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1943: Ley de hidrocarburos

El presidente Isaías Medina Angarita anunció el 17 de julio de 1942 la decisión de su gobierno de


someter a revisión la legislación petrolera con el declarado objetivo de aumentar los ingresos
fiscales, lograr una mayor participación del Estado en la riqueza del subsuelo y fomentar la
refinación de petróleo en el territorio nacional. En febrero de 1943, se inició en el Congreso
Nacional la discusión sobre esa materia, culminando en la sanción de una nueva Ley de
Hidrocarburos, el 13 de marzo de ese mismo año.

Una de las consecuencias favorables de esa ley fue la unificación de la legislación petrolera que
selló los permanentes conflictos por deudas, reclamaciones y enfrentamientos sobre antiguas
concesiones, ya que las empresas concesionarias se adaptaron de inmediato a lo establecido en el
nuevo estatuto legal. Desde entonces regirían los deberes y derechos por igual para todos los
concesionarios.

Con la ley de 1943 se ampliaron las facultades administrativas y técnicas del Estado sobre la
industria extractiva; fueron limitados tanto los derechos de traspaso como los privilegios de
expropiación de las compañías, reafirmándose asimismo la potestad de la Nación para indagar
acerca de las operaciones técnicas y los procedimientos contables de las empresas explotadoras.

La carga impositiva fue aumentada. El impuesto de exploración se fijó en Bs. 6/ha, durante el
término de 3 años de la concesión de exploración, y debía ser pagado por adelantado en 3
anualidades consecutivas de Bs. 2 por año; el impuesto inicial de explotación, que debía
cancelarse de una sola vez en el momento de otorgamiento de la concesión, se estipuló en Bs.
8/ha; el impuesto superficial quedó establecido en Bs. 5 anuales por ha durante los primeros 10
años y cada 5 años debía aumentar a Bs. 10, 15, 20 y 25 para alcanzar Bs. 30 hasta el término de
la concesión. Igualmente se uniformó para todos los concesionarios el impuesto de explotación o
royalty en 16,66% del petróleo crudo extraído y medido en el campo de producción.

El Estado podía recibir el pago de ese impuesto, total o parcialmente, en especie. De esto
resultaba un ingreso especial extraordinario que se incrementaba proporcionalmente con la
producción. El Estado tenía además la posibilidad de una participación mayor en las ganancias de
las compañías concesionarias mediante la manipulación y venta del 83,33% del petróleo extraído,
quedando facultado a incrementarlo si decidía aumentar la escala del Impuesto complementario de
la Renta.

Por mandato de la ley de 1943, a diferencia de la legislación precedente, las empresas


concesionarias estaban obligadas a pagar no sólo los impuestos fijados hasta entonces, sino
también el Impuesto sobre la Renta.

El contenido de la nueva ley fue cuestionado por el partido Acción Democrática; Juan Pablo Pérez
Alfonzo, representante de este partido en el Congreso Nacional, salvó su voto aduciendo, entre
otras razones, que con esa ley se clausuraba el reclamo de muchas de las deudas que tenían
contraídas las compañías con la Nación venezolana, como también que la reforma impositiva con
la que se pretendía alcanzar una participación igual a los beneficios de las empresas estaba
fundamentada sobre cálculos falsos.

Néstor Luis Pérez, por su parte, juzgó que la ley era esencialmente fiscalista.
El gobierno medinista, al año siguiente de aprobada la ley, abrió un período de licitación, adjudicó
numerosas concesiones, distribuyó en 10 meses 6.500.000 ha y procedió además a prorrogar
concesiones entonces vigentes. Con la ley, sin embargo, se estimuló el proceso de refinación en el
territorio nacional

Período 1921-1943

promulgada el 13 de marzo de 1943. En ella se reafirman los principios fundamentales,


tales como:

Las mejoras más importantes incorporadas a la Ley de 1943 se pueden resumir en los
siguientes términos, según César Ballestrini: · Las minas son propiedad del Estado.

· Las minas son propiedad del Estado.

· La administración de las minas corresponde a la nación.

· Las exoneraciones pueden ser otorgadas por el Ejecutivo y no


constituyen un derecho del concesionario.

· Se logra la uniformidad del régimen jurídico de la concesiones


mediante la conversión de que hicieron uso sus titulares por medio de la
cual obtuvieron un nuevo término de 40 años a partir de la
promulgación de la Ley.

· Los gravámenes fueron uniformados en 16 2/3 del valor del petróleo


explotado en el campo de producción, la regalía equivale a 1/6 de la
producción y puede ser recibida en dinero o en petróleo.

· Se estipularon ventajas a favor de la nación, concretadas en cláusulas


que imponían de Venezuela parte del petróleo producido.

· Se lograron mejores ingresos fiscales. como productos de unificación


del aumento de otras tasas.

Otra reforma importante realizada durante este período, fue el establecimiento del “fifty-
fifty” a través de la inclusión de este impuesto en la Ley de Impuesto Sobre la Renta,
basado en partir las utilidades por la mitad.

La Ley de Hidrocarburos de 1943 ordenó por primera vez la repartición de la factura y de la renta
petrolera. Esa Ley unificó el conjunto de concesiones existentes y concedió a las compañías 40
años adicionales de explotación. Simultáneamente la Ley del 1943 promovió la refinación en
Venezuela. Así nació el CRP (Complejo Refinador de Paraguaná) con la construcción de las
refinerías de Amuay y Cardón por la Creole Petroleum Corporation (Exxon) y la Shell
respectivamente. En 1975 se nacionalizó la Industria Petrolera y se creó a PDVSA con la
terminación de las concesiones petroleras, pagando a las operadoras (Creole, Shell, Mobil) los
activos que transfirieron a PDVSA (Lagoven, Maraven, Corpoven). Es importante saber que esos
activos iban a ser devueltos a Venezuela (sin pago alguno) 8 años después, o sea en 1983 cuando
terminaban las concesiones prorrogadas en 1943.

JUSTIFICACION DE UN NUEVO TEXTO LEGAL

La Seguridad de la Nación es competencia y responsabilidad del Estado y se fundamenta en su


desarrollo integral. En Venezuela, en la actualidad, el desarrollo nacional como pilar fundamental
de la seguridad, tiene como base principal de sustentación los recursos de hidrocarburos. El
aprovechamiento integral de esos recursos requiere de una ley que le garantice a la nación
venezolana la optimización de su industria petrolera, dentro de los parámetros de explotación
racional, garantía de justos ingresos fiscales, conservación del recurso, contribución al desarrollo
social y protección del ambiente, acciones todas, que coadyuven a fortalecer y a garantizar nuestra
seguridad.

Por lo anterior, se puede considerar que la legislación sobre los hidrocarburos es una de las más
importantes del país, después de la Constitución, porque debe regular, en forma clara y precisa,
una de las bases de la economía de la sociedad venezolana.

Como se puede apreciar en los antecedentes histórico-legales, las normas que actualmente rigen
las actividades sobre los hidrocarburos en Venezuela, se encuentran dispersas en diferentes leyes;
dispersión que ha dificultado su aplicación, por existir colisión entre algunas y por la derogación,
expresa o tácita, de varias de dichas normas. Esta situación por si sola, justifica la necesidad de
dictar una Ley Orgánica de Hidrocarburos que ordene y armonice en un sólo texto, las normas
exigidas por la materia. Ello evitará las frecuentes y complicadas interpretaciones legales, que
tanto tiempo le restan a la gerencia pública y privada, con la consiguiente demora en decisiones y
proyectos.

El nuevo texto legal se propone regular con normas actuales las diferentes actividades sobre los
hidrocarburos, así como la participación en las mismas de los actores público y privado, con seguridad jurídica
y dinamismo, en procura de la sustentabilidad, la permanencia y la equidad del crecimiento del sector

El 13 de marzo de ese mismo año 1943 se


le puso el ejecútese a la nueva Ley de
Hidrocarburos, la cual, mediante
diferentes tipos de impuestos
territoriales, pagos por regalías,
sumada a la Ley del Impuesto Sobre La
Renta, promulgada un año antes,
llevaron la participación fiscal del
Estado venezolano hasta un 40% del
total de la factura petrolera. Se había
consumado una cara aspiración del
pueblo tantas veces escamoteada en
anteriores legislaciones petroleras
(sobre todo la de 1922), que fueron
redactadas en los bufetes de abogados
que representaban en el país los
intereses de las empresas
transnacionales británicas, holandesas
y norteamericanas, a saber: Royal -
Dutch Shell y la Creole Petroleum
Corporation, subsidiaria en Venezuela
de la legendaria Estandar Oil.

El inmenso consenso con el cual se


elaboró y aprobó la Ley de
Hidrocarburos del 43, permitió que este
instrumento legal tuviera una duración
de casi 60 años. Este instrumento legal
fue derogado en noviembre del 2001 por
el Presidente Hugo Chávez, mediante un
decreto con Rango de Fuerza de Ley
Orgánica de Hidrocarburos, el cual
formaba parte del paquete de las 49
leyes contentivas en la Ley Habilitante
que aprobó la Asamblea Nacional ese
mismo año 2001.

Con esta nueva Ley, se dejaba atrás un


amplio consenso de largo plazo en torno
al tema petrolero, cuya longevidad de
casi 6 décadas constituye el acuerdo
político más sólido que se haya
fraguado en Venezuela en toda su
historia republicana. Gobiernos de todo
tipo y tenor se sucedieron en el país
luego de la aprobación de la Ley de
Hidrocarburos del año 43; revoluciones,
regímenes cívico-militares, dictaduras
personalistas, juntas de gobierno,
administraciones democráticas de
inclinación socialdemócrata,
socialcristiana y hasta marxista,
mantuvieron básicamente lo consagrado
en la Ley que promulgó el régimen de
Medina Angarita. Las modificaciones que
se produjeron, lejos de retroceder en
las conquistas de esa legislación, las
profundizó y perfeccionó, hasta llegar
a la Ley de "Nacionalización" del año
75, que, dicho sea de paso, no derogó
el instrumento legal aprobado en el 43.

La administración de Hugo Chávez se


atrevió a ponerle el "cascabel al
gato", con la promulgación de otra
legislación petrolera, pero no extremó
los esfuerzos por conseguir el mayor
apoyo posible para sus reformas. El
chavismo dio por finalizado el consenso
de casi 60 años fraguado desde los años
40, pero no tuvo el tino de sustituirlo
por otro consenso en torno a esta
trascendental materia. De allí la
terrible fractura nacional que se
produjo en Venezuela tal día como hoy,
hace exactamente dos años.

El 11 de abril de 2002 debe ser


recordado como una fecha emblemática,
la cual sigue pesando como un punto de
quiebre de la cohesión nacional. No por
casualidad este evento, de virulenta
ruptura, se produce asociado al
petróleo como recurso y a la industria
petrolera. La importancia de los
hidrocarburos en el país explica la
razón por la cual los acontecimientos
desarrollados la tarde de ese día 11
culminaron con aquella orgía de sangre,
sudor y lágrimas.

Una tesis muy coherente que ha venido


analizándose a propósito de este evento
conocido como la masacre de "El
Silencio", es aquella que apunta a
señalar que el 11 de abril del 2002
constituye una fecha que cierra un
ciclo histórico iniciado en enero del
43 con la manifestación de la Plaza de
Los Museos de Caracas a favor de la Ley
de Hidrocarburos de ese año. Este ciclo
se inicia con una jubilosa y masiva
expresión de consenso, acuerdo y
cohesión nacional, la cual tuvo la
capacidad de proyectarse por casi 6
décadas, y culmina con la más trágica y
dramática fractura que haya conocido la
sociedad venezolana durante los últimos
100 años. Ambos hechos tuvieron al
petróleo y a la industria petrolera
como factor fundamental y protagónico.

Es realmente paradójico que algo que


unió y cohesionó a los venezolanos
durante casi 60 años, como fue la
aspiración de que la industria
petrolera estuviera y su riqueza
llegara más directamente a los
venezolanos, nos haya dividido de la
manera que lo hizo ese 11 de abril del
2002. Ese día millares de compatriotas
que marcharon hacia Miraflores en
defensa de lo que creían justo respecto
a nuestra industria petrolera (la
famosa meritocracia), se enfrentaron
con otros miles de compatriotas que
estaban en las afueras del Palacio
presidencial haciendo lo propio a favor
de Hugo Chávez.

Soy de los que piensa que al contrario


de lo que parece, los virulentos
enfrentamientos del 11 de abril no se
produjeron como consecuencia del choque
entre una importante porción de
venezolanos que marcharon ese día hacia
Miraflores con el propósito de
desalojar del poder a Hugo Chávez y
otra porción de venezolanos que lo
respaldaban. Esto vendría siendo
simplemente lo que llaman la punta del
iceberg.

La inmensa realidad que se oculta


debajo de la superficie es aquella que
nos remite al estrepitoso colapso del
modelo de Petro-Estado que en la
actualidad estamos presenciando y por
ende al agónico fin de un sistema de
asignación de los recursos petroleros
en la sociedad venezolana que en los
últimos 30 años ha generado las
terribles distorsiones políticas,
económicas, sociales e institucionales
que padecemos en el presente.

Esta es una visión distinta del 11 de


abril vista en su dimensión petrolera y
a la luz de un hilo histórico conductor
que corre el riesgo desdibujarse frente
a los ojos del observador desprevenido.
La cabal comprensión de las verdaderas
causas que originaron el evento que
conmemoramos hoy, permitirá conjurar en
el futuro las amenazas de violencia y
fractura social que ciertamente acechan
al país.

El petróleo y el nuevo papel que pueda


cumplir en la sociedad venezolana del
Siglo XXI puede ser tan vital e
importante como el que cumplió en las
primeras 6 décadas del Siglo XX. La
paz, la inclusión social y la cohesión
nacional pueden ser nuevamente los
factores que, asociados a la riqueza
petrolera, acompañen a los venezolanos
en este otra etapa de su historia. Por
el contrario, insistir en mantener el
mismo modelo que hemos tenido de
asignación de los beneficios de la
industria de los hidrocarburos en el
seno de nuestra sociedad, puede
condenarnos a regresar a la terrible
turbulencia social y política que
caracterizó al país durante todo el
siglo XIX.

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