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La Bella Durmiente
La Bella Durmiente
durmiente
En un reino muy lejano, habitó una vez un rey noble y justo que deseaba con
fervor tener un hijo junto a su reina. Después de largo tiempo, el monarca pudo
por fin disfrutar el advenimiento de una hermosa hija. La princesita tenía una
piel muy suave y unos cabellos rubios radiantes como el Sol, y desde todo el
reino, las personas se acercaban para brindarle regalos y admirar la belleza de
la pequeña hija del rey.
Aun así, el rey no quedó convencido y ordenó a sus soldados que salieran por el
reino y destruyeran todos los husos que encontraran a su paso. Al cabo de unos
días, el reino se encontraba cubierto por enormes montañas de husos que se
quemaban al calor del fuego, y con el paso del tiempo, las personas del lugar
olvidaron el temible hechizo y vieron como la princesita crecía cada vez más y se
llenaba de una belleza difícil de describir.
Durante exactamente quince años, todo fue alegría en aquel reino. La pequeña
niña hija del rey se había convertido ahora en una muchacha deslumbrante que
correteaba por el reino y le gustaba rodearse de animales. Un buen día,
mientras caminaba por las calles del reino, encontró una pequeña casita que le
llamó la atención. La puerta de la casita se encontraba abierta, y sin pensarlo
dos veces, la princesa se adentró en el lugar.
En la última habitación, había una anciana que hilaba con cuidado su copo en un
desgastado huso. Atraída por aquel objeto, y como nunca antes lo había visto, la
joven le pidió a la anciana que le permitiera utilizarlo, y mientras aprendía a
colocar el hilo en el huso, sucedió algo terrible. La princesa se había pinchado
con la aguja y tan pronto apareció la primera gota de sangre en su dedo, cayó al
piso.
Al enterarse de la noticia, el rey convocó a todos los doctores del reino para que
resucitaran a su pequeña, pero como la bruja había prometido con su hechizo,
nada podía salvarla. Ni siquiera los brujos pudieron devolverle la vida a la
princesa. Entonces, el rey decidió construir una hermosa torre dentro del
palacio, y en lo alto, preparó una habitación con una cama de hilos de oro para
colocar el cuerpo de su desvanecida hija.
Cuando las hadas buenas supieron del terrible suceso, decidieron también
hechizar a todos los habitantes del castillo, para que la princesa, cuando
despertara, pudiera reconocer a sus padres, a los soldados y hasta los
cocineros. Así fue entonces que pasaron cien años desde aquel momento, y
como era de esperarse, el castillo quedó abandonado poco a poco, repleto de
ramas de árboles que penetraron por la ventana y por las puertas hasta inundar
el lugar.
Las personas del reino se olvidaron con el tiempo del rey y de su hija, pero una
tarde de verano, un príncipe lejano que se había extraviado cerca del lugar,
arribó al castillo abandonado, y se sorprendió de ver tantas personas
durmiendo en las habitaciones. Como era un joven curioso, decidió subir las
escaleras hasta la última alcoba, donde se encontraba justamente la princesa
encantada.