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“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en

su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” (Génesis 2:7)

El soplo de Dios
Este soplo tenía la esencia de Dios mismo, es decir, Dios sopló (depositó) la plenitud de Su Espíritu
en lo que se convirtió en clímax de su obra creada. Esto es lo que distinguió al hombre del resto de
la creación. ¡Sí! todas tus células, ADN, moléculas, hidrógenos, protones, neutrones, electrones,
átomos, etc., no fueron creados por un hombre, sino que, junto con cada uno de tus órganos
vitales, fueron formados, y son sustentados, por un soplo de la vida de Dios.

De igual forma, en tu espíritu y mente, ese soplo pone poder, inteligencia, y la capacidad de
reproducirse y multiplicarse, lo cual te constituye en un ser semejante a Su imagen y semejanza, y
te da autoridad para sojuzgar y gobernar.

Dicho esto, ¿Entonces qué es el aliento de Dios? La palabra hebrea para aliento es “ruaj”, que
significa “viento”, “aliento”, “aire”, “espíritu”. De modo que podemos decir que el aliento de Dios Es
la vida y el poder de Dios para vivir. Esta es una vida que existe sin cesar, pues la parte inmaterial
del hombre fue diseñada para no morir y vivir eternamente. La pregunta es ¿dónde quieres vivirla?

Tú decides donde vivir tu eternidad


Después de la caída, el hombre está operando, según estudios, con un dos por ciento de su
capacidad mental, lo cual demuestra que, cuando presta oído a satanás, el ser humano pierde del
ADN de Dios, depositado en su interior a través del aliento de vida.

Por eso debemos de cuidar tanto cuando un bebé viene en camino, porque lo que viene no sólo es un
ser humano, sino que viene algo desde el propio soplo de Dios, algo que carga una ADN con
eternidad dentro de sí, y esta es la razón por la que el diablo trata de matar cada bebé,
trabajando para estropear o destruir esa vida, incluso desde que es engendrado en el vientre de
su madre.

Ahora que sabes que todo lo que Dios crea es con un propósito, entenderás por qué el enemigo
intentará destruir o confundir cada persona para que no encuentre su identidad ni propósito, pues
estos son una manifestación de la eternidad de Dios en la tierra. Por eso no es de extrañar que el
diablo use cualquier arma para deteriorar tu propósito y convencerte que eres una persona común,
buscando conseguir que te mezcles con el montón, poniendo un muro que te haga invisible.

Esto me lleva a mi motivación para escribir este libro, que no es otra que retarte a ser diferente y
decirte: ¡TU SI PUEDES!

En primer lugar, Dios tomó del polvo de la tierra, tomó arcilla, y con sus manos de artífice único
modeló con el barro una figura perfecta, la figura de lo que vendría a ser el primer hombre con
todas sus facciones y órganos; ahora era barro modelado, pero siempre barro, arcilla inanimada,
sin vida.
Quiere decir que el cuerpo humano no se formó por la tonta tontería de la evolución de las
especies, ni fuimos ni algas marinas, ni peces, ni orangutanes, tampoco salimos de una gigantesca
explosión, como tampoco de una solitaria y peregrina bacteria que viajó millones de años luz hasta
llegar a la tierra. ¡No! El cuerpo humano lo formó Dios. Esto es más científico, más razonable, más
lógico, más comprensible, más comprobable, más práctico, más confiable, que todas las teorías e
hipótesis humanas .Pero ahí no termina el proceso, nos dice la Biblia que Dios “sopló en su nariz
aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”, un alma viviente.

Todos sabemos que la vida procede de la vida, el Dios viviente y creador es el único que tiene vida
propia en sí mismo. Dios sopló de su aliento, de su aire, de su espíritu, y el muñeco de barro vino a
ser el hombre un alma viviente. De modo que el hombre recibió la vida de parte de Dios y no de la
evolución de las especies.

Además, Adán fue el primer hombre, lo cual también descarta la teoría de una raza pre-adámica
como alguno sugiere.

Señalamos nuevamente que el hombre vino a la vida por medio del soplo, por medio del aire del
Espíritu de Dios .En el libro de Job leemos: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo
del Omnipotente le hace que entienda” (Job 32:8). También dice en este libro: “El Espíritu de
Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida” (Job 33:4).

Esta procedencia y dependencia de la vida humana del soplo del Espíritu de Dios es evidenciada e
ilustrada, de manera excepcional, en el hecho de que nosotros podemos vivir más de un mes sin
comer, podemos vivir varios días sin tomar agua, pero no podemos sobrevivir unos pocos minutos
sin respirar aire. Dios ha puesto el oxígeno en el aire que respiramos.

La palabra “oxígeno” está compuesta de dos palabras griegas que significan “gas que engendra” o
“que da vida”. Y lo cierto es que, si cuando exhalamos el aire de los pulmones no volvemos a
inhalar nos morimos; quiere decir que cada vez que inhalamos vivimos, seguimos viviendo, es como
volver a nacer.

DIOS IMPARTIÓ ENERGÍA .En las Sagradas Escrituras continuamente leemos acerca de este
soplo de Dios, de este aliento, de este aire, de este viento del Espíritu de Dios realizando grandes
obras.

Desde el inicio de la creación de todas las cosas, dice la Biblia: “Y el Espíritu de Dios se movía
sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:2). Aquí se nos habla del mover del Espíritu Santo
revoloteando como paloma, según una traducción hebrea impartiendo energía; y a través de ese
mover y de esa energía, produciendo las distintas ondas, como las ondas eléctricas,
electromagnéticas, luminosas, sonoras, y otras.

LA RAZA RESURGIÓ .Luego en el caso del diluvio cuando las aguas prevalecieron por espacio de
más de un año, desde que Noé entró al arca hasta que salió de la misma, Dios decidió hacer
descender y retirar las aguas, y nos dice la Biblia que “hizo pasar Dios un viento sobre la tierra,
y disminuyeron las aguas…Y las aguas decrecían…” (Génesis 8:1-5);y las aguas se secaron
sobre la tierra. Hizo pasar Dios un viento, el viento natural en lugar de hacer decrecer las aguas,
las hace encrespar.
La misma palabra hebrea que se usa para el soplo de Dios, en la estatua de barro, es la que
también se usa para este viento enviado por Dios para secar la tierra después del diluvio, fue el
soplo del Espíritu de Dios. Por el soplo del Espíritu de Dios la raza fue conservada

ISRAEL NACIÓ. En ocasión de la separación de las aguas del mar Rojo, para que el pueblo de
Israel pasara y escapara del cautiverio y la persecución en Egipto, nos dice la Biblia que “hizo
Jehová que el mar se retirase por recio viento… y volvió el mar en seco, y las aguas
quedaron divididas. Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en
seco...”(Éxodo 14:21, 22).

Luego de este gran evento y refiriéndose al mismo, Moisés y el pueblo cantaron a Dios diciendo:
“Al soplo de tu aliento se amontonaron las aguas; se juntaron las corrientes como en un
montón… se cuajaron en medio del mar…Soplaste con tu viento…Condujiste en tu misericordia
a este pueblo que redimiste; lo llevaste con tu poder a tu santa morada…” (Éxodo 15:8, 10,
13). Por el soplo del Espíritu de Dios la nación de Israel nació.

A UN PROFETA LLAMÓ .Estando Ezequiel entre los cautivos del pueblo de Israel en Babilonia, él
escribe: “Los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios… y vino allí… la mano de Jehová.Y
miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego
envolvente, y alrededor de él un resplandor…y veía la figura de un trono que parecía de
piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombres
sentados sobre él… así era el parecer del resplandor alrededor .Esta fue la visión de la
semejanza de la gloria de Jehová”(Ezequiel 1:1-4, 26-28).

Nótese que ante esta grandiosa visión de la gloria de Dios, lo primero que Ezequiel notó fue el
viento tempestuoso de la gloria y de la presencia de Dios. Por medio del viento tempestuoso del
Espíritu de Dios a un profeta Dios llamó.

A ISRAEL RESTAURÓ. Cuando Dios le mostró a Ezequiel la restauración del pueblo de Israel, le
dio la visión del valle de los huesos secos. Ezequiel profetizó y los huesos dispersos se juntaron, y
se convirtió en un valle de esqueletos; Ezequiel siguió profetizando y surgieron tendones, carne y
piel sobre los esqueletos, pero no había en ellos espíritu, ahora era un valle de cadáveres; volvió a
profetizar Ezequiel, esta vez al espíritu diciendo: “Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla
sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado,y entró espíritu en
ellos, y vivieron…Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de
Israel”(Ezequiel 37:9-11).

Podemos notar que fue cuando Ezequiel profetizó para que el Espíritu de Dios soplara sobre el
valle de cadáveres que estos vivieron y se levantaron sobre sus pies, un ejército grande en
extremo; todos estos huesos, estos cadáveres, son la casa de Israel.

Hoy día Israel está restaurado en su tierra, pero está como un valle de cadáveres sin vida
espiritual, pues, aun como nación rechazan a su Mesías, al Señor Jesucristo.

Pero el día está cercano cuando el Señor vuelva a la tierra por segunda vez, y entonces derramará
sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén “espíritu de gracia y de oración; y
mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose
por él como quien se aflige por el primogénito” (Zacarías 12:10).

Notemos que por el soplo del viento del Espíritu Santo es que Israel reconoce a Cristo como su
Mesías,y revive y resurge como nación preponderante en el mundo con Cristo, como Rey de reyes y
Señor de señores reinando en Jerusalén, la futura capital del mundo. Una nación muerta desde así
casi dos mil años es restaurada y revivida, por medio del soplo del Espíritu de Dios.

EL NACER DE NUEVO, DIOS IMPLANTÓ. Cuando Nicodemo vino donde Jesús, inquiriendo
sobre la persona del ministerio del Señor, este le habló de la verdadera necesidad de aquel y le
dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de
Dios”(Juan 3:3). Nicodemo no entendía, y Jesús añadió: “el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Nicodemo aun no entendía, y el Señor
le dijo: “El viento sopla donde quiere, y oye su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a
dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8).

Así como la estatua de barro recibió vida por el soplo del Espíritu de Dios en el huerto del Edén,
así el hombre pecador muerto en delitos y pecados, recibe vida eterna, nace de nuevo, es hecho
hijo de Dios por medio del soplo del Espíritu de Dios.

LA IGLESIA NACIÓ. “Cuando llegó el día de Pentecostés… de repente vino del cielo un
estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban
sentados… y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu les daba que hablasen”(Hechos 2:1-4).

Amados, aquí vemos nuevamente el soplo del Espíritu Santo, esta vez para el nacimiento de la
Iglesia de nuestro Señor Jesucristo. Este viento recio del Espíritu Santo era del todo necesario,
en primer lugar para aventar y eliminar todas las ideas materialistas y temporales que aun tenían
los apóstoles y discípulos, acerca del establecimiento de un reino terrenal en ese tiempo.En
segundo lugar, para que recibiera la virtud del Espíritu Santo y fueran testigos de Jesucristo en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8).

Efectivamente la Iglesia del Señor nació con el viento recio de Pentecostés, la Iglesia
apostólica conquistó con el soplo de Pentecostés, la Iglesia perseguida sobrevivió a la recia
persecución con el viento recio de Pentecostés; la iglesia imperial se mundanalizó porque respiró
los aires contaminados del palacio imperial y le faltó el aliento, el aire puro del Espíritu Santo; la
iglesia medieval o papal se corrompió moral, espiritual y doctrinalmente porque se estructuró
siguiendo las corrientes de los vientos del férreo imperio romano y pagano, y resistió y rechazó el
soplo vivificador y santificador del Espíritu Santo; la Iglesia de la Reforma surgió con asfixia, sin
el aliento, sin el aire, sin el soplo de Pentecostés; la Iglesia del siglo XXI y a principios del siglo
XX revivió con el viento recio de Pentecostés.

Es una lástima que desde el principio del siglo XX hasta hoy, siglo XXI,hoy día haya tantos
creyentes, congregaciones, pastores, organizaciones, y concilios pentecostales, donde ya el viento
recio y el fuego impetuoso e incontenible de Pentecostés se sigue acabando y lo están
Ahora han sacado el arca de la Obra de Dios, de la casa del anciano Abinadab (nombre que
significa “nobleza”),y la cargan en un carro modernista y mundano conducido por los hijos del
anciano Abinadab, esto es, por la nueva generación.

Uno de los hijos se llama Uza, que significa “fuerza”, la fuerza del intelectualismo, del humanismo,
de las filosofías, de las finanzas, de la banca y de programas sociales. El otro se llama Ahío, que
significa “fraternal”, este iba al frente del arca, era muy fraternal, era hermano de todos, a todos
les caía bien, pues estaba de acuerdo con todo y con todos, era ecuménico. Y así iba el arca de
Jehová en el carro nuevo, todo era alegría, danzas, instrumentos, fiesta, música, concierto,
festival, y panderos.

Pero “llegaron a la era(casa)de Nacón”(2 Samuel 6:6). Nacón significa “desastre”, y allí vino el
desastre. Uza tocó el arca “y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí Dios por
aquella temeridad, y cayó allí muerto”(2 Samuel 6:7).

Y hoy día, en muchos casos, así es que llevan la Obra de Dios en el carro nuevo, de los nuevos
conceptos, de los nuevos rumbos, de las nuevas situaciones, de las nuevas interpretaciones, de las
nuevas teologías, de las nuevas terapias y manipulaciones mentales, de la nueva moral, de la nueva
música, del nuevo bautismo del Espíritu Santo, de los nuevos repartidores de lenguas y de dones,
de la nueva ola. Pero es mejor que se arrepientan, cesen y desistan a tiempo de ese fatal
derrotero, pues ya están llegando a la casa de Nacón, se avecina el desastre ahora y en la
eternidad.

Amados, la Iglesia de hoy no tiene otra alternativa que el viento recio de Pentecostés, el fuego del
Espíritu Santo, la vida de santidad, el ministerio auténtico de la Palabra de Dios; la unción divina
con señales, prodigios y maravillas; la glorificación del nombre de nuestro Señor Jesucristo,
hombres y mujeres de Dios llenos del Espíritu Santo con un testimonio limpio.

Para la gloria de Dios, podemos decir que nosotros en estos modestos esfuerzos del Movimiento
Misionero Mundial preferimos el fuego de Pentecostés, no nos llama la atención nada liviano y
novedoso, nos quedamos con lo puramente bíblico, pues aunque lo bíblico es antiguo no es
anticuado, siempre estamos a la moda, a la moda bíblica la cual no cambia, y Dios sigue obrando los
milagros bíblicos que vemos en el libro de los Hechos.

Amado hermano, y todo esto es para ti en el día de hoy.

Amigo, si Dios al soplo de su Espíritu impartió energía al universo, creó al hombre, dividió el mar
Rojo, fundó su Iglesia, ¿qué no hará Dios para ti? Ahora mismo, Él quiere hacerte nacer de nuevo,
quiere hacerte una nueva criatura, quiere transformar tu vida; quiere darte paz, gozo y felicidad.
Abre tu corazón para que el fuego del Espíritu Santo, que el viento recio de Pentecostés, realice
esta maravillosa obra. Amén.
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Poco después de la resurrección, el Señor, estando con los discípulos, sopló sobre ellos, y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo». El mismo soplo de Dios que fue vida en la nariz de Adán (Gén. 2:7),
fue aquí, para los apóstoles el Espíritu Santo. En el Edén fue vida para el alma; aquí fue vida para
el espíritu. Este es el soplo del cual el Señor Jesús habló a Nicodemo con estas preciosas
palabras: «El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni
adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu» (Juan 3:8). Soberano. Misterioso. Así es el
Espíritu en su actuar.

Este viento vivificador –el Espíritu Santo– puede ser un viento fuerte o bien una delicada brisa. En
Pentecostés fue un viento recio que llenó toda la casa donde estaban sentados (Hech. 2:2). El
viento recio es como el viento puelche que sopla en el sur de Chile. Es tan potente que se lleva las
basuras de las calles, barre el polvo y todo aquello que no está suficientemente firme. El Espíritu
Santo también hace una obra de limpieza así. Todo aquello que no está sujeto a Cristo es llevado
lejos. Toda basura es quitada, toda impureza es barrida. ¡Qué sanadora es para el alma del
creyente esta obra del Espíritu Santo!

Pero también el Espíritu es como la brisa, y entonces viene a aquietar nuestro espíritu con un silbo
suave y apacible, tal como ocurrió con Elías en aquella cueva del monte Horeb. Su espíritu estaba
agitado, su alma turbada. El celo de su corazón se había encendido sobre el monte Carmelo, y
ahora descendía al valle del temor. Entonces Dios hace pasar delante de él un poderoso viento que
rompía los montes y quebraba las peñas; luego un terremoto y un fuego, pero Dios no estaba ni en
el viento, ni en el terremoto ni en el fuego. Dios vino, en cambio, como un silbo apacible y delicado
(1 R. 19:11-13). ¡Qué maravilloso es el Espíritu de Dios!

En Ezequiel 37 encontramos una hermosa alegoría acerca del Espíritu. Allí se muestra cómo, a la
palabra de Ezequiel, hubo un ruido, y luego un temblor, y los huesos secos diseminados por el valle
se juntaron uno con otro. Luego, hubo tendones, más tarde subió sobre ellos carne, y después piel.
«Pero –aclara– no había en ellos espíritu». Entonces, al profetizar Ezequiel «entró espíritu en
ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies». Sin el espíritu, había solo huesos, tendones, carne y
piel, es decir, había cadáveres, pero no había hombres. Así ocurre también en muchos ambientes
cristianos. Hay abundantes expresiones de la naturaleza adámica, pero no hay mucho de la nueva
creación. Todo lo que no es del espíritu, es de la carne (Juan 3:6; 6:63).

Mucho se ha pecado contra el Espíritu, menospreciando su obra, olvidándole e ignorándole. ¡Que el


Señor derribe nuestra suficiencia para que tengamos al Espíritu de Dios actuando libremente!
En la antigüedad se creía que las fuerzas de la naturaleza eran misteriosas, se las reconocía como
divinas: agua, fuego, vida y viento. Ruah es uno de esos poderes. Significa soplo, fuerza, soplo de
Dios, espíritu de Dios. Ruah es el viento que procede de Yavé. Ruah (viento) es Dios, es el Espíritu
de Dios en acción, que interviene. El viento es la mayor manifestación del poder de Dios.

Pero veamos unos ejemplos concretos. El segundo versículo de toda la Biblia dice: “El espíritu de
Dios (el viento) aleteaba sobre las aguas” (Gn 1,2).

¿En qué quedamos, era el viento o el espíritu de Dios? En el segundo capítulo, al hablar de la
creación del hombre, leemos: “El Señor formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su
nariz un hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente, (Gn 2,7).

En el relato del diluvio hay otro ejemplo: “Dios hizo soplar un viento (un espíritu) sobre la
tierra, y las aguas descendieron” (Gn 8,1).

Vemos que el soplo procede de Dios y que da la vida. Por si tenemos duda, la Biblia añade: “Dijo
entonces el Señor: Mi aliento no permanecerá para siempre en el hombre” (Gn 6,3).

Ese viento (Espíritu) es salvador: separó las aguas del mar Rojo (Ex 10,13.19). Sería una tarea
encomiable ir leyendo en la Biblia los muchos lugares donde aparecen indistintamente las palabras
viento y espíritu de vida. Entre ellos destacan las palabras del salmo: “Si retiras tu soplo,
expiran y vuelven al polvo. Si envías tu espíritu, los creas y renuevas la faz de la tierra”
(Sal 104,29-30).

El salmista usa la imagen del Génesis. Si al hombre se le retira el soplo de vida, muere. Esto es lo
que ocurre con la muerte de las personas, expiraron, lanzaron su último respiro: “Si Dios retirara
su espíritu y aliento, los vivientes volverían al polvo” (Jb 34,14-15).

No hace falta buscar textos en el Antiguo Testamento, pues tenemos un hecho bien conocido.
Vayan al capítulo 2 de los Hechos de los Apóstoles. Se trata del primer Pentecostés. Lean
cuidadosamente donde dice: “Vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento,
que llenó toda la casa… Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. Se ve la íntima relación
entre viento y espíritu.

Así nace la Iglesia, con el fuerte soplo de Dios.

Es el Espíritu quien la fundó y no deja de dirigirla. Aun en momentos difíciles, el soplo de Dios está
presente. ¡Sin duda alguna!
C. Dios y el mundo que creó.

1. (27-30) La dependencia de la creación de Dios.

Todos ellos esperan en ti,

Para que les des su comida a su tiempo.

Les das, recogen;

Abres tu mano, se sacian de bien.

Escondes tu rostro, se turban;

Les quitas el hálito, dejan de ser,

Y vuelven al polvo.

Envías tu Espíritu, son creados,

Y renuevas la faz de la tierra.

a. Todos ellos esperan en ti para que les des su comida a su tiempo: El salmista considera toda
clase de cosas creadas de la tierra, el mar y el aire. Reconocía que todas ellas dependen de Dios,
quien les provee a su tiempo.

i. A su tiempo: “Dios tiene un tiempo para todas las cosas, y no alimenta a sus criaturas en
vaivenes; les da pan de cada día y una cantidad proporcionada a sus necesidades. Esto es todo lo
que cualquiera de nosotros debería esperar; si incluso las criaturas brutas se contentan con una
suficiencia, no deberíamos ser más codiciosos que ellas”. (Spurgeon)

b. Les das, recogen: Dios alimenta a los animales, pero no les vierte comida del cielo en la boca. Él
provee, pero ellos deben recoger.

i. “Cuando vemos a las gallinas recogiendo el maíz que el ama de casa esparce de su regazo,
tenemos una ilustración adecuada de la manera en que el Señor suple las necesidades de todos los
seres vivos – él da y ellos recogen”. (Spurgeon)

ii. “El verbo traducido ‘recoger’ significa juntar o recoger del suelo. Se utiliza en la historia del
maná (Éxodo 16:1,5,16), al que hay una alusión obvia. El acto de recoger del suelo parece
presuponer que se arrojó previamente del cielo”. (Alexander, citado en Spurgeon)

iii. Esta es una manera maravillosa para que el pueblo de Dios piense en Su provisión. Dios provee,
pero debemos recoger. Su provisión está a nuestro alrededor, y simplemente necesitamos la
sabiduría y el esfuerzo para recogerla.
iv. Este principio también tiene aplicaciones en el evangelismo: “Dios nos dará almas si oramos por
ellas, pero debemos buscarlas. Cuando el Señor llama a un hombre para que hable en su nombre,
tiene la intención de darle algo de éxito, pero debe estar alerta para recoger”. (Spurgeon)

c. Escondes tu rostro, se turban: La creación depende tanto de Dios que si Él fuera a esconder su
presencia o a quitarles el hálito, pronto perecerían. Hay un sentido real en el que la creación
responde y se entrega mucho más a Dios que la humanidad.

d. Envías tu Espíritu, son creados: El retiro de la presencia o el favor de Dios significa la ruina de
toda la creación, pero el derramamiento de Su Espíritu significa vida y renovación.

i. Envías tu Espíritu, son creados: “El Espíritu de Dios crea cada día: ¿qué es lo que continúa las
cosas en su estado creado, sino la providencia? Ese es un verdadero axioma en la divinidad, la
providencia es la creación continua”. (Caryl, citado en Spurgeon)

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