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OTROS LIBROS Geopolítica, relaciones internacionales y etnicidad. Aspectos de Jazmín Benítez López (UQROO).

Jazmín Benítez López, Rafael Romero Mayo, Mario Vázquez Olivera Se especializa en estudios de política ex-
DE ESTA COLECCIÓN la construcción del Estado en América Latina durante los siglos
XIX y XX, es un libro colectivo en el que se incluyen investigaciones
(coordinadores) terior, historia de las relaciones interna-
elaborabas por un grupo de académicos de distintas universidades cionales de México y estudios del Caribe

internacionales y etnicidad
Geopolítica, relaciones

Geopolítica,
El largo proceso de partición y Centroamérica. En 2008 fue distinguida
y entidades de educación superior dedicadas al amplio estudio de
territorial. Las fronteras en América como “Joven Investigador” por el Consejo
temas históricos y de relaciones internacionales de América Latina
Latina y el Caribe, siglos XVI al XXI y el Caribe. De esta manera, este esfuerzo también es producto de Quintanarroense de Ciencia y Tecnología
Juan Carlos Arriaga Rodríguez la colaboración de diversas entidades de investigación y educativas y “Miembro Fundador del Sistema Estatal
de Investigadores”. ha colaborado como
relaciones internacionales y etnicidad
ISBN: 978 607 7588 63 4 de México, Centro y Sudamérica.
docente en la FCPyS-UNAM y como pro-
Los trabajos aquí reunidos tienen como elemento común hacer
fesora invitada en el Departamento de
La agenda de cooperación un examen crítico sobre el proceso de independencia gestado
Estudios Internacionales de la Universidad
Aspectos de la construcción del Estado
internacional en la frontera sur en el siglo XIX en determinados territorios coloniales del llamado
Iberoamericana, Ciudad de México.
de México Nuevo Mundo. A la par se analiza cómo una vez conseguida la
Rafael I. Romero Mayo y Jazmín Benítez
López (coordinadores)
independencia política, se comenzaron a desarrollar una serie
de pugnas y luchas internas en los nuevos países que alcanzaron en América Latina durante los siglos XIX y XX Rafael Romero Mayo (UQROO).
Se especializa en el estudio de espacios
ISBN: 978 607 7588 19 1 su soberanía, y cómo emerge el dilema de la construcción de los urbanos y turísticos desde la Geografía
diferentes Estados nacionales. regional. Candidato a la Medalla “Alfon-
Historia, región y frontera norte so Caso” y a la mejor tesis doctoral por la
Jazmín Benítez, Rafael Romero, Mario Vázquez (coordinadores)

Adalberto Santana FFyL- UNAM. Profesor de la Maestría en


de México Ciencias Sociales Aplicadas a los Estudios
Gerardo Lara Cisneros (coordinador)
Regionales y del Doctorado en Geografía,
ISBN: 978 607 7588 35 1 ambos en la UQROO. Profesor invitado por
FLACSO-México y la Universidad de Giro-
Cancún. Los avatares de una marca na. Representante por México en la inicia-
turística global tiva internacional Atlas del Gran Caribe.
Carlos Macías Richard y Raúl Arístides
Pérez Aguilar Mario Vázquez Olivera
(CIALC-UNAM).
ISBN: 978 607 7588 06 1
Se especializa en historia de Chiapas y
Centroamérica durante el siglo XIX, así
¿Deseables o inconvenientes? Las como en historia de las relaciones Méxi-
fronteras de la extranjería en el co-Centroamérica. En 2007 fue acreedor
México posrevolucionario del premio Francisco Javier Clavijero que
Pablo Yankelevich otorga el INAH en la categoría de mejor in-
ISBN: 978 607 7588 37 5 vestigación en Historia y Etnohistoria por
el libro Espacios diversos, historia en co-
mún: México, Guatemala y Belice, la for-
mación de una frontera, escrito en coau-
toría con Manuel Ángel Castillo y Mónica
Toussaint. Es profesor del posgrado en
Estudios Latinoamericanos de la UNAM y
del Posgrado en Ciencias Sociales y Hu-
manísticas de la Universidad de Ciencias
y Artes de Chiapas. Participa en el Conse-
jo Consultivo del Acervo Histórico de la
Secretaría de Relaciones Exteriores y es
miembro correspondiente de la Acade-
mia Salvadoreña de la Historia.
BONILLA
ARTIGAS
EDITORES

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Geopolítica, relaciones
internacionales y
etnicidad
Aspectos de la construcción del Estado
en América Latina durante los siglos
XIX y XX

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Geopolítica, relaciones
internacionales y
etnicidad
Aspectos de la construcción del Estado
en América Latina durante los siglos
XIX y XX

Jazmín Benítez López; Rafael Romero Mayo


y Mario Vázquez Olivera
(coordinadores)

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Geopolítica, relaciones internacionales y etnicidad. Aspectos de la construcción del Estado
en América Latina durante los siglos XIX y XX / Jazmín Benítez López; Rafael Romero
Mayo y Mario Vázquez Olivera, Coordinadores. – México: Bonilla Artigas editores :
Universidad de Quintana Roo : CIALC-UNAM: Gobierno del Estado de Quintana
Roo: Conaculta, 2012 374 p. ; 23 cm. – (Colección Pública)
ISBN 978 -607-7588-65-8
1. Geopolítica – América Latina – Caribe.
2. Relaciones internacionales 3. Etnicidad I. Benítez López,
Jazmín, coord. II. Romero Mayo, Rafael, coord. III. Vázquez
Olivera, Mario, coord.

F1414 G385 2012

Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados


para todos los países de habla hispana. Prohibida la
reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido
o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de su
legítimo titular de derechos.

Geopolítica, relaciones internacionales y etnicidad.


Aspectos de la construcción del Estado en América Latina durante los siglos XIX y XX.
de Jazmín Benítez López; Rafael Romero Mayo y Mario Vázquez Olivera
(coordinadores)

Primera edición 2012

D. R. ©Bonilla Artigas Editores


De la presente edición ©Bonilla Artigas editores, S.A. de C. V.
Cerro Tres Marías número 354
Col. Campestre Churubusco, C. P. 04200
México, D. F.
editorial@libreriabonilla.com.mx
www.libreriabonilla.com.mx
Tel. (52 55) 55 44 73 40/ Fax (52 55) 55 44 72 91

Coordinación editorial: Jazmín Benítez López


Diseño editorial: Saúl Marcos Castillejos
Diseño de portada: Teresita Love
Fotografía de portada: Teresita Love

ISBN: 978 -607-7588-65-8


Impreso y hecho en México

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Contenido

Prólogo
Adalberto Santana.......................................................................................... 9
Introducción
Jazmín Benítez, Rafael Romero y Mario Vázquez ................................ 13

Primera parte:
Geopolítica y fragmentación territorial de Hispanoamérica
Secesión y fragmentación de los territorios
coloniales en la América española: 1810-1836
Juan Carlos Arriaga Rodríguez
Tania Libertad Camal Cheluja ............................................................23
Expansionismo y correlación de fuerzas en México
y la América Central: la injerencia de los intereses
extranjeros en la primera mitad del siglo xix
Jazmín Benítez López
Rafael Romero Mayo ........................................................................... 69
Génesis y partición territorial de la nación mexicana: de los
Tratados de Córdoba al Tratado Guadalupe-Hidalgo: 1821-1848
Leonardo Héctor Rioja Peregrina
Adela Vázquez Trejo ........................................................................... 105
Geografía y desintegración territorial en el México del siglo xix
Hugo Pichardo Hernández ............................................................... 127

Segunda parte:
México, Cuba y Centroamérica: retos de la política exterior
La República del Centro y la pérfida Albión: 1823-1842
Mario Vázquez Olivera....................................................................... 155

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La relación México-Cuba, un camino sinuoso: 1821-1959
Ricardo Domínguez Guadarrama ................................................... 179
El tren que nunca salió:
Márquez Sterling ante el dilema de Madero
Onésimo J. Moreira Seijos................................................................. 221
El ideal de la integración centroamericana:
una utopía en el Bicentenario
Rudis Yilmar Flores Hernández ....................................................... 239
La política exterior de México en el marco del Bicentenario
de la Independencia y del Centenario de la Revolución:
Los tres pilares
Rafael Velázquez Flores ..................................................................... 265

Tercera parte:
Etnicidad y modelo nacional: ¿una articulación posible?
Guerra y ciudadanía en Yucatán.
La construcción del ciudadano maya a través
de los tratados de paz: 1848-1859
Gabriel Aarón Macías Zapata ........................................................... 281
México en la diáspora post-esclavista: migraciones
de trabajadores afrobeliceños al territorio de
Quintana Roo a principio del siglo xx
Elisabeth Cunin ................................................................................... 297
Los mayas frente al Estado nacional: 1901-1936
Martha H. Villalobos González........................................................ 317
Bolivia: Estado Plurinacional.
Sus contrastes y el poder indígena
Pablo Mamani Ramírez ..................................................................... 333
Conclusiones ............................................................................................ 363
Sobre los coautores ................................................................................. 367

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Expansionismo y correlación de fuerzas en
México y la América Central: la injerencia de
los intereses extranjeros

Jazmín Benítez López


Rafael Romero Mayo

Resultaría prácticamente imposible comprender la historia de México


y Centroamérica durante los primeros años después de la consumación
de la independencia en 1821, sin considerar además de la serie de con-
tradicciones internas que caracterizaban a los nacientes Estados, tres
variables del medio internacional y los actos concretos de otros Estados.
Desde México hasta Panamá, pasando por el Caribe, los países centrales
instrumentaron diferentes estrategias para posicionarse ventajosamente,
mediante una intensa lucha por la reproducción de sus capitales en esta
región, que al independizarse de la metrópoli española pasaba a formar
parte de la nueva distribución geográfica del modo de producción capi-
talista que se sobreponen a las condiciones que imperaban en el sistema
colonial. El primero de ellos se refiere a la competencia abierta entre
potencias centrales por ejercer el control de los territorios de la América
Hispana; en segundo término destaca la política expansionista estadou-
nidense plasmada en el Destino Manifiesto y, en tercer lugar, el surgimien-
to de la llamada Fiebre del oro de California generada a partir de 1848;
elementos que permearon la suerte de los nacientes Estados, que por su
posición geográfica se encontraban dentro de los territorios histórica-
mente definidos como zonas geoestratégicas por parte de las potencias
del siglo xix, destacando Inglaterra, Francia y, posteriormente, los pro-
pios Estados Unidos.
El presente capítulo profundiza, a partir de la concepción del espa-
cio y del territorio, para posteriormente analizar el proceso de expan-

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

sión de los intereses extranjeros en los diversos puntos proyectados


como potenciales pasos interoceánicos en México y Centroamérica
hasta mediados del siglo xix, destacando la actuación de los gobier-
nos de la Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, cuyos objetivos
geopolíticos entraron en una abierta competencia por ejercer el con-
trol de estos territorios, considerados altamente geoestratégicos. En
este sentido, se enfatiza en la política estadounidense plasmada en el
Destino Manifiesto, como la base ideológica del proceso de expansión
de sus intereses transoceánicos durante la década de 1840, hasta llegar
a la negociación anglo-estadounidense alcanzada mediante el Tratado
Clayton-Bulwer de 1850, que impondría a los nacientes Estados cen-
troamericanos, incluido México, la llamada neutralidad interoceánica
a través de cualquiera de sus rutas, garantizando la preeminencia de
los intereses extraterritoriales en la región. En este sentido, es im-
portante partir de un análisis conceptual previo, en torno a variables
como la geopolítica y, dentro de ella, la importancia que tienen el
territorio y el espacio, como elementos que permiten profundizar en
el estudio y la comprensión de los fenómenos políticos, económicos,
sociales y culturales que han definido la reconfiguración espacial de
los Estados en gran parte de América, tal es el caso del proceso expan-
sionista de los Estados Unidos de América más allá de su frontera sur
durante el siglo xix.

A manera de marco teórico sobre el espacio y el territorio

En todo proceso histórico, sea cual fuere, la dimensión e importancia


del espacio es fundamental para que dicho proceso se perciba como
una manifestación concreta. El espacio es así un elemento indisoluble
para el desarrollo de los procesos históricos ya que estos necesitan de
dicho espacio como algo complementario e inherente donde se regis-
tre físicamente el acontecer cotidiano y las relaciones sociales.
Boudeville refiere, al hablar del espacio, que el individuo no solo
vive en un espacio determinado, sino que además le da forma. Asevera
que en dicho espacio, el hombre emplaza sus ciudades, sus caminos,
e implanta cultura y civilizaciones. En este sentido el hombre es más

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Expansionismo y correlación de fuerzas

historiador que geógrafo, o más bien crea la geografía casi al mismo


tiempo que la historia.1
No obstante, la concepción del espacio, aunque así pudiese perci-
birse, no es privativa de la ciencia geográfica ya que esta es igualmente
incorporada a sus estudios por físicos, antropólogos, urbanistas, ecó-
logos, entre otros.

[…] el punto de partida de la conceptualización del espacio lo cons-


tituye el concepto proveniente de los físicos, para quienes el espacio,
al igual que el tiempo, es una forma de existencia de la materia, mu-
tuamente inseparables. El espacio expresa el orden de distribución
de los objetos que coexisten simultáneamente (sincronía). El tiempo
expresa la consecutividad de los fenómenos que se sustituyen unos
a otros (diacronía). La esencia de ambos es el movimiento, de modo
que entre tiempo y espacio existe una circularidad causal mediada por
el movimiento de los objetos, a partir de la cual se puede hablar de la
temporalidad del espacio y de la especialidad del tiempo. El tiempo es,
entonces, espacio en movimiento y el espacio es tiempo relativamente
estable.2

Este análisis permite hacer una aproximación a las diversas corrien-


tes o enfoques teóricos que, desde la perspectiva del espacio relativo
o absoluto o, simplemente desde lo espacial, han alimentado a la
geografía y a sus diferentes escuelas: geografía tradicional, geografía
teórico-cuantitativa, geografía crítica y geografía humanista. Sin em-
bargo, y para enmarcar este trabajo, nos centraremos en la geografía
crítica como corriente de aproximación.
En esta propuesta, el espacio, visto desde una óptica dialéctica y
materialista histórica, no es percibido como una unidad absoluta, por
el contrario, el espacio conlleva un componente social pleno, dando
paso al espacio social o a una concepción marxista del espacio. Así,

1
Boudeville, Jacques. Les espaces économiques, Paris, Press Universitaires de France, 1961,
p.5.
2
Massiris Cabeza, Ángel. Fundamentos conceptuales y metodológicos del Ordenamiento Terri-
torial, Tunja, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 2005, p. 31.

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

el espacio no responde a las condiciones naturales, ni a la historia o


cultura presente en un lugar, sino que es el resultado de un proceso
ligado al desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones socia-
les de producción.3
Lefebvre enfatiza que, en la medida que se desarrolla el concepto
de espacio social, este se hace más amplio, tal vez la parte esencial
de su contenido. Allí se establece una dialéctica muy específica en
movimiento, que si bien no elimina la relación de consumo de la
producción que se aplica a las cosas (bienes, mercancías, objetos de
intercambio), ciertamente se modifica mediante la ampliación de la
misma. Aquí se trasluce una unidad entre los niveles de análisis que
a menudo mantiene separados el uno del otro: las fuerzas de produc-
ción y sus componentes (naturaleza, trabajo, tecnología, conocimien-
to), las estructuras (relaciones de propiedad); las superestructuras
(instituciones y el propio Estado).4
En el caso de los espacios de dominio colonial, Lefebvre estable-
ce que la ciudad colonial hispano-americana, en el imperio colonial,
fue de la mano con la producción de grandes espacios, es decir, con
la expansión colonial en América Latina. Su espacio urbano, que jugó
un papel decisivo en este proceso de producción amplio, se ha mante-
nido a pesar de las vicisitudes del imperialismo, la independencia y la
industrialización.5
Por otro lado, la obra de Milton Santos incorpora planteamientos
de Lefebvre en el sentido de que no es posible concebir o analizar nin-
guna formación socioeconómica sin recurrir al espacio, ya que tanto
el modo de producción, como la formación socioeconómica y el espa-
cio son categorías interdependientes.
Para Santos, la geografía, como disciplina encargada de analizar la
conformación física y humana del espacio y de los fenómenos que
en él se dan, se interesa por los procesos de humanización del espa-
cio geográfico por lo que el objeto de estudio geográfico pasa de una

3
Lefebvre, Henry, (citado por José Ortega Valcárcel) Los horizontes de la geografía. Teoría
de la geografía, Madrid, Ariel Geografía, 2000, p. 360.
4
Lefebvre, Henry. The production of space, Oxford, Blackwell Publishing, 1991, p. 85.
5
Ibídem, pp. 150-151.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

antigua concepción que trata de la relación hombre-naturaleza, a la


investigación de las modificaciones sociales del espacio por lo que la
naturaleza se convierte en parte del sistema de objetos producidos y
modificados por el ser humano y, en consecuencia, en parte del espa-
cio social.
En su visión conceptual, Santos establece una diferencia entre las
formas espaciales y el espacio. Las formas las asume como paisajes
que son animados por el hombre, dándoles un contenido, una vida.
Así pues, la sociedad se geografiza a través de esas formas, atribu-
yéndoles una función que a lo largo de la historia va cambiando. El
espacio es la síntesis, siempre provisional, entre el contenido social y
las formas espaciales. Cuando la sociedad actúa sobre el espacio, no
lo hace como realidad física, sino como realidad social, es decir, como
objetos sociales ya valorizados a los cuales la sociedad busca ofrecer o
imponer un nuevo valor.6
Adicionalmente, Santos hace referencia a la existencia de objetos
y sus múltiples significaciones, producto de la vida social y las dife-
rencias socioculturales, del desarrollo tecnológico implícito en la
presencia de los objetos valorizados y, por tanto, con existencia obje-
tiva y simbólica en la vida cotidiana. En ese sentido, los objetos como
signos o símbolos reproducen a la sociedad desde la perspectiva cul-
tural; esto es, en su fase productiva y de consumo, de acuerdo con la
característica del signo por su estructura constitutiva, compuesta de
significado y significante.7

6
Santos, Milton. La naturaleza del espacio. Técnica y tiempo, razón y emoción, Barcelona,
Ariel Geografía, 2000, p. 91. Esta percepción de espacio proporciona elementos de análi-
sis de los aspectos históricos a partir de los cuales se van construyendo los espacios y los
territorios y de cómo las potencias hegemónicas se han apropiado de los mismo con el
fin de expandir no solo el dominio sino el control y el aprovechamiento de los recursos.
Potencias como España, Gran Bretaña, Holanda y Francia encontraron en la América co-
lonial la veta para expandir sus dominios y para fortalecer su poderío económico y militar.
7
Olivera, Patricia. “La construcción de los espacios sociales en el contexto de la globa-
lización” en Carlos Tellez y Patricia E. Olivera (coords.), Debates en la geografía contempo-
ránea. Homenaje a Milton Santos, México, El Colegio de Michoacán/Embajada de Brasil/
FFyL Unam/Universidad de Guadalajara, 2005, p. 61.

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

Es importante, entonces, que en la percepción del espacio desde la


geografía crítica, la producción de tales objetos esté plenamente con-
trolada por el ser humano, pero sobrepasando la relación individual
del consumo inmediato, de su valor de uso y de cambio para darle
una significación cultural, que reproduce a la sociedad misma. Pre-
cisamente a lo expresado anteriormente es a lo que se refiere Santos
cuando afirma que el espacio geográfico está formado por un conjun-
to indisoluble, solidario y contradictorio de sistemas de objetos y sis-
temas de acciones como contexto en el cual se realiza la historia, por
lo que los objetos son testimonios de acciones, pasadas y presentes,
que se hallan cristalizadas en el espacio.8
Por su parte, Harvey hace una sistematización de los plantea-
mientos de Lefebvre donde integra la producción del espacio con el
proceso de producción social. La teoría de la producción del espacio
de Harvey trata de hacer comprensible la forma de manifestación es-
pacial y temporal de los procesos sociales, considerando para ello la
naturaleza de las expresiones, o acciones sociales que ocurren.

Las prácticas espaciales y temporales, en cualquier sociedad, abundan


en sutilezas y complejidades. En la medida en que están tan íntima-
mente implicadas en procesos de reproducción y transformación de
las relaciones sociales, tiene que encontrarse la manera de describirlas
y de establecer generalizaciones sobre su uso. La historia del cambio
social está capturada en parte por la historia de las concepciones de
espacio y tiempo, y los usos ideológicos para los cuales pueden ser
colocadas aquellas concepciones. Más aún, cualquier proyecto para
transformar la sociedad debe captar la punzante complejidad de las
transformaciones de concepciones y prácticas espaciales y temporales.9

Harvey discute y argumenta acerca de la conexión prevaleciente


entre las prácticas espaciales y temporales con las complejas estructu-
ras sociales, a partir de la cual el tiempo y el espacio se definen a través
de la organización de prácticas sociales, por lo regular cambiantes,

8
Santos, Milton, op. cit., p. 54.
9
Olivera, Patricia, op. cit., p. 64.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

asimétricas y complejas. Reflexiona sobre la importancia de los pro-


cesos de producción social del espacio en las sociedades capitalistas
avanzadas por lo que plantea como necesario la construcción de una
geografía histórico-materialista como una herramienta elemental para
comprender la dinámica social del proceso de explotación-alienación.
El análisis anterior acerca del espacio, nos permite afirmar que éste
es concebido como producto social, como objeto de uso y consumo,
como construcción de la sociedad, en el que encontramos una serie
de relaciones de poder y diferentes competencias por el control y
apropiación del mismo.
Por otro lado, el territorio, al igual que el espacio geográfico, es teó-
ricamente accesible al ser humano y a la sociedad. Es ocupado, usado,
configurado y transformado en función de objetivos múltiples y por
diversos factores de poder, entre otros el Estado y actores sociales par-
ticulares, adscritos a una jurisdicción administrativa. En este sentido,
el territorio se constituye en la totalidad de un espacio geográfico o
parte significativa del mismo, perteneciente a una nación o asociación
de ellas, estado y municipio; configurado culturalmente, conformado
por un conjunto de atributos de orden físico-natural, socioeconómico
y político-administrativo, derivado de una división político-territorial
o de acuerdos estratégicos, y regido bajo el principio de soberanía.
El territorio refleja la historia de ocupación, uso y adecuación de
los asentamientos humanos, de las actividades económicas y del
equipamiento de servicios, así como de la apropiación por parte del
Estado o de particulares con sus propiedades. Es memoria observable
de la interacción del aprovechamiento de los recursos naturales, los
procesos de transformación tecnológica, la configuración del espacio
social construido y los resultados de las políticas económicas y socia-
les para las comunidades y sus habitantes.
Si tomamos en cuenta que el territorio es un componente funda-
mental del Estado, entonces debemos tomar en cuenta que el Estado
se desarrolla a partir del control y el aprovechamiento del suelo, por
lo que el Estado, de acuerdo con Kjellén, se constituye en la fuente
del poder a partir de su descomposición en dos elementos: el Estado

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

como soberanía y el Estado como organismo.10 La visión de Kjellén es


compartida por Ratzel cuando se establece que el término geopolítica es
“la ciencia del Estado como organismo geográfico y, significativamente
como soberanía”, aunque Kjellén insistía en que la geopolítica no era ne-
cesariamente una rama de la geografía, sino del derecho político.11
De forma adicional, Mahan y Mackinder añaden otro componen-
te al del control específico del suelo y sus recursos: el de la ubicación
geográfica, es decir, la posición respecto al cruce de vías de comunica-
ción, el acceso a mercados, a los centros de poder, etcétera.12 Así pues
y, desde una concepción occidental, el territorio es el espacio geográfi-
co delimitado por fronteras, es el que organiza y habita la población, y
donde el Estado ejerce la autoridad soberana. Si el territorio se deriva
de la construcción social, no podemos pasar por alto que es, entonces,
resultado de un proceso de construcción histórica, lo que le da a la
ciencia geográfica el sentido de ciencia genética, es decir, que da cuen-
ta de orígenes y procesos.13
En ese sentido, al examinar el problema de la construcción del
territorio es importante hacerlo desde una perspectiva geohistórica,
geopolítica y tempo-espacial tomando en cuenta las diferentes escalas
(global, nacional, regional, local) en las que ocurren la dinámica polí-
tica, los diferentes fenómenos al interior del territorio, los conflictos
por el territorio, entre otros.
En el caso del proceso histórico de expansión norteamericano y su
competencia con la Gran Bretaña, razón de este capítulo, queda cla-
ro, como se verá a continuación, que el territorio se constituye en el
elemento central a partir del cual surgieron las disputas y diferendos
asociados a la necesidad no sólo del control del espacio per se, sino
del control de los recursos que se reproducen en dichos espacios. No

10
Muñoz, Laura. Geopolítica, seguridad nacional y política exterior. México y el Caribe en el
siglo xix, colección Alborada Latinoamericana, México, Instituto de Investigaciones Dr.
José María Luis Mora/ Instituto de Investigaciones Históricas/Universidad Michoacana
de San Nicolás de Hidalgo, 2001, p. 26.
11
Ibídem, p. 25.
12
Ibídem, p. 28.
13
Sauer, Carl O. “Introducción a la geografía histórica”. En Geografía histórica, México,
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1997, p. 36.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

en vano Harvey establece que la división del mundo en esferas de


influencia por las principales potencias capitalistas a finales del siglo
xix suscitó graves problemas geopolíticos. La lucha por controlar el
acceso a las materias primas, a las reservas de trabajo y a los mercados
fue una lucha por controlar el territorio.14
La historia de la intervención y fragmentación espacial, así como el
impulso de la acumulación del capital durante los últimos 300 años ha
sido la fuerza fundamental en la remodelación de la política, la econo-
mía y el medio ambiente mundiales.15 América Latina, sus colonias y
sus hegemonías colonizadoras no están al margen de dicha remode-
lación a partir del intervencionismo, la alienación y la fragmentación.

La lucha entre los países centrales por los territorios pertenecientes a la


antigua Nueva España

La presencia británica en el continente americano se remonta al siglo


xvii, iniciando con la colonización de Jamestown, Virginia, en 1607,
que fue extendiéndose hasta conformar las Trece Colonias America-
nas. La penetración inglesa en el Caribe se dio en 1625 con las ocu-
paciones de las islas Providencia y Henrietta por parte del Capitán
Sussex Camock y, para 1655 Oliver Cromwell logra adueñarse de
Jamaica. La expansión inglesa en América puso en alerta a la corona
española, que prefirió negociar con los británicos, reconociendo las
posesiones hasta entonces adquiridas, pero limitando hasta ahí el
avance inglés. Esto se dio mediante el Tratado Americano de 1670,
que dejaba fuera el territorio que actualmente corresponde a Belice
y tampoco reconocía ninguna posesión en los territorios de la Mos-
quitia. Para 1740, ayudados por el gobernador de Jamaica, Edward
Trelawney, los británicos establecieron otro protectorado en Black
River, transformando la isla de Roatán en una base militar; de igual
forma, reforzaron militarmente Belice y Bluefields. Aún en tiempos

14
Harvey, David. Espacios de capital. Hacia una nueva geografía crítica, Madrid, Akal, 2007,
p. 126.
15
Ibídem, p. 137.

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

de la colonia, España obligó a los ingleses a retirarse de la Costa de


Mosquitios y la Bahía de Honduras con los Tratados de 1763, 1783 y
1786.16
En el contexto de las independencias de México y Centroamérica,
los objetivos de la corona inglesa se encontraban bien situados en los
puntos de mayor importancia geoestratégica del Caribe y Centroamé-
rica. Sus capacidades como potencia hegemónica del sistema-mundo
durante el siglo xix, le permitieron interferir, dominar y frenar gran
parte de los objetivos planteados por los nacientes Estados, que úni-
camente podían establecer algunas estrategias encaminadas a la sub-
sistencia y la obtención del reconocimiento jurídico de otros Estados
—principalmente los poderosos—, lo que en cierta medida garanti-
zaría su supervivencia. Las condiciones de vulnerabilidad en que se
encontraban las antiguas colonias, obligaron a sus líderes políticos a
voltear al exterior con los objetivos de obtener el reconocimiento ju-
rídico, financiamiento y protección, no sólo frente a las aspiraciones
de otras potencias, sino también frente a sus propios hermanos centro-
americanos y las oligarquías locales. A nivel endógeno, consideraban
que el apoyo de alguna potencia garantizaría la capacidad de tomar
decisiones políticas e imponerse frente a los otros grupos internos
que también buscaban la protección extranjera que les dotara de legi-
timidad.
En los primeros años de independencia, las naciones de la otrora
Nueva España consideraron que el reconocimiento inglés resultaba
indispensable, tanto en términos de la protección, como para obtener
el capital que permitiera echar a andar los proyectos encaminados a
la conformación de los Estados nacionales, en resonancia de sus sis-
temas jurídicos y conformaciones espaciales. “El poderío económico
y político que la Gran Bretaña había alcanzado con la revolución in-
dustrial y la victoria sobre Napoleón, hicieron que su reconocimiento
fuera el más anhelado por los países hispanoamericanos recién inde-
pendizados […]”.17

16
Vd Honduras, Secretaría de Relaciones Exteriores. Definiciones soberanas, Tegucigalpa,
Litografía López, 2005, pp.17-22.
17
Zoraida Vázquez, Josefina. “México, Gran Bretaña y otros países (1821-1848), tomo

78

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Expansionismo y correlación de fuerzas

Además de la Gran Bretaña, la relación con España resultaba de


obligada importancia. Inclusive, los propios británicos enfatizaron
en la necesidad de obtener el reconocimiento de la antigua metrópoli
como base de la legitimidad y la paz en América y en Europa, por lo
que se ofrecieron para mediar las relaciones entre los ibéricos y sus
antiguas colonias, acrecentando la desconfianza por parte de liberales
y conservadores que conocían sus intereses comerciales en los terri-
torios descolonizados. Por su parte, el reconocimiento del Vaticano
resultaba fundamental para los pueblos católicos americanos, dado
que otorgaría autoridad moral a quien lo obtuviese, por lo que uno de
los objetivos más importantes se centró en conseguir la anuencia de
la Santa Sede y el establecimiento de obispados en los nacientes Esta-
dos. No obstante, las presiones de España y la Santa Alianza retrasa-
ron por un tiempo las negociaciones entre los nuevos gobiernos y las
autoridades religiosas del Vaticano.18
Otros dos reconocimientos importantes fueron sin duda los de
Francia y los Estados Unidos. En ambos casos se trataba de países que
habían modificado la correlación de fuerzas políticas en Europa como
producto de sus revoluciones liberales. Los franceses habían cuestio-
nado abiertamente los regímenes monárquicos mediante la base de la
igualdad, la libertad y la fraternidad, mientras que los estadounidenses
encarnaron al primer país que había conseguido independizarse de
un Estado europeo y posteriormente establecer relaciones en térmi-
nos equitativos con Francia, con quien había conseguido firmar un
tratado comercial, que por primera vez había incorporado la cláusula
de la nación más favorecida en 1778. No obstante, la gran hazaña de los
estadounidenses había sido la obtención del reconocimiento jurídico
de su antigua metrópoli —es decir, el país hegemónico del sistema-
mundo— en un lapso de tan sólo siete años.19 Posterior a ello, los
Estados Unidos iniciaron su expansión territorial, que en el sur se dio
mediante la obtención de la Louisiana en 1803 y la Florida en 1819,

II de la Colección México y el Mundo. Historia de sus relaciones exteriores, 2° edición, México,


El Colegio de México/Senado de la República, 2000, p. 59.
18
Vd Ibídem, pp. 59-78.
19
Vd Ibídem, pp. 20-21.

79

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

aprovechando la coyuntura de confrontación entre las potencias eu-


ropeas.
Durante los primeros años del establecimiento de Estados Unidos
como Estado nacional, los objetivos más importantes se centraron en
las cuestiones económicas, evitando que su antigua metrópoli lograra
controlar las rutas y operaciones comerciales más importantes. De
esta forma, el contexto de independencia en que entraron las colonias
españolas en el hemisferio atrajeron su atención, de forma tal que
Thomas Jefferson20 envió agentes a México y Cuba expresando vaga-
mente la postura antieuropea de Estados Unidos, que posteriormente
daría cuerpo a la Doctrina Monroe:

Si eligen declarar su independencia no podemos comprometernos a


hacer causa común con Uds., pues debemos mantener reserva y actuar
de acuerdo a las circunstancias existentes, pero en nuestra conducta
estaremos inclinados por la amistad, por el firme sentimiento de que
nuestros intereses están íntimamente ligados y por una honda repug-
nancia a verlos bajo la subordinación, política o comercial a Francia o
Inglaterra.21

Después de 1821, las acciones estadounidenses hacia sus vecinos


latinoamericanos se limitaron al establecimiento de misiones de
negocios, sin que ello derivara en el inmediato otorgamiento del re-
conocimiento jurídico, para evitar desavenencias innecesarias con
las potencias europeas. De hecho, el reconocimiento a la Federación
Centroamericana fue otorgado por el presidente Adams hasta 1826,
año en el que se negoció un tratado comercial y se organizó la Central
American and United States Atlantic and Pacific Canal Company.22 Mien-
tras algunos miembros de las altas élites estadounidenses veían a los

20
Presidente estadounidense de 1801 a 1809.
21
Zoraida Vázquez, Josefina. “México y el expansionismo norteamericano”, tomo I de
la Colección México y el Mundo. Historia de sus relaciones exteriores, 2° edición, México, El
Colegio de México/Senado de la República, 2000, p. 31.
22
Vd Herrera Zúñiga, René. “Centroamérica en la Política Internacional”, en Anuario de
Estudios Centroamericanos, No. 1, Vol. 8, San José, Universidad de Costa Rica, 1982,
pp. 66.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

hispanoamericanos como pueblos en los que la gente se encontraba


sumida en “[…] la más oscura ignorancia y tiranizada por el fanatis-
mo y la superstición […]”,23 como escribiera en 1813 el propio Je-
fferson al Marqués de Lafayette, los sectores liberales de las antiguas
colonias les veían con mucho agrado, “[…] asumiendo que Estados
Unidos por haber sido colonias y estar comprometidos por la liber-
tad, eran sus aliados naturales, pero además, como vecinos, estaban a
mano […]”.24
Con el regreso de Fernando VII al trono español y el posterior res-
tablecimiento del absolutismo en octubre de 1823, caracterizado por
la severa represión de los movimientos liberales, la Gran Bretaña y los
Estados Unidos centraron sus objetivos en impedir la reconquista de
las antiguas colonias hispanas, especialmente por el apoyo que otor-
gaban las potencias de la Santa Alianza —Rusia, Prusia y Austria— a
la monarquía española. De esta forma, el canciller George Canning
propuso al gobierno estadounidense emitir una declaración conjunta,
expresando: 1) Que la reconquista de las antiguas colonias hispano-
americanas resultaba indeseable; 2) que concebían la necesidad de
reconocerles internacionalmente como Estados independientes; 3)
que no impedirían ningún arreglo amistoso entre la Madre Patria y
sus antiguas colonias; 4) que se comprometían a no apropiarse de sus
territorios; 5) que no serían indiferentes frente a acciones de alguna
potencia, cuyos fines fuera la posesión.25 Sin embargo, la propuesta
fue rechazada por el presidente James Monroe, quien elaboró sus pro-
pios planteamientos, emitidos en el discurso anual del 2 de diciembre
de 1823, del que se desprende la doctrina que lleva su nombre y que a
continuación se resume:

Los continentes americanos […] no se consideran como objetivos de


futura colonización por ninguna potencia europea […]

23
Vargas Llosa, Álvaro. Rumbo a la libertad: por qué la izquierda y el “neoliberalismo” fracasan
en América Latina, Buenos Aires, Planeta, 2004, s. p., apud Jefferson Thomas, 1813.
24
Zoraida Vázquez, Josefina. “México y el expansionismo…”, op. cit., p. 34.
25
British Foreign Office. “British Foreign Secretary George Canning’s Overture for a
Joint Declaration with the United States on the Spanish Colonies in America, 1823”. Dis-
ponible en: http://www.mtholyoke.edu/acad/intrel/canning.htm.

81

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

En las guerras de las potencias europeas, en asuntos relacionados con


ellas, nunca hemos tomado parte, […] solamente cuando se invaden
o se amenazan nuestros derechos […] o hacemos preparativos para
nuestra defensa. […] Con los acontecimientos de este hemisferio,
estamos […] ligados por motivos que deben ser evidentes. […] Por
tanto, debemos, […] declarar que consideramos cualquier intento
de su parte para extender sus sistemas a cualquier porción de este
hemisferio, como un peligro para nuestra paz y nuestra seguridad. En
las colonias […] de cualquier potencia europea ahora existentes no
hemos intervenido ni lo haremos, pero tratándose de gobiernos que
han declarado su independencia […], ninguna intervención de cual-
quier potencia europea con el propósito de oprimirlos o de controlar
su destino […], podría ser interpretada por nosotros más que como la
manifestación de una actitud hostil hacia los Estados Unidos.26

No obstante, los estadounidenses no enfrentaron a las potencias


extranjeras en sus intervenciones en el hemisferio, como ocurrie-
ra con los intentos de reconquista española de México y la Guerra
Franco-Mexicana de 1838. A su vez, la penetración británica en
Hispanoamérica se daba desde el frente económico, mediante présta-
mos y la supuesta inversión en infraestructura. El capital financiero y
comercial inglés encontró en las antiguas colonias el espacio idóneo
para su reproducción, en términos por demás desventajosos para los
nacientes Estados. Entre los años de 1822 y 1826, la Gran Bretaña:

[…] había proporcionado diez empréstitos a las colonias españolas


liberadas, por un valor nominal de cerca de veintiún millones de libras
esterlinas, pero que, una vez deducidos los intereses y las comisiones
de los intermediarios, el desembolso real que había llegado a tierras
de América apenas alcanzaba los siete millones. […] se habían creado
en Londres más de cuarenta sociedades anónimas para explotar los
recursos naturales […] y para instalar empresas de servicios públicos.
Los bancos brotaban como hongos en suelo británico. En un solo año,

26
Morales Damián, Manuel Alberto, México en la Historia Universal I, México, UAEH,
2006, p. 127, apud Monroe, James, 1823.

82

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Expansionismo y correlación de fuerzas

1836, se fundaron cuarenta y ocho. […] Los bonos públicos latinoa-


mericanos circulaban activamente […] en el mercado financiero in-
glés […] los nuevos estados nacían desbordados por gastos militares
y debían hacer frente […] al déficit de los pagos externos. El comercio
libre implicaba un frenético aumento de las importaciones […].27

Las condiciones en que se encontraban sumidas las antiguas colo-


nias hispanoamericanas fueron bien aprovechadas por los países he-
gemónicos del siglo xix, que a pesar de que competían por el control
de estos territorios, no llegaron a enfrentarse de manera abierta en
suelo americano. Las otras potencias fueron testigos del avance ex-
pansionista estadounidense en territorio mexicano, que comenzó con
el reconocimiento de la independencia de Texas en marzo de 1837
y su anexión en marzo 1845 —aceptada por los texanos en julio del
mismo año—, sin que México hubiera reconocido su independencia.
Los representantes de Francia y Gran Bretaña habían convencido
al presidente texano Anson Jones de firmar una solicitud de reconoci-
miento y comprometerse a someter los desacuerdos con el gobierno
mexicano a un arbitraje, pero evitando anexarse a los Estados Uni-
dos.28 Sin embargo, la maquinaria del Destino Manifiesto estaba puesta
en marcha en Texas y el gobierno estadounidense ya tenía los ojos
puestos en mayores territorios que obtuvo mediante el Tratado Gua-
dalupe Hidalgo firmado el 2 de febrero de 1848, con el que México
perdió más de la mitad de su territorio, pero que resultó ser la única
alternativa que permitiría la supervivencia del Estado en la Guerra
México-Estados Unidos de 1846-1848.29

Destino Manifiesto y expansionismo: Estados Unidos en la búsqueda de


su condición bioceánica: (1845-1848)

27
Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina. 78° edición, México, Siglo XXI,
2007, p. 256.
28
Zoraida Vázquez, Josefina. “México y el expansionismo...”, op. cit., p. 122.
29
Ibídem, obra completa.

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

A pesar de que el espíritu anexionista estadounidense había sido vis-


lumbrado desde tiempo atrás, es hasta 1845 cuando el Destino Mani-
fiesto se plasma en el trabajo del periodista John L. O’Sullivan —afín al
entonces presidente James Knox Polk—, quien publicó en Democratic
Review su artículo “Annexation” en el que defendía la anexión de Texas
a los Estados Unidos, instando a las fuerzas políticas de su país para
tomar la decisión de defender al pueblo texano de manera inmedia-
ta, permitiéndole gozar de la democracia republicana. O’Sullivan va
más lejos al proponer la posterior expansión estadounidense hasta
California, territorio abandonado por el ineficiente gobierno mexicano.
De no hacerlo, planteaba el autor en referencia a otras potencias, estos
territorios serían presa de “[…] interferencias hostiles a nosotros, con
el objetivo declarado de frustrar nuestra política y obstaculizar nues-
tro poder, limitar nuestra grandeza y espiarnos mientras cumplimos
nuestro Destino Manifiesto asignado por la Providencia para el libre
desarrollo de nuestros millones que se multiplican anualmente, a lo
largo del Continente”.30
Para Polk la tarea expansionista en México fue relativamente sen-
cilla, dadas las condiciones periféricas en las que se encontraba sumi-
do el país en la década de 1840, en que imperaba la bancarrota y la
guerra civil, haciéndole presa fácil del gobierno estadounidense, que
reclamaba el pago de bonos, concesiones revocadas y daños hechos
en las propiedades de sus ciudadanos durante los enfrentamientos in-
testinos que el gobierno mexicano no podría costear con dinero, sino
mediante la venta de territorios. Entre los planes originales estaba la
toma de todo el territorio del norte de México hasta el Océano Pacifi-
co, Nuevo México y las Californias. Sobre las causas de la guerra,

[…] Polk había previsto que la anexión de Texas exasperaría a los


mexicanos y brindaría la oportunidad para la guerra de conquista, en
caso de que México no se allanase a la venta de sus grandes provincias.
La negativa de México fue rotunda. Estados Unidos no encontraba la

30
O’Sullivan, John. “Annexation”, en United States Magazine and Democratic Review 17,
no.1, July-August, 1845, s/p. Disponible en: http://web.grinnell.edu/courses/HIS/f01/
HIS202-01/Documents/OSullivan.html.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

fórmula “más adecuada” para justificar la guerra contra México, pero


luego, promoviendo incidentes militares fronterizos habría de hallarla:
acusar a México de agravios.31
México estaba aislado: había roto relaciones con Francia […] Espa-
ña promovía en contra del gobierno republicano el establecimiento de
una monarquía mexicana e Inglaterra negociaba con los estadouniden-
ses la adquisición del territorio de Oregon. También el balance militar
ofrecía ventajas a los Estados Unidos, pues el ejército mexicano era de
leva, improvisado, comandado por militares enfrentados entre sí y con
estrategias, tácticas y armas muy anticuadas. En estas circunstancias
que aseguraban la victoria, Polk ideó una “guerra pequeña” con Mé-
xico para apoderarse de California y Nuevo México, a fin de obligarlo
por las armas a la venta de estos territorios. Para justificar su guerra
planeó la manera de presentar a México como el agresor.32

Con la consumación de la anexión de Texas, la esperanza en Mé-


xico se centraba en conseguir el apoyo inglés frente a una posible
contienda armada con el gobierno estadounidense. No obstante, los
británicos decidieron no defender a México sin el apoyo de Fran-
cia. Resultaba entonces evidente la toma de California, que contaba
apenas con 24 800 habitantes mexicanos y estaba siendo invadido
por poblaciones provenientes de otros lados. De hecho, “El interés
francés y británico […] sirvió para que, como en el caso de Texas, los
expansionistas aludieran a que había que intervenir para evitar que la
rica provincia se convirtiera en protectorado británico”.33 Finalmente,
el 25 de abril de 1846 tuvo lugar un tiroteo en el Río Grande —que
representó el pretexto que Polk estaba esperando para legitimar la
guerra—, seguido por las batallas del 8 y 9 de mayo en Palo Alto y La
Resaca. El 11 de mayo, el presidente Polk emitió un mensaje al Con-

31
Herrera Zúñiga, René. op. cit., p. 62.
32
S/A. “Polk, presidente de los Estados Unidos, pide al Senado norteamericanos de-
clarar la guerra a México”, en Memoria Política de México, México, Instituto Nacional de
Estudios Politécnicos, A.C. s/f. Disponible en h t t p : / / w w w. m e m o r i a p o l i t i c a d e -
m e x i c o.o r g / E f e m e r i d e s / 5 / 1 1 0 5 1 8 4 6 . h t m l .
33
Zoraida Vázquez, Josefina. “México y el expansionismo…”, op. cit., p. 124.

85

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

greso solicitando autorización para la declaración de guerra, la cual


fue expedida dos días después.
Temeroso de la reacción de Francia y, especialmente de Inglaterra,
el secretario de Estado James Buchanan redactó una nota para infor-
mar a los gobiernos extranjeros sobre la situación de guerra con Méxi-
co, expresando que no era interés del gobierno estadounidense anexar
el territorio de California y Nuevo México, pero el presidente Polk se
negó rotundamente a ofrecer más explicaciones, argumentando que:

[…] la guerra con México era un asunto que ni Inglaterra ni Francia ni


cualquiera otra potencia tenía nada que ver: que semejante inquisición
sería insultante […] si la hacían no debería contestarse, aún cuando las
consecuencias tuvieran que ser una nueva guerra con todas ellas. […]
No me ataría las manos ni contraería ningún compromiso con ninguna
potencia extranjera respecto a los términos en que finalmente tuviera
que hacerse la paz con México. […] El señor Buchanan dijo que […]
no se arreglaría el asunto de Oregon y tendríamos guerra con Inglate-
rra. Le dije que […] prefería afrontar con Inglaterra la guerra que él
temía, y asumiría yo toda la responsabilidad.34

James Buchanan temía que la guerra con México empantanara las


negociaciones anglo-británicas sobre el territorio de Oregon, inicia-
das desde abril de 1845. Por ello, consideraba importante que el em-
bajador acreditado en Londres, Louis McLane,35 expresara al canciller
inglés Lord Aberdeen que los verdaderos motivos de la guerra habían
sido propiciados por las agresiones mexicanas. Sin embargo, esto ya
no resultaba necesario, porque el primer ministro inglés Sir Robert

34
Iglesias, Román y Martha Morineau. “La anexión de Texas a Estados Unidos y la gue-
rra con México, según el diario del Presidente Polk” en Liber Ad Honorem Sergio García
Ramírez, tomo I, México, IIJ, Serie E: VARIOS, Núm. 94, 1998, pp. 330-331. Disponible
en http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/1/116/22.pdf.
35
Quien además de ser político, se desempeñaba como empresario ferrocarrilero y de
vapores. Fue padre de Robert McLane, embajador estadounidense en México de marzo
de 1859 a diciembre de 1860, con quien el gobierno juarista firmó el Tratado McLane-
Ocampo que concedía derechos de tránsito por Tehuantepec a perpetuidad, rechazado
por el propio Congreso estadounidense.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

Peel enfrentaba serios problemas al interior de su país “[…] a causa


de la abrogación de las llamadas Corn Laws [leyes reglamentarias en
torno a la comercialización del maíz], que habían brindado protec-
ción a los productos agrícolas ingleses por medio de aranceles […]”.36
En medio de los problemas políticos de Inglaterra y, tan sólo un mes
después de haber iniciado la guerra con México, el 15 de junio, el
secretario Buchanan firmó con Richard Pakenham, plenipotenciario
enviado por la reina Victoria, el Tratado de Oregon, en el que se esta-
blecía la soberanía estadounidense sobre el territorio que actualmente
comprende los estados de Washington, Oregon e Idaho.
Tras la renuncia de Peel el 29 de junio de 1846, el poder fue toma-
do por un gobierno de coalición, que tenía como objetivo fundamen-
tal realizar un programa de reformas internas, evitando a toda costa la
involucrarse en guerras con otros países.

Estas acciones fortuitas ayudaron [al gobierno de Polk] a neutralizar


las peticiones del embajador mexicano acreditado en Londres, Tomás
Murphy, así como las presiones que ejercían [algunos] miembros del
gabinete de Peel para proteger California de la intrusión estadouniden-
se. Tampoco ayudaron las tentadoras ofertas que se habían realizado al
embajador británico acreditado en México George Bankhead […]”.37

La concesión que los británicos otorgaron a los Estados Unidos,


dotaba a los estadounidenses de la condición bioceánica que habían
pretendido desde que obtuvieron su independencia. El gobierno es-
tadounidense encabezado por Polk, únicamente esperaba que el go-
bierno mexicano aceptara sus términos para negociar la paz, es decir,
la cesión de territorios hasta California.
En su diario personal, el presidente Polk plasmó la forma en que
se fueron dando las negociaciones en las altas esferas de la política es-
tadounidense, para acordar los términos del tratado que propondrían

36
Taylor, Lawrence Douglas. El nuevo norteamericano: Integración continental, cultura e iden-
tidad nacional, México, CISAN-UNAM/Colegio de la Frontera Norte, 2001, p. 90.
37
Jones, Howard y Donald A. Rakestraw. Prologue to Manifest Destiny. Anglo–American Re-
lations, Willmington, Scholarly Resources Inc., 1997, p. 265.

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

al gobierno mexicano, así como las sumas de dinero que estaban dis-
puestos a ofrecer. La propuesta que discutieron el martes 13 de abril
de 1847 consistía en establecer la frontera en

[…] el Río Grande desde su desembocadura hasta el punto en don-


de corta la frontera meridional de Nuevo México, debiendo cederse a
los Estados Unidos todas las provincias de Nuevo México y la Alta y
Baja California. Había una estipulación en un artículo separado conce-
diendo a los Estados Unidos el derecho de paso a través del Istmo de
Tehuantepec. La compensación que el señor Buchanan se proponía a
pagar en el borrador original eran 15 millones de dólares […].38

Durante la discusión, se acordaron los montos máximos que Nicho-


las Trist, oficial mayor del Departamento de Estado, podría ofrecer al
gobierno mexicano, dependiendo de los territorios que fueran cedidos
al término de la guerra y sin que ello excediera los 25 millones de dó-
lares. Respecto al paso por Tehuantepec, la postura del senador Robert
Walker fue firme al insistir en que éste debía ser un requisito sine qua non
para la realización del tratado, pero el propio presidente Polk indicó que
esto no sería aprobado por el Congreso de su país, debido a que resulta-
ba ajeno a las causas que habían originado la guerra.39
Finalmente, el 2 de febrero de 1848, el presidente interino Manuel
de la Peña y Peña firmó el Tratado de Paz, Amistad y Límites —Tra-
tado Guadalupe Hidalgo—, con el gobierno de los Estados Unidos
representado por Nicholas Trist. El documento, ratificado por el Se-
nado estadounidense el 19 de marzo del mismo año, concedía a los
Estados Unidos los territorios que actualmente comprenden los esta-
dos de Arizona, California, Nevada, Utah, Nuevo México y partes de
Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Durante las negociaciones,
los comisionados mexicanos, Luis G. Cuevas, Bernardo Couto y Mi-
guel Atristáin, se negaron a ceder los estados de Sonora y Chihuahua
exigidos por Trist, que además no estaban incluidos en la propuesta
original. Respecto a la lista inicial, el gobierno mexicano logró sal-

38
Iglesias, Román y Martha Morineau, op. cit., p. 335.
39
Ibídem, pp. 335-337.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

var la Baja California y las concesiones sobre Tehuantepec.40 Sobre


este último punto, los diplomáticos mexicanos lograron eliminar la
cuestión del Istmo de Tehuantepec de las negociaciones del Trata-
do Guadalupe Hidalgo, argumentando que la concesión del paso de
Tehuantepec estaba en manos de los súbditos británicos Manning y
Mackintosh, por lo que el problema envolvería ya a Inglaterra.41
Respecto a Inglaterra, ésta aún conservaba su interés por restringir
el avance estadounidense hacia el sur, por lo que se “[…] mantendría
como ojo vigilante de las aventuras [de los Estados Unidos] en el
Caribe […]”.42 Sin embargo, las concesiones británicas otorgadas en
1846 y la posterior neutralidad en la Guerra México-Estados Unidos,
representaban para los ingleses “[…] la aceptación de un Estados
Unidos continental y el fracaso de su contención [considerado tam-
bién como] el prólogo del Destino Manifiesto […]”.43 La adquisición
de California es el comienzo de una política activa a través de diversos
frentes emprendida por diferentes grupos de la sociedad estadouni-
dense —destacando los agentes del gobierno, así como los viajeros,
empresarios, especuladores de tierras y filibusteros—, para adquirir o
influenciar otros puntos geoestratégicos del hemisferio, comenzando
por las vías transoceánicas de México en Tehuantepec y Centroaméri-
ca en Nicaragua y Panamá.

En cuanto a México, las presiones del gobierno de Polk por introducir


en el Tratado de Guadalupe Hidalgo concesiones especiales sobre el
Istmo de Tehuantepec no resultaron favorables particularmente por
varias razones, siendo una de las más importantes la de que Polk ne-
cesitaba que el Congreso ratificara el Tratado de Guadalupe Hidalgo.
El Congreso no estaba todo a su favor y si los oposicionistas al tratado
ganaban terreno, lo probable era que el Congreso no le proporcionara

40
Vd Zoraida Vázquez, Josefina. “México y el expansionismo…”, op. cit.
41
Vd Cabrera A., Lucio. “El canal interoceánico y la rivalidad anglo-norteamericana res-
pecto de México y Centroamérica en 1850-1860. Los Tratados Clayton-Buwler”, en Bo-
letín Mexicano de Derecho Comparado, No. 37, Nueva serie, año XIII, México, IIJ/UNAM,
enero-abril de 1980, pp. 16.
42
Jones, Howard y Donald A. Rakestraw. op. cit., p. 267.
43
Idem.

89

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

autorización para los hombres y el dinero necesario para proseguir la


guerra. […] De tal manera se mantuvieron, sin forzarlas demasiado,
las presiones por concesiones sobre el Istmo de Tehuantepec. El forzar
a México atentaba contra la conquista ya alcanzada y el futuro político
de Polk y su partido.44

Durante las décadas de 1820 a 1840, los diversos mandatarios


estadounidenses habían sido cautelosos en sus acciones con Centro-
américa, aunque desde mayo de 1823 ya se advertían, tanto sus in-
tereses, como la rivalidad anglo-estadounidense en el Istmo, cuando
una misión procedente de El Salvador llegó a Washington pidiendo
apoyo para evadir al imperio de Iturbide. En este sentido, se solicitó al
gobierno estadounidense la incorporación de la provincia de El Salva-
dor, como uno más de los Estados de la Unión Americana.

El jefe del grupo, José Manuel de Arce, se dirigió a Rocafuerte para


que le presentara personas importantes de los círculos del gobierno,
pero […] la noticia de la caída de Iturbide [en marzo del mismo año]
acababa de llegar a los Estados Unidos, Rocafuerte exhortó a los comi-
sionados salvadoreños a dar oportunidad al nuevo gobierno de México
de tratarlos con justicia […].45

Dos meses después de haber realizado la solicitud de incorporación


a Estados Unidos, el gobierno de El Salvador aceptó la invitación de
Guatemala para unirse a las Provincias Unidas del Centro de América,
pero el acercamiento entre Estados Unidos y El Salvador fue conside-
rado por Stratford Canning, embajador inglés acreditado en Estados
Unidos, como una estrategia estadounidense para apropiarse de Cen-
troamérica. De forma inmediata, el diplomático asoció el hecho con
el asunto canalero, por lo que el 8 de abril de 1823, solicitó acciones
inmediatas al canciller George Canning, para garantizar a la corona
británica el control absoluto de la comunicación marítima a través

44
Herrera Zúñiga, René. op. cit., pp. 63-64.
45
Rodríguez O., Jaime E. El nacimiento de Hispanoamérica: Vicente Rocafuerte y el
hispanoamericanismo, 1808-1832, México, CFE, 1980, p. 106.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

de Lago de Nicaragua. La explicación del gobierno estadounidense a


través del secretario de Estado John Quincy Adams, se dio “[…] en el
sentido de reconocer que la delegación salvadoreña había propuesto,
en efecto, una alianza [pero] contra las acciones violentas de Iturbide
[…]”.46
Hasta 1848, el gobierno estadounidense evitó enfrentarse con
Inglaterra por asuntos concernientes al paso interoceánico de Ni-
caragua, pero desde 1847, creció el interés por esta ruta, que había
sido utilizada —junto con la de Panamá— por ciudadanos comu-
nes y miembros del gobierno estadounidense para trasladarse des-
de la Florida hasta California durante la guerra con México.

En Abril de 1847 el Congreso otorgó a la compañía de vapores United


States Mail Steamship Company un contrato para llevar la correspon-
dencia desde los estados de la costa atlántica estadounidense a Cali-
fornia pasando por el Istmo Centroamericano. En Noviembre de ese
mismo año el Congreso hizo arreglos análogos en la costa del Pacífico
con la Pacific Mail Steamship Company. Estos contratos no estipula-
ban nada referente al servicio de pasajeros entre las costas del Este y
del Oeste de Estados Unidos.47

En 1848, la llamada Fiebre del oro de California atrajo grandes


oleadas de inmigrantes procedentes del este estadounidense y otros
países, en busca de riqueza. El viaje resultaba extremadamente caro,
incómodo y peligroso, tanto si se hacía por el territorio estadouniden-
se, como por las rutas de Panamá y Cabo de Hornos. Debido a que el
propio Polk impulsó la colonización de los territorios recién adquiri-
dos, especialmente California, la gente empezó a exigir a su gobierno
mejores condiciones de transporte para llegar al oeste de forma segu-
ra y salubre. A su vez, esto llamó la atención de los empresarios capita-
listas del norte de Estados Unidos, quienes “[…] con todo su instinto
comercial, vieron la oportunidad de cosechar grandes beneficios me-

46
Herrera Zúñiga, René. op. cit., p.67.
47
Folkman, David ( Jr). La ruta de Nicaragua. (El tránsito a través de Nicaragua), trad. al cas-
tellano por Luciano Cuadra, Utah, The University of Utah Press, 1972, p. 18.

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

diante el establecimiento inmediato de líneas de tránsito a través de


esa estrecha zona de tierra […]”48 que mediaba entre ambos océanos.

“¡Oro, oro, oro, en el Río Americano!” tronaba la voz de Sam Brannan


que a fines de Mayo de 1848 corría hacia la plaza de San Francisco.
Circulaban rumores de esa especie desde cierto día de marzo en que el
periódico California publicó una gacetilla diciendo que un hombre ha-
bía encontrado un montón de oro en las inmediaciones del aserradero
de un tal Sutter. La noticia no había podido convencer a los escépticos
pobladores, pero […] Polk confirmó el hallazgo en su mensaje al Con-
greso del 5 de diciembre, que el delirio se apoderó del país. Su anuncio
puso en marcha los días de la fiebre del oro en 1849, y hacia el oeste se
desplazó entonces un gran torrente humano.49

Junto con la exaltación del oro, de finales de la década de 1840, la


ideología del Destino Manifiesto fue ganando adeptos en la sociedad
estadounidense, a través de diversos pensadores que compartían las
ideas de John L. O’Sullivan. Entre ellos, destaca Albert K. Weinberg,
quien en su libro Manifest Destiny propuso una especie de cruzada
mítica en favor de la democracia, la libertad, la eliminación de los ab-
solutismos y la implantación de la sociedad civilizada, como parte de
“[…] un derecho natural, por parte de nuestra raza, a poseer la tierra
[…]”.50
Por su parte, Albert Gillian, celebró la expansión estadounidense
hasta California, considerando que la salida bioceánica de su país le
facilitaría el monopolio comercial, asegurando el control del mundo,
como parte de los designios de Dios, que les ilumina para ocupar
tierras deshabitadas. “El Todopoderoso [dice] que creó en toda su
grandeza tanto el mar como la tierra para el dominio del hombre, sin
duda intentó hacer que los beneficios de las maravillosas aguas de San

48
Keasbey, Lindley Miller. The Nicaragua Canal and the Monroe Doctrine: a Political History
of Isthmus Transit, with special reference to the Nicaragua Canal Project and the Attitude of the
United States Government thereto, Londres, G.P. Putnam’s sons, 1896, p.161.
49
Folkman, op. cit., pp. 17-18.
50
Weinberg, Albert K. Manifest Destiny, Chicago, Quadrangle Books, 1963, p. 41.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

Francisco correspondieran a sus criaturas inteligentes, motivándolas a


los evidentes designios de la naturaleza […]”.51 Previamente, Gillian
había escrito su libro Travels in Mexico during the years 1843 and 1844,
que abunda en afirmaciones racistas, aseverando que la gente de Mé-
xico, además de mentirosa y arbitraria, es “[…] una raza mezclada y
envilecida que necesita de los europeos para liberarse, aunque antes
haya afirmado que los malvados indios salieron de la impiedad en que
vivían gracias a los españoles, que por lo demás nunca son considera-
dos europeos […]”.52
Los viajeros estadounidenses jugaron un papel importante en los
avances expansionistas, puesto que llevaron noticias a su país sobre
todos los recursos que encontraban en sus travesías por el Caribe y
Centroamérica. De todos los viajeros, quizás ninguno fue tan abier-
tamente expansionista como Norman Benjamin Moore, quien en su
obra Rambles by Land and Water or Notes of Travel in Cuba and Mexico,
escrita en 1845, expone de manera franca la idea de anexar Cuba a su
país, exhortando a reclamar la isla como una parte de La Florida. Al
poseerla, se estarían protegiendo los estados del sur estadounidense,
así como las rutas comerciales del Golfo de México. La aspiración
de Moore —plagada de racismo contra los habitantes de la región—
abarca importantes rutas comerciales, como lo es el Golfo de México,
Veracruz, hasta llegar a Panamá, “[…] lugar hasta al cual habrá que
incorporar al área de libertad […]”. 53
En efecto, en la segunda mitad del siglo xix, el avance estadouni-
dense llegó a dominar hasta el territorio de Panamá, que en ese en-
tonces pertenecía a Nueva Granada, pero a diferencia de la expansión

51
Arteta, Gamerdinger, Begoña. “Destino manifiesto en los viajeros norteamericanos
(1830-1845)” en Revista Theomai, edición electrónica, número 3, Quilmes, Universidad
Nacional de Quilmes, 2001, s/p. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/
ArtPdf Red.jsp?iCve=12400308.
52
Glantz, Margo. “Viajes en México, crónicas extranjeras”, en La gaceta, No. 481, México,
Fondo de Cultura Económica, 2011, p. 6.
53
Moore, Norman Benjamin. Rambles by Land and Water or Notes of Travel in Cuba and
Mexico; Including Voyage up the River Panuco and Researches Among the Ruins of Tamauli-
pas, Nueva York, Paine&Burges, 1845. Disponible en: http://www.archive.org/stream/
ramblesbylandan00normgoog#page/n9/mode/2up.

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

territorial, la geoestrategia se caracterizó por priorizar la posición antes


que la posesión. Los intereses de los Estados Unidos se extendieron de
forma natural hacia las zonas periféricas centroamericanas, al mismo
tiempo en que se daba la expansión del capital e ideología, lo que es
inherente al sistema económico capitalista. Lo anterior explica en
gran medida muchas de las estrategias mediante las que se dio la pene-
tración estadounidense en América Central, sin que esto se tradujera
en la apropiación territorial. De esta forma, los objetivos se centraron
en ejercer el control de los puntos de mayor importancia geoestratégi-
ca del Istmo, pero al mismo tiempo, se profesaba una política exterior
neutral que evitaría confrontaciones con Inglaterra, que además de ser
la potencia hegemónica del sistema-mundo, se encontraba mejor po-
sicionado en el Caribe y el Atlántico Centroamericano, desde donde
ejercía el control del Istmo.

La expansión de Estados Unidos en Centroamérica y el choque de


intereses con el Reino Unido: de la posesión a la posición

Desde tiempos de Thomas Jefferson, el gobierno estadounidense


mostró interés en la posición estratégica de Centroamérica y el paso
interoceánico en los territorios entonces pertenecientes al imperio
español. De tal suerte, que en los primeros años de la Federación Cen-
troamericana, Estados Unidos figuró entre el grupo de países invita-
dos por el gobierno centroamericano para la construcción del canal,
como ocurriera

[…] el 8 de febrero de 1825 [cuando] el Ministro de Centroamérica


en los Estados Unidos, Sr. Cañez, envió al Departamento de Estado
una nota ofreciéndoles la construcción de un canal por Nicaragua. En
1826, se organizó la Central American and United States Atlantic and Pa-
cific Canal Company. El mismo año y luego del reconocimiento nortea-
mericano a las Provincias Unidas de Centroamérica la administración
del presidente Adams negocio un tratado comercial.54

54
Herrera Zúñiga, René. op. cit.., p. 66.

94

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Expansionismo y correlación de fuerzas

A partir de entonces, tuvieron lugar diversas negociaciones infruc-


tuosas entre el gobierno estadounidense y las diferentes autoridades
centroamericanas, que a pesar del mutuo interés por la construcción
del canal, no lograron fructificar. En gran medida, esto se debió a la
presencia inglesa en el Istmo, que obligó a Estados Unidos a mantener
distancia en el asunto del canal de Nicaragua, al menos hasta 1848. Por
lo anterior, el grueso de las acciones encaminadas al paso transoceánico
emprendidas por el gobierno estadounidense se hicieron por las vías
de Tehuantepec y Panamá; no obstante, de manera alterna a las accio-
nes estatales, se fue tejiendo el avance de los intereses estadounidenses
en Centroamérica a través de inversionistas privados y ciudadanos comu-
nes, entre los que destacaron diversos tipos de filibusteros.
Después de la guerra con México, además de las rutas de Panamá
y Tehuantepec, las diversas vías de Nicaragua adquirieron un carácter
geoestratégico en el avance expansionista estadounidense por diver-
sas razones, destacando las siguientes:
a) La condición bioceánica que Estados Unidos alcanzó después
de la adquisición de Oregon y los territorios mexicanos le obligó a
buscar las alternativas de comunicación interoceánica a través de
Centroamérica que no poseía en su propio territorio. Desde 1847
—en plena guerra con México—, diversos personajes del gobierno,
militares, comerciantes, gambusinos, ciudadanos comunes y filibus-
teros usaron las rutas de Panamá y Nicaragua simultáneamente para
trasladarse del este al oeste norteamericano hasta 1869, año en el que
se puso en marcha la primera vía ferroviaria transcontinental en sue-
lo estadounidense, que permitió la comunicación terrestre entre los
océanos Atlántico y el Pacífico. Antes de ello, resultaba más rápido,
seguro y barato realizar la ruta de Nueva York a San Francisco por una
de las dos rutas transísmicas, aunque ello significara desembarcar en
algún punto del Atlántico centroamericano para reembarcar en el Pa-
cífico. Por lo anterior, entre 1847 y 1869, los accesos interoceánicos
de Centroamérica fueron considerados como asuntos prioritarios en
la definición de la seguridad nacional estadounidense, aunque esta
dependencia terminó cuando se inauguró la ruta transcontinental en
su propio territorio. No obstante, el canal continuó teniendo un valor
estratégico para el gobierno de Estados Unidos, puesto que “[…] le

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

permitía lanzar toda su fuerza naval no solamente en defensa de su


litoral Pacífico, sino para equilibrar el poderío naval en el océano más
allá de este litoral”.55
b) Las condiciones geográficas de Nicaragua la situaban como
una alternativa idónea para la construcción del canal interoceánico
centroamericano. La propuesta publicada tan sólo dos años atrás por
Napoleón III, establecía como mejor ruta el acceso desde el Océano
Atlántico, llegar al “[…] río San Juan; cruzar a través de ambos lagos;
[el de Nicaragua y el Managua] seguir sobre las llanuras del norte,
y bajar el valle del Estero Real hasta el Golfo de Fonseca […]”.56 La
amistad personal de José de Marcoleta, español naturalizado nicara-
güense, favoreció las negociaciones de un convenio para la concesión
canalera con el propio Napoleón III, firmado el 20 de abril de 1846.57
A pesar de que la concesión no fructificó, alertó al gobierno estadou-
nidense de James Knox Polk y los defensores del Destino Manifiesto,
que de nueva cuenta vieron amenazados sus intereses en Centroamé-
rica por alguna potencia europea.
c) La creciente expansión británica en Centroamérica, que además
de ejercer control sobre diversos territorios del Caribe, había logrado
posicionarse en la zona continental del Istmo, tanto en la colonia de
Belice, como mediante el establecimiento del protectorado en la Mos-
quitia hondureña y nicaragüense, desde donde dominaba San Juan del
Norte y el acceso al río San Juan por el lado noreste. Desde el sur del
río San Juan, los ingleses también controlaban la zona, apoyados en su
alianza con Costa Rica, país que en agosto de 1848 se conformó como
República mediante un decreto presidencial y, de forma simultánea
solicitó a la corona británica el establecimiento de un protectorado en
su territorio. No obstante, el primer ministro inglés Lord Palmerston
se negó, aduciendo diferencias culturales entre ambos pueblos, ade-
más que España no había reconocido formalmente la independencia
55
Toynbee, Arnold J. Los Estados Unidos, México y Nicaragua. Sandino, Diomedes de Améri-
ca, Managua, Aldilá Editor, 2003, p. 26 (a pie en nota 6).
56
Keasbey, Lindley Miller. op. cit., p.162.
57
Vd. Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Nicaragua. Breve biografía
de Don José de Marcoleta. Disponible en http://www.cancilleria.gob.ni/leyes/ordenes/
ojm_b1.shtml.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

de Costa Rica. A su vez, Nicaragua libraba diversos conflictos terri-


toriales con Costa Rica, que incluían reclamos por el propio río San
Juan, por lo que se encontraba en franca desventaja frente a la coali-
ción anglo-costarricense.

En ese entonces Inglaterra, además del dominio de la Mosquitia, ejer-


cía control sobre Costa Rica, cuyo gobierno había solicitado en 1848
ser protectorado inglés. En Estados Unidos aumenta la preocupación
por la política inglesa en Centroamérica.58

d) Desde 1846, año en que se difundieron las investigaciones de


Napoleón III, la corona inglesa puso interés en las rutas interoceánicas
de América Central, particularmente la de Nicaragua. La estrategia para
apropiarse del territorio consistía en establecerse en San Juan del Nor-
te, el río San Juan y, desde esta zona controlar las salidas por el Océano
Pacífico. En 1847, el cónsul Chatfield declaró que el río San Juan forma-
ba parte del protectorado mosco, a lo que prosiguieron las expediciones
del gobernador jamaiquino, Sir Charles Grey para apoderarse de San
Juan del Norte, el río San Juan y la Isla del Tigre en el Golfo de Fonseca,
exigiendo para Inglaterra el control de la propuesta vía interoceánica.
El ultimátum entregado al gobierno nicaragüense en octubre de 1847
para abandonar el río San Juan, estableció como fecha límite el 1° de
enero de 1848, fecha en que éste sería ocupado por tropas inglesas para
resguardar su soberanía a nombre del Reino Mosco.
El 15 de diciembre de 1847, el próximo director supremo de Nica-
ragua, Norberto Ramírez envió una carta a al cónsul estadounidense
acreditado en Guatemala, Henry Savage, solicitando apoyo para de-
tener el embate británico expresando que no se pudo enviar un repre-
sentante a Washington por la falta de dinero, pero que no considera
“[…] lejano el evento de que Nicaragua adoptara la agregación a la

58
Zamora Rodríguez, Augusto. Intereses territoriales de Nicaragua: San Andrés y Providencia,
Cayos, controversia con Honduras, Golfo de Fonseca, Río San Juan, 2da edición, Managua, Fon-
do Editorial CIRA, Managua, 2000, p.314.

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

República de Norte América que se le puede presentar bajo ideas muy


halagüeñas e interesantes”.59
En cumplimiento a la notificación, en la fecha establecida arribaron
a San Juan del Norte los barcos Vixem y Sun, proclamando el territo-
rio como parte del protectorado del Reino Mosco. Una vez que se
retiraron los ingleses, el 9 de enero, las tropas nicaragüenses de “[ José
Trinidad] Muñoz capturan, a las recién autoridades moscas. […] El
15 de enero Inglaterra envía tres buques de guerra. [Posteriormente]
Nicaragua se ve obligada a aceptar el reino mosco pero, […] rehúsa
admitir que no forme parte del territorio nacional […]”.60
Después de la intervención, el gobierno nicaragüense intentó con-
seguir el apoyo de Costa Rica, mediante una carta enviada el 23 de
enero de 1948 por los diplomáticos de Nicaragua, José de Marcoleta61
y Francisco Castellón62 al ministro plenipotenciario de Costa Rica en
Nicaragua, Felipe de Molina, argumentando que los avances británi-
cos en la zona afectaban la soberanía de ambos países y fracturaban
cualquier intento de negociación territorial, no obstante, la “[…] res-
puesta de Molina era de esperarse […]”.63
Al día siguiente, el canciller de Nicaragua, Sebastián Salinas, entre-
gó una solicitud al ministro estadounidense Henry Savage, para que
su gobierno interviniera como mediador pacífico del conflicto con
Inglaterra y, en caso de ser necesario “[…] ‘su mediación armada para
sostener la causa continental’. Savage transmite a Washington los rue-
gos de Nicaragua con puntualidad, pero sin resultado. El secretario de
Estado James Buchanan a duras penas le acusa recibo al cónsul el 3 de
junio de 1848 […]”.64

59
Bolaños-Geyer, Alejandro, “Una esperanza fugaz”, en Nicaragua, Tomo III de la Colec-
ción Alejandro Bolaños, Managua, Fundación Enrique Bolaños, s/f, p. 25.
60
Zamora Rodríguez, Augusto. op cit., pp. 312-313.
61
Encargado de Negocios de Nicaragua ante Bélgica, Países Bajos, Cerdeña, Santa Sede
y Francia.
62
Ministro Plenipotenciario de Nicaragua ante las Cortes de Francia e Inglaterra.
63
Esgueva, Antonio. Las fronteras de Nicaragua y Costa Rica en los documentos históricos, Ma-
nagua, IHNCA-UCA, 2007, p. 287.
64
Bolaños-Geyer, Alejandro, op. cit., p. 25.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

En 1848, los objetivos del gobierno estadounidense, además de


conseguir los territorios mexicanos, se centraron en controlar los po-
sibles pasos interoceánicos centroamericanos. En un mismo año, los
Estados Unidos, además de librar la guerra con México pensando en
conseguir el control de Tehuantepec, también firmaron con Nueva
Granada el Tratado Bidlock-Mallarino, que además de permitirles el
libre tránsito por el Istmo de Panamá, los comprometía a “[…] prote-
ger la soberanía neogranadina en dicha región y garantizaba la neutra-
lidad de la ruta que allí se construyera […]”.65 Respecto a Nicaragua,
el objetivo se centró en obtener la concesión canalera, pero sin que
ello significara involucrarse en su defensa y mucho menos enfrascar-
se en una guerra con los británicos. De esta forma, la estrategia para
contrarrestar el dominio inglés era “[…] usar a Nicaragua como ele-
mento de contrapeso […]”,66 para alcanzar una negociación con los
propios británicos y su aliada Costa Rica.

Pero al igual que Costa Rica había encontrado una potencia aliada, Ni-
caragua consiguió la alianza con otra. La razón también era de índole
económica y geopolítica. […] Ambas potencias se comprometían con
una de estas naciones frente a la otra y, a la vez, se enfrentaban entre sí
para defender sus propios intereses. Inglaterra como potencia consolida-
da, y Estados Unidos, cada día más in crescendo, tenían sumo empeño en
controlar los mismos puntos estratégicos de tan enorme potencial eco-
nómico y geopolítico. […] Aumentaron las tensiones entre esas grandes
potencias y, también entre los dos gobiernos centroamericanos.67

En este contexto, el presidente Polk nombró a Henry Hise como


encargado de negocios en Centroamérica, con residencia en Guate-
mala. Entre las instrucciones generales entregadas por Buchanan a
Hise se establecía claramente evitar cualquier compromiso de protec-
ción a Nicaragua en el conflicto con Inglaterra. Para el secretario de

65
Terrazas y Basante, Marcela. Inversiones, especulación y diplomacia. Las relaciones entre Mé-
xico y los Estados Unidos durante la dictadura Santannista, México, IIH/UNAM, 2000, p. 140.
66
Zamora Rodríguez, op. cit., p.314.
67
Esgueva, Antonio, op. cit., pp. 289-290.

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

Estado, los Estados Unidos no podrían defender de ninguna manera


a los países centroamericanos “[…] mientras las repúblicas hispa-
noamericanas se continúen debilitando ellas solas con las divisiones
y guerras civiles que las privan de la habilidad de hacer nada para su
propia protección […]”.68
Hise llegó a Centroamérica a finales de octubre de 1848, contan-
do con muy poco tiempo para cumplir con la encomienda, debido a
que Polk dejaría el cargo el 4 de marzo del próximo año. De manera
inmediata, el encargado de negocios inició pláticas con las autorida-
des nicaragüenses para contrarrestar la amenaza de que los británicos
controlaran la ruta del canal, puesto que el descubrimiento del oro
en California incrementaba cada vez más el tránsito a través de Nica-
ragua. No obstante, los informes de Hise llegaron a Estados Unidos
después de haber terminado el periodo de Polk, por lo que decidió
emprender acciones sin el consentimiento de su gobierno,69 cuando
se enteró que, “[…] el 16 de febrero de 1848, el todavía ministro de
Nicaragua en Londres, Francisco Castellón, había suscrito otro con-
trato canalero con una compañía inglesa que, por dificultades de co-
municación, llegó tardíamente a Nicaragua. El contrato […] es mal
recibido, pues es visto como un instrumento que servía para consoli-
dar las pretensiones inglesas sobre la Mosquitia […]”.70
De esta forma, el 14 de marzo de 1849, las gestiones de Hise co-
menzaron a fructificar, mediante la firma del convenio Brown-Muñoz,
que dejaría bajo control de los estadounidenses la posible ruta cana-
lera. Éste fue firmado entre David Tilden Brown, representante de la
Nicaragua Steam Company —propiedad de Ackerman, Clapp, Howard
& Son, de Nueva York—, con el general José Trinidad Muñoz, por
parte del gobierno de Nicaragua. El contrato otorgaba a la compañía
la exclusividad del tránsito por los ríos y lagos de Nicaragua. Por su
parte, los empresarios se comprometían a adelantar al gobierno de
Nicaragua 10 000 pesos para poder enviar a Washington una misión
oficial a negociar la protección de sus territorios con el gobierno es-

68
Bolaños-Geyer, Alejandro, op. cit., p. 26.
69
Vd Folkman, David ( Jr), op. cit., pp. 39-40.
70
Zamora Rodríguez, Augusto, op. cit., p. 315.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

tadounidense.71 Sin embargo, la negociación del convenio se dio en el


contexto de la sucesión presidencial de Estados Unidos. James Polk
dejó el poder el 4 de marzo —tan sólo 10 días antes— por lo que ha-
bría que esperar a ver si el nuevo presidente Zachary Taylor, del Parti-
do Whig, respaldaría tales acciones.
El 21 de junio del mismo año, Hise firmó en la ciudad de Guate-
mala, un tratado con el gobierno de Nicaragua, representado por
Buenaventura Selva, que cedía a Estados Unidos los derechos de
tránsito a perpetuidad por su territorio, especificando que esto podía
hacerse mediante cualquiera de los medios de transporte conocido y
por conocerse. En respuesta, los Estados Unidos estarían obligados a
proteger tanto la independencia como la soberanía, sus costas, mares,
puertos, ríos, lagos y la totalidad del territorio,72 pero este tratado no
fue ratificado, debido a que Hise nunca tuvo las facultades para reali-
zar convenios a nombre del gobierno estadounidense.
A su vez, el nuevo gobierno de Zachary Taylor tenía fuertes víncu-
los con otro grupo de inversionistas estadounidenses, encabezado por
Cornelius Vanderbilt, Nathaniel H. Wolfe, Daniel B. Allen y Joseph
L. White, este último, un famoso abogado que había sido congresista
whig en dos periodos, por lo que contaba con buenas relaciones con el
círculo cercano de Taylor, especialmente el recién nombrado secreta-
rio de Estado, John M. Clayton, lo que garantizó al grupo de Vander-
bilt que el nuevo gobierno whig apoyaría sus iniciativas en Nicaragua
mediante una política definida. En esta línea, “[…] Clayton llamó a
Hise, cuya documentación referente al tratado canalero no había lle-
gado aún a Washington, y lo substituyó con Ephraim George Squier
[…]”,73 quien ya había ingresado a Nicaragua desde el 6 de junio, en-
contrándose con otra revuelta, al parecer provocada por los ingleses.
El 27 de agosto de 1849, Squier formalizó el convenio que permi-
tiría la construcción del canal de Nicaragua a la compañía de Van-
derbilt, partiendo de San Juan del Norte o cualquier otro punto del
Atlántico, para desembocar en el Estero Real-Golfo de Fonseca u otra

71
Bolaños-Geyer, Alejandro, op cit., p. 26.
72
Vd Bolaños-Geyer, Alejandro, op. cit., p. 26.
73
Folkman, David ( Jr), op. cit., p. 44.

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

zona posteriormente definida.74 El 3 de septiembre se firmó el Tra-


tado Squier-Zepeda que reconocía derechos de la vía interoceánica
de Nicaragua al gobierno estadounidense a cambio de protección.75
En respuesta, la armada británica arribó al Golfo de Fonseca el 16
de octubre de 1849 por instrucciones de Chatfield, tomando la isla
hondureña del Tigre, ubicada en la terminal oriental de la proyectada
ruta transístmica. Posteriormente, Chatfield y su comitiva arribaron
al puerto salvadoreño de La Unión, notificando el embargo de sus
islas Meanguera, Conchagüita, Punta de Zacate y Martín Pérez como
garantía del pago de las deudas de ese país con la banca inglesa. Más
adelante, la armada británica orquestó el bloqueo de toda la Bahía de
Fonseca, llegando hasta el puerto nicaragüense de El Realejo.76
Algunos días antes, el 28 de septiembre, Squier había firmado el
Tratado General de Amistad, Navegación y Comercio con el repre-
sentante del gobierno de Honduras, don José Guerrero, mediante el
cual el presidente hondureño Juan Lindo y Zelaya cedió la soberanía
de la Isla del Tigre al gobierno estadounidense por un periodo de 18
meses, estableciéndose que ésta podría ser utilizada como base militar
en caso de una conflagración militar.77 No obstante, la protección que
Squier había prometido a los gobiernos de El Salvador, Honduras y
Nicaragua frente al embate inglés no se materializó. De manera simul-
tánea a las acciones emprendidas por sus respectivos embajadores,
Squier y Chatfield en el Golfo de Fonseca, el secretario de Estado
estadounidense, John Clayton y el primer ministro británico, Lord
Palmerston, se encontraban negociando los términos de la neutralidad

74
Keasbey, Lindley Miller. op. cit., p. 198.
75
Vd Aguirre Sacasa, Francisco Xavier, et al. Nicaragua de océano a océano. Ephraim George
Squier: Cinco semblanzas de Squier, Managua, Colección Cultural de Centro América, Serie
Viajeros, no. 7, 2005, p. 96; Bolaños-Geyer, Alejandro. op. cit., p. 30; Zamora Rodríguez,
Augusto. op. cit., pp. 314-315 y, Keasbey, Lindley Miller. op. cit., p.198.
76
Vd Gámez, José Dolores. “John Bull y Uncle Sam frente a frente”, en Historia Moderna
de Nicaragua. Complemento a mi historia de Nicaragua, Managua, Colección Cultural Banco
de América, Serie histórica No. 7, Imp. PINSA, 1975, pp. 509-510.
77
Vd López Contreras, Carlos. “El régimen internacional de la Bahía de Fonseca”, en
Pacis Artes. Obra homejanea al Profesor Julio D. González Campos, tomo I. Derecho Interna-
cional y Derecho Comunitario de la Unión Europea, Madrid, Universidad Autónoma de
Madrid-Eurolex, 2005, p. 367.

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Expansionismo y correlación de fuerzas

interoceánica en Centroamérica, lo cual quedó plasmado en el Tratado


Clayton-Bulwer firmado el 19 de abril de 1850.78 En este documento,
los gobiernos de Estados Unidos y la Gran Bretaña sellaron una alian-
za en la que se comprometían a no apropiarse de la América Central,
sino a fijar los términos del acceso interoceánico, de forma tal que no
hubiese obstrucción entre ellos, al tiempo en que limitaron las facul-
tades a los países centroamericanos, para que no pudieran frenar sus
objetivos en la región.79

Conclusiones

A partir del análisis territorial, desde la geopolítica, realizado en este


documento, se puede evidenciar que la disputa de los territorios per-
tenecientes inicialmente a la Nueva España entre potencias hegemó-
nicas como Inglaterra, Francia y los Estado Unidos de América, fue
un factor determinante en la definición espacial en varios países de
América Latina, particularmente en las ex colonias españolas de ultra-
mar y, en algunos casos, en sus antiguos dominios en lo que hoy es
Centroamérica.
En el caso de la corona británica, esta se vio favorecida por su posi-
ción de dominio en ciertos espacios insulares del Caribe, desde donde
tuvo el control territorial, a partir del establecimiento de protectora-
dos o bases militares en la región de Roatán y en la antigua Honduras
Británica. Esta posición de control de espacio representó una gran
ventaja ante los procesos de descolonización e independencia de los
nuevos Estados americanos de ex control peninsular; situación que
para las nacientes naciones representaba una oportunidad de apunta-
lar sus procesos de autonomía y de reconocimiento externo.
Francia también jugó un importante papel en cuanto a otorgar
reconocimiento a los nuevos Estados a partir de una filosofía liberal
enmarcada en su reciente proceso de rompimiento con la élite monár-

78
Vd Aguirre Sacasa, Francisco Xavier, et al., op. cit., p. 96.
79
Organización de los Estados Americanos. Tratado Clayton-Bulwer de 1850. Disponible
en: http://www.oas.org/columbus/docs/Tratado%20Clayton-Bulwer%20(1850).pdf.

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Jazmín Benítez López y Rafael Romero Mayo

quica dominante basado fundamentalmente en procesos de igualdad


y libertad, situación que fue impulsada en la relación entre este Estado
europeo y los nuevos Estados americanos.
Por su parte, los Estados Unidos de América, que se encontraba go-
zando de un reconocimiento jurídico y, a partir de él y de lo atractivo
que eran las ex colonias españolas hacia el sur de su territorio, había
iniciado un proceso de expansión territorial basado en su nueva políti-
ca imperialista y anexionista, traducida posteriormente en la Doctrina
Monroe y el Destino Manifiesto, centró una importante parte de su po-
lítica, además del proceso de expansión de su territorio, en el control
de rutas comerciales y en el establecimiento de espacios de control
espacial, mediante estrategias de comunicación interoceánica.
En el conjunto de estos diversos escenarios y los encuentros y des-
encuentros entre los Estados centrales, lo que sigue a partir del análi-
sis de las particularidades de las potencias hegemónicas, en el marco
del sistema-mundo, son las disputas y acuerdos entre estas, buscando
que las distintas partes sacaran el mayor provecho sobre los espacios
o territorios, marinos o terrestres, del Caribe, México y Centroaméri-
ca. Estos procesos históricos sentaron las bases para la configuración
actual de los territorios de las ex colonias españolas y para el fortale-
cimiento de las potencias centrales, sobre todo de los Estados Unidos
de América, quienes iniciaron, desde el siglo xvii, las disputas sobre
los territorios referidos y, sobre todo, por el control de sus recursos y
de sus posiciones estratégicas en el escenario americano.

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Geopolítica, relaciones internacionales y etnicidad.
Aspectos de la construcción del Estado en América Latina durante los siglos XIX y XX.
de Jazmín Benítez López; Rafael Romero Mayo y Mario Vázquez Olivera
(coordinadores) coeditado por Bonilla Artigas editores,
S.A. de C.V., Universidad de Quintana Roo, cialc-unam,
Gobierno del Estado de Quintana Roo, conaculta
se terminó de imprimir en diciembre de 2012
en los talleres de Servicios Fototipográficos, S.A.,
Francisco Landino No. 44, Col. Miguel Hidalgo,
C.P. 13200, Tláhuac, D.F.

Su composición se hizo con los tipos Arno Pro.


La edición consta de 1,500 ejemplares
impresos en papel bond de 90 gr
más ejemplares de reposición.

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