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UNIVERSIDAD NACIONAL DE HUANCAVELICA

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS


UNIDAD DE POSGRADO

DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL

ENSAYO:
Proceso Constitucional Peruano: Principio de celeridad y economía
procesal, principio de adecuación de formalidades o elasticidad, duda
razonable e interpretación en el proceso constitucional

Ciclo: II

Sección: B

Catedrático: Dra. Cá ceres Ló pez, Roslem

Integrantes: Aliaga Díaz Félix, Moisés


Aliaga Marmolejo, Hans Santiago
Á lvarez Ramírez, Heiner
Apacclla Ramos, Fany Diana
Araujo Ruiz, Alicia Margarita

2022
ÍNDICE

ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
I. PRINCIPIO DE CELERIDAD Y ECONOMÍA PROCESAL
II. PRINCIPIO DE ADECUACIÓN DE FORMALIDADES O ELASTICIDAD
III. DUDA RAZONABLE
IV. INTERPRETACIÓN
INTRODUCCIÓN

El presente ensayo trataremos sobre algunos principios comprendidos al interior


del proceso constitucional Peruano. Como sabemos el Derecho Procesal Constitucional
trata del estudio de los mecanismos procesales para hacer efectivas las normas
constitucionales, tomando enfonques de la Ciencia Política y la visión deóntológica de los
derechos de la persona, lo que nos permitirá comprender la razones prácticas y éticas que
nos conducen a su protección.

Es necesario tener en cuenta que el desarrollo de los mecanismos de defensa de la


Constitución y derechos fundamentales, ha variado consustancialmente a sus orígenes,
primero a reconocimiento de derechos para después buscar mecanismos de protección, y
en ello hemos asistido al origen de los Tribunales Constitucionales o Cortes encargadas de
hacer prevalecer la supremacía de la Constitución, mediante su configuración de
legisladores negativos, y ahora se constituyen en interpretes para hacer que las normas
jurídicas tengan un sentido acorde con la Constitución Política. Adicionalmente, ahora
cumplen otro rol no previsto originariamente de protectores de derechos fundamentales.

Siendo, entonces, los fines de los procesos constitucionales proteger los derechos
constitucionales, ya sean de naturaleza individual o colectiva, reponiendo las cosas al
estado anterior a la violación o amenaza de violación de un derecho constitucional, ellas
deben uiarse no solo por los dispositivos del ordenamiento jurídico, sino también por los
principios procesales, que forman parte de los principios generales del Derecho, muchas de
las cuales han sido positivizados en el Nuevo Còdigo Procesal Constitucional.

En esa línea, hemos desarrollado en el presente ensayo, los siguientes principios


procesales: Principio de celeridad y economía procesal, principio de adecuación de
formalidades o elasticidad, duda razonable e interpretación en el proceso constitucional.
Dentro del principio del impulso del proceso se ha abarcado otros tales como principio de
socialización del sroceso, principio de informalidad y elasticidad, principio de acción
pública, principio de dirección judicial del proceso y principio de constitucionalidad, todo
ello regulado en el Título Preliminar del Código Procesal Constitucional Peruano.
I. PRINCIPIO DE CELERIDAD Y ECONOMÍA PROCESAL
Mora (2011, p.129) desarrolló un estudio histórico, jurídico y consistente en
que debido a que los conflictos de índole constitucional requieren pronta
resolución, se hace necesario que el procedimiento se simplifique, se descargue de
recaudos formales que impidan la rápida solución del conflicto; que los plazos
procesales se reduzcan como corolario de la celeridad del proceso, que se
simplifiquen, debiendo expresar la garantía aludida por el artículo 25 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y teniendo en cuenta que la
acción constitucional deja de ser una acción personalizada del sujeto afectado para
convertirse en una acción de interés público en honor a que al sistema político le
interesa que no exista ni una sola persona con un derecho constitucional conculcado
ni tampoco una norma que contradiga la constitución.

1. El Derecho Procesal Constitucional


Toma (2009, p.180) señala que el principio de impulso de oficio plantea
el deber del operador jurisdiccional de agilizar la marcha del proceso de manera
autónoma, sin necesidad de la intervención de las partes. Ello a efectos de que
este concluya y genere la consecución de los fines para el que fue creado por el
legislador. En ese contexto, resguarda que el proceso no quede a la merced del
ánimo o disposición de las partes, e incluso que evite los recursos dilatorios o
maliciosos tendientes a" adormecer" la actividad jurisdiccional en relación con
su razón de ser: resolver una controversia de naturaleza constitucional mediante
la cual se defiendan los principios, valores y normas constitucionales, amén de
proteger los derechos fundamentales de la persona.
En ese sentido el deber del juez constitucional es de conducirlo a su
terminación más allá del interés personal que tenga el sujeto en su resultado.
De la misma forma, el impulso de oficio de los procesos estima un hacer
diligente del juzgador a efectos de que la pretensión sea resuelta, sin mediar
inclusive el abandono del proceso, técnica que prevé el artículo 49 del Código
Procesal Constitucional respecto al proceso de amparo “En el amparo no
procede la reconvención ni el abandono del proceso.
El tema central que este dispositivo nos plantea: ¿opera el abandono
cuando de por medio existe la exigencia de tutela de derechos fundamentales? y
¿es causal de abandono la falta de diligencia del justiciable? El Código plantea
una respuesta negativa al respecto.
De lo expuesto, se observa que esta figura del abandono es una
excepción al principio de impulso de oficio, el cual establece la obligación del
Juez de realizar actos procesales para que el proceso llegue a su fin. Además,
las partes no pueden invocar este principio para excusarse de realizar actos
procesales ni tampoco para el órgano jurisdiccional sustituirse en la actuación
procesal de las partes.

2. Principio de socialización del proceso


García (2021, p.401) entendido como la facultad que tiene el juez para
intervenir en el proceso para evitar las desigualdades naturales en las que en la
mayoría de los casos concurren los litigantes.

3. Principio de informalidad y elasticidad


Consistente en que el juez en su condición de defensor de la constitución,
no debe reparar en aspectos formales y adjetivos, sino que debe asumir el rol
institucional de guarda y respeto de la constitución política que en nuestro país
tratándose de jueces individualizados, no resulta tan fácil.

4. Principio de acción pública


Porque a todo el sistema político le interesa que no exista una persona
con un derecho constitucional conculcado ni tampoco, normas que contraríen
la constitución.

5. Principio de dirección judicial del proceso


El proceso constitucional requiere de un Juez con una concepción
publicista del proceso, con principios y valores democráticos, con conciencia
del rol de guardián de la constitución, receptor de cualquier agravio a ella, con
mecanismos procesales específicos, diferente de los medios procesales
ordinarios.
6. Principio de constitucionalidad
Conforme al cual impera la ley, pero siempre y cuando, ella se encuentre
en consonancia con el ordenamiento superior, aparejado con lo cual se
establecen acciones que permiten confrontar la justeza de la norma con os
valores, principios y preceptos contenidos en la carta magna, al igual que
aquellos que sin aparecer expresamente en ella, entran a formar parte del
bloque de constitucionalidad. (SC, 1995)
En los procesos que garantizan derechos fundamentales deberá
establecerse un precedente vinculante por parte de la corte constitucional quien
deberá determinar la parte de la sentencia tiene la calidad de ratio decidendi
para ejercer su efecto vinculante sobre los órganos inferiores.
Deberá imponérsele al Tribunal Constitucional que sustente
expresamente las razones por las cuales se aparta de un precedente afirmado
con anterioridad. (García, 2021, p. 401)

En la legislación venezolana es el Juez quien está obligado a impulsar el


proceso, mediante el principio de impulso de oficio que da fluides y continuidad al
proceso, aunque también resuelve respecto a la perención de la instancia, en ese
sentido constituiría una antinomia jurídica el sancionar a las partes por haber
permanecido inactivas durante el transcurso de un año y, en consecuencia, no haber
ejercido ningún acto procesal para impulsar el proceso. Resulta una contradicción
obligar al juez, como director del proceso, impulsar el proceso hasta su definitiva
conclusión y sancionar a las partes con la perención de la instancia al no impulsar
el proceso durante un (1) año. (Portilla, 2021)
En cambio, en nuestra legislación sobre la materia el Tribunal Constitucional
en el caso José Morales Dasso en representación de cinco mil ciudadanos contra el
Congreso de la República (Expediente N° 0048-2004-PI/ TC) ha señalado que de
un lado, el operador jurisdiccional tiene la responsabilidad de controlar la actividad
de las partes, evitando una conducta procesal obstruccionista, y del otro, el
auspiciar el cumplimiento de los fines de todo proceso constitucional con eficacia y
prontitud "en tal sentido corresponde al juez constitucional detectar y desestimar
aquella conducta procesal que, intencional o no, pretende convertir el proceso en un
ritualismo de formas, antes que en eficiente cauce para la protección de los
derechos fundamentales y el respeto por la supremacía normativa de la
Constitución".

II. PRINCIPIO DE ADECUACIÓN DE FORMALIDADES O ELASTICIDAD


Sobre la noción de “principio”, etimológicamente viene del griego “arje”,
que significa: el principio de todas las cosas; aquello de lo cual deriva todas las
cosas. En latín es “principium”, derivado de “prínceps”, “principis”, que significa:
“el que es primero” (primus), “el que manda”; así significaba: “comienzo”, que se
designaba así porque la comida, o ceremonia religiosa, o reparto del botín,
comenzaba cuando el princips elegía su parte.
Así pues, principio significa etimológicamente, “principio de la realidad”, es
decir, describe el carácter de una cierta proposición: “la proposición que da razón
de”. Por lo tanto, se considera principio a las proposiciones que se sitúan en el
origen primero de una operación deductiva, como su condición necesaria y que no
puede ser puesta en duda, sea en una esfera particular (los principios del derecho);
sea de modo absoluto (los primeros principios).
Se entiende por primeros principios a las proposiciones, normalmente
implícitas, que no son deducidas de otras proposiciones ni resultado de la
experiencia, pero que se presuponen en toda operación racional como su norma
absoluta; así tenemos, por ejemplo, los principios de contradicción, de razón
suficiente, de finalidad.
Los Principios Generales del Derecho expresan los valores materiales
básicos de un ordenamiento jurídico, es decir, aquellos sobre los cuales se
constituye como tal, las convicciones ético-jurídicas fundamentales de una
sociedad, son principios técnicos, fruto de la experiencia de la vida jurídica y solo
a través de esta son cognoscibles.
Los Principios Generales del Derecho cumplen una triple función: creativa,
interpretativa, e integradora del ordenamiento jurídico. Con razón se ha dicho que
los Principios Generales del Derecho son la causa, el fin, el origen, el término, el
alfa y el omega del Derecho.
Los procesos constitucionales de la libertad, como son el hábeas Corpus, el
amparo, el hábeas data y el cumplimiento, se rigen por una serie de principios
procesales que se regulan en el artículo III del Título Preliminar del actual Código
Procesal Constitucional. Siendo esta clase de normas a manera de pauta
hermenéutica para la interpretación de los demás artículos que forman un cuerpo
intra sistemáticamente normativo, pero en el caso de los procesos constitucionales
de tutela de derechos, como se verá, tales principios se caracterizan y diferencian
de los demás, porque imprimen un carácter publicístico a todas sus normas, y
otorgan un marcado protagonismo al juez constitucional en la conducción del
proceso y, por ende, en la protección eficaz de los derechos fundamentales.
Tanto Samuel Abad, como los demás integrantes de la comisión que
desarrolló el primer Código Procesal Constitucional, hoy derogado, señaló en el
anteproyecto que:
“De una manera más genérica a las usadas en algunos procesos
constitucionales presentes en la legislación comparada, se regula el llamado
principio de elasticidad, según el cual las formalidades previstas para los
actos procesales deben ser exigidas atendiendo a la función que estas
cumplen en el proceso, y en la obtención de su resultado, a criterio del juez.
Así, por ejemplo, una demanda no debe ser rechazada por faltarle la firma
de abogado, si el juez considera que la urgencia de tutela coloca a la
exigencia de tal formalidad en un plano absolutamente secundario respecto
de la necesidad de admitir y dar trámite al proceso constitucional.” (ABAD
YUPANQUI, 2005, pág. 34)

De forma similar a la anterior regulación del derogado Código Procesal


Constitucional del 2004, en el vigente se regula en el tercer párrafo de su artículo
III, el llamado principio de elasticidad, así: “(…) el juez y el Tribunal
Constitucional deben adecuar la exigencia de las formalidades previstas en este
código al logro de los fines de los procesos constitucionales.”, principio que se
recoge y concuerda también en el segundo párrafo de su artículo IX del mismo
cuerpo legal, regulando: “(…) Los códigos procesales afines a la materia discutida
son de aplicación subsidiaria siempre y cuando no perjudiquen a las partes ni a
los fines del proceso constitucional y solo ante la ausencia de otros criterios.”
El principio de adecuación de formalidades al logro de los fines de los
procesos constitucionales o elasticidad exige que el juez adecue las formalidades
que puedan exigirse en el proceso constitucional a la consecución de los fines del
mismo, lo que debe ser concordado con lo regulado en el artículo II del CPC, que a
la letra establece: “Son fines esenciales de los procesos constitucionales garantizar
la vigencia efectiva de los derechos constitucionales reconocidos por la
Constitución y los tratados de derechos humanos; así como los principios de
supremacía de la Constitución y fuerza normativa.”, además de lo regulado por el
artículo 1 del mismo Código que señala: “Los procesos a los que se refiere el
presente título tienen por finalidad proteger los derechos constitucionales, ya sean
de naturaleza individual o colectiva, reponiendo las cosas al estado anterior a la
violación o amenaza de violación de un derecho constitucional, o disponiendo el
cumplimiento de un mandato legal o de un acto administrativo.(…)”
Este principio bajo estudio determina la flexibilidad o adecuación de las
formalidades procesales para optimizar el logro de los fines esenciales de los
procesos constitucionales. Lo que significa que las formas procesales no son fines
en sí mismos, sino que están subordinadas al logro de los fines del proceso
constitucional. Por ello, si las formas entorpecen estos fines, el juez constitucional
se encuentra habilitado para adecuarlas o dejarlas de lado con la finalidad de
garantizar la supremacía constitucional o tutelar de modo efectivo el derecho
lesionado (Landa, 2018).
El proceso constitucional tiene como objetivo asegurar el funcionamiento
adecuado del orden constitucional y la vigencia efectiva de los derechos
constitucionales. De esta manera, el diseño del proceso constitucional se orienta a
la tutela de dos distintos tipos de bienes jurídicos: la eficacia de los derechos
fundamentales y la constitucionalidad del derecho objetivo, toda vez que, por su
intermedio, se demuestra la supremacía constitucional.
Según Espinoza Cevallos, este principio deja abierta la posibilidad:
“(…) en caso de un conflicto de la norma procesal constitucional
con una norma constitucional o de derecho sustancial, se adaptará el
procedimiento para el logro de la aplicación y reconocimiento de la norma
constitucional, ya que el proceso constitucional es el medio para alcanzar el
fin: la primacía de la Constitución y los derechos reconocidos”. (Espinoza,
2008, p.10)

Se debe tener en consideración que la característica diferencial de los


procesos constitucionales es el “(…) rol instrumental, en el sentido de que le toca
tutelar la vigencia y operatividad de la Constitución, mediante la implementación
de la judicatura y de los remedios procesales pertinentes”. (Sagüés, 1992, p.5).
Así, “(…) las normas formales no tienen un fin en sí mismo, sino que deben
determinarse por la función procesal especifica que cumplen de la legislabilidad
constitucional también estas están al servicio de la realización del Derecho
material constitucional”. (Häberle, enero-junio 2004).
Viene a ser características del principio en análisis, los siguientes:
- Proteccionista, tiene como objetivo la protección de los derechos
constitucionales, como la supremacía constitucional mediante los procesos
constitucionales.
- Antiformalista, al inaplicar las normas procesales formales, en busca de una
mejor tutela de la causa constitucional.
- Solo se aplica en beneficio del demandante.
- Obligatoriedad, pues su no aplicación de los principios procesales de los
procesos constitucionales por parte de los magistrados y jueces constitucionales,
es desobedecer el mandato constitucional de alcanzar los fines de los procesos
constitucionales.

Antes de la publicación y vigencia de nuestro primer Código Procesal


Constitucional, los procesos constitucionales se desarrollaban de acuerdo a la Ley
de Habeas Corpus y Amparo, los mismos que eran muy concisos y no lograban
agrupar la diversa regulación que versaba sobre los propios procesos de urgencia.
Así, el Tribunal Constitucional peruano tuvo que hacer uso de herramientas de
origen doctrinario constitucional y de las cortes constitucionales extranjeras que
poseen mayor experiencia en su desarrollo constitucional y procesal constitucional.
En esta situación apareció el principio de la suplencia de queja, asimilado de
la Corte Constitucional de México, que constituye un “(…) deber del juez
constitucional de enmendar o corregir los actos procesales del demandante que
adolecen de una deficiencia o de una omisión, ya sea sobre el petitum, la causa
petendi –el derecho- o el acto lesivo”. (Mendoza, 2007)
Luego de sendas jurisprudencias, el Tribunal Constitucional entendió que
debería hacer la diferenciación que, hacía su par mexicano, en relación al concepto
del principio de suplencia de queja y sus diferentes variaciones. Por ello, el TC
asume como principio encargado de corregir las deficiencias formales de los
demandantes, al principio de suplencia de las deficiencias procesales, el cual, según
la jurisprudencia del Tribunal Constitucional.
El máximo intérprete de la Constitución no ha sostenido una interpretación
continua y coherente de este principio procesal tan importante para el proceso
constitucional, generando una inseguridad dentro de los particulares, al no saber si
los jueces y magistrados constitucionales aplicarán de manera uniforme este
principio.
Un caso muy importante y relevante para el Estado peruano fue la Sentencia
del TC recaída en el expediente Nº 3173-2008-PHC/TC, en donde el mismo ente
constitucional desconoció este principio y su contenido doctrinario. El TC
interpretó desde un formalismo rígido inconducente y no desde la propia
Constitución, desaprovechando así la particularidad que distingue a los procesos
constitucionales del resto de procesos. La resolución fue emitida en virtud del
recurso de agravio constitucional interpuesto por el Instituto de Defensa Legal
contra la resolución de la Tercera Sala Penal con Reos Libres de la Corte Superior
de Justicia de Lima que declaró fundada la demanda de hábeas corpus interpuesta
por el suboficial de la Marina Teodorico Bernabé Montoya, con lo cual se dispuso
el archivo de la investigación por la matanza en El Frontón.
En la sentencia del Tribunal Constitucional (con voto en mayoría suscrito por
cuatro de sus siete miembros: Mesía Ramírez, Álvarez Miranda, Vergara Gotelli y
Calle Hayen), se decidió archivar el proceso de investigación judicial exigido en el
petitorio de la demanda ya que la misma demanda sufría de deficiencias formales
exigidas en el proceso, por lo que esta resolución no se pronunció sobre el asunto
de fondo de la controversia constitucional, que envolvía como tema central la
imprescriptibilidad de los delitos contra los derechos humanos.

III. DUDA RAZONABLE


La duda razonable se refiere en principio, a que en caso de que exista en el
juzgador alguna duda sobre la responsabilidad penal del imputado, este, deberá
quedar absuelto; por otro lado, podemos hablar del deber que tiene la parte
acusadora de lograr la convicción en el juzgador, es decir, superar el estándar
probatorio que se requiere para sentenciar penalmente a una persona. Lo anterior,
significa que, la evidencia de la comisión de un delito debe estar más allá de toda
duda razonable que pudiera tener cualquier persona, en especial el juzgador. En
otras palabras, la duda razonable representa un límite al ejercicio del poder punitivo
del estado que se ejerce a través del Juez, quien al valorar la prueba (con un
estándar probatorio alto), a partir de la libre convicción, debe estar convencido de
la culpabilidad del acusado.
La duda razonable se encuentra íntimamente ligada con la convicción que del
caso tenga el juez, es decir, representa un alto grado de subjetividad. Es por ello,
que se debe tener especial atención en las pruebas que serán ofrecidas y
desahogadas en el proceso, así como tener en cuenta la forma y los sistemas en que
se apoyará el juzgador para una correcta valoración de la prueba, lo cual permitirá
tener un control racional de la prueba, con lo que se justifica una sentencia
condenatoria o absolutoria en caso de duda razonable.
En el tema de la convicción del juzgador tiende gran trascendencia la
hipótesis del caso planteada por la fiscalía y las pruebas tendientes a su
acreditación, sin embargo, para efectos de la duda razonable, es el defensor quien
tiene la oportunidad de generarla a partir de una buena estrategia de litigio, ya sea
con una hipótesis, una correcta argumentación, aportando pruebas, desvirtuando las
de la contraria, precisamente son estos puntos -los debates probatorios- los que
ayudan al juzgador acercarse más a la verdad de los hechos, teniendo en cuenta
que, para la defensa basta con sembrar una duda razonable para lograr la absolución
del acusado. (Gómez, s.f.)
La duda razonable constituye uno de los pilares sobre los cuales descansa el
proceso penal en un Estado constitucional de derecho y, aun cuando dicho principio
no se basa directamente en el artículo 139, inciso 11, de la Constitución Política del
Estado, pues este únicamente consagra al instituto de la duda, desde un punto de
vista de preferencia normativa esto es, en caso de existir duda en la aplicación de
una ley penal o en el supuesto de conflicto, debe preferirse la más favorable al reo;
al hacerse una valoración e interpretación sistémica se puede inferir también que se
está en el ámbito de la duda cuando existen pruebas, tanto de cargo como de
descargo, que no rompen la situación de oscuridad impeditiva de asumir la certeza,
debido a que ambas partes procesales (acusadora y acusada) aportaron elementos a
favor de sus respectivas posiciones y a que nuestro sistema procesal penal opta por
favorecer a la parte acusada cuando se producen este tipo de situaciones.

3.1. Antecedentes
El primer antecedente lo situamos en el derecho anglosajón (Common
Law), ya que fue el primero en utilizar el término. Surge en el Reino Unido
como resultado de una creencia religiosa (cristiano-católica) que consistía en
que los miembros del jurado podrían ser castigados divinamente cuando
condenaran como culpable a una persona inocente.
De ahí, surge en el siglo XVIII “la duda razonable”, como una
protección no al imputado, más bien a los miembros del jurado. Cualquier
persona miembro de un jurado, bajo la premisa de no caer en pecado capital,
no condenaría a una persona, salvo que tuviera una certeza alta acerca de su
culpabilidad.
En la época contemporánea podemos encontrar un precedente
importante en Canadá ( caso: R v Lifchus-Sentencia de apelación en la corte
de Canadá, 1997); donde el Tribunal Supremo, emite una resolución
importante sobre la base legal de la norma “más allá de una duda razonable”
para el derecho penal. El juicio tenía como acusado a William Lifchus, quien
era un corredor de bolsa que tergiversó dinero o activos de clientes,
estafándolos por una cantidad sustancial de dinero. Fue acusado de fraude y
robo. Lifchus fue declarado culpable de fraude ante un jurado. Apeló con la
base de que el jurado estaba mal informado sobre el estándar de “prueba más
allá de una duda razonable”.
Hubo cuatro premisas o preguntas a las que se refirió en la apelación
ante el Tribunal: 1) ¿Debe un juez de primera instancia proporcionar al jurado
una explicación de la expresión “duda razonable”? 2) En caso afirmativo,
¿cómo debería explicarse este concepto al jurado? 3) ¿Las pruebas en este
caso eran suficientes “más allá de toda duda razonable”? 4) Si las pruebas en
este caso eran insuficientes, ¿debería este Tribunal reponer el procedimiento?
El tribunal falló a favor de Lifchus y ordenó un nuevo juicio.

3.2. Surgimiento de la duda razonable


La Corte Suprema establece que la duda razonable surge en un caso
donde existe prueba de cargo y de descargo que no rompe la situación de
oscuridad impeditiva de asumir certeza. Entérese los detalles en la presente
nota.
En la (Casación N° 5-2021/Puno, 2021) la Corte Suprema señala que
puede determinarse el surgimiento de la duda razonable en un caso concreto
solo cuando existan pruebas de cargo y de descargo que no rompan la
situación de oscuridad impeditiva de asumir certeza. Y ello ocurre después
del análisis conjunto de las diversas pruebas actuadas en el proceso, y
presentadas por ambas partes contrapuestas.

3.3. La duda razonable en la jurisprudencia


La duda razonable es una figura legal que data de la época medieval,
pero que con el paso del tiempo ha ido evolucionando y adaptándose a las
necesidades de la época y el contexto histórico. En esencia, este concepto se
refiere a la facultad que tiene un juez de declarar que no existen suficientes
pruebas o evidencias claras de la existencia de un delito o la participación de
una persona en un determinado hecho.
En ese sentido, cabe aclarar que la duda razonable no es un recurso en
el cual un juez se pueda amparar para rehusar tomar parte en un juicio o
decisión, sino que se trata de una concesión que se da cuando la lógica de los
argumentos y pruebas no son contunden para realizar un dictamen certero.
la duda razonable está altamente relacionada con la presunción de
inocencia, la cual establece que “nadie es culpable, hasta que ello resulte
demostrado, sino que se presume la inocencia”. Por ese motivo, en caso de
que las pruebas presentadas contra alguien se consideren insuficientes, éste
continuará gozando de su presunción de inocencia.
Por otro lado, cabe mencionar que este recurso no siempre es infalible,
sino que, más bien, tiende a ser subjetivo. Es decir, declarar que existe duda
razonable en un caso recae completamente sobre la apreciación subjetiva de
un juez que es quien determina hasta qué punto una prueba o evidencia es
“suficiente” o no.
En cualquier caso, la duda razonable tiene como intención aplicar las
leyes de manera imparcial y efectiva, procurando garantizar que nadie sea
señalado como culpable sin que existan méritos suficientes para desproveer
de su presunción de inocencia. (Colegio Jurista, 2021)

3.4. El concepto de la duda razonable en la práctica judicial


A partir del estudio teórico del estándar de prueba de la duda razonable,
los investigadores se dieron la tarea de aplicar un instrumento “encuesta” en
los juzgados.
“…se ha señalado que la construcción de un estándar de prueba implica
dos cosas: la primera de ellas, decidir que grado de probabilidad o certeza se
requiere para aceptar una hipótesis como verdadera” (Rúa, 2010)

IV. INTERPRETACIÓN EN EL PROCESO CONSTITUCIONAL


La palabra interpretación, proviene del latín interpretatio, el cual significa:
representación, explicación.
Ricardo Guastini, sostuvo que interpretar tenía diversos significados en virtud
al objeto sobre el cual se estaba realizando la interpretación, por ejemplo, no es
igual dependiendo del hecho, de los eventos históricos, sociales o de los textos. El
autor es muy claro en la explicación de los sentidos con que los juristas han usado
el término que nos ocupa. En primer lugar, se tiene el concepto restringido de
interpretación, según el cual consiste en la atribución de significado a una
formulación normativa en presencia de dudas o controversias en torno a su campo
de aplicación. Corresponde al aforismo "In claris non fit interpretato": no se da ni
puede ocurrir interpretación cuando un texto es claro y no deja dudas o
controversias. En segundo lugar, está el concepto amplio de interpretación, en este
caso el término se usa para referirse a cualquier atribución de significado a una
formulación normativa, independientemente de dudas o controversias. Así, la
interpretación se convierte en un presupuesto necesario para la aplicación del
Derecho. Los dos conceptos anteriores parten ya de una idea de interpretación
como actividad dianoética, que es distinta de la definición. Aunque ambas
consisten en la reformulación de una expresión, ésta última busca adscribir un
significado con el que se supere la indeterminación semántica a priori, mientras que
la interpretación tiende a reconstruir el significado a posteriori. Hay también casos
en que el término interpretación se refiere al producto que resulta de dicho proceso,
pero el sentido que presenta un mayor interés es el que considera a la interpretación
como una actividad.
En cuanto a la interpretación de la constitución, es el proceso mediante el cual
se determina o asigna un sentido a las normas contenidas en el Constitución
Política del Perú (texto fundamental).

4.1. Principios de la interpretación constitucional


Principio de unidad. La interpretación de la Constitución debe estar
dirigida a considerarla como un todo armónico y sistemático a partir del cual se
organiza el entero ordenamiento jurídico. Un ejemplo que permite graficar su
empleo es el caso del «amparo electoral». La Constitución establece en sus
artículos 142 y 181 que no son revisables en sede judicial las resoluciones del
JNE en materia electoral y que contra ellas no cabe recurso alguno. Sin
embargo, su artículo 200.2 establece que el proceso de amparo procede en
defensa de los derechos fundamentales lesionados por cualquier autoridad,
funcionario o persona.

Principio de concordancia práctica. A partir del cual los diferentes


principios, valores y derechos que están en la Constitución, y se encuentran en
permanente tensión, deben armonizarse con la finalidad de optimizar su
interpretación. Es decir, sin sacrificar su contenido y sin perder de vista que
todos los preceptos constitucionales, incluso aquellos vinculados con la
distribución y organización del poder, en último término, se fundamentan en la
protección de la persona y de su dignidad.

Principio de eficacia integradora. A partir de este principio se debe


valorar el mantenimiento de la unidad política de la Constitución, lo que
demanda preferir soluciones jurídico-políticas que promuevan la integración
social y la unidad de este cuerpo normativo. Con ello también se busca afirmar
el carácter supremo y pluralista de la Constitución, en la medida en que integra
los valores minoritarios con el mayoritario, dado que la Constitución expresa la
diversidad de los intereses sociales dentro de la unidad política. De este modo,
la interpretación realizada solo podrá ser considerada válida en la medida en
que ayude a integrar, pacificar y ordenar las relaciones de los poderes públicos
entre sí y las de estos con la sociedad.

Principio de corrección funcional. Según el cual el intérprete debe


respetar las competencias de los poderes públicos y organismos estatales, sin
restringir ni desvirtuar las funciones constitucionales de alguna de ellas. De
esta manera, se busca que la distribución y equilibrio del poder público se
encuentre debidamente garantizado.

Principio de fuerza normativa de la Constitución. Según el cual en el


proceso interpretativo no debe perderse de vista que la Constitución es una
norma jurídica y que resulta plenamente vinculante en todo su contenido:
preámbulo, disposiciones que reconocen derechos y organizan el poder,
disposiciones finales y transitorias y la declaración sobre la Antártida. Ello
conlleva abandonar la categoría de normas constitucionales programáticas o de
eficacia diferida, por aquella que entiende que todas las disposiciones
constitucionales, sean reglas o principios, tienen eficacia directa y actúan como
parámetro de validez del sistema de fuentes del ordenamiento jurídico y de los
actos estatales (administrativos y judiciales) y privados.

Principio de razonabilidad. Según el cual toda actuación del poder


público y privado debe cumplir fines constitucionalmente legítimos, de modo
tal que toda actuación arbitraria del Estado o de los particulares, carentes de
una razón que la justifique, se encuentra constitucionalmente prohibida. Sobre
el particular, el TC ha señalado que: El principio de razonabilidad,
implícitamente derivado del principio de igualdad, y expresamente formulado
en el artículo 200 de la Constitución, no tolera ni protege que se realicen o
expidan actos o normas arbitrarias. Razonabilidad, en su sentido mínimo, es lo
opuesto a la arbitrariedad y a un elemental sentido de justicia (sentencia del
Exp. 00090-2004-AA/TC, fundamento 38).

Principio de proporcionalidad. Se constituye como una metodología


para la interpretación y aplicación de los derechos fundamentales. Está
compuesto por tres subprincipios que se aplican de forma sucesiva y
preclusiva: adecuación, necesidad y ponderación (o proporcionalidad en
sentido estricto).

4.2. Tipos de interpretación constitucional

La interpretación de la Constitución. Consiste en asignar un sentido a


la Constitución, a efectos de coadyuvar a su correcta aplicación a la realidad.
Esta asignación requiere que previamente se precise y determine la existencia
de los valores y principios constitucionales existentes en su seno.

La interpretación desde la Constitución. Es la que se efectúa sobre la


legislación infra constitucional a partir de la respuesta hermenéutica obtenida
de la Constitución, para que aquella guarde coherencia y armonía con el plexo
del texto fundamental.

La interpretación abstracta y conceptual genérica. Consiste en


comprender teóricamente el texto constitucional, sin necesidad de ligarlo a una
contingencia real de la vida política.

La interpretación específica y concreta. Consiste en comprender la


aplicabilidad del texto fundamental a una situación o contingencia real
emanada de la vida política.

De acuerdo, hasta cierto punto, con Sagüés, la interpretación constitucional


presenta como notas características su determinación fructuosa, creativa,
previsiva y política.

La determinación fructuosa. La interpretación constitucional tiene


como objetivo concreto la aplicación de una norma fundamental a la solución
de un problema político-jurídico. En este sentido, conforme al autor antes
citado, se exige que la determinación del significado y de los alcances de un
precepto constitucional debe ser «[…] funcional, útil y apto para dar respuestas
sensatas y provechosas para la sociedad y el sistema político […]». En virtud
de ello, debe aspirarse a que el desenlace de un conflicto político-jurídico
encuentre solución mediante la aplicación de una norma constitucional. Por
consiguiente, la interpretación constitucional se encuentra reñida con la
obtención de determinaciones meramente teóricas o residuales, así como con
aquellas que solo consiguen agudizar o dejar inconclusa la problemática
planteada en el seno de una sociedad política.

La determinación creativa. La interpretación constitucional tiene como


función inexorable —siempre según Sagüés— «[…] esclarecer, desplegar,
compatibilizar, integrar y adaptar (cuando no reformular) a la Constitución».
Así, en algunas oportunidades existe la necesidad de dilucidar entre varias
opciones interpretativas; en otras, de extender —desarrollándola— los alcances
de una norma constitucional; o hasta elucubrar hipótesis no previstas por el
legislador constituyente. Asimismo, la interpretación promueve la concurrencia
teleológica de dos o más normas constitucionales aparentemente
contradictorias; en su defecto, pondera los atributos de los preceptos en
cuestión, y opta por aquella norma más cercana a los principios y valores
constitucionales de mayor importancia político-jurídica. Finalmente, acomoda
y adapta la Constitución a las mutaciones sociales y los cambios científico-
tecnológicos que enriquecen los procesos sociopolíticos. En ese sentido, en
palabras de Sagüés, «[…] la interpretación constitucional rara vez será un
trabajo de “descubrir” algo preexistente. Lo habitual consistirá en la
“construcción” de respuestas constitucionales».

La determinación previsora. La interpretación constitucional tiene la


responsabilidad de predeterminar la totalidad de las consecuencias político-
jurídicas de dicha actividad. En ese sentido, sus resultados deben haber sido
conocidos con anticipación y con claro aseguramiento de remediar un mal
preexistente y no formar otro postfacto al acto de aplicación de la norma que es
objeto de interpretación. La interpretación constitucional debe contener el
augurio, la proyección y el vaticinio de una mejor realidad político-jurídica, así
como la cancelación de un otrora mal de naturaleza constitucional.

La determinación política. La interpretación constitucional tiene la


responsabilidad de afirmar los principios y valores políticos contenidos en la
Constitución, es decir, contribuye decididamente a asentar la ideología, la
doctrina y el programa político incluido en dicho texto. En ese sentido, al
definir, redefinir o integrar la Constitución, en puridad se cumple una actividad
política, ya que la actividad interpretativa incide directamente en la
gobernabilidad y administración de un cuerpo político. Añádase a esto su
actividad de efectivizar las cláusulas constitucionales y la armonización entre
las competencias de los operadores político-administrativos y los derechos
ciudadanos; amén de su labor dirimente en los conflictos Inter orgánicos. La
interpretación constitucional lleva implícita la asunción de una actividad
política en el sentido de gobierno del Estado, en la medida que deriva de un
órgano encargado del control de la constitucionalidad.

V. CONCLUSIONES

 Según la revisión de la doctrina y el derecho comparado se ha llegado a la


conclusión que no opera la figura del abandono en los procesos
constitucionales, es más, por la misma naturaleza fundamental de los derechos
que se protegen y se discuten en él, hace que figuras como el abandono no
tengan, fuerza suficiente para operar en este tipo de procesos.
 Se puede definir el principio de elasticidad como el principio procesal
constitucional que busca obligar al juez constitucional y/o magistrado
constitucional a que adecúe los requisitos formales exigidos en el proceso
constitucional al logro de los fines que este posee, ya sea el resguardo de la
supremacía de la Constitución (acción de inconstitucionalidad y acción popular)
como la protección de los derechos fundamentales de los particulares (habeas
corpus, acción de amparo, habeas data, etc.), obligando a estos operadores
jurídicos a adecuar o adaptar las normas procesales al modo más conveniente al
logro de los fines de los procesos constitucionales.
 El término “duda razonable” surge en el sistema jurídico conocido como
Common Law, siendo utilizado por primera ocasión en Inglaterra en el siglo
XVIII, y sirvió principalmente para que el jurado tomara decisiones justas,
sobre todo al momento de condenar.
 La duda razonable surge en un caso donde existe prueba de cargo y de descargo
que no rompe la situación de oscuridad impeditiva de asumir certeza
 La interpretación contiene diversos significados en virtud al objeto sobre el cual
se está realizando la interpretación, teniendo dos sentidos dependiendo de la
atribución del significado que se interpreta: restringido y amplio.

VI. REFERENCIAS
Alfaro Pinillos, R. (2021). Guía exegética y práctica del código procesal penal
constitucional, 2da edición. Lima, Perú: Editorial San Marcos
Abad Yupanqui, S. y. (2005). Código Procesal Constitucional. Comentarios.
Exposición de Motivos, dictámenes e índice analítico. Lima: Palestra.
Colegio Jurista. (2021). ¿Qué es la duda razonable en la jurisprudencia?. México:
Colegio Jurista.
Espinoza Zevallos, R. (2008). Los Principios Procesales Específicos del Código
Procesal Constitucional Peruano (Art. III del TP). Revista Electrónica El
Derecho Público Mínimo.
Guastini, R. (2001). Estudios sobre la interpretación jurídica. Instituto de
Investigaciones Jurídicas México: UNAM.
Guastini, R. (1999). Estudios de teoría constitucional. Instituto de Investigaciones
Jurídicas México: UNAM.
García, V. (2005). El tribunal constitucional, la interpretación constitucional y las
sentencias manipulativas interpretativas (normativas). Interpretación y
aplicación de la ley penal anuario de derecho penal.
Häberle, P. (enero-junio 2004). El derecho procesal constitucional como derecho
constitucional concretizado frente a la judicatura del Tribunal Federal
Constitucional alemán. Revista Iberoamericana de Derecho Procesal
Constitucional Nº 1.
Landa Arroyo, C. (2018). Derecho procesal constitucional. Lima: PUCP.
Mendoza Escalante, M. (2007). La Autonomía Procesal Constitucional. Justicia
Constitucional: Revista de jurisprudencia y doctrina, Nº 4.
Rúa, M. M. (2010). La relación del estándar de prueba de la duda razonable.
Colombia: Universidad de Medellín.
Sagüés, N. (1992). Derecho procesal constitucional. Recurso extraordinario.
Buenos Aires: Astrea.

Páginas Web

Caso: R v Lifchus-Sentencia de apelación en la corte de Canadá. (1997).


https://www.canlii.org/en/ca/scc/doc/1997/1997canlii319/1997canlii319.html. Obtenido de
https://www.canlii.org/en/ca/scc/doc/1997/1997canlii319/1997canlii319.html:

Casación N° 5-2021/Puno, Casación N° 5-2021/Puno (Constitucional 2021).


Gómez, Y. A. (s.f.). http://www.fd.uach.mx/noticias/2020/02/06/LJ47_4.pdf. Obtenido de
http://www.fd.uach.mx/noticias/2020/02/06/LJ47_4.pdf

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