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SEDE JALTIPAN
LICENCIATURA EN DERECHO
ASIGNATURA
ASESOR
TRABAJO FINAL
UNIDAD 6
SUBTEMAS
GRUPO 701
ALUMNO
Esto sucede también en México, donde dependiendo del sector ambiental a proteger o del tipo de
actividad a realizar, la competencia reside en el ámbito federal, estatal o local e, incluso, una misma
actividad o sector puede verse regulado por normas procedentes de los tres niveles.
Además de lo anterior, en este ámbito, más quizá que en ningún otro, la tradicional división
Federación estado municipio no garantiza la consecución de los objetivos de las normas, ya que los
problemas que afectan al medio ambiente no reconocen fronteras, y los elementos naturales se
encuentran tan íntimamente relacionados entre sí que los límites político no resultan útiles para la
protección del medio ambiente-jurídicos existentes Como señala Lozano Cutanda, existen,
asimismo, problemas competenciales derivados del carácter intersectorial que reviste la protección
del medio ambiente, toda vez que:
Ello explica la incidencia que las demás materias incluidas en el esquema constitucional de
distribución de competencias pueden tener también en la protección del medio ambiente , bien
porque tengan como objeto los elementos integrantes del medio (aguas, fauna, flora y minerales),
o bien porque se refieran a ciertas actividades humanas potencialmente lesivas del ambiente
(agricultura, industria, minería, urbanismo).
Por todo ello, diversos autores han subrayado la espacialidad singular como una de las
características del derecho ambiental, haciendo énfasis en que:
Los imperativos ecológicos hacen que el ámbito espacial de las actuaciones administrativas venga
dado en función del marco más o menos impreciso en que tienen lugar los mecanismos de emisión-
Transporte-inmisión.
Este ámbito puede ser mayor o menor según los subsistemas que se acoten dentro del sistema
general, delimitándose así los contornos imprescindibles para que la acción administrativa sea
eficaz.
Es por lo tanto, algo unánimemente aceptado que, para que la acción administrativa en materia
ambiental sea eficaz, se deben acotar subsistemas ecológicos, los cuales no se solapan
estrictamente con los sistemas sociales que dan lugar a organizaciones político administrativas
dotadas de imperium propio o derivado.
Sin embargo, la complejidad de llevar esto a la práctica es enorme, puesto que desde la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, que es la norma de mayor rango en el país, hasta la Ley
General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, las constituciones locales o las leyes
ambientales estatales, todo el sistema de distribución de competencias se basa en la división
Federación-estado-municipio, y cualquier intento de gestión que no tome en cuenta esta división
habrá de chocar inevitablemente con trabas y obstáculos políticos y, más aún, jurídicos.
En el caso del derecho ambiental mexicano, orientado, sobre todo en lo que se refiere a la
protección de sectores ambientales concretos frente a la contaminación, por el Plan Nacional de
Desarrollo (en adelante PND) y por los correspondientes programas ambientales sectoriales, tanto
de carácter federal como estatal, los instrumentos que posibilitan emprender acciones con una base
jurídica para la gestión integral de las cuencas son, a priori, los siguientes:
— Los convenios.
— Los sistemas federales de gestión pública sui géneris, como el que opera en la gestión de las aguas
en el país.
Con e stos elementos parece que sí es posible realizar acciones con base legal para la protección de
una cuenca en concreto.
En el presente estudio intentaremos ahondar en cada uno de los instrumentos antes mencionados,
los cuales, como hemos señalado, son los que pueden posibilitar, desde la óptica jurídica, una
gestión integral de las cuencas, y mencionaremos, asimismo, las posibilidades y limitaciones de cada
uno de ellos.
Este principio implica que existan competencias en materia ambiental a nivel federal, estatal y
municipal, las cuales se encuentran recogidas tanto en la Ley General del Equilibrio Ecológico y la
Protección al Ambiente (LGEEPA), como en las leyes federales sectoriales que regulan algún aspecto
o sector ambiental concreto.
El artículo 124 de la Constitución contiene la regla básica para la distribución de competencias entre
Federación y estados, a saber: "Las facultades que no estén expresamente concedidas por esta
Constitución a los funcionarios federales se entienden reservadas a los estados".
Las competencias concurrentes son, así, aquéllas "concedidas a las autoridades federales pero no
prohibidas a los estados, pudiendo, en consecuencia, ser reguladas tanto por el Gobierno federal
como por los estados”, además por los municipios, los cuales en materia ambiental tienen un buen
número de atribuciones.
Como pone de relieve González Márquez, "en materia ambiental existe una concurrencia de
competencias con fronteras limitadas. Es decir, que al mencionar `en el ámbito de sus respectivas
competencias´, parte del supuesto de que cada uno de los tres niveles de gobierno es titular de
distintas facultades sobre el particular ".
El mismo autor sostiene que la concurrencia a la que se refiere el artículo 73, fracción XXIX, G: "no
es de carácter legislativo sino administrativo y que por tanto el reparto de competencias para
legislar en materia ambiental sólo está determinado por el propio texto constitucional, sin perjuicio
de que una ley emitida por el Congreso de la Unión pueda ampliar la esfera de competencias de los
restantes niveles de gobierno".
Con estas bases constitucionales se adopta en 1988 la LGEEPA, la cual, en su artículo 1o., fracción
VIII, establece que uno de los objetivos de la ley es el de definir "el ejercicio de las atribuciones que
en materia ambiental corresponde a la Federación, los estados, el Distrito Federal y los municipios,
bajo el principio de concurrencia previsto en el artículo 73, fracción XXIX, G, de la Constitución".
Este párrafo del artículo 4o. de la LGEEPA se adiciona a la ley en la misma fecha en la que se adopta
la ley forestal y, al mismo tiempo, se reforman los artículos 5o., fracción XI, 100 y 104, y se deroga
la fracción VI del artículo 28.
Tanto en el Plan Nacional de Desarrollo 2001 el actual periodo (2007-- 2006, como en el vigente
para 2012), se considera como un punto central para la consecución de los diferentes objetivos en
ellos apuntados, la transversalidad de todas las políticas públicas en relación a l elemento ambiental;
sin embargo, este rasgo no tiene un respaldo jurídico homogéneo que permita la constante y
efectiva integración de la variable ambiental en las políticas sectoriales.
En la Unión Europea, por ejemplo, esto se garantiza incluyendo, en las principales normas jurídicas
que sirven de referencia o de base para la adopción ulterior de disposiciones jurídicas detalladas, la
exigencia legal de tomar en cuenta la cuestión ambiental en la definición y ejecución de toda política
pública.
Así, todos los planes y programas cuya elaboración o adopción corresponda a una autoridad
nacional, regional o local, ya sea mediante un procedimiento administrativo o mediante un acto
legislativo, deben ser objeto de evaluación desde la óptica de su incidencia ambiental.
Con este ejemplo podemos ilustrar la diferencia sustancial dejar el principio de existente entre la
integración de la variable ambiental en las políticas sectoriales como un principio de política
ambiental o situarlo como un verdadero principio jurídico, exigible, por lo tanto, en el actuar de la
administración pública.
En el primero de los supuestos se hace referencia a él dentro de los planes y programas que rigen
en materia ambiental para, posteriormente, incluirlo en las exigencias generales tendentes a la
planeación de la actividad económica del Estado en cuestión (de la planeación del desarrollo en el
caso de México).
En el segundo supuesto, sin embargo, se exige dentro de una norma jurídica, es decir, se juridifica
el principio.
Así, podemos observar que la contravención en uno y otro supuesto tiene consecuencias muy
diferentes, ya que en el primer escenario se trata más bien de un desiderátum , sin consecuencias
jurídicas en caso de omisión, mientras que en el segundo se trata de una regla jurídica, exigible, por
lo tanto, a todos los destinatarios de dicha norma.
En el asunto 321/95, referido a la legalidad de las decisiones tomadas por la Comisión que siguió la
Resolución del Consejo 1787/84, es de resaltar la postura del abogado general Comas: la Comisión
garantizaba a España asistencia financiera para la construcción de dos centrales eléctricas en las
Islas Canarias, Greenpeace aseguraba que esto era contrario al derecho comunitario, especialmente
a los requerimientos de la evaluación de impacto ambiental.
El abogado general señalaba que las previsiones del TUE relativas al medio ambiente no son me ras
declaraciones de principios, y agregó: "parecen imponer a las instituciones comunitarias una
obligación específica y clara que podría producir efecto directo en el orden jurídico comunitario".
En este orden de ideas, García Ureta afirma que aunque se haya indicado que estos principios se
refieren tan sólo a la acción de la comunidad y, por lo tanto, no se aplicarían directamente a los
Estados miembros, "sin embargo, en la medida en que inspiran la normativa secundaria de la
comunidad, su influencia sobre los ordenamientos jurídicos es patente" La interpretación que sobre
estos principios hace el Tribunal de Justicia de la Unión Europea afecta en última instancia a la
aplicación de medidas nacionales en la materia, y de igual manera la obligación que pesa sobre las
autoridades de los Estados miembros (incluidos los tribunales) de interpretar la normativa nacional
a la luz de la comunitaria.
La redacción del artículo 130 T abona esta postura al exigir que las medidas de mayor protección
que puedan adoptar l os Estados miembros deben ser compatibles con el Tratado. La normativa
comunitaria permite la posibilidad de invocar normas concretas ante los tribunales estatales. Los
Estados, al adherirse a la hoy Unión Europea, aceptaron que el derecho comunitario entr ase a
formar parte de su orden jurídico.
El propio Tribunal de Justicia de la Comunidad ha reconocido que "el tratado CEE ha instituido un
orden jurídico propio integrado al sistema jurídico de los Estados miembros, y que se impone, por
una parte, a sus jurisdicciones, por otra, a sus nacionales, y, por último, a los mismos Estados". A
pesar de lo anterior, la recepción de lo anterior por parte de los Estados miembros no ha sido
homogénea.
En el asunto Regina vs . Secretary of State for Trade and Industry, exparte Duddrige, padres de
familia, preocupados por los riesgos de leucemia en sus hijos debido a una instalación subterránea
de cables de alto voltaje, demandaron a la Secretaría de Estado de Comercio e Industria a expedir
regulaciones en donde se establecieran estándares de emisión fundamentados en el principio de
precaución.
A pesar de que este es otro de los principios incluidos en el artículo 130 R del TUE, los tribunales
británicos rechazaron la petición debido a que el principio de precaución todavía no se encontraba
en la legislación nacional y, por lo tanto, no regía legalmente.
Así las cosas, podemos observar cómo el hecho de hablar de transversalidad exige que existan
previsiones jurídicas para garantizar que el elemento ambiental sea tomado en cuenta en el
quehacer cotidiano de los poderes públicos, y esto sólo puede hacerse a través de una exigencia
jurídica.
Para cada Estado, sus principales prioridades en política exterior están al mismo nivel en los Estados
geográficamente colindantes, en las relaciones con aquellos países que tienen veto en las Naciones
Unidas política , en los organismos internacionales con sede principalmente en Nueva York y
Ginebra y con aquellos países con los que mantiene relaciones económicas privilegiadas.
La exterior moderna debe obedecer a criterios de Estado ; a una percepción de la síntesis histórica
de la ubicación de un país en el mundo, a una lectura adecuada de los desafíos de la globalización y
de su impacto en la vida de cada uno de los individuos de una nación. La política externa es, también,
una variable de la política interna.
La política internacional interpreta la realidad nacional y la relaciona con las tendencias positivas y
eventualmente negativas de la globalización, en función de las relaciones limítrofes, regionales y
mundiales.
De los resultados de la ecuación entre las demandas del proceso político, económico y social interno
y los límites y posibilidades que ofrece el entorno mundial globalizado, surgen las bases
conceptuales, los atributos, los intereses nacionales, los principios, la agenda, las prioridades y el
modelo de gestión institucional de la política exterior de un país.
Un mundo donde se entienda que la globalización requiere de una gobernabilidad basada en los
valores de los humanos . derechos Una estructura internacional donde haya menos desigualdad
entre naciones y al interior de éstas.
Un mundo que haga del desarrollo sustentable no sólo un programa, sino una realidad en la que el
eje de la sostenibilidad sean los seres humanos.
En este contexto, la política exterior se sustenta en algunos principios históricos y en otros que se
derivan de la modernidad:
En el mundo actual, la globalización ha reducido los espacios y ha ampliado las comunicaciones, por
ello la diplomacia directa del jefe de Estado o de gobierno también es un instrumento esencial de
las relaciones internacionales contemporáneas.
6.3. ÁREAS NATURALES PROTEGIDAS: ANTECEDENTES SOBRE LA CREACIÓN DE ÁREAS
NATURALES PROTEGIDAS EN MÉXICO
Los primeros antecedentes sobre áreas naturales protegidas (ANP) en México se remontan a la
época prehispánica. Los mayas, por ejemplo, incluían dentro de sus sistemas de producción la
protección estricta de ciertas zonas y periodos de descanso para áreas explotadas.
En el siglo XV Netzahualcóyotl reforestó áreas cercanas a l Valle de México y, durante el siglo XVI, el
emperador Moctezuma II fundó algunos parques zoológicos y jardines botánicos (Vargas, 1984).
La primer área natural protegida en México fue la zona boscosa conocida como el Desierto de los
Leones, decretada en 1876 por la importancia de sus manantiales en el abastecimiento de agua a la
Ciudad de México y en 1917 esta misma se decretó como el primer parque nacional al considerar
adicionalmente la belleza natural de sus paisajes y la posibilidad de hacerla un centro de recreo.
La segunda área natural protegida con decreto fue el Bosque Nacional El Chico, en Hidalgo,
oficialmente establecida el 27 de noviembre de 1917-1940), se dio un Durante la década de los
treinta, bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934 gran impulso a la creación de parques y
reservas. En total se implementaron 82 áreas entre parques nacionales y reservas forestales y, por
primera vez, se creó una sección de reservas y parques nacionales en la administración
gubernamental (Vargas, 1984; Ordoñez y Flores, 1995).
De 1940 a mediados de los setentas el crecimiento en número y superficie de las áreas protegidas
fue mínimo. Durante este periodo la Ley Forestal sufrió modificaciones orientadas a la protección
de la fauna silvestre y el control de la explotación forestal.
Entre 1976 y 1982 se decretaron 8 parques nacionales y 17 zonas protectoras y refugios de fauna,
entre las que destacan Montes Azules (Chiapas) establecida en 1978, La Michilía y Mapimí (Durango)
ambas establecidas en 1979 (Varga s, 1984).
Durante esta década también se manifestó la preocupación por los problemas ambientales urbanos
y se crearon zonas verdes de conservación y preservación ecológica en las ciudades (Székely, 1994).
En la década de los noventa se inició el reconocimiento de la complejidad que implican las tareas de
conservación, y se crearon algunas reservas que incluyen una mayor y más clara participación de la
población local como las reservas de la biósfera de Calakmul y Yum Balam.
También se establecieron las primeras reservas creadas con el apoyo económico de particulares,
como es el caso de la reserva de la biósfera de Chamela Cuixmala (Székely, 1994).
Dentro de las nuevas aportaciones contenidas en Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA) su
dirección electrónica ( Ley General del Equilibrio de la cual proporcionamos
http://www.ine.gob.mx/uaj/lgeepa/index.html )., en materia de ANP, está la creación de un
Consejo Nacional de Áreas Naturales Protegidas como órgano de consulta y apoyo de la Semarnap,
así como la del fortalecimiento del proceso de descentralización en la administración y manejo de
las ANP de competencia federal con la participación de las entidades federativas, municipios,
comunidades agrarias, Las áreas naturales protegidas (ANP) constituyen el instrumento toral en la
conservación de la biodiversidad y de los bienes y servicios ecológicos.
Por una parte, generan una matriz territorial para iniciativas de conservación y desarrollo
sustentable , en la cual es posible armonizar políticas y esquemas de regulación, dada la solidez de
las bases jurídicas que la soportan.
Por otro lado, en su manejo y administración concurren distintos sectores de la sociedad local,
regional y nacional, lo que of rece la oportunidad de fortalecer el tejido social y de construir nuevas
formas de participación corresponsabilidad.
La constitución de un sistema eficaz de áreas naturales protegidas es tal vez uno de los retos de
mayor peso y alcance en la política ecológica.
Establecerlo y desarrollarlo es una de las tareas de más alta prioridad para el gobierno y la sociedad,
en el marco de todos los desafíos de la gestión ambiental.
Esta reflexión debe adquirir mucha mayor fuerza si recordamos la dolorosa experiencia de nuestro
país durante las últimas décadas, que ha transformado en forma acelerada y masiva los ecosistemas
del territorio nacional.
Se ha eliminado una gran proporción de hábitat natural con un muy discutible, y en todo caso muy
limitado beneficio social. Este resulta aún más insignificante al contrastarse co n los enormes costos
ambientales y sociales incurridos.
Sin embargo, esa misma experiencia ha ido despertando inquietudes y compromisos de personas,
organizaciones y gobiernos.
Como antecedentes, cabría mencionar los esfuerzos legislativos y prácticos de don Miguel Ángel de
Quevedo, así como los afanes de creación de parques nacionales durante las décadas de los años
treinta y cuarenta, empeños que desgraciadamente no pudieron ir mucho más allá de un impulso
declarativo inicial, retrasándose el desarrollo de una infraestructura conservacionista en México.
Las inquietudes y reacciones sociales se acentúan en los años setenta, estando a la vista de todas
las pérdidas aceleradas del patrimonio natural de México, asociadas a procesos ancestrales de
impacto en los recursos naturales, conflictos agrarios, programas de colonización, fuertes presiones
demográficas, proyectos agropecuarios, y a una debilidad generalizada de la movilización colectiva
en favor de la conservación.
Por esa razón, académicos e investiga dores, conservacionistas y funcionarios, comienzan a definir
alianzas y proyectos comunes, que desembocan en la creación de las primeras reservas de la
biosfera y en una ampliación notable de las áreas naturales protegidas de México, multiplicándose
los actores y las iniciativas.
A pesar de que esta acumulación de fuerzas no incluyó de manera significativa la creación de los
necesarios mecanismos de manejo y financiamiento, se tendieron sólidos cimientos legales y de
información que ahora nos permiten inten tar una nueva etapa de construcción institucional.
Desde la publicación misma del Plan Nacional de Desarrollo 19952000 en la administración del
Presidente Ernesto Zedillo, se otorga ya una alta jerarquía al establecimiento y manejo de las áreas
naturales protegidas.
El Programa de Medio Ambiente 19952000, recoge y reafirma este mandato, definiendo como una
estrategia prioritaria la conservación y aprovechamiento de la biodiversidad en áreas naturales
protegidas así como la rehabilitación descentralizada de los parques nacionales.
Haciendo uso de los instrumentos que ofrece la Ley, tales estrategias se desarrollan con una lógica
de coherencia y sistematización en este Programa de Áreas Naturales Protegidas de México
19952000.
Este Programa intenta ser receptor y a la vez punto de partida para una acción colectiva organizada
en favor de la conservación.
El Programa intenta recoger una rica discusión pública y privada que con gran energía ha tenido
lugar desde hace ya más de dos décadas en diferentes círculos, foros y consultas. Igualmente, se ha
beneficiado de una nutrida producción académica y de planteamientos formales para una política
de conservación en áreas naturales protegidas.
Sobre este escenario, se analizan algunos procesos sociales, económicos, jurídicos e institucionales
con mayor poder explicativo sobre la transformación profunda de los ecosistemas del territorio
nacional. Aquí, se hace énfasis en las tendencias de la producción agropecuaria y en la influencia de
los procesos agrarios y tenencia de la tierra.
Siendo del territorio un objeto de alta complejidad en las relaciones de propiedad, se consideran los
obstáculos, institucionales o físicos, para asumir en los mecanismos convencionales de transacción
y valuación económica, la importancia de los servicios ambientales que residen en diferentes
estructuras territoriales.
De ahí que se desprenda la necesidad de la regulación estatal a nombre del interés colectivo, y el
imperativo de desarrollar nuevos mecanismos de intercambio económico voluntario que permitan
a la sociedad expresar sus preferencias en favor de la conservación.
Con este fundamento, se definen los objetivos del Programa, que en términos muy generales se
orientan a ampliar la cobertura del SINAP, a consolidar y promover su gestión adecuada a través de
mecanismos eficaces de manejo y de instituciones sólidas y eficientes. Se busca extender y
profundizar las oportunidades de conservación para nuevos actores, y multiplicar compromisos y
responsabilidades, fortaleciendo los tejidos sociales locales a través de la administración y manejo
de las ANP.
También se propone como objetivo asumir estas áreas como elementos fundacionales para nuevos
procesos de desarrollo regional bajo una óptica de sustentabilidad.
Para alcanzar estos objetivos se cuenta con un conjunto de instrumentos que ofrece el marco
jurídico mexicano, la administración pública y la iniciativa social.
Estos instrumentos abarcan las declaratorias; los convenios y a cuerdos de participación; los
acuerdos d e coordinación intergubernamental; el financiamiento fiscal y las fuentes financieras
oficiales internacionales; mecanismos de intercambio económico voluntario; convenios
internacionales; programa de manejo y programas operativos anuales; sistemas de administración,
investigación, información, educación y comunicación; regulación y promoción de la vida silvestre;
ordenamiento ecológico del territorio; convergencia con programas sectoriales; y normatividad.
Estos instrumentos se aplican en un abanico de estrategias para generar conjuntos de acciones y
proyectos específicos, entre las que se destacan las siguientes:
1. Consolidación de sistemas de manejo, por medio de la definición clara de los criterios y elementos
de manejo para las áreas naturales protegidas así como las necesidades de infraestructura,
equipamiento y administración. Se reconoce la importancia de fortalecer la presencia institucional
en las áreas naturales protegidas y de ganar legitimidad y eficacia a través de nuevos sistemas de
administración, la prioridad que representa la regularización de la tenencia de la tierra y de los
derechos de propiedad y la construcción de una red de estaciones biológicas y ecoturísticas. Se
destaca la atención que debe otorgarse a áreas protegidas conflictivas y de alto significado
ecológico, así como la creación y el apoyo a iniciativas de reservas hermanas con los países vecinos
donde puedan coordinarse programas de manejo e intercambiarse experiencias y apoyos técnicos.
Se contempla también el rescate de especies significativas y carismáticas en áreas naturales
protegidas, y el despliegue de nuevas fórmulas de vigilancia, monitoreo y supervisión.
7. Las oportunidades de desarrollo regional que ofrecen las áreas naturales protegidas quedan
definidas a través del ordenamiento ecológico como instrumento de integración territorial y
productiva entre las áreas protegidas y las regiones circundantes, a través de la regulación y la
promoción del manejo de la vida silvestre; de la búsqueda de nuevos mercados para productos
originados en áreas naturales protegidas; el financiamiento de la banca de desarrollo; y la
convergencia con otros programas sectoriales que puedan sumarse y sinergizar los esfuerzos de
conservación y desarrollo sustentable.
Este mapa hace referencia a la ubicación geográfica de las reservas naturales protegidas en el
territorio Mexicano.
Ahora que el Congreso ha aprobado una reforma a la Ley General del Equilibrio Ecológico y la
Protección al Ambiente (LGEEPA), la sociedad mexicana se ha sorprendido y algunos aspectos son,
de cierta forma, novedosos.
Esto presupone una mayor vigilancia sobre los actos de las empresas y del gobierno mismo, que
puedan causar daño al entorno ambiental del país y de regiones más vastas aún, en el entendido de
que el daño ecológico puede trascender las fronteras nacionales y extenderse más allá de su lugar
de origen, y también en el entendido de que todo daño ecológico es universal.
No se sabe a ciencia cierta cuanta información se tendrá que proporcionar ni la calidad de la misma,
tampoco se sabe cuanta injerencia podrán tener los ciudadanos que organizados o no, decidan
emprender acciones para regular algunas de las actividades de las empresas que a su juicio causan
daño ecológico.
Este escenario de desconfianzas mutuas constituye uno de los escollos que tendrán que ser
superados, si se quiere avanzar en la solución de los problemas de degradación ambiental y de
ruptura del equilibrio ecológico en nuestro país.
Estoy segura que la coexistencia entre el libre ejercicio empresarial y la participación social en
materia ambiental es posible.
Es más, podríamos anticipar un escenario de beneficio, tanto ecológico como empresarial, en tanto
que las mercancías y servicios mexicanos podrán concurrir mejor posicionados al mercado
internacional, por cumplir con normas internacionalmente exigidas.
El caso de Canadá es una prueba de que es posible coexistir y mejorar como resultado de la
aceptación de la participación social por parte del empresariado y también es posible una
participación social responsable.
En Canadá las legislaciones de reciente promulgación, tanto a nivel federal como de las provincias
que permiten el acceso público a la información, como pueden ser los resultados de monitoreos, de
inspecciones y violaciones a permisos, ha sido de gran ayuda para el público que tiene como objetivo
el asegurar que se cumpla la normatividad ambiental.
La información de fondo, necesaria para la participación pública efectiva es más fácil ahora de
obtener.
Esta disposición también protege al público de posibles riesgos, previniéndolos por la aplicación
oportuna de la ley.
Lo primero que nos preocupa, a los abogados, es saber si el hecho es constitucional o no,
constitucionalidad, anticonstitucionalidad o inconstitucionalidad es la múltiple opción que tenemos
que resolver.
De los resulta dos de este juicio, se desprenden todas las argumentaciones, criticas, reservas y
propuestas. Desde este punto de partida, encuentro el fundamento de la participación social en
materia ambiental en México en nuestra Carta Magna.
Para su estudio, planteo do s temas: por una parte el fundamento en el que se basa el derecho que
permite una participación social y, por otra, el fundamento constitucional de la protección al
ambiente.
Esto reaviva la tendencia de las empresas a no revelar información que podría resultar estratégica
en los procesos de producción.
Sin embargo, ninguna ha logrado incluir dentro de los derechos fundamentales o garantías, el
derecho a vivir en un medio ambiente adecuado; por lo que la fundamentación del derecho a la
protección al medio ambiente en nuestra Carta Magna también es indirecta.
El artículo cuarto protege la salud teniendo un sustento parcial como lo considera el maestro Brañes:
«...el derecho a la protección de la salud comprende de manera parcial, por así decirlo, el derecho
a un medio ambiente sano, en los términos de la LGEEPA, porque incluye la idea de la protección de
la salud humana ante los efectos adversos del ambiente.»
Sin embargo, el derecho a un medio ambiente adecuado comprende también otros elementos que
no están incluidos en l a idea de la protección a la salud.
En efecto, el derecho a un medio ambiente adecuado no se refiere sólo a lo que le es «sano» desde
el punto de vista de la salud humana o a lo que sería «saludable» para el hombre, sino también a lo
que sería ecológicamente apropiado, esto es, benéfico para el respectivo ecosistema, incluido el
hombre.
De igual forma podríamos mencionar el artículo tercero, vigésimo quinto, vigésimo séptimo y
septuagésimo tercero constitucional que al referirse a la educación, desarrollo nacional, propiedad
privada y facultad del Congreso para legislar en materia de protección al ambiente, preservación y
restauración del equilibrio ecológico, tienen disposiciones que parcialmente lo garantizan.
Sin embargo, en ningún momento, se ha logrado elevar a rango constitucional el derecho a un medio
ambiente adecuado.
El derecho a la protección al medio ambiente adecuado cómo tal, sólo se encuentra plasmado en la
LGEEPA.
En 1988 se incluyo en la LGEEPA dentro de la fracción XI de su artículo decimo quinto que «Toda
persona tiene derecho, a un ambiente sano». En las modificaciones de 1996 se amplió esta
disposición, en los siguientes términos: «Toda persona tiene derecho a disfrutar de un ambiente
adecuado para su desarrollo, salud y bienestar.
Las autoridades en los términos de ésta y otras leyes, tomarán las medidas para garantizar este
derecho.» Más aún, las mismas modificaciones tienen como primer propósito de la LGEEPA el
«garantizar el derecho de toda persona a vivir en un medio ambiente adecuad o para su desarrollo,
salud y bienestar» (fracción I del artículo Primero de la LGEEPA).
El artículo séptimo, fracción XIV establece como obligación de los gobiernos de estados de la
Federación, la promoción de la participación social en materia ambiental.
Así mismo con las reformas de 1996, la LGEEPA consolidó y amplió los espacios para la participación
social en la gestión ambiental.
Son tres los artículos en cuanto a la participación social que se establecen en este título.
Sin embargo otra forma real de participación social es la que contempla el capitulo séptimo en el
artículo 189 que establece, de manera directa la denuncia popular, acaso este no sería un medio
regulatorio de la participación social, al señalar que toda persona, grupo social, organización no
gubernamental, asociación y sociedad podrán denunciar ante la Procuraduría Federal de Protección
al Ambiente o ante otras autoridades, todo hecho que dañe el ambiente o los recursos naturales, o
que contravenga las disposiciones de la LGEEPA y de los demás ordenamientos que regulen materias
relacionadas con la protección del ambiente y la preservación y restauración del equilibrio
ecológico.
Este procedimiento se fortalece con la obligación de la Secretaría del Medio Ambiente de informar
al denunciante dentro de un término de 10 días sobre el trámite que le ha dado a su denuncia, y en
caso de declararse incompetente para conocer la queja, de turnarla a la autoridad competente,
notificando al denunciante, para que éste se encuentre siempre informado sobre la aportación o
denuncia que realizo.
Es importante mencionar que existen diversas leyes sectoriales que regulan y promueven la
participación social en las políticas públicas sobre el medio ambiente.
Entre ellas se encuentra: la Ley de Aguas Nacionales y la Ley General de Vida Silvestre, por
mencionar solamente algunas.
Como podemos ver algunos artículos plantean como facultad de las autoridades la búsqueda de la
participación social, otros simplemente presentan las herramientas para que la sociedad haga del
conocimiento de las autoridades los problemas que tanto a corto como a largo plazo afectan en
materia ambiental.
El derecho a la participación social en la toma de decisiones en materia ambiental, sin lugar a dudas
tiene como supuesto la coexistencia y el ejercicio de dos derechos fundamentales; el derecho a la
información y el derecho a la democracia.
La denuncia y el registro público La denuncia popular es el único medio legal que tiene la sociedad
para hacer uso de su derecho de proteger un medio ambiente adecuado, por esta vía es que va a
expresar su participación.
El artículo 1 89, inicia su reglamentación, al señalar que la denuncia puede ser formulada por escrito
por cualquier persona.
Si la denuncia es hecha por vía telefónica, debe ser ratificada por escrito. Para que proceda una
denuncia debe estar fundamentada en hechos ciertos.
Esta es una figura que no es novedosa se encuentra reglamentada desde la Ley Federal de
Protección al Ambiente (1982) en sus artículos 71 a 75 y, antes en la Ley Federal para prevenir y
Controlar la Contaminación Ambiental (1971), la pregunta es que tan usada ha sido.
Entre 1992 y 1995 el número de denuncias recibidas casi se triplico , actualmente de cada 10
denuncias que ingresan a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente se atienden 7.5, casi
tres veces más de las que se atendieron durante el 2000, en ese periodo se recibieron 4,240
denuncias y en 2001 fueron 5,816, constatándo se que ha sido un instrumento que ha ido tomando
fuerza debido a la conciencia que ha surgido en la sociedad sobre la materia ambiental, entonces
porque negar el derecho a la información que plantea la mencionada reforma del 31 de diciembre
de 2001, si la sociedad ha demostrado que los medios puestos a su disposición son herramientas
para un desarrollo sustentable.
El derecho a vivir en un medio ambiente adecuado, el derecho a la protección de ese ambiente, el
derecho a la participación social en materia ambiental y el derecho a la información, son derechos
cuyo ejercicio implica otros derechos: el derecho a la democracia y a la propiedad privada.
Teóricamente la propuesta del Registro es un gran avance, en tanto que es un medio eficiente para
mantener a la sociedad bien informada de los contaminantes que resulten de los procesos
industriales y de otras actividades económicas.
Estamos en espera de este reglamento que será objeto de un estudio profundo y consciente por
parte de los estudiosos e interesados en la materia.
Este será de gran utilidad como guía para los empresarios en el cumplimiento de sus deberes y como
un instrumento que permita sólo el buen uso de la información, evitando la comisión de abusos que
vicien el registro y la participación social.
El uso responsable de la información es lo que va a permitir que esta tarea de modernización legal
en materia ambiental se a exitosa.
El uso inadecuado causará conflictos. La autoridad deberá contenerse y evitar ir más allá de sus
facultades.
La autoridad deberá vigilar que el registro no se convierta en una fuente que alimente la
competencia desleal, la propaganda adversa o l a extorsión.
Los beneficios de la participación social en materia ambiental Lejos de ser un freno o una molestia
para la actividad empresarial, la participación social en materia ambiental, puede llegar a ser un
factor favorable a su desarrollo, porque alertar sobre las violaciones a la norma ecológica, obliga al
cumplimento de las normas exigidas en el mercado internacional.
Nuestra historia nos ha dado ejemplos del beneficio que podría haberse obtenido, de contar con
una percepción no prejuiciada de la participación social en materia ambiental.
Dos ejemplos bastan: el atún y el café. Debido a las violaciones de las normas internacionales
relativas a la pesca, por parte de atuneros mexicanos, las autoridades que r egulan el ingreso de
productos al mercado de los Estados Unidos de América, vetaron su importación y comercialización
durante nueve años (19911999).
El caso del atún mexicano estableció notorias implicaciones políticas, que no analizaremos, por ser
ajenas al objeto de estudio del presente trabajo.
Sin embargo, hay que señalar que las violaciones cometidas permitieron que los reclamos de
ecologistas norteamericanos fueran escuchadas por una autoridad y sancionara prohibiendo su
importación y venta.
El daño económico de los productores y de grupos cercanos a ellos fue mayor que lo que hubiera
costado atender y entender los argumentos de los ambientalistas mexicanos.
Otras querellas contra México, por el supuesto maltrato a los delfines durante la pesca del atún,
junto con el embargo, ocasionando pérdidas económicas de unos 120 millones de dólares, según
explicó la ex Secretaria de la SEMARNAT Julia Carabias.
Un caso actual es la situación en que se encuentran los caficultores del estado de Chiapas.
Si se hubieran aceptado cómo validas las propuestas ciudadanas de mejorar la calidad del café,
cumpliendo con las normas de calidad exigidas por el comercio internacional, sobre todo las exigidas
por parte de las reglamentaciones del consumo de los países altamente desarrollados, el café
chiapaneco competiría en mejores circunstancias. Se acepto como único medio para incrementar la
productividad y para contrarrestar las plagas el uso de agroquímicos; y el resultado ha sido una
merma considerable en la aceptación del grano en el mercado internacional, produciendo de
inmediato una crisis en cadena en la economía de la región.
Si en su momento se hubieran aceptado las propuestas existentes, esta crisis comercial podría haber
sido evitada y con ella los problemas que se han generado: empobrecimiento de productores,
merma de la actividad comercial local, disminución de capital circulante, incremento de la
delincuencia y emigración de grandes contingentes de la población en busca de trabajo,
contribuyendo a la desintegración familiar en la región y la aglomeración poblacional en las ciudades
y zonas receptoras de mano de obra o de paso hacia los E.U.A.
El cierre de empresas maquiladoras en el norte del país complica, con el desempleo, la problemática
que representa una sobrecarga poblacional.
En este sentido, la participación social en materia ambiental no sólo sería de gran ayuda a las
empresas y los productores sino también a las dependencias oficiales quienes serían advertidas para
el diseño y aplicación de políticas que favorezcan la producción de mercancías susceptibles de ser
vendidas en el mercado internacional sin menoscabo del precio en el mejor de los casos, o de su
eliminación.
Favoreciendo el desarrollo económico en las distintas regiones del país y evitando el impacto de las
crisis locales tanto en la zona de origen como fuera de ella.
Existen otras razones para evitar daño ecológico en la actividad empresarial. Alguna s empresas
emiten deshechos tóxicos y radiactivos que dañan a la salud de sus trabajadores, lo cual puede ser
causal de reclasificación de riesgo en las cotizaciones de seguridad social.
Las medidas de responsabilidad ecológica adoptadas por una empresa pueden causar un impacto
favorable en la opinión pública.
No debe olvidarse que la protección ambiental, como muchas otras acciones, es considerada de
orden público e interés social y tiene por objeto propiciar el desarrollo sustentable. Es así que cada
día más personas advierten los problemas ambientales pero casi siempre prevalece la idea de que
otros son los culpables.
Es más fácil encontrar el origen de nuestros problemas en alguien más, que tratar de remediarlos.
De tal manera que lo s otros son los responsables de nuestros actos.
¿Por qué no darnos cuenta que todos somos responsables? Que cada uno de nosotros podemos
conservar, preservar o degradar el medio ambiente con nuestra actividad y sobre todo con nuestra
conciencia y actitud ambiental.
Nosotros los abogados tenemos la responsabilidad de informar a nuestros clientes de todas las
obligaciones de carácter ambiental que deben cumplir para encontrarse en total apego a la
normatividad y dotarlos de mayores posibilidades de participar en el mercado internacional.