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LA CONCEPCIÓN PRAGMÁTICA: LOS ELEMENTOS

DIALÉCTICOS Y RETÓRICOS DE LA ARGUMENTACIÓN.

En el comienzo del capítulo nos hace mención el autor dela existencia de un


cambio de paradigma en la filosofía, del “giro lingüístico” a el “giro pragmático”, es
decir, de las tres dimensiones clásicas del lenguaje, la sintáctica, la semántica y la
pragmática, el acento se pone hoy en esta última, en las relaciones entre el
lenguaje y sus usuarios, en el uso del lenguaje .

Aristóteles, en la Retórica, distinguió dos tipos de pruebas: las técnicas y las extra
técnicas. De entre las pruebas técnicas, unas residen en el carácter o talante del
que construye el discurso, otras consisten en predisponer al oyente de alguna
manera y otras se basan en el discurso mismo; a su vez, dentro de las pruebas
lógicas, Aristóteles trazaba una subdistinción entre el entimema o silogismo
retórico y el ejemplo o inducción retórica, que vienen a ser el equivalente de los
argumentos deductivos e inductivos en la analítica.

La concepción pragmática de la argumentación supone llevar a ser consciente de


los límites del enfoque formal y material para poder dar cuenta cabalmente de la
argumentación, cuando se la considera como una actividad, como un proceso.

Las teorías generales, filosóficas, sobre la argumentación suele distinguir tres


perspectivas en el estudio de los argumentos: la lógica, la dialéctica y la retórica.
En el debate dialéctico, los participantes (el proponente y el oponente) tienen
(ambos) un rol activo; mientras que en la retórica sólo una de las partes (el orador,
el que construye el discurso) juega un papel activo, el papel del destinatario, el del
auditorio, es preponderantemente pasivo (aunque el efecto que su discurso causa
en el auditorio sea, obviamente, un elemento que debe tener en cuenta el orador).
Los elementos en común de dichas perspectivas son: ambas ponen el acento en
la argumentación vista como una actividad social y orientada a lograr ciertos
efectos en los participantes.
La argumentación así entendida está regida por reglas de procedimiento que se
diferencian de las reglas de inferencia formales o de las reglas metodológicas
características, estas últimas, de la concepción material. Es muy importante darse
cuenta de que existen muy diversos tipos de diálogos, cada uno de ellos regido
por reglas distintas y dirigido a obtener fines que son también diversos entre sí.

Walton (1989) distingue los ocho siguientes tipos de diálogo: las riñas o disputas
personales; el debate forense; la discusión crítica o diálogo racional; la
investigación; la negociación; la búsqueda de información, la incitación a la acción;
y el diálogo educativo.

Concepción retórica, en esta, la argumentación se concibe como la actividad que


lleva a cabo el orador, dirigida a la producción de un discurso oral o escrito con el

objetivo último de persuadir a un auditorio.

Aristóteles distinguió tres grandes géneros o tipos de retórica:

1. Deliberativo: se dirige a aconsejar o disuadir sobre la conveniencia de


realizar una acción en el futuro.
2. Judicial: es la acusación y la defensa, y se refiere a hechos pasados.
3. Epidíctico: se trata de alabar o de censurar, su tiempo es el presente, y el
discurso se dirige a espectadores que propiamente no tienen que juzgar
(juzgan, si se quiere, sobre la capacidad del orador).

Se centró sobre todo en la retórica judicial, en esa tradición se distinguieron cinco


fases u operaciones de la actividad retórica que se corresponden con otras tantas
habilidades técnicas que debían enseñarse en los cursos de retórica:

1. Inventio: El objetivo era el de fijar el estado de causa y encontrar los


argumentos que van a ser usados para probar o refutar.
2. Dispositio: La organización de un discurso en partes.
3. Elocutio: La presentación del discurso de manera atractiva para lograr la
persuasión; se incluían cuestiones concernientes a la corrección lingüística,
la claridad de expresión, el embellecimiento del texto y la elegancia.
4. Memoria: El estudio de técnicas mnemotécnicas.
5. Actio: El estudio de las reglas para el control de la voz y del cuerpo.

La nueva clasificación es: formales, materiales y pragmáticas, según que


infringieran alguna regla de la argumentación de carácter formal (lógico), material
(metodológico) o pragmático. Las falacias, son ilícitos argumentativos, acciones
contrarias a las reglas de la argumentación, que pueden cometerse a título de dolo
o de culpa.

Todas las falacias son pragmáticas o tienen algún componente pragmático:


dependen del contexto, de la finalidad que se persigue con la argumentación. Algo
que quiero resaltar es que lo que caracteriza a la argumentación jurídica es el uso
de una combinación de elementos fácticos y elementos normativos.

Las teorías de la argumentación jurídica en el siglo xx surgen en reacción a la


lógica deductiva, en el caso de Toulmin y de Perelman, lo que se reivindica es la
dialéctica y la retórica, y, en relación con otros de los pioneros, como Recaséns
Siches o Viehweg, lo que aparece en un primer plano son más bien los elementos
de la concepción material de la argumentación.

MacCormick (1978) él incorpora básicamente, elementos de la concepción


material de la argumentación, mientras que los de carácter pragmático tienen un
papel limitado; aparecen bajo la forma del «espectador imparcial», al que habría
que apelar como criterio último de corrección; pero se trata de una instancia
monológica y que no tiene una gran importancia en su obra.

Alexy (1989) el componente pragmático sí que es muy destacado; los criterios de


la racionalidad práctica tienen un carácter procedimental y dialógico: están
incorporados como reglas que han de cumplir quienes participan en la actividad de
la discusión racional, y esas mismas reglas se justifican en términos de una
pragmática universal o trascendental.

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