alianzas rebeldes
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4. A la búsqueda de alternativas en la justicia desde los feminismos
¿Cuáles son por tanto los pasos para avanzar hacia caminos más justos
en el ámbito del abordaje de las violencias?
26 Segato, Rita Laura (2016): La guerra contra las mujeres, Madrid, Traficantes de
Sueños.
27 Iglesias Skulj, Agustina: «Violencia de género en América Latina: aproximacio-
nes desde la criminología feminista», en: Delito y Sociedad 35 (2013), pp. 85-109.
71
Alianzas rebeldes
28 Lo recogido en este apartado se desarrolla con mayor extensión en: Francés Lecum-
berri, Paz/Restrepo Rodríguez, Diana: ¿Se puede terminar con la prisión? Críticas y
alternativas al sistema de justicia penal, Madrid, Los libros de la Catarata, 2019.
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4. A la búsqueda de alternativas en la justicia desde los feminismos
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4. A la búsqueda de alternativas en la justicia desde los feminismos
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Quienes defendemos estas posiciones nos esforzamos por hacer ver que
no se trata esta de una privatización de los conflictos, ni de devolver en
el caso de las violencias hacia las mujeres (agresiones sexuales, violencia
en el ámbito de la familia, trata de seres humanos…) al ámbito privado
estos problemas. Sobre esta cuestión se muestra cómo es posible seguir
manteniendo la visibilización de la violencia estructural contra las muje-
res y generar constantemente debate público sobre ello, con crear alter-
nativas de alto estándar para las mujeres que necesitan apoyo real. Esto
responde a la última de las preguntas enunciadas.
Para ir cerrando. Desde los devenires minoritarios, donde la atención
al abuso de poder, de la dominación y las estrategias comunitarias y
horizontales son fundamentales para la llevanza de la vida, es desde
donde se va a poder construir un modelo de justicia realmente atento
a la violencia que sufrimos las personas en comunidad con resultados
tangibles. Esto pasa por el rechazo de las estructuras contrarias frontal-
mente a este planteamiento: la hipercriminalización de las conductas
(«todo debe ser delito»), la prisión y los procesos penales hiperburocra-
tizados que olvidan a las personas por las abstractas finalidades de la
pena. Pasa por ser conscientes de que las condiciones que permiten que
se dé la violencia son las que deben ser transformadas, que las respues-
tas estatales y sistémicas a la violencia no logran promover la justicia
individual y colectiva, sino que toleran y perpetúan los ciclos de violen-
cia31, así como por entender que en la búsqueda de alternativas desde
los feminismos habremos de estar atentas a todos los escenarios en los
que hoy se mueve el derecho penal y la pena en los albores del siglo XXI.
Además, es importante dejar de esencializar la violencia (en concreto
la violencia sexual) y de ser conscientes de que el género por sí solo
como categoría no sirve para el análisis, no sirve sino es interseccio-
nado con la raza, la clase, y el estatus migratorio… si no es así no tiene
perspectiva crítica alguna.
En concreto, recapitulando lo dicho, las acciones a emprender serán
las de transformar radicalmente la forma de construir justicia desde las
instituciones (no de impartir justicia), donde todos los actores serán im-
portantes y transformarán el papel actual y la creación de espacios de
resolución comunitaria de los conflictos atentos a las lógicas del poder.
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4. A la búsqueda de alternativas en la justicia desde los feminismos
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5.
Justicia feminista: la revolución inaplazable
VIOLETA ASSIEGO
«El feminismo punitivista puede echar por tierra una gran cantidad de
conquistas», afirmaba Rita Segato en la 4ª edición del Encuentro Lati-
noamericano de Feminismos32, a finales del año 2018. Para la escritora,
antropóloga y activista feminista argentina, madre de una parte impor-
tante del pensamiento contemporáneo en el estudio de las violencias
contra las mujeres, la clave en la búsqueda de justicia por parte del
movimiento feminista frente a estas violencias ha de estar en «el proceso
de ampliar los debates» y no en el objetivo de perseguir «la sentencia
como una cosa», como un fin último.
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Alianzas rebeldes
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5. Justicia feminista: la revolución inaplazable
y hace posibles unos cuerpos y no otros, a estos los daña, humilla, vio-
lenta e incluso deja morir». Vidas a las que atraviesa las violencias se-
xistas, racistas, LGTBófobas, antigitanistas, capacitistas, xenófobas,
clasistas... todas aquellas que vulneran el derecho a la no discriminación
recogido en la normativa de derechos humanos36.
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Alianzas rebeldes
cuerpos y sus proyectos de vida, una exigencia de que se ponga fin a las
violencias que sufren cuando se les niega esa autonomía en base a leyes,
creencias religiosas o prácticas culturales que atentan contra su dignidad
e integridad personal.
En contraposición a la justicia feminista, el populismo punitivo que
se inspira en el derecho penal del enemigo. Tomando como referencia lo
que establece la Sentencia 655/2007, de 25 de junio de la Sala 2ª del
Tribunal Supremo, es necesario destacar cómo este se caracterizaría por
tres elementos incompatibles por su enfoque antiderechos con un mo-
vimiento emancipador como el feminismo:
37 Por ejemplo, «Desde que en el año 2015 se aprobó, las principales organizaciones
defensoras de derechos humanos, asociaciones de jueces, de fiscales y de abogados,
así como expertos en materia penal han reiterado cuáles son los argumentos jurídi-
cos que deslegitiman la medida de prisión permanente revisable así en un sistema
penal que busca y persigue la reinserción y la reeducación. Entre estos argumentos
quizá resulte útil destacar de forma muy somera algunos de ellos como que niega
la posibilidad de que una persona interna en una prisión pueda reinsertarse en la
sociedad implica la violación del artículo 3 del Convenio Europeo de Derechos
Humanos. Garantizar la rehabilitación y reinserción de las personas condenadas
es algo que no solo recomienda el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, sino
que recoge de forma explícita el artículo 25.2 de nuestra Constitución. La actual
redacción de la prisión permanente revisable no garantiza esa alternativa de rein-
serción». Argumentos contra la prisión permanente revisable. Violeta Assiego (el-
diario.es, 09 de febrero de 2018).
82
5. Justicia feminista: la revolución inaplazable
al que se aplicaba por los regímenes autoritarios del último siglo como
por ejemplo el propio franquismo38. Un sistema penal que señala, de-
moniza y deshumaniza a aquellos sujetos que considera peligrosos, in-
feriores, inmorales o no dignos del modelo de ciudadano ideal que
promueve el régimen, y todo ello en base a motivaciones sexistas, racis-
tas, xenófobas, lgtbófobas, antigitanistas, capacitistas y aporófobas. De-
fender la justicia punitiva es defender este orden penal donde el derecho
penal del enemigo otorga al Estado el control absoluto para cometer
crímenes de poder que vulnerarían derechos recogidos en nuestra Cons-
titución, entre ellos, el artículo 14.
Este modo de hacer justicia, sus medios y sus fines, no está en sinto-
nía con los orígenes y la experiencia histórica del movimiento feminista.
Más bien lo contrario. Quienes quieren instrumentalizar el feminismo
para endurecer las penas no quieren más que dar continuidad a la re-
presión de la justicia patriarcal. Perpetuar las opresiones sexistas, socia-
les, racistas, clasistas, religiosas que permiten al poder político, religioso,
económico para mantener el control de las vidas subyugadas, está muy
lejos de garantizar la seguridad a las mujeres.
La única forma de erradicar las violencias machistas contra las mu-
jeres es la decisión firme de los Estados de colocar el valor de la vida y
de los cuidados en el centro de sus políticas públicas39. Es poner fin a la
hegemonía de una economía neoliberal que cosifica, mercantiliza y sa-
crifica los cuerpos marcados y las vidas precarias como objeto a
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Alianzas rebeldes
40 Sobre esta idea es muy recomendable leer la obra de Zigmunt Bauman, especial-
mente Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias (Editorial Paidós. 2005)
De este libro es la famosa cita: «De las fábricas parten a diario dos tipos de ca-
miones: un tipo se dirige a los almacenes y grandes almacenes, el otro a los ver-
tederos. El cuento con el que hemos crecido nos ha adiestrado para advertir
(contar, valorar, preocuparnos por) tan sólo el primero tipo de camiones».
41 En este sentido, estás surgiendo iniciativas enormemente transformadoras como
las de los proyectos de remodelación de los patios de los colegios públicos desde
una perspectiva de género. Una experiencia que se apunta en este artículo de
Marta Borraz «Patios feministas contra el monopolio del fútbol: así cambia el
recreo cuando niños y niñas pueden jugar a más cosas» (eldiario.es – 8 de junio
de 2019).
42 Claudia Paz y Paz, se define como feminista y garantista. Es reconocida por ha-
ber investigado el mayor genocidio de Guatemala y llevado a la Justicia a José
Efraín Ríos Montt. Impulsó la Comisión Internacional contra la Impunidad en
Guatemala (CICIG) y creó el Modelo de Atención Integral para mujeres vícti-
mas de violencia de género en Guatemala que supuso una reforma del sistema de
acceso a la justicia que permitió sacar a la luz las altísimas tasas de violencia que
sufren las mujeres en su país. En su participación en el Segundo Encuentro Re-
gional de Feminismos y Política Criminal explicó la experiencia práctica de ese
Modelo de Atención Integral como «un intento de que haya derecho penal cubra
deudas históricas con las personas que no gozaron de su protección nunca: las
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5. Justicia feminista: la revolución inaplazable
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Alianzas rebeldes
45 A este respecto es interesante leer el artículo de Laia Serra, «La reparación de las
violencias sexuales», en la revista Píkara (12 de febrero de 2020): «Poco sabido es,
que en la práctica judicial, salvo algunos casos señalados, los abusos sexuales a mu-
jeres adultas se suelen indemnizar con importes de entre los 2.000 y los 4.000
euros y las violaciones, con importes de entre los 6.000 y los 12.000 euros. Poner
precio al dolor y a la afectación del proyecto vital de una mujer o niña es hiriente y
complejo. Cuando las abogadas consensuamos con las mujeres que representamos
los importes de las indemnizaciones que reclamaremos cuando ejercitemos la acu-
sación, sabemos que nos exponemos a lógicas contaminadas por estereotipos de
género. «Si pides tan poco, es que no te ha afectado tanto y quizás la agresión no
sea tan cierta o grave …», «si pides tanto dinero y superas el importe reclamado por
la Fiscalía, es que pretendes enriquecerte y quizás sea éste el verdadero móvil de la
denuncia …». Decidamos lo que decidamos, será cuestionado y deslegitimado».
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5. Justicia feminista: la revolución inaplazable
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Alianzas rebeldes
el Seminario de Justicia Feminista del Grupo de Género dentro del Foro Social
Permanente y que se presentó en forma de ponencia en las V Jornadas Feminis-
tas de Euskal Herria «La Justicia Feminista a debate» (Durango, 1-3 de noviem-
bre de 2019).
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5. Justicia feminista: la revolución inaplazable
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6.
Una institución feminista
Dolores Juliano
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6. Una institución feminista
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6. Una institución feminista
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6. Una institución feminista
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7.
Violencia sexista:
qué podemos esperar del derecho penal
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7. Violencia sexista: qué podemos esperar del derecho penal
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7. Violencia sexista: qué podemos esperar del derecho penal
ni, mucho menos, que lo asuma. Es más, lo más frecuente es que el pro-
cesado no llegue ni siquiera a tener conciencia del sufrimiento y los per-
juicios que ha causado a la víctima. Tampoco en los procedimientos con
«conformidad», mecanismo muy utilizado en los juicios por violencia
sexista, se produce el reconocimiento del daño. En esas condenas, el acu-
sado se conforma con la pena (porque de esa manera consigue una re-
baja) y, para ello, acepta los hechos que se le imputan, lo cual no
significa que conozca lo que sus actos han supuesto para la mujer y,
mucho menos, que lo asuma o se arrepienta. Solo acepta el castigo
impuesto, aunque en su fuero interno lo considere injusto o excesivo.
No implica que sienta pesar por lo que ha hecho ni que pida perdón. Y
esto no da satisfacción moral a la mujer.
Parece evidente que el proceso penal no favorece la asunción, por
parte del agresor, del daño causado56. Es más, muestra cierta indiferen-
cia hacia una expectativa que surge con frecuencia entre las víctimas de
cualquier delito. Por el contrario, el reconocimiento del daño causado
es el punto de partida de la «Mediación penal», forma de justicia res-
taurativa que está expresamente prohibida para todos los casos de vio-
lencia de género. Es cierto que, a menudo, no cabe ni siquiera plantear
la mediación en ese tipo de relaciones abusivas, dada la desigualdad
entre las partes (por ejemplo, en casos de violencia psicológica ejercida
durante años, que destruye la autoestima de la mujer). Sin embargo, la
prohibición absoluta, ignorando que ni todas las manifestaciones de
violencia de género son iguales, ni todos los agresores lo son, ni todas
las mujeres resultan afectadas del mismo modo, ni tienen los mismos
recursos, supone uno de esos automatismos de la ley, que, al ignorar la
voluntad de las mujeres, provoca justo lo contrario del empoderamiento
supuestamente perseguido.
Tampoco debe ignorarse que, a pesar de la prohibición absoluta, en
la realidad se están haciendo mediaciones sin ese nombre. Es lo que
ocurre, por ejemplo, para obtener la conformidad en los juicios penales,
donde se negocia entre profesionales de la abogacía –a menudo sin
formación adecuada– y se alcanzan pactos sin intervención de la mujer
y al margen de su opinión. También se hacen mediaciones en el ámbito
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Alianzas rebeldes
57 Una completa exposición con amplia bibliografía: Cristina Ruíz López, Justicia
restaurativa y violencia de género: la voluntad de las víctimas en su reparación, 2016,
TFM disponible en el repositorio de la Universidad Carlos III, Madrid.
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7. Violencia sexista: qué podemos esperar del derecho penal
58 Gema Varona et al., Evaluación externa del programa Gakoa de trabajo educativo y tera-
péutico con hombres condenados por violencia de género, Donostia-San Sebastián, 2018.
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Tercera parte
Un feminismo de la libertad.
Contra normatividades sexuales,
purezas y moralismos.
8.
La violación o la vida: subjetividades punitivas
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8. La violación o la vida: subjetividades punitivas
Al final el robo de las guitarras me dolió más que la violación. A ver, nos
quedamos sin equipo.
Debbie Harry
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8. La violación o la vida: subjetividades punitivas
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8. La violación o la vida: subjetividades punitivas
75 % de los casos de suicidio en España, casos que además, como apunta
Maria Jesús Izquierdo67, también responden a causas de género relacio-
nadas con los mandatos de la masculinidad hegemónica. Destacar el dato
de los pensamientos autolesivos de las mujeres y relacionarlos con un
episodio concreto en sus vidas –la violencia sexual fuera de la pareja– re-
fuerza el mito de la irrecuperabilidad de la violación, a la vez que consti-
tuye a las víctimas en marcos escasamente empoderadores.
Uno de los puntos clave de la mencionada propuesta de Ley Orgá-
nica de Garantía Integral de la Libertad Sexual es la eliminación en el
Código Penal de la distinción entre abuso y agresión sexual. En este
sentido la propuesta de articulado establece que todo acto que atente
contra la libertad sexual de otra persona sin su consentimiento será
considerado agresión sexual, entendiendo que no existirá consenti-
miento cuando la víctima no manifieste su voluntad expresa de parti-
cipar en el acto mediante actos exteriores, concluyentes e inequívocos.
Esta forma de expresar la noción de consentimiento es la plasmación
jurídica del ya nombrado lema feminista «solo sí, es sí» mediante el cual
se desplaza la necesidad de articular una respuesta negativa, porque solo
cuando se afirma la voluntad es un acto consentido. De nuevo la men-
cionada propuesta de ley incide en los mandatos de la feminidad pa-
triarcal, en este caso, partiendo de la base de que la frágil identidad
femenina no está capacitada para articular una negativa o establecer un
límite sexual.
Además, la idea de que las mujeres deben decir que sí para que se
presuma su consentimiento es profundamente problemática en cuanto
a la forma en la que entiende la sexualidad. La decisión de mantener
una relación sexual no es lineal y absoluta. El deseo puede moverse y
desplazarse en cuestión de segundos y el hecho de que alguien ya no
esté disfrutando, no esté deseando a la otra persona e incluso se sienta
incómoda con la relación y muestre poco entusiasmo no implica nece-
sariamente que darle continuidad a la misma sea siempre constitutivo
de un agravio o un daño, y mucho menos de una agresión. Relacionarse
con un amante torpe, narcisista e incluso indeseable puede resultar de-
sagradable y muchas mujeres pueden sentirse humilladas y dolidas tras
estas experiencias. Ahora bien, limitar la posibilidad de experimentación
67 María Jesús Izquierdo, «Lo que cuesta ser hombre: costes y beneficios de la mas-
culinidad», https://estudiscritics.files.wordpress.com/2011/02/izquierdo-sare-
2007-ponencia-lo-que-cuesta-ser-hombre.pdf.
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8. La violación o la vida: subjetividades punitivas
Subjetividades punitivas
Carmen Maura
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(Foucault M., 2012: 121)69. Es por este motivo que el poder punitivo no
es algo que se encuentre únicamente en las instituciones estatales como
el sistema penal y sus presidios, sino que también está presente en in-
finidad de relaciones, y prácticas sociales y políticas, sin la complicidad
de las cuales estos no dispondrían de la legitimidad necesaria para su
continuidad en los términos actuales. Y, entonces, ¿de qué forma algu-
nas estrategias políticas feministas reproducen el poder punitivo?
69 Foucault, M. (2012), El poder, una bestia magníf ica. Sobre el poder, la prisión y la
vida, Siglo veintiuno editores.
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8. La violación o la vida: subjetividades punitivas
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8. La violación o la vida: subjetividades punitivas
El poder punitivo ha sido y sigue siendo un mal aliado para las mujeres,
pero sobre todo para aquellas mujeres que pertenecen a sectores más vul-
nerables social y económicamente. De hecho, las primeras muestras his-
tóricas de una de las técnicas de castigo más destacadas del poder punitivo,
el encierro, se establecieron para corregir las feminidades descarriadas. Ya
a finales del siglo XVII, antes de la extensión de la cárcel como castigo
prioritario de los sistemas penales europeos, se encerraba a mujeres
pobres a las que, además, se les suponía una sexualidad promiscua y
visible que resultaba peligrosa e incitadora para los hombres.
Estas subjetividades femeninas, sexualmente frágiles y útiles para el
poder punitivo, contribuyen a construir la experiencia de las víctimas
de una forma excesivamente dolorosa. Como feministas, tenemos la
responsabilidad política y ética de ofrecer otros relatos a las víctimas
que no las suman en estados de permanente desesperanza y malestar.
Tenemos la responsabilidad de intervenir para que no haya víctimas,
efectivamente, pero partiendo de la inevitabilidad del conflicto y el
malestar en cualquier relación humana.
No es de extrañar que aquellos feminismos que promueven discur-
sos sobre la sexualidad que normativizan y disciplinan la sexualidad de
las mujeres hayan alcanzado cierta hegemonía. Pero ello no debe
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9.
El sexo en disputa.
Relatos feministas sobre sexualidad
CRISTINA GARAIZABAL
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Alianzas rebeldes
71 Un feminismo que aparece como hegemónico, entre otras razones por la acogida
que le brindan muchos medios de comunicación.
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9. El sexo en disputa. Relatos feministas sobre sexualidad
Feministas culturales
72 Sheila Jeffreys. La Herejia Lesbiana, p. 281, Ed. Cátedra, Col. Feminismos, Ma-
drid, 1996.
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Alianzas rebeldes
73 Esta Conferencia sufrió los ataques de las feministas culturales que pidieron su
prohibición. Algo parecido a lo que ha ocurrido en nuestro país este año con las
mesas redondas pro-derechos de las trabajadoras sexuales que se programaron en
muchas u niversidades.
74 Carole S. Vance. Acta de la Conferencia Barnard publicada en el libro Placer y
peligro antes mencionado.
75 Carole S. Vance «El placer y el peligro: hacia una política de la sexualidad». Edi-
tado en el libro Placer y peligro.
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9. El sexo en disputa. Relatos feministas sobre sexualidad
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9. El sexo en disputa. Relatos feministas sobre sexualidad
tenemos sobre el tapete una ley sobre las libertades sexuales basada en
ello. ¿Qué implica este cambio?
Parece que se parte de que, en el caso de las mujeres, lo habitual
frente a la sexualidad es el «no» y, salvo que sea muy explícito el «sí», no
hay consentimiento. Nuevamente se vuelve a reproducir la idea de que
la sexualidad no va con las mujeres. Por otra parte, parece presuponerse
que a todas las mujeres les cuesta decir «no». Cosa cierta pero que refleja
una parte de la realidad. Poder decir «no» es una capacidad que muchas
mujeres tienen que desarrollar, pero al mismo tiempo es necesario poder
explorar también el campo del «SÍ», es decir, atrevernos a explorar
nuestros deseos sexuales y ser capaces de llevarlos a la práctica de una
manera autoafirmativa. Necesitamos aumentar nuestra capacidad de
poner en práctica nuestras decisiones y seguir aprendiendo a poner lí-
mites. Pero no veo como solución pedir al Estado que los ponga por
nosotras. Generalizar esta intervención del Estado y partir de ello es
reforzar la idea de que las mujeres somos seres vulnerables, incapaces
de expresar lo que queremos. Además, ¿el deseo siempre se expresa
claramente en un «sí» o un «no»? La mayoría de las veces, el juego sexual
y la seducción pasan por terrenos indefinidos y el deseo se expresa de
manera ambigua. Es necesario darle más vueltas al tema del
consentimiento con el horizonte de que todas las personas sean
plenamente capaces de decir «sí» o «no» ante las propuestas de otros.
Pero quizás tendríamos que ir un poco más allá, reconociendo todo lo
que tiene el juego sexual de situaciones no explícitas, todo aquello que
incita nuestro deseo porque se mueve en los límites, porque entronca
con lo prohibido. Partir de esto, respetar los límites que nos pone la otra
persona, aprender a leer el lenguaje corporal ajeno y empatizar para
saber qué está expresando, ser conscientes de nuestros propios límites,
atrevernos a explorarlos cuando nos sentimos en terreno seguro y abor-
dar el sexo sin el dramatismo y la importancia que hoy se le da puede
ser un camino más fructífero para autoafirmarnos como seres sexuales
sin convertir la sexualidad en un protocolo de normas que puede acabar
matando el deseo y el juego sexual.
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9. El sexo en disputa. Relatos feministas sobre sexualidad
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9. El sexo en disputa. Relatos feministas sobre sexualidad
Recapitulando
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10.
¿La juventud está perdida?
Jóvenes y sexualidad: entre el placer y el peligro
80 www.porlosbuenostratos.org
81 En Canarias el Programa tuvo una importante implantación desde el comien-
zo. En la actualidad Buenos Tratos Canarias es dinamizado por la Asociación
Draga Espacio Feminista LGTBIQ* (www.dragafeministas.org) con un inten-
so trabajo en la educación sexual, en el acompañamiento a adolescentes trans y
en el activismo feminista joven.
82 Las bases de la experiencia se pueden consultar en González, B., & Parra, N.
(2010), «La caja de herramientas del programa Por los Buenos Tratos», en Buenos
Tratos: Prevención de la violencia sexista, Talasa.
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10. ¿La juventud está perdida? Jóvenes y sexualidad: entre el placer y el peligro
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10. ¿La juventud está perdida? Jóvenes y sexualidad: entre el placer y el peligro
86 Esto lo hemos vivido en los últimos años como, por ejemplo, la suspensión del
Programa Skolae (https://www.eldiario.es/navarra/skolae-coeducacion-igual-
dad-veto-parental_1_1062512.html) o en relación al trabajo de compañeras en
el plano educativo como La PsicoWoman (https://chochocharla.blogspot.com)
o Serise Sexología en La Rioja (https://www.larioja.com/la-rioja/fiscalia-archi-
va-denuncia-20200220193048-nt.html)
141
Alianzas rebeldes
poder ejerciendo violencia sexual. Esto deriva en una concepción del sexo
como inmutable, la dualidad en la construcción de la sexualidad femenina
y masculina y en la sospecha sobre la heterosexualidad. De aquí vienen,
las derivas de un feminismo conservador que en la actualidad fortalece la
diferencia sexual, y afirma el esencialismo de «los sexos» y los peligros de
la erótica heterosexual. De nuevo el sexo es el culpable y las personas
jóvenes están en riesgo (algunos dirán que más que antes) y hay que
salvarlas de la violencia de género, la pornografía, la prostitución y ahora
también de «o queer». La coeducación en este caso, cuando toca la sexua-
lidad, corre el riesgo de poner demasiado énfasis en el «peligro sexual».
Pero, el origen de este peligro para las mujeres ¿está en una naturaleza
violenta de los hombres y en la heterosexualidad o las relaciones sociales
de género? El riesgo de individualizar y también esencializar las relacio-
nes de poder a los hombres, nos aleja del género como un entramado de
relaciones sociales y de la heterosexualidad como un ideal regulatorio. Se
individualizan cuestiones sociales, se naturaliza la diferencia sexual y el
binarismo de género. Pero, además, se reifica la masculinidad tradicional
y esto, dentro del orden de género, también esencializa la feminidad.
Porque las identidades aparecen como previas a las relaciones de género,
se fija una posición de dominio-sumisión que permite poco espacio para
la rebeldía y la disidencia. Por ejemplo, abordar la prevención de la vio-
lencia de género desde esta perspectiva tiende más a la estabilización de
las subjetividades y relaciones de género que a su transformación.
Consignas como «no te líes con chicos malos» abundan en ello.
Otro de los problemas es que se pueda llegar a asumir que hay
prácticas y/o relaciones intrínsecamente liberadoras o degradantes,
llevando al extremo la consigna «lo personal es político», que pro-
mulgue una «militancia de los deseos» y que esta militancia termine
ofreciendo un modelo de sexualidad feminista simplificador de la
complejidad del deseo, la biografía de los sujetos y localización de las
experiencias en términos históricos y sociales. Y es que el problema de
las ideas correctas es que se pueden transformar fácilmente en ideas
correctivas y nos deslizamos en el terreno resbaladizo de las desigual-
dades de poder en las relaciones de edad. Esto se enreda con la consi-
deración de la juventud desde una perspectiva adultocéntrica, donde sus
experiencias y realidades, sus intereses y dificultades quedan a expensas
de lo que pensamos que es lo mejor para ellos.
Para justificar la priorización de la acción dirigida a la juventud
sobre los riesgos, se argumenta que esta generación es más machista,
142
10. ¿La juventud está perdida? Jóvenes y sexualidad: entre el placer y el peligro
que «vamos para atrás», algo que no se sostiene con los datos, como
agudamente han señalado María Antonia Caro y Belén González87,
o que los talleres de diversidad sexual de las asociaciones que entran
en los centros educativos los confunden ¿se nos ha ocurrido pregun-
tarles qué piensan sobre ello?, ¿se nos ha ocurrido preguntarles qué es
lo que quieren?88 No hace falta, ya lo hicieron en la huelga estudiantil
del 2018 contra el machismo y el sexismo en las aulas donde reclamaron
una asignatura de educación sexual «inclusiva, evaluable y obligatoria»89.
¿Les escuchamos?
87 Los datos y argumentos los aportan en este artículo Caro, M. A., & González, B.
(2017, febrero 21). «Jóvenes y violencia sexista: Alarmas, profecías y realidades»,
Píkara Magazine. https://www.pikaramagazine.com/2017/02/jovenes-y-violen-
cia-sexista-alarmas-profecias-y-realidades/
88 En el programa Salvados «Sexo: la mala educación» se aborda esta cuestión fron-
talmente.
89 https://www.elplural.com/sociedad/estudiantes-en-huelga-para-exigir-el-fin-
del-machismo-de-las-aulas_206362102
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Alianzas rebeldes
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Cuarta parte
Construir alianzas.
Un feminismo más allá de la identidad
12.
No necesitamos aliados
MIQUEL MISSÉ
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12. No necesitamos aliados
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Alianzas rebeldes
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12. No necesitamos aliados
más bien los herederos de los discursos a los que el transfeminismo arre-
bató la hegemonía de lo trans hace diez años que se han adaptado al
escenario político y social actual). En la actualidad, observamos cómo han
vuelto a emerger discursos sobre la transexualidad más esencialistas e
identitarios y sobre todo cómo se ha amplificado enormemente un intenso
debate entre algunos sectores del feminismo y algunos sectores del mo-
vimiento trans cuyo epicentro es justamente la cuestión de la identidad,
sus límites y sus excesos. Y como decía, esta dinámica se explica por di-
versos factores complejos, entre los que se encuentra la disolución de los
análisis y propuestas transfeministas.
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12. No necesitamos aliados
Sin duda, la discusión actual respecto a los derechos de las personas trans
que enfrenta a sectores del feminismo y del movimiento trans, se desgrana
en múltiples debates importantes, pero en este texto quería centrarme en
el debate respecto al identitarismo. Concretamente a la presuposición
por parte de algunos activismos trans de que las personas que no han
realizado transiciones de género no pueden comprender la experiencia
trans y cuando argumentan críticamente lo hacen desde el pedestal de
su «privilegio cis». Quizás una de las contradicciones más importantes
de la estrategia identitaria es que a pesar de que puede resultar muy
empoderadora para el grupo de iguales que la protagoniza, es proble-
mática en la forma que configura al «otro», a su antagonista. Poder
nombrar a nuestro supuesto antagonista, las personas cis, es algo muy
reciente en el contexto español. Durante mucho tiempo no teníamos
ni siquiera una palabra para nombrar a quienes no habían realizado
transiciones de género y dábamos vueltas con frases subordinadas para
explicitar que tal persona no era trans. La emergencia en nuestro len-
guaje de la categoría cis, que desde un punto de vista de la economía
lingüística era una categoría interesante, aceleró a un ritmo frenético
la deriva identitaria. La palabra «cis» ha esencializado la frontera en-
tre lo trans y lo cis, como si fuera algo tangible y como si las personas
cis fueran distintas a las personas trans. Estoy convencido de que no
lo son, han vivido experiencias distintas en relación con el género, pero
no son dos tipos distintos de personas. Es además enormemente con-
tradictorio, porque todo este relato se da en el marco de un discurso que
defiende la fluidez absoluta de las experiencias trans, pero condena a la
rigidez total a las personas cis. No es casual tampoco que en plena
emergencia de la categoría cis emerja también el dualismo binario/no
binario, conceptos que se utilizaban más bien para hablar de imaginarios,
utopías o ideologías, han devenido ahora categorías identitarias. Como
decía antes, la configuración de comunidades políticas en torno a iden-
tidades puede tener un sentido en un momento vital concreto para
muchas personas. Pero si de lo que se trata es de transformar el mundo
y no solo a ti, diría que la estrategia identitaria tiene enormes limitacio-
nes. Para empezar, porque dibuja y encorseta al «otro», en el mejor de los
casos le atribuye características, ideas y motivaciones, en el peor le asigna
la voluntad de dañarnos, discriminarnos o hacernos desaparecer. Noso-
tras, las personas que hemos sido configuradas por discursos
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12. No necesitamos aliados
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13.
Dime cómo te identificas
y te diré qué me chirría
SEJO CARRASCOSA
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13. Dime cómo te identificas y te diré qué me chirría
Interin I:
Del variado mundo de las identidades sexogenéricas
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13. Dime cómo te identificas y te diré qué me chirría
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el campo. Como bien dijo el filósofo más queer que conozco, Spinoza:
llamamos libertad a la ignorancia de las causas que nos determinan.
Es cierto que la proliferación de identidades puede despistar y en-
tretenernos de no perder la verdadera fuente de la opresión: la norma
cisheterosexual. También es cierto que la multitud de identidades socava
la norma cisheteronirmativa en sus principios, a la vez que cuestiona los
rígidos conceptos de las personas dentro sus privilegios cisheteronor-
mativos a las que no les da el cerebro para pensar en otras formas de
relacionarse, de desear y de estar en el mundo.
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13. Dime cómo te identificas y te diré qué me chirría
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14.
Los hombres en el feminismo
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Cada vez nos encontramos con más hombres que no están de acuerdo
con formar parte de una sociedad sexista, que se sienten incómodos con
los mandatos de género y con las ideas preconcebidas sobre ser hombre
en las que se han socializado, y que no están de acuerdo con la discri-
minación y desigualdad sexista que se derivan de una posición social de
ventaja masculina. Esas posiciones favorables a la igualdad en el plano
de las ideas van en aumento. Así, un estudio de la revista Contexto en
2018 indicaba que el 45.1 % de los hombres se siente (mucho o bastante)
feminista y en Euskadi el 99 % de los hombres piensa que la igualdad
de mujeres y hombres es un tema importante en nuestra sociedad91. En
el plano práctico, político, social y cotidiano, sin embargo, esa implica-
ción de los hombres en los cambios concretos no está al mismo nivel
que lo expresado en las encuestas: por ejemplo, los hombres representan
apenas el 7.4 % de las excedencias para cuidado de criaturas en Euskadi
y un 15.4 % en el caso de cuidados a mayores y dependientes. La violen-
cia machista, la brecha salarial, la discriminación,., nos indican que las
resistencias a la igualdad estructurales, colectivas e individuales siguen
estando ahí. Queda mucho trecho que recorrer para conseguir la igual-
dad y, en ese camino, debería ser una preocupación constante en el fe-
minismo y en la lucha por la igualdad cómo y de qué manera sumamos
más hombres, no solo para que se identifiquen con las ideas de igualdad,
sino para que su vida cotidiana, sus prácticas sociales y políticas contri-
buyan a conseguirla. Para ello, además de interpelar directamente a los
hombres y pedir responsabilidades, debemos también reflexionar sobre
nuestro papel y lugar en el espacio feminista. Es decir, debemos cam-
biar. ¿Dónde lo hacemos? ¿En qué corriente de ideas enmarcamos esta
lucha? ¿Desde qué organizaciones feministas los hombres podemos
91 Barómetro sobre Feminismo realizado por 40dB para CTXT. 2018. https://bit.
ly/3aXM1Da; En Euskadi, encuesta del Gabinete de Prospección Sociológica de
la Presidencia del Gobierno Vasco. 2019.
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Quinta parte
NURIA ALABAO
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15. ¿A quién libera el feminismo? Clase, reproducción social y neoliberalismo
94 Watkins, S. (2018, marzo-abril), «¿Qué feminismos?», New left Review, núm. 109.
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95 Francine D. Blau & Lawrence M. Kahn, 2017. «The Gender Wage Gap: Extent,
Trends, and Explanations», Journal of Economic Literature, vol 55(3), pp. 789-865.
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15. ¿A quién libera el feminismo? Clase, reproducción social y neoliberalismo
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sus hogares, dejando sus propias tareas de reproducción y el cuidado de los suyos a
cargo de otras personas.
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15. ¿A quién libera el feminismo? Clase, reproducción social y neoliberalismo
97 Ver, por ejemplo: Federici, S. (2010) Calibán y la bruja: Mujeres, cuerpo y acumu-
lación originaria Madrid, Traficantes de Sueños.
98 Mies, M., (2019), Patriarcado y acumulación a escala mundial, Madrid, Traficantes
de Sueños.
185
Alianzas rebeldes
Hoy aquí esta apropiación del trabajo de las mujeres continúa en los
hogares y también a partir de la estratificación del mercado laboral en
torno al género/raza o el origen migratorio (esas domésticas atadas a
los sectores más precarios y a los trabajos feminizados de las tareas de
reproducción social). Precisamente, los posfascismos o nuevas extremas
derechas emergentes refuerzan ideológicamente con sus discursos
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15. ¿A quién libera el feminismo? Clase, reproducción social y neoliberalismo
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16.
Un feminismo que defienda los derechos de
todas, también de las prostitutas
MAMEN BRIZ
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16. Un feminismo que defienda los derechos de todas, también de las prostitutas
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Iris opina que a veces las trabajadoras del sexo pueden dar la sensa-
ción de que responden como «histéricas»: «El estigma está tan presente
y afecta tanto en nuestras vidas que es inevitable. El estigma «puta»
puede atravesar a cualquier mujer, pero le hace daño a quien lo sufre.
Putas somas todas para el patriarcado y estamos marcadas. Nos han
educado a alejarnos de la figura de la puta, a ser una mujer buena y
alejarme de todo aquello que sé que conlleva un castigo. Pero hablar
desde ese sujeto puta es muy distinto. Podemos aparecer en ocasiones
como «histéricas», como «locas». Como decía una activista trans, mu-
chas veces el que parezcamos «locas» no significa que no tengamos
razón. A veces se pueden hacer afirmaciones que son bofetadas y el
patriarcado siempre nos niega la razón con esa idea del estar «locas».
Creo que es un tanto inevitable cuando alguien te está sacudiendo. Yo
no sé si las putas deberíamos alejarnos de ese toque de «locura», de esa
irritabilidad. Lo que está claro es que cuando se habla desde la opresión
es difícil la contención. Muchas mujeres se definen como putas porque
están peleando por libertades sexuales para las mujeres, pero vive la
prostitución y vas a saber verdaderamente lo que es el estigma «puta»».
Probablemente, no, las putas no puedan, ni deban, alejarse ni de la
irritabilidad ni de la indignación, que tan importantes son para construir
movimiento. Igual se trata de pensar, en cada momento, en cómo cana-
lizarlas de forma que multipliquen; como en el caso de las profesoras
universitarias que decidieron apostar por los debates sobre trabajo sexual
en sus universidades aun conociendo que podría acarrear un enorme
costo en su carrera profesional.
#NingunaPutaProtegida
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Putas feministas
Iris se recuerda como una voz inquieta dentro de las prostitutas en Madrid
y evoca cómo se acercó al feminismo: «Quienes hemos venido de las
canteras de Hetaira (colectivo en defensa de los derechos de las prostitu-
tas de Madrid, desde 1995 hasta 2019) y hemos estado en sus reuniones,
en sus fiestas… compartíamos reivindicaciones y trabajo colectivo. En
uno de los talleres que organizábamos abordamos el tema del feminismo.
Gracias al feminismo pude empezar a identificar mis opresiones y ahí fue
cuando decidí implicarme más. Lo mismo les sucedió a otras compañeras.
Abrazamos el feminismo siendo conscientes de que lo necesitábamos.
Somos profesionales en nuestro trabajo, pero en ocasiones en nuestra vida
personal somos un desastre y dices, ostras, el feminismo es lo que necesito,
porque esto va a ser para mí el equilibrio. He aprendido en todos estos
años lo importante que es respetarme y trasladar este respeto al resto de
mis compañeras. Muchas prostitutas son feministas sin saberlo. Ellas han
puesto el tope a la violencia, se aconsejan unas a otras para trabajar mejor,
aprender a negociar y poner límites a los clientes. Eso es feminismo y
nosotras no lo sabíamos o no le poníamos nombre. Y tener esa concien-
cia de que no puede existir el feminismo sin las putas. El feminismo
muchas mujeres lo llevan en su día a día sin saberlo. Creo que el femi-
nismo pro derechos es el feminismo que necesitamos, no ese feminismo
punitivo con el que no nos identificamos».
La Agrupación Feminista de Trabajadoras del Sexo (AFEMTRAS)
ha cumplido cinco años, inició su andadura tras la puesta en marcha de
la ley mordaza, y ahora están muy preocupadas por el regreso a la «nor-
malidad»: «La policía está molestando y se acercan días difíciles, algunas
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17.
Trabajadoras del hogar y de los cuidados:
el feminismo que habitamos
MAMEN BRIZ
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17. Trabajadoras del hogar y de los cuidados: el feminismo que habitamos
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Alianzas rebeldes
valore mi trabajo. Tenemos que ir más allá de este discurso banal. Hay
tanto por construir que tenemos que centrar nuestros esfuerzos en otro
lugar». Sí, parece más que razonable apuntar hacia otros objetivos.
Incorporar los cuidados ha sido, bajo mi punto de vista, uno de los me-
jores aciertos del movimiento organizado de estas trabajadoras: «A medida
que fuimos avanzando en nuestra lucha y en la exigencia de plenos dere-
chos y la inclusión en el Régimen General de la Seguridad Social comen-
zamos a hablar también de los cuidados. Las personas mayores necesitan
unos cuidados y una pensión justa para poder tener a una persona que
pueda acompañarla en esos cuidados. Estamos hablando de que la so-
ciedad ha de tener unas políticas públicas que faciliten los cuidados y
que nadie pueda quedarse sin ellos por no tener condiciones económi-
cas». Rafaela Pimentel sabe mirar su realidad desde diferentes ángulos.
Se trata de pensar en el bienestar común.
Frente a unas políticas públicas casi inexistentes en esa materia se abre
paso el «negocio de los cuidados», normalmente en manos de unas cuan-
tas empresas que priman el rédito económico y no la calidad: «Sabemos
que son las mujeres quienes están cuidando (de menores, de mayores) y
para algunas familias, que necesitan ayuda, supone un gran coste econó-
mico. Hay familias que «compran» los cuidados, porque no les queda otra.
Pero los compran con dignidad y con humanidad. Saben que hay que
pagarlo lo mejor posible y con condiciones para las trabajadoras. Otras
familias solo compran servicios, pero ni siquiera conocen el nombre de la
persona que cuida de sus mayores, porque hay vidas que no les importan».
Tampoco les importan a estas empresas o «agencias de colocación»
las condiciones en que se realice ese trabajo. Por ejemplo, no suele ha-
blarse de la enorme carga psicológica que supone cuidar, tanto para las
familias, como para las trabajadoras: «Como decimos en Territorio Do-
méstico: «querían brazos y llegamos personas». El trabajo de los cuida-
dos supone una dura carga emocional. Cuando cuidas a una persona y,
de repente, te despiden es duro. O cuando fallece».
De nuevo ponemos el feminismo sobre la mesa: «Si no nos recono-
cemos las unas a las otras, mal vamos. Hay mujeres blancas con recursos
que pueden recurrir a la externalización de los cuidados sin problemas.
Y hay mujeres blancas viviendo situaciones de precariedad muy
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Los feminismos de la hispanidad
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100 Detalles de esta nueva política pueden consultarse en la siguiente nota: https://
www.dw.com/es/argentina-establece-un-cupo-laboral-para-travestis-y-trans-
en-el-sector-p%C3%BAblico/a-54821179 (consultada por última vez el 8 de
septiembre de 2020).
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18. Los feminismos de la hispanidad
101 Algunos detalles sobre dicha Ley pueden consultarse en: https://www.presi-
dencia.gub.uy/comunicacion/comunicacionnoticias/ley-trans-reglamentacion
(revisado por última vez el 8 de septiembre de 2020).
211
Alianzas rebeldes
Hispanidad y Decolonialidad
102 Retomo en particular las ideas que este autor desarrolló en su texto «La desco-
lonización del conocimiento: diálogo crítico entre la visión descolonial de
Frantz Fanon y la sociología descolonial de Boaventura de Sousa Santos».
212
18. Los feminismos de la hispanidad
213
Alianzas rebeldes
Decolonialidad y Género
Sostener que los saberes son algo mucho más contextual y situado de
lo que suele aceptarse ha llevado al pensamiento decolonial a señalar
que la colonialidad del poder conlleva una colonialidad del saber y que,
de manera conjunta, estas dan lugar a una colonialidad del ser donde
se gestan jerarquías ontopolíticas, es decir, órdenes ontológicos atrave-
sados ya por lo político, en las cuales hay categorías que se juzgan su-
periores o inferiores a otras103. Hay, asimismo, formas de ser que se
vuelven abyectas o prohibidas y se ven revestidas por afectos que hacen
que dichas categorías se vuelvan inocupables, pues habitarlas implica
morar la deshumanización. Esa es, por ejemplo, la historia de la sodomía
en Abya Yala, como bien ha señalado el pensamiento nuestramericano
que hoy desentierra los nombres olvidados de América.
Son estos puntos los que permiten entender la relevancia del pensa-
miento decolonial. Regresando a Grosfoguel, la colonialidad creó marcas
que aplicó sobre los cuerpos para jerarquizarlos y gobernarlos y esto
inauguró un orden raci-clasista que aún persiste en ambos lados del
Atlántico. Introdujo en el proceso un universalismo o monocultura que
no únicamente arrojó los saberes locales al ámbito del mito, sino que en
muchas ocasiones los exterminó a través de un epistemicidio que erradicó
cosmologías completas. Forzó así una visión única del saber, del mundo,
del propio cuerpo y de las diferencias entre los cuerpos al jerarquizarlos
y naturalizar dicha jerarquización como si fuese un hecho bruto del
mundo y no un producto más de la historia colonial.
Para Grosfoguel se puede incluso sostener que la universalización
del capitalismo fue el resultado del orden colonial donde América
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18. Los feminismos de la hispanidad
Latina fue y sigue siendo un sitio del que se toman cuerpos y recursos
naturales para el enriquecimiento del Norte global. Si bien esto último
podría parecer exageradamente dicotómico y binario, para este pensador
ello explica la zonificación del mundo en dos regiones. En una, habitan
aquellos individuos cuyas formas de ser, su «Zona del Ser», no es cues-
tionada, sino que emana respeto y se reconoce como digna y poseedora
de derechos. En otra, la «Zona del No Ser», moran los cuerpos abyectos
y marcados como diferentes; aquí habitan esos cuerpos que quedan fuera
de la circunscripción del humanismo, los cuerpos de los migrantes, de
las personas racializadas, discapacitadas o de la diversidad sexual, los
cuerpos que ejercen el trabajo sexual y muchos otros más. En la «Zona
del Ser» las promesas del liberalismo, el diálogo y la democracia operan
como ideales políticos pues sus sujetos gozan, en efecto, del reconoci-
miento de su voz y dignidad. No así en la «Zona del No Ser», donde
los individuos no satisfacen los estándares mínimos de aquellas filoso-
fías políticas. Podríamos incluso decir que a estos otros cuerpos los
gobierna la necropolítica y no el derecho; qué son pues los crímenes de
odio sino ejemplos de esto último.
Sea como fuere, la hispanidad como globalidad se debe a sí misma
una reflexión sobre sus propias polaridades y exclusiones. En el caso
concreto que nos convoca, esto es, la pregunta por lo que habrán de ser
los feminismos y los activismos LGBTI+ en nuestra región, esto es sin
duda ineludible. María Lugones justamente ha hecho ver la relevancia
del pensamiento decolonial en estos ámbitos, al señalar cómo la colo-
nialidad del ser y del saber instauraron una historia del cuerpo sexuado
profundamente cis heterosexista. Se borraron con ello las cosmologías
americanas en las cuales la diversidad sexo genérica no era un hecho
abyecto o patológico a curar o lamentar sino parte misma del mundo.
Ello dio lugar a una visión binarista de las relaciones en la América
precolombina que bien podía romantizar dicho binarismo y leerlo como
complementariedad sin jerarquía o, por el contrario, postulaba la exis-
tencia de un entronque entre patriarcados como realidad americana pos
conquista, lo que se traducía en la afirmación de un orden binario y
jerárquico en la época precolombina.
Tanto uno como otro movimiento implican el olvido de las muchas
sociedades con más de dos géneros y con conductas no heterosexuales.
Ello no so lo conlleva la eliminación de estas formas de ser de la me-
moria histórica sino la naturalización del binarismo mismo como
lógica clasificatoria que ahora vendría a verse como transhistórica y
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Alianzas rebeldes
104 Un buen ejemplo de cómo la propia antropología cuestiona hoy en día esta visión
en torno al cuerpo sexuado nos la proporciona M. K. Stockett, en su texto On the
importance of difference: re-envisioning sex and gender in ancient Mesoamerica .
216
Bibliografía
Capítulo 1
Capítulo 2
217
Alianzas rebeldes
Capítulo 3
Capítulo 4
218
Bibliografía
219
Alianzas rebeldes
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lencia de género: ¿más de lo mismo?», en: RECPC, 4, pp. 1-38.
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
220
Bibliografía
Capítulo 9
Capítulo 10
221
Alianzas rebeldes
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Talasa.
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Weeks, J. (1993), El malestar de la sexualidad. Significados, mitos y se-
xualidades modernas, Madrid, Talasa.
Capítulo 11
Capítulo 12
222
Bibliografía
Capítulo 13
Capítulo 14
223
Alianzas rebeldes
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
224