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(Una cafetería del centro de la ciudad, ruidosa y molesta.

Mucha gente pasa de un


lugar a otro, seguramente sin saber dónde ir. Es mediodía, por que en algún lugar
dan las doce en esos campanarios que ya nadie oye, y que permanecen ahí,
impertérritos al paso del tiempo, siendo conscientes de que nadie los escucha. Una
joven, quizá cajera de Mercadona o de alguna de esas tiendas de ropa barata de usar
y tirar, y aunque licenciada en filología no sabe muy bien cómo ha acabado
trabajando en ese sitio. Es su hora de pausa, de conexión consigo misma, se toma un
cortado muy caliente aunque haga mucho calor. Está ausente, tiene uno de esos días
que le da por martirizarse a sí misma, y todo porque no tuvo una buena noche, quizá
su problema sea que no tiene novio, y no sabe por qué lleva tres años soltera y
aunque nunca le ha preocupado, parece que al resto de la gente sí, ya que no paran
de preguntárselo. Como también lo hacen por esos kilos de más, que cogió en
navidades y que parecen estar con ella muy a gusto. De pronto, aparece su Madre,
una mujer fuerte, que se cuida en exceso, tanto en su manera de vestir, como en su
manera de andar. Cumple el refrán de: La que tuvo, retuvo. Es una mujer muy
independiente por no llamarla seca. Bueno, creo que ya lo he hecho. Cuando la hija la
ve, echa a correr)

Madre: ¡Hija! No corras... Soy yo: ¡Mama!

Hija: Mama. Tenía ganas de verte. Corría de... ¡Felicidad!

Madre: ¿En direcció n contraria?

Hija: Ya sabes que yo estoy en contra de todo. ¡lo rutinario me aburre!

Madre: ¡Qué bien hablas!

Hija: Eso intento. Por algo estudié filología.

Madre: No me lo recuerdes, que manera de perder el tiempo.

Hija: No fue una pérdida de tiempo. ¡Soy licenciada!

Madre: ¿Ya? Como pasa el tiempo.

Hija: Deberías estar orgullosa.

Madre: ¡Y lo estoy! Y eso que te fuiste de casa hace dos días con 35 añ os...

Hija: ¡Mama! Tengo 28

Madre: ¿Só lo?

Hija: Sí.

Madre (Mirándola extraña): ¿Seguro?

Hija: ¡Claro!
Madre: ¿Seguro?

Hija: Sí.

Madre: ¿Seguro?

Hija: ¡Que sí, mama!

Madre: ¿No me mientes?

Hija: ¡No!

Madre: ¡Que estropeada estas!

Hija: ¡Mama!

Madre: ¿No te drogará s no?

Hija: No, mama...

Madre: Claro, que vas a decir tu...No me drogo, no me drogo, y luego vais
pinchá ndoos los porros por ahí. Creéis que los padres no nos enteramos de nada,
pero yo soy tu madre... (Pausa) ¿Por qué lo soy, no?

Hija: Sí, mama... Claro que eres mi madre. (Preocupada) ¿Qué te pasa mama? (La
madre empieza a moverse nerviosa, mirando el reloj) ¿Qué haces?

Madre: Esperar...

Hija: ¿Esperar a que?

Madre: A que acabes de hablar...

Hija: ¿Qué te pasa hoy?

Madre: ¿Hoy? Nada. Yo soy la misma siempre... ¿O crees que no?

Hija: No, no lo creo, solo que te noto rara, como si te pasara... (Aparece un joven que
hace señales a la madre, Ella lo saluda, cuando la hija va a girarse, la madre le coge
la cara con las dos manos y la mira fijamente. Le hace señales al chico para que
salga, finalmente lo hace) ¿Qué haces?

Madre: Mirarte. ¿No puedo mirar a mi hija?

Hija: Mama, me está s mareando... ¿Qué quieres? Puedes contá rmelo.

Madre: Es que no sé có mo decírtelo. ¿Te vas a enfadar?

Hija: No.
Madre: ¿Te vas a enfadar?

Hija: Que no...

Madre: ¿Seguro?

Hija: Seguro...

Madre: A ver si luego me regañ as...

Hija: No lo hago.

Madre: ¡Que tienes el genio muy corto!

Hija: ¡No lo tengo!

Madre: ¿Te vas a enfadar?

Hija: ¡¡No, no lo haré!! (Tranquilizándose) Tu eres mi madre y yo tu hija...

Madre: Es verdad... Por eso yo soy má s mayor. ¡Qué cosas! ¿Y no podemos


cambiar?

Hija: ¿Cambiar?

Madre: Sí, tu mi madre y yo tu hija... Como pareces má s vieja que yo...

Hija: ¡Mama! ¿Qué te pasa?

Madre: ¿Por dó nde?

Hija: ¡Por la cabeza!

Madre: Que yo sepa... pocas cosas. Aunque… Es que… Aú n no me lo creo y… Claro.


Yo no me quedo atrá s. Por qué de joven fui una tigresa, pero…

Hija: ¡Mama!

Madre: Si, ya sé que soy tu madre... No me lo repitas tanto. ¿Quieres que te cuente
que me pasa, no?

Hija: Sí, está s muy rara...

Madre: Veras... Empiezo, yo... (Vuelve el chico, que le hace gestos diciéndole que le
ha mandado un mensaje al móvil) ¿Hace frío, no? Este invierno, que duro es.

Hija: ¡Estamos en Primavera!


Madre: ¿Ya? Có mo pasa el tiempo...  (Se pone a leer el mensaje del móvil, ríe muy
coqueta y contesta) ¿Qué haces?

Hija: Esperando que me cuentes lo que te pasa.

Madre: Mira que eres cotilla. Eres igual de cotilla que tu tía Á ngela.

Hija: No tengo ninguna tía Á ngela.

Madre: ¿No? Deberías, todos tendríamos que tener una tía Á ngela, yo tuve una ¿O
fueron dos?

Hija: Mama, deja de enredarme y cuéntamelo de una vez.

Madre: Bueno, a ver... (Dramática) Me he separado de tu padre.

Hija: Claro.

Madre: ¿No te lo crees?

Hija: ¡No!

Madre: Pues él lo está pasando muy mal.

Hija: ¡Mama! Papa lleva tres añ os muerto

Madre: ¿Sí?  (Pausa) ¿Muerto?

Hija: Si, Por fin descansa en paz.

Madre: ¡No puede ser!

Hija: Si que puede, fuimos a su entierro, acudieron todos.

Madre: ¿También la tía Á ngela?

Hija: No, no conocemos a ninguna tía Á ngela..

Madre: No debió enterarse.

Hija: Mama, me estas preocupando. ¿No te acuerdas? Fue un funeral muy bonito,
todos lloramos mucho.

Madre: ¿Así que está muerto?

Hija: Aú n hay gente que me pregunta por él.

Madre: ¿Y qué quieren saber de un muerto? Que gente má s rara (Pausa) ¿Soy
viuda?
Hija: Sí. (Animándola) Pero con mucha vida por vivir. Llena de alegría y de...

Madre: ¡Está muerto! Con razó n no me molestaba

Hija: Ni tu a él. ¿Y que tenías que contarme?

Madre: ¿Yo? Así, es verdad... pero, no te lo puedo contar.

Hija: ¿Por qué?

Madre: ¿Quieres que sea sincera?

Hija: Claro.

Madre: Mira, que te enfadaras... Que tienes el genio muy corto.

Hija: No lo tengo.

(La madre mira el móvil y lee un nuevo mensaje del chico. Mira a su hija con
complacencia y empieza a recoger sus cosas con prisa)

Madre: Ademá s tú no me sirves... Necesito alguien experimentado en el tema


amoroso, y tú ... No tienes ni idea. En eso te pareces a tu padre. (Saliendo) Hablaré
con tu tía Á ngela.

Hija: ¡¡No tengo ninguna tía Á ngela!!

Madre: ¡Ves có mo te ibas a enfadar!

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