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Alabanza de la lentitud
1. Tortugas a vela
2. La parábola del cerebro
3. El hemisferio del tiempo
4. Bulimia del consumo, anorexia de los valores
5. Creatividad
Conclusiones
Créditos
1. Tortugas a vela
Llamadme como gustéis, carece de importancia, pero yo, como Ismael hace
algunos años, no importa cuántos, con poco dinero en el bolsillo y nada que hacer,
hallándome en Florencia por razones de trabajo, decidí visitar el Salón de los
Quinientos 1 . Habría podido tomar la vía del mar igual que Ismael, pero el mar
quedaba muy lejos y el viaje a Viareggio me habría llevado varias horas. También
yo, cuando me vence la melancolía y me persiguen sin razón alguna los
pensamientos tristes, busco refugio en la belleza y no hay Prozac que valga. Un
museo de arte produce más serotonina que un fármaco cualquiera.
A los museos voy como mero espectador, sin guías, ni humanas, ni
electrónicas, ni de papel, que me aconsejarían más lo que les gusta a ellas que lo
que me gusta a mí. No tengo el problema de abonar la entrada porque una de las
pocas ventajas de los años es que la entrada a los museos o está reducida o es
gratuita. La circunstancia de no pagar es una mezquina invitación al placer que
tiene un atractivo nada desdeñable. Me gusta vagabundear por los museos, dejar
que la mirada se mueva libremente y se detenga allí donde se sienta atraída por
formas o colores.
En el Salón de los Quinientos –de cincuenta y cuatro metros de largo, veintitrés
de ancho y dieciocho de alto– se puede vagar lentamente, ad libitum.
Uno rebusca primero en su cabeza pinturas memorables como La batalla de
Cascina o La batalla de Anghiari, vuelve a verlas, no tanto en la pared del salón
donde tendrían que estar como en su mente, y le gustan igual.
No es cierto que sólo los ojos sirvan para ver. Es sabido que la memoria y el
mensaje de la retina descargan sus imágenes en la misma zona de la corteza visual.
Durante mi vagabundeo por el Salón de los Quinientos descubro en el techo
unas imágenes extrañas que me sorprenden y me atraen. Se trata de unas tortugas
que llevan sobre el caparazón una enorme vela hinchada por el viento. Hay
muchas por el techo y las paredes, y si uno mira con atención descubre también la
leyenda que las acompaña: festina lente («apresuraos con lentitud»).
Fig. 1. Frescos de Giorgio Vasari (c. 1560).
1. Es evidente la emulación humorística del famoso comienzo de Moby Dick, la obra maestra de Herman
Melville.
3. La agudeza visual del halcón y de todas las aves de rapiña es muy superior a la del ser humano.
2. La parábola del cerebro
La rama ascendente
El descenso
5. La Accademia dei Lincei ha desarrollado ya desde hace tres años en casi todas las regiones de Italia una
actividad de puesta al día, dirigida sobre todo a los maestros de enseñanza primaria y secundaria, que se
concentra en tres aspectos: la enseñanza de las matemáticas, la actividad experimental en clase y el uso del
italiano en la redacción de textos argumentativos.
3. El hemisferio del tiempo
El cerebro asimétrico
Lenguaje y pensamiento
Antes de determinar una salida, por ejemplo una decisión motora, el sistema
nervioso evalúa los numerosos datos de la memoria y tiene en cuenta el estado de
actividad de las distintas áreas corticales y subcorticales. En resumen, se trata de
un sistema estadístico que evalúa los datos disponibles antes de decidir y
considera el dato fascinante y comprometedor de la intuición como un dato a
verificar. El sistema rápido, por su propia naturaleza, está sometido a errores; el
lento, en cambio, es el sistema más fiable a disposición del ser humano.
Normalmente, en la realización de un trabajo, tanto científico como artístico, el
sistema rápido propone posibles soluciones en su mayoría erradas, cuya
evaluación corresponde al sistema lento, que en el caso de la ciencia experimental,
por ejemplo, puede emplear años en verificar la sensatez del experimento.
Naturalmente, las relaciones entre el sistema rápido y el sistema lento son muy
estrechas. El primero proporciona datos al segundo, que lo introduce en la
memoria con la finalidad de servirse de él para sus propias funciones de un modo
instantáneo o en tiempos sucesivos, incluso alejados del momento de la
adquisición de la información. Pero el sistema lento también influye en el sistema
rápido en lo relativo a la modulación de su velocidad y a la importancia de la
información, lo cual ocurre mediante la excitación o la inhibición de la actividad
de las áreas corticales sensoriales, cosa que se realiza a través de los sistemas de
proyección difusa en la corteza cerebral; es decir, el adrenérgico, el colinérgico y
serotoninérgico. Podría decirse, con cierta impropiedad, que estos sistemas de
modulación de la actividad cortical son servidores y mensajeros de la pasión del
poeta y del científico porque hacen más activa su corteza, como puede
comprobarse midiendo la actividad eléctrica.
Conviene tener en cuenta también el tiempo que transcurre entre la activación
de las áreas sensoriales, por ejemplo el aérea sensorial visual para la imagen de un
árbol en la retina, y la conciencia de la visión del árbol, que llamaremos «tiempo
de la toma de conciencia». Ese tiempo alcanza incluso el medio segundo o más y,
por ejemplo en el caso de la vista, comprende tanto el tiempo empleado en el nivel
retínico como el que necesitan las vías ópticas para alcanzar las áreas sensoriales
visivas primarias situadas en la zona occipital del cerebro y las estructuras más
anteriores, frontales y prefrontales, especialmente la prefrontal en su parte media.
Hasta que estas últimas se activan, el sujeto no toma conciencia de la imagen que
se le ha formado en la retina. La lentitud de la percepción no se advierte
precisamente porque no tenemos conciencia de ella. La información «árbol» a
nivel del área visual cortical primaria no produce la conciencia del árbol hasta que
las áreas frontales y prefrontales lo deciden.
Esta circunstancia da una idea del largo tiempo que puede transcurrir entre la
actividad del cerebro en el plano sensorial y la conciencia de esa actividad.
Piénsese por ejemplo en aquellos casos en que, durante una conversación,
decimos: «Ahora me acuerdo de lo que ocurrió…» o «se me viene a la cabeza
que…»; qué trabajo tan largo y tan silencioso ha realizado el cerebro entre el
hecho que genera el recuerdo, su callada conservación en la memoria, oculto pero
al mismo tiempo presente de una manera inconsciente, y su regreso a la mente a
causa de unos acontecimientos que, sacándolo de aquellas zonas del cerebro a las
que se había retirado, lo devuelve a las áreas frontales.
No hay nada nuevo bajo el sol, y en el curso de la historia del pensamiento son
muchos los que han reflexionado sobre las ventajas y los peligros de la intuición y
sobre el pensamiento rápido o lento. Cabe imaginar que en Aquiles predominara el
pensamiento rápido, y en el calculador Ulises, el pensamiento lento. En el Diálogo
sobre los dos máximos sistemas del mundo, ptolemaico y copernicano 7 , como
recuerda Calvino en la lección sobre la «rapidez» (Lezioni americane 8 ), Galileo
califica a Salviati de pensador metódico, riguroso y lento, y a Sagredo de
interlocutor imaginativo y rápido, que llega de un salto a las conclusiones; sin
embargo, es Salviati el que define claramente los puntos del diálogo.
En tiempos más recientes, Daniel Kahneman, premio Nobel de economía,
escribió sobre este tema un libro muy interesante, titulado precisamente Pensar
rápido, pensar despacio, donde trata de las ventajas y las desventajas de ambos
tipos de pensamiento en relación con los problemas de naturaleza práctica, por
ejemplo los económicos. Kahneman hace una observación experimental de gran
interés: que las pequeñas dilataciones de la pupila que acompañan al esfuerzo de
atención y concentración son un indicio fácilmente reconocible de la entrada en
acción del sistema lento. Cuando el querido lector juegue al póquer debería llevar
gafas oscuras para no traicionar sus estrategias, porque el adversario observará sus
pupilas.
Es posible que el instrumento digital haya encontrado el camino libre y, por así
decirlo, una acogida amistosa para imponer su influencia en la zona del sistema
nervioso vinculada al pensamiento rápido, es decir en el cerebro visual. Pero el
tipo de pensamiento que el uso del instrumento digital produce es distinto tanto a
las reacciones rápidas relacionadas con la supervivencia como al pensamiento
intuitivo que salta con rapidez de una imagen a una conclusión. Tanto las unas
como el otro tienen un origen y una necesidad antiguos, que se pierden en la noche
de los tiempos de la evolución, mientras que el pensamiento digital, en el sentido
que acabamos de apuntar, es un invento humano y forma parte del desarrollo del
conocimiento. En este caso, al inventar el instrumento, el cerebro humano se ha
modificado a sí mismo en el funcionamiento y tal vez incluso en la estructura.
6. M. Gazzaniga, Chi comanda? Scienza, mente e libero arbitrio, Codice, Turín, 2013. [Trad. cast. ¿Quién
manda aquí?: El libre albedrío y la ciencia del cerebro, Editorial Paidós, 2012.]
7. Galileo Galilei, Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo ptolemaico y copernicano, trad.
Antonio Beltrán, Alianza Editorial, Madrid, 2011.
8. Italo Calvino, Lezioni americane, Garzanti, Milán, 1988. [Trad. cast. Seis propuestas para el próximo
milenio, Siruela, 2012.]
4. Bulimia del consumo, anorexia de los valores
Implicaciones evolutivas
Pensar y comer
10. M. Nussbaum, Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, Katz
editores, Buenos Aires/Madrid, 2010.
13. John N. Thompson, Relentless Evolution, University of Chicago Press, Chicago, 2013.
14. G. Sartori, Homo videns, Laterza, Bari, 1999. [Trad. cast. Homo videns: La sociedad teledirigida,
Penguin Random House, 2012.]
15. G. Sartori, Homo consumens. Lo sciame inquieto dei consumatori e la miseria degli esclusi,
Erickson, Trento, 2007.
16. Jared Diamond, El mundo hasta ayer: ¿Qué podemos aprender de las sociedades tradicionales?,
Debate, Barcelona, 2013.
Sensorialidad
Imprevisibilidad
El componente inconsciente
18. E. R. Kandel, La era del inconsciente: la exploración del inconsciente en el arte, la mente y el
cerebro, Paidós, 2012. La obra ofrece un amplio tratamiento acompañado de bibliografía de la
psicopatología referida al arte, además de los resultados de las imágenes cerebrales durante los
experimentos que tratan de reproducir el acto creativo.
19. H. Gardner, Estructuras de la mente: la teoría de las múltiples inteligencias, FCE, 1987.
21. U. Frith y F. Happe, «The Beautiful Otherness of the Autistic Mind», en Philosophical
Transaction of the Royal Society, 364, 2009.
23. Divina Comedia, Dante Alighieri, versión poética de Abilio Echevarría, Alianza Editorial,
Madrid, 2013.
26. Italo Calvino, Lezioni americane, Garzanti, Milán, 1988. [Trad. cast. Seis propuestas para el
próximo milenio, Siruela, 2012.]
28. N. C. Andreasen, The Creating Brain. The Neuroscience of Genius, Dana Press, Nueva York-
Washington D. C., 2005. La cita de la carta de Mozart está tomada de esta obra.
Conclusiones
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