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Traducido por Mardo Jiménez 

©THRU THE BIBLE RADIO NETWORK 

Pasadena, California 91109‐7100 

Impreso en los Estados Unidos 

Printed in the United States 

Radio Trans Mundial 

PO Box 8700 

Cary, NC 27512‐8700 
FE + CERO = SALVACIÓN

Nuestro tema, “Fe Más Cero Igual a Salvación” podría también ser expresado así: “Fe
Menos Obras Igual a Salvación.” Y si usted quiere la ecuación (pues en matemáticas se nos
dice que las cosas iguales a la misma cosa son iguales entre sí), resultaría así:

Fe + Cero = Fe – Obras

La Carta a los Gálatas es la Carta que procede del corazón de Pablo, en ella él defiende
la más grande doctrina que nosotros tenemos: justificación por la fe, o salvación por la
gracia de Dios.

Gálatas es la carta que cautivó a Martín Lutero. Como un monje Agustiniano, él


pasaba sus noches durmiendo en una loza fría, usando una camisa de pelo, ayunando, y
haciendo muchas otras cosas. Una vez él iba subiendo la Sancta Scala en Roma,
ascendiendo las gradas sobre sus rodillas, y vino a su pensamiento (porque él había estado
estudiando la Carta a los Gálatas) que el hombre no es justificado por obras—y
específicamente no por las cosas que él estaba haciendo; esas obras no podían traerle a una
correcta relación con Dios; y que Dios lo había expresado claramente que Él justifica a los
hombre por la fe sola. Así que este hombre se levantó de sus rodillas para ir por Europa
proclamando el evangelio que disiparía las tinieblas de la Edad Oscurantista, quitó las
cadenas y grillos de las mentes y corazones de las multitudes en Europa, y produjo lo que
hoy llamamos civilización Europea. En nuestro día esa gran civilización se ha deteriorado
completamente, ha terminado, y solamente puede ser restaurada mediante la predicación
de las grandes doctrinas que Pablo anunció en esta Carta.

Pero la Carta a los Gálatas no solamente sacudió a Martín Lutero, sino que también
inició el gran movimiento espiritual dirigido por los hermanos Wesley. Juan Wesley fue a
los Estados Unidos como un misionero a los Indios, y él fue un fracaso. Así que regresó a
Inglaterra desanimado y en esa condición dijo: “Yo fui a América a convertir los Indios,
pero, ¿quién va a convertir a Juan Wesley?” De regreso a Londres, caminando por Alder’s
Gate una noche, él escuchó que estaban cantando en uno de los pisos superiores. Él se
dirigió a las gradas, subió, y descubrió que era una reunión de Los Amigos, Los Cuáqueros,
los seguidores de Jorge Fox. Él se sentó en uno de los últimos asientos del pequeño
auditorio y escuchó un mensaje basado en la Carta a los Gálatas. Más tarde Juan Wesley
escribió en su diario, “mientras el predicado leía y hablaba extrayendo su mensaje de la
Carta a los Gálatas, sentí mi corazón extrañamente ardiente. Yo sentí que en ese momento
confié en Cristo, en Cristo solamente, para mi salvación; y allí mismo me fue dada una
seguridad que Él había quitado mis pecados, sí, aún mis pecados.”

¿Cuál es esta gran verdad que ha movido de tal manera los hombres del pasado y hoy
es la única cosa que puede mover a los Estados Unidos de América o más aún al mundo?
(Yo personalmente creo que un avivamiento no se producirá por métodos o por
organizaciones o por un hombre. Yo creo que solamente puede venir mediante la renovada
predicación de estas grandes verdades que ya por largo tiempo se han ido al olvido y al
silencio en las iglesias de Norteamérica.) Pues bien, Pablo lo expresó concisamente en la
Carta a los Romanos cuando dijo:
Más al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es
contada por (aquello que nos es) justicia (Romanos 4:5).*

La única manera como Dios puede aceptar al pecador y hacerlo justo es a través de la fe
en Cristo Jesús. Esa es la gran verdad que se está dejando afuera en la actualidad. Dios
rehúsa el aceptar la observancia de la ley. Él rehúsa aceptar buenas obras. El mismo
momento que alguien dice, “yo hago esto o aquello que es necesario para mi salvación, y
estoy confiando en ello,” esa persona quiere decir dos cosas: Quiere decir que está confiando
en sus obras; y quiere decir que no está confiando en Cristo. Y solamente hay una
conclusión a la que se puede llegar. Esa persona definitivamente no es salva. Ésas son
palabras fuertes, y yo jamás diría algo semejante, pero Pablo las dice en la Carta a los
Gálatas. La salvación es solamente por la fe en Cristo.

Después de todo, ¿qué buenas obras tiene usted y tengo yo para ofrecerle a Dios? Es
como un niñito cuyo padre estaba construyendo algo en el patio interior. El muchachito
tomó su martillo y clavos donde no debía hacerlo y a usar una sierra donde tampoco debía
hacerlo. Su “ayuda” realmente no era aceptable. No importaba cuánto el padre amaba al
pequeñito, él no podía aceptar su trabajo, no podía ser usado. ¿Y cree usted que Dios en la
actualidad puede aceptar sus buenas obras para su salvación cuando Él ya nos declaró
pecadores? Por lo consiguiente, Dios rehúsa aceptar la observación de la ley.

La ley realmente nunca fue dada para salvar a los hombres. Pablo la llama el
“ministerio de condenación” y “el ministerio de muerte.” La ley fue dada para mostrar a los
hombres que ellos están perdidos, que ellos son pecadores. Escuche a Pablo en Gálatas 3:19:

Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de (por razón
de) las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha
la promesa…

Esa simiente, Pablo dice más tarde, es Cristo. La ley fue temporal—fue dada
meramente como una medida temporal, y fue dada por causa de las transgresiones. De
manera que, la ley no puede remover el pecado. Al contrario, revela el pecado. Jamás fue
dada para mostrarnos que somos pecadores. La ley revela el hecho que el hombre no es un
pecado educado, refinado o entrenado, como lo quieren hacer creer a uno en el Sur de
California; pero el hombre es un crudo pecador, un pecador por naturaleza. La ley nos lo
revela.

Permítame usar una ilustración muy familiar. No se alarme si le llevo al baño por unos
momentos. Estoy seguro que usted tiene un espejo en su baño. Y estoy seguro que bajo el
espejo usted tiene un lavabo. Ese espejo está allí para revelar su apariencia, usted se mira
en ese espejo y observa su cara tiznada. El espejo revela el tizne, pero no lo remueve.
Muchas personas hoy están tratando de usar el espejo para remover el tizne, pero eso no
funciona. Si usted entra al cuarto de baño, se mira en el espejo y ve que tiene la cara sucia,
usted no restriega su cara contra el espejo, si lo hace, y un miembro de la familia lo observa,
ellos van a ver la manera que usted tenga una cita con el psiquiatra para hablar sobre su
condición. Esa no es la manera en que se hace. Sin embargo, nuestras iglesias hoy día
están llenas de gente restregándose en el espejo de la Palabra de Dios, esperando con ello

*
Todas las referencias bíblicas son de la versión Reina-Valera Revisada.

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remover su pecado por contacto. Muchas personas dice hoy: “Mi religión es el Sermón del
Monte.” Cándidamente, el Sermón del Monte como religión está produciendo en la
actualidad más hipócritas que ninguna otra cosa conocida—por que usted bien lo sabe usted
no lo está guardando. Si usted es honesto, usted sabe que no está viviendo de acuerdo a esos
mandamientos. Al contrario le prueba que usted está destituido de la gloria de Dios. Pero
bajo el espejo hay una fuente.

Hay un precioso manantial


de sangre de Emanuel;
Que purifica a cada cual
Que se sumerge en él.
—William Cowper

Dios tiene un medio para quitar los pecados, pero no es la ley. Es Cristo, a través del
derramiento de su sangre, quien pagó la deuda por nuestros pecados. Es la confianza y la fe
en Él que le salva a usted. Nada más le puede salvar.

Hay algo más que se dice aquí acerca de la ley:

De manera que la ley ha sido (no fue) nuestro ayo, para llevarnos a
Cristo, a fin de que fuésemos justificados por le fe (Gálatas 3:24).

“Ayo” es la palabra Griega paidagogos, la cual significa un sirviente o esclavo quien fue
parte de una familia Romana. La mitad de la población del Imperio Romano eran esclavos.
De los 120 millones, 60 millones eran esclavos. En el hogar de un patricio, un miembro de la
Guardia Pretoriana, o de los ricos en el Imperio Romano, fueron esclavos los que educaron a
los niños. Cuando nacía un niño en la familia, era puesto bajo el cuidado de un esclavo
quien lo criaba. Él lo vestía, lo bañaba, aún le limpiaba la nariz cuando era necesario, o lo
castigaba cuando el niño lo necesitaba. Cuando el pequeñito llegaba a cierta edad, y era
tiempo para ir a la escuela, este sirviente era quien lo levantaba en la mañana, lo vestía, y lo
llevaba a la escuela. De ahí es donde recibió el nombre de paidagogos (paid tiene que ver con
los pies, de ahí nosotros tenemos la palabra pedal; agogos significa “guiar”). Así que el
significado es que él tomaba al pequeñito de la mano, lo guiaba a la escuela y lo entregaba al
maestro. Este sirviente, el esclavo, no fue capaz de enseñar al niño más allá de cierta edad;
así que lo llevó a la escuela.

De manera que lo que Pablo está diciendo aquí es que la ley es nuestro paidagogos.

La ley dice, “pequeñito, yo no puedo hacer nada más por ti. Ahora yo te quiero tomar de
la mano y quiero traerte a la cruz de Cristo. Tú estás perdido. Tú necesitas un Salvador.”
El propósito de la ley es traer a los hombres a Cristo—no es inflarles el pecho de tal forma
que ellos vayan vanagloriándose que guardan la ley. Usted sabe que no guarda la ley; todo
lo que tiene que hacer es examinar su propio corazón para saberlo. Ésta es la gran verdad
que ha sido abandonada en nuestros países.

Nuestro sistema educacional enseña lo contrario. Permítame citar a un gran educador:

Donde la educación asume que la naturaleza moral del hombre es


capaz de mejoramiento, el Cristianismo tradicional asume que la

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naturaleza moral del hombre es corrupta o absolutamente mala.
Donde es asumido en educación que un agente humano exterior
puede ser instrumental en el mejoramiento moral del hombre, en el
Cristianismo tradicional se asume que ese agente es Dios, y más
aún, la naturaleza moral del hombre no es mejorada, sino cambiada
por una nueva.

Ésa es una tremenda declaración. Y nosotros hemos observado el producto de nuestra


filosofía educacional. Observe cualquier institución educativa el día de hoy y se dará cuenta
de lo que estamos produciendo. Permítame decirle que nuestro sistema educacional
ciertamente no es digno de confianza hoy. Nuestro sistema educativo está equivocado. La
filosofía es del todo errónea. Dios dice que el hombre está perdido y tiene que ser salvo. Ésa
es la cosa de mayor importancia.

Yo sé que mucha gente en la actualidad usa máscara. Permítame darle un ejemplo de


un contemporáneo. Él es Ernesto Hemingway. Muchos lo admiran, especialmente nuestras
lumbreras literarias. Este tipo trató de aparecer como un Jack London. Él salía de cacería
de animales salvajes; le interesaba las corridas de toros. Él fue el tipo valiente. Sin
embargo, en lo más profundo, como dice Edmund Wilson, su biógrafo, “estaba la constante
sospecha que algo andaba mal.” Cualquier persona que es honesta reconoce muy en lo
profundo de su corazón que algo está mal.

Gordon Lindsay hizo un estudio en los habitantes, los así llamados de la Edad de Piedra
en Burma y Nueva Guinea. Permítame trasladarle a usted sus conclusiones:

La noción que el hombre primitivo posee alguna paz interior que


nosotros la gente civilizada de alguna manera hemos perdido y
necesitamos recobrar es todo un contrasentido. El hombre nativo
de Nueva Guinea en su generalidad no solamente vive con temor de
sus enemigos pero en un mortal terror a lo desconocido. Espíritus
malévolos especialmente aquellos de sus antepasados están todos
sobre él.

El hombre nunca escapa de aquello que está en lo profundo de su corazón.

No hace mucho tiempo se publicó un libro titulado La Crisis en Psiquiatría y Religión.


El autor es el Dr. O. Hobart Mowrer. Él fue un profesor e investigador de psicología en la
Universidad de Illinois. Él enseñó en las Universidades de Yale y Harvard y fue presidente
de la Asociación Psicológica Americana. Él fue ampliamente conocido como investigador y
conferencista. Escuche lo que él dijo:

Los Freudianos, por supuesto, reconocen que la culpabilidad es


decisiva en la neurosis. Pero siempre es la culpa del futuro. No es
lo que la persona ha hecho que lo enferma sino al contrario aquello
que la persona desea hacer pero no se atreve. En contraste, la
surgente alternativa, o más apropiadamente, la resurgente, es
aquella la así llamada neurótica, la que lo hace un pecador bona
fide. Y su culpa es del pasado y es real, y que sus dificultades
provienen, no de inhibiciones, sino de acciones que están

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claramente prescritas, social y moralmente, las cuales han sido
cuidadosamente guardadas, no confesadas y no redimidas.

Un psicólogo de la Universidad de California que asistía a mi estudio bíblico hace unos


años, me dijo una noche mientras salía del auditorio, “Dr. McGee, usted debe enfatizar el
complejo de culpa más de lo que lo hace. El complejo de culpa es parte suya tanto como es su
brazo derecho—y usted no puede deshacerse de él” y luego agregó, “lo que el psicólogo hace
es trasladarlo de un lugar a otro, pero él no lo remueve. El único lugar que yo conozco para
remover la culpa es la cruz de Cristo.” Allí es a donde usted trae sus pecados, mi amada
hermana y hermano. Usted es tal y cual pecador. Y Dios le da este remedio:

Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados


fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si
fueron rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana
(Isaías 1:18).

¡Oh, que pudiéramos enfrentar esa realidad hoy! Hay multitudes en las iglesias que no
están haciendo otra cosa más que cubriendo sus pecados. Usted no tiene que fingir. Sea
real. Sea genuino. Usted podría hacer bien en sencillamente contarle a Dios acerca de sus
pecados. Él ya los conoce. Él lo conoce a usted totalmente.

Martin Lutero dijo, “Dios crea de la nada. Por lo tanto, hasta que el hombre es nada,
Dios no puede hacer nada de él.”

Renuncia a tus obras que Tú juzgas buenas;


Tus altos anhelos deja en el olvido.
No pienses que salvo serás de tus penas,
Si no admites antes que estás muy perdido.
—Autor desconocido

Y cuando usted se da cuenta de esta verdad, puede ser salvo. Nosotros hemos hecho
mucho “fácil creer.” No es maravilla que nuestras iglesias han venido a estar llenas de
gente que no hacen otras cosas más que alarde. Ellos son como el Fariseo que se palmeaba a
sí mismo en la espalda en su oración al decir, “Dios, te doy gracias que no soy como los otros
hombres.” Y luego él procedió a vanagloriarse acerca de lo que él hacía. Nuestro Señor dice
que tal hombre no va a ninguna parte con Dios. Sus oraciones no suben más alto que el
techo.

Ahora Pablo menciona tres cosas que hace la fe en Cristo por nosotros, que la ley no
puede nunca hacer, que la religión no puede hacer y que la iglesia no puede hacer.

I. LA NATURALEZA DE LOS HIJOS DE DIOS

Primero que todo, solamente la fe en Cristo puede hacernos legítimos hijos de Dios.
Observe esto por favor:

Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús (Gálatas


3:26).

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Observe que la palabra es hijos, no niños. Es el Griego huios, que significa “hijos
legítimos de Dios por la fe en Cristo Jesús.” ¿Cómo llega usted a ser un hijo de Dios? Por la
fe en Cristo Jesús. No hay otra manera.

En el Antiguo Testamento usted no encuentra que Dios llama a los santos del Antiguo
Testamento hijos. Israel como nación fue llamada hija, pero las personas no fueron
llamadas así. Aunque David fue un hombre de acuerdo al corazón de Dios, Dios habló de él
como “David, mi siervo.” Ése fue el lenguaje usado en el Antiguo Testamento.

Cuando nuestro Señor confrontó al religioso Nicodemo, Él dijo, “os es necesario nacer de
nuevo.” Y Nicodemo era genuino; él fue obediente a la ley. Como un Fariseo él ayunaba dos
veces por semana, él daba el diezmo de todas sus posesiones, e hizo todo lo demás que era
requerido de un Fariseo. Él fue religioso hasta el más último detalle, pero nuestro Señor le
dijo, “Si no nacieres de nuevo, ni siquiera puedes ver el reino de Dios.” La religión no te
ayudará.

La más condenable herejía que existe hoy en el mundo, y que ha dañado tanto a nuestro
país, más que cualquier otra cosa, es la enseñanza de la paternidad universal de Dios y la
hermandad universal de los hombres. Eso no se enseña en la Palabra de Dios. Nosotros
hemos gastado billones de dólares en todo el mundo tratando de aliviar a bribones sobre la
base de que son nuestros hermanos. Nuestro Señor lo expresó claramente, cuando el
Fariseo religioso vino a Él diciendo, “Un Padre tenemos, que es Dios.” Él respondió,
“Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Juan 8:41-44). Siendo que Cristo dijo eso,
evidentemente no cualquiera podría reclamar a Dios como su Padre. Es claro que hubo
muchos que no eran Sus hijos—como también los hay en la actualidad. Usted viene a ser un
hijo de Dios a través de la fe en Cristo Jesús.

A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le


recibieron, a los que (sencillamente no hacen más o menos que)
creen en su nombre, les dio potestad (el derecho, la autoridad) de
ser hechos hijos de Dios (Juan 1:11-12).

Ésa es la manera como usted viene a ser hecho un hijo de Dios.

II. LA POSICIÓN DE HIJOS DE DIOS

Pero la fe en Cristo hace algo más que la religión no hace, que la iglesia no hace y que
tampoco las obras de la ley o cualquier cosita pueden hacer. Eso es, darle a usted la posición
de hijo de Dios. Esto es un poquito técnico—así que sígame cuidadosamente.

Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada


difiere del esclavo, aunque es señor de todo (Gálatas 4:1).

En la frase “el heredero es niño” la palabra “niño” es del Griego nepios, que significa un
niño inmaduro. Como tal, él no es diferente a un sirviente “aunque es señor de todo.”

Ahora regresemos al hogar Romano nuevamente y miremos a aquel pequeñito. Él nació

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en una buena familia Romana, pero un sirviente cuida de él. Y si usted lo viera corriendo
con otros niños nunca imaginaría que él sea el heredero. Usted no sabría que él es el hijo del
padre de familia. Él está creciendo “bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el
padre” (Gálatas 4:2).

Era el padre el que determinaba cuándo el muchacho iba a alcanzar la edad para ser
responsable. No era un límite de edad establecido, pero era determinado por el padre. Yo
creo que el padre sabía mejor. Yo sé de algunos muchachos que son maduros a los dieciséis
años de edad. Otros son maduros a los dieciocho y todavía otros que maduren hasta los
veintiún años o más.

En un hogar Romano las cosas se hicieron algo semejante a esto: Supongamos que el
padre es un centurión en el ejército de César, éste realiza una campaña allá arriba en Gaul,
y el hombre tiene que estar allá por algunos años—es allá donde mis antepasados
estuvieron, y créame, ellos eran paganos! Así que él tiene problemas con ellos. Él tiene que
subyugarlos pero le toma varios años para lograrlo, por cuanto el ejército está causando la
retirada de la vanguardia del Imperio Romano, el padre de familia está lejos por varios años.
Finalmente él regresa a casa, y va a rasurarse, pero de repente usted lo oye gritar, “¿Quién
ha estado usando mi rasuradora?” Bueno, yo le digo que, todos los sirvientes vienen
corriendo porque él es la cabeza de toda la casa. Ellos le dicen, “Su hijo.” Él responde, “¡Me
quieren decir ustedes que el muchacho está tan grande como para usar una rasuradora!” El
muchacho ha crecido y ahora es un gran tipo. Y el padre dice, “Tráigamelo aquí.” Así que
ellos lo traen—el muchacho es fornido—y el padre dice, “Bueno, ahora tenemos que ponerle
la toga virilis, y enviaremos invitaciones a las abuelas, los abuelos, las tías y tíos.” Así que
todos ellos vienen a la ceremonia de la toga virilis, y ese día el padre pone sobre el muchacho
una toga, un manto. Eso es lo que nuestro Seño quiso dar a entender en Su parábola del
hijo pródigo. Cuando el muchacho vino a casa el padre no lo recibió como solo un muchacho
ordinario, él lo recibió como un hijo ya crecido, le puso un vestido, puso un anillo en su dedo.
El anillo tenía grabado el sello de su padre, el cual era equivalente a su firma y dio al hijo la
autoridad del padre. Ahora usted puede ver a ese muchacho caminando por la calle con su
toga puesta. Y más le vale al siervo que no le diga nada para corregirlo ahora, y es mejor
que no trate de darle palmadas ahora. Al contrario, el muchacho es él que estará palmeando
al siervo de ahora en adelante porque él ha alcanzado la edad de un hijo totalmente
desarrollado. Eso es lo que Pablo quiso dar a entender cuando dijo:

Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en


esclavitud bajo los rudimentos del mundo (bajo la ley). Pero cuando
vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de
mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban
bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos (Gálatas
4:3-5).

Ahora bien, “adopción” no tiene nada que ver con ir al orfanato, buscando a un precioso
muchachito, para luego tomar medidas legales y hacerlo suyo propio. Ésa es una hermosa
ceremonia, nosotros la llamamos adopción. Pero eso no fue “adopción” en el Imperio
Romano. Adopción fue cuando el hombre tomó a su propio hijo y lo hizo un hijo totalmente
crecido. Y el día cuando Dios nos salva, Él nos salva como hijos totalmente crecidos.
Nosotros somos traídos a la familia de Dios como hijos desarrollados.

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Pueda ser que esa verdad no significa nada para usted, pero lo significa todo para mí—y
lo ha sido en el pasado. Yo fui al seminario con un feísimo complejo de inferioridad. Yo no
crecí en un hogar cristiano donde haya visto una Biblia o haya oído una oración—yo no sabía
nada. Así que cuando llegué al seminario los otros compañeros lo sabían todo—al menos ésa
es la impresión que ellos me dieron. Yo nunca conocí tipos más inteligentes. Ellos conocían
la Biblia, podían citar versículos y me parecían muy piadosos también. A propósito, yo no
era muy piadoso, ni siquiera sabía los libros de la Biblia. Y le confieso, eso me perturbaba.
Así que comencé a aprender los libros de la Biblia. La razón por la cual yo escribí el libro
Briefing the Bible, con bosquejos de cada libro, es porque yo decidí conocer cada libro de la
Biblia.

Luego entonces se me dijo que yo no era un bebé sino un hijo ya desarrollado. Cualquier
cosa que un creyente maduro en la fe podía entender de la Palabra de Dios yo podía
entender porque ese creyente maduro necesitaría al Espíritu Santo para enseñarle, y yo
también lo necesitaría. Eso fue una tremenda revelación para mí y un gran consuelo en esos
primeros días de mi vida cristiana.

¡Dios nos ha recibido como hijos ya crecidos y así podemos entender verdades
espirituales! Pero si usted no las entiende, es su propia culpa porque Él ha hecho todos los
arreglos para usted. Él lo ha hecho a usted un hijo plenamente desarrollado. Para mí la
más grande tragedia de nuestras iglesias en la actualidad es el número de ignorantes
bíblicos que hay en ellas. Ellos no son del todo capaces de ubicarse en las Escrituras.
Escuche lo que dice Pablo en este respecto:

Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, no
han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado
para los que le aman
(1ª Corintios 2:9).

Este versículo es usado, como usted sabe, en funerales con la idea que el pobre y querido
hermanito fulano de tal no pudo escuchar mucho aquí ni ver mucho aquí, pero ahora él se ha
ido al más allá donde él puede oír y ver las cosas de Dios. Pues yo le concedo que esta
verdad está en la Biblia—“Ahora vemos por espejo, oscuramente; más entonces veremos cara
a cara”—pero esto no es lo que 1ª Corintios 2:9 está diciendo. Dios quiere que nosotros
entendamos verdades espirituales aquí porque “Dios nos las reveló a nosotros por el
Espíritu.” La mayor parte de nuestro aprendizaje viene a través de la puerta del oído, la
puerta del ojo, y lo que el psicólogo llama “contemplación”. Ésa es la manera como nosotros
aprendemos hoy, ése es el proceso de la enseñanza. Pero si hemos de recibir verdad divina:

…Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu


todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios…Pero el hombre natural
no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él
son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente (1ª Corintios 2: 10, 14).

III. LA EXPERIENCIA DE LOS HIJOS DE DIOS

La fe en Cristo, no las obras de la ley, nos da la experiencia de los hijos de Dios. Muchas

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personas hoy día piensan que la experiencia no entra en la salvación, que no tiene nada que
hacer con su salvación. Pero si usted es salvo, la fe en Cristo le dará una experiencia. Oiga
ahora lo que dice Pablo:

Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu


de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (Gálatas 4:6).

Muchos de nosotros tenemos la tendencia de menospreciar la experiencia. Sin embargo,


existe una tristeza que ha caído sobre los creyentes en este país y son muchos lo que
necesitan tener la experiencia del Espíritu de Dios haciendo real en sus vidas que ellos son
los hijos de Dios, haciendo real en ellos que a pesar de las circunstancias todavía son hijos de
Dios. Claro, yo reconozco el peligro que hay en la experiencia. Permítame compartir un
pequeño poema con usted, el autor del cual desconozco:

Sobre una muralla tres hombres andaban,


Hecho, con Fe y Sentimiento;
Sentimiento cayó desde lo alto que estaban,
Mientras Fe quedó atrás un momento.

Pero Fe a Sentimiento tan cerca marchó,


Que también Fe, arrastrado se fue al abismo,
Hecho firme estaba y a Fe levantó,
Y Fe a Sentimiento sacó de allá mismo.

Si usted es un hijo de Dios por medio de la fe en Cristo, ahí tiene una experiencia.

Ahora bien, el creyente nunca alcanza el nivel de perfección total en esta vida. Yo
desearía que sí, como pastor que soy me sería mucho más fácil mi trabajo si tuviéramos
perfección total en el presente. Pero no la tenemos. Se ha dado el caso de hombres que en
su desesperación han deseado alcanzarla.

En mi opinión, el más grande predicador que nuestro país jamás produjo fue Paul
Rader. Él dio la impresión que uno podía alcanzar la santificación total en su vida. El Dr.
Carlos Fuller me dijo que él se sentó atrás del último pilar en el auditorio de la iglesia donde
Paul Rader estaba predicando. Él puso su cabeza entre sus brazos y ahí donde estaba
sentado él aceptó a Cristo. Muchos grandes hombres aceptaron al Señor a través del
ministerio de Paul Rader. Él fue un gran predicador. Pero fue criticado de predicar la
santificación total. Él no era culpable de ello, pero sí dijo unas cuantas cosas fuera de lo
común. Una de las cosas que él dijo fue, “¡Esa vieja naturaleza que usted tiene es como gato
muerto! ¡Extienda su mano, tómelo de la cola, aviéntelo de usted lo más lejos que pueda!” Y
todos en la audiencia dijeron, “Amén,” porque todos deseamos deshacernos del gato viejo y
muerto. Ahora, pueda ser que usted está un poco contrariado con Vernon McGee—usted se
sorprendería si supiera lo que yo pienso de él. Yo quiero deshacerme de esa vieja
naturaleza, pero me sigue todo el tiempo. En una ocasión el Dr. Chafer dijo a Paul Rader
cuando él hizo esa declaración, “¡Paul, a ti se olvida que ese gato tiene nueve vidas! Él
seguirá regresando y tú vas a tener que tirarlo una y otra vez.”

Pues bien, mis amados hermanos, el creyente nunca alcanza perfección. Nosotros
siempre somos los necios niñitos de Dios, llenos de ignorancia, terquedad, pecado, temores y

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debilidades. Nosotros nunca somos maravillosos; Él es maravilloso. Nosotros nunca
alcanzamos ese nivel. Pero sí experimentamos al Espíritu de Dios dando testimonio a
nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.

Luego él dice que el Espíritu de Dios clama, ¡Abba, Padre!”

Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu


de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (Gálatas 4:6).

Esta palabra Abba no fue traducida. Los traductores, muy sabiamente, yo creo, no
intentaron ponerla en español. Es muy personal. Significa “mi papacito.” Y usted mi
amigo, no habla de esa manera acerca de Dios, con todo y el grado de intimidad que usted
trata de tener con Él. Usted no le habla a Él de esa manera. Él es sublime y santo. Pero el
Espíritu de Dios puede hacer eso, y es el Espíritu de Dios quien testificará a un hijo de Dios.
Especialmente el Espíritu lo hace en los tiempos de tinieblas y crisis que nos sobrevienen
aquí. John Paton, misionero en las Islas Nueva Hebrides, quien vivió entre esos caníbales,
relató de cómo él sepultó a su esposa, esa amada esposa que él tuvo, con su niñito recién
nacido, y cómo tuvo que hacer guardia sobre las tumbas por varios días para evitar que los
caníbales desenterraran los cuerpos. Él expresó, “Yo me hubiera enfurecido si Cristo mismo
no se hubiera hecho real a mí.” Mi amigo y amiga, yo creo que Él se hará real a usted.

Permítame una nota personal—y la razón por la cual yo uso esta ilustración personal es
porque muchos que leen esto están atravesando por la misma experiencia. Cuando se me
dijo que yo tenía cáncer, voy a ser honesto con usted, yo no lo podía creer. Yo podía creer
que usted tuviera cáncer, pero nunca pensé que yo podía tenerlo. Mi doctor me dijo que yo
tenía que ir al hospital. Así que fui al hospital y me acosté en una cama. Yo había sido un
predicador por muchos años, y yo diría, que en un estilo profesional, había ido a los
hospitales a visitar gente. Yo les daba unas palmaditas en la mano y les decía, “Que Dios
esté con usted.” Yo oraba por ellos, y entonces me iba. Pero ellos tenían que permanecer
allí. Un predicador amigo mío vino ya tarde a visitarme aquella primera noche. Yo nunca
olvidaré. Él hizo una de las más hermosas oraciones que yo jamás escuché, y cuánto yo
aprecié aquello. Luego él se levantó y salió. Pero esta vez yo no estaba caminando hacia
fuera—yo tenía que permanecer allí. Así que volví mi rostro a la pared y dije, “Señor, yo he
venido a este hospital cientos de veces y le dije a los demás que confiaran en Ti. Ahora yo
quiero saber si eso es real o no.” Y mis amigos, yo quiero dar testimonio de ello, el Señor se
hizo real a mí. Hay multitudes de gente que también puedan testificar de eso, porque ellos
han tenido la misma experiencia. Mis amigos, Él da la experiencia. La ley no puede darle
eso a usted, solamente la fe en Cristo se lo puede dar.

En Houston, Texas, una noche, una familia completa manejó 75 kilómetros a un


banquete en el cual yo estaba predicando. Ellos me dijeron, “Nosotros éramos católico
romanos y nos volvimos en fe a Cristo cuando usted estaba enseñando Romanos.” En
Sarasota, una pareja (alguien me informó que ellos eran muy ricos), me dijo, “Nosotros
tenemos un hijo. Él nos ha dado la espalda y también lo ha hecho con Dios. Nosotros nos
hemos estado culpando, y aun hemos sentido que ya no somos salvos, pero, gracias a Dios, es
fe más nada.

Mis amigos, este mensaje no es cereal para niños; no es leche y avena. Yo no soy el
lechero. A usted le puede dar hoy un cólico cristiano, porque ésta es carne. Pero nosotros

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necesitamos saber en este momento que solamente la fe en Cristo nos puede salvar—fe más
nada.

Ahora yo quiero concluir con la más fuerte declaración de todas. Pablo, al final del
capítulo cuatro, dice:

Más, ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo (eso


es Hagar y su hijo Ismael), porque no heredará el hijo de la esclava
con el hijo de la libre. De manera, hermanos, que no somos hijos de
la esclava, sino de la libre (Gálatas 4:30, 31).

Escúcheme bien ahora—oh, ¡eso es importante! Si usted está tratando de salvarse por
confiar en Cristo más la ley, Pablo dice que usted no tiene la salvación.

He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os


aprovechará Cristo (Gálatas 5:2).

Usted solamente puede salvarse por confiar en Cristo. Usted tiene que decidir si va a
confiar en Cristo o si irá por el sistema legal. Usted tiene que confiar en Él completamente.
Usted no puede llevar una rueda de repuesto diciendo, “Bueno, usted sabe. Yo soy miembro
de la iglesia” o “Yo hago mis oraciones.” Mi amigo, si usted está confiando en estas cosas
para ir al cielo, usted no es salvo, usted no puede salvarse así. Es solamente cuando usted
mira a este precioso Salvador y confía en Él completa y totalmente.

Voy a concluir con una ilustración hogareña. Después de que mi hija tuvo la experiencia
de ir en avión de California a Florida con unos amigos que tienen una avioneta, ello
preguntó si podríamos regresar por tren. Eso apeló a mí porque me gustan los trenes
también. Así que conseguimos un horario de los trenes y lo revisamos. Y nos dimos cuenta
de que ya no podíamos regresar de Florida a California atravesando la parte sur de los
Estados Unidos por tren. Así que tomamos un avión—pero qué vuelo más placentero
tuvimos. Volamos sobre Miami Beach y el Océano Pacífico. Pero tuvimos que tomar la
decisión por qué medio regresaríamos—por tren o por avión. Yo le sugerí a mi hija que
probáramos hacerlo en ambos. Por supuesto si fuera posible poner un pie en el avión y uno
en el tren, eso sería estupendo. Pero no se puede ir de esa manera. Tenemos que decidir por
una vía o por la otra. Bueno, tal vez mi fe no era tan grande, pero fue suficiente como para
abordar ese avión aquel viernes en Miami a las 10:00 de la mañana. A las doce del día ya
estábamos en Los Ángeles, es decir, con la hora del Pacífico, cinco horas más tarde.

Mi amigo, ¿va usted al cielo? ¿Cómo va usted? Usted no puede ir por dos caminos. Así
que tiene que decidir si usted confiará en Cristo, o si tratará de hacerlo por otro medio. Si
usted trata de hacerlo por otro camino, yo digo con Pablo, “de nada os aprovechará Cristo,”
Pero si usted confía en Cristo, entréguese a Él, Él le salvará. Y usted no tiene que hacer
nada. Todo lo que yo hice fue abordar aquel avión, asegurarme el cinturón de acuerdo a las
instrucciones—cuando nos sirvieron la comida tuve que aflojármelo—pero eso fue todo lo que
hice. Todo lo demás fue hecho para mí. Y, amigos, Cristo ya lo hizo todo para nuestra
salvación. Es la confianza en Él que lo salva a usted. Y, permítame decirle qué maravilloso
es este momento al saber que estoy salvo. Cuando yo veo a Vernon McGee me desanimo.
Pero hoy estoy viendo a Cristo. Estoy viéndolo a Él, y quisiera poder cantar El Aleluya. Es
maravilloso saber que Vernon McGee es salvo. ¡Gracias a Dios él es salvo por fe en Cristo!

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Ese es el camino, el único camino mediante el cual Cristo puede salvarle a usted.

Es fe más cero.

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