5.1: El partido radical durante el liderazgo de Yrigoyen. Al principio del S XX, la escena política nacional cambió y se caracterizó por su fragmentación, con la división dentro del PAN y el surgimiento y crecimiento de partidos nuevos. Dentro del PAN, la escisión de Carlos Pellegrini llevó a Figueroa Alcorta a una campaña para desmantelar los últimos bastiones roquistas mediante la intervención federal y el fraude electoral. La UCR por su parte se dispersó y su estructura partidaria se derrumbó. Algunos, antiguos partidarios de Alem, ahora cerca de Bernardo de Irigoyen, se unieron al PAN en Buenos Aires y llevaron a Marcelino Ugarte a la gobernación. Otros se unieron al Partido Republicano de Mitre. Lisandro de la Torre por su parte fundó la Liga del Sur. La supervivencia de la UCR fue principalmente obra de Hipólito Yrigoyen y su círculo, los cuales emprendieron la reorganización partidaria y la formación de un Comité Nacional. Para ello, Yrigoyen acudió a la simbología de la UCR original: un lenguaje similar con demandas por el retorno de los derechos y libertades de la Constitución, de la vida cívica y la austeridad democrática, atacando la corrupción del gobierno e invocando la imagen de Alem. También acudió a la revolución y estallaron una serie de levantamientos cívicos-militares en Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mendoza en 1905. Si bien fueron derrotados, le dieron una nueva fuerza a la reorganización del partido. Con estos símbolos sagrados de la vieja UCR, mostró una imagen de continuidad con la agrupación inicial, disimulando las tensiones. Pero también había algunos rasgos novedosos como el estilo de liderazgo que contrastó con Alem ya que Yrigoyen esquivaba el acto público y los discursos. Por otra parte demostró mejores condiciones para la organización partidaria ejerciendo un estricto y eficiente control, lo que le valió el apodo de “el Peludo”. También hubo nuevo lenguaje y contenido: se acusó al gobierno de derrochar la riqueza del país, de la gran deuda y del estancamiento del crecimiento demográfico, guardando las banderas del librecambio. Si bien esto provocó renuncias y grietas internas, Yrigoyen tenía clara la misión del partido, una misión identificada directamente con la grandeza de la Nación, en la que no podían existir partidismos ni particularismos. Otra diferencia fue la abstención electoral, argumentando la ausencia de garantías para una competencia limpia, sólo revocada cuando Roque Sáenz Peña prometió la reforma electoral que disponía la triple intención de terminar con la corrupción electoral, dar lugar a la oposición y una mayor participación de los ciudadanos. Las incipientes victorias electorales, lo llevaron a competir por las elecciones presidenciales de 1916. Allí demostró una excelente organización y un sistema de alianzas provinciales, lo que le llevó a acceder a la presidencia, poniendo fin a la etapa de la UCR como partido opositor. 5.2: La presidencia de Yrigoyen. Redefinición del rol del Estado. La relación con los gobiernos provinciales. En 1916 Yrigoyen accede a la presidencia iniciando un ciclo donde las leyes electorales de 1912 rigieron los comicios en la Argentina, así también como uno donde la UCR fue imbatible en el ámbito nacional. El mismo se cerró en 1930 cuando el general Uriburu realizó un golpe de estado con el apoyo de las FFAA, la oposición, la prensa y la opinión pública. Ahora bien, el núcleo del conflicto durante el período fue entre radicalismo y conservadores del antiguo orden, donde desempeñaron un papel muy importante las imágenes. Yrigoyen, del mismo modo que manejaba el partido, lo hacía con el Estado, con un tipo peculiar de conducción: sin pronunciar grandes discursos, más proclive a la charla individual e íntima, críptico en sus escritos, con una imagen sobria y austera, fue objeto de devoción por parte de amplios grupos populares. Para él, la UCR era algo más que un partido político, los cuales eran agrupaciones efímeras con intereses sectoriales. En cambio, la UCR era concebida como la expresión de la nación misma, de toda ella, aproximándola a otra entidad: el pueblo. Su programa de gobierno era la Constitución Nacional y Alvear luego dirá que “ser radical es ser dos veces argentino”. La certeza de constituir la “causa” de la nación frente al “régimen” era la pieza central de la identidad radical. Los conservadores por su parte, pensaban que posición social y educación debían gobernar. Para ellos el proceso de transformación social con su urbanización, conflicto social y gran presencia de inmigrantes, era un fenómeno peligroso al que sumaban la derrota electoral de 1916. Pero con la UCR no se da un cambio violentísimo en este plano, ya que la dirigencia radical tenía procedencias sociales muy semejantes a las de los miembros del régimen, aunque también los había de otros orígenes como hijos de inmigrantes. Otra nota negativa destacada por los opositores fue la ruptura de las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, ya que no enviaba a sus ministros a las interpelaciones, no asistía a las aperturas de sesiones y desconocía con frecuencia las disposiciones del Congreso. Para los radicales, la ineficacia parlamentaria era producto del obstruccionismo de la oposición, mientras que para ésta, el problema residía en que las rencillas internas de la UCR se trasladaban a las Cámaras y por la sujeción del partido al gobierno. Criticaban el permanente avallasamiento de sus fueros y tildaban al presidente de irrespetuoso, arrogante y soberbio. Además de los puntos ya citados, otra fuente de debate fue la gran cantidad de intervenciones federales por decreto en los momentos de receso legislativo, dando lugar al debate de donde residía la soberanía, que para la oposición se encontraba en el Parlamento, representante directo del pueblo. Mientras la UCR esgrimía el principio de la supremacía de la voluntad popular sobre el de la división de poderes. Toda esta situación llevó a 3 pedidos de juicio político al presidente durante el período. El radicalismo debió afrontar también el paso de un partido de oposición a uno de gobierno, debiendo someterse regularmente a elecciones y asumir responsabilidades de gestión, pero apenas había dirigentes entre sus filas entrenados en el manejo de la administración. A esta situación hay que sumarle la situación económica en la cual la guerra había impactado de lleno. La baja del comercio internacional provocó la caída de exportaciones e importaciones, para luego repuntar las primeras, dejando una balanza comercial positiva, pero resintiendo a la administración que se sustentaba con los impuestos a las importaciones. Por esto Yrigoyen presentó un proyecto de impuesto a los ingresos personales pero no se trató. Los salarios cayeron y se produjo un proceso inflacionario que llevó al gobierno a vender la “carne radical” y el “pan radical” más baratos. Precisamente en cuanto a la cuestión social, Yrigoyen intentó ubicar al gobierno como árbitro frente a los conflictos obreros recibiendo delegaciones sindicales, atendiendo sus reclamos y negándose a reprimir. Esa actitud fue fuertemente criticada por los conservadores, que le marcaban su debilidad respecto al orden social. Esta estrategia tendría su final en la Semana Trágica de 1919 y en los episodios de La Forestal y la Patagonia en 1921, que llevaron al gobierno a colocarse en un punto medio entre represión y negociación. La relación de los gobiernos radicales con los de las provincias fue muy conflictiva y giró en torno a un instrumento constitucional del poder central que fue la intervención federal. El propio Yrigoyen aseguraba que “las autonomías son de los pueblos y no de los gobiernos”, y que su gobierno tenía la misión de reparación, para lo cual fue plebiscitado y por lo tanto también debía imponerse en los estados federales. Así, la reparación incluía dar a los estados sus gobiernos “verdaderos”, para luego ser amparados y sus leyes respetadas. Las intervenciones iban a las provincias para restaurar las autonomías provinciales, para superar el vicio, el desorden y la corrupción y a restablecer la justicia. Para la oposición sin embargo, éstas eran actos de violencia, de exclusivismo partidista y para la construcción de un vasto imperio personal del presidente. Durante su primer mandato, se dictaron 19 intervenciones, todas las provincias, excepto Santa Fe, fueron intervenidas, tanto las gobernadas por conservadores, como las gobernadas por los propios radicales. La excusa para el primer caso respondía a la legitimidad, ya que argüían que habían sido elegidos en elecciones fraudulentas, mientras que para las segundas, en general el motivo era un conflicto entre poderes. Paralelamente, en las provincias intervenidas, el radicalismo local se dividía y las distintas facciones denunciaban parcialidad en el comportamiento de la intervención. Alvear por su parte intentó diferenciarse en este respecto, incluso presentando un proyecto de reforma parcial de la Constitución para establecer la elección directa de los senadores, y así intentar desatar uno de los nudos de conflictos entre gobierno nacional y provincial y motivo frecuente de intervención, pero el proyecto no se trató. Con el segundo gobierno de Yrigoyen, los argumentos se extremaron: el equilibrio ente gobierno y pueblo está por encima del principio federal. A tal punto que se votaron 4 intervenciones en 4 días, a puertas cerradas para sostener el quórum. Al principio de su mandato sólo 3 provincias eran gobernadas por radicales y al final del mismo, todas ellas tenían gobernadores de la UCR. 5.3: Radicales, conservadores, socialistas y comunistas frente a la guerra mundial. La neutralidad fue declarada el 4 de agosto de 1914, apenas comenzada la guerra en Europa, por el gobierno de Victorino de la Plaza, y fue despectivamente definida por el líder radical Hipólito Yrigoyen como "pasiva y claudicante", basándose para utilizar estos calificativos en la pasividad oficial frente a graves cuestiones como el fusilamiento del cónsul argentino en Bélgica por tropas alemanas y el apresamiento del buque argentino Presidente Mitre por parte de la armada inglesa. No obstante, al llegar Yrigoyen al poder en 1916 la neutralidad se mantuvo, aunque el nuevo mandatario la calificó de "activa y altiva" definiendo la política internacional argentina frente a la guerra de acuerdo con dos ejes: a) garantía de la neutralidad proclamada, y b) respeto de los derechos de libertad e independencia de los estados neutrales, naturales a la condición de estados soberanos. Pronto esto provocó roces con USA que presionó para que el país abandonara la neutralidad a favor de la causa de la Entente. Sin embargo Yrigoyen no reconocía que existiesen razones geográficas, comerciales o políticas suficientes para que la Argentina rompiese relaciones con Alemania, un importante socio comercial del país. Mucho se debatió sobre otras razones tras esta neutralidad, además de las económicas, como por ejemplo una mayor simpatía por Alemania que por USA o Gran Bretaña o incluso el hecho de que el ejército argentino se formara bajo el modelo y colaboración del alemán, lo que provocaba una simpatía por parte de muchos oficiales hacia este país europeo. Incluso puede guardar relación con la particular visión de las relaciones internacionales que tenía Yrigoyen, teñidas de convicciones moralistas y principistas provenientes del krausismo. La prédica nacionalista, latinoamericanista y neutralista que caracterizó a la política exterior de Yrigoyen tuvo por principal móvil aumentar el prestigio externo de la Argentina, construyendo una imagen de país con independencia de acción y ungido de una postura moral. Sin embargo, la tesis económica parece ser la que más se acerca a la realidad o bien la más importante. Por su parte el socialismo y su líder Juan B. Justo caracterizaban la guerra como una gran tragedia, un golpe al progreso. La misma era consecuencia de la falta de desarrollo, de la desigualdad en la evolución de las diversas partes componentes del organismo social, de los "intereses de casta, de clase o de dinastía. Entonces si la guerra era consecuencia de los elementos arcaicos que sobrevivían en Europa, y en particular de los odios dinásticos y los regímenes políticos menos democráticos, la figura del imperialismo y el militarismo alemanes comenzó a ser vislumbrada como el principal responsable de ella. No podía ponerse un signo igual entre las reacciones bélicas de las potencias centrales y las de los aliados, cuya entrada en la guerra era considerada defensiva. Sin embargo no estaban dadas las condiciones para plantear la ruptura de relaciones con las potencias centrales, y en ese sentido planteaba la necesidad de mantener una neutralidad "vigilante y consciente". A pesar de las divergencias al interior del partido, hacia fines de 1914 ya comienza a cobrar un carácter más definido el posicionamiento en favor del bloque de los aliados y en contra de Alemania y Austria-Hungría, el cual se va a producir apelando en forma cada vez más recurrente a un argumento: la reivindicación del libre comercio. Esta posición proaliados seguirá profundizándose hasta que desencadene la ruptura del partido, con la escisión del Partido Socialista Internacional, convertido luego en el Partido Comunista. 5.4: La Reforma Universitaria. Los procesos de urbanización y de tercierización tuvieron una importante influencia en la expansión de la educación y en su forma. Gran impulso le dio también la llamada Generación del 80 que estimuló la educación primaria para homogeneizar a la población y la media para formar al personal de la función pública. El analfabetismo a comienzo de la época radical había descendido profundamente. Todo esto sin embargo, no era uniforme en todo el país, siendo los centros urbanos más importantes como Capital Federal y Rosario los que tenían más alta participación en la educación media por la expansión del comercio y los servicios. Por su parte, el mundo universitario de la época se destacaba por su tradicionalismo y su inmovilismo, como toda corporación buscaba excluir a otros grupos sociales. Su fracaso sin embargo, estuvo influenciado por la transformación social provocada por el ascenso económico de vastos sectores que luego demandaron una participación mayor en los espacios político, social y cultural. Con la ampliación de la participación política gracias a la Ley Sáenz Peña, llegó al gobierno la UCR que representaba mayoritariamente a los sectores medios, mientras que los grupos tradicionales seguían dominando el Parlamento, el Poder Judicial y la Universidad. Ésta última era un objetivo para los grupos en ascenso y un bastión para los tradicionales. Estadísticamente la educación universitaria también había ido expandiéndose gracias al acceso a la misma de grupos que habían amasado fortuna con el trabajo y buscaban con un diploma un prestigio social. A pesar de los intentos de los gobiernos conservadores de frenar este avance mediante proyectos de reforma o la creación de nuevas instituciones o carreras, todo fue rechazado por la sociedad. En la década de 1910, existían 3 universidades en la Argentina: Córdoba, Buenos Aires y La Plata, a la que se sumaría en 1921 la Universidad de Tucumán, mientras que en Santa Fe existía una provincial, nacionalizada luego de la Reforma. Las dos primeras responden a la primacía de sus ciudades como centros políticos, mientras que el resto son el resultado de las presiones de los sectores dominantes de esas provincias para insertarse en el mundo universitario, y fueron creadas con un esquema diferente, con muchas carreras nuevas de carácter científico-técnico. La Universidad de Córdoba, tuvo desde sus orígenes una orientación teológica, con un fuerte carácter aristocrático, producto del clericalismo cordobés. La de Buenos Aires, si bien más ligada a las influencias de las vanguardias europeas, se encontraba también estancada a principios de siglo. La Universidad de La Plata, producto del pensamiento de Joaquín V. González, y la de Tucumán, de Juan B. Terán, estuvieron destinadas a la formación de profesionales de la ciencia y la técnica. Sin embargo, este esfuerzo por lograr una diversificación de carreras, no se vio acompañado por la sociedad que siguió prefiriendo carreras como abogacía o medicina, ya que el capitalismo dependiente no necesitaba el desarrollo de las profesiones “modernas”. Además eran los propios abogados los encargados de crear los instrumentos de control político para la reproducción de este sistema, por lo que no buscaron la modernización de la misma. Sin embargo, la irrupción de los sectores medios derrumbó dicho muro de contención. Dos órdenes de problemas se encontró la universidad a principio de siglo: los relativos a la enseñanza y aquellos relacionados con el gobierno universitario. En cuanto al primero, se destaca la ausencia de criterio experimental y de un profesorado competente. Los “estamentos” universitarios buscaban defender el “honor social” como forma de diferenciación, y dicho honor radicaba en los estudios clásicos. Lo cual se sumaba la escasa capacitación del profesorado que se limitaba a repetir manuales sin contemplar la actualización del conocimiento. Así, las instituciones eran espacios de transmisión ritual de asignaturas, al que hay que agregar la falta de espacio y de recursos. Con respecto al gobierno universitario, los reclamos se orientaban hacia una ampliación de la participación en los órganos respectivos, reservados a los miembros de las Academias, especie de oligarquía del saber, con cargos vitalicios, lo que les quitaba dinamismo y renovación de ideas y procedimientos. Las primeras voces que se alzaron contra esto procedieron de la Universidad de Córdoba, donde en 1918 se creó el Comité Pro Reforma Universitaria, aunque desde principio de siglo se habían venido produciendo enfrentamientos entre los estudiantes y las autoridades. Las banderas de docencia libre, nuevo sistema de exámenes y disminución de los aranceles, perseguían el objetivo de la desaparición de las Academias y de ampliación de la base social. En 1906, se reformaron los Estatutos aboliendo las Academias, pero esto estuvo limitado a la UBA. En 1908 se creó la FUBA, primer intento de organización del movimiento estudiantil, y siguieron los pedidos de democratización universitaria que incluyera la representación estudiantil. La reforma universitaria era ineludible, promovida por los estudiantes e incluso algunos profesores y graduados, llegando incluso a entrar en el Congreso aunque ningún proyecto llegó a concretarse. El conflicto desencadenante sucedió entonces en Córdoba. A fines de 1917, los centros de estudiantes protestaron por unos temas menores y al no conseguir respuesta constituyeron el Comité Pro Ref. Univ. Que declaró una huelga, el Consejo Superior clausuró la universidad y el Comité pidió la intervención del gobierno. Yrigoyen mandó entonces como interventor a José Nicolás Matienzo quién presentó un proyecto de reformas aprobadas por decreto presidencial en Mayo del 18. El mismo proponía la participación del cuerpo de profesores en la elección de concejeros y de rector. Todo este proceso debe entenderse en un contexto de disputa entre el viejo régimen y el movimiento liderado por Yrigoyen que buscaba hacer pie en una institución eminentemente oligárquica, en la cual la reforma fue fuertemente resistida. Agrupándose los reformistas en la FUA y los antirreformistas en el Comité Pro Defensa de la Universidad y en los centros católicos de estudiantes. Se convocó entonces a la Asamblea Universitaria para nombrar al nuevo rector, pero ninguno tuvo la necesaria mayoría. Ante una nueva Asamblea y el triunfo del candidato conservador, los estudiantes irrumpieron violentamente, se constituyeron en Asamblea y convocaron a una huelga general. Se realizaron entonces marchas y concentraciones con amplio apoyo de la comunidad. Se dio entonces una nueva intervención por parte del propio ministro Salinas, quien reorganizó aspectos administrativos y docentes, instaurando el régimen democrático en la universidad, otorgando la participación estudiantil en la composición del gobierno universitario, así también como reformas en la enseñanza, con la asistencia voluntaria y la docencia libre. Con las nuevas elecciones, triunfó el movimiento estudiantil, hasta que con Uriburu las fuerzas antirreformistas volverían a adueñarse de la universidad. 5.5: La gestión de Alvear. La fractura del Radicalismo. Marcelo T. de Alvear pertenecía a una rica familia y había sido un radical de los primeros tiempos. Cuando Yrigoyen llegó a la presidencia fue nombrado ministro plenipotenciario en París y, a pesar de diferencias con el mismo, los unían antiguos lazos de afecto. Cuando comenzaron las negociaciones para definir la candidatura para las elecciones de 1922, Yrigoyen fue quién definió la cuestión a favor de Alvear. En cuanto a su gestión, Alvear creóen 1927 la Fábrica Nacional de Aviones de Córdoba y colocó al frente de YPF al general Mosconi, la preocupación militar por cuestiones industriales asociadas a la defensa nacional determinó esas decisiones. Además buscó, al igual que Yrigoyen, la creación de un impuesto a los bienes personales, pero no recibió tratamiento. Por otra parte, impulsó la sanción de varias leyes laborales como la regulación del trabajo infantil y femenino, o el descanso dominical. Intervino también en un conflicto entre los ingenios tucumanos y los cañeros y obreros en virtud de la huelga cañera de 1927. El llamado Laudo Alvear devino en la creación de una entidad provincial para tratar los conflictos en el futuro y mostró cierta tendencia a reconocer los reclamos obreros y de los cañeros. Estableció por decreto el feriado del 1º de Mayo, y envió un proyecto para extender el sistema de jubilaciones pero ni las patronales ni las centrales obreras lo aceptaron por lo que terminó fracasando. La conflictividad social descendió en los años de Alvear, disminuyendo las huelgas, el número de huelguistas y estancándose el reclutamiento sindical. Al parecer la recomposición económica, con la recuperación de los salarios y un cierto auge de la exportación agropecuaria, influyeron al respecto. A pesar de las buenas relaciones iniciales con Yrigoyen, los ministros nombrados por Alvear, mostraron su autonomía respecto a su predecesor y los conflictos se intensificaron. Ya durante el gobierno anterior, un sector del radicalismo había desplegado críticas al partido y al Ejecutivo señalando la ausencia de programa, de autoridades centrales y la confusión entre gobierno y partido. Una primera separación se produjo en 1922 con el Partido Principista que reclamaba la vuelta a los principios originales traicionados por Yrigoyen, asimilándolo a la tiranía. Dos años después, en 1924, el bloque parlamentario se separó y se organizó un partido diferenciado, la UCR Antipersonalista, con figuras como Leopoldo Melo y Vicente Gallo, todos de largas trayectorias radicales. El rasgo común era el antiyrigoyenismo y la pretensión de constituir el auténtico radicalismo, en línea con sus inicios, y desde donde se denunciaba la actitud política personalista. Más allá de eso, era difícil hallar homogeneidad. Por su parte, los personalistas los veían como una escisión conservadora, es decir que no eran “verdaderamente” radicales. Yrigoyen era la encarnación de una política popular, atenta a los más humildes, antiimperialista y de defensa de la soberanía popular. El propio Alvear se convirtió en víctima de los ataques debido a sus conflictivas relaciones con su predecesor. El Congreso fue el lugar máximo donde se libró este conflicto, donde la mayoría yrigoyenista llevó a cabo una obstrucción legislativa y la ausencia fue una práctica común. Incluso Alvear llegó a clausurar por decretos 3 veces las sesiones, mientras que la UCRA no desdeñó el acuerdo con sectores conservadores y socialistas, los cuáles también se dividieron por este motivo, surgiendo el PSI. Todos juntos, presentaron una fórmula común en las elecciones presidenciales de 1927, recibiendo el nombre de Coalición de Derechas. 5.6: El redimensionamiento del aparato estatal. El retorno del ejército. Las decepciones de la política democrática. Paralelamente, se había avanzado en la constitución de una FFAA más modernas, con instituciones afianzadas que regulaban ascensos y jerarquías internas y una estructura burocrática. El Ejército se profesionalizaba imponiéndose una mística corporativa y la invención de una tradición militar asociada a la existencia de la nación que tendía a suponerse depositaria casi exclusiva de la tradición patria, todo lo cual amalgamaba a los cuadros por lo que toda intervención externa se juzgaba perjudicial. El principal propulsor de esto fue el Gral. Agustín P. Justo, por lo que pronto se observó la división entre oficiales radicales, identificados con la “causa” y los oficiales profesionales que se organizaron en logias donde creció el antiyrigoyenismo. Previo a 1930, ya existían en el Ejército dos corrientes implicadas en la realización del golpe, ambas con contactos con civiles. La de Justo con un perfil ideológico conservador moderado y liberal y la de Uriburu, que aunaba a antiguos conservadores de derechas más extremas y a los jóvenes nacionalistas, partidarios de una transformación profunda de la sociedad, basada en corporaciones y en la derogación de la representación democrática. El triunfo en las elecciones presidenciales de 1928 por parte de Yrigoyen fue contundente, viendo en estos resultados la confirmación de mucho de sus presupuestos, en especial en el que lo mostraba como líder de las mayorías populares. Tuvo además una interpretación plebiscitaria de que se avalaban sus políticas, y sirvió para afianzar otra imagen: los auténticos radicales, expresión de la nación y del pueblo, frente al régimen, oligárquico y conservador, sin espacio para otros actores. Tanto conservadores como antipersonalistas, vieron la dificultad de derrotarlo por la vía electoral y consideraban la falta de cultura cívica popular la causal del triunfo radical. Se comenzó incluso a poner en duda la reforma electoral de 1912 y a evaluar otras vías para recuperar el gobierno. Si bien ésta tendencia comenzó a ganar adeptos, sobre todo en los sectores nacionalistas y de extrema derecha, que veían en la democracia el mayor de los males, la mayoría de la oposición aún conservaba una visión positiva sobre el rol pedagógico que debían cumplir la ley electoral y los partidos, pero que este aún no se había cumplido y su fracaso se debía a la demagogia yrigoyenista, achacándole los males que en otros ámbitos se atribuía a la democracia liberal como la inoperancia en la administración y las votaciones parlamentarias en bloque. Es por eso que la mayoría de los participantes del golpe del 30 proclamaban como objetivo la restauración de un régimen democrático e institucional que estaría siendo violado por la UCR. Esto explica porqué el proyecto militarista y corporativista de Uriburu y los nacionalistas, fracasó incluso antes de ver la luz. 5.7: La segunda presidencia de Yrigoyen. La crisis del sistema político. El nacionalismo durante la década de 1920. YPF y la cuestión petrolera. El triunfo en las elecciones presidenciales de 1928 por parte de Yrigoyen fue contundente, viendo en estos resultados la confirmación de mucho de sus presupuestos, en especial en el que lo mostraba como líder de las mayorías populares. Tuvo además una interpretación plebiscitaria de que se avalaban sus políticas, y sirvió para afianzar otra imagen, la de la “religión cívica”: los auténticos radicales, expresión de la nación y del pueblo, de una “causa providencial”, frente al “régimen”, oligárquico y conservador, sin espacio para otros actores, con la convicción absoluta de su identidad plena con la nación. Por eso no tenía un programa partidario. La UCR estaba asociada a un conjunto de valores integradores, con una identidad más emocional que programática, frente a los conservadores que transmitían el disvalor de la exclusión. Había una gran expectativa sobre la figura de Yrigoyen con un rápido y proporcional desgaste con los datos de la realidad. Pronto, los primeros indicios de la crisis de 1929 se hicieron sentir en la Argentina, los fondos disminuyeron al igual que el gasto público y los salarios, con un proceso inflacionario a la par. El conflicto político se intensificó con una avanzada del Ejecutivo para controlar el Congreso, sucediéndose las intervenciones federales y escalando la violencia. Prueba de ello fueron el atentado contra el propio Yrigoyen y el asesinato del senador antipersonalista Washington Lencinas, junto con el incremento de los enfrentamientos callejeros entre los grupos de choque nacionalistas como la Liga Patriótica y los partidarios radicales, mientras que se multiplicaban las movilizaciones contra el gobierno. Cuando se sucedieron las elecciones a diputados nacionales, hubo gran cantidad de denuncias de fraude y de presión, pero incluso así los diputados radicales menguaron en número. Fue un triunfo exiguo procesado como una derrota. La UCR aparecía confundida, dándole la espalda a aquella religión cívica que la asociaba con la transparencia electoral y la condición de mayoría incontrastable. La oposición incluía ya no sólo a los partidos sino también a las agrupaciones estudiantiles y la prensa, junto con sectores del Ejército comandados por Justo y Uriburu. Un golpe de estado a cargo del mismo, iba tomando cada vez más simpatías. El PS y el PDP por su parte, se mostraban recelosos de la salida golpista aunque compartían el diagnóstico. A esto hay que sumar a la intensa competencia interna entre los altos funcionarios radicales cercanos al presidente, el cual enfermo y viejo, no podía representar el papel mediador que la situación requería. Mientras se iba acercando el golpe, y las actividades de los golpistas eran casi públicas algunos eran partidarios de la represión como el Gral. Dellepiane, otros, como el vice Martínez, preferían no hacer nada para evitar una escalada de tensión. Éstos últimos se impusieron y así en Septiembre de 1930, casi sin oposición, triunfó el golpe. Entre los opositores a Yrigoyen, además del Antipersonalismo y el PSI, se destacaban las agrupaciones que comenzaban a llamarse nacionalistas, las cuales tenían coincidencias con intelectuales católicos y eran herederos de organizaciones juveniles surgidas en los últimos años de la década del 10 como la Liga Patriótica de Manuel Carlés o la Liga Republicana. Las mismas estaban vinculadas a las asociaciones patronales y estaban formadas por jóvenes de la elite conservadora, pero también por radicales y demócrata progresistas. Eran hostiles hacia el activismo obrero y de izquierda, con tonos xenófobos y denunciando lo que veían como caos social. Intervinieron en asuntos públicos organizando conferencias, congresos y campañas, o actuando como grupos de choque o “rompehuelgas”. También surgieron publicaciones propias como La Fronda o La Nueva República de los hermanos Irazusta y de Ernesto Palacio que les brindaban un marco teórico a sus ideas y expresaban su odio profundo por la democracia que degeneraba en demagogia, afianzando sus relaciones con sectores católicos. Si bien Yrigoyen los toleró, fueron expresiones de un nuevo tipo de agrupación de derecha que se fortalecerían en la década siguiente, sobre todo en el seno del ejército y llegarían al poder con el golpe de estado de 1943. En 1907 se descubrió un yacimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia comenzando la discusión del papel de las empresas privadas y el estado nacional en esa industria. En 1916, Yrigoyen anunció el Plan de Tierra y Petróleo y se presentó un proyecto que declaraba la propiedad fiscal sobre los yacimientos petrolíferos del país, con la posibilidad de expropiar las concesiones existentes. Se abría una etapa de intereses encontrados del capital extranjero, los estados provinciales y el estado nacional. En 1922, Yrigoyen creó por decreto YPF, colocándola bajo la dirección del general Enrique Mosconi, siendo la primera empresa petrolera fiscal del mundo y actuando con gran dinamismo. A partir de 1928 Yrigoyen levantó la bandera de la nacionalización del petróleo enfrentando a las empresas extranjeras como la Standard Oil, empresas nacionales y algunos gobiernos provinciales, con el objetivo de romper la dependencia del extranjero en materia energética. Sin embargo sus proyectos se trabaron en el Senado, donde los conservadores eran mayoría, quizás motivado por su intransigencia, al renegar de una posible cooperación entre el estado y las empresas de capital nacional en la explotación. Recién en 1949 con la nueva Constitución Nacional se consiguió la nacionalización de los recursos petroleros entre otros.
Unidad 6: El agotamiento y colapso del modelo agroexportador (1916-
1930) 6.1: Las fluctuaciones de la economía argentina durante la guerra y la posguerra. La conflictividad social. 1914 y la 1GM clausuró el período del comercio mundial e inauguró una etapa de inestabilidad y fluctuaciones, proteccionismo y caída de los precios. En el ámbito local, marcó el fin del ciclo de crecimiento de la producción pampeana y la crisis de las economías regionales, en un contexto de profundos cambios sociopolíticos. La 1GM marcó la interrupción del flujo de capitales y, en un país de profunda dependencia en la esfera financiera, el desequilibrio de la balanza de pagos, llevó a la economía argentina a una profunda recesión. La salida de oro al extranjero y la caída de las exportaciones primarias, provocaron una reducción del circulante, suspendiéndose la convertibilidad y llevando a la quiebra a numerosas empresas. El comercio internacional se vio afectado por los bloqueos, la guerra submarina y el encarecimiento de los fletes, cayendo la venta de granos y aumentando la de carnes congeladas. Pero sobre todo, la guerra marcó una profunda caída de los productos importados, sobre todo de maquinarias y combustibles indispensables para la incipiente industria. El PBI se contrajo enormemente marcando la recesión más profunda y prolongada de la historia argentina y demostrando las fragilidades propias de una economía especializada en la producción agropecuaria, poco diversificada y dependiente de los capitales extranjeros. A esto se sumó la falta de un ordenamiento institucional y de una institución como un banco central que brindara estabilidad, llevando a numerosos bancos privados al borde de la bancarrota. Por otra parte, la guerra trajo también un profundo déficit fiscal por la reducción de las importaciones, cuyos aranceles eran la principal fuente de ingresos públicos, además de no poseer un sistema impositivo coherente sino un conglomerado amorfo de impuestos, lo que llevó a la postergación de obras públicas y otros gastos, haciendo del pago de la deuda pública, una carga muy pesada. Inflación y caída de salarios. Todo esto se dio en un marco de transformaciones institucionales, ya que la Ley Sáenz Peña de 1912, llevó a la UCR y a Yrigoyen a la presidencia en 1916. Si bien tomó una postura más abierta respecto de los reclamos populares y el propio movimiento obrero estaba sufriendo transformaciones con la declinación del anarquismo y el ascenso del sindicalismo, más propenso a la negociación, las dificultades económicas atizaron los conflictos que tuvieron su apogeo en 1919. Al terminar el conflicto, la economía mundial subsiguiente era más compleja e inestable. Se erosionó el poder financiero de Gran Bretaña y ascendió USA que dependía mucho menos del comercio y de los flujos financieros internacionales. El abandono del patrón oro y la inflación dificultaron la reanudación del comercio internacional y se acentuaron el proteccionismo y el nacionalismo económico. En el país si bien la economía se recuperó, lo hizo a un ritmo menor y sujeta a importantes fluctuaciones, por lo que se definió al período como la “gran demora”. Dicha expansión se basó en la recuperación de las exportaciones de granos, de la construcción y del sector industrial, aunque los precios de las exportaciones cayeron y se aumentaron notablemente las importaciones sobre todo de artículos de consumo como textiles, resultando una balanza comercial negativa. También se produjo una reactivación de la inversión aunque menor al período anterior y de capitales mayoritariamente locales. Además se recuperaron los ingresos fiscales estableciéndose impuestos a la exportación de cereales y la elevación de los aforos, retornando el superávit fiscal. Todo esto llevó a que se recuperaran los salarios reales y se reanudara la inmigración, aunque a un ritmo menor que antes, incrementando la ocupación y fortalecieron el poder de negociación de los trabajadores, incrementando la actividad sindical. El auge de las exportaciones y el ingreso de capitales, disimularon algunos problemas como el endeudamiento del Estado y la sobrevaluación monetaria. Los conflictos sociales del período tuvieron lugar tanto en la ciudad como en el campo. Los trabajadores rurales formaban un heterogéneo grupo compuesto por peones, braceros y operadores de máquinas y sus movimientos se dieron tanto en las zonas pampeanas como en la periferia como la Patagonia, Tucumán y Chaco. La caída de los salarios reales y el aumento de la desocupación, se tradujeron en peores condiciones de trabajo y la extensión de la jornada laboral. Además la situación jurídica de los trabajadores solía ser bastante más precaria que en la ciudades con una organización sindical más débil. Por otra parte, la llegada de nuevos inmigrantes y el proceso de mecanización agravaron las dificultades para conseguir trabajo y produjo un movimiento de trabajadores del campo a la ciudad. Los conflictos enfrentaron a los chacareros, peones y obreros rurales contra los grandes propietarios, donde la Federación Agraria Argentina, formada por arrendatarios, se convirtió en un actor de peso en los mismos y los cuáles tenían sus propias exigencias como créditos accesibles, moratoria de deudas y la reforma agraria. Si bien el gobierno intentó llevar a cabo un programa de cierta amplitud para responder algunos reclamos como la creación de organismos reguladores o el apoyo a cooperativas, pronto fue bloqueado en el Congreso con mayoría conservadora. La violencia se hizo presente entonces, tanto de las fuerzas represivas como de los huelguistas que recurrieron a incendios de campos, cortes de alambrados y envenenamiento de animales con el apoyo de los sindicatos de las ciudades. Los patrones por su parte recurrieron a los rompehuelgas de la Asociación Nacional del Trabajo y la Liga Patriótica que se sumaron a las fuerzas policiales. Dos episodios importantes se destacan. Uno relativo a la compañía La Forestal que explotaba quebracho colorado en el Chaco y Santa Fe, de capitales ingleses. El trabajo era muy duro y la paga solía hacerse en vales que obligaba a los trabajadores a comprar en los propios almacenes de la compañía. En torno a la misma se crearon nuevos asentamientos de trabajadores donde las viviendas también eran propiedad de la empresa por lo que el despido era también sinónimo de la pérdida del hogar. El control sobre los trabajadores no se limitaba al trabajo sino que iba mucho más allá, ya que la empresa ejercía funciones policiales y judiciales. A fines de la década del 10, comenzó la actividad sindical en la zona con la fundación de un local socialista que trajo aparejado la fundación de un periódico, la presentación de reclamos y una huelga. El uso de la violencia se hizo habitual entonces con el sabotaje por parte de los trabajadores y la represión policial, el arresto y despido de los mismos, así como la muerte de muchos de ellos en los montes y el incendio de locales y viviendas de los activistas hasta derrotar finalmente el movimiento. El otro episodio se produjo en la provincia de Santa Cruz dedicada a la cría de ovejas y donde la densidad de la población era mínima y el transporte complicado. En 1920 el activismo obrero realizó sus reclamos habituales de limitar la jornada de trabajo, mejores condiciones y el fin del pago en vales y ante el rechazo comenzó la huelga y luego la represión. Incluso el gobierno nacional mandó tropas del ejército. El propio gobernador del territorio atendió parte de los reclamos obreros lo que fue visto como una victoria parcial por parte del sindicalismo y como una derrota a manos de los “bandoleros” por la prensa y las patronales, vinculándolo a las pretensiones chilenas sobre la Patagonia y reclamando que la UCR había sido desbordada por la protesta social. Al año siguiente se lanzó una huelga general y la represión estuvo en manos del ejército quién dictó la ley marcial y fusiló en masa a los activistas (2000 obreros) derrotando al movimiento. En la ciudad el conflicto se dio entre los trabajadores asalariados y los empresarios, y tuvieron lugar más tempranamente y con perfiles más definidos, destacándose la Semana Trágica de 1919. Los trabajadores de los talleres metalúrgicos Vasena lanzaron una huelga con los reclamos habituales (jornada laboral, salarios, despidos), produciéndose un choque entre huelguistas y otros empleados, interviniendo la policía y provocando muertes. La FORA del Vº Congreso, anárquica, lanzó una huelga general, y la policía continuó con la represión incluso baleando el cortejo fúnebre de las víctimas del primer choque. La FORA del IXº Congreso se unió entonces a la huelga y la policía pronto se vio desbordada por lo que tuvieron que partir tropas militares. Hubo entonces alarma en sectores patronales y políticos ante el supuesto complot de la izquierda extrema por lo que grupos de conservadores, radicales y nacionalistas salieron a colaborar con la policía y alentaron la represión dura, atacando incluso a los judíos. Si bien Yrigoyen intentó mantener abierto los canales de diálogo, los incidentes duraron una semana y la visibilidad del conflicto, por ser en Buenos Aires y por la presencia del ejército, junto con el número de víctimas, contribuyeron a instalar a la Semana Trágica como uno de los episodios más significativos de la protesta social y obligó al gobierno a cambiar de actitud ante la cuestión obrera. 6.2: El problema de la carne. La política comercial. El papel de la Sociedad Rural. Durante la guerra, los precios internacionales se elevaron por la demanda de los países aliados, beneficiando enormemente a la producción bovina argentina ya que su principal competidor (Australia) se encontraba marginado. Esto alentó la expansión de la ganadería y el mejoramiento de las razas (Shorton). También provocó la reorientación de la demanda desde las carnes enfriadas a las carnes envasadas y congeladas, de menor costo y mayor conservación, que se adaptaba mejor a las necesidades de los ejércitos. La situación atrajo inversiones de otros sectores y muchos comerciantes se convirtieron en “ganaderos ocasionales” los cuáles contaron con el apoyo del crédito oficial. Si bien los altos precios internacionales beneficiaron la actividad, perjudicaron a su vez el consumo doméstico y el poder adquisitivo de los trabajadores. El final de la guerra clausuró este auge. Los pecios declinaron y se volvió a demandar carne enfriada de mejor calidad y sabor, que requerían de vacunos finos previamente engordados en campos de invernada. Pero la crisis no afectó uniformemente a los productores. Los frigoríficos redujeron sus compras beneficiando a los grandes invernaderos de carne fina. Los criadores entonces reclamaron, bajo el liderazgo de Pedro Pagés y la Sociedad Rural, y lograron presionar a los gobiernos de Yrigoyen y Alvear, siendo acusados los frigoríficos norteamericanos y británicos, de practicar maniobras especulativas. Dicha presión, movió a Alvear a apoyar la sanción de una serie de leyes para regular el comercio de la carne como por ejemplo la creación de un frigorífico nacional o la ley antitrust. Los frigoríficos criticaron esta intromisión estatal y decidieron paralizar el comercio exportador de la carne. Este lock-out obligó al gobierno a dar marcha atrás en la regulación y no se aplicaron ninguna de las leyes sancionadas. A mediados de los 20, la situación empeoró ante los rumores de nuevos impuestos de Londres a las carnes argentinas, desatándose una guerra entre los grandes frigoríficos por las cuotas de exportación, reduciendo sus compras y perjudicando nuevamente a criadores e invernadores. Paralelamente USA prohibió la entrada de carne argentina por el brote de aftosa todo lo cual mantuvo a la actividad ganadera estancada. En este contexto, el nuevo presidente de la Sociedad Rural, Luis Duhau del sector de invernadores, inició una campaña a favor del negocio de las carnes, argumentando que el pool de frigoríficos con sus especulaciones afectaban el libre comercio del ganado vacuno y lanzando la campaña de “Comprar a quién nos compra”, para reforzar los lazos con Gran Bretaña, principal comprador de carne argentina. En este contexto, se firmó en 1929 el acuerdo D’Abernon- Oyaharte con el Reino Unido el cual tendía claramente a beneficiar a dicha nación con un crédito recíproco de compra para mantener el statu quo del comercio de la carne. Si bien el Congreso rechazó dicho tratado, éste servirá de antecedente al que 4 años más tarde, en pleno gobierno conservador, firmarán Roca y Runciman. 6.3: La situación de la agricultura pampeana. Los conflictos agrarios. Expansión agrícola de áreas extrapampeanas. La gran huelga cañera de 1927 en Tucumán. La 1GM marcó el final de un ciclo en el desarrollo del sector agropecuario pampeano.la desarticulación del comercio mundial, el proteccionismo y las transformaciones de la demanda internacional modificaron las condiciones externas. En el plano interno la expansión de la frontera agrícola se agotó, en adelante, todo aumento de la producción sería a través de un empleo intensivo del suelo o la expansión de los cereales a expensas de la ganadería o viceversa. Hasta 1923 la agricultura argentina estuvo estancada. El incremento de los fletes por la guerra benefició a USA y Canadá por la mayor cercanía de los mercados europeos en perjuicio de la Argentina. Además años de malas cosechas por factores climáticos y plagas de langostas se habían combinado con un momento conflictivo: en 1912 estalló el “Grito de Alcorta”, una huelga de chacareros. En épocas de altos precios, éstos habían aceptado arriendos más altos, pero cuando esto se revirtió se crearon las condiciones ideales para el estallido, creándose la Federación Agraria Argentina que exigió una serie de reformas, entre ellas la de una ley de arriendos. Cuando la cosecha volvió a ser buena, la situación se superó. En 1914, la crisis fue distinta y estuvo originada por el cambio de la demanda internacional, el corte de flujo de capital extranjero y de la inmigración que aportaba la mano de obra y el derrumbe del valor de las exportaciones. En ese contexto desde el gobierno se buscó algunas leyes paleativas como para acentuar el crédito pero la UCR se negó a programas más ambiciosos. En 1917, con la Ley del Hogar, se buscó la colonización mediante la donación de lotes en los territorios nacionales, pero tuvo varias fallas como el tamaño insuficiente de los mismos y finalmente no se aplicó. La situación se agravó cuando en 1918 se gravó con un impuesto las exportaciones. Todo degeneró en una serie de huelgas rurales que se tornaron violentas con quemas de cosechas y maquinarias, llegando la FAA a cuestionar el propio régimen de propiedad de la tierra. Las mismas fueron sofocadas por la represión policial y la aplicación de las leyes de residencia y de defensa social, mientras que paralelamente se mandaban al Congreso algunos proyectos de reforma que finalmente no fueron aprobados. Recién a comienzo de los 20 se sancionó la ley de arrendamientos, que si bien constituyó un avance, otros problemas no recibieron la atención debida como la falta de financiamiento, el alto costo de los transportes, la escasez de bodegas y el oligopsonio de las grandes empresas comercializadoras. Tampoco se regularon las condiciones laborales, lo que llevaría a la unión de arrendatarios y propietarios para reprimir las huelgas. El apaciguamiento llegó con la normalización del comercio exterior luego de la guerra y la crisis ganadera. La recuperación de los precios internacionales alentó el incremento de la producción mediante la incorporación de tierras anteriormente destinadas a la ganadería. El área cultivada se amplió y la producción se amplió también gracias a la mecanización agrícola y la mejora de las semillas. Este pequeño boom atrajo la inversión de nuevos capitales, pero pronto el mercado mundial mostró signos de un nuevo debilitamiento de los precios agrícolas que sería un anuncio de la grave crisis del sector de los años treinta. En el interior, las economías regionales, que producían para el mercado doméstico, debieron también enfrentar nuevos desafíos producto de la fluctuación de la demanda interna, la sobreproducción y la intervención del Estado. Las economías azucareras y vitivinícola constituyen los casos paradigmáticos. Desde 1880 la producción de caña de azúcar se había ido extendiendo en el noroeste del país sobre todo en Tucumán a tal punto que sufrió una serie de crisis de sobreproducción y conflictos intersectoriales. A principio del siglo incluso el proteccionismo aduanero comenzó a ser puesto en tela de juicio y se buscaron leyes para moderarlo como la Ley Saavedra Lamas de 1912. Al mismo tiempo, la plaga del mosaico afectó a la caña criolla reduciendo la producción y elevando su precio, en un momento que el sufragio obligatorio había aumentado la representación del Litoral más propenso al liberalismo. Yrigoyen no hizo oídos sordos a los pedidos de estos sectores estableciendo una rebaja del precio del azúcar, la apertura de las importaciones e incluso la expropiación y venta a bajos precios de miles de toneladas. Esta crisis de la caña criolla obligó a que numerosos pequeños y medianos cañeros debieran abandonar la actividad por las fuertes pérdidas y los altos costos de la variedad de caña de Java, resistente al mosaico. Los grandes plantadores por su parte, lograron afianzar su posición pero los principales beneficiados fueron los industriales quiénes expandieron los cultivos propios buscando la independencia. La década del 20 estuvo marcada por una tendencia a la sobreproducción y a la agudización de los conflictos por la falta de regulación, la competencia extranjera y la pesada carga impositiva. Los productores entonces se movilizaron, se agremiaron en el marco de la FAA y en 1927 lideraron una huelga que paralizó al sector con una movilización a San Miguel de Tucumán. Los cañeros reclamaban una mejora en los precios y un precio mínimo, pero el Centro Azucarero rechazó sus reclamos, negándose a reconocer la representatividad de los mismos. Se acordó entonces someter el conflicto a la mediación del presidente y el Laudo Alvear fue un reconocimiento de las demandas materiales y simbólicas exigidas por los cañeros con el establecimiento de normas para la compra y venta, precios más altos y precios mínimos. Si bien la intervención estatal puso fin al conflicto, no resolvió los problemas estructurales de la economía azucarera. La industria vitivinícola en Cuyo no tuvo una crisis tan profunda. Al igual que en Tucumán, la expansión de la demanda interna, el ferrocarril y el proteccionismo alentaron el cultivo de la vid y la inversión. Aquí también la tendencia a la sobreproducción obligó a la intervención estatal llevando a cabo programas de destrucción de uvas. A comienzos del período radical, la industria ya tenía un importante grado de concentración, pero la calidad de la uva y la especialización en la producción de vinos para el consumo doméstico, le impidieron a la industria exportar. Otros cultivos industriales apenas se habían expandido. Pero luego de la guerra el algodón en el noreste del país adquirió cierto dinamismo por el incremento de los precios internacionales, el ferrocarril y algunas políticas de fomento como reparto de semillas y folletos, llegada de técnicos y estudios de producción. Fue una especie de “fiebre del oro blanco” creciendo el área sembrada y la producción de fibra. El corazón de esto era el Chaco y se producía para la demanda mundial siendo el principal mercado Gran Bretaña. Este auge atrajo nuevos inmigrantes que pronto superaron la capacidad estatal y debieron enfrentar la inseguridad de no tener título de propiedad. También llegaron capitales nacionales y extranjeros constituyéndose la Cámara Algodonera de Buenos Aires. En los 30, la caída de los precios y las prácticas monopólicas, llevarían la crisis al sector. Entre otros cultivos industriales que se expandieron podemos destacar el tabaco y la yerba mate en Corrientes y Misiones, manzanas y peras en Río Negro, cítricos en Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos, todos los cuales anticiparon el gran incremento que experimentarían luego de 1930. 6.4: El perfil industrial argentino durante la posguerra. La radicación de industrias extranjeras. La acción de la Unión Industrial y la CACIP. En 1914 el sector manufacturero argentino era uno de los más importantes de América Latina. El incremento de la renta nacional por la bonanza de las exportaciones, los ferrocarriles y el arribo de inmigrantes, estimularon la demanda interna. Además los aranceles elevaron los precios de los productos importados volviendo rentable la fabricación local de algunos bienes de consumo, aunque es cierto que se partía de niveles muy bajos. Existía un predominio de la rama de alimentación y bebidas y un gran rezago de la industria textil. Por otra parte, se caracterizaba por la existencia de un número reducido de grandes establecimientos que concentraban el grueso de la inversión, el uso de la electricidad y el personal, aportando la mayor parte de la producción, junto con un gran número de pequeños talleres con un mínimo de personal y escasamente mecanizados. La guerra modificó esto. El encarecimiento de los fletes, redujeron los productos importados, si bien no fue uniforme, afectando sobre todo a las maquinarias y a insumos como el acero y los combustibles, donde la oferta doméstica era inexistente. Por esta razón, dicha falta de equipos y combustible se constituyó en una barrera para el crecimiento sectorial que, junto a la caída de las exportaciones tradicionales y los precios mundiales, retrajo la demanda doméstica y el crecimiento industrial se desaceleró. Al terminar la guerra todo se modificó de nuevo. La competencia de productos extranjeros se incrementó gracias al aumento de las importaciones y la limitada protección aduanera, erosionada por la inflación. Es por ello que tanto Yrigoyen y Alvear incrementaron de nuevo los aforos los cuáles, junto al incremento de las exportaciones que estimularon la demanda interna, estimularon la producción nacional de algunos bienes. Junto a esto, se produce el deterioro del vínculo comercial con Gran Bretaña y el ascenso de USA como principal mercado proveedor, lo que benefició la diversificación industrial. Los altos ingresos y salarios junto con la modernización de las pautas de consumo provocadas por la urbanización y el ascenso de sectores medios, estimularon la radicación de empresas extranjeras. Hubo capitales alemanes, franceses, italianos, ingleses pero sobre todo norteamericanos, destacándose aquellas dedicadas a elaborar productos eléctricos, químicos, farmacéuticos y metalúrgicos, como por ejemplo General Motors, General Electric, Colgate Palmolive, Chrysler, Ford, Stándar Oil, Siemens, Bayer. Varias se vieron beneficiadas por rebajas arancelarias que estimulaban la importación de partes y su ensamblaje en el país, principalmente las industrias automotrices. Además, estas firmas introdujeron nuevas actividades productivas, tecnologías, cambios organizativos e innovaciones en las estrategias de comercialización que influyeron enormemente en la industria posterior. Las empresas argentinas por su parte, debido a la guerra, llevaron a cabo una estrategia de integración vertical, es decir, el control directo de la materia prima, para palear la falta de insumos. Sin embargo, esta estrategia estuvo limitada a ciertas firmas con gran poderío económico y financiero. En cuanto a las políticas públicas llevadas a cabo por los gobiernos radicales relativas al sector, existen muchas controversias. Hay consenso sin embargo de que los derechos aduaneros tenían un propósito de orden fiscal y no para promover la inversión industrial, siendo probable que incluso representaran un obstáculo para la diversificación. Otros problemas fueron la falta de crédito, el alto costo, la falta de mano de obra entrenada y la baja productividad. Si bien Alvear intentó alentar una mayor diversificación industrial incrementando la protección aduanera, pronto dio marcha atrás con esas iniciativas. Una de las transformaciones fundamentales del período fue el gran aumento de la fuerza motriz instalada, incrementando su influencia ramas como la textil, la metalurgia, el petróleo (creación de YPF) y el cemento. La expansión industrial de los 30, se basó inicialmente en la capacidad instalada de la década previa. En 1914 los sectores empresariales ya contaban con algunas organizaciones gremiales que representaban sus intereses específicos como la Bolsa de Comercio, la Sociedad Rural, la Federación Agraria, la UIA, entre otras. La creciente diferenciación de intereses económicos y la crisis por la guerra, alentaron la formación de nuevas organizaciones como la CACIP (Confederación Argentina del Comercio, la Industria y la Producción. La misma, tenía el objetivo de elaborar un programa común que identificara los problemas económicos, propusiera soluciones y presionara a los gobiernos a su favor, y, si bien fracasó en su propósito, tuvo una participación activa a favor de un vínculo más directo entre los empresarios y el Estado. La conflictividad social también llevó a la formación de otras organizaciones como la Asociación del Trabajo o la Liga Patriótica Argentina, donde confluían empresarios, conservadores, sectores católicos y nacionalistas, las cuales se destacaron por organizar “rompehuelgas” y participar en la represión de sectores subalternos. En 1920, con el nuevo escenario económico, se produjeron cambios en el seno de las organizaciones. Así por ejemplo en la UIA, la reforma de sus estatutos les otorgó el control a las grandes empresas bajo el mando de Luis Colombo, empresario vitivinícola de largo mandato, en el cuál la UIA se expandió. Por otra parte, algunos empresarios se propusieron crear partidos políticos que representaran sus intereses pero todos ellos fueron marginales y de escasa vida. En cuanto a la relación con los gobiernos radicales, ésta fue muy conflictiva, acusando a Yrigoyen por demagogo ya que respondió a algunas demandas obreras. A finales de los 20 la postura crítica se hizo más acentuada ante la intervención estatal incrementada, por lo que durante todo el período la imposibilidad de construir un vínculo formal tensionó la relación entre Estado y empresarios. 6.5: El comercio triangular. Las relaciones con Gran Bretaña y USA. Luego de la 1GM, uno de los cambios más importantes fue la disolución del vínculo entre la economía argentina y la británica, y la emergencia de un triángulo comercial y financiero entre Argentina, Gran Bretaña y USA. Gran Bretaña solía ser el principal productor de bienes industriales importados por Argentina y un importante mercado para los productos del país, estableciendo una complementariedad y un vínculo comercial y financiero estrecho. El sistema se encontraba fortalecido por la corriente de capitales proveniente de Londres sobre todo empréstitos para inversiones directas, ferroviarias, puertos, etc. La guerra provocó la disolución de este vínculo. Perturbó las corrientes comerciales con Europa y permitió a USA colocar sus productos en el mercado mundial. Luego de la guerra, USA emergió como la principal potencia industrial con nuevos bienes de consumo durables como automóviles, heladeras y maquinarias, mientras que Gran Bretaña continuó con los productos tradicionales como textiles, acero, carbón, y su supremacía financiera iba siendo erosionada. Todo esto provocó la reorientación de los flujos externos de la Argentina estableciéndose un triángulo comercial y financiero: Gran Bretaña continuaba siendo el principal mercado para los productos argentinos pero ahora era USA el principal proveedor de artículos manufacturados que aventajaban en calidad y precio. La diferencia con Gran Bretaña, es que USA no era un mercado importante para Argentina, ya que ambas economías competían, lo que condujo a USA a aumentar el proteccionismo y cerrar su mercado, a lo que se le sumó la prohibición a la carne argentina por la aftosa. Esto provocaba una comercial con déficit con USA y con superávit con Gran Bretaña, generando fuertes tensiones. Por un lado los británicos que veían con preocupación la pérdida del mercado y, por otro, el proteccionismo norteamericano disgustaba a los productores pampeanos partidarios de “comprar a quién nos compre”. Transformaciones similares se dieron en los flujos de capitales: anteriormente el ingreso de capital al país a través de títulos públicos habían sido cubiertas por Londres, mientras que después de la guerra fue reemplazado por USA. También USA fue fuente de capital para inversiones directas tanto en el sector industrial, con la apertura de filiales en el país, el control de la industria frigorífica, electricidad, telefonía, entre otras. A finales de los 20, los gobiernos británico y argentino buscaron revertir estos problemas y firmaron el Tratado D’Abernon que establecía un crédito recíproco con un claro beneficio a la industria británica, seguido de otros acuerdos parciales. Los mismos deben enmarcarse en el rechazo de Yrigoyen a la creciente influencia norteamericana, aunque luego fue rechazado por el Senado. La crisis de 1929, los problemas del triángulo se agravaron y el camino del reforzamiento del vínculo anglo-argentino se vio facilitado, bajo la presión de los ganaderos pampeanos y de la Sociedad Rural con el ya dicho slogan “comprar a quién nos compra” que terminó con la firma del tratado Roca-Runciman de 1933. 6.6: La crisis mundial de 1929 y sus manifestaciones en la Argentina. En la década del 20 muchos países retomaron la senda del crecimiento, si bien con muchas fluctuaciones. El comercio internacional recuperó algo de su brillo y USA asumió el liderazgo económico mundial, con un sabor de que el progreso parecía imparable. El sueño americano otorgaba crecientes posibilidades de consumo para los trabajadores, siendo la Bolsa el destino de los ahorros. Nadie esperaba la tormenta que se avecinaba con el derrumbe de la Bolsa en 1929 y el inicio de la Gran Depresión. La misma provocó la caída de los precios de las acciones, del PBI, de la inversión y de la producción, junto con una deflación generalizada. Las causas de la misma fueron muy debatidas, algunos como Keynes sostienen que un descenso de la inversión se transmitió a la producción y el empleo, junto con el consumo y que el gobierno no hizo nada para evitarlo. Otros acusaban a la Reserva Federal de no haber prevenido algunas quiebras bancarias que generaron una contracción del crédito. Lo cierto es que la Depresión se expandió por el mundo provocando la caída de la demanda y afectando sobre todo a los países, como la Argentina, que dependían mucho de sus exportaciones. Gran exportador de alimentos e importador de manufacturas, dependía en exceso de sus exportaciones para mantener altos niveles de empleo y actividad, y para poder importar maquinaria, equipo e insumos necesarios para una industria cada vez mayor. El colapso del comercio mundial afectó severamente las importaciones y los precios de las exportaciones cayeron. En realidad ya en los años 20, la mejora en los métodos de producción como los abonos y la mecanización había elevado la oferta en mayor proporción de la demanda, haciendo que caigan los precios. Lo que fue igualmente importante fue la interrupción de los flujos de capital, ya que la falta de financiamiento en un país endeudado hacía que la carga de la depresión fuera más pesada al producir deflación.
Unidad 7: La restauración conservadora (1930-1943)
7.1: La Revolución de 1930. El proyecto corporativista de Uriburu. El “constitucionalismo” de Justo. En 1928 la UCR obtiene un gran triunfo electoral con le elección de Yrigoyen como presidente, reforzando la convicción absoluta de su identificación total con “la nación”, y considerando a dicha elección como un plebiscito a las gestiones radicales y a la propia figura del nuevo presidente. Mientras en la oposición reina el desconcierto y el desencanto frente a la cultura cívica y el sufragio y cada vez más acercamiento a opciones conspirativas. Hay una gran expectativa alrededor de la figura de Yrigoyen con un rápido y proporcional desgaste ante los datos negativos de la realidad. La crisis económica produjo inflación, caída de los salarios y del gasto público, y si bien no hay conflictos sociales intensos si hay una reducción de la adhesión al presidente. Ante este panorama, el gobierno intenta avanzar sobre la oposición para controlar el Senado con una serie de intervenciones federales lo que provoca que la oposición se vuelque agresivamente a la calle y a la opinión aumentando la violencia política (intento de asesinato a Yrigoyen, asesinato del senador Lencinas). La elecciones legislativas del 30 se realizaron en un ambiente marcado por los enfrentamientos armados, represión, fraude y muertes y donde hay un triunfo exiguo de la UCR procesado como una derrota (Cap. Fed. incluso pierde contra PSI). El cuadro luego de las mismas era un radicalismo confundido, dándole la espalda a esa religión cívica que lo asociaba a la transparencia electoral y a la condición de mayoría incontrastable, y de una oposición que se debatía entre el entusiasmo electoral y la salida rápida a través de una ruptura institucional. La crisis económica y política se vio agravada por la crisis interna entre los altos funcionarios del gobierno mientras que Yrigoyen, que se encontraba desgastado por la situación, no podía asumir el papel de árbitro en las disputas. Si bien las actividades de los golpistas eran conocidas por el gobierno, surgieron en el mismo dos tendencias según los pasos a seguir: la del ministro de guerra, el Gral. Dellepiane partidario de la represión; y la del vicepresidente Martínez, de minimizar la situación y no alterar los ánimos, tendencia que triunfa. Yrigoyen, enfermo y retirado, estaba convencido que la situación no era peligrosa. El golpe de Septiembre de 1930 triunfó entonces casi sin resistencia, al punto que se lo caracterizó como un paseo o un desfile más que una revolución. Fue llevado a cabo por un reducido número de fuerzas militares, casi todas ellas cadetes pero con un gran apoyo de la opinión civil: instituciones patronales, algunos sindicatos, dirigentes de derecha, agrupaciones de izquierda, casi todos los partidos importantes (menos PS y el PDP), casi todo el periodismo, agrupaciones estudiantiles, etc. Sus principales jefes eran dos generales retirados, José F. Uriburu y Agustín P. Justo. El objetivo proclamado era la restauración del régimen democrático e institucional violado por el presidente. Se impugnaba al gobierno afirmando los principios de la democracia liberal pero no se descartaba globalmente al sistema como estaba sucediendo con los totalitarismos en Europa. Convicción del rol pedagógico de la ley electoral y de los partidos y si no se había cumplido era por la “demagogia del personalismo”. La fuerza de esta visión es lo que hizo fracasar el gobierno provisional de Uriburu, quién había asumido el mando de la nación luego del golpe. Uriburu, que nucleaba a su alrededor a los sectores de derecha nacionalista más intransigente y a sectores tradicionales del conservadurismo, intentó imponer una visión militarista y corporativista de la sociedad. Para ello promovió un proyecto de revisión del sistema electoral y de los mecanismos de representación y, en definitiva, de la propia Constitución Nacional. Así se intenta acercar a Lisandro de la Torre para redefinir la Ley Sáenz Peña y establecer un voto calificado para evitar la demagogia y la manipulación electoral, aunque es rechazado. Los sectores nacionalistas buscaban modificar el sistema de representación que descansaba en el individuo y los partidos por uno que lo hiciera en las corporaciones y la comunidad, apoyado NO en un movimiento de masas como el fascismo sino en el Ejército. Algunos lo caracterizan como “fascismo criollo”, aristocrático, que tomó del modelo europeo el militarismo pero no la movilización de masas. Pero lo hacía excesivamente dependiente de un ejército, al que consideraba fuente de legitimidad, sostén y administración de poder, que no era controlado por Uriburu sino por Justo. La insistencia del primero para imponer su reforma sólo logra erosionar su poder y consolidar a Justo como la opción de la continuidad legal. De esta manera, bajo la amenaza de un nuevo golpe por parte de oficiales justistas si no se volvía a la normalidad institucional, acorralado por la opinión y derrotado en el ejército, Uriburu busca ensayar una salida electoral, plebiscitando su figura y proyectos con una serie de elecciones provinciales, siendo la más importante la de la provincia de Buenos Aires. El triunfo radical en la misma consagró el derrumbe de Uriburu y demostró que el poder de la UCR era grande aún. El principal beneficiario de la caída de Uriburu fue el otro líder de la revolución, Agustín Justo, quien asume el control de parte del aparato oficial. El mismo contaba con el apoyo del sector mayoritario del ejército, ya que durante la presidencia de Alvear había sido ministro de guerra, creando una red de lealtades entre los oficiales y un gran prestigio como director del Colegio Militar. Allí llevó a cabo una renovación de los planes de estudio poniendo el acento en disciplinas de educación cívica apegadas al republicanismo liberal Coincidía con la mayoría de la oposición en la necesidad de volver a la normalidad institucional. Comienza entonces la construcción de su candidatura con un intento de encabezar la fórmula de la UCR pero fracasa por la desconfianza de Alvear. Buscó entonces la división del partido consiguiendo el respaldo de varios grupos de Antipersonalistas, consiguiendo un éxito total al lograr el veto de la candidatura de Alvear, llevando a la UCR a la abstención y dejando allanado su camino a la victoria ya que la Alianza Civil (alianza del PS y del PDP) no estaba en condiciones de hacerle frente. Además Justo consiguió el apoyo del PSI y del PDN, del nacionalismo y de la Iglesia Católica, alarmada por el anticlericalismo de la Alianza Civil, por lo que se mostraba un candidato polifacético. Con todo esto, consiguió una victoria con comodidad sin necesidad de fraude. Cultivó un estilo opuesto a Yrigoyen: presencia habitual en actos públicos, discursos difundidos por la prensa, colaboración legislativa con la Alianza Civil como muestra de pluralismo y el abandono de la política facciosa, etc. 7.2: Partidos y coaliciones políticas. La Concordancia. El Partido Demócrata Progresista. El partido socialista. El radicalismo alvearista. La disidencia radical: FORJA. Antes del golpe, el bloque político de la derecha tradicional sacó el “Manifiesto de los 44” que clausuraba toda negociación con el gobierno, justificando la necesidad de intervención de las FFAA. Con la asunción de Uriburu se forma la Federación Nacional Democrática (FND) que, sin abandonar las identidades partidarias, estuvo formada por el Partido Socialista Independiente (PSI), el Antipersonalismo y los grupos conservadores provinciales. Si bien fue de vida efímera, será el acta de nacimiento de la Concordancia, poniendo límites al proyecto de Uriburu y coincidiendo con Justo en la necesidad de regresar a la vida institucional normal. La presión de la FND, la prensa y el Ejército obligó al gobierno a ensayar una salida electoral y tras la derrota se produce una desarticulación de la estrategia del gobierno y Justo pasa a controlar prácticamente la situación. La coalición ve la importancia de una acción electoral común y a Justo como el único candidato que podría reunir tras de sí la federación. El Antipersonalismo busca capitalizar el descontento de sectores radicales, coincidiendo con el territorio de Justo, lo que hará con éxito hasta el regreso radical a la arena electoral en el 35. El PSI, surgido en 1927 como separación del Socialismo y asentado en figuras como Federico Pinedo y De Tomaso, tuvo gran fuerza en la Capital y un gran impacto en la opinión pública nacional. Era una fuerza construida casi exclusivamente en torno a una élite política reconocida. Siempre se diferenciaron poniendo el acento en el saber técnico y las cualidades intelectuales de sus dirigentes por sobre los dilemas partidarios. Al llegar al poder, el hombre deja atrás al partido y es absorbido por el Estado. Esta fue, precisamente, su debilidad partidaria, ya que desaparece prácticamente en la segunda mitad de la década, luego de la muerte de De Tomaso y su absorción por parte del gobierno. Las fuerzas conservadoras por su parte, apuran entonces una organización nacional creando el Partido Demócrata Nacional (PDN) que fue una coalición de agrupaciones provinciales con tradiciones y prácticas diferentes. Así por ej. el conservadurismo de Córdoba era partidario de un reformismo conservador por la transparencia electoral, mientras que el de Buenos Aires era una máquina de manipulación de votos. Si bien el PDN fue la fuerza más cuantitativamente más importante del oficialismo y tenía alcance nacional, debió resignar ante el Antipersonalismo las candidaturas presidenciales. Con base en estas fuerzas se crea la Concordancia una alianza electoral laxa, un acuerdo parlamentario, sin organización institucional. En las elecciones legislativas cada fuerza iba con un candidato propio, pero en las ejecutivas con uno en común. Esta unidad en la diversidad fue posible por la no competencia territorial entre las fuerzas: el PSI era fuerte en la capital, el Antipersonalismo en el Litoral y el PDN en el resto de las provincias. La sobrerrepresentación del Antipersonalismo y del PSI en el gobierno de Justo sirvió como un contrapeso vital del poder del PDN. Esta debilidad institucional de la Concordancia reforzaba el liderazgo de Justo, pieza fundamental, ya que era él quién lograba mantener el equilibrio entre sus componentes y el cual tenía una orientación bifronte, tanto civil como militar: liderazgo en las FFAA construido desde lugares claves como el Ministerio de Guerra (con Alvear) y el Colegio Militar, con contactos en la sociedad política. La salida de la crisis le daba al Ejército un rol tutelar y el poderío dentro del mismo le daba a Justo un plus al liderazgo civil. La Concordancia se formaba entonces de 3 componentes: el PDN como principal aportador de recursos electorales, 2 organizaciones menores (PSI y Antip.) y el liderazgo bifronte de Justo con un amplio margen de autonomía política. Con el regreso de la UCR a la arena electoral surgen los problemas de reproducción del poder y de producción de legitimidad: ante la posibilidad de perder el control de la sucesión presidencial, el gobierno recurre al fraude y a la manipulación electoral escandalosamente, lo que le vale la ilegitimidad y el cuestionamiento de gobernabilidad. La libertad electoral significaba entregar el poder a la UCR por lo que el fraude era la única garantía de continuidad y el apoyo del Ejército suplía la legitimidad perdida. Con Ortiz el equilibrio en la Concordancia ya se encontraba alterado ya que Ortiz no tenía la misma relación con las FFAA que Justo, pero la situación fue manejable gracias al apoyo relativo de éste último. Pero cuando asume Castillo, conservador, el equilibrio es amenazado por la hegemonía conservadora. Justo entones busca acercarse a la UCR produciéndose el quiebre de la Concordancia y la profundización de la autonomía de las FFAA con respecto al sistema político. Con las muertes de Alvear y Justo, el vacío de liderazgo político se hizo crítico hasta el golpe de 1943. Tanto socialistas como demócratas-progresistas tenían posiciones ideológicas diferentes, pero el antiyrigoyenismo se transformó en un componente importante de la identidad partidaria. Para el PS, Yrigoyen era una expresión más de la “política criolla”, caudillista y clientelar, además de competir electoralmente con la UCR en Capital Federal. Por otra parte, la distancia con el PDP no alcanzaba a todo el radicalismo, sino al personalismo, habiendo una enemistad personal entre De la Torre e Yrigoyen. De la Torre se veía como continuador de una tradición que empezaba con Alem y la Revolución del Parque, recuperando lo que Yrigoyen había descartado de esa tradición. Ambos partidos sin embargo se mantuvieron al margen de la coalición golpista por los peligros que para ellos entrañaba el quiebre institucional. Así se colocaron en un punto equidistante entre UCR y golpistas, algo ambiguo por la imposibilidad de traducirlo en una alternativa política. Para el PS la dictadura de Uriburu estaba emparentada con el fascismo y, además, el frente golpista reunía a la derecha tradicional con el PSI, su principal rival en la Capital y en el plano de identidad partidaria. Entre ambos partidos sin embargo había grandes diferencias organizativas, ideológicas y de canales de sociabilidad. El PS contaba con una organización partidaria que les daba un marco de contención orgánica y un espacio de sociabilidad suficiente, con poca “contaminación” externa. El PDP por el contrario era un partido programático pero sin una oferta ideológica integral, con diversos circuitos de sociabilidad según su inserción social. La mayoría de sus miembros se relacionaban con dirigentes de las otras agrupaciones por lo que hasta 1931 el PS tenía una oposición clara a Uriburu mientras que el PDP mostraba una actitud ambigua con coqueteos entre De la Torre y Uriburu, pero finalmente lo rechaza, aunque reconocidas figuras dentro del partido, como Carlos Ibarguren, apoyaron al gobierno militar. A partir del 32 sin embargo, fue articulando un discurso más liberal, alejándolo del comunitarismo conservador y acercándolo a las agrupaciones de la izquierda socialista. De esta manera se constituyó una alianza electoral (Alianza Civil) como una alternativa tanto a la UCR como a las fuerzas golpistas, pero con algunas diferencias. Por ejemplo, el PS tenía una interpretación cada vez más negativa del 30 y de la tradición conservadora, mientras que para el PDP éste había sido un momento redentor, un movimiento de la civilidad que había puesto fin al flagelo yrigoyenista, De la Torre era el heredero de ese “espíritu” desfigurado por Uriburu y la práctica política de Justo. Esta alianza electoral, que no afectaba la identidad partidaria, tendría una participación importante en la representación legislativa y en la opinión pública, gracias a la abstención radical, con figuras como Alfredo Palacios o el propio De la Torre. La estructura estaba centrada en Capital Federal (PS) donde la alianza con el PDP podía impedir la fuga hacia la derecha del electorado independiente, y en Santa Fe (PDP) donde había muchos radicales por lo que sus perspectivas de triunfo se basaban en la abstención de la UCR. Mientras que en el resto de las provincias la AC sólo podía aspirar a captar el voto radical, por lo que Justo se aseguró el triunfo, sin necesidad de fraude. Con el retorno de la UCR, se terminó la ficción de una situación electoral competitiva por parte de la AC, produciéndose una sinceramiento electoral. El oficialismo profundiza el fraude, volviendo al sistema de lista completa por lo que la AC debe enfrentarse a esto también. Como Córdoba pasó a manos de la UCR, Justo buscó el control de otro distrito importante: Santa Fe. El PDP queda reducido a una minoría electoral sin importancia y en 1939 De la Torre se suicida. El PS por su parte, con la eliminación del PSI, desaparecía su principal competidor, pero el regreso de la UCR llevó a que se redujera su representación. Paralelamente se producen conflictos en el ámbito sindical que profundizan los desacuerdos entre la dirigencia partidaria y sus representantes en el movimiento obrero que impulsaban la participación en un Frente Popular junto a la oposición reunida bajo la bandera antifascista. En este aspecto, se muestra más dinámico el comunismo que aparece como competencia al socialismo, el cual se termina fracturando en 1937 con la fundación del Partido Socialista Obrero (PSO), provocando que el socialismo termine la década profundamente debilitado. El radicalismo estuvo cruzado por conflictos durante toda la década con 3 actores principales: el Antip. (Que estaba fuera del partido), el yrigoyenismo y el alvearismo, estos dos últimos compitiendo entre sí. El golpe desnudó estas contradicciones internas que paralizaban la gestión de Yrigoyen. Con la renuncia de Dellepiane el gobierno ya no tuvo apoyos en el Ejército y, acosado por la oposición y la prensa, el golpe se realizó casi sin resistencia. Para Alvear, el principal responsable del golpe era el propio Yrigoyen, mientras los golpistas dialogaban con el primero para aislar el sector del segundo, promoviendo una imagen demoníaca del ex líder radical. Uriburu y Justo querían que Alvear profundizara la fisura, pero éste los rechazó ya que los sectores yrigoyenistas eran aún muy poderosos y además porque Alvear buscaba liderar un radicalismo unido para regresar a los primeros planos. Es por ellos que busca suavizar el conflicto, presentándose como un símbolo de unidad para frenar la fuga de cuadros hacia el Antip., recibiendo incluso el apoyo de Yrigoyen para esto. El triunfo del radicalismo en las elecciones plebiscitarias de Uriburu y la postura de Alvear hacen que el oficialismo defina su postura y bloquee su retorno al poder mediante encarcelamientos, deportaciones y la proscripción de su candidatura, lo que mueve a la UCR a la abstención electoral. Se produce además una reorganización partidaria con reforma de su carta orgánica y la definición de un programa partidario, produciéndose un enfrentamiento interno esta vez en torno a la actitud ante el gobierno: Yri: vía revolucionaria con levantamientos armados; Alv: reorganización partidaria. Hubo además dos problemas principales: la dificultad para mantener a los sectores más reacios al yrigoyenismo que se pasan al Antip., y el poder aún grande del yrigoyenismo que cuestionaban la estrategia de reorganización si no iba acompañada de revolución. Sin embargo, esta vía estaba limitada por su escasa influencia en los cuadros militares como por el rechazo de los dirigentes partidarios: el último levantamiento fue en Santa Fe en el 33 y fue más civil que militar. Tras el mismo Alvear consigue controlar los principales resortes de poder partidario y una cierta estabilidad institucional interna. Sin embargo, la abstención electoral seguía provocando fugas hacia el Antip. y la crítica de la prensa, que se reforzó luego que la UCR de Tucumán desoyera el mandato nacional y se presentara en las elecciones de 1934 consiguiendo el triunfo. El regreso a la competencia electoral en 1935, trajo de regreso a muchos de los cuadros fugados, que si bien no eran bien vistos por los intransigentes, la fortaleza de Alvear contuvo sus críticas que se canalizaron en un grupo externo a la organización partidaria (FORJA). Allí se destacaron figuras como Raúl Scalabrini Ortíz, Homero Manzi y Arturo Jauretche, quiénes afirmaban la tradición yrigoyenista para marcar los contrastes entre la dirección del partido y su historia. Desarrolló una propuesta fuertemente nacionalista, de denuncia y oposición al neocolonialismo, como caracterizaban a las medidas económicas, sociales y políticas de la Concordancia, que según ellos buscaban aumentar la dependencia del exterior, fundamentalmente Gran Bretaña. Durante este tiempo, Alvear logró mantener la unidad partidaria y preservar la imagen de partido predominante a pesar de no participar en las elecciones, lo que se confirmó con el triunfo en las elecciones del 36. La derrota de Alvear en las elecciones presidenciales del 37 fue un duro revés y habilitó la revisión de la estrategia seguida, ya que la UCR no había sido capaz de impedir que el gobierno utilizara el fraude ni de elaborar herramientas para enfrentarlo, lo que también dio lugar a fortalecer la disidencia interna. Para la misma, el rumbo del partido estaba próximo a mimetizarse con el oficialismo debido a la actitud conciliadora frente a las políticas estatales y por la involucración de muchos representantes legislativos en escándalos de corrupción que dañaban la imagen del partido ante la opinión pública. También se daba el debate respecto a la actitud frente a las otras agrupaciones opositoras y el dilema de hasta dónde acompañar las experiencias aliancistas como el Frente Popular del 36 o la Unión Democrática. Los intransigentes promulgaban que había que ser duros con el gobierno y la corrupción, y eran partidarios de la “pureza de la organización”: no transigir ni con el gobierno ni con el resto de los partidos. Alvear por su parte, junto a los “unionistas”, era partidario de conciliar con el gobierno y acompañar a la oposición con una coalición pero solamente electoral. Había una tensión entre la tradición liberal que reconocía al partido como parte de un sistema con fuerzas equivalentes, y la referencia organicista, que al reconocer y equiparar al partido con la nación excluía a las demás fuerzas que no podían compartir este estatus. Con la muerte de Alvear en el 42, quedó un partido muy dividido y sin liderazgo, produciéndose poco después un recambio en su conducción con el ascenso de la intransigencia. 7.3: El restablecimiento del sistema político. El fraude electoral. La presidencia de Justo se abría con un terreno político complicado por dos datos: la impugnación a su legitimidad por parte de la UCR en forma de abstención y levantamientos armados; y la tirante relación entre las fuerzas políticas que lo tuvieron como candidato. A pesar de esto, confiaba en una rápida normalización de la economía y la política por lo que no veía razones para abandonar el régimen democrático por lo que las opciones totalitarias quedaron descartadas. Por esto, la abstención del partido mayoritario era una irregularidad importante por lo que Justo pretendía su vuelta a la normalidad sólo cuando la UCR demostrara su adhesión a la práctica política “civilizada” mediante el repudio a la figura de Yrigoyen y su aceptación como líder redentor del partido. Un optimismo desproporcionado con un partido que lo objetaba abiertamente mediante la abstención y los levantamientos que permitían recrear componentes de la religión cívica. La estrategia de abstención sin embargo chocó con el rechazo de la opinión pública y Justo lo aprovechó para culpar a la UCR de cualquier irregularidad. Con los comicios legislativos del 34 se disputaban las dos visiones enfrentadas de la realidad política: abstención vs concurrencia, siendo una especie de plebiscito de la pretensión gubernamental de normalidad institucional. Solamente en Tucumán hay tensión ya que la UCR decide competir y el resto del país todo transcurre con normalidad. Si bien hubo una concurrencia aceptable, la UCR de Tucumán gana lo que genera un más encendido rechazo por parte de la opinión pública a la política de abstención. El gobierno había impuesto su visión y la concurrencia había sido promovida por la prensa, la ley, la oposición de la Alianza Civil, radicales disidentes y la propia maquinaria electoral partidaria que necesitaba de los comicios para sobrevivir. El fracaso de esta política de abstención llevó a la UCR a reincorporarse al juego electoral en el 35 promovido por Alvear y con el apoyo unánime de la prensa a esta decisión así también como el regreso de grupos que se habían pasado al Antipersonalismo. Esta situación ponía en riesgo la posición electoral y las pretensiones de Justo en una UCR encolumnada ahora tras Alvear, por lo que el presidente se acercó a sectores conservadores que eran los que mayor número de votos le proporcionaban, así también como a sectores católicos y nacionalistas. Como esto no alcanzaba para asegurarse la victoria surgió su aquí su compromiso con el fraude, que si bien se venía utilizando puntualmente, ahora se hizo sistemático. Las provincias eran la llave para las elecciones presidenciales del 37 y en algunas como Córdoba, donde el conservadurismo no adhería a la política de fraude y la Capital Federal, la UCR gana. En Buenos Aires se busca establecer la llamada “ley trampa” que le otorgaba al gobernador el control total de las mesas de votación, y donde se decidió la candidatura de Manuel Fresco, conservador. En Santa Fe que era gobernada por el PDP, Justo mediante una intervención federal, coloca la provincia bajo la órbita del Antipersonalismo. En 1937 se produce una reforma a la ley electoral volviendo la lista completa para presidente, y si bien así Justo perdía la minoría en varios distritos, ganaba la totalidad en muchos otros (ej. Bs As.). De esta manera, con el aval del fraude garantizó su lugar como gran elector pero perdió buena parte de la opinión favorable a su gobierno. El sucesor elegido fue el antipersonalista Marcelino Ortiz siendo su vice el conservador Ramón Castillo, para mantener el equilibrio y asegurarle a Justo la dependencia de su sucesor con el objetivo de acceder a un segundo mandato al frente de la UCR. Los comicios presidenciales fueron fraudulentos (“Fraude Patriótico”), lo que marca el abandono progresivo del optimismo sobre las prácticas electorales. Incluso Justo llega a proponer un recorte de un electorado calificado. El radicalismo por su parte se mostraba errático y confundido con su política a seguir frente al fraude, ya que estaba inserto como miembro pleno en un sistema que le negaba la posibilidad de triunfo mediante una clara violación de las reglas. Políticas contradictorias, desde oposición extrema hasta negociación con la Concordancia para mantener su aparato institucional por temor a la dispersión, lo que generó que grupos cada vez más numerosos se unieran a posiciones críticas y a una línea yrigoyenista. 7.4: El fortalecimiento del rol del Ejército. La “profesionalización” de las FFAA. Los proyectos de Industrialización. En esta etapa el ejército se encontraba en pleno proceso de consolidación estructural con una formación de una poderosa burocracia que controlaba funcionamiento, destinos, jerarquías y ascensos. Se va imponiendo una mística corporativa y la invención de una tradición militar asociada a la existencia de la nación, todo lo cual amalgamaba a los cuadros por lo que toda intervención externa se juzgaba perjudicial. Sin embargo la prolongación de la política en el ejército era algo tradicional por lo que se fue formando un grupo de oficiales “radicales” favorecidos por Yrigoyen y con otra identidad interna, con dosis de afinidad con la “causa” radical. Esta política de Yrigoyen pronto chocó con la burocracia y generó rechazos incluso de los que simpatizaban con la UCR como Uriburu y Justo. Para ellos era intolerable que un civil fuera ministro de guerra (Elpidio González). Se fueron formando entonces, una organización en “logias”, llamadas “profesionalistas” que compitieron y triunfaron sobre los sectores radicales por el control del ejército. Aquí se destacó el liderazgo de Justo, ministro de guerra con Alvear, y director del Colegio Militar donde había formado una amplia red de lealtades entre los oficiales y un gran prestigio. Además había propiciado el cambio de plan de estudio con materias de educación cívica apegadas a la democracia liberal. Es por ello que cuando Uriburu intentó imponer su visión corporativista de la sociedad, el ejército, controlado por Justo, intervino como árbitro de la situación amenazándolo con un golpe de estado si no se volvía a la normalidad institucional. Años después cuando el presidente Ortiz busca de nuevo el apoyo del ejército para fortalecer su muy debilitado gobierno, ya había muchos cambios con respecto al 30: un escenario general más disputado y complejo, ahora era un civil quien convocaba a los oficiales al diálogo y las propias características del ejército eran distintas, se había producido una transformación de los valores y el comportamiento de los oficiales más jóvenes. En esto jugó un papel muy importante la Iglesia y monseñor Capello, inculcándoles una visión del mundo antiliberal, integrista, corporativa, nacionalista, antisemita, autoritaria, antidemocrática y antiparlamentaria, alternativa atractiva frente a la crisis mundial del liberalismo. La guerra civil española contribuyó a este amalgamiento entre la cruz y la espada en nombre de los mismos valores. Se produjo una erosión de la influencia de Justo, desgastada por la nueva pedagogía de la Iglesia que había formado a los oficiales más jóvenes, aunque seguía teniendo poder. El conflicto desatado entre Ortiz y Justo posibilitó la organización y el ascenso de sectores nacionalistas alentados por éste último que pretendía dividir para gobernar. Luego Castillo, ex vice de Ortiz y tras la muerte de éste nuevo presidente, para fortalecerse se acercó al sector nacionalista del ejército ofreciéndole el ministerio de guerra (Gral. Ramírez), los principales mandos y el mantenimiento de la neutralidad de la guerra. Con la muerte de Justo, Castillo parecía no tener rivales, pero los militares nacionalistas ya habían tomado demasiado poder, por lo que cuando la UCR le ofrece la candidatura a Ramírez, Castillo le pide la renuncia, pero Ramírez lo derroca en Junio del 43. Fue la primera vez que el ejército participaba de un golpe de Estado de forma autónoma e institucionalmente bajo el mando de sus más altos jefes, abandonando así su rol como árbitro para ocupar el de protagonista principal. 7.5: El descrédito del sistema político. Ortiz y Castillo. Argentina y la II Guerra Mundial. Marcelino Ortiz llegó a la presidencia por medio de elecciones fraudulentas promovidas por su antecesor, Justo, el cual buscaba poder controlar a su sucesor para aspirar a una futura reelección. Sin embargo ni Ortiz, ni su vice Castillo, ejecutarían sus políticas a los deseos de su elector. Al igual que Justo, Ortiz creía que ante una situación crítica e irregular como lo era el fraude, la salida debía darse dentro del régimen liberal, demostrando su confianza en la capacidad educadora del sufragio, pero en contraste con aquel, pensaba que la salida debía hacerse con una apertura electoral por más que ello significara un triunfo de la UCR. El paradigma reformista de 1912 se encontraba en el pensamiento de Ortiz pero con novedades: pensaba que la práctica electoral normal era incompatible con la miseria social que estimulaba la demagogia, y además proponía una participación activa del Estado para ello, por ejemplo con la compra y administración de los ferrocarriles y otros servicios públicos. Ahora bien, la apertura electoral demolería las bases de la coalición que lo había llevado al poder, provocando la reacción de Justo y del PDN y el Antipersonalismo que controlaban las provincias gracias al fraude. A pesar de ello, Ortiz le declara la guerra al fraude anulando comicios fraudulentos en San Juan e interviniendo Catamarca y Buenos Aires. En esta última, el gobernador Fresco buscó una salida al problema del fraude sin perder el control político, proponiendo el fin de la Ley Sáenz Peña y estableciendo una mezcla del integrismo católico, fascismo europeo y New Deal de Roosvelt: la organización de la sociedad desde el Estado con un esquema corporativista. Ésta debía de ser movilizada a favor del Estado y el rol de los comicios era sólo un ritual de movilización ciudadana bajo el control estatal. No se oculta el fraude sino que se lo exhibe con entusiasmo, con un voto cantado donde la presión estatal se ejecutaba con comodidad. Lo que genera el repudio generalizado, incluso del propio Ortiz, por lo que en las elecciones del 40 y tras la denuncias de fraude, decide intervenir la provincia con el apoyo de la opinión pública. Se produce entonces la ruptura del presidente con sus aliados y queda con el respaldo de algunos antipersonalistas y el apoyo parcial de la UCR que veía en un presidente contra el fraude la mejor salida de su crisis ante la amenaza de ruptura. El PDN se volcó entonces a la opinión pública con la ventilación de escándalos que implicaban al propio presidente. Ortiz aislado busca entonces el apoyo del Ejército, donde los sectores nacionalistas habían ido ganando influencia gracias a un adoctrinamiento de los nuevos oficiales llevado a cabo por la Iglesia Católica que les inculcaba una visión del mundo antidemocrática, antiliberal, corporativa y autoritaria. Sin embargo, esta estrategia de apertura electoral llegó a su fin con la enfermedad y muerte de Ortiz en el 42 y la asunción de su vice, Ramón Carrillo, un conservador comprometido con el fraude. La UCR se encontró de nuevo sin salida en un ambiente cargado con la guerra en Europa que provocó una importación de imágenes a la política local. Ya no se trataba de una riña entre partidos sino de una guerra vital entre democracia y nazismo. Los diarios más importantes, junto con la oposición, no dudaron en asociar la política de Castillo con los totalitarismos europeos, pero al parecer éste no sentía mayor simpatía con el Eje, ya que por ejemplo nombró a Patrón Costas (aliadófilo) como su sucesor. Sin embargo se veía obligado a mantener la política de neutralidad, profundizar su política autoritaria y su alianza con los nacionalistas para mantener su autoridad. El nuevo gabinete mostró el asalto conservador al gobierno y fue un golpe duro para la UCR y Alvear, que estuvo desconcertada e incluso perdió algunos distritos sin fraude como la Capital Federal contra el PS. Surgieron propuestas de alianzas electorales provocando un éxodo en nombre de la pureza de los principios radicales. En el 42 moría Alvear y dejaba un partido dividido y vacío de liderazgo. Los objetivos de Castillo era lograr el exclusivismo conservado pero esto poseía ciertos límites: sólo se conseguía con fraude, debía contar con el desconcierto de la UCR y debía conseguir el apoyo del Ejército donde Justo, ahora transformado en opositor, seguía teniendo grandes influencias. Por ello Castillo se apuró en pactar con el sector nacionalista del mismo ofreciendo al Gral. Ramírez el Ministerio de Guerra y los principales mandos. Justo por su parte busca acercarse a la UCR pero su muerte en el 43 tira por tierra sus planes. Castillo parecía no tener rivales, pero el ala militar nacionalista era ahora muy poderosa, y luego de que le pidiera la renuncia a Ramírez, éste realiza un golpe y derroca a Castillo, terminando el período conocido como la Década Infame.
Unidad 8: El dirigismo conservador y el proceso de sustitución de
importaciones (1930-1943) 8.1: El nuevo rol del Estado. La cuestión de las carnes: el convenio Roca-Runciman. En un país que dependía en gran medida del comercio mundial para mantener sus niveles de empleo y actividad, la Gran Depresión afectó severamente al país. Con la caída de las importaciones y de los precios de las exportaciones, junto con la interrupción del flujo de capitales, los gobiernos de la década del 30, tenían grandes problemas en sus manos. Las necesidades de oro para el pago de la deuda eran grandes, pero Argentina era uno de los países con más reservas de oro en el mundo por lo que se recurrió a las mismas para afrontar dicho pago. Esto creaba otros grandes problemas como una crisis de liquidez lo que llevó al gobierno a emitir sin respaldo, alentando la depreciación del peso. En este contexto el gobierno argentino tenía que entrar en acción para evitar un desastre. Así nació el control de cambios y la Comisión de Control de Cambios que pasó a centralizar toda actividad relacionada con el comercio exterior y que manejaba las divisas siguiendo un orden de preferencias que privilegiaba el pago de la deuda y luego las importaciones de materias primas y bienes de consumo indispensables. También se destaca la endeble situación de las finanzas del Estado, debido al derrumbe de sus ingresos, obtenidos principalmente del comercio exterior. El principal objetivo de Uriburu, y luego el de Justo, fue lograr el equilibrio fiscal, por lo que se buscaron aumentar los ingresos con nuevos aranceles y nuevos impuestos, siendo el más importante un impuesto al ingreso. También se redujo el gasto público, tanto de los salarios de los empleados estatales como de una menor inversión pública, recurriendo a la emisión monetaria para cubrir otras necesidades. En líneas generales, la reacción ante la crisis fue un firme apego a la disciplina fiscal y a recetas económicas ortodoxas ya que se pensaba que era una situación transitoria. Sin embargo, la abrupta caída de la producción, los salarios, el consumo y las altas tasas de desempleo, hicieron evidente que ésta era una situación distinta que requería políticas diferentes. En 1933 se nombró a Federico Pinedo como Ministro de Hacienda, y si bien ya había signos de recuperación, abundaban los problemas. Los importadores argentinos tenían una gran deuda externa, por lo que el gobierno decidió hacerse cargo de la misma, a cambio los importadores le pagaran al gobierno en moneda nacional. Existía entonces una necesidad de rediseñar el sistema de control de cambios, estableciendo algunas modificaciones como la necesidad de un permiso estatal para importar pero flexibilizando el control absoluto por parte del Estado. Lo que se complementó con una reforma fiscal y bancaria y con otras políticas reguladoras de la producción agropecuaria. A partir del 34, se hizo evidente una recuperación, los capitales extranjeros volvieron a entrar al país, la producción creció, la balanza de pagos fue positiva y aumentó el volumen de dinero y crédito. En el 37 ante una nueva recesión mundial, la recuperación se detuvo, hubo baja de precios, de exportaciones, cosechas pobres y peso depreciado, reviviéndose los fantasmas de la Depresión. Pero ahora las autoridades argentinas tenían más experiencia y llevaron a cabo medidas compensatorias con el objetivo de reconciliar el equilibrio de la balanza de pagos y el sostenimiento de la actividad interna, como una política liberal de préstamos, el reforzamiento del control de cambios o la extensión del permiso para importar. Mientras Europa marchaba hacia la guerra, la Argentina estaba ahora en una mejor posición, por la mayor experiencia. La década de los 30 había modificado la manera de pensar y las estructuras mismas sobre las que se asentaba la economía argentina. Paralelamente, nuevas ideas se fueron gestando en todo el mundo, que propiciaron una mayor incumbencia del Estado en el plano económico. El progresivo abandono de las ideas del libre comercio y el ascenso del proteccionismo, marcaron una década donde el intercambio comercial se basó en acuerdos bilaterales. USA e Inglaterra contribuyeron especialmente a esto con respectivos aumentos arancelarios, y ésta última fue más allá con el acuerdo de Ottawa, que le otorgaba preferencia a las distintas partes de su imperio, perjudicando especialmente a la Argentina. La inquietud de los ganaderos argentinos se tornó entonces en pánico con el establecimiento de cuotas decrecientes para las carnes argentinas en el mercado inglés. Con el mercado estadounidense cerrado desde siempre, impulsaron la fórmula “comprar a quién nos compra”, realizándole concesiones y preferencias a las importaciones británicas, mientras que las autoridades argentinas no ahorraban muestras de buena voluntad. Inglaterra por su parte era consciente de su poder de negociación por lo que demandaron también una solución al problema de los “fondos bloqueados” por el control de cambios, que eran las deudas de los importadores argentinos. Así se firmó en 1933 el acuerdo Roca-Runciman que abarcó todos estos aspectos, a cambio de que se mantuviera el statu quo en el mercado inglés de carne. Este tratado se ganó la oposición de la opinión pública argentina, sobre todo de sectores nacionalistas, ya que se lo consideraba una grosera alianza entre el capital inglés y los sectores agropecuarios, titulándolo de “vendepatria” y recrudeciendo el clima “antiimperialista”. El pacto privilegió ante todo el interés ganadero y las concesiones argentinas fueron más importantes que las británicas, lo cuáles ampliaron su importancia como proveedor argentino. Pero el cumplimiento no fue recíproco y pronto partieron otras amenazas como la de un nuevo impuesto a las carnes argentinas. Y si bien no siempre se respetaron los privilegios requeridos por Inglaterra, en otros ámbitos también hubo concesiones no estipuladas explícitamente en el tratado. Ahora bien, fue conveniente? Era clara la necesidad de revitalizar, de un modo u otro, el comercio argentino, y no había, en el corto plazo, muchos otros caminos para evitar la virtual desaparición de unas importaciones que eran imprescindibles. El pacto también fue el último intento d prevalecer de la Argentina como granero del mundo que iba dejando paso a un país donde las fábricas eran sinónimo de modernidad. 8.2: El sector agrario pampeano y la demanda internacional. Las políticas reguladoras de la producción agropecuaria. La crisis de 1929 provoco que las exportaciones hacia el mercado internacional dejaran de ser el impulsor del crecimiento ya que se redujeron sus tasas. En cambio el mercado interno y el desarrollo de la industria se convirtieron en el nuevo estimulo. Por otra parte la intervención del estado en la economía se acentúo notablemente. De esta manera en la década de 1930 la Argentina agroexportadora se transformo en un país en el que efectivamente la industria se convirtió en el principal motor de la economía. La crisis provoco la disminución del comercio mundial así también como de la inversión de capital. El auge de las medidas proteccionistas y la búsqueda de acuerdos bilaterales reemplazaron el comercio abierto y multilateral. La caída de los valores de las exportaciones tradicionales de carne y cereales junto con la dificultad para obtener capitales y divisas para las importaciones llevo a los gobiernos conservadores a la aplicación de políticas caracterizadas por los intentos de apoyo y regulación de la producción agropecuaria. El derrumbe de los precios de los principales productos de exportación del país (cereales, lino y carnes) provocados por la depresión junto con una caída del precio de las importaciones, pero no al mismo ritmo llevo a que hubiera saldos negativos en el balance de pagos. Si bien los dirigentes argentinos pensaban que era una crisis cíclica la urgencia de la situación requería respuestas inmediatas. Todo esto se daba en un contexto internacional en donde la antigua relación con Gran Bretaña a la cual exportábamos la mayor parte de los cereales y la carne y de donde venían capitales manufacturas y combustibles se encontraba debilitada por el ascenso USA que se convirtió en el principal proveedor de artículos industriales. Sin embargo la producción agraria USA competía con la argentina. Es por ello que el país busco mantener su larga alianza estratégica con Inglaterra realizándose varias misiones comerciales que llevaron acuerdos bilaterales como el de D’Abernon o el de Roca- Runciman. Lo que se vio potenciado por la política de preferencia implementada por Inglaterra en el 32, en la conferencia de Ottawa que ponía en peligro las exportaciones argentinas de carne y cereales las cuales competían con la producción de Australia y Nueva Zelanda. En el 33 Federico Pinedo asumió como ministro de hacienda el cual era partidario de una mayor intervención del estado en el comercio exterior, a partir del control de cambios, y en sostenimiento de los precios agropecuarios y en la regulación de la producción del sector. El primero de estos puntos consistía en un sistema de restricciones a las importaciones para que el gobierno estableciera luego quienes tenían prioridades para acceder a las divisas mas baratas del mercado oficial. Mediante el control de cambios las divisas obtenidas de las exportaciones tradicionales se vendían al gobierno y este las revendía a las empresas favorecidas a un precio más alto. Las ganancias obtenidas le permitían al ministro establecer un precio sostén para el maíz, el trigo y el lino. A esto se agrego la creación de juntas reguladoras de los distintos aspectos de la producción agrícola como por ejemplo la Junta Reguladora de Granos, la de Vinos, la de La Yerba Mate o la del Algodón, todo esto para intentar proteger a la producción agropecuaria. Paralelamente, a partir de 1934 había comenzado una tendencia de mejora de los precios de las exportaciones que concluyo en 1937 con una nueva recensión. Cuando estallo la segunda guerra mundial los temores entonces se hicieron desmesurados. Es por ello que en 1940 el propio ministro propuso un plan (Plan Pinedo) el cual entre sus medidas se encontraba el sostén de los precios agrícolas, en especial el del maíz. Sin embargo los efectos fueron menos adversos que lo esperado: la Argentina siguió exportando, la economía creció, si bien a un ritmo menor, y su crecimiento ya no estaba basado en las exportaciones agropecuarias sino en el desarrollo industrial, el cual producía para el mercado interno. Al finalizar la guerra dicho mercado interno había crecido en importancia también para los propios productos agropecuarios ya que las exportaciones estaban estancadas. La Argentina se cerraba sobre si misma. Si bien el plan no se aprobó, algunas de sus propuestas se llevarían a cabo más adelante como la regulación del comercio exterior mediante lo que sería el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, el cual monopolizaría las operaciones de exportación de cereales y oleaginosas. 8.3: La reforma bancaria e impositiva. Al principio del período las cuentas del Estado mostraban profundos desequilibrios por lo que el gobierno se embarcó en una reforma fiscal y bancaria. Ante la situación, existieron presiones desde distintos sectores para suspender el pago de la deuda, lo que desencadenó el temor de los acreedores e hizo que los títulos argentinos cayeran. En realidad, la deuda interna era la carga más pesada por lo que se ideó un sistema de conversión que respetaba los derechos de los deudores y a la vez reducía el servicio de las obligaciones del Estado. Correspondía a un nuevo papel de menor interés pero con plazos más largos. Misma posibilidad se dio a la deuda externa junto con la sustitución por bonos en pesos. La mayoría de deudores, internos y externos, se decidió por la conversión. La mejoría de la situación fiscal respondió también a la recuperación económica y al apego a la ortodoxia fiscal. Las políticas de austeridad se reflejaron también en la reducción del gasto y otras políticas impositivas como el mejoramiento de la percepción del impuesto al ingreso y la simplificación de los procedimientos administrativos y eliminación de organismos superfluos. Cabe destacar también la unificación de los impuestos internos, hasta entonces distribuidos en una intrincada red nacional y provincial. El ordenamiento llevó, con el tiempo, a reavivar la inversión pública, dirigida entonces al desarrollo de la red vial, así también como a la recuperación de empleo público. Por otro lado, con respecto al sector bancario y financiero, las entradas y salidas de la Argentina del patrón oro había impedido la institucionalización de un régimen monetario ordenado, no había una clara legislación y el gobierno había podido recurrir libremente a la emisión para financiar su déficit. El manejo de la solidez bancaria, los redescuentos y de los títulos del gobierno recaía en distintos organismos cuya centralización permitiría evitar las incoherencias de política. Ya Yirigoyen había mencionado esta necesidad. Por ello se invitó al especialista británico Otto Niemeyer quién presentó el proyecto para la creación de un banco que emitiera los billetes, regulara el crédito y las reservas y actuara como agente financiero. El mismo debía ser una sociedad anónima para ser inmunes a las presiones del gobierno, obteniendo así un sistema más flexible. En 1933, Pinedo envió un proyecto para la creación del Banco Central de la República Argentina, que si bien seguía el modelo de Niemeyer, tenía algunas diferencias, como un mayor control sobre los bancos. En 1935, finalmente el Congreso crea el Banco Central cuyos objetivos eran: concentrar reservas para moderar las consecuencias de las fluctuaciones, regular el crédito, controlar a los bancos y aconsejar al gobierno. Si bien no faltaron las críticas, tanto de los que creían que el organismo era demasiado independiente y los que pensaban que era demasiado dependiente, junto con varias irregularidades, el nuevo sistema permitió un saneamiento del sistema bancario. 8.4: El proceso de sustitución de importaciones. El debate industrialista de los años 30. La Argentina era el segundo país más industrializado de Sudamérica, no sólo limitándose a frigoríficos, ingenios, bodegas y otras industrias ligadas a la producción primaria y destinada a la exportación. También habían florecido industrias manufactureras para satisfacer el consumo interno como textiles, metalúrgicas, papel, aparatos eléctricos, etc., y, si bien aún no se autoabastecía por completo, su dependencia de las importaciones había decrecido notablemente. Si bien la década del 30 es uno de los momentos de un gran salto delante de la industria argentina, hay que resaltar las continuidades con el período radical, donde la industria contribuyó más que la agricultura al crecimiento nacional, aunque a partir de la crisis esta tendencia se incrementó. El derrumbe del comercio exterior fue el principal responsable provocando una caída de las importaciones lo que generó una “industrialización por sustitución de importaciones” donde estas últimas serían reemplazadas por “el similar nacional”. La política cambiaria y arancelaria favoreció también esta tendencia, sobre todo de productos que competían con los norteamericanos, lo que llevó a muchas empresas de ese país a instalarse directamente en la Argentina. Las ramas que competían con las importaciones y fueron sustituyéndolas fueron las más dinámicas, como tejidos, neumáticos, extracción y refinamiento de petróleo, alimentos. Incluso hubo casos que llegaron a venderse en el exterior, en general en América Latina, sobre todo durante la 2GM. También alentados por políticas económicas (creación de la Corporación para la Promoción del Intercambio). Sin quebrar el predominio agropecuario, algunas actividades se convirtieron en competitivas luego de un tiempo de protección. Por otra parte, el crecimiento industrial fue causa y consecuencia de un acentuado proceso de urbanización. La crisis del sector agropecuario movió a trabajadores hacia las ciudades, lo que se sumó a la incorporación de muchas mujeres al mercado de trabajo urbano, creciendo entonces el empleo y el producto industrial. Sin embargo no puede decirse lo mismo del capital, no habiendo mucha renovación de maquinarias y equipo, es decir, bienes de capital. La dificultad para importar fue la principal causa de este estancamiento de la inversión. En definitiva, la década de los 30 tuvo un ambiente favorable para el emprendimiento de las actividades industriales. Entre las políticas que fomentaron la industrialización podemos destacar los aranceles y el tipo de cambio. En cuanto a los primeros, si bien éstos se establecieron de manera distinta según el tipo de producto y el país de origen, el arancel promedio aumentó. También el control de cambio tomado en conjunto favoreció a las actividades que competían con las importaciones. Es decir que tanto la política arancelaria como la de cambios fueron favorables a la industria nacional. Ahora bien, el ambiente general no se manifestaba de la misma manera. Radicales y socialistas no eran proteccionistas y se encontraban firmes en una posición favorable al libre cambio. El partido gobernante por su parte, también sostenía que la agricultura era indudablemente la principal fuente de riqueza del país, renunciando a la idea de ser autosuficientes. Antes que industrialistas convencidos, veían en la industria una oportunidad de desarrollo hasta que las condiciones internacionales permitieran algo mejor. La industria era un reemplazo transitorio, no había que cambiar las bases económicas del país ni establecer la autarquía. La mejor prueba de esto es el tratado Roca- Runciman, donde se ve que el gobierno hizo todo lo que pudo para reavivar las posibilidades de vender sus productos en el extranjero. De esta manera, la leve tendencia creciente de las tarifas resultó de medidas fiscales para compensar la recaudación por la disminución de las importaciones. Por su parte, la política cambiaria, estuvo motivada por el temor a una balanza de pagos desequilibrada. En definitiva, apenas hubo en los años 30 políticas intencionalmente industrialistas. 8.5: El Plan Pinedo de 1940 y las relaciones con Gran Bretaña y USA. Fines de la década del 30 fue un período convulsionado por la guerra en Europa. En el país, el presidente Castillo nombró a Federico Pinedo como ministro de Hacienda, el cual se encontró con varias dificultades como la caída de las exportaciones por el conflicto y el temor a una nueva depresión. Sin embargo ahora había hombres más preparados, por lo que envió al Congreso un Plan de Reactivación Económica, conocido como Plan Pinedo, que si bien no es aprobado, muestra la evolución de las ideas económicas. El principal problema era de nuevo, la crisis del comercio exterior con sus influencias negativas sobre la actividad interna, lo que instaba al gobierno a actuar con rapidez. El Plan Pinedo recomendaba entonces una serie de medidas a corto plazo como la compra por parte del Estado de cosechas invendibles y una mayor restricción de las importaciones, junto con otras estrategias, como un vasto programa de construcciones populares para alentar la ocupación. Se pedían facultades más amplias para que el Banco Central pudiera regular el crédito y en cuanto a política fiscal primaba la fórmula que privilegiaba primero la economía y luego las cuentas públicas. Este plan excedía la coyuntura de crisis y esperaba que el poder de compra generado por las medidas desarrollara la demanda de artículos industriales. Además había facilidades para realizar inversiones fijas y para adquirir maquinaria, apuntando a una industria más vigorosa y diversificada. Este sesgo industrialista no implicaba el abandono de las ideas favorables al comercio. No se trataba de una industrialización ligera ligada únicamente a la sustitución de importaciones y al desarrollo del mercado interno, sino que se reforzaban las exportaciones industriales con la creación de la Corporación para la Promoción del Intercambio. Con el diario del lunes se ve que el Plan Pinedo se basaba en supuestos y pronósticos que finalmente no se dieron ya que durante la guerra la Argentina pudo mantener sus mercados tradicionales de exportación, incluso pudo ampliar su presencia en algunos mercados como USA y otros donde el repliegue norteamericano había dejado un espacio vacío. A pesar de su rechazo demostró que los conductores de la economía se iban adaptando al mundo de las nuevas ideas económicas. A principios de los 40 estaba instalada la discusión sobre la estrategia de desarrollo que reemplazaría a los cereales y al ferrocarril como pilares de la economía argentina, y en la que casi todos reconocían la necesidad de una mayor incumbencia del Estado en los asuntos económicos. Las dificultades que en los años 30 encontraron en sus mercados de exportación los productos argentinos llevó a una restricción significativa de sus importaciones, afectando su relación con sus dos principales proveedores, USA e Inglaterra. Ésta última era más importante como comprador que como vendedor, por lo que la balanza comercial era positiva para el país, mientras que con USA era a la inversa, ya que al ser un país rural, era difícil la colocación de los productos argentinos. Fue en estos años además cuando USA reemplazó a Inglaterra como el principal proveedor de importaciones argentinas. El conflicto entre intereses británicos y norteamericanos en la Argentina se hizo patente en el transporte terrestre, donde los ingleses estimulaban los ferrocarriles, cuya red habían tejido ellos mismos, mientras que los norteamericanos fomentaban el transporte automotor. También el origen del combustible para los mismos, Inglaterra carbón, USA petróleo.
Unidad 9: Transformaciones sociales y cultura en la década del 30
9.1: El Estado y las obras públicas. La modernización urbana en Buenos Aires. La crisis del 30 fue vista por muchos como un síntoma que revelaba la necesidad de una mayor intervención del Estado en la economía, algo que se tradujo en un incremento de las obras públicas, consideradas soportes de la producción y de las funciones estatales. Se trató de una modernización de la infraestructura de transporte, almacenamiento, energía e industria, a la vez que un paliativo de la desocupación, bajo las consignas “modernizar el campo” y “urbanizar el país”. Cobró especial importancia el Ministerio de Obras Públicas, ingresando incluso en terrenos nuevos a través de ciertos programas de acción social. Con el nuevo edificio de su sede, un rascacielos, se creaba una imagen pública de la institución que la asociaba a la modernidad y el progreso. El valor de la obra pública no fue sólo reconocido por los conservadores, abarcando a todo el abanico político del período. Los gobiernos provinciales también avanzaron en sentido similar con proyectos en áreas de vivienda, salud y educación. En todas ellas se hace presente la explotación simbólica y expresiva de la arquitectura moderna por parte del Estado, desplegando un discurso que hablaba de progreso y de una transformación productiva basada en la técnica y muy asociado a lo urbano. Esto expresaba el deseo de transformación social y cultural, de que el progreso rescataría al campo de su atraso y lo convertiría en una extensión de la ciudad. La arquitectura moderna era el instrumento y el símbolo del cambio y del futuro. No se debe exagerar con las acciones llevadas a la práctica ya que se puede notar un gran retraso en la infraestructura de aeropuertos, de diques y represas hidroeléctricas o en la construcción de viviendas masivas, todas ellas llevadas a cabo recién con el peronismo. Se veían entonces los límites de la modernización por el apego conservador a la disciplina fiscal y sus propias dudas acerca de los cambios que se producían, aunque no afectan el impacto del volumen realizado que se tradujo al imaginario colectivo como que los gobiernos conservadores “hacen obra”, sinónimo de buen gobierno. Gobiernos sinónimos de fraude y corrupción, se legitimaban a través de la obra pública. El sector de la misma que se destacó fue la construcción de caminos, un hecho que empalmó con la situación internacional de ascenso de USA y decadencia británica. El automóvil se imponía como medio de transporte del siglo XX, radicándose numerosas empresas norteamericanas en el país como Ford y General Motors. Paralelamente la disputa de los productores con los ferrocarriles británicos por los altos costos de los fletes fue la excusa para la necesidad de desarrollar nuevos medios de transporte, por lo que casi toda la opinión pública, maravillada con la aparición del colectivo, se pronunciaba por el desarrollo del automóvil y los caminos. El ferrocarril era sinónimo de los males del país y la construcción de los caminos era una reafirmación de la nacionalidad reprimida por los intereses británicos, uniendo desde los sectores de izquierda hasta los nacionalistas. El principal impulso vino por parte del presidente Justo y la creación de la Dirección General de Vialidad de la Nación, multiplicándose casi por 40 el kilometraje del trazado vial, articulando los principales centros de producción con los países limítrofes, los puertos y las estaciones ferroviarias. Si bien la obra fue monumental, el trazado vial como oposición al trazado férreo impidió poder aprovechar la capacidad comunicacional instalada y duplicó el problema de la configuración radial sobre Buenos Aires. El símbolo de modernización, desarrollo económico y cohesión nacional se reforzó también por la acción de YPF en la explotación del petróleo nacional. La empresa lanzó un ambicioso plan de construcción de estaciones de servicios de estilo moderno que eran sinónimo de progreso y modernidad. El petróleo se convertía en un combustible fundamental para las industrias por lo que la imagen de la empresa era ahora moderna y pujante. Dicha imagen se apoyaba también en su asociación con otras prácticas como el deporte, donde impulsó a nivel nacional el automovilismo con el Turismo Carretera, y el turismo, que dejaba de ser una práctica de la elite y se abría a las clases medias, ya que junto al automóvil y la red vial, construyó una serie de estaciones de servicios conjuntamente con el Automóvil Club, con campings, servicios recreativos y técnicos. Se transformó también en sinónimo de soberanía nacional, favorable a la autonomía económica del país cobijada por el nacionalismo. Toda esta situación estimuló también el turismo, construyendo el propio Estado hosterías y hoteles, ampliando la red vial a lugares turísticos como con la pavimentación de la ruta 2 a Mar del Plata y construyendo balnearios y ramblas. También se estimuló el turismo en los parques nacionales como el Nahuel Huapi y el Iguazú, con la creación de la Dirección General de Parques Nacionales. Esto último respondió a la avanzada de la nacionalización en las fronteras alejadas para consolidarlas, el avance modernizador de la nación, ya que “conocer el país es hacer patria”, así también como las posibilidades económicas que representaban. Paralelamente, la vivienda y la vida urbana se iban transformando. La casa de renta o departamentos en altura se iba imponiendo como parte de la modernización general de la ciudad, en Rosario, Córdoba, Mendoza, pero principalmente en Buenos Aires. La cantidad de edificios que se construyeron en esta década necesitó una importante inversión que se mantuvo durante todo el periodo por la alta rentabilidad de la renta. Estos edificios generalizaron en la ciudad un perfil modernista acorde a los deseos del Estado. Estos departamentos compactos, con un nuevo equipamiento y artefactos del hogar, se los consideraba una vivienda transitoria generalmente porque sus habitantes eran familias en formación en un claro contraste con la vivienda individual autoconstruida típica de las décadas anteriores, por lo que la casa renta encarnó unas relaciones del hombre con el hábitat más plenamente modernas. Esta modernización privada formó parte de otra estatal de grandes inversiones. Se ensancharon avenidas, se comenzó la 9 de Julio, se completó la red de subterráneos, se reemplazaron puentes, etc., logrando restituir en Buenos Aires el imaginario dinámico de las ciudades modernas y coronando todas las obras con la construcción del Obelisco. De esta forma, las transformaciones parecían convertir a Buenos Aires en la realización del sueño modernista, en una ciudad que marchaba febrilmente noche y día hacia el progreso. 9.2: Las migraciones internas. Su impacto en el área bonaerense. Las expresiones corporativas del movimiento obrero. Los sectores medios. Condiciones de vida de los sectores populares. Si bien las políticas públicas descritas apuntaban a un programa de modernización territorial, la misma fracasó y el contraste entre ciudad e interior parecía haberse ensanchado, pareciendo haber dos países. Sin embargo, el nuevo ciclo de metropolización de Buenos Aires desdibujará un poco esas polaridades ya que fue protagonizado en gran medida por los migrantes del interior. No es fácil encontrar testimonios del modo en que la nueva migración estaba formando la metrópoli. Las cifras censales indican que el proceso de migración interna se desenvolvía de modo continuo desde mediados de la década del 30, aumentando el peso relativo de los provincianos en la población de Buenos Aires. Ahora bien, parece que los contemporáneos no percibían este fenómeno ya que el impulso modernizador de la Capital llevó a asimilar automáticamente el crecimiento metropolitano sin reparar en sus novedades. Además, el desarrollo industrial provocó que los recién llegados se incorporaran rápidamente en una economía que necesitaba de ellos. Recién serían incorporados a la imagen “oficial” y a la cultura de la ciudad en la década siguiente los nuevos cordones urbanos. Además en ésta época no había mucha gente que creyera que el perfil económico y social nacional podía tener su centro en el campo. Se empezó a hacer evidente la relación entre las políticas de modernización estatales y el vaciamiento del campo: la industrialización llevó a una política de proteccionismo arancelario y concentración económica que favoreció las sangrías de población del interior hacia las únicas áreas que expandían el mercado laboral, las industrias urbanas. Las carreteras por su parte, se convirtieron en conductos para dicha sangría. Ya en los años 20 se venía planteando la necesidad de una nueva ampliación jurisdiccional que contemplara urbana, social y políticamente los procesos de expansión territorial creándose el “Gran Buenos Aires”. A mediados de los 30 esa necesidad era ya una verdad indiscutible para expandir al conurbano los logros obtenidos en la ciudad capital (infraestructura, servicios, espacios públicos). La modernización optó por la dirección opuesta definiendo el área de acción municipal mientras que las consideraciones regionales fueron excluidas. Los años 30 fueron un período de cambios en el movimiento obrero, influenciado por la difusión del fascismo y la pérdida de confianza en el modelo liberal. La estructura económica también cambió por la depresión, siendo una de las respuestas la intensificación de la industrialización por sustitución de importaciones y la aparición de fábricas grandes. Todo esto produjo un efecto en las organizaciones obreras, siendo los sindicatos “apolíticos” sustituidos por los que tenían lazos con los partidos, ya que los problemas para organizar a los obreros, los llevó a buscar ayuda en la política. Esta aproximación al Estado ya había empezado en los 20 cuando los sindicatos anarquistas perdieron fuerza contra los sindicalistas, que si bien evitaban la política, la cooperación con la UCR, que deseaba ampliar su apoyo popular, fue moneda corriente pero sin formalizar la relación. La búsqueda de bloquear a los socialistas, llevó a los sindicalistas a una pragmática habilidad para crear alianzas con los radicales sin dejar de denunciar la política burguesa. Los radicales por su parte auxiliaron a las huelgas en los sectores estratégicos como los ferrocarriles y los puertos donde había un gran número de votos. Sin embargo, cuando la agitación probó ser demasiado costosa políticamente, y a pesar de no desinteresarse por los trabajadores, Yrigoyen cambió de rumbo y la actividad huelguística se mantendría relativamente baja. Ello llevó a que el modelo sindicalista comenzara a perder vigor ya que necesitaba de un apoyo externo frente a las patronales. A esto hay que sumarle las disputas sectarias con sus constantes luchas y rupturas: la Unión Sindical Argentina (USA) controlada por sindicalistas, la Confederación Obrera Argentina (COA) socialista y el Comité Nacional de Unidad Sindical Clasista (CNUSC) comunista. También la economía empezó a cambiar con la aparición de grandes fábricas que coexistían con el taller artesano, con muchos obreros sin calificación, sin tradición de sindicalización. Hay que destacar el papel de la Unión Ferroviaria (1922) de alcance nacional pero poder centralizado, cuya estructura se ubicaba por encima de los partidos. Estos eran reticentes de hacer colapsar el sistema por lo que se convirtieron en interlocutores aceptables para las empresas y el gobierno, ayudándolos a obtener beneficios importantes, siendo un modelo para otros sindicatos. Sin embargo sus éxitos eran difíciles de repetir por su papel central en la economía argentina y su número de votantes. Ya en los 20 además se produjeron campañas por la unidad como la de 1928, a la que respondieron la COA y la USA, quedando fuera los comunistas y anarquistas, para crear la Confederación General de Trabajo (CGT), la cual sólo se constituyó formalmente luego del golpe del 30. Con la depresión, se intensificaron los problemas: desocupación, caída de salarios y condiciones de trabajo. El débil gobierno radical no estaba en condiciones de auxiliar a los trabajadores ni viceversa. Luego del golpe, el régimen de Uriburu estableció la ley marcial y el estado de sitio, obligando a los sindicatos comunistas y anarquistas a pasar a la clandestinidad: sus líderes fueron encarcelados, ejecutados y exiliados gracias a la acción de la recién creada Sección Especial de la policía. El resto de la actividad sindical se hizo difícil y las empresas lo aprovecharon para despedir y rebajar salarios, pudiendo hacer poco al respecto los sindicatos. Ahora bien, en el gobierno existía una segunda tendencia, corporativista que buscó alguna acción en común con los sindicatos pero siempre éstos subordinados al Estado. Sin embargo el poder del Departamento Nacional del Trabajo (DNT) era muy limitado y no contaba con la cooperación plena del resto del gobierno. Todo esto llevó a que fuera un período sombrío para los sindicatos y los trabajadores reduciéndose el número de huelgas y sus posibilidades de éxito. La CGT y su sindicato más importante, la Unión Ferroviaria, buscaron cierta cooperación con el Estado, pero poco pudo hacer y fue duramente criticada. Además la represión llevó al anarquismo a ser una fuerza marginal y si el comunismo pudo sobrevivir fue gracias al apoyo partidario, lo que le permitirá resurgir durante el gobierno de Justo. Con éste último, la situación mejoró rápidamente ya que la represión se aplacó. Los sindicatos que más crecieron fueron aquellos con conexiones políticas ayudados por los partidos. Era necesario llamar la atención del gobierno ya que era un actor fundamental en la negociación con las empresas, pero existía una delgada línea entre la presión que iba a permitir la intervención y aquella que llevara a la represión, por lo que los sindicatos se andaban con cuidado. Además los diferentes sectores del gobierno no siempre trabajaban juntos, mientras que en el interior la situación era más difícil ya que el DNT sólo tenía jurisdicción sobre la ciudad de Bs As y los territorios nacionales. Por otra parte, la CGT seguía teniendo preponderancia y dentro de ella la Unión Ferroviaria, siendo los mayores sindicatos los del transporte y sólo unos pocos obreros industriales estaban sindicalizados. La disminución de la represión llevó a una intensa ola huelguística como intentos desesperados de recuperar lo perdido. La respuesta del gobierno dependía de la centralidad económica del sector, su visibilidad en la opinión y la filiación política de sus líderes: la mayoría fueron ignoradas, otras reprimidas y unas pocas con una intervención favorable (ej. Petroleros, comunistas, represión – telefónicos, sindicalistas, intervención). Si bien esta actitud de dos caras se mantuvo durante todo el período, la mayoría de los sindicatos tuvieron que enfrentarse a las empresas en un contexto de sobreoferta de mano de trabajo y una policía que buscaba garantizar el orden, por lo que las huelgas descendieron. Los sindicatos que lograron un desempeño aceptable durante estos años iniciales fueron los que tenían conexiones con el Partido Socialista, ya que, mientras la UCR se abstuviera, el gobierno, sostenido por el fraude, necesitaba del socialismo para legitimizarse, por lo que intervino en su favor por ejemplo en la Federación de Empleados de Comercio o la Unión de Obreros Municipales. Pero estos éxitos fueron la excepción ya que los problemas de la situación económica, un gobierno indiferente y la hostilidad empresarial hicieron hasta que la UF tuviera dificultades, debiendo pactar reducciones de salarios para evitar despidos. Esto produjo un descontento en las bases que llevará a la marginación del grupo sindicalista a favor del “socialista”, cuyo término no debe confundirnos ya que había miembros del partido en ambos bandos y ambos coincidían en que los partidos debían mantenerse al margen, era una lucha por el poder. Por otra parte, a partir del 35, cuando la economía se recupera y crece el número de fábricas y de trabajadores industriales sindicalizados, la situación daña a los sindicalistas cuya base eran los obreros calificados, perdiendo posiciones. Esto se reflejó en el interior de la CGT, ya que la nueva situación no se reflejaba en la estructura del Comité donde seguían dominando los sindicalistas cada vez más débiles, conflicto desatado también en el interior de la UF, cuya crisis por el poder en 1935, llevó a la división de la CGT: una en manos de los sindicalistas con centro en los telefónicos que fueron quedando marginados y formaron la USA de escasa importancia, y otra en manos socialistas con centro en la UF, a la que se le sumarán los sindicatos comunistas. A partir de esta etapa de crecimiento económico, los trabajadores se mostraron más agresivos creciendo el número de huelgas y con demandas más audaces, así también como las posibilidades de éxitos de las mismas. Se destacaron entonces los sindicatos comunistas cuyas huelgas tenían dos objetivos: conseguís mejoras para los trabajadores y expandir el sindicalismo tratando de organizar sindicalmente sectores enteros de la industria y haciendo progresos entre los textiles, metalúrgicos y la construcción. Se tornaban ahora importantes los sindicatos cuyos miembros trabajaban en fábricas (Federación Obrera de la Alimentación, Federación Obrera Nacional de la Construcción). Ellos consiguieron tales éxitos ya que pusieron los recursos de su partido a disposición de los trabajadores de las fábricas. También por su reconocimiento del papel clave que las mujeres tenían en muchas industrias, como la telefónica, que le faltó a los otros grupos, reclamando los comunistas por igual pago por igual trabajo, la ley de maternidad o la importancia de las mismas en las tomas de decisiones. Además se preocuparon por llevar adelante acuerdos por sector sino la competencia y los costos laborales más altos perjudicarían a los firmantes de acuerdos. Por otra parte también se vieron favorecidos por el infortunio de los otros grupos: los anarquistas y sindicalistas estaban marginados y la ayuda del PS a sus sindicatos declinó cuando declinó su importancia en el sistema político nacional. Todos estos cambios tenían lugar en una sociedad con tensiones muy fuertes provocadas por el ascenso del fascismo y el nazismo, así como el espíritu de cooperación de la izquierda en el Frente Popular (PC, PS, UCR), siendo los comunistas bien vistos por Ortiz como interlocutores responsables. Esto se fortaleció con la Guerra Civil Española cuando los sindicatos y trabajadores abrazaron la causa de la república. El clima de cooperación se extendió a dentro de los sindicatos permitiendo el surgimiento de mayores sindicatos que obligaron a los empresarios y al gobierno a que se mostraran más favorables a la negociación por más que su posición no sea estratégica o visible. Era un nuevo tipo de sindicato, precursor del de luego de 1943. Sin embargo, el clima de cooperación no duró, ya que la atracción por el PC se había basado en su repudio al fascismo lo que se abandonó con la firma del acuerdo entre Hitler y Stalin, abandonando el PC sus intentos de colaboración con las otras fuerzas de centroizquierda y adoptando tácticas muy agresivas contra firmas de USA y Gran Bretaña, creando un problema con los socialistas, pro aliados, dándose choques dentro del movimiento obrero. Con la presidencia de Castillo, se retornó al fraude haciendo cada vez más difícil la actividad sindical y tomando vigorosas políticas anticomunistas. El gobierno atendió menos al movimiento obrero, cortando todo contacto con los sindicatos comunistas. La invasión alemana a la URSS produjo un nuevo cambio en el PC, que empezó a asegurar el abastecimiento aliado, poniendo más empeño en esto que en obtener beneficios para los trabajadores. Si bien intentaron restablecer la colaboración, la confianza se había perdido y ya no era posible. Castillo por su parte declaró el estado de sitio y, si bien el hostigamiento se centró en los comunistas, las restricciones y las peleas internas, dificultaron el funcionamiento normal de los sindicatos, cayendo el número de reuniones y de concurrentes. Además el número de trabajadores sindicalizados se mantenía muy bajo con un claro predominio de la CGT. Dentro de ella, el liderazgo era ejercido aún por la UF, aunque esto ya no se correspondía con su tamaño relativo generando una oposición interna, ya que los sindicatos industriales habían crecido mucho. Se destacaron en esta oposición las figuras de Francisco Pérez Leirós y Ángel Borlenghi, obteniendo el apoyo de todas las agrupaciones políticas importantes, incluidos los conservadores. Se produjeron verdaderas trifulcas: de un lado los radicales, comunistas y socialistas más “políticos” y del otro la jerarquía sindical ferroviaria con algunos aliados. En 1943 se realizó una elección para elegir autoridades que terminó con triunfo disidente, pero el oficialismo realizó una maniobra fraudulenta, se volvió a votar y ganó en una nueva votación. Lo que provocó la reacción opositora y la división de la CGT en CGT1 oficialista y CGT2 opositora. Así, antes del golpe del 43, las organizaciones sindicales estuvieron ocupadas en sus disputas internas mientras que la presión policial iba en aumento. Está claro que el movimiento obrero era más poderoso que en el 30, con sindicatos grandes y fuertes, sin embargo, no había tenido mucho éxito en auxiliar a los trabajadores y mejorar su situación general. La convicción de que el papel del Estado era crucial iba creciendo: sólo con el auxilio del gobierno se podría forzar a los empresarios a hacer concesiones, por lo que la política asumía gran importancia. La CGT1 deseaba crear algún tipo de partido laborista o de trabajadores, mientras que la CGT2 pretendía estrechar más los lazos con los partidos de izquierda existentes. Si no se hubiera producido cambios más dramáticos, es probable que éste hubiera sido el resultado. Un proceso importante fue la movilidad social, llegando a desdibujarse alguno de los límites entre los estratos y mostrando una imagen de una sociedad más abierta y fluida. Hacia 1930, la impronta de las capas medias era ya bastante notable lo que se hizo visible en el estilo de vida de la ciudad, con sus expectativas, gustos y conductas propias. Todo esto fue posible gracias a las transformaciones del sistema educativo y la demanda de personal calificad, así también como la expansión de la burocracia gubernamental. Otro rasgo fue la multiplicación del número de propietarios y empleados de pequeños negocios. A pesar de todo esto, existen aspectos confusos, ya que se sabe poco acerca del número real de trabajadores que ascendieron socialmente. Además las capas medias crecieron gracias al aumento de los empleados y los profesionales y sólo en segunda instancia por los pequeños patronos y comerciantes. Los trabajadores tenían muchas dificultades para adquirir la educación, habilidades e influencia propia de los sectores medios. La mayoría eran inmigrantes analfabetos por lo que el ascenso social fue más bien un proceso a largo plazo donde fueron más bien los hijos o nietos de los inmigrantes los que lo lograron. Otros factores que también influyeron en el crecimiento fueron la incorporación de inmigrantes que ya pertenecían a las clases medias en sus países de origen y de los hijos de la élite en un movimiento inverso de descenso social. Entre las dos guerras la identidad de los sectores populares urbanos fue modificándose, lo que se relacionó con los cambios en los niveles y expectativas de vida y con la creciente influencia social del Estado que dejó de ser visto como un enemigo para pasar a ser un instrumento para obtener beneficios. La nueva cultura popular se caracterizó por un pragmatismo de “lo político” que se observa por el reemplazo de la influencia anarquista, por la radical y socialista. El resurgimiento económico de los años 20 difuminó el activismo sindical y político más contestatario, declinando el número de huelgas. Esto reforzó la opinión de que la transformación se debió a unas favorables condiciones de vida con el alza del nivel de empleo y salario, complementado por una legislación laboral (x ej. Jornada de 8 horas). Pero no hay que exagerar, ya que hay matices a esta visión optimista como considerar la inflación y las oscilaciones económicas. Al inicio de los gobiernos radicales, la depresión causó desempleo y mucha inflación por los precios de las materias primas importadas y la demanda externa. El costo de vida fue alto hasta 1920 para luego bajar hasta el 30, lo mismo sucedió con los salarios, primero a la baja y luego recuperándose. Lo seguro es que la inflación fue el principal enemigo durante el período para los sectores populares. La UCR, estaba en una situación complicada ya que sus principales apoyos provenían de los sectores medios y populares debido a su gasto público, pudiendo salir con cierto éxito con cierto oportunismo y medidas coyunturales. La crisis del 30 puso coto a la mejora de los sectores populares aumentando la desocupación y surgiendo asentamientos precarios como “Villa Desocupación” así también como “ollas populares”, claros indicios del deterioro. Los salarios se reducían y el costo de vida aumentaba, mientras que la inmigración europea se detuvo, produciéndose una “argentinización” de los sectores populares. Los migrantes internos comenzaron a adquirir una importancia creciente y si la población de Buenos Aires creció en esta época, se debió en gran parte a ellos. También se destaca de una variación de la composición por sexos pasando del predominio masculino por la inmigración previa, al femenino. Además hay que destacar el cambio en la distribución por edades y en los 30 los jóvenes adultos dominaban la ciudad imprimiéndole su tono vital. Los efectos de la educación pública había disminuido el número de analfabetos y un mayor número de personas se encontraban en condiciones de acceder a capacitaciones requeridas por un mercado de trabajo que buscaba empleados administrativos y profesionales, provocando otro rasgo característico de los sectores populares, su avidez por capacitarse. Otro proceso que contribuyó a la transformación fue la formación de numerosos nuevos barrios como Almagro, Caballito, Palermo, en un fenómeno de desconcentración de los sectores populares iniciado a principios de siglo. Esto fue promovido por varios factores como los medios de transporte con la aparición del tranvía eléctrico, la ampliación y mejora del subte y el colectivo, que acercaron a la periferia al centro. También los remates en cuotas mensuales de los lotes que les permitieron a muchas familias poder acceder a los mismos. Otro factor fue la instalación de fábricas y talleres en las afueras, expandiéndose la luz eléctrica y la superficie pavimentada. Esto le permitió a los sectores adquirir viviendas propias, contribuyendo a la visión optimista de la suerte de estos sectores. Sin embargo no hay que exagerar ya que también hubo decepciones por la precariedad de los materiales disponibles o el loteo de áreas no aptas para la construcción. Ahora bien, el fenómeno de los nuevos barrios y las viviendas propias afectó las pautas de sociabilidad de los sectores populares coexistiendo la nueva privacidad adquirida con un movimiento hacia afuera, en la calle, el café, el almacén, intentando reproducir la sociabilidad de los conventillos y de sus propios pueblos de origen. Estos nuevos barrios se convirtieron también en ambientes de ocio popular y comenzaron a surgir ámbitos de sociabilidad institucionalizada como clubes, sociedades, comités, etc. Como aún las viviendas estaban muy espaciadas, fueron sociedades en construcción donde las necesidades de los primeros habitantes impulsaron la acción colectiva, asociativa, de manera febril y al inicio espontánea. Estas asociaciones se convirtieron en características de los respectivos vecindarios, dotando a los sectores populares de una zona determinada de una identidad específica. Si bien al principio tenían unos amplios objetivos con actividades de todo tipo, en la década de los 30 se fueron haciendo más específicas pudiendo diferenciar aquellas con el objetivo de mejoras urbanas y otras con fines sociales, deportivos o culturales. Se destacaron las bibliotecas barriales, que cumplieron una labor amplia con actividades culturales, recreativas y deportivas, con una serie de conferencias, donde el vecino se volcaba masivamente, de una temática variada y que también incluían conciertos, obras de teatro y bailes. Estos eventos adquirieron un valor simbólico ya que se los consideraba como elementos de progreso colectivo y ámbitos de participación. También sirvieron, al darse en un lugar de amalgama social, donde los sectores populares se fundían con los estratos medios, para hacer surgir una diferenciación en el seno de los barrios mismos, con la emergencia de unas “élites barriales” donde se percibía esa impronta de los sectores medios. La cultura popular iba adquiriendo así sus rasgos cada vez más nítidos: solidaridad, participación y heterogeneidad social. Frente a la política, éstos sectores dejaron de ver al Estado como el enemigo y pasó a ser visto como un ámbito del cual obtener ventajas y beneficios. Cuando el Concejo Deliberante pasó a estar controlado por radicales y socialistas, representantes de los sectores populares, cambió su naturaleza y sus prácticas, siendo habitual que los concejales salieran a los barrios donde tenían sus caudillos locales, a hablar con los vecinos y a saber sus inquietudes. Con el golpe del 30, esta apertura y esta participación de cortaron de cuajo y el movimiento vecinal popular se dividió en forma drástica entre los que simpatizaban con la visión corporativa de Uriburu y los que no, entrando en una profunda crisis. Por último podemos destacar un conjunto de prácticas que adquirieron un profundo valor simbólico, destacándose el mundo de los deportes, sobre todo el fútbol. La mejora de los ingresos y del tiempo libre de los trabajadores con la difusión de la radio, fueron claves en este sentido. Con la profesionalización de la práctica deportiva, comienza a destacarse el carácter heroico, nacional y de gesta, el amor por los colores, así como el surgimiento del “ídolo” popular, arquetipo de lo que se debía emular. Los clubes barriales se convirtieron en símbolos locales y de pertenencia barrial, pero poco a poco se fue nacionalizando la situación debido al papel de la radio y del propio Estado que veía al deporte como un importante mecanismo de control, convirtiendo a estos sectores populares en “público”. 9.3: La crisis del liberalismo. Las vertientes nacionalistas. La Iglesia y la cuestión social. Uno de los grandes debates que comenzaron ya durante la década del 20 fue la cuestión de la viabilidad y conveniencia del régimen liberal-democrático. Se puede suponer que la estabilidad de la misma descansaba sobre la vigencia de la Argentina como proveedora de productos primarios, algo que se confirma ya que, a pesar de los cuestionamientos, no hubo actos conspirativos importantes hasta la crisis mundial de 1929 que mostró los límites de este proyecto. Los planteos revulsivos, sobre todo de las derechas y los nacionalismos autoritarios, alcanzaron su cenit con la reelección de Yirigoyen en 1928. Durante ese “período preparativo” se destaca el viraje hacia esas posiciones de sectores no conservadores como el Antipersonalismo y el PSI, así también como de intelectuales y de sectores del Ejército. Tanto el Antipersonalismo como el PSI tuvieron sólo un giro oportunista hacia posiciones antidemocráticas, con la expectativa de que con una nueva convocatoria electoral, adquirieran mayor poder. No renegaban de la capacidad educadora de la democracia liberal, sino que pensaban que la demagogia yrigoyenista la había corrompido, por lo que se necesitaba una purga en la cabeza para retomar el camino correcto. Es por ello que no adhirieron a los deseos de Uriburu de reforma constitucional y de una sociedad corporativa, sino que se apegaron al constitucionalismo de Justo. El golpe del 30 fue una versión autóctona y original de la crisis del modelo demoliberal que cruzaba todo el Occidente, ya que se impugnaba al gobierno afirmando los mismos principios que lo sostenían, la Constitución y la Ley Sáenz Peña, y no, como sucedía en Europa, se descartaba globalmente el sistema. En definitiva, la UCR era la culpable de las deficiencias que en otras partes se atribuían al sistema liberal. El otro sector cuestionador del régimen democrático fue aquél de donde se sustentó Uriburu: el nacionalismo, siendo sus principales figuras el propio Uriburu, Lugones e Ibarguren, sus organizaciones la Liga Republicana, la Legión de Mayo, la Liga Patriótica Argentina y los Cursos de Cultura Católica, sus publicaciones La Nueva República, La Fronda y la católica Criterio. Lugones fue el primer argentino no izquierdista en impugnar la democracia y dos acontecimiento marcan su giro a la derecha: la Revolución Rusa y la Semana Trágica, es decir, las dos cuestiones que los nacionalistas consideraban las más graves, el “peligro rojo” y el “peligro demagógico”, en complicidad este último con Yrigoyen. El mismo tenía algunas divergencias con los jóvenes intelectuales derechistas como su fuerte ateísmo contra el acendrado catolicismo de aquellos. Además Lugones creía que no bastaba con derrocar a Yrigoyen, sino que había que reemplazar todo el sistema demoliberal por otro basado en corporaciones, siendo su modelo el fascismo italiano. La tiranía de las masas debía ser reemplazada por un gobierno de los más inteligentes, sostenido por el Ejército. Esto llevó a Lugones a convertirse en la principal fuente de Uriburu, el cual pretendía revisar las disposiciones institucionales sobre las que se asentaba el régimen derrocado: el sistema electoral y la propia Constitución Nacional, con el voto calificado y el reemplazo del sistema que descansaba en el individuo y los partidos, por uno que lo hiciera en las corporaciones y la comunidad. Una especie de “fascismo criollo”, que tomó del modelo europeo el militarismo pero dejó afuera la movilización de las masas. Los jóvenes de La Nueva República por su parte, seguidores de Maurras, no explicitaban una alternativa por construir en sustitución de la democracia liberal que tanto denostaban, si bien sentían simpatías por Primo de Rivera y Mussolini, no tenían una fórmula acabada. Sus principales figuras fueron los hermanos Irazusta, Carulla y Ernesto Palacio quién expresaba la necesidad de construir una sociedad basada en tres principios: orden, jerarquía y autoridad. Compartían algunas ideas básicas: catolicismo, maurranismo, elitismo y odio visceral por la democracia. Luego del golpe del 30, Uriburu y sus seguidores fueron derrotados por el sector de Justo. Sin embargo, el nacionalismo extremista comenzó a anidar en el seno del ejército gracias a la acción de la Iglesia y monseñor Capello, inculcándoles una visión del mundo antiliberal, integrista, corporativa, nacionalista, antisemita, autoritaria, antidemocrática y antiparlamentaria, alternativa atractiva frente a la crisis mundial del liberalismo. La guerra civil española contribuyó a este amalgamiento entre la cruz y la espada en nombre de los mismos valores. El conflicto desatado entre Ortiz y Justo posibilitó la organización y el ascenso de sectores nacionalistas alentados por éste último que pretendía dividir para gobernar. Con la muerte de Justo, los militares nacionalistas ya habían tomado demasiado poder y finalmente terminarían realizando un golpe de estado en 1943, llegando al poder. 9.4: Nuevas expresiones en el campo historiográfico. El revisionismo histórico. En la década de los 30, la presencia del pasado era muy fuerte. El calendario de la liturgia patriótica iba tomando una forma acabada, así como las características materiales de los símbolos patrios, gracias al esfuerzo estatal. Todo con el objetivo de afianzar la cohesión social y los sentimientos de nacionalidad. Tanto los historiadores, el Estado y los partidos políticos parecían entender que el pasado podía tener alguna eficacia sobre la situación presente, pero las diferentes interpretaciones e imágenes no fueron nítidas. Pero también había certezas compartidas: los historiadores estaban convencidos de que la suya era una empresa “científica y patriótica” cuyo objetivo era indagar el “alma de la nación”; y los funcionarios confiaban en que la enseñanza de la historia fortalecería entre los sectores populares el sentimiento patriótico; todos coincidían que era el gaucho el tipo social representativo de la nacionalidad; los partidos por su parte cada uno proclamaba nutrirse de la auténtica tradición nacional. En la década del 30 la mayoría de las identidades partidarias estaba en construcción a cargo de los intelectuales. A su vez, las situaciones coyunturales locales e internacionales impulsaban modificaciones en las actitudes de los partidos. El ejemplo más claro era el del Partido Comunista que pasó de una estrategia de clase contra clase a un antiimperialismo vehemente y luego a la unión democrática contra el fascismo. Esto tuvo una importante influencia en los modos que leían la historia de la sociedad. La UCR tenía una visión del pasado nacional que se acomodaba a la tradicional con alguna modificación: Mayo era el momento fundacional, Rosas era criticado por dictador, se reivindicaba la organización nacional del roquismo. Creían en el enlace del partido con la historia nacional, la historia de su agrupación se enlazaba con la historia de la nación: así por ejemplo su espíritu estaba presente en Mayo con Moreno. La izquierda por su parte estaba sacudida por los debates entre los partidos que la conformaban sin lograr una interpretación compartida. Para el comunismo, Mayo y los próceres de la revolución como San Martín, Alberdi, Urquiza, Rosas, continuaron con el feudalismo colonial en la Argentina, propiciando un régimen de orden. El socialismo buscó construir una tradición nacional con la cual filiarse, destacando las figuras de San Martín, Rivadavia, Alberdi, Sarmiento y considerando a Mayo como el germen de la democracia futura. También se destaca la búsqueda de la administración justista por instaurar un nuevo culto al héroe, San Martín, con la creación del instituto Sanmartiniano o el establecimiento del feriado del 17 de Agosto, estableciéndolo como modelo de nacionalidad. Durante la 2GM se dio un movimiento importante en la izquierda con el ascenso de la figura del intelectual empeñado en la construcción de interpretaciones históricas. De esta manera, los comunistas, por una decisión político-cultural, comenzaron a precisar, y rectificar, la explicación del proceso histórico argentino, ya que la necesidad de la integración en la comunidad política nacional se hacía evidente, con su propia versión del pasado nacional. También los nacionalistas reinterpretaban el pasado aunque sus grupos eran variados y con orígenes distintos que iban desde el antisemitismo, pasando por el conservadurismo republicano hasta el fascismo. Se destacó la figura de Rosas tomada por los futuros revisionistas. En definitiva las imágenes del pasado nacional de los grupos políticos, no eran estables y claras pero nadie dudaba de que el debate sobre el pasado era un elemento central para la polémica política y en el valor de hacer circular sus representaciones de la historia nacional entre la sociedad. Ya durante los años de la Gran Guerra los intelectuales dedicados a la historia se esforzaron por deslindar el campo que les era propio, creando nuevas instituciones dedicadas a la formación de los historiadores, estableciendo una disciplina profesionalizada. Los integrantes de la Nueva Escuela Histórica como, Ravignani o Levene, fueron quienes organizaron la versión local de la historia profesional. En la década de los 30 tuvo lugar la consolidación de sus redes e instituciones y una mayor aproximación al Estado. Sin embargo, esta profesionalización tenía límites severos: así la Nueva Escuela se encontraba atravesada por una disputa institucional entre la Academia Nacional de la Historia con Levene y el Instituto de Investigaciones Históricas con Ravignani. Las mismas, junto con otro amplio grupo de Aociaciones, Sociedades, Juntas, etc., competían por los recursos estatales y los vínculos con el exterior. En muchas se reunían individuos con algún interés por los asuntos históricos que no cubrían los requisitos metodológicos pero estaban más al alcance del público que los textos de la historia académica. La competencia por los recursos y el reconocimiento estatal se terminó decantando por la Junta de Historia y Numismática, transformada en la Academia Nacional de la Historia. En la segunda mitad del período, la lenta aparición del revisionismo fue otro de los fenómenos importantes, con la fundación del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas en 1938 y destacándose las figuras de los hermanos Irazusta o de Carlos Ibarguren. El mismo se dio en una coyuntura donde las posiciones nacionalistas y clericales ganaban espacio por lo que su fundación es inseparable de dicho avance. La defensa de Rosas y la impugnación del orden de luego de Caseros fueron sus frentes de batalla más característicos, sin embargo presentaban diferentes interpretaciones: desde los que defendían a un Rosas que gobernó en beneficio de las clases propietarias hasta quiénes lo hacían de un Rosas a favor de quien trabajaba la tierra, una especie de “derecha rosista” e “izquierda rosista”. A pesar de esto los argumentos de la defensa de la soberanía nacional frente a las pretensiones extranjeras y la consolidación de la unidad nacional gracias a la acción de Rosas estaban muy extendidos. Al mismo tiempo diseñaba un adversario: la Historia de la Nación Argentina de Levene fue convertida por el revisionismo en el monumento de la historia oficial, y se desarrolló una imagen de una lucha entre la “historia oficial”, un bloque sin fisuras, y sus impugnadores, otro conjunto que se pretendía uniforme. Los revisionistas disponían además de los instrumentos de legitimación en el campo intelectual: reconocimiento, premios, apellidos, relaciones con el poder, etc., además de que todos ellos ocupaban lugares relativamente cómodos en el campo intelectual. Por eso, el revisionismo se organizó en torno a uno de los núcleos de la cultura admitida, la de vocación conservadora. La tolerancia que el mundo cultural le demostró revela que no se hallaba articulado alrededor de un único eje liberal-democrático, que repudiara a quienes plantearan la discusión del pasado desde posiciones autoritarias. Si bien el revisionismo tuvo una posición mucho más débil en las instituciones de la historia profesional, había muchas participaciones cruzadas entre sus miembros. Por otra parte, también recurría a los mismos procedimientos que utilizaban los demás grupos: institutos, revistas y libros, conferencias, conmemoración de las fechas clásicas y asistían a las invitaciones de los poderes públicos. Mientras, los historiadores no revisionistas tenían sus precauciones ya que sostenían que el grupo subordinaba la tarea científica a motivos políticos. El revisionismo admitía esto sólo parcialmente ya que reconocía que la suya era una empresa política pero insistía en que la violación de las reglas metodológicas había sido producida por los otros. Quedaba pendiente un objetivo alcanzado sólo luego de la caída del peronismo que era la conquista del público.