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Universidad Tecnológica de Honduras

Tarea Nº5
Ensayo.

II- Parcial

Alumno:
Johan Eduardo Villalta.

Asignatura:
Sociología.

Catedrático:
Msc.J. Donadin Alvarez.

Lugar y Fecha:
Choloma, Cortes
02– 11– 2022
Ensayo sobre La democracia y los desafíos en Honduras.
En la actualidad Honduras pasa por un momento con dificultades en cuanto a democracia ya
que después de un golpe de estado, se dio algo nunca antes visto como la reelección de cierto
partido político, la cual violento la democracia de un país, quien democráticamente eligió
otro partido y por situaciones políticas se permitió una reelección obligada y a la fuerza.

Honduras es uno de los países más pobres y violentos de América Latina. La prensa,
académicos, actores internacionales y multilaterales reflejaron sus opiniones a favor de la
democracia y en contra de situaciones de intervención militar que no son aceptables en el
contexto internacional contemporáneo.

La falta de voluntad, el tradicionalismo hondureño, y el autoritarismo han minado la


consolidación del proceso democrático hondureño. Los altos niveles de violencia, la
creciente presencia de los grupos del crimen organizado en buena parte del territorio
nacional, la escasa capacidad de respuesta del Estado frente a los problemas del país y la
apuesta por utilizar a las fuerzas armadas en funciones que podrán ser desarrolladas por
otras instituciones, son circunstancias preocupantes que dificultan un buen puerto un
proceso democrático medianamente llevado a cabo satisfactoriamente. En Honduras ha
faltado hacer politica, entendida como la búsqueda pacífica de la regulación de los
conflictos, mediante el establecimiento de reglas comunes, compartidas y aceptadas por la
mayoría, con el objetivo de garantizar una convivencia aceptable. La gestión de la crisis de
seguridad en estos años se encuentra condicionada por la debilidad del Estado, por los
diferentes intentos de reforma policial y por el recurso a la fuerza armad
Desde el golpe de Estado Honduras ha experimentado un grave deterioro de la
institucionalidad democrática que no puede comprenderse, como lo señalan, sin la impunidad
y la corrupción que han colapsado con la confianza en las instituciones públicas, y la
desigualdad que está enraizada en un sistema que beneficia a unas cuantas personas que
tienen relaciones con altas esferas del poder político y privado.

En este sentido, la lucha contra la pobreza y la desigualdad que azota el país pasa
necesariamente por un combate decidido en contra de la corrupción y la impunidad. Por ello,
dos medidas son urgentes y necesarias en este momento de transición: en primer lugar, la
concreción del anuncio de la presidenta Castro Sarmiento de la creación de una Comisión
Internacional contra la Corrupción e Impunidad en Honduras, tomando en cuenta las
lecciones aprendidas de las experiencias con la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la
Impunidad en Honduras (MACCIH) y la Comisión Internacional contra la Impunidad en
Guatemala (CICIG).

Y, en segundo lugar, avanzar hacia un verdadero proceso de justicia transicional que permita
transitar de tres situaciones graves y masivas de violaciones a derechos humanos, hacia la
reconciliación nacional. Como sociedad necesitamos enfrentar los crímenes del pasado, tanto
de los años ochenta y del golpe de Estado de 2009, como los de la crisis postelectoral, e
identificar los enclaves autoritarios que todavía controlan el Estado generando impunidad y
corrupción.

Solo así Honduras podrá ofrecer justicia y verdad a una sociedad herida y necesitada de
reconciliación, reconociendo que esta no puede darse sin conocimiento de la verdad y sin
sanción de las personas responsables de tales crímenes, particularmente de las que todavía se
encuentran en altas estructuras del Estado o reciben beneficios sociales de éste.

No obstante, para ambos desafíos se requiere un Ministerio Público y una Corte Suprema de
Justicia con imparcialidad, competentes e independientes. Para lograrlo, un paso fundamental
es despolitizar y superar todas las irregularidades en el proceso de selección de las altas
autoridades del Estado que, hasta el momento, evidencian la primacía de criterios políticos
sobre la meritocracia, evitando así la existencia de instituciones públicas que luchen
frontalmente contra la impunidad.

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