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Se puede soñar sin interferencias cuando en la noche ninguna sombra se anuncia al apagar

la luz de la habitación. Los sueños son una especie de medusa que va soltando sus
filamentos en el agua del inconsciente y a ratos se estremece para evitar contaminarse con
los fantasmas del soñante. Es verdad que al despertar se disipa la turbiedad tanto de la
noche como de los sueños y la luz que empieza a filtrarse parece ser un niño que irrumpe en
una habitación atestada de trebejos de entre los cuales pretende hallar un juguete que de
pronto le saltó en la memoria. ¿Será verdad que el contacto con la medusa en el agua puede
provocar la muerte, no será ese efecto similar al que produce la visión de la medusa de la
cabellera de agitación serpenteante? Morir y quedar de piedra son similares pues declina el
movimiento y ya se sabe que la parálisis es preámbulo a la nada. Ha de ser por eso que el
soñante siente a veces que se le escapa el aliento en un súbito entrenamiento de la
exhalación final y definitiva. Es así que soñar se parece a ver películas o leer novelas o ir al
teatro y sirve de plan de evasión que nos lleva a suponer que en esos momentos de grandes
emociones evadimos para siempre la realidad real donde las sensaciones son definitivas,
definitorias.

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