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Resiliencia II

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Lima – Perú
Primera edición: Junio 2020
Tiraje: 1000 ejemplares
Resiliencia II

La filosofía para superar las


adversidades

Este tema no es nuevo. Desde que el ser


humano existe, la filosofía nos brinda
enseñanzas que nos ayudan a superar
las adversidades de la vida, porque
estas existen desde siempre en la vida
del ser humano
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La filosofía tradicional nos ayuda


a comprender por qué caemos en
estas situaciones y qué soluciones y
alternativas podemos encontrar.

Los seres humanos también tenemos


una naturaleza dual que nos provoca
altibajos en nuestra conciencia.
Tenemos momentos de sufrimiento,
momentos de gran alegría, euforia,
momentos de tristeza y hasta
depresiones. Lo queramos o no, esa es
nuestra realidad cotidiana.

Nos enseñan los filósofos clásicos como


los estoicos que no podemos controlar
los acontecimientos que suceden, pero
lo que sí está bajo nuestro control es
el cómo reaccionemos frente a ellos,
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el hasta qué punto nos afecten. Eso es
algo que nosotros podemos decidir y
definir.

La primera posición filosófica es aceptar


que las adversidades y el dolor existen
y forman parte de nuestras vidas. Esta
sola posición psicológica es vital y
nos ayudará para comenzar a verlas
como algo natural, como comer, beber,
dormir, reír, amar, llorar.

Lo fundamental es que cuando


aparezcan nos encuentren fuertes
interiormente.

Muchas veces también puede ser cierto


que esos momentos emocionalmente
bajos no se notan, los tratamos de
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disimular, pero el punto no es que no


se noten, sino que no existan.

Si tenemos una naturaleza dual,


debemos ver, entonces, nuestros
conflictos y nuestras variaciones como
algo natural, sin dramatizarlos.
No existe un día eterno, una noche
eterna, tampoco existe una tristeza
eterna. El desarrollo de esta nueva
visión nos va a hacer avanzar.

Las enseñanzas filosóficas nos hablan


de buscar el equilibrio. Observemos la
naturaleza, no se detiene y su equilibrio
está en su movimiento constante. ¿Se
detiene el sol? ¿Se detiene el viento?
¿Las olas del mar? ¿Se detiene nuestro
corazón?
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Entonces, ¿por qué nos detenemos
nosotros?

Eso significa que no podemos


paralizarnos, no podemos detenernos
frente a situaciones penosas o tristes.
Debemos seguir moviéndonos y ese
movimiento nos dará equilibrio.

La apatía, la blandura física, psicológica,


mental es la causante de los grandes
dramas en los cuales la conciencia
desciende más y más a los abismos de
la depresión.

Es como cuando alguna vez hemos


manejado bicicleta, si nosotros
dejamos de pedalear, ¿qué sucede?
Inevitablemente nos vamos a caer,
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perdemos el equilibrio.

De igual modo, no podríamos superar


nuestras tremendas tristezas o
depresiones si no nos movemos, si no
actuamos.

Esta sola actitud psicológica nos va a


tranquilizar y nos hará sacar fuerza para
vencer nuestras angustias y hacerlas
mucho más inofensivas.

Evitar el pesimismo, el quietismo,


la inercia, el “dejarse morir en vida”,
evitar que nos vayamos carcomiendo
psicológicamente.

Hay que desarrollar una observación


inteligente de las situaciones para
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poder superarlas de la mejor manera.

¿Qué significa ser inteligente?

No se refiere a tener un elevado


coeficiente intelectual, al menos los
filósofos clásicos no lo entendían
de esa manera. Significa tener
“discernimiento”. Discernir es que
podamos distinguir, separar los
elementos valiosos de los que no lo
son, lo que es bueno de lo que es malo,
lo que es trascendente y perdurable
de nuestra vida de lo que es pasajero y
está destinado a desaparecer.

Y que logremos siempre escoger y


optar por lo que es valioso y eterno. La
inteligencia es eso. Plantearnos ante
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algunas situaciones:
¿Vale la pena que me encuentre así?
¿Vale realmente la pena que me hunda
de esta manera?
¿Vale la pena desperdiciar tantos
momentos bellos?
¿Acaso será eterno esto?
Si no es así, entonces es momento de
sobreponernos.

Enseñanzas filosóficas orientales

Tomemos algunas enseñanzas de la


filosofía oriental. Sidharta Gautama,
más conocido como el Buda, nos
enseña que el dolor nos advierte que
nos estamos equivocando o nos hemos
equivocado en algo. El dolor hace
que nosotros tomemos conciencia
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de que estamos insistiendo por la vía
equivocada. Es transgredir las Leyes
de Armonía de la Naturaleza, y cuando
las transgredimos, entonces sentimos
dolor.

¿Cómo aprende, por ejemplo, un niño


que no debe meter el dedo en un
interruptor?

Cuando sintió dolor, no lo vuelve a


hacer nunca, sabe que eso duele.

¿Cómo hemos aprendido que el fuego


quema? Cuando nos hemos quemado.

Observar inteligentemente es
tratar de entender en qué me estoy
equivocando.
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El dolor no es malo. Tomemos


nuestras caídas, nuestro dolor, como
enseñanzas que nos da la vida,
fórmulas de aprendizaje y cada vez
que suframos, levantémonos con esta
visión pedagógica de la vida.

Saber purificarnos

Purificación es limpiarnos interiormente


y eliminar los residuos psicológicos
negativos que nos puede dejar una
experiencia dolorosa.

Es lograr una transformación verdadera


a través de una purificación real porque
hemos logrado cambiar, modelar,
transformar esa experiencia en algo
positivo.
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No es reprimir o disimular algo,
porque tarde o temprano explotará y
perderemos el control.

Salgamos purificados de ese


sufrimiento y una vez que todo haya
pasado, seremos un poco mejores que
antes, porque hemos sabido resistir.

Asimismo, atesoremos esas


experiencias en nuestra memoria. Si
lloramos o sufrimos siempre por las
mismas cosas, es que evidentemente
no estamos aprendiendo de nuestras
experiencias.

Hay muchas enseñanzas filosóficas


sobre la purificación, como por
ejemplo, realizar trabajo de limpieza
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física, de nuestra casa, habitación,


jardín, etc. El trabajo tiene una función
pedagógica que ha sido olvidada, es
una oportunidad.

Es ponernos en actividad, trabajar


físicamente: barrer, limpiar, sacar el
polvo, ordenar, arreglar y hacerlo con el
pensamiento puesto en que al mismo
tiempo nos limpiamos interiormente
expulsando pensamientos o
sentimientos nocivos que nos afectan
y lastiman.

Así como lo hacemos en lo físico, lo


hacemos en lo mental, en lo emocional.
Y que queden limpios y relucientes
como lo que estamos limpiando
físicamente.
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Voluntad para superar las
adversidades

Nuestro mundo actual, con toda la


tecnología que podemos tener a
la mano, nos da efectivamente la
posibilidad de conocer muchas cosas.

Sin embargo, probablemente seguimos


ignorando cosas trascendentales que el
hombre ha necesitado desde siempre.

Evidentemente, es necesario enfrentar


una serie de crisis económicas, sociales,
personales que no sepamos solucionar,
aunque nos abrumemos con todo ello.

Pero también necesitamos un


momento, un espacio, un paréntesis
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para buscar lo superior, lo divino.

Necesitamos un lugar donde podamos


conversar con alguien sobre lo que pasa
dentro de nuestra alma, no solamente
de nuestras dificultades externas.

Hay una necesidad de saber de dónde


vengo, quién soy y a dónde voy.

Esto cambia totalmente la visión


que tenemos de la vida. Y seríamos
infinitamente más felices.

Para cortar las raíces de la desesperación


es necesario conocernos a nosotros
mismos, saber quiénes somos, de
dónde venimos y a dónde vamos.
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Es indudable que para desarrollar el arte
de sobreponernos a las adversidades
es necesaria una buena dosis de fuerza
de voluntad.

A pesar de lo mucho que hemos podido


escuchar de esta palabra, sigue siendo
difícil de comprender.

Nos decimos constantemente: “Lo


que pasa es que no tengo fuerza
de voluntad”, y posiblemente no
alcancemos a entender lo que significa
la fuerza de voluntad.

La fuerza de voluntad es mucho más que


un deseo o un propósito que queremos
lograr. No es suficiente con quererlo,
con simplemente desearlo, ¿por qué?
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Porque el deseo muere rápidamente,


se desvanece rápidamente y al final no
nos queda nada.
La fuerza de voluntad se muestra con
la fuerza de nuestra fe, la constancia y
la paciencia.

Fuerza de voluntad es saber elegir el


camino adecuado. Es superar nuestros
inconvenientes con la inteligencia de la
que hablábamos anteriormente.

Fuerza de voluntad es algo que siempre


debemos cultivar en nosotros.

Enseñanzas de la filosofía griega

Existe un concepto que los filósofos


griegos llamaron entusiasmo.
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Entusiasmo, en Theos, “en Dios”, “Dios
dentro”, “Dios en el hombre”.

Sentir la divinidad incrustada dentro de


nosotros. El entusiasmo es lo que nos
impulsa a buscar la expresión divina,
buscarla en medio de la naturaleza, en
medio de los árboles, en el paisaje de
las nubes, en el regalo de un arcoíris,
en una fuerte lluvia, en una refrescante
brisa, en el aroma de una flor.

Esto es entusiasmo y si lo tenemos,


pasaremos por menos momentos
oscuros de los cuales debemos
sobreponernos.

Si cuando tambaleamos todos los


días, cuando diariamente hay piedras
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ante nosotros, cuando cada vez que


extendemos las manos hay una
dificultad y a pesar de todo eso y
gracias a eso hubiese entusiasmo
en nosotros, realmente habríamos
logrado despertar esa fuerza divina
que llevamos dentro.

Podríamos lograr mucho con nosotros,


ser mejores. Y si somos mejores a
la larga nuestra sociedad, nuestra
humanidad, va a ser mejor.

En nuestra época actual parece


que el hombre está sumergido
en la desesperación. El estado de
desesperación es un estado de
desesperanza.
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Es más necesaria la esperanza que el
dinero. Podemos vivir con poco dinero,
pero no podemos vivir sin esperanza.
Todos tenemos necesidad de vivir algo
trascendente, eterno.

La esperanza es la visión de futuro con


confianza. No es fingir que no existen
los problemas, sino que implica buscar
las mejores soluciones y esfuerzo para
vencer cualquier obstáculo.

A diferencia del temor, la esperanza no


retrocede ante los sufrimientos. Es lo
opuesto a desesperanza.

La esperanza produce una serie de


efectos muy positivos: entusiasmo,
serenidad, paciencia, hacer más
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eficaces nuestros esfuerzos en el


estudio, investigaciones y en todo lo
que emprendamos.

La esperanza es comprender que no hay


obstáculo superior a nuestras fuerzas:
a pesar de que en algún momento
pensemos que hemos llegado al límite
de nuestras fuerzas, si resistimos nos
forzará siempre a crecer y obtener algo
más de lo que ya tenemos.

En eso consiste el carácter formativo de


las adversidades.

Hay un pensamiento que dice: “La


paciencia es una forma de fe”. ¿Qué
significa esto? ¿Qué es paciencia? Es
cuando esperamos algo. Es decir que
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tenemos cierta resistencia como para
esperar a que se dé o no.

¿Y por qué esperamos? Porque sabemos


que se nos va a dar. Entonces, hay una
confianza, una seguridad de que se va
a dar.

Entonces, ¿qué es la impaciencia? Es


inseguridad.

Si paciencia es esperar porque sé que


se va a dar, impaciencia implica una
inseguridad, falta convicción, falta
estar seguros. Necesitamos tener fe,
convicción.
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Reflexionar los acontecimientos

Las respuestas también son frutos de


una reflexión que hacemos sobre los
acontecimientos que pasamos.

Reflexionar es mirarnos hacia dentro


y tener claridad de lo que nos está
pasando. Hay que pensar. Es obvio que
pensamos, pero no solo pensar como
asociación de ideas, sino como reflexión
y lograr “ver” lo que no siempre vemos.

¿Cuántas cosas pasan por nuestra vida


y no las “vemos”? ¿Esto estaba aquí?, no
me di cuenta, ¿por qué no lo vemos?

No todo lo que ocurre a nuestro


alrededor lo vemos. No de todo somos
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conscientes, no siempre estamos
presentes.

La reflexión nos da un punto de apoyo,


un punto de partida para lograr una
mayor seguridad interior.

Un hombre que no tiene un punto


de apoyo no tiene seguridad, y no
se puede vivir sin seguridad. Si no
tenemos seguridad, aparecen la
angustia, el temor, las dudas, sentimos
que nos viene el vértigo.

Esa seguridad se pierde porque nos


apoyamos en elementos externos, que
están fuera de nosotros, elementos
que valen hoy, pero que no valdrán
mañana.
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Nuestra verdadera seguridad, nuestro


equilibrio está en nosotros, no fuera.
Vienen de adentro hacia afuera, de lo
más hondo de nosotros.

Y en la vida hay cosas que tienen


grandes valores para nosotros, que son
más importantes que las otras. Hagan
una lista.

Un día siéntense con un lápiz y un


papel, hagan una lista de las cosas
que son verdaderamente importantes
y vayan colocándolas en orden, cuál
es más, cuál es menos, para que no
pierdan esa valoración que tienen las
cosas para nosotros.

Y cuando hagan esa lista, involucren


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también el aspecto interno de nosotros
como seres humanos.

No hagan una lista materialista,


donde todo lo que pongan sean cosas
materiales, porque nosotros no somos
un mueble, no somos una máquina, no
somos un robot.

Somos seres humanos y como tales


tenemos algo más que un estómago
que quiere alimentarse, un cuerpo que
hay que vestir.

Y ese “algo más” es el que nos va a


reclamar si no lo atendemos. Tenemos
profundidad, tenemos vida interior, y
esa vida interior es la que nos reclama.
Cuando nosotros tenemos
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adversidades, la presión no viene de


afuera nada más, la presión también
viene de nosotros mismos, viene de
adentro, hay algo que nos cuestiona,
que nos dice: “¿Qué estás haciendo?,
¿cómo lo estás haciendo y por qué?”.
Y nos reclama un crecimiento, un
desarrollo.

Y si no lo atendemos, si hacemos oídos


sordos y si estamos aturdidos por lo
externo, tarde o temprano eso se va
a manifestar como una carencia, que
llevada al cuerpo físico es una anemia,
que nos falta vitaminas espirituales,
que falta alimento espiritual.
El caso no está en tener más tiempo,
sino en utilizar bien el tiempo que
tenemos. Este es un consejo importante,
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filosófico. El tiempo como energía
y saber distribuir el tiempo. Porque
perdemos muchísimo, muchísimo
tiempo.

En síntesis, la filosofía es una palabra


de origen griego (philos: amor,
sophos: sabiduría) que significa amor
a la sabiduría, es tener las ideas claras,
saber con certeza. Es una actitud
que asumimos frente a la vida que
nos permite caminar con fortaleza y
seguridad.

La filosofía desde siempre ha otorgado


al ser humano la capacidad de ver las
diferentes circunstancias de la vida, por
muy difíciles y dolorosas que sean, de
una forma diferente.
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Podemos enfocarlas desde “es una


desgracia lo que me ha pasado” o “esto
me sucedió por algo, es una experiencia
de mi vida y algo voy a aprender, saldré
adelante y saldré mejor”.

“Señor, dame la serenidad para aceptar las


cosas que no puedo cambiar, valor para
cambiar las cosas que puedo y sabiduría para
poder diferenciarlas.”
Reinhold Niebuhr

“El que acepta sufrir, sufrirá la mitad de la vida;


el que no acepta sufrir, sufrirá durante su vida
entera.”
Confucio

“Por muy larga que sea la tormenta, el sol


siempre vuelve a brillar entre las nubes.”
Khalil Gibran
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