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R. Menéndez Pidal plantea los tres elementos básicos del proceso de transmisión de las
obras en Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas (1957).
Respecto a los elementos básicos que determinan la transmisión de estas obras. Es
necesaria la presencia de un auditorio colectivo donde hay alusiones expresas por parte
del narrador juglar.
El segundo de los elementos de importancia es el juglar propiamente, que hace de
narrador de un texto, pero que en los contextos de transmisión oral también es el
intérprete, profesional que desarrolla el ministerio de la juglaría (o lo que conocemos
como mester de juglaría).
Se encarga, primero, de memorizar la obra (algo que es un esfuerzo notable). Además,
de forma itinerante, van a recorrer pueblos, villas, cortejos o ámbitos cortesanos para la
difusión, semirrepesentación o recitación de estas obras. A este respecto hay que decir
que aquellos juglares que se dedicaban a transmitir los cantares de gesta eran los más
apreciados. Así se recoge la Séptima Partida de Alfonso X el Sabio, porque eran la
representación de la alta especialización. También tenían otras funciones, como tener
animales amaestrados, tocar instrumentos, juegos de malabares o de magia…
*También había mujeres que difundía canciones, pero estos juglares encargados de
recitar los cantares de gesta eran los más apreciados, hasta tal punto de dejar constancia
en esa obra de Alfonso X.
Nos queda hablar de la obra, propiamente, que debe ser memorizada por parte del
juglar, transmitida a un auditorio colectivo. En ese proceso de memorización y
transmisión, el juglar debe garantizar las características esenciales, que el público pueda
identificar lo que hace que las obras se amolden a los gustos del auditorio colectivo.
Junto a esto, una última característica importante sobre el contenido del género de la
épica es lo que podemos denominar carácter aseverativo. La épica va a defender el
sistema de valores establecido, con el que además el público se identifica; es decir, la
colectividad adquiere como propia.
El héroe se va a convertir en el arquetipo, en aquel que encarna en su figura ese sistema
de valores. Por eso, el héroe se convierte en ideal. El carácter aseverativo viene dado
porque la épica no es un género que cuestione el sistema de valores; no cuestiona ni
replica, sino que refleja ese sistema de valores.
Los antagonistas:
Aquí también podemos establecer una diferenciación: aquellos que podemos considerar
los enemigos militares y los enemigos políticos.
Los enemigos militares: los musulmanes en tanto que personaje colectivo (personajes
que se singularizan: Fáriz e Galve, el rey Yúçef de Marruecos o el moro Búcar); el
conde don Remont. Todos estos representan a los enemigos militares. Su función
narrativa es que sirven como instrumento para el restablecimiento del prestigio del
héroe y para su enriquecimiento.
Por otro lado, tenemos los enemigos políticos: el conde Garci Ordóñez, los infantes de
Carrión. El denominador común de estos antagonistas es que son representantes de la
alta nobleza y representan el círculo más cercano al rey, pero al mismo tiempo cumplen
la misma función narrativa: son los responsables del agravio a la honra del Cid (el rey
es solo un instrumento); por lo tanto, podríamos estar ante una crítica de esa parte de la
nobleza (no en su totalidad).