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La ‘partícula de Dios’ explicada para los

mortales
África Albalá Soria

La „partícula de Dios‟ se manifestó por primera vez entre


los hombres el 4 de julio de 2012. Más conocida como Bosón de Higgs, un grupo de
físicos propuso su existencia en 1964 pero no se confirmó hasta la primavera de 2013 en
el CERN (Laboratorio Europeo de Física de Partículas).

Los científicos del LHC (Gran Colisionador de Hadrones), un acelerador de partículas del
CERN, proclamaron su descubrimiento después de más de medio siglo de búsqueda y el
hallazgo conmocionó al mundo. Sin embargo, más allá de los círculos científicos, muchos
no iniciados ignoran qué es este bosón y por qué es relevante su existencia.

Entonces, ¿qué es el bosón de Higgs?

En esencia y de forma burda, se trata de una partícula


elemental que permite explicar la diferencia entre las
masas de las distintas partículas que componen la
naturaleza. Para poder ahondar en este fenómeno y
llegar a comprenderlo, es necesario refrescar
previamente una serie de conceptos.

En primer lugar, la materia está compuesta por átomos. Estos átomos, a su vez, están
formados por un núcleo central, con neutrones y protones, y a su alrededor giran los
electrones.

Sin embargo, estos protones y neutrones se componen de partículas todavía más


pequeñas, llamadas quarks. Se trata de partículas elementales, igual que los electrones,
que son indivisibles.

¿Cuál es el problema?

En la década de los sesenta, los científicos trataban de


comprender cómo funcionaban los protones y los
neutrones por dentro, y las teorías no terminaban de
encajar.
Los físicos no entendían a qué se debían las enormes diferencias de masa entre las
distintas partículas elementales. Por ejemplo, el quark „cima‟ (uno de los seis tipos que
existen) es mucho más pesado que un electrón. Concretamente, su masa es 350.000
veces mayor. Esta es la misma diferencia de peso que hay entre una sardina y una
ballena.

Las preguntas quedaban abiertas y eran muy profundas: ¿Qué confiere la masa a las
partículas? ¿Qué es realmente la masa? ¿Por qué existen estas diferencias? Para dar
respuesta a todas estas cuestiones, en 1964 el físico británico Peter Higgs propuso, junto
a otros colegas, una solución. Presentaron una teoría que aseguraba que todo el espacio
está relleno de un campo que interacciona con las partículas elementales y es esto lo que
les confiere masa.

Se trata del „campo de Higgs‟, que permea todo el universo.

Como peces en el agua

Para comprender mejor su funcionamiento, es posible establecer una sencilla analogía.


Las partículas elementales están inmersas en el campo de Higgs como los peces en el
agua. Una sardina en el mar, al ser pequeña, interacciona muy poco con el medio y puede
moverse rápidamente. Por el contrario, una ballena, con un tamaño mucho mayor,
interacciona con más agua y se desplazará más despacio.

Al trasladarlo al caso subatómico, la idea es que cuanto mayor es la interacción de una


partícula con el campo de Higgs, mayor es su masa. Se podría decir que este campo
“frena” más a las partículas cuanto más pesadas son, igual que ocurre con el agua y los
peces.

Así, un electrón interacciona poco con el campo de Higgs, por lo que se desplaza
fácilmente a su través. Dicho de otra forma, el campo de Higgs hace que el electrón tenga
una masa mínima (sería el caso de la sardina).

¿Por qué resultó tan complicado observarlo?

Por dos motivos fundamentales. En primer


lugar, para generar un bosón de Higgs se
necesitan intensidades de energía muy
elevadas, similares a las del Big Bang. Para
reproducir estas condiciones, fue necesario
construir grandes aceleradores de partículas
como el LHC del CERN, donde finalmente
fue detectado.
En segundo lugar, una vez generado el bosón de Higgs, se desintegra muy rápidamente y
desaparece antes de que pueda ser observado. De hecho, lo que se detecta en los
experimentos no es el bosón de Higgs, sino los residuos que deja al descomponerse.

¿De dónde viene el término ‘partícula de Dios’?

El Premio Nobel de Física León Lederman escribió en la década de los noventa un libro
en el que se refería al bosón de Higgs como “the goddamn particle”, esto es, “la maldita
partícula”, por lo difícil que era detectarla. En un alarde de originalidad, el editor del texto
decidió sustituir el nombre por “the God particle”, es decir, “la partícula de Dios”. Desde
entonces, el bosón de Higgs quedó rebautizado.

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