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https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2011/11/16/la-batalla-democratica-contra-la-delincuencia/
A propósito del alza de las denuncias por delitos de alta connotación social se ha reabierto
el debate acerca de la debilidad de la institucionalidad chilena en orden a procesar, castigar
y encarcelar a los delincuentes. Lamentablemente parece que se nos vuelve a olvidar que
fracasaremos si no atacamos las causas sociales de la delincuencia, quedándonos sólo en su
penalización.
Por ello es bueno recordar que la experiencia latinoamericana y norteamericana de las dos
últimas décadas parece sugerir que debemos ser duros con los delincuentes y más duros aún
con las causas sociales de la delincuencia. Esperemos que ello no se nos olvide;
especialmente cuando el 8 de diciembre se cumple un año del horrible incendio de la torre
de la cárcel de San Miguel que dejó 81 internos muertos.
Por otro lado, se presume que más de 50% de los secuestros extorsivos del mundo ocurren
en América Latina. En Caracas se producen 133 asesinatos por cada cien mil habitantes. Es
bueno recordar, para no caer en alarmismos fáciles, que en Santiago de Chile el promedio
es de seis homicidios por cada cien mil habitantes.
Esto es especialmente grave en nuestro continente que vive, desde 1979, un proceso exitoso
de redemocratización. En efecto, en primer lugar, delincuencia y narcotráfico deterioran
agudamente la legitimidad de nuestras instituciones democráticas y alientan discursos y
prácticas autoritarias para combatir este flagelo; en segundo lugar, bandas homicidas,
guerrilleros y narcotraficantes altamente organizados impulsan a la policía y a las fuerzas
armadas a empezar a realizar acciones extra o abiertamente anti institucionales; y en tercer
lugar, la ciudadanía deja de recurrir al poder judicial y al orden público; se empieza a
tolerar el delito; surgen barrios y guardias privados e, incluso, aparecen formas extremas de
“justicia por mano propia”.
Una política como la descrita es especialmente cuestionable. Pues una política tan eficaz
como humanista debe ser dura con los delincuentes, pero especialmente con las causas
sociales de la delincuencia. A este respecto la CEPAL concluía en 1997 que factores de
riesgo de la violencia urbana son: a) Desigualdad de ingreso urbano. Entre más alta, mayor
riesgo; b) Pobreza en los hogares urbanos; c) Tasas de desempleo abierto urbano; d)
Porcentaje de jóvenes urbanos de 13 a 17 años que no estudian ni trabajan; y e) Déficit
educacional: porcentaje de niños urbanos de 14 ó 15 años que no han completado seis años
de estudio.
Como se ve, el encarcelamiento afecta sobre todo a jóvenes, varones, pobres, extranjeros e
indígenas. Y los que salen de la cárcel vuelven a reincidir en un porcentaje abrumador.
Como lo ha sostenido Joseph Stiglitz es mucho más barato y eficaz invertir en becas de
estudio que en cárceles para los jóvenes. Además, este método acerca peligrosamente la
democracia a la autocracia.
Esto nos enseña que la delincuencia sólo se puede combatir con una firme decisión social
que ataque tanto sus efectos como sus causas. En caso contrario, todas nuestras medidas
punitivas serán, a corto plazo, tan ineficaces como injustas, pues muchas veces
terminaremos sancionando al joven al cual no le dimos ninguna oportunidad de acceder a
una vida digna. Por ello se requiere el aumento en la inversión en educación, salud pública,
vivienda y oportunidades para la juventud. A ello deben sumarse los esfuerzos en el área de
salud pública para fortalecer la prevención del consumo y el tratamiento de las personas en
situación de adicción. Se debe propiciar una profunda revisión de las políticas antidrogas en
el principal mercado consumidor del mundo, Estados Unidos de América, hasta ahora casi
exclusivamente centradas en el control de la oferta por mecanismos represivos.
Para finalizar, volvamos a Chile. Si el 2000 teníamos 25.137 personas privadas de libertad,
el 2007 llegamos a las 43 723. Hoy gastamos más del doble en seguridad ciudadana que
hace diez años. Unos 4 mil quinientos millones de dólares. Por cierto, gracias a ello, a otros
importantes procesos como la reforma procesal penal y la modernización y fortalecimiento
de las policías, crecimiento económico y políticas sociales hemos avanzado en el combate a
la delincuencia. Así lo demostró la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana. El
porcentaje de hogares victimizados era de un 43% el 2003 y el 2010 fue de un 28,2%.
Sin embargo, la última encuesta CEP también revela que nos sentimos igual de inseguros
que al final del gobierno de don Patricio Aylwin. Los datos dados a conocer por el
Ministerio del Interior nos muestran que esa percepción no anda equivocada. Por ello, es un
error creer que para combatir la delincuencia basta con fiscales que persigan más
fieramente a los acusados de delinquir y con jueces que abarroten nuestras cárceles. En
suma, y por otras razones, no se equivoca El Mercurio de este domingo cuando señala que,
con una guerrilla verbal entre el Ministerio del Interior, el fiscal nacional y el presidente de
la Corte Suprema no avanzaremos mucho en la tarea de la seguridad pública.
Preguntas:
1- Si usted tuviese la posibilidad de ordenar el poder judiciario. Qué les exigiría a los
fiscales para que, en un tiempo de 10 años, la delincuencia bajara en nuestro país.
Nombra 4 criterios y explícalos con buenos argumentos.
2- Cree usted que, con la instalación, nuevamente, de la pena de muerte, bajaría -en un
plazo longitudinal, la delincuencia. ¿Por qué?
3- El narco ha instalado una nueva clase social, entendida como divergente, las
segundas o terceras generaciones de las familias narcos, pueden dejar la
delincuencia. Explique.