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Liquenes
Liquenes
Historia Natural
Los talos liquénicos presentan, frente a los de los simbiontes aislados, gran
originalidad morfológica, fisiológica, adaptativa, de modos de vida y también en cuanto
a su modo de reproducción, es decir constituyen innovaciones simbioespecíficas.
Como bien señala Lynn Margulis (1993) los líquenes son un buen ejemplo de cómo la
integración cíclica de los simbiontes que participan proporciona el potencial de nuevas
y distintas relaciones entre organismos, y puede ser un mecanismo de innovación
evolutiva con efectos morfogenéticos, es decir estar en el origen de nuevas entidades
con propiedades emergentes, las cuales no son el resultado de la suma lineal de las
partes (simbiogénesis).
Biología reproductiva
Como hongos que son, la mayoría de los líquenes muestran los procesos de
reproducción sexual y asexual propios de estos organismos. En la simbiosis liquénica
el micobionte es el único que presenta en su ciclo de vida la reproducción
sexual, quedando la del fotobionte casi siempre restringida a la asexual. El problema
de reproducción del liquen viene dado por la necesidad del hongo de encontrar
en el medio las células del fotobionte adecuado para establecer la simbiosis.
Así, algunos líquenes han desarrollado propágulos vegetativos especiales en los
que están presentes los dos biontes, de manera que este problema queda solucionado
en detrimento de la variabilidad genómica que se consigue con la reproducción
sexual.
Tipos morfológicos
Tipos de líquenes
Se distinguen 7 tipos de líquenes si nos fijamos en su forma de adherirse al sustrato y
su morfología.
Foliáceos: son los que se desarrollan sobre la superficie del sustrato, extendiéndose
por ella y fijándose gracias a sus ricinas o en un solo punto. Algunos ejemplos son
Xanthoria, Physcia o Umbillicaria.
Fruticulosos: estos líquenes tienden a adoptar la forma de arbustos de reducido
tamaño, y se fijan al sustrato en un punto o superficie de unión reducida. Son líquenes
fruticulosos Usnea, Alectoria y Ramalina.
Escamosos: su borde no está pegado al sustrato, y adoptan la forma de un tapiz de
escamas muy próximas las unas a las otras. Un ejemplo de esto es el Psora.
Filamentosos: algunos de estos se parecen mucho a los fruticulosos. Forman una red
de hilos o filamentos, de grosor muy fino y habitualmente enmarañados. El
Cystocoleus es uno de ellos.
Gelatinosos: cuando cuentan con la suficiente humedad, su textura se vuelve carnosa
y flexible, blanda. Además, en este estado de abundancia de agua pueden hacerse
traslúcidos.
Crustáceos: son los más numerosos de los líquenes conocidos. Como su nombre
indica, se adhieren con gran fuerza al sustrato en que se desarrollan, que es
habitualmente en las rocas, aunque a veces también lo hacen en madera muerta,
hojas o troncos, así como en tierra o humus.
Compuestos: cuentan con dos talos, uno principal que casi siempre es escamoso o
crustáceo y otro secundario, que es fruticuloso.