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ENRIQUE PEÑA NIETO

La última etapa del gobierno de Enrique Peña Nieto, a muchos da (con y sin fundamentos) la
capacidad de valorar qué fue lo bueno y lo malo que contó durante todo el sexenio. Siendo
que, desde el quinto y hasta el sexto año, la administración federal prepara el momento de
cierre de gestión, donde habrá que contar qué proyectos se lograron consolidar, cuáles
quedaron a medias o qué otros ni siquiera se emprendieron, quedando en el olvido.
Durante fechas pasadas, hemos sido testigos del proceso entrega-recepción en las reuniones
de trabajo entre Peña Nieto y el candidato electo, Andrés Manuel López Obrador. Uno de los
asuntos más importantes a observar es la capacidad que tendrá EPN para cerrar los procesos
más importantes de su administración, cuando lo ideal sería propiciar un contexto sociopolítico
que facilite la entrega-recepción, así como el arranque de la nueva gestión.
Basados en las encuestas que varios periódicos nacionales han mostrado en sus páginas,
Enrique Peña Nieto aparece como el mandatario peor evaluado en las últimas dos décadas,
esto manifiesta la desaprobación de la mayoría de la población. Recordamos entonces los
recurrentes escándalos en los que se ha visto involucrado, los cuales solo han servido para
seguir socavando su precaria imagen pública, ejemplo de ello el caso de La Casa Blanca o el
plagio de su tesis de licenciatura.
Y si nos vamos más a fondo, si nos fijamos en su equipo de trabajo, encontramos la actuación
reprobable de los gobernadores (sobre todo priistas), tales como Javier Duarte, en Veracruz;
Tomás Yarrington, en Tamaulipas; Manuel Velasco, en Chiapas; los hermanos Moreira, en
Coahuila; Eruviel Ávila, en el Estado de México, y Roberto Borge, en Quintana Roo. A ellos se
les adjudican situaciones como la violación de derechos humanos de periodistas, nexos con el
crimen organizado, corrupción e incremento de deuda pública; se trata de casos de
ingobernabilidad que han llevado al país a padecer altos índices de violencia en sus entidades.
No olvidemos, la marca que ha quedado grabada en el currículo de Peña Nieto, la desaparición
de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero. Un caso
sensible que se mantiene sin resolver, donde los culpables son escasos y la ‘verdad’ sigue sin
convencer a nadie, poniendo en evidencia la severa crisis de derechos humanos que se vive
en México.
El gobierno de EPN se ha caracterizado por los pocos resultados demostrables en materia de
seguridad o en materia social; donde poco se ha logrado en el combate a la corrupción.
Claramente, la estrategia de Peña Nieto deja mucho que desear porque percibimos y vivimos
más violencia, a pesar de que se han capturado capos de la droga y delincuentes no
alcanzamos un poco de paz, el panorama de nuestra ciudad se ha definido por la inseguridad
y delincuencia.
Luego, con la llegada de Donald Trump al gobierno de los Estados Unidos, en noviembre de
2016, la economía mexicana que ya se encontraba en un punto difícil se instaló en un momento
más complicado, donde los indicadores que demuestran dichas dificultades son:
• El promedio anual del incremento del PIB de 2.02%.
• El precio de la divisa estadounidense, que rebasó la barrera de los 20 pesos.
• La venta de petróleo en 100 dólares el barril, cuando al principio del sexenio fue una de
las estrategias más importantes del gobierno federal. La radical caída de este
hidrocarburo tuvo por su parte dos impactos importantes: el descenso del gasto del
gobierno federal y la crisis de las zonas petroleras del país.
Como dato adicional, hay que recordar que en los últimos sexenios la constante en México ha
sido que los presidentes salientes dejen al país lastimado, endeudado, desmotivado; con
huecos, asuntos escondidos y sin resolver, entonces el gobernante entrante se topa con
enormes dificultades para el comienzo de su mandato. De ahí la importancia de analizar qué
cosas buenas y qué cosas malas contamos para el gobierno de Peña Nieto, porque toda
cuenta.

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