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Recaída

Volver a consumir, después de haberse propuesto no hacerlo es una conducta que se denomina
comúnmente “recaída”, la cual implica un nuevo desafío y muchas veces un retroceso en el proceso
de cambio, aunque es también una fuente importante de aprendizaje para la propia persona o su
entorno, pues podrán saber qué hicieron para favorecer la recaída y qué podrían evitar para
anticipar o prevenir eventos posteriores.

“A pesar de los mejores esfuerzos, las recaídas son la regla más que la excepción en el proceso de la
resolución de los problemas más comunes. Los sentimientos evocados por la recaída no son
placenteros. La persona puede sentir que ha fracasado completamente y muy probablemente se
sienta avergonzada, apenada y con sentimientos de culpa, dado que puede ver que todos sus
grandes esfuerzos para cambiar han sido en vano. Muchas veces surge la desmoralización y hasta el
deseo de querer abandonar totalmente el cambio, retrocediendo incluso a la fase de
precontemplación” (Prochaska y Cols., 1994).

La recaída es común y normal en un proceso de recuperación. A menudo, la persona tendrá una o


más recaídas durante el proceso, porque aprender a vivir sin drogas requiere práctica. Sin embargo,
si bien la recaída es una parte normal de la recuperación, en el caso de algunas drogas la recaída
puede ser muy peligrosa y hasta mortal. Si la persona usa la misma cantidad de droga que usaba
antes de dejar de drogarse, es muy fácil que ocurra una sobredosis porque el organismo ya no está
acostumbrado a tener esa cantidad de droga en el sistema (NIDA, 2017).

La gran mayoría de las personas que recaen no regresan hasta la precontemplación, sino que hasta
la fase de contemplación. Dichas personas, muy pronto comienzan a hacer planes para el siguiente
intento de acción. “La acción seguida de una recaída es lejos mejor que la no acción. Las personas
que toman acciones y fracasan en el mes siguiente tienen una probabilidad dos veces mayor en los
siguientes seis meses de tener éxito que aquellos que no tomaron ninguna acción” (Prochaska y Cols.,
1994).

Incluso una vez lograda la abstinencia por un largo período, algunos hechos puntuales o en
apariencia insignificantes pueden inducir a una recaída (como encontrarse con conocidos de la
época cuando usaba drogas, o al transitar ciertas calles, ver algunos objetos y hasta sentir olores
asociados con el uso de drogas). Estos hechos, por puntuales o breves que sean, pueden despertar
impulsos o deseos intensos de consumir drogas sin que la persona se percate cuál ha sido el factor
desencadenante. Cualquiera de estos factores puede impedir una abstinencia sostenida y aumentar
la probabilidad de una recaída. Sin embargo, las investigaciones indican que la participación activa
del paciente en el tratamiento es un componente esencial para alcanzar buenos resultados y puede
beneficiar incluso a las personas con las adicciones más severas (NIDA, 2010).

Recuperación y tratamiento

La agencia estadounidense de Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias


de los EE.UU. (SAMHSA, por sus siglas en inglés) propone una noción de recuperación como un
proceso complejo y duradero, que va mucho más allá del tratamiento clínico llevado a cabo con
apoyo institucional y profesional. En la recuperación, intervienen muchos agentes y se lleva a cabo
en diversas instancias, donde el tratamiento especializado es una más de estas estrategias que
llevan al cambio permanente, y donde la propia persona es un ente activo de su propio proceso de
cambio, en un entorno de apoyo y reconocimiento por parte de la familia o la comunidad.

La recuperación es un complejo proceso de cambio a través del cual un individuo logra la abstinencia
de la(s) sustancia(s) o una variación importante del patrón de consumo, que mejora su salud, su
bienestar y la calidad de vida, y donde lo más importante, es la capacidad de mantener en el tiempo
los logros alcanzados. Es un proceso de largo plazo y, en muchas ocasiones, dura prácticamente toda
la vida.

Todo tratamiento, por tanto, debiera estar inserto y adecuarse a un proceso mayor que llamamos
recuperación; y así mismo, aunque corresponden a un porcentaje menor, hay personas que logran
recuperarse sin asistir a ningún tratamiento (como aquellos que dejaron de fumar, beber o
drogarse), por sí solos y sin ayuda profesional.

Recordamos y sintetizamos aquí los principios de la recuperación (SAMHSA, 2016):

• La recuperación surge de la esperanza.


• Es impulsada por la propia persona.
• Ocurre a través de muchas vías, y va mucho más allá del tratamiento.
• Es holística o sistémica, dado que compromete a todas las dimensiones de la vida de la persona.
• Es apoyada fuerte y decididamente por compañeros, amigos y aliados.
• Se apoya en las relaciones y las redes comunitarias.
• Responde a las características de la cultura de la persona.
• Se apoya tratando el o los traumas que la persona haya presentado en su vida.
• Involucra fortalezas y responsabilidades individuales, familiares y comunitarias.
• Se basa en el respeto hacia la propia persona, pero también desde ésta hacia su entorno.

El proceso de recuperación, y las distintas vías o caminos que componen el complejo proceso de
recuperación, se lleva a cabo en espacios significativos como el hogar, el lugar de trabajo o estudio,
y el entorno comunitario.

El desafío para la red de atención clínica es la coordinación interna necesaria para derivar o acoger
a las personas en recuperación, adaptando la atención tanto a las características y circunstancias
propias de las personas, como a la fase del proceso de cambio en la que se encuentre la persona en
recuperación, orientando los objetivos de las estrategias de manera flexible y adecuada a la realidad
particular. Esta acción conjunta de la red asegura la continuidad de los cuidados, realizando en
conjunto con el paciente una evaluación y reconocimiento de su trayectoria de atención, de modo
que no sea necesario comenzar de cero al ser derivado o acudir a otro centro o equipo profesional
que lo atienda.

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