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BAND 121
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PETER LANG
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Proyecto de Excelencia I+D+i del MINECO La novela corta del siglo XVII:
estudio y edición (y III) (FFI2017-85417-P)
ISSN 0170-821X
ISBN 978-3-631-83254-7 (Print)
E-ISBN 978-3-631-83752-8 (E-PDF)
E-ISBN 978-3-631-83753-5 (EPUB)
E-ISBN 978-3-631-83754-2 (MOBI)
DOI 10.3726/bl 7675
Peter Lang - Berlin · Bern · Bruxelles · New York· Oxford · Warszawa · Wien
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Maria Rosso / Milano
Abstract: In Corrección de vicios, Salas Barbadillo revitalizes stereotypical motifs and cha-
racters through the ingenious resources that he deploys in the dispositio and elocutio. Toe
amalgam of different literary genres and the empathetic relationship between the two
narrators build a complex narrative world. We focus on three recurring motifs: (a) biblical
reminiscences, especially the myth of the fall, and the frequent mentions of the devil, pain-
ted as a skilled merchant who exploits the powerful attraction of money to catch sinners
in his nets; (b) madness perspective, that produces a destabilization of values and ( e) the
ironic devices to denounce the lie, the false appearances and the corruption of society.
Keywords: Salas Barbadillo, Corrección de Vicios, Satire, Exemplarity, Madness, 17th cen-
tury Spanish Literature
1 Preliminares
Entre finales de 1613 y principios de 1614, cinco obras de Salas Barbadillo (El caba-
llero puntual, La ingeniosa Elena, El sagaz Estacio, Corrección de vicios y Roman-
cero universal) obtienen la licencia «para poder imprimirse». El vicario Gutierre
de Cetina certifica que dichos libros «no contienen cosa contra la fe y buenas cos-
tumbres, antes son útiles y ingeniosos» y el fraile trinitario Manuel de Espinosa,
al repetir el mismo juicio, recalca que «con ingenio enseña su autor en ellos las
agudezas y engaños de los que son hijos <leste siglo, para que nos sepamos librar
dellos, conforme el consejo evangélico» (Salas Barbadillo 2019: 71). Las tópicas fór-
mulas al uso hacen hincapié en los requisitos esenciales que debe reunir una obra
para acceder al mercado editorial de la época: el respeto de los dogmas, exigido
por los censores; la ejemplaridad, solicitada por los moralistas, recelosos de los
efectos antieducativos de la literatura; y, finalmente, el ingenio, atractivo para una
amplia capa de lectores2• Corrección de vicios -que ve la luz en 1615, en la imprenta
madrileña de Juan de la Cuesta3- promete cumplir con estas condiciones ya desde
el título, acompañado por el siguiente epígrafe: «En que Boca de todas verdades
toma las armas contra la malicia de los vicios, y descubre los caminos que guían
a la virtud». Así las cosas, los objetivos exhibidos en la portada sitúan las expecta-
tivas del lector en el horizonte de la sátira, cuya finalidad -según López Pinciano
(1973: III, 234)- es, precisamente, la de «reprehender los vicios de los hombres», ya
que -como puntualiza Cascales (1975: 180)- «es imitación de una viciosa y vitu-
perable acción [ ... ] para enmendar la vida» y «corregir vicios y costumbres malas»,
efectos que el «satirógrapho» consigue si sabe endulzar «la píldora» con ocurrencias
amenas, «para que su reprehensión sea bien recibida» (Cascales 1975: 206).
Efectivamente, por las páginas de Salas Barbadillo desfila una galería de
tipos bien conocidos por ser blancos usuales de la literatura satírica (baste pen-
sar en Góngora y, sobre todo, Quevedo4): escribanos, avaros, médicos, poetas
2 Sobre «el acusado matiz moral que hallamos en la teoría literaria» del periodo, ver
Riley (1966: 159). Y, por lo que se refiere a los «mecanismos de autorregulación que
adopta la industria del libro», ver Vega (2013: 62 y 71).
3 La segunda edición, al cuidado de Cotarelo y Mori, apareció en 1907. Contamos ahora
con la que han preparado González Ramírez y Piqueras Flores, dotada de una amplia
introducción y un rico aparato de notas (Salas Barbadillo 2019).
4 Entre los estudios que han abordado la relación intertextual entre Quevedo y Salas
Barbadillo, ver Herrero García (1928: 307-309), LaGrone (1942: 223-43), Manukyan
(2012: 289-293) y López Martínez (2012: 405-429). Aunque «Salas Barbadillo utilizó
en varias ocasiones pasajes de Quevedo como hipotextos de sus propias obras, de
manera que incluso se ha llegado a hablar de plagio», González Ramírez y Piqueras
La ingeniosa ejemplaridad de Salas Barbadillo en Corrección de vicios 65
Flores opinan «que resulta difícil establecer cuál fue exactamente la relación entre
ambos textos (Salas Barbadillo 2019: 32).
5 Sobre «las claves que permiten precisamente distinguir la novela corta española frente a
otras formas narrativas breves tradicionales (cuento, facecia, anécdota)», ver González
Ramírez y Piqueras Flores, en Salas Barbadillo (2019: 34 y ss.).
6 Ver Torres (2010: 1), que menciona la «novela italianizante», la «sátira menipea», la
«miscelánea», la «novela picaresca» y el «relato de viaje».
7 Escribe García Santo-Tomás (2008: 155): «De doña Ana de Zuazo, camarista de la reina
[ ... ],no sabemos lo suficiente como para pensar que fuera realmente amante suya, a
pesar de los elogios que la dedica y las conjeturas de una estrecha amistad».
8 Todas las citas derivan de la edición de 2019. En adelante me limito a indicar la página
entre paréntesis, señalando, cuando puede ser oportuno, el capítulo en número romano.
9 «Después de haber oído con devoción cristiana misa», «admirome el ver aquella ima-
gen de nuestro Redentor y mejoró mi espíritu de lugar» (1: 76); «Visité la capilla de
la Virgen del Pilar, y allí, con la mayor fe y devoción que pude, adoré la piedra donde
pone las plantas» (I: 77); «Oí misa» (II: 84), etc.
66 Maria Rosso
melancólico1º, agobiado por sus infortunios y con la salud quebrada11, pero ani-
mado por intereses culturales y espectador entusiasta de maravillas arquitectó-
nicas 12.
En Zaragoza, una de las metas de sus visitas es «la casa de los enfermos del
juicio», que le suscita una honda emoción, porque -a pesar de que no encuen-
tra ninguna «persona considerable, ni sujeto que mereciese el nombre de entre-
tenido» (I: 78)- se le hace patente en toda su gravedad la desgracia de quien
ha perdido «la mejor prenda» del alma, calamidad que se le aparece como un
terrible castigo divino. El pesar que experimenta despierta el recuerdo de las cár-
celes, donde había «visto presos por ladrones (y infinitos) cuyo delito era menos
grave que los muchos que cometían cada día los alguaciles que los prendieron»
(78). Se introduce así el motivo que constituye el leitmotiv de la obra, a saber, la
denuncia de la corrupción y la mala administración de la justicia humana, que
arranca al narrador un comentario sarcástico: «[Ay, pobre de ti, desdichado reo,
cuántas veces el que te condena merece mayor castigo por la misma culpa! Todo
este mundo es casa de locos y aquel es el mayor de todos, que piensa que no lo
es» (79)13• Tampoco los religiosos escapan del flechazo satírico, como demuestra
la anécdota del clérigo que se ensaña con un pobre demente y se ríe de él, sin
darse cuenta de que su propio estilo de vida -presa de la miseria para «hacer un
mayorazgo en un sobrino» (79)- es una manifestación de locura.
Estas mordaces reflexiones son el preludio del encuentro con Boca de todas
verdades, el personaje «de ascendencia quijotesca o vidrieril» -según lo define
Rey Hazas (1986: 29) -, que muy pronto va a convertirse en fulcro narrativo,
bien como actante, bien como segundo narrador. Durante la estancia zarago-
zana, un amigo del viajero menciona a tan raro individuo, que estuvo internado
1 O «Después, Señora, que con tantas desdichas me faltó el asiento de mi casa y salió el
alma desacomodada [ ... ]» (I: 75); «se me representaron todas mis desdichas y con
nuevo llanto celebré su sentimiento» (I: 77), etc.
11 «No iba yo con poco trabajo, porque demás de los muchos que el espíritu padecía, el
cuerpo, necesitado de salud, se hallaba con pequeño esfuerzo para el camino» (1: 77).
12 «Veneré luego con los ojos las ruinas de tantos ilustres edificios que un tiempo dieron
habitación a los primeros padres de la nobleza de Castilla. Visité sus templos y entre
ellos pagué en admiración a la iglesia mayor lo mucho que su fábrica me deleitó»
(I: 76); «discurrí la ciudad, cuyas piedras dicen la antigüedad de sus primeros señores»
(II: 83), etc.
13 Recuérdese el episodio del Guzmán de Alfarache en Zaragoza (Segunda parte, libro III,
cap. I), donde el posadero, tras leer el «Arancel de necedades», afirma: «así es ya todo
el mundo enfermería» (Alemán 2013: pos. 10158).
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que lo llevan a retirarse en soledad, buscando alivio entre sus libros, como él
mismo explica:
siempre soy necio, pero nunca tanto como cuando estoy melancólico, y he menester huir
entonces de las gentes por no fatigarles con mi propio disgusto. Siéntome tan vencido
desta pasión que, cuando me derriba, querría irme a los montes y sepultarme en las
cuevas de los brutos[ ... ]. Aquí vengo a divertirlos, si ya tal vez no los aumento, procu-
rando entretenerme con estos amigos muertos ( que los libros de los sabios este nombre
merecen)17• (IX: 254)
Huarte de San Juan (1991: 123 y 129) afirma que «es la melancolía más apropriada
para el entendimiento que la cólera», pero ambos «humores [ ... ] endurecen las
carnes[ ... ], y destos nace la prudencia y sabiduría que tienen los hombres». Por
lo que se refiere a Boca de todas verdades, alterna los dos estados de ánimo y en
varias ocasiones aparece incapaz de frenar sus reacciones emotivas y, sobre todo,
de dominar la irritación. El narrador primero, tras darle la noticia de que un
amigo común ha obtenido la protección de un poderoso, lo descubre mirándole
«lleno de ira» (Salas Barbadillo 2019: III, 120); en otra ocasión, lo halla «en su
posada lleno de enojo y dando voces, fuera del tono que la modestia permite»
(IV: 146); y un día se asusta al verse «cerrado con un loco y en sus manos una
espada desnuda» (X: 279), llegando incluso a temer por su vida. Lo que excita
los nervios del extravagante personaje es el espectáculo de un mundo demente al
que no puede asistir impasible y que juzga desde la perspectiva de quien rechaza
un compromiso integrador. Reyes Cano (1996: 462) recuerda que «tuvo especial
fortuna la idea del mundo al revés o inversión paródica de los esquemas y valo-
res de la lógica, sustituidos deliberadamente por un perspectivismo que permite
contemplar las cosas -y, paradójicamente, iluminarlas- desde una apariencia de
irracionalidad y sinsentido».
Ahora bien, en Corrección de vicios la divergencia de puntos de vista, con la
consecuente inversión de valores, desestabiliza el confín entre insania y sensatez;
de ahí que la visión del loco adquiera una connotación positiva en contraste
con el engaño colectivo y se convierta en instrumento de denuncia contra la
corrupción individual o social. De hecho, el autor aprecia el ingenio y la integri-
dad moral de su nuevo amigo, a pesar de sus rachas de cólera, y lo contrapone
17 La «conversación con los difuntos» es el tema del célebre soneto de Quevedo «Retirado
en la paz de estos desiertos», escrito probablemente entre 1636 y 1637 (Ver López Gri-
gera 1987: 107), que Lázaro Carreter (1986: 411) relaciona con una epístola de Petrarca.
No podemos, desde luego, descartar la hipótesis de una influencia de Salas Barbadillo.
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al espíritu del mal, notando «que tenía tan poco parentesco con el diablo, pues a
él le llaman "Padre de la Mentira'' y este otro es "Boca de la Verdad"» (IV: 146).
Al pintarlo mientras calcula el provecho del «buen caudal» y la futura renta «de
almas un millón» (98), el narrador evidencia uno de sus rasgos actanciales, en
cuanto hábil comerciante. De hecho, las intervenciones del demonio en los asun-
tos humanos se definen con frecuencia en términos mercantiles. Cuando Boca
de todas verdades sermonea contra los hombres casados que solicitan a las don-
cellas, afirma: «juego es en que el diablo no va a perder, bien sabe él dónde le
corre la ganancia al doble; mercader es práctico y que no arroja su caudal tras
intereses pequeños» (IV: 146). De ahí que el Maligno sea el consejero de los
avaros, como ocurre con el mercader de paños segoviano, hiperbólica encarna-
ción de la tacañería, a quien ofrece «el diablo una industria verdaderamente hija
de su buen juicio», cuando le sugiere que vaya «al hospital a la comida de los
pobres» (V: 172) para ejercer allí sus artimañas y saciar el hambre a costa ajena.
El encuentro con la vieja afeitada, que suscita ira y terror en nuestro loco, evoca
la representación iconográfica de Lucifer: «¿Es posible que no la tuvistes por
demonio?», pregunta Boca de todas verdades, «¿Pensáis vos que cuando Lucifer
pide cuenta a sus ministros y se enoja porque se salvó un alma que él creyó que
se condenara, pone rostro tan espantable como el que llevaba aquella caduca
maldita? (X: 279-280).
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18 Sobre este topos, véase la exhaustiva nota de Arellano, en Quevedo (2019: 141).
19 Sobre el cuentecillo, muy popular en el Siglo de Oro, ver Chevalier (1999: 231-232) y
Silva Herranz (2017: 30-31).
La ingeniosa ejemplaridad de Salas Barbadillo en Corrección de vicios 71
20 Como documenta Dufour (1986: 35): «Los que se habían librado de la muerte llevaban
el sambenito amarillo: sin aspa si no era más que ligeramente sospechoso de herejía; el
que abjuraba declarándose violentamente sospechoso llevaba una media aspa y el que,
aunque hereje formal, había confesado su culpa y se había reconciliado, llevaba un aspa
entera en su sambenito». Ver además Galende Díaz-Cabezas Fontanilla (2004: 144).
También Quevedo, en el Buscón (III, 4), juega con el doble sentido de «aspa» (Quevedo
pos. 5180).
21 Ver Mira Caballos (2014: 63 y 72).
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22 Como anotan González Ramírez y Piqueras Flores, «según las crónicas, don Pedro
Miago fue fundador en Valladolid de un hospital que llevaba su nombre» (Salas Bar-
badillo 2019: 201). Correas (2000: 238) registra el refrán «Don Pedro Miago, yo me lo
como y yo me lo cago».
La ingeniosa ejemplaridad de Salas Barbadillo en Corrección de vicios 73
Ya el título del relato anuncia el castigo del personaje, que con su conducta se
prepara «a ser ciudadano del infierno» (103), después de pasar por la cárcel y
la horca, el justo «mal fin» que le toca «por voluntad del cielo» (116). También
Marcelo, en Antes morir que decir verdad, es encarcelado y muere en la prisión
por las torturas que le infligen. Esta es la única novela leída por el narrador pri-
mero y se ciñe al lema de que «todo este mundo es casa de locos», toda vez que
presenta un desfile de personajes caracterizados por rasgos negativos: el protago-
nista se distingue por mentiroso, fatuo y estafador; Montalvo, el amigo burlado
que se venga del daño recibido, es un «farsante y desbocado hablador» (249);
el criado, quien al final resuelve «darle cantonada» (250), es un buen discípulo,
pues «sabía tan bien como su amo fabricar una novela y echar por puertas la
honra y hacienda del más amigo» (249); e incluso los anónimos representantes
del mundillo que se mueve a su alrededor no salen mejor parados.
Cuando Marcelo es detenido por haber pagado sus deudas vendiendo los bie-
nes de Montalvo, ambos pleiteantes combaten usando como arma «la pluma de
un escribano». En un primer momento, gracias a un «buen besamanos» (250),
el protagonista parece ganar la batalla, pero improvisamente le imputan un no
bien identificado «delito [ ... ] contra el servicio de su majestad» (251) y le ator-
mentan en el potro. Su alocada audacia se afloja muy pronto y, cuando por fin
se declara dispuesto a decir la verdad, da prueba de su falta de discreción al pro-
clamar que el alcalde mayor es de sangre impura, así que «salió tan estropeado y
mal herido, que no vivió tres días» (252). Lejos de impresionar a los ciudadanos,
su muerte se convierte en causa de risa, porque el enfermero de la cárcel cuenta
que en la mano de Marcelo habían encontrado un papel con el lema «Antes
morir que decir verdad». La broma pública cierra la trayectoria de este personaje
tan poco agradable y castiga ulteriormente sus fechorías, aunque en la narración
se manifiestan las lacras colectivas de una sociedad donde nadie se salva.
El protagonista del cuentecillo del escribano es condenado a las galeras y Boca
de todas verdades comenta:
Bien merecía este por sus hazañas acabar la vida con una vuelta de cabriolas, pero bue-
nas intercesiones dieron lugar a que la misericordia pronunciase el auto, y enviáronle a
ser motilón de un banco, donde rapado de cabeza y barba estuvo diez años debajo de la
obediencia y disciplina de un cómitre calabrés, que le llamaba la sangre a las espaldas
más veces de las que él quisiera. (II: 86)
La «dama del perro muerto», al verse expuesta al escarnio público, «se embarcó
en las galeras de Sicilia con un caballero veneciano que iba a Roma» (143);
de modo que, según Vitse (1980: 26), el «exilio extrapeninsular» equivale «a
la muerte social definitiva». Sin embargo, el traslado a otro lugar puede dejar
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ser premiado» (X: 278). Lejos de desmentir «el exacerbado antifeminismo del
autor»24, la «merced» de la noble napolitana -que casa a don Fadrique «de su
mano con la señora Laura, la más hermosa y más rica de todas las damas que
tenía en su servicio» (275) - recuerda la benevolencia del arcipreste de San Sal-
vador con Lázaro de Tormes. A diferencia de Quevedo, que en el Buscón ridicu-
liza despiadadamente a Pablos con la caída del caballo bajo la ventana de doña
Ana (III, 7) y condena sin ambages al personaje, Salas parece absolverlo precisa-
mente por la audacia de su ingenio, y con esto deslumbra al lector, pero al mismo
tiempo activa los dispositivos que permiten descifrar la ironía y hacen eficaz la
denuncia contra la degeneración de las costumbres y las falsas apariencias.
En otros relatos, el triunfo de los malvados pinta despiadadamente un mundo
dominado por la injusticia. Al respecto, es sintomático el cuento del caballero
cordobés (III: 122-125), cuyo desdichado protagonista es matado a traición por
mandato del proprio señor a quien ha servido fielmente, con una total abne-
gación en los momentos más adversos. Cuando el vasallo intenta impedir que
el príncipe atropelle el honor de una dama de su familia, este olvida todos los
favores recibidos y paga a un sicario para que lo hiera mortalmente durante una
batalla contra los corsarios. Boca de todas verdades concluye la narración con
una amarga reflexión sobre la ingratitud de los poderosos: «Tales son estos ído-
los del vulgo, que estiman más la vida de su antojo que la de un honrado amigo.
Seguildos, que ya sus premios son afrentas y sus mayores mercedes bárbaras
injurias» (125).
5 Notas conclusivas
Como observó Rodríguez Mansilla (2009: 116), Corrección de vicios es «una
colección de novelas cortas con un marco narrativo poco convencional». De
hecho, el ingenio de Salas Barbadillo se esmera en la construcción de un edificio
barroco que se amplía en un juego de espejos. Ante todo, el autor crea dos narra-
dores, vinculados por una común melancolía y visión pesimista del mundo, al
tiempo que proyecta también en el primero -identificado explícitamente con
el nombre de «señor Alonso Jerónimo» (279)- la imagen de sí mismo, viajero
alejado de su tierra, en busca de un alivio para superar el dolor de la ausencia.
Este último asume la función predominante de narratario, u oyente, del segundo
narrador, el loco sabio e ingenioso, quien a su vez crea unos mundos ficticios que
Obras citadas
Alemán, Mateo (2013). Guzmán de Alfarache, Florencio Sevilla Arroyo y Begoña
Rodríguez (ed.). Madrid-New York: Bolchiro (ebook).
Aristóteles (2004). Problemas, Ester Sánchez Millán (ed.). Madrid: Gredos
(ebook).
Bigeard, Martine (1972). La folie et les fous littéraires en Espagne, 1500-1650.
París: Centre de recherches hispaniques.
Cascales, Francisco (1975). Tablas poéticas, Benito Brancaforte (ed.).
Madrid: Espasa-Calpe.
Cauz, Francisco (1977). La narrativa de Salas Barbadillo. Buenos Aires: Col-
megna.
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