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LA ATLANTIDA

La historia de este continente perdido sepultado bajo el mar puede ser algo más que una
leyenda. En los últimos años la megalópolis que tan detalladamente describió Platón ha vuelto
a ser tomada en serio por varias instituciones científicas. Aunque, como ocurre siempre en los
hechos tan antiguos, los datos contradictorios y los ropajes de ficción hacen difícil llegar a
conclusiones, para muchos expertos modernos, historiadores y geólogos, es posible que las
narraciones sobre esta ciudad-estado tengan una base real. Ya en la época de Platón (siglos V y
IV antes de Cristo) el relato tenía tintes míticos. Si hay una verdad comprobable a lo largo de
toda la historia es que el ser humano, sobre todo a partir de cierta edad, tiende a creer que
todo tiempo pasado fue mejor y más auténtico. Algunos intérpretes posteriores del creador de
la teoría de las ideas han querido ver solo una metáfora a través de la cual el autor transmite
sus opiniones sobre política y organización social. Dijo que era una isla "más grande que la
Libia y el Asia" con reyes propios y un gran templo revestido de plata, y que yacía bajo el mar
tras haber sido destruida por los dioses para castigar la ambición de sus habitantes.

Historiadores anteriores a la era cristiana (Estrabón y Posidonio) creían que el lugar era real,
pero no es hasta el siglo XIX, con las 'Veinte mil leguas de viaje submarino' de Julio Verne y
otro libro no tan recordado, 'Atlantis: The Antediluvian World', de Ignatius Donnelly, cuando
comenzó la fascinación que continúa hoy. Investigadores, comunicadores de lo misterioso
como el actual Iker Jiménez, ocultistas como la famosa Madame Blavatsky (que habló de los
atlantes, una raza de humanos anterior pero superior a la nuestra, que habitaba la isla) o el
dirigente nazi Heinrich Himmler (que organizó expediciones en un intento por unir esta etnia
mítica a la raza aria alemana) son solo algunos ejemplos.

Explosión en las islas griegas

¿Hubo algo de verdad? ¿Encontraremos algún día restos que den sentido a los testimonios?
Quizá sea posible, igual que en su momento las escavaciones arqueológicas de Schliemann
descubrieron Troya, demostrando que la Ilíada de Homero describía escenarios reales. Estos
últimos días se ha publicado en 'Nature' una nueva investigación con conclusiones diferentes a
las mayoritarias sobre la desaparición de la civilización minoica (los antiguos cretenses).
Expertos de la Universidad de Atenas creen que la erupción que creó el actual archipiélago de
Santorini (localización, para muchos, de la verdadera Atlantis) no sucedió como se venía
pensando. Se sabía ya que entre el año 1628 y el 1500 a. C. hubo grandes explosiones de
caldera que asolaron esa zona del Mediterráneo, provocando oleadas de evacuados desde
Creta. Hay jeroglíficos egipcios del mismo período que hablan de una gigantesca nube de
polvo, lo que llevó al conocido arqueólogo Spyridon Marinatos a asociar la catástrofe con la
leyenda de la Atlántida.

Los Krakatoa que no conocemos

Estas olas mortíferas son un "desafío mundial", dicen los investigadores, desde la erupción del
Krakatoa en mayo de 1883, cuando comenzó una serie de explosiones que volaron las tres islas
(el nombre del archipiélago era el del volcán, Krakatoa) en pedazos. Los testigos lejanos que
pudieron contarlo sufrieron uno de los mayores estruendos de la historia (en Java y Sumatra a
varias personas les estalleron los tímpanos) y la espeluznante visión de grandes trozos de tierra
volando en el horizonte. Se calcula que la energía liberada en aquella ocasión fue equivalente a
7000 bombas de Hiroshima. Estudios como este, que detallan el funcionamiento de las
catástrofes naturales, son fundamentales para aprender algún día a minimizar sus daños. Si
Platón creó su ciudad metafórica con el ejemplo de lo sucedido en Santorini, como algunos
creen, estaríamos ante uno de los sucesos históricos que más huella dejó en la mitología y la
religión. Los autores de esta nueva aportación -geólogos, geofísicos y expertos en lava y
volcanes capitaneados por Paraskevi Nomikou- han cambiado la forma de ver ese hecho, que
pudo inspirar no solo al filósofo griego sino también narraciones similares, desde el Diluvio
Universal de la Biblia a la Gran Inundación china de Gun-Yu.

Área 51
Se trata de un lugar en medio del desierto al que nadie querría ir a trabajar, así que había que
ponerle un nombre que sonara atractivo.

En la actualidad es más conocida simplemente como Área 51, un nombre mucho más acorde
con el hermetismo que la rodea. Esta base militar está ubicada en el desierto del estado de
Nevada en EE.UU., a unos 135 km al norte de Las Vegas, y ha inspirado toda clase de teorías
conspirativas, muchas de ellas relacionadas con extraterrestres. Es poco lo que se sabe sobre
esta zona, pero lo cierto es que antes de 2013 se sabía aún menos.

En ese año, el gobierno estadounidense desclasificó unos documentos en los que por fin
confirmaba que existía el Área 51 y que se utilizaba como campo de pruebas y de
entrenamiento de la Fuerza Aérea.Su nombre se debe simplemente a que fue construida en un
terreno demarcado por la Comisión de Energía Atómica, en una zona donde se realizaban
pruebas nucleares.Fue creada a mediados de la década de los 50, en plena Guerra Fría, como
un laboratorio donde la Fuerza Aérea probó varias de las armas para un posible
enfrentamiento con los rusos.

Fue ahí donde se puso a prueba el avión espía U-2, las aeronaves de reconocimiento A-12
OXCART y el SR-71 Blackbird, así como el sigiloso F-117.Los encargados de esas misiones
trabajaban con el mayor secretismo y con información limitada, incluso para ellos mismos.

"Éramos guerreros silencios", dijo en un documental de National Geographic T.D. Barnes,


especialista en vuelos supersónicos que trabajó en el Área 51.

Los pilotos que participaron en esos entrenamientos secretos dicen que se identificaban con
nombres en clave. Durante las reuniones no les permitían tomar notas y no tenían radio ni
televisión.

Ni siquiera podían contarles a sus familias a qué se dedicaban. Uno de los pilotos, por ejemplo,
le decía a su esposa que trabajaba reparando televisores.

Ni siquiera el presidente Bill Clinton pudo tener claridad de qué hacían exactamente los
contratistas que trabajaban en la base, según escribió la periodista Annie Jacobsen en su libro
"Área 51: Una historia sin censura de la base militar secreta de Estados Unidos".

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