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La falta de autoridad de los padres

Los modelos educativos actuales no son estrictos y autoritarios como lo eran


antaño, actualmente se optan por modelos basados en el respeto al niño y el cariño.
Esto es sano y positivo para el desarrollo del niño. Pero no debemos confundir la
crianza respetuosa con la ausencia de límites o disciplina.
En muchos casos la alternativa al excesivo autoritarismo se convierte en un
permisivismo extremo que convierte a los niños en pequeños déspotas, en niños
tiranos que no aceptan ninguna norma y que creen que sus derechos están por
encima de todo.
La falta de autoridad de los padres tiene consecuencias negativas que van mucho
más allá de la mala conducta actual del niño.
La ausencia de límites, hace que los niños crezcan consentidos, acostumbrados a
imponer su criterio.
Son niños incapaces de aceptar normas, no entienden el NO, y se convertirán en
adultos con dificultades para cumplir normas (horarios, compromisos, normas de
convivencia, etc.), difícilmente convivirán o se relacionarán con otras personas ya
que tenderán a imponer sus normas, y difícilmente se adaptarán a obligaciones
familiares y laborales.
Serán personas inseguras, no entenderán que sus actos tienen consecuencias y
que está en su mano cambiar las cosas. Al contrario pensarán que lo que les
sucede es culpa de los demás, o del sistema o de la mala suerte y esto les generará
malestar, incertidumbre e inseguridad.
Se convertirán en adultos que no toleren la frustración e incapaces de auto controlar
la conducta. No se trata de vivir frustrados o de ejercer un control excesivo, pero sí
de tolerar que a veces no tenemos razón, de tolerar que la gente no siempre hace lo
que nosotros queremos o de controlar y por ejemplo no estirarnos en una reunión,
no insultar a alguien aunque estemos enfadados y expresar nuestro enfado desde
el respeto.
La falta de autoridad produce consecuencias en la educación de los hijos y en la
vida familiar puesto que los niños necesitan desde temprana edad la seguridad que
ofrecen los valores y los límites. La falta de autoridad se hace presente cuando
padres y madres se sienten desbordados por el comportamiento de sus hijos
observando en ellos una forma de desafiar esta autoridad constante.
El efecto de la falta de autoridad es visible en el presente, pero se agrava todavía
más cuando llega la adolescencia. Conviene no vincular la competencia de la
autoridad con un modelo de educación autoritaria.
La disciplina que los niños deben tener en casa no tiene nada que ver con el
recurso del castigo, las voces o las discusiones entre padres e hijos. La falta de
autoridad en los padres no es recomendada para el desarrollo cognitivo ideal de los
menores.
La sociedad en la que vivimos está basada en un conjunto de reglas de
convivencia. Desde pequeños, las normas de conducta son aprendidas mediante
distintos métodos. Actualmente, se observan transgresiones por parte de los
infantes que recaen en la idea de la falta de autoridad de los padres.
Hay muchas situaciones frecuentes, como elevar el tono de voz, correr en sitios
públicos o arrojar objetos al suelo de manera desafiante que son consideradas
faltas graves por parte de los niños.
La cultura es dinámica, al igual que deben serlo los mecanismos de autoridad hacia
el niño. No se debe olvidar que son las nuevas generaciones las que muchas veces
señalan el camino hacia un cambio positivo.
Las pautas de comportamiento y los permisos hacia una determinada acción son
dos pilares de la autoridad filial. Las familias se cuestionan permanentemente qué
cosas dejar y qué cosas no dejar hacer a los pequeños. A menudo se confunde
autoridad con abuso de poder, lo cual genera situaciones indeseadas.
En primer lugar, hay que comprender qué es la autoridad materna y paterna. Los
psicólogos y pediatras más a tono con las nuevas infancias sugieren un trato
respetuoso hacia los niños. Partiendo de la base del amor, la solidaridad y el
respeto, la autoridad se transforma en un regalo más que se hace a los hijos.
En otras épocas, la autoridad se consideraba un ejercicio exclusivo del padre. De
esta forma, su llegada a casa era sinónimo de temor y falta de afecto. Actualmente,
se piensa no tanto en la falta de autoridad de los padres como en la falta de diálogo
dentro del seno familiar.
La falta de autoridad de los padres se cuestiona desde una mirada adulta y
anticuada. Desde una perspectiva lúdica, se puede pensar en la convivencia como
un juego. Ese juego, por supuesto, tendrá sus propias reglas.
Usando el juego como método, la falta a una de esas reglas significará cierto
suceso no deseado. No es necesario el castigo, pero sí dejar en claro qué cosas no
pasarán si se traspasa un límite.
Estas nuevas pedagogías dejan atrás nociones autoritarias y vacías en la crianza
de los hijos. Los padres y las madres actuales no desean repetir aquellas
situaciones dolorosas e injustas de sus propias infancias.
La autoridad de los padres y madres es hoy en día un acompañamiento amoroso y
respetuoso del crecimiento de los niños. Su finalidad no es más que ayudarles a la
formación de valores y darles herramientas para que tengan una vida sana.

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