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Leccién 1 El Estado SUMARIO: I, EL ESTADO COMO FORMA DE ORGANIZACION POLITICA. Il. LOS ELEMENTOS DEL ESTADO: SOBERANIA, PUEBLO Y TERRITORIO. 11.1 LassberaniaIL.1.A. La dimension interna 1-1.B. Ladimensin externa, TL1.C. La erisis de la soberanfa exatal. IL2. El pucio 1.2.8. Quiénes lo forman: la nacionalidad (adquiscién y pérdida). 112. Distincién de conceptos afines (lo que el pueblo como elemento del Extado no es). Pueblo y Nacion.IL8. S- Deraniay dnc de adeerninacin. LA. El ert. Il, FORMAS DE ESTADO YFORMAS DE GOBIERNO. I. EL ESTADO COMO FORMA DE ORGANIZACION POLITICA Cuando empieza a extenderse el constitucionalismo (a finales del siglo XVITT en Europa occidental y Norteamérica), el Estado se hallaba firmemente ‘consolidado como forma de organizacién tipica de la comunidad politica. Lo {que el constitucionalismo pretende precisamente es organizar y reformar el Farado, en modo alguno suprimirlo. Pero el propio Estado no habia existido siempre. No es una realidad w versal, vigente en todo tiempo y lugar (no se puede establecer tna ecuacién permanente entre poder politico y Estado), sino una forma hist6rica de domi nacién que surge en Europa como resultado de una lenta evolucién que arran- caenel siglo XIV y culmina en el XVII (Tratado de Westfalia de 1648), Desde entonces, la concepcién de la comunidad politica como una comunidad def nida territorialmente y sometida, en exclusiva, a un mismo poder establecido se convierte en el marco de referencia de la nueva organizaci6n politica de Europa y, posteriormente, del resto de! mundo. En las formas pre-statales de organizacién politica (como la polis griega, la repiiblica o el imperio romano, o el sistema feudal) predominaban los vin- cculos personales, de fidelidad o lealtad. No habia una separacién reconocible entre la esfera de lo paiblico y lo privado, y tampoco una disociacién entre 43 Primera parte, Fundamentashstrias yrs del Estado Contitwional quienes ejercfan el poder en un momento dado, temporalmente (gebernan- tes), y una entidad permanente en el que ese poder se objetivase (el Estado). Esto es, no era posible distinguir entre utularidad y ejercicio del poder (una distincién que se revelard esencial en el proceso de racionalizaci6n del poder que el Estado constitucional comporta).. ‘Todavia hoy existen pequefias comunidades humanas rudimentarias, rales, que ‘no conocen el modelo estatal de organizacién del poder con las notasantedichas, Y¥ también hay comunidades que pretendiendo dotarse de ella no logran, por ‘ircunstancias diversas, alcanzarla plenamente o preservarla: son los larados Bs- ‘ados fallidos,incapaces de garantizar la presencia y aplicacién uniforme del orde- ramiento jurfdico en el terrtorio, normalmente por la existencia enquistada de conflicos tibales o bélicos (Somalia, Irak, Libia). ‘Mis alké de lo que se sefiala a continuacién sobre la relativizacién actual de la nocién de soberanfa estatal, y de lo que ello puede suponer de evolu ion de las formas estatales, lo cierto es que lo que parece haber descarta do Ia historia es la mas 0 menos abrupta desaparici6n del Estado. Las teorfas ‘marxistas-leninistas que la pronosticaron, como consecuencia necesacia de la construccién de la sociedad socialista, alumbraron en su puesta en prictica el extremo contrario, un Estado omnipresente, de dimensiones mastodénticas. Por tanto, el Estado aparece cuando es posible definir la comuni¢ad poli ticaen virtud de (1) lasujecién a un tinico poder (juridicamente) instituciona- lizado, (2) que ejerce su potestad en un ambito territorial definido, y (3) sobre todos aquellos que se entcuentren en él, sea cual fuere su condici De esta caracterizaci6n se extraen los tres elementos sobre los que gira la Teoria clésica del Estado: el poder (0 soberania), el pueblo, el territorio. Y articulando estos tres elementos se han construido infinidad de definiciones del Estado. Por citar una de las més sintéticas, al tratadista italiano Lavagna se debe la definicién del Estado como «comunidad territorial soberanae. Elacento se puede poner en un w otro elemento, Max Weber lo hizo en el poder para concebir al Estado como una estructura instizucional que monopoliza el uso legghimo de la fuerza en un determinado territorio. ¥ hay quien, como Kelsen, identifica el Estado con el ordenamiento juridicovigente en rlacin an pueblo yan terioro. Conviene hacer una puntualizacién antes de pasar revista a cada uno de ‘es08 tres elementos por separado, en relacién con el empleo, que puede pare- ceren ocasiones equivaco, del término «Estado», un término que procede del latin statu, lo que ya sugiere una idea de estabilidad, de permaneneia, y que viene siendo utilizado desde el Renacimiento (Maquiavelo lo acuiié) En un sentido amplio, con Ia palabra Estado se designa la comunidad es tatal en su conjunto, entendida como un todo que integra los tres elementos “ 1. ELEstado -constitutivos (poder, pueblo, territorio): asf decimos, por ejemplo, que Espana 5 un Estado, Pero también se emplea el término en cuestién, en un sentido nds estricto, para referirse a uno sélo de esos elementos, al conjunto de los ‘érganos que ¢jercen el poder politico (por ejemplo cuando, en el marco de ‘nuestro Estado autonémico, se hace referencia al Estado central en contraposi- ‘cidn a las Comunidades Aut6nomas); en el primer caso, estamos ante el Esta- docomunidad, en el segundo, ante el Estado-aparato o Estado como institucidn. El contexto en que se utiliza la expresi6n en cuesti6n permite normalmente inferir si su aleance es uno u otro. Il. LOS ELEMENTOS DEL ESTADO: SOBERANIA, PUEBLO Y TERRI- ‘TORIO ILL. LASOBERANIA De los tres elementos del Estado, el ingrediente més significatvo, mas caracteris tico, es el del poder. El poder ~que se puede concebit en general, como la capa- cidad de determinar o condicionar de algin modo la conducta de otros es un {enémeno inseparable de las relaciones sociales y dentro de ella se proyecta en Ambitos muy diversos (poder econémico, poder religioso, poder informativ...) El del Estado es un poder politico, el poder social més importante por ss capac cidad de conformar conductas, un poder necesario, inevitable, cuyo objeto es la ‘ordenacién de la vida colectiva en un determinado marco espacial y temporal. Y ‘es una organizacién con fines generales o genéricos, no especificos: un Estado no ppersigue finalidades concretas, sino que trata de satisfacer todos los posbles fines © intereses que en un momento dado se consideran necesarios para garantizar la supervivencia, la convivenciay el bienestar de una determinada comunidad. Para ‘cumpli esta tarea, asume responsablidades y competencias muy diversas e inter viene en muchos sectores de la vida social. Esos objetivos cambian a lo largo de! tiempo y de hecho han ido ampliindose progresivamente desde la formacién del Estado moderno, aunque en estas iimas décadas la tendencia parece invertirse, fal menos ponerse en cuestin. En todo caso, el campo de las actividades en las que puede intervenir el Estado es potencialmente muy amplio, si bien existen cen el Estado Constitucional espacios que estan vedados ala accién del poder: las libertades individuales representan tun limite infranqueable frente al riesgo de abuso, 0 de paternalismo estatal Pero para precisar algo mds en qué consiste Ia soberanfa hay que empezar por aclarar que ésta presenta una doble dimensi6n: interna y externa. ILLA. La dimensién interna La soberanfa del Estado significa que, en su ambito territorial, ninguna otra organizacién o persona individual podré sustraerse al poder estatal, 0 45 1. BLEstado Primera parte. Fundamentas histvicos ytericos dei Estado Constitucional cludirlo, ni siquiera renegando de é!, renunciando al vinculo juridi Estado, a la nacionalidad, pues es el propio Estado el que fija las con rrequisitos para adquirirla o perderla (no basta la voluntad unilateral) EI Estado es una organizacién de caricter necesario, no voluntario: no se perte- rece a ella por libre decisién unilateral de sas miembros, sino por la voluntad del propio Estado, por imposicién de su ordenamientojuridico, que fija las condicio hes o requisitos, Aunque la nacionalidad se puede adquirir 0 perder en determi ‘nadas circunstancias, uno no elige en prinepio su nacionalidad. Por ello, se dice “desde que Bodino caracterizase la soberanta en su obra Los seis libros de la Repsiblica (1575)~ que el poder permanente del Estado es uun poder peculiar, especialmente cualificads, un poder “supremo” e “itresst- ble". Ylo es porque esté respaldado por el monopolio de la coacci6n legitima. La posibilidad de utilizar legitimamente la fuerza en dltima instancia le per- mite al Estado imponerse de modo eficaz por sus propios medios, decidiendo de forma definitive, inapelable, y forzando incluso a la obediencia en caso de resistencia. Solo el Estado como instituci6n, sus Srganos, pueden utilizar a fuerza de forma legitima, justficada, para hacer cumplir sus mandatos y sancionar even- tuales incumplimientos en una comunidad juridicamente organizada, hasta el ‘extremo de que en no pocos ordenamientcs se contempla todavia la posibili- dad de aplicar la pena de muerte. Esto significa, correlativamente, como la otra cara de la misma moneda la prohibicidn de la autotutela, de la autodefensa privada, de la venganca privada como forma ancestral, primitiva y expeditiva de administrar justicia (derecho originario, segiin T: Hobbes, al que se renuncia en el pacto social) El derecho estatal de castigar, el ius punien, surge precisamente de la neutralize ‘ign de los derechos de venganza de la vctima, con la tinica excepcién de la leg ‘ma defensa que admite bajo ciertas condiciones el Derecho penal, como causa de texencion de la responsabilidad. Como cabe suponer, sta es una exigencia logica de todo orden social que aspire a mantenerse, a perdurar lo que no obsta para aque se den, de vez en eusando, siviaciones patol6gicas como sucedié en Libano (tilicias) 0 todavia hoy mismo en Guatemala o en México, en las que el poder de organizaciones privadas (del crimen organizado, por ejemplo) llega a poner seriamente en cuestin la autoridad del Esudo y a romper ese monopolio (mafia, ‘grupos religiosos fundamentalists, narcoterrorismo...) ‘No hay convivencia posible si se admite la venganza privada; no se puede aplicar la fuerza para realizar el propio derecho. En el Estado, los comporta- ‘mientos delictivos, por rechazables que sean (v. gr. un atentado terrorista, una violacién), hacen surgir en términos juridicos una relacién entre el propio 46 Estado, investido del ius puniendi, yel responsable criminal, no entre éste y la victima, por mésa que a ella se le reconozcan determinados derechos de inter- venci6n en el proceso judicial y de resarcimiento, Este monopolio estatal, con la correlativa renuncia a la autotutela,signi- fica que todo individuo que quiera hacer valer una pretensi6n juridica frente a otro, que se opone a ella, tiene que someterla a un tribunal estatal pare que éste declare sila pretensi6n es o no conforme a derecho y, en caso afirmativo, lordene su ejecucién. Son los Srganos judiciales del Estado los que ejercen el monopolio de la jurisdiccién, de la administracién de Justicia. Los particulares no podemos declarar nuestro derecho por nuestra propia autoridad ni impo- nerlo por nuestres propios medios. ‘Una de las reflexiones més importantes sobre la soberania se debe a G. JELLINEK, autor aleman que escribe sus principales obras en tomo a 1900, Jellinek distingue dos tipos de poderes: el poder de dominacién o de imperium, que corresponde ‘exclusivaments al Estado, y el poder no dominante. Existen multiples organiza , pues de ella «puede hablarse como ‘una realidad cultural, historica,lingdistica, sociol6gica y hasta religiosay; y que «la auto-representacién de una colectividad como una realidad nacional en senti- do ideolégico,histéico o cultural tiene plena cabida en el ordenamiento demo- critico como expresién de una idea perfectamente legitimas; como legitimo es, ‘qualmente, y (2) corsidera «desprovista de alcance juridico interpretativo» la ‘mencién del preémbulo del Estatuta la «realidad nacional de Catalusiay a la de- Claracién del Parlamento de Cataluia sobre la nacién catalana-, Eeta considera. ‘ign del TC (congruente por lo demés con su doctrina sobre el valor juridico de los predmbulos) se decide, incluso, llevar al fallo, «dada la especial significacién, de un predmbulo estatutarios, y siempre para evtar la sindebida confusién» en la que se incurrirfa si «pretendieran extraerse de la mencién del preémbulo... ‘unas consecuencias juridico constitucionales contradictorias con el sentido pre- ciso del art. 2 CE en punto a la sola y exclusiva relevancia constitucional de la Nacién espaiiolas, Hay que tener en cuenta, no obstante, que el artfculo 1 del Esatut establece, con términos constitucionalmente inequivocos, que «Catalula, ‘como nacionalidad, ejerce su autogobierno constituida en Comunidad Auténo- ‘ma, de acuerdo con lx Constitucién y con el presente Estatuto, que es su norma institucional bisica», IL3. SOBERANIA Y DERECHO DE AUTODETERMINACION En el siglo XIX, y con el propésito de apoyar los procesos de emancipa- cién y unificacin politica de Alemania e Italia, se formulé el principio de las nnacionalidades (defendido en Italia por Mancini y por fundadores del naciona- lismo aleman como Ficate o Herde), que puede resumirse en Ia afirmaci6n de que toda nacién tiene derecho a constituir su propio Estado. El principio cen cuesti6n se afirma de nuevo en el Tratado de Versalles (firmado en 1919) y aparecera reformulado tras Ia Segunda Guerra Mundial en la Carta de las Naciones Unidas, en relacién con los procesos de descolonizacién, como de- echo de autodeterminscién de los pueblos. En Ia actualidad, este derecho sigue siendo invocado por los movimientos nacionalistas. El problema es que su aplicacién es mucho mas controvertida cen Estados con una determinsda trayectoria histérica que en los procecos de descolonizacién. Y no son pocos los Estados en los que se registran tensiones © conflictos por este motivo, en los que la integracién nacional es problema tica. En la vieja Europa, afloran este tipo de tensiones en Espatia (Pais Vasco, Cataluiia y, en menor medida, Galicia); en Francia (Cércega); en Reino Uni- do (Escocia y Gales); ex Italia (no s6lo Trento 0 Alto Adigio, tampoco puede ‘olvidarse el desaffo planteado por la Liga Norte: la Padania). Pero eso no es todo. Algunos Estados europeos se han desintegrado no hace tanto (Yugosla- via, Checoslovaquia, la antigua Unién Sovietica),o tienen serios problemas de ‘unidad (Belgica) y otros como Rusia afrontan en su seno tensiones territoria les de cierta envergadura (Chechenia, Osetia, etc.) 59 Primera parte. Fundamentos histrios 9 tericas del Estado Constituional Asistimos a un renacimiento de fa conciencta nacional en las comunida- des con personalidad diferenciada, a 1n recrudecimiento de las tensiones na- cionalstas. El nacionalismo es hoy, junto con el fundamentalism religioso, la bandera. ideal con mas capacidact de movilzacin, trae relativofracaso (s0- bre todo en el Tercer Mundo) de ls grandes ideologias con raices en Ia Ias- tracién que prometian la emancipacin del hombre. La fuerza de las corvien- tes nacionalistas, conjugada con argumentos de diversa naturaleza en favor de la descentalizacién territorial del poder, motivs ya una profunda revisin 0 replanteamiento de los modelos radicionales mediante distinta formulas de Aescentraizacién, como las ensayadas en Espavia o Italia: en nuestro caso, el reconocimiento de importantes cuotas de autogobierno a ls dstintas Comtt- nidades Auténomas es una respuesta a una serie de reivindicaciones hstéricas, de problemas pendientes, con la finalidad de preservar de exe modo la uni dad, Pero frente ala condicién propin de los Estados, los entes politicos subes: tatales del tipo de las Comunidades Auténomas gozan de autonomia politica, pero no de soberanta. En efecto, no son independiente (no tienen eapacidad fe contraer obligaciones internacionales al modo estatal), su poder no sori ginario, sino derivado, En la realidad politica, esta distincién tan clara entre ‘soberania» del Estado y eautonomia» de las Comunidades encuentra algunas dificutades, porque algunas formaciones nacionalistas pretenden convert la autonomfa de su Comunidad en soberania. Resulta evidente que el problema politico estructural mas importante que tiene planteado Espaiia es el de su articulacién territorial y ello se debe a cau- sas profundas, més antiguas, como la débil nacionalizaci6n espafiola durante el siglo XIX, o més prdximas, como el prestigio de los partidos nacionalistas periféricos a partir de la Transicién, su peso en la toma de decisiones 0 la jexistencia de un discurso contemporiineo y demoeritico acerca de esa rea- lidad llamada «Espafias. Espafia es también una nacién en sentido cultural desde hace siglos, pero su relato necesita, ciertamente, de una actualizacién, puesto que no puede descansar ya en las tradicionales bases, enormemente conservadoras, de la religion catdlica, de la monarquia, o de la lucha contra los. ‘enemigos, exteriores o interiores; curiosamente, Espafia como nacién carece cen la actualidad de mito de origen, pero la idea de Espaiia ~més bien de la in- dependencia respecto de nuestro pafs- sirve para construir el mito de origen de numerosos Estados, en Latinoamérica y también en otras latitudes, como, por ejemplo, Holanda. Asi pues, se plantea de modo recurrente en la vida politica espafiola el problema de la autodeterminacién, entendida como capacidad de una comu- nidad politica subestatal de decidir en un acto expreso y tnico (referéndum) su eventual transformacién en Estado. Obviamente, ni la Constitucién espaiio- Ja ni ninguna otra reconocen un derecho de autodeterminacién de sus entes 60 1. ELBstado subestatales, porque eso significaria dejar abierta en el tiempo de modo indef- nido la decisiva cuestién de los imites territoriales del propio Estado y porque la propia Constitucién es, en sf misma, la expresin final (y no inaugural) de Ja autodeterminacién ejercitada por el poder constituyente, por el soberano en el Estado. Yel reconocimiento indiseriminado de este derecho en la esfera internacional haria saltar por los aires el mapa-mundi actual, en el que s6lo tuna pequetia parte de la poblacién vive en un Estado que se corresponda exac- tamente con su grupo étnico (hay miles de etnias y no més de 200 Estados). El Derecho internacional, en efecto, no reconoce alas partes integrantes de un Estado soberano el derecho a la secesin, Todo lo contrario, el orde- hamiento intemacioral tiene, como se ha visto, su base de sustentacién en el principio de laintegriad territorial de los Estados existentes. Fs verdad que el derecho de los pueblos a disponer de si mismos, al autogobierno, puede con- siderarse también un principio general del Derecho internacional. El derecho de los pueblos la autodeterminacién aparece reconocido, siguiendo laestela ‘marcada por la Cartade las Naciones Unidas de 1945 y en el contexto de un proceso acelerado de descolonizacién, en diversos instrumentos internaciona- Jes (convenciones, declaraciones y resoluciones), pero este derecho se ejerce normalmente en el seno de los Estados soberanos en los que los pueblos estén englobados (es lo que podemos definir como autodeterminacién interna), mientras que el derecho a la secesién (Ia autodeterminacién externa) nace \inicamente cuando concurren circunstancias excepcionales. Autogobierno no equivale, pues, a secesin. Desde la perspectiva del Derecho internacional, un Estado democrético -cuyo Gobierno representa al conjunto del pueblo o de los pueblos estableci- ‘dos en su territorio, sin discriminacién, y respeta el derecho de esos pueblos a ‘a autodeterminaci6n interna, tiene derecho a la protecci6n de st territorial frente a pesibles amenazas y al reconocimiento de es por los demas Estados. El derecho de los pueblos a la autodeterminacién no puede ser ejercido en su dimensién externa (bajo la forma de un derecho a la ‘secesién) mas que en los casos de los pueblos colonizados (que forman parte ‘de un imperio colonial) 0 sometidos a la dominacién o explotacién extranje- sas, S6lo nace, como tiltimo recurso, en esos supuestos extremos de ocupacién © flagrante opresién. En este punto, la Decisi6n del Tribunal Supremo de Canada sobre la even- ‘wal secesi6n unilateral de Québec, adoptada por unanimidad el 20 de agosto de 1998, es una referencia obligada, porque aborda por primera vez en tér- :minos juridicos el problema de la secesi6n de una parte del territorio de un Estado, El Gobierno federal queria saber si las autoridades de Quebec tenfan derecho a declarar unilateralmente la secesi6n de esa provincia franc6fona de 6 ‘Primera prt, Fundaments hist teria del Estado Consitwional ‘Canada, ¥ formula la consulta tanto desde Ia perspectiva de la Constiucién ‘canadiense como a la luz del Derecho internacional. Conviene recordar que, desde su legada al poder en 1994, el Gobierno de Que- bec, dirigido por lot independentistas del Parti Québécois, habia anunciado en repetidas ocasiones su intencién de proclamar unilateralmente la independencia, ede hecho, habia presentado ante la Asamblea Nacional de la Provincia un pro ecto de ley (Loi sur venir du Québec) en el que se habilitaba ala Asamblea para ‘tomar esa iniciativa. Este proyecto, depositado en septiembre de 1995, contenia ‘en su prembulo la siguiente declaracién: «Nosotros, el pueblo de Quebec, a tra- ‘és de nucstra Amsmblea nacional, proclamamos: Quebec es un paie soberano» El art. 1 precisaba de qué forma podria hacerse efectva esa dectaracién: «La ‘Asamblea nacional esta autorizada, en el marco de la presente ley, prodamar la soberania de Quebec. Esta proclamacin debe ir precedida de una ofert formal de asociacidn («partenariat») econémica y politica con Canad. Esta iniciaiva fue derrotada por muy estrecho margen en un referéndum celebrado en octubre de ese mismo aio: un 49,4% de los electores votaron a favor de la independen- cia (vencieron los federalistas, pero s6lo por 50.000 votos de diferencia). Los ‘quebequeses ya habfan tenido la oportunidad de pronunciarse sobre s4 futuro ‘quince aiios antes. Fl primer referéndum, celebrado en Quebec en 1980 con la anuencia del Gobierno federal, que no se opuso a su convocatoria, se sald6 también con un resultado negativo: el 60% de los votantes se manifesaron en ‘contra de la apertura de negociaciones con el fin de establecer una férmula de soberanfa.atociacién. En esta decisidn, que da cumplida y cabal respuesta a las cuestiones planteadas, podemos encontrar algunas reflexiones muy interesantes sobre Ia relacién entre lademocracia, que postula la supremacia de la voluntad soberana del pueblo, y la primacia del Derecho, como marco dentro del cual esa voluntad ha de ser cumpli- Ientada, La democracia es algo més que el sometimiento a la regla de la mayoria. Las decisiones politicas deben tomarse con estricta sujecién a lo dispuesto en el cordenamiento jurfdico, El cambio es posible, pero no de cualquier forma o sin que se den las condiciones minimas de libertad e igualdad. Dejando a un lado el anilisis de la cuesti6n en clave constitucional (in- tema), el dictamen del Tribunal Supremo canadiense aborda en primer Iu gar el problema de la definicién del sujeto titular de ese supuesto derecho ‘a aulodeterminaci6n. El grupo que invoca tal derecho debe ser un «puc- blo», un concepto de perfiles inciertos, En el curso del procedimiento se hhebfa suscitado la cuestion de si la poblacién de Quebec constitufa un tinico pueblo o estaba integrada por varios pueblos, y, en este tiltimo supuesto, si determinados grupos establecidos en la provincia, como los angléfonos o los ‘autéctonos, podrian invocar a su vez el derecho ala autodeterminacién a fin de separarse de un Quebec convertido en Estado soberano y mantener sus vinculos con Canada 62 1 it Bstat En todo caso, aunque nos pusiéramos de acuerdo en el sujeto titular, el derecho a la autodeterminacién no puede predicarse en las actuales circuns- tancias de Quebec. No se puede afirmar razonablemente que a los quebeque- ses se les niega la participaci6n en las instancias politicas canadienses, que no pueden expresar libremente su voluntad 0 que son victimas de violaciones Imasivas y sistemiticas de sus derechos y libertades. Evidentemente, el pueblo {quebequés no esti colonizado ni oprimido, vota libremente, esté representado equitativamente en todas las instituciones federales, en las mismas condiciones aque los demas canadienses (sus representantes ocupan la cuarta parte de los tescaiius de la Gémara de los Comunes), y tiene garantizado en el marco ins- titucional vigente su desarrollo politico, econémico, cultural y social y la pre- servacién de su propia personalidad. En suma, ninguna de las circunstancias cextremas que abren la puertaa la reivindicacidn del derecho a la autodetermi- nacién externa se da en el caso de Quebec. ‘Tampoco, afadimos nosotros, en el caso del Pais Vasco o Catalufa. En cuanto al sujeto de ese presunto derecho, cabe preguntarse, por ejemplo, quiénesintegran 1 pueblo vasco, clos que viven en la actual Comunidad AutGnoma?, zo también los navarros y los vascos del otro lado de la frontera? Suponemos que quienes cuestionan legitimamente la integridad territorial de Espaiia estin dispuestos a admit por pura coherencia que se pueda cuestionar la integridad territorial del Pafs Vasco, que no es algo sagrado, fuera de discusién. zDénde ponemos el limi- te? En cualquier caso, el derecho a la autodeterminacién, como dereche positive {otra cosa es su reivindicacién como pretensién politica o derecho moral) no puede predicarse de ninguna comunidad que forme parte del Estado espaol. Ni €1 Pais Vasco ni Cataluiia son colonias, nunca lo han sido, ni pueblos ofrimidos, ni tertorios ocupados militarmente, como el Sahara Occidental. Los citdadanos catalanes y vascos votan libremente, estin representados en las mismas condicio= nes que los demés espatioles en las Cortes Generales y pueden expresar lbremen- tesu yoluntad. Lo que tienen, como todos los espatioles en general, es elderecho a decidir su futuro democriticamente dentro de! marco consttucional. El Tribunal analiza finalmente el argumento fundado en el principio de ‘fectividad, segtin el cual una secesién unilateral serfa reconocida internacio- nnalmente si fuera acompaftada del control efectivo del territorio que constitu- ye actualmente la provincia de Quebec por las autoridades del nuevo Estado. EI Tribunal admite la existencia de este principio y reconoce que «el Derecho internacional puede adaptarse perfectamente a lias circunstancias para reco- nocer una realidad fictica o politica, independientemente de la legalidad de los procedimientos que han dado paso a esa realidad», En otras palabras, sila secesi6n se produce efectivamente, el Derecho internacional levantara acta de la existencia de un nuevo Estado, al margen de la valoracién que pudiera merecer ese hecho consumado desde Ia perspectiva del respeto al Derecho interno canadiense. Primera parte. Fundamentos histricos y tericos de Bstady Constitucional En cualquier caso, el hipotético reconocimiento internacional, que no es indispensable, pero facilita, sin duda, la viabilidad del nuevo Estado, sobrevie- ne después de que tuna entidad territorial ha levado a cabo materialmente la secesién (a posterior), y no puede justificar o convalidar retroactivamente esa actuacién si no se ajusté al Derecho interno. El Tribunal Supremo hace suya ladistincién entre el ejercicio de un derecho y lo que es sencillamente la cons- tatacidn de una situacién de hecho. Y la cuestién a la que debe responder es la de si existe un derecho a la secesién unilatera’ dentro de un determinado marco juridico, no la de si ésta puede producirse de facto. El Tribunal admite como hipétesis la posibilidad de que Quebec decidiera proclamar unilateral- mente su independencia (al margen de la Constitucién), en cuyo caso sera la opinién piblica internacional el juez.de la buena o mala fe de los distintos protagonistas. Ahora bien, el posibie éxito de una secesin de hecho no con- vierte ésta en legal: no se puede afirmar que se puede violar la ley siempre que ‘esa violacién tenga éxito. Esa afirmaci6n es incompatible con el principio de primacfa del Derecho. Es evidente que la consolidacién definitiva de una secesi6n ilegal, no acep- ‘ada por Canada, dependeria, en buena medida, de la actitud de los miembros de la comunidad internacional. En el informe que emitié como experto, el pro- fesor australiano J. Crawford recordaba que desde 1945 ningiin territorio que hhubiera intentado esa operacién habia sido admitido en la ONU con la oposi- cién o sin el consentimiento del Estado del que formaba parte, salvo en cl con- texto de la descolonizacién, Fuera de ese contextn, solo se registra una excep- ci6n: el caso de Bangladesh, cuya independencia vino precedida de una guerra entre India y Pakistan, Las Repiblicas balticas, por ejemplo, fueron admitidas en la ONU en 1991, dfas después del reconocimiento de la independencia de los tes nuevos Estados por la Unién Soviética, Esa ha sido la préctica habitual: el re- conocimiento del nuevo Estado por la comunidad internacional se suele pospo- ner al momento en el que el Estado afectado acepia la secesién como un hecho irreversible (la independencia de Montenegro en 2006 es un buen ejemplo). ‘Tras la desintegracién de la Repiblica Federal de Yugoslavia, se constituyé en 2003 la Unién de Serbia y Montenegro. En su Constitucién se contemplaba un procedimiento para la disolucién de la federaci6n, que inclufa la celebracién de tun referéndum de secesin con arreglo a estindares democriticos reconocidos internacionalmente. Fl gobierno de Montenegro decidi6 convocar el referéndum yla Unién Europea fj6 un minimo del 50% de pastcipacién y un 55% de losvotos 1 favor de la independencia para aceptar el resulado. El referéndurm se celebré €1 21 de mayo de 2006 y los electores debfan responder la siguiente pregunta: {Desea sted que Montenegro sea un Estado independiente con completa legitimidad egal ‘internacional? Los partidarios de la independencia se impusieron con un 55.4% de los votos y una participacién del 86.5 %. E18 de junio el Parlamento de Mon- tenegro declaré la independencia, que fue aceptada por Serbia inmediatamente 1. Bato El amplio consenso existente en tomo a este tema se quebré en cierto modo con la decisin de! Tribunal Internacional de Justicia (Tl) el méximo

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