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“Capítulo 5: imágenes para construir historias.

Representaciones de infancia a
través de imágenes pictóricas” – Ana Bloj.
El material pictórico muchas veces nos permite visualizar lo que distintos
autores expresan sobre diferentes aspectos de los tiempos. En este sentido, la dimensión
de la imagen resulta más acotada que otras fuentes en ciertos aspectos, pero desborda
ciertas posibilidades de transmisión. Existe una asociación directa entre representación e
imagen. La representación se encuentra también asociada al régimen de la mirada, de la
visión. Las imágenes son tomadas por la representación para la conformación de las
identidades la imagen no constituiría una "cara" de la representación, sino que se sitúa
como parte de la cadena diferencial de significantes que constituye la misma. Desde esta
concepción. Es por ello que decidimos rescatar las imágenes que nos ofrecen diversos

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pintores clásicos acerca de la niñez, los juegos, el lugar del niño en la historia de los
tiempos.
La idea de la niñez que tenemos en la actualidad, no lleva más tiempo que el que
va del siglo pasado. Va tomando un carácter diferenciado en los inicios del nuevo siglo
y la posmodernidad.
Hasta finales del siglo XVIII la maternidad no se ejercía con el carácter que fue
ejercida en el siglo XX, resultando el "instinto materno" en realidad una construcción la

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modernidad. El juego y el jugar han ocupado un lugar importante en múltiples culturas a
lo largo de los tiempos. Platón, en el libro de La Leyes, LVII nos habla de la
importancia del jugar para la formación del futuro ciudadano.
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"El juego, pues, tiene una función paidética: es el instrumento más eficaz de educación,
la vía más efectiva y placentera para formar al futuro ciudadano."
Así, el jugar en la polis se convierte en un dispositivo orientador, educativo, por la vía
de la repetición. Podemos situar al niño para Platón, y para la sociedad de su tiempo,
como aquel que tiene relevancia en tanto futuro ciudadano. En la antigua Roma, niños y
niñas eran confiados a una nodriza apenas nacidos; ya había pasado la época en que las
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madres criaban a sus hijos ellas mismas. La nodriza no sólo se encargaba de amamantar,
sino también de su educación hasta la pubertad. Esta función educadora era compartida
con un pedagogo, también llamado "criador”. La denominada vice - familia (compuesta
por el pedagogo, la nodriza y los hermanos de leche) vivía en el campo, "lejos de las
tentaciones, bajo la dirección de alguna mujer de la parentela, vieja y severa...Ella era
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quien reglamentaba los estudios y los deberes de los niños, así como sus juegos y
distracciones." En la antigua Roma resultaban muy frecuentes los juego en la calle,
sobre todo juegos de dados, cartas, que quedaban emparentados muy de cerca del
vicio.
Estos hijos a los que se mueve de un lado para el otro como peones sobre el


tablero de la riqueza y del poder no son unos pequeños seres a los que se quiere y mima;
estos cuidados quedan para el ámbito doméstico. El niño ha aprendido a hablar de labios
de su ama de cría; en las casas acomodadas, esta ama era una griega, a fin de que el
pequeño aprendiera desde la cuna la lengua de la cultura. El pedagogo, a su vez, es el
encargado de enseñarle a leer."
Entre los siglos VI y XVIII el niño aparece en los cuadros bajo la imagen de un
hombre o mujer en miniatura.
En líneas generales, niños y niñas se presentan posando. Son pocas las imágenes
de niños jugando que podemos encontrar.
Desde esta perspectiva un niño es salvado, es resucitado; es educado, es
amamantado, quedando el hacer, la dimensión de la actividad centrada en la figura del
adulto. "En esa época, el niño no es todavía sujeto de un verbo; es objeto de un verbo
para quien habla de él."

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En el año 1560, en el cuadro Juegos de Niños Brueghel, nos ofrece la imagen de
figuras adultas infantilizadas jugando los juegos que jugamos casi hasta la actualidad,
muchos de cuyos podemos situar como juegos "clásicos" para la cultura occidental.
Velázquez, gran pintor de retratos en los que sus personajes se funden
mágicamente con el ambiente, nos permite visualizar la figura de niños de la nobleza
posando envueltos en ropajes de adultos, ofreciendo la imagen de las niñas como damas
y los niños como caballeros de la corte. Pintor contemporáneo a Murillo, pone de
relieve la imagen del niño como adulto en miniatura. Una diferencia interesante, es que
mientras las Infantas (como la Infanta Margarita) se presentan posando, los varones son
retratados realizando una actividad concreta referida a un hacer propio de los adultos.
A diferencia de los retratos de los niños de la corte, los de la plebe nos ofrecen

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una imagen diferente. Con vestimentas propias de su clase, los niños son retratados en
escenas de la vida campesina, con absoluta espontaneidad.
En el cuadro La sagrada familia del pajarito nos sorprendemos de encontrar
ya una escena lúdica, mostrando a un niño jugando con un animal. La literatura también
nos muestra claros ejemplos de esa realidad diferenciada de la de la modernidad.
Según relata Juan Carlos Volnovich "A partir de 1790, empiezan a aparecer en
Francia publicaciones que aconsejan a las madres la atención personal de los bebés."

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Europa necesita soldados para la guerra, y la mortalidad infantil resultaba tremenda.
Volnovich refiere que el amor maternal considerado por nuestra cultura como "natural"
es en realidad una construcción social surgida por esta necesidad de la época, "e
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identifica a la mujer con su función de madre, a partir de discursos económicos,
filosóficos, y fundamentalmente ideológicos, como el de Rousseau."
Por aquel momento, la mortalidad infantil era muy importante. La vida en las
ciudades se encontraba ligada a los placeres de la burguesía de la época. Los hombres y
mujeres se trasladaban del campo a la ciudad para trabajar al servicio de la burguesía en
calidad de domésticos.
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Esta situación dejaba a las mujeres pobres que quedaban en el campo sin marido
para casarse y con pocas posibilidades de trabajo que no fueran las tareas de crianza.
Para recibir el dinero necesario tomaban a su cargo una cantidad de niños imposibles de
criar y esto colaboraba con la mortalidad infantil.
A su vez, según algunos historiadores, era justamente esa mortalidad la que
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hacía que las madres no se conectaran con sus hijos afectivamente, más bien a modo
defensivo hasta que tuvieran cierta edad. El problema fundamental era la necesidad que
había de hombres para la guerra y para los trabajos de fuerza. Por esta época comienza
un movimiento que orienta a las madres a la crianza de sus hijos; y a revalorizar y
producir el "amor maternal" que hoy consideramos natural.


Por 1762, aparece el famoso libro El Emilio de Rousseau, en el que se difunden


una serie de consejos a través del relato novelado. Se da simultáneamente un cambio en
la medicina de la época que empieza a dedicarse a la cura de los niños. Hasta ese
momento educación y medicina se encontraban prácticamente indiferenciadas como
disciplinas.
Estas corrientes resultaron efectivas en tanto en los cien años siguientes
desapareció la crianza a través de las nodrizas y se redujo la mortalidad infantil.
El grabado que ilustra al maestro tirando de cadenas que acaban en un aro de
flores alude a la modificación de las ideas educativas introducidas por Rousseau, en
tanto el niño debía ser tratado con respeto y sensibilidad en sustitución de la propuesta
de la educación a través del rigor.
Ya en los cuadros de Goya podemos ver numerosas imágenes de niños jugando,
trepando a los árboles y adultos jugando numerosos juegos.

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Según observa Renata Negri, "en la pintura del siglo XVIII, el niño, vestido
siempre como un pequeño adulto, se desprende un poco sin embargo del marco familiar,
del obligado retrato de familia. Se lo descubre en la naturaleza, jugando en grupo o con
animales- Hay que esperar el siglo XIX para que aparezca él (niño) solo en traje de
colegial con actitudes de niño." La autora agrega: "Asoma el sentimiento en las
expresiones del rostro. El niño se ha vuelto un ser humano dotado de afectividad."

El cuadro de Ingres: Enrique IV sorprendido por el embajador español


mientras juega con sus hijos, en el que podemos ver ya a padres e hijos jugando
juntos. Por estos tiempos podíamos ver que los niños ya resultaban responsabilidad
directa de sus padres, comenzando a existir un intercambio lúdico entre niños y adultos

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restringido al ámbito de lo privado.
Ya en los albores del siglo XX, en 1903 Rosseau ilustra la imagen de un niño
con expresión en su rostro, jugando con una marioneta.
El cuerpo del niño desnudo reaparece luego de siglos en cuadro de Picasso de
1906. Retrata dos niños desnudos que se representan ya como sujetos sexuados de un
modo más cercano a imágenes como la del joven efebo de la antigua Grecia. El niño no
es ya un angelote desnudo. La sexualidad infantil por esta época va adquiriendo espacio

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en la representación de la niñez. Por la misma época (1905), Freud publica Tres
Ensayos de teoría sexual, en el que abre a un diverso de representaciones respecto de la
niñez sexuada. Tras dos parejas en primer plano que evocan el amor físico y el materno
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aparecen imágenes de desoladora tristeza que aluden a la inquietud existencial. En este
sentido, la paternidad - maternidad, pasan a formar parte de las interrogaciones
existenciales del momento.
Antonio Berni, en 1961, con los personajes de Juanito Laguna y Ramona
Montiel inicia la serie de obras que tienen como protagonista a Juanito. Integrante de un
movimiento de pintores latinoamericanos con fuerte compromiso ideológico desde
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principios del 1900, este pintor se encarga de ponerle nombre y apellido a los
denominados "hijos de nadie". Juanito y Ramona se instituyen en representantes de una
subjetividad infantil sin nobleza ni linaje, símbolos de los niños y niñas desplazados,
fundamentalmente de Latinoamérica. Berni les da espacio singular, con existencia
propia y no de masa a estos personajes. Juanito representa a un niño que tiene familia,
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que juega con su barrilete, que tiene sueños e ilusiones. Lo representa de día, de noche,
en su contexto histórico y social, con sus materiales y en su cotidianeidad, barriendo por
completo la figura del estereotipo con el que hasta ese momento se representaba la niñez
pobre. No están aquí presentes la idea de caridad para la pobreza, ni de la objetalización
de niños y niñas. Juanito tiene una vida, y puede vivirla.


Si bien la niñez actual se redibuja, preferimos terminar nuestro recorrido con


este pintor, en tanto expresa el modo que consideramos más "ideal" en términos de
aportes para la construcción de una niñez más escuchada, respetada y querida en el
imaginario social.

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