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El Demonio de la Botella

Por: Harley H. Ponce

Después del gran destello de luz que propició la aparición del genio de la botella, Adam e Isha quedaron
atónitos. No creían que aquella fantasía que siempre escucharon de niños pudiera llegar a ser verdad. Con la
botella en su mano temblorosa, y aun dudando de lo que observaba, Adam le preguntó si su aparición se
trataba de un Genio que concedía deseos. Y como un coro angelical, en la voz del genio retumbó finamente un
"sí" que endulzó sus oídos.
— ¡Con que ya ustedes sabían algo de mi existencia, eh!—dijo el genio sonriendo, mientras los miraba
extrañados con un aire de compasión superior en su rostro nublado.
—Cómo me acabas de confirmar que vas a concederme todos mis deseos, entonces qui...
— ¡Espera un momento pequeña criatura! —interrumpió el genio el entusiasmo de Adam.
—He dicho que solo podré cumplirte seis deseos, no todos los que quieras, además, tres serán para
quien te acompaña— sentenció el Genio.
—Pero, ¿por qué, si fui yo quien encontró la botella y te liberó? — Refunfuñó Adam disgustado con la
decisión.
—Pero qué egoísta eres, ya escuchaste lo que dijo: son tres deseos para cada uno—Replicó Isha
enojadísima con su esposo.

Casi a regaña dientes, Adam aceptó compartir sus seis deseos, y pidió un minuto de calma para
sentarse, y escuchar con cabeza fría lo que le dictara su corazón en ese momento. Isha estaba perpleja, con su
mirada sumida en la desolación por compartir su vida con un hombre así, sentía que en ese instante estaba
comprobando su triste realidad. Detrás del supuesto matrimonio ideal, estaba un hombre que estuvo a punto
de arrebatarle la posibilidad de cumplir sus sueños.
Mientras Adam veía aquel rostro de resignación, dudó si era una buena idea pedir “el ser felices por
siempre” al lado de su mujer, pues ahora iba a poder tener rendidas a sus pies a las mujeres que quisiera.
Puesto en pie de un solo salto, Adam gritó excitado: "¡Listo, ya está! Ya sé que quiero pedir."
—Quiero poder vivir eternamente, después quiero que el mundo entero se postre a mis pies
maravillados por mi belleza, ¿y por último quiero…? —se quedó pensando, al ver la cara de decepción y enojo
que puso su mujer.
Él le hizo un tímido reclamo al silencio desaprobador de Isha con su mirada. Encogido de hombros, le
preguntó que no le había gustado de sus deseos, si ella tendría la misma oportunidad.
— ¡Ahí estas pintado Adam! Solo piensas en ti mismo, a ver, ¿a hora que sigue? ¿Poder leer la mente de
las personas, ser multimillonario o tener cien mujeres para ti solito? Nada de lo que estas pidiendo ayudará al
mundo a mejorar, ¡por Dios!
Adam le hirvió la sangre y no dejó terminar a Isha, y la increpó:

— ¡Por favor, ya cállate, sí! ve a otra parte con tus lecciones moralistas. Ya te dije que si quieres puedes
usar tus tres deseos para salvar del hambre a los niños de África, sanar a los enfermos de cáncer y lograr la paz
mundial.
—Mejor arreglar nuestro matrimonio… ¿no crees que eso sería una buena idea? — le interrumpió ella
casi entre sollozos.
—…Y, por último, quiero que mis deseos no sean cambiados o anulados por los deseos que ella pida—
dijo Adam, ignorando a propósito los sentimientos de su esposa.

Cuando terminó, cerró sus ojos esperando a que algo sobrenatural aconteciera luego de haber hecho
sus tres peticiones. Al notar que nada pasaba, los fue abriendo de a poco, y vio que todo estaba igual: Su
mujer con el llanto a flor de piel, el Genio enfrente de los dos, inmune a los sentimientos humanos que habían
enrarecido aquel ambiente, y la fría noche que los abrazaba.
— ¿Ya soy inmortal? ¿Soy el dueño del mundo? — preguntó, haciendo una mueca de duda con su boca.
—Debo esperar a que ella termine de pedir sus tres deseos— dijo el Genio, señalando a Isha con el
humo negro que formaba una especie de brazo.
—A propósito, que pedirás tú— indicó el fantasma hecho de materia oscura.
Nerviosa, le arrebató la botella a su marido, y mirando unos metros por encima del suelo al Genio,
pronunció sus deseos uno a uno sin dudar de su poder.
—Deseo, que mi abuela sea sanada de su esclerosis múltiple, también quiero que ningún animalito más
nunca sea abandonado en la calle y que solamente las personas buenas habitemos este planeta —expresó
Isha con un entusiasmo pasmoso.
El genio les agradeció el haber sido liberado de su cárcel, y les afirmó que tan pronto desapareciera, sus
deseos serían cumplidos. Luego de hablar, un destello más fuerte que el primero los encegueció por un
instante, y al disiparse aquella luz resplandeciente, las tinieblas volvieron a llenar el patio de su casa.
Trecientos diez años después, Adam vaga por el mundo con la botella en la mano, queriendo encontrar
tan solo una persona con quien presumir su hermosura y una compañía que le pueda hacer feliz en su eterna
soledad.

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