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corazón; y ¿no ha de salir del corazón el ruego
que me dirijas por aquellos que tu corazón
especialmente ama?
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no se oponga, antes favorezca y ayude a tu
santificación. Hoy por hoy, ¿qué necesitas? ¿qué
puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos
que tengo de favorecerte!
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dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad,
adonde me place.
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sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega
por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de
ser obstáculo a tu santificación.
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¿Tampoco tienes Promesa alguna para hacerme?
Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los
hombres se les engaña fácilmente; a Dios, no.
Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme
resolución de no exponerte ya más a aquella
ocasión de pecado? ¿de privarte de aquel objeto
que te dañó? ¿de no leer más aquel libro que
exaltó tu imaginación? ¿de no tratar más aquella
persona que turbó la paz de tu alma?
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otra vez mañana con el corazón más amoroso,
más entregado a mi servicio. En mi Corazón
encontrarás cada día nuevo amor, nuevos
beneficios, nuevos consuelos. Aquí te espero.
PRIMERA ESTACIÓN
SEGUNDA ESTACIÓN
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bondadoso y te gozas en verla convertida; a ti,
Dios compasivo y generoso te prometo la
enmienda de mi vida y me pesa del tiempo que he
pasado ofendiéndote, ¡Oh Dios Sacramentado!
Padrenuestro, Avemaría, gloria. Santísimo
sacramento, seas bendito y alabado y Eternamente
adorado. ¡Oh soberano portento!
TERCERA ESTACIÓN
CUARTA ESTACIÓN
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En ti, mi Dios está mi pensamiento y absorta
contemplándote mi alma Ilumina, Señor mi
entendimiento a mis pasiones dales dulce calma.
De cuanto te ofendí, ya me arrepiento y me
presento con olivo y palma, símbolos son pura fe
y concordia Misericordia, ¡Oh Dios!,
Misericordia. Padrenuestro, Avemaría, gloria.
Santísimo sacramento, seas bendito y alabado y
Eternamente adorado. ¡Oh soberano portento!
QUINTA ESTACIÓN
SEXTA ESTACIÓN
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No es posible que exista en este suelo quien
merezca cariño puro y fino como el que te
consagro, ¡Oh Dios del cielo! tu solo eres mi
amor, Jesús divino. Tu eres mi redentor y mi
consuelo; todo cuanto en ti veo es peregrino se
enajena mi alma al contemplarte y siento gran
placer al venerarte. Padrenuestro, Avemaría,
gloria. Santísimo sacramento, seas bendito y
alabado y Eternamente adorado. ¡Oh soberano
portento!
SÉPTIMA ESTACIÓN
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OFRECIMIENTO DE LA ESTACIÓN
ACTO DE CONSAGRACIÓN Y
DESAGRAVIO AL SAGRADO CORAZON DE
JESÚS
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que tú habitas; mi alma que cultivaré como jardín
en que te recreas; mis sentidos, que guardaré
como puertas de tentación; mis potencias, que
abriré a las inspiraciones de tu gracia; mis
pensamientos, que apartaré de las ilusiones del
mundo; mis deseos, que pondré en la felicidad del
Paraíso; mis virtudes que florecerán a la sombra
de tu protección; mis pasiones, que se someterán
al freno de tus mandamientos; y hasta mis
pecados, que detestaré mientras haya odio en mi
pecho, y que lloraré sin cesar mientras haya
lágrimas en mis ojos. Mi corazón quiere desde
hoy ser para siempre todo tuyo, así como tú, ¡oh
Corazón divino! has querido ser siempre todo
mío. Tuyo todo, tuyo siempre; no más culpas, no
más tibieza. Yo te serviré por los que te ofenden;
pensaré en ti por los que te olvidan; te amaré por
los que te odian; y rogaré y gemiré, y me
sacrificaré por los que te blasfeman sin conocerte.
Tú, que penetras los corazones, y sabes la
sinceridad de mi deseo, comunícame aquella
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gracia que hace al débil omnipotente, dame el
triunfo del valor en las batallas de la tierra, y
cíñeme la oliva de la paz en las mansiones de la
gloria. Amén.
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nosotros toda mancha de error y corrupción;
asistidnos propicio, desde el Cielo, fortísimo
libertador nuestro en esta lucha con el poder de las
tinieblas y, como en otro tiempo librasteis al Niño
Jesús del inminente peligro de su vida, así, ahora,
defended la Iglesia Santa de Dios de las
asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad,
y a cada uno de nosotros protegednos con
perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo vuestro y
sostenidos por vuestro auxilio, podamos
santamente vivir y piadosamente morir y
alcanzaren el Cielo la eterna felicidad. Amén.
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De esa soledad dulce, divina, Que alegra tu
presencia celestial, donde el alma tan solo con
mirarte, te dice lo que quiere sin hablar.
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Quién pudiera vivir eternamente, En aquella
divina soledad.
Gozando de tu amor y tu hermosura, En un éxtasis
dulcísimo de paz.
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levantar a los caídos, para subyugar el poder del
demonio, para impedir el pecado.
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¡Oh Jesús mío!, Creo, Jesús mío, que estás
presente en el Santísimo Sacramento del Altar, te
amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi
alma.
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