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Estamos ante un texto breve escrito por el estadounidense Tom Regan, defensor de los derechos de

los animales, donde expone su teoría, en crítica al utilitarismo y el consecuencialismo para su


defensa. Es un resumen de lo que expuso en su libro The Case for Animal Rights.

Por establecer un marco en el que situar el texto en la clase, mencionar las diferencias con el texto
anterior, Ética práctica. Singer hace una argumentación utilitarista, que es agregacionista; mientras
Regan toma una posición de derechos deontológicos (es decir, del deber) y del valor inherente. Al
final, los dos concluyen una posición vegetariana, prohibir la experimentación animal y la caza
deportiva: es decir, abogan por el igual trato y los mismos derechos para animales y humanos. Es
decir, las dos son teorías normativas.

Comienza Regan introduciendo lo que va a explicar en el resto del texto: el mal fundamental en el
tema de los animales no es el dolor o el sufrimiento que se causa, aunque lo agrava; sino en el
sistema que permite que concibamos y tratemos a los animales como medios o recursos para
nosotros, que nos sirven, por lo cuál no importa que los hiramos, pues sólo importa en la medida en
que nos afecte a nosotros. Añade que el modo de solucionarlo es un tema político: las personas
deben entender la ética antes de cambiar sus hábitos en base a ella. Es decir, hay que elegir una
teoría moral.

Analiza entonces varias teorías morales según la condición moral de los animales en ellas:

Las teorías, como él llama, del deber indirecto (donde los animales no tienen derechos). Piensan
que todos los deberes que tenemos hacia los animales son deberes indirectos hacia la humanidad: no
se les hace daño a ellos, sino a la persona a la que le importan esos animales, como puede ser el
dueño de un perro: lo moralmente malo en esto se mide en función del interés emocional por esos
seres. Esta teoría deriva en el contractualismo, en el cual sólo se protegen los intereses de las
personas firmantes del acuerdo: sólo tenemos deberes morales directos con los firmantes, e
indirectos con sujetos que importen a estos, como pueden ser animales o niños sin capacidad de
razonar y entender. Pero Regan entiende que toda teoría ética debe suponer deberes directos hacia
todas las personas y animales si se quieren evitar injusticias, hechas hacia personas no contratantes
o que no son receptores de sus intereses emocionales.
Luego introduce las teorías de la amabilidad y la crueldad. Estas sí admiten deberes directos, pero
la virtud no garantiza que sean actos buenos: el carácter con el que se realiza una acción no asegura
consecuencias buenas.

Por otro lado, el utilitarismo posee este dos principios morales: la igualdad en los intereses de cada
individuo independientemente de sus características personales, y el principio de utilidad: un acto
moral es el que procura el mayor grado de satisfacción a todos los afectados por él. Regan afirma
que, según el utilitarismo tienen valor la satisfacción de los intereses de una persona, y no la
persona a la que le corresponden dichos intereses en sí. El fallo de esto es que el utilitarismo sólo
evalúa las mejores consecuencias para el total de los afectados, pero estas no tienen por qué ser las
mejores para cada individuo, es decir, no concibe derechos para los individuos. Así se ve como una
teoría agregativa: las personas pueden ser usadas como medios hacia un fin con resultados o
consecuencias positivas. Regan contraargumenta desde una visión más deontológica, del tipo
kantiana: las personas no pueden ser usadas como medios ya que poseen un valor inherente por el
cual han de ser respetadas por sí mismas, consideradas fines en sí mismos.

Al decir valor inherente se refiere a que son algo más y no sólo simplemente simples receptáculos
de satisfacción. Niega que el valor de las personas exista en base a su utilidad para otros, su
concepción como meros recursos sociales. Según esto, no sería racional considerar que otros seres
con menor autonomía, razón e inteligencia no posean valor inherente, ya que no por esas diferencias
poseen menos derechos que el resto, al igual que los animales. Lo que realmente posee ese valor
son las semejanzas que comparten los seres y, la semejanza fundamental, es ser sujetos que
experimentan una vida: “cada uno somos una criatura consciente que tiene un bienestar individual
y de importancia para él, independientemente de la utilidad para otros”.

A diferencia del contractualismo, este teoría niega la posibilidad de cometer discriminaciones por
razones de raza, sexuales,etc. Y a diferencia del utilitarismo, se asegura que personas no sean usadas
como medios. Esto, en la relación entre las propiedades de la ética dada en clase, hace hincapié en
la importancia de las acciones, su significado: es decir, el punto de vista deontológico.

Finalmente, si se argumenta que “sólo los humanos tienen valor”, Regan responde que existen
humanos, considerados humanos y valiosos, que no son excluidos a pesar de no cumplir el criterio
por el cuál se excluye al resto de especies. Si se argumenta que “sólo la especie humana es
valiosa”, Regan responde que se trata de especismo por ser arbitrario; y si se argumenta que “el
valor inherente se encuentra en poseer una alma inmortal”, añade que, al ser un tema
controvertido, no crea ninguna respuesta para la cuestión, además de que siguiendo la razón se
puede llegar a concluir que los animales poseen un valor inherente sin recurrir al alma inmortal. Y
ante la idea de que “los animales poseen un menor valor inherente”, dice Regan que ningún criterio
sería aplicable sino están dispuestos a aplicarlo igual a seres humanos con esas diferencias. Por esto,
el valor inherente existe de manera igual en todos los seres que lo poseen.

En conclusión, los derechos de los animales existen y han de ser respetados ya que, como sujetos
que experimentan una vida, tienen un valor inherente que hace que deban ser respetados, igual que
el resto de personas.

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