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De rodillas, ante la gran multitud de testigos celestiales

me ofrezco, alma y cuerpo a ti, eterno espíritu de Dios.


Adoro la brillantez de tu pureza, la absoluta perfección
de tu Justicia y el poder de tu amor.

Tu eres el poder y la luz de mi alma. En ti yo vivo, me


muevo y existo. Deseo que nunca te ofenda por
infidelidad a la gracia y pido con todo mi corazón me
mantengas libre aún del pecado más mínimo en contra
tuya.

Misericordiosamente protege todo pensamiento mío y


concede que yo siempre busque tu luz, y escuche tu voz,
y siga tus inspiraciones llenas de gracia. Me aferro a ti y te
pido por tu compasión que me protejas en mi debilidad.
Sosteniendo los pies traspasados de Jesús y mirando sus 5
heridas, confiando en su preciosa sangre y adorando su
costado abierto y su corazón herido, yo te imploro
adorable Espíritu ayudante de mi enfermedad, que me
mantengas en tu gracia y que nunca peque en contra
tuya.

Dame gracia Oh Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del


Hijo para decirte siempre y en todas partes “Habla Señor,
tu siervo está escuchando”. Amén

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