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Durante 4 años, sus votantes más politizados han sido espectadores impotentes ante el boicot de
la oposición al gobierno.
Hay un nuevo enojo de las clases subalternas con quienes atacan al gobierno que eligieron.
Ese enojo,se suma al agravio original,que en buena medida formó al obradorismo como
movimiento: el ataque presidencial para evitar que Obrador fuera candidato y la guerra sucia
contra él.
Ese golpe antidemocrático fundó un antagonismo con esa multitud, que aún defiende a su líder.
Hay que añadir otro agravio.Durante 4 años desde el clasismo,el racismo y la aporofobia se ha
ofendido y humillado una y otra vez a la multitud obradorista. Señalados como ciegos,obtusos e
iletrados políticamente,ahora los degradaron a acarreados.
Por eso como escribió Tere Rodríguez:les gritaron ¡Indios pata rajada!,la gente contestó
¡Presente!.
Por eso dijeron ¡claro que soy acarreado! Me acarrean mis principios y mis convicciones.
La marcha es paradójica porque su principal promotor no fue el Estado -aunque hubo uso faccioso
de su aparato- ni el neocorporativismo-aunque hay graves señales de que este se hizo
presente-;sino las derechas, quienes durante estos 4 años han sumado agravios a la multitud.
La multitud salió a las calles porque Obrador mantiene el liderazgo sobre las clases subalternas.
Es un liderazgo hegemónico, si, por su preferencia por los pobres y por su propio origen e
identidad popular. Pero lo es también porque todos los demás fallaron como dirigentes.
Fallaron por supuesto los presidentes de la alternancia que nos llevaron a una guerra fallida y a un
estado disfuncional.
Falló todo el sistema de justicia, cuyas múltiples reformas se convierten en papel mojado cuando
se trata de proteger a los más vulnerables, castigar a los poderosos, investigar y encontrar
responsables de delitos, convirtiendo a MX en una nación sin ley.
La multitud siguió a Obrador porque fue el único que habló de cosas muy sencillas (no destruir al
capitalismo, ni acelerar la lucha de clases), sino cosas muy modestas: hacer algo por los pobres,
terminar con la corrupción, recuperar algo de soberanía de una nación ultrajada.
Ese sencillo programa,atizado con la confrontación contra quienes les humilló, agravió y
empobreció,hizo que buena parte de las clases subalternas lo eligieran como líder.Porque esa
multitud no está pidiendo el socialismo,sino respeto, dignidad y ayuda ante la vorágine neoliberal.
La multitud obradorista es irreductible a una sola interpretación: aparece en efecto con mayor
frecuencia en la gente mayor, evocaciones más paternalistas y caudillistas en torno del presidente,
pero enlazadas a un sentimiento de justicia y protección como exigencia política.
Para algunos más,Obrador representa la continuidad de una larga trayectoria de más de 30 años
de luchas reivindicativas desde la izquierda,que se orientó a la vía electoral y que la lucha contra el
desafuero y el fraude enlazan con valores democráticos por largo tiempo anhelados.
Otrxs,le piensan como el cambio posible que les permitió castigar a los partidos que llevaron al
país al desastre,pensando su liderazgo como indispensable para esa confrontación con la
partidocracia que tanto desprecian y que esperan nunca regresen al poder.
Los agravios pasados y presentes, el liderazgo confrontativo del presidente, el fallo de las fuerzas
políticas, los anhelos y exigencias de las clases subalternas,todo,habla de un movimiento popular
con motivos y razones legítimas para apoyar al que sienten, es su gobierno.
Las clases subalternas salieron a defender a su gobierno no porque no se den cuenta de sus límites
-como muestran las encuestas- sino porque consideran que este gobierno a pesar de sus fallos es
SU triunfo, sobre las clases dominantes.
Y por eso, también, festejaron, a pesar de las múltiples contradicciones de este gobierno. La
marcha fue una fiesta popular, un regocijo colectivo, porque muchos de ellos asumen que algo se
está haciendo a su favor y que por fin, alguien en el poder les hace justicia.
Por todo esto es un disparate analítico creer que la marcha del 27 se puede reducir a acarreo,
estrategia ególatra o (sic) golpe de Edo.
La marcha del 27 es un fenómeno que va más allá del presidente y se asienta en el México
profundo y contradictorio de las clases subalternas.
Sólo si escuchamos sus anhelos y agravios quizá podamos acompañar a los subalternos
comenzando por considerarlos sujetos de la historia.