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precisaremos si son o no literatura, si son o no literatura fantástica y finalmente diremos cuáles
son las funciones que cumplen para el grupo. Del otro momento inherente a todo estudio
etnográfico, es decir, de la prospectiva de actuación, referiremos algunos pasos y esperamos
dar cuenta de otros en futuros encuentros.
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establecidas implica a veces interpretar a partir de lo que los actores sociales cuentan o
hacen; implica a veces traducir, en tanto ordenar en secuencia; a veces explicar, a veces
definir.
Vaya nuestra definición. Las contadas a las que nos referiremos, desde un plural
adrede, son narraciones orales enunciadas por la voz de gente paisana, en su mayor parte
mapuche, que habita zonas rurales o urbanas de las provincias de Río Negro, Neuquén y
Chubut. Luego de mucho andar, hemos optado por no limitarlas al poblador rural, ya que
también se comprueba su existencia en determinados sectores populares de ambientes
urbanos. Sucede que el campo expulsa y cada quien arrastra consigo lo propio, lo que es
posible acarrear. El patrimonio cultural guardado en la tradición oral, espacio de encuentro y
reconocimiento, no pesa, es propio, no se puede expropiar con facilidad. Por ello, llega al
ámbito urbano y aflora en el poblador de los sectores populares que antes habitó el campo o
que es hijo o nieto de alguien que lo habitó. A veces aflora enseguida, otras veces con los
años, mas no siempre, ni en todos.
¿Entre quiénes surge el contar? O ¿Cuáles son los rasgos del grupo al que pertenecen
las contadas? Es un grupo humano disperso, no compacto en el espacio físico, por pertenecer
a lugares distantes o por haber sufrido y sufrir continuas diásporas. No obstante, conforman
un grupo, pues existe un vínculo que supera distancias y permite el encuentro.
La visita a la comadre Margarita en el hospital; la llegada, por un trámite legal, con el
chivo o el corderito recién carneado, a lo de un pariente o a lo de un paisano que está en el
pueblo; la estadía en lo del peñi Santo Huaiquinao “pa´ verse nomá”, empujan a la charla, al
relato.
Y así en re-unión la comunicación, como práctica social espontánea, configura
espacios de interacción entre estos seres no tan dispersos. Emisión y escucha, muchas
veces roles signados por la fugacidad del encuentro casual, son instancias intercambiables,
nadie es mero receptor, no hay una transferencia unidireccional. Cada miembro “es un actor
sin cuya acción el sentido quedaría en suspenso” (Mata;1994 ) Envueltos por el sonido de lo
propio, cara a cara, alma a alma comparten la anécdota cotidiana: el dolor, la alegría, su
historia no legitimada, sus saberes técnicos. Comparten lo propio, se reflejan en el sentido
que la interacción comunicativa produce.
En estos encuentros, todos conversan, “se pisan por hablar”, aunque es inherente a
esta modalidad comunicativa compartir también el silencio, largos silencios, pues vale tanto la
palabra que se dice como la que se calla. “El silencio también dice, y dice tanto....Hay que
saber escuchar... Hablar por hablar cualquiera habla hasta el choroy -loro-“, suele decir
Crispina Pereyra a los suyos.
La historia del grupo humano es registrada por las contadas y su inscripción temporal
podemos ordenarla en cuatro instancias: un pasado mítico, un pasado remoto, pero próximo,
un pasado cercano, un quasi presente.
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un pasado mítico, el ab initio, lejano, intangible de las cosmogonías. Y
entonces, Trentren y Caicaifilú o Kai Kai pelean “según lo que decían los
abuelos que a ellos les habían contado... hace tantísimo tiempo cuando sólo
existían los mapuches” (Curruhuinca en Fernández; 1989:24)
un pasado remoto, pero próximo. Y entonces, el cacique Bartolomé Curruhinca
es llevado con su gente al regimiento de Choele Choel cuando “dentraron la
guardia nacional” (informante M.L.Q. en Waag; 1982: 236)
un pasado cercano, individual pero compartido por varios miembros del grupo.
Y entonces, Alsira cuenta cómo un camionero la llevó desde Menuco Negro a
la casa de un turco para trabajar a los 11 años; o la abuela Elvira relata cómo
llegó a Maquinchao para sacar a sus cuatro hijos de la miseria, el hambre y el
frío; o Crispina cuenta, como le contaba el finadito abuelo Celestino, la
desaparición de su hermana Petrona por ir a buscar agua a la vertiente al
mediodía, hora no aconsejada.
un quasi presente. Y entonces, la abuela Lucía relata cómo recuperó una
porción de tierra en Rañicó, Neuquén, y está allí con su familia, (testimonio oral
recogido de la Radio Antena Libre); o E. F. de C. cuenta, según contaba el
padrastro del marido en Lonco Luán, cómo a los cuatro días de muerta una
viejita su alma volvió a trajinar su ropa, sus cosas; o cómo gracias a la
intervención de la machi que ruega en castilla o en lengua, da remedios, soba
con yerbas, golpea, el wekufü se aleja y el compadre se salva.
Al ser registro de historia y de historias, las contadas dan testimonio de la
representación y de la significación de los procesos socioculturales que a este grupo le
toca padecer. Consecuencias de la llegada del hombre blanco, proceso de lucha por la
recuperación de la tierra, emigración y abandono del hogar, posibilidades laborales,
dependencia del turco, creencia en la dualidad cuerpo-espíritu , convicción de la lucha de las
fuerzas del bien y del mal, forman parte, entre otros, del inmenso repertorio al que podríamos
mencionar para dar cuenta de tales representaciones y significaciones.
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alambran. Cabalga en la noche clara, trabaja para un turco y corre alambrados. Lo persigue
el anchimallén. Anda bien empilchado.
“¿Está el ánimo de la contada?” En el living de una casa del Barrio Villa Obrera, de
visita, creada ex profeso, mate dulce bien caliente, televisor prendido, Alsira y Crispina
conversan. Alsira, una vecina del barrio a quien hace bastante que no ven, ha caído de
casualidad. . Es marzo y uno de los primeros fríos del año es el tema que sin querer dispara el
monólogo de Alsira. Chiquita, muy morocha, dientes manchados, manos en febril actividad de
una revista que dobla, desdobla y plancha, a su pollera que alisa. No se interrumpe cuando
Crispina intenta decir algo. Se superponen. Charla corrida y natural que enhebra imágenes de
la niñez de esta mallinera, como le dicen por haber vivido en un mallín. Pies congelados,
pues la arpillera no es suficiente resguardo, chupasangres -espinas de hasta diez
centímetros- enterrados en la carne cuando sale a juntar leña luego de la nevazón. Enhebra
imágenes de una niña de cuatro años que junto al resto, un todos indefinido, corre a perseguir
al anchimallen que llora como una criatura. Enhebra imágenes del traslado de niñas de 11 o
14 años desde Prahuanilleu, Colipilli, Fitamiche, Neneo a la cuidad o a los pueblos donde
llegan para...
¿Pero cómo surge el contar? El contar surge como una necesidad individual y grupal y
se da cuando está “el ánimo de la contada”. Al contar lo rige una pauta compartida, no
enunciada, ni establecida, no hay horario, ni ley de protección al menor. Lo que se va a contar
es de todos y entonces pueden estar todos. Los viejos, los niños, los padres, cada uno de los
integrantes de la familia extensa o del grupo que se congregue en torno al contar.
Y así la memoria colectiva se encarnará en Don Antonio, Alsira, Crispina quienes
serán voceros de un relato que pertenece al grupo y a ellos mismos como integrantes de
aquél. No habrá una transmisión sistemática, racional de la tradición, ésta se desgranará
espontáneamente, cuando presten su voz frente a los oyentes y sólo si está el ánimo de la
contada. Hoy serán ellos, mañana la abuela Elvira, Doña Damiana Llanca. No son autores, ni
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les interesa serlo, ellos son como en todos los relatos populares “intérpretes de una creación
colectiva en la que el módulo inicial es modificado y enriquecido al pasar de boca en boca”
(Colombres; 1987: 46)
No sólo habrá tantas versiones como veces que las contadas se narren, sino que cada
narrador contará su versión en cada oportunidad que narre. Ventaja del relato no momificado
que anda, corre, avanza, en el sonido y el gesto de uno u otro. No momificado en tanto no
escrito. Relato oral que no sufre “el cerco extraño de la escritura”, relato oral que “no debe
imponer, en la unidad y en la sombra de sus signos, la imagen de una palabra construida
mucho antes de ser inventada” ( Barthes; 1967: 35 )
¿Son Literatura?
Esta es una preocupación compartida por estudiosos y compiladores que se han
encargado del relato oral mapuche: César Fernández, Lucía Colluscio, Rodolfo Lenz, Hugo
Carrasco, Alberto Salas,... Ellos además se preocupan por clasificar en géneros: géneros
araucanos, narrativos, cuentos de ficción, historial, no narrativos, con canto, sin canto.
¿Pertenecen, nuestras contadas, a la literatura oral? ¿Son literatura? Todo depende de
cómo definamos, pues a toda definición la signa la época en que se la formule y quien la
proponga. Revisemos sólo algunas de ellas.
Para Walter Ong, y tal como refiere Fernández, sólo es literatura la producción escrita
conforme una definición ajustada a la etimología. En el caso de las narraciones que nos
ocupan, por pertenecer a la tradición oral de una cultura ágrafa, no serían literatura.
Estela Dos Santos en Las literaturas orales afirma: “Estamos llamando literatura a
toda la cultura verbal de ciertos pueblos: todo el material que fue recogido por etnólogos y
folkloristas, todo lo que fue dicho y recogido por la memoria colectiva o la memoria de elite
profesionales o semiprofesionales.” En este caso parece como que se extiende el concepto,
se lo hace abarcativo para que en él entre toda manifestación verbal, parece ser que si se le
pone el mote de literatura a una producción verbal ésta adquiere relevancia o jerarquía y entra
en los volúmenes de la Literatura universal. Pensamos ¿jerarquía para quién? ¿Es necesario
para Don Antonio o la abuela Alsira identificar sus contadas como literatura?
El concepto de lo literario, académicamente canonizado, define en la actualidad
formas textuales que tienen como ingredientes la ficción y la intención de provocar un efecto
estético. La práctica ficcional implica que todo lo que leemos como literatura no tiene
referencia directa al mundo real, se proclama así la autonomía del discurso con respecto a lo
real La intencionalidad estética implica que el texto está estéticamente marcado, es decir, su
emisor ha utilizado intencionalmente una serie de recursos estilísticos desde metáforas a
imágenes para provocar tal efecto estético. Podría pensarse ésta como una caracterización
que asfixia al fenómeno literario, pero no siempre la amplitud caracteriza a quien usa o repite
definiciones impuestas.
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Por ello, y tal la perspectiva etnográfica que declaráramos, creemos que hablar de las
contadas como un hecho literario es aplicar una categoría foránea a una manifestación oral
que es vivida con estatus de realidad. Para quienes las cuentan y las escuchan en rondas
familiares o comunitarias no hay escisión entre el cosmos narrativo propuesto y el cosmos
cotidianamente vivido. Nada más lejos de la noción de ficción o de la narración como práctica
ficcional. Nada más lejos de una finalidad estética para la cual el narrador utilice tropos. En
las contadas no se ficcionaliza la vida, no se literaturaliza la vida Lo que se cuenta es la vida,
una porción de ella, no un cuento, no se hace un cuento con la vida.
Sí podemos decir que estos relatos orales comparten su especificidad con otros relatos
de la tradición oral , pues poseen los siguientes rasgos:
la situación contextual en que se producen,
las actitudes que generan en quien las escucha, en quien las narra,
la utilización de fórmulas discursivas en el relato,
la presencia de lo individual en el marco de una situación comunitaria
compartida,
la canalización de sentimientos de angustia, de placer, de resistencia o de
resignación, de miedo,
la vehiculización de una intencionalidad velada o manifiesta. Y si bien cada
relato oral tiene independencia en tanto historia con principio, medio y final, es,
en cuanto conjunto que forman, como adquieren significación para el grupo y
como devuelven una imagen, una identidad compartida .
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esqueleto viviente), el reforó (el puro hueso), el choñchoñ (cabeza alada), el
cherufe (bola de fuego con cola)-
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El valor de realidad de lo extraordinario aparece reforzado por expresiones, “eso no
es cuento”, “eso fue cierto”, “llegó toda mojada a la casa”, “después de eso no quedó bien”,
“no es cuento es verdad”. Cuento remite a cosa que no sucedió, o a mentira, a simulación, o a
“apariencia de veracidad” (Borges,1989:223) No es cuento, no es ficción, no es literatura. Es
la pura vida
La naturaleza
En este ámbito en que lo ordinario y lo extraordinario, lo sagrado y lo profano cohabitan
sin fronteras definidas referiremos sintéticamente qué sucede con los elementos de la
naturaleza.
Ellos tienen tanta importancia como el hombre y merecen respeto, pues comparten
con él la sacralidad que otorga Futachao. “Todo lo que Dios ha dejado es para respetarlo”
Todo, el río, el arroyo, el cerro, la piedra, los árboles, los animales. Por respeto, hay que
pedirle permiso al dueño de la aguada para sacar agua, “al dador del agua”, como dice Ema
Queupil. Al dador, no al propietario de la tierra donde está la aguada, desde una concepción
capitalista.
“La naturaleza es muy sabia hijita” profiere la dulce voz de la abuela Regina a su nieta
Martina. Y el saber le otorga poder a esos elementos.. Por ello,“la picha, mujer del piche, es
una ullmen zomó” es poderosa en la tierra; las piedras “ dan saber, energía, suerte”.
Es posible, además, que estos elementos actúen con intencionalidad. “Esto tiene
sentido porque (la concepción mapuche) se basa en el supuesto de que todas las cosas de la
naturaleza son potencialmente numinosas por la energía en estado latente que contienen”
( Waag; 1982: 166) Tanto el hombre, la mujer, como la piedra, el pájaro o la picha pueden
causar lo bueno o lo malo. Por ello, hay paridad de potencialidad energética en la vida
cotidiana. Que la energía que encierran pueda manifestarse positiva o negativamente es
harina de otro costal.
En los relatos que nos ocupan no es necesaria una descripción demorada de la
naturaleza en la que la acción humana transcurre, ya que los lugares mencionados son
próximos, conocidos por todos. “Ahicito, atrás de la loma, junto al molle, en el ojo de agua de
ái”. A veces una mínima descripción aparece, pero es para orientar, ubicar a los oyentes del
relato, para que ellos puedan representarse en qué lugar Freda o Manuel se encontraron con
el anchimallén, en qué vertiente Pochi Reuque le tiró su cuchillo al cuero vivo. Localización
que refuerza el valor de verdad.
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Funciones y función de las contadas
Las contadas son manifestación oral de un acto del lenguaje humano y en tanto tal,
acción humana con una función. Tal función involucra un para qué explícito u oculto y
depende del contenido de cada una y del ámbito en el que se narren. Algunas se
circunscriben al ámbito familiar, pertenecen a la historia de algún miembro, por ejemplo la
búsqueda de novia; otras pertenecen al grupo, a la comunidad.
A modo de ejemplo, la siguiente enumeración, que cumple idéntica función que otros
intentos de orden que ya hemos planteado más arriba:
enseñar o referir saberes de uso instrumental, tejer, escarmenar lana,
pentuquear (arte de curar de la abuela Carmen Nahueltripai), domar,...
entretener, acortar el tiempo, pasar el tiempo,
controlar, cuidar, proponer comportamientos modelos,
transmitir cosmogonías.
Más allá de todas esas funciones pragmáticas que puedan desempeñar para el grupo,
creemos que fundamentalmente generan una imagen del mundo, cada quien se ve en la
narración o advierte algo que le es propio, que le pertenece o le perteneció a su familia, a un
abuelo, a un peñi. Una suerte de especularidad identitaria se produce con cada narración.
Frente a tanto bombardeo externo, en ellas es posible hallar el reflejo de lo propio. A veces
contaminado o aculturado, pero propio.
Las contadas crean una imagen del mundo, pero a la vez son resultado de ese mundo,
a veces pretérito, a veces presente, y, por ello, aportan un “lugar en el mundo”. Lugar
golpeado desde las instituciones o los centros de poder que descalifican los saberes
tradicionales, los saberes populares, los saberes familiares para imponer los saberes oficiales
con una fuerza y persistencia difícil de esquivar desde la transmisión espontánea de lo
propio.
Tal como lo expresa la abuela Regina Colimil de El Maitén, Chubut, “si hasta el yuyo
más humilde tiene su lugar, por algo Futachao lo dejó, como no tenerlo el hombre”. Lugar que
encontramos en la construcción discursiva, pero lugar al fin. La gente paisana se aferra al
relato oral como salvaguarda de la propia cultura, con placer, con dolor. “Tal vez por ello los
viejos, mis viejos cuando cuentan terminan llorando”, dice Cristina
“ La picha es poderosa en la tierra, se defiende, pero si la sacan de ahí es nada. Así
somos nosotros” , continúa la abuela Regina. Han sido y son sacados de ahí, de la propia
tierras y se trasladan a centrosurbanos ¿Perderán también sus contadas y se convertirán en
nada?
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Si mantenemos nuestra perspectiva, debemos dar cuenta de la devolución a la
comunidad que originó nuestro viaje etnográfico. No podemos afirmar que la preocupación
inicial haya sido satisfecha, pero en ese rumbo estamos andando. Por ello, referiremos
algunos pasos recorridos en este sentido.
Para ingresar al mundo de las contadas hay que pensar en un viaje colectivo, convocar
al fuego sagrado y alrededor de él sentarse con unos buenos mates, que llamen a los seres
que lo habitan y los relatos brotan como agua de vertiente.
Un aula se puede transformar en un hermoso fogón en cuestión de minutos, se puede
volar al encuentro de los ancestros, que desde que el hombre tiene voz han narrado contadas
propias de la cultura, hechos sucedidos en esta mapu -tierra-, incluso antes de la llegada del
huinca, como se designa al hombre blanco. El Tonoi cushe, o protector del fuego, se encarga
de llevar las palabras al cielo azul para que en los buenos cielos se enteren que tenemos
memoria.
Y en el aula se puede comenzar diciendo algo así como: “mi abuelita sabía contar que
en aquellos tiempos... hasta las piedras hablaban... y actualmente la abuela Rosa Cañicul de
costa del río Malleo en Neuquen cuenta que conversa con la Piedra Azul que tienen los
Namuncurá, que viven en San Ignacio”
Sabemos que alumnos de escuelas rurales de Neuquen, Río Negro y Chubut y de
nuestras escuelas urbanas de la ciudad de General Roca también hablan del Tuetue, el
Chonchón, las Salamancas, dicen haber visto o escuchado al respecto, a veces son niños
nacidos en el pueblo, que en mucho de los casos no conocen el campo.
Algunas contadas se relacionan con el miedo, y al conversar sobre ellas, se las lleva al
plano conciente y se las puede dibujar o pintar, para sacarlas afuera, para reírse de ellas y
perderles el miedo. Y luego rescatarlas.
A partir de las contadas se pueden realizar distintas propuestas didácticas: realizar
pequeñas obras de teatro, exposición de dibujos, elaboración de historietas, cartas, afiches.
También se han usado las contadas para obtener datos y elaborar textos informativos
sobre elementos de la naturaleza o las propiedades de las plantas -ñanculahuen, neneo,
natre, palo de piche, etc- o la fauna de la Patagonia , los secretos de las guardas de los
tejidos mapuches o el concepto distinto de paralelas que se dan a las paralelas al urdir un
telar, donde un hilo sube y el otro baja ...
El Proyecto El imaginario popular y la comunicación humana, de la UNCo ha trabajado
con respecto a las contadas y se han realizado producciones de libros, libretas y ponencias.
Rubén Paolini y Alejandro Montero, dos maestros de la escuela Nº 317 de General Roca,
concretaron un libro de contadas como fruto de una recopilación hecha en su escuela. Juan
Raúl Rithner y Ana María Menni trabajan en la elaboración de un libro que pronto verá la luz.
Nuestro informe etnográfico que interpreta, ordena, traduce, explica y define intenta
convertirse en una herramienta que pueda enmarcar el trabajo con las contadas, no sólo de
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aquellos docentes y animadores socio-culturales que no pertenecen al pueblo mapuche, sino
también de esos maestros-mapuches que quizás necesiten una mirada respetuosa de su
tradición.
Si las contadas pudiesen entrar a los salones de clase, quizás comenzaría a
conocerse, respetarse y valorarse más esa cultura mapuche que ellas atesoran. Tal vez el
respeto por la diversidad sería más que meras palabras si defendiésemos esta parte de
nuestra identidad patagónica plural, dispersa, agónica, vivificante.
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Bibliografía
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