Dada la óptica de las nuevas generaciones de egresados de la
carrera Profesional de Educación de las diversas universidades peruanas, las posturas de Giner de los Ríos o Laín Entralgo acerca de que los maestros son llamados para un fin especial resultan meramente subjetivas. Sin embargo, luego de muchos estudios, los conceptos de vocación docente y de profesión no se pueden concebir por separado debido a que para cumplir con su misión el maestro necesita de una rigurosa preparación profesional. Así, también, la capacidad de servir y coherencia de vida constituyen la puesta en valor de la imagen del maestro (Hansen, 2001). Sumado a esto, en diferentes regiones del planeta se han realizado diversas investigaciones aplicándose la “Escala de los factores que influyen en la elección de los estudios de educación” o “FIT- Choice scale” (Watt et al., 2012), validada por Gratacós y López-Jurado en 2016 obteniéndose resultados sorprendentes respecto a la elección del magisterio como carrera profesional ante todas las demás, estando algunas categorías relacionadas con lo económico, las creencias sobre la profesión, el interés y gusto por enseñar, entre otras. Cierto es que los maestros son la reserva moral de la sociedad; pero, aún, con todo esto, en nuestra institución educativa todavía nos queda preguntarnos: ¿Qué necesitan un maestro o una maestra para actuar con honor y pertinencia en el desempeño de su quehacer pedagógico? ¿Cómo entienden su vocación con relación a su realización personal y profesional?