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Argentina II

Unidad 5: Las gestiones radicales (1916-1930)


5.1: El partido radical durante el liderazgo de Yrigoyen.
Al principio del S XX, la escena política nacional cambió y se caracterizó por su
fragmentación, con la división dentro del PAN y el surgimiento y crecimiento de partidos
nuevos. Dentro del PAN, la escisión de Carlos Pellegrini llevó a Figueroa Alcorta a una
campaña para desmantelar los últimos bastiones roquistas mediante la intervención federal
y el fraude electoral. La UCR por su parte se dispersó y su estructura partidaria se
derrumbó. Algunos, antiguos partidarios de Alem, ahora cerca de Bernardo de Irigoyen, se
unieron al PAN en Buenos Aires y llevaron a Marcelino Ugarte a la gobernación. Otros se
unieron al Partido Republicano de Mitre. Lisandro de la Torre por su parte fundó la Liga
del Sur. La supervivencia de la UCR fue principalmente obra de Hipólito Yrigoyen y su
círculo, los cuales emprendieron la reorganización partidaria y la formación de un Comité
Nacional. Para ello, Yrigoyen acudió a la simbología de la UCR original: un lenguaje
similar con demandas por el retorno de los derechos y libertades de la Constitución, de la
vida cívica y la austeridad democrática, atacando la corrupción del gobierno e invocando la
imagen de Alem. También acudió a la revolución y estallaron una serie de levantamientos
cívicos-militares en Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mendoza en 1905. Si bien fueron
derrotados, le dieron una nueva fuerza a la reorganización del partido. Con estos símbolos
sagrados de la vieja UCR, mostró una imagen de continuidad con la agrupación inicial,
disimulando las tensiones. Pero también había algunos rasgos novedosos como el estilo de
liderazgo que contrastó con Alem ya que Yrigoyen esquivaba el acto público y los
discursos. Por otra parte demostró mejores condiciones para la organización partidaria
ejerciendo un estricto y eficiente control, lo que le valió el apodo de “el Peludo”. También
hubo nuevo lenguaje y contenido: se acusó al gobierno de derrochar la riqueza del país, de
la gran deuda y del estancamiento del crecimiento demográfico, guardando las banderas del
librecambio. Si bien esto provocó renuncias y grietas internas, Yrigoyen tenía clara la
misión del partido, una misión identificada directamente con la grandeza de la Nación, en la
que no podían existir partidismos ni particularismos. Otra diferencia fue la abstención
electoral, argumentando la ausencia de garantías para una competencia limpia, sólo
revocada cuando Roque Sáenz Peña prometió la reforma electoral que disponía la triple
intención de terminar con la corrupción electoral, dar lugar a la oposición y una mayor
participación de los ciudadanos. Las incipientes victorias electorales, lo llevaron a competir
por las elecciones presidenciales de 1916. Allí demostró una excelente organización y un
sistema de alianzas provinciales, lo que le llevó a acceder a la presidencia, poniendo fin a la
etapa de la UCR como partido opositor.
5.2: La presidencia de Yrigoyen. Redefinición del rol del Estado. La relación con los
gobiernos provinciales.
En 1916 Yrigoyen accede a la presidencia iniciando un ciclo donde las leyes electorales de
1912 rigieron los comicios en la Argentina, así también como uno donde la UCR fue
imbatible en el ámbito nacional. El mismo se cerró en 1930 cuando el general Uriburu
realizó un golpe de estado con el apoyo de las FFAA, la oposición, la prensa y la opinión
pública. Ahora bien, el núcleo del conflicto durante el período fue entre radicalismo y
conservadores del antiguo orden, donde desempeñaron un papel muy importante las
imágenes. Yrigoyen, del mismo modo que manejaba el partido, lo hacía con el Estado, con
un tipo peculiar de conducción: sin pronunciar grandes discursos, más proclive a la charla
individual e íntima, críptico en sus escritos, con una imagen sobria y austera, fue objeto de
devoción por parte de amplios grupos populares. Para él, la UCR era algo más que un
partido político, los cuales eran agrupaciones efímeras con intereses sectoriales. En cambio,
la UCR era concebida como la expresión de la nación misma, de toda ella, aproximándola a
otra entidad: el pueblo. Su programa de gobierno era la Constitución Nacional y Alvear
luego dirá que “ser radical es ser dos veces argentino”. La certeza de constituir la “causa”
de la nación frente al “régimen” era la pieza central de la identidad radical. Los
conservadores por su parte, pensaban que posición social y educación debían gobernar.
Para ellos el proceso de transformación social con su urbanización, conflicto social y gran
presencia de inmigrantes, era un fenómeno peligroso al que sumaban la derrota electoral de
1916. Pero con la UCR no se da un cambio violentísimo en este plano, ya que la dirigencia
radical tenía procedencias sociales muy semejantes a las de los miembros del régimen,
aunque también los había de otros orígenes como hijos de inmigrantes. Otra nota negativa
destacada por los opositores fue la ruptura de las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el
Legislativo, ya que no enviaba a sus ministros a las interpelaciones, no asistía a las
aperturas de sesiones y desconocía con frecuencia las disposiciones del Congreso. Para los
radicales, la ineficacia parlamentaria era producto del obstruccionismo de la oposición,
mientras que para ésta, el problema residía en que las rencillas internas de la UCR se
trasladaban a las Cámaras y por la sujeción del partido al gobierno. Criticaban el
permanente avallasamiento de sus fueros y tildaban al presidente de irrespetuoso, arrogante
y soberbio. Además de los puntos ya citados, otra fuente de debate fue la gran cantidad de
intervenciones federales por decreto en los momentos de receso legislativo, dando lugar al
debate de donde residía la soberanía, que para la oposición se encontraba en el Parlamento,
representante directo del pueblo. Mientras la UCR esgrimía el principio de la supremacía de
la voluntad popular sobre el de la división de poderes. Toda esta situación llevó a 3 pedidos
de juicio político al presidente durante el período. El radicalismo debió afrontar también el
paso de un partido de oposición a uno de gobierno, debiendo someterse regularmente a
elecciones y asumir responsabilidades de gestión, pero apenas había dirigentes entre sus
filas entrenados en el manejo de la administración. A esta situación hay que sumarle la
situación económica en la cual la guerra había impactado de lleno. La baja del comercio
internacional provocó la caída de exportaciones e importaciones, para luego repuntar las
primeras, dejando una balanza comercial positiva, pero resintiendo a la administración que
se sustentaba con los impuestos a las importaciones. Por esto Yrigoyen presentó un
proyecto de impuesto a los ingresos personales pero no se trató. Los salarios cayeron y se
produjo un proceso inflacionario que llevó al gobierno a vender la “carne radical” y el “pan
radical” más baratos. Precisamente en cuanto a la cuestión social, Yrigoyen intentó ubicar
al gobierno como árbitro frente a los conflictos obreros recibiendo delegaciones sindicales,
atendiendo sus reclamos y negándose a reprimir. Esa actitud fue fuertemente criticada por
los conservadores, que le marcaban su debilidad respecto al orden social. Esta estrategia
tendría su final en la Semana Trágica de 1919 y en los episodios de La Forestal y la
Patagonia en 1921, que llevaron al gobierno a colocarse en un punto medio entre represión
y negociación.
La relación de los gobiernos radicales con los de las provincias fue muy conflictiva y giró
en torno a un instrumento constitucional del poder central que fue la intervención federal.
El propio Yrigoyen aseguraba que “las autonomías son de los pueblos y no de los
gobiernos”, y que su gobierno tenía la misión de reparación, para lo cual fue plebiscitado y
por lo tanto también debía imponerse en los estados federales. Así, la reparación incluía dar
a los estados sus gobiernos “verdaderos”, para luego ser amparados y sus leyes respetadas.
Las intervenciones iban a las provincias para restaurar las autonomías provinciales, para
superar el vicio, el desorden y la corrupción y a restablecer la justicia. Para la oposición sin
embargo, éstas eran actos de violencia, de exclusivismo partidista y para la construcción de
un vasto imperio personal del presidente. Durante su primer mandato, se dictaron 19
intervenciones, todas las provincias, excepto Santa Fe, fueron intervenidas, tanto las
gobernadas por conservadores, como las gobernadas por los propios radicales. La excusa
para el primer caso respondía a la legitimidad, ya que argüían que habían sido elegidos en
elecciones fraudulentas, mientras que para las segundas, en general el motivo era un
conflicto entre poderes. Paralelamente, en las provincias intervenidas, el radicalismo local
se dividía y las distintas facciones denunciaban parcialidad en el comportamiento de la
intervención. Alvear por su parte intentó diferenciarse en este respecto, incluso presentando
un proyecto de reforma parcial de la Constitución para establecer la elección directa de los
senadores, y así intentar desatar uno de los nudos de conflictos entre gobierno nacional y
provincial y motivo frecuente de intervención, pero el proyecto no se trató. Con el segundo
gobierno de Yrigoyen, los argumentos se extremaron: el equilibrio ente gobierno y pueblo
está por encima del principio federal. A tal punto que se votaron 4 intervenciones en 4 días,
a puertas cerradas para sostener el quórum. Al principio de su mandato sólo 3 provincias
eran gobernadas por radicales y al final del mismo, todas ellas tenían gobernadores de la
UCR.
5.3: Radicales, conservadores, socialistas y comunistas frente a la guerra mundial.
La neutralidad fue declarada el 4 de agosto de 1914, apenas comenzada la guerra en
Europa, por el gobierno de Victorino de la Plaza, y fue despectivamente definida por el
líder radical Hipólito Yrigoyen como "pasiva y claudicante", basándose para utilizar estos
calificativos en la pasividad oficial frente a graves cuestiones como el fusilamiento del
cónsul argentino en Bélgica por tropas alemanas y el apresamiento del buque
argentino Presidente Mitre por parte de la armada inglesa. No obstante, al llegar Yrigoyen
al poder en 1916 la neutralidad se mantuvo, aunque el nuevo mandatario la calificó de
"activa y altiva" definiendo la política internacional argentina frente a la guerra de acuerdo
con dos ejes: a) garantía de la neutralidad proclamada, y b) respeto de los derechos de
libertad e independencia de los estados neutrales, naturales a la condición de estados
soberanos. Pronto esto provocó roces con USA que presionó para que el país abandonara la
neutralidad a favor de la causa de la Entente. Sin embargo Yrigoyen no reconocía que
existiesen razones geográficas, comerciales o políticas suficientes para que la Argentina
rompiese relaciones con Alemania, un importante socio comercial del país. Mucho se
debatió sobre otras razones tras esta neutralidad, además de las económicas, como por
ejemplo una mayor simpatía por Alemania que por USA o Gran Bretaña o incluso el hecho
de que el ejército argentino se formara bajo el modelo y colaboración del alemán, lo que
provocaba una simpatía por parte de muchos oficiales hacia este país europeo. Incluso
puede guardar relación con la particular visión de las relaciones internacionales que tenía
Yrigoyen, teñidas de convicciones moralistas y principistas provenientes del krausismo. La
prédica nacionalista, latinoamericanista y neutralista que caracterizó a la política exterior de
Yrigoyen tuvo por principal móvil aumentar el prestigio externo de la Argentina,
construyendo una imagen de país con independencia de acción y ungido de una postura
moral. Sin embargo, la tesis económica parece ser la que más se acerca a la realidad o bien
la más importante. Por su parte el socialismo y su líder Juan B. Justo caracterizaban la
guerra como una gran tragedia, un golpe al progreso. La misma era consecuencia de la falta
de desarrollo, de la desigualdad en la evolución de las diversas partes componentes del
organismo social, de los "intereses de casta, de clase o de dinastía. Entonces si la guerra era
consecuencia de los elementos arcaicos que sobrevivían en Europa, y en particular de los
odios dinásticos y los regímenes políticos menos democráticos, la figura del imperialismo y
el militarismo alemanes comenzó a ser vislumbrada como el principal responsable de ella.
No podía ponerse un signo igual entre las reacciones bélicas de las potencias centrales y las
de los aliados, cuya entrada en la guerra era considerada defensiva. Sin embargo no estaban
dadas las condiciones para plantear la ruptura de relaciones con las potencias centrales, y en
ese sentido planteaba la necesidad de mantener una neutralidad "vigilante y consciente". A
pesar de las divergencias al interior del partido, hacia fines de 1914 ya comienza a cobrar
un carácter más definido el posicionamiento en favor del bloque de los aliados y en contra
de Alemania y Austria-Hungría, el cual se va a producir apelando en forma cada vez más
recurrente a un argumento: la reivindicación del libre comercio. Esta posición proaliados
seguirá profundizándose hasta que desencadene la ruptura del partido, con la escisión del
Partido Socialista Internacional, convertido luego en el Partido Comunista.
5.4: La Reforma Universitaria.
Los procesos de urbanización y de tercierización tuvieron una importante influencia en la
expansión de la educación y en su forma. Gran impulso le dio también la llamada
Generación del 80 que estimuló la educación primaria para homogeneizar a la población y
la media para formar al personal de la función pública. El analfabetismo a comienzo de la
época radical había descendido profundamente. Todo esto sin embargo, no era uniforme en
todo el país, siendo los centros urbanos más importantes como Capital Federal y Rosario
los que tenían más alta participación en la educación media por la expansión del comercio y
los servicios. Por su parte, el mundo universitario de la época se destacaba por su
tradicionalismo y su inmovilismo, como toda corporación buscaba excluir a otros grupos
sociales. Su fracaso sin embargo, estuvo influenciado por la transformación social
provocada por el ascenso económico de vastos sectores que luego demandaron una
participación mayor en los espacios político, social y cultural. Con la ampliación de la
participación política gracias a la Ley Sáenz Peña, llegó al gobierno la UCR que
representaba mayoritariamente a los sectores medios, mientras que los grupos tradicionales
seguían dominando el Parlamento, el Poder Judicial y la Universidad. Ésta última era un
objetivo para los grupos en ascenso y un bastión para los tradicionales. Estadísticamente la
educación universitaria también había ido expandiéndose gracias al acceso a la misma de
grupos que habían amasado fortuna con el trabajo y buscaban con un diploma un prestigio
social. A pesar de los intentos de los gobiernos conservadores de frenar este avance
mediante proyectos de reforma o la creación de nuevas instituciones o carreras, todo fue
rechazado por la sociedad. En la década de 1910, existían 3 universidades en la Argentina:
Córdoba, Buenos Aires y La Plata, a la que se sumaría en 1921 la Universidad de Tucumán,
mientras que en Santa Fe existía una provincial, nacionalizada luego de la Reforma. Las
dos primeras responden a la primacía de sus ciudades como centros políticos, mientras que
el resto son el resultado de las presiones de los sectores dominantes de esas provincias para
insertarse en el mundo universitario, y fueron creadas con un esquema diferente, con
muchas carreras nuevas de carácter científico-técnico. La Universidad de Córdoba, tuvo
desde sus orígenes una orientación teológica, con un fuerte carácter aristocrático, producto
del clericalismo cordobés. La de Buenos Aires, si bien más ligada a las influencias de las
vanguardias europeas, se encontraba también estancada a principios de siglo. La
Universidad de La Plata, producto del pensamiento de Joaquín V. González, y la de
Tucumán, de Juan B. Terán, estuvieron destinadas a la formación de profesionales de la
ciencia y la técnica. Sin embargo, este esfuerzo por lograr una diversificación de carreras,
no se vio acompañado por la sociedad que siguió prefiriendo carreras como abogacía o
medicina, ya que el capitalismo dependiente no necesitaba el desarrollo de las profesiones
“modernas”. Además eran los propios abogados los encargados de crear los instrumentos
de control político para la reproducción de este sistema, por lo que no buscaron la
modernización de la misma. Sin embargo, la irrupción de los sectores medios derrumbó
dicho muro de contención. Dos órdenes de problemas se encontró la universidad a principio
de siglo: los relativos a la enseñanza y aquellos relacionados con el gobierno universitario.
En cuanto al primero, se destaca la ausencia de criterio experimental y de un profesorado
competente. Los “estamentos” universitarios buscaban defender el “honor social” como
forma de diferenciación, y dicho honor radicaba en los estudios clásicos. Lo cual se sumaba
la escasa capacitación del profesorado que se limitaba a repetir manuales sin contemplar la
actualización del conocimiento. Así, las instituciones eran espacios de transmisión ritual de
asignaturas, al que hay que agregar la falta de espacio y de recursos. Con respecto al
gobierno universitario, los reclamos se orientaban hacia una ampliación de la participación
en los órganos respectivos, reservados a los miembros de las Academias, especie de
oligarquía del saber, con cargos vitalicios, lo que les quitaba dinamismo y renovación de
ideas y procedimientos. Las primeras voces que se alzaron contra esto procedieron de la
Universidad de Córdoba, donde en 1918 se creó el Comité Pro Reforma Universitaria,
aunque desde principio de siglo se habían venido produciendo enfrentamientos entre los
estudiantes y las autoridades. Las banderas de docencia libre, nuevo sistema de exámenes y
disminución de los aranceles, perseguían el objetivo de la desaparición de las Academias y
de ampliación de la base social. En 1906, se reformaron los Estatutos aboliendo las
Academias, pero esto estuvo limitado a la UBA. En 1908 se creó la FUBA, primer intento
de organización del movimiento estudiantil, y siguieron los pedidos de democratización
universitaria que incluyera la representación estudiantil. La reforma universitaria era
ineludible, promovida por los estudiantes e incluso algunos profesores y graduados,
llegando incluso a entrar en el Congreso aunque ningún proyecto llegó a concretarse. El
conflicto desencadenante sucedió entonces en Córdoba. A fines de 1917, los centros de
estudiantes protestaron por unos temas menores y al no conseguir respuesta constituyeron
el Comité Pro Ref. Univ. Que declaró una huelga, el Consejo Superior clausuró la
universidad y el Comité pidió la intervención del gobierno. Yrigoyen mandó entonces
como interventor a José Nicolás Matienzo quién presentó un proyecto de reformas
aprobadas por decreto presidencial en Mayo del 18. El mismo proponía la participación del
cuerpo de profesores en la elección de concejeros y de rector. Todo este proceso debe
entenderse en un contexto de disputa entre el viejo régimen y el movimiento liderado por
Yrigoyen que buscaba hacer pie en una institución eminentemente oligárquica, en la cual la
reforma fue fuertemente resistida. Agrupándose los reformistas en la FUA y los
antirreformistas en el Comité Pro Defensa de la Universidad y en los centros católicos de
estudiantes. Se convocó entonces a la Asamblea Universitaria para nombrar al nuevo rector,
pero ninguno tuvo la necesaria mayoría. Ante una nueva Asamblea y el triunfo del
candidato conservador, los estudiantes irrumpieron violentamente, se constituyeron en
Asamblea y convocaron a una huelga general. Se realizaron entonces marchas y
concentraciones con amplio apoyo de la comunidad. Se dio entonces una nueva
intervención por parte del propio ministro Salinas, quien reorganizó aspectos
administrativos y docentes, instaurando el régimen democrático en la universidad,
otorgando la participación estudiantil en la composición del gobierno universitario, así
también como reformas en la enseñanza, con la asistencia voluntaria y la docencia libre.
Con las nuevas elecciones, triunfó el movimiento estudiantil, hasta que con Uriburu las
fuerzas antirreformistas volverían a adueñarse de la universidad.
5.5: La gestión de Alvear. La fractura del Radicalismo.
Marcelo T. de Alvear pertenecía a una rica familia y había sido un radical de los primeros
tiempos. Cuando Yrigoyen llegó a la presidencia fue nombrado ministro plenipotenciario
en París y, a pesar de diferencias con el mismo, los unían antiguos lazos de afecto. Cuando
comenzaron las negociaciones para definir la candidatura para las elecciones de 1922,
Yrigoyen fue quién definió la cuestión a favor de Alvear. En cuanto a su gestión, Alvear
creóen 1927 la Fábrica Nacional de Aviones de Córdoba y colocó al frente de YPF al
general Mosconi, la preocupación militar por cuestiones industriales asociadas a la defensa
nacional determinó esas decisiones. Además buscó, al igual que Yrigoyen, la creación de
un impuesto a los bienes personales, pero no recibió tratamiento. Por otra parte, impulsó la
sanción de varias leyes laborales como la regulación del trabajo infantil y femenino, o el
descanso dominical. Intervino también en un conflicto entre los ingenios tucumanos y los
cañeros y obreros en virtud de la huelga cañera de 1927. El llamado Laudo Alvear devino
en la creación de una entidad provincial para tratar los conflictos en el futuro y mostró
cierta tendencia a reconocer los reclamos obreros y de los cañeros. Estableció por decreto el
feriado del 1º de Mayo, y envió un proyecto para extender el sistema de jubilaciones pero ni
las patronales ni las centrales obreras lo aceptaron por lo que terminó fracasando. La
conflictividad social descendió en los años de Alvear, disminuyendo las huelgas, el número
de huelguistas y estancándose el reclutamiento sindical. Al parecer la recomposición
económica, con la recuperación de los salarios y un cierto auge de la exportación
agropecuaria, influyeron al respecto. A pesar de las buenas relaciones iniciales con
Yrigoyen, los ministros nombrados por Alvear, mostraron su autonomía respecto a su
predecesor y los conflictos se intensificaron. Ya durante el gobierno anterior, un sector del
radicalismo había desplegado críticas al partido y al Ejecutivo señalando la ausencia de
programa, de autoridades centrales y la confusión entre gobierno y partido. Una primera
separación se produjo en 1922 con el Partido Principista que reclamaba la vuelta a los
principios originales traicionados por Yrigoyen, asimilándolo a la tiranía. Dos años
después, en 1924, el bloque parlamentario se separó y se organizó un partido diferenciado,
la UCR Antipersonalista, con figuras como Leopoldo Melo y Vicente Gallo, todos de largas
trayectorias radicales. El rasgo común era el antiyrigoyenismo y la pretensión de constituir
el auténtico radicalismo, en línea con sus inicios, y desde donde se denunciaba la actitud
política personalista. Más allá de eso, era difícil hallar homogeneidad. Por su parte, los
personalistas los veían como una escisión conservadora, es decir que no eran
“verdaderamente” radicales. Yrigoyen era la encarnación de una política popular, atenta a
los más humildes, antiimperialista y de defensa de la soberanía popular. El propio Alvear se
convirtió en víctima de los ataques debido a sus conflictivas relaciones con su predecesor.
El Congreso fue el lugar máximo donde se libró este conflicto, donde la mayoría
yrigoyenista llevó a cabo una obstrucción legislativa y la ausencia fue una práctica común.
Incluso Alvear llegó a clausurar por decretos 3 veces las sesiones, mientras que la UCRA
no desdeñó el acuerdo con sectores conservadores y socialistas, los cuáles también se
dividieron por este motivo, surgiendo el PSI. Todos juntos, presentaron una fórmula común
en las elecciones presidenciales de 1927, recibiendo el nombre de Coalición de Derechas.
5.6: El redimensionamiento del aparato estatal. El retorno del ejército. Las decepciones de
la política democrática.
Paralelamente, se había avanzado en la constitución de una FFAA más modernas, con
instituciones afianzadas que regulaban ascensos y jerarquías internas y una estructura
burocrática. El Ejército se profesionalizaba imponiéndose una mística corporativa y la
invención de una tradición militar asociada a la existencia de la nación que tendía a
suponerse depositaria casi exclusiva de la tradición patria, todo lo cual amalgamaba a los
cuadros por lo que toda intervención externa se juzgaba perjudicial. El principal propulsor
de esto fue el Gral. Agustín P. Justo, por lo que pronto se observó la división entre oficiales
radicales, identificados con la “causa” y los oficiales profesionales que se organizaron en
logias donde creció el antiyrigoyenismo. Previo a 1930, ya existían en el Ejército dos
corrientes implicadas en la realización del golpe, ambas con contactos con civiles. La de
Justo con un perfil ideológico conservador moderado y liberal y la de Uriburu, que aunaba
a antiguos conservadores de derechas más extremas y a los jóvenes nacionalistas,
partidarios de una transformación profunda de la sociedad, basada en corporaciones y en la
derogación de la representación democrática.
El triunfo en las elecciones presidenciales de 1928 por parte de Yrigoyen fue contundente,
viendo en estos resultados la confirmación de mucho de sus presupuestos, en especial en el
que lo mostraba como líder de las mayorías populares. Tuvo además una interpretación
plebiscitaria de que se avalaban sus políticas, y sirvió para afianzar otra imagen: los
auténticos radicales, expresión de la nación y del pueblo, frente al régimen, oligárquico y
conservador, sin espacio para otros actores. Tanto conservadores como antipersonalistas,
vieron la dificultad de derrotarlo por la vía electoral y consideraban la falta de cultura
cívica popular la causal del triunfo radical. Se comenzó incluso a poner en duda la reforma
electoral de 1912 y a evaluar otras vías para recuperar el gobierno. Si bien ésta tendencia
comenzó a ganar adeptos, sobre todo en los sectores nacionalistas y de extrema derecha,
que veían en la democracia el mayor de los males, la mayoría de la oposición aún
conservaba una visión positiva sobre el rol pedagógico que debían cumplir la ley electoral y
los partidos, pero que este aún no se había cumplido y su fracaso se debía a la demagogia
yrigoyenista, achacándole los males que en otros ámbitos se atribuía a la democracia liberal
como la inoperancia en la administración y las votaciones parlamentarias en bloque. Es por
eso que la mayoría de los participantes del golpe del 30 proclamaban como objetivo la
restauración de un régimen democrático e institucional que estaría siendo violado por la
UCR. Esto explica porqué el proyecto militarista y corporativista de Uriburu y los
nacionalistas, fracasó incluso antes de ver la luz.
5.7: La segunda presidencia de Yrigoyen. La crisis del sistema político. El nacionalismo
durante la década de 1920. YPF y la cuestión petrolera.
El triunfo en las elecciones presidenciales de 1928 por parte de Yrigoyen fue contundente,
viendo en estos resultados la confirmación de mucho de sus presupuestos, en especial en el
que lo mostraba como líder de las mayorías populares. Tuvo además una interpretación
plebiscitaria de que se avalaban sus políticas, y sirvió para afianzar otra imagen, la de la
“religión cívica”: los auténticos radicales, expresión de la nación y del pueblo, de una
“causa providencial”, frente al “régimen”, oligárquico y conservador, sin espacio para otros
actores, con la convicción absoluta de su identidad plena con la nación. Por eso no tenía un
programa partidario. La UCR estaba asociada a un conjunto de valores integradores, con
una identidad más emocional que programática, frente a los conservadores que transmitían
el disvalor de la exclusión. Había una gran expectativa sobre la figura de Yrigoyen con un
rápido y proporcional desgaste con los datos de la realidad. Pronto, los primeros indicios de
la crisis de 1929 se hicieron sentir en la Argentina, los fondos disminuyeron al igual que el
gasto público y los salarios, con un proceso inflacionario a la par. El conflicto político se
intensificó con una avanzada del Ejecutivo para controlar el Congreso, sucediéndose las
intervenciones federales y escalando la violencia. Prueba de ello fueron el atentado contra
el propio Yrigoyen y el asesinato del senador antipersonalista Washington Lencinas, junto
con el incremento de los enfrentamientos callejeros entre los grupos de choque
nacionalistas como la Liga Patriótica y los partidarios radicales, mientras que se
multiplicaban las movilizaciones contra el gobierno. Cuando se sucedieron las elecciones a
diputados nacionales, hubo gran cantidad de denuncias de fraude y de presión, pero incluso
así los diputados radicales menguaron en número. Fue un triunfo exiguo procesado como
una derrota. La UCR aparecía confundida, dándole la espalda a aquella religión cívica que
la asociaba con la transparencia electoral y la condición de mayoría incontrastable. La
oposición incluía ya no sólo a los partidos sino también a las agrupaciones estudiantiles y la
prensa, junto con sectores del Ejército comandados por Justo y Uriburu. Un golpe de estado
a cargo del mismo, iba tomando cada vez más simpatías. El PS y el PDP por su parte, se
mostraban recelosos de la salida golpista aunque compartían el diagnóstico. A esto hay que
sumar a la intensa competencia interna entre los altos funcionarios radicales cercanos al
presidente, el cual enfermo y viejo, no podía representar el papel mediador que la situación
requería. Mientras se iba acercando el golpe, y las actividades de los golpistas eran casi
públicas algunos eran partidarios de la represión como el Gral. Dellepiane, otros, como el
vice Martínez, preferían no hacer nada para evitar una escalada de tensión. Éstos últimos se
impusieron y así en Septiembre de 1930, casi sin oposición, triunfó el golpe.
Entre los opositores a Yrigoyen, además del Antipersonalismo y el PSI, se destacaban las
agrupaciones que comenzaban a llamarse nacionalistas, las cuales tenían coincidencias con
intelectuales católicos y eran herederos de organizaciones juveniles surgidas en los últimos
años de la década del 10 como la Liga Patriótica de Manuel Carlés o la Liga Republicana.
Las mismas estaban vinculadas a las asociaciones patronales y estaban formadas por
jóvenes de la elite conservadora, pero también por radicales y demócrata progresistas. Eran
hostiles hacia el activismo obrero y de izquierda, con tonos xenófobos y denunciando lo
que veían como caos social. Intervinieron en asuntos públicos organizando conferencias,
congresos y campañas, o actuando como grupos de choque o “rompehuelgas”. También
surgieron publicaciones propias como La Fronda o La Nueva República de los hermanos
Irazusta y de Ernesto Palacio que les brindaban un marco teórico a sus ideas y expresaban
su odio profundo por la democracia que degeneraba en demagogia, afianzando sus
relaciones con sectores católicos. Si bien Yrigoyen los toleró, fueron expresiones de un
nuevo tipo de agrupación de derecha que se fortalecerían en la década siguiente, sobre todo
en el seno del ejército y llegarían al poder con el golpe de estado de 1943.
En 1907 se descubrió un yacimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia comenzando la
discusión del papel de las empresas privadas y el estado nacional en esa industria. En 1916,
Yrigoyen anunció el Plan de Tierra y Petróleo y se presentó un proyecto que declaraba la
propiedad fiscal sobre los yacimientos petrolíferos del país, con la posibilidad de expropiar
las concesiones existentes. Se abría una etapa de intereses encontrados del capital
extranjero, los estados provinciales y el estado nacional. En 1922, Yrigoyen creó por
decreto YPF, colocándola bajo la dirección del general Enrique Mosconi, siendo la primera
empresa petrolera fiscal del mundo y actuando con gran dinamismo. A partir de 1928
Yrigoyen levantó la bandera de la nacionalización del petróleo enfrentando a las empresas
extranjeras como la Standard Oil, empresas nacionales y algunos gobiernos provinciales,
con el objetivo de romper la dependencia del extranjero en materia energética. Sin embargo
sus proyectos se trabaron en el Senado, donde los conservadores eran mayoría, quizás
motivado por su intransigencia, al renegar de una posible cooperación entre el estado y las
empresas de capital nacional en la explotación. Recién en 1949 con la nueva Constitución
Nacional se consiguió la nacionalización de los recursos petroleros entre otros.

Unidad 6: El agotamiento y colapso del modelo agroexportador (1916-


1930)
6.1: Las fluctuaciones de la economía argentina durante la guerra y la posguerra. La
conflictividad social.
1914 y la 1GM clausuró el período del comercio mundial e inauguró una etapa de
inestabilidad y fluctuaciones, proteccionismo y caída de los precios. En el ámbito local,
marcó el fin del ciclo de crecimiento de la producción pampeana y la crisis de las
economías regionales, en un contexto de profundos cambios sociopolíticos. La 1GM marcó
la interrupción del flujo de capitales y, en un país de profunda dependencia en la esfera
financiera, el desequilibrio de la balanza de pagos, llevó a la economía argentina a una
profunda recesión. La salida de oro al extranjero y la caída de las exportaciones primarias,
provocaron una reducción del circulante, suspendiéndose la convertibilidad y llevando a la
quiebra a numerosas empresas. El comercio internacional se vio afectado por los bloqueos,
la guerra submarina y el encarecimiento de los fletes, cayendo la venta de granos y
aumentando la de carnes congeladas. Pero sobre todo, la guerra marcó una profunda caída
de los productos importados, sobre todo de maquinarias y combustibles indispensables para
la incipiente industria. El PBI se contrajo enormemente marcando la recesión más profunda
y prolongada de la historia argentina y demostrando las fragilidades propias de una
economía especializada en la producción agropecuaria, poco diversificada y dependiente de
los capitales extranjeros. A esto se sumó la falta de un ordenamiento institucional y de una
institución como un banco central que brindara estabilidad, llevando a numerosos bancos
privados al borde de la bancarrota. Por otra parte, la guerra trajo también un profundo
déficit fiscal por la reducción de las importaciones, cuyos aranceles eran la principal fuente
de ingresos públicos, además de no poseer un sistema impositivo coherente sino un
conglomerado amorfo de impuestos, lo que llevó a la postergación de obras públicas y otros
gastos, haciendo del pago de la deuda pública, una carga muy pesada. Inflación y caída de
salarios. Todo esto se dio en un marco de transformaciones institucionales, ya que la Ley
Sáenz Peña de 1912, llevó a la UCR y a Yrigoyen a la presidencia en 1916. Si bien tomó
una postura más abierta respecto de los reclamos populares y el propio movimiento obrero
estaba sufriendo transformaciones con la declinación del anarquismo y el ascenso del
sindicalismo, más propenso a la negociación, las dificultades económicas atizaron los
conflictos que tuvieron su apogeo en 1919. Al terminar el conflicto, la economía mundial
subsiguiente era más compleja e inestable. Se erosionó el poder financiero de Gran Bretaña
y ascendió USA que dependía mucho menos del comercio y de los flujos financieros
internacionales. El abandono del patrón oro y la inflación dificultaron la reanudación del
comercio internacional y se acentuaron el proteccionismo y el nacionalismo económico. En
el país si bien la economía se recuperó, lo hizo a un ritmo menor y sujeta a importantes
fluctuaciones, por lo que se definió al período como la “gran demora”. Dicha expansión se
basó en la recuperación de las exportaciones de granos, de la construcción y del sector
industrial, aunque los precios de las exportaciones cayeron y se aumentaron notablemente
las importaciones sobre todo de artículos de consumo como textiles, resultando una balanza
comercial negativa. También se produjo una reactivación de la inversión aunque menor al
período anterior y de capitales mayoritariamente locales. Además se recuperaron los
ingresos fiscales estableciéndose impuestos a la exportación de cereales y la elevación de
los aforos, retornando el superávit fiscal. Todo esto llevó a que se recuperaran los salarios
reales y se reanudara la inmigración, aunque a un ritmo menor que antes, incrementando la
ocupación y fortalecieron el poder de negociación de los trabajadores, incrementando la
actividad sindical. El auge de las exportaciones y el ingreso de capitales, disimularon
algunos problemas como el endeudamiento del Estado y la sobrevaluación monetaria.
Los conflictos sociales del período tuvieron lugar tanto en la ciudad como en el campo. Los
trabajadores rurales formaban un heterogéneo grupo compuesto por peones, braceros y
operadores de máquinas y sus movimientos se dieron tanto en las zonas pampeanas como
en la periferia como la Patagonia, Tucumán y Chaco. La caída de los salarios reales y el
aumento de la desocupación, se tradujeron en peores condiciones de trabajo y la extensión
de la jornada laboral. Además la situación jurídica de los trabajadores solía ser bastante más
precaria que en la ciudades con una organización sindical más débil. Por otra parte, la
llegada de nuevos inmigrantes y el proceso de mecanización agravaron las dificultades para
conseguir trabajo y produjo un movimiento de trabajadores del campo a la ciudad. Los
conflictos enfrentaron a los chacareros, peones y obreros rurales contra los grandes
propietarios, donde la Federación Agraria Argentina, formada por arrendatarios, se
convirtió en un actor de peso en los mismos y los cuáles tenían sus propias exigencias como
créditos accesibles, moratoria de deudas y la reforma agraria. Si bien el gobierno intentó
llevar a cabo un programa de cierta amplitud para responder algunos reclamos como la
creación de organismos reguladores o el apoyo a cooperativas, pronto fue bloqueado en el
Congreso con mayoría conservadora. La violencia se hizo presente entonces, tanto de las
fuerzas represivas como de los huelguistas que recurrieron a incendios de campos, cortes de
alambrados y envenenamiento de animales con el apoyo de los sindicatos de las ciudades.
Los patrones por su parte recurrieron a los rompehuelgas de la Asociación Nacional del
Trabajo y la Liga Patriótica que se sumaron a las fuerzas policiales. Dos episodios
importantes se destacan. Uno relativo a la compañía La Forestal que explotaba quebracho
colorado en el Chaco y Santa Fe, de capitales ingleses. El trabajo era muy duro y la paga
solía hacerse en vales que obligaba a los trabajadores a comprar en los propios almacenes
de la compañía. En torno a la misma se crearon nuevos asentamientos de trabajadores
donde las viviendas también eran propiedad de la empresa por lo que el despido era
también sinónimo de la pérdida del hogar. El control sobre los trabajadores no se limitaba
al trabajo sino que iba mucho más allá, ya que la empresa ejercía funciones policiales y
judiciales. A fines de la década del 10, comenzó la actividad sindical en la zona con la
fundación de un local socialista que trajo aparejado la fundación de un periódico, la
presentación de reclamos y una huelga. El uso de la violencia se hizo habitual entonces con
el sabotaje por parte de los trabajadores y la represión policial, el arresto y despido de los
mismos, así como la muerte de muchos de ellos en los montes y el incendio de locales y
viviendas de los activistas hasta derrotar finalmente el movimiento. El otro episodio se
produjo en la provincia de Santa Cruz dedicada a la cría de ovejas y donde la densidad de la
población era mínima y el transporte complicado. En 1920 el activismo obrero realizó sus
reclamos habituales de limitar la jornada de trabajo, mejores condiciones y el fin del pago
en vales y ante el rechazo comenzó la huelga y luego la represión. Incluso el gobierno
nacional mandó tropas del ejército. El propio gobernador del territorio atendió parte de los
reclamos obreros lo que fue visto como una victoria parcial por parte del sindicalismo y
como una derrota a manos de los “bandoleros” por la prensa y las patronales, vinculándolo
a las pretensiones chilenas sobre la Patagonia y reclamando que la UCR había sido
desbordada por la protesta social. Al año siguiente se lanzó una huelga general y la
represión estuvo en manos del ejército quién dictó la ley marcial y fusiló en masa a los
activistas (2000 obreros) derrotando al movimiento. En la ciudad el conflicto se dio entre
los trabajadores asalariados y los empresarios, y tuvieron lugar más tempranamente y con
perfiles más definidos, destacándose la Semana Trágica de 1919. Los trabajadores de los
talleres metalúrgicos Vasena lanzaron una huelga con los reclamos habituales (jornada
laboral, salarios, despidos), produciéndose un choque entre huelguistas y otros empleados,
interviniendo la policía y provocando muertes. La FORA del Vº Congreso, anárquica, lanzó
una huelga general, y la policía continuó con la represión incluso baleando el cortejo
fúnebre de las víctimas del primer choque. La FORA del IXº Congreso se unió entonces a
la huelga y la policía pronto se vio desbordada por lo que tuvieron que partir tropas
militares. Hubo entonces alarma en sectores patronales y políticos ante el supuesto complot
de la izquierda extrema por lo que grupos de conservadores, radicales y nacionalistas
salieron a colaborar con la policía y alentaron la represión dura, atacando incluso a los
judíos. Si bien Yrigoyen intentó mantener abierto los canales de diálogo, los incidentes
duraron una semana y la visibilidad del conflicto, por ser en Buenos Aires y por la
presencia del ejército, junto con el número de víctimas, contribuyeron a instalar a la
Semana Trágica como uno de los episodios más significativos de la protesta social y obligó
al gobierno a cambiar de actitud ante la cuestión obrera.
6.2: El problema de la carne. La política comercial. El papel de la Sociedad Rural.
Durante la guerra, los precios internacionales se elevaron por la demanda de los países
aliados, beneficiando enormemente a la producción bovina argentina ya que su principal
competidor (Australia) se encontraba marginado. Esto alentó la expansión de la ganadería y
el mejoramiento de las razas (Shorton). También provocó la reorientación de la demanda
desde las carnes enfriadas a las carnes envasadas y congeladas, de menor costo y mayor
conservación, que se adaptaba mejor a las necesidades de los ejércitos. La situación atrajo
inversiones de otros sectores y muchos comerciantes se convirtieron en “ganaderos
ocasionales” los cuáles contaron con el apoyo del crédito oficial. Si bien los altos precios
internacionales beneficiaron la actividad, perjudicaron a su vez el consumo doméstico y el
poder adquisitivo de los trabajadores. El final de la guerra clausuró este auge. Los pecios
declinaron y se volvió a demandar carne enfriada de mejor calidad y sabor, que requerían
de vacunos finos previamente engordados en campos de invernada. Pero la crisis no afectó
uniformemente a los productores. Los frigoríficos redujeron sus compras beneficiando a los
grandes invernaderos de carne fina. Los criadores entonces reclamaron, bajo el liderazgo de
Pedro Pagés y la Sociedad Rural, y lograron presionar a los gobiernos de Yrigoyen y
Alvear, siendo acusados los frigoríficos norteamericanos y británicos, de practicar
maniobras especulativas. Dicha presión, movió a Alvear a apoyar la sanción de una serie de
leyes para regular el comercio de la carne como por ejemplo la creación de un frigorífico
nacional o la ley antitrust. Los frigoríficos criticaron esta intromisión estatal y decidieron
paralizar el comercio exportador de la carne. Este lock-out obligó al gobierno a dar marcha
atrás en la regulación y no se aplicaron ninguna de las leyes sancionadas. A mediados de
los 20, la situación empeoró ante los rumores de nuevos impuestos de Londres a las carnes
argentinas, desatándose una guerra entre los grandes frigoríficos por las cuotas de
exportación, reduciendo sus compras y perjudicando nuevamente a criadores e
invernadores. Paralelamente USA prohibió la entrada de carne argentina por el brote de
aftosa todo lo cual mantuvo a la actividad ganadera estancada. En este contexto, el nuevo
presidente de la Sociedad Rural, Luis Duhau del sector de invernadores, inició una
campaña a favor del negocio de las carnes, argumentando que el pool de frigoríficos con
sus especulaciones afectaban el libre comercio del ganado vacuno y lanzando la campaña
de “Comprar a quién nos compra”, para reforzar los lazos con Gran Bretaña, principal
comprador de carne argentina. En este contexto, se firmó en 1929 el acuerdo D’Abernon-
Oyaharte con el Reino Unido el cual tendía claramente a beneficiar a dicha nación con un
crédito recíproco de compra para mantener el statu quo del comercio de la carne. Si bien el
Congreso rechazó dicho tratado, éste servirá de antecedente al que 4 años más tarde, en
pleno gobierno conservador, firmarán Roca y Runciman.
6.3: La situación de la agricultura pampeana. Los conflictos agrarios. Expansión agrícola
de áreas extrapampeanas. La gran huelga cañera de 1927 en Tucumán.
La 1GM marcó el final de un ciclo en el desarrollo del sector agropecuario pampeano.la
desarticulación del comercio mundial, el proteccionismo y las transformaciones de la
demanda internacional modificaron las condiciones externas. En el plano interno la
expansión de la frontera agrícola se agotó, en adelante, todo aumento de la producción sería
a través de un empleo intensivo del suelo o la expansión de los cereales a expensas de la
ganadería o viceversa. Hasta 1923 la agricultura argentina estuvo estancada. El incremento
de los fletes por la guerra benefició a USA y Canadá por la mayor cercanía de los mercados
europeos en perjuicio de la Argentina. Además años de malas cosechas por factores
climáticos y plagas de langostas se habían combinado con un momento conflictivo: en 1912
estalló el “Grito de Alcorta”, una huelga de chacareros. En épocas de altos precios, éstos
habían aceptado arriendos más altos, pero cuando esto se revirtió se crearon las condiciones
ideales para el estallido, creándose la Federación Agraria Argentina que exigió una serie de
reformas, entre ellas la de una ley de arriendos. Cuando la cosecha volvió a ser buena, la
situación se superó. En 1914, la crisis fue distinta y estuvo originada por el cambio de la
demanda internacional, el corte de flujo de capital extranjero y de la inmigración que
aportaba la mano de obra y el derrumbe del valor de las exportaciones. En ese contexto
desde el gobierno se buscó algunas leyes paleativas como para acentuar el crédito pero la
UCR se negó a programas más ambiciosos. En 1917, con la Ley del Hogar, se buscó la
colonización mediante la donación de lotes en los territorios nacionales, pero tuvo varias
fallas como el tamaño insuficiente de los mismos y finalmente no se aplicó. La situación se
agravó cuando en 1918 se gravó con un impuesto las exportaciones. Todo degeneró en una
serie de huelgas rurales que se tornaron violentas con quemas de cosechas y maquinarias,
llegando la FAA a cuestionar el propio régimen de propiedad de la tierra. Las mismas
fueron sofocadas por la represión policial y la aplicación de las leyes de residencia y de
defensa social, mientras que paralelamente se mandaban al Congreso algunos proyectos de
reforma que finalmente no fueron aprobados. Recién a comienzo de los 20 se sancionó la
ley de arrendamientos, que si bien constituyó un avance, otros problemas no recibieron la
atención debida como la falta de financiamiento, el alto costo de los transportes, la escasez
de bodegas y el oligopsonio de las grandes empresas comercializadoras. Tampoco se
regularon las condiciones laborales, lo que llevaría a la unión de arrendatarios y
propietarios para reprimir las huelgas. El apaciguamiento llegó con la normalización del
comercio exterior luego de la guerra y la crisis ganadera. La recuperación de los precios
internacionales alentó el incremento de la producción mediante la incorporación de tierras
anteriormente destinadas a la ganadería. El área cultivada se amplió y la producción se
amplió también gracias a la mecanización agrícola y la mejora de las semillas. Este
pequeño boom atrajo la inversión de nuevos capitales, pero pronto el mercado mundial
mostró signos de un nuevo debilitamiento de los precios agrícolas que sería un anuncio de
la grave crisis del sector de los años treinta.
En el interior, las economías regionales, que producían para el mercado doméstico,
debieron también enfrentar nuevos desafíos producto de la fluctuación de la demanda
interna, la sobreproducción y la intervención del Estado. Las economías azucareras y
vitivinícola constituyen los casos paradigmáticos. Desde 1880 la producción de caña de
azúcar se había ido extendiendo en el noroeste del país sobre todo en Tucumán a tal punto
que sufrió una serie de crisis de sobreproducción y conflictos intersectoriales. A principio
del siglo incluso el proteccionismo aduanero comenzó a ser puesto en tela de juicio y se
buscaron leyes para moderarlo como la Ley Saavedra Lamas de 1912. Al mismo tiempo, la
plaga del mosaico afectó a la caña criolla reduciendo la producción y elevando su precio, en
un momento que el sufragio obligatorio había aumentado la representación del Litoral más
propenso al liberalismo. Yrigoyen no hizo oídos sordos a los pedidos de estos sectores
estableciendo una rebaja del precio del azúcar, la apertura de las importaciones e incluso la
expropiación y venta a bajos precios de miles de toneladas. Esta crisis de la caña criolla
obligó a que numerosos pequeños y medianos cañeros debieran abandonar la actividad por
las fuertes pérdidas y los altos costos de la variedad de caña de Java, resistente al mosaico.
Los grandes plantadores por su parte, lograron afianzar su posición pero los principales
beneficiados fueron los industriales quiénes expandieron los cultivos propios buscando la
independencia. La década del 20 estuvo marcada por una tendencia a la sobreproducción y
a la agudización de los conflictos por la falta de regulación, la competencia extranjera y la
pesada carga impositiva. Los productores entonces se movilizaron, se agremiaron en el
marco de la FAA y en 1927 lideraron una huelga que paralizó al sector con una
movilización a San Miguel de Tucumán. Los cañeros reclamaban una mejora en los precios
y un precio mínimo, pero el Centro Azucarero rechazó sus reclamos, negándose a
reconocer la representatividad de los mismos. Se acordó entonces someter el conflicto a la
mediación del presidente y el Laudo Alvear fue un reconocimiento de las demandas
materiales y simbólicas exigidas por los cañeros con el establecimiento de normas para la
compra y venta, precios más altos y precios mínimos. Si bien la intervención estatal puso
fin al conflicto, no resolvió los problemas estructurales de la economía azucarera. La
industria vitivinícola en Cuyo no tuvo una crisis tan profunda. Al igual que en Tucumán, la
expansión de la demanda interna, el ferrocarril y el proteccionismo alentaron el cultivo de
la vid y la inversión. Aquí también la tendencia a la sobreproducción obligó a la
intervención estatal llevando a cabo programas de destrucción de uvas. A comienzos del
período radical, la industria ya tenía un importante grado de concentración, pero la calidad
de la uva y la especialización en la producción de vinos para el consumo doméstico, le
impidieron a la industria exportar. Otros cultivos industriales apenas se habían expandido.
Pero luego de la guerra el algodón en el noreste del país adquirió cierto dinamismo por el
incremento de los precios internacionales, el ferrocarril y algunas políticas de fomento
como reparto de semillas y folletos, llegada de técnicos y estudios de producción. Fue una
especie de “fiebre del oro blanco” creciendo el área sembrada y la producción de fibra. El
corazón de esto era el Chaco y se producía para la demanda mundial siendo el principal
mercado Gran Bretaña. Este auge atrajo nuevos inmigrantes que pronto superaron la
capacidad estatal y debieron enfrentar la inseguridad de no tener título de propiedad.
También llegaron capitales nacionales y extranjeros constituyéndose la Cámara Algodonera
de Buenos Aires. En los 30, la caída de los precios y las prácticas monopólicas, llevarían la
crisis al sector. Entre otros cultivos industriales que se expandieron podemos destacar el
tabaco y la yerba mate en Corrientes y Misiones, manzanas y peras en Río Negro, cítricos
en Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos, todos los cuales anticiparon el gran incremento que
experimentarían luego de 1930.
6.4: El perfil industrial argentino durante la posguerra. La radicación de industrias
extranjeras. La acción de la Unión Industrial y la CACIP.
En 1914 el sector manufacturero argentino era uno de los más importantes de América
Latina. El incremento de la renta nacional por la bonanza de las exportaciones, los
ferrocarriles y el arribo de inmigrantes, estimularon la demanda interna. Además los
aranceles elevaron los precios de los productos importados volviendo rentable la
fabricación local de algunos bienes de consumo, aunque es cierto que se partía de niveles
muy bajos. Existía un predominio de la rama de alimentación y bebidas y un gran rezago de
la industria textil. Por otra parte, se caracterizaba por la existencia de un número reducido
de grandes establecimientos que concentraban el grueso de la inversión, el uso de la
electricidad y el personal, aportando la mayor parte de la producción, junto con un gran
número de pequeños talleres con un mínimo de personal y escasamente mecanizados. La
guerra modificó esto. El encarecimiento de los fletes, redujeron los productos importados,
si bien no fue uniforme, afectando sobre todo a las maquinarias y a insumos como el acero
y los combustibles, donde la oferta doméstica era inexistente. Por esta razón, dicha falta de
equipos y combustible se constituyó en una barrera para el crecimiento sectorial que, junto
a la caída de las exportaciones tradicionales y los precios mundiales, retrajo la demanda
doméstica y el crecimiento industrial se desaceleró. Al terminar la guerra todo se modificó
de nuevo. La competencia de productos extranjeros se incrementó gracias al aumento de las
importaciones y la limitada protección aduanera, erosionada por la inflación. Es por ello
que tanto Yrigoyen y Alvear incrementaron de nuevo los aforos los cuáles, junto al
incremento de las exportaciones que estimularon la demanda interna, estimularon la
producción nacional de algunos bienes. Junto a esto, se produce el deterioro del vínculo
comercial con Gran Bretaña y el ascenso de USA como principal mercado proveedor, lo
que benefició la diversificación industrial. Los altos ingresos y salarios junto con la
modernización de las pautas de consumo provocadas por la urbanización y el ascenso de
sectores medios, estimularon la radicación de empresas extranjeras. Hubo capitales
alemanes, franceses, italianos, ingleses pero sobre todo norteamericanos, destacándose
aquellas dedicadas a elaborar productos eléctricos, químicos, farmacéuticos y metalúrgicos,
como por ejemplo General Motors, General Electric, Colgate Palmolive, Chrysler, Ford,
Stándar Oil, Siemens, Bayer. Varias se vieron beneficiadas por rebajas arancelarias que
estimulaban la importación de partes y su ensamblaje en el país, principalmente las
industrias automotrices. Además, estas firmas introdujeron nuevas actividades productivas,
tecnologías, cambios organizativos e innovaciones en las estrategias de comercialización
que influyeron enormemente en la industria posterior. Las empresas argentinas por su parte,
debido a la guerra, llevaron a cabo una estrategia de integración vertical, es decir, el control
directo de la materia prima, para palear la falta de insumos. Sin embargo, esta estrategia
estuvo limitada a ciertas firmas con gran poderío económico y financiero. En cuanto a las
políticas públicas llevadas a cabo por los gobiernos radicales relativas al sector, existen
muchas controversias. Hay consenso sin embargo de que los derechos aduaneros tenían un
propósito de orden fiscal y no para promover la inversión industrial, siendo probable que
incluso representaran un obstáculo para la diversificación. Otros problemas fueron la falta
de crédito, el alto costo, la falta de mano de obra entrenada y la baja productividad. Si bien
Alvear intentó alentar una mayor diversificación industrial incrementando la protección
aduanera, pronto dio marcha atrás con esas iniciativas. Una de las transformaciones
fundamentales del período fue el gran aumento de la fuerza motriz instalada,
incrementando su influencia ramas como la textil, la metalurgia, el petróleo (creación de
YPF) y el cemento. La expansión industrial de los 30, se basó inicialmente en la capacidad
instalada de la década previa.
En 1914 los sectores empresariales ya contaban con algunas organizaciones gremiales que
representaban sus intereses específicos como la Bolsa de Comercio, la Sociedad Rural, la
Federación Agraria, la UIA, entre otras. La creciente diferenciación de intereses
económicos y la crisis por la guerra, alentaron la formación de nuevas organizaciones como
la CACIP (Confederación Argentina del Comercio, la Industria y la Producción. La misma,
tenía el objetivo de elaborar un programa común que identificara los problemas
económicos, propusiera soluciones y presionara a los gobiernos a su favor, y, si bien
fracasó en su propósito, tuvo una participación activa a favor de un vínculo más directo
entre los empresarios y el Estado. La conflictividad social también llevó a la formación de
otras organizaciones como la Asociación del Trabajo o la Liga Patriótica Argentina, donde
confluían empresarios, conservadores, sectores católicos y nacionalistas, las cuales se
destacaron por organizar “rompehuelgas” y participar en la represión de sectores
subalternos. En 1920, con el nuevo escenario económico, se produjeron cambios en el seno
de las organizaciones. Así por ejemplo en la UIA, la reforma de sus estatutos les otorgó el
control a las grandes empresas bajo el mando de Luis Colombo, empresario vitivinícola de
largo mandato, en el cuál la UIA se expandió. Por otra parte, algunos empresarios se
propusieron crear partidos políticos que representaran sus intereses pero todos ellos fueron
marginales y de escasa vida. En cuanto a la relación con los gobiernos radicales, ésta fue
muy conflictiva, acusando a Yrigoyen por demagogo ya que respondió a algunas demandas
obreras. A finales de los 20 la postura crítica se hizo más acentuada ante la intervención
estatal incrementada, por lo que durante todo el período la imposibilidad de construir un
vínculo formal tensionó la relación entre Estado y empresarios.
6.5: El comercio triangular. Las relaciones con Gran Bretaña y USA.
Luego de la 1GM, uno de los cambios más importantes fue la disolución del vínculo entre
la economía argentina y la británica, y la emergencia de un triángulo comercial y financiero
entre Argentina, Gran Bretaña y USA. Gran Bretaña solía ser el principal productor de
bienes industriales importados por Argentina y un importante mercado para los productos
del país, estableciendo una complementariedad y un vínculo comercial y financiero
estrecho. El sistema se encontraba fortalecido por la corriente de capitales proveniente de
Londres sobre todo empréstitos para inversiones directas, ferroviarias, puertos, etc. La
guerra provocó la disolución de este vínculo. Perturbó las corrientes comerciales con
Europa y permitió a USA colocar sus productos en el mercado mundial. Luego de la guerra,
USA emergió como la principal potencia industrial con nuevos bienes de consumo durables
como automóviles, heladeras y maquinarias, mientras que Gran Bretaña continuó con los
productos tradicionales como textiles, acero, carbón, y su supremacía financiera iba siendo
erosionada. Todo esto provocó la reorientación de los flujos externos de la Argentina
estableciéndose un triángulo comercial y financiero: Gran Bretaña continuaba siendo el
principal mercado para los productos argentinos pero ahora era USA el principal proveedor
de artículos manufacturados que aventajaban en calidad y precio. La diferencia con Gran
Bretaña, es que USA no era un mercado importante para Argentina, ya que ambas
economías competían, lo que condujo a USA a aumentar el proteccionismo y cerrar su
mercado, a lo que se le sumó la prohibición a la carne argentina por la aftosa. Esto
provocaba una comercial con déficit con USA y con superávit con Gran Bretaña, generando
fuertes tensiones. Por un lado los británicos que veían con preocupación la pérdida del
mercado y, por otro, el proteccionismo norteamericano disgustaba a los productores
pampeanos partidarios de “comprar a quién nos compre”. Transformaciones similares se
dieron en los flujos de capitales: anteriormente el ingreso de capital al país a través de
títulos públicos habían sido cubiertas por Londres, mientras que después de la guerra fue
reemplazado por USA. También USA fue fuente de capital para inversiones directas tanto
en el sector industrial, con la apertura de filiales en el país, el control de la industria
frigorífica, electricidad, telefonía, entre otras. A finales de los 20, los gobiernos británico y
argentino buscaron revertir estos problemas y firmaron el Tratado D’Abernon que
establecía un crédito recíproco con un claro beneficio a la industria británica, seguido de
otros acuerdos parciales. Los mismos deben enmarcarse en el rechazo de Yrigoyen a la
creciente influencia norteamericana, aunque luego fue rechazado por el Senado. La crisis de
1929, los problemas del triángulo se agravaron y el camino del reforzamiento del vínculo
anglo-argentino se vio facilitado, bajo la presión de los ganaderos pampeanos y de la
Sociedad Rural con el ya dicho slogan “comprar a quién nos compra” que terminó con la
firma del tratado Roca-Runciman de 1933.
6.6: La crisis mundial de 1929 y sus manifestaciones en la Argentina.
En la década del 20 muchos países retomaron la senda del crecimiento, si bien con muchas
fluctuaciones. El comercio internacional recuperó algo de su brillo y USA asumió el
liderazgo económico mundial, con un sabor de que el progreso parecía imparable. El sueño
americano otorgaba crecientes posibilidades de consumo para los trabajadores, siendo la
Bolsa el destino de los ahorros. Nadie esperaba la tormenta que se avecinaba con el
derrumbe de la Bolsa en 1929 y el inicio de la Gran Depresión. La misma provocó la caída
de los precios de las acciones, del PBI, de la inversión y de la producción, junto con una
deflación generalizada. Las causas de la misma fueron muy debatidas, algunos como
Keynes sostienen que un descenso de la inversión se transmitió a la producción y el
empleo, junto con el consumo y que el gobierno no hizo nada para evitarlo. Otros acusaban
a la Reserva Federal de no haber prevenido algunas quiebras bancarias que generaron una
contracción del crédito. Lo cierto es que la Depresión se expandió por el mundo
provocando la caída de la demanda y afectando sobre todo a los países, como la Argentina,
que dependían mucho de sus exportaciones. Gran exportador de alimentos e importador de
manufacturas, dependía en exceso de sus exportaciones para mantener altos niveles de
empleo y actividad, y para poder importar maquinaria, equipo e insumos necesarios para
una industria cada vez mayor. El colapso del comercio mundial afectó severamente las
importaciones y los precios de las exportaciones cayeron. En realidad ya en los años 20, la
mejora en los métodos de producción como los abonos y la mecanización había elevado la
oferta en mayor proporción de la demanda, haciendo que caigan los precios. Lo que fue
igualmente importante fue la interrupción de los flujos de capital, ya que la falta de
financiamiento en un país endeudado hacía que la carga de la depresión fuera más pesada al
producir deflación.

Unidad 7: La restauración conservadora (1930-1943)


7.1: La Revolución de 1930. El proyecto corporativista de Uriburu. El “constitucionalismo”
de Justo.
En 1928 la UCR obtiene un gran triunfo electoral con le elección de Yrigoyen como
presidente, reforzando la convicción absoluta de su identificación total con “la nación”, y
considerando a dicha elección como un plebiscito a las gestiones radicales y a la propia
figura del nuevo presidente. Mientras en la oposición reina el desconcierto y el desencanto
frente a la cultura cívica y el sufragio y cada vez más acercamiento a opciones
conspirativas. Hay una gran expectativa alrededor de la figura de Yrigoyen con un rápido y
proporcional desgaste ante los datos negativos de la realidad. La crisis económica produjo
inflación, caída de los salarios y del gasto público, y si bien no hay conflictos sociales
intensos si hay una reducción de la adhesión al presidente. Ante este panorama, el gobierno
intenta avanzar sobre la oposición para controlar el Senado con una serie de intervenciones
federales lo que provoca que la oposición se vuelque agresivamente a la calle y a la opinión
aumentando la violencia política (intento de asesinato a Yrigoyen, asesinato del senador
Lencinas). La elecciones legislativas del 30 se realizaron en un ambiente marcado por los
enfrentamientos armados, represión, fraude y muertes y donde hay un triunfo exiguo de la
UCR procesado como una derrota (Cap. Fed. incluso pierde contra PSI). El cuadro luego de
las mismas era un radicalismo confundido, dándole la espalda a esa religión cívica que lo
asociaba a la transparencia electoral y a la condición de mayoría incontrastable, y de una
oposición que se debatía entre el entusiasmo electoral y la salida rápida a través de una
ruptura institucional. La crisis económica y política se vio agravada por la crisis interna
entre los altos funcionarios del gobierno mientras que Yrigoyen, que se encontraba
desgastado por la situación, no podía asumir el papel de árbitro en las disputas. Si bien las
actividades de los golpistas eran conocidas por el gobierno, surgieron en el mismo dos
tendencias según los pasos a seguir: la del ministro de guerra, el Gral. Dellepiane partidario
de la represión; y la del vicepresidente Martínez, de minimizar la situación y no alterar los
ánimos, tendencia que triunfa. Yrigoyen, enfermo y retirado, estaba convencido que la
situación no era peligrosa. El golpe de Septiembre de 1930 triunfó entonces casi sin
resistencia, al punto que se lo caracterizó como un paseo o un desfile más que una
revolución. Fue llevado a cabo por un reducido número de fuerzas militares, casi todas ellas
cadetes pero con un gran apoyo de la opinión civil: instituciones patronales, algunos
sindicatos, dirigentes de derecha, agrupaciones de izquierda, casi todos los partidos
importantes (menos PS y el PDP), casi todo el periodismo, agrupaciones estudiantiles, etc.
Sus principales jefes eran dos generales retirados, José F. Uriburu y Agustín P. Justo. El
objetivo proclamado era la restauración del régimen democrático e institucional violado por
el presidente. Se impugnaba al gobierno afirmando los principios de la democracia liberal
pero no se descartaba globalmente al sistema como estaba sucediendo con los totalitarismos
en Europa. Convicción del rol pedagógico de la ley electoral y de los partidos y si no se
había cumplido era por la “demagogia del personalismo”. La fuerza de esta visión es lo que
hizo fracasar el gobierno provisional de Uriburu, quién había asumido el mando de la
nación luego del golpe.
Uriburu, que nucleaba a su alrededor a los sectores de derecha nacionalista más
intransigente y a sectores tradicionales del conservadurismo, intentó imponer una visión
militarista y corporativista de la sociedad. Para ello promovió un proyecto de revisión del
sistema electoral y de los mecanismos de representación y, en definitiva, de la propia
Constitución Nacional. Así se intenta acercar a Lisandro de la Torre para redefinir la Ley
Sáenz Peña y establecer un voto calificado para evitar la demagogia y la manipulación
electoral, aunque es rechazado. Los sectores nacionalistas buscaban modificar el sistema de
representación que descansaba en el individuo y los partidos por uno que lo hiciera en las
corporaciones y la comunidad, apoyado NO en un movimiento de masas como el fascismo
sino en el Ejército. Algunos lo caracterizan como “fascismo criollo”, aristocrático, que
tomó del modelo europeo el militarismo pero no la movilización de masas. Pero lo hacía
excesivamente dependiente de un ejército, al que consideraba fuente de legitimidad, sostén
y administración de poder, que no era controlado por Uriburu sino por Justo. La insistencia
del primero para imponer su reforma sólo logra erosionar su poder y consolidar a Justo
como la opción de la continuidad legal. De esta manera, bajo la amenaza de un nuevo golpe
por parte de oficiales justistas si no se volvía a la normalidad institucional, acorralado por la
opinión y derrotado en el ejército, Uriburu busca ensayar una salida electoral, plebiscitando
su figura y proyectos con una serie de elecciones provinciales, siendo la más importante la
de la provincia de Buenos Aires. El triunfo radical en la misma consagró el derrumbe de
Uriburu y demostró que el poder de la UCR era grande aún.
El principal beneficiario de la caída de Uriburu fue el otro líder de la revolución, Agustín
Justo, quien asume el control de parte del aparato oficial. El mismo contaba con el apoyo
del sector mayoritario del ejército, ya que durante la presidencia de Alvear había sido
ministro de guerra, creando una red de lealtades entre los oficiales y un gran prestigio como
director del Colegio Militar. Allí llevó a cabo una renovación de los planes de estudio
poniendo el acento en disciplinas de educación cívica apegadas al republicanismo liberal
Coincidía con la mayoría de la oposición en la necesidad de volver a la normalidad
institucional. Comienza entonces la construcción de su candidatura con un intento de
encabezar la fórmula de la UCR pero fracasa por la desconfianza de Alvear. Buscó
entonces la división del partido consiguiendo el respaldo de varios grupos de
Antipersonalistas, consiguiendo un éxito total al lograr el veto de la candidatura de Alvear,
llevando a la UCR a la abstención y dejando allanado su camino a la victoria ya que la
Alianza Civil (alianza del PS y del PDP) no estaba en condiciones de hacerle frente.
Además Justo consiguió el apoyo del PSI y del PDN, del nacionalismo y de la Iglesia
Católica, alarmada por el anticlericalismo de la Alianza Civil, por lo que se mostraba un
candidato polifacético. Con todo esto, consiguió una victoria con comodidad sin necesidad
de fraude. Cultivó un estilo opuesto a Yrigoyen: presencia habitual en actos públicos,
discursos difundidos por la prensa, colaboración legislativa con la Alianza Civil como
muestra de pluralismo y el abandono de la política facciosa, etc.
7.2: Partidos y coaliciones políticas. La Concordancia. El Partido Demócrata Progresista.
El partido socialista. El radicalismo alvearista. La disidencia radical: FORJA.
Antes del golpe, el bloque político de la derecha tradicional sacó el “Manifiesto de los 44”
que clausuraba toda negociación con el gobierno, justificando la necesidad de intervención
de las FFAA. Con la asunción de Uriburu se forma la Federación Nacional Democrática
(FND) que, sin abandonar las identidades partidarias, estuvo formada por el Partido
Socialista Independiente (PSI), el Antipersonalismo y los grupos conservadores
provinciales. Si bien fue de vida efímera, será el acta de nacimiento de la Concordancia,
poniendo límites al proyecto de Uriburu y coincidiendo con Justo en la necesidad de
regresar a la vida institucional normal. La presión de la FND, la prensa y el Ejército obligó
al gobierno a ensayar una salida electoral y tras la derrota se produce una desarticulación de
la estrategia del gobierno y Justo pasa a controlar prácticamente la situación. La coalición
ve la importancia de una acción electoral común y a Justo como el único candidato que
podría reunir tras de sí la federación. El Antipersonalismo busca capitalizar el descontento
de sectores radicales, coincidiendo con el territorio de Justo, lo que hará con éxito hasta el
regreso radical a la arena electoral en el 35. El PSI, surgido en 1927 como separación del
Socialismo y asentado en figuras como Federico Pinedo y De Tomaso, tuvo gran fuerza en
la Capital y un gran impacto en la opinión pública nacional. Era una fuerza construida casi
exclusivamente en torno a una élite política reconocida. Siempre se diferenciaron poniendo
el acento en el saber técnico y las cualidades intelectuales de sus dirigentes por sobre los
dilemas partidarios. Al llegar al poder, el hombre deja atrás al partido y es absorbido por el
Estado. Esta fue, precisamente, su debilidad partidaria, ya que desaparece prácticamente en
la segunda mitad de la década, luego de la muerte de De Tomaso y su absorción por parte
del gobierno. Las fuerzas conservadoras por su parte, apuran entonces una organización
nacional creando el Partido Demócrata Nacional (PDN) que fue una coalición de
agrupaciones provinciales con tradiciones y prácticas diferentes. Así por ej. el
conservadurismo de Córdoba era partidario de un reformismo conservador por la
transparencia electoral, mientras que el de Buenos Aires era una máquina de manipulación
de votos. Si bien el PDN fue la fuerza más cuantitativamente más importante del
oficialismo y tenía alcance nacional, debió resignar ante el Antipersonalismo las
candidaturas presidenciales. Con base en estas fuerzas se crea la Concordancia una alianza
electoral laxa, un acuerdo parlamentario, sin organización institucional. En las elecciones
legislativas cada fuerza iba con un candidato propio, pero en las ejecutivas con uno en
común. Esta unidad en la diversidad fue posible por la no competencia territorial entre las
fuerzas: el PSI era fuerte en la capital, el Antipersonalismo en el Litoral y el PDN en el
resto de las provincias. La sobrerrepresentación del Antipersonalismo y del PSI en el
gobierno de Justo sirvió como un contrapeso vital del poder del PDN. Esta debilidad
institucional de la Concordancia reforzaba el liderazgo de Justo, pieza fundamental, ya que
era él quién lograba mantener el equilibrio entre sus componentes y el cual tenía una
orientación bifronte, tanto civil como militar: liderazgo en las FFAA construido desde
lugares claves como el Ministerio de Guerra (con Alvear) y el Colegio Militar, con
contactos en la sociedad política. La salida de la crisis le daba al Ejército un rol tutelar y el
poderío dentro del mismo le daba a Justo un plus al liderazgo civil. La Concordancia se
formaba entonces de 3 componentes: el PDN como principal aportador de recursos
electorales, 2 organizaciones menores (PSI y Antip.) y el liderazgo bifronte de Justo con un
amplio margen de autonomía política. Con el regreso de la UCR a la arena electoral surgen
los problemas de reproducción del poder y de producción de legitimidad: ante la
posibilidad de perder el control de la sucesión presidencial, el gobierno recurre al fraude y a
la manipulación electoral escandalosamente, lo que le vale la ilegitimidad y el
cuestionamiento de gobernabilidad. La libertad electoral significaba entregar el poder a la
UCR por lo que el fraude era la única garantía de continuidad y el apoyo del Ejército suplía
la legitimidad perdida. Con Ortiz el equilibrio en la Concordancia ya se encontraba alterado
ya que Ortiz no tenía la misma relación con las FFAA que Justo, pero la situación fue
manejable gracias al apoyo relativo de éste último. Pero cuando asume Castillo,
conservador, el equilibrio es amenazado por la hegemonía conservadora. Justo entones
busca acercarse a la UCR produciéndose el quiebre de la Concordancia y la profundización
de la autonomía de las FFAA con respecto al sistema político. Con las muertes de Alvear y
Justo, el vacío de liderazgo político se hizo crítico hasta el golpe de 1943.
Tanto socialistas como demócratas-progresistas tenían posiciones ideológicas diferentes,
pero el antiyrigoyenismo se transformó en un componente importante de la identidad
partidaria. Para el PS, Yrigoyen era una expresión más de la “política criolla”, caudillista y
clientelar, además de competir electoralmente con la UCR en Capital Federal. Por otra
parte, la distancia con el PDP no alcanzaba a todo el radicalismo, sino al personalismo,
habiendo una enemistad personal entre De la Torre e Yrigoyen. De la Torre se veía como
continuador de una tradición que empezaba con Alem y la Revolución del Parque,
recuperando lo que Yrigoyen había descartado de esa tradición. Ambos partidos sin
embargo se mantuvieron al margen de la coalición golpista por los peligros que para ellos
entrañaba el quiebre institucional. Así se colocaron en un punto equidistante entre UCR y
golpistas, algo ambiguo por la imposibilidad de traducirlo en una alternativa política. Para
el PS la dictadura de Uriburu estaba emparentada con el fascismo y, además, el frente
golpista reunía a la derecha tradicional con el PSI, su principal rival en la Capital y en el
plano de identidad partidaria. Entre ambos partidos sin embargo había grandes diferencias
organizativas, ideológicas y de canales de sociabilidad. El PS contaba con una organización
partidaria que les daba un marco de contención orgánica y un espacio de sociabilidad
suficiente, con poca “contaminación” externa. El PDP por el contrario era un partido
programático pero sin una oferta ideológica integral, con diversos circuitos de sociabilidad
según su inserción social. La mayoría de sus miembros se relacionaban con dirigentes de
las otras agrupaciones por lo que hasta 1931 el PS tenía una oposición clara a Uriburu
mientras que el PDP mostraba una actitud ambigua con coqueteos entre De la Torre y
Uriburu, pero finalmente lo rechaza, aunque reconocidas figuras dentro del partido, como
Carlos Ibarguren, apoyaron al gobierno militar. A partir del 32 sin embargo, fue articulando
un discurso más liberal, alejándolo del comunitarismo conservador y acercándolo a las
agrupaciones de la izquierda socialista. De esta manera se constituyó una alianza electoral
(Alianza Civil) como una alternativa tanto a la UCR como a las fuerzas golpistas, pero con
algunas diferencias. Por ejemplo, el PS tenía una interpretación cada vez más negativa del
30 y de la tradición conservadora, mientras que para el PDP éste había sido un momento
redentor, un movimiento de la civilidad que había puesto fin al flagelo yrigoyenista, De la
Torre era el heredero de ese “espíritu” desfigurado por Uriburu y la práctica política de
Justo. Esta alianza electoral, que no afectaba la identidad partidaria, tendría una
participación importante en la representación legislativa y en la opinión pública, gracias a la
abstención radical, con figuras como Alfredo Palacios o el propio De la Torre. La estructura
estaba centrada en Capital Federal (PS) donde la alianza con el PDP podía impedir la fuga
hacia la derecha del electorado independiente, y en Santa Fe (PDP) donde había muchos
radicales por lo que sus perspectivas de triunfo se basaban en la abstención de la UCR.
Mientras que en el resto de las provincias la AC sólo podía aspirar a captar el voto radical,
por lo que Justo se aseguró el triunfo, sin necesidad de fraude. Con el retorno de la UCR, se
terminó la ficción de una situación electoral competitiva por parte de la AC, produciéndose
una sinceramiento electoral. El oficialismo profundiza el fraude, volviendo al sistema de
lista completa por lo que la AC debe enfrentarse a esto también. Como Córdoba pasó a
manos de la UCR, Justo buscó el control de otro distrito importante: Santa Fe. El PDP
queda reducido a una minoría electoral sin importancia y en 1939 De la Torre se suicida. El
PS por su parte, con la eliminación del PSI, desaparecía su principal competidor, pero el
regreso de la UCR llevó a que se redujera su representación. Paralelamente se producen
conflictos en el ámbito sindical que profundizan los desacuerdos entre la dirigencia
partidaria y sus representantes en el movimiento obrero que impulsaban la participación en
un Frente Popular junto a la oposición reunida bajo la bandera antifascista. En este aspecto,
se muestra más dinámico el comunismo que aparece como competencia al socialismo, el
cual se termina fracturando en 1937 con la fundación del Partido Socialista Obrero (PSO),
provocando que el socialismo termine la década profundamente debilitado.
El radicalismo estuvo cruzado por conflictos durante toda la década con 3 actores
principales: el Antip. (Que estaba fuera del partido), el yrigoyenismo y el alvearismo, estos
dos últimos compitiendo entre sí. El golpe desnudó estas contradicciones internas que
paralizaban la gestión de Yrigoyen. Con la renuncia de Dellepiane el gobierno ya no tuvo
apoyos en el Ejército y, acosado por la oposición y la prensa, el golpe se realizó casi sin
resistencia. Para Alvear, el principal responsable del golpe era el propio Yrigoyen, mientras
los golpistas dialogaban con el primero para aislar el sector del segundo, promoviendo una
imagen demoníaca del ex líder radical. Uriburu y Justo querían que Alvear profundizara la
fisura, pero éste los rechazó ya que los sectores yrigoyenistas eran aún muy poderosos y
además porque Alvear buscaba liderar un radicalismo unido para regresar a los primeros
planos. Es por ellos que busca suavizar el conflicto, presentándose como un símbolo de
unidad para frenar la fuga de cuadros hacia el Antip., recibiendo incluso el apoyo de
Yrigoyen para esto. El triunfo del radicalismo en las elecciones plebiscitarias de Uriburu y
la postura de Alvear hacen que el oficialismo defina su postura y bloquee su retorno al
poder mediante encarcelamientos, deportaciones y la proscripción de su candidatura, lo que
mueve a la UCR a la abstención electoral. Se produce además una reorganización partidaria
con reforma de su carta orgánica y la definición de un programa partidario, produciéndose
un enfrentamiento interno esta vez en torno a la actitud ante el gobierno: Yri: vía
revolucionaria con levantamientos armados; Alv: reorganización partidaria. Hubo además
dos problemas principales: la dificultad para mantener a los sectores más reacios al
yrigoyenismo que se pasan al Antip., y el poder aún grande del yrigoyenismo que
cuestionaban la estrategia de reorganización si no iba acompañada de revolución. Sin
embargo, esta vía estaba limitada por su escasa influencia en los cuadros militares como
por el rechazo de los dirigentes partidarios: el último levantamiento fue en Santa Fe en el
33 y fue más civil que militar. Tras el mismo Alvear consigue controlar los principales
resortes de poder partidario y una cierta estabilidad institucional interna. Sin embargo, la
abstención electoral seguía provocando fugas hacia el Antip. y la crítica de la prensa, que se
reforzó luego que la UCR de Tucumán desoyera el mandato nacional y se presentara en las
elecciones de 1934 consiguiendo el triunfo. El regreso a la competencia electoral en 1935,
trajo de regreso a muchos de los cuadros fugados, que si bien no eran bien vistos por los
intransigentes, la fortaleza de Alvear contuvo sus críticas que se canalizaron en un grupo
externo a la organización partidaria (FORJA). Allí se destacaron figuras como Raúl
Scalabrini Ortíz, Homero Manzi y Arturo Jauretche, quiénes afirmaban la tradición
yrigoyenista para marcar los contrastes entre la dirección del partido y su historia.
Desarrolló una propuesta fuertemente nacionalista, de denuncia y oposición al
neocolonialismo, como caracterizaban a las medidas económicas, sociales y políticas de la
Concordancia, que según ellos buscaban aumentar la dependencia del exterior,
fundamentalmente Gran Bretaña. Durante este tiempo, Alvear logró mantener la unidad
partidaria y preservar la imagen de partido predominante a pesar de no participar en las
elecciones, lo que se confirmó con el triunfo en las elecciones del 36. La derrota de Alvear
en las elecciones presidenciales del 37 fue un duro revés y habilitó la revisión de la
estrategia seguida, ya que la UCR no había sido capaz de impedir que el gobierno utilizara
el fraude ni de elaborar herramientas para enfrentarlo, lo que también dio lugar a fortalecer
la disidencia interna. Para la misma, el rumbo del partido estaba próximo a mimetizarse con
el oficialismo debido a la actitud conciliadora frente a las políticas estatales y por la
involucración de muchos representantes legislativos en escándalos de corrupción que
dañaban la imagen del partido ante la opinión pública. También se daba el debate respecto a
la actitud frente a las otras agrupaciones opositoras y el dilema de hasta dónde acompañar
las experiencias aliancistas como el Frente Popular del 36 o la Unión Democrática. Los
intransigentes promulgaban que había que ser duros con el gobierno y la corrupción, y eran
partidarios de la “pureza de la organización”: no transigir ni con el gobierno ni con el resto
de los partidos. Alvear por su parte, junto a los “unionistas”, era partidario de conciliar con
el gobierno y acompañar a la oposición con una coalición pero solamente electoral. Había
una tensión entre la tradición liberal que reconocía al partido como parte de un sistema con
fuerzas equivalentes, y la referencia organicista, que al reconocer y equiparar al partido con
la nación excluía a las demás fuerzas que no podían compartir este estatus. Con la muerte
de Alvear en el 42, quedó un partido muy dividido y sin liderazgo, produciéndose poco
después un recambio en su conducción con el ascenso de la intransigencia.
7.3: El restablecimiento del sistema político. El fraude electoral.
La presidencia de Justo se abría con un terreno político complicado por dos datos: la
impugnación a su legitimidad por parte de la UCR en forma de abstención y levantamientos
armados; y la tirante relación entre las fuerzas políticas que lo tuvieron como candidato. A
pesar de esto, confiaba en una rápida normalización de la economía y la política por lo que
no veía razones para abandonar el régimen democrático por lo que las opciones totalitarias
quedaron descartadas. Por esto, la abstención del partido mayoritario era una irregularidad
importante por lo que Justo pretendía su vuelta a la normalidad sólo cuando la UCR
demostrara su adhesión a la práctica política “civilizada” mediante el repudio a la figura de
Yrigoyen y su aceptación como líder redentor del partido. Un optimismo desproporcionado
con un partido que lo objetaba abiertamente mediante la abstención y los levantamientos
que permitían recrear componentes de la religión cívica. La estrategia de abstención sin
embargo chocó con el rechazo de la opinión pública y Justo lo aprovechó para culpar a la
UCR de cualquier irregularidad. Con los comicios legislativos del 34 se disputaban las dos
visiones enfrentadas de la realidad política: abstención vs concurrencia, siendo una especie
de plebiscito de la pretensión gubernamental de normalidad institucional. Solamente en
Tucumán hay tensión ya que la UCR decide competir y el resto del país todo transcurre con
normalidad. Si bien hubo una concurrencia aceptable, la UCR de Tucumán gana lo que
genera un más encendido rechazo por parte de la opinión pública a la política de
abstención. El gobierno había impuesto su visión y la concurrencia había sido promovida
por la prensa, la ley, la oposición de la Alianza Civil, radicales disidentes y la propia
maquinaria electoral partidaria que necesitaba de los comicios para sobrevivir. El fracaso
de esta política de abstención llevó a la UCR a reincorporarse al juego electoral en el 35
promovido por Alvear y con el apoyo unánime de la prensa a esta decisión así también
como el regreso de grupos que se habían pasado al Antipersonalismo. Esta situación ponía
en riesgo la posición electoral y las pretensiones de Justo en una UCR encolumnada ahora
tras Alvear, por lo que el presidente se acercó a sectores conservadores que eran los que
mayor número de votos le proporcionaban, así también como a sectores católicos y
nacionalistas. Como esto no alcanzaba para asegurarse la victoria surgió su aquí su
compromiso con el fraude, que si bien se venía utilizando puntualmente, ahora se hizo
sistemático. Las provincias eran la llave para las elecciones presidenciales del 37 y en
algunas como Córdoba, donde el conservadurismo no adhería a la política de fraude y la
Capital Federal, la UCR gana. En Buenos Aires se busca establecer la llamada “ley trampa”
que le otorgaba al gobernador el control total de las mesas de votación, y donde se decidió
la candidatura de Manuel Fresco, conservador. En Santa Fe que era gobernada por el PDP,
Justo mediante una intervención federal, coloca la provincia bajo la órbita del
Antipersonalismo. En 1937 se produce una reforma a la ley electoral volviendo la lista
completa para presidente, y si bien así Justo perdía la minoría en varios distritos, ganaba la
totalidad en muchos otros (ej. Bs As.). De esta manera, con el aval del fraude garantizó su
lugar como gran elector pero perdió buena parte de la opinión favorable a su gobierno. El
sucesor elegido fue el antipersonalista Marcelino Ortiz siendo su vice el conservador
Ramón Castillo, para mantener el equilibrio y asegurarle a Justo la dependencia de su
sucesor con el objetivo de acceder a un segundo mandato al frente de la UCR. Los comicios
presidenciales fueron fraudulentos (“Fraude Patriótico”), lo que marca el abandono
progresivo del optimismo sobre las prácticas electorales. Incluso Justo llega a proponer un
recorte de un electorado calificado. El radicalismo por su parte se mostraba errático y
confundido con su política a seguir frente al fraude, ya que estaba inserto como miembro
pleno en un sistema que le negaba la posibilidad de triunfo mediante una clara violación de
las reglas. Políticas contradictorias, desde oposición extrema hasta negociación con la
Concordancia para mantener su aparato institucional por temor a la dispersión, lo que
generó que grupos cada vez más numerosos se unieran a posiciones críticas y a una línea
yrigoyenista.
7.4: El fortalecimiento del rol del Ejército. La “profesionalización” de las FFAA. Los
proyectos de Industrialización.
En esta etapa el ejército se encontraba en pleno proceso de consolidación estructural con
una formación de una poderosa burocracia que controlaba funcionamiento, destinos,
jerarquías y ascensos. Se va imponiendo una mística corporativa y la invención de una
tradición militar asociada a la existencia de la nación, todo lo cual amalgamaba a los
cuadros por lo que toda intervención externa se juzgaba perjudicial. Sin embargo la
prolongación de la política en el ejército era algo tradicional por lo que se fue formando un
grupo de oficiales “radicales” favorecidos por Yrigoyen y con otra identidad interna, con
dosis de afinidad con la “causa” radical. Esta política de Yrigoyen pronto chocó con la
burocracia y generó rechazos incluso de los que simpatizaban con la UCR como Uriburu y
Justo. Para ellos era intolerable que un civil fuera ministro de guerra (Elpidio González). Se
fueron formando entonces, una organización en “logias”, llamadas “profesionalistas” que
compitieron y triunfaron sobre los sectores radicales por el control del ejército. Aquí se
destacó el liderazgo de Justo, ministro de guerra con Alvear, y director del Colegio Militar
donde había formado una amplia red de lealtades entre los oficiales y un gran prestigio.
Además había propiciado el cambio de plan de estudio con materias de educación cívica
apegadas a la democracia liberal. Es por ello que cuando Uriburu intentó imponer su visión
corporativista de la sociedad, el ejército, controlado por Justo, intervino como árbitro de la
situación amenazándolo con un golpe de estado si no se volvía a la normalidad
institucional. Años después cuando el presidente Ortiz busca de nuevo el apoyo del ejército
para fortalecer su muy debilitado gobierno, ya había muchos cambios con respecto al 30:
un escenario general más disputado y complejo, ahora era un civil quien convocaba a los
oficiales al diálogo y las propias características del ejército eran distintas, se había
producido una transformación de los valores y el comportamiento de los oficiales más
jóvenes. En esto jugó un papel muy importante la Iglesia y monseñor Capello,
inculcándoles una visión del mundo antiliberal, integrista, corporativa, nacionalista,
antisemita, autoritaria, antidemocrática y antiparlamentaria, alternativa atractiva frente a la
crisis mundial del liberalismo. La guerra civil española contribuyó a este amalgamiento
entre la cruz y la espada en nombre de los mismos valores. Se produjo una erosión de la
influencia de Justo, desgastada por la nueva pedagogía de la Iglesia que había formado a los
oficiales más jóvenes, aunque seguía teniendo poder. El conflicto desatado entre Ortiz y
Justo posibilitó la organización y el ascenso de sectores nacionalistas alentados por éste
último que pretendía dividir para gobernar. Luego Castillo, ex vice de Ortiz y tras la muerte
de éste nuevo presidente, para fortalecerse se acercó al sector nacionalista del ejército
ofreciéndole el ministerio de guerra (Gral. Ramírez), los principales mandos y el
mantenimiento de la neutralidad de la guerra. Con la muerte de Justo, Castillo parecía no
tener rivales, pero los militares nacionalistas ya habían tomado demasiado poder, por lo que
cuando la UCR le ofrece la candidatura a Ramírez, Castillo le pide la renuncia, pero
Ramírez lo derroca en Junio del 43. Fue la primera vez que el ejército participaba de un
golpe de Estado de forma autónoma e institucionalmente bajo el mando de sus más altos
jefes, abandonando así su rol como árbitro para ocupar el de protagonista principal.
7.5: El descrédito del sistema político. Ortiz y Castillo. Argentina y la II Guerra Mundial.
Marcelino Ortiz llegó a la presidencia por medio de elecciones fraudulentas promovidas por
su antecesor, Justo, el cual buscaba poder controlar a su sucesor para aspirar a una futura
reelección. Sin embargo ni Ortiz, ni su vice Castillo, ejecutarían sus políticas a los deseos
de su elector. Al igual que Justo, Ortiz creía que ante una situación crítica e irregular como
lo era el fraude, la salida debía darse dentro del régimen liberal, demostrando su confianza
en la capacidad educadora del sufragio, pero en contraste con aquel, pensaba que la salida
debía hacerse con una apertura electoral por más que ello significara un triunfo de la UCR.
El paradigma reformista de 1912 se encontraba en el pensamiento de Ortiz pero con
novedades: pensaba que la práctica electoral normal era incompatible con la miseria social
que estimulaba la demagogia, y además proponía una participación activa del Estado para
ello, por ejemplo con la compra y administración de los ferrocarriles y otros servicios
públicos. Ahora bien, la apertura electoral demolería las bases de la coalición que lo había
llevado al poder, provocando la reacción de Justo y del PDN y el Antipersonalismo que
controlaban las provincias gracias al fraude. A pesar de ello, Ortiz le declara la guerra al
fraude anulando comicios fraudulentos en San Juan e interviniendo Catamarca y Buenos
Aires. En esta última, el gobernador Fresco buscó una salida al problema del fraude sin
perder el control político, proponiendo el fin de la Ley Sáenz Peña y estableciendo una
mezcla del integrismo católico, fascismo europeo y New Deal de Roosvelt: la organización
de la sociedad desde el Estado con un esquema corporativista. Ésta debía de ser movilizada
a favor del Estado y el rol de los comicios era sólo un ritual de movilización ciudadana bajo
el control estatal. No se oculta el fraude sino que se lo exhibe con entusiasmo, con un voto
cantado donde la presión estatal se ejecutaba con comodidad. Lo que genera el repudio
generalizado, incluso del propio Ortiz, por lo que en las elecciones del 40 y tras la
denuncias de fraude, decide intervenir la provincia con el apoyo de la opinión pública. Se
produce entonces la ruptura del presidente con sus aliados y queda con el respaldo de
algunos antipersonalistas y el apoyo parcial de la UCR que veía en un presidente contra el
fraude la mejor salida de su crisis ante la amenaza de ruptura. El PDN se volcó entonces a
la opinión pública con la ventilación de escándalos que implicaban al propio presidente.
Ortiz aislado busca entonces el apoyo del Ejército, donde los sectores nacionalistas habían
ido ganando influencia gracias a un adoctrinamiento de los nuevos oficiales llevado a cabo
por la Iglesia Católica que les inculcaba una visión del mundo antidemocrática, antiliberal,
corporativa y autoritaria. Sin embargo, esta estrategia de apertura electoral llegó a su fin
con la enfermedad y muerte de Ortiz en el 42 y la asunción de su vice, Ramón Carrillo, un
conservador comprometido con el fraude. La UCR se encontró de nuevo sin salida en un
ambiente cargado con la guerra en Europa que provocó una importación de imágenes a la
política local. Ya no se trataba de una riña entre partidos sino de una guerra vital entre
democracia y nazismo. Los diarios más importantes, junto con la oposición, no dudaron en
asociar la política de Castillo con los totalitarismos europeos, pero al parecer éste no sentía
mayor simpatía con el Eje, ya que por ejemplo nombró a Patrón Costas (aliadófilo) como su
sucesor. Sin embargo se veía obligado a mantener la política de neutralidad, profundizar su
política autoritaria y su alianza con los nacionalistas para mantener su autoridad. El nuevo
gabinete mostró el asalto conservador al gobierno y fue un golpe duro para la UCR y
Alvear, que estuvo desconcertada e incluso perdió algunos distritos sin fraude como la
Capital Federal contra el PS. Surgieron propuestas de alianzas electorales provocando un
éxodo en nombre de la pureza de los principios radicales. En el 42 moría Alvear y dejaba
un partido dividido y vacío de liderazgo. Los objetivos de Castillo era lograr el
exclusivismo conservado pero esto poseía ciertos límites: sólo se conseguía con fraude,
debía contar con el desconcierto de la UCR y debía conseguir el apoyo del Ejército donde
Justo, ahora transformado en opositor, seguía teniendo grandes influencias. Por ello Castillo
se apuró en pactar con el sector nacionalista del mismo ofreciendo al Gral. Ramírez el
Ministerio de Guerra y los principales mandos. Justo por su parte busca acercarse a la UCR
pero su muerte en el 43 tira por tierra sus planes. Castillo parecía no tener rivales, pero el
ala militar nacionalista era ahora muy poderosa, y luego de que le pidiera la renuncia a
Ramírez, éste realiza un golpe y derroca a Castillo, terminando el período conocido como la
Década Infame.

Unidad 8: El dirigismo conservador y el proceso de sustitución de


importaciones (1930-1943)
8.1: El nuevo rol del Estado. La cuestión de las carnes: el convenio Roca-Runciman.
En un país que dependía en gran medida del comercio mundial para mantener sus niveles
de empleo y actividad, la Gran Depresión afectó severamente al país. Con la caída de las
importaciones y de los precios de las exportaciones, junto con la interrupción del flujo de
capitales, los gobiernos de la década del 30, tenían grandes problemas en sus manos. Las
necesidades de oro para el pago de la deuda eran grandes, pero Argentina era uno de los
países con más reservas de oro en el mundo por lo que se recurrió a las mismas para
afrontar dicho pago. Esto creaba otros grandes problemas como una crisis de liquidez lo
que llevó al gobierno a emitir sin respaldo, alentando la depreciación del peso. En este
contexto el gobierno argentino tenía que entrar en acción para evitar un desastre. Así nació
el control de cambios y la Comisión de Control de Cambios que pasó a centralizar toda
actividad relacionada con el comercio exterior y que manejaba las divisas siguiendo un
orden de preferencias que privilegiaba el pago de la deuda y luego las importaciones de
materias primas y bienes de consumo indispensables. También se destaca la endeble
situación de las finanzas del Estado, debido al derrumbe de sus ingresos, obtenidos
principalmente del comercio exterior. El principal objetivo de Uriburu, y luego el de Justo,
fue lograr el equilibrio fiscal, por lo que se buscaron aumentar los ingresos con nuevos
aranceles y nuevos impuestos, siendo el más importante un impuesto al ingreso. También
se redujo el gasto público, tanto de los salarios de los empleados estatales como de una
menor inversión pública, recurriendo a la emisión monetaria para cubrir otras necesidades.
En líneas generales, la reacción ante la crisis fue un firme apego a la disciplina fiscal y a
recetas económicas ortodoxas ya que se pensaba que era una situación transitoria. Sin
embargo, la abrupta caída de la producción, los salarios, el consumo y las altas tasas de
desempleo, hicieron evidente que ésta era una situación distinta que requería políticas
diferentes. En 1933 se nombró a Federico Pinedo como Ministro de Hacienda, y si bien ya
había signos de recuperación, abundaban los problemas. Los importadores argentinos
tenían una gran deuda externa, por lo que el gobierno decidió hacerse cargo de la misma, a
cambio los importadores le pagaran al gobierno en moneda nacional. Existía entonces una
necesidad de rediseñar el sistema de control de cambios, estableciendo algunas
modificaciones como la necesidad de un permiso estatal para importar pero flexibilizando
el control absoluto por parte del Estado. Lo que se complementó con una reforma fiscal y
bancaria y con otras políticas reguladoras de la producción agropecuaria. A partir del 34, se
hizo evidente una recuperación, los capitales extranjeros volvieron a entrar al país, la
producción creció, la balanza de pagos fue positiva y aumentó el volumen de dinero y
crédito. En el 37 ante una nueva recesión mundial, la recuperación se detuvo, hubo baja de
precios, de exportaciones, cosechas pobres y peso depreciado, reviviéndose los fantasmas
de la Depresión. Pero ahora las autoridades argentinas tenían más experiencia y llevaron a
cabo medidas compensatorias con el objetivo de reconciliar el equilibrio de la balanza de
pagos y el sostenimiento de la actividad interna, como una política liberal de préstamos, el
reforzamiento del control de cambios o la extensión del permiso para importar. Mientras
Europa marchaba hacia la guerra, la Argentina estaba ahora en una mejor posición, por la
mayor experiencia. La década de los 30 había modificado la manera de pensar y las
estructuras mismas sobre las que se asentaba la economía argentina.
Paralelamente, nuevas ideas se fueron gestando en todo el mundo, que propiciaron una
mayor incumbencia del Estado en el plano económico. El progresivo abandono de las ideas
del libre comercio y el ascenso del proteccionismo, marcaron una década donde el
intercambio comercial se basó en acuerdos bilaterales. USA e Inglaterra contribuyeron
especialmente a esto con respectivos aumentos arancelarios, y ésta última fue más allá con
el acuerdo de Ottawa, que le otorgaba preferencia a las distintas partes de su imperio,
perjudicando especialmente a la Argentina. La inquietud de los ganaderos argentinos se
tornó entonces en pánico con el establecimiento de cuotas decrecientes para las carnes
argentinas en el mercado inglés. Con el mercado estadounidense cerrado desde siempre,
impulsaron la fórmula “comprar a quién nos compra”, realizándole concesiones y
preferencias a las importaciones británicas, mientras que las autoridades argentinas no
ahorraban muestras de buena voluntad. Inglaterra por su parte era consciente de su poder de
negociación por lo que demandaron también una solución al problema de los “fondos
bloqueados” por el control de cambios, que eran las deudas de los importadores argentinos.
Así se firmó en 1933 el acuerdo Roca-Runciman que abarcó todos estos aspectos, a cambio
de que se mantuviera el statu quo en el mercado inglés de carne. Este tratado se ganó la
oposición de la opinión pública argentina, sobre todo de sectores nacionalistas, ya que se lo
consideraba una grosera alianza entre el capital inglés y los sectores agropecuarios,
titulándolo de “vendepatria” y recrudeciendo el clima “antiimperialista”. El pacto privilegió
ante todo el interés ganadero y las concesiones argentinas fueron más importantes que las
británicas, lo cuáles ampliaron su importancia como proveedor argentino. Pero el
cumplimiento no fue recíproco y pronto partieron otras amenazas como la de un nuevo
impuesto a las carnes argentinas. Y si bien no siempre se respetaron los privilegios
requeridos por Inglaterra, en otros ámbitos también hubo concesiones no estipuladas
explícitamente en el tratado. Ahora bien, fue conveniente? Era clara la necesidad de
revitalizar, de un modo u otro, el comercio argentino, y no había, en el corto plazo, muchos
otros caminos para evitar la virtual desaparición de unas importaciones que eran
imprescindibles. El pacto también fue el último intento d prevalecer de la Argentina como
granero del mundo que iba dejando paso a un país donde las fábricas eran sinónimo de
modernidad.
8.2: El sector agrario pampeano y la demanda internacional. Las políticas reguladoras de la
producción agropecuaria.
La crisis de 1929 provoco que las exportaciones hacia el mercado internacional dejaran de
ser el impulsor del crecimiento ya que se redujeron sus tasas. En cambio el mercado interno
y el desarrollo de la industria se convirtieron en el nuevo estimulo. Por otra parte la
intervención del estado en la economía se acentúo notablemente. De esta manera en la
década de 1930 la Argentina agroexportadora se transformo en un país en el que
efectivamente la industria se convirtió en el principal motor de la economía. La crisis
provoco la disminución del comercio mundial así también como de la inversión de capital.
El auge de las medidas proteccionistas y la búsqueda de acuerdos bilaterales reemplazaron
el comercio abierto y multilateral. La caída de los valores de las exportaciones tradicionales
de carne y cereales junto con la dificultad para obtener capitales y divisas para las
importaciones llevo a los gobiernos conservadores a la aplicación de políticas
caracterizadas por los intentos de apoyo y regulación de la producción agropecuaria. El
derrumbe de los precios de los principales productos de exportación del país (cereales, lino
y carnes) provocados por la depresión junto con una caída del precio de las importaciones,
pero no al mismo ritmo llevo a que hubiera saldos negativos en el balance de pagos. Si bien
los dirigentes argentinos pensaban que era una crisis cíclica la urgencia de la situación
requería respuestas inmediatas. Todo esto se daba en un contexto internacional en donde la
antigua relación con Gran Bretaña a la cual exportábamos la mayor parte de los cereales y
la carne y de donde venían capitales manufacturas y combustibles se encontraba debilitada
por el ascenso USA que se convirtió en el principal proveedor de artículos industriales. Sin
embargo la producción agraria USA competía con la argentina. Es por ello que el país
busco mantener su larga alianza estratégica con Inglaterra realizándose varias misiones
comerciales que llevaron acuerdos bilaterales como el de D’Abernon o el de Roca-
Runciman. Lo que se vio potenciado por la política de preferencia implementada por
Inglaterra en el 32, en la conferencia de Ottawa que ponía en peligro las exportaciones
argentinas de carne y cereales las cuales competían con la producción de Australia y Nueva
Zelanda. En el 33 Federico Pinedo asumió como ministro de hacienda el cual era partidario
de una mayor intervención del estado en el comercio exterior, a partir del control de
cambios, y en sostenimiento de los precios agropecuarios y en la regulación de la
producción del sector. El primero de estos puntos consistía en un sistema de restricciones a
las importaciones para que el gobierno estableciera luego quienes tenían prioridades para
acceder a las divisas mas baratas del mercado oficial. Mediante el control de cambios las
divisas obtenidas de las exportaciones tradicionales se vendían al gobierno y este las
revendía a las empresas favorecidas a un precio más alto. Las ganancias obtenidas le
permitían al ministro establecer un precio sostén para el maíz, el trigo y el lino. A esto se
agrego la creación de juntas reguladoras de los distintos aspectos de la producción agrícola
como por ejemplo la Junta Reguladora de Granos, la de Vinos, la de La Yerba Mate o la del
Algodón, todo esto para intentar proteger a la producción agropecuaria. Paralelamente, a
partir de 1934 había comenzado una tendencia de mejora de los precios de las
exportaciones que concluyo en 1937 con una nueva recensión. Cuando estallo la segunda
guerra mundial los temores entonces se hicieron desmesurados. Es por ello que en 1940 el
propio ministro propuso un plan (Plan Pinedo) el cual entre sus medidas se encontraba el
sostén de los precios agrícolas, en especial el del maíz. Sin embargo los efectos fueron
menos adversos que lo esperado: la Argentina siguió exportando, la economía creció, si
bien a un ritmo menor, y su crecimiento ya no estaba basado en las exportaciones
agropecuarias sino en el desarrollo industrial, el cual producía para el mercado interno. Al
finalizar la guerra dicho mercado interno había crecido en importancia también para los
propios productos agropecuarios ya que las exportaciones estaban estancadas. La Argentina
se cerraba sobre si misma. Si bien el plan no se aprobó, algunas de sus propuestas se
llevarían a cabo más adelante como la regulación del comercio exterior mediante lo que
sería el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, el cual monopolizaría las
operaciones de exportación de cereales y oleaginosas.
8.3: La reforma bancaria e impositiva.
Al principio del período las cuentas del Estado mostraban profundos desequilibrios por lo
que el gobierno se embarcó en una reforma fiscal y bancaria. Ante la situación, existieron
presiones desde distintos sectores para suspender el pago de la deuda, lo que desencadenó
el temor de los acreedores e hizo que los títulos argentinos cayeran. En realidad, la deuda
interna era la carga más pesada por lo que se ideó un sistema de conversión que respetaba
los derechos de los deudores y a la vez reducía el servicio de las obligaciones del Estado.
Correspondía a un nuevo papel de menor interés pero con plazos más largos. Misma
posibilidad se dio a la deuda externa junto con la sustitución por bonos en pesos. La
mayoría de deudores, internos y externos, se decidió por la conversión. La mejoría de la
situación fiscal respondió también a la recuperación económica y al apego a la ortodoxia
fiscal. Las políticas de austeridad se reflejaron también en la reducción del gasto y otras
políticas impositivas como el mejoramiento de la percepción del impuesto al ingreso y la
simplificación de los procedimientos administrativos y eliminación de organismos
superfluos. Cabe destacar también la unificación de los impuestos internos, hasta entonces
distribuidos en una intrincada red nacional y provincial. El ordenamiento llevó, con el
tiempo, a reavivar la inversión pública, dirigida entonces al desarrollo de la red vial, así
también como a la recuperación de empleo público.
Por otro lado, con respecto al sector bancario y financiero, las entradas y salidas de la
Argentina del patrón oro había impedido la institucionalización de un régimen monetario
ordenado, no había una clara legislación y el gobierno había podido recurrir libremente a la
emisión para financiar su déficit. El manejo de la solidez bancaria, los redescuentos y de los
títulos del gobierno recaía en distintos organismos cuya centralización permitiría evitar las
incoherencias de política. Ya Yirigoyen había mencionado esta necesidad. Por ello se invitó
al especialista británico Otto Niemeyer quién presentó el proyecto para la creación de un
banco que emitiera los billetes, regulara el crédito y las reservas y actuara como agente
financiero. El mismo debía ser una sociedad anónima para ser inmunes a las presiones del
gobierno, obteniendo así un sistema más flexible. En 1933, Pinedo envió un proyecto para
la creación del Banco Central de la República Argentina, que si bien seguía el modelo de
Niemeyer, tenía algunas diferencias, como un mayor control sobre los bancos. En 1935,
finalmente el Congreso crea el Banco Central cuyos objetivos eran: concentrar reservas
para moderar las consecuencias de las fluctuaciones, regular el crédito, controlar a los
bancos y aconsejar al gobierno. Si bien no faltaron las críticas, tanto de los que creían que
el organismo era demasiado independiente y los que pensaban que era demasiado
dependiente, junto con varias irregularidades, el nuevo sistema permitió un saneamiento del
sistema bancario.
8.4: El proceso de sustitución de importaciones. El debate industrialista de los años 30.
La Argentina era el segundo país más industrializado de Sudamérica, no sólo limitándose a
frigoríficos, ingenios, bodegas y otras industrias ligadas a la producción primaria y
destinada a la exportación. También habían florecido industrias manufactureras para
satisfacer el consumo interno como textiles, metalúrgicas, papel, aparatos eléctricos, etc., y,
si bien aún no se autoabastecía por completo, su dependencia de las importaciones había
decrecido notablemente. Si bien la década del 30 es uno de los momentos de un gran salto
delante de la industria argentina, hay que resaltar las continuidades con el período radical,
donde la industria contribuyó más que la agricultura al crecimiento nacional, aunque a
partir de la crisis esta tendencia se incrementó. El derrumbe del comercio exterior fue el
principal responsable provocando una caída de las importaciones lo que generó una
“industrialización por sustitución de importaciones” donde estas últimas serían
reemplazadas por “el similar nacional”. La política cambiaria y arancelaria favoreció
también esta tendencia, sobre todo de productos que competían con los norteamericanos, lo
que llevó a muchas empresas de ese país a instalarse directamente en la Argentina. Las
ramas que competían con las importaciones y fueron sustituyéndolas fueron las más
dinámicas, como tejidos, neumáticos, extracción y refinamiento de petróleo, alimentos.
Incluso hubo casos que llegaron a venderse en el exterior, en general en América Latina,
sobre todo durante la 2GM. También alentados por políticas económicas (creación de la
Corporación para la Promoción del Intercambio). Sin quebrar el predominio agropecuario,
algunas actividades se convirtieron en competitivas luego de un tiempo de protección. Por
otra parte, el crecimiento industrial fue causa y consecuencia de un acentuado proceso de
urbanización. La crisis del sector agropecuario movió a trabajadores hacia las ciudades, lo
que se sumó a la incorporación de muchas mujeres al mercado de trabajo urbano, creciendo
entonces el empleo y el producto industrial. Sin embargo no puede decirse lo mismo del
capital, no habiendo mucha renovación de maquinarias y equipo, es decir, bienes de capital.
La dificultad para importar fue la principal causa de este estancamiento de la inversión. En
definitiva, la década de los 30 tuvo un ambiente favorable para el emprendimiento de las
actividades industriales.
Entre las políticas que fomentaron la industrialización podemos destacar los aranceles y el
tipo de cambio. En cuanto a los primeros, si bien éstos se establecieron de manera distinta
según el tipo de producto y el país de origen, el arancel promedio aumentó. También el
control de cambio tomado en conjunto favoreció a las actividades que competían con las
importaciones. Es decir que tanto la política arancelaria como la de cambios fueron
favorables a la industria nacional. Ahora bien, el ambiente general no se manifestaba de la
misma manera. Radicales y socialistas no eran proteccionistas y se encontraban firmes en
una posición favorable al libre cambio. El partido gobernante por su parte, también sostenía
que la agricultura era indudablemente la principal fuente de riqueza del país, renunciando a
la idea de ser autosuficientes. Antes que industrialistas convencidos, veían en la industria
una oportunidad de desarrollo hasta que las condiciones internacionales permitieran algo
mejor. La industria era un reemplazo transitorio, no había que cambiar las bases
económicas del país ni establecer la autarquía. La mejor prueba de esto es el tratado Roca-
Runciman, donde se ve que el gobierno hizo todo lo que pudo para reavivar las
posibilidades de vender sus productos en el extranjero. De esta manera, la leve tendencia
creciente de las tarifas resultó de medidas fiscales para compensar la recaudación por la
disminución de las importaciones. Por su parte, la política cambiaria, estuvo motivada por
el temor a una balanza de pagos desequilibrada. En definitiva, apenas hubo en los años 30
políticas intencionalmente industrialistas.
8.5: El Plan Pinedo de 1940 y las relaciones con Gran Bretaña y USA.
Fines de la década del 30 fue un período convulsionado por la guerra en Europa. En el país,
el presidente Castillo nombró a Federico Pinedo como ministro de Hacienda, el cual se
encontró con varias dificultades como la caída de las exportaciones por el conflicto y el
temor a una nueva depresión. Sin embargo ahora había hombres más preparados, por lo que
envió al Congreso un Plan de Reactivación Económica, conocido como Plan Pinedo, que si
bien no es aprobado, muestra la evolución de las ideas económicas. El principal problema
era de nuevo, la crisis del comercio exterior con sus influencias negativas sobre la actividad
interna, lo que instaba al gobierno a actuar con rapidez. El Plan Pinedo recomendaba
entonces una serie de medidas a corto plazo como la compra por parte del Estado de
cosechas invendibles y una mayor restricción de las importaciones, junto con otras
estrategias, como un vasto programa de construcciones populares para alentar la ocupación.
Se pedían facultades más amplias para que el Banco Central pudiera regular el crédito y en
cuanto a política fiscal primaba la fórmula que privilegiaba primero la economía y luego las
cuentas públicas. Este plan excedía la coyuntura de crisis y esperaba que el poder de
compra generado por las medidas desarrollara la demanda de artículos industriales. Además
había facilidades para realizar inversiones fijas y para adquirir maquinaria, apuntando a una
industria más vigorosa y diversificada. Este sesgo industrialista no implicaba el abandono
de las ideas favorables al comercio. No se trataba de una industrialización ligera ligada
únicamente a la sustitución de importaciones y al desarrollo del mercado interno, sino que
se reforzaban las exportaciones industriales con la creación de la Corporación para la
Promoción del Intercambio. Con el diario del lunes se ve que el Plan Pinedo se basaba en
supuestos y pronósticos que finalmente no se dieron ya que durante la guerra la Argentina
pudo mantener sus mercados tradicionales de exportación, incluso pudo ampliar su
presencia en algunos mercados como USA y otros donde el repliegue norteamericano había
dejado un espacio vacío. A pesar de su rechazo demostró que los conductores de la
economía se iban adaptando al mundo de las nuevas ideas económicas. A principios de los
40 estaba instalada la discusión sobre la estrategia de desarrollo que reemplazaría a los
cereales y al ferrocarril como pilares de la economía argentina, y en la que casi todos
reconocían la necesidad de una mayor incumbencia del Estado en los asuntos económicos.
Las dificultades que en los años 30 encontraron en sus mercados de exportación los
productos argentinos llevó a una restricción significativa de sus importaciones, afectando su
relación con sus dos principales proveedores, USA e Inglaterra. Ésta última era más
importante como comprador que como vendedor, por lo que la balanza comercial era
positiva para el país, mientras que con USA era a la inversa, ya que al ser un país rural, era
difícil la colocación de los productos argentinos. Fue en estos años además cuando USA
reemplazó a Inglaterra como el principal proveedor de importaciones argentinas. El
conflicto entre intereses británicos y norteamericanos en la Argentina se hizo patente en el
transporte terrestre, donde los ingleses estimulaban los ferrocarriles, cuya red habían tejido
ellos mismos, mientras que los norteamericanos fomentaban el transporte automotor.
También el origen del combustible para los mismos, Inglaterra carbón, USA petróleo.

Unidad 9: Transformaciones sociales y cultura en la década del 30


9.1: El Estado y las obras públicas. La modernización urbana en Buenos Aires.
La crisis del 30 fue vista por muchos como un síntoma que revelaba la necesidad de una
mayor intervención del Estado en la economía, algo que se tradujo en un incremento de las
obras públicas, consideradas soportes de la producción y de las funciones estatales. Se trató
de una modernización de la infraestructura de transporte, almacenamiento, energía e
industria, a la vez que un paliativo de la desocupación, bajo las consignas “modernizar el
campo” y “urbanizar el país”. Cobró especial importancia el Ministerio de Obras Públicas,
ingresando incluso en terrenos nuevos a través de ciertos programas de acción social. Con
el nuevo edificio de su sede, un rascacielos, se creaba una imagen pública de la institución
que la asociaba a la modernidad y el progreso. El valor de la obra pública no fue sólo
reconocido por los conservadores, abarcando a todo el abanico político del período. Los
gobiernos provinciales también avanzaron en sentido similar con proyectos en áreas de
vivienda, salud y educación. En todas ellas se hace presente la explotación simbólica y
expresiva de la arquitectura moderna por parte del Estado, desplegando un discurso que
hablaba de progreso y de una transformación productiva basada en la técnica y muy
asociado a lo urbano. Esto expresaba el deseo de transformación social y cultural, de que el
progreso rescataría al campo de su atraso y lo convertiría en una extensión de la ciudad. La
arquitectura moderna era el instrumento y el símbolo del cambio y del futuro. No se debe
exagerar con las acciones llevadas a la práctica ya que se puede notar un gran retraso en la
infraestructura de aeropuertos, de diques y represas hidroeléctricas o en la construcción de
viviendas masivas, todas ellas llevadas a cabo recién con el peronismo. Se veían entonces
los límites de la modernización por el apego conservador a la disciplina fiscal y sus propias
dudas acerca de los cambios que se producían, aunque no afectan el impacto del volumen
realizado que se tradujo al imaginario colectivo como que los gobiernos conservadores
“hacen obra”, sinónimo de buen gobierno. Gobiernos sinónimos de fraude y corrupción, se
legitimaban a través de la obra pública. El sector de la misma que se destacó fue la
construcción de caminos, un hecho que empalmó con la situación internacional de ascenso
de USA y decadencia británica. El automóvil se imponía como medio de transporte del
siglo XX, radicándose numerosas empresas norteamericanas en el país como Ford y
General Motors. Paralelamente la disputa de los productores con los ferrocarriles británicos
por los altos costos de los fletes fue la excusa para la necesidad de desarrollar nuevos
medios de transporte, por lo que casi toda la opinión pública, maravillada con la aparición
del colectivo, se pronunciaba por el desarrollo del automóvil y los caminos. El ferrocarril
era sinónimo de los males del país y la construcción de los caminos era una reafirmación de
la nacionalidad reprimida por los intereses británicos, uniendo desde los sectores de
izquierda hasta los nacionalistas. El principal impulso vino por parte del presidente Justo y
la creación de la Dirección General de Vialidad de la Nación, multiplicándose casi por 40 el
kilometraje del trazado vial, articulando los principales centros de producción con los
países limítrofes, los puertos y las estaciones ferroviarias. Si bien la obra fue monumental,
el trazado vial como oposición al trazado férreo impidió poder aprovechar la capacidad
comunicacional instalada y duplicó el problema de la configuración radial sobre Buenos
Aires. El símbolo de modernización, desarrollo económico y cohesión nacional se reforzó
también por la acción de YPF en la explotación del petróleo nacional. La empresa lanzó un
ambicioso plan de construcción de estaciones de servicios de estilo moderno que eran
sinónimo de progreso y modernidad. El petróleo se convertía en un combustible
fundamental para las industrias por lo que la imagen de la empresa era ahora moderna y
pujante. Dicha imagen se apoyaba también en su asociación con otras prácticas como el
deporte, donde impulsó a nivel nacional el automovilismo con el Turismo Carretera, y el
turismo, que dejaba de ser una práctica de la elite y se abría a las clases medias, ya que
junto al automóvil y la red vial, construyó una serie de estaciones de servicios
conjuntamente con el Automóvil Club, con campings, servicios recreativos y técnicos. Se
transformó también en sinónimo de soberanía nacional, favorable a la autonomía
económica del país cobijada por el nacionalismo. Toda esta situación estimuló también el
turismo, construyendo el propio Estado hosterías y hoteles, ampliando la red vial a lugares
turísticos como con la pavimentación de la ruta 2 a Mar del Plata y construyendo balnearios
y ramblas. También se estimuló el turismo en los parques nacionales como el Nahuel Huapi
y el Iguazú, con la creación de la Dirección General de Parques Nacionales. Esto último
respondió a la avanzada de la nacionalización en las fronteras alejadas para consolidarlas, el
avance modernizador de la nación, ya que “conocer el país es hacer patria”, así también
como las posibilidades económicas que representaban.
Paralelamente, la vivienda y la vida urbana se iban transformando. La casa de renta o
departamentos en altura se iba imponiendo como parte de la modernización general de la
ciudad, en Rosario, Córdoba, Mendoza, pero principalmente en Buenos Aires. La cantidad
de edificios que se construyeron en esta década necesitó una importante inversión que se
mantuvo durante todo el periodo por la alta rentabilidad de la renta. Estos edificios
generalizaron en la ciudad un perfil modernista acorde a los deseos del Estado. Estos
departamentos compactos, con un nuevo equipamiento y artefactos del hogar, se los
consideraba una vivienda transitoria generalmente porque sus habitantes eran familias en
formación en un claro contraste con la vivienda individual autoconstruida típica de las
décadas anteriores, por lo que la casa renta encarnó unas relaciones del hombre con el
hábitat más plenamente modernas. Esta modernización privada formó parte de otra estatal
de grandes inversiones. Se ensancharon avenidas, se comenzó la 9 de Julio, se completó la
red de subterráneos, se reemplazaron puentes, etc., logrando restituir en Buenos Aires el
imaginario dinámico de las ciudades modernas y coronando todas las obras con la
construcción del Obelisco. De esta forma, las transformaciones parecían convertir a Buenos
Aires en la realización del sueño modernista, en una ciudad que marchaba febrilmente
noche y día hacia el progreso.
9.2: Las migraciones internas. Su impacto en el área bonaerense. Las expresiones
corporativas del movimiento obrero. Los sectores medios. Condiciones de vida de los
sectores populares.
Si bien las políticas públicas descritas apuntaban a un programa de modernización
territorial, la misma fracasó y el contraste entre ciudad e interior parecía haberse
ensanchado, pareciendo haber dos países. Sin embargo, el nuevo ciclo de metropolización
de Buenos Aires desdibujará un poco esas polaridades ya que fue protagonizado en gran
medida por los migrantes del interior. No es fácil encontrar testimonios del modo en que la
nueva migración estaba formando la metrópoli. Las cifras censales indican que el proceso
de migración interna se desenvolvía de modo continuo desde mediados de la década del 30,
aumentando el peso relativo de los provincianos en la población de Buenos Aires. Ahora
bien, parece que los contemporáneos no percibían este fenómeno ya que el impulso
modernizador de la Capital llevó a asimilar automáticamente el crecimiento metropolitano
sin reparar en sus novedades. Además, el desarrollo industrial provocó que los recién
llegados se incorporaran rápidamente en una economía que necesitaba de ellos. Recién
serían incorporados a la imagen “oficial” y a la cultura de la ciudad en la década siguiente
los nuevos cordones urbanos. Además en ésta época no había mucha gente que creyera que
el perfil económico y social nacional podía tener su centro en el campo. Se empezó a hacer
evidente la relación entre las políticas de modernización estatales y el vaciamiento del
campo: la industrialización llevó a una política de proteccionismo arancelario y
concentración económica que favoreció las sangrías de población del interior hacia las
únicas áreas que expandían el mercado laboral, las industrias urbanas. Las carreteras por su
parte, se convirtieron en conductos para dicha sangría. Ya en los años 20 se venía
planteando la necesidad de una nueva ampliación jurisdiccional que contemplara urbana,
social y políticamente los procesos de expansión territorial creándose el “Gran Buenos
Aires”. A mediados de los 30 esa necesidad era ya una verdad indiscutible para expandir al
conurbano los logros obtenidos en la ciudad capital (infraestructura, servicios, espacios
públicos). La modernización optó por la dirección opuesta definiendo el área de acción
municipal mientras que las consideraciones regionales fueron excluidas.
Los años 30 fueron un período de cambios en el movimiento obrero, influenciado por la
difusión del fascismo y la pérdida de confianza en el modelo liberal. La estructura
económica también cambió por la depresión, siendo una de las respuestas la intensificación
de la industrialización por sustitución de importaciones y la aparición de fábricas grandes.
Todo esto produjo un efecto en las organizaciones obreras, siendo los sindicatos
“apolíticos” sustituidos por los que tenían lazos con los partidos, ya que los problemas para
organizar a los obreros, los llevó a buscar ayuda en la política. Esta aproximación al Estado
ya había empezado en los 20 cuando los sindicatos anarquistas perdieron fuerza contra los
sindicalistas, que si bien evitaban la política, la cooperación con la UCR, que deseaba
ampliar su apoyo popular, fue moneda corriente pero sin formalizar la relación. La
búsqueda de bloquear a los socialistas, llevó a los sindicalistas a una pragmática habilidad
para crear alianzas con los radicales sin dejar de denunciar la política burguesa. Los
radicales por su parte auxiliaron a las huelgas en los sectores estratégicos como los
ferrocarriles y los puertos donde había un gran número de votos. Sin embargo, cuando la
agitación probó ser demasiado costosa políticamente, y a pesar de no desinteresarse por los
trabajadores, Yrigoyen cambió de rumbo y la actividad huelguística se mantendría
relativamente baja. Ello llevó a que el modelo sindicalista comenzara a perder vigor ya que
necesitaba de un apoyo externo frente a las patronales. A esto hay que sumarle las disputas
sectarias con sus constantes luchas y rupturas: la Unión Sindical Argentina (USA)
controlada por sindicalistas, la Confederación Obrera Argentina (COA) socialista y el
Comité Nacional de Unidad Sindical Clasista (CNUSC) comunista. También la economía
empezó a cambiar con la aparición de grandes fábricas que coexistían con el taller artesano,
con muchos obreros sin calificación, sin tradición de sindicalización. Hay que destacar el
papel de la Unión Ferroviaria (1922) de alcance nacional pero poder centralizado, cuya
estructura se ubicaba por encima de los partidos. Estos eran reticentes de hacer colapsar el
sistema por lo que se convirtieron en interlocutores aceptables para las empresas y el
gobierno, ayudándolos a obtener beneficios importantes, siendo un modelo para otros
sindicatos. Sin embargo sus éxitos eran difíciles de repetir por su papel central en la
economía argentina y su número de votantes. Ya en los 20 además se produjeron campañas
por la unidad como la de 1928, a la que respondieron la COA y la USA, quedando fuera los
comunistas y anarquistas, para crear la Confederación General de Trabajo (CGT), la cual
sólo se constituyó formalmente luego del golpe del 30. Con la depresión, se intensificaron
los problemas: desocupación, caída de salarios y condiciones de trabajo. El débil gobierno
radical no estaba en condiciones de auxiliar a los trabajadores ni viceversa. Luego del
golpe, el régimen de Uriburu estableció la ley marcial y el estado de sitio, obligando a los
sindicatos comunistas y anarquistas a pasar a la clandestinidad: sus líderes fueron
encarcelados, ejecutados y exiliados gracias a la acción de la recién creada Sección
Especial de la policía. El resto de la actividad sindical se hizo difícil y las empresas lo
aprovecharon para despedir y rebajar salarios, pudiendo hacer poco al respecto los
sindicatos. Ahora bien, en el gobierno existía una segunda tendencia, corporativista que
buscó alguna acción en común con los sindicatos pero siempre éstos subordinados al
Estado. Sin embargo el poder del Departamento Nacional del Trabajo (DNT) era muy
limitado y no contaba con la cooperación plena del resto del gobierno. Todo esto llevó a
que fuera un período sombrío para los sindicatos y los trabajadores reduciéndose el número
de huelgas y sus posibilidades de éxito. La CGT y su sindicato más importante, la Unión
Ferroviaria, buscaron cierta cooperación con el Estado, pero poco pudo hacer y fue
duramente criticada. Además la represión llevó al anarquismo a ser una fuerza marginal y si
el comunismo pudo sobrevivir fue gracias al apoyo partidario, lo que le permitirá resurgir
durante el gobierno de Justo. Con éste último, la situación mejoró rápidamente ya que la
represión se aplacó. Los sindicatos que más crecieron fueron aquellos con conexiones
políticas ayudados por los partidos. Era necesario llamar la atención del gobierno ya que
era un actor fundamental en la negociación con las empresas, pero existía una delgada línea
entre la presión que iba a permitir la intervención y aquella que llevara a la represión, por lo
que los sindicatos se andaban con cuidado. Además los diferentes sectores del gobierno no
siempre trabajaban juntos, mientras que en el interior la situación era más difícil ya que el
DNT sólo tenía jurisdicción sobre la ciudad de Bs As y los territorios nacionales. Por otra
parte, la CGT seguía teniendo preponderancia y dentro de ella la Unión Ferroviaria, siendo
los mayores sindicatos los del transporte y sólo unos pocos obreros industriales estaban
sindicalizados. La disminución de la represión llevó a una intensa ola huelguística como
intentos desesperados de recuperar lo perdido. La respuesta del gobierno dependía de la
centralidad económica del sector, su visibilidad en la opinión y la filiación política de sus
líderes: la mayoría fueron ignoradas, otras reprimidas y unas pocas con una intervención
favorable (ej. Petroleros, comunistas, represión – telefónicos, sindicalistas, intervención). Si
bien esta actitud de dos caras se mantuvo durante todo el período, la mayoría de los
sindicatos tuvieron que enfrentarse a las empresas en un contexto de sobreoferta de mano
de trabajo y una policía que buscaba garantizar el orden, por lo que las huelgas
descendieron. Los sindicatos que lograron un desempeño aceptable durante estos años
iniciales fueron los que tenían conexiones con el Partido Socialista, ya que, mientras la
UCR se abstuviera, el gobierno, sostenido por el fraude, necesitaba del socialismo para
legitimizarse, por lo que intervino en su favor por ejemplo en la Federación de Empleados
de Comercio o la Unión de Obreros Municipales. Pero estos éxitos fueron la excepción ya
que los problemas de la situación económica, un gobierno indiferente y la hostilidad
empresarial hicieron hasta que la UF tuviera dificultades, debiendo pactar reducciones de
salarios para evitar despidos. Esto produjo un descontento en las bases que llevará a la
marginación del grupo sindicalista a favor del “socialista”, cuyo término no debe
confundirnos ya que había miembros del partido en ambos bandos y ambos coincidían en
que los partidos debían mantenerse al margen, era una lucha por el poder. Por otra parte, a
partir del 35, cuando la economía se recupera y crece el número de fábricas y de
trabajadores industriales sindicalizados, la situación daña a los sindicalistas cuya base eran
los obreros calificados, perdiendo posiciones. Esto se reflejó en el interior de la CGT, ya
que la nueva situación no se reflejaba en la estructura del Comité donde seguían dominando
los sindicalistas cada vez más débiles, conflicto desatado también en el interior de la UF,
cuya crisis por el poder en 1935, llevó a la división de la CGT: una en manos de los
sindicalistas con centro en los telefónicos que fueron quedando marginados y formaron la
USA de escasa importancia, y otra en manos socialistas con centro en la UF, a la que se le
sumarán los sindicatos comunistas. A partir de esta etapa de crecimiento económico, los
trabajadores se mostraron más agresivos creciendo el número de huelgas y con demandas
más audaces, así también como las posibilidades de éxitos de las mismas. Se destacaron
entonces los sindicatos comunistas cuyas huelgas tenían dos objetivos: conseguís mejoras
para los trabajadores y expandir el sindicalismo tratando de organizar sindicalmente
sectores enteros de la industria y haciendo progresos entre los textiles, metalúrgicos y la
construcción. Se tornaban ahora importantes los sindicatos cuyos miembros trabajaban en
fábricas (Federación Obrera de la Alimentación, Federación Obrera Nacional de la
Construcción). Ellos consiguieron tales éxitos ya que pusieron los recursos de su partido a
disposición de los trabajadores de las fábricas. También por su reconocimiento del papel
clave que las mujeres tenían en muchas industrias, como la telefónica, que le faltó a los
otros grupos, reclamando los comunistas por igual pago por igual trabajo, la ley de
maternidad o la importancia de las mismas en las tomas de decisiones. Además se
preocuparon por llevar adelante acuerdos por sector sino la competencia y los costos
laborales más altos perjudicarían a los firmantes de acuerdos. Por otra parte también se
vieron favorecidos por el infortunio de los otros grupos: los anarquistas y sindicalistas
estaban marginados y la ayuda del PS a sus sindicatos declinó cuando declinó su
importancia en el sistema político nacional. Todos estos cambios tenían lugar en una
sociedad con tensiones muy fuertes provocadas por el ascenso del fascismo y el nazismo,
así como el espíritu de cooperación de la izquierda en el Frente Popular (PC, PS, UCR),
siendo los comunistas bien vistos por Ortiz como interlocutores responsables. Esto se
fortaleció con la Guerra Civil Española cuando los sindicatos y trabajadores abrazaron la
causa de la república. El clima de cooperación se extendió a dentro de los sindicatos
permitiendo el surgimiento de mayores sindicatos que obligaron a los empresarios y al
gobierno a que se mostraran más favorables a la negociación por más que su posición no
sea estratégica o visible. Era un nuevo tipo de sindicato, precursor del de luego de 1943.
Sin embargo, el clima de cooperación no duró, ya que la atracción por el PC se había
basado en su repudio al fascismo lo que se abandonó con la firma del acuerdo entre Hitler y
Stalin, abandonando el PC sus intentos de colaboración con las otras fuerzas de
centroizquierda y adoptando tácticas muy agresivas contra firmas de USA y Gran Bretaña,
creando un problema con los socialistas, pro aliados, dándose choques dentro del
movimiento obrero. Con la presidencia de Castillo, se retornó al fraude haciendo cada vez
más difícil la actividad sindical y tomando vigorosas políticas anticomunistas. El gobierno
atendió menos al movimiento obrero, cortando todo contacto con los sindicatos comunistas.
La invasión alemana a la URSS produjo un nuevo cambio en el PC, que empezó a asegurar
el abastecimiento aliado, poniendo más empeño en esto que en obtener beneficios para los
trabajadores. Si bien intentaron restablecer la colaboración, la confianza se había perdido y
ya no era posible. Castillo por su parte declaró el estado de sitio y, si bien el hostigamiento
se centró en los comunistas, las restricciones y las peleas internas, dificultaron el
funcionamiento normal de los sindicatos, cayendo el número de reuniones y de
concurrentes. Además el número de trabajadores sindicalizados se mantenía muy bajo con
un claro predominio de la CGT. Dentro de ella, el liderazgo era ejercido aún por la UF,
aunque esto ya no se correspondía con su tamaño relativo generando una oposición interna,
ya que los sindicatos industriales habían crecido mucho. Se destacaron en esta oposición las
figuras de Francisco Pérez Leirós y Ángel Borlenghi, obteniendo el apoyo de todas las
agrupaciones políticas importantes, incluidos los conservadores. Se produjeron verdaderas
trifulcas: de un lado los radicales, comunistas y socialistas más “políticos” y del otro la
jerarquía sindical ferroviaria con algunos aliados. En 1943 se realizó una elección para
elegir autoridades que terminó con triunfo disidente, pero el oficialismo realizó una
maniobra fraudulenta, se volvió a votar y ganó en una nueva votación. Lo que provocó la
reacción opositora y la división de la CGT en CGT1 oficialista y CGT2 opositora. Así,
antes del golpe del 43, las organizaciones sindicales estuvieron ocupadas en sus disputas
internas mientras que la presión policial iba en aumento. Está claro que el movimiento
obrero era más poderoso que en el 30, con sindicatos grandes y fuertes, sin embargo, no
había tenido mucho éxito en auxiliar a los trabajadores y mejorar su situación general. La
convicción de que el papel del Estado era crucial iba creciendo: sólo con el auxilio del
gobierno se podría forzar a los empresarios a hacer concesiones, por lo que la política
asumía gran importancia. La CGT1 deseaba crear algún tipo de partido laborista o de
trabajadores, mientras que la CGT2 pretendía estrechar más los lazos con los partidos de
izquierda existentes. Si no se hubiera producido cambios más dramáticos, es probable que
éste hubiera sido el resultado.
Un proceso importante fue la movilidad social, llegando a desdibujarse alguno de los
límites entre los estratos y mostrando una imagen de una sociedad más abierta y fluida.
Hacia 1930, la impronta de las capas medias era ya bastante notable lo que se hizo visible
en el estilo de vida de la ciudad, con sus expectativas, gustos y conductas propias. Todo
esto fue posible gracias a las transformaciones del sistema educativo y la demanda de
personal calificad, así también como la expansión de la burocracia gubernamental. Otro
rasgo fue la multiplicación del número de propietarios y empleados de pequeños negocios.
A pesar de todo esto, existen aspectos confusos, ya que se sabe poco acerca del número real
de trabajadores que ascendieron socialmente. Además las capas medias crecieron gracias al
aumento de los empleados y los profesionales y sólo en segunda instancia por los pequeños
patronos y comerciantes. Los trabajadores tenían muchas dificultades para adquirir la
educación, habilidades e influencia propia de los sectores medios. La mayoría eran
inmigrantes analfabetos por lo que el ascenso social fue más bien un proceso a largo plazo
donde fueron más bien los hijos o nietos de los inmigrantes los que lo lograron. Otros
factores que también influyeron en el crecimiento fueron la incorporación de inmigrantes
que ya pertenecían a las clases medias en sus países de origen y de los hijos de la élite en un
movimiento inverso de descenso social.
Entre las dos guerras la identidad de los sectores populares urbanos fue modificándose, lo
que se relacionó con los cambios en los niveles y expectativas de vida y con la creciente
influencia social del Estado que dejó de ser visto como un enemigo para pasar a ser un
instrumento para obtener beneficios. La nueva cultura popular se caracterizó por un
pragmatismo de “lo político” que se observa por el reemplazo de la influencia anarquista,
por la radical y socialista. El resurgimiento económico de los años 20 difuminó el activismo
sindical y político más contestatario, declinando el número de huelgas. Esto reforzó la
opinión de que la transformación se debió a unas favorables condiciones de vida con el alza
del nivel de empleo y salario, complementado por una legislación laboral (x ej. Jornada de
8 horas). Pero no hay que exagerar, ya que hay matices a esta visión optimista como
considerar la inflación y las oscilaciones económicas. Al inicio de los gobiernos radicales,
la depresión causó desempleo y mucha inflación por los precios de las materias primas
importadas y la demanda externa. El costo de vida fue alto hasta 1920 para luego bajar
hasta el 30, lo mismo sucedió con los salarios, primero a la baja y luego recuperándose. Lo
seguro es que la inflación fue el principal enemigo durante el período para los sectores
populares. La UCR, estaba en una situación complicada ya que sus principales apoyos
provenían de los sectores medios y populares debido a su gasto público, pudiendo salir con
cierto éxito con cierto oportunismo y medidas coyunturales. La crisis del 30 puso coto a la
mejora de los sectores populares aumentando la desocupación y surgiendo asentamientos
precarios como “Villa Desocupación” así también como “ollas populares”, claros indicios
del deterioro. Los salarios se reducían y el costo de vida aumentaba, mientras que la
inmigración europea se detuvo, produciéndose una “argentinización” de los sectores
populares. Los migrantes internos comenzaron a adquirir una importancia creciente y si la
población de Buenos Aires creció en esta época, se debió en gran parte a ellos. También se
destaca de una variación de la composición por sexos pasando del predominio masculino
por la inmigración previa, al femenino. Además hay que destacar el cambio en la
distribución por edades y en los 30 los jóvenes adultos dominaban la ciudad imprimiéndole
su tono vital. Los efectos de la educación pública había disminuido el número de
analfabetos y un mayor número de personas se encontraban en condiciones de acceder a
capacitaciones requeridas por un mercado de trabajo que buscaba empleados
administrativos y profesionales, provocando otro rasgo característico de los sectores
populares, su avidez por capacitarse. Otro proceso que contribuyó a la transformación fue
la formación de numerosos nuevos barrios como Almagro, Caballito, Palermo, en un
fenómeno de desconcentración de los sectores populares iniciado a principios de siglo. Esto
fue promovido por varios factores como los medios de transporte con la aparición del
tranvía eléctrico, la ampliación y mejora del subte y el colectivo, que acercaron a la
periferia al centro. También los remates en cuotas mensuales de los lotes que les
permitieron a muchas familias poder acceder a los mismos. Otro factor fue la instalación de
fábricas y talleres en las afueras, expandiéndose la luz eléctrica y la superficie pavimentada.
Esto le permitió a los sectores adquirir viviendas propias, contribuyendo a la visión
optimista de la suerte de estos sectores. Sin embargo no hay que exagerar ya que también
hubo decepciones por la precariedad de los materiales disponibles o el loteo de áreas no
aptas para la construcción. Ahora bien, el fenómeno de los nuevos barrios y las viviendas
propias afectó las pautas de sociabilidad de los sectores populares coexistiendo la nueva
privacidad adquirida con un movimiento hacia afuera, en la calle, el café, el almacén,
intentando reproducir la sociabilidad de los conventillos y de sus propios pueblos de origen.
Estos nuevos barrios se convirtieron también en ambientes de ocio popular y comenzaron a
surgir ámbitos de sociabilidad institucionalizada como clubes, sociedades, comités, etc.
Como aún las viviendas estaban muy espaciadas, fueron sociedades en construcción donde
las necesidades de los primeros habitantes impulsaron la acción colectiva, asociativa, de
manera febril y al inicio espontánea. Estas asociaciones se convirtieron en características de
los respectivos vecindarios, dotando a los sectores populares de una zona determinada de
una identidad específica. Si bien al principio tenían unos amplios objetivos con actividades
de todo tipo, en la década de los 30 se fueron haciendo más específicas pudiendo
diferenciar aquellas con el objetivo de mejoras urbanas y otras con fines sociales,
deportivos o culturales. Se destacaron las bibliotecas barriales, que cumplieron una labor
amplia con actividades culturales, recreativas y deportivas, con una serie de conferencias,
donde el vecino se volcaba masivamente, de una temática variada y que también incluían
conciertos, obras de teatro y bailes. Estos eventos adquirieron un valor simbólico ya que se
los consideraba como elementos de progreso colectivo y ámbitos de participación. También
sirvieron, al darse en un lugar de amalgama social, donde los sectores populares se fundían
con los estratos medios, para hacer surgir una diferenciación en el seno de los barrios
mismos, con la emergencia de unas “élites barriales” donde se percibía esa impronta de los
sectores medios. La cultura popular iba adquiriendo así sus rasgos cada vez más nítidos:
solidaridad, participación y heterogeneidad social. Frente a la política, éstos sectores
dejaron de ver al Estado como el enemigo y pasó a ser visto como un ámbito del cual
obtener ventajas y beneficios. Cuando el Concejo Deliberante pasó a estar controlado por
radicales y socialistas, representantes de los sectores populares, cambió su naturaleza y sus
prácticas, siendo habitual que los concejales salieran a los barrios donde tenían sus
caudillos locales, a hablar con los vecinos y a saber sus inquietudes. Con el golpe del 30,
esta apertura y esta participación de cortaron de cuajo y el movimiento vecinal popular se
dividió en forma drástica entre los que simpatizaban con la visión corporativa de Uriburu y
los que no, entrando en una profunda crisis. Por último podemos destacar un conjunto de
prácticas que adquirieron un profundo valor simbólico, destacándose el mundo de los
deportes, sobre todo el fútbol. La mejora de los ingresos y del tiempo libre de los
trabajadores con la difusión de la radio, fueron claves en este sentido. Con la
profesionalización de la práctica deportiva, comienza a destacarse el carácter heroico,
nacional y de gesta, el amor por los colores, así como el surgimiento del “ídolo” popular,
arquetipo de lo que se debía emular. Los clubes barriales se convirtieron en símbolos
locales y de pertenencia barrial, pero poco a poco se fue nacionalizando la situación debido
al papel de la radio y del propio Estado que veía al deporte como un importante mecanismo
de control, convirtiendo a estos sectores populares en “público”.
9.3: La crisis del liberalismo. Las vertientes nacionalistas. La Iglesia y la cuestión social.
Uno de los grandes debates que comenzaron ya durante la década del 20 fue la cuestión de
la viabilidad y conveniencia del régimen liberal-democrático. Se puede suponer que la
estabilidad de la misma descansaba sobre la vigencia de la Argentina como proveedora de
productos primarios, algo que se confirma ya que, a pesar de los cuestionamientos, no hubo
actos conspirativos importantes hasta la crisis mundial de 1929 que mostró los límites de
este proyecto. Los planteos revulsivos, sobre todo de las derechas y los nacionalismos
autoritarios, alcanzaron su cenit con la reelección de Yirigoyen en 1928. Durante ese
“período preparativo” se destaca el viraje hacia esas posiciones de sectores no
conservadores como el Antipersonalismo y el PSI, así también como de intelectuales y de
sectores del Ejército. Tanto el Antipersonalismo como el PSI tuvieron sólo un giro
oportunista hacia posiciones antidemocráticas, con la expectativa de que con una nueva
convocatoria electoral, adquirieran mayor poder. No renegaban de la capacidad educadora
de la democracia liberal, sino que pensaban que la demagogia yrigoyenista la había
corrompido, por lo que se necesitaba una purga en la cabeza para retomar el camino
correcto. Es por ello que no adhirieron a los deseos de Uriburu de reforma constitucional y
de una sociedad corporativa, sino que se apegaron al constitucionalismo de Justo. El golpe
del 30 fue una versión autóctona y original de la crisis del modelo demoliberal que cruzaba
todo el Occidente, ya que se impugnaba al gobierno afirmando los mismos principios que
lo sostenían, la Constitución y la Ley Sáenz Peña, y no, como sucedía en Europa, se
descartaba globalmente el sistema. En definitiva, la UCR era la culpable de las deficiencias
que en otras partes se atribuían al sistema liberal. El otro sector cuestionador del régimen
democrático fue aquél de donde se sustentó Uriburu: el nacionalismo, siendo sus
principales figuras el propio Uriburu, Lugones e Ibarguren, sus organizaciones la Liga
Republicana, la Legión de Mayo, la Liga Patriótica Argentina y los Cursos de Cultura
Católica, sus publicaciones La Nueva República, La Fronda y la católica Criterio. Lugones
fue el primer argentino no izquierdista en impugnar la democracia y dos acontecimiento
marcan su giro a la derecha: la Revolución Rusa y la Semana Trágica, es decir, las dos
cuestiones que los nacionalistas consideraban las más graves, el “peligro rojo” y el “peligro
demagógico”, en complicidad este último con Yrigoyen. El mismo tenía algunas
divergencias con los jóvenes intelectuales derechistas como su fuerte ateísmo contra el
acendrado catolicismo de aquellos. Además Lugones creía que no bastaba con derrocar a
Yrigoyen, sino que había que reemplazar todo el sistema demoliberal por otro basado en
corporaciones, siendo su modelo el fascismo italiano. La tiranía de las masas debía ser
reemplazada por un gobierno de los más inteligentes, sostenido por el Ejército. Esto llevó a
Lugones a convertirse en la principal fuente de Uriburu, el cual pretendía revisar las
disposiciones institucionales sobre las que se asentaba el régimen derrocado: el sistema
electoral y la propia Constitución Nacional, con el voto calificado y el reemplazo del
sistema que descansaba en el individuo y los partidos, por uno que lo hiciera en las
corporaciones y la comunidad. Una especie de “fascismo criollo”, que tomó del modelo
europeo el militarismo pero dejó afuera la movilización de las masas. Los jóvenes de La
Nueva República por su parte, seguidores de Maurras, no explicitaban una alternativa por
construir en sustitución de la democracia liberal que tanto denostaban, si bien sentían
simpatías por Primo de Rivera y Mussolini, no tenían una fórmula acabada. Sus principales
figuras fueron los hermanos Irazusta, Carulla y Ernesto Palacio quién expresaba la
necesidad de construir una sociedad basada en tres principios: orden, jerarquía y autoridad.
Compartían algunas ideas básicas: catolicismo, maurranismo, elitismo y odio visceral por la
democracia. Luego del golpe del 30, Uriburu y sus seguidores fueron derrotados por el
sector de Justo. Sin embargo, el nacionalismo extremista comenzó a anidar en el seno del
ejército gracias a la acción de la Iglesia y monseñor Capello, inculcándoles una visión del
mundo antiliberal, integrista, corporativa, nacionalista, antisemita, autoritaria,
antidemocrática y antiparlamentaria, alternativa atractiva frente a la crisis mundial del
liberalismo. La guerra civil española contribuyó a este amalgamiento entre la cruz y la
espada en nombre de los mismos valores. El conflicto desatado entre Ortiz y Justo
posibilitó la organización y el ascenso de sectores nacionalistas alentados por éste último
que pretendía dividir para gobernar. Con la muerte de Justo, los militares nacionalistas ya
habían tomado demasiado poder y finalmente terminarían realizando un golpe de estado en
1943, llegando al poder.
9.4: Nuevas expresiones en el campo historiográfico. El revisionismo histórico.
En la década de los 30, la presencia del pasado era muy fuerte. El calendario de la liturgia
patriótica iba tomando una forma acabada, así como las características materiales de los
símbolos patrios, gracias al esfuerzo estatal. Todo con el objetivo de afianzar la cohesión
social y los sentimientos de nacionalidad. Tanto los historiadores, el Estado y los partidos
políticos parecían entender que el pasado podía tener alguna eficacia sobre la situación
presente, pero las diferentes interpretaciones e imágenes no fueron nítidas. Pero también
había certezas compartidas: los historiadores estaban convencidos de que la suya era una
empresa “científica y patriótica” cuyo objetivo era indagar el “alma de la nación”; y los
funcionarios confiaban en que la enseñanza de la historia fortalecería entre los sectores
populares el sentimiento patriótico; todos coincidían que era el gaucho el tipo social
representativo de la nacionalidad; los partidos por su parte cada uno proclamaba nutrirse de
la auténtica tradición nacional. En la década del 30 la mayoría de las identidades partidarias
estaba en construcción a cargo de los intelectuales. A su vez, las situaciones coyunturales
locales e internacionales impulsaban modificaciones en las actitudes de los partidos. El
ejemplo más claro era el del Partido Comunista que pasó de una estrategia de clase contra
clase a un antiimperialismo vehemente y luego a la unión democrática contra el fascismo.
Esto tuvo una importante influencia en los modos que leían la historia de la sociedad. La
UCR tenía una visión del pasado nacional que se acomodaba a la tradicional con alguna
modificación: Mayo era el momento fundacional, Rosas era criticado por dictador, se
reivindicaba la organización nacional del roquismo. Creían en el enlace del partido con la
historia nacional, la historia de su agrupación se enlazaba con la historia de la nación: así
por ejemplo su espíritu estaba presente en Mayo con Moreno. La izquierda por su parte
estaba sacudida por los debates entre los partidos que la conformaban sin lograr una
interpretación compartida. Para el comunismo, Mayo y los próceres de la revolución como
San Martín, Alberdi, Urquiza, Rosas, continuaron con el feudalismo colonial en la
Argentina, propiciando un régimen de orden. El socialismo buscó construir una tradición
nacional con la cual filiarse, destacando las figuras de San Martín, Rivadavia, Alberdi,
Sarmiento y considerando a Mayo como el germen de la democracia futura. También se
destaca la búsqueda de la administración justista por instaurar un nuevo culto al héroe, San
Martín, con la creación del instituto Sanmartiniano o el establecimiento del feriado del 17
de Agosto, estableciéndolo como modelo de nacionalidad. Durante la 2GM se dio un
movimiento importante en la izquierda con el ascenso de la figura del intelectual empeñado
en la construcción de interpretaciones históricas. De esta manera, los comunistas, por una
decisión político-cultural, comenzaron a precisar, y rectificar, la explicación del proceso
histórico argentino, ya que la necesidad de la integración en la comunidad política nacional
se hacía evidente, con su propia versión del pasado nacional. También los nacionalistas
reinterpretaban el pasado aunque sus grupos eran variados y con orígenes distintos que iban
desde el antisemitismo, pasando por el conservadurismo republicano hasta el fascismo. Se
destacó la figura de Rosas tomada por los futuros revisionistas. En definitiva las imágenes
del pasado nacional de los grupos políticos, no eran estables y claras pero nadie dudaba de
que el debate sobre el pasado era un elemento central para la polémica política y en el valor
de hacer circular sus representaciones de la historia nacional entre la sociedad.
Ya durante los años de la Gran Guerra los intelectuales dedicados a la historia se esforzaron
por deslindar el campo que les era propio, creando nuevas instituciones dedicadas a la
formación de los historiadores, estableciendo una disciplina profesionalizada. Los
integrantes de la Nueva Escuela Histórica como, Ravignani o Levene, fueron quienes
organizaron la versión local de la historia profesional. En la década de los 30 tuvo lugar la
consolidación de sus redes e instituciones y una mayor aproximación al Estado. Sin
embargo, esta profesionalización tenía límites severos: así la Nueva Escuela se encontraba
atravesada por una disputa institucional entre la Academia Nacional de la Historia con
Levene y el Instituto de Investigaciones Históricas con Ravignani. Las mismas, junto con
otro amplio grupo de Aociaciones, Sociedades, Juntas, etc., competían por los recursos
estatales y los vínculos con el exterior. En muchas se reunían individuos con algún interés
por los asuntos históricos que no cubrían los requisitos metodológicos pero estaban más al
alcance del público que los textos de la historia académica. La competencia por los recursos
y el reconocimiento estatal se terminó decantando por la Junta de Historia y Numismática,
transformada en la Academia Nacional de la Historia. En la segunda mitad del período, la
lenta aparición del revisionismo fue otro de los fenómenos importantes, con la fundación
del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas en 1938 y destacándose
las figuras de los hermanos Irazusta o de Carlos Ibarguren. El mismo se dio en una
coyuntura donde las posiciones nacionalistas y clericales ganaban espacio por lo que su
fundación es inseparable de dicho avance. La defensa de Rosas y la impugnación del orden
de luego de Caseros fueron sus frentes de batalla más característicos, sin embargo
presentaban diferentes interpretaciones: desde los que defendían a un Rosas que gobernó en
beneficio de las clases propietarias hasta quiénes lo hacían de un Rosas a favor de quien
trabajaba la tierra, una especie de “derecha rosista” e “izquierda rosista”. A pesar de esto
los argumentos de la defensa de la soberanía nacional frente a las pretensiones extranjeras y
la consolidación de la unidad nacional gracias a la acción de Rosas estaban muy
extendidos. Al mismo tiempo diseñaba un adversario: la Historia de la Nación Argentina de
Levene fue convertida por el revisionismo en el monumento de la historia oficial, y se
desarrolló una imagen de una lucha entre la “historia oficial”, un bloque sin fisuras, y sus
impugnadores, otro conjunto que se pretendía uniforme. Los revisionistas disponían además
de los instrumentos de legitimación en el campo intelectual: reconocimiento, premios,
apellidos, relaciones con el poder, etc., además de que todos ellos ocupaban lugares
relativamente cómodos en el campo intelectual. Por eso, el revisionismo se organizó en
torno a uno de los núcleos de la cultura admitida, la de vocación conservadora. La
tolerancia que el mundo cultural le demostró revela que no se hallaba articulado alrededor
de un único eje liberal-democrático, que repudiara a quienes plantearan la discusión del
pasado desde posiciones autoritarias. Si bien el revisionismo tuvo una posición mucho más
débil en las instituciones de la historia profesional, había muchas participaciones cruzadas
entre sus miembros. Por otra parte, también recurría a los mismos procedimientos que
utilizaban los demás grupos: institutos, revistas y libros, conferencias, conmemoración de
las fechas clásicas y asistían a las invitaciones de los poderes públicos. Mientras, los
historiadores no revisionistas tenían sus precauciones ya que sostenían que el grupo
subordinaba la tarea científica a motivos políticos. El revisionismo admitía esto sólo
parcialmente ya que reconocía que la suya era una empresa política pero insistía en que la
violación de las reglas metodológicas había sido producida por los otros. Quedaba
pendiente un objetivo alcanzado sólo luego de la caída del peronismo que era la conquista
del público.

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