Cada pueblo tiene sus propios pensamientos, prácticas y
costumbres que configuran la particularidad de sus diversas identidades. Podemos ver esto reflejado en la diferencia entre una artesanía de semillas silvestres de los cofán, por ejemplo, y las conocidas artesanías de tejido de los otavalo, pertenecientes a la nacionalidad kichwa; o en la diferencia entre la gastronomía, la música y la danza del pueblo amazónico shuar y la gastronomía, danza y música de otras nacionalidades y pueblos de la Sierra o de la Costa. A pesar de estas diferencias existen elementos comunes, puntos de encuentro que constituyen ejes centrales dentro de sus cosmovisiones, hermanado sus formas de concebir, interpretar y relacionarse con el mundo. Un componente central que cruza las cosmovisiones de los pueblos indígenas y por tanto, de los saberes ancestrales, es el aspecto espiritual, impregnando cada elemento de la vida cotidiana y confiriendo así un sentido trascendente a la misma. La espiritualidad parece sobresalir como la parte esencial que conforma la identidad colectiva de los pueblos indígenas, determinando su vínculo armónico con la Pacha Mama, con la madre tierra. Son estos ejes centrales de los saberes ancestrales, quizás, los que debiesen despertar mayor interés no solo en la población mestiza, sino en mundo entero, dado que constituyen elementos que podrían dar respuestas a algunas de las necesidades globales de la actualidad