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S "pinoza (1632-1677) es a la vez el nombre de un


sistema filosófico y de un individuo. El sistema es un
n

|
intento de llevar a cabo la racionalización del ser 3
absoluto o su substancia, mientras que la historia del Jf
individuo es un laborioso caminar solitario y ^
desarraigado hacia esa misma meta. El sistema g
filosófico fue tan perfecto y tan original que Hegel lo ^
consideraba el modelo mismo de la filosofía. Pero al a
mismo tiempo, el individuo enfermizo y solitario llevó g
una vida digna y alegre en un medio hostil que lo tildaba *
de judío excomulgado y ateo disfrazado. Spinoza vivió ^
de acuerdo con su filosofía, vivió una vida filosófica. ^
Por eso BIOGRAFÍAS DE SPINOZA posee un interés a
la vez biográfico y filosófico. ATILANO DOMÍNGUEZ
presenta aquí las primeras biografías y noticias acerca
del filósofo. Las primeras incluyen las de Bayle (1697).
Kortpolt (1700), Colerus (1705) y Lucas (1719) escritas
antes de transcurrir medio siglo de su muerte. Las
segundas incluyen documentos reunidos por el
compilador sobre la familia de Spinoza, su educación, su
muerte, su biblioteca, etc., acompañados de notas,
introducción e índices. En esta misma colección se han
publicado numerosas obras de Spinoza, siendo las más
recientes: «Tratado de la reforma del entendimiento.
Principios de Filosofía de Descartes. Pensamientos
mctafísicos» (LB 1325) y «Tratado breve» (LB 1478).

ISBN 8 4 - 2 0 6 - 0 7 1 1 - 8

El libro de bolsillo
Alianza Editorial 9
Atilano Domínguez (comp.)
BIOGRAFÍAS DE

ianza Editorial
Sección: Humanidades
Atilano Domínguez (comp.):
Biografías de Spinoza

Selección, traducción, introducción,


notas e índices por Atilano Domínguez

m
El Libro de Bolsillo
Alianza Editorial
Madrid

®
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en
el art. 534-bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados con
penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagia-
ren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada
en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.

© De selección, introducción, traducción, notas e índices:


Atilano Domínguez
© Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1995
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15; 28027 Madrid; teléf. 741 66 00
ISBN: 84-206-0711-8
Depósito legal: M. 1.089/1995
Compuesto e impreso en Fernández Ciudad, S. L.
Catalina Suárez, 19. 28007 Madrid
Printed in Spain
Introducción *

Spinoza, judío de nacimiento y después desertor


del judaismo y, en fin, ateo, era de Amsterdam
(Bayle, § 1).
Baruch de Spinoza vivirá en el recuerdo de los
verdaderos sabios y en sus escritos, que son el tem-
plo de la inmortalidad (Lucas, § 40).

Spinoza (1632-1677) representa, a la vez, el prototipo


de un sistema filosófico, como racionalización total del
ser absoluto o sustancia, y el laborioso caminar de un in-
dividuo, solitario y enfermizo, hacia esa meta. Quizá no
exista otro ejemplo en la historia, en el que la distancia y,
al mismo tiempo, la cercanía entre el individuo concreto
y el sistema abstracto sean tan marcadas. La distancia,

* Siglas utilizadas:
a) Para las obras de Spinoza las usuales. Para sus ediciones: OP =
Opera Postbuma; NS = Nagelate Schriften, Gebhardt = Spinoza. Opera
(C. Winters, Heidelberg, 1925, vol. I-IV; reed. 1972).
b) Para estos documentos: B • Bayle, C • Colerus, J * Jelles, K =
Kortholt, L = Lucas, N = Noticias. El número remite al párrafo del
documento, y con subíndice a su nota; L 25n indica la biografía de
Lucas, § 25, nota. Para Bayle mantenemos su doble numeración de las
notas (véase nota inicial a su texto).
c) Por brevedad remitimos a nuestra Bibliografía por su número de
orden, con o sin paréntesis.
d) Cuando nuestras observaciones vayan intercaladas en textos de
otros autores, las incluiremos entre corchetes [ ] a fin de evitar todo
equívoco.
7
8 Atilano Domínguez

porque el autodidacta de filósofo construyó, con muy es-


casos medios y en sólo veinte años (1656-1676), un siste-
ma tan perfecto que, como dijera Hegel, es el modelo
mismo de la filosofía. La cercanía, porque el pobre y en-
fermizo procuró llevar la vida con dignidad y alegría, sin
dejarse sucumbir ante un ambiente adverso, que le tacha-
ba de judío excomulgado y de ateo camuflado. Por eso
quizá su biografía ha despertado, en todos los tiempos,
tanto interés y sus interpretaciones han sido tan dispares:
del cristiano de Jelles al ateo de Bayle, del impío y mal-
vado de Kortholt y Colerus al piadoso y santo de Lucas.
En este volumen recogemos las cinco biografías más
antiguas de Spinoza así como los materiales esenciales
con los que el estudioso pueda elaborar [junto con sus
obras y especialmente la Correspondencia (núm. 19), que
serán siempre la fuente principal] la biografía del gran fi-
lósofo moderno. En las páginas que siguen presentamos
al lector el contenido y el método de nuestra edición, ha-
cemos una breve historia y valoración de sus documentos
y apuntamos algunas ideas sobre el modo de utilizarlos.

1. Contenido y método de esta edición

El contenido y la estructura de esta selección respon-


den, en lo fundamental, a la obra clásica de J, Freudent-
hal: Die Lebensgeschichte Spinozas in Quellenschriften, Ur-
kunde und nicht-amtlichen Nachrichten (núm. 29, 1899).
Como su título indica, el ilustre historiador e intérprete
del spinozismo, consiguió reunir, ordenar y valorar los
documentos principales para la biografía de Spinoza en
torno a tres epígrafes: biografías antiguas, documentos
oficiales y noticias varias. En las biografías incluía, por
este orden, a Lucas, Kortholt, Bayle, Colerus y Monnik-
hoff. En los documentos recogía 91 textos procedentes
Introducción 9

de instituciones judías o eclesiásticas, notariales o muni-


cipales. Entre las noticias seleccionaba 60 fragmentos de
cartas o libros redactados, en su mayor parte, por con-
temporáneos del filósofo. Partiendo de las obras de Lin-
de (núm. 43, 1870), Castro (núm. 13, 1883) y Servaas
(núm. 68, 1888) y después de una meticulosa investiga-
ción en los archivos holandeses, de la mano de dos espe-
cialistas indiscutibles, W. Meijer y K. O. Meinsma, el spi-
nozista germano logró mejorar, en número y precisión, la
base documental de la excelente monografía que este úl-
timo acababa de publicar sobre El círculo de Spinoza
(núm. 49, 1896). Por su sano equilibrio entre el rigor me-
todológico y la simpatía intelectual, La vida de Spinoza,
que después redactó (1904), constituye con la de Meins-
ma un hito, aún quizá no superado, en la historia del spi-
nozismo.
Es obvio, sin embargo, que, después de un siglo, esta
monumental colección, con la que ningún otro filósofo
cuenta, ha quedado desfasada, porque o incluye textos
que ya no tienen interés o no incluye otros que sí lo tie-
nen. Entre los primeros cabe señalar muchos documen-
tos oficiales (sección 2.a) y testimonios particulares (sec-
ción 3.a) que se limitan a reiterar, sin novedad alguna, la
condena del TTP y de OP. Entre los segundos hay que
incluir, en primer lugar, el prefacio de OP/NS, ya que es
punto de referencia de todos los posteriores, aunque
Freudenthal lo había omitido por existir entonces en
otras ediciones; y, en segundo lugar, los documentos des-
cubiertos y publicados desde 1932 por Vaz Dias y Van
der Tak (núm. 67) y desde 1958 por I. S. Révah (núms.
60-61), puesto que proyectan nueva luz sobre el período
anterior y posterior a la excomunión del filósofo (1656),
que era uno de los más oscuros de su biografía.
A la hora de hacer hoy nuestra propia selección, he-
mos debido conciliar lo necesario para el lector con lo
10 Atilano Domínguez

posible para el editor. En consecuencia, hemos procu-


rado integrar todos los materiales disponibles en dos
secciones independientes, una de biografía y otra de
noticias (oficiales o particulares), y en cada una de ellas
hemos colocado los textos siguiendo el orden cronoló-
gico de su publicación. Tanto por el contenido como
por la estructura, nuestra selección se aleja, pues, nota-
blemente de la de Freudenthal y, según creemos, la me-
jora.
En la primera sección hemos conservado sus cuatro
biografías básicas, a saber, Bayle (1697), Kortholt (1700),
Colerus (1705) y Lucas (1719). Pero les hemos antepues-
to el texto completo del Prefacio a O P / N S (1677), que
hemos traducido de la versión holandesa, porque, aparte
de ser la original, nos parece más exacta y completa que
la latina, preferida por Akkerman (núm. 1, 1980). En
cuanto a las biografías, nos hemos separado de Freudent-
hal en algunos aspectos importantes. Hemos omitido la
de Monnikhoff por estar calcada sobre la de Colerus,
aunque hemos incluido en las Noticias algunos datos in-
teresantes sobre las viviendas de Spinoza. Hemos ante-
puesto Bayle a Kortholt y pospuesto Lucas a éstos y a
Colerus por seguir el orden cronológico de publicación
que, mientras no se demuestre lo contrario, es el único
seguro. En cuanto a Bayle, damos en su integridad el
cuerpo del artículo y sus notas críticas o referenciales, e
incluso añadimos breves síntesis, a veces textuales, de
sus extensas notas teóricas. Para Lucas hemos restituido
íntegramente la versión H, por ser más completa y quizá
anterior a N, eliminando las pocas variantes de ésta que
Freudenthal había incorporado en su texto.
Siguiendo los mismos criterios, en la segunda sección,
de Noticias, hemos recogido, total o parcialmente, los tex-
tos principales de Freudenthal (22 documentos oficiales
y 33 particulares según nuestra numeración), ordenándo-
Introducción 11

los en serie única, y mejorándolos en algunos casos, por


ejemplo en la Biblioteca de Spinoza. Pero hemos procu-
rado rellenar sus huecos, especialmente para el período
anterior a 1660, con Vaz Dias (21) y Révah (2). Finalmen-
te, hemos antepuesto a todo ello una selección del docu-
mento de expulsión de los judíos de España (1492), y he-
mos situado en su lugar un texto de Bayle sobre el autor
y el traductor del Prefacio de O P / N S (1686) y algunas no-
ticias de Stolle/Hallmann (1704) y de Monnikhoff (post
1743). Si a ellos se añaden otros fragmentos recogidos en
las notas de este volumen, como los de Baas (C 4n) y Ba-
rrios (N 17n) sobre la escuela judía, de Goeree sobre van
den Enden (C 4n) y de Leibniz sobre Spinoza y los carte-
sianos (N 71n), y el del epitafio (N 42n), y se completan,
además, con otros citados en nuestras notas a las obras
de Spinoza (núm. 19), como el de Tschirnhaus sobre el
IE (IV, p. 288/ 13n) y el de Leibniz sobre Spinoza y la fí-
sica cartesiana (IV, p. 298/188n), se puede afirmar que
el lector español cuenta en adelante con una base docu-
mental suficiente sobre la vida y la obra de Spinoza.
Aparte de esta Introducción, a la que hemos antepuesto
una Bibliografía, necesariamente sumaria, nuestra edición
va acompañada de un buen número de notas y de un ín-
dice analítico. El contenido de las notas es de crítica tex-
tual o histórico. Entre las primeras destacamos las de dos
textos, tan importantes como problemáticos, de los que
existen dos versiones: el Prefacio de OP y la biografía de
Lucas. Esas notas de variantes constituyen, en cierto sen-
tido, una nueva edición crítica. Las notas históricas son
sumamente variadas, ya que algunas se limitan a comple-
tar alusiones del texto o a remitir a lugares paralelos,
mientras que otras debaten aspectos problemáticos o ha-
cen pequeñas síntesis historiográficas. Finalmente, en el
índice analítico, que hemos elaborado con sumo cuidado,
hemos incluido conceptos de interés biográfico y teórico,
12 Atilano Domínguez

nombres de personas y de lugares, e incluso títulos de al-


gunas obras. A fin de facilitar la comprensión o la refe-
rencia de los textos hemos introducido ciertas divisiones
en el Prefacio y en Lucas y epígrafes a todas las Noticias y
hemos numerado por párrafos no sólo éstas, sino tam-
bién las biografías.

2. Historia y valor de las biografías

Como ya se ha dicho, esta selección tiene dos partes


totalmente distintas: una de biografías y otra de noticias
y documentos. Sería tan imposible como inútil pretender
hacer aquí la historia y la valoración de cada uno de
estos últimos, ya que proceden de fuentes tan dispares
como una lápida sepulcral o un acta notarial y un pan-
fleto anónimo o la confidencia mordaz entre adversarios
del filósofo, el testimonio de un amigo contemporáneo y
los relatos de recuerdos lejanos o de simples curiosos.
Para esta sección, no podemos sino remitir al lector a los
datos recogidos en las notas y al índice analítico. Respec-
to a las biografías, en cambio, conviene recordar la histo-
ria de cada una y hacer un pequeño balance entre ellas.

a) JarigJelles: Prefacio de OP (1677)

Este texto, que encabezaba las dos versiones, latina y


holandesa, de las Obras postumas de Spinoza, fue incluido
completo en las ediciones de H. H. G. Paulus (Jena,
1802-3), de Gfroerer (Stuttgart, 1830) y de Gingsberg
(Leipzig, 1875-82), mientras que en la de C. H. Bruder
(Leipzig, 1843-6) sólo fueron conservados algunos frag-
mentos en la introducción a las distintas obras. Tanto
Vloten/Land en su edición varias veces reimpresa (La
Introducción 13

Haya, 1882-3, 1895, 1914) como Freudenthal en su selec-


ción biográfica (Leipzig, 1899) lo omitieron, y esa omi-
sión sólo fue parcialmente subsanada en nuestro siglo
por C. Gebhardt, que, siguiendo el criterio de Bruder, in-
cluyó algunos fragmentos tanto en su reedición de Freu-
denthal (núm. 29) como en su edición crítica (Heidel-
berg, 1925). Hubo de pasar, pues, un siglo hasta que este
valiosísimo texto ha sido sacado del olvido por obra de
tres excelentes investigadores: Akkerman (núm. 1, 1979)
reeditó las dos versiones primitivas, acompañándolas de
introducción y notas; Luis Machado reprodujo la versión
latina, anteponiéndole la portuguesa y una introducción
(núm. 45, 1985); y Emilia Giancotti adjuntó como apén-
dice al texto de la Ética la traducción italiana (núm. 34,
1988).
Como ponen de relieve nuestros epígrafes, el texto
consta de dos breves secciones, inicial (§§ 1-12) y final (§§
69-77), de contenido biográfico, y de un cuerpo central
(§§ 13-68), de carácter doctrinal y apologético. En la pri-
mera sección se alude brevemente a la formación y afi-
ciones del filósofo y se mencionan sus distintas residen-
cias y sus tres obras completas (PPC, TTP y Ética), cuya
doctrina se defenderá a continuación; y en la tercera se
explica por qué otras obras (TP, TIE, Ep, y Gramática he-
brea) quedaron incompletas y se describe su contenido l.
La parte central del escrito constituye, como su autor re-
conoce, una apología o «defensa de los escritos» de Spi-
noza (§§ 54 y 44), que responde, según creemos, a las tres
«objeciones» clásicas contra el spinozismo: panteísmo y
determinismo (§ 13), oposición al cristianismo (§ 19) y
ateísmo e intolerancia (§ 54). De hecho, estas objeciones
fueron lanzadas desde el primer momento por Blijen-

1 El Prefacio menciona, además, dos inéditos: el tratado sobre el


Arco iris (§ 9) y el Álgebra (§ 77).
14 Atilano Domínguez

bergh contra el PPC (Ep 18-24 y 27) y más tarde por


Velthuysen contra el TTP (Ep 42-43), y aconsejaron a
Spinoza impedir primero que se imprimiera su versión
holandesa (Ep 44) y desistir después, en el último mo-
mento, de publicar la Ética (Ep 68). Frente a esas objecio-
nes, el autor del prefacio sostiene que en Spinoza existe
una verdadera ética, que su doctrina está plenamente
acorde con el cristianismo entendido como «religión ra-
cional» (§ 29) y que quienes le acusan de ateo no son
verdaderos cristianos, sino intolerantes.
Basta esta sucinta descripción para darse cuenta de
que este prefacio, publicado anónimo, constituye un do-
cumento de primer orden, si no para conocer el sentido
exacto del sistema de Spinoza, sí para descubrir un mo-
mento esencial de su historia. Su contenido doctrinal re-
fleja, por un lado, el ambiente intelectual del pequeño
«círculo» (Balling, Jelles, Vries, Bouwmeester y Meyer) en
el que se fraguaron las primeras obras del filósofo (KV,
PPC y E, 1) y, por otro, la réplica decidida que a algunos
de sus miembros merecían, hasta el último momento, los
ataques de que era objeto su doctrina. Sus datos biográfi-
cos constituyen el primer bosquejo de la vida y la obra
de Spinoza, trazado por mano de alguno de sus mejores
amigos. Pese a su brevedad, apunta buena parte de los
temas sobre los que se debatirá en lo sucesivo. Como
dijera Meinsma y, salvo pequeños matices, aceptaron
Freudenthal y Gebhardt, «este bosquejo es de la máxima
importancia, puesto que nadie puede poner en duda la
verdad de lo que en él se consigna. Él sigue siendo la
piedra de toque para todo lo que se ha escrito ulterior-
mente» 2.
Ahora bien, el valor de un escrito, especialmente el

2 Cita en núm. 49, 1-2; véase núm. 30, 318, 1; núm. 29 (1914),
p. VI.
Introducción 15

biográfico, sólo puede ser adecuadamente medido si se


sabe quién es su autor. Pues bien, en nuestro caso pode-
mos determinarlo con suficiente precisión. En efecto,
Bayle afirmaba en 1686 (N 70) que el menonita Jarig Je-
lles lo redactó en holandés y que el médico Luis Meyer
lo tradujo al latín. Es cierto que este testimonio no ha si-
do aceptado por todos. Pero lo es también que las otras
opiniones parecen simples variantes de la suya y que no
han aducido razones sólidas en contra. Y así, ya en 1691
el anónimo autor de la novela Het leven van Philopater (C
38n) lo atribuye indistintamente al «doctor L. M. y J. J.».
En 1704 los curiosos viajeros Stolle/Hallmann (N 75)
recogen dos opiniones divergentes y arbitrarias: según
una, lo compuso Jelles, porque Meyer habría muerto an-
tes de 1677, y lo tradujo Glazemaker; según la otra, lo
compuso F. van den Enden y lo tradujo «otro». A estas
hipótesis antiguas se han añadido posteriormente otras,
no menos infundadas. Paulus (1803), L. Stein (1888) y W.
G. van der Tak (1921) han afirmado que Meyer no sólo
tradujo, sino que redactó el prefacio 5. Por el contrario,
C. Gebhardt ha sugerido que Meyer no participó siquie-
ra en dicha edición, porque se habría alejado de Spinoza
después de la publicación del TTP (II, 312, nota 6).
Tras un breve análisis de todas estas opiniones, Akker-
man no duda en establecer «la conclusión de que la au-
toría de Jelles es cierta» (núm. 1, 208). En efecto, el relato
de Stolle/Hallmann se funda en una serie de errores que
lo desacreditan. Baste indicar que Meyer no moriría has-
ta 1681, que F. van den Enden, en cambio, había muerto
en la horca parisina en 1674 y que Glazemaker nunca
tradujo del holandés al latín, sino a la inversa 4. Algo pa-

3 Paulus, I, p. XVII; L. Stein, Arch. d. Philos. 1 (1888), 554-565;

W. G. van der Tak, núm. 15, 1 (1921), 100.


4 Así lo constata Akkerman (núm. 1, 207), que lo estudió a fondo:

pp. 101-200. L 43 se refiere al texto de Spinoza, no al prefacio.


16 Atilano Domínguez

recido parece suceder con la opinión de Gebhardt, ya


que no consta en absoluto el pretendido alejamiento de
Meyer, sino que, por el contrario, es muy probable que
él fuera el médico que le asistió en los últimos momen-
tos y que, en todo caso, sus personas siguieran pública-
mente unidas como lo hacían sus obras
A estas razones externas hay que añadir las internas,
relativas al estilo y al contenido de la obra. Y así, el teó-
logo Hubbeling ha comprobado que la doctrina central,
de la plena concordancia de la filosofía de Spinoza con
la doctrina cristiana, y gran número de las citas bíblicas,
aducidas con profusión para probarla, son comunes a
este Prefacio y a la obra de Jelles, Confesión de fe cristiana 6.
Y el filólogo latino Akkerman ha mostrado cómo el esti-
lo difuso y un tanto enrevesado, unido al afán pedagógi-
co de explicar términos en NS, frente al estilo conciso y
claro, la riqueza de vocabulario y el uso de ciertos térmi-
nos y expresiones adverbiales en OP, reflejan dos perso-
nalidades, distintas por temperamento y cultura, que cua-
dran exactamente con la del teólogo aficionado Jelles y
la del filólogo, literato y filósofo cartesiano Meyer (núm.
1, pp. 208-210, etc.). A ello se añade que Jelles se confiesa
a sí mismo cristiano, al tiempo que designa a Spinoza
simplemente como escritor o autor y tiende a hacer de él
un filósofo cristiano, comparable a Erasmo y Orígenes,
mientras que Meyer evita toda confesión religiosa perso-
nal, pero califica a Spinoza de gran filósofo, sólo equipa-
rable a Descartes (J 9n, 28, 36-37, 52n).
Todas estas diferencias, que permiten a Akkerman ha-
blar de «dos textos diferentes» (núm. 1, p. 209), las he-
mos elevado, partiendo de su precioso estudio, a un cen-

5 C 64 (muerte); C 35-36, L 42, N 29, 35, 37 (obras).


6 En núm. 1 (1979), 154-170; cfr. B 13/ Yn y P. Balling, La luz so-
bre el candelabro (núm. 19, V, 177-191).
Introducción 17

tenar y medio de variantes. Pero, fuera de ciertas omisio-


nes o adiciones fácilmente explicables (J 17, 62, 75*-75b) y
de las citas textuales tomadas de distintas versiones de
obras de Spinoza y de la Biblia, las variantes se reducen
a diversos matices, cuyo número y grado confirman que
el traductor, Meyer, actuó con la libertad que le confe-
rían el prestigio intelectual y la amistad personal con el
autor, Jelles 7.

b) Pierre Bayle (1697,1702)

La fortuna de este texto ha sido más venturosa que la


del prefacio. Aparecido en 1697 en el Dictionnaire histori-
que et critique, y retocado en su segunda edición de 1702,
ha sido reproducido a lo largo de tres siglos más de vein-
te veces merced a las múltiples reediciones y traduccio-
nes de la obra o del artículo o al menos de su parte bio-
gráfica 8. Por eso resulta más extraño que nuestro idioma
no cuente todavía con una versión, total o parcial, del
mismo.
Pierre Bayle (1647-1706) sintió muy pronto una extra-
ña curiosidad por el caso Spinoza y contó con medios
excelentes para satisfacerla. Su incertidumbre religiosa y
su viva inteligencia le llevarán sucesivamente del protes-

7 Jelles cita de NS y de la Statenvertaling de 1637, y Meyer de OP

y de T. de Beza o de Tremellius (núms. 1, 210 y J 10, 22 y 75a). La li-


bertad de Meyer nos parece menos acertada en casos como §§ 2b, 3d,
25a, 30f, 36c, 49a, 55b, 65b, 70d, 7Id, 73 c, etc.
8 El Dictionnaire se editó siete veces hasta 1740, de nuevo en

1820-4 y en 1969; se tradujo al alemán en 1741-4 y al itialiano en


1976. El artículo fue reeditado en 1976 (núm. 57), en 1982 (núm. 33) y
en 1983 (núm. 8); y traducido al holandés en 1698, al inglés en 1710,
al italiano en 1958. Su parte biográfica fue recogida por Freudenthal
en 1899 y por Gebhardt en 1914 (núm. 29). Con razón dijo ya Meins-
ma que «el artículo de Bayle fue la vía regia por la que se difundió el
nombre de Spinoza por todo el mundo» (núm. 49, 2).
18 Atilano Domínguez

tantismo a la experiencia católica, de ésta al enfrenta-


miento con Jurieu y al destierro en Holanda (1681). Ins-
talado por fin en Rotterdam y sostenido por mecenas
como el antiguo amigo de Spinoza, Adriaan Paets, se en-
trega de lleno a leer y a recopilar datos para la que será
la obra de su vida, el Dictionnaire. Tenemos constancia
de que desde 1679, que adquirió la traducción francesa
del TTP y la edición original de OP, estuvo siempre
atento a cuanto se escribía sobre el célebre ateo. Así lo
acreditan las notas bibliográficas publicadas en la revista
por él dirigida Nouvelles de la République des Lettres entre
1684-7 9.
Pero la mejor prueba de sus lecturas son las notas al
artículo Spinoza. De acuerdo con el método histórico y
crítico de la obra, el artículo consta de un breve texto
principal, cuyas noticias van avaladas por breves notas
bibliográficas y cuyas ideas son desarrolladas en amplias
notas críticas. El espíritu que anima a su autor, va de
cierta admiración por la vida del ateo virtuoso al impe-
rioso afán por destruir su sistema teórico 10. La primera
le invita a constatar cómo el modesto judío abandonó
con valentía el judaismo, se inició en edad tardía en el la-
tín y la filosofía, adquirió renombre intelectual entre los
personajes más diversos y vivió siempre honestamente,
entregado a la filosofía. El segundo, en cambio, le incita a
calificar su doctrina de «la hipótesis más monstruosa que
quepa imaginar y la más diametralmente opuesta a las
nociones más evidentes de nuestro espíritu» (§ 8). En úl-
timo análisis la crítica prevalece sobre la admiración, ya
que Bayle duda de la rectitud intelectual de Spinoza y de
su sinceridad con los amigos cristianos, le acusa de impío
y no logra disimular cierto prurito en contar historietas

9 Verniére, núm. 68, 28-33, 173-8, 288-306.


10 íb., núm. 68, 293; Mignini, núm. 50, 182-4.
Introducción 19

que demuestren la cobardía del ateo ante la muerte (§§


8-14 y notas S y Z).
Tanto por su método como por su contenido, la bio-
grafía de Bayle se opone frontalmente a la de Jelles. De
ahí que se haya tendido a subestimar su aportación,
como si sólo hubiera añadido «un pequeño número de
detalles» al Prefacio, fuera cierta su dependencia de Lu-
cas y notable la de Kortholt u . Como se desprende de
nuestras notas y del índice analítico, ni los detalles son
tan pocos ni la dependencia tan clara y notable. Aparte
de OP, y en su segunda edición de Kortholt, Bayle cita,
resume y critica con el detalle que le caracteriza decenas
de obras que tratan de su biografiado. Parece, pues, poco
sensato hacer depender un trabajo, que cita sus propias
fuentes, de unas notas recogidas en un viaje (Kortholt) o
de un texto publicado más tarde y cuya génesis sigue
siendo poco clara (Lucas).

c) S. Kortholt (1700)

Christian Kortholt (1633-1694), profesor de teología


en Kiel, publicó en 1680 una obra contra Hobbes, H.
Cherbury y Spinoza, ya asociados por J. Thomasius en su
juicio sobre el TTP (N 32). El título, De tribus impostori-
bus, significa una réplica a otras dirigidas contra Moisés,
Cristo y Mahoma, de las que sólo se conocen algunos
ejemplares que circularon en el siglo xvm 12. Su hijo Se-
bastián, personaje casi anónimo, que llegaría en 1701 a
profesor de literatura en Kiel, debió sentir curiosidad
por el extraño personaje, del que tenía otras noticias por

11 Cita en Meinsma, núm. 49, 2; véase Freudenthal, núm. 29, 247;

núm. 30, 319.


12 Véase núm. 9, pp. 169-170, e infra nota 22.
20 Atilano Domínguez

la correspondencia de su padre (K 3), e hizo un viaje ha-


cia 1695-7 a La Haya a fin de conocerlo más de cerca 13.
Incitado por Th. Burnet y por Bayle (K 11) decidió, final-
mente, publicar los datos recogidos en el prólogo a la re-
edición de la obra de su padre que publicó en 1700.
Este texto, lo mismo que el de Bayle, han sido subesti-
mados frente a las biografías de Colerus y de Lucas.
Meinsma, por ejemplo, no dudó en afirmar que Kortholt
sólo añadía «dos o tres informaciones» sin respaldo do-
cumental. Y Freudenthal opinaba que su «rígida ortodo-
xia» le había impedido comprender la nobleza del filóso-
fo panteísta, asociándolo en ese sentido al ilustrado,
crítico y escéptico Bayle frente al pastor, suave e indul-
gente, Colerus 14. Incluyó, no obstante, en su selección la
parte biográfica del prefacio, que pasó así a la historia
del spinozismo, aunque, según creemos, nunca fue reedi-
tada como texto independiente. Hace poco, sin embargo,
también este bosquejo ha sido traducido al francés y va-
lorado en su justa medida, pues se reconoce en sus notas
que en varios casos problemáticos «Kortholt tiene razón
contra otras fuentes» 15.
Es cierto que S. Kortholt, como Bayle y Colerus, no
simpatiza con Spinoza, al que no duda en descalificar,
frente al prefacio de OP, tachándolo de «ateo malvado»
e «impío» (§§ 5, 10), de «ávido de gloria» y «ambicioso»
(§ 6) y de «alma impura» (§ 7). Es cierto también que,
aparte de OP, Bayle y la carta de Greiffencranz a su pa-
dre, no cita más fuentes que el testimonio del hospedero

13 K 1: «ante aliquot annos». Meinsma (núm. 49, 2) interpreta «en

1698 ou 1699»; y Dunin (núm. 23, 51), apoyándose quizá en K 8, su-


pone que Kortholt estuvo presente («an Ort und Stelle erfuhrt») a la
subasta de 1677 (N 62b), lo cual es seguramente falso.
14 Meinsma, núm. 49, 2-3; Freud, núm. 29, 246; núm. 30, 319.
15 Cita de P.-F. Moreau, núm. 49, 15/4*; Bull. Assoc. Amis Spino-

za 7 (1982), 1-5; reproducido en núm. 8, 177-181.


Introducción 21

de Spinoza, recogido durante su estancia en La Haya.


Pero, al mismo tiempo, su texto se limita a constatar es-
cuetamente sus noticias e impresiones, sin ánimo de co-
mentarlas o de adornarlas con anécdotas como hará
Lucas. Y así, por aludir tan sólo a las más relevantes,
Kortholt demuestra tener noticia de que el padre de
Baruch era comerciante y sugiere que el abandono de
la profesión por parte del hijo supuso un temprano dis-
tanciamiento entre ambos 16; de la relación con la hija
de F. van den Enden; de los problemas con la herencia
de su padre simbolizada en la cama; de su fama de soli-
tario por los años 1672; de su trato con hombres políti-
cos y de su violenta reacción ante la muerte de Jan de
Witt; de sus gastos en la pensión de Spyck y de las cir-
cunstancias de su muerte; de que sus libros fueron ven-
didos y sus manuscritos enviados a Rieuwertsz; de una
posible traducción de la Biblia, etc. Aun cuando Kort-
holt no ofrezca, como suele hacer Bayle, fuentes docu-
mentales, todas estas noticias parecen ser objetivas y
pueden provenir en parte de entrevistas con su compa-
triota Colerus. Donde la ortodoxia impide al biógrafo
ser imparcial, es más bien en la valoración de las obras
de Spinoza, pues afirma que fueron redactadas a altas
horas de la noche, ridiculiza la hipotética quema del
tratado sobre el Arco iris y lanza toda suerte de maldi-
ciones contra las que quedaron. Mas todo esto es fácil
de detectar y de poner entre paréntesis y no hace sino
poner de relieve la veracidad de las informaciones
biográficas.

16 Vries (núm. 69, 27-29, 36-7) insiste en esta ruptura juvenil y en

su función liberadora, inspirado quizá por Feuer (núm. 25), 34-7.


22 Atilano Domínguez

d) Colerus (1705)

Es ésta la más completa de las biografías antiguas so-


bre Spinoza y, pese a sus numerosas erratas o inexactitu-
des, la que ha gozado de mejor fama y ha sido la más di-
fundida 17. Su autor, el pastor protestante, natural de
Düsseldorf, Johannes Nicolaus Kóhler (1647-1707), es
contemporáneo de Bayle y llegó a interesarse por el filó-
sofo judío porque residió, como él, muchos años en Ho-
landa. Destinado a Amsterdam en septiembre de 1679,
fue trasladado a La Haya en 1693, donde estuvo al cui-
dado de la comunidad luterana, a la que pertenecía
Spyck. Dos años antes de su muerte publicó un libro so-
bre la resurrección de Jesucristo, dirigido contra Spinoza
(De waarachtige veryzertis Jesu Cbristi uit den dooden tegen B.
de Spinoza), al que adjuntaba su biografía bajo el título:
Korte dog ivaaragtige levensbeschriyving van Benedictus de
Spinoza (Amsterdam, J. Lindenberg, 1705). Este dato bas-
taría para demostrar que su interés por el filósofo no sur-
gió de la fortuita circunstancia de haberse alojado en la
misma pensión en que lo hiciera éste cuando llegó a La
Haya hacia 1670 (C 22), sino de la inquietud religiosa
frente a la influencia de su obra, que él debió captar muy
pronto en los medios eclesiásticos (N 69). Así parecen
confirmarlo el cúmulo de datos recogidos y el análisis de
libros citados.

17 Al año siguiente de su aparición, fue traducida al francés y al

inglés (1706) y algo más tarde al alemán (1733). Aunque la versión ori-
ginal, holandesa, no sería reeditada hasta 1880, 1899 y 1910, la traduc-
ción francesa lo fue en 1735 con adiciones de Lucas (Boulainvillers) y
en 1842 (Saisset), 1954 (Caillois) y 1973 (Préposiet); la inglesa en 1880
(Pollock), 1906, 1910; y la alemana en 1899 (Freudenthal) y en 1914,
1972, 1977 (Gebhardt). También ha sido traducida dos veces a nuestro
idioma, aunque, como todas las demás, siempre de la francesa y con
sus errores: por J. Bergua en Spinoza: Obras completas, Madrid, Clásicos
Bergua, pp. 459-488 (texto), pp. 563-576 (muchas y curiosas notas); y
por Mario Calés en núm. 33, V, 145-186.
Introducción 23

La obra consta de 14 capítulos, en los que se expone


cronológicamente la vida de Spinoza, desde su origen fa-
miliar y sus estudios hasta la excomunión, desde su tras-
lado a La Haya y sus relaciones con altos personajes has-
ta su muerte y la publicación de sus obras. Pero entre
esos y otros datos, Colerus introduce un extenso relato
de la excomunión de Spinoza (cap. IV, §§ 10-18) y resu-
me las numerosas críticas dirigidas contra el TTP y las
Opera posthuma (caps. XI-XIII, §§ 32-61). Tanto esta duali-
dad de contenido, alabanza de la vida y crítica de la doc-
trina, como la seriedad metodológica, de señalar sus
fuentes, nos autorizan a parangonarle con Bayle. Su escri-
to, sin embargo, tiene un objetivo apologético, carente de
sentido en aquél. Claro que su apología no es de Spino-
za, como en el prefacio de OP, sino más bien del cristia-
nismo, como él mismo confiesa. «No es mi propósito, di-
ce, citar aquí todas las ideas absurdas e impías de
Spinoza, sino tan sólo algunas, sin duda las más impor-
tantes, a fin de infundir a los lectores cristianos terror y
aversión hacia los escritos y enseñanzas de este hombre»
(C 49).
Guiado por ese objetivo, Colerus recogió a lo largo de
más de veinte años noticias sobre «el más impío ateo que
jamás haya existido en el mundo» (C 47). Leyó sus obras,
sobre todo el TTP y la Ética (C 43, 46-49); extractó datos
biográficos del Prefacio de OP, de Bayle en la versión ho-
landesa de Halma y probablemente de Kortholt citado
en ella; analizó las críticas de Bredenburg, Blijenberg,
Mansveldt, Velthuysen, Wittich, etc.; se informó acerca
del judaismo en Maimónides, Seldenus y Lighoot; reco-
gió noticias directas de diversas personas que conocieron
a Spinoza, como la viuda van der Werden, el sobrino
de Wittich y el subastador, y, ante todo, del hospedero
H. van der Spyck, que le mostró el cuaderno de dibujos
y el libro de cuentas de Spinoza, algunas cartas de Rieu-
24 Atilano Domínguez

wertsz, etc. ¿Qué valor otorgar a la obra redactada con


estos materiales y este propósito? Si prescindimos, de
momento, de su comparación con Lucas, los críticos han
dado por bueno el juicio de Meinsma. «Los raros datos
ofrecidos por el valiente Colerus sobre la juventud y la
adolescencia de Spinoza, e incluso hasta 1671, son im-
perfectos y sujetos a precaución... Sólo la parte biográfica
que se sitúa en La Haya merece entera confianza» 18.
Este juicio, sin embargo, debe ser matizado en dos
puntos fundamentales. El primero es que Colerus no
sólo da noticias sobre el período de La Haya, sino tam-
bién, aunque menos, sobre el de Amsterdam, es decir,
sobre los lugares donde también él vivió, mientras que
su silencio es total sobre la década de Rijnsburg y Voor-
burg (1660-1670), a pesar de que existen muchas noticias
sobre ella en la Correspondencia (Ep 1-41). En efecto, Co-
lerus informa sobre la casa familiar y las hermanas, sobre
el aprendizaje del latín en la escuela de F. van den En-
den y la coincidencia de Baruch con su hija y con Kerck-
rinck, del alejamiento progresivo de los judíos, la oferta
de la pensión, el atentado y la excomunión, del aprendi-
zaje del oficio y de su residencia en Ouderkerk. Al me-
nos las noticias sobre la casa y Ouderkerk parece haber-
las recogido en Amsterdam, ya que las otras o están en
Bayle o en documentos de La Haya. El segundo punto
se refiere a los errores de Colerus, que Meinsma y Freu-
denthal elevan a una veintena 19. Puesto que ya en nues-
tras notas hemos aludido a los más notables, nos limita-
remos aquí a señalar que algunos son simples erratas,
otros imprecisiones en fechas o cuentas que Colerus pu-
do corregir con los datos por él citados, y otros son más
bien puntos discutibles o matices de interpretación. Bue-

18 Meinsma, núm. 49, 5.


19 Meinsma, núm. 49, 4-5; núm. 30, 319-320.
Introducción 25

na parte de ellos reflejan exactamente dos aspectos del


carácter que le atribuye Stolle: poco cuidadoso en sus ex-
presiones y celoso de la ortodoxia 20.

e) Lucas (1719)

Quince años después de la biografía de Colerus apare-


cieron en Amsterdam dos versiones de un texto anóni-
mo, que llevaban estos títulos: 1.a La vie et Vesprit de Mr.
Benoit de Spinosa, s/1 <Amsterdam, Charles le Vier>, 1719;
2.a La vie de Spinosa, Nouvelles Littéraires, Amsterdam,
Du Sauzet, X (1719), pp. 40-74. En 1731, Boulainvillers
incorporó algunos fragmentos a su edición de Colerus,
reproducidos por Paulus en 1802, y en 1735 fue reedita-
da en Amsterdam la primera versión, aunque con otro tí-
tulo y falso pie de imprenta: La vie de Spinoza par un de ses
disciples, Hambourg, H. Künrath (en realidad, como ya
dijera Marchand, el mismo Le Vier). Este texto, y no el
de 1719, es el que será reproducido en todas las edicio-
nes posteriores, como las de Prat y Saisset (1862), Caillois
(1954) y Préposiet (1973). Hasta tal punto cayó en el olvi-
do la edición original que cuando, hacia 1890, Meinsma
quiso consultarla, no halló ningún ejemplar, sino tan sólo
una copia manuscrita de la primera versión en La Haya.
En la década siguiente, sin embargo, Jacob Freudenthal
descubrió dos ejemplares (uno de la primera versión en
la universidad de Halle, al que llamó H y otro de la se-
gunda en la de Gotinga, llamado N por ser el publicado
en Nouvelles Littéraires), tres de la reedición de 1735 y
ocho copias manuscritas 21. Puesto que, en su opinión,

20 «Es prudente y un poco malhumorado..., pero su celo por la or-

todoxia es (tan) grande... No me parece demasiado cuidadoso..., sino


que lo dice todo tal como lo siente» (núm. 29, 249).
21 Las cinco copias de la primera versión fueron halladas: dos en
26 Atilano Domínguez

los manuscritos eran defectuosos y ni ellos ni la reimpre-


sión de 1735 aportaban nada nuevo, hizo la edición crítica
a base de las dos versiones primitivas. La verdad es que,
aunque él creía que H añade ciertas glosas, que aproxima-
rían el texto a la versión francesa de Colerus, y alguna nota
espuria, siguió ese texto, que suele ser más completo, y
sólo incluyó entre paréntesis, como glosas, dos frases (L 12
y 36) y un párrafo (L 24). En cuanto a N, se limitó a reco-
ger en nota sus variantes o «cambios», con una sola excep-
ción, en que añadió una palabra suya al texto (L 7).
Aunque, al parecer, después de un siglo y de las dos
guerras mundiales, han desaparecido gran parte de los do-
cumentos utilizados por Freudenthal, posteriormente se
han localizado, al menos, cuatro ejemplares impresos y
cuatro copias manuscritas de la primera versión. Pero su
interés parece ser mayor para la extraña historia redaccio-
nal de L'esprit que para la historia y el valor de La vie que
lo acompaña en todos ellos 22. Según la edición crítica de

Gotinga, una en Halle y dos en La Haya (Bib. Real y Museo Meer-


manno-Westrianum); las tres de la segunda: dos en la B. R. de Dresde
y una en la de Viena. Existen tres traducciones españolas: Bergua (cita-
do en nota 17), 489-502 (texto) y 576-9 (notas); F.-F. Soriano Gamazo,
en Spinoza. Tr. de la reforma del entendimiento, Puerto Rico, Río Piedras
(1967), 97-116; M. Calés (núm. 34), V, 187-209.
22 Los ejemplares impresos han sido hallados en 1933 por I. Sonne

en Florencia, en 1974 por J. Vercruysse en Bruselas, en 1986 por S.


Berti en Los Angeles y en 1987 por F. Charles-Daubert en Fráncfort.
No nos consta, sin embargo, que se conserven los dos usados por
Freudenthal; y de las copias sólo se citan ahora la del Museo de La
Haya y las de Gotinga. El cotejo del manuscrito de Múnich y otros
del De tribus impostoribus con el ejemplar impreso de Fráncfort confir-
ma algo que ya insinuara Charles Marchand: que la redacción de Ves-
prit de Spinosa, publicado con la Vie en 1719, se remonta a 1716, que es
obra de un grupo de libreros protestantes refugiados en Holanda (Le
Vier, Bóhme y Fritsch) y que va unida a la del Fameux libre des trois im-
posteurs: Fr. Charles-Daubert, «Notes sur la vie et l'esprit de Spinosa
(1719)», Bull Assoc. Amis Spinoza, París, 21 (1988), 14-18; «Note sur
lesprit de Spinoza et le traite des trois imposteurs», Arch. Philos. 53
(1990): Bull. Bibl Spinoziste XII, 10-12.
Introducción 27

Freudenthal, el texto de Lucas contiene una «advertencia»


del editor y un «prefacio del copista», la biografía del filó-
sofo y un apéndice con el «catálogo de las obras del señor
de Spinosa». La biografía pretende ser el homenaje de un
amigo al gran filósofo que, precisamente por haber lucha-
do por la verdad y la razón y contra la superstición y la ig-
norancia, es envidiado por el vulgo y mantenido en el olvi-
do por los poderosos (L 1, 32, 38-39). Acorde con este
objetivo y con el ambiente de libertad política en que vive,
el autor adopta un tono solemne de discurso, que es de
panegírico hacia el filósofo y sus protectores y de crítica
mordaz hacia sus enemigos. Entre los primeros están S. de
Vries, que le habría dejado a su muerte una pensión vitali-
cia, y Jan de Witt, que le consultaría asuntos de Estado y
le pasaría una ayuda personal; entre los segundos, el gran
rabino Saúl Levi Morteira, que habría sido el máximo res-
ponsable de su expulsión de la comunidad judía, y, en ge-
neral, los eclesiásticos, tanto judíos como cristianos. Este
panegírico, que adopta a veces una forma teatral, al hacer
que el protagonista exprese en primera persona sus ideas
más importantes (L 2, 4, 7-8, 23-28, 32), contiene, no obs-
tante, un buen número de noticias sobre la vida del filóso-
fo, que no se pueden desechar sin previo análisis.
Para ello sería indispensable conocer la historia del tex-
to, es decir, su autor, la época de su redacción y los posi-
bles cambios posteriores. Ahora bien, las tres cosas ofrecen
dificultades sobre las que los expertos no han llegado
todavía a un acuerdo. Para determinar el autor, el único
dato sólido, frente al cual no nos merecen mayor crédito
otras hipótesis 23, parece ser la opinión del copista que, des-

23 El nombre de Gabriel Saint Glain (t 1685) ya fue apuntado por

Boullainvillers en 1731; el de un tal Lucas Vroesen por Marchand,


que recogía la opinión de un copista, en 1758; y el del abogado Johan
Louckers (N 60-61) por W. Meijer a finales del siglo xix: Meinsma,
núm. 49, 6; Freudenthal, núm. 29, 239-240.
28 Atilano Domínguez

pués de elevar a categoría de «discípulo» al que se pre-


senta más bien como «amigo» del filósofo (L 1 y 19n), se
atreve a conjeturar, «quizá con certeza, que toda la obra
se debe al difunto señor Lucas, tan famoso por sus Quin-
tessences y aún más por sus costumbres y forma de vida»
(L <b>). Se refiere sin duda alguna al médico calvinista,
Jean Maximilien Lucas (ca. 1646-1697), natural de Rouen
y muerto en La Haya, que vivió más de veinticinco años
como periodista y librero en Holanda, donde se hizo cé-
lebre por haber dirigido, en esa revista y en Pot de nouve-
lles, duros ataques contra Luis XIV, sin que las autorida-
des francesas lograran que fuera expulsado del país 24.
Respecto a la fecha de redacción del texto, contamos
con tres datos: por un lado, el catálogo del apéndice
menciona el libro de Cuffeler editado en 1684, mas no la
edición de «un» Arco iris hecha en La Haya en 1687; y,
por otro, el texto habla del «comienzo» y del «fin de las
últimas guerras» (L 22, 38), aludiendo sin duda a la gue-
rra con Inglaterra y Francia (1672-1678). De acuerdo con
esto, el texto habría sido redactado entre 1684 y 1687 o
incluso hacia 1678 25, lo cual cuadra bien a Lucas, aun-
que mejor todavía a Saint Glain, que murió justamente
en 1685.
A la vista de estos datos sobre la historia y el conteni-
do del texto, es obvio que, aunque la paternidad de Lu-
cas y la redacción temprana no suelan ser cuestionadas,
exista gran disparidad de opiniones acerca de su valor
biográfico. Con el buen tino que le caracteriza Meijer
apuntó que esta biografía «responde mejor que la de Co-
lerus al prefacio de OP y propone con frecuencia una
mejor cronología de los acontecimientos» (núm. 49, p. 7).

24Verniére, núm. 68, 26-27; Suchtelen, en núm. 49, 450ter.


25Dunin (núm. 21) lo remontaba a 1678 y Wolf (núm. 73) a 1688.
La última fecha aparece en una copia de Leningrado: nota 22.
Introducción 29

Poco después, sin embargo, y con no menos acierto,


Freudenthal hacía constar sus reparos hacia el texto que
también él colocó al frente de todos los demás: «existen,
pues, interpolaciones que no permiten emitir un juicio
sobre la antigüedad de Lucas y el valor de su biografía»
(núm. 29, 240-1). Desde entonces los pareceres oscilan
entre aquellos que, como Gebhardt, le dan todo crédito
por su antigüedad y su acierto en varios casos y aquellos
otros que, no muy seguros del autor ni de la fecha, des-
cubren excesiva retórica en su redacción y, sobre todo,
serias anomalías en su transmisión 26.
En nuestra opinión, la verdadera prueba de fuego está
en las fuentes de Lucas y en sus extraños paralelismos
con Colerus. En cuanto a las primeras, él mismo mencio-
na el prefacio de PPC y el TTP, así como las Cartas pu-
blicadas en OP y el testimonio de amigos que asistieron
a la muerte de Spinoza, y utiliza, al menos una vez, el
prefacio de OP (L 16, 18-19, 38). Respecto a las otras
biografías, es sorprendente que no dé indicios de
conocer a Bayle ni a Kortholt y que, sin embargo, pre-
sente evidentes coincidencias con Colerus, a pesar de que
no lo cita, sino que parece más bien disimularlo. Las más
llamativas, ya citadas por Meinsma y por Freudenthal,
son las noticias sobre la excomunión judía tomadas de
Seldenus, sobre la pensión de S. de Vries y sobre el as-
pecto físico del filósofo 27. Pero los paralelismos son mu-
cho mayores. El mismo Meinsma llega a afirmar que
«respecto a la vida de Spinoza en La Haya, ... Colerus y

26 Véase debate entre Dunin y Freudenthal: núm. 21 y núm. 22, I,

46-51, 530-32; núm. 29, 239-41, y núm. 30, 260-2 y núm. 31; Francés,
núm. 27, 105-19, 280-1; Verniére, núm. 68, 26-7: «la prétendue bio-
graphie est une reconstruction littéraire souvent romancée et toujours
bavarde»; Albiac, núm. 2, 367/5.
27 L lOn = llss. Por la fuente, la extensión y el tono, Lucas pare-

ce la réplica laica a la clerical de Colerus.


30 Atilano Domínguez

Lucas concuerdan casi completamente», a pesar de que


OP no dice casi nada sobre ese período (núm. 49, 7).
Aún más, si con la ayuda de nuestro índice analítico se
analizan a fondo todos los paralelismos u oposiciones es-
tablecidos por Hubbeling (núm. 37, 10-22), como hemos
comenzado a hacer ya en nuestras notas a ambos textos,
se comprobará que las noticias nuevas aportadas por Lu-
cas son muy escasas, están a veces contaminadas de erro-
res y no implican un trato directo con el filósofo. Las
más llamativas son la participación de Morteira en la ex-
comunión de Spinoza y en su posterior expulsión de
Amsterdam y las relaciones entre el filósofo y Jan de
Witt. En nuestra opinión, ambas son muy verosímiles, ya
que están acordes con el talante personal y el puesto de
ambos personajes y con otros hechos paralelos 28, por lo
que bastaba personalizar ciertos datos ofrecidos por Co-
lerus para construir ambos relatos. La falta de rigor salta,
no obstante, a la vista por el estilo teatral en el primer
caso y por la hiperbólica y falsa alusión a las matemáticas
en el segundo. En verosimilitudes o analogías pueden
fundarse también otras noticias, como que Spinoza leyó
el Talmud\ que no era blasfemo, que no heredó nada de
su padre y que no se casó 29. Para otras, en fin, bastan
como fuente las obras de Spinoza, por ejemplo, que sus
amigos eran cartesianos y que residió dos años en Rijns-
burg 30. Por todo ello nos parece innegable que el redac-

28 Los casos de Uriel da Costa y de Juan de Prado son análogos

por la forma de actuar Morteira, por la posible ayuda económica y la


expulsión (L 13n) de la ciudad: Albiac, núm. 2, 214-225, 368/21
(Uriel); 255-266, 368-9/21, 422-4, 489-90, 503-510 (Prado); H.-P. Salo-
men, núm. 51, XLVIII-LIII (Uriel); XCI-XCIV, CI-CV (Prado). Sobre
J. de Witt baste remitir a: C 30; L 20, 26n, 42; N 35, 39c.
29 L 2, 10 y 12, 34 en relación a C 4, 21, 22-23, 64, 71, etc.
30 L 15-16 = Ep 8-15 y pref. de PPC; L 15 = C 22. Lucas pudo

corregir el craso error de Colerus leyendo las fechas de Ep 1 (1661) y


de Ep 17 (1664) e interpretando igual que él la expresión «elapsa hie-
me», es decir, como invierno de 1663.
Introducción 31

tor de la biografía, y no sólo su copista o editor, como


sugería Freudenthal, tuvo a la vista el texto de Colerus,
por lo que en ciertos casos ella significa una síntesis y en
otros una réplica a éste 31.

3. La biografía de Spinoza hoy

¿Cómo escribir hoy la biografía de Spinoza? ¿Qué


nuevos datos poseemos para ajustar a la realidad su ima-
gen histórica, idealizada o vilipendiada desde el primer
momento según la simpatía o antipatía que suscitaban
sus ideas? Antes de ensayar una respuesta a estas pregun-
tas, conviene hacer algo de historia.
La biografía de Spinoza ha sido más objetiva a medida
que contó con una base documental más amplia. En este
sentido cabría dividir la historiografía de la vida del filó-
sofo judío en tres grandes etapas. La primera, fundacio-
nal, está formada por las cuatro biografías aquí recogidas.
La segunda, que nos atreveríamos a calificar de prehistó-
rica, se extendería desde la edición del texto de Lucas
(1719) hasta el final del siglo xix, por cuanto durante casi
dos siglos o no se hallaron nuevos datos importantes o
no se los estudió críticamente. En ella quedarían inclui-
dos algunos ensayos del siglo xvm, como los de Boullain-
villers, Niceron, Monnikhoff, Philipson (1790); y los nu-
merosos y bastante más sólidos del siglo xix, entre los
que cabe señalar: B. Auerbach, Saisset, J. van Vloten, K.
Fischer, Nourrisson, Fiorentino y Pollock (1880). La ter-
cera, que merece sin reservas el título de histórica por
contar con nuevos documentos de archivo y con un mé-
todo riguroso, es la iniciada por la monografía de Meins-

31 Freudenthal, núm. 29, 240: «la traducción francesa de Colerus

fue utilizada por el editor de H o por el redactor de su modelo».


32 Atilano Domínguez

ma (1896), la selección documental y la biografía de


Freudenthal, y desarrollada por investigadores como Du-
nin, Dujovne, Feuer y Th. de Vries. Con el tercer cente-
nario de la muerte del filósofo (1977) parece que hemos
entrado o queremos entrar en una nueva etapa, que está
simbolizada por el Spinoza editado ese mismo año por el
Instituto Holandés en París, cuyos comentarios a viejos
documentos trazan una crónica concisa y completa de su
vida; y por la traducción francesa de Meinsma, que va
acompañada de numerosas notas de varios especialistas
que ponen al día el antiguo texto (1983).
Algunos van tan lejos en esta nueva orientación que
tienden a tachar de «leyendas» no sólo las primeras mo-
nografías, sino también las elaboradas hace un siglo, que
han estado en vigor hasta nuestros días. Al no aceptar
como datos seguros más que los de las Cartas y del Prefa-
cio y subrayar los puntos oscuros en la juventud (papel
de Morteira y de F. van den Enden, causas y consecuen-
cias de la excomunión) y en ciertos hechos relacionados
con la política (amistad con J. de Witt y viaje a Utrecht) y
con la impresión de las obras de Spinoza (correcciones
de estilo y supresión de datos personales), tienden a ex-
tender la duda sobre la biografía en su conjunto 32.
Puesto que sobre estos y otros muchos aspectos parti-
culares ya hemos expresado nuestra opinión, basten aquí
algunas consideraciones generales. Hay que reconocer
que desde 1719 a 1896 no ha habido otro aporte docu-
mental sólido a la biografía de Spinoza que el descubri-
miento y publicación del texto holandés del KV y de al-
gunas cartas (1862). Pero la vasta documentación
archivística descubierta por Servaas, Meinsma, Freuden-
thal e incluso Dunin ha transformado radicalmente la si-

32 Nos referimos a Rekers (núm. 58), que dice inspirarse en Feuer

(núm. 25) y Belinfante, etc. (núm. 10).


Introducción 33

tuación. Desde ese momento no se puede decir que sea


un misterio el entorno familiar y cultural del filósofo ni
su excomunión, ni sus residencias ni la génesis de sus
principales obras, ni su muerte ni la edición de los escri-
tos postumos. Casi todos los personajes mencionados en
la Correspondencia y en las primeras biografías fueron
sacados a la luz, desde F. van den Enden, Koerbagh y
Rieuwertsz a Vries, Jelles y Balling, de Meyer y Bouw-
meester a Hudde y Huygens, a Graevius y Velthuysen,
de Oldenburg y Schuller a Leibniz y Tschirnhaus, y un
largo etcétera.
¿Qué ha sucedido entonces para que ahora se enjuicie
tan duramente ese pasado? Desde luego, desde hace un
siglo han visto la luz nuevos documentos. Aparte de Ep
12A, están los publicados por Vaz Dias y Révah. A los
cuales hay que añadir la publicación o reedición de
obras del siglo xvn, que habían caído en el olvido más
completo, y de monografías complementarias: de los ju-
díos Uriel da Costa, Menasseh, Pereyra y Morteira; de
los holandeses Balling, Meyer y Koerbagh; de Tschirn-
haus y de Stensen, etc. Aún más, en nuestra opinión, esos
documentos y estudios no han contradicho ningún he-
cho importante de las biografías clásicas, sino que han
matizado sus detalles o circunstancias. Antes hemos alu-
dido a dos de los más polémicos: las relaciones de Spino-
za con Morteira y con Jan de Witt. Que el joven Bento
no esté incluido en las listas de alumnos que cursaron,
en torno a 1651, estudios superiores, orientados al rabi-
nato, en la escuela oficial Talmud Tora, y que, por otra
parte, en documentos notariales de 1655 aparezca parti-
cipando con su hermano en la empresa comercial here-
dada de su padre, no excluye en absoluto que el hijo
aventajado de un judío relevante haya estudiado, como
sugiere el mismo Vaz, con el maestro más prestigioso de
la comunidad en una de las dos academias (jesiba) que él
34 Atilano Domínguez

dirigía desde 1639 33. En cuanto a Jan de Witt, ni la dife-


rencia de clase entre el noble holandés y el comerciante
judío ni el silencio de la Correspondencia bastan para anu-
lar los claros indicios, si no de amistad personal, sí de
apoyo oficial del político al filósofo: acercamiento progre-
sivo de éste a La Haya, alabanzas al gobierno del Estado
y de la ciudad natal, crítica a la política anterior, ira y lá-
grimas ante su cruel asesinato, asociación pública de am-
bos en panfletos y en motines callejeros...
En nuestra opinión, el motivo de esas críticas es do-
ble. Primero, que el excesivo afán por conocer bien la vida
real del solitario y extraño filósofo, creador de un sistema
no menos extraño y revolucionario, lleva a confundir las
dudas sobre los detalles con la ignorancia o la leyenda
sobre los hechos. Segundo y principal, que la exigencia
de certidumbre lleva a excluir toda fuente de informa-
ción que no sea la Correspondencia y el Prefacio de OP,
siendo así que éstos han eliminado por principio todo
dato personal. Este método, que precipita de entrada al
investigador en el escepticismo, nos merece serias reser-
vas. ¿Por qué va a ser más objetivo el testimonio del ami-
go Jelles que el del enemigo Leibniz? ¿Por qué . va a ser
más sincero el diálogo entre Spinoza y Velthuysen o Bo-
xel que las sospechas de los vecinos de Voorburg o las
denuncias panfletarias de los de La Haya? Aunque es
cierto que los amigos Jelles y Lucas están en mejores
condiciones que Bayle, Kortholt y Colerus para com-

33 Vaz, núm. 67, 148-9/2 (listas de 1651) y 150-6 (amplio comenta-

rio). Morteira fundó una jesiba de grado inferior, Reshit Hokhma (Ini-
ciación a la enseñanza), en 1639 y otra de nivel superior, Keter Tora
(Corona de la Ley) en 1643. Y, como recuerda el mismo Vaz, es ésta jus-
tamente la que menciona Barrios en el célebre texto en el que asocia a
Prado y a Spinoza («Espinos son los que en Prados de impiedad...»)
frente a Morteira («La Corona de la Ley... nunca ha dejado de arder
en la £ar$a Academia con las doctrinales hojas que escribió el Sapien-
tísimo Saúl Levi Mortera...»).
Introducción 35

prender la doctrina de Spinoza, ni el testimonio personal


o del amigo acerca de un hecho es siempre veraz y obje-
tivo, ni la opinión del observador un poco alejado o del
enemigo es siempre falsa. Nuestra edición va presidida
por la convicción opuesta al exclusivismo metodológico
que estamos denunciando. Hacemos nuestra la opinión
crítica e integradora de aquellos que no excluyen ningún
documento, sino que los someten todos al propio análisis
y al contraste mutuo 34.

4. Selección bibliográfica

1. Akkerman (Fokke), Studies in the Posthumous Works of Spi-


noza, Groningen, Krips Repro Meppel (1980), 2 8 5 pp.;
texto bilingüe del Prefacio, con introducción y notas, pp.
205-275. Con otro título y colaboración de H. G. Hubbe-
ling en Lias 6 ( 1 9 7 9 ) , 103-173.
2. Albiac (Gabriel), La sinagoga vacia. Un estudio de las fuentes
marranas del espinosismo, Madrid, Hiperión (1987), 558 pp.
3. Aler (J. M. M.), Catalogus van de Bibliotheek der Vereniging
Het Spinozahuis'te Rijnsburg Leiden, Brill (1965), 61 pp.
4. Altkirch (E), Spinoza im Portrát, Jena, 1913; Londres
(1980), 111 pp.
5. Amador de los Ríos (José), Historia social, política y religio-
sa de los judíos en Esparta y Portugal, reed. facsímil, Madrid,
Turner (1984), 3 vol. (1.a ed., Madrid, 1848).
6. Azevedo (J. L. d'), Historia dos cristáos-novos portugueses,
Lisboa, Classica Editora, 3.a ed. 1989 (1.a ed. 1921).
7. Bayle (Pierre), «Spinoza», en Dictionnaire Historique et Cri-
tique, 1697, vol. 2.°, pp. 1082-1100; 1702 (con nuevos
datos), vol. 3.°, pp. 2767-2780. Existe reimpresión de la
ed. de París, 1820-4 en Ginebra, Slatkine, 1969; «Spino-
za», vol. 1 3 , 4 1 6 - 4 6 8 .
8. Bayle (Pierre), Écrits sur Spinoza, selección, introd. y notas

34 Aludimos a Hubbeling (núm. 37), p. 10 y a P.-F. Moreau (núm.

49), pp. 18/15*.


36 Atilano Domínguez

de F. Charles-Daubert y P-F Moreau, París, Berg Interna-


tional (1983), 189 pp.
9. Belinfante (Gebr. = ed.), Catalogus van de Boekerij der Ve-
reeniging *Het Spinozahuis}, La Haya, Belinfante-Schinkel,
s/f, 89 pp.
10. Belinfante (Judith C. E.) - Kingma (J) - Offenberg (A. K.),
Spinoza, París, Institut Néerlandais (1977), 83 pp.
11. Borges Coello (A), Inquisigao de Evora: dos primordios a
1668, Lisboa (1987), 3 4 8 pp.
12. Bunge (Louis van), Johannes Bredenburg (1643-1691). Een
rotterdamse collegiant in de ban van Spinoza, Rotterdam, Uni-
versiteit Drukkerij (1990), 303 pp.
13. Carvalho (Joaquim de), «Sobre o lugar de origen dos an-
tepasados de Baruch de Espinosa», en Obra completa, Lis-
boa, I (1978), 368-401 (1.a ed. 1930).
14. Castro (D-H), Keur van grafsteen op de nederl.-portug.-israel
Begraafplaats te Ouderkerk aan de Amstel, Leiden, Brill,
1883.
15. Chronicon Spinozanum, La Haya, 1921-7, 5 vol. (contiene
muchos artículos de interés biográfico)
16. Dibon (Paul), Regarás sur la Hollande du siécle dOr, Nápo-
les, Vivarium (1990), 783 pp.
17. Di Vona (Piero), Baruch Spinoza, Florencia, La Nuova Ita-
lida Editrice (1975), 138 pp.
18. Domínguez (Atilano), «Benito de Espinosa ou Baruch de
Spinoza?», París, Bulletin áe l'Assoc. áes Amis áe Spinoza, 13
(1984), 1-9.
19. Domínguez (Atilano), Spinoza. I) Trataáo teológico-político.
II) Tratado político. III) Correspondencia. IV) Tratado de la re-
forma áel entenáimiento, etc. V) Tratado breve, traducción, in-
troducción, notas e índice analítico, Madrid, Alianza Edi-
torial, 5 vol. (1986-1990), 439, 234, 429, 351, 2 8 4 pp.
19 bis. Domínguez (Atilano, ed.), Spinoza y España. Actas del
Congreso Intern. sobre «Relaciones entre Spinoza y Espa-
ña», Almagro 5-7 nov. 1992 (Edic. de la Universidad de
Castilla-La Mancha, 1994), 348 pp. 3 5 .

35 Incluye 32 estudios sobre la doble presencia, de España en Spi-

noza y de Spinoza en España. Para la biografía de Spinoza interesan es-


Introducción 37

20. Dujovne (León), Spinoza. Su vida, su época, su obra, su in-


fluencia, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 4
vol. (1941-5), 305, 316, 325, 3 8 8 pp.
21. Dunin-Borkowski (Stanislas von), «Zur Textgeschichte
und Textkritik der áltesten Lebensbeschreibungen Bene-
dict de Spinoza», Arch. f . Gesch. der Pbilos., Neue Folge 19
(1904), 1-34.
22. Dunin-Borkowski (Stanislas von), Spinoza. I. Der junge Spi-
noza (1.a ed. 1910); II. Das Entscheidungsjahr 1657; III. Das
neue Leben; IV. Das Lebenswerk, Münster, Verlag Aschen-
dorf, 4 vol., 1933-1935.
23. Dunin-Borkowski (Stanislas von), Spinoza. Nacb dreihun-
dert Jahren Ewigkeü, Berlín y Bonn, Dümmler (1932),
2 0 4 pp.
24. Fernández Alonso (Benito), Los judíos en Orense (ss. 14-17),
Orense, Imprenta de A. Otero (1904), 5-46.
25. Feuer (Samuel Lewis), Spinoza and the rise of liberalism,
Boston, Beacon Press, 1966, 1.a ed. 1958.
26. Fischer (Kuno), Spinozas Leben und Charakter, reed. en Die
bundertjáhrige Gedachtnisfeier der kantisbcen Kritik der rei-
nen Vernunft, etc., Londres, 1980 (1.a ed. 1865).
27. Francés (Madeleine), Spinoza dans les pays néerlandais de la
seconde moitiéduXVIIe siécle, París, Alean, 1937.
28. Franco Mendes (David), Memoria do establecimento e pro-
gresso dos judeos portuguezes e espanhoes nesta famosa citade
de Amsterdam (1769), ed. de L. Fuks, R. G. Fuks-Mansfeld y
B. N. Teensma, Studia Rosenthaliana I X / 2 , Amsterdam, 1975.
29. Freudenthal (Jacob), Die Lebensgeschicbte Spinozas..., Leip-
zig, Veit (1899) X V I + 3 0 4 pp. Reedición parcial por C.
Gebhardt, Spinoza Lebensbeschreibungen und Gespráche,
Hamburgo, F. Meiner, 1914 y 1977 (añade datos biográfi-
cos del prefacio de OP).

pecialmente los relativos a personajes anteriores a su muerte (Avempa-


ce y Abentofail, Calvino y Servet, la escolástica española y Huarte de
San Tuan, Antonio Pérez y Saavedra Fajardo, Quevedo y Gracián) y
los de carácter general: los judíos en Amsterdam (Méchoulan), Spinoza
en Italia (Santinelli), en Francia (Prelorentzos), en Portugal (Machado
Abreu) y en España (Domínguez), y más quizá la biografía y el índice
analítico de autores.
38 Atilano Domínguez

30. Freudenthal (Jacob), Spinoza. Sein Leben und seine Lehre. I.


Das Leben; Stuttgart, Frommann (1904) X I I I + 3 4 9 pp.;
reed. por Gebhardt, Heidelberg, C. Winter, 1927.
31. Freudenthal (Jacob), Über den Text der Lucasschen Biograp-
hie Spinozas, Zeitschr. f. Phil. und philos. Kritik 126
(1905), 189-209.
32. Friedmann (Georg), Leibniz et Spinoza, París, Gallimard
(1975), 352 pp.; 1.a ed., 1946, 2.a ed. revisada 1962.
33. Gebhardt (G), «Spinoza», en Spinoza. Obras completas,
5 vol., B. Aires, Acervo Cultural, I (1977), 13-110.
34. Giancotti (E.), Spinoza. Etica, trad., introd. y notas por E.
G. Ñapóles, E. Riuniti, 1988. En apéndice incluye el Pre-
facio de OP, trad. it. por Lucio Coco, pp. 427-443.
35. Hattin (E.), Les gazettes de Hollande et la presse clandestine
aux XVIP et XVIII< siécles, París, 1865.
36. Heinemann (F.), An unknown manuscript of tbe oldest bio-
grapby of Spinoza, Tidschr. v. Philos., Gand (1939), 378-
386.
37. Hubbeling (Hubertus G.), Spinoza, trad. esp. R. Gabás,
Barcelona, Herder (1981), 172 pp.; 1.a ed. holandesa,
1966.
38. Israel (J.), Tbe Dutcb Republic and Hispanic World 1606-
1661, Oxford University Press, 1982.
39. Kaplan (Y.), From cbristianity to judaism. The life and the
work of Isaac Orobio de Castro, Oxford, University Press,
1989.
40. Kistemaker (R.) - Levie (T.) (ed.), Portugueses em Amsterdao
1600-1680, Amsterdam, Historisch Museum (1989), 112 pp.
41. Kolakowski (Leslez), Chrétiens sans église. La conscience reli-
gieuse et le lien confessionel au XVIIe siécle, París, 1969.
42. Leibniz (G.-W.), Gesammelte Schriften. I) Mathematische
Schr., 7 vol.; II) Philosophische Schr., 1 vol., ed. Gerhardt,
Hildesheim, Olms, 1960 ss.; 1.a ed. 1855-1890.
43. Linde Van Der (Antonius), Benedictus Spinoza. Bibliografie,
Nieuwkoop, B. de Graaf, 1965; 1.a ed. 1871.
44. Machado de Abreu (Luis), Urna apología de Spinoza. O pre-
facio as Obras postumas, Rev. Univ. Aveiro, Letras 2 (1985),
293-329.
45. MC Gahagan (Th-A), Cartesianism in the Netherlands 1639-
Introducción 39

1676. The new science and the calvinist counter-reformation,


University of Pensylvania, 1976.
46. Méchoulan (Henry), Amsterdam au temps de Spinoza. Argent
et liberté, París, P U F (1987), 343 pp.
47. Méchoulan (Henry), Étre juif á Amsterdam au temps de Spi-
noza• París, Albin Michel (1991), 184 pp.
48. Meijer (Willem), Spinoza. Een levensbeeld, Amsterdam,
1915.
49. Meinsma (Koenraad Oege), Spinoza et son cercle. Étude cri-
tique historique sur les hétérodoxes hollandais, trad. del hol.
por S. Roosenburg, y notas de H. Méchoulan, P. F. Mo-
reau, J. P. Osier, G. van Suchtelen, etc., París, Vrin (1983),
5 7 9 pp.; 1.a ed. 1896.
4 9 bis. Menéndez Pelayo (Marcelino), «Judaizantes. La sina-
goga de Amsterdam», en Historia de los heterodoxos españo-
les, 1. V, cap. 2 (Madrid, BAC, 1986), II, pp. 201-229; en
Obras completas, Madrid, CSIC, 6 0 vol., 1940-1955), vol.
38, pp. 2 8 5 - 3 2 3 (1.a ed. 1882)
50. Mignini (Filippo), Introduzione a Spinoza, Bari, Laterza
(1983), 2 5 9 pp.
51. Mortera (Saúl Levi), Tratado da verdade da Lei de Moisés,
ed. facsímil y texto portugés, con introd. y notas por
H. P. Salomon, Universidad de Coimbra, 1988,
C L X X I I + 1 2 7 7 pp.
52. Nourrisson (J.-F.), «La bibliothéque de Spinoza», Rev. des
deux Mondes 152 (1892), 811-833.
53. Offenberg (A-K), «Spinoza's library. The history of a re-
construction», Amsterdam, Quaerendo3(l913)y 309-321.
54. Petry (M.) - Suchtelen (G. van), «Spinoza and the military.
A newly-discovered document», Studia Spinozana 1 (1985),
358-369.

36 Hasta hace dos décadas era el único estudio de un español sobre

aspectos biográficos e históricos de Spinoza. De la quincena de escri-


tores aquí mencionados interesan particularmente Pinto Delgado, En-
ríquez Gómez, Uriel da Costa, Orobio de Castro y Leví de Barrios. De
otros lugares, sus alusiones a Avicebrón y Maimónides, el averroísta
Tomás Escoto y el De tribus impostoribus, y el largo estudio sobre Ser-
vet ai, 165-166, 171, 311-318; III, 385-386; y ver Indice analítico).
I. Biografías
Primera

JARIG JELLES. Prefacio de OP (1677) *

[1] Aunque la mayor parte de los escritos incluidos


en este libro están incompletos y ni siquiera han sido re-
visados, retocados y corregidos por el propio autor, no
ha parecido inútil(a) darlos a la luz, puesto que ofrecerán
notable ayuda al mundo erudito y conocimiento al lector
amante del saber(b), que, no satisfecho(c) con ninguna
probabilidad o autoridad, busca razones sólidas y verda-
des infalibles.

[I. Datos biográficos del autor]

[2] Y, aun cuando en un libro cuyo contenido(a) es


demostrado según el método geométrico(b), como suce-
de en gran parte de esta obra, no tiene gran importan-
cia saber de quiénes ha nacido su autor ni cómo ha si-
do su vida (pues qué norma de vida ha seguido se
desprende claramente de sus escritos), nos ha parecido,
45
46 Atilano Domínguez

sin embargo, conveniente ofrecer estos pocos datos sobre


su vida.

[3] Desde su infancia fue instruido en las letras y en


su juventud se ocupó durante largos años especialmen-
te(a) de la teología. Cuando alcanzó aquella edad en que
la inteligencia madura y es capaz de investigar la natura-
leza de las cosas, se entregó(b) a la filosofía. Mas, como
no se sintiera plenamente satisfecho ni con sus maestros
ni con los escritores de estas ciencias y experimentara, en
cambio, un ardiente deseo de saber, decidió ensayar él
mismo qué lograría en tal materia con sus propias fuer-
zas. Los escritos(c) del célebre Renato Descartes, que le
precedieron en le tiempo(d), le prestaron gran ayuda en
tal empresa.

[4] Después de haberse liberado de todas las inquie-


tudes y ocupaciones mundanas(a), que suelen dificultar
la investigación de la verdad, a fin de que sus habituales
amigos perturbaran menos sus especulaciones, abandonó
la ciudad en que había nacido(b), Amsterdam. Estableció,
pues, su residencia lejos de sus conocidos, primero en
Rijnsburg, después en Voorburg y finalmente en La Ha-
ya, donde falleció de cierta enfermedad, llamada tuber-
culosis, el 21 de febrero de este(c) año de 1677, después
de haber cumplido los cuarenta y cuatro años.

[5] Aparte de su dedicación habitual a las cien-


cias(a), se ejercitó especialmente en la óptica y en puli-
mentar microscopios y telescopios, y demostró en ello tal
pericia(b) que, si la muerte no le hubiera arrebatado, ca-
bría haber esperado de él mayores logros.

[6] Y, a pesar de que se apartó(a), por así decirlo, de


todo el mundo, su sabiduría y gran inteligencia hicieron
Biografías de Spinoza 47

que fuera conocido por muchísimas personas(b), como se


ve claramente por las cartas a él dirigidas y por él contes-
tadas.

[7] La mayor parte de su tiempo la empleó en inda-


gar la naturaleza de las cosas y en ordenar sus hallazgos a
fin de comunicarlos a otros(a), y una parte muy pequeña
en distraerse y refrescar el espíritu. Tan exagerado llegó a
ser su ardiente afán de encontrar la verdad que, según el
testimonio de aquellos con quienes vivía, no salió de su
casa durante tres meses seguidos. Más aún, a fin de po-
der progresar (b) en su búsqueda, tal como deseaba, no
consideró conveniente aceptar el oficio de profesor en la
Universidad de Heidelberg, que le fuera ofrecido por el
ilustrísimo y nobilísimo príncipe palatino, como se ve
por las cartas 53 y 54.

[8] De este deseo y profundo afán por hallar la ver-


dad salieron hace muchos años(a) I y II libro de los Princi-
pios de filosofía de Descartes ordenados y demostrados según
un orden geométrico, así como sus Pensamientos metafísicos,
y hace pocos años(b) su Tratado teológico político, en el
que se abordan muchas cosas profundas e importantes
relativas a la teología y a la Sagrada Escritura, así como a
los verdaderos(c) fundamentos del Estado.

[9] Del mismo deseo y afán han surgido también


todos los escritos contenidos en este libro, que ofrece-
mos al lector bajo el título Escritos de B.D.S. Esto es todo
lo que, siendo de algún valor(a), hemos logrado recopilar
de sus escritos postumos y de algunas copias que se con-
servaban(b) en manos de sus amigos o conocidos. Es de
suponer que aún se conserve (b) en manos de éste o de
aquél algo de nuestro escritor(c) que no se encontrará
aquí; pero también es de confiar que no se va a descu-
48 Atilano Domínguez

brir nada que el lector no halle aquí muchas veces repe-


tido. Quizá un pequeño escrito sobre el Arco iris, que,
como se sabe, él compuso(d), se conserve(e) en manos de
éste o de aquél, sin que se sepa de quién, si es que, como
se ha llegado a creer(f), no lo ha quemado.

[10] Tanto en la portada como en otros lugares el


nombre de nuestro escritor sólo es impreso con las ini-
ciales por la sencilla razón de que, poco antes de morir,
él mismo expresó el deseo de que no se pusiera su nom-
bre a la Ética, que se disponía a imprimir. Aunque no dio
explicación alguna, en nuestra opinión, el único motivo
de tal decisión es que no quiso que su doctrina(a) fuera
designada con su propio nombre, ya que en el capítulo
25 del apéndice a la cuarta parte de su Ética afirma que
quienes desean ayudar a otros con sus consejos y accio-
nes a disfrutar juntos del sumo bien, no intentarán que
su doctrina(a) reciba de ellos su nombre; y, además, en la
tercera parte de la misma obra, en la explicación de la
ambición (p. 179)(b), tacha abiertamente de ambiciosos a
quienes lo hacen.

[11] Por lo que concierne a estos escritos suyos,


sólo(a) la Ética, que es con mucho el principal de todos,
puede ser considerada como una obra acabada y perfec-
ta, a pesar de que le falta el prefacio de la primera parte.
Baste decir que el autor la ha dividido en cinco partes.
En la primera trata de Dios; en la segunda, del almafo) hu-
mana-, en la tercera, de la naturaleza y origen de las pasiones;
en la cuarta, de la esclavitud humana, así como de la regla y
norma de vida y del bien y el mal humano; y en la quin-
ta, finalmente, del poder del entendimiento o de la libertad
humana, así como de la eternidad del alma(b).

[12] En la primera parte, relativa a Dios, se demues-


tra: 1) que existe necesariamente; 2) que es único; 3) que
Biografías de Spinoza 49

existe y actúa por la(a) necesidad de su naturaleza; 4) que


es causa libre de todas las cosas y que todas ellas existen
en él y de tal manera dependen de él que sin él no pue-
den ni existir ni ser concebidas; 5) finalmente, que todas
las cosas son predeterminadas por Dios, no en virtud de
la libertad de su voluntad o de su absoluto beneplácito,
sino en virtud de su naturaleza absoluta o de su infinito
poder.

[II. Defensa de la doctrina de Spinoza

a) Monismo y determinismo moral]

[13] Aludamos a las dificultades planteadas por al-


gunos contra el Tratado teológico-político, a saber, que su
autor confunde a Dios y la naturaleza o los toma, como
ellos pretenden, por una y la misma cosa, y que establece
una necesidad absoluta de todas las cosas y acciones.

[14] En cuanto a la primera, responde en la Carta 21,


dirigida al señor H. Oldenburg, en estos términos: «afir-
mo que Dios es causa inmanente (como se dice), y no
trascendente, de todas las cosas. Digo y demuestro, con
Pablo y quizá con todos los antiguos filósofos, aunque de
otra forma, y, me atrevería a decir, con todos los antiguos
hebreos, en cuanto se puede saber por algunas tradicio-
nes, a pesar de sus múltiples adulteraciones, que todas
las cosas existen en Dios y en Dios se mueven».

[15] A la segunda dificultad responde en la Carta 23,


dirigida al mismo señor, H. Oldenburg: «le explicaré
aquí, en pocas palabras, en qué sentido afirmo yo la ne-
cesidad absoluta de todas las cosas y acciones. No some-
to en absoluto a Dios a la fatalidad, pero concibo que
50 Atilano Domínguez

todas las cosas se siguen de la naturaleza de Dios con


una necesidad inevitable, del mismo modo que todos
conciben que de la naturaleza del mismo Dios se sigue
que Dios se entiende a sí mismo. Pues nadie niega que
esto se siga necesariamente de la naturaleza divina, y, sin
embargo, nadie concibe que Dios sea coaccionado por
fatalidad alguna, sino que se entiende a sí mismo de for-
ma totalmente libre, aunque necesaria. Además, esta ine-
vitable necesidad de las cosas no suprime ni las leyes(a)
divinas ni las humanas. Pues las mismas doctrinas mora-
les, reciban o no de Dios la forma de ley o de derecho,
son siempre divinas y saludables. Y así como el bien que
se sigue de la virtud y del amor divino, no es más o me-
nos deseable porque lo recibamos de Dios como juez o
que emane de la necesidad de la naturaleza divina, tam-
poco, a la inversa, el mal que se sigue de las acciones y
pasiones depravadas, será menos de temer porque se siga
necesariamente de ellas. Y, en fin, tanto si hacemos nece-
sariamente las cosas que hacemos, como si las hacemos
contingentemente, somos siempre guiados por la espe-
ranza y por el miedo.»

[16] Esta necesidad fatal de las cosas, a saber, que


existen y obran determinadas por causas que, a su vez,
son determinadas a existir y a obrar por otras causas, y
éstas, de nuevo, por otras, y así hasta llegar a Dios (pri-
mera causa de todo, pero incausada y no causada), es de-
mostrada por nuestro autor en las proposiciones 16, 17,
18 y 19 de la primera parte de su Ética.

[17] Esta doctrina ha sido tan vivamente expresada


por el excelente historiador y poeta P. C. Hooft, en sus
días conde de Muiden, en su ampliación del poema de
Virgilio, Foelix qui potuit, etc., que he estimado conve-
niente añadirla aquí, como sigue: «Feliz el que entiende
48
Biografías de Spinoza

las causas de las cosas y sabe que están tan firmemente


ligadas entre sí que ninguna (excepto Dios) puede ser
algo ni vivir por sí misma, sino que todas necesitan de
otras causas. Vemos que cuanto acaece, deriva de la
virtud de sus causas. Cuando ella cesa, ninguna acción
subsiste ya, y la causa ya no es causa. Cuanto ha sido
forjado en el mundo, ha sido puesto en camino por
una fuerza tan poderosa que ya no puede detenerse ja-
más. Cada causa tiene por madre a otra causa; procede
como debe y desciende de Dios. Su sabia y poderosa
bondad es la fuente de la que todo fluye, como los ra-
yos del sol. Él puede y, como salvador, nos ayudará
como conviene.»

[18.] Pero, si se afirma que Dios es la causa absoluta


de todo o que todo fluye necesariamente de Dios, parece
seguirse que Dios es también la causa del pecado y del
mal. A esta objeción, y a cuanto ella implica, responde
nuestro autor en las cartas 32, 34 y 37. A este respecto,
es claro y manifiesto, además, que no puede existir dife-
rencia alguna entre estas dos cosas: que todo deriva ne-
cesariamente de Dios y que todo es determinado y
preordenado por Dios, lo cual no sólo es creído, sino
también sostenido y defendido como una verdad necesa-
ria, por muchos cristianos.

[19] A las dificultades mencionadas aún se añade la


siguiente: que el autor establece una regla y norma de vi-
da totalmente distinta, y que, en cuanto al sumo bien de
los hombres, propone algo absolutamente diferente de lo
que enseñaron Cristo, nuestro salvador, y sus apóstoles
en la Sagrada Escritura. Para eliminar también esta difi-
cultad, conviene recoger la opinión de nuestro escritor
sobre el tema y mostrar después que ésta no difiere de la
enseñada por Cristo y sus apóstoles.
52 Atilano Domínguez

[20] En efecto, nuestro autor se refiere a esto, como


ya se ha dicho, en la cuarta parte de su Ética, intentando
demostrar en las proposiciones 26 y 27 que el alma(a), en
cuanto usa la razón, considera que tan sólo le es útil aque-
llo que ayuda a entender y que es malo aquello que pue-
de impedir que entendamos. Y afirma también (prop. 23 y
24) que la virtud consiste en conocer las cosas de forma
puramente intelectual o adecuada y que actuar por ese
conocimiento es actuar plenamente por virtud. Y de ahí
deduce inmediatamente (prop. 28) que, puesto que Dios
es lo sumo que puede ser entendido por el alma(a), el co-
nocimiento de Dios es el bien supremo del alma(a) y que
conocer a Dios es su suprema virtud. Y prosigue diciendo
(prop. 37, esc. 1) que todo lo que deseamos y obramos
porque somos su causa en cuanto que conocemos a Dios,
se refiere a la religión. En cambio, al deseo(b) que proce-
de de que vivimos conforme a la guía de la razón, lo llama
piedad(c). Y al deseo en virtud del cual el hombre que vi-
ve según la guía de la razón, está obligado a unir los de-
más a él por amistad, lo califica de honroso, lo mismo(d)
que a aquello que es alabado por los hombres que viven
según la guía de la razón; mientras que, por el contrario,
califica de deshonroso(e) aquello que se opone a la conse-
cución de la amistad.

[21] Muestra, además, que los hombres sólo concuer-


dan siempre(a) en naturaleza (es decir, en lo que se refiere
al entendimiento, la voluntad, el deseo y otras pasiones),
en cuanto viven(b) conforme a la guía de la razón (prop.
35); que aquel bien, que buscan para sí, también lo desean
para los demás hombres, y tanto más cuanto mayor cono-
cimiento tienen de Dios (prop. 37); que se esfuerzan, en
cuanto les es posible, en recompensar el odio, la ira, el
desprecio, etc., que otros les tienen, con el amor y la gene-
rosidad (prop. 46).
Biografías de Spinoza 53

[22] Afirma, además, refiriéndose a esto último, que


de las definiciones por él dadas del amor y del entendi-
miento se sigue claramente que quienes se esfuerzan en
vencer el odio con el amor, luchan con alegría y seguri-
dad, se oponen tan fácilmente a muchos como a uno
solo, y no necesitan en absoluto la ayuda de la fortuna; y
que, finalmente, quienes vencen, ceden gustosos, no por
debilidad, sino por aumento de fuerzas (prop. 46, esc.).

[23] Habla, además, de la diferencia que existe entre


un hombre que sólo es guiado por la pasión o la opinión
y otro que tiene a la razón por su guía, y dice que el pri-
mero, quiera o no, hace aquello que más ignora, mientras
que el segundo no está sometido a nadie más que a sí
mismo, y que tan sólo hace aquellas cosas que sabe ser
las principales en la vida y que por tanto más desea; de
ahí que llame al primero esclavo y al segundo libre (prop.
66, esc.).

[24] Acerca de esos(a) hombres libres muestra, ade-


más, entre otras cosas(b), que para ellos la virtud es tan
grande en evitar los peligros como en superarlos (prop.
69); que sólo(c) ellos son agradecidos entre sí (prop. 71);
que nunca obran de mala fe, sino(d) con lealtad (prop.
72); que son más libres en el Estado, donde se vive según
el decreto común, que en la soledad, donde únicamente
se obedecen a sí mismos (prop. 73).

[25] Todo esto que ha expuesto acerca de la verda-


dera libertad, lo refiere a la piedad y dice que un hom-
bre piadoso(a) no odia a nadie, contra nadie se irrita, a
nadie envidia, a nadie se opone, a nadie desprecia y ja-
más se enorgullece (prop. 73, esc.).

[26] En la quinta parte de su Ética intenta demostrar


que mediante el entendimiento o el conocimiento pura-
54 Atilano Domínguez

mente intelectual y adecuado, que alcanzamos de Dios y


de las cosas, vencemos las malas pasiones; que de ahí
surge el supremo sosiego de que es capaz el alma (V, 27;
IV, 52 y esc.), así como un amor eterno de Dios (V, 32,
cor. y 33); y que, en fin, en ese constante y eterno amor a
Dios consiste nuestro supremo bienestar(a) o felicidad o
libertad (V, 36, esc.).

[b) Spinozismo y cristianismo]

[27] Esto es lo principal de cuanto, según la demos-


tración de nuestro autor, prescribe la razón o el entendi-
miento(a) respecto a la norma correcta de vida y al bien
supremo de los hombres. Y, si ahora se lo compara con
lo enseñado sobre los mismos temas(b) por Cristo, nues-
tro salvador, y los apóstoles, se constatará muy fácilmen-
te, no sólo que existe una estrechísima coincidencia en-
tre ambos y que lo prescrito por la razón es lo mismo
que ellos enseñan, sino también que las doctrinas mora-
les de la religión cristiana están perfectamente conteni-
das en las de la razón. Pues todo aquello a que hemos si-
do obligados(c) por Cristo, nuestro salvador, y por los
apóstoles, se reduce, en síntesis, a que se debe amar a
Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros
mismos (Mt 7, 12; 22, 37-40; Le 10, 27-8; Rm 13, 8-10; Gal5,
14), y este mismo amor a Dios y al prójimo está incluido
en aquello que, según demuestra nuestro autor, prescribe
la razón.

[28] Por lo dicho se observa claramente en qué sen-


tido el apóstol (Rm 12, 1) llama a la religión cristiana una
religión racional o(a) dice que es una religión racional, a
saber, en cuanto que la razón la prescribe y que ella se
funda en la razón. También Erasmo señala en este pasaje
Biografías de Spinoza 55

(véase las anotaciones al Nuevo Testamento) que Orígenes


califica de religión racional aquella de la que se puede
dar razón y que Teofilacto afirma que todas nuestras ac-
ciones deben ser dirigidas según la razón, y él mismo
cree que esto último es correcto.

[29] Por lo que dice el apóstol Juan (1 Jn 4, 7, 16-8 y


20-21) acerca del amor aparece claramente que la regene-
ración —sin la cual nadie puede entrar en el reino de
Dios— está contenida en el amor de Dios, que, como de-
muestra nuestro autor, surge del conocimiento intelec-
tual de Dios. Que la regeneración consiste exclusivamen-
te en evitar o(a) en vencer las malas pasiones y en
mortificar los deseos terrenos y vanos, que existen natu-
ralmente en nosotros, y, al mismo tiempo(b), en llegar a
adquirir buenos deseos, es decir, aquellos que sólo tien-
den a lo que es bueno y verdadero, así como el amor de
Dios, la paz o verdadero sosiego del ánimo, la alegría, la
verdad, la justicia (que es una voluntad constante y eter-
na de dar a cada uno lo suyo), la benevolencia, etc.: todo
esto, que (como demuestra nuestro autor) son frutos o
productos necesarios del entendimiento, se deriva cla-
ramente también de lo dicho por el apóstol acerca del
hombre viejo y del nuevo (E/4, 22-24; Col 3, 9-10), y acer-
ca del dominio del espíritu sobre la carne (Rm 8, 5-15;
Gal 5,16-fin).

[30] Esforzarse, además, por entender en la medida


de nuestras fuerzas la verdad de cuanto hay que saber y
conocer(a) para la salvación o (lo que es lo mismo)(b) por
alcanzarla mediante conceptos puramente intelectuales y
por vivir según ella, es decir, vivir y obrar según el dicta-
men del entendimiento, no se opone (como creen mu-
chos que sólo se guían por la letra escrita y rio por el es-
píritu y la razón) ni a la Sagrada Escritura ni a los
56 Atilano Domínguez

principios de la religión cristiana, sino que, al contra-


rio(c), está acorde con ambas.
Esto aparece claramente, en primer lugar, en lo que
concierne a la Sagrada Escritura(d), por todos(e) aquellos
pasajes en que la búsqueda y la adquisición de la verdad,
la sabiduría, el conocimiento, la inteligencia, etc.(f) son
alabadas y recomendadas {Job 28, 12-20; Prov. 1, 20-fin; 2,
1-13; 3, 10-8; 4, 5-7; 7, 4-5; 8, passim; 13, 3-10; 16, 22, 23, 23;
1 Cor 14, 20; Gal 3, 1; Col 2, 2-3; 1 Tim 2, 3-4; 1 Pet 2, 2, 9.
Qué se haya de entender en este vs. 9 por la luz admirable de
Cristo, a la que llama a quienes se encuentran en las tinieblas
[de la ignorancia], lo podrán captar todos aquellos que son
conscientes de que quienes sólo poseen aquel conocimiento de
Dios y de su voluntad, que se funda en la ley y en la Escritura
(como los judíos, en general —Rm 2, 17-18— y los elegidos en
particular), permanecen todavía en las tinieblas de la ignoran-
cia, mientras que la plena claridad es una propiedad de la ver-
dad o la prueba verdadera y puramente intelectual) y por
[aquellos otros] en que se afirma que la sabiduría, el co-
nocimiento y la inteligencia son causas de la salvación
(sobre los efectos del conocimiento, de la inteligencia, etc. véanse:
Prov. I. cit.; Is.33, 6; 53, 11; Mt 13, 15, 23; Jn 8, 31-2; 17, 3; FU
3, 8-10; Jac 3, 17). Porque ¿quién podrá negar que el obje-
to de este conocimiento, de esta inteligencia, etc. (o aque-
llo sobre lo que versa la verdad y que debe ser conoci-
do), son los artículos de la salvación o aquello que debe
ser conocido para alcanzar la salvación? ¿Para qué puede
servir que busquemos y alcancemos el conocimiento(g),
la inteligencia, etc., si no nos sentimos obligados(h) a vi-
vir y a obrar según lo que ellos nos prescriben?

[31] Pues no hay que pensar que con los términos


de verdad, sabiduría, conocimiento, inteligencia(a), etc.,
se designa el conocimiento o asentimiento del alma que
se funda en la letra o en el testimonio de la Escritura.
54
Biografías de Spinoza

Hacerlo así denotaría sin duda gran ignorancia, ya que


eso sólo puede tener lugar en aquellos que desconocen
totalmente la verdad, la sabiduría, etc.

[32] En segundo lugar, ¿cómo va a ser posible que


no esté acorde con los principios de la religión cristiana esta
doctrina, a saber, que intentemos(a) alcanzar conceptos
puramente intelectuales y adecuados de los artículos de
la salvación, es decir, de aquello(b) que debe ser conoci-
do para la salvación, así como vivir y obrar según esos
conceptos o según(c) el dictamen de la razón? Primero,
porque la Sagrada Escritura, que (como admitirán todos
los cristianos) no puede contener doctrinas que se con-
tradigan mutuamente, lo enseña en muchos lugares,
como se acaba de mostrar. Segundo, porque la nueva
alianza, que Dios ha instaurado por Cristo y de la que
Cristo es el mediador (Heb 8, 6; 9, 15; 12, 24), consiste en
que Dios graba en la mente de los hombres las leyes que
había dado a conocer a los israelitas mediante letras es-
critas en tablas (Jer 31, 33-34; 2 Cor 3, 3; Heb 8, 8-10; 10,
Jó), es decir, que hace que el hombre comprenda la ver-
dad de esas leyes. Tercero, porque los ministros de esta
nueva alianza no son conducidos por la letra o la Escri-
tura, como los de la antigua alianza (Rm 2, 27, 29; 7, 6; 2
Cor 3, 6, 7, 9; Heb 7, 16), sino por el espíritu (Ibídem y, ade-
más, Rm 8, 1-17; Gal 2, 18, 25), es decir, por el entendi-
miento, como consta claramente por el punto 1, por el
testimonio del apóstol Juan (Jo 5, 6) y por otros pasajes(d).

[33] Pero, como lo aquí expuesto de la nueva alian-


za o religión cristiana difiere muchísimo de lo que co-
múnmente se cree, y como los prejuicios, aceptados por
quienes piensan de otra forma, podrían provocar que
muy pocos lo admitieran, añadiremos aquí algunos testi-
monios muy relevantes de la Sagrada Escritura que lo
58 Atilano Domínguez

confirmen, mostrando claramente que la misión de Cris-


to, nuestro salvador, y el fin primario por el que vino al
mundo, fue enseñar la doctrina de que los hombres no
fueran conducidos (por así decirlo) ciegamente, como los
judíos, mediante la ley y el precepto, sino mediante la luz
del conocimiento.

[34] El primer testimonio es el de Juan Bautista (Jo


1, 17), que reza así: «la ley fue dada por Moisés, la gracia
y la verdad ha venido por Jesucristo». Lo cual significa,
en mi opinión(a), que por Moisés los hombres aprendie-
ron a guiarse por la ley y el precepto, a obrar por su im-
pulso(b); mientras que por Jesucristo llegaron a ver cómo
guiarse por la luz de la gracia y de la verdad, y a vivir y
obrar en su virtud (Jo 1, 4, 9 en relación al, 1 y 14; 8, 12; 12,
35-36, 46 en relación a 14, 6).

[35] El segundo testimonio es de nuestro mismo sal-


vador, quien, preguntado por Pilatos si era rey, le respon-
dió: «para esto he nacido y para esto he venido al mun-
do, para dar testimonio de la verdad». Es decir, que la
verdad es la razón o entendimiento de Dios (Jo, 18, 37:
véase la traducción del siríaco de Tremellius; Jo, 17, 17, en sen-
tido inverso).

[36] Digo «razón» en vez de «palabra», porque así


suele traducirse el término original y griego, «logos», y
porque con él designa el evangelista y apóstol Juan al
Hijo de Dios (Jo, 1, 1, 14; 1 Jo 1, 1; 5, 7; Apoc 14, 13). Lo pri-
mero, porque, según la opinión de Erasmo (véanse sus notas
a Jo 1, 1) y de otros muchos expertos en lenguas, el térmi-
no «logos», en sus múltiples matices(a), se expresa más
exacta y fácilmente(b) con «razón» que con «palabra». Lo
segundo, porque lo que el evangelista afirma de lo por él
designado con el término «logos»(c), se puede muy fácil-
Biografías de Spinoza 59

mente entender de la «razón», a saber, de la razón inter-


na o entendimiento, y de ningún modo puede aplicarse a
«palabra» o palabras. Por ejemplo, que la razón estaba al
principio junto a Dios y que era Dios (es decir, que parti-
cipa de la esencia divina); que sin ella nada fue hecho,
que en ella estaba la vida y que esta vida era la luz (inte-
lectual) de los hombres, etc. (véaseJo, 1, 1-4).

[37] ¿Quién ignora, en efecto, que la razón interna o


el entendimiento de Dios no es algo distinto de Dios y
que, por tanto, estuvo desde el principio en Dios y era
Dios mismo o participaba de la esencia divina; que, ade-
más, sin ella nada fue hecho; y que, en fin, el espíritu hu-
mano es iluminado por el entendimiento divino con una
luz admirable? Que nada de esto puede entenderse de la
«palabra» o palabras (a saber, palabras pronunciadas,
que, consideradas en sí mismas, son un simple movi-
miento del aire), es, en mi opinión, tan claro que sería
poco sensato intentar demostrarlo. Y, aunque Erasmo
(que traduce «logos» por «razón») no parece(a) haber en-
tendido ésta como razón interna o entendimiento, sino
más bien como razón externa, con la que se explica a
otros la interna(b), nada lo impide(c), puesto que él mis-
mo (con otros muchos expertos en lenguas) confiesa que
la expresión griega «logos» también designa la razón in-
terna o entendimiento.

[38] Cristo, además, atestigua que la verdad santifica


(Jo 17, 17, 19), que regenera (Jo 3, 5-6; Tit 3, 5 en relación a
Jo 5, 6), que hace al hombre realmente libre (Jo 8, 31-2),
que por ella somos conducidos a toda verdad (Jo 14, 26;
15, 16; 16, 13), que sólo por ella se llega a Dios (Jo 14, 6 en
relación a 1 Cor 1, 24), y que sin ella no podemos hacer
absolutamente nada (necesario para la salvación) (Jo 15,
3-5 en relación a 14, 6, donde lo que dice Cristo, a saber, que él
60 Atilano Domínguez

es la verdad\ debe ser tomado en el sentido que se le da en aquel


pasaje en que Salomón afirma que él es el entendimiento y la
eterna sabiduría). \

[39] Lo que Cristo formula explícitamente (Mt 5, 17-\


8), a saber, que no ha venido a destruir la ley, sino aj
cumplirla y que pasarán el cielo y la tierra antes de que!
falle una jota (la letra menor del alfabeto) de la ley, noj
contradice en absoluto su propio testimonio ni el de.;
Juan Bautista, como verá claramente quien advierta lo si-;
guíente. Primero, que son dos cosas muy distintas la obli-
gación de hacer lo que la ley impone y aquello por lo
cual quienes están bajo la ley son impulsados a obede-
cerla. Segundo, que esa obligación no afecta ni concierne
menos a quienes ha iluminado la luz de la gracia y de la
verdad y que hacen por convicción cuanto es impuesto;
por la ley, que a quienes viven según la ley e intentan ha-
cer lo mismo por su prescripción. Pues de estas conside-
raciones resulta claro que Cristo sólo habla en ese pasaje
de dicha obligación y no de la vida según la ley.

[40] Se verá todo esto más claramente por lo que ha


dicho el apóstol acerca de la ley, a saber, que por Cristo
hemos sido salvados y liberados de la ley (Rm 7, 6; 8, 2;
Gal 4, 5), que por el cuerpo de Cristo la ley ha muerto
para nosotros (Rm 7, 4, 6; Gal 2, 19), que la ley desaparece
cuando aparece la fe (Gal 3, 23-25), que el servicio de la
letra debe ser anulado (2 Cor 3, 7, 11; Heb 7, 16, 18), que
quienes están bajo la gracia no están bajo la ley (Rm 6,
14-15) y que la ley no ha sido establecida para los justos
(1 Tim 1, 9; Gal 5, 22-23). Pues (como irrefutablemente
aparece por la explicación dada por Cristo y se ha visto
por el testimonio del mismo apóstol: Rm 8, 3-4; 13, 8-10, y
otros muchos pasajes), esto no se puede referir a la obliga-
ción de hacer(a) lo que la ley manda, sino tan sólo al he-
Biografías de Spinoza 61

cho de vivir según la ley y de obrar en virtud de ella, ya


que es evidente que en los pasajes citados el apóstol no
sólo habla de la ley ceremonial, sino también y especial-
mente de la moral.

[41] El tercer testimonio lo tomaremos del apóstol


Pablo, que dice: «él (Cristo) los constituyó a los unos
apóstoles y a los otros profetas, a éstos evangelistas y a
aquellos pastores y doctores, para la perfección de los
santos, para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo, hasta que todos alcancemos la unidad
de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, para un va-
rón perfecto, a la medida de la plenitud de Cristo» (Ef 4,
11-13 y véase w. 14-15). Porque ¿quién puede negar que
el apóstol enseña aquí que Cristo constituyó apóstoles,
profetas, etc., para que todos nosotros llegáramos a
conocer como Cristo ha conocido y en la medida exacta
de su conocimiento; que su trabajo y ministerio efectivo
ha consistido en llevar a los hombres a ese alto nivel de
conocimiento; y que mediante ese conocimiento y su ad-
quisición se alcanza la perfección de los santos y se edifi-
ca el cuerpo de Cristo?

[42] Este conocimiento de nuestro salvador y, por


tanto, aquel al que él quiere que todos lleguemos, es el
conocimiento de la verdad, o puramente intelectual, de
Dios y de su voluntad, el cual no se funda en la autori-
dad o testimonio externo. Que esto es así se ve, en pri-
mer lugar, porque Cristo ha entendido la voluntad de su
padre o la verdad de los artículos(a) de la doctrina salvífi-
ca por él predicada, y porque, como cualquiera concede-
rá^), la ciencia fundada en el testimonio no tuvo lugar
en él. Por otra parte, nosotros no alcanzamos la unidad
de la fe, a saber, que somos uno con Cristo, como él es
uno con el Padre (Jo 17, 21-23; Gal 3, 28)> ni la firmeza
62 Atilano Domínguez

que el apóstol reclama y que pone como un efecto del


conocimiento de Cristo (Ef 4, 14), tan pronto llegamos a
conocer mediante el testimonio cuanto hay que saber
para salvarse, sino tan sólo en cuanto captamos su ver-
dad por la inteligencia. Lo aquí demostrado está claro,
además, por lo que se dice en E/4,15.

[43] Cabría aducir más testimonios por los que se


confirmara, con no menor fuerza que por los tres aduci-
dos, lo que nos proponemos demostrar. Mas, a fin de no
ser prolijos en algo que está tan claro en la Sagrada Es-
critura, sólo añadiremos lo siguiente. Lo más importante
que dice la Sagrada Escritura acerca de la fe salvífica (sin
la cual, como todos los cristianos conceden, nadie puede
ser cristiano, y por cuya participación todos lo son), co-
rresponde(a) exactamente al conocimiento espiritual o
puramente intelectual. Sólo referidas a él pueden y
deben entenderse expresiones como las siguientes: que él
es la fe de Dios (Rm 3, 3), la fe de Jesucristo (Rm 3, 22, 26;
Gal 2, 16; 3, 22; Fil 3, 9), Hijo de Dios (pues, como sabe
cualquiera que conozca a Dios, en Dios no puede darse
otro conocimiento que el puramente intelectual, y Cristo
ha entendido, como ya se ha dicho, la verdad de la doc-
trina de salvación por él predicada) (Gal 2, 20); que él es
verdad (2 Tes 2, 13; 1 Tim 2, 7), conocimiento de la verdad
(77/1, 1; Jo, 17, 3), sabiduría (Act 6, 5, 8 en relación a vs. 10;
Rm 10, 8 en relación a 1 Cor 1, 24; 1 Cor 2, 6), espíritu (2 Cor
4, 13), fruto del Espíritu (1 Cor 12, 9; Gal 5, 22); que es la
palabra por la que se alcanza internamente(b), en el espí-
ritu, el conocimiento de cuanto es necesario saber para
la salvación (Rm 10, 8); que es testimonio que Dios da en
nosotros de su Hijo (1 Jo 5, 10), don (Rm 12, 3; Ef 2, 8),
obra de Dios (Jo 6, 29), por la que se hace real y activa la
caridad (Gal 5, 6), y nuestra regeneración o vivificación
espiritual y salvación.
Biografías de Spinoza 63

[44] Otra ley o un modelo de vida distinto de la ley


y del precepto (Rm 3, 27; Gal 3, 11-12); aquello por lo que
debe ser captado el sentido de la Escritura y conocidas
las cosas de que ella habla (2 Tim 3} 15); aquello que con-
tiene la plena certeza (Heb 10, 22; 11, 1; E/6, 16; Col 2, 5) y
excluye absolutamente toda duda (Mt 11, 21; Rm 14, 23;
Jac 1, 6); aquello, en fin, con lo que se ratifica la ley (Rm
3, 31: la palabra «ley» designa en este pasaje la obligación de
hacer lo por ella mandado y no el hecho de vivir conforme a la
ley o de obrar por imposición(a) de la ley), y que es lo único
con lo que hay que alcanzar la justicia de Dios, la cual
no puede ser adquirida ni mediante la ley (Gal 3, 11, 21;
Fil 3, 9) ni mediante las obras de la ley (Rm 3, 21, 28; 9,
31-32; Gal 2, 16); pues, aunque fue anunciada por la ley y
los profetas, es decir, por la Escritura, fue revelada sin la
ley, es decir, sin la Escritura.

[45] En cuanto a las cosas de las que dan testimonio


la ley y los profetas y son reveladas sin la ley o la Escritu-
ra (lo cual parece ser contradictorio y muchos no han lo-
grado entenderlo), son propiamente aquellas que sólo
pueden ser entendidas espiritualmente o de forma pura-
mente intelectual: por ejemplo, Dios(a) y el Hijo de Dios,
es decir, la razón o sabiduría de Dios, la verdad, la justi-
cia antes mencionada (que, como aparece por lo ya di-
cho(b), es una forma muy excelente del ánimo) y, en ge-
neral, las esencias de las cosas. Pues, como la Escritura
da testimonio de ellas y, sin embargo, no pueden ser co-
nocidas por ese testimonio, para llegar a conocerlas(c) se
requiere, aparte de ese testimonio externo, la «revela-
ción» (como la llama la Escritura), es decir, el testimonio
interno del espíritu.

[46] Esta, y no otra, es la razón de que Cristo, des-


pués de haber manifestado plenamente, es decir, externa-
64 Atilano Domínguez

mente y con palabras, tanto a sus discípulos como a los


judíos, la voluntad de su Padre, aún les dice que nadie
puede venir a él sin que le sea concedido por Dios (Jo 6,
65); que, para venir a él, deben haberlo oído y aprendido
de Dios (jo 6, 44-45; 5, 37; 8, 43-47); que el espíritu de la
verdad aún vendría y les informaría sobre todo, les daría
testimonio de él y les conduciría a toda verdad.

[47] Y por eso también el apóstol, después de haber


anunciado a la comunidad de Éfeso y de Colosas, me-
diante la palabra externa(a), tanto escrita como oral, todo
consejo de Dios, sin haberles ocultado nada (Act 20, 17,
27), aún hizo el ruego siguiente. Para la comunidad de
Éfeso, que Dios les otorgara el espíritu de la sabiduría y
de la revelación en su (de Dios) conocimiento; es decir,
que les iluminara los ojos del entendimiento, a fin de
que pudieran saber qué les cabe esperar a aquellos que
han sido llamados por él y cuán rica y gloriosa es la he-
rencia que él ha destinado a los santos (Ef 1, 16-17). Y
para la comunidad de Colosas, que alcanzaran la pleni-
tud del conocimiento de Dios en toda sabiduría y enten-
dimiento espiritual, y crecieran en el conocimiento de
Dios ( C o l l , 9-10).

[48] Esta misma fue la razón de que Israel, que sólo


fue enseñada mediante la letra (Rm 2, 17-18) o que sólo
por ella alcanzó de Dios y de su voluntad el conocimien-
to que se funda en la Escritura, tuviera su corazón cu-
bierto con un velo al leer el Antiguo Testamento (2 Cor 3,
14-15); de que el hombre natural(a) (que sólo es enseña-
do por la letra o la Escritura, y no por el espíritu o el en-
tendimiento), no sólo no capte las cosas espirituales o es-
piritualmente perceptibles, sino que le parezcan necedad
y sea incapaz de entenderlas (con su conocimiento imagi-
nativo), mientras que, por el contrario, el hombre espiri^
Biografías de Spinoza 65

tual (que ha adquirido de Dios, de su Hijo, etc., ideas es-


pirituales o puramente intelectuales) lo discierne o juzga
todo y no puede ser discernido o juzgado por nadie (por
los hombres naturales)(b) (1 Cor 2, 14-15).

[49] Hay que decir, finalmente, respecto a la fe, que


en la carta a los romanos {Rm 10, 17) la expresión «de oí-
das»(a) no importa, ya que el apóstol no indica con ella el
oído de la oreja(b), sino el oído(c) interior o del entendi-
miento, lo cual resultará evidente para todo aquel que
haya captado el sentido de cuanto enseña el apóstol en
ese capítulo y siguientes.

[50] Tenemos la confianza de que el lector que ama


la verdad y ha leído con atención y meditado con sensa-
tez lo que acabamos de decir y avalar con la Sagrada Es-
critura, concederá sin reservas que lo que nos proponía-
mos demostrar, ya está demostrado: a saber, que cuanto
prescribe la razón, según nuestro autor, sobre la recta
norma de vida y sobre el sumo bien del hombre, está
plenamente acorde con lo que enseñan nuestro salvador
y los apóstoles; que las enseñanzas morales de nuestra re-
ligión cristiana o todas aquellas que hay que practicar
para salvarse, están incluidas en lo anterior; y que, en fin,
intentar comprender la verdad de las doctrinas evangéli-
cas y vivir y obrar según ellas, está en consonancia con la
Sagrada Escritura y con la religión cristiana.

[51] Si se compara ahora lo demostrado por nuestro


autor en la cuarta parte de la Ética, sobre el poder de las
pasiones y la impotencia del hombre para moderarlas y
vencerlas(a), con lo que enseña el apóstol acerca de la
carne y de los hombres carnales (por lo que no se puede
entender otra cosa que las concupiscencias animales y el
hombre que está sometido(b) a ellas y aún no ha logrado
66 Atilano Domínguez

dominarlas), no se hallará entre ambos menor acuerdo


que en lo que acabamos de demostrar.

[52] Tenemos que observar, además, como cristia-


nos que somos(a), algo muy importante: que, en la medi-
da en que nuestro autor demuestra lo que enseña la Es-
critura Sagrada y que concuerda con los principios de la
religión cristiana, demuestra también la divinidad y cre-
dibilidad de la primera y la verdad de la segunda. Es de-
cir, que, en virtud de su demostración, estamos o pode-
mos estar tan seguros de éstas que ni los judíos ni los
paganos ni los ateos, quienesquiera y comoquiera que
sean, serán capaces de dudar lo más mínimo de ellas.

[53] ¿Quién dirá que la certeza fundada en los mila-


gros es la que se da(a) entre los cristianos? Pues, según
acabamos de demostrar, a ellos les incumbe, como tarea
propia(b) y particular, el entender la verdad de las doctri-
nas de la salvación. Por otra parte, la certeza plena e in-
quebrantable es una propiedad de la verdad o de la ver-
dadera idea intelectual, y, por tanto, esa idea implica la
absoluta certeza. ¿Cómo es posible, en efecto, que quie-
nes entienden la verdad (por ejemplo, que Dios existe;
que el Hijo de Dios, es decir, la razón o sabiduría de
Dios, es el salvador de los hombres y que sin él nadie
puede salvarse; que, para alcanzar esa salvación, hay que
conocer, amar, etc., a Dios y a su Hijo), necesiten
todavía(c) milagros para estar seguros de esa verdad,
cuando poseen en sí mismos más certeza de la que po-
drían adquirir mediante todos los milagros jamás sucedi-
dos? Por eso ha señalado muy acertadamente el apóstol
(1 Cor 1, 22) que los judíos, es decir, quienes están bajo la
ley y no entienden su verdadero contenido, desean mila-
gros (para conseguirlos(d) llegaron incluso a importunar
muchas veces a Cristo) (Ai/ 12, 38; 16, 1, 3-4; 8, 11; Le 11,
Biografías de Spinoza 67

29). Y por eso también tuvo sobrados motivos (e) para


poner todas sus fuerzas y desvelos en llevar a la plena
certeza del entendimiento(f) a aquellos que se habían ad-
herido a Cristo, como él mismo confiesa?(g) (Col. 2, 1-2).

[c) Ateísmo y tolerancia religiosa]

[54] Todo lo que hemos dicho en defensa de los ex-


celentes(a) escritos de nuestro autor, podrá servir para re-
futar y convencer(b) a aquellos que, arrastrados sin duda
por una crasa(c) ignorancia y por sus pasiones, no sólo no
vacilaron en acusarle, tanto en libros impresos como por
otros medios(d), de la atrocidad(e) del ateísmo, sino que
hicieron todo lo posible por imbuir a sus lectores la idea
de que en sus escritos enseña el ateísmo y de que sus
proposiciones eliminan del espíritu humano toda religión
y piedad. Claro que, si estos adversarios hubieran, al me-
nos, advertido lo dicho por el salmista, «dice el necio en
su corazón: Mno hay Dios"» (Sal 14, 1; 53, 2), este texto po-
dría haberles hecho más sabios e incluso conscientes de
su irreflexión. Porque con estas palabras muestra sobra-
damente que semejante atrocidad no se da, ni realmente
puede darse, en los sabios, entre los cuales (ni ellos pue-
den negarlo) debe ser incluido nuestro autor.

[55] Queden, pues, seriamente advertidos éstos y


todos los demás adversarios de este autor de que, cuan-
do se pongan a investigar sus escritos, deben cuidarse de
juzgar algo como falso y contrario a la Sagrada Escritura
y a la religión cristiana, antes de entender bien su opi-
nión y de compararla y contrastarla con el verdadero
sentido de la Escritura y con la verdadera religión. Y cuí-
dense, ante todo, de no emplear sus falsas ideas e incier-
tas opiniones como regla o piedra de toque de lo que es
68 Atilano Domínguez

verdadero o falso, de lo que concuerda o contradice a la


Sagrada Escritura y a la religión cristiana. Pues, si así lo
hicieran(a), no sólo les sería totalmente imposible juzgar
de forma correcta, sino que correrían el riesgo de recaer
en los absurdos precedentes(b) y de dar(c) lo verdadero y
bueno por falso y malo, y lo acorde con la Sagrada Escri-
tura y con la religión cristiana por contrario a ellas.

[56] Porque el hecho de que los cristianos se hayan


dividido en tantas sectas o confesiones(a), que conjunta e
individualmente ponen todo su empeño y pasión en su-
poner e imponer que sus dogmas particulares, por más
que difieran de los ajenos y se contradigan ellos mismos,
son los dogmas de la doctrina evangélica(b); de que lo
alabado por unos como bueno y santo, por considerarlo
una doctrina divina, es rechazado por otros como impío
y malo, por considerarlo una doctrina diabólica; y, sobre
todo, de que sigan existiendo todas esas confusiones(c)
que jamás existieron entre ellos: todo esto, digo, ha teni-
do por única causa y origen el haber creído erróneamen-
te que sus falsas ideas e inciertas opiniones sobre el sen-
tido de la Sagrada Escritura son la misma Escritura
Sagrada y la palabra infalible de Dios, puesto que, al
creerlo así, las tomaron por regla y piedra de toque de la
verdad y la falsedad. Todos estos cismas, confusiones,
etc., perdurarán sin duda, sin que quepa esperar mejora
alguna, mientras los cristianos no vuelvan su mirada ha-
cia la verdadera e infalible regla o piedra de toque tanto
de la verdad y la falsedad como de lo que concuerda o
discrepa con la Sagrada Escritura y con la religión cris-
tiana.

[57] Cuál es esta norma o piedra de toque (tam-


bién(a) sobre esto han surgido disensiones entre los cris-
tianos), no hay que demostrarlo con más argumentos, ya
Biografías de Spinoza 69

que fácilmente puede entenderse por lo ya dicho. A


quien intente, no obstante, averiguarlo sin mayor esfuer-
zo, le bastará observar lo siguiente. Primero, que todos
los preceptos, testimonios y leyes de Dios son eternos y
que son la mima verdad, es decir, verdades eternas (Sal
19, 10; 119, 86, 138, 142, 144, 151-2, 160\ y que la doctrina
del evangelio, que contiene la religión cristiana, sólo se
funda en la verdad, como no podrá negar ningún cristia-
no. Segundo, que la verdad se muestra a sí misma y a la
falsedad, y que sólo puede ser conocida por sí misma y
no por otra cosa, pues con eso está suficientemente claro
que sólo la verdad constituye dicha regla o piedra de to-
que. De ahí que los cristianos, que entienden la verdad
de lo que enseña y explica la Sagrada Escritura o adquie-
ren de ellos ideas verdaderas y puramente(b) intelectua-
les, sabrán clara e infaliblemente o estarán plenamente
seguros (según lo dicho de la verdad o de las ideas inte-
lectuales verdaderas) de que captan el sentido de la Sa-
grada Escritura y poseen la palabra infalible de Dios.

[58] Además, como la verdad, igual que la naturale-


za o esencia de las cosas, es única o simple e indivisible,
y como, por tanto, de una misma cosa no puede haber
más que una verdad y un sentido verdadero, en la medi-
da en que los cristianos entienden la verdad de esa cosa,
necesariamente se unirán (por decirlo con el apóstol) en
un mismo parecer y en un mismo sentimiento (1 Cor 1,
10-11; FU 2, 2; 3, 16). Más aún, adquirirán una voluntad
constante y eterna de alcanzar lo que el Espíritu Santo
enseña en la Escritura sobre la tolerancia, a saber: dar la
mano a los débiles en la fe, es decir, a aquellos que aún
son imperfectos en el conocimiento (Rm 14, 1); sostener
las fragilidades de los débiles, es decir, las ignorancias de
los que yerran (Rm 15, 1); someter a prueba la propia
obra (Gal 6, 4; Rm 14, 4-14; 2 Cor 1, 14) y no imponer la fe
70 Atilano Domínguez

a nadie (1 Pet 5, 3); ser amables y pacíficos con los que


yerran y esperar si Dios les concede el perdón y alcanzan
el conocimiento de la verdad {cfr. 2 Tim 2, 24-26; 1 Tes 5,
14-15; Mt 12, 19-20. En este último pasaje la caña sacudida y
la candela humeante significan aquellos hombres que aún están
inmersos en muchas dudas y a los que todavía no ha llegado la
luz de la verdad, sino que aún está enturbiada por las nieblas de
la ignorancia y el error).

[59] De lo hecho por el mismo apóstol resulta claro


que cuanto acabamos de decir sobre la tolerancia, no
sólo se aplica a quienes caen en pequeños errores, sino
también a quienes fallan en puntos fundamentales o
esenciales. En efecto, él afirma que la comunidad de los
gálatas se había pasado a un evangelio totalmente distin-
to del de Cristo (Gal 1, 6-7) y estaba en el error de que la
justicia y demás frutos espirituales había que adquirirlos,
no mediante la fe y la obediencia de la verdad, sino me-
diante las obras de la ley y la ley misma [Gal 2, 21; 3, 5, y
passim\ lo cual era errar en un punto fundamental. Y, sin
embargo, prescindiendo de todo eso, él trata a los miem-
bros de esa comunidad como hermanos (Gal 1, 11; 3, 6,
15) e hijos suyos {Gal 6,19, etc.).

[60] Por otra parte, cuando el apóstol dice a la co-


munidad de Filipos «tengamos este sentimiento (a saber,
el que acababa de enseñarles acerca del conocimiento y
del poder de Cristo, de los que surge nuestra vivificación
espiritual, nuestra justificación, etc.) y, si otro tenéis, tam-
bién éste os lo revelará Dios» {Fil 3, 15)y indica claramen-
te que quiere tolerar e incluso tener por hermanos suyos
y miembros de la comunidad cristiana a quienes, en este
punto fundamental, piensan de distinta forma que él, es
decir, no como conviene.
Biografías de Spinoza 71

[61] ¿Por qué, en efecto, quienes yerran en puntos


fundamentales o esenciales, van a ser menos tolerados
que los demás? Pues aquellos, no menos que éstos, pe-
can por impotencia e ignorancia y, por tanto, contra su
voluntad, ya que un niño en Cristo (es decir, un hombre
que, como se ha demostrado, no piensa adecuadamente
en puntos fundamentales o esenciales) es tan necesaria-
mente niño como un niño natural, y para alcanzar la ju-
ventud y la madurez en Cristo no se requiere menos
educación y tiempo en el uno que en el otro. Y por eso,
de los pasajes de la Sagrada Escritura, en los que se trata
de este asunto, se desprende claramente que niño, ado-
lescente y hombre en Cristo se dicen en relación al grado
de conocimiento en que uno aventaja a otro.

[62]* En consecuencia, el que los cristianos, por te-


ner opiniones distintas, se separen unos de otros, se ten-
gan por enemigos de Dios, se tachen de herejes, se deni-
gren, se persigan y cometan crímenes que los verdaderos
cristianos abominan, no se funda de ningún modo en la
verdad, sino necesariamente en la falsa opinión.

[63] No cabe ignorar que cuanto hemos demostrado


por la Sagrada Escritura acerca de la religión cristiana,
parece contradecir a lo que nuestro autor se propuso de-
mostrar en su Tratado teológico-político, a saber, que la re-
ligión se reduce a la simple obediencia y que en ella(a)
no cabe la búsqueda de la verdad de lo enseñado en la
Escritura o el esfuerzo por extraer de ella ideas pura-
mente intelectuales y simples. Mas, quien haya examina-
do bien ese tratado, no ignorará las razones que han mo-
vido a su autor(b) a sostener esa tesis y, al mismo tiempo,
comprobará que incluso acepta la religión racional.

[64] Pues, ¿quién ignora que nosotros los hombres


nos hallamos primero(a) en tal estado que sólo podemos
72 Atilano Domínguez

ser guiados por la obediencia, y no por el conocimiento,


y que incluso son muchísimos los que permanecen toda
su vida en ese estado? Respecto a éstos puede muy bien
ser aceptado lo que nuestro autor(b) intenta demostrar
en dicho tratado: que el único conocimiento que Dios
exige de ellos en la Escritura es (saber) que él es suma-
mente justo y misericordioso o el único modelo de la
verdadera vida, y que a él sólo se le puede servir median-
te la obediencia y la práctica de la caridad y la justicia.

[65] También el apóstol da claramente a entender


en muchos pasajes que no todos los hombres son igual-
mente aptos para ser guiados por el conocimiento y que,
en comparación con todo el género humano, son muchí-
simos los que deben ser guiados por la obediencia. Y así,
para aducir tan sólo algún ejemplo(a), escribe a la comu-
nidad de Corinto: «y yo, hermanos, no pude hablaros
como a espirituales (a saber, aquellos que se guían por el
espíritu o(b) el entendimiento), sino como a carnales;
como a niños en Cristo (es decir, como ya hemos expli-
cado(c), que deben ser guiados por la obediencia) os he
alimentado con leche (os mostré el camino de la obe-
diencia y os he criado con ella) y no con alimentos (sóli-
dos) (no con el conocimiento), pues aún no podíais ni
podéis ahora todavía» [hacerlo](d) (1 Cor 3, 1-2).

[66] El apóstol dice, además: «hablamos (de) la sabi-


duría entre los perfectos» (1 Cor 2, 6), es decir, hablamos
del camino de la sabiduría entre los espirituales (véase
vs. 15) o aquellos que se guían por el espíritu o la inteli-
gencia.

[67] Finalmente, en su epístola a Timoteo, se refiere


a aquellos que siempre aprenden y nunca pueden llegar
al conocimiento de la verdad (Tim 3, 7), es decir, que
Biografías de Spinoza 73

nunca pueden llegar a entender(a) la verdad de lo que se


debe saber para salvarse. Porque conocer esto por la ley
o la Escritura es propio (como ya se ha demostrado)(b)
de los judíos y de los niños en Cristo, y todos los hom-
bres, ancianos y jóvenes, cultos e incultos, dotados de
grande o de pequeña inteligencia, son igualmente capa-
ces de ello.

[68] Quienes habían calificado de opiniones funes-


tas y perniciosas(a) lo que acabamos de decir y lo que
nuestro autor intenta(b) demostrar en su tratado, varias
veces mencionado (a saber, que Dios en la Escritura sólo
exige la obediencia, etc., y, además, que la filosofía y la
teología no tienen nada común entre sí, sino que cada
una posee su propio método), y han hecho el máximo es-
fuerzo por demostrar que todo eso es falso, prestarán sin
duda(c) ahora su asentimiento a lo que hemos demostra-
do acerca de la religión cristiana, en lo que toca al cono-
cimiento.

[III. Otras obras de Spinoza ]

[69] He ahí cuanto nos ha parecido necesario decir


tanto sobre la Ética como sobre la defensa de las opinio-
nes del autor. Puesto que lo anterior ha resultado más
prolijo de lo pensado, a continuación nos referiremos
brevemente a los siguientes tratados, a fin de no retener
demasiado tiempo al lector(a).

[70] Nuestro autor redactó el Tratado político poco


antes de su muerte. Y, por eso(a), aunque no llegó a ter-
minarlo(b), sus ideas son precisas y su estilo claro. En vez
de citar desordenadamente las opiniones de muchos es-
critores políticos, expone sus propias ideas de forma muy
74 Atilano Domínguez

ordenada y deduce constantemente las posteriores de


las anteriores. En los cinco primeros capítulos trata de
la política en general; en el sexto y séptimo de la monar-
quía o gobierno monocéfalo; en el octavo, noveno y dé-
cimo de la aristocracia o gobierno de los notables; y el
décimo es el inicio de la democracia o gobierno popu-
lare). Pero su muerte intempestiva no le permitió termi-
nar éste ni tampoco(d) lo que se había propuesto aña-
dirle; por ejemplo, sobre las leyes y otras varias
discusiones políticas, más particulares y dignas de nota,
como se ve claramente en la carta escrita por el autor a
uno de sus amigosy antepuesta a este tratado impreso.

[71] El Tratado de la reforma del entendimiento, etc.,


ha sido una de las primeras obras del autor, como
muestran incluso su estilo y sus ideas. La dignidad del
asunto que en él aborda y la utilidad del objetivo que
en él se ha fijado, a saber, abrir el camino por el que
mejor(a) pueda ser conducida la inteligencia hacia el
verdadero conocimiento de las cosas, le incitaron cons-
tantemente a redactarlo y concluirlo. Pero la importan-
cia del asunto, las profundas reflexiones y los amplios
conocimientos que para ello se requerían, imprimieron
a la obra un desarrollo lento. Ésta es la razón de que
también él(b) quedó imperfecto, en cuanto que no sólo
no fue llevado a término, sino que en ciertos lugares tie-
ne defectos. Y así, el autor advierte muchas veces en las
notas, todas(c) las cuales son suyas, que lo aquí escrito
debe ser probado con más rigor y explicado con más
amplitud, o [que] en su filosofía o en cualquier otro lu-
gar ya se ha hablado de ello o se hablará(d). No obstan-
te, como dicho tratado incluye cosas muy importantes y
útiles, que resultarán muy gratas a quien busque recta-
mente la verdad y le ofrecerán no poca ayuda en esa
tarea, no ha parecido inútil darlo también a la luz,
Biografías de Spinoza 15

como ya se ha dicho en el aviso al lector, antepuesto a


este escrito.

[72] Trata, en primer lugar, de los bienes(a) que sue-


len buscar los hombres, a saber, la riqueza, el placer y el
honor, así como del verdadero bien y de cómo alcanzar-
lo. Propone después algunas normas de vida y pasa de
ahí a la reforma del entendimiento. Y, a fin de llevar a
cabo esta reforma, enumera cuatro modos distintos de
percepción, explicándolos a continuación con cierta am-
plitud, y elige entre ellos el que mejor conduce a su ob-
jetivo. Y, a fin de que se sepa cómo hay que utilizarlos,
trata además de los instrumentos del entendimiento, es
decir, de las ideas verdaderas, y a la vez del método co-
rrecto de guiar el entendimiento y de sus partes.

[73] La primera parte enseña a distinguir las ideas


verdaderas de las demás y a procurar no confundir las
falsas, ficticias y dudosas con las verdaderas. Y con este
motivo trata largamente de las ideas verdaderas, falsas,
ficticias y dudosas, añadiendo finalmente algo acerca de
la memoria y del olvido. En la segunda parte da reglas
para entender(a) correctamente las cosas desconocidas.
Afirma(b) entonces que la intelección(c) se hace de dos
formas: o por la(d) esencia o por la causa próxima; y,
como ambas formas no pueden realizarse más que por la
verdadera definición, ofrece las leyes de ésta, tanto en las
cosas creadas como en las increadas. Por otra parte, a fin
de que todas nuestras percepciones sean concatenadas,
establece los medios para llegar al conocimiento de las
cosas particulares eternas. Y para ello(e) trata de las fuer-
zas del entendimiento y, a fin de conocerlas, enumera sus
propiedades. Y aquí se interrumpe la obra.

[74] Las Cartas no han sido ordenadas según la ma-


teria de que tratan ni según el prestigio de aquellos por
76 Atilano Domínguez

quienes o a quienes fueron escritas, sino según la fecha


en que fueron redactadas, pero de forma que todas las
cartas de una misma persona, junto con sus respuestas,
vayan colocadas unas tras otras. Si algunos nombres se
transcriben completos, otros tan sólo con las iniciales y
otros de ningún modo, se debe simplemente a que
aquí(a) no hay que fijarse en quién escribe, sino exclusi-
vamente en lo escrito. Advierta, además, el lector(b) que
no debe sorprenderse de que la Ética, que aún no había
sido publicada a través de la imprenta, sea aludida y
mencionada en varias(c) cartas, tanto por el que escribe
como por el que contesta, puesto que ya hacía muchos
años que había sido copiada(d) por distintas personas y
se había hecho pública(e). Nos ha parecido oportuno ad-
vertir esto aquí, ya que de otro modo alguien podría
pensar(f) que había sido impresa mucho antes. Hay que
señalar, además, que todas las obras (a excepción de al-
gunas cartas) han sido escritas en latín.

[75] Aparte de lo que ya hemos mencionado, nues-


tro autor ha dejado una Gramática hebrea o tratado de las
letras escrita en latín, pero incompleta. Aunque ha sido
altamente encomiada por diversas personas expertas en
cuyas manos se hallan varias copias, no nos ha parecido,
sin embargo, útil imprimirla aquí en holandés, sino dejar-
la más bien para la edición latina, puesto que es raro que
se estudie (entre nosotros) el hebreo, mientras que se do-
mina el latín.

[75]* Puesto que el objetivo fijado ha sido ofrecerte,


benévolo lector, todas las Obras postumas de nuestro filó-
sofo, no se debía omitir el Compendio de la Gramática He-
brea. Parece que su autor ha dividido en él la gramática
en dos partes. La primera trata de la etimología o de la
flexión de los nombres y de los verbos, y casi la terminó;
Biografías de Spinoza 77

la segunda, que trataría de la sintaxis o de la construcción


de los nombres y de los verbos, ni siquiera la comenzó.
Siempre tuvo la intención de publicar una gramática he-
brea demostrada según el método geométrico. En su pre-
facio mostraría, en primer lugar, que la auténtica pronun-
ciación de esta lengua había perecido hace tiempo.
Comprobaría, en segundo lugar, que las vocales fueron
añadidas a la Biblia por judíos más recientes, ya que aña-
dieron vocales más usuales a nombres ya anticuados. Y
así, en la página 44 (a) de su Gramática dice: «parece que
el femenino nK (}att) fue también ('atti) y que N'H (bí)
fue K1H (hü\ distinguiéndose [del masculino] (b) por llevar
otras vocales; y, de hecho, es frecuente hallar en la Biblia
palabras escritas así, que los masoretas corrigen siempre,
sin duda porque eran obsoletas» (c). Mostraría, en tercer
lugar, que la letra 1 (vau) había tenido valor de u (sic),
puesto que (d) N (<álefi se cambia con frecuencia en 1 (vau).
En cuarto lugar, probaría que en la Escritura se mezclan
dialectos(e). Y mostraría, finalmente, que nos es lícito cam-
biar, a nuestro antojo las sílabas, ya que, aunque rnÍBtPN
('smórah) tenga en estado constructo la forma rniBWN
(:smóret), sería correcto escribirla rnfetPK (}smórat)y etc. (f).

[75a] En cuanto al Compendio mismo, el autor ad-


vierte con acierto (p. 24) que «han sido muchos los que
han escrito una gramática de la Escritura, pero ninguno
de la lengua hebrea». Muchas cosas se te presentarán
aquí, benévolo lector, que no te será fácil encontrar en
otros. Lo principal, y que el mismo autor aconseja medi-
tar con toda atención, es: «que todas las voces de la len-
gua hebrea, con la única excepción de las interjecciones
y las conjunciones, así como de alguna partícula, tienen
el valor y las propiedades del nombre; pero, como los
gramáticos no lo advirtieron, creyeron que eran irregula-
res muchas (palabras) que, según el uso de la lengua, son
78 Atilano Domínguez

plenamente regulares. Ignoraron, además, muchas cosas


necesarias para el conocimiento de la lengua y para su
manejo».

[75b] Lo que otros han escrito de forma bastante


confusa y prolija sobre los acentos, lo resume brevemen-
te el autor, dejando a un lado lo superfluo, y explica su
verdadero uso. Quizá ninguno haya enseñado con más
solidez y precisión los cambios de los puntos; y con la
misma pericia (ákribeta) trata de las flexiones y significa-
dos de los nombres y de los verbos. Si alguien llega a ela-
borar la sintaxis hebrea sobre los fundamentos aquí
puestos, los amantes del hebreo se mostrarán muy agra-
decidos hacia aquel que mejor desvele el genio de la len-
gua santa, hasta ahora desconocido.

[76] He aquí cuanto ha parecido oportuno indicar


al lector acerca de los escritos contenidos (a excepción
de la Gramática)(a) en este libro. Todos aquellos que
aman sinceramente la verdad y aspiran al conocimiento
firme e indubitable de las cosas, sentirán sin duda gran
pena de que estos escritos de nuestro autor(b) no estén,
en su mayor parte, totalmente terminados. Porque es de
lamentar que aquel que tanto había progresado ya en el
conocimiento de la verdad y tanta habilidad había adqui-
rido en avanzar hacia ella, haya sido arrebatado por una
muerte tan prematura e intempestiva. Tanto más, cuanto
que no sólo cabía esperar de él la conclusión de estos es-
critos, sino también una filosofía completa, tal como re-
cuerda en varios pasajes del Tratado de la reforma del en-
tendimiento. En ella hubiera demostrado sin duda (como
se apunta en las Cartas 63 y 64) la «veradera naturaleza
del movimiento y de qué forma se podría deducir a priori
tantas variedades en la materia, etc.».
Biografías de Spinoza 79

[77] También se había propuesto redactar, con un


método más breve y comprensible, un Álgebra o Regla de
cálculo(a) y otras muchas obras, tal como le oyeron decir
muchas veces varios de sus amigos. Pero la muerte ha
demostrado, también en él(b), que los planes humanos
rara vez se llevan a término. Cabe, no obstante, esperar
que, al publicar estos escritos, aun cuando estén incom-
pletos, no se habrá prestado un mal servicio(c) al mundo
culto, sino que éste lo sabrá agradecer. El único propósi-
to que se ha tenido, es que ese mundo sea iluminado por
ellos y que el conocimiento de la verdad brille con ma-
yor claridad.
Segunda

PIERRE BAYLE. Spinoza (1697,1702)*

[1] Spinoza (Benoit de), judío de nacimiento y des-


pués desertor del judaismo y, en fin, ateo, era de Amster-
dam. Ha sido un ateo de sistema y de un método total-
mente nuevo, aunque el fondo de su doctrina le era
común con otros varios filósofos, antiguos y modernos,
europeos y orientales(A). En relación a estos últimos, es
suficiente leer lo que yo relato en la nota D del artículo
del Japón y lo que digo más abajo respecto a la teología
de una secta de chinos(B).

[2] No he logrado saber nada de particular sobre la


familia de Spinoza; pero cabe pensar que era pobre y
muy poco relevante(C). Estudió la lengua latina con un
médico(a), que la enseñaba en Amsterdam, y se entregó
desde muy pronto al estudio de la teología(b), a la que
dedicó varios años; después de lo cual se consagró por
completo al estudio de la filosofía.
81
82 Atilano Domínguez

[3] Como poseía un espíritu geométrico y se exigía


dar razón de todas las cosas, comprendió muy pronto
que la doctrina de los rabinos no era lo suyo. De ahí que
se percató fácilmente de que desaprobaba el judaismo en
varios artículos, porque era un hombre que no simpatiza-
ba con la coacción de conciencia y detestaba el disimulo.
Declaró, pues, libremente sus dudas y su creencia. Se di-
ce que los judíos le ofrecieron tolerarlo, con tal de que él
quisiera adaptar su conducta exterior a su ceremonial, y
que incluso le prometieron una pensión anual, pero que
él fue incapaz de asumir tal hipocresía. Sólo poco a poco,
sin embargo, se alejó de la sinagoga. Y quizá hubiera
guardado con ellos las formas por más tiempo, si, a la sa-
lida del teatro, no hubiera sido atacado a traición por un
judío, que le dio una puñalada. La herida fue leve, mas él
pensó que la intención del asesino había sido matarle.
Desde ese momento, rompió totalmente con ellos, y ésa
fue la causa de su excomunión; he indagado las circuns-
tancias, sin haber conseguido desvelarlas(c).
Compuso en español una apología de su salida de la
sinagoga. Este escrito no ha sido impreso, pero se sabe
que él introdujo ahí muchas cosas que aparecieron des-
pués en su Tratado teológico-político(á)y impreso en Ams-
terdam(e) el año 1670. Se trata de un libro pernicioso y
detestable, en el que su autor dejó deslizar todas las se-
millas del ateísmo, que se ve al descubierto en sus Opera
posthuma. El señor Stouppe insulta inoportunamente a
los ministros de Holanda por no haber replicado al Tra-
tado teológico-políticdjy). No siempre habla de él con
acierto®.

[4] Cuando Spinoza se volvió a los estudios filosófi-


cos, se decepcionó muy pronto de los sistemas ordinarios
e hizo admirables progresos con el de Descartes(f). Sintió
tan fuerte pasión por buscar la verdad(F) que renunció
Biografías de Spinoza 83

de algún modo al mundo para mejor dedicarse a esta ta-


rea. No contento con deshacerse de todo tipo de nego-
cios, abandonó también Amsterdam, porque las visitas
de sus amigos interrumpían demasiado sus especulacio-
nes. Se retiró al campo, donde meditó a su gusto y traba-
jó en microscopios y telescopios. Continuó esta vida des-
pués de haberse establecido en La Haya, y tanto le
gustaba meditar y poner en orden sus meditaciones y
comunicarlas a sus amigos que concedía muy poco tiem-
po a recrear su espíritu y algunas veces dejaba pasar
tres meses completos sin poner el pie fuera de su hospe-
daje.

[5] Esta vida oculta no impedía, sin embargo, que


volara su nombre y su reputación. Los espíritus fuertes
corrían de todas partes a él(G). La Corte Palatina le de-
seó y mandó ofrecerle una cátedra de profesor de filoso-
fía en Heidelberg. Él la rehusó como un empleo poco
compatible con el deseo que tenía de investigar sin inte-
rrupción la verdad(H). Cayó en una enfermedad lenta
que le causó la muerte el 21 de febrero de 1677, a la
edad de algo más de cuarenta y cuatro años(g). He oído
decir que el príncipe Condé, estando en Utrecht el año
1673, ordenó que le rogaran que viniera a verle(h).

[6] Quienes han tenido cierto trato con Spinoza, así


como los paisanos de los pueblos donde vivió retirado
algunas temporadas, coinciden en afirmar que era un
hombre de trato fácil, afable, honrado, cumplidor y muy
ordenado en sus costumbres®. Esto resulta extraño;
pero, en el fondo, no hay que sorprenderse más de ello
que de ver a gente que vive muy mal, a pesar de que tie-
ne plena fe en el evangelio(i).

[7] Algunas personas pretenden que él ha seguido la


máxima de que «nemo repente turpissimus» (nadie se ha-
84 Atilano Domínguez

ce depravado de repente) y que sólo insensiblemente ca-


yó en el ateísmo, y que aún estaba muy alejado de él en
1663, cuando publicó los Principios de filosofía de Desear-
tes(k). Es tan ortodoxo acerca de la naturaleza de Dios
como el mismo Descartes; pero hay que saber que, al ha-
blar así, no expresaba sus propias convicciones(K). No es
erróneo pensar que el abuso que él hizo de ciertas máxi-
mas de este filósofo, le condujo al precipicio. Hay quie-
nes dan como antecedente del Tratado teológico-político el
escrito pseudónimo De jure ecclesiasticorum, que fue im-
preso el año 1665(L).

[8] Todos los que han refutado el Tratado teológico-


político, han descubierto en él las semillas del ateísmo;
nadie, sin embargo, las ha desarrollado con tanta preci-
sión como el señor Jean Bredenburg(M). Es menos fácil
responder satisfactoriamente a todas las dificultades de
esta obra que destruir de raíz el sistema que ha apareci-
do en sus Opera posthuma, puesto que es la hipótesis más
monstruosa que quepa imaginar y la más diametralmente
opuesta a las nociones más evidentes de nuestro espíri-
tu(N). Se diría que la providencia ha castigado de forma
particular la audacia de este autor, cegándole de tal suer-
te que, por huir de las dificultades que pueden resultar
enojosas a un filósofo, se metió en complicaciones infini-
tamente más inexplicables y tan manifiestas que jamás
un espíritu recto será capaz de ignorarlas.

[9] Quienes se quejan de que los autores que han


tomado la decisión de refutarle, no lo han conseguido,
confunden las cosas: querrían que se les eliminaran ple-
namente las dificultades bajo las cuales él sucumbió(O),
cuando debería bastarles que se destruyera de raíz su
presupuesto, como lo han hecho incluso los más débiles
de sus adversarios(P). No hay que olvidar que este impío
Biografías de Spinoza 85

no ha conocido las inevitables interdependencias de su


sistema, ya que se ha burlado de la aparición de los espí-
ritus(l), y no hay filósofo que tenga menos derecho de
negarla. Debe reconocer que en la naturaleza todo piensa
y que el hombre no es la modificación más ilustrada y
más inteligente del universo. Debe, pues, admitir los de-
monios(Q). Toda la disputa de sus partidarios sobre los
milagros no es más que un puro juego de palabras y no
sirve sino para hacer ver cada vez mejor la inexactitud
de sus ideas(R).

[10] Murió, según se dice, bien persuadido de su


ateísmo y tomó precauciones para impedir, si fuera nece-
sario, que fuera comprobada su inconstancia(S). Si hubie-
ra razonado de forma consecuente, no hubiera tachado
de quimérico el temor del infierno(T).

[11] Sus amigos pretenden que por modestia no de-


seó dar su nombre a una secta(U). No es verdad que sus
seguidores sean numerosos. Muy pocas son las personas
sospechosas de adherirse a su doctrina; y entre aquellos
de los que se sospecha, hay muy pocos que la hayan es-
tudiado; y entre éstos, hay muy pocos que la hayan com-
prendido y que no se hayan desconcertado ante los em-
brollos y las abstracciones impenetrables que en ella se
hallan(m). Pero he aquí lo que pasa. En general, se llama
spinozistas a todos aquellos que apenas si tienen religión
y no lo ocultan demasiado. Lo mismo que en Francia se
llama socinianos a todos aquellos que pasan por ser in-
crédulos respecto a los misterios del evangelio, aun cuan-
do la mayor parte de esas gentes no hayan leído jamás ni
a Socino ni a sus discípulos. Por lo demás, ha sucedido a
Spinoza lo que resulta inevitable a todos los que constru-
yen sistemas de impiedad: se guardan de ciertas objecio-
nes, pero exponiéndose a otras más inquietantes. Si no
86 Atilano Domínguez

pueden someterse a la ortodoxia, si tanto les gusta dispu-


tar, les sería más cómodo no hacerse los dogmáticos.

[12] Ahora bien, de todas las hipótesis de ateísmo, la


de Spinoza es la menos capaz de engañar, porque, como
ya he dicho, combate las nociones más distintas que haya
en el entendimiento humano. Las objeciones contra él
surgen a montones, mientras que las respuestas que él
puede darles, superan en oscuridad a la tesis misma que
debe defender(n). Esto hace que su veneno lleve consigo
su remedio. Hubiera sido más temible, si hubiera em-
pleado todas sus fuerzas en aclarar una hipótesis que está
muy en boga entre los chinos(X) y que es muy diferente
de la por mí aludida en la segunda observación de este
artículo.

[13] Acabo de enterarme de una cosa bastante cu-


riosa, y es que después de haber renunciado a la profe-
sión del judaismo, profesó abiertamente el evangelio y
frecuentó las asambleas de los menonitas o la de los ar-
minianos de Amsterdam(o). Incluso aprobó una Profesión
defeque le comunicó uno de sus íntimos amigos(Y).

[14] Lo que de él se dice en la continuación de Me-


nagiana es tan falso(Z) que me sorprende que los amigos
de Menage no se hayan dado cuenta de ello. El señor de
Vigneul Marville les hubiera hecho suprimir esto, si hu-
biera participado en la edición de la obra, puesto que ad-
virtió al público «que cabe dudar de la verdad de este
hecho»(p). Los motivos por él alegados de su duda son
muy razonables. No hubiera ido demasiado lejos, de ha-
berse pronunciado por la negativa con decisión. Señala-
remos una falta que cometió en la misma página(AA).

[15] Digamos algo sobre las objeciones que he pre-


sentado contra el sistema de Spinoza. Podría haberles
Biografías de Spinoza 87

añadido un amplio suplemento, si no estimara que ya


eran más bien demasiado largas, dada la naturaleza de mi
obra. No es éste el lugar de emprender una disputa me-
tódica. He debido contentarme con exponer observacio-
nes generales que atacasen al spinozismo en sus funda-
mentos y que hiciesen ver que es un sistema que se
apoya sobre un supuesto tan extraño que trastueca la
mayor parte de las nociones comunes que sirven de nor-
ma en las discusiones filosóficas. Combatir este sistema
por oponerse a los axiomas más evidentes y más univer-
sales que hasta ahora haya habido, es sin duda una muy
buena forma de atacarlo, aunque quizá sea menos apta
para curar a los viejos spinozistas que si se les hiciera ver
que las proposiciones de Spinoza se oponen unas a otras.
Sentirían mucho menos el peso de los prejuicios, si se les
forzara a reconocer que este hombre no siempre es cohe-
rente consigo mismo, que prueba mal lo que debe pro-
bar, que deja sin prueba lo que la necesita, que no es co-
rrecto en sus conclusiones, etc. Esta forma de atacarle,
por los defectos absolutos(q) de su obra y por los defec-
tos relativos de sus partes comparadas unas con otras, ha
sido muy bien empleada en algunas de las obras que le
han refutado(r). Acabo de enterarme de que el autor de
un librito flamenco, impreso hace unos días, la ha em-
pleado con fuerza y destreza(BB).

[16] Pero hablemos del suplemento que quiero aña-


dir. Consiste en aclarar la objeción que he sacado de la
inmutabilidad de Dios(CC) y en examinar si es verdad,
como, según me dice, muchos pretenden, que no he
comprendido en absoluto la doctrina de Spinoza. Sería
bien extraño, dado que yo me he ceñido a refutar la pro-
posición que constituye la base de su sistema y que él
imprime con claridad meridiana. Me he limitado a com-
batir lo que él establece con toda claridad y precisión
88 Atilano Domínguez

como su primer principio, a saber, que Dios es la única


sustancia que existe en el universo y que todos los de-
más seres no son más que modificaciones de esa sustan-
cia. Si no se entiende lo que con ello quiere decir, es sin
duda porque ha añadido a las palabras un significado to-
talmente nuevo, sin advertirlo a los lectores. Es un medio
excelente de hacerse ininteligible por su propia cul-
pa(DD). Si hay un término que ha tomado en un sentido
nuevo y desconocido para los filósofos, parece ser el de
modificación. Pero, de cualquier forma que lo tome, no
lograría evitar que se lo confunda, como se podrá ver en
una nota de este artículo(a). Quienes se decidan a exami-
nar las objeciones que yo le he propuesto, comprenderán
fácilmente que he tomado la palabra modalidad en el sen-
tido que debe tener, y que las consecuencias que he
sacado y los principios que he empleado para combatir
estas consecuencias, concuerdan justamente con las re-
glas del razonamiento. No sé si es necesario añadir que
el flanco por donde le ataco, y que siempre me ha pare-
cido muy débil, es aquel que los spinozistas se preocu-
pan menos de defender(EE).

[17] Termino diciendo que varias personas me han


asegurado que su doctrina, incluso considerada indepen-
dientemente de los intereses de la religión, ha parecido
muy despreciable a los más grandes matemáticos de
nuestro tiempo(b). Se lo creerá fácilmente, si se recuer-
dan estas dos cosas: una, que no hay nadie que deba
estar más convencido de la multiplicidad de las sustan-
cias que aquellos que se dedican al estudio de la exten-
sión; otra, que la mayor parte de esos señores admiten el
vacío. Ahora bien, nada hay más opuesto a la hipótesis
de Spinoza que sostener que los cuerpos jamás se tocan,
y nunca dos sistemas han sido más opuestos que el suyo
y el de los atomistas. Él está de acuerdo con Epicuro en
Biografías de Spinoza 89

lo tocante a la providencia; pero en todo lo demás, sus


sistemas son como el fuego y el agua.

[18] Acabo de leer una carta(c), donde se proclama


que ha vivido durante algún tiempo en la ciudad de
Ulm, que el magistrado le hizo salir porque difundía en
ella su perniciosa doctrina y que fue allí mismo donde
comenzó a redactar su Tratado teológico-político. Yo dudo
mucho de todo esto. El autor de la carta añade que su
padre, cuando aún era protestante, era muy amigo de
Spinoza y que se debe principalmente a su influencia el
que este raro genio haya abandonado la secta de los ju-
díos.
Tercera

Kortholt De tribus impostoribus (1700)*

[1] (...) Finalmente, después de mi padre, habló de


Spinoza el celebérrimo Pierre Bayle (Dict. Htst. CriL, Rot-
terdam, 1697, II, 1038-1100). Este trató de la vida, los es-
critos y los adversarios de Spinoza de forma más comple-
ta que el editor de sus Obras postumas, que sólo toca
brevemente su forma de vida. Si a ellos añado algunos
datos poco conocidos y todavía no impresos, pienso que
haré algo que agradecerá el benévolo lector. Me limitaré,
sin embargo, a referir los que yo mismo he recogido hace
unos años, cuando estuve en La Haya, de boca de hom-
bres cultos e íntegros, y, en primer lugar, de quienes con-
vivieron con Spinoza y de su hospedero H(endrick) van
der S(pyck), hombre de todo crédito y pintor sumamen-
te experto, que incluso dibujó el rostro del ateo.

[2] Según estos testigos, Benedictus Spinoza nació


en Amsterdam, de un comerciante judío, y su nombre
era Baruch. Se atrajo desde niño gran odio de parte de
91
92 Atilano Domínguez

su padre, porque, estando destinado al comercio, se en-


tregó totalmente a las letras. Aprendió la lengua latina,
junto con D(irck) Kerck(rinck) de Hamburgo, bajo la
guía y los auspicios de una joven culta, que después se
casó con éste.

[3] Al morir su padre, dejó la patria y toda la heren-


cia (con la única excepción de una cama) a sus parientes.
No abandonó nunca, sin embargo, Holanda, sino que se
retiró primero a Rijnsburg, luego a Voorburg y finalmen-
te a La Haya, donde le proporcionó sustento y aloja-
miento el mencionado H. van der Spyck, y llevó una vi-
da sumamente solitaria. En todo caso, es totalmente
cierto lo que nos refiere el editor de sus Obras postumas.
que pasó algunos meses completos sin salir de casa. De-
masiado diligente, se entregaba al estudio incluso en ple-
na noche y la mayor parte de sus tenebrosos libros los
elucubró de las diez de la noche a las tres de la madruga-
da. De día se substraía casi siempre al trato con los hom-
bres, a fin de que no pasase una hora sin que se perdiera
a sí mismo y también a los demás. Así lo confirma la car-
ta enviada a mi padre el 9 de abril de 1681, desde la ciu-
dad sueca de Holms, por el señor Christ. Nicol. Greiffen-
cranz, consejero del duque de Holstein, el cual trató con
Spinoza en La Haya en 1672: «parecía, dice, vivir para sí
solo, siempre solitario y como encerrado en su gabinete».
Séneca habría dicho, pues, de Spinoza lo que solía decir
de Servilio Vatia al pasar por delante de su casa de cam-
po, en la que estaba siempre escondido como en un se-
pulcro: «aquí está enterrado Vatia».

[4] A veces, sin embargo, se distraía pulimentando


vidrios, como aquellos que mostraba su huésped, junto
con pinturas hechas por la misma mano, y que eran dig^
nos de verse. A veces charlaba con hombres cultos e im-
Biografías de Spinoza 93

portantes; pero no iba a visitarlos, sino que los recibía en


su casa y trataba con ellos de asuntos de Estado. Pues
pretendía tener renombre de político, y su inteligencia y
reflexión le llevaban a predecir con perspicacia el futuro,
como en varias ocasiones lo hizo a sus huéspedes.

[5] No siempre se opuso a servirse de judíos para


las faenas caseras y concedió algún tiempo a los discípu-
los, a los que imbuía gratuitamente la perversidad de sus
opiniones. Pues sin razón alguna fue un ateo malvado. Se
declaraba, sin embargo, cristiano y no sólo asistió perso-
nalmente a reuniones de reformados o luteranos, sino
que muchas veces tomó la iniciativa de exhortar a otros
a que fueran a la iglesia y recomendó vivamente ciertos
predicadores de la palabra divina a los de su casa. Jamás
salió de la boca de Spinoza un juramento o una palabra
irreverente contra Dios.

[6] Tampoco abusó del vino y llevaba una vida más


bien austera. Sólo pagaba a su hospedero ochenta flori-
nes holandeses en cualquier época del año y gastaba, a lo
sumo, cuatro cientos anuales. No codiciaba el dinero,
pues, de lo contrario, no hubiera desechado algunas ve-
ces el cargo de profesor que se le ofreció, siendo un
hombre tan ávido de gloria y tan ambicioso que se expu-
so orgulloso a ser cruelmente despedazado con sus ami-
gos De Witt, con tal que a una vida breve siguiera una
carrera eterna de gloria.

[7] En efecto, después de cumplir los cuarenta y


cuatro años y haber vivido casi seis en casa del mencio-
nado pintor, el filósofo comenzó a ponerse enfermo, ago-
tado por el trabajo nocturno. Siempre pensaba, sin em-
bargo, en la vida, y ni le venía a la mente la muerte
inminente. El 21 de febrero de 1677 dijo a su hospedero,
94 Atilano Domínguez

que se iba a escuchar al orador sagrado después de me-


diodía: «cuando termine el sermón, volverás, si Dios
quiere, para seguir charlando». Pero, antes de que los
hospederos regresaran a casa, y en presencia tan sólo de
un doctor en medicina de Amsterdam, exhaló plácida-
mente su alma impura y su último aliento. Si tal género
de muerte puede corresponder a un ateo, se ha discutido
no hace mucho entre los eruditos.

[8] Después de la muerte de Spinoza varias personas


cultas, entre ellas C(ornelis) Bontekoe, desearon con avi-
dez conseguir la herencia de sus libros. Pero Spinoza, al
igual que Hobbes, no se había preocupado mucho de ha-
cer gran acopio de ellos y apenas había dejado 40, que
los eruditos acapararon al máximo precio. No se encon-
traba entre ellos el tratado del Arco iris, redactado por
Spinoza con gran trabajo, pese a que el editor de sus
Obras postumas cree que aún pudiera estar oculto en al-
gún lado. Yo doy por cierto, sin embargo, que el autor, el
año de su muerte, entregó el libro, no a la luz, sino a las
llamas el mismo día en que fuegos de artificio ilumina-
ban casi todas las calles de La Haya. Queriendo imitar
aquellos rayos festivos, se divertía provocando también
en su casa aplausos y solemnes llamas, mientras comenta-
ba: «he trabajado larga y duramente para excogitar y re-
dactar esto, pero ahora estoy seguro de que ningún hom-
bre lo leerá».

[9] ¡Ojalá también hubiera destruido con el fuego


vengador los demás trabajos, que habían de proyectar las
tinieblas sobre la luz de la clarísima verdad, engendros
de una fantasía errática y espectros repugnantes de la
puerta infernal, dignos de ser devueltos al orco, del que
habían venido, a fin de que no pudiesen arrastrar a sus
lectores a las llamas inextinguibles! Mas, para que tampo-
Biografías de Spinoza 95

co después de su muerte dejaran de hacer daño, el día


antes de morir encargó a su hospedero, que le avisó del
peligro de muerte, que enviara los libros por él redacta-
dos al librero de Amsterdam, Jan Rieuwertsz. Hecho lo
cual, ese mismo año las Obras postumas cayeron en manos
de las gentes y merecieron juicios muy diversos; pero los
hombres sensatos estimaron que eran incalificables e im-
pías.

[10] En vano encomia, pues, el editor la utilidad de


las obras y la ficticia piedad del autor, puesto que nunca
de las espinas cosechamos higos o uvas. Por el contrario,
por cuanto Spinoza ha abusado del testimonio de las Es-
crituras Sagradas y de los ejemplos de la doctrina celes-
tial, parecen cuadrarle las palabras del Salvador: «caye-
ron entre espinas y, al crecer las espinas, las sofocaron».
Enhorabuena, pues, de que Spinoza, padre de monstruo-
sísimas opiniones, no haya dado la última mano al texto
sagrado, que había comenzado a traducir al latín, y que
no haya dado al público la obra de Dios por él corrom-
pida.

[11] Esto es cuanto tenía que decir sobre el famoso


ateo. No añado ahora otras cosas a fin de no entretener
más a quienes van a leer el libro de mi padre. Me incita-
ron a reeditarlo, ante todo Pierre Bayle, que me lo ha pe-
dido hace poco, y Thomas Burnet, honor de Inglaterra,
que me lo ha repetido muchas veces.
Cuarta

JOHANNES COLERUS. Breve, pero fidedigna


biografía de Benedictos de Spinoza, redactada
a partir de documentos auténticos y de testimonios orales
de personas que aún viven, por / . C., predicador alemán
de la comunidad luterana de La Haya
[Amsterdam, J. Lindenberg, 1705]"

Capítulo I. Origen y familia de Spinoza

[1] Este filósofo mundialmente famoso, recibió de


sus padres judíos el nombre de Baruch Spinoza; pero
posteriormente, después de haberse separado del judais-
mo, él mismo lo cambió, firmando en sus escritos y car-
tas Benedictus de Spinoza. Nació en Amsterdam, en el
mes de diciembre de 1633; por el día de su muerte es fá-
cil de calcular también el de su nacimiento.

[2] Aunque se suele escribir que era pobre y proce-


día de origen humilde, es cierto más bien que sus padres
eran judíos portugueses, distinguidos y bien acomodados,
que vivían en una hermosa casa de comerciante situada
en el Burgwal, cerca de la antigua iglesia portuguesa. Ade-
más, sus costumbres y modales, amigos, parientes y poste-
rior herencia de sus padres son suficiente testimonio de
que su educación no fue mala, sino mejor de lo común.
97
98 Atilano Domínguez

[3] Tenía dos hermanas, Rebeca y Miriam de Spino-


za. La segunda estaba casada con un judío portugués, lla-
mado Samuel Carceris, cuyo hijo, Daniel Carceris, se pre-
sentó después de la muerte de B. de Spinoza como
heredero suyo. Así consta en un poder notarial, librado a
ese fin el 30 de marzo de 1677 por el notario Libertus
Loef en favor de Hendrick van der Spyck, que había si-
do el hospedero del difunto.

Capítulo II. Comienzo de sus estudios

[4] Spinoza estaba dotado por naturaleza de un vivo


ingenio y de una rápida inteligencia. Como tenía, ade-
más, gran pasión por la lengua latina, recibió primero
unas horas diarias de clase de un estudiante alemán, has-
ta que después se dedicó a su aprendizaje con el célebre
profesor y doctor en medicina, Frans van den Enden.
Éste enseñaba entonces en Amsterdam con gran fama a
muchos hijos de los más distinguidos comerciantes, hasta
que se comprobó que intentaba imbuir a sus alumnos
algo más que el latín, a saber, las primeras semillas y los
principios del ateísmo. Conozco diversos ejemplos de
personas respetables, que después ocuparon el cargo de
ancianos en nuestra comunidad de Amsterdam, que han
dado gracias a sus difuntos padres por haberles alejado
de la escuela de este ateo.

[5] Van den Enden tenía una única hija, que era tan
experta en la lengua latina que llegó a dar clases de latín,
y también de pintura, a los alumnos de su padre. Spinoza
ha contado muchas veces que había tenido la idea de
tomarla por esposa, aunque era algo coja y contrahecha
de cuerpo, simplemente porque estaba cautivado por su
viva inteligencia y su gran erudición. Pero su condiscípu-
Biografías de Spinoza 99

lo Kerckrinch, natural de Hamburgo, que lo había adver-


tido y sentía celos, ganó finalmente su favor, influyendo
no poco en ello el precioso collar de perlas, valorado en
varios miles de florines, que él le regaló. Lo eligió, pues,
como esposo, después de que él renunció a su propia re-
ligión, a saber, la de la Confesión de Augsburgo, y abrazó
la romana (véase P. Bayle, Dict. Hist. et Critique, 2.a ed.
Rotterdam, t. 3, p. 2767; Kortholt, De tribus impostoribus,
2.a ed., prefacio de su hijo).

[6] Van den Enden, como ya era demasiado conoci-


do en Holanda, se marchó a Francia, donde vivía de la
práctica de su oficio de médico. Pero tuvo un final des-
graciado. Cuenta Bayle en su vida de Spinoza, traducida
por F. Halma (p. 5), que fue ahorcado en Francia por ha-
ber maquinado contra la vida del Delfín. Pero otros, que
lo conocieron allí y le trataron de cerca, aducen otras ra-
zones, a saber, que intentó sublevar una provincia de
Francia so pretexto de que recobraría sus antiguos dere-
chos, a fin de provocar molestias al rey francés en el inte-
rior del país y aliviar así a nuestros Países Bajos de su
opresión; pero que llegaron tarde los barcos que de aquí
debían serle enviados. En todo caso, si la primera hipóte-
sis es cierta, se debiera haberle impuesto otra pena mu-
cho más dura.

Capítulo III. Se dedica primero a la teología


y después a la filosofía

[7] Una vez que Spinoza llegó a entender el latín, se


dedicó inmediatamente, en su juventud, a la teología y se
ejercitó algunos años en ella. Mas, como su inteligencia y
su juicio maduraban progresivamente y él mismo com-
probaba que era más hábil para los objetos de las cien-
100 Atilano Domínguez

cias naturales, abandonó aquélla y se encaminó con toda


decisión a la filosofía. Buscó largo tiempo un buen maes-
tro y escritos que le ayudaran en esta empresa, hasta que
finalmente consiguió leer a Descartes. Muchas veces ha
reconocido que descubrió en su ciencia de la naturaleza
la mayor luz y que en ella aprendió a no aceptar nada
más que aquello que pudiera ser avalado con razones vá-
lidas e inteligibles.

[8] De esta forma se convenció de que las fútiles


lecciones y opiniones de los rabinos judíos no le podían
ayudar en su cometido, puesto que se apoyaban simple-
mente en su autoridad y en las supuestas inspiraciones
divinas, y no en principios y razones firmes. De ahí que
comenzó también a apartarse cada vez más del trato con
los maestros judíos y a aparecer rara vez por la sinagoga.
Como éstos lanzaron contra él su odio, sospechaban que
se pasaría de ellos al cristianismo, aunque él jamás lo
abrazó ni recibió el santo bautismo ni se ligó a ninguna
ideología. Claro que, después de su separación del ju-
daismo, tuvo muchos contactos con algunos menonitas
cultos, pero también con los de otras confesiones. Bayle,
en la vida de Spinoza, traducida por F. Halma (pp. 6, 7,
8), cuenta que los judíos le habían ofrecido una pensión
o sueldo anual simplemente por permanecer con ellos e
ir rutinariamente a la iglesia. Él mismo lo ha confesado
muchas veces a sus hospederos y a otros, admitiendo
que dicha pensión estaba fijada en mil florines. Pero
siempre añadía que ni por diez mil iría jamás bajo tal ca-
pucha a la sinagoga, puesto que él sólo buscaba la ver-
dad y no la simple apariencia.

[9] El mismo Bayle escribe también que en cierta


ocasión, al salir Spinoza del teatro, fue atacado por un ju-
dío, que le hizo una pequeña herida en la cara con un
Biografías de Spinoza 101

cuchillo y que él sospechaba que había querido quitarle


la vida. En cambio, el hospedero de Spinoza y su mujer,
que aún viven, me han dicho que él se lo ha contado
muchas veces de otro modo, a saber, que al salir él una
tarde de la vieja sinagoga portuguesa, fue atacado con un
puñal y que, según lo vio, se volvió y que por eso recibió
el golpe en el vestido. Como prueba duradera del hecho
aún conservaba una casaca. Este percance le ofreció la
ocasión para irse a vivir fuera de Amsterdam y así prose-
guir en la calma sus investigaciones sobre la naturaleza.

Capítulo IV. [La excomunión]

[10] No bien se apartó Spinoza de los judíos, pusie-


ron éstos en acción contra él su derecho eclesial, exclu-
yéndolo públicamente de la sinagoga y de la comunidad.
Que esto sucedió realmente así, lo atestiguó muchas ve-
ces él mismo, y por eso desde entonces no quiso hablar
ni tratar más con ninguno de ellos. Bayle y Musaeus lo
confirman al unísono. Y los judíos de Amsterdam, que lo
habían conocido muy bien, me dijeron que era un hecho
bien conocido y que el anciano haham Aboab, un rabí de
gran prestigio por entonces entre ellos, lo había excomul-
gado. He intentado hallar el texto entre sus hijos, pero
en vano, ya que se excusaron diciendo que no lo habían
encontrado entre los papeles postumos de su padre, aun-
que bien me di cuenta de que no querían soltarlo de sus
manos.

[11] He preguntado aquí, en La Haya, a un judío


erudito qué fórmula utilizaban en la excomunión de un
apóstata y me contestó que era la misma, sólo que más
breve, que se halla en el tratado de Maimónides Hilcotb
Talmud Torab, capítulo 7, v. 2. Por otra parte, según la
102 Atilano Domínguez

opinión común de los intérpretes de las Sagradas Escri-


turas, los judíos tenían tres clases de excomunión, aun-
que el ilustre Johannes Seldenus, en su libro De Synedriis
veterum hebraeorum (lib. 1, cap. 7, p. 64), afirma que sólo
solían usar dos clases, la primera de las cuales tenía dos
grados.

[12] La primera clase de excomunión, llamada por


ellos niddui, es una expulsión o separación temporal de la
comunidad. Primero se imponía al culpable una fuerte
multa y se le amonestaba, concediéndole siete días para
que se purificara en su interior de su mal y se liberara de
su culpa. Si no lo hacía así, seguía una exclusión, llamada
por ellos pequeña excomunión, según la cual aún espera-
ban treinta días o un mes a ver si recapacitaba. Durante
ese tiempo debía el excomulgado mantenerse a cuatro
pasos de otros hombres, sin que nadie osara relacionarse
con él, excepto quienes le dieran de comer y beber. Jo-
hannes Jacob Hofmann, en su Lexicón (t. II, p. 213), aña-
de aquí que nadie puede comer ni beber ni bañarse con
él, pero que éste tiene libertad para ir a la sinagoga tanto
para enseñar como para escuchar; pero que, si durante
esos treinta días le nace un hijo, no intentará circuncidar-
lo; y que, si acaso muriera, no será llorado ni lamentado,
y que para su perpetua vergüenza arrojarán sobre su
tumba un gran montón de piedras o harán rodar sobre él
un peñasco. Willem Goeree, en sus Antigüedades judaicas
(t. I, p. 641), pretende que nadie en Israel ha sido jamás
castigado con una excomunión que merezca estrictamen-
te tal nombre; pero los intérpretes de las Escrituras, tan-
to judíos como cristianos, no están de acuerdo con él,
sino que prueban más bien lo contrario.

[13] La segunda clase de excomunión se llama he-


rem y es una exclusión de la sinagoga que va acompaña-
Biografías de Spinoza 103

da de terribles maldiciones, tomadas generalmente de


Deuteronomio, 28, como muestra con todo detalle D. Dil-
her (Disput. Theoi et Philolog., t. II, p. 319). Y el erudito
inglés, John Lighthoot, en sus Horae hebraicae sobre 1 Cor.
5, 5 {Opera, t. II, p. 890), dice que esta excomunión debía
seguir a la primera cuando habían pasado los treinta días
sin que el excomulgado diera muestras de haberse purifi-
cado de su mal y su culpa, constituyendo así el segundo
grado de la pequeña excomunión. Se realizaba en una
asamblea pública, en la que se proclamaba públicamente
sobre el culpable la maldición, tomada de la ley de Moi-
sés. Se encendían las luces, que ardían mientras duraba
la lectura de las palabras imprecatorias. Hecho lo cual, el
rabí apagaba las velas a fin de mostrar que aquel hombre
quedaba privado de la luz divina. Quien era así excomul-
gado no podía volver a la sinagoga, ni para enseñar ni
para escuchar, durante los treinta días, que se ampliaban
después a sesenta o noventa, para que el excomulgado
pudiera llegar a reconocer sus pecados.

[14] Si no sucedía así, seguía, finalmente, la tercera


clase de excomunión, llamada por los judíos scbammata.
Era una exclusión sin esperanza de ser recibido jamás en
la comunidad de la iglesia o del pueblo judío. Ésta era
estrictamente la por ellos llamada gran excomunión. An-
tiguamente, se acostumbraba a tocar el cuerno (shopbar),
cuando el rabí la proclamaba en la asamblea, a fin de que
cuantos le oyeran, sintieran terror. Por ella se excluía a
los malhechores de toda ayuda y asistencia humana y de
todos los medios y gracias de Dios, y se los entregaba al
severo juicio divino para su eterna perdición. Son mu-
chos los que sostienen que esta excomunión o scbammata
es la misma que el apóstol (1 Cor. 16, 22) denomina
maran atha, cuando dice: «si alguno no ama al señor Jesu-
cristo, sea anatema, mabaram motha» (o, dicho con más
104 Atilano Domínguez

precisión, matan atha\ es decir, «sea excluido hasta la


muerte». O, según la traducción dada por otros (del he-
breo), «el Señor viene», a saber, para juzgarlo y conde-
narlo. Los judíos sostienen que esta clase de excomunión
fue implantada por Enoc y que ha llegado a ellos por tra-
dición.

[15] En cuanto a los motivos por los que excomul-


gan a alguien, según el testimonio del erudito Lighthoot
(loe. cit.), los maestros judíos aducen dos principales: por
dinero o por epicureismo. Por dinero, cuando el deudor
ha sido condenado a pagar y rehusa hacerlo. Por forma
epicúrea de vida, cuando alguien se ha convertido en un
blasfemo, un idólatra, un profanador del sábado o un
apóstata de su religión. Puesto que así se describe a un
epicúreo en el Talmud (tratado Sanedrín, fol. 99), diciendo
que es uno que desprecia la palabra de Dios, se burla de
los discípulos de los sabios y pronuncia palabras malva-
das contra Dios. A tal hombre no le concedían tiempo al-
guno, sino que lo declaraban inmediatamente excomul-
gado. El primer día de la semana era convocado por el
presidente de la sinagoga y, si no se presentaba, debía
éste proclamarlo públicamente diciendo: «por mandato
del superior de la escuela he convocado aquí a N. N.,
pero él no ha querido presentarse». Entonces se ponía
por escrito la excomunión, y el mismo servidor se encar-
gaba de notificarla al excomulgado. Este escrito le servía
de cédula o carta de excomunión, y también otros po-
dían sacar de ella una copia con tal de pagar al amanuen-
se. Pero, si el excomulgado se presentaba y seguía obsti-
nado, se hacía lo mismo de palabra y además se le
señalaba con el dedo. Lighthoot (loe. cit.) aún aduce, a
partir de antiguos escritos judíos, otras 24 razones por las
que excomulgaban a uno; pero sería prolijo referirlas
aquí.
Biografías de Spinoza 105

[16] Finalmente, en cuanto al formulario utilizado


tanto en la excomunión oral como en la escrita, se hacía
constar primero la culpa o causa de la misma, tal como
indica Seldenus (loe. cit., p. 59) fundándose en Maimóni-
des. Venía después esta corta fórmula: «este N. N. esté
en niddut\ herem o scbammata. Sea separado, excomulgado
o totalmente desarraigado». He buscado largo tiempo
uno u otro formulario de la excomunión judía, mas no la
conseguí de ningún judío hasta que Surenhusius, cultísi-
mo y experto en los escritos antiguos de los judíos, cate-
drático de lenguas orientales en la Ilustre Escuela de
Amsterdam, me proporcionó la excomunión general ju-
día del libro sobre las ceremonias judías, llamado Colbo,
acompañada de una traducción latina. El mismo texto se
halla también en el libro de Seldenus De jure naturae et
gentium (lib. IV, cap. 7, pp. 524 ss). La hemos traducido
como sigue en atención al lector holandés:

[17] Fórmula de la excomunión general judía.


Según el decreto de los ángeles y el veredicto de los
santos proscribimos, arrojamos, desechamos, rechazamos,
condenamos y maldecimos, por la voluntad de Dios y de
su Iglesia y en virtud del libro de la Ley y los 613 pre-
ceptos en él contenidos, con esta excomunión, con la que
Josué proscribió a la ciudad de Jericó, y con la maldición
con que Elíseo maldijo a los muchachos y a su criado
Gehazi; con el anatema con que Barak anatematizó a
Meros y con el que solían emplear los miembros del
Gran Consejo; con el que Raf Judá, hijo de Ezequiel, lan-
zó contra su criado (véase Guemara. «Kiduschim», fol. 70)
y con todas las proscripciones, maldiciones, condenas,
expulsiones y separaciones que se han decretado desde
el tiempo de Moisés, nuestro maestro, hasta el día de
hoy en el nombre de Actariel, llamado Iah, el señor de
las batallas; en el nombre del gran príncipe Miguel; en el
106 Atilano Domínguez

nombre de Metatterón, cuyo nombre es igual al de su


amo; en el nombre de Sardalifón, que ofrece flores a su
amo, es decir, que lleva las súplicas de Israel ante Dios, el
señor; en el nombre que contiene 42 letras, a saber, en el
nombre de aquel que se apareció a Moisés en la zarza; en
el nombre por el que Moisés hendió el Mar Rojo; en el
nombre de aquel que ha dicho: «yo soy el que seré»; por el
misterio del gran nombre de Dios, «Jehová»; por la Escritu-
ra de las doce tablas de la Ley; en el nombre del señor, el
Dios de las batallas, que vive por encima de los querubi-
nes; en el nombre de los globos y las ruedas que vio Eze-
quiel y de los animales sagrados y de los ángeles subalter-
nos; en el nombre de todos los santos ángeles que sirven
al Altísimo: condenamos a cualquier hijo o hija de Israel
que de algún modo quebrante voluntariamente un solo
mandamiento de la iglesia que le está prescrito observar.
Que sea maldito ante el señor, Dios de Israel, que se
sienta por encima de los querubines. Que sea maldito
por la boca del nombre santo y terrible que llegó a la
gran propiciación a ruego del pontífice supremo. Que
sea maldito en los cielos y en la tierra, por la boca de
Dios todopoderoso, por el nombre del gran príncipe Mi-
guel, por el nombre de Mettateron, cuyo nombre es igual
al de su amo (la palabra Mettateron llega al mismo núme-
ro de letras que la palabra Schadai, el todopoderoso, a sa-
ber, 314). Sea maldito por el nombre de Actariel Iah, se-
ñor de los ejércitos, por la boca de los serafines, de las
ruedas y santos animales, así como de los ángeles subal-
ternos, que sirven con santidad y rectitud ante el señor.
¿Ha nacido en el mes de nisán (marzo), cuyo supremo
ángel guardián y director se llama Uriel? Que sea maldi-
to por su boca y por la boca de toda su guardia. ¿Ha na-
cido en el mes de ijar (abril), cuyo supremo ángel guar-
dián y director se llama Zefaniel? Que sea maldito por su
boca y por la boca de toda su guardia. ¿Ha nacido en el
Biografías de Spinoza 107

mes de silván (mayo), cuyo supremo ángel guardián y di-


rector es Amniel? Que sea maldito por su boca y por la
boca de toda su guardia. ¿Ha nacido en thammus (junio),
cuyo supremo ángel guardián y director se llama Peniel?
Que sea maldito por su boca y por la de toda su guardia.
¿Ha nacido en el mes de abh (julio), cuyo supremo ángel
y director se llama Barkiel? Que sea maldito por su boca
y por la boca de toda su guardia. ¿Ha nacido en el mes
de elul (agosto), cuyo supremo ángel guardián y director
se llama Periel? Que sea maldito por su boca y por la bo-
ca de toda su guardia. ¿Ha nacido en el mes de tisri (sep-
tiembre), cuyo supremo ángel guardián y director se lla-
ma Zuriel? Que sea maldito por su boca y por la boca de
toda su guardia. ¿Ha nacido en el mes de marscheschvan
(octubre), cuyo supremo ángel guardián y director se lla-
ma Zacariel? Que sea maldito por su boca y por la boca
de toda su guardia. ¿Ha nacido en el mes de schevat (ene-
ro), cuyo supremo ángel guardián y director se llama Ga-
briel? Que sea maldito por su boca y por la boca de toda
su guardia. ¿Ha nacido en el mes de hisleu (noviembre),
cuyo supremo ángel guardián y director se llama Ado-
niel? Que sea maldito por su boca y por la boca de toda
su guardia. ¿Ha nacido en el mes de tevat (diciembre),
cuyo supremo ángel guardián y director se llama Anael?
Que sea maldito por su boca y por la boca de toda su
guardia. ¿Ha nacido en el mes de schevat (enero), cuyo
supremo ángel guardián y director se llama Gabriel? Que
sea maldito por su boca y por la boca de toda su guardia.
¿Ha nacido en el mes de adar (febrero), cuyo supremo án-
gel guardián y director se llama Rumiel? Que sea maldito
por su boca y por la boca de toda su guardia.
Sea maldito por la boca de los siete ángeles que presi-
den los siete días de la semana y por la boca de toda su
guardia y tropa. Sea maldito por los cuatro ángeles que
presiden las cuatro estaciones del año y por toda su guar-
108 Atilano Domínguez

dia y tropa. Sea maldito por las siete potencias; por la bo-
ca del príncipe de la ley, que lleva el nombre de corona
y sello; por la boca del Dios grande, fuerte y terrible.
Pedimos que tal hombre sea aniquilado, que su caída
llegue rápidamente. Que Dios, el Dios de los espíritus, lo
destruya y extermine, aniquile, suprima y extirpe ante
toda carne. La cólera del señor y un huracán irresistible
caiga sobre la cabeza de los impíos. Que caigan sobre
ellos los ángeles exterminadores. Que sea maldito, a don-
dequiera que se vuelva o dirija. Que su alma huya de él
con pavor. Que muera por un estrechamiento de garganta.
Que no sobrepase los límites de su vida ni salga de ellos.
Que Dios lo castigue con la consumpción, con la fiebre
elevada, con el fuego, con la inflamación, con la espada,
con la sequedad y con la sarna. Que Dios le persiga hasta
que lo destruya totalmente. Que su espada le atraviese el
corazón y que su arco sea roto. Que sea como paja ante el
viento y que el ángel del señor lo arrastre lejos. Que su
camino sea tenebroso y resbaladizo y que el ángel del se-
ñor lo persiga. Que le llegue su destrucción sin preverla.
Que la red, que ha colocado en lo prohibido, lo atrape.
Que Dios lo expulse de la luz a las tinieblas y que lo arro-
je de la faz de la tierra. Que la angustia y la congoja lo ate-
nacen. Que sus ojos vean su destierro y que beba el enojo
del todopoderoso. Que sea vestido con la maldición como
si fuera su vestido y que masculle su propia piel. Que
Dios lo extermine eternamente y lo expulse de su tienda.
Que el Señor no le perdone sus pecados, sino que su ira y
su celo humeen sobre este hombre y que caigan sobre él
todas las maldiciones que están descritas en el libro de la
Ley. Que el Señor borre su nombre bajo el cielo y que a
él lo separe, para su desgracia, de todas las tribus de Is-
rael, de acuerdo con todas las maldiciones de la alianza
descritas en el libro de la Ley.
Pero vosotros, que aún hoy estáis vivos, sed adictos de
Biografías de Spinoza 109

vuestro Dios. Él, que ha bendecido a Abraham, Isaac, Ja-


cob, Moisés, Aarón, David, Salomón, los profetas y a los
temerosos de Dios entre los gentiles, bendiga también a
toda esta santa comunidad, junto con todas las demás
comunidades, a excepción de aquellas que violan esta
excomunión. Dios quiera, según su misericordia, conser-
varles, sostenerles y librarles de toda opresión y miseria.
Que Él quiera alargar sus días y sus años y enviar su
bendición y prosperidad sobre todas sus obras. Que los
salve pronto a todos, junto con todo Israel. Hágase así su
voluntad y beneplácito. Amén.

[18] Puesto que Spinoza se había separado de los


judíos, contradicho a sus maestros y ridiculizado sus ni-
miedades, también fue tenido por ellos por un blasfemo,
despreciador de la palabra de Dios y un renegado, que
se había pasado de ellos a los goyim o paganos, y no cabe
duda que fue condenado por ellos con la más grave ex-
comunión o scbammata. Un experto judío me ha confir-
mado recientemente que, si tal (comportamiento) había
precedido, la excomunión aplicada debió ser sin duda la
scbammata. Como Spinoza no estaba presente, le exco-
mulgaron por escrito y le enviaron de ello una copia.
Contra esto redactó él una defensa en español y se man-
dó entregársela en mano, como veremos a continuación.

Capitulo V. Aprende un oficio para sustentarse

[19] Spinoza, como judío culto, conocía muy bien la


ley y el consejo de los antiguos maestros judíos, de que,
junto con los estudios, se debe aprender un arte u oficio
para vivir de él. Pues he aquí lo que dice Rabán Gama-
liel en el tratado talmúdico Pirke Avoth, cap. 2: «agradable
es el estudio de la Ley, cuando va acompañado de algún
arte, ya que la colaboración de ambos hace olvidar los
110 Atilano Domínguez

pecados, y todo estudio que no va acompañado de un


oficio se disipa y arrastra tras él la injusticia». Y R. Judá
ha dicho: «todo aquel que no enseña a su hijo un oficio,
obra como si lo hiciera un bandolero». Antes de dedi-
carse a la vida tranquila del campo, aprendió a pulimen-
tar vidrios para lentes de telescopios y otros usos. Ad-
quirió tal perfección que todos deseaban comprar sus
trabajos y él podía, en caso de necesidad, vivir de ellos.
Entre sus muebles se hallaron todavía distintas piezas
de esos vidrios pulidos y se vendieron a un precio razo-
nable, como he sabido por el subastador.

[20] Después aprendió por sí mismo la pintura,


hasta poder dibujar a tinta o carbón a cualquiera. Tengo
en mis manos todo un librito con esos dibujos, en los
que ha retratado a distintos personajes relevantes que le
eran conocidos y que ocasionalmente le habían visitado.
Entre éstos encuentro en la página cuatro un pescador
dibujado en mangas de camisa y con una red de barco
sobre el hombro derecho, justamente de la forma en
que los grabados históricos han dibujado al célebre jefe
rebelde de los napolitanos, Masaniello. A este respecto,
me decía el señor Hendryck van der Spyck, que fue el
último hospedero de Spinoza, que éste se parecía a él
punto por punto y que seguramente lo había esbozado
sobre su propio rostro. Por razones obvias silenciaré los
nombres de otras personas conocidas que aparecen di-
bujadas en el mismo cuaderno.

[21] Una vez que se aseguró con estas artes medios


de subsistencia, se fue Spinoza fuera de Amsterdam
hospedándose en casa de uno que vivía en el camino
que va a Ouderkerk. Estudiaba por sí solo y trabajaba
en pulimentar vidrios, que eran recogidos por sus ami-
gos y vendidos para entregarle los beneficios.
Biografías de Spinoza 111

Capitulo VI. Se va a vivir a Rijnsburg, Voorburg


y finalmente a La Haya

[22] En el año 1664 se fue de este lugar a Rijnsburg,


cerca de Leiden, donde pasó el invierno. Seguidamente
se fue a vivir a Voorburg, a una hora de La Haya, como
se ve por su Carta 30, dirigida a Petrus Balling. Según me
han contado, pasó allí tres o cuatro años, durante los
cuales hizo aquí, en La Haya, muchos amigos, tanto en-
tre militares como entre otras personas de rango y repu-
tación, que les gustaba relacionarse y discutir con él. A
petición de éstos trasladó, finalmente, su residencia a La
Haya. Se hospedó primero en la [Stille] Verkaade, en ca-
sa de la viuda de [Willem] van de Werve, donde vivió
como pupilo, en la misma casa en la que yo vivo actual-
mente. Mi cuarto de estudio, situado en un ángulo poste-
rior del segundo piso de la casa, era su laboratorio o lu-
gar de trabajo, en el que pulía y trabajaba. Con
frecuencia hacía que le trajeran aquí mismo la comida
durante dos o tres días, para no tener que salir a ver a
nadie. Pero, como esto le resultaba demasiado caro, al-
quiló en el Paviljoengracht, detrás de mi casa, una habi-
tación en casa del varias veces mencionado Hendryck
van der Spyck, donde vivía con total independencia y se
procuraba a diario su propia comida y bebida.

Capitulo VIL Era ahorrador y moderado en


la comida y bebida

[23] Es casi increíble cuán económica y moderada-


mente vivió, no forzado por la necesidad exterior, puesto
que se le ofreció dinero suficiente, sino porque era so-
brio por naturaleza y fácil de contentar y porque no que-
ría pasar por un hombre que come el pan de otro. Prue-
112 Atilano Domínguez

ba de ello son ciertas cuentas que he encontrado entre


sus papeles postumos. Y así, en una ocasión comió du-
rante un día sopa de leche fresca con mantequilla por 15
céntimos y bebió una jarra de cerveza por 7,5 céntimos;
y en otra, tomó sémola con mantequilla y uvas pasas
por 28 céntimos. De vino, no hallo en su cuenta más
que unos dos litros y cuarto para todo un mes. Y, aun-
que era frecuentemente invitado a comer con otros,
prefería sin duda comer su propio pan antes que los
confites ajenos. En esta situación vivió más de seis años
y medio, hasta el final de sus días, en casa del susodicho
hospedero. Cada trimestre hacía con él sus cuentas para
que a fin de año estuvieran en regla. Solía decir a los
que vivían con él: «yo hago como la serpiente, que tiene
su cola en la boca. No quiero guardar nada más que lo
necesario para un entierro digno. Mis amigos no van a
heredar nada de mí; tampoco han hecho nada por ello».

Capitulo VIII. Su fisonomía y su forma de vestir

[24] Respecto a su persona y fisonomía, es aquí


bastante conocida y aún viven muchos que han tratado
frecuentemente con él. Era de estatura media y de fac-
ciones bien proporcionadas. Por su fisonomía podía fá-
cilmente adivinarse que procedía de judíos portugueses,
ya que su tez era bastante morena, su cabello rizado y
negro, y sus cejas largas y negras. Su forma de vestir era
sencilla y corriente, sin que le importara mucho cómo
iba vestido. Como en casa solía llevar una bata raída, en
una ocasión se lo echó en cara un consejero distingui-
do. Pero él le replicó: «¿es que entonces voy a ser yo
otro hombre? Mala cosa es que el saco sea mejor que la
carne que va dentro».
Biografías de Spinoza 113

Capítulo IX. [Sus modales y su desinterés]

[25] Su trato y forma de vida eran sencillos y recogi-


dos. Sabía dominar admirablemente bien sus pasiones.
Nadie lo vio nunca demasiado triste o demasiado alegre.
Era capaz de controlar o no exteriorizar, según convenía,
su cólera y su disgusto, pues o los daba a conocer con un
simple gesto o unas breves palabras o se levantaba y se
iba, cuando temía que sus pasiones pudieran estallar. Por
lo demás, era afectuoso y asequible en su trato diario. En
el parto o enfermedad de la dueña de la casa o de otros
familiares no dejaba de hablar con ellos, de consolarles y
exhortarles a tener paciencia, advirtiéndoles que ésa era
la suerte que Dios les había asignado. A los niños de la
casa les amonestaba a que fueran sumisos y obedientes a
sus mayores y a que practicaran la religión revelada. Al
regresar los hospederos de una función religiosa, solía
preguntarles qué habían sacado de la plática para su edi-
ficación. Tenía un alta estima de mi predecesor, el Doc-
tor Cordes, hombre culto y de buenos sentimientos, y
por eso lo alababa con frecuencia. Incluso alguna vez fue
a escucharle, y alababa sus explicaciones de la Escritura
y sus atinadas aplicaciones, al tiempo que aconsejaba a
sus hospederos y a los demás de la casa que no perdie-
sen ninguno de sus sermones. Preguntándole en cierta
ocasión su hospedera si, a su juicio, podría ella salvarse
en su religión, le contestó: «su religión es buena; no se
preocupe de buscar otra para salvarse, con tal que usted
la aplique a una vida tranquila y devota».

[26] Cuando estaba en casa, no molestaba a nadie,


sino que pasaba la mayor parte del tiempo sentado tran-
quilamente en su habitación. Pero cuando se cansaba de
sus especulaciones, venía abajo y hablaba con los hospe-
deros de todo cuanto sucedía, aunque fueran simples ba-
114 Atilano Domínguez

gatelas. Su distracción consistía, además, en fumar una


pipa de tabaco; o, cuando buscaba algún otro pasatiem-
po, se procuraba unas arañas y las hacía pelearse entre sí
o buscaba algunas moscas, las echaba en la tela de una
araña y contemplaba con tal placer esa batalla que hasta
se echaba a reír. También cogía en la mano su microsco-
pio y observaba con él diminutos mosquitos y moscas, a
fin de investigar igualmente sobre ellos.

[27] Por otra parte, no era codicioso, sino que se con-


tentaba con lo necesario para su sustento diario. Su amigo
Simón de Vries, vecino de Amsterdam, al que llama «ami-
cum integerrimum», «su fidelísimo amigo», le ofreció en
cierta ocasión una suma de dos mil florines para que pu-
diera vivir más desahogado. Pero él la rechazó amablemen-
te en presencia de su hospedero, aduciendo que no tenía
necesidad de nada y que, si lo aceptara, le distraería de sus
ocupaciones y meditaciones. Este Simón de Vries, que mu-
rió soltero, quiso declararle heredero de sus bienes median-
te testamento. Él, sin embargo, lo rechazó de plano, aconse-
jándole al mismo tiempo que lo hiciera a favor de su
hermano, que vivía en Schiedam, puesto que era su más
próximo heredero legal. Lo hizo, pues, así, pero con la con-
dición de que éste pagara a Spinoza, durante toda su vida,
una pensión anual que cubriera sus gastos diarios. Cuando
este de Vries de Schiedam le ofreció una pensión anual de
quinientos florines, Spinoza no aceptó tanto, sino que se
contentó con sólo trescientos. Después de la muerte de
Spinoza, el mismo de Vries pagó lo que por él se debía a
van der Spyck por mediación de Jan Rieuwertsz, impresor
de la ciudad de Amsterdam, como consta por la carta que
éste escribió a aquél el 6 de marzo de 1677.

[28] Cuando, tras la muerte del padre de Spinoza, se


iba a dividir la herencia, sus hermanos intentaron ex-
Biografías de Spinoza 115

cluirlo de ella y no admitirlo al reparto; pero él les forzó


legalmente a aceptarle. Sin embargo, cuando se llegó al
reparto, les dejó quedarse con todo, no cogiendo para su
uso más que una buena cama para acostarse y una colga-
dura para ella.

Capítulo X. Es conocido de muchos personajes

[29] Con la publicación de sus escritos fue, final-


mente, conocido en el mundo y en especial entre los per-
sonajes distinguidos, llegando a tener fama de un desta-
cado e inteligente filósofo. El señor Stouppe, teniente
coronel de los suizos, que en tiempos de Cromwell había
sido ministro de los saboyanos en Londres y que final-
mente, siendo brigadier, murió en agosto de 1692 duran-
te la batalla de Steenkerken, estaba por entonces al man-
do de las tropas en Utrecht. En el librito, que allí
escribió, La religión de los holandeses, reprochaba a los teó-
logos de la iglesia reformada no haber refutado el libro
de Spinoza, Tratado teológico-político, publicado en 1670 y
reconocido como propio en su Carta 19. Pero el insigne
Jean Brun, profesor en la universidad de Groningen, le
mostró en su réplica lo contrario, y de hecho los múlti-
ples escritos publicados contra este pernicioso tratado
son de ello suficiente testimonio.

[30] Este señor Stouppe, después de haber inter-


cambiado varias cartas con Spinoza, intentó que viniera a
pasar cierto tiempo a Utrecht en 1673, porque su alteza,
el príncipe Condé, que era por entonces gobernador de
dicha plaza, tenía deseos de hablar con él. Le aseguraba
que el príncipe le conseguiría del rey de Francia una
pensión anual, con la única condición de que le dedicara
alguno de sus escritos. Se le envió a ese fin un salvocon-
116 Atilano Domínguez

ducto y él se puso en camino. El señor Bayle, en la vida


de nuestro filósofo (p. 11), escribe que es totalmente se-
guro que Spinoza visitó al príncipe y pasó varios días
en su compañía, así como de otros personajes y concre-
tamente del teniente coronel Stouppe. Pero amigos su-
yos, que aún viven y que habían vivido con él enton-
ces, me dicen que han sabido por él, al regresar a casa,
que no llegó a hablar con el príncipe Condé, porque
había salido de Utrecht unos días antes de que él llega-
ra; que había conversado, en cambio, con el señor
Stouppe, el cual le había prometido que, por su reco-
mendación, le iba a conseguir dicha paga del rey de
Francia; pero que él la había rechazado cortésmente,
puesto que no tenía intención de dedicar ninguno de
sus libros a ese rey.
Cuando regresó de Utrecht, el populacho casi se le
echó al cuello, ya que le miraba como a un espía y mur-
muraban que quizá estuviera en tratos con los franceses
sobre asuntos del Estado y de la ciudad. Como su hospe-
dero estaba muy inquieto y hasta temía que alguien
irrumpiera en su casa por la fuerza para buscar a Spino-
za, lo tranquilizó diciéndole: «no os inquietéis por esto.
Yo soy inocente y hay muchas personas influyentes que
saben muy bien por qué he estado en Utrecht. En el mo-
mento en que usted perciba el mínimo alboroto en su
puerta, me presentaré a la gente, aun cuando hubieran
de hacer conmigo lo mismo que con los buenos señores
de Witt. Yo soy un buen republicano y el supremo bien
del Estado es mi objetivo».

[31] El serenísimo elector palatino, Carlos Luis, de


gloriosa memoria, llegó a tener noticia de nuestro gran fi-
lósofo y deseaba dotar a la universidad de Heidelberg
con un hombre tan distinguido; sin duda porque desco-
nocía el veneno que se escondía en su corazón y que
Biografías de Spinoza 117

sólo después se manifestó abiertamente. Ordenó, pues, al


célebre doctor Johann Fabritius, profesor de teología y
consejero elector, que le ofreciera la cátedra de filosofía
«cum libertate philosophandi amplissima» («con la mayor
libertad de razonar»). Pero la oferta incluía cierto supues-
to y condición que Spinoza no podía soportar fácilmente,
a saber, que no podía malgastar esa libertad en perjuicio
de la religión públicamente establecida, tal como se ve
por la carta que le escribió el doctor Fabritius de Heidel-
berg el 16 de febrero (véase Spinoza: Opera postbuma, Ep
53, en la que le da el título de «philosophe acutissime ac
celeberrime», «muy agudo y famoso filósofo»). Spinoza
adivinó esta trampa y, como sabía de sobra que su liber-
tad de análisis racional no podría coexistir largo tiempo
con las leyes y principios de la religión revelada, declinó
cortésmente este puesto de docencia pública. En su res-
puesta del 30 de marzo de 1673 decía al señor Fabritius
que la educación de la juventud le impediría llevar ade-
lante la investigación de las verdades naturales y que, por
otra parte, jamás había tenido la idea de dedicarse a la
enseñanza pública. Pero no era eso realmente. En las si-
guientes palabras de su carta se delata a sí mismo: «cogi-
to deinde, me nescire, quibus limitibus libertas illa philo-
sophandi intercludi debeat, ne videar publice stabilitam
religionem perturbare velle». Es decir: «pienso, además,
que no sé dentro de qué límites debe mantenerse esta li-
bertad de filosofar, si no quiero dar la impresión de que-
rer perturbar la religión públicamente establecida» (véase
Opera postbuma, p. 563, E. 54).

Capitulo XI. Escritos de Spinoza y sus ideas


en ellos expresadas
[32] Respecto a las obras por él redactadas y publi-
cadas, en parte son dudosas, en parte fueron ocultadas o
118 Atilano Domínguez

destruidas y en parte están públicamente editadas y a la


vista de todo el mundo. El señor Bayle, en las varias ve-
ces aludida biografía de Spinoza, traducida por F. van
Halma, dice que él habría escrito en español una Apolo-
gía o defensa y que debió haberla entregado a los judíos
antes de separarse de su comunidad, aunque realmente
nunca fue divulgada por la imprenta. En ella debían en-
trar muchas cosas que se han encontrado después en su
Tratado teológico-político. Yo no he podido hallar ninguna
noticia de este escrito, ni siquiera entre aquellos que le
han tratado habitualmente y que aún viven.

[33] En 1664 publicó Renati des Cartes Principiorum


Philosophiae pars 1. 2 More geométrico demonstratae, «Prime-
ra y segunda parte de los Principios de Filosofía de Des-
cartes, demostrados según un método geométrico», a los
que se añadieron sus Cogitata metaphysica, «Pensamientos
metafísicos». ¡Oh, si este hombre se hubiera detenido
aquí, aún cabría dejarlo pasar por un filósofo sincero!

[34] En 1665 vio la luz cierto librito titulado Lucii


Antistii Constantis de jure Ecclesiasticorum, Alethopoli apud
Cajum Valerium Pennatum. Lucius Antistius Constans,
«Del derecho de los eclesiásticos; en Veraciudad, en casa
de Cayo Valerio Pennato». En este tratado intenta su au-
tor demostrar que todo derecho eclesiástico y humano,
que los predicadores se prescriben a sí mismos o les
prescriben otros a ellos, se les atribuye de modo falso e
impío, ya que sólo depende de seres infradivinos, a sa-
ber, los magistrados o jefes de la república o ciudad en la
que viven; y que, además, los doctores no tienen potes-
tad de predicar la propia religión, excepto aquellos a
quienes el magistrado ha designado al efecto maestros
públicos. Todo lo cual se apoya en los mismos princi-
pios, de los que se sirve Hobbes en su Leviatán.
Biografías de Spinoza 119

[35] Este execrable, impío y calumnioso escrito ha


sido atribuido por muchos a Spinoza. El señor Bayle, en
su Dictionnaire (t. III, p. 2773), se sirvió decir que el esti-
lo, los principios y el contenido de dicho libro es seme-
jante al del Tractatus theologico-politicus de Spinoza. Pero
son simples conjeturas. Que este tratado haya aparecido
justamente en la misma época en que Spinoza comenzó a
escribir el suyo y que haya visto la luz poco antes de este
último, tampoco es una prueba de que aquél sea el pre-
cedente de éste. Pues pueden muy bien dos autores es-
cribir a la vez y defender una y la misma idea impía, sin
que por ello deban ser una y la misma persona. Según
me han informado personas de crédito, el mismo Spino-
za, al preguntarle en cierta ocasión un distinguido señor
si era él el autor de dicho tratado, lo negó rotundamente.
El estilo latino y las formas de expresión tampoco coinci-
den con las de Spinoza. Y así, el primero suele hablar de
Dios con una profunda veneración, llamándole «Deum
ter Opt. Max.», «Dios óptimo y supremo», expresiones
que yo no encuentro en los escritos de Spinoza.

[36] Muchos expertos han querido convencerme de


que el autor del funesto tratado Philosophia Sacrae Scrip-
turae interpres, «La filosofía, intérprete de la Sagrada Es-
critura», publicada in 8.° en 1666, y el autor del tratado
anterior eran una y la misma persona, a saber, Lodowijk
Meyer. Esto es probable; pero lo dejo al juicio de otros
que quizá tengan un conocimiento más ajustado.

[37] En 1670 apareció su Tractatus theologico-politi-


cus, titulado por el traductor holandés De rechtzinnige
theologant of Godgeleerte staatkunde (El teólogo juicioso o
el político teológico). El propio Spinoza se reconoce
como autor de este libro en la Carta 19 dirigida a Henry
Oldenburg, al rogarle que tenga a bien indicarle las difi-
120 Atilano Domínguez

cultades sobre él formuladas por hombres cultos, ya que


se propone reeditarlo añadiéndole nuevas notas. El texto
de la portada da a entender que este pernicioso libro fue
impreso en Hamburgo, en casa de Hendrik Künraht, si
bien es cierto que ni el magistrado ni el venerable conse-
jo eclesiástico hubieran soportado jamás que un tratado
tan impío se imprimiera y vendiera públicamente en su
ciudad. Fue más bien impreso en Amsterdam, en casa de
Christoffel Koenrad, impresor del canal Egelantiers, ya
que, cuando yo fui llamado a esta ciudad en 1679, me
ofreció varios ejemplares del mismo, sin saber que era un
libro tan perjudicial. Al traductor holandés le pareció
oportuno manchar con él la ciudad de Bremen, como si
hubiera salido allí en 1694 de las prensas de Hans Jur-
gen van der Weyl. Pero esto es tan correcto como lo an-
terior, ya que sería mucho más difícil que tales libros se
imprimieran y publicaran en Bremen que en Hamburgo.

[38] El ya citado Philopater, en la continuación de


su vida (p. 231), escribe abiertamente que el anciano Jan
Hendryksz Glazemaker, muy bien conocido por mí, fue
el traductor de esta obra y se congratula además de que
haya traducido también al holandés las Opera posthuma
de Spinoza, que aparecieron en 1677. Por otra parte, has-
ta tal punto alaba este tratado, que se diría que el mundo
no había visto nunca otro igual. El autor o, al menos, im-
presor de la Levens vervolg van Philopater; Aard Wolsgryk,
antaño librero de Amsterdam, en la esquina del Roze-
maryn-steeg, ha debido pagar esta su temeridad con algu-
nos años en el correccional. Pido a Dios todopoderoso
que haya logrado llegar a pensamientos mejores y que de
esa forma se haya liberado de ellos. Así lo he visto yo
aquí, en La Haya, todavía el pasado verano, cuando ve-
nía a reclamar a nuestros libreros el pago de unas deudas
de libros impresos, que él les había librado antes.
Biografías de Spinoza 121

[39] Mi opinión acerca de este superficial tratado,


Tractatus theologico-politicus, la expresaré simplemente
aduciendo el juicio de dos escritores de peso, uno de la
confesión augsburgense y otro de la reformada. El prime-
ro, Theophilus Spizelius, en su tratado Infelix literatus (p.
363), escribe de él lo siguiente: «irreligiosissimus author,
quippe qui stupenda plañe fidentia sui fascinatus, eo pro-
gressus impudentiae et impietatis fuit, ut Prophetiam de-
pendisse dixerit a fallad imaginatione Prophetarum, eos-
que pariter ac Apostolos non ex revelatione et divino
mandato scripsisse, sed tantum ex ipsorummet naturali
judicio, accomodavisse insuper religionem quoad fieri
potuerit hominum sui temporis ingenio, illamque funda-
mentis tum temporis máxime notis et acceptis superaedi-
ficasse». Esto es: «el irreligiosísimo autor, hechizado por
una admirable confianza en sí mismo, ha llegado a tal
grado de desvergüenza y de impiedad, que ha osado afir-
mar que las profecías y escritos de los hombres sagrados
son producto de sus engañosas imaginaciones y que tan-
to ellos como los apóstoles no han escrito nada por ins-
piración u orden divina, sino tan sólo por su juicio natu-
ral, y que, en cuanto les fue posible, se adaptaron al
ingenio de sus contemporáneos y apoyaron la religión en
argumentos tan necios, porque eran los mejor conocidos
y adaptados a aquel tiempo», y que esto había que obser-
varlo al interpretar la Sagrada Escritura.

[40] De hecho, así lo confiesa y quiere exigir Spino-


za en su Tractatus theologico-politicus (p. 243), escribiendo,
entre otras cosas: «así como la Escritura fue antaño adap-
tada a la capacidad del vulgo, así también cualquiera es
libre de adaptarla a sus propias opiniones». Si esto es ver-
dad, ¿cómo sigue siendo verdad que la Escritura está ins-
pirada por Dios y que es una palabra profética firme; que
los hombres sagrados han hablado y, por tanto, también
122 Atilano Domínguez

escrito de Dios guiados por el Espíritu Santo; que ella es


segura y puede dar seguridad a nuestros corazones; que
es una guía para nuestros pensamientos y una regla firme
conforme a la cual debemos creer y vivir? De esa forma,
la Sagrada Biblia no sería más que una nariz de cera que
se podría manejar como se quisiera, un cristal por el que
cada cual podría ver lo que se le antojara, un auténtico
gorro de circo que cabría colocar según todos los capri-
chos de la razón humana. ¡Que Dios te maldiga a ti, Sa-
tán!

[41] El mismo Spizelius aduce aquí el juicio de Reg-


nerus van Mansfeldt, en otro tiempo profesor en
Utrecht, quien, en su tratado impreso en 1674 en Ams-
terdam, escribe así sobre este libro: «tractatum hunc ad
aeternas condemnandum tenebras», «que este libro me-
rece ser condenado a las tinieblas eternas». Y así es en
realidad, ya que ahí arroja él sin distingos toda la religión
cristiana, que se funda exclusivamente en la palabra de
Dios.

[42] El segundo testimonio es el de Willen van Bli-


jenbergh, de Dordrecht, que ha intercambiado con
Spinoza varias cartas y que en la Carta 31 de las Opera
posthuma escribe de sí mismo: «nulli adscriptus sum
professioni, honestis mercaturis me alo», «no estoy ligado
a ningún oficio, sino que me sostengo con un comercio
honesto». Este culto comerciante en su tratado, que lleva
por título De waarheid van de Christelijken Godsdienst («La
verdad de la religión cristiana») y fue impreso en Leiden
en 1674, se expresa así en su saludo al lector: «este libro
está atestado de rebuscadas atrocidades y de un cúmulo
de conceptos fraguados en el infierno, ante los cuales
una persona razonable, por no hablar de un cristiano,
debería sentir horror. Con ellos se ha esforzado por erra-
Biografías de Spinoza 123

dicar la religión cristiana y su esperanza y por introducir


un ateísmo, o más exactamente una religión natural, mo-
delada según el interés y el humor de cada soberano, en
la cual el mal sólo se seguiría del temor a las penas,
mientras que sin el miedo al verdugo es perpetrado libre-
mente sin conciencia, etc.».

[43] Yo mismo he leído y releído con pasión este li-


bro de Spinoza del principio al fin y, sin embargo, puedo
confesar ante Dios que no he hallado en él nada sólido,
que haya podido provocar en mí algún titubeo acerca de
la solidez de la verdad evangélica. Por el contrario, todos
los argumentos que en él descubro, son presupuestos o
peticiones de principio, es decir, presuposiciones en las
que la misma cosa es tomada como prueba y que, si no
son creídas, no son otra cosa que embustes y calumnias.
Spinoza querría obligar a los hombres a creer todo cuan-
to él escribe sin ofrecer ninguna razón o prueba.

[44] Entre sus escritos están, finalmente, las así lla-


madas Opera posthuma, impresas en 1677, el mismo año
de su muerte, encabezadas con las letras B. D. S. Incluyen
cinco tratados: 1) Ethica more geométrico demonstrata, una
«Etica demostrada en forma geométrica»; 2) Política, una
«Política»; 3) De emendatione intellectus, «De la reforma del
entendimiento»; 4) Epistolae et responsiones ad eas} «Cartas y
respuestas a las mismas»; 5) Compendium grammaticae lin-
guae bebraeae, «Compendio de gramática hebrea».

[45] No se menciona ni el lugar donde fueron im-


presas ni el nombre del impresor, señal evidente de que
el editor ha querido mantenerse encubierto. No obstan-
te, el hospedero de Spinoza, Hendryck van der Spyck,
que aún vive, me ha contado que éste había ordenado
que su pupitre con los libros y cartas en él contenidos in-
124 Atilano Domínguez

mediatamente después de su muerte deberían ser envia-


dos a Amsterdam, al librero Jan Rieuwertsz, y que él así
lo hizo puntualmente. De hecho, Jan Rieuwertsz, en su
respuesta al mismo van der Spyck, datada en Amsterdam
el 25 de marzo de 1677, reconoce haber recibido dicho
pupitre. Las palabras finales de su carta rezan así: «los
amigos de Spinoza tenían gran interés en saber a quién
ha sido enviado el tal pupitre, porque piensan que había
en él mucho dinero, y querían averiguar por los barque-
ros a quién fue entregado. Pero, como en La Haya no se
toma nota de los paquetes que se entregan al barco, no
veo cómo lograrán averiguarlo. Y es mejor que no lo se-
pan. Con esto concluyo», etc. Por todo ello ve claramen-
te el lector de qué carcaj han sido lanzadas al mundo
estas malditas lanzas.

[46] Qué atrocidades cabe encontrar en estos escri-


tos publicados después de su muerte, lo han mostrado
antes de hoy con suficiente claridad hombres expertos,
que han querido alertar a todo el mundo. Yo sólo tocaré
algunos datos a vuela pluma. Su Ethica o moral comienza
por Dios. ¿Quién no creería, a primera vista, que quien
sabe formular tan hermosas definiciones o descripciones
de Dios, es un filósofo cristiano? Y sobre todo, si se fija
en la sexta donde dice: «entiendo por Dios un ser abso-
lutamente infinito, es decir, una sustancia que consta de
infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una
esencia eterna e infinita». Pero, tan pronto se examina
esto a plena luz, se ve que su Dios no es Dios, sino un
no-dios. Yo diría de él lo que el apóstol (Tü. 1, 16) afirma
de los impíos: «dicen que reconocen a Dios, pero con sus
obras (escritos y explicaciones) reniegan de él». O lo que
dice David (Salmos, 14, 1) de los ateos: «dicen los necios
en su corazón: no hay Dios». Lo mismo sucede con Spi-
noza. Se toma la libertad de usar el nombre de Dios en
Biografías de Spinoza 125

un sentido en que jamás cristiano alguno lo ha usado. Se-


gún su propia confesión en la Carta 21 a Henry Olden-
burg: «reconozco, dice, que yo tengo de Dios y de la na-
turaleza una idea totalmente distinta de la que han
solido defender los nuevos cristianos». Y añade: «Deum
omnium causam inmanentem, non vero transeunten sta-
tuo», «yo afirmo que Dios es la causa inmanente y no
trascendente de todas las cosas». Y para explicarlo se sir-
ve abusivamente de las palabras de Pablo (Hechos; 17,
28): «en Dios vivimos, nos movemos y somos».

[47] A fin de aclarar mejor sus ideas, diremos que


una causa trascendente es la que produce un efecto fuera
de ella misma, como cuando un capintero construye una
casa o alguien lanza una piedra a lo alto. Una causa in-
manente es la que produce un efecto en sí misma, el cual
permanece en ella y no va fuera de ella. Y así, cuando
nuestra alma piensa y desea algo, ella permanece en estos
pensamientos o deseos, sin salir fuera. Del mismo modo,
el Dios de Spinoza es la causa del universo, pero a la vez
está en el universo y no fuera del mismo. Ahora bien,
como el universo es finito, él hace a Dios finito. Y, aun
cuando afirma de su Dios que es un ser infinito, que
consta de infinitos atributos, juega con las palabras infini-
to y eterno. Pues, en realidad, con ellas no designa algo
que ha existido y consistido en todo tiempo y creatura,
sino algo infinito para la inteligencia y la comprehensión
del hombre. Efectivamente, los efectos de su Dios son
tan numerosos que el hombre con su razón no puede
abarcarlos, y tan firmes que deben durar eternamente. Es
cierto que él se queja de que algunos le atribuyen erró-
neamente la tesis de que Dios y la materia en que él obra
son una y la misma cosa. Pero esto se debe, en última
instancia, a que estos dos juntos son su Dios y a que
Dios no es ni obra más que en su materia, que es el uni-
126 Atilano Domínguez

verso. Su Dios es, pues, esta naturaleza material e infini-


ta, tomada en su totalidad, ya que él supone que en Dios
existen dos atributos infinitos, «cogitado et extensio»,
pensamiento y extensión. En virtud del primero está en
el universo; en virtud del segundo es el universo mismo;
los dos juntos constituyen su Dios.

[48] En la medida en que yo he conseguido enten-


der el pensamiento de Spinoza, la diferencia entre él y
nosotros, los cristianos, consistiría en lo siguiente: si el
verdadero Dios es otra sustancia eterna, distinta del
universo y de la naturaleza total, que por su libre vo-
luntad ha producido de la nada este mundo y todas sus
creaturas, o si más bien el mundo, con todas sus crea-
turas, pertenece a la naturaleza y a la esencia de Dios,
en cuanto que se lo considera como un ser o sustancia
que es el pensamiento y la extensión infinitos. Esta últi-
ma es la opinión de Spinoza, que él intenta constante-
mente sostener (véase Wittich: Anti-Spinoza, pp. 18 ss.).
De ahí que Spinoza afirme claramente que Dios es la
causa de todas las cosas, pero no en virtud de la liber-
tad de su voluntad o de su propio beneplácito, sino ne-
cesariamente. Todo cuanto sucede, sea bueno o malo,
virtud o vicio, buenas o malas obras, debe proceder,
pues, necesariamente de Dios. Por consiguiente, no
puede existir ni pena ni juicio, ni resurrección ni salva-
ción ni condenación, ya que, de lo contrario, su Dios
debería castigar o premiar su propia obra, por él pro-
ducida de forma necesaria. ¿No es esto el más infame
ateísmo, que jamás se ha visto? He ahí por qué Frans
Burmann, profesor de los reformados en Enkhuizen, en
su libro titulado Het hoogste goed der spinozisten («El su-
premo bien de los spinozistas», p. 21), llama con razón
a Spinoza el más impío ateo que jamás haya aparecido
en el mundo.
Biografías de Spinoza 127

[49] No es mi propósito citar aquí todas las ideas


absurdas e impías de Spinoza, sino tan sólo algunas, sin
duda las más importantes, a fin de infundir a los lectores
cristianos terror y aversión hacia los escritos y enseñan-
zas de este hombre. Veo claro, en efecto, por la segunda
parte de su Ethica o moral que del cuerpo y del alma ha-
ce una sola cosa, que es captada ora bajo el atributo del
pensamiento ora bajo el de la extensión. Y así, en la pági-
na 40 dice: «per corpus intelligo modum, qui Dei essen-
tiam, quatenus ut res extensa consideratur, certo et de-
terminato modo exprimit», etc.; esto es: «por un cuerpo
entiendo un cierto modo que expresa de cierta y deter-
minada manera la esencia de Dios, en cuanto éste es
considerado como extensión». Pero el alma en el cuerpo
es otra modificación o modo de la naturaleza, que se ma-
nifiesta a través del pensamiento; ella es, lo mismo que el
cuerpo, no un ser sustancial o espíritu, sino una modifi-
cación que expresa la esencia de Dios en cuanto que se
muestra activa a través de los pensamientos. ¡Oh atroci-
dades jamás oídas entre cristianos! De esta forma, Dios
no puede castigar ni al alma ni al cuerpo, ya que se casti-
garía y perdería a sí mismo.

[50] Al final de su Carta 21 echa por tierra el subli-


me misterio de la santidad de Dios (1 Tim, 3, 16), al dar
por supuesto que la encarnación del Hijo de Dios no
consiste en otra cosa, sino en que la eterna sabiduría de
Dios, que se ha manifestado en todas las cosas, especial-
mente en el espíritu o alma humana, llegó a encontrarse
en Jesucristo en su más alto grado. Y un poco más abajo
afirma: «quod quaedam ecclesiae his addunt, quod Deus
naturam humanam assumpserit, monui expresse, me
quid dicant nescire», etc.; esto es: «lo que aquí añaden al-
gunas iglesias, de que Dios ha asumido la naturaleza hu-
mana, sobre esto digo explícitamente que no sé qué
128 Atilano Domínguez

quieren decir y me resulta tan absurdo como si se quisie-


ra afirmar que un círculo ha tomado la naturaleza de un
cuadrado». Y por eso también, al final de la Carta 23, ex-
plica las palabras de Juan, 1, 14, «la palabra se hizo car-
ne», como una expresión oriental: «Dios se ha revelado
especialmente en Cristo». De qué manera ha procurado,
en las Cartas 23 y 24, destruir la resurrección de Jesucris-
to de entre los muertos, que es la enseñanza primordial y
el principio consolador de los cristianos, lo he mostrado
breve y sencillamente en mi predicación. Otras horribles
doctrinas las paso aquí por alto.

Capítulo XII. Escritos postergados de Spinoza

[51] Entre los escritos postergados de Spinoza el


editor de sus Obras postumas incluye su tratado De iride,
«Sobre el arco iris». Conozco aquí a gentes de renombre
que han visto y leído este escrito, pero que desaconseja-
ron a Spinoza publicarlo. Y, según me han informado sus
hospederos, medio año antes de su muerte lo quemó,
porque estaba descontento con él. Había comenzado,
además, una traducción del Antiguo Testamento al holan-
dés, para lo cual consultaba a menudo a filólogos y pre-
guntaba por la interpretación dada por los cristianos a tal
o cual pasaje. Los cinco libros de Moisés (Pentateuco) ha-
cía tiempo que estaban terminados; no obstante, pocos
días antes de su muerte, les prendió fuego en su cuarto.

Capítulo XIII. Sus escritos han sido refutados


por muchos

[52] No bien salieron a la luz sus escritos, Dios, el


Señor, incitó al instante, para su gloria y la defensa de la
Biografías de Spinoza 129

religión crstiana, a algunos héroes que lo atacaron y de-


sarmaron con éxito. Theophilus Spizelius, en su libro In-
feliz literatus (p. 364), nombra a dos, a saber, Frans Kuy-
per de Rotterdam, en su «Los misterios ocultos del
ateísmo revelados», impreso en Amsterdam en 1676, y el
escrito de Regner Mansveldt, profesor en Utrecht, impre-
so en 1674 en dicha ciudad.

[53] Al año siguiente, es decir, en 1675, salió de las


prensas de Isaac Naeranus la Enervatio Tractatus theologi-
co-politici de Johannes Bredenburg, cuyo padre ha sido
anciano de la iglesia luterana de Rotterdam. Georg Mat-
hias Koenig, en su Bibliotbeca Vetus et Nova (p. 70), llama
a este Bredenburg «textorem quendam roterodamensem»,
«cierto tejedor de Rotterdam». Si ha sido el hombre un
tejedor, puedo con verdad decir que jamás he visto a un
tejedor tan diestro y culto sentarse en un telar. Porque
en dicho escrito prueba clara e irrefutablemente, siguien-
do un orden geométrico, que la naturaleza no es ni pue-
de ser Dios mismo, como pretende Spinoza. Redactó este
tratado en holandés, porque no dominaba perfectamente
el latín, como para redactarlo en esta lengua. Por eso ad-
vierte en el prólogo que acudió a otro (para traducirlo al
latín), a fin de que Spinoza, que aún vivía entonces, no
tuviera disculpa alguna, si no llegara a contestarle. Dejo,
en cambio, al juicio de todos los avisados, si no coinci-
den conmigo en que la lanzadera de este experto tejedor
falla el tiro de vez en cuando y en que se le cuela aquí o
allá una hebra gorda en el tejido, como si éste hubiera si-
do hilado y urdido con hilo siciliano. Se sabe, por lo de-
más, que él y Frans Kuyper han intercambiado diversos
escritos, que han sido impresos y publicados, en los que
el último pretendía acusar y convencer al primero de
ateísmo.
130 Atilano Domínguez

[54] En 1676 vio la luz Lamberto Veldhusii Ultrajec-


tensis Tractatus moralis de naturalipudore et dignitate hominis
(Lambert Velthuysen: «Tratado moral sobre el pudor na-
tural y la dignidad del hombre»). En él destruye de raíz
los principios con que Spinoza intenta demostrar que el
bien y el mal que hace el hombre es realizado en virtud
de una absoluta y constriñente acción de Dios.

[55] Acerca de nuestro comerciante de Dordrecht,


Willen van Blijenbergh, ya he informado antes. Se dio a
conocer en 1674 con su refutación del despiadado libro
Tractatus theologico-politicus. Yo lo comparo con el merca-
der de que habla el Salvador [Mateo, 13, 45-6), ya que no
nos ofrece tesoros temporales y perecederos, sino eter-
nos e imperecederos. Sería de desear que en las bolsas
de Amsterdam y de Rotterdam pudiéramos encontrar
más mercaderes de éstos.

[56] Tampoco nuestros teólogos luteranos quedaron


en deuda con Spinoza. No bien les llegó a las manos su
Tractatus theologico-politicus; tomaron la pluma para escri-
bir contra él. El más distinguido entre ellos fue Johannes
Musaeus, profesor de teología en Jena, hombre inteligen-
te y grave, que no tenía en su tiempo casi igual. En el
año 1674, todavía en vida de Spinoza, publicó una dispu-
tación de doce pliegos, titulada Tractatus thelogico-politi-
cus ad veritatis kncem examinatus, «El tratado teológico y
político examinado a la luz de la verdad». Su horror y
aversión a este impío tratado los expresa en las páginas
2-3 en estos términos: «jure mérito quis dubitet, num ex
illis, quos ipse daemon, ad divina humanaque jura per-
vertenda, magno numero conduxit, repertus fuerit, qui in
iis depravandis operosior fuerit, quam hic impostor, mag-
no Ecclesiae malo et Reipublicae detrimento natus». Es
decir: «con razón cabría dudar si entre aquellos que el
Biografías de Spinoza 131

mismo demonio ha alquilado para subvertir los derechos


divinos y humanos, se ha encontrado alguno que, para
desgracia de la Iglesia y daño del Estado, se haya mostra-
do más laborioso en destruirlos que este embaucador».
En las páginas 5-8 explica con toda nitidez las expresio-
nes filosóficas de Spinoza, purificándolas de toda ambi-
güedad y mostrando claramente en qué sentido las ha
empleado, a fin de captar mejor su opinión. En la página
16, § 32, muestra cuál es propiamente el objetivo de Spi-
noza, a saber, que todo hombre posee por sí mismo el
derecho y la libertad de creer y fijar la religión, lo cual
coincide con su propia comprensión. En el pliego prece-
dente (p. 14, § 28) muestra claramente la diferencia efec-
tiva entre nosotros, los cristianos, y Spinoza. De esta for-
ma va recorriendo el tratado de Spinoza, sin dejar el más
pequeño detalle sin refutar de forma radical y eficaz. El
mismo Spinoza debe haber leído este escrito de Mu-
saeus, puesto que fue hallado entre sus libros postumos.

[57] Por mi parte, confieso que nunca ha escrito na-


die contra el tratado teológico de Spinoza mejor que este
profesor, y este testimonio también es compartido por
otros. El autor de cierto tratado, Origo atheismi\ «Origen
del ateísmo», llamado Theodorus Securus, escribe, entre
otras cosas, en su librito Prudentia theologica, «La pruden-
cia teológica»; «me sorprende que la disertación de Mu-
saeus contra Spinoza sea tan poco conocida o que inclu-
so no se encuentre aquí en Holanda». El señor Fellerus,
en Continuatio historiae universalis de J. Laetus, dice de él:
«celeberrimus ille jenensium theologus, Joh. Musaeus,
Spinozae pestilentissimum faetum acutissimis, queis so-
let, telis confodit»; es decir: «el celebérrimo teólogo de
Jena, Joh. Musaeus, ha acribillado el ponzoñoso fruto de
Spinoza con los afiladísimos dardos que él suele em-
plear».
132 Atilano Domínguez

[58] Este mismo señor menciona también a Frederich


Rappolt, profesor de teología en Leipzig, el cual refutó las
ideas de Spinoza en su discurso de recepción, aunque veo
que sólo lo hace veladamente, sin nombrar a Spinoza. Su tí-
tulo es Oratio contra naturalistas, habita ipsis calendis junii an-
no 1670, y se encuentra en Operibus Theologicis Rappolti(1.1,
pp. 1386 ss.), editadas por Joh. Bened. Carpzovius e impre-
sas en Leipzig el año 1692. Joh. Konradus Durrius, profesor
en Altdorf, ha hecho lo mismo en una Oratio, que yo no
poseo, pero me ha sido muy alabada por otros.

[59] En el año 1681 publicó Hubert de Versé un li-


bro titulado L 'impie convaincu, ou dissertation contre Spino-
za, dans la quelle Von réfute les fondements de son athéisme. El
año 1687 escribió Pierre Yvon, sobrino y discípulo de
Labadie y predicador de los labadistas en Wierwerden,
en Frisia, un tratadito contra Spinoza, que lleva por títu-
lo L iimpieté convaincue. El señor Moreri, en su suplemen-
to de su Diccionario, informa bajo el nombre Spinoza que
Petrus Daniel Huet, en su tratado De concordia rationis et
fidei, «De la concordia entre la razón y la fe», editado en
1692 en Leipzig (véase Acta Eruditorum, Leipzig, 1692, p.
395, donde las ideas de Spinoza son correctamente adu-
cidas y adecuadamente refutadas), Richard Simón y La
Motte, predicador francés de los saboyanos en Londres,
han hecho lo mismo. Yo he visto personalmente estos es-
critos, pero, como no sé el francés, no puedo opinar so-
bre ellos. Petrus Poiret, que vivía entonces en Rijnsburg,
cerca de Leiden, en la segunda edición de su libro De
Deo, anima et malo, ha añadido un tratado titulado Funda-
menta atheismi eversa, sive specimen absurditatis spinosianae,
que merece ser leído con toda atención.

[60] Finalmente, en el año 1690, después de la


muerte de su autor, apareció Christophori Wittichii Pro/es-
Biografías de Spinoza 133

soris Leidensis Anti-Spinoza, sive Examen Ethices B. de


Spinoza, traducido más tarde al holandés e impreso en
Amsterdam en casa de Waasbergens. El escritor del
pernicioso tratado Vervolg van }t leven van Pbilopater
(«Continuación de la vida de Philopater») no se recata de
ladrar indignamente y deshonrar, como a perro cocham-
broso, los huesos muertos de este sabio varón. Supone
que, siendo Wittich un profundo filósofo y un gran ami-
go de Spinoza, conversaron muchas veces los dos y man-
tuvieron una correspondencia epistolar, hasta llegar a te-
ner sus mismas ideas. Pero que, para no ser tenido por
spinozista, compuso esta refutación de su ética, que fue
publicada después de su muerte para salvarle con ella su
reputación. No sé yo de dónde ha sacado este desver-
gonzado detractor tales mentiras ni con qué visos de ver-
dad pretende avalarlas. ¿Quién le ha informado del trato
personal y del intercambio epistolar que este señor ha-
bría mantenido con Spinoza? No encuentro a nadie, ni
en sus obras impresas ni en sus cartas postumas. Lo cual
me hace suponer que este calumniador lo ha maquinado
y sacado todo de su mollera. Yo no he hablado nunca
con el señor Wittich. Pero el hijo de su hermana, Zim-
mermann, que ha vivido con él los últimos años y es ac-
tualmente predicador de la Iglesia episcopaliana en In-
glaterra, me ha expresado una opinión totalmente
distinta. Incluso me ha mostrado un escrito, que su tío le
dictó, y que contiene una explicación y una refutación
de las ideas de Spinoza. ¿Qué más se puede hacer en de-
fensa de este hombre, si no es remitir al lector a ese su
último escrito, que él ha ratificado con su muerte? ¿Qué
conciencia cristiana va a pensar, y menos escribir, que se
hizo así para no ir a la iglesia con el manto del ateísmo?
Si esto se siguiera del trato habitual y del supuesto inter-
cambio epistolar entre ambos, tanto yo como otros maes-
tros deberíamos temblar ante semejantes detractores,
134 Atilano Domínguez

puesto que nos toca a veces tener que tratar con tales
hombres.

[61] También quiero hacer aquí honor a la memoria


de Willen Deurhoff de Amsterdam, que con frecuencia
en sus obras y especialmente en su Introducción a la teo-
logía impugna las ideas de Spinoza. Con razón dice de él
Frans Halma en sus notas a la vida y pensamiento de
Spinoza, que ha refutado tan valientemente sus ideas que
ningún ateo, hasta el día de hoy, se ha aventurado a en-
frentarse directamente a este agudo escritor y que él es
capaz de sacudir los agravios del autor de la vida de Phi-
lopater (pp. 193 y ss.) y de taparle la boca. También Bay-
le, profesor de filosofía en Rotterdam, y Jacquelot, anta-
ño profesor de la comunidad francesa aquí, en La Haya,
y ahora distinguido predicador de su majestad la reina
de Prusia, han escrito y publicado eruditas y sólidas ano-
taciones sobre las actividades, los escritos y las ideas de
Spinoza. Y Frans van Halma, distinguido y culto librero
de Utrecht, no sólo nos ha ofrecido todo esto en su tra-
ducción, sino que le añadió un prólogo con algunas
notas básicas sobre la «Continuación de la vida de Philo-
pater», dignas de ser leídas por todos.

Capítulo XIV. Enfermedad, muerte y entierro


de Spinoza

[62] No me he propuesto hacer ahora una relación


detallada de los escritores que recientemente, con moti-
vo de la aparición de Hemel op Aarden, «El cielo en la tie-
rra» (un tratado así titulado), de Frederik Leenhof, profe-
sor de los reformados en Zwolf, han atacado las ideas de
Spinoza y demostrado que dicho libro descansa sobre los
fundamentos de este ateo. Pasaré más bien a la muerte
Biografías de Spinoza 135

de Spinoza, acerca de la cual encuentro tantas descrip-


ciones trastocadas que no puedo menos de sorprender-
me de que personas cultas hayan abordado el tema sin
hacer nuevas investigaciones, limitándose a publicar
cuentos por ellos oídos. Debo aducir uno como muestra.

[63] El señor Menage, miembro de la universidad


francesa de París, apoyándose en razones falaces, sucesos
divertidos, pensamientos ingeniosos, etc., escribe en la se-
gunda parte de sus Menagiana (p. 15), impresas en 1696
en Amsterdam, en casa de Pieter Laulne, lo siguiente:
«Spinoza murió, como algunos quieren, de terror y pavor
de que sería encerrado en la cárcel de París. Había ido a
Francia a instancias de dos altos personajes, que desea-
ban hablar con él. El gran ministro Pompone, muy celo-
so en lo concerniente a su religión, tan pronto tuvo noti-
cia de ello, estimó que Spinoza no haría cosa muy buena
en Francia y decidió, por precaución, encerrarlo en la
Bastilla. Advertido de ello Spinoza, cogió los bártulos y
se largó. Se cuenta que regresó volando a Holanda vesti-
do de franciscano», aunque a esta última circunstancia ni
el propio Menage se atreve a darle crédito. Se trata de
simples fábulas. Pues es seguro que Spinoza jamás estuvo
en Francia. Que, en cambio, fue invitado a ir allí por per-
sonas de renombre, lo reconoció más de una vez él mis-
mo ante sus hospederos. Pero añadiendo que esperaba
no volverse nunca tan estúpido como para hacer tal cosa.
En cuanto a que murió de horror y pavor, demostraré lo
contrario a continuación. Describiré, pues, su muerte con
imparcialidad y con pruebas concretas, puesto que tanto
ésta como su entierro tuvieron lugar aquí en La Haya.

[64] Spinoza era de constitución física enfermiza y


ya a los veinte años cogió la tuberculosis. Por eso se puso
muy delgado y se vio obligado a guardar una moderación
136 Atilano Domínguez

mayor de lo habitual en la comida y en la bebida. Ningu-


no de los que convivían con él tenía la menor idea de
que su fin estaba tan próximo y que le sobrevendría tan
rápidamente la muerte. El sábado, 22 de febrero, fue el
hospedero con su esposa a la predicación penitencial y
preparatoria, porque al día siguiente, por ser el domingo
anterior al carnaval, en nuestra iglesia luterana se debía
dar la comunión. Cuando hacia las cuatro de la tarde re-
gresó el hospedero de la iglesia, también Spinoza bajó de
su habitación, fumó una pipa y charló un buen rato con
él, incluso del sermón que había tenido lugar después de
mediodía. Después, se fue pronto a la cama que tenía
para su uso en un cuarto de la fachada y en la que dor-
mía. El domingo por la mañana, antes de la hora de ir a
la iglesia, descendió de nuevo y habló con el hospedero
y su mujer. Spinoza había llamado a su lado a cierto mé-
dico, L. M., de Amsterdam, el cual encargó a los hospe-
deros que compraran un gallo viejo y que lo cocieran
aún aquella mañana, a fin de que a mediodía pudiera
Spinoza tomar su caldo. Así lo hicieron y, cuando el hos-
pedero y su esposa regresaron a casa, aún tomó un poco
con apetito. Después de mediodía fueron los hospederos
juntos a la iglesia y dicho doctor, L. M., se quedó solo
con él. Pero, al volver de la iglesia, se enteraron de que
Spinoza había muerto a las tres, en presencia del mismo
doctor. Éste zarpó aquella misma tarde en el barco de la
noche hacia Amsterdam, sin preocuparse más del muer-
to. Sí había cogido, en cambio, algún dinero que Spinoza
había dejado sobre la mesa, a saber, un ducado de plata
y unas monedas pequeñas, así como un cuchillo con
mango de plata, y se los había llevado.

[65] Se ha escrito y manipulado mucho en torno a


ciertas circunstancias que habrían rodeado la enferme-
dad y la muerte de Spinoza. Se cuenta: 1) que había
Biografías de Spinoza 137

tomado precauciones para no ser sorprendido ni moles-


tado en sus últimos momentos por ninguna visita; 2) que
se le había oído pronunciar una o más veces estas pala-
bras: «¡Señor, apiádate de mí, pecador!»; 3) que había ex-
clamado a menudo: «¡oh Dios!», y que, al preguntarle los
acompañantes si admitía, por fin, ahora la existencia de
Dios, al que debía temer como a juez después de su
muerte, habría dicho que la costumbre le debía haber
traído ese nombre a los labios; 4) que había puesto a ma-
no adormidera y la utilizó al acercarse su muerte, que ce-
rró después las cortinas de su lecho y pasó en un profun-
do sueño a la eternidad; 5) que él habría ordenado que,
al aproximarse su fin, no se dejara entrar a nadie junto a
él y que, además, al sentir que se moría, llamó a su lado a
la hospedera y le encargó que no le visitara en ese estado
ningún ministro, ya que quería morir sin discusiones, etc.

[66] He investigado cuidadosamente todos estos de-


talles e interrogado repetidas veces sobre ellos al hospe-
dero junto con su mujer, que aún viven. Pero siempre
me responden que no tienen la menor noticia de ello y
que la mayor parte de las circunstancias referidas las tie-
nen por falsas. [1] Nunca, en efecto, les había prohibido
que dejaran pasar alguna visita para él. En los últimos
momentos no estuvo con él nadie más que el médico de
Amsterdam. [2] Nadie le había oído pronunciar la frase
«¡Señor, apiádate de mí, pecador!», porque ni él ni sus
hospederos tenían la menor idea de su muerte. Tampoco
guardó cama, sino que aún la última mañana estuvo aba-
jo. No dormía en una cama, sino en un mueble cama si-
tuado en un cuarto de la fachada. [5] En cuanto a que
habría pedido a la señora de la casa que no dejase pasar
junto a él a ningún ministro, dice ella que jamás oyó tal
cosa de su boca. [3] La exclamación «¡Dios mío!» tampoco
se la oyó ninguno de los inquilinos durante su enferme-
138 Atilano Domínguez

dad, puesto que ésta era lánguida y él poseía un tempe-


ramento estoico o impasible, por lo que reñía a otros
cuando se quejaban demasiado en sus enfermedades y
se mostraban sensibleros. [4] Que, finalmente, se había
provisto de adormidera para morir sin dolor, también es
desconocido a los hospederos, pese a que ellos le han
proporcionado la comida, la bebida y las medicinas que
necesitaba. Tampoco yo encuentro esto en las cuentas
de los boticarios, donde consta incluso aquello que le
prescribió el último día el médico de Amsterdam.

[67] Su hospedero se ocupó de su entierro tal


como se le rogó, mientras que Jan Rieuwertsz, librero
de Amsterdam, se comprometió a que le serían pagados
todos los gastos. Se lo ratificó rápidamente en una carta,
que le escribió de Amsterdam el 6 de marzo de 1677.
En ella le anunciaba, además, que el amigo de Schie-
dam (al que se ha aludido antes), para mostrar su buen
corazón y demostrar que el difunto había sido un buen
amigo suyo, ya le había enviado lo que todavía se debía
al señor van der Spyck, y que él le remitía junto con la
carta.

[68] El cantor de nuestra iglesia luterana, que era


un buen carpintero, hizo el ataúd de acuerdo con la si-
guiente nota: «Nota de lo servido por Paulus van der
Haard al señor Spinoza: 1) Un ataúd confeccionado - 18
florines. 2) Otros 9 tornillos servidos — 3,15 florines.
Total: 21, 15 florines. Agradecido por el pago, a 26 de
febrero de 1677. Firmado: Paulus van der Haard».
Estando aún el difunto sin enterrar, fue presentada
una reclamación por el boticario Johannes Frederik
Schróder relativa a una cuenta de medicinas suministra-
das, por un total de 16,10 florines. Encuentro en ella
tintura de azafrán, bálsamo, polvos, etc., mas no adormi-
Biografías de Spinoza 139

dera. Esta cuenta fue pagada por el hospedero con 14,


60 florines de acuerdo con el siguiente recibo:
«Este importe, de 14,60 florines, fue abonado por el
señor Hendryck van der Spyck el 10 de noviembre de
1677. Johan Frederik Schróder, boticario».
El 25 de febrero fue llevado el difunto a enterrar en la
Nueva Iglesia, junto al río Spuy, seguido de seis carrozas
y acompañado por muchas personas de renombre. El re-
cibo del acto es el siguiente: «el 25 de febrero de 1677
fue enterrado Benedictus Spinoza. Los derechos son 20
florines. Reconozco que esto está pagado. Teuntje Pie-
ters, viuda del inspector Norwiths».
Al regresar del entierro, los amigos fueron invitados,
según la costumbre del lugar, a un vaso de vino, del que
he hallado esta cuenta pagada: «Año 1677. En la casa
mortuoria del señor Spyck: se debe a Geredina Boom, el
24 de febrero, 50 litros de vino, con impuestos y gastos
de porte: 19,65 florines. La que suscribe, reconoce que se
le ha abonado el total el 28 de febrero de 1677. Geredi-
na Boom».

[69] Un cirujano, que lo había afeitado, entregó esta


cuenta: «el bienaventurado señor Spinoza debe a Abra-
ham Kervel, cirujano, por un trimestre de afeitado 1,90
florines».
El empleado de la funeraria daba un pésame similar
en la cuenta que presentó: «los herederos del bienaven-
turado Spinoza deben a Cornelis Brekeveld, empleado
de funeraria de La Haya, un total de 13,22 florines. Con-
forme con el pago, a 28 de febrero de 1677».
Lo mismo hace un hojalatero, Libertus van der Burg,
según la nota de su cuenta: «memoria de lo suministrado
a mi señor, el bienaventurado Spinoza, etc. Son 4,40 flo-
rines. Conforme con el pago, a 14 de septiembre de
1677».
140 Atilano Domínguez

Así reza también la cuenta de un tendero francés:


«servido para el entierro de mi señor, el bienaventurado
Spinoza, a 25 de febrero de 1677: 6 pares de pañuelos
blancos, a 0,65 florines el par, hacen 3,90 florines. Con-
forme con el pago: Thomas Talbot».
De nuevo un hojalatero veneraba al difunto con este
título: «el 6 de diciembre de 1676 suministrado a mi se-
ñor, el bienaventurado Spinoza, por mí, Adriaan van Til,
un embudo de hojalata, provisto de un caño, para labo-
ratorio por 2,75 florines. Recibí el importe: Adriaan van
Til».
Estos señores no debían saber sobre qué fundamentos
había construido Spinoza, pues, de lo contrario, no hu-
bieran jugado tan a la ligera con la palabra «bienaventu-
rado» (zaliget). O es que quizá la han escrito en el sentido
que se le suele dar actualmente, según el cual también a
los hombres malvados, que han expirado sin ninguna se-
ñal de penitencia o conversión de sus pecados, se les lla-
ma bienaventurados o de santa memoria.

[70] Una vez enterrado Spinoza, su hospedero hizo


que un notario inventariara su herencia. Éste entregó su
acta en estos términos: «Declaración de los honorarios
que corresponden al notario Willen van den Hove por
sus servicios en la herencia del bienaventurado Benedic-
tus de Spinoza, y que ascienden a 17,40 florines. Cobra-
do el importe, dado en La Haya el 14 de noviembre de
1677».

[71] La hermana del difunto, Rebeca de Spinoza, se


dirigió a la casa mortuoria como heredera de sus bienes.
Pero no quería pagar previamente los gastos ocasionados
por el entierro, como tampoco algunas deudas atrasadas.
Por eso fue citada a Amsterdam a través de Robbert
Schmeding, en calidad de procurador del señor van der
Biografías de Spinoza 141

Spyck, según consta en el acta notarial levantada el 30 de


marzo de 1677 por Libertus Loef. Ella, sin embargo, que-
ría saber primero qué le restaría.

[72] Entre tanto el señor van der Spyck pidió autori-


zación al respetable tribunal de justicia de La Haya para
vender los bienes dejados por Spinoza en pública subas-
ta. El importe fue comunicado al alguacil, pero la gestión
fue detenida por una denuncia de la susodicha hermana.
Cuando comprobó, sin embargo, que no sobraría nada o
muy poco, no quiso seguir oponiéndose y renunció a la
herencia. El procurador Johan Louckers, que había pres-
tado sus servicios al hospedero, presentó por ellos una
cuenta de 33,80 florines, que reconoce haber recibido el
1 de junio de 1678.

[73] Los bienes fueron vendidos el 4 de noviembre


de 1677, en el lugar habitual de herencias de La Haya,
por Rykus van Stralen, subastador oficial, que presentó
la siguiente cuenta: «lista de la herencia, a saber, libros,
vestidos, vidrios pulidos, etc., que a petición del señor
van der Spyck y con la autorización del respetable tribu-
nal de justicia de La Haya, ha sido vendida en pública
subasta, en su casa del Burgwal, el 4 de noviembre de
1677, y cuyos bienes habían pertenecido al bienaventura-
do Benedictus Spinoza, etc.»

[74] Descubro en esta cuenta los enseres de un cu-


rioso y verdadero filósofo: unos pequeños libros, láminas
de cobre para esto y aquello, pequeñas piezas de vidrios
pulidos, instrumentos para pulirlos, etc. Cuán moderada
y económicamente debía vivir lo veo por las prendas que
ha utilizado. Su abrigo verde turco con un pantalón fue
vendido por 21,70 florines; otro abrigo de color por
12,70; cuatro sábanas por 6,40; siete camisas por 9,30;
142 Atilano Domínguez

una cama y una almohada por 15; diecinueve cuellos por


1,55; cinco pañuelos por 0,60; dos cortinas rojas, una col-
cha y un pequeño cobertor de cama por 6. Su utillaje de
plata constaba de dos hebillas, que fueron vendidas por
2,50 florines. El importe total ascendió a 430,65 florines.
Descontadas las costas de la subasta, quedaron 390,78
florines.

[75] Esto es lo que he logrado averiguar acerca de la


vida y muerte de Spinoza. Murió el 21 de febrero de
1677 y fue enterrado el 25, a la edad de cuarenta y cua-
tro años, dos meses y veintisiete días.
Quinta

LUCAS. La vida de Spinoza (1719)*

[a] La vida y el espíritu del señor Benoit de Spinozafa)

Aunque, por falta de un buen pincel,


no se han dibujado del célebre Spinoza los rasgos,
como la sabiduría es inmortal,
sus escritos no morirán jamás. 1719

Advertencia del editor

No hay nada quizá que dé a los espíritus fuertes un


pretexto más fácil para atacar a la religión que la forma
de comportarse con ellos sus defensores. Por un lado,
tratan sus objeciones con el máximo desprecio y, por
otro, reclaman con el celo más ardiente la supresión de
los libros que las contienen, por considerarlos igualmen-
te despreciables.
Hay que reconocer que tal procedimiento perjudica a
143
144 Atilano Domínguez

la causa por éstos defendida. Pues, si estuvieran seguros


de su bondad, ¿temerían que fracasara por no apoyarla
más que con buenas razones? Y, si tuvieran esa confianza
plena que inspira la verdad a quienes creen luchar por
ella, ¿acudirían a las falsas ventajas y a las malas vías para
hacerla triunfar? ¿No se apoyarían únicamente en su
fuerza y, seguros de la victoria, no se expondrían gusto-
sos a combatir contra el error con armas iguales? Apren-
derían a dejar a todo el mundo la libertad de comparar
las razones de ambas partes y de juzgar con esa compara-
ción de qué lado está la ventaja. Quitar esta libertad ¿no
es dar lugar a los incrédulos a imaginarse que se temen
sus razonamientos y que resulta más fácil suprimirlos
que hacer ver su falsedad?
Sin embargo, aunque están convencidos de que publi-
car lo más duro que aquellos escriben contra la verdad,
lejos de perjudicarla, contribuiría más bien a hacer el
triunfo de ésta más brillante y la derrota de aquéllos más
vergonzosa, no se han atrevido a ir contra el torrente pu-
blicando La vida y el espíritu del señor Benoít de Spinoza.
Se han tirado de ella tan pocos ejemplares que la obra
seguirá siendo casi tan rara como si hubiera quedado en
manuscrito. Se procurará distribuir este pequeño número
de ejemplares entre gente hábil, capaz de refutarla. No
hay duda de que batirán en retirada al autor de este
monstruoso escrito y destruirán de raíz el impío sistema
de Spinoza, sobre el que se fundan los sofismas de su
discípulo. Tal es el objetivo que nos hemos fijado al
mandar imprimir este tratado, al que los libertinos van a
extraer sus capciosos argumentos.
Lo damos sin ningún corte ni maquillaje, a fin de que
esos señores no digan que se han mitigado las dificulta-
des para hacer más fácil su refutación. Por lo demás, las
injurias groseras, las mentiras, las calumnias, las blasfe-
mias, que en ella se leerán con horror y execración, se re-
Biografías de Spinoza 145

futan por sí solas y no pueden menos de volverse contra


quien las lanzó con tanta extravagancia como impiedad,
para confundirlo.

[b] Prefacio del copisUfá)

Baruch o Benoit de Spinoza se granjeó un nombre


tan poco honorable en el mundo en cuanto a su doctri-
na y a la singularidad de sus sentimientos en torno a la
religión que, como dice el autor de su Vida al comienzo
de esta obra, cuando se quiere escribir sobre él o en su
favor, hay que ocultarse con tanto cuidado y valerse de
tantas precauciones como si se tuviera que cometer un
crimen. Nosotros, sin embargo, no creemos que deba-
mos ocultar que reconocemos haber copiado este escri-
to según el original, cuya primera parte trata de la vida
de este personaje y la segunda ofrece una idea de su es-
píritu.
Su autor es realmente desconocido, aunque hay indi-
cios de que quien lo compuso haya sido uno de sus
discípulos, como se explica con suficiente claridad.
Ahora bien, si estuviera permitido fundar algo en con-
jeturas, cabría decir, y quizá con certeza, que toda la
obra se debe al difunto señor Lucas, tan famoso por
sus Quintessences y aún más por sus costumbres y forma
de vida.
En cualquier caso, la obra es bastante rara como
para que merezca ser examinada por personas inteli-
gentes. Y es ésta la única intención con que nos hemos
tomado el trabajo de hacer una copia de ella. He ahí
todo el ojetivo que nos hemos propuesto, dejando a los
demás el cuidado de hacer las reflexiones que estimen
oportunas.
146 Atilano Domínguez

La vida del señor Benoít de Spinoza

[1] Nuestro siglo es muy ilustrado, mas no por eso


es más equitativo con los grandes hombres. Aunque les
deba sus luces más hermosas y se aproveche felizmente
de ellas, no puede soportar que se les alabe, sea por envi-
dia o por ignorancia. Y es sorprendente que haya que
ocultarse para escribir su vida, como se hace para come-
ter un crimen. Pero, sobre todo, si esos grandes hombres
se han hecho célebres por vías extraordinarias y desco-
nocidas al común de los mortales. Pues entonces, bajo el
pretexto de respetar las opiniones recibidas, aunque sean
absurdas y ridiculas, se defiende la propia ignorancia, sa-
crificando para ello las más sanas luces de la razón y, por
así decirlo, la verdad misma. Pero, cualquiera que sea el
riesgo que se corra en tan espinosa carrera, bien poco
provecho habría sacado yo de la filosofía de aquel cuya
vida y máximas me propongo describir(a), si temiera asu-
mirlo. Temo poco a la furia del pueblo, puesto que tengo
el honor de vivir en una república que deja a sus súbdi-
tos libertad de sentimientos y donde incluso los deseos
serían inútiles para vivir feliz y tranquilo(b), si las perso-
nas de honradez probada no(c) fueran miradas sin en-
vidia.
Y, si esta obra que consagro a la memoria de un ilus-
tre amigo, no es aprobada por todo el mundo, lo será al
menos por aquellos que no aman más que la verdad y
tienen una especie de aversión por el vulgar impertinente.

[I. Juventud y excomunión]

[2] Baruch de Spinoza era de Amsterdam, la más be-


lla ciudad de Europa, y de cuna muy mediocre. Su pa-
dre, que era judío de religión y portugués de nación(a), al
Biografías de Spinoza 147

no contar con medios para dedicarlo al comercio, deci-


dió hacerle estudiar las Letras hebreas. Este tipo de estu-
dios, que constituye toda la ciencia de los judíos, no era
capaz de llenar a un espíritu brillante como el suyo. Aún
no tenía quince años, cuando ya planteaba problemas
que los más doctos entre los judíos resolvían con dificul-
tad. Y, aunque tan inmadura juventud no sea apenas la
edad del discernimiento, él ya tenía bastante como para
darse cuenta de que sus(b) dudas desconcertaban a su
maestro. Por temor a irritarle, fingía quedar muy satisfe-
cho con sus respuestas, contentándose con escribirlas
para utilizarlas en el tiempo y lugar oportunos. Como no
leía más que la Biblia, estuvo muy pronto en condiciones
de no necesitar ya de intérprete. Hacía reflexiones tan
atinadas sobre ella que los rabinos sólo le contestaban al
estilo de los ignorantes, que, cuando ven su razón agota-
da, acusan a quienes les presionan demasiado, de tener
opiniones poco conformes con la religión. Tan extraño
procedimiento le hizo comprender que era inútil infor-
marse de la verdad: «el pueblo no la conoce y, por lo de-
más, creer ciegamente en los libros(c) auténticos equivale
—decía él— a aferrarse a los antiguos errores». Tomó,
pues, la resolución de no consultar más que consigo mis-
mo, pero sin ahorrar ningún esfuerzo para llegar a descu-
brirla. Había que tener un espíritu grande y sumamente
fuerte para concebir, con menos de veinte años, tan im-
portante proyecto. Y, efectivamente, en seguida dio
muestras de que no había acometido una empresa teme-
raria, pues, comenzando a leer de forma totalmente nue-
va la Escritura, penetró su oscuridad, desveló sus miste-
rios y descubrió la luz a través de las nubes tras las
cuales se le había dicho que estaba escondida la verdad.
Después de haber examinado la Biblia, leyó y releyó
el Talmud con la misma exactitud. Y, como no había na-
die que le igualara en la comprensión del hebreo, no en-
148 Atilano Domínguez

contraba en aquél nada difícil ni nada tampoco que le sa-


tisfaciera. Pero era tan sensato que quiso dejar madurar
sus pensamientos antes de aprobarlos.

[3] En cambio Morteira, hombre célebre entre los


judíos y el menos ignorante de todos los rabinos de su
tiempo, admiraba la conducta y el genio de su discípulo.
No podía comprender que un joven tan penetrante fuera
tan modesto. Para conocerle a fondo, le sometió a todo
tipo de pruebas y confesó después que jamás había halla-
do nada que corregirle, tanto en sus costumbres como en
la belleza de su espíritu. Aunque la aprobación de Mor-
teira aumentaba la buena opinión que se tenía de su dis-
cípulo, no le hacía vanidoso. A pesar de ser tan joven, su
prudencia precoz le hacía conceder poca importancia a
la amistad y a las lisonjas humanas. Por lo demás, el amor
a la verdad era hasta tal punto su pasión dominante que
no veía apenas a nadie. No obstante, por más precaucio-
nes que tomara por sustraerse a los demás, hay encuen-
tros que no se pueden honestamente evitar, aun cuando
muchas veces sean muy peligrosos.

[4] Entre los más apasionados y más empeñados en


trabar relaciones con él había dos jóvenes que, diciendo
ser sus amigos más íntimos, le suplicaron que les mani-
festara sus verdaderos sentimientos. Le hicieron ver que,
«cualesquiera que fueran, no tenía nada que temer, ya
que su curiosidad no tenía otro fin que salir de sus du-
das». El joven discípulo, sorprendido por un discurso tan
inesperado, estuvo algún tiempo sin responderles. Mas,
al fin, viéndose acosado por su importunidad, les dijo
riendo que «ellos tenían a Moisés y a los profetas, que
eran verdaderos israelitas y habían decidido de todo; que
les siguiesen en todo, si eran verdaderos israelitas».
— «Si se ha de creerles, replicó uno de los jóvenes,
Biografías de Spinoza 149

no veo que exista un ser inmaterial, que Dios no tenga


cuerpo, ni que el alma sea inmortal ni que los ángeles
sean una sustancia real. ¿Qué te parece a ti? prosiguió,
dirigiéndose a nuestro discípulo. ¿Posee Dios cuerpo?
¿Existen los ángeles? ¿Es el alma inmortal?»
— «Confieso, dijo el discípulo, que, al no hallar nada
inmaterial o incorporal en la Biblia, no existe inconve-
niente alguno en creer que Dios sea un cuerpo; tanto
más cuanto que, siendo Dios grande, tal como dice el rey
profeta (Sal 48, 1), es imposible entender una magnitud
sin extensión y que, por tanto, no sea un cuerpo. En
cuanto a los espíritus, es cierto que la Escritura no dice
que sean sustancias reales y permanentes, sino simples
fantasmas, llamados ángeles, porque Dios se sirve de
ellos para manifestar su voluntad. De suerte que los án-
geles y todo otro género de espíritus no son invisibles si-
no porque su materia es tan sutil y diáfana que sólo pue-
de ser vista como se ven los fantasmas en un espejo, en
sueños o en la noche: como Jacob que, mientras dormía,
vio subir y bajar ángeles por una escalera(a). Y por eso
no leemos que los judíos excomulgaran a los saduceos
por no haber creído en los ángeles: porque el Antiguo
Testamento no dice nada de su creación. En cuanto al al-
ma, siempre que la Escritura habla de ella, esa palabra se
utiliza simplemente para expresar la vida o todo lo que
es vivo. Sería inútil buscar en ella sobre qué apoyar su
inmortalidad. Por el contrario, el alma es visible en mu-
chos pasajes, y nada resulta más fácil de probar. Pero no
es éste el momento ni el lugar de hablar de ello.»
— «Lo poco que acabas de decir, replicó uno de los
dos amigos, convencería a los más incrédulos. Pero no
basta para satisfacer a tus amigos, que necesitan algo más
sólido, puesto que la materia es demasiado importante
como para tan sólo rozarla. Te despedimos, pues, ahora
sólo a condición de volver a ella en otra ocasión.»
150 Atilano Domínguez

[5] El discípulo, que sólo intentaba romper la con-


versación, les prometió cuanto quisieron. Pero, en ade-
lante, evitó con cuidado todas las ocasiones en que in-
tuía que intentaban reanudarla. Y, recordando que rara
vez la curiosidad humana tiene buenas intenciones, estu-
dió la conducta de sus amigos y encontró tanto que re-
procharles que rompió con ellos y no quiso hablarles
más.
Al darse cuenta éstos de la decisión que había
tomado, se contentaron con murmurar entre ellos, mien-
tras creyeron que sólo lo hacía para probarles. Pero,
cuando perdieron la esperanza de poder doblegarle, jura-
ron vengarse de él y, para hacerlo con mayor seguridad,
comenzaron a difamarlo ante el pueblo. Publicaron «que
era un error creer que este joven pudiese llegar a ser un
día uno de los pilares de la sinagoga; que había más indi-
cios de que sería su destructor, ya que sólo sentía odio y
desprecio hacia la ley de Moisés; que ellos lo habían fre-
cuentado fiados del testimonio de Morteira, pero que, al
fin, habían reconocido en su conversación que era un
verdadero impío; que el rabino, por hábil que fuera,
estaba equivocado y se engañaba torpemente si tenía de
él tan buena opinión; y que, en fin, el trato con él les
causaba horror».

[6] Este falso rumor, lanzado con sordina, se hizo


público muy pronto y, cuando vieron la ocasión propicia
para darle un nuevo impulso, presentaron su informe a
los sabios de la sinagoga y los enardecieron de tal mane-
ra que, sin haberlo oído, estuvieron a punto de conde-
narlo.
Pasado el ardor del primer momento (pues los sagra-
dos ministros del templo no están más exentos de la có-
lera que los demás), le intimaron a que compareciera
ante ellos. Él, que sentía que la conciencia no le
Biografías de Spinoza 151

reprochaba nada, fue alegremente a la sinagoga, donde


sus jueces le dijeron con la mirada abatida y como roí-
dos por el celo de la casa de Dios «que, después de ha-
ber puesto tantas esperanzas en su piedad, se resistían a
creer en la murmuración que sobre él corría; que le ha-
bían llamado para saber la verdad y que con gran pesar
le citaban para que diera cuenta de su fe; que estaba acu-
sado del más negro y horrible de los crímenes, que es el
desprecio de la Ley; que deseaban ardientemente que
pudiera lavarse de él; pero que, si estaba convencido del
mismo, no existía suplicio bastante duro para castigarlo».
Seguidamente, le conminaron a que les dijera si era
culpable. Cuando vieron que lo negaba, sus falsos ami-
gos, se adelantaron y declararon descaradamente «que le
habían oído burlarse de los judíos como de gente supers-
ticiosa, nacidos y educados en la ignorancia, que no sa-
ben lo que es Dios y que, no obstante, tienen la audacia
de llamarse su pueblo para desprecio de las otras nacio-
nes. En cuanto a la Ley, que había sido instituida por un
hombre, ciertamente más hábil que ellos en política,
pero apenas más informado en física ni siquiera en teolo-
gía; que con una onza de sentido común se podía descu-
brir la impostura y que había que ser tan estúpidos como
los hebreos de tiempos de Moisés para hacer caso a
hombre tan orgulloso».

[7] Esto, unido(a) a lo que había dicho de Dios, de


los ángeles y del alma y que sus acusadores no olvidaron
de señalar, conmocionó los espíritus y les hizo gritar ana-
tema, antes incluso de que el acusado tuviera tiempo de
justificarse. Los jueces, animados de un santo celo por
vengar su Ley profanada, interrogan, presionan, amena-
zan e intentan intimidar. Pero el acusado no replicó a
todo esto sino «que esas muecas le causaban lástima y
que, en cuanto a la declaración de tan buenos testigos,
152 Atilano Domínguez

reconocería lo que le imputaban, si, para avalarlo, sólo se


pudieran aducir razones incontestables».
Advertido, sin embargo, Morteira del peligro en que
estaba su discípulo, corrió inmediatamente a la sinagoga
y, tomando asiento junto a los jueces, le preguntó «si ha-
bía olvidado los buenos ejemplos que le había dado, si la
rebeldía era fruto del esmero que él había puesto en su
educación y si no temía caer en manos del Dios vivo, ya
que, aunque el escándalo ya era grande, quedaba(b) tiem-
po para el arrepentimiento».
Después que Morteira agotó su retórica sin hacer vaci-
lar la firmeza del discípulo, en un tono más amenazante
y cual jefe de la sinagoga, le presionó a que se decidiera
por el arrepentimiento o por la pena y le amenazó con
excomulgarle, si no les daba al instante signos de en-
mienda.
El discípulo, sin sorprenderse, le repuso «que conocía
el peso de la amenaza y que, en compensación al esfuer-
zo que había hecho por enseñarle la lengua hebrea, que-
ría enseñarle también la forma de excomulgar». Ante
estas palabras, el rabino encolerizado vomitó toda su hiél
contra él y, tras algunos fríos reproches, suspende la
asamblea, sale de la sinagoga y jura no volver a ella, si no
es con el rayo en la mano. Pero, por más que jurara, no
creía que su discípulo tuviera la valentía de esperarle. Se
equivocó, sin embargo, en sus cálculos, pues el desarrollo
de los hechos le hizo ver que, si estaba bien informado
de la belleza de su espíritu, no así de su fuerza. Transcu-
rrido inútilmente el tiempo que después se empleó en
hacerle ver en qué abismo iba a arrojarse, se fijó el día
para excomulgarle.

[8] Tan pronto lo supo, se dispuso a la retirada. Y,


muy lejos de asustarse, dijo a quien le trajo la noticia:
— «¡Enhorabuena! No se me fuerza a nada que no
Biografías de Spinoza 153

hubiera hecho por mí mismo de buen grado, de no ha-


ber temido el escándalo. Pero, ya que se lo quiere así, en-
tro con júbilo por el camino que se me ha abierto y con
el consuelo de que mi salida será más inocente que la de
los primeros hebreos de Egipto, aunque mi subsistencia
no esté mejor garantizada que la suya*. No me llevo na-
da de nadie y, cualquier injusticia que se me haga, puedo
gloriarme de que no hay nada que reprocharme.»

[9] Al pasar algún tiempo sin tratar con los judíos,


se vio obligado a hacerlo con los cristianos, por lo cual
trabó amistad con personas inteligentes que le advirtie-
ron del inconveniente de no saber ni griego ni latín, por
más versado que estuviera en hebreo, italiano y español,
por no mencionar el alemán, el flamenco y el portugués,
que eran sus lenguas naturales. Bien veía él mismo cuán
necesarias le eran estas lenguas cultas; pero la dificultad
estaba en hallar el medio de aprenderlas(a), puesto que
no poseía ni bienes ni linaje ni amigos en los que apoyar-
se. Como pensaba constantemente en ello y lo comenta-
ba a todos, Van den Enden, que enseñaba con éxito el
griego y el latín, le ofreció sus servicios y su casa, sin exi-
girle otra recompensa que ayudarle durante algún tiempo
a instruir a sus alumnos cuando fuera capaz de hacerlo.

[10] Entre tanto Morteira, irritado por el desprecio


que su discípulo manifestaba hacia él y la Ley, cambió su
amistad en odio y saboreó, fulminándole, el placer que
encuentran las almas bajas en la venganza.
La excomunión* de los judíos no tiene nada muy es-
pecial. No obstante, a fin de no omitir nada que pueda
ilustrar al lector, aludiré aquí a sus circunstancias princi-
pales. Congregado el pueblo en la sinagoga, esta ceremo-
nia, que ellos denominan «herem»**, se inicia encen-
diendo gran cantidad de velas negras y abriendo el
154 Atilano Domínguez

tabernáculo en el que se guardan los libros de la Ley. Ac-


to seguido, el chantre, situado en un lugar un poco más
alto, entona con voz lúgubre las palabras de execración,
mientras otro chantre toca un cuerno*** y se vuelcan las
velas a fin de que se derritan gota a gota en una cubeta
llena de sangre. A la vista de tan sombrío espectáculo, el
pueblo, impulsado por un horror sagrado y por una rabia
santa(a), responde amén en un tono furioso, que testimo-
nia el buen servicio que creería prestar a Dios, si despe-
dazara al excomulgado, como sin duda lo haría si lo en-
contrara en ese instante o al salir de la sinagoga. A este
respecto hay que señalar que el sonido del cuerno, las
velas volcadas y la cubeta llena de sangre son ceremonias
que sólo se ejecutan con un blasfemo. En otro caso, el
acto se reduce a lanzar la excomunión, como se hizo con
Spinoza, que no fue acusado de haber blasfemado, sino
de haber faltado al respeto a Moisés y a la Ley.
La excomunión tiene tanta importancia entre los ju-
díos que ni los mejores amigos del excomulgado se atre-
verían a prestarle el menor servicio, ni siquiera a hablar-
le, sin incurrir en la misma pena. De ahí que quienes
temen la dulzura de la soledad y la impertinencia del
pueblo, prefieren sufrir cualquier otra pena antes que el
anatema.

[11] Spinoza, al haber encontrado un asilo, en el


que creía estar a salvo de los insultos de los judíos, pen-
saba exclusivamente en avanzar en las ciencias humanas.
Contando con un talento tan excelente como el suyo, no
podía dudar de que haría en muy poco tiempo progresos
muy notables.
Pero los judíos, turbados y confusos por haber errado
el golpe y comprobar que aquél, que ellos habían resuel-
to perder, estaba fuera de su alcance, le cargaron con un
crimen del que no habían podido convencerle. Hablo de
Biografías de Spinoza 155

los judíos en general; pues, aunque quienes viven del al-


tar no perdonan jamás(a), no me atrevería a afirmar que
Morteira y sus colegas fueran en este caso los únicos acu-
sadores. Haberse sustraído a su jurisdicción y subsistir
sin su ayuda eran dos crímenes que les parecían imper-
donables. Morteira, sobre todo, no podía tragar ni sopor-
tar que su discípulo y él viviesen en la misma ciudad,
después de la afrenta que de él creía haber recibido. Mas
¿cómo actuar para expulsarle? Él no era el jefe de la ciu-
dad, como lo era de la sinagoga. La malicia encubierta de
falso celo es, sin embargo, tan poderosa que este viejo lo
consiguió.

[12] He aquí cómo se las arregló(a). En compañía de


otro rabino del mismo temple que él, se fue a visitar a
los magistrados y les hizo saber que, si había excomulga-
do a Spinoza, no había sido por las razones habituales,
sino por sus execrables blasfemias contra Moisés y con-
tra Dios. Exageró la impostura por todos los motivos que
un odio santo sugiere a un corazón irreconciliable y pi-
dió, como conclusión, que el acusado fuera desterrado
de Amsterdam.
Viendo la irritación del rabino y la saña con que pero-
raba contra su discípulo, resultaba fácil juzgar que no era
tanto un celo piadoso cuanto una rabia secreta lo que le
incitaba a vengarse. Al percatarse de ello los jueces, in-
tentaron eludir sus quejas remitiéndolos(b) a los minis-
tros. Pero éstos, tras examinar el asunto, se sentían emba-
razados. Por un lado, no apreciaban nada impío en el
modo como el acusado se justificaba. Por otro, el acusa-
dor era un rabino y el rango que ocupaba les hacía acor-
darse del suyo. De suerte que, sopesándolo todo, no po-
dían permitirse absolver a un hombre, al que su colega
quería perder, sin menoscabo del cargo. Buena o mala,
esta razón les hizo decidirse en favor del rabino. ¡Qué
156 Atilano Domínguez

verdad es que los eclesiásticos, cualquiera que sea su re-


ligión —gentiles, judíos, cristianos, mahometanos—, son
más celosos de su autoridad que de la equidad y de la
verdad, y que todos están animados del mismo espíritu
de persecución!

[13] Los magistrados, no atreviéndose a contradecir-


les por razones fáciles de adivinar, condenaron al acusa-
do a un exilio de algunos meses. Por este medio el rabi-
nismo logró su venganza, aunque lo cierto es que influyó
menos la intención directa de los jueces que el propio
deseo de librarse de las quejas importunas de los más
enojosos e incómodos de todos los hombres. Por lo de-
más, esta medida, lejos de perjudicar a Spinoza, favoreció
su deseo de abandonar Amsterdam. Tras haber aprendi-
do de humanidades cuanto un filósofo debe saber,
estaba pensando desprenderse de la masa de una gran
ciudad cuando vinieron a molestarle. No fue, pues, la
persecución la que le echó, sino el amor a la soledad, ya
que no dudaba que en ella encontraría la verdad.

[II. Madurez: de 1661 a 1673]

[14] Esta fuerte pasión, que apenas si le dejaba des-


cansar, le hizo dejar con alegría la ciudad que le había
visto nacer(a) por una aldea llamada Rijnsburg*, donde,
alejado de todos los obstáculos que sólo huyendo podía
vencer, se entregó plenamente a la filosofía. Como había
pocos autores que fueran de su agrado, recurrió a sus
propias meditaciones, pues estaba decidido a comprobar
hasta dónde podían llegar. En cuya tarea dio tan alta
idea de(b) su espíritu que hay sin duda muy pocas perso-
nas que hayan penetrado tan lejos en las materias por él
tratadas.
Biografías de Spinoza 157

[15] Permaneció dos años en este retiro, donde, por


más cuidado que puso en evitar todo comercio con sus
amigos, iban a visitarle de vez en cuando los más íntimos
y le dejaban muy apenados. Sus amigos, cartesianos en su
mayoría, le proponían dificultades, insistiendo en que no
podían ser resueltas más que con los principios de su
maestro. Spinoza les sacó de un error que abrigaban por
entonces los sabios, resolviéndoselas satisfactoriamente
con razones totalmente opuestas. Pero, ¡cómo es el espíri-
tu humano y la fuerza de los prejuicios! Al regresar a sus
casas, estos amigos estuvieron a punto de ser apaleados
por afirmar públicamente que Descartes no era el único
filósofo que merecía ser seguido.

[16] La mayor parte de los ministros preocupados


por la doctrina de este gran genio, celosos del derecho
que creían tener a ser infalibles en su elección, claman
contra un rumor que les ofende, sin olvidar nada de
cuanto saben para sofocarlo en su origen. Pero, pese a
sus esfuerzos, el mal crecía de tal forma que estaba a
punto de estallar una guerra civil en el imperio de las le-
tras cuando se tomó la decisión de rogar a nuestro filóso-
fo que se explicara abiertamente acerca de Descartes.
Spinoza, que no reclamaba más que la paz, accedió a de-
dicar unas horas de su descanso a este trabajo y lo dio a
la imprenta en 1663(a).
En esta obra prueba geométricamente las dos prime-
ras partes de los Principios* de Descartes, como dice en
el prefacio por la pluma de uno de sus amigos"". Pero, a
pesar de lo que dice a favor del célebre autor, los parti-
darios de este gran hombre, a fin de exculparle de la acu-
sación de ateísmo(b), han hecho después todo lo posible
por lograr que cayera el rayo sobre la cabeza de nuestro
filósofo. Emplearon en esta ocasión la política de los dis-
cípulos de San Agustín, quienes, para lavarse del repro-
158 Atilano Domínguez

che que se les hacía, de inclinarse hacia el calvinismo, es-


cribieron contra esta secta los libros más violentos(c). Sin
embargo, la persecución que los cartesianos atizaron con-
tra el señor Spinoza y(d) que duró toda su vida, lejos de
hacerle vacilar, le fortaleció en la búsqueda de la verdad.

[17] Spinoza imputaba la mayor parte de los vicios


de los hombres a los errores del entendimiento. Por mie-
do a caer en ellos, se entregó, pues, aún más a la soledad,
dejando el lugar donde residía para ir a vivir a Voor-
burg*, donde creyó que estaría más tranquilo. Los verda-
deros sabios que, tan pronto dejaban de verlo, comenza-
ban a comentarlo, tardaron muy poco en descubrirlo y le
abrumaron con sus visitas en esta última aldea, como ha-
bían hecho en la primera. Y, como él no era insensible al
sincero amor de las gentes de bien, accedió ante la insis-
tencia de que abandonara el campo para irse a una ciu-
dad donde pudieran verle con menos dificultad. Se insta-
ló, pues, en La Haya, que prefirió a Amsterdam por ser
su aire más sano y permaneció allí el resto de su vida.

[18] Al principio sólo era visitado por un pequeño


número de amigos, que lo hacían con moderación. Mas,
como este agradable lugar no está nunca sin viajantes,
que desean ver lo que merece ser visto, los más inteligen-
tes de ellos, cualquiera que fuese su condición, habrían
creído perder su viaje, si no hubieran visto a Spinoza. Y,
como los efectos respondían a la fama, no había sabio
que no le escribiera para que le aclarara sus dudas. Bue-
na prueba de ello son el gran número de cartas que for-
man parte del libro que se imprimió después de su
muerte*. Sin embargo, ni el número de visitas que reci-
bía ni de respuestas que debía dar a los sabios que de
todas partes le escribían, ni esas admirables obras que
hacen ahora nuestras delicias(a), ocupaban plenamente el
Biografías de Spinoza 159

tiempo de ese gran genio. Todos los días empleaba unas


horas en preparar lentes para microscopios y telescopios,
oficio en el que descollaba tanto que, de no haberle so-
brevenido la muerte, cabe creer que habría descubierto
los más bellos secretos de la óptica. Tan entusiasta era en
la búsqueda de la verdad que, aunque era muy enclen-
que de salud y necesitaba hacer reposo, hacía tan poco
que llegó a estar tres meses completos sin salir de casa.
Hasta el punto de que rehusó dar clases en la universi-
dad de Heidelberg por temor a que ese empleo le distra-
jese de su objetivo**.

[19] Después de haberse esforzado tanto en rectificar


su entendimiento, no hay que admirarse de que todo cuan-
to ha publicado sea de una calidad inigualable. Antes de él
la Sagrada Escritura era un santuario inaccesible. Todos los
que habían hablado de ella, lo habían hecho como ciegos.
Sólo él habla de ella como un sabio en su Tratado de teolo-
gía y políticapuesto que es cierto que nadie ha conocido
tan bien como él las antigüedades judaicas.
Aunque no exista herida más peligrosa ni menos fácil
de soportar que la de la maledicencia, jamás se le ha oí-
do hablar con resentimiento contra aquellos que le des-
garraban. Cuando muchos se proponían denostar ese li-
bro con injurias llenas de hiél y amargura, en vez de
emplear las mismas armas para destruirlos, él se contentó
con aclarar aquellos pasajes a los que daban un sentido
erróneo**, a fin de evitar que su malicia ofuscara a las al-
mas sinceras. Pues, si ese libro suscitó contra él un to-
rrente de perseguidores, no es porque sólo hoy se inter-
prete mal el pensamiento de los grandes hombres y la
buena reputación sea más peligrosa que la mala.

[20] Tuvo la suerte de ser conocido del señor Pen-


sionario J. de Witt, que quiso que le enseñara las mate-
160 Atilano Domínguez

máticas y que con frecuencia le hacía el honor de consul-


tarle sobre asuntos importantes. Pero le inquietaban tart
poco los bienes de fortuna que, tras la muerte del señor
De Witt, que le pasaba una pensión de doscientos flori-
nes, después de mostrar el documento de su mecenas a
sus herederos, que se resistían a mantenerla, se lo entre-
gó con tanta tranquilidad como si contara con otros re-
cursos. Este talante tan desinteresado les hizo recapaci-
tar, hasta el punto de que le otorgaron gustosos lo que
acababan de negarle.
Ésta era la mejor base de su subsistencia, ya que de su
padre no había heredado más que ciertos negocios em-
brollados. Mejor dicho, los judíos con los que este buen
hombre había negociado, pensando que su hijo no ten-
dría la paciencia de deshacer sus embrollos, le enredaron
de tal forma que prefirió dejarles todo antes que sacrifi-
car su tranquilidad a una esperanza incierta.

[21] Era tal su inclinación a no hacer nada por ser


mirado o admirado por el pueblo que, al morir, encargó
que no pusieran su nombre a su Moral\ diciendo que ta-
les sentimientos eran indignos de un filósofo.

[22] Puesto que tanto se había extendido su fama


que se hablaba de él en los círculos intelectuales, el prín-
cipe Condé, que se hallaba en Utrecht al comienzo de
las últimas guerras, le envió un salvoconducto con una
atenta carta en la que le invitaba a que fuera a verle. Spi-
noza tenía el espíritu demasiado bien formado y sabía de
sobra lo que debía a personas de tan alto rango como
para ignorar en esta circunstancia cómo comportarse con
Su Alteza. Pero, como jamás abandonaba su soledad más
que para regresar inmediatamente, un viaje de algunas
semanas le tenía indeciso.
Al fin, tras algunas dilaciones, sus amigos le persuadie-
Biografías de Spinoza 161

ron a que se pusiera en camino. Como entre tanto una


orden del rey de Francia había llamado al Príncipe a
otro lugar, el señor de Luxemburgo, que le recibió en su
ausencia, le colmó de atenciones y le transmitió los bue-
nos sentimientos de Su Alteza. Aquella multitud de cor-
tesanos no perturbó a nuestro filósofo, ya que poseía una
educación más afín a la de la Corte que a la de una ciu-
dad comercial, como aquella en que había nacido, de la
que, puede decirse, no tenía ni los vicios ni los defec-
tos(a).
Como el Príncipe quería verle, mandó varias veces
que le esperara. Y los curiosos, que le apreciaban y des-
cubrían cada día en él nuevos motivos de aprecio,
estaban encantados de que Su Alteza le mandara esperar.
Cuando, después de algunas semanas, el Príncipe comu-
nicó que no podía volver a Utrecht, todos los curiosos
de entre los franceses se disgustaron, ya que, a pesar de
las amables ofertas que le hizo el señor de Luxemburgo,
nuestro filósofo les despidió inmediatamente y regresó a
La Haya.

[III. Apología de Spinoza: virtudes y hechos]

[23] Poseía una cualidad tanto más estimable cuanto


que rara vez se halla en un filósofo: que era extremada-
mente limpio y que jamás salía sin ir bien arreglado, lo
que suele distinguir al hombre digno del pedante. «No
es, decía, ese porte sucio y desaliñado lo que nos hace
sabios; al contrario, añadía, esa negligencia afectada es la
marca de un alma baja, donde no habita la sabiduría y
las ciencias no pueden engenderar más que(a) corrup-
ción.»
No sólo no le tentaban las riquezas, sino que ni si-
quiera(b) temía las enojosas consecuencias de la pobreza.
162 Atilano Domínguez

La virtud le había colocado por encima de todas esas


cosas y, aunque no fuera muy aventajado en las gracias
de la fortuna, jamás la lisonjeó ni murmuró contra ella. Si
su fortuna fue de las más mediocres, su alma, en recom-
pensa, fue de las mejor dotadas de todo lo que constitu-
ye a los grandes hombres. Era liberal ante una extrema
necesidad, prestando, de lo poco que él recibía de la lar-
gueza de sus amigos, con tanta generosidad como si vi-
viera en la opulencia. Enterado de que un hombre que le
debía doscientos florines, había caído en la bancarrota,
lejos de inquietarse, dijo sonriente: «tengo que quitar algo
de mis gastos ordinarios para compensar esta pequeña
pérdida; es a este precio, añadió, como se compra la fir-
meza». No relato esta acción como algo deslumbrante, si-
no que, como no hay nada en que el genio brille más
que en este tipo de pequeñas cosas, no he podido omitir-
la sin sentir escrúpulos.

[24] Era tanto más desinteresado cuanto menos lo


son los devotos que más gritan contra él. Ya hemos visto
una prueba de su desprendimiento (núm. 23); vamos a
referir otra, que no le honrará menos. Uno de sus ínti-
mos amigos*, hombre acomodado, quería regalarle dos
mil florines a fin de que pudiera vivir con más holgura;
pero él los rechazó con su cortesía habitual, diciendo
que no los necesitaba. Era, en efecto, tan moderado y so-
brio que con muy pocos bienes no carecía de nada**.
«La naturaleza, decía, se contenta con poco y, cuando
ella está satisfecha, yo lo estoy también.»
No era, sin embargo, menos justo que desinteresado,
como se va a ver. El mismo amigo que le había querido
dar dos mil florines, como no tenía ni mujer ni hijos, ha-
bía decidido hacer un testamento a su favor y declararle
su heredero universal. Le habló de ello y quiso compro-
meterle a aceptarlo. Pero, lejos de dar su aprobación, el
Biografías de Spinoza 163

señor de Spinoza le argumentó tan vivamente que obra-


ría contra la equidad y la naturaleza, si en perjuicio de su
propio hermano dispusiese de su herencia en favor de
un extraño, por muy amigo suyo que fuese, que su amigo
se rindió a sus sabias razones y dejó todos sus bienes a
aquel que por naturaleza debía ser su heredero, pero a
condición de que asignara una pensión vitalicia de qui-
nientos florines a nuestro filósofo. Es de admirar, sin em-
bargo, también aquí su desinterés y moderación, puesto
que, estimando que esa pensión era demasiado elevada,
hizo que se redujera a trescientos florines. Bello ejemplo,
que será poco secundado, especialmente por los eclesiás-
ticos, ávidos del bien ajeno, ya que, abusando de la debi-
lidad de los ancianos y de los devotos, a quienes embau-
can, no sólo aceptan sin escrúpulos sus herencias en
perjuicio de sus legítimos herederos, sino que hasta acu-
den a la sugestión para conseguirlos. Mas dejemos ya a
esos tartufos y volvamos a nuestro filósofo(a).

[25] Mas dejemos ya a esos tartufos y volvamos a


nuestro filósofo. Al no haber gozado de perfecta salud
durante toda su vida, había aprendido a sufrir desde su
más tierna juventud, de suerte que nadie comprendió ja-
más mejor que él esta ciencia. No buscaba el consuelo
más que en sí mismo y, si era sensible a algún dolor, era
al dolor de otro. «Creer que el mal es más llevadero
cuando nos es común con otras personas, es, decía, una
gran señal de ignorancia, y es tener bien poco sentido co-
mún dar las comunes penas por consuelos propios».

[26] Con esta actitud de ánimo derramó lágrimas


cuando vio que sus conciudadanos desgarraban a su* pa-
dre común(a). Y, aunque supo mejor que nadie en el
mundo de qué son capaces los hombres, no dejó de es-
tremecerse ante la vista de ese horrible y cruel espectácu-
164 Atilano Domínguez

lo. Por un lado, veía cometer un parricidio sin ejemplo y


una ingratitud sin límites; por otro(b), se veía privado de
un ilustre mecenas y del único apoyo que le quedaba.
Demasiado era para abatir a un alma ordinaria; pero un
alma como la suya, habituada a vencer los conflictos inte-
riores, no tenía miedo a sucumbir. Como era siempre
dueño de sí, se sobrepuso en seguida a tan terrible acci-
dente. Cuando uno de sus amigos, que no le dejaba un
momento, se mostró sorprendido por tal actitud, nuestro
filósofo le replicó: «¿de qué nos serviría la sabiduría si, al
caer en las pasiones del pueblo, no tuviéramos fuerzas
para levantarnos por nosotros mismos?»

[27] Como no estaba comprometido con ningún


partido, no debía tributo a ninguno. Dejaba a cada cual
la libertad de sus prejuicios, aunque sostenía que la ma-
yor parte constituyen un obstáculo para la verdad y que
la razón es inútil si no se la usa por negligencia o si se
prohibe usarla cuando hay que elegir. «He ahí, decía, los
dos mayores y más frecuentes defectos de los hombres:
la pereza y la presunción. Los unos se sumen cobarde-
mente en una crasa ignorancia, que los sitúa por debajo
de los brutos; los otros se elevan cual tiranos sobre los
espíritus sencillos, dándoles por oráculos eternos un
mundo de falsos pensamientos. He ahí la fuente de esas
absurdas creencias, de las que se pavonean los hombres,
y(a) lo que les divide a unos de otros y se opone directa-
mente al fin de la Naturaleza, que consiste en hacerles
iguales como a hijos de una misma madre. Por eso decía
que sólo quienes se habían liberado de las máximas de
su infancia podían conocer la verdad y que hay que ha-
cer esfuerzos extraordinarios para superar las impresio-
nes de la costumbre y borrar las falsas ideas que invaden
al espíritu del hombre antes de que sea capaz de juzgar
las cosas por sí mismo(b). Salir de este abismo era, según
Biografías de Spinoza 165

decía, un milagro tan grande como el de desenmarañar el


caos».

[28] No hay que sorprenderse, pues, de que haya


hecho durante toda su vida la guerra a la superstición.
Aparte de que le inclinaba a ello una tendencia natural,
las enseñanzas de su padre, que era un hombre sensato,
contribuyeron mucho a reforzarla, inculcándole que no
confundiera la superstición con la sólida piedad. Desean-
do, pues, probar a su hijo, que aún no tenía diez años, le
envió a recoger un dinero que le debía una mujer ancia-
na de Amsterdam. Tan pronto entró en su casa y la vio
que estaba leyendo la Biblia, ella le indicó que esperara a
que terminara de rezar. Una vez que concluyó, el niño le
comunicó su recado; la buena anciana, después de con-
tarle el dinero, le dijo mostrándoselo sobre la mesa: «aquí
tienes lo que debo a tu padre! ¡Ojalá seas tú un día un
hombre tan honrado como él! Jamás se ha apartado de
la Ley de Moisés, y el cielo no te bendecirá, si no le imi-
tas». Al concluir estas palabras, cogió el dinero para intro-
ducirlo en la bolsa del niño. Pero él, que recordaba que
esta mujer tenía todas las trazas de la falsa piedad, que
su padre le había indicado, quiso contarlo después de
ella, a pesar de que se resistía. Al comprobar que falta-
ban dos ducatones, que la piadosa anciana había dejado
caer, por una hendidura hecha al efecto, en un cajón si-
tuado debajo de la mesa, se confirmó en su idea. Orgu-
lloso con el éxito de esta aventura y al ver que su padre
le había aplaudido, observaba a esta clase de gentes con
más cuidado que antes y hacía sobre ellas bromas tan
finas que todo el mundo se sorprendía.

[29] En todas sus acciones tenía por objetivo la vir-


tud. Pero, como no se hacía de ella una imagen horrible,
a imitación de los estoicos, no era enemigo de los place-
166 Atilano Domínguez

res honestos. Es verdad que los del espíritu constituían


el principal objetivo de su estudio y que los del cuerpo
le interesaban poco. No obstante, cuando se encontraba
con esa clase de distracciones, de las que no podemos
honradamente dispensarnos, las tomaba como un objeto
indiferente, sin que perturbaran la tranquilidad de su al-
ma, que prefería a todas las cosas imaginables. Lo que
más aprecio, sin embargo, en él, es que, aunque nacido y
educado en un pueblo tosco, que es la fuente de la su-
perstición, no haya mamado su amargura y haya purgado
su espíritu de esas falsas máximas de que tanta gente se
vanagloria. Estaba totalmente curado de esas opiniones
insulsas y ridiculas que los judíos tienen de Dios. Un
hombre que conocía el fin de la sana filosofía y que, de
acuerdo con los más sagaces de nuestro siglo, la ponía
mejor en práctica, tal hombre, digo, no podía imaginar
de Dios lo que ese pueblo se imaginó. Ahora bien, ¿no
creer ni a Moisés ni a los profetas, cuando se adaptan,
como él dice, a la tosquedad del pueblo, es razón para
condenarle? Yo he leído a la mayoría de los filósofos y
aseguro de buena fe que no hay quienes den ideas más
hermosas sobre la divinidad que las que nos da Spinoza
en sus escritos. Dice que, «cuanto más conocemos a Dios,
más dueños somos de nuestras pasiones; que es en este
conocimiento, donde se halla la perfecta quietud del es-
píritu y el verdadero amor de Dios, en lo que consiste
nuestra salvación, que es la felicidad y la libertad».

[30] Tales son los puntos principales que, según


nuestro filósofo, son dictados por la razón acerca de la
verdadera vida y el soberano bien del hombre. Compá-
rense con los dogmas del Nuevo Testamento y se verá
que es exactamente la misma cosa. La Ley de Jesucristo
nos conduce al amor de Dios y del prójimo, que es pro-
piamente lo que la razón nos inspira según la opinión de
Biografías de Spinoza 167

Spinoza. De donde se infiere fácilmente que la razón por


la que San Pablo llama a la religión cristiana religión ra-
zonable (Rm 12, 1), es que la razón la ha prescrito y es su
fundamento, puesto que la que llamamos religión razona-
ble es, en opinión de Orígenes, todo cuanto está someti-
do al imperio de la razón*. Añádase que un Padre anti-
guóte)** asegura que debemos vivir y actuar según las
reglas de la razón.
He ahí los sentimientos que ha seguido nuestro filóso-
fo, apoyado en los Padres y en la Escritura. Y, sin embar-
go, es condenado; claro que por aquellos a quienes el in-
terés lleva a hablar contra la razón o que jamás la han
conocido. Hago esta pequeña digresión a fin de incitar a
los simples a sacudir el yugo de los envidiosos y de los
falsos sabios que, no pudiendo soportar la reputación de
las gentes de bien, les acusan falsamente de tener opinio-
nes poco conformes a la verdad.

[31] Volviendo a nuestro tema, Spinoza mostraba en


sus conversaciones un talante tan atractivo y ponía com-
paraciones tan justas que insensiblemente lograba que
todos se adhirieran a su opinión. Era persuasivo, aunque
no aparentara usar un estilo pulido ni elegante. Su razo-
namiento era tan comprensible y tan lleno de buen senti-
do que todos cuantos le escuchaban, quedaban satisfe-
chos.

[32] Estos hermosos talentos atraían a su casa a


todas las personas razonables y, en cualquier circunstan-
cia, se le encontraba siempre con el mismo buen humor.
Ninguno de cuantos le frecuentaban, dejaba de testimo-
niarle una especial amistad. Pero, como nada hay más
oculto que el corazón humano, se ha visto después que
la mayor parte de esas amistades eran ficticias, de suerte
que quienes más le debían, le trataron de la forma más
168 Atilano Domínguez

ingrata del mundo, sin que hubiera motivo alguno, ni


aparente ni real. Estos falsos amigos, que le adoraban en
apariencia, lo desgarraban bajo cuerda, ya fuera para ha-
lagar a los poderosos, que no aman a la gente de talento,
ya para hacerse célebres criticándole.
Cierto día, habiendo sabido que uno de sus mayores
admiradores intentaba sublevar al pueblo y a los magis-
trados contra él, replicó impasible: «No es de hoy que la
verdad cuesta cara; no será la maledicencia la que me la
hará abandonar.» Ya querría yo saber si se ha visto nunca
mayor firmeza ni virtud más depurada; si alguno de sus
enemigos ha hecho jamás algo que se aproxime a tal mo-
deración. Veo muy bien, por el contrario, que su desgra-
cia fue ser demasiado bueno y demasiado ilustrado.

[33] Descubrió a todo el mundo lo que se quería


mantener oculto. Halló la Llave del santuariodonde an-
tes de él no se veían más que vanos misterios. He ahí por
qué, aunque era un hombre de bien, no pudo vivir segu-
ro.

[34] A pesar de que nuestro filósofo no era de esas


gentes severas que consideran el matrimonio como un
estorbo para el ejercicio del espíritu, no asumió tal com-
promiso, ya porque temiera el mal humor de una mujer,
ya por entregarse enteramente a la filosofía y al amor de
la verdad(a).

[IV. Muerte y panegírico]

[35] Aparte de que no era de una complexión muy


robusta, su gran dedicación contribuyó a debilitarla más;
y, como no hay nada que desgaste más que las vigilias,
sus incomodidades habían llegado a ser casi continuas a
Biografías de Spinoza 169

causa de la malignidad de una fiebrecilla lenta que había


contraído en sus meditaciones. De ahí que, después de
haber ido languideciendo los últimos años de su vida, la
terminó en medio de su carrera. Vivió, pues, cuarenta y
cinco años o en torno a ellos, ya que había nacido el año
1632 y falleció el 21 de febrero de 1677.

[36] Era de estatura media(a). Tenía los rasgos del


rostro bien proporcionados, la piel muy morena, el cabe-
llo negro y rizado, las cejas del mismo color, los ojos pe-
queños, negros y vivos, una fisonomía bastante agradable
y el aspecto portugués(b). En cuanto al espíritu, lo tenía
grande y penetrante, y era de un humor totalmente com-
placiente. Tan bien sabía sazonar la broma que los más
delicados y los más severos hallaban en ella un particular
encanto.

[37] Sus días fueron breves. Cabe decir, sin embar-


go, que ha vivido largamente, puesto que adquirió los
verdaderos bienes que consisten en la virtud y no tenía
más que desear después de la alta reputación que se ha-
bía conquistado con su profundo saber.

[38] La sobriedad, la paciencia y la veracidad no


eran más que sus virtudes menores. Tuvo la dicha de
morir en el punto más alto de su gloria, sin haberla ta-
chado con ninguna mancha y dejando al mundo de los
sabios y doctos la pena de verse privados de una luz que
no les era menos útil que la del sol. Pues, aunque no tu-
vo la dicha de haber visto el fin de las últimas guerras,
en que los Estados Generales recuperaron el gobierno
de un imperio, que medio habían perdido por la suerte
de las armas o por una desventurada decisión, fue para
él una dicha no pequeña haber escapado a la tempestad
que sus enemigos le preparaban. Le habían hecho odioso
170 Atilano Domínguez

al pueblo, porque había proporcionado los medios de


distinguir la hipocresía de la verdadera piedad y de ex-
tinguir la superstición.
Nuestro filósofo es, pues, bien dichoso, no sólo por la
gloria de su vida, sino también por las circunstancias de
su muerte, a la que él ha mirado con ojo intrépido, según
nos consta por quienes estaban presentes, como si se sin-
tiera satisfecho de sacrificarse por sus enemigos a fin de
que su memoria no fuese manchada con un parricidio.

[39] Somos nosotros, los que quedamos, los dignos


de lamentar. Son todos aquellos a los que sus escritos
han rectificado y a los que su presencia era todavía de
gran ayuda en el camino de la verdad. Pero, ya que él no
pudo evitar la suerte de todo cuanto tiene vida, procure-
mos caminar sobre sus pasos o, al menos, reverenciarle
con nuestra admiración y alabanza, si no podemos imi-
tarle. Es lo que yo aconsejo a las almas fuertes, así como
seguir sus máximas y sus luces, de tal suerte que las ten-
gan siempre ante los ojos y les sirvan de regla a sus ac-
ciones. Lo que amamos y veneramos en los grandes hom-
bres, está siempre vivo y vivirá por todos los siglos.

[40] La mayor parte de los que han vivido en la os-


curidad y sin gloria, permanecerán enterrados en las ti-
nieblas y en el olvido. Baruch de Spinoza vivirá en el re-
cuerdo de los verdaderos sabios y en sus escritos, que
son el templo de la inmortalidad.

[V. Apéndice. Catálogo de las obras de Spinoza] (a)

[41] [a] R. Descartes Principiorum Philosophiae (1663,


4.°).
[b] Tractatus theologico-politicus (1670, 4.°). Esta mis-
Biografías de Spinoza 171

ma obra ha sido reimpresa bajo el título de «Danielis


Hensii (sic) P. P. Operum Historicorum Collectio prima...
1673, 8.°». Esta edición es mejor que la in quarto, que es
la primera.
[c] B. D. S. Opera posthuma (1670, 4.°).
[d] Apologie de Benoit de Spinosa, ou il justifie sa sortie
de la Syttagogue. Esta apología fue escrita en español y
nunca ha sido impresa.
[e] Traité de líris ou de VArc-en-ciel, que ha arrojado
al fuego.

[42] Además de las obras precedentes, de las que


Spinoza es verdaderamente el autor, se le han atribuido
las siguientes:
[a] Lucii Antistii Constantis de jure Ecclesiasticorum Li-
her Singularis (1665, 8.°). Spinoza ha asegurado a sus mejo-
res amigos que no era el autor de este libro. Se lo ha atri-
buido a Luis Meyer, médico de Amsterdam, a Hermanus
Schelius y a Van den Hooft (Hove) que ha mostrado
gran celo en las Provincias Unidas contra el «estatude-
razgo». Todo hace creer que este último es su autor y
que lo ha escrito para vengarse de los ministros de Ho-
landa, que eran grandes partidarios de la casa de Orange
y que clamaban constantemente en el púlpito contra el
Pensionario De Witt.
[b] Philosophia sacrae Scripturae interpres (1666, 4.°). La
voz pública asigna esta obra a Luis Meyer. Este tratado
ha sido reimpreso bajo el título de «Danielis Hensii P. P.
Operum Historicorum collectio secunda... 1673, 8.°».

[43] Todas las obras de Spinoza, así como las que le


son atribuidas, han sido traducidas al holandés por Jan
Hendriksz Glazemaker, el loro de Ablancourt de Holan-
da. Sólo el TTP ha sido traducido al francés (infra, núm.
19n). Un discípulo de Spinoza, llamado Abraham Cuffe-
172 Atilano Domínguez

ler, ha escrito una Lógica según los principios de su


maestro. Se titula: Specimen artis ratiocinandi naturalis et ar-
tificialis ad Pantosophiae principia manuducens, Hamburgi,
apud Henricum Kunrath, 1684, 8.°
II. Noticias sobre Baruch de Spinoza"
1.°) Edicto de expulsión de los judíos de España,
31-3-1492

[1] Don Fernando é doña Isabel, por la gracia de


Dios rey é reyna de Castilla, de León - etc. Al príncipe
don Juan nuestro muy caro e muy amado hijo - é á las al-
jamas de los judíos - salud é gracia. Sepades é saber
debedes que porque Nos fuimos informados que hay en
nuestros reynos é avia algunos malos cristianos que ju-
daizaban de nuestra Santa Fée Católica, de lo qual era
mucha culpa la comunicación de los judíos con los cris-
tianos -, lo cual - podría cres?er si la causa prengipal des-
to no se quitasse, que es echar los judíos de nuestros rey-
nos Por ende Nos en consejo é parecer de algunos
prelados é grandes é caballeros de nuestros reynos é de
otras personas de gien^ia é conciencia de nuestro Conse-
jo, aviendo ávido sobre ello mucha deliberación, acorda-
mos - dar esta nuestra Carta, por la cual mandamos á
todos los judíos é judías de qualquier edad que seyan,
que viven é moran é están en los dichos reynos é seño-
ríos, - que hasta el fin deste mes de julio, primero que
175
176 Atilano Domínguez

viene deste presente año, salgan con sus hijos é hijas é


criados é criadas é familiares judíos - é non seyan osados
de tornar á ellos de viniendo nin de paso, nin de outra
manera alguna; só pena que, si lo non finieren, é complie-
ren asi, - incurran en pena de muerte é confiscaron de
todos sus bienes, para la nuestra Cámara é fisco. En las
quales dichas penas caigan é incurran por el mismo fecho
é derecho, sin otro proceso, sentencia ni declaración...
É porque los dichos judíos é judías puedan - dar me-
jor disposición de si é de sus bienes é fa^iendas, - los ase-
guramos para que — puedan andar é estar seguros, é
puedan vender é trocar é enagenar todos sus bienes
muebles é raices. É asimismo damos licencia é facultad
á los dichos judíos é judías que puedan sacar fuera de
todos los dichos nuestros reynos é señoríos sus bienes é
faciendas por mar é por tierra, en tanto que non seya oro
nin plata, nin moneda amonedada, nin las otras cosas
vedadas por las leyes de nuestros reynos -. Dada en la
cibdad de Granada, trynta é uno del mes de Marzo, año
- de mil quatrocientos é noventa é dos... (J. Amador de
los Ríos, núm. 5, III, 603-607).
2.°) La familia Espinoza (1596-1654)

[2] Entierros de los Espinoza en Amsterdam 1618-1627

a) Abraham Israel Vilha Lobos y un niño: 8-5-1618.


b) Un niño de Isaac Espinoza: 28-10-1621.
c) Un nieto de Abraham de Espinoza: 29-12-1622.
d) Abraham Espinosa: 1622-3.
e) Un niño de Micael Espinosa: 3-12-1623.
f) David Israel de Espinosa: 2-2-1624.
g) Un niño abortivo de la esposa de Micael Espino-
sa: 23-4-1624.
h) Doña Sara Espinosa, hermana de Abraham Espi-
nosa de Nantes, calle 8, núm. 9, al lado de la mujer de D.
de Fonseca: 7-1-1625.
i) Raquel Espinosa, mujer de Michael Espinoza, ca-
lle 9, núm. 18: 21-2-1627.
j) Isaac Espinoza, que vino de Nantes a Rotterdam,
donde murió, calle 9, núm. 29: 9-4-1627 (Vaz, 114/B y
Freud., 109-113).
177
178 Atilano Domínguez

[3] Inscripciones en tumbas 1621 -1654

a) Sepultura de Rachel de Espinosa, mujer de Mi-


chael de Espinosa, que falleció el 21-2-1627.
b) Sra D Hanna Debora D'Espinoza, mujer D Mi-
kael D'Espinoza, que la llevó Dios para sí el 5-11-1638.
c) Sa De Ysaac De Micael Espinoza, falleció el 24-9-
1649.
d) Sa D Miriam De Casseres, mujer de Semuel D
Casseres, falleció el 6-9-1651.
e) Sa D Ester, mujer de Michael de Espinoza, falle-
ció el 24-10-1653.
f) Sa Del Bienaventurado Michael De Espinoza, que
falleció el 28-3-1654 (Vaz, 113/A; Freud., 110-113).

Abraham Espinoza (de Nantes), 1596-1631

[4] Hoy, 16 de diciembre de 1596, se ha presentado


ante mí, Jan Fransz Bruyningh, notario público con resi-
dencia en Amsterdam, el honorable Emanuel Rodrigues
Vega, comerciante de la nación portuguesa, actualmente
en Amsterdam y que me es conocido, y ha declarado que
ha fletado y cargado un barco llamado De Hope [La Es-
peranza] -. Y, dado que dicho barco de Jan Rutten, que
iba destinado a Viana en Portugal, fue apresado - con su
cargamento por los soldados de - Su Majestad de Espa-
ña, acampados en Blavet, y retenido allí, el declarante -
autoriza y da un poder al honorable Emanuel Rodri-
gues Spinosa, que reside en Nantes, para demandar...
(Vaz, 116-7/1).

[5] El - 18 de junio de 1616 de la era actual entró


como hermano de esta Santa Compañía (de dotar huérfa-
nos y doncellas) Abraham Espinoza de Nantes, alias Ma-
Biografías de Spinoza 179

nuel Roiz [Rodríguez] Espinoza, y me pagó a mí, tesorero


(gabbay), la suma de 20 florines... [Firman Abraham Jese-
rum Despinoza de Nantes y otros cinco] (Vaz, 117/2).

[6] Hoy, 1 de diciembre de 1625, en mi presencia,


Sijbrant Cornelisz, notario público con residencia en
Amsterdam -, se presentó el Sr. Manuel Rodriges Dispi-
nosa, comerciante portugués, que vive en la misma ciu-
dad, el cual - declaró autorizar y autoriza - a Gabriel Al-
vares Dispinosa, su yerno y socio, dándole plenos
poderes y autoridad para actuar en su propio nombre...
(Vaz, 120/8).

[7] 1628/9 - Administradores del Comité directivo


de la Casa de Jacob: Abraham Despinoza -. El - 8 de oc-
tubre de 1628, se reunieron los señores diputados en ca-
sa del señor Abraham Despinosa de Nantes... (Firma
Abraham Despinoza con otros cinco) (Vaz, 120/7).

Miguel Espinoza, 1627-1654.

[8] (Casa). Hoy, 2 de diciembre de 1633, yo, Daniel


Bredan, notario - con residencia en Amsterdam, vine, a
petición del señor Michel Despinosa, comerciante portu-
gués de esta ciudad, a su casa, en Vlooienburg, y este úl-
timo declaró que... (Vaz, 128/2a).

[9] (Socio de la «Santa Companhia de dotar orphas e don-


zellas»). El 24 de julio de 1637 Migeel despinoza dijo que
deseaba hacerse miembro de esta santa comunidad y,
estando reunidos los siete electos del consejo, se votó
mediante bolas y fue aceptado por todos. Eligió recibir la
bendición en las tres comunidades el sábado siguiente,
180 Atilano Domínguez

pagó los veinte florines y se comprometió a cumplir las


obligaciones de la santa comunidad (Vaz, 131/2/5).

[10] (Solicitud para Jacob). El - 22 de diciembre de


1637 se reunió el consejo de los siete y, a petición de Mi-
gel despinoza, de que se permitiera que su primo Jacob
Espinoza ocupara la plaza de su padre Abráo despinoza
de Nantes, fue aceptado por los siete, como único hijo
legal, en lugar de su mencionado padre (Vaz, 132/6).

[11] (Enfermedad y problemas de negocios). Hoy, 8 de


septiembre de 1638 a petición de Simón Barkman, he
venido (Jan Warnaerts, notario) a la casa y al lecho de en-
fermo de Miguel d espinoza y su mujer y le requerí si
aceptaba la letra de cambio, dirigida al susodicho Miguel
despinoza, y que mostré en la copia arriba transcrita. A
lo cual contestó la mujer del mencionado Miguel despi-
noza, que estaba enfermo en cama, en otra cama en la
misma habitación: «a causa de la enfermedad que ha so-
brevenido a mi esposo, la letra de cambio no será acepta-
da» (Vaz, 187-8/1).

[12] (Negocios entre Miguel y Jacob). Hoy, 14 de enero


de 1639, apareció ante mí, Jan Volkaertsz Oli, notario -,
Jacob Espinosa, que vive en Grancairo en Palestina y ac-
tualmente en Amsterdam, como hijo y heredero legal del
difunto Manuel Rodríguez Espinosa, alias Abraham Espi-
nosa, su padre - (y) declaró haber recibido - de Michael
Despinosa, comerciante portugués de esta ciudad, la
suma 220,38 florines... (Vaz, 133/8).

[13] (Problemas de herencia entre Miguel y Jacob). De


acuerdo con el compromiso hecho el 26 de enero de
este año de 1639, han pasado ante mí - [21 de marzo de
1639] Michael d'Espinosa - y Jacob Espinoza -. Ambos,
Biografías de Spinoza 181

Jacob Despinosa en calidad de hijo y heredero de su


mencionado padre y personalmente, y Michael Despino-
sa por haberse casado con su (de Jacob) hermana, prome-
ten - renunciar a toda reclamación que pudieran haber
hecho o hacer, con todos los efectos y pertenencias que
les pertenecen, sin exceptuar ninguno... (Vaz, 134-5/10).

[14] (Esponsales entre Miguel y Ester). El 11 de abril de


1641, ante los comisarios Reynst y Spiegel, - aparecieron
- Michael de Espinóse de Vidiger, viudo de Debora des-
pinose y que vive en Vlooienburg, y Hester de spinose
de Lisboa, de unos 40 años de edad y sin padres vivos,
asistida por Margrieta Fernand, su hermana, - y pidieron
que se leyeran las amonestaciones durante tres domin-
gos, después de lo cual quieren casarse solemne y oficial-
mente... [Firman Michael despinoza y ester despinoza]
(Vaz, 136/1 la; Freud., 111/17).

[15] (Matrimonio de Miguel con Ester). El 28 de abril


de 1641 fueron confirmados en matrimonio Michael de
Espinosa, de Vidiger, viudo de Debora Despinosa, y
Hester de Espinosa, de Lisboa, que viven ambos en
Vlooienburg (Vaz, 139/1 Ib).

[16] (Matrimonio de Miriam con S. de Cáceres). El 2 de


junio de 1650, comparecieron, como antes, Samuel de
Caseres, de 22 años de edad y sin padres, estudiante, que
vive en la Batavierstraet, y Marian Spinoza, de unos 21
años de edad, que todavía tiene padre; vive como antes
[se dijo]. [Viene] acompañada de su madrasta Ester Spi-
nosa. [Firma Samuel de Casseres].
Michael de Espinóse, el padre, consintió en este matri-
monio (Freud., 112/21; Vaz, 137/12).

[17] (Testamento de Ester a favor de Miguel). El 23 de


octubre de 1652, a las tres de la tarde, apareció ante mí,
182 Atilano Domínguez

Jan Volkaertsz, notario, - la señora Giomar de Soliz, alias


Hester d'Espinoza, mujer del señor Michael d'Espinoza
estando ella enferma de cuerpo en cama, pero en su
juicio la cual - declaró que instituía y nombraba - como
heredero universal de todos sus bienes muebles y raíces
y de todo cuanto dejare a su muerte, sin excluir nada, al
mencionado Michael despinoza, su esposo... (Vaz, 188/11;
cfr. p. 179).
3.°) Educación y excomunión de Baruch de Espinoza
(1639-1656)

[18] (La escuela judía, 1639). Las obligaciones que


los actuales funcionarios deberán desempeñar y cum-
plir son las siguientes:
[a] Mordochay de Castro enseñará a todos los niños a
deletrear y silabear y tendrá de salario anual 150 florines.
[b] Joseph de Faro enseñará a leer con soltura y el
inicio de parasha y tendrá por salario anual 250 florines.
[c] Yacob Gómez enseñará la sección de la semana
en hebreo con acentos y tendrá de salario 250 florines
al año.
[d] Abraham Baruch hará el oficio de hazan (chan-
tre), enseñará la sección de la semana en ladino y tendrá
de salario 350 florines y 40 para (el alquiler de) la casa,
que hacen 390 florines al año.
[e] Salom ben Yosseph enseñará las lecciones de
profetas y (el comentario de) Rashi y recibirá de salario
350 florines y 40 para la casa, que hacen un total de
390 florines.
183
184 Atilano Domínguez

[f] El Haham Ishac Aboab enseñará Gramática y la


primera lección de guemara, y pronunciará los sermones
de la noche, teniendo por salario 450 florines.
[g] El Haham Menasseh (ben Israel) tendrá obligación
de pronunciar un sermón un sábado al mes y recibirá un
salario de 150 florines.
[h] El Haham (Saúl Leví) Morteira enseñará la lec-
ción superior de guemara y pronunciará tres sermones ca-
da mes, como antes se ha dicho, y recibirá un salario
anual de 600 florines y 100 cestos de turba (Vaz, 148/1;
Freud., 113-4/26).

[19] (Problemas comerciales de Bento, 1655). Hoy, 7


de mayo de 1655, aparecieron ante mí, Adriaen Lock,
notario, - Hendrick Fransen - y Jan Lodewijcxen -, am-
bos al servicio del - sherif principal de esta ciudad, y -
testificaron solemnemente que -, a petición de Bento
Despinose, comerciante aquí, - arrestaron - la persona
de Anthonij Alveres por deuda y lo metieron en la cár-
cel «De Vier Hollanders» - a fin de cobrar cierta letra
de cambio de 500 florines -; y que, cuando A. Alveres
le había garantizado la suma de los 500 florines, Isaack
Alveres, hermano suyo, - preguntó al demandante si pa-
garía los gastos del arresto, pero que éste lo negó. Que
entonces le preguntó de nuevo Isaack Alveres si ade-
lantaría y pagaría dichos gastos a comisión, con la pro-
mesa de que [Anthonij] no sólo le reintegraría esos gas-
tos, sino que le pagaría los daños e intereses por él
sufridos, por no haberle pagado dicho dinero a tiempo,
aparte de un sombrero que Gabriel Alveres, también
hermano de Antonio, le había estropeado arrojándolo a
la cuneta -. Bajo esta promesa y garantía el demandante
pagó los gastos de dicho arresto al sherif jefe y a los
testigos y al carcelero... (Vaz, 160/6).
Biografías de Spinoza 185

[20] (Firma notarial de Bento, 1655). El 21 de mayo de


1655, ante mí, Bento Badelo, notario público -, en esta
ciudad de Amsterdam, - se han presentado personalmen-
te los señores Jaques de Costa, comerciante con residen-
cia en esta ciudad, que dice tener unos 44 años, y Bento
de Spinoza, de 22 años de edad -, los cuales se aseguran -
conocer bien a... (Vaz, 161/7).

[21] (Negocios de Bento con Gabriel\ 1655). Hoy, 17 de


noviembre de 1655, han aparecido ante mí, Adriaen
Lock, notario -, el señor Bento de Espinosa, comerciante
portugués en la misma ciudad, que actúa en su nombre y
en el de Gabriel de Espinosa, su hermano y socio, y ha
cedido - a Joseph Francis, también comerciante portu-
gués de ésta, una letra de cambio de 876 cruceiros - de la
que son propietarios el declarante y su hermano -. El ac-
tuante declara por sí mismo y por su hermano que el su-
sodicho Joseph Francis les ha pagado y satisfecho el im-
porte de dicha letra hasta el último céntimo -, [que le]
pone en plena posesión de dicha letra - [y que] ya no
tendrá derecho alguno sobre la propiedad de la misma...
[Firma de Bento y Gabriel Despinoza y del notario] (Vaz,
152/8).

[22] (El tutor de Bento actúa en su defensa, 1656). El 23


de marzo de 1656, Louis Crayer, designado por los en-
cargados de huérfanos de la ciudad de Amsterdam tutor
de Bento d Spinosa, menor de edad e hijo del difunto
Michael de Spinosa, - respetuosamente les [altos magis-
trados de la Corte de Amsterdam] comunica que a dicho
Bento de Spinosa se le debe, por parte de su padre, una
suma considerable de lo dejado por su madre -; que él se
encargó de pagar unas pequeñas deudas de dicha heren-
cia a fin de poder actuar más fácilmente - como heredero
de su padre; pero que, como ahora se ve que dicha he-
186 Atilano Domínguez

rencia está tan gravada con atrasos que le resultaría su-


mamente perjudicial, ha llegado a la conclusión de que
le es mejor renunciar totalmente a ella -. Por tanto supli-
ca - ser descargado de todo acto - respecto a la herencia
de su padre -; y que, en los bienes de su madre por él re-
clamados, se le dé preferencia sobre todos los demás
acreedores y en particular - sobre los encargados de la
herencia de Pedro Henríques en lo relativo a los bienes
de Michael de Spinoza, en razón de los gastos por él he-
chos con ese fin (Vaz, 163/11).

[23] (Contribución de Baruch a la comunidadjudía, 1654-6).

Baruch d'Espinoza... Promesas... Finta... Imposta...


1654 Tisri (sept.) 11,40 fl. 5 16,50
1655 Nisán (abril) 43,10 5 6
1655 Tisri (oct.) 4,70 5
1656 Nisán (marzo) 0,60

Abraham d'Espinosa
1656-7 Tisri (sept.) 0,90
1664-5 Tisri (sept.) 0,60
(Vaz, 190-1 y 162).

[24] (Excomunión de Baruch, 27-7-1656). Nota del «he-


rem» que se publicó en la tribuna («teva») contra Baruch Espi-
noza.
Los señores del Comité directivo (Mahamad) hacen sa-
ber a sus señorías cómo hace días, teniendo noticias de
las malas opiniones y obras de Baruch de Espinoza, pro-
curaron por distintas vías y promesas apartarlo de sus
malos caminos; y que, no pudiendo remediarlo, antes al
contrario teniendo cada día mayores noticias de las ho-
rrendas herejías que practicaba y enseñaba y de las enor-
Biografías de Spinoza 187

mes obras que obraba; teniendo de ello muchos testimo-


nios fidedignos, que presentaron y testificaron todo en
presencia del susodicho Espinoza, y quedando éste con-
vencido; que examinado todo ello en presencia de los se-
ñores rabinos (hahamim), decidieron, con su acuerdo, que
dicho Espinoza sea excomulgado y apartado de la nación
de Israel, como por el presente lo ponen en excomunión,
con la excomunión siguiente:
Con la sentencia de los ángeles y con el dicho de los
santos, con el consentimiento del Dios Bendito y el con-
sentimiento de toda esta Comunidad Santa, y en presen-
cia de estos santos libros {sepharim), con los seiscientos
trece preceptos que en ellos están escritos, nosotros ex-
comulgamos, apartamos y execramos a Baruch de Espino-
za con la excomunión con que excomulgó Josué a Jericó,
con la maldición con que maldijo Elias a los jóvenes y
con todas las maldiciones que están escritas en la Ley.
Maldito sea de día y maldito sea de noche, maldito sea al
acostarse y maldito sea al levantarse, maldito sea al en-
trar y al salir; no quiera el Altísimo perdonarle, hasta que
su furor y su celo abrasen a este hombre; lance sobre él
todas las maldiciones escritas en el libro de esta Ley, bo-
rre su nombre de bajo los cielos y sepárelo, para su des-
gracia, de todas las tribus de Israel, con todas las maldi-
ciones del firmamento, escritas en el Libro de la Ley. Y
vosotros, los unidos al Altísimo, vuestro Dios, todos vo-
sotros (estáis) vivos hoy: advirtiendo que nadie le puede
hablar oralmente ni por escrito, ni hacerle ningún favor
ni estar con él bajo el mismo techo ni a menos de cuatro
codos de él, ni leer papel hecho o escrito por él (Freu-
denthal, 115-6; Vaz, 164/12).
4.°) De la excomunión al Tratado teológico-político
(1656-1670)

[25] (La Inquisición Española y Spinoza: Fray Tomas


Solano, 8-8-1659). En la villa de Madrid, a ocho días del
mes de agosto de 1659, estando en su audiencia de la
tarde el Señor Inquisidor, Doctor D. Gabriel de la Calle
y Heredia, pareció de su voluntad un religioso - y dijo
llamarse Fray Tomás Solano y Robles, de la Orden de
San Agustín Preguntado para qué ha pedido audiencia,
dijo que la ha pedido para decir y manifestar que - en el
discurso de los dichos siete meses que estuvo en la dicha
ciudad de Amsterdam - vio y trató algunos judíos judai-
zantes -. Y, habiendo - llegado a Sevilla el mes de mayo
de este año, estando allí, le envió un recado Juana de
Cisneros, diciendo cómo había sabido que había venido
de Amsterdam y que había visto allá al dicho Lorenzo
Escudero, su marido, y que se había tornado judío, y que
éste lo declarase, porque ella se quería casar -. Pregunta-
do qué otras personas asistían entonces en Amsterdam,
que ahora estén en España, que puedan saber lo que ha
188
Biografías de Spinoza 189

declarado, dijo que - el Capitán Miguel Pérez de Maltra-


nilla, que al presente está en esta Corte-
Preguntado qué otras personas de estos reynos
conoció en Amsterdam que viven como judíos dijo
que conoció un fulano Pacheco Y también conoció al
Dr. Prado, médico, que se llamaba Juan y no sabe qué
nombre tenía de judío, que había estudiado en Alcalá; y
a un fulano de Espinosa, que entiende era natural de
una de las ciudades de Holanda, porque había estudia-
do en Leiden y era un buen filósofo; los cuales profesa-
ban la ley de Moisés, y la Sinagoga los había expelido y
apartado de ella por haber dado en ateístas. Y ellos mis-
mos le dijeron a éste que estaban circuncidados y guar-
daban la ley de los judíos, y que ellos mismos habían
mudado de opinión por parecerles que no era verdade-
ra la dicha Ley y que las almas morían con los cuerpos
ni había Dios sino filosofalmente, y que por eso los ha-
bían echado de la Sinagoga. Y, aunque sentían las faltas
de las limosnas que les daban en la sinagoga y la comu-
nicación con los demás judíos, estaban contentos con
tener el error del ateísmo, porque sentían que no había
Dios, si no es filosofalmente (como ha declarado), y que
las almas morían con los cuerpos, y así no habían me-
nester fe.
... Preguntado por las señas de los susodichos, dónde
son originarios y naturales, y adonde han vivido en Espa-
ña, qué edad y oficio tienen, y de qué casta y generación
sean, dijo que - Doctor Juan de Prado es alto de cuerpo,
delgado, narigón, moreno, cabello negro, ojos negros, de
edad treinta años, médico que estuvo en Alcalá de Hena-
res, no sabe cuándo y a qué se fue a Amsterdam, y es
descendiente de Judíos -. Spinosa es un hombre bajo de
cuerpo, de buena cara, blanco, cabello negro, ojos ne-
gros, de veinticuatro años de edad, que no tenía oficio y
era judío de nación...
190 Atilano Domínguez

Preguntado si sabe que las dichas personas, que ha


declarado son judaizantes, tengan correspondencia en
España con algunas personas, dijo que es muy común,
que todos ellos tratan en España y tienen corresponden-
cia con personas, vecinos y estantes en ella, que no sabe
cuáles son... (Albiac, 492-5).

[26] (La Inquisición Española y Spinoza: Capitán Miguel


Pérez de Matranilla, 9-8-165% En la villa de Madrid, a 9
de agosto de 1659, estando en su audiencia de la mañana
el Señor Inquisidor, Doctor D. Gabriel de la Calle y He-
redia, mandó entrar en ella a un hombre - y dijo llamarse
Miguel Pérez de Maltranilla, Capitán de Infantería Espa-
ñola en el ejército de Flandes -. Preguntado si sabe o
presume la causa para la que ha sido llamado, dijo que
presume será para ser examinado en razón de un español
que se ha vuelto judío y vive en Amsterdam; porque, ha-
biendo dado cuenta de ello al Ilustrísimo Señor Obispo
Inquisidor General, le mandó - que viniese ante el pre-
sente Señor Inquisidor a declarar lo que tuviese que de-
cir -. Y lo que sabe es que, habiendo pasado desde Bru-
jas en Flandes - a Holanda por guardarse de la justicia, y
estando en La Haya, - yendo un día por la calle, le llama-
ron dos o tres judíos portugueses - y le preguntaron si era
español; y, habiéndoles respondido que sí -, le dijeron si
había conocido en España un comediante muy afamado
que se llamaba Lorenzo Escudero, y éste les dijo que no
le había conocido, pero que tenía noticia de él; y enton-
ces le dijeron: «pues sepa usted que nos ha venido a ro-
gar para ser judío y, por ser hombre ruin, no le hemos
querido admitir, y se fue a la Sinagoga de los tudescos
donde fue admitido y se tornó judío. Para que sepa ya
cómo los españoles nos vienen a rogar que los admita-
mos por judíos y no queremos»...
ítem, dice que en Amsterdam conoció por el dicho
Biografías de Spinoza 191

tiempo, hasta 14 de enero de este año, que salió de dicha


ciudad, al Dr. Reynoso, médico, natural de Sevilla, y a un
fulano Spinosa, que no sabe de dónde era, y al Dr. Pra-
do, también médico, y a fulano Pacheco -; y acudían a
casa de D. Joseph Guerra, un caballero de Canarias -. Y
en las ocaciones que los vio allí -, les oyó decir al dicho
Dr. Reynoso y al dicho fulano Pacheco cómo ellos eran
judíos y profesaban la ley de ellos -; y al dicho Dr. Prado
y fulano Spinosa les oyó decir muchas veces cómo ellos
habían sido judíos y profesado la ley de ellos, y que se
habían apartado de ella porque no era buena y era falsa,
y que por eso los habían excomulgado, y que andaban es-
tudiando cuál era la mejor ley para profesarla, y les pare-
ció que ellos no profesaban ninguna...
Preguntado por las señas de los susodichos -, dijo que
- Dr. Prado es alto de cuerpo, - de edad de cincuenta
años, y entiende que era de Córdoba -; y este Prado fue
el que compuso un libro en diferentes versos castellanos
alabando la muerte que había tenido un judío pertinaz
que había quemado la Inquisición en Córdoba -. Spinosa
es mozo de buen cuerpo, delgado, cabello largo negro,
poco bigote del mismo color, de buen rostro, de treinta y
tres años de edad, y que de la pregunta no sabe otra cosa
más de haberle oído decir a él mismo que nunca había
visto España y tenía deseo de verla (Albiac, 496-7).

[27] (Bento Gabriel de Espinosa otorga plenos poderes,


1664). Hoy, 31 de octubre de 1664, apareció ante mí,
Adriaan Lock, notario - Sr. Bento Gabriel de Espinosa,
portugués, que vive en esta ciudad, que está a punto de
salir para Barbados y que había constituido y autorizado,
como constituye y autoriza con el presente, a los señores
Moisés y David Judá León, que también viven aquí, a
ambos juntos y a cada uno por separado, particularmente
para que se ocupen, en nombre del declarante y durante
192 Atilano Domínguez

su ausencia, de todas sus materias y asuntos, y para que


le representen propiamente - ante todos los señores, Cor-
tes, Justicias y jueces como sea necesario... (Vaz, 189/III).

[28] [Spinoza acusado de ateo, 1665). - El Consejo pa-


rroquial no puede confiar, pues, ni creer que los suso-
dichos comisionados (como ellos se califican), como
Rottenveel, Daniel Tydeman y otros, cuenten con autori-
zación alguna de su comunidad -. Añádase que el men-
cionado Daniel Tydeman tiene viviendo con él en su
pensión a un tal Spinosa, nacido de padres judíos, y que
ahora es (según se dice) un ateo o un hombre que des-
precia toda religión, y un instrumento perjudicial en esta
república. Así lo pueden atestiguar muchos hombres cul-
tos y predicadores, entre ellos el Sr. Lantman, y quienes
le conocen. La solicitud enviada a los señores burgo-
maestres (según sospechan los miembros del Consejo pa-
rroquial) la ha escrito él. Esto es... (Freud. 116-9/27).

[29] (Spinoza y los profetas: Beeltbouwer, marzo 1667).


Es seguro que el docto Spinosa está de acuerdo con él
(L. Meyer) en que los libros proféticos han permanecido
intactos desde los tiempos del sumo sacerdote Esdras
hasta el día de hoy. Por los relatos bíblicos y mundiales
es seguro que vivió doscientos años antes de Alejandro
Magno -. ¿Acaso te parece, amigo mío, que no está aquí
claramente demostrado - que la sustancia sin comienzo,
viviente, poderosa, inteligente es el autor de estas expre-
siones? (Freud., 190-1/2).

[30] (Huygens y Spinoza pulidor de lentes, 1667-8).

a) No sé por qué querrías tú platinas mayores que


las mías, que empleo haciéndoles un reborde, ya que el
cristal grande que he montado sobre ellas está tan per-
Biografías de Spinoza 193

fectamente pulido que, como todos los expertos recono-


cen, no podría estarlo mejor. Por lo que veo, el señor
Spinosa no ha profundizado todavía en esta materia y tú
eres poco caritativo en dejarle en su error (30-9-1667:
Oeuvres, VI, p. 148; Freud., 191/3).
b) Querría saber qué tamaño de abertura determi-
nan Spinosa y Hudde para los 40 pies (30-9-1667: Ib., p.
151; Freud. 191/3).
c) Infórmame, por favor, si tu pequeña lente está
bastante pulida como para no tener que frotarla sobre el
papel con el trípoli, puesto que entonces sería una buena
forma. Siempre me recuerdo de las que el Judío de
Voorburg tenía en sus microscopios, que tenían un puli-
mento admirable, aunque no se extendía por todo el
cristal (14-10-1667: Ib., p. 155; Freud. 191/3).
d) El Judío de Voorburg terminaba sus pequeñas
lentes por medio del instrumento y los resultados eran
excelentes. No sé por qué no haces tú lo mismo. Si conti-
núa labrando cristales grandes, me darás una gran alegría
diciéndome cómo lo consigue (4-11-1667: Ib., p. 158;
Freud. 191/3).
e) Hay que dejar a nuestro Judío con su manía so-
bre las aberturas, y la experiencia le refutará mucho me-
jor que la teoría, puesto que de hecho la determinación
de las aberturas tiene su primer fundamento en la expe-
riencia (2-12-1667, p. 164; Freud. 191/3).
f) Infórmame, por favor, en dónde andas en la mi-
croscopía y si no has sabido nada de lo que hace nuestro
israelita (19-12-1667: Ib, p. 168; Freud. 192/3).
g) Si los objetivos del israelita no son buenos en sus
lentes de 3 y 6 pies, está todavía muy lejos de hacerlos
con grandes aberturas, tal como había concertado con el
señor Hudde (6-4-1668: Ib., p. 205; Freud. 192/3).
h) Es verdad que la experiencia confirma lo que di-
ce Spinosa: que los objetivos pequeños en el microscopio
194 Atilano Domínguez

representan los objetos con mayor precisión que los


grandes con aberturas proporcionales; y sin duda que se
puede dar razón de ello, aunque ni el señor Spinosa ni
yo la sepamos todavía (p. 213). No es necesario recomen-
darte guardar el secreto; y, aun cuando el invento no re-
sultara, no querría que le dijeras nada al israelita, no sea
que Hudde u otros entren por él en esta especulación,
que aún tiene otras ventajas (11-5-1668: Ib, p. 215;
Freud. 192/3).

[31] [Adriaan Koerbagh declara sobre Spinoza: 20-7-


1668). Adriaan Koerbagh, jurisconsulto y doctor en me-
dicina de Amsterdam, de 35 años de edad, preguntado si
ha compuesto un librito, titulado Een bloemhof - (Jardín
florido - o traducción y explicación de todas - las palabras bas-
tardas o extranjeras -), dice «sí». Preguntado si lo había he-
cho él solo, dice que sí y que no había recibido ayuda de
nadie. Preguntado quién coincidía con él en estas ideas,
dice que, en su opinión, nadie más que él; añade que so-
bre este punto no ha tenido contacto ni con Berckel ni
con ningún otro. Dice que no ha hablado de ello ni con
Spinosa ni con su (propio) hermano -; dice que con Spi-
nosa se ha relacionado y que ha estado algunas veces en
su casa, pero que nunca ha hablado con él de este tema
y esta cuestión... Preguntado si entiende la lengua hebrea,
dice que sólo con ayuda del diccionario -; dice que jamás
ha hablado de ello con Spinosa. Preguntado por las pala-
bras de su Diccionario, hacia la mitad de la página 664,
que comienzan «quién ha sido propiamente el Padre de
Jesús», si ha hablado de esta doctrina con Spinosa, dice
«no». Dice que sólo estuvo una o dos veces en casa de
Van den Enden, hace cinco o seis años (Freud, 119-120/
30).
5.°) Del Tratado teológico-político
a la muerte del filósofo (1670-1677)

[32] (/. Thomasius contra el TTP, 8-5-1670). Pues,


como concibió las dos partes de toda la obra con el áni-
mo de que una defendiera que tal libertinismo es acorde
con la verdadera fe o la religión y la segunda con la paz
del Estado, la primera se parece a la teología de Edward,
conde Herbert de Cherbury, y la segunda a la política de
Thomas Hobbes. Y parece deber algo al Praeadamitae de
La Peyrére: compárese lo que dice el anónimo (TTP) en
cap. 2, pp. 22-23 sobre la detención del sol en tiempos de
Josué, la retrogradación de la sombra en el reloj de Acab,
el dilubio de Noé con el sistema teológico de Praeadami-
tae, IV, caps. 4, 5 y 7 (Freud. 192/4).

[33] (Frid. Miegius a Samuel Andreas sobre el autor del


TTP: 28-6-1670). Oigo que ha aparecido en los Países
Bajos un libro sobre la libertad de filosofar, que tiene
por autor a Spinoza, en otro tiempo judío (poseo su Filo-
sofía cartesiana explicada según el método geométrico), y
195
196 Atilano Domínguez

que solivianta a las masas y se aleja muchísimo de la ver-


dad y de la religión fundada en la Escritura; pero aún no
he logrado verlo (Freud, 193/6).

[34] (Queja del Consejo parroquial de Amsterdam por el


TTP, 30-6-1670). Se ha concedido un turno de palabra
para saber si nuestra iglesia tenía algunas quejas para
transmitirlas al sínodo comarcal y éste, a su vez, al síno-
do provincial, y se comprobó que no había nada nuevo.
Nuestra iglesia desea, sin embargo, que, respecto a las
quejas precedentes, se preste especial atención a las arti-
mañas del papado y de los socinianos y a la impresión de
obras licenciosas y en concreto al nocivo libro Tratado
teológico-político (Freud. 121/31).

[35] (Panfletos contra Jan de Witt y el TTP, 1672).


aa) Llave que abre la caja de libros de la biblioteca
de (Jan) de Witt, con su apéndice, y en la que se indican
claramente y se dan a conocer los oscuros nombres de
los libros. Por J. B , bibliotecario. La Haya, en Nil volenti-
bus Arduum, 1672. Para los inteligentes (Freud, 194/10).
ab) Tratado teológico-político, etc., por el apóstata ju-
dío, Spinoza, sacado del infierno, en el que se demuestra
de una forma ateísta inaudita, que la palabra de Dios se
puede explicar y comprender mediante la filosofía, y que
fue impreso y publicado a sabiendas del señor Jan
(Freud. 194/10).
ba) Apéndice del Catálogo de los libros del señor
Jan de Witt, consistente en una partida de manuscritos
curiosos y secretos, que deben ser vendidos en La Haya
el lunes, 5 de septiembre y siguientes (Freud. 194/11).
bb) Número 33: Tratado teológico-político, forjado en
el infierno por el apóstata judío junto con el diablo y pu-
blicado a sabiendas del señor Jan y sus cómplices (Freud.
194-5/11).
Spinoza 197

[36] (Stouppe contra el TTP y los teólogos holandeses;


1673). No creería haberos hablado de todas las religiones
de este país, si no os dijera una palabra acerca de un
hombre ilustre y sabio que, según me han asegurado, tie-
ne gran número de seguidores, que están totalmente
identificados con sus ideas. Este hombre, que es judío de
nacimiento y se llama Spinosa, no ha abjurado de la reli-
gión judía ni abrazado la cristiana, por lo que es muy mal
judío y no mejor cristiano. Ha escrito, hace unos años,
un libro en latín, cuyo título es Tratado teológico-politico,
en el que parece tener por principal objetivo destruir
todas las religiones, y particularmente la judía y la cristia-
na, e introducir el ateísmo, el libertinaje y la libertad de
todas las religiones -. Entre todos los teólogos que hay en
este país no ha habido ni uno solo que se haya atrevido a
escribir contra las opiniones que el autor avanza en su
tratado. Estoy tanto más sorprendido cuanto que, como
el autor da pruebas de conocer a fondo la lengua hebrea,
todas las ceremonias de la religión judía, todas las cos-
tumbres judías y la filosofía, los teólogos no podrán adu-
cir que este libro no merece que ellos se dignen refutar-
lo. Si persisten en su silencio, habrá que decir o que no
tienen caridad, pues dejan sin respuesta un libro tan per-
nicioso, o que aprueban las ideas del autor o que no tie-
nen el coraje y la fuerza de combatirlo (Freud. 195-6/12).

[37] (Prohibición del TTP, 19-7-1674). Guillermo Enri-


que, por la gracia de Dios Príncipe de Orange, - junto con
el presidente y los Consejos de Holanda y Frisia Occiden-
tal: Puesto que constatamos que desde hace algún tiempo
se han publicado aquí impresos diferentes libros socinia-
nos y otros perniciosos y que incluso son divulgados y ven-
didos a diario, como son los titulados Leviathan, Bibliotheca
Fratrum Polonorum (llamados unitarios), Philosophia, Sacrat
Scripturae interpres, y Tractatus theologico-politicus y que, tras
198 Atilano Domínguez

examinar su contenido, comprobamos que no sólo sub-


vierten la enseñanza de la verdadera religión cristiana, re-
formada, sino que están saturados de todo tipo de ca-
lumnias contra Dios y sus atributos, - hemos considerado
nuestro deber - declarar dichos libros - como injuriosos a
Dios y perniciosos para el alma, llenos de proposiciones
y atrocidades infundadas y peligrosas, en perjuicio de la
verdadera religión y del oficio eclesiástico. Por la presen-
te prohibimos, pues, de nuevo que todos y cada uno, los
mismos o similares, sean impresos, divulgados o vendi-
dos a subasta o de otra forma, bajo las penas establecidas
por los edictos gubernamentales y especialmente por el
del 19 de septiembre de 1653... (Freud. 139-140/48).

[38] (Jean Brun contra Stouppe, 1675). Yo creo, en


cambio, que Stouppe se engaña cuando dice que él (Spi-
noza) no ha abjurado de la religión de los judíos, puesto
que no sólo ha renunciado a sus sentimientos, sustrayén-
dose a todas sus observancias y ceremonias, sino que co-
me y bebe cuanto se le ofrece, incluso el tocino y el vino
que viniera de la bodega del papa, sin averiguar si es cas-
her o nesech (legal o ilegal) -. Sé muy bien que se ha vendi-
do (el TTP) en Inglaterra, en Alemania, en Francia e in-
cluso en Suiza; pero no sé si ha sido prohibido en estos
países. Los Estados, en el momento en que estoy escri-
biendo esto, vuelven a dar prueba de su piedad prohi-
biéndolo de nuevo junto con otros varios [libros] de esta
ralea (p. 158) -. Antes de dejar este capítulo debo recono-
cer la extrañeza que me causa ver que Stouppe haya que-
rido declamar tanto contra este Spinoza y que diga que
hay muchos en este país que le visitan, puesto que él
mismo había hecho y cultivado una gran amistad con
éste durante su estancia en Utrecht. Pues me han asegu-
rado que el Príncipe de Condé, a instancia suya, le hizo
venir de La Haya a Utrecht, expresamente para conver-
Biografías de Spinoza 199

sar con él, y que Stouppe le elogió mucho y trató muy fa-
miliarmente con él (p. 164) (Freud. 199-200/15).

[39] (Noticias de Leibniz sobre Spinoza, 1676).


a) El señor Tschirnhaus me ha contado muchas
cosas acerca del libro del señor Spinosa. Hay un comer-
ciante de Amsterdam, llamado, según creo, Gilíes Gerrit
[Jarig Jelles], que le sustenta. El libro de Spinoza [Ética]
será sobre Dios, la mente, la felicidad o idea del hombre
perfecto, sobre la medicina de la mente, la medicina del
cuerpo, etc. (Freud. 201/18).
b) Que existe un ser prefectísimo. Llamo perfección
toda cualidad simple, que es positiva y absoluta o que,
cuanto expresa, lo expresa sin limite alguno, etc. Mostré
este razonamiento al señor Spinosa, cuando estuve en La
Haya, y le pareció que era sólido. Pues, como al princi-
pio lo negaba, lo formulé por escrito y le leí esa ficha
(Freud. 201/19).
c) He pasado unas horas, después de comer, con
Spinoza. Me dijo que, el día del asesinato de los señores
de Witt, había estado a punto de salir de noche y colocar
en algún sitio, cercano al lugar, un cartel con la inscrip-
ción «ultimi barbarorum» [los últimos de los bárbaros].
Pero su hospedero le había cerrado la puerta para impe-
dirle salir, ya que se habría expuesto a ser descuartizado
(Freud. 201/20).

[40] (Scbuller a Leibniz sobre la enfermedad de Spinoza,


6-2-1677). Me temo que D. B. d. S. [«Dominus Benedictus
de Spinoza»] nos abandonará en breve, ya que la tuberculo-
sis, enfermedad heredada de familia, parece que se agrava
de día en día.- Te adjunto la demostración, que me pides,
acerca de la proposición de que «en la naturaleza no se pue-
den dar dos o más sustancias de la misma naturaleza o atri-
buto». Si se dieran más, etc. (E, I, 5, dem.) (Freud. 202/22).
6.°) Inventario y biblioteca (1677)

[41] (Primer inventarió de Spinoza, 21-2-1677). Estado


e inventario de los bienes dejados por Benedictus de
Spinoza, que era natural de Amsterdam y ha fallecido el
día de hoy en casa del señor Hendryck van der Spyck,
todo ello de acuerdo con los informes del susodicho se-
ñor Spyck.
En primer lugar, una cama, una almohada, dos almo-
hadones y dos mantas, junto con un par de sábanas rojas,
cortinas y un volante con una colcha de paño, y, además,
siete camisas, buenas y malas, y dos pares de sábanas
más.
Sigue lo que se halla en un cuartito de la fachada,
cuya puerta ha sido sellada por mí, el notario: un molino
de afilar, con distintos utensilios, para pulir cristales y un
armario con diversos libros; un pantalón y una chaqueta
turcos, un pantalón y una chaqueta de paño, y un abrigo
turco de color y otro turco negro; ítem un manguito ne-
gro, una llave y un sello al lado; ítem dos sombreros ne-
200
Biografías de Spinoza 201

gros y un manguito negro; dos pares de zapatos, unos ne-


gros y otros grises, con un par de hebillas de plata; un
cuadrito que representa a un tipejo; una mesita de made-
ra y otra mesilla de tres patas; otras dos mesitas con
utensilios encima y un cofrecito que está debajo.
Así ha sido hecho e inventariado por mí, el notario,
con residencia en La Haya, todo ello en conformidad
con los informes del señor Spyck, sin que a sabiendas ha-
ya silenciado nada. Se ha procurado que esta acta fuera
levantada en presencia de Johannes van Kempen y Hen-
drick Soudael como testigos. Dado en La Haya, a 21 de
febrero de 1677. Hendryck van der Spyck, Johannis van
Kempe, Henrich zum Dahl. Quod attestor, W. van den
Hove, notario público (Freud. 154-6/65).

[42] (Entierro de Spinoza, 25-2-1677). Sepultura alquila-


da, núm. 162. El 20 de febrero fue enterrada Lisbet -, el
25 Mereige -, el mismo día un niño -, el mismo día fue
enterrado Benedictus Spinoza, que vivía frente a las ca-
sas del «Espíritu Santo» - 12 florines. El 27 un niño -, el
15 de marzo Icario -, el 18 Greeberel... (Freud. 156/66).

[43] {Schuller ofrece la «Ética» a Leibniz, 26-2-1677).


Espero que, al fin, te hayan entregado mis dos cartas. La
tercera tuya la he recibido junto con las en ella incluidas;
las destinadas a Tschirnhaus se las he remitido inmedia-
tamente a Roma. Yo, en cambio, no he recibido ninguna
carta de este queridísimo amigo. Por otra parte, no te de-
bí ocultar que el célebre y agudísimo varón Spinoza,
aquejado de una atrofia extrema, cambió la vida por la
muerte el 21 de febrero. Parece,, sin embargo, que le co-
gió de sorpresa la inesperada debilidad de la muerte, ya
que se fue sin dejarnos testamento, expresión de la últi-
ma voluntad. La Ética, que has visto en su casa, se con-
serva en autógrafo en manos de un amigo y está a la ven-
202 Atilano Domínguez

ta, si se paga un precio (creo que 150 florines) digno de


tal obra. A nadie mejor que a ti creí que debía comuni-
carlo, puesto que, como conoces la obra, puedes inclinar
el ánimo del príncipe a que la compre con sus fondos
(Freud. 202/24).

[44] (Poder para inventariar la herencia, 2-3-1677). A


instancia de Rebeca Espinosa y Daniel de Caceris, por la
presente se autoriza a los solicitantes para que ordenen
que una persona pública inventaríe los muebles y bienes
dejados por Baruch Espinosa, y se da orden - al señor
Spyck, en cuya casa se hallan actualmente dichos bienes,
de que permita y deje hacerlo, a fin de que, una vez he-
cho esto, se disponga de dichos bienes como correspon-
da. Dado el 2 de marzo de 1677. Firmado - Anthony de
Veer (Freud. 157/67).

[45] (Se levantan los sellos del cuartito, 2-3-1677). Hoy,


2 de marzo de 1677, compareció ante mí, Willem van
den Hove, notario público -, el señor Hendryck Spyck, a
cuya petición se ha redactado esta lista e inventario, y me
pide a mí, notario, que yo como notario abra el cuartito
sellado. He hallado los sellos, por mí puestos como
notario, limpios e intactos. Tras lo cual, el compareciente
me pidió que yo, el notario, levantara acta de la apertura.
Así se ha hecho en La Haya, en presencia del señor Jo-
hann Rieuwertsz, librero de Amsterdam, y Hendrick
Soudael, testigos. Jan Rieuwertsz, Hendryck van der
Spyck, Henrich zum Dahl. Quod attestor, W. van den
Hove, notario público (Freud. 157-158/68).

[46] (Segundo inventario, 2-3-1677).


Núm. 180. Lista e inventario de los bienes dejados por
el difunto, señor Benedictus de Spinosa, natural de Ams-
terdam, fallecido el 21 de febrero de 1677 en casa del se-
Biografías de Spinoza 203

ñor Spyck, en La Haya, todo ello de acuerdo con lo que


se ha hallado en casa de dicho señor Spyck (Freud. 158-
9/69).

[47] Lanas. En primer lugar, una cama, una almoha-


da, dos almohadones, una colcha blanca y otra roja, dos
sábanas, cortinas, volante y colcha. [Además], un abrigo
turco negro y otro de color; una chaqueta de tela de
color con una almilla y un pantalón de tela de color,
una chaqueta turca negra y un pantalón turco y negro;
una chaqueta vieja de sarga, un par de medias de pun-
to negras; dos sombreros negros, un manguito con un
par de guantes; un par de zapatos negros y otros grises,
un viejo bolso de viaje a rayas y un gorro viejo de guata
(Freud. 159/69).

[48] Ropa blanca. Dos pares de sábanas, seis fundas


de almohada, dos bolsas de ropa; siete camisas, dieci-
nueve alzacuellos, otro alzacuellos; diez pares de puños,
buenos y malos; cuatro pañuelos de algodón, con otro
pañuelito a cuadros; catorce pares de calcetines de hilo
y otro más, entre buenos y malos; una bufanda, con dos
corbatas de algodón, y dos pañuelos malos (Freud. 159-
60/69).

[ Biblioteca de Spinoza ]

[49] Libros. In folio.

(1) Buxtorfíi Biblia twe solumina (sic) cum Tiberiade.


Biblia sacra hebraica et chaldaica cum masora, quae critica
hebraeorum sacra est} ed. Joh. Buxtorf [con com. de Jar-
chi, Ezra, Kimchi, Gerson, Gaon, etc.], Basilea, Lud.
Kónig, 1618, 4 partes (XII, 456, 16, 84; 526; 404; 522).
204 Atilano Domínguez

Incluye: Tiberias sive Commentarius masorethicus triplex


historicus, didacticus, criticus} Basilea, Joh. Jac. Decker,
1665 (VIII, 108).
(2) Tremellii N T cum Interpretatione Syr: typis Ebr.
1569.
Testamentum Novum. Est autem interpretatio syriaca N. T.,
hebraeis typis descripta, eadern latino sermone reddita autore
Imman. Tremellio, cuius etiam Grammatica chaldaica et syra
calci operis adjecta est, s/1, Henr. Stephanus, 1569 (XII,
709, 52).
(3) Lexicón Scapulae, 1652. Lugd.
Scapula (Johannes): Lexicón graeco-Latinum. Additum
Auctorium dialectorum. Accedunt Lexicón etymologicum et
Joh. Meursii Glossarium contractum, Leiden, B. y A. Elze-
vir y Fr. Hackius, 1652 (VI, 895, 118, CCXL, 183).
(4) Tacitus cun notis Lipsii Antverp. 1607.
Tacitus (Cornelius): Opera quae exstant. Additi commen-
tarii. Accessit C. Veleius Paterculus, ed. Justo Lipsio, Ambe-
res, J. J. Moretum, 1607 (XIV, 547, X X X V , 36, 84, XII).
(5) Livius 1609 Aureliae.
Livius (Titus): Aureliae, Genf, 1609.
(6) Longomontani Astronomía danica cum appendice
de Stellis Novis et Cometís, 1640 Amstel.
Longomontanus (Christ. Sever.): Astronomía danica
cum appendice de Ascititiis caeli phaenomenis, Amsterdam,
Joh. y C. Blaev, 1640 (X, 459, VI, 44).
(7) Nicolius. 1613. Francof.
Nizolius (Marius): Thesaurus ciceronianus cun Índice ci-
ceronianum vocum, ed. Jac. Cellarius, Frankfurt, G. Tem-
pachius, 1613 (VI, 2000).
(8) Aquinatis dictionarium Ebr. Chald. Talm. Lutet.
1629.
Aquinas (Philippus): Dictionarium absolutissimum
complectens - omnes voces hebraeas, chaldaeas, talmudico-ra-
binicas, París, Ant. Vitray, 1629 (X, 584).
Biografías de Spinoza 205

(9) Diophanti Alexandrini Arithmeticorum Libri 6


París. 1621. Gr. Lat.
Diophantus Alexandrinus: Arithmeticorum libri sex et
de numeris multangulis liber unus, ed. greco-latina de Cl.
G. Bachet, París, Seb. Cramoisy, 1621 (X, 451, 58, II).
(10) F. Josephus Basil, 1540.
Josephus (Flavius): Antiquitatum judaicarum libri XX. De
bello judaico. Contra Apionem. De imperio rationis sive de Ma-
chabaeis liber unus á Des. Erasmo Rott; recognitus; cum Índice
copiossisimo, trad. lat., Basilea, Froben, 1540 (XVIII, 839).
(11) Biblia En Lengua Espagnola. V. T.
Biblia en lengua española traduzida palabra por pala-
bra de la verdad hebrayca -, Amsterdam, Gillis Joost, 1646
(XVIII, 605).
(12) Aristóteles 1548, vol. 2.
Aristóteles: Opera quae in hunc usque diem extant omnia
latinitate donata, texto latino revisado por Luis Vives,
comentario de Felipe Melanchton, 3 vol., Basilea, Joan.
Oporinus, 1548, 3 t. en 2 vol. (XX, 212; VI, 668; VI,
556, y 132 de índices).
(13) Nathanis Concordantiae. Ebr.
Nathan (Mardochai): Sefer yair netiv haniqra belaaz
qonqordansiyas (Concordancias hebraicas), Basilea, Am-
brosius Froben, 1580 (800, 62).
(14) Tesoro de la lengua Castellana. 1611. Madrid.
Cobarruvias (Don Sebastián de): Tesoro de la lengua
castellana o española, Madrid, Luis Sánchez, 1611 (XVI,
602, 79).
(15) Vietae opera Mathematica Lugd. 1646.
Vieta (Franciscus): Opera mathematica, ed. Fr. Schoo-
ten, Leiden, B. y A. Elzevir, 1646 (XII, 554).
(16) Hugenii Zulichemii Horologium Oscillatorium.
París 1673.
Huygens (Christian): Horologium oscillatorium sive de
motu pendulorum, París, F. Muguet, 1673 (XIV, 162).
¿Uto Atilano Domínguez

(17) Epitome Augustini Operum omnium. 1539.


Agustín (San): Epitome de Ecclesiae sacramentis nec non
Sacrae Scripturae, ed. Joh. Piscatorius, Augsburgo, H. Stey-
ner, 2 t, 1537 (XLIII, 168, 24, 250).
(18) Pagnini Biblia.
Biblia sacra juxta germanam hebraici idiomatis proprieta-
tem, adiectis concordantiis. Accessit liber interpretationum -
ordine alphabetico, etc., trad. lat. del A. T. por Sanctes
Pagninus, Colonia, M. Nouesiani, 1641 (XII, 364).
(19) Moreh nebochim, Venetiis, Rabb.
Maimónides (Moses): Moreh nevükim [Guía de perple-
jos], trad. hebrea de Ibn Thibon, Venecia, Bragadin, 1515
(XXII, 186).
(20) Sphaera Johannis de Sacrobosco.
Sacro Bosco (Joh. de): Oratio de laudibus astrologiae, Tex-
tus sphaerae, Annotationes B. Vespucii, etc., impressio Veneta
per Jo. Ruberum et Bernardinum fratres Vercellenses, etc.,
1508 (VIII, 196; 130, 20).
(21) Idem.
Sacro Bosco (Joh. de): Textus de sphaera, etc., París, Sim.
Colinaeus, 1527 (70).
(22) Don Johannis a Bononia de Praedestinatione.
Bononia (Joh. a): De aeterna Dei praedestinatione et repro-
batione, etc., Lovaina, A. M. Bergagne, 1554 (X, 309,
XXVI).
(23) Dictionarium Rabbinicum.
Nathan ben Jechiel: Sefer musaf he'aruk [Léxico talmúdi-
co], ed. Benjamín Mussaphia, Amsterdam, Em. Benveniste,
1655 (IV, 386).
(24) Precationes Paschales Rabb.
Hagada van Pesach (Precationes paschales rabbinicae), ed. Je-
hudah Abarbanel, Nápoles, s/ed, 1495/6 (80); Constanti-
nopla, 1505, etc.
Biografías de Spinoza 207

[50] Libros. In quarto.

(25) Biblia Ebr. cum Comment.


Biblia Hebraica, ed. y com. de Lombroso, Venecia, Jun.
Martinelli, 1639 (940).
(26) Dictionarium Lat. Gall. Hisp. 1599. Bruxell.
(27) Calvini Institutiones Hisp. 1597.
Calvino (Juan): Institución de la religión christiana, trad.
Cipriano de Valera, s/1, Ricardo del Campo, 1597
(XXVI, 1032, LVI).
(28) Veslingii Syntagma Anatomicum Patavii 1647.
Veslingius (Johannes): Syntagma anatomicum, Padua, P.
Frambotti, 1647 (XIV, 274, XII).
(29) Biblia Junii et Tremellii.
Biblia sacra, etc., trad. lat. del A. T. por Im. Tremellius y
Fr. Junius y del N. T. por Teodoro de Beza, Hanoviae
[Hanau], Cl. Schleichius, 1618 (VI, 1063, 456, XV).
(30) Riolanus (Joh.): Anatómica, París, 1626.
(31) Descartes, Brieven.
Descartes (Renatus): Brieven, trad. hol. de J. H. Glaze-
maker, Amsterdam, T. Houthaak y J. Rieuwertsz, 1661,
2 vol. (X, 486, V; VI, 531, V).
(32) Virgilius cum Notis variorum. 1646. Amstel.
Virgilius: [Opera] cum veterum omnium commentariis, ed. G.
Valkenier, Amsterdam, A. Commelin, 1646 (XIV, 996, LV).
(33) Kerckringii Spicilegium anatomicum. 1670.
Kerckrinck (Theodor): Spicilegium anatomicum continens
Osteogeniam, Amsterdam, A. Frisius, 1670 (XX, 280).
(34) Descartes Proeven.
Descartes: Proeven der Wijsbegeerte or Redenering, trad.
hol. de J. H. Glazemaker, Amsterdam, T. Houthaak y Jan
Rieuwertsz, 1659 (VI, 432).
(35) Politieke discoursen. 1662. Leyden.
Court (Pieter de la): Politieke discoursen, por D. C., Lei-
den, P. Hackius, 1662 (XII, 516).
208 Atilano Domínguez

(36) Obras de Quevedo. Vol. 2 Bruxell. 1660.


Quevedo (Don Francisco de): Obras dedicadas a su Ex-
celencia el marqués de Caracena, Bruselas, Fr. Foppens,
1660, 1.a parte; 1670, 2.a parte (IV, 680; 582).
(37) Poesias de Quevedo. 1661.
Quevedo (Don Francisco de): Poesias dedicadas al señor
Don Luis de Benavides, etc. Bruselas, Fr. Foppens, 1661 (II,
480; X X , 93).
(38) Opere di Machiavelli 1550.
Machiavelli (Nicolo): Tutte le opere divise in V partí, s/l,
s / f , 1550 (VIHi 320; XIV, 280; II, 106; 152; 158).
(39) Pignorii Mensa Isiaca. Amstel. 1669.
Pignorius (Laurentius): Mensa Isiaca qua sacrorum apud
aegyptios ratio et simulacra. Accessit de Magna Deum Matre dis-
cursus, Amsterdam, A. Frisius, 1669 (VI, 96, XII; VI, 96).
(40) Corona Gothica. Hisp. 1658.
Saavedra Faxardo (Don Diego): Corona gótica, caste-
llana y austríaca, politicamente ilustrada, Amberes, J. y J. B.
Verdussen, 1658 (XIV, 536).
(41) Grotius de Satisfactione Christi.
Grotius (Hugo): Defensio fidei catholicae de satisfactione
Christi, etc., Leiden, J. Patius, 1617 (200).
(42) Sandii Nucleus Hist. Eccles. 1676 col. cum Trac-
tatu de Script. Eccles.
Sandius (Christophorus): Nucleus Historiae ecclesiasti-
cae, Colonia, Jo. Nicolai, 1676 (VI, 456).
(43) L'Empereur Clavis Talmúdica.
Josua Levita: Clavis talmúdica, trad. lat. y ed. Constan-
tin L'Empererur, Leiden, Elzevir, 1634 (XL, 256).
(44) Renatus Descartes de prima Philosophia.
Descartes: Meditationes de prima philosophia [incluye
objeciones 7as. y 9as. y Carta a G. Voet], Amsterdam, L.
Elzevir, 1654 (X, 191; 164; 88).
(44 *) Renatus Descartes de Geometría.
(45 *) Renatus Descartes de Philosophia prima.
Descartes: Meditationes de prima philosophia.
Biografías de Spinoza 209

(45) Blijenbergh tegen Tract. Theol. Polit.


Blijenbergh (Willen van): De waerheyt van de christe-
lijcke Godts-dienst; etc., Leiden, D. V. Gaesbeecask, 1674
(XXX, 467, III).
(46) León Abarbanel diálogos de amor.
León Hebreo: Los diálogos de amor, [trad. esp. de Gue-
delia Ya hya], Venecia, s/ed., 1568 (IV, 254).
(47) Descartes de Geometría.
Descartes: Geometría anno 1637 gallice edita, trad. lat.
y com. de Fr. Schooten, Leiden, J. Maire, 1649 (X, 338).
(48) Descartes opera Philosophica.
Descartes: Principia philosophiae. Specimina philosophiae.
Passiones animae, Amsterdam, L. Elzevir, 1650, 3 vol.
(XXXVI, 302; XIV, 316; XXII, 98, V).
(49) Descartes de homine.
Descartes: De homine, trad. lat. e ilustr. Fl. Schuyl, Lei-
den, Hackius, 1664 (XXXIV, 121,1).
(50) Vossius de arte Grammatica.
Vossius (G. Jo.): Aristarcus sive de arte grammatica, Ams-
terdam, J. Blaeu, 1662, 2 t. en 1 vol. (XXII, 878; I, 632).
(51) a Schooten Exercitationes Mathematicae.
Schooten (Frans van): Exercitationum mathematicarum
liberprímus, Leiden, Elzevir, 1657 (X, 534).
(52) Praeadamitae. 1655.
Peyrére (Isaac de la): Praeadamitae sive exercitatio super ver-
sibus, etc. [Rom. 5, 13-15], s/1, s/ed., 1655 (52, XIV, 297, 8).
(53) Sepher Tabnith Haical.
León Templo (Judá) — Jacob Leonitius Hebraeus):
Sepher Tabnith Haical (Libellus effigiei Templi Salomonis),
trad. hebrea, Amsterdam, Levi Marcus, 1650 (VIII, 76).
(54) Joseph del medico abscondita sapientiae.
Medico (Joseph del): Collectanea decerpta per - ex magno
opere Absconditorum sapientiae, ed. y selecc. de R. Samuel
Germanus [Aschkenazi], Basilea, s/ed., s/f, 2 t. en un vol.
(XX, 220; XVI, 412).
210 Atilano Domínguez

(55) Een Rabbinsch Mathematisch boeck.


Aldabi (Meir ben Isaac): Sefer sevilé emunah [Principios
de las ciencias metafísicas y físicas], Amsterdam, Abr. da
Fonseca, 1627 (236).
(56) Explicado 5 libr. Mosis.
Menachem Recanati: Perús al batorah al derek baemet [Co-
mentario al Pentateuco], Venecia, D. Bomberg, 1523 (310).
(57) Sepher dikduck
Kimchi (Moses). Sefer dikduck [Grammatica], Ortona
Gerson (Soncino, Italia), s/ed, 1519.
(58) Mori Utopia.
Morus (Thomas): Utopía.
(59) Snelli Tiphys Batavus.
Snellius (Willebrord): Tiphys batavus sive Histiodromi-
ce, De navium cursibus et de re navali, Leiden, Elzevir,
1627 (LVIII, 109, 62).
(60) Gregorii Optica Promota. Lond. 1663.
Gregory (Jacques): Optica promota, Londres, 1663.
(61) Todas las obras de Góngora. Madrid. 1633.
Góngora (Luis de): Todas las obras de Don L. de G. en
varios poemas, Madrid, Alonso Pérez, 1633 (XXII, 468).
(62) a Schooten Principia Matheseos Univers. 1651.
Schooten (Frans van): Pr. matb. universalis seu Intro-
ducto ad geometriae metbodum R. Descartes, ed. Ez. Bart-
holinus, Leiden, Elzevir, 1651 (XIV, 46).
(63) Comedia Famosa del Pérez de Montalván.
Pérez de Montalván (Juan): Comedia famosa. El divino
Nazareno Sansón [Sevilla, M. S. Vázquez], s/f (32).
(64) Lansbergii Comm. in Motum Terrae, Middelb. 1630.
Lansberg (Philippe): Commentationes in motum terrae
diurnum et annuum, trad. lat. e introd. de M. Hortensius,
Middelburg, Zach. Romanus, 1630 (XXXVIII, 65).
(65) Mansvelt adversus anonymum Theol.-Pol.
Mansveldt (Regner): Adversus anonymum Tbeologo-politi-
cum Liber singularis, Amsterdam, A, Wolfgang, 1674 (II, 363).
Biografías de Spinoza 211

(66) Stenon de Solido. Flor. 1669.


Steno (Nicolás): De solido intra solidum naturaliter con-
tento dissertationis prodromus; Florencia, Stellae, 1669
(78).
(67) Idem.
(68) Lansbergii Cyclometria nova.
Lansberg (Philippe): Ciclometriae novae libri dúo, Mid-
delburg, Zach. Romanus, 1628 (VI, 62).
(69) Fabricii Mannemium (sic) et Lutrea Caesaria.
Fabricius (Joh. Sebaldus): Manhemium sive de origini-
bus Manhemii, Regii Caesarei, Heidelberg, S. Broun, 1656
(IV, 40).
(70) Algebra door Kinckhuysen.
Kinckhuysen (Gerard): Algebra ofte stel-konst; Harlem,
P. van Wesbusch, 1661 (110).
(71) Gront der Meetkunst door Kinckhuysen.
Kinckhuysen (Gerard): De gront der meet-konst ofte een
korte; etc. Haerlem, P. van Wesbusch, 1660 (191).
(72) De Meetkuns door Kinckhuysen.
Kinckhuysen (Gerard): Geometría ofte meet-konst}
Haerlem, P. van Wesbusch, 1663 (166).
(73) Scheiner Refractiones Caelestes.
Scheiner (Christopher): Refractiones coelestes sive solis
elliptici phaenomemon, Ingolstad, El. Angermaria, 1617
(VIII, 133; XXVIII).
(74) Lansbergii Progymnasmata astron. Restituía.
Lansberg (Ph.): Progymnasmata astronómica, Middel-
burg, Z. Romanus, 1629.
(75) J. Lansbergii Apologia pro P. Lansbergio.
Lansberg (Jacques van): Apologia pro Commentationi-
bus Phil L. in motum terrae adversus L. Fromondum, etc.,
Middelburg, Z. Romanus, 1633 (XIV, 131).
(76) Wouter Verstap, arithmetica.
Verstap (Wouter): Arithmetica philosophica, Amster-
dam, 1663.
212 Atilano Domínguez

(77) Bartholini dioristice.


Bartholinus (Erasmus): Dioristice seu aequationum deter-
minationes) Copenhague [Hauniae], H. Gódiani, 1663, 2 t.
en 1 vol. (VI, 52; 56).
(78) Kepleri Eclogae Chronicae.
Keppler (Johannes): Eclogae chronicae, etc., Frankfurt, J.
Bringer, 1615 (VI, 215).
(79) Calepinus 9 Ling.
Calepinus (Ambrosius): Passeratii st've linguarum novem
Dictionarium, Leiden, A. br. Commelin, s / f / [1654?], 2 t.
en un vol. (VI, 702; 628).

[51] Libros. In octavo.

(80) Chiduschim.
Nissim ben Reuben: Hiduse harav rebenu sisim, Riva di
Trento, s/ed. 1558 (160).
(81) Sefer seerit yosef.
Josef Ibn Ferga: Sefer seerit yosef (Liber posthumus Josefi.
Est clavis talmúdica), Mantua, Thomas Rufinelli, 1596
(88).
(82) Sefer panim hadasót.
Isak Jessurum Ben Abraham Chaijim: Sefer panim hada-
sót (Liber facies novae. Index halachicus in Jacob C. As-
her, etc.), s/1, s/ed, 1651 (342).
(83) Lexicón Schrevelii 1654. Gr. Lat.
Schrevel (Cornelis): Lexicón manuale graeco-latinum et
latino-graecum, Leiden, 1654.
(84) Bartholini anatomia 1651.
Bartholinus (Thomas): Anatomía ex Caspari Barth. paren-
tis Institutionibus, etc., Leiden, Fr. Hackius, 1651 (XII,
576; XIII).
(85) Machiavelli. Basil.
Machiavelli (Nicolo): Princeps, trad. lat. S. F. Fulginatis,
Basilea, P. Perna, 1580 (XIV, 264, X).
Biografías de Spinoza 213

(86) Hippocrates 2 vol. 1554.


Hippocrates: Opera lat. Jano Cornario interprete, Basilea,
1554 (2 vol.?).
(87) Epicteti Enchiridion cum tab. Cebetis cum Wolfii
annot.
Epictetus: Encheiridion, Cebetis Tabula, Simplicii scholia,
Arriani commentaria, omnia Hieronymo Wolfio interprete, Co-
lonia, Birckmann, 1595/6, 3 t. (VI, 119; 320; 538, XXXVIII).
(88) Franciosini Vocabolario Ital. et Spagn.
Franciosini (Lorenzo): Vocabolario italiano e spagnolo,
Ginebra, Sam. Chovét, 1665, 2 vol. (XIV, 668; 784) (1.a
ed. 1637).
(89) Arrianus de Expedit. Alex. M. Amst. 1668.
Arrianus: De expeditione Alex. Magni Historiarum libri
Vil, ed. greco-latina por Nic. Blankaerd, Amsterdam, J. J.
a Waesberge, 1668 (X, 617, XXXIV).
(90) Politycke Wegschael door V. H. 1661.
Hove (Jan van — J. de la Court): Consideratien van Staat
ofte Polityke Weeg-schaal, Amsterdam, J. V. Zinbreker,
1661 (XX, 572).
(91) Buxtorfii Thesaurus gramm.
Buxtorf (Johannes): Thesaurus grammaticus linguae sane-
tae hebraeae, Basilea, L. Regis, 1629, 4.a ed. (XIV, 690,
XXVII).
(92) Dictionarium Lat. Belg.
Binnart (Martinus): Bigloton amplificatum sive Dictiona-
rium teuto-latinum, Amsterdam, J. J. Schipper, 1662 (538).
(93) Petronius Arbiter cun Comm. 1669 Amstel.
Petronius: Satyricon. Accedunt diversorum poétarum lusus,
ed. Mich. Hadrianides, Amsterdam, J. Blaev, 1669
(XXXII, 558, XLII).
(94) Metii Alcmariani Instit. astron. libri 3.
Metius (Adriaan): Universae astronomiae brevis institutio,
Franecker, A. Radaeus, 1605/6, 3 t. en 1 vol. (XIV, 264;
VI, 144; II, 290).
214 Atilano Domínguez

(95) Novellas Exemplares de Savedra.


Cervantes (Miguel de): Novellas exemplares, Bruselas, Hu-
berto Antonio, 1625 (XIV, 608).
(96) Las Obras de Pérez, 1644.
Pérez (Antonio): Las obras y relaciones, Ginebra, J. de
Tornes, 1644 (XXX, 1126).
(97) Tulpii Observationes Med. 1672.
Tulp (Nicolás): Observationes medicae, ed. nova, Ams-
terdam, Elzevir, 1672 (XII, 392).
(98) Boyle (R): De elatere et gravitate aeris, Londres,
1663 (?).
(99) Luciani mortuorum dialogi.
Lucianus: Dialogi selecti, Lyon, Cl. Obert, 1635/6, 2 t.
en 1 vol. (16, 483, V).
(100) Pererius in Danielem. 1602. Lugd.
Pererius Valentinus (Benedictus): Commentariorum in
Danielem prophetam libri XVI, Lugd., Horatii Cardan,
1602 (954); 1.a ed. Roma, Georg. Ferrarius, 1587.
(101) Julius Caesar.
Caesar (C-J): (Opera) quae exstant, ed. et comm. A. Mon-
tanus et not. J. Scaliger, Leiden, A. Wijngaerden, 1651
(VIII, 864, XXV).
(102) Sandii Nucleus Hist. Eccles.
Sandius (Ch.): Nucleus Historiae Ecclesiasticae, Amsterdam,
L. Pacificus, 1668/9, 3 t. en 1 vol. (235; 156; 137, XXXIV).
(103) De brieven van Seneca.
Séneca: Alie de brieven, trad. hol. J. H. Glazemaker,
Amsterdam, G. van Goedesberg, 1654 (VI, 712).
(104) Keckermanni Lógica.
Keckermann (Bartholomaeus): Systema logicae, Han-
nover, G. Antonius, 1611, ed. 5.a (XXX, 598, L).
(105) Munsteri Gramm. Ebr. Eliae Levitae.
Elia Levita: Grammatica hebraea E. L. Germani, trad. lat.
y com. de Seb. Münster. Institutio elementalis in bebraicam
linguamáz S. M., Basilea, Froben, 1543 (670).
Biografías de Spinoza 215

(106) Pinto Delgado Poema de la Reyna Ester.


Pinto Delgado (Moseh—Joáo): Poema de la Reyna Ester;
Historia de Rut, Trenos de Jeremías y varias poesías, s/1, s/f,
366 pp.
(107) Rhenii Tyrocinium Ling. Gr.
Rhenius (Johannes): Tirocinium linguae graecae, Leipzig,
Z. Schürer y Fr. Lanckisch, 1630 (454).
(108) Vossii Institut. L. G.
Vossius (Gerard J.): Institutiones linguae graecae, olim
quidem scriptae a Nic. Clenardo, Amsterdam, Elzevir, 1651
(VI, 402).
(109) Scioppii Grammatica Philos.
Scioppius (Gaspar): Grammatica philosophica, Amster-
dam ,J. Pluymer, 1664 (XLIV, 224).
(110) Grotius (Hugo): De imperio summarum potestatum
circa sacra commentarius posthumus, París, s/ed, 1647
(XXII, 391, XII).
(111) Metii Astrolabium.
Metius (Adriaan): Fondamentale onderwijsinghe aengaen-
de de Fabrica ende het veelvoudigh ghebruyck van het Astrola-
bium, Franecker, U. Balck, 1627 (VI, 189; 168; 47).
(112) De Graefs driehoeksmeting.
Graaf (Abraham): Vier boeken. Drie van de driehoeks-me-
tinge e een van de telkunstigen, Amsterdam, P. Goos, 1659
(IV, 271).
(113) El Criticón. Vol. 3.
Gracián (Baltasar): El criticón, vol. 1, Zaragoza, Iván
Nogues, 1651; vol. 2, Huesca, I. Nogues, 1653; vol. 3,
Madrid, Pablo del Val, 1657.
(114) Vossii Rud. Gr.
Vossius (¿Gerard J.?): Rudimenta ¿grammaticae?
(115) Raetken Spaense Grammatica.
Raetken (Ulrick): Gramatica o instrucion para quién deséa
deaprender perfectaménte á leér; escrivir i pronunciar la léngua
Española, compuésta por U. R., maestro de las lénguas española
216 Atilano Domínguez

portuguesa, alemana alta i báxa, i flamenca; de la aritmética;


libro de caxa. (—) Gramatica ofte ortderwysinde om perfect te
leeren lesen, etc., Amsterdam, Jacob van Leest, 1653 (277).
(116) Ben Israel Esperanca (sic) de Israel.
Menasseh Ben Israel: Miqweh yisra }el Esto es, Esperanza
de Israel, Amsterdam, Samuel ben Israel Soeiro, 1650
(XII, 126).
(117) Homeri Iliad. Gr.
Homero: Ilias seu potius omnia quae eius extant opera, ed.
Ob. Ciphanius, Strasburgo (Argentorati), Th. Rihelius, s/f
- 1572 (893, LXXII).
(118) Dialogues Francois (sic).

[52] Libros. In 12.°

(119) Klauberghs uytbreiding van Descartes.


Clauberg (Johann): Defensio cartesiana, Amsterdam, El-
zevir, 1652 (631).
(120) Velthusius de Liene et Generatione.
Velthuysen (Lambert van): Tractatus dúo medico-physici,
unus de liene, alter de generatione, Utrecht, 1657 (?).
(121) Neri ars vitraria 1668. Amst. cum fig.
Neri (Antonio): De arte vitraria, ed. y notas de Chr.
Merretti, Amsterdam, A. Frisius, 1668 (XXIV, 455,
XVII).
(122) Salustius.
Sallustius (C. G): [Opera] cum veterum historicorum frag-
mentis, Amsterdam, Janssonius, 1641 (XIV, 310,
XXXIV).
(123) Logique ou l'art de penser.
Arnauld (A) et Nicole (P): La Logique ou LArt de pen-
ser, Amsterdam, Abr. Wolfgank, últ. ed., 1675 (556,
CXXXI).
(124) Voyage d'Espagne.
Voyage dEspagne, curieux, historique, politique, fait en
Biografías de Spinoza 217

l}année 1655, revu, corrige et augmenté en cette nouvelle édi-


tion. Dédié a son Altesse M. le prince dOrange, s/l, s/ed, 1666
(20+478).
(125) Claubergii Lógica.
Clauberg (Joh.): Lógica vetus et nova, Amsterdam, Elze-
vir, 1654 (XXII, 413, XVIII).
(126) Senecae Epistolae.
Séneca: Epistolae quae exstant, ed. J. Lipsio y J. F. Gro-
novius, Leiden, Elzevir, 1649 (502).
(127) Hobbes Elementa Philosophica.
Hobbes (Thomas): Elementa philosophica de Cive, Ams-
terdam, Elzevir, 1647 (XLVI, 403).
(128) Clapmarius de arcanis Rerumpp.
Clapmarius (Arn.): De arcanis rerumpublicarum libri sex,
illustrati a I. Corvino. Accessit Chr. Besoldi discursus, Amster-
dam, Elzevir, 1641 (XXXIV, 51; 340; 53; XXVIII, 120).
(129) Kerkrinck in currum Triumphalem.
Kerckrinck (Theodor): Commentarius in currum triump-
halem Antimonii Basilii Valentini, trad. y com, Amsterdam,
A Frisius, 1671 (XX, 342, XVIII).
(130) Boyle Paradoza Hydrostatica.
Boyle (Robert): Paradoxa hydrostatica, trad. lat, Rotter-
dam, A. Leers, 1670 (XLIV, 240, II).
(131) Baudii Epist. et Orationes.
Baudius (Dominique): Epistolae. Accedunt eiusdem Ora-
tiones et libellus de Fenore, Amsterdam, J. Janssonius, 1660
(XX, 732).
(132) Martialis cum notis Farnabii.
Martialis: Epigrammata, notas de Th. Farnabe, Amster-
dam, J. Janssonius, 1654 (X, 456).
(133) Wolzogen de Sripturarum interprete.
Wolzogen (Ludovicus): De Scripturarum interprete adver-
sus, etc., Utrecht, Joah. Ribbius, 1668 (II, 274, X).
(134) Plini Secundi Epistolae cum Panegyricis.
Plinius Secundus: Epistolarum libri IX, etc., notas de I.
218 Atilano Domínguez

Casaubonius, s/1, H. Stephanus, 1591 (43; XVIII, 413;


414, XXVII).
(135) Senecae Tragediae.
Séneca: TragoediaeX, Basilea, H. Petrus, 1541 (XIV, 524).
(136) Mostarts Sendbriefschrijver.
Mostart (Daniel): Nederduytse Secretaris oft Zendbriefs-
chryver, Amsterdam, D. Pietersz, 1637 (XI, 305, III).
(137) Johannis Secundi Opera.
Secundus (Janus): Opera, ed. P. Scriverius, Leiden, F.
Moraert, 1651 (XXVI, 366).
(138) Ovidius, 3 vol.
Ovidius: Opera, Amsterdam, J. Janssonius, 1634, 3 vol.
(247; 258; 289).
(139) Verulamii Sermones fideles.
Bacon (Francis): Sermones fideles, sive Interiora rerum,
trad. lat, Leiden, F. Hackius, 1641 (439, III).
(140) Le Visioni Politique, 1671.
Le visioni politiche sopra gli interessi piu reconditi di tutti
principi e republiche della christianitá, divise in varii sogni e
ragionamenti fra Pasquino e il Gobbo di Rialto, Germania
(Venecia), 1671 (XXII, 540).
(141) Curtius.
Curtius (Quintus): Historiarum libri, Leiden, Elzevir,
1633 (X, 360).
(142) Virgilius.
Virgilius: Opera, ed. Th. Pulmann, Amsterdam, G. Jans-
sonius, 1619 (336).
(143) Plautus 1652.
Plautus: Comoediae superstites XX, Amsterdam, Elzevir,
1652 (715, V).
(144) Ciceronis Epistolae.
Cicero: Epistolae ad Atticum, Brutum et Q. Fratrem, Ams-
terdam, G. Blaev, 1632 (468).
(145) Petrarcha de Vita Solitaria.
Petrarca: De vita solitaria liber primus [incluye también
el 2.° libro], 2.a ed, Berna, J. le Preux, 1605 (285).
Biografías de Spinoza 219

(146) Justinianus.
Justinianus: Institutionum libri IV, Amsterdam, Jansso-
nius, 1630 (240, XXIV).
(147) Velthuysius de Usu rationis in Theologia.
Velthuysen (Lambert van): Dissertatio de usu rationis in
rebus tbeologicis, 1667 (?), en Opera (núm. 120), I, 97-159.
(148) Euclides.
Euclides: Elementa geometriae, s/1, s/ed, s/f, (II, 128).
(149) Ovidii Metam. Tom. II.
Ovidius: Operum tomus II qui XV Metamorphoseon conti-
net, Leiden, Elzevir, 1629 (XIV, 444).
(150) Obra devota la Cuna.
Quevedo (Francisco de): La cuna y la sepultura, Madrid,
M.a Quiñones, 1634 (143 hojas in 16°).
(151) Stenonis Observ. anat.
Steno (Nicolás—Niels Stensen): Observationes anato-
micae, Leiden, Jac. Chouét, 1662 (X, 108).
(152) Phrases Virgil. et Horat. (?).
(153) Virgilius: (Opera), ed. N. Hensius, Leiden, Hac-
kius, 1671 (468) (?).
(154) Ephemerides.
Monluziano (Antonio Mizaldo): Ephemerides aeris per-
petuae, París, J. Kerver, 1554 (176).
(155) Pharmacopaea Amstelred.
Pharmacopaea Amstelredamensis, Senatus auctoritate
munita et recognita, Amsterdam, J. Janssonius, 1651
(133, X).
(156) Historie van Karel de II.
De historie van sijn Majesteyt Karel II, Koning van Enge-
landt, etc., trad. del inglés L. v. Bos. [Incluye: Herstelde
Zeeg-triomf van Karel de twede, etc.], Dordrecht, A. An-
driesz, 1660 (XX, 208; 80).
(157) Tacitus.
Tacitus: C. Corn. Tacitus, ed. Z. Boxhorn, Amsterdam,
Janssonius, 1643 (X, 667; 60).
220 Atilano Domínguez

(158) Elementa Physica.


Nulandt (Fr. Will. v.): Elementa physica sive nova philo-
sophiae principia, La Haya, Levyn van Dyck, 1669 (XXII,
88, VII).
(159) Obras de Góngora.
Góngora (Luis de): Todas las obras, Zaragoza, Pedro
Vergés, 1644.

[53] Objetos de madera. Una mesita de roble, otra mesi-


ta de roble de tres patas, dos mesitas de abeto cuadradas
con un cajón, una caja de color, una librería de roble con
cinco anaqueles, un cofre viejo, un juego de ajedrez en una
bolsa, un molino de pulir y los utensilios correspondientes,
junto con un telescopio inservible, y junto a él otro útil, así
como algún vidrio y tubos de hojalata (Freud. 164/69).

[54] Pinturas. Un retrato con un marco negro brillan-


te, así como un embudito de laboratorio (Freud. 164/69).

[55] Objetos de plata. Un par de hebillas de plata, un


pequeño sello colgado de una llave de hierro (Freud.
165/69).

[56] (Ratificación del inventarió). Hoy, 2 de marzo de


1677, compareció ante mí, Willem van der Hove, notario
público, etc. y los testigos, el susodicho señor Spyck, el cual
me explicó que había hecho el presente inventario de bie-
nes según su mejor parecer y entender, sin haber ocultado
nada a sabiendas y se ofreció, si fuera necesario, a ratificar-
lo con juramento. A petición, pues, del compareciente, se
ha tomado nota de ello. Hecho y sucedido en La Haya en
presencia del señor Abram Slingerlant, médico doctor, y el
señor Johan Rieuwertsz, testigos, etc. Hendryck van der
Spyck, Abraham Slingerlant, Jan Rieuwertsz. Quod attestor,
W. van den Hove, notario público (Freud. 165/69).
7.°) Subasta de bienes y edición de OP (1677)

[57] [Schuller a Leibniz: próxima edición de OP y títulos


de libros raros; 29-3-1677). Nobilísimo señor: En tu gratísi-
ma carta no aludes a la recepción de la caja que, como te
había dicho, envié al señor Schumacher Breman. Me ale-
gro mucho de que no hayas dicho nada todavía a tu
príncipe acerca del proyecto de compra de la Ética, pues-
to que he cambiado totalmente de opinión, de suerte
que, aunque su dueño actual aumentara el precio, no
querría yo proponerte tal venta. El motivo es que he lo-
grado tal acuerdo entre sus amigos, antes totalmente divi-
didos, que he decidido, en beneficio público, editar no
sólo la Ética, sino también todos los fragmentos manus-
critos, los más importantes de los cuales me han sido en-
tregados autógrafos, a saber: 1) De emendatione intellectu.s\
2) De nitro, 3) De politia, 4) Epistolae variae. Te lo comuni-
co confidencialmente, porque no dudo que guardarás se-
creto ante todos, incluso los amigos, para que no se pon-
gan trabas a este plan (Freud. 203/25).
221
222 Atilano Domínguez

[58] En cuanto a tu inteligentísima e ingeniosa obje-


ción, tú mismo sabrás resolverla cuando puedas ver me-
jor la concatenación de toda la obra y la intención del
autor. Objeciones similares contra dicha proposición se
hallan en sus cartas, pero ha sido explicada con suficien-
te claridad por el autor (Freud. 203/25).

[59] Quisiera saber por ti si acaso has visto alguno


de los siguientes libros, cuyo catálogo, con la inscripción
de libros rarísimos he hallado entre sus papeles. 1) Floren-
tinus: De rebus sacris, 2) Joh. Benevetensis: De nefandü
christianae religionis erroribus; 3) Alius Benevetensis: De so-
domiae laudibus; 4) Averroes: Argumenta de aeternitate mun-
dr> 5) Anonymus quídam Italus: De commercio sanctorum et
sanctarum, 6) Idem: De stultitia gentium, 7) Idem: De magia
Mosis et Mubamedis-y 8) Franciscus Datisius: Homo politi-
cus} liber rarissimus; 9) Du Mas Abbas: Opuscula missoria,
10) A Sancto Bernardo monachus Hispanus: De commer-
cio daemonum. (10a) Idem: De eorundem in boc mundo poli-
lla et actionibus; (10b) Idem: Cum suis familiaria colloquia;
(10c) Idem: De examine conquestionum Joh. XXII papae de
existentia Dei\ animae immortalitate et inferno, opus rarissi-
mum; 11) Vir De religione Bona dictus, ubi de novis reli-
gionis christianae reformatoribus, e. gr. Luthero, Calvino
et Melanchtone; (lia) Idem: De examine duorum regum,
Caroli V et Francisci I, author Hispanus est; 12) Abadillus,
hispanus monachus turca factus: De authoritate politices in
eccles. de que [sic] suae mutationis rationibus; 12a) Idem: Pro-
blemata política:, (12b) Idem: Dicta christiana\ 13) Prophetiae
Malachiae Hibern. Episcopi de Pontificibus (Freud. 203-4/
25).

[60] (H. van der Spyck contra los herederos de Spinoza,


30-3-1677). Hoy, 30 de marzo de 1677, compareció ante
mí, Libertus Loeff, notario público, —con residencia en
Biografías de Spinoza 223

La Haya, y en presencia de los testigos abajo nombrados,


el señor Hendryck van der Spyck, maestro pintor aquí y
conocido de mí, quien declaró nombrar y dar poderes,
como por la presente nombra y da, al señor Robert Sme-
dingh, que vive en Amsterdam, para que en nombre y
beneficio del compareciente exija y reciba de Rebeca Es-
pinosa y Daniel de Caceris, hijo de Miriam Espinosa, ca-
sada con Samuel de Caceris, que viven en Amsterdam y
son ambos herederos «ab intestato» del difunto Baruch
Espinosa, fallecido recientemente en casa del compare-
ciente; que exija y reciba, digo, aquellas cantidades de di-
nero que corresponden al compareciente, tanto por al-
quiler de habitación, por comidas y bebidas, y por gastos
de entierro como, además, por facturas o extractos au-
ténticos de ellas, ya sea previo juicio ya sea sin él...
(Freud. 165-6/70).

[61] (Gestiones de van der Spyck a través del abogado Jo-


han Louckerspara cobrar las deudas, julio-octubre 1677).
a) Hendryck van der Spyck, pintor en ésta, denun-
ciante y embargante de todos los dichos bienes, ninguno
excluido, que se hallan en su finca y pertenecen al con-
junto de herederos del difunto Benedictus Spineosa (sic),
[procede] contra dichos herederos y todos aquellos que
pudieran actuar contra él como parte, denunciados y no
presentados, y reclama provisionalmente la suma de
250,72 florines en concepto de peniques adelantados, de
alquiler de habitación vencido, de deudas de entierro
saldadas y de otros gastos, según la cuenta adjunta, y
que, etc. [Resolución]. Ante el «statu quo», se busca una
salida justa legal, por la cual - Jurados: «Fiat» mediante
circular [8 de julio de 1677] (Freud. 168/71).
b) H. van der Spyck, maestro pintor en ésta, denun-
ciante y embargante del difunto Benedictus Spinosa,
contra los denunciados y no presentados, [procede]
224 Atilano Domínguez

como en la primera comparecencia. [Resolución] Al faltar


formulación de sentencia, se hace segunda citación. Jura-
dos: «Fiat» mediante circular [23 sep. 1677] (Freud.
168-9/72).
c) H. van der S., pintor en ésta, denunciante y em-
bargante, contra el conjunto de los herederos de B. Spi-
nosa y todos aquellos que quisieran hacer parte contra
él, acusados y no presentados, exige la [declaración] de
la tercera no comparecencia. [Resolución] Ante el «statu
quo», se remite el asunto para dentro de quince días [13
oct. 1677] (Freud. 169/73).

[62] (,Schuller a Leibniz: sobre la impresión de las OP,


27-7-1677). Nobilísimo señor y respetado amigo. Todas
las obras postumas del señor Spinoza han sido entrega-
das al impresor y se sigue su edición con esmero. Se edi-
tarán simultáneamente en idioma latino y holandés
(Freud. 205/27).

[63] {Subasta de los bienes de Spinoza).


a) (Anuncio, 2 nov. 1677). Anuncio de la subasta del
difunto Spinoza. En La Haya, en casa del señor
Hendryck van der Spyck, pintor, en el Paviljoensgracht
frente a Dubeletstraat, se venderán, el próximo jueves,
día 4 de noviembre, a las nueve horas, en pública subas-
ta al mejor postor, todos los bienes dejados por el difun-
to Benedcitus de Spinoza: libros, manuscritos, catalejos,
lentes de aumento, vidrios pulidos al efecto y distintos
utensilios de pulir, tales como molinos y llaves de metal,
grandes y pequeñas, apropiados a ese fin, etc. (Freud.
172/77).
b) (Subasta, 4 nov. 1677: cuenta de Pieter de Graafi. El 4
de noviembre, a petición del señor Hendryck van der
Spyck, autorizado por el respetable Jurado de La Haya
para vender los bienes dejados por Benedictus Spinosa,
Biografías de Spinoza 225

se vendieron, efectivamente, aquí, en casa del menciona-


do señor H. van der Spyck, sobre el Burgwall, por la
suma de 430,65 florines. Los derechos que, según los
datos anteriores, corresponden al compareciente, ascien-
den a 37,73 florines (Freud. 173/78).

[64] (Schuller a Leibniz: OP impresas, nov./dic. 1677).


a) (Ya impresas: 5-11-1677). Las obras postumas de
Spinoza ya están impresas y sólo falta el índice; cuando
éste esté hecho, te enviaré a ti, entre los primeros, dos o
tres ejemplares o los que quieras (Freud. 205/28).
b) [Todas: 13-11-1677). Entre las cosas de Spinoza,
aparte de los manuscritos dados a la prensa, te digo que
no había nada raro. Yo mismo, antes y después de su
muerte (te lo digo al oído), las revisé todas una por una.
Todo aquello que tenía visos de erudición o rareza, lo re-
cogí con permiso de los amigos y de él mismo (cuando
aún vivía) y no encontré nada, aparte de los títulos de los
libros raros, consignados en el papel (que te envié). No
creo, pues, que haya en su herencia nada digno de ser
vendido (Freud. 205/28).
c) (A la venta: 31-12-1677). Las obras de Spinoza, ya
editadas, se distribuirán el próximo año nuevo, en cuya
fecha no dejaré de enviarte, entre los primeros, un fla-
mante ejemplar (Freud. 206/28).
8.°) Noticias sobre OP y otras (1677-1743)

[65] (Leibniz sobre su visita a Spinoza, en nov. de 1676,


carta al abbé Galloys de febrero 1677).
No sé si has visto las cartas de controversia del señor
Stensen. Entre ellas había una que iba dirigida al señor
Spinosa. Spinosa ha muerto este invierno. Yo le vi al pasar
por Holanda y hablé varias veces y muy largamente con él.
Tiene una extraña metafísica, llena de paradojas. Cree, en-
tre otras cosas, que el mundo y Dios son una misma cosa o
sustancia, que Dios es la sustancia de todas las cosas y que
las creaturas no son más que modos o accidentes. Pero he
advertido que algunas pretendidas demostraciones, que él
me mostró, no son exactas. No es tan fácil como parece
dar verdaderas demostraciones en metafísica (Freud. 206/
29; núm. 42, Math. Schr. I, 179; Phil. Schr. I, 118).

[66] (Scbuller envía a Leibniz las OP, enero y febrero


1678).
a) Ahora te añado que he entregado todos los escri-
226
Biografías de Spinoza 227

tos postumos de Spinoza, ya editados, al hijo de un judío


que partirá para Hannover dentro de tres o cuatro días
(Amsterdam, 25 de enero de 1678; Freud. 206/30).
b) Te he enviado hace poco un ejemplar de las
obras de Spinoza por el hijo de un judío. Con las prisas
no pude adjuntar la carta en la que te explicaba que no
debías enfadarte conmigo o imputarme que entre las car-
tas allí incluidas aparezca una con tu propio nombre. La
verdad es que se hizo sin saberlo yo, puesto que no tuve
noticia de ello hasta que lo he visto en este ejemplar.
Pero me disculparás tanto más fácilmente cuanto que
apenas si contiene más que matemáticas (Amsterdam, 6
de febrero de 1678; Freud. 206/30).

[67] [Schuller a Leibniz sobre la edición de las Cartas,


marzo 1678). He reprendido duramente al editor por ha-
ber incluido, sin yo pedírselo, explícitamente tu nombre
en las obras postumas de Spinoza, aunque creo que no
tiene peligro alguno, dado que tu carta no habla más que
de matemáticas. Desde la 61 en adelante fueron escritas
o recibidas por mí o por Tschirnhaus. S. de Vries, comer-
ciante y menonita, ya ha muerto hace unos años y legó al
autor una renta de 100 imperiales [250 florines] anuales.
I. V. M. es Joh. van der Meer y J. J. es Jarig Jelles, ambos
comerciantes y aún vivos. J. O. es Joh. Ostens, cirujano
de Rotterdam. La Carta 56 está dirigida al pensionario o
síndico de Gorcum, Hugo Buxen [Boxel], depuesto de
su cargo en 1672 con el cambio del Príncipe de Orange.
La Carta 50 está dirigida a J. J. (Amsterdam, 29 de marzo
de 1678; Freud. 207/32).

[68] (Tschirnhaus visita a Spinoza, 1678). Cuando des-


pués tuve noticia de Spinoza, rogué al señor Schuller que
le preguntara por el verdadero método de investigar la
verdad. Como había vuelto por entonces de Holanda a
228 Atilano Domínguez

casa, fui a visitarle. Después de un rato, le mostré incluso


una carta de Descartes y le pregunté qué opinaba de ella.
Pero él me respondía riendo: «¿crees, amigo mío, que
todo cuanto dijo Descartes es verdad?» Le dije: «no».
«Muy bien, me replicó, entonces esta cuestión no nos in-
quietará demasiado». Y así otras cosas, como solía. Con-
fieso, sin embargo, que ni casi probable me parecía que,
si Descartes no estuviera firmemente persuadido de ello,
hubiera escrito estas cosas a Mersenne, puesto que sabía
que sus cartas llegarían a ser vistas por muchos. De ahí
que sus palabras no me hacían cambiar de opinión
(Freud. 208/34); en Leibniz (núm. 42), I, vol. 4, p. 475.

[69] (Prohibición de las OP: cartel de 25-6-1678). Los


Estados de Holanda y Frisia Occidental saludan a todos
cuantos hayan de ver u oír leer esto. Hacemos saber que
hemos tenido noticia de cierto libro titulado B. D. S. Ope-
ra postbuma y que hemos comprobado que dicho libro
contiene muchísimas doctrinas profanas, blasfemas y
ateas, por las cuales no sólo podría el lector sencillo ser
apartado del único y verdadero camino de la salvación,
sino también ser debilitada la doctrina de la encarnación
y de la resurrección de Cristo y otros varios artículos de
la fe cristiana universal -; que además el autor, para justifi-
car todas las proposiciones heterodoxas e impías citadas,
se ha servido de muy diversas pruebas, que chocan direc-
tamente con el texto revelado de la Sagrada Escritura y
con la enseñanza de la salvación, tal como ésta es conoci-
da por la Iglesia universal; que, sintiendo y juzgando con
la máxima indignación que dicho libro se imprima, se
venda y se difunda, hemos decidido declarar, como por el
presente declaramos, dicho libro como profano, impío y
blasfemo; y, por consiguiente, prohibimos con las máxi-
mas penas y la mayor indignación manejar, vender, impri-
mir y traducir dicho libro... (Freud. 179-180/85).
Biografías de Spinoza 229

[70] (Bayle: el prefacio de NS/OP, 8-3-1686). Me han


dicho recientemente que este prefacio había sido escrito
primero en holandés por un hombre de la secta de los
menonitas, un tal Jarig Jelles que, después de haber sido
comerciante en Amsterdam, había vivido cómodamente
de los ahorros que había hecho, y que sería, por lo de-
más, un hombre carente de cultura. Se cree saber que el
prefacio fue traducido después al latín (tal como se lo en-
cuentra en la obra) por el médico de Amsterdam Luis
Meyer. Este último sería, según se dice, el autor de la di-
sertación titulada La filosofía intérprete de la Sagrada Escri-
tura, que los teólogos han desaprobado y no sin razón,
por oler a herejía. Aquí, en los Países Bajos, varios teólo-
gos han cogido la pluma para refutarla (núm. 2, p. 153).

[71] (Leibniz: Spinoza y Descartes, 1697). Pero, si lo


que él [Abbé Faydit] afirma, es verdad, se sigue que no
hay ni elección ni providencia, que lo que no sucede, es
imposible, y que lo que sucede, es necesario. Justamente
lo que Hobbes y Spinoza dicen en términos más claros.
Cabe decir, pues, que Spinoza no ha hecho más que cul-
tivar ciertas semillas de la filosofía de Descartes. Y por
eso creo yo que tanto para la religión como para la pie-
dad importa efectivamente que esta filosofía sea castiga-
da despojándola de los errores que en ella están mezcla-
dos a la verdad (Freud. 218-9/48).

[72] (Chevreau: invitación de Spinoza a Heidelberg


1700). Estando en la Corte del mismo Elector, hablé muy
favorablemente de Spinoza, aunque yo no conocía a este
judío protestante más que por La primera y la segunda par-
te de la Filosofía de Descartes impresas en Amsterdam por
Jan Rieuwertsz en 1663. El señor Elector tenía este libro
y, después de haber leído algunos capítulos, se decidió a
llamarle a su Universidad de Heidelberg para enseñar la
230 Atilano Domínguez

filosofía, a condición de no dogmatizar. El señor Fabri-


cio, entonces profesor de teología, recibió la orden de es-
cribirle. Y, aunque Spinoza no anduviera demasiado bien
en sus asuntos, no dejó de rehusar este digno empleo. Se
buscó las razones de esta negativa, y por algunas cartas
que yo recibí de La Haya y de Amsterdam, conjeturé
que estas palabras, «a condición de no dogmatizar», le
habían asustado... (Freud. 220/51).

[73] (Leibniz: aspecto de Spinoza, después de 1700). El


famoso judío Spinoza tenía una tez cetrina y un algo de
español en su rostro; y es que era oriundo de aquel país.
Era filósofo de profesión y llevaba una vida tranquila y
privada, pues pasaba su tiempo puliendo vidrios, hacien-
do lentes de aumento y microscopios. Yo le escribí una
vez una carta sobre la óptica, que ha sido incluida entre
sus obras (Freud. 220/51).

Stolle-Hallmann: noticias sobre Spinoza, 1704.

[74] (F. van den Enden y Spinoza). Llegó un momento


en que vino a este grupo [de menonitas] el van Enden
(sic), que, después de haber sido un ateo y un ex jesuíta,
por haberse confabulado con otros para llevarse al Del-
fín durante una cacería, terminó haciendo de badajo de
un campanario del campo en Francia. Como sus agudos
discursos gustaron a Spinoza, éste se unió a él con una
estrecha amistad y le pidió que le enseñara el latín, en el
que van Enden destacaba, mientras que Spinoza aún era
totalmente inexperto. Este van Enden tenía una hija que
podía hablar el más hermoso latín. Al comienzo, Spinoza
había vivido muy módicamente, mientras no tuvo mu-
cho; pero, cuando se hizo más rico, vivió mejor -. Lleva-
ba espada, iba bien vestido, hacía excesos en la comida y
la bebida (a veces llevaba muy bien dos jarros de vino
Biografías de Spinoza 231

encima), e incluso se arrimaba a las chicas [«ad virgo»].


De ahí que la tisis le llegó hasta el cuello y de ella murió
(Freud. 222/54; cfr. Vries, p. 59).

[75] (Prefacio de NS/OP). Jare Gillis [Jarig Jelles] fue


al principio un menonita y redactó en holandés el prefa-
cio a las Opera posthuma de Spinoza, que Glazemaker tra-
dujo después al latín. Cuando este prefacio fue compues-
to, ya había muerto Meyer. Este Jare Gillis también
sufragó los gastos a la primera y segunda edición de los
Principios de Descartes demostrados según el método geométri-
co por Spinoza (Freud. 223/54)... El prefacio de las Opera
posthuma lo había compuesto Franciscus van den Enden
en holandés... y después lo había traducido otro al latín
(Freud. 227/54).

[76] (La Apología y el TTP). Todo lo que se encontró


fue dado a la imprenta, excepto un grueso volumen, que
Spinoza había escrito contra los judíos y en el que los
trataba con dureza. Ya lo había terminado antes del Tra-
tado teológico-político, pero lo había dejado sin editar, por
lo que también ellos dedujeron que él no había querido
publicarlo. Él [Rieuwertsz hijo] había tenido el manus-
crito, pero se lo había dejado a alguno... (Freud. 224/54).

[77] (Notas al TTP). Finalmente me mostró [Rieu-


wertsz hijo] el ejemplar del Tratado teológico-político, que
Spinoza había usado y en el que había puesto unas bre-
ves notas marginales manuscritas, que eran muy fáciles
de leer (Freud. 226/54).

[78] (El «De Iride»). Por lo que toca al tratado Del


arco iris, me aseguró [Rieuwertsz hijo] que Spinoza no lo
quemó, aunque no fue hallado entre los manuscritos.
Debía estar, pues, aún en manos de algún buen amigo.
232 Atilano Domínguez

En el prefacio se había mencionado expresamente di-


cho tratado para que no viniera otro y lo publicara
bajo su nombre como trabajo propio (Freud. 227/54).

[79] (Van Til: Spinoza y la «Apología», 1716). Des-


pués comenzó este enemigo de la doctrina de la fe a
desbaratar los libros del Antiguo y del Nuevo Testa-
mento y se esforzó en hacer ver a todo el mundo cómo
esos libros fueron varias veces reformados y remodela-
dos por obra de los hombres y cómo pudieron llegar a
alcanzar la estima de obras divinas. Estos pensamientos
los había reunido en un tratado contra el Antiguo Testa-
mento, escrito en español con el título de una Apología
de su separación del judaismo. Pero, por consejo de al-
gunos amigos, abandonó este escrito y se propuso in-
troducir estas cosas, de forma más asequible y breve,
en otra obra que, bajo el título de Tratado teológico-polí-
tico, publicó en 1670 (Freud. 237/59).

[80] (Joh. Nlonnikhoff: «Vida de Spinoza», después de


1743).
a) (Vivienda en Amsterdam). Amsterdam fue la ciu-
dad de su nacimiento, que tuvo lugar el 24 de noviem-
bre de 1632. Era hijo de judíos portugueses de cierto
renombre, que vivían aquí, en el lugar situado sobre el
Houtgracht, cerca de la antigua iglesia portuguesa. Era
la suya una hermosa casa de comerciantes, a la que, en
el año 1743, se le puso una nueva fachada y en ella la
inscripción ,tOprechteTapijthuis(Freud. 105/5).
b) (Vivienda en Rijnsburg). La casa en la que vivió
en esta aldea [Rijnsburg], se halla en el extremo occi-
dental, al sur del arroyo, entre el camino de carro y el
sendero de a pie, hacia Katwijk en el Rin, frente a la
alameda, hacia el Oeste. Se reconoce por la piedra, co-
locada en su fachada, en la que está inscrita la 15.a y úl-
Biografías de Spinoza 233

tima estrofa del Alba de mayo - de la tercera parte de


las admirables rimas de D. R. Camphuyzen - , que sue-
nan así:

«Oh, si los hombres fueran sabios


y buscaran, además, el bien,
la tierra sería un paraíso,
pues ahora es un infierno» (Freud. 106/5).

c) (Vivienda en Voorburg). De Rijnsburg cambió, final-


mente, por segunda vez su vivienda, puesto que en la pri-
mavera de 1664 se trasladó a Voorburg, donde permane-
ció unos cinco años. Vivió en la calle de la Iglesia, en
casa de Daniel Tydeman, maestro pintor, que quizá le
dio las primeras lecciones de pintura. Pero, como se ha-
bía hecho varios amigos de alto rango y prestigio en La
Haya, a petición suya trasladó allí su residencia (Freud.
106/5).
d) (Vivienda en La Haya). Pero, como aquí [en casa
de la viuda de [Willem] van de Werve] se le hizo dema-
siado costoso el sustento, cambió su hospedaje al Pavil-
joengracht, a casa del agente militar, H. van der Spyck
(Freud. 106-7/5).
Notas

I. Biografías

1.° Jarig Jelles (1677)

* Sobre el autor y el texto ver Introducción, 2, a. Las letras minús-


culas (a) designan las variantes, cuyo texto original va en cursiva.
Cuando es necesario distinguirlas de ellas, incluimos entre [ ] nuestras
observaciones.
1. a) ondienstig... non abs re; b) weetgierig... philosopho; c) vernoegende...
nisus - motus.
2. a) het geen dat... cuncta fere; b) meetkunstiglijk... mathematice. [Aun-
que Spinoza también habla de «demostrar matemáticamente»
(Ep. 21, 133; 29, 194; 76, 323), su método lo califica más bien de
geométrico (Ep 2, 8/15; E III, pref., 138/8-9; IV, 18 esc., etc.), y
así lo había definido Meyer en el prefacio a PPC, contraponien-
do a la «methodus... mathematica» de Descartes el «mos geome-
tricus» de Spinoza: PPC, 129-30 y 134].
3. a) voornamelijk om.; b) totum ad.; c) philosophica - summi philo-
sophi ad.; d) de tvelke - om. [Esta última frase, omitida en OP,
apunta, como el prefacio y la poesía antepuestos a PPC (pp. 129-
30 y 134), que Spinoza es posterior en el tiempo, mas no en dig-
nidad, a Descartes].
4. a) tverreltsche... omnigenir, b) eteducatus ad.; c) dit om.

235
23* 233 Atilano Domínguez

5. a) wettenschappen... veritate, b) grote ervarentheit... satis.


6. a) et latuerit ad.\ b) doctrina et honore conspicuis ad.
7. a) andere menschen... amicir, b) voortgaan... w - turbaretur.
8. a) poor iw/ jaaren... anno 1664; b) t>oor weinig jaren... anno vero 1670;
c) solidaque ad. [Quizá Meyer da la fecha de 1664 por referirse a
la traducción holandesa, más difundida].
9. a) mzw ewg? waarde zijnde om; b) berustende - berust... delitescentibus
- absconditunr, c) scbrijver... philosopba, d) ¿«te aliquot annos ad.; e)
berust... delitescit,; f) gelooft word... probabile est. [Meyer supone cier-
to secretismo no insinuado por Jelles. En cambio, éste designa a
Spinoza como simple escritor o autor, en tanto que aquél lo cali-
fica de filósofo y lo adornará con grandes epítetos: nn. 27, 55, 63,
64, 68, 76, 77].
10. a) tvetenschap... disciplina (bis); b) (p. 179)... affectuum definit. 44.
11. a) alteen om.; b) ziel... mens. (bis). [Las breves palabras con que el
autor completa los títulos de E IV y V, acordes sin duda con sus
propias inquietudes, revelan que conoce bien la obra],
12. a) sola ad. [Los principales textos aludidos son: E I, 11; 14: 17;
17, cor. 2; 25ss. La síntesis es, de nuevo, excelente].
13. El autor apunta con precisión a las dos objeciones dirigidas, des-
de el primer momento, contra el sistema de Spinoza, como pue-
de verse en nuestras Introd. a la Correspondencia (núm. 19, III,
43-55) y a TTP (núm. 19,1, 21-27).
14. Alusión a Ep 73, 307/5-11.
15. a) weten... jura. [La referencia es: Ep 75, 311/17-312/14].
17. OP omite todo este párrafo, quizá por la dificultad de traducir el
fragmento del poema Noodlot (Fatalidad, en Gedichten, Amster-
dam, 2.a ed. 1899, I, 154) de P. C. Hooft (1581-1647), que lleva
por lema los versos de Virgilio «Félix qui potuit...» (Georg. II,
490) y que expresa las ideas estoicas y religiosas del gran poeta
nacional.
18. Se alude a Ep. 19, 21 y 23 (de Spinoza a Blijenbergh).
20. a) ziel... mens (ter); b) benefaciendi ad.; c) godvruchtichkeit... pietatenry
d) eerlijk - gelijk... honestatem - et id honestum, e) schandelijk... turpe.
[NS omite el sustantivo eerlijkeid y unifica (gelijk) en el adjetivo
(eerlijk) los dos matices (et) que OP distribuye entre ambos].
21. a) et necessario ad. b) leden {leven) ... vivunt. [En nuestro texto he-
mos invertido la construcción original: b), a). Por otra parte, «le-
den» parece una errata].
24. a) omnium2íá.\ b) onder - dingen om.; c) alteen om.; d) semper&á.
25. a) vroomheit - vroom... fortitudinem - fortem. [Aunque ambas versio-
nes dan a la doctrina spinoziana cierto acento cristiano (1 Cor.
13, 4-7: caridad), la de Jelles concuerda mejor con 20/fin].
Biografías de Spinoza 237

26. opperste welstand... salutem. [Por limitarse a responder a ciertas


objeciones, Jelles analiza bastante bien E I (n. 12-18), E IV (n
19-25) y E V (n 26), mas no alude siquiera a E II y III].
27. a) of 't verstand... om; b) deze zaak aangaande om.; c) verplicht wor-
den ... docuerunt. [Esta extensa apología del sentido religioso y
cristiano del sistema de Spinoza (J 27-68), asumida como pro-
pia por Lucas (L 30), será contradicha por Bayle (B 3n), Kort-
holt (K 9-10) y Colerus (C 37-50) e indirectamente por todos
los testimonios aquí recogidos: véase «religión»].
28. een redelijke Godsdienst noemt of om.
29. a) gantschelijk - in t'afflegen of om.; b) mitsgaders... e contrario.
[Aunque Jelles no da citas, ningún texto de Spinoza es más
afín a estas ideas que KV II, 22 en relación a 19, 1, etc.].
30. a) en gekent om; b) of (te welk het zelfde is) ... que (— et); c) maar in
tegendeel... sed magnampartem, d) zo veel - aangaat om.; e) alie om;
f) en verstaan enz. ... intelligitur (en vez de «et intelligentiae, etc.»;
g) kennis ... veritatis\ h) niet verplicht zou zijn ... nostrum non sit.
[La construcción original de todo este número es farragosa; de
ahí que la omisión por parte del traductor de en (y) y enz. (etc.)
en (f) le indujo a interpretar el sustantivo verstaan como verbo
y a trastocar así el sentido de toda esa frase].
31. a) verstaan om.
32. a) tracht te om; b) der zaligheit - geen om; c) ofnaar... ex, d) Mani-
festum ergo est ea cum fundamentis christianae religionis concordare
ad. [Esta última adición es superflua. En cuanto a los argumen-
tos, sólo el segundo nos parece spinoziano].
34. a) volgens onze verklaring om.; b) uit drang... per.
36. a) op veelderhande wijzen om; b) en bequamelijker om; c) van 't
geen - dat - met "Logos' aanwijst ...de voce 'lógos' pronunciat. [El
afán de sintetizar (16 líneas en 10) lleva a OP a malinterpretar:
aquí atribuye a la palabra lo que todo el contexto exige referir
a su significado.]
37. a) schijnt om; b) daar meé - word om; c) zo belet dit echter niet...
nihil impedit quo minus hoc sensu sumatur. [OP explicita el dit y
traslada la frase al final].
39. A partir de aquí, el autor intenta demostrar que Spinoza no su-
prime toda obligación moral, ya que él, como la Escritura, dis-
tinguiría entre obrar por simple obligación legal (judíos y cris-
tianos incultos) o por propia convicción (cristianos ilustrados).
40. a) van het geen te doen om. [La última frase es complicada; pero
el sentido es claro. O P la invierte e interpreta así: non... de obli-
gatione..., seddumtaxat de vita].
42. a) der Leerstukken om; b) gelijk - toestaan om.
238 Atilano Domínguez

43. a) op - past... niti\ b) non externe sed ad.


44. uit wang.. juxta - operandi rationem. [Cfr. 34 b)].
45. a) Godom.; b) gelijk - blickt om.; c) om hem te kennen om.
47. uitterlijk word... om.
48. a) naturelijke ... animaliry b) naturelijke ... animalium. [La oposición
paulina entre lo externo y lo interno aparece aquí traducida por la
oposición spinoziana entre lo imaginativo y lo intelectual].
49. a) van gehoor ... auditus; b) externum ad.; c) auris ad. [En a) OP no
mantiene la resonancia paulina de la expresión, explícita en NS
(Rm 10, 17: «fides ex auditu»), a pesar de que el mismo Spinoza la
ha utilizado tanto en holandés (KV II, 1, 2/1: «door hooren») como
en latín (IE, §. 19/1, G 10/9: «ex auditu»; E, II, 40, esc. 2/II.°, G
78/6-7: «ex - auditis - verbis»)].
51. a) bedwingen om.; b) onderworpen om.
52. tvij christenen zijn ... notent hic christiani [Jelles se declara cristiano,
Meyer no].
53. a) aut necessariam esse ad.; b) eigen om.; c) noch om.; d) bekomen ... im-
petrarent; e) ook met grote reden om.; f) tot de volle - te brengen... ad om-
nem opulentiam persuasionis et - cognitionis mysteriv, g) getuigt... gloria-
tur.
54. a) voortreffelijke ... subtilissimorumy b) en overtuiging om.; c) et supina
ad.; d) in gedrukte - ais anders om.; e) met de gruweldaat om. [NS tien-
de a subrayar la dimensión moral y OP más bien la intelectual].
55. a) indien - deden om.; b) voorgaande ... prístinas-, c) uit te spreken (dar
por) ... rejicerent. [En b) nos parece más correcto NS que OP, por-
que se alude a lo precedente y no a lo antiguo].
56. a) gezintheden om.; b) evangelische... christianae, c) alie d'andere verwa-
rringen ... tot turbae tot contentiones. [En b) el contexto es más acorde
con NS].
57. a) mede om.; b) en zuiver om.
62*. adOP.
63. a) in de zelfde om.; b) schrijver:... subtilissimum virum.
64. a) eerstom. b) schrijver... viracutus.
65. a) (om - brengen) om.; b) of... et} c) (- gelijk wy aireé getoont hebben)
om.; d) [doen] ad Akkerman. [En b) es más correcto Jelles: ver n.
66].
67. a) verstaan... cognoscant; b) (gelijk -) om.
68. a) schadelijke... seditiosis; b) poogt te om.; c) ontwijffelijk om.
69. a) bouden... taedium creetur.
70. a) dieshalven om; b) die - geworden om.; c) ofte - ofte - ofte om.; d) dt
zelfde gelijk ook het geen ... hunc tractatum - et quod nec. [OP omite
en c) la explicación spinoziana de los términos; y en d) refiere al
tratado lo que NS dijo, mejor, de la democracia].
Biografías de Spinoza 239

71. a) beste ... facillimam atque plenissimam; b) het ook om.; c) alie om.;
d) alreede - worden om. [Con esta última omisión OP restringe al
futuro lo que NS hace extensible al pasado].
72. a) goederen... bono apparente.
73. a) verstaan ...ex notis - educatur; b) Hy stelt... Ut autem hoc rite fiat -
statuit; c) verstaning... perceptionem; d) solam ad. e) hier toe... ut haec
omnia melius perficiantur [En este párrafo Meyer es más prolijo, y
en a) y c) menos correcto].
74. a) hier om.; b) lezer om.; c) verscheide ... his; d) uitsgeschreven ... des-
cripta-y e) gemeen geweest ist... iis communicaty f) mogt denken ... ne
quis suspecitur.
75* ... 75a ... 75b ad. OP. [Aparte del texto de NS (n. 75), que justifi-
ca la no inclusión de la Gramática hebrea en la edición holandesa,
nos era necesario recoger aquí la versión de OP, que justifica su
inclusión en la edición latina y describe la obra].
75*. El asterisco (*) tiene por objeto distinguir esta redacción (OP) de
la del párrafo anterior (NS). Añadamos unas breves observacio-
nes sobre este problemático texto, cuyas transcripciones hebreas
debemos al profesor de Sagrada Escritura en el Seminario de
Ciudad Real, D. Manuel Pérez Tendero, (a) Por errata, el original
latino dice «41». (b) En la cita se omite esta expresión, (c) Un
texto de TTP, IV, 138/33-139/2 explica la doble forma del pro-
nombre (hü' y ht) diciendo que «los modernos cambiaron el 1
(vau) en 1 (yod) (cambio frecuente en hebreo) cuando querían sig-
nificar el género femenino, mientras que los antiguos solían dis-
tinguir únicamente con vocales el género femenino de este pro-
nombre del masculino», (d) El original dice «eo quod», que
hemos traducido literalmente, aunque su sentido causal no pare-
ce correcto, a menos que hubiera una errata en el segundo
miembro de la frase, (e) Esta idea y el texto siguiente (f) no están
tomados, como cabría suponer, del pasaje ya citado (a), sino de
otro anterior, relativo al régimen del nombre: pp. 26-27. (f) La
grafía de estas tres palabras es la del Prefacio en OP, reproducida
por Akkerman (n.° 1), Machado (n.° 44) y Coco (n.° 34). La de la
Gramática, sin embargo, recogida por Gebhardt (I, 313/1-3), es la
siguiente: rnwtfx (jasmürah), rnÓtfK (}asmóret\ rm&tfK ('asmürat).
Aunque Gebhardt no señala erratas ni variantes, los traductores
franceses J . ASKENAZI y J . A. GERSON (Abrégé de Grammaire Hé-
braiqueát Spinoza, trad., introd. y notas por ..., Paris, Vrin, 1968,
reed. 1987) dan como primera forma rniotfn (tasmürah) y, sin
aludir a Gebhardt ni al Prefaciof dicen que se trata de una errata
(p. 87, nota 30). Por otra parte, J . M. HILLESUM («De spinozistis-
che spraakkunst», Chronicon Spinozanum 1 [1921], 158-177) su-
240 Atilano Domínguez

pone que hay una serie de «interpolaciones» en la síntesis del


Prefacio (pp. 162-6), mientras que Nathan PORGES («Spinoza's
Compendium der Hebraische Grammatik», Chron. Spin. 4 [1924-
6], 123-159) cree que «Hillesum no ha comprendido con toda
exactitud... este pasaje ni tampoco el que hace referencia a él en
el Prefacio» (p. 142, n. 1). Ambos reproducen, sin embargo, la gra-
fía de la Gramática, sin aludir siquiera a las dos variantes del Pre-
facio.
76. a) (de Letterkunst -) om.; b) schrijver... philosophi.
11. a) ofStelreegel om.; b) in hem ... in nostro nobilissimo philosopha, c)
ondienst... non exiguum - officium.

2.° Bayle (1697,1702)

* Noticia general en Introducción. 2 b. Ofrecemos en serie única: a)


las notas marginales de Bayle (llamada con letras minúsculas y texto en
cursiva); b) una brevísima síntesis, textual (entre comillas) o no, de sus
largos comentarios a cada personaje o concepto (llamada en letras ma-
yúsculas); c) nuestros comentarios entre [ ] siempre que es necesario.
1. (A) «Creo que es el primero que redujo el ateísmo a sistema -;
pero, por lo demás, su opinión no es nada nuevo» (núm. 8, 29/3-
6). Japón, DD. «Es bien cierto que hay ahí varias cosas que Spino-
za no ha enseñado; pero, por otra parte, es muy cierto que ha en-
señado, con esos sacerdotes japoneses, que el primer principio
de todas las cosas y de todos los seres que componen el univer-
so, son una sola y la misma sustancia, que todas las cosas son
Dios y que Dios es todas las cosas, de tal manera que Dios y
todas las cosas que existen no hacen más que un solo y el mismo
ser» (núm. 8, 125-6).
1. (B) «El nombre de esta secta es Foe Kiao. Fue establecida por la
autoridad regia entre los chinos el año 65 de la era cristiana...»
(núm. 8,37/11-13).
2. (C) «Se sabe que Spinoza no hubiera tenido de qué vivir, si uno
de sus amigos no le hubiera dejado por su testamento con qué
subsistir. La pensión que le ofreció la sinagoga, nos lleva a creer
que no era rico» [Ver nota a C 23].
2. (a) Se llamaba Francisco van den Enden. Adviértase que el señor Kort-
holt, en el prefacio de la segunda edición del tratado de su padre, «De
tribus impostoribus», dice que una hija (suya) enseñó el latín a Spinoza
y que ella se casó después con el señor Kerskeving [Kerckrinck], que era
su discípulo al mismo tiempo que Spinoza. [Alusión a K 2; y véase
Klln].
Biografías de Spinoza 241

2. (b) Véase la nota F. [En contra de lo que objeta Freudenthal, Bay-


le no dice (ni podría decirlo, pues esta nota remite al prefacio de
OP), que «Spinoza estudió primero latín y sólo después empren-
dió los estudios teológicos» (núm. 29, 248/10-11)].
3. (c) Tomado de una «Mémoire» comunicada al librero. [Los datos re-
cogidos por Bayle han hecho sospechar que se tratara de una co-
pia de la biografía de Lucas].
3. (d) Véase el libro del señor Van Til, ministro y profesor de teología en
Dordrecbt, titulado «Het Voorhof der Heidenen voor Ongeloovigen
geopent» (La corte de los paganos abierta a los increyentes). También
habla de ello el periódico «Journal de Leipsic» (1695, p. 393). [El autor
es Salomon van Til (1643-1713) y la primera edición del libro pa-
rece ser de 1684. Texto en N 79].
3. (e) Y no en Hamburgo como se dice en el título.
3. (D) «Él es el autor de unas cartas tituladas La religión des hollan-
dais. Este libro fue compuesto en Utrecht el año 1673...» [Texto
de Stouppe en N 36].
3. (E) [Bayle se refiere a las relaciones entre religión y moral, en
clara confrontación al prefacio de OP (núm. 49, 2: «no cabría de-
cir que supo sacar de él el mejor partido») y al propio Spinoza
(núm. 29, 247/26-7: «en todos estos puntos es el antípoda de Spi-
noza»].
4. (f) Prefacio de las «Opera posthuma».
4. (F) «La prueba de estas palabras y de otras muchas que se pue-
den leer en el cuerpo de este artículo, se saca del prefacio de las
XDpera posthuma9... [Bayle cita el texto latino de OP, §§ 3-7 y con-
cluye]. Por esta teología que tanto tiempo estudió hay que enten-
der la de los judíos. Se le acusa [menciona a Moreri] de no ha-
ber sido experto en su literatura y en la crítica de la Escritura.
Es cierto, al menos, que conocía mejor la lengua hebrea [alude a
la Gramática] que la griega» [cita TTP, X, 150/33-5].
5. (G) «He nombrado antes a uno de ellos (véase el artículo He-
nault). Dejando, pues, los demás, me contentaré con decir que el
príncipe Condé, que casi era tan sabio como valiente y no odia-
ba la conversación de los espíritus fuertes, deseó ver a Spinoza y
le proporcionó los pasaportes necesarios para el viaje de
Utrecht, donde mandaba por entonces las tropas de Francia. He
oído decir que se vio obligado a ir a visitar un puesto el mismo
día en que debía llegar Spinoza y que el plazo del pasaporte ca-
ducó antes de que el príncipe retornara a Utrecht, por lo cual no
vio al filósofo, autor del TTP. Pero había dado orden de que du-
rante su ausencia se diera muy buena acogida a Spinoza y que
no se le dejara partir sin un regalo. El autor de la respuesta a la
242 Atilano Domínguez

Religión des bollandais habla de esto en los siguientes términos


[Bayle cita el final del texto de Brun recogido en N 38 y conclu-
ye]. Habiéndome informado más exactamente de este asunto, he
sabido que el príncipe Condé estuvo de vuelta en Utrecht antes
de que Spinoza partiera y que es muy cierto que conversó con
este autor.»
[En el artículo Henault dice Bayle de este poeta francés del siglo
xvii, tan inteligente como disoluto y que presumía de ateo]: «ha-
bía hecho el viaje de Holanda expresamente para ver a Spinoza,
que, en cambio, no hizo gran caso de su erudición» (núm. 29,
33).
5. (H) «El señor Chevreau dice al respecto una cosa que debe ser
corregida -. Es fácil de probar por los términos de la carta de in-
vitación...» (núm. 8, 49/25-6 y 50/17-8).
5. (g) Sacado del prefacio de las «Opera posthuma»: ver nota (F).
5. (h) Ver la nota (G).
6. (I) «Si exceptuáis los comentarios que pudiera hacer en confian-
za con sus amigos íntimos, que deseaban ser también sus discí-
pulos, no decía nada en su conversación que no fuera edificante.
No juraba jamás ni hablaba nunca con irreverencia de la majes-
tad divina; asistía a veces a las predicaciones y exhortaba a otros
a que fueran asiduos a los templos. No se preocupaba por el
vino ni la buena carne ni el dinero. Lo que daba a su hospedero,
un pintor de La Haya, era bien módico. No pensaba más que en
el estudio, al que dedicaba la mejor parte de la noche. Su vida
era la de un verdadero solitario. Es cierto que no rechazaba las
visitas que su prestigio le traía; y también que a veces visitaba a
personas importantes. Pero no para entretenerse con bagatelas o
para pasarlo bien, sino para comentar asuntos de Estado. Se los
conocía sin haberlos manejado y adivinaba bastante bien qué
rumbo tomarían los asuntos generales. Extracto todo esto de un
prefacio del Sr. Kortholt, el cual, en un viaje que hizo a Holanda,
se informó lo mejor que pudo sobre la vida de Spinoza». [Bayle
sintetiza y presenta, a su modo, en la segunda edición, K 3-7].
6. (i) Sacado de la «Memoire» comunicada al librero.
7. (k) He aquí el titulo de esta obra. [Bayle da el titulo completo en latín].
7. (K) «Al contrario, él creía ya las mismas cosas que aparecieron en
sus Obras postumas, a saber, que nuestra alma no es más que una
modificación de la sustancia de Dios. Se lo puede inferir con
toda certeza del prefacio del libro, si se conoce, además, el siste-
ma de Spinoza...» [Bayle pudiera haberse inspirado además en las
objeciones de Willen van Blijenbergh contra dicha obra: cfr. Ep.
18-24 y nuestra Introducción, núm. 19, IV, 49-54].
Biografías de Spinoza 243

7. (L) [Bayle recoge la opinión de Dartis, en Journal de Hambourg,


lunes, 26 de octubre de 1694, p. 133, sobre ese libro y el TTP]:
«el estilo y los principios de esas dos obras son tan uniformes
que basta confrontarlos para quedar plenamente convencido de
que son del mismo autor...» (núm. 8, 55/12-14).
8. (M) [Bayle menciona, además, las obras de Kuyper, Yvon, Huet,
Simón, Vassor, Van Til, Batelerius, Mansveld, Musaeus, Blijen-
bergh, etc.].
8. (N) [En esta larga nota teórica Bayle resume sus objeciones con-
tra el monismo de Spinoza y alude así a sus consecuencias mora-
les]: «según Spinoza, no hay otro agente ni otro paciente que
Dios, respecto a todo lo que se llama mal de pena y mal de cul-
pa, mal físico y mal moral» (núm. 8, 60).
9. (O) [Siguiendo con sus objeciones, Bayle dice que, por no com-
prender la creación ni poder conciliaria con la existencia del
mal, Spinoza identificó a Dios con la materia y afirmó su acción
necesaria, lo cual crea dificultades mayores]: «es justo rechazar el
sistema de los spinozistas, ya que no se desprende de ciertas difi-
cultades más que para enzarzarse en embrollos más inexplica-
bles» (núm. 8, 75).
9. (P) [Nueva lista de contradictores de Spinoza: Velthuysen, Au-
bert de Versé, Poiret, Wittich, Blijenbergh, Lamy, Jacquelot,
Jens, etc.].
9. (1) Ver Cartas 52 y 54 [a Boxel].
9. (Q) «- Cuando se sostiene que el creador no ha obrado libremen-
te, - es ridículo sostener que no hay demonios» (núm. 9, 82).
9. (R) [Bayle critica la doctrina de los cartesianos sobre los mila-
gros, porque se funda en una petición de principio: que Dios se
identifica con la naturaleza y que, por tanto, aunque es infinito,
no posee libertad de elección].
10. (S) «Quiero decir que él dio la orden de que, en caso de que la
proximidad de la muerte o los efectos de la enfermedad le hicie-
sen hablar contra su sistema, ninguna persona sospechosa fuera
testigo de ello -». [Bayle apoya esta aserción en sus Pensées diver-
ses sur la Comete (ed. 1683), donde daba una versión más amplia y
precisa]: «- sintiéndose próximo a su fin, mandó venir a su hos-
pedera y le rogó que impidiera que ningún ministro viniera a
verle en ese estado. La razón era, como se ha sabido por sus ami-
gos, que quería morir sin disputas y que temía caer en alguna de-
bilidad de los sentidos que le hiciese decir algo que pudiera ser
aducido contra sus principios. Es decir, que temía que se difun-
diera el rumor de que, a la vista de la muerte, al despertar su
conciencia, le había hecho desmentirse de su valentía y renun-
244 Atilano Domínguez

ciar a sus sentimientos. ¿Cabe vanidad más ridicula y exagerada


que ésta, y una pasión más insensata por la falsa idea que uno se
ha hecho de la constancia?». [Y termina aduciendo el testimonio
de K 7] (núm. 8, 85-86)...
10. (T) «- El único medio correcto de no temer nada es creer en la
mortalidad del alma [Pero Spinoza] está obligado a admitir la
inmortalidad del alma, puesto que se considera la modalidad de
un ser esencialmente pensante» (núm. 8, 87 y 88).
11. (U) [Bayle remite al prefacio de OP, n. 10 donde se explica por
qué éstas se imprimieron sin el nombre del autor].
11. (m) Por esto hay quienes creen que no hay que refutarle: véanse las
«Nouvelles de la Répub. des Lettres», junio de 1684, art. VI, págs. 388,
389. [Revista que publica Bayle entre 1684-7].
12. (n) Consultad sus Cartas: veréis que sus respuestas casi nunca tienen rela-
ción con el estado de la cuestión. [Bayle pudiera pensar en Blijenberh
y Boxel: ver nuestra Introducción, núm. 19, III, 41-43, 54-55].
12. (X) [Bayle prefiere el ateísmo pluralista, admitido desde los chi-
nos a Demócrito y Epicuro, al ateísmo monista de Spinoza].
13. (o) Ver nota (I). [Bayle remite, pues, a Kortholt].
13. (Y) [Se refiere a la obra de Jarig Jelles: Profesión de fe... En nuestra
traducción de la Correspondencia de Spinoza (núm. 19, III) hemos
recogido la dedicatoria y el final de esa obra (Ep 48A), así como
el texto de esta nota de Bayle (Ep 48B, 2.°)].
14. (Z) «He aquí la historieta: "He oído decir que Spinoza había
muerto del miedo que tenía de ser metido en la Bastilla. Había
venido a Francia atraído por dos personas distinguidas, que tenían
deseos de verle. El Sr. de Pompone fue avisado y, como es un mi-
nistro muy celoso de la religión, no estimó oportuno soportar a
Spinoza en Francia, donde podía provocar revuelo. Para impedirlo
mandó meterlo en la Bastilla. Spinoza, al enterarse, se salvó vestido
de franciscano, aunque yo no garantizo esta última circunstancia.
Lo que sí es cierto, es que muchas personas que lo vieron, me han
asegurado que era pequeño, moreno, con algo de negro en su fiso-
nomía y que llevaba en su rostro un carácter de reprobación". La
última parte de este relato puede pasar por muy cierta, ya que,
aparte de que Spinoza era oriundo de Portugal o de España, como
su mismo nombre lo da a entender, yo he oído decir a personas
que lo habían visto, lo mismo que afirma este pasaje de los Mena-
giana acerca de su tez. Pero la primera parte del cuento es una fal-
sedad lamentable, y por ella se puede juzgar cuántas mentiras se
cuentan en las asambleas que se congregan en la tertulia del se-
ñor Menage y que son numerosas en París y en otras ciudades»
(núm. 8, pp. 92-3). [Las Menagiana son las notas históricas y críticas
Biografías de Spinoza 245

dejadas por Gilíes Menage (1613-1692) y publicadas por sus ami-


gos a partir de 1693 y varias veces reeditadas: C 63].
14. (p) Vigneul Marville, «Mélanges», t. II, p. 320, ed. de Holanda. [Éste es el
seudónimo de Noel Argonne (1634-1704), autor de Mélanges d'his-
toire et de littératuré\.
14. (AA) [Bayle señala certeramente que, cuando Huet afirma, en el
prefacio de su Demonstratio evangélica, que habló con un judío en
Amsterdam, no se refiere a Spinoza, sino a Menasseh ben Israel].
15. (q) Con esta palabra se indican los defectos que no proceden de que Spino-
za es contrario a las máximas generalmente admitidas por los otros filóso-
fos como verdaderas.
15. (r) Véase el «Anti-Spinoza» de Wittich o sus extractos recogidos en «Jour-
nal de Leipzic», 1690, p. 346 y en «Bibliothéque Universelle», t. XXIII,
pp. 323 ss.
15. (BB) [Bayle alude a: N. N. Philalethes: Demostración de la debilidad
del argumento de Spinoza relativo a la sustancia única absolutamente infi-
nita, Amsterdam, Bernard Vischer, 1701].
16. (CC) [Bayle completa lo dicho en las notas N y O].
16. (DD) [La extensa nota, en torno a los conceptos de sustancia y mo-
dificación y de extensión, expresa en forma de dilema que o él no
entiende a Spinoza o éste se expresó de forma equívoca]: «yo creo
poder afirmar que, si no he entendido la proposición que me pro-
puse refutar, no es culpa mía» (núm. 8, p. 100).
16. (a) La nota (DD).
16. (EE) [Bayle insiste en que la extensión es compuesta].
17. (b) Se me ha citado, entre otros, a Huygens, Leibniz, Newton, Bernoui-
lli, Fatio.
18. (c) Se halla en el «Mercure galant» del mes de septiembre de 1702 y
ha sido escrita por un oficial del ejército del Elector de Baviera. Este
oficial advierte que publicará de inmediato la «Histoire Métallique des
Empereurs Ottomans, depuis la fondation de cet Empire», una obra en
la que trabaja desde hace veinticinco años, y que la imprimirá en Gine-
bra. Dice también que está haciendo una traducción de Quinto Curcio
al turco, que le han encargado de Andrinópolis. [Que Spinoza vivió
en Voorburg, y no en Ulm, de 1663-9, mientras redactó el TTP
consta por su Correspondencia', núm. 19, 31].

3.° Kortholt (1700) *

* Noticia general en: Introducción, 2, c.


1. K es el único que habla de este retrato de Spinoza.
246 Atilano Domínguez

2. Para la alusión al padre: C 2 y 28; L 2. Para Kerckrinck: C 5.


3. Sobre la célebre cama familiar ver índice analítico. Si Spinoza no
salió nunca de Holanda: B 18, c; C 63. Chr. Nicol. Greiffencranz
ocupó después cargos diplomáticos en Viena y en Zweibrücken
y mantuvo, como Ch. Kortholt, correspondencia con Leibniz.
Alusión a Séneca: Ep. 55.
4. Sobre la relación de Spinoza con personajes políticos: Introduc-
ción a TP, núm. 19, II, 9-15, y Ep. 35. Ideas sobre la predicción
del futuro: Ep. 17.
5. La actitud de Spinoza ante las prácticas religiosas la conocemos,
aparte de sus escritos, por los testimonios de sus hospederos (C
25) y del teólogo arminiano Philip van Limborch (23-1-1682):
«memini me ante sexennium ad convivium vocatum, cui praeter
meam expectationem author hic intererat, inter precandum signa
animi irreligiose ostendebat, adhibitis gestibus, quibus nos, qui
Deum precabamur, stultitiae arguere videbantur» (núm. 29, 211/
39). La misma idea recogida por Stolle: ib. 221/17-24.
6. Quizá no sea «inexacta» (núm. 29, 246/27) la alusión de K a ofer-
tas docentes, en plural (muñera), si a la de Heidelberg se añade la
de F. van den Enden (C 4, 4n; L 9).
7. K completa la noticia de OP (J 4), precisando que Spinoza vivió
con van der Spyck desde 1671 (C 21 y 23) y que su enfermedad
se agravó después de noviembre de 1676. El médico aludido pa-
rece ser L. Meyer (C 64).
8. Bontekoe era un conocido médico de Amsterdam, en relación
con H. Overcamp (núm. 64, 108n). La cifra de libros es muy baja
(C 74n; N 49-52). Para la historia del Arco iris ver nuestra traduc-
ción del hipotético texto en: núm. 19, V, 193-204 (texto), 262-6
(bibliografía y polémica reciente).
9. Reproches similares a Spinoza: N 35. Envío de manuscritos a
Rieuwertsz: C 45; N 45, etc.
10. Cita evangélica: Mt 13, 7. La noticia sobre la traducción de la Bi-
blia ha sido completada (Pentateuco) y corregida (no al latín, sino
al holandés) en C 51.
11. Bayle (núm. 8, 160) confirma su relación con S. Kortholt]: «el se-
ñor Kortholt me ha enviado el prefacio que puso delante de la
segunda edición del libro de su padre, De tribus impostoribus. Me
ha servido en las adiciones al artículo de Spinoza. No he visto el
libro mismo ni el uJournal de Leipzig que lo menciona». El teólo-
go y filósofo inglés Thomas Burnet (ca. 1635-1715) es conocido
por su oposición a Locke.
Biografías de Spinoza 247

4.° Colerus (1705) *

* Noticia general en Introducción, 2, d.


1. El filósofo no cambió nunca el nombre; pero sí creemos que ha
cambiado el apellido, como parecen demostrarlo su sello y sus
firmas (núms. 18 y 19, III, 24-28 y 60-62). El error de la fecha de
nacimiento de Baruch (diciembre de 1633 en vez de 24 de no-
viembre de 1632) es tanto más extraño cuanto que está corregi-
do con toda precisión en C 75, aunque sólo de forma implícita y,
además, sigue sin confirmar documentalmente.
2. La casa familiar de Amsterdam es localizada por los distintos do-
cumentos en Burgwal, Houtgracht y Vlooienburg (de «vio» =
«pulga») por deformación de Vloienburg (de vloeien * «fluir»).
Vaz Dias (núm. 67, 172-5) ha demostrado que los tres nombres
coinciden, ya que el último (para ciertos biógrafos primera vi-
vienda y más pobre) no era sino el barrio en el que se encontra-
ba el grupo de casas designado por los dos primeros, donde hoy
se hallan el Palacio de la Música y el Ayuntamiento. Sobre el lu-
gar exacto de la casa: N 80a.
3. Texto del poder en: N 60; cfr. N 44 y C 71.
4. La expresión «se entregó a» responde a la holandesa «besteed
wierde ter», que significa más bien «dedicarse plenamente» e in-
cluso «emplearse» o «colocarse» a sueldo (ver L 9/fin). No cabe
descartar que Bento recibiera clases particulares de latín pagadas
por su familia, ya que, aparte de la enseñanza oficial (N 18), exis-
tía entre los judíos de Amsterdam la privada. Sebastian Bass (Sif-
se Jeschamin, Amsterdam, 1680, p. 8) lo confirma: «para el tiempo
que los niños están en casa, tiene cada padre un profesor que les
enseñe a escribir el idioma extranjero y el sagrado» (núm. 29,
210; núm. 2, 84). Pero sorprende que se acudiera a un simple es-
tudiante y extranjero. En cuanto al ateísmo de F. van den En-
den, Willem Goeree dirá hacia 1665: «no nos ha sido difícil adi-
vinar más tarde que también Spinoza ingurgitó de su maestro
bien pocos buenos principios. Éste difundía con gran libertad a
todos los vientos sus ideas irreligiosas y alardeaba de haberse de-
sembarazado de la fábula de la fe» (núm. 49, p. 192). Sobre sus
ideas políticas: Fr. van den Enden, Vrije politijke stellingen, ed.
Wim Klever, Amsterdam, Wereldbibliotheek (1992) 249 pp.
5. Este relato, que muchos han calificado de novela, fue aprobado
por Meinsma (núm. 49, 190-1, 388-90), porque ambos amigos
coincidieron en la escuela (1657-9) cuando Clara María (no era
hija única, pues tenía otra hermana llamada Margarita) ya no era
una niña (1643-1710). En relación con el regalo, señalemos que
248 Atilano Domínguez

documentos recientes confirman que, pocos meses antes (sept.


1670) de casarse con la hija de F. van den Enden (27-2-1671) y
de partir éste para Francia (N 74; núm. 49, 388-90, 459-61),
Kerckrinck apoyó económicamente al futuro suegro aceptando
un pagaré de dudoso cobro e hizo, además, un extraño testamen-
to o apuesta con un amigo por el que cabe adivinar que pensaba
casarse pronto (no morir soltero antes que su amigo) (núm. 67,
176-7).
6. Bayle ha podido expresar su opinión tanto sobre la traducción
holandesa (24-2-1698, núm. 8, 159) de su artículo por F. Halma
(Utrecht, 1698) como sobre las críticas que le dirigió Colerus
(abril, 1706: ib., 163-166). En síntesis, acepta las relativas a: a) que
la familia Spinoza no era pobre y b) que el atentado no tuvo lu-
gar al salir del teatro, porque su única fuente habría sido la Mé-
moire, pero c) para la Apologia se remite de nuevo a S. van Til, y
d) para el libro de De jure ecclesiasticorum al «Journal de Ham-
bourg»; e) en cuanto a si Spinoza se entrevistó con Condé, admi-
te la opinión negativa de Colerus, que coincidiría con la de su 1.a
edición, y se retracta de la expresada en la 2.a, de la que respon-
sabiliza a Halma.
7. Quizá Colerus (C 4 y 7) mezcle dos períodos de aprendizaje del
latín. Sus «ciencias naturales» (natuurkunde) parecen coincidir
con las «ciencias humanas» (sciences humaines) de Lucas (L 11), es
decir, no teológicas o sobrenaturales (C 8; L 28-29).
8. Sobre la asistencia de Baruch a la sinagoga: N 23/nota. A la ayu-
da económica, real o hipotética, de los judíos, silenciada por Lu-
cas (L 8: «subsistencia»), alude Fray Tomás Solano en 1659:
«aunque sentían (él y Prado) las faltas de las limosnas que les da-
ban en la sinagoga» (N 25).
9. No parece que el lugar de la agresión (no la única por esos años:
N 19) determine su fecha ni su significado, ya que en ambas ver-
siones es atribuida a los judíos antes de la excomunión y va aso-
ciada al abandono de la ciudad (B 3-4, C 9-10).
10. Musaeus, en la obra después aludida (C 56-7) describe a Spinoza,
autor del TTP, como «judío de nación, pero excomulgado (apos-
ynagoogos) por sus monstruosas opiniones» (Freud. 199/14).
11. Una selección (caps. 6-7) del Hilcoth (parte 1.a del libro I de la
Mishneh Tora o Repetición de la Ley) puede leerse en Belinfante
(núm. 10), pp. 73-4. Según Freudenthal (núm. 29, 251-2), Selde-
nus había traducido el Colbo, ritual judío del siglo xiv (ed. Lem-
berg), añadiéndole datos de otras fuentes, y Colerus la habría
desfigurado con erratas de imprenta y de interpretación. Subraya
los dos siguientes: a) que no existía la tercera clase de excomu-
Biografías de Spinoza 249

nión (C 14); b) que la terrorífica fórmula aquí transcrita (C 17) no


era la habitual entre los judíos. Estudios actuales: H. Méchoulan,
«Le herem á Amsterdam et Pexcommunication de Spinoza», Ca-
hiers Spinoza } (1979-80), 117-134; Y. Kaplan, «The social signifi-
cance of the herem in the portuguese community of Amsterdam
in the 17th. century», en Proceed. Sympos. Dutch Jeto. Hist., Jerusa-
lén (1984), 111-155.
12. Ediciones: de Hofmann en Basil., 1677, 2 v.; de Goeree en Ams-
terdam, 1690, 2 v.
14. Colerus dice «iglesia» en vez de «sinagoga».
18. Alusión a la Apología tomada de Bayle: B 3.
19. Alusión a C 74; cfr. N 41/3 y 53.
20. El retrato del célebre caudillo, Tomás Aniello (1623-47), que lle-
gó a hacer pactar a los españoles, fue publicado en Theatrum
principum (1647).
21. Cabe pensar, como sugiere Freudenthal (núm. 29, 253/56), que
otros biógrafos no mencionen Ouderkerk (así tanscribe Meins-
ma, núm. 49, 123 el «Ouverkerk» del alemán Colerus) porque
era un pequeño barrio de Amsterdam (idéntico quizá a la «Oude
Kerk» o «Iglesia Antigua» mencionada en un documento de 1664
sobre la peste de Amsterdam: núm. 69, 91). Algunos creen que
Spinoza vivió en el «Tulpenburg», casa de campo de Kirk Tulp,
casado con una hermana de Albert Burg (núm. 21, 57-60; núm.
67, 65-67), que parece haber sido amigo del filósofo (núm. 19,
III, Ep 67 y 76).
22. El craso error de Colerus sobre la estancia de Spinoza en Rijns-
burg, por nadie explicado, parece fundarse en que interpretó
mal («allí pasó el invierno», sólo ése) una fras$ ambigua («elapsa
hieme Rhenoburgi», e. d., «pasado el invierno»: núm. 19, 158/
12ln) de la primera carta de OP fechada en Voorburg, que es la
por él citada (Ep 30 — Ep 17, 20-7-1664), sin haber consultado
Ep 8, de 24-2-1663. Hemos corregido con Meinsma (núm. 49, p.
377) «van Velen» por «Willem van de Werve» y «Verkaai» por
«Stille Verkaade».
23. En éste y en otros pasajes hemos traducido «stuiver» por «cinco
céntimos» y «penning» por «céntimo».
24. Para el vestido y la fisonomía: B 14/Z; L 23, 36; N 74.
25. Para el temperamento de Spinoza (C 64, 66; L 22, 29) hay que
analizar los textos largos y espontáneos (E, I, apéndice; III, 2,
esc.; 41, esc.; TTP, pref., caps. 3 y 7, 19 y 20) y, sobre todo, las
cartas. Ver nuestros apuntes en Introducción a núm. 19, III, 36-
43). Para su actitud ante las prácticas religiosas: K 5n.
26. Colerus apunta un doble interés de Spinoza por los animales: de
250 Atilano Domínguez

pasatiempo y de observación científica: cfr. E, III, 57, esc./fin;


IV, 35, esc./fin; 37, esc. 1/fin; 68, esc.
27. Por dos claras erratas, señaladas por Freudenthal (núm. 29, 258/
99), Colerus atribuye a S. de Vries una carta que le dirige Spinoza
y da como fecha de la carta 1678 y no 1677 (C 67 y N 63). Por lo
demás, el acuerdo con Lucas (L 24) acerca de esta pensión de S.
de Vries (1663-67) es excesivo (núm. 49, 7; núm. 29, 240).
28. La expresión «hermanos» no es incorrecta referida a 1654 (C 71;
N3d,21,27).
29. Texto de Stouppe en N 36; réplica de J. Brun [Braunius, dice
Colerus] en N 38.
30. Adviértase que Colerus remite a B 5 y éste a N 38. El acuerdo
con L 22 es sorprendente, pese a ciertas diferencias de detalle:
carta de Condé, acogida por el duque de Luxemburgo, estancia
de algunas semanas, no alusión explícita (ver L 32n) al regreso.
31. Cartas aludidas en número 19, III, Ep. 47-48. La noticia, que
procede de J 7, es recogida sólo de paso en L 18n.
32. La clasificación de las obras parece inspirarse en J 8-9, y a ella
responde la de L 41-42. Sobre la Apología: B 3/d y N 79.
33. Colerus sigue a J 8 al dar como fecha de PPC la de la traducción
holandesa hecha por P. Balling, mientras que L 41a da la del tex-
to latino.
34-35. Véase B 7/L y L 42a. El texto ha sido reeditado y traducido
al francés: Du droit des eclésiastiques, Université de Caen (1991)
XLI (introd.), 14+160 (numeración doble).
36. Véase L 42b. Traducción francesa de la obra: La philosophie in-
terprete de lEcriture sainte, ed. J. Lagrée y P-F Moreau, París, In-
tertextes, 1988.
37. La carta aludida es Ep 69. Ven L 19, N 77. Para la génesis y
recepción del TTP: núm. 19, I, 14-27 y 35/nota 56; sobre las
notas: G. Totaro: «Un manoscrito inédito delle 'adnotationes'
al TTP», Studia Spinozana 5 (1989), 205-224.
38. Edición reciente de Philopater: Duijkerius (Johannes), Het
leven van Philopater. Vervolg van 't leven van Philopater. Een
spinozistische sleutelroman uit 1691-1692, ed. y notas de Gér. Ma-
réchal, Amsterdam, Rodopi (1991), 215 pp. Sobre la vida y la
obra del célebre traductor (también aludido en L 43): Glaze-
maker (1619-1682). Catalogus..., Biblioteca de la Univ. de Ams-
terdam (1982), 86 pp.; Akkerman (núm. 1), 101-113, 125-45.
39. Obra citada: Infelix literatus (sic), Augsburgo, Th. Goedel, 1680;
ver Freudenthal, núm. 30, 341/224.
40. Cita: TTP, 14, 173/23-34. Colerus parece apoyarse en Blijen-
bergh (Ep 19, 118-20 y Ep. 21, 132-3) para rebatir a J 27-68.
Biografías de Spinoza 251

En todo caso, toca aquí un punto central del TTP (núm. 19,
IV, nota 299, pp. 308-9), alabado, en cambio, en L 29/fin.
41. 'La obra, aludida con desprecio por Spinoza (Ep 50, 240/16-
241/9), estaba en su biblioteca: N 50 (65).
42. Noticia sobre Blijenbergh en núm. 19, IV, Ep 18-24. Cita en
Ep 18, 85/16-7. Su obra en la biblioteca de Spinoza: N 50 (45).
43. Critica inspirada en: B 15-16 con sus notas N y O.
44. Cfr.J 11, 60, 61, 74, 75; L 41c.
45. Los «libros», en oposición a «cartas», no pueden ser sino los
manuscritos de las obras inéditas de Spinoza. Sobre la actua-
ción de Rieuwertsz tras la muerte del filósofo: N 45 y 56.
46. Crítica de J 14, donde se cita también Ep 73.
47. Acusación de reducir Dios a la materia: Ep 73, 307/13.
48. Crítica tomada de B 8/N, cuyo punto central es el concepto
de libertad. Alusiones a: Christophorus Wittich, Anti-Spinoza
sive examen ethices B. D. S., Amsterdam, 1690; Burman, ed. 1704
(núm. 49, p. 519; núm. 66, pp. 443-6).
49. Cita: E, II, def 1; ver prop. 10 y cor, etc. y J 26n.
50. Citas: Ep 73, 309; Ep 75, 310 y Ep 77, 325.
51. Sobre el Arco iris: K 8n; sobre el Pentateuco: K lOn.
52. Véase Spizelius: C 39n; Mansíeldt: C 41n. Kuyper (Cuperus):
Arcana atbeismi reveíala, philosphice et paradoxe refútala, examine
Tr. theol-politici, Rotterdam, I. Naeranus, 1676.
53. Sobre Bredenburg: L. Bunge (núm. 12). Hace un estudio de las
distintas obras del autor dentro del contexto colegiante y de sus
disputas con los socinianos y sus contradictores.
54. Sobre Velthuysen: Ep 42 y 43 (datos biográficos en núm. 19);
Wim Klever Verba et sententiae Spinozae or L. van V. (1622-1685)
on B. de Spinoza, Amsterdam, APA (1991), 92 pp. Spinoza tenía en
su biblioteca dos libros suyos (N 52 120), (147), mas no el aquí
citado: ed. Utrecht, 1676, en Opera, II, 1363ss.
56. Esta obra, ya aludida (C 10) y editada en Jena, no consta, sin em-
bargo, en el inventario de Spinoza.
57. No poseemos más datos de los dos libros de Securus; el de Joa-
chim Feller apareció en 1679.
58. El discurso de Rappolt (1 de junio de 1670) es el segundo docu-
mento conocido contra el TTP (núm. 30, 223), después del de J.
Thomasius (N 32) no citado aquí. La obra de Durrius (Dürr) es
Oratio depraepostera libertatephilosophandi, Leipzig, 1672.
59. Colerus toma aquí sus datos, a veces con erratas, de B 8/M
(núm. 8, 55-57). Pueden completarse o corregirse así: el libro de
Versé es de 1684, el de Yvon de 1681 y el de Huet, Quaestiones
alnetanae de concordia rationis et fidei, de 1690. Según Bayle, Louis
252 Atilano Domínguez

Moreri (Dictionaire historique, Amsterdam, 1698) cita efectivamen-


te la Demonstrado evangélica de Huet (escrita a petición de Bos-
suet, difundida en 1678 y publicada en 1679, de la que Spinoza
tenía noticia por Oldenburg desde mayo de 1676: Ep. 80 y nota
436, Ep 83) y da los nombres de Richard Simón (aludiendo a
Lettre touchant Vinspiration des Livres Sacrés, Rotterdam, 1686: núm.
8, 145) y de «La Motte» (aludiendo quizá a Fénelon, Fr. de Salig-
nac de La Motte Fénelon: Kéfutation des erreurs de Benoit de Spino-
za, 1696). Añadamos que la 2.a edición de Poiret es de Amster-
dam, 1685.
60. cfr. C 38 y 48.
61. Sobre las relaciones de Deurhoff (1650-1717) con Spinoza: (núm.
66), 212-223; (núm. 20), IV, 36-7; y núm. 19, V, 12/8 y 29. La «in-
troduction» aludida pudiera ser Toegang tot de boogste wetenscbap,
handelende van de tverken der genade (Amsterdam, 1699). La obra
antispinozista de I. Jacquelot es: Dissertations sur iexistence de
Dieu, ou ion démontre cette vérité par Vhistoire universelle de la pre-
miére antiquité du monde\ par la réfutation du systéme d*Epicure et de
Spinoza, etc., La Haya, 1697 (cfr. núm. 8, 77 y 155-6). Halma in-
cluye extractos de ésta.
62. La edición de Leenhoff (1647-1712), pastor reformado, excomul-
gado en 1708 por admitir un determinismo universal, es de Ams-
terdam, 1704 (núm. 29, 257/93).
63. Este relato (B 14/Z), al que se añade aquí un dato importante
(Spinoza sí fue invitado), parece tener relación con el viaje del fi-
lósofo a Utrecht y el traslado de F. van den Enden a Francia.
64. De acuerdo con C 75 y N 41, 43, 46, el sábado no fue 22, sino
20, ya que el 21 fue domingo. El doctor L. M. es sin duda Lodo-
wijk Meyer, ya que es el único médico (Bontekoe, Prado, Reyno-
so, Slingerlant) que recibe en estos documentos esa denomina-
ción, de «médico de Amsterdam», mientras que Schuller no es
mencionado siquiera en las biografías y nunca es calificado de
médico. Como supone Monnikhoff (núm. 29, 108/40), las mone-
das y el cuchillo llevados por Meyer fueron un obsequio del pro-
pio Spinoza. Pero ver también C 45 (dinero) y, sobre todo, N 41
(presencia de Schuller aquel mismo día).
65. Como se ve, (1) y (5) son las dos versiones del mismo hecho re-
cogidas de B 10/S.
66. Hemos numerado el texto en paralelismo al 64 del autor. El 3)
está acorde con Schuller: N 40. Para 4) ver C 68/2.
67. Hemos escrito, como en C 27n, 1677 en vez de 1678. A pesar
del firme respaldo de los Vries de Schiedam (ver núm. 19, Ep 19,
21, 23), el saldo total de cuentas con Spyck (y de éste con otros:
Biografías de Spinoza 253

C 74n) tardó en efectuarse debido, al menos en parte, a la recla-


mación de la familia del difunto: C 71-73; N 44, 60-61 y 63.
68. Siguiendo a Freudenthal (núm. 29, 258/99) hemos escrito 3,3 en
vez de 3 para ajustar la suma pagada al carpintero. Y en la del
boticario hemos supuesto (núm. 29, 258/101) que el importe de
la factura (por errata dice 24,60) coincide con el del cobro
(14,60) y que, además, hubo un descuento de 1,50 sobre el pre-
cio efectivo (16,10).
69. A juzgar por su comentario al final de este párrafo, un entierro
solemne y concurrido, de seis carrozas y 50 litros de vino, debió
parecer un despropósito a Colerus.
70. Se debe tratar del 2.° inventario (N 46, 56: 2 de marzo), ya que el
1.° (N 41: 21 febrero) se había hecho antes del entierro (25 febre-
ro: C 68 y N 42).
71. En relación a: N 44 y 60.
72. En relación a: N 61 y 63b; pero en estos documentos no entra la
cuenta del procurador citada por Colerus.
73. Como apunta Freudenthal (núm. 29, 258/103, 14), Stralen parece
haber sido el pregonero (N 63/a) y P. de Graaf el subastador, ya
que éste es quien cobró (N 63/b).
74. a) Colerus, de acuerdo con K 8, habla de «unos pequeños libros»,
quizá porque no conocía todo el contenido del 2.° inventario en
el que se detallan los libros (unos 159, y 25 de ellos in folio y 55
in 4.°) o porque los amigos de Spinoza habían recogido los
más valiosos antes de la subasta pública (N 64). Es evidente, sin
embargo, que Colerus tuvo a la vista el resultado de la subasta (N
63). b) Por otra parte, según sus datos, Spyck aún efectuó después
los siguientes pagos: 14,60 al boticario (C 68), 17,40 al notario (C
70) y 33,80 al procurador (C 72); y quizá 3,90 del tendero y 2,75
del hojalatero (C 69), ascendiendo el total a 72,45. Si se añaden
unos 250,72 florines de pensión que el filósofo le había dejado
sin liquidar (N 61), sobrarían unos 67 florines. Todo induce,
pues, a pensar que sus amigos costearon la doble edición, latina y
holandesa, de las Obras postumas con sus aportaciones personales
(Rieuwertsz, Jelles, Vries...) y que quizá alguno de ellos (Rieu-
wertsz) se compensó con algunos libros de su biblioteca.
75. Sobre la edad de Spinoza ver lo dicho en: C ln y L 35n.

5.° Lucas (1719)*

* Noticia general en Introducción, 2, e. Recordemos que designamos


con H el texto de La vie et l'esprit (ed. Le Vier), que nos sirve de base, y
254 Atilano Domínguez

con N el de La vie (ed. Nouvelles Littéraires). Señalamos con * las


notas del autor, con letras (a) las variantes entre H y N, y con [ ] nues-
tras observaciones cuando es necesario.
[a] a) Texto de [a] sólo en H. Compárense los versos con el epitafio de
N 42/nota.
[b] a) Pré/ace du copiste... H ...La vie de Spinosa. Pré/ace. [Nota] Este fragmen-
to me ha sido enviado con el prefacio; lo doy tal como lo he recibido N.
1. a) decrire H ... d'écrire N; b) pour étre hereux - om N; c — n'y (no)
om N.
1. En este número se apuntan las dos ideas recogidas en el prefacio
del copista [b] y en la advertencia del editor [a]: amigo que tiene
que ocultarse para exponer la verdad, opresión de las nuevas lu-
ces por mantener la tradición. ¿Son personajes distintos del pro-
pio biógrafo?
2. a) de nation om N; b) ses H ... Les N; c) les plus ad N.
2. Para la familia: B 2/nota. Para la educación y/o el comercio: N
18 y 19-22. Para el alejamiento del judaismo: N 25-26, etc.
3. Acerca del problemático Morteira ver: Introducción, 2, e y 3.
4. a) Jacob - H ... Jacob vit dans une échelle en dormant les Anges monter
et descendere N. [Lucas traslada a este diálogo novelesco ideas tí-
picas de Spinoza, que se remontan a 1659 (N 25-26) y probable-
mente a antes de la excomunión: N 24 y 79; cfr. TTP 1-2; Ep. 52,
54, 56 a H Boxel].
5. Lucas supone que Spinoza estudió para rabino (ver L 2), aunque
los biógrafos actuales, después de Vaz Dias (n.° 67), suelen negar-
lo: ver Introduction, pp. 30/28n, 33-34/33n.
6. Lucas recoge aquí las ideas de Spinoza sobre la historia político-
religiosa del pueblo judío: TTP, 3-5, 17-18.
7. a) par ses Libertins ad N; b) encore (todavía) ad N. [El tono del re-
lato, tanto del discípulo rebelde («muecas», «enseñarle a exco-
mulgar») como del maestro defraudado («corrió», «vomitó», «ra-
yo»), es más propio de un teatro que de un juicio].
8. * Aludía a lo que se dice en Ex. 12, 35-36, de que los hebreos
llevaron a los egipcios las naves de oro y de (a) dinero y los vesti-
dos que les habían pedido por orden de Dios (b).
8n. a) les vaisseaux d'or et d- om N; b) de Dieu H ... de Moisés N. [Esta
actitud, y el contenido de todo el relato, no sólo es creíble, sino
que está en consonancia con la autobiografía intelectual trazada
retrospectivamente en IE, nn. 1-11].
9. a) combien - nécessaires H ... de quelle importance il étoit d'en trouver
les moyens N. [La inclusión del alemán y del italiano quizá se fun-
de en su afinidad con el holandés y con el portugués y el espa-
ñol. Para el prinero: C 4n],
Biografías de Spinoza 255

10. * Se hallará en el tratado de Seldenus De jure naturae et gentium el


formulario de la excomunión ordinaria, que emplean los judíos
para separar de su cuerpo a los infractores de su Ley (b).
10. ** Esta palabra en hebreo significa «separación».
10. *** O un cornetín, llamado en hebreo shophar.
10. a) et d'une rage sacrée - om N; b) N omite esta nota. [Pese a que la
nota de H remite a Seldenus, el texto (y no la nota) parece más
bien una réplica a Colerus (¿o al revés?), que se inspira en la mis-
ma fuente (C 11, 16): voluntad de resumir el largo relato de éste,
alusión al acto (C 13) y, sobre todo, la negación de que Spinoza
fuera excomulgado por blasfemo (N 15 y 18)].
11. a) jamais H ... que rarament N. [El «asilo» es sin duda la casa de F.
van den Enden (L 9); todo el contexto recuerda, de nuevo, a Co-
lerus: C 4].
12. a) Voici - om N; b) les H ... le N.
13. No cabe desechar de plano que, dadas sus buenas relaciones
(núm. 47, 22-8, 48-9, 73-4, 86-8; ver discurso de Menasseh en
núm. 2, 486-7), las autoridades judías llegaran incluso a presionar
a las holandesas para alejar al proscrito de la ciudad, ya que esto
iba anejo a la excomunión mayor: ver Introducción, 2, e y nota 28.
14. * Pueblo a una legua de Leiden (c).
14. a) la ville qui lui avait donné la naissance H ... sa patrie N; b) la gran-
deurde - ad N; c) N omite esta nota.
16. * Esta obra se titula Renati Descartes Principiorum philosophiae pars
I, II, more geométrico demonstratae, per Benedictum de Spinoza, etc.,
apudjohan. Rieuwertsz, 1663.
16. ** Este amigo es Sr. Luis Meyer, médico de Amsterdam (d).
16. a) 1664 N; b) pour le justifier - H ... étant accusé d'athéisme N; c)
usant (emplearon) - om. N; d) que les cartésiens om. N; e) esta nota
falta en N.
16. Los discípulos de S. Agustín son los jansenistas. Sobre las motiva-
ciones y redacción del PPC, descrita con más veracidad por Lucas
(nn. 15-17) que por Meyer en su prólogo, ver núm. 9, IV, 34-35.
17. * Aldea a una legua de La Haya(a).
17n. a) N omite esta nota. [Aunque artificiosa en la forma, esta ver-
sión viene a ser complementaria de la de Colerus (C 22): aleján-
dose de Amsterdam, Spinoza se acercaba a La Haya, es decir, al
lugar de residencia o confluencia de sus mejores amigos].
18. * Se titula: B. D. S. Operaposthuma 1677, 4o
18. ** Carlos Luis, Elector Palatino, ordenó que se le ofreciera una
cátedra de profesor de Filosofía en Heidelberg con muy amplia
libertad de filosofar. Pero él lo agradeció muy cortésmente a Su
Alteza E. (b).
256 Atilano Domínguez

18. a) toutes nos délices H ... tant de bruit N; b) nota omitida en N. [La
alusión a la libertad de filosofar coincide literalmente con C 31].
19. *Se titula Tractatus tbeologico-politicus, etc., Hamburgi, 1670, 4.°
Este libro ha sido traducido al francés y publicado con tres dife-
rentes títulos: 1.° Con el de Réflexions curieuses d'un esprit désinté-
ressé sur les matiéres les plus importantes au salut, tant public que parti-
culier. 2° Con el de Clef du Sanctuaire. 3.° Y, en fin, con el de
Traite des cérémonies superstitieuses des juifs, tant anciens que moder-
nes, Amsterdam, 1678, 12.°
Estos tres títulos no prueban que se haya hecho tres ediciones
del libro, pues, en realidad, nunca ha habido más que una. Pero
el librero hizo imprimir sucesivamente esos tres distintos títulos
para engañar a los inquisidores. Unos lo atribuyen al señor de
Saint-Glain, autor de la Gazette d'Amsterdam. Otros pretenden
que es del señor Lucas, que se ha hecho célebre por las Quintes-
sences, llenas siempre de nuevas invectivas contra Luis XIV. Lo
que en todo esto hay de cierto, es que este último era discípulo
y amigo de Spinoza y que él es el autor de esta Vida y de la obra
que le sigue (a).
19n. a) [N da esta versión de la nota precedente]. El título latino es
Tractatus Theologico-Politicus. Esta obra ha sido traducida al fran-
cés por el señor de S. Glain, de Angers, capitán al servicio de los
Estados y que trabajó después en la Gazette de Rotterdam [Ams-
terdam]. Había sido calvinista, pero tan pronto conoció a Spino-
za, se hizo uno de sus discípulos y de sus más grandes admirado-
res. Tituló su traducción La clef du Sanctuaire. Pero, como este
título provocó gran alboroto, sobre todo en los países católicos,
con el fin de facilitar la venta se creyó oportuno cambiarlo en la
segunda edición por el de Traite des cérémonies superstitieuses des
juifs tant anciens que modernes; y por la misma razón, cuando se hi-
zo una tercera edición, se lo tituló Réflexions curieuses d'un esprit
désintéresé. [El editor de Bayle (Oeuvres diverses, IV, 1731), Des
Maizeaux, atribuye esta noticia (p. 570) y la de la entrevista de
Spinoza con Condé (p. 872) (ver C 6n/e) a su amigo Morelli (o
Moralez) (+1715), un librepensador judío que habría conocido a
Saint-Glain y a Spinoza en Utrecht en 1673: núm. 8, 152 y 165-6;
núm. 29, 34-5, 249n].
19. ** Estas aclaraciones han sido traducidas al francés y se encuen-
tran al final de la Clef du Sanctuaire. No existen en ninguna edi-
ción latina del libro, de la que hay dos ediciones, una en 4.°,
como hemos indicado en la nota precedente, y otra en 8.°, a la
que se ha adjuntado Philosophiae S. Scripturae interpres, de la que
se pretende que el señor Luis Meyer es el autor. Estos dos trata-
Biografías de Spinoza 257

dos aparecen bajo este título: Danielis Hensii (sic) Operum Histori-
corum Collectio, pars 1 et 2, Lugd. Bat., 1673 (b).
19n. b) [N da esta versión de la nota anterior]. El autor ha hecho
ciertas observaciones sobre este libro, que se hallan al final de la
traducción del mismo.
20. Es seguro que Spinoza no pudo enseñar matemáticas a su amigo
y protector, Jan de Witt (1626-1672), ya que, además de político
inteligente y liberal, tenía fama de excelente matemático desde
joven por su obra Elementa curvarum linearum (Leiden, 1650),
hasta el punto de que ya en 1659 el propio Christian Huygens le
califica de «muy experto en geometría y en álgebra» (Oeuvres, II,
411). Para los negocios dejados por su padre: N 19, 21-22.
21. Idea tomada de: J 10.
22. a) Aunque ese género de vida era totalmente opuesto a sus máximas y
a sus gustos; se adaptó a él con tanta complacencia como los propios cor-
tesanos ad. N.
23. a) impureté et ad N. [Sobre la forma de vestir: C 24/nota; KV, II,
12, 3. En cuanto a la deuda, Spinoza no adoptó esa actitud en el
único caso análogo conocido (1655): N 19. En fechas posteriores
su economía no hace creíble tal deuda].
24. * El señor Simón de Vries.
24 ** No gastaba seis sueldos por día, haciendo la media, y no be-
bía más que una pinta de vino al mes. [Parece depender de C
23],
24. a) N omite el texto completo de § 24. [El texto de H coincide en
todo con C 27; la omisión del nombre de S. de Vries casi hace
más sospechoso el plagio].
25. Sobre la idea final del texto: E, IV, 57, esc., 108/21.
26. * El señor de Witt, Pensionario de Holanda.
26. a) Pére commun H ... son Bienfaiteur N; b) D'un cóté - om N. [Este
hecho está confirmado por Leibniz: N 39/c].
27. a) et om N; b) de l'homme - par l'ui-méme H ... des hommes - par eux-
mémes N. [El final del texto puede inspirarse en TTP, 16, 190/
16-8].
28. Sobre la superstición: TTP, prefacio; E, I, apéndice.
29. Sobre la adaptación: C 40/nota. Las ideas éticas se inspiran en: J
20-26; E IV, 45, esc.; V, 36 esc. y 38.
30. * Véanse las notas de Erasmo a este pasaje.
30. ** Teofrasto.
30. En este párrafo (que él califica de «digresión») Lucas resume cla-
ramente J 27-28: transición («esto es lo principal»), idea central
(«religión racional»), cita de Rm 12, 1 y de Orígenes, errata de
Teofrasto por Teofilacto...
258 Atilano Domínguez

32. La sublevación de los magistrados nos recuerda lo dicho al final


de C 30.
33. * Alusión al (a) Tractatus theologico-politicus, que ha sido traduci-
do al francés bajo el título de La Clef du Sanctuaire.
33n. a) Allusion au H ... C'est un livre que l'auteur a fait en latin intituk
N.
34. (a) soit qu }il (ya por) - H ... ou que l'amour de la philosophie Voccupaii
tout entier N. [Véase C 5-6; N 74 y TP, XI, 4: en núm. 19, II, nota
329].
35. Sobre el decaimiento progresivo de Spinoza: B 5, K 9, C 64 y
66/3 en relación a N 40 y 64. En cuanto a las fechas de la muer-
te y el nacimiento, ¿completa Colerus (C 75) a Lucas u omite y
falsea éste (sube a 45 años la edad de algo más de 44 que dan los
demás: J 4, B 5, K 7) algo que leyó con toda precisión en aquél?
36. a) II était H ... Que si l'on désire de savoir aussi quelque chose de son
port et de sa fagon moyenne plutót que grande N; b) II avait - H ... h
avait la mine assez agréable et qui engageait insensiblement N. [La ver-
sión de H responde muy de cerca a C 24].
38. Como sugiriera Meinsma (núm. 49, 8) y aprobó Freudenthal
(núm. 29, 245/24), el paralelismo de este pasaje con L 22 invita a
referir su común expresión («demiéres guerres», en plural) a la
larga e incierta guerra con Francia e Inglaterra (1672-8).
39. Las palabras iniciales de este párrafo y de § 37 tienen claras reso-
nancias de la liturgia de difuntos.
41. a) El «catálogo» falta completo (nn. 41-43) en N.
41. Claro paralelismo con C 32 y 51.
42. Paralelismos con C 34-5 y 36.
43. Sobre Glazemaker, traductor de TTP y OP: C 38. Perrot
d'Ablancourt (1606-64) es un célebre traductor francés de obras
clásicas. El único dato que no aparece en Colerus es, pues, el de
A. Cuffeler (1637-84): cfr. núm. 64, 49-65.

II) Noticias

* Para la noticia general ver Introducción, 1 y 3.


1. Texto completo y otros documentos de la época sobre la expul-
sión de los judíos en G. Albiac (núm. 2), pp. 457-470.
2. En los números 2-24 extractamos los datos más importantes de
los documentos publicados en 1899 por J. Freudenthal (núm. 29,
pp. 109-116, etc.) y completados en 1932 por Vaz Dias/van der
Tak (núm. 67). Hemos preferido, en este caso, el orden temático
de éste al cronológico de aquél. La lista de N 2 procede del Li-
Biografías de Spinoza 259

vro de Bet Haim (cementerio judío de Ouderkerk), que recoge


datos parciales de 1616 a 1630: núms. 13 y 55.
3. Estos datos fueron recogidos de lápidas sepulcrales y publicados
en su original (portugués) por D. H. de Castro en la revista Oud
Holland VI (1888), p. 45. Como se ve, incluso estos documentos
oficiales (§§ 2-3), judíos y portugueses, al referirse al padre del fi-
lósofo, escriben de varias formas tanto su nombre (Micael, Mi-
chael, Mikael) como su apellido (Espinosa o Espinoza, con o sin
«de» antepuesto).
4. El barco iba cargado de bayetas de hilo, de pieles de búfalo y de
balas y fue apresado en el extremo occidental de Francia.
5. Sociedad benéfica, fundada en 1615, que llegó a tener un capital
de 50.000 florines. Ver N 9.
7. Se trata del máximo cargo (miembro del A\ahamad) de la comuni-
dad judía, en la que ingresó en 1616 (N 5) y participó activamen-
te: núm. 67, 117/2 y 4, 119/5 y 6.
8. En estos números 8-17 recogemos los datos principales sobre la
vida del padre de Baruch, bien conocida tanto por su actividad
comercial privada como administrativa en la comunidad judía.
11. No obstante, según otro documento, Miguel había aceptado una
letra a Pedro Henriques el 1 de julio de 1638: núm. 67, 132 y 184.
13. Este documento ejecuta otro del 26 de enero de 1639 que he-
mos omitido por brevedad: núm. 67, 134/9.
14. Sobre el lugar de origen del padre del filósofo se han vertido las
más dispares y disparatadas opiniones, debidas, en principio, a la
dificultad de leer la palabra clave. Leyendo «Viguere» o «Vieiger»,
se lo interpretó e identificó con «Figueira cerca de Coimbra»
(núm. 49, 77; núm. 29, 262/111; núms. 30, 20); y leyendo «Vidi-
ger» (W. Meijer), se interpretó como «Vidiguera en el sur de Por-
tugal» o «Viguera junto a Logroño en España» (núm. 22, 384-7 y
notas 40 y 41); pero, ante la falta de datos en estos lugares, se cre-
yó poder interpretarlo e identificarlo con «parroquia de "Vidife-
rre", ayuntamiento de Coimbra, en el partido de Verín», provincia
de Orense, en España (núm. 24, 36; núm. 22, I, 384-8). Mas, como
la última lectura es incorrecta y algunos datos de localización eran
arbitrarios, se aceptó definitivamente «Vidigueira», del distrito de
Beja, en el Alentejo, Portugal (núm. 30, I, 19; núm. 13, 398; núm.
23, 9-10). A pesar de todo, los equívocos inveterados aún persis-
ten. Y así Dujovne (núm. 20, I, 51) supone que Beja está en Gali-
cia y T. de Vries (núm. 69, 21) parece confundir Vidigueira con
Villa Lobos. Al fin, se ha hallado un documento inquisitorial en el
que consta que su padre nació en Vidigueira, ya que de allí era la
madre de éste (núm. 11, 123-3; ver N 22n).
260 Atilano Domínguez

16. Miriam no firmó, seguramente porque era analfabeta.


17. El texto original está en portugués, quizá porque Ester no sabía
holandés. Añadamos que por otros documentos no recogidos
aquí consta que Miguel nació en 1588/9 (núm. 67, 127/1), que
entre 1633 y 1650 ocupó cargos directivos en todos los organis-
mos de la comunidad (Ib. 130-2) y que su negocio de comercio
con España y Brasil fue próspero entre 1640-1652. A partir de
entonces sufre una fuerte quiebra a causa quizá de su enferme-
dad, de la guerra con Inglaterra (1652-4) (núm. 69, 30-31) y de la
quiebra de Pedro Henriques, del que era fiador (N l l n y 22;
núm. 67, 132, 163, 169), y aparece colaborando con su yerno Sa-
muel de Cáceres (N 16; núm. 67, 145-7).
18. Hemos traducido del original portugués de 1639 (la versión de
Franco Mendes de núm. 28, 46 ss., recogida en núm. 2, 395, tiene
el orden inverso). Dado que la versión española publicada por
Miguel (Leví) de Barrios en 1683 difiere en varios puntos, la
transcribimos aquí. «Ordenaron la enseñanza de las Sacras letras
en siete escuelas [clases]: [a] la primera del Rabi Mordojay de
Castro para enseñar el alfabeto, cartilla y puntos hebraycos; [b] la
segunda del Rabi Joseph Pharo para instruis/r a léer las parasiot o
capítulos del Pentateuco con accentos pausantes y harmónicos; [c]
la tercera del Rabi Jacob Gómez con el oficio de hacen/r cons-
truir le/as parasiot mosaycas de hebreo en español; [d] la cuarta
del Jazan [Haham] Abraham Barux, maestro de las (sic), con
construyciones propheticas de israelítico en castellano; [e] la
quinta del Rabi Selomoh Salom con el exercicio de guiar a los es-
tudiantes en las lecciones de Rassis [Rashi]; [(] la sexta del Jazan
[Haham] Ishac Aboab con los aprendedores de Guemara, de gra-
matica y composicion de rethorica y poésia hebrayca; [g] y la sép-
tima del Jazan [Haham] Saúl Levi Mortera (sic), preceptor de la
Guemara, con tossaphot o acrecentamientos rabinicos en la instruc-
ción talmudistica» (Freud. 214-5). Aparte de omitir a Menasseh
ben Israel, Barrios tiende a acentuar lo español: en [c] añade «en
español» y en [d] interpreta «ladino» (español en caracteres he-
breos) como «en castellano». Añadamos que Sabbatai Horowitz
en 1649 (núm. 29, 297) y Sebastian Bass en 1680 (Ib. 209-10) han
dado otras versiones más personales (trad. esp. en núm. 2, 83-84).
19. Este documento completa otros tres, en los que consta que Ben-
to denunció a Antonij por no pagarle una letra de cambio de
500 florines y que, tras ganarle el juicio, mandó encarcelarlo;
pero, citado por el preso para llegar a un acuerdo, fue abofetea-
do y burlado por él y sus hermanos. No se sabe si, al fin, cobró
la deuda y los gastos adelantados (núm. 67, 157-9/3-5).
Biografías de Spinoza 261

20. Puede verse fotocopia de esta firma y de otras ocho de Spinoza


en: núm. 19, III, 61-62.
21. Este documento debe ser completado con N 27.
22. a) Este es el primer documento oficial en el que se nos dice
quién era el padre de Bento. Quién fuera su madre (Ana Débora)
no consta, sin embargo, en ninguno, aunque se infiere de la fe-
cha en que fallecieron las tres mujeres de Miguel (N 3) y de su
matrimonio con la tercera (N 13-14). Recientemente A. Borges
(núm. 11, 438-48) ha reconstruido el árbol genealógico del filóso-
fo hasta la cuarta generación. Su conclusión principal es la si-
guiente: «(Baruch) es hijo y nieto y biznieto y tataranieto de ju-
díos purtugueses, la rama paterna ligada a Lisboa y al Alemtejo y
la materna a Ponte de Lima y Oporto». Su punto de partida es
un documento inquisitorial fechado el 6-1-1605 en Vidigueira,
según el cual Miguel Espinosa (un alias de Gabriel Alvarez Espi-
nosa o simplemente Gabriel Alvarez), habría huido de aquí a
Francia (Nantes) con sus padres, Mor Alvarez, natural de Vidi-
gueira, y Pero Roiz Espinosa, de Lisboa.
b) En cuanto al significado del documento, reiteremos que con-
firma otros datos (N 17n; C 28; L 20), según los cuales los nego-
cios del padre quedaron embrollados a su muerte (1654). Por
eso, después de un primer intento, Bento renuncia a la herencia
paterna y reclama la materna.
23. Este documento parece demostrar que Baruch sucedió a su pa-
dre como contribuyente oficial {jadidí de la comunidad judía y
que estuvo ligado a la sinagoga hasta marzo de 1656. A esto no
se opone el que Baruch debiera un donativo (nedabah) el 5-12-
1655, ya que el anuncio de la deuda en la sinagoga no suponía la
ausencia permanente del interesado, puesto que se la cobraba a
domicilio. Después de su expulsión, le sucedió Abraham Espino-
sa, que sería un alias de Gabriel y, por tanto, su hermano menor,
ya que aquél deja de contribuir a la comunidad justamente cuan-
do éste abandonó la ciudad (N 21 y 27; núm. 67, 162 y 168).
24. Puede verse fotocopia del manuscrito original portugués de la
excomunión en núm. 10, p. 38. Aunque drástica, la fórmula no
es tan dramática ni obsesiva como la recogida en C 17-18.
26. Estos documentos (N 25 y 26), publicados por Révah (núm. 61) y
concordantes en lo esencial, demuestran que Spinoza seguía vi-
viendo en Amsterdam en marzo de 1659 (L 8-13) y que sus ideas
eran antijudías y próximas al deísmo (L 2-7, 27-30).
27. «Bento y Gabriel Despinoza» (N 21) debía ser la firma comercial
que sucedió a la de su padre. Gabriel (Abraham) (N 23n), des-
pués de residir en Barbados, se trasladó a Jamaica, donde obtu-
262 Atilano Domínguez

vo la nacionalidad inglesa en 1667 (núm. 67, 178-187; núm. 69,


21, 33, 43).
28. El texto se refiere a que, tras la muerte del antiguo párroco, algu-
nos vecinos de Voorbung habían solicitado al gobierno de Delf
que nombrara para dicho cargo a un tal Van der Wiele de Zelan-
dia, a lo que se opuso otro grupo con este escrito.
29. Jan Pietersz Beelthouwer (1600-1672), aquí aludido por su obra
contra L. Meyer, Respuesta al libro titulado «La filosofía intérprete de
la S. Escritura» (1667), era un menonita culto que fue excomulga-
do en 1668: ver núm. 12, 184-190.
30. Spinoza visitaba a Huygens en Voorburg (1663-1666), donde éste
tenía su finca de campo, y, a través de su hermano Constantin y
de su común amigo Tschirnhaus, siguieron teniendo noticias mu-
tuas durante la estancia del científico en París (1666-1681): ver
en (núm. 19, III) nuestras notas a Ep 26 (186), Ep 32 (227), Ep
33 (232-4); Ep 63 (362), etc.
31. A. Koerbagh (1632-1669) fue condenado por sus ideas irreligio-
sas y spinozistas a diez años de prisión y otros tantos de destie-
rro y a pagar 4.000 florines de multa y los gastos del juicio, mu-
riendo en la cárcel al cumplir el primer año de condena: núm.
49, 329-385; núm. 30, 139-44; núm. 69, 63-4.
32. Texto tomado de Programma adversus anonymum de libertate philo-
sophandi, discurso de Jacob Th. (1622-1684), profesor de Leibniz
y padre del célebre filósofo del derecho, Christian.
33. Hemos recogido este texto por ser el primero en que se menciona
a Spinoza como autor del TTP. Por brevedad hemos omitido otros
posteriores, publicados por Freudenthal (núm. 29, 192-4 y 292/8n):
J. Melchior (1670), Graevius a Leibniz (12-4-1671), Limborch a Oli-
varius Doiley (23-6-1671), Leibniz a J. Thomasius (21-1-1672).
34. De los 49 documentos eclesiásticos o estatales contra TTP y OP
(núm. 29, 121-189), que van de junio de 1670 a agosto de 1680,
sólo hemos recogido aquí los tres más importantes: éste, por ser
el 1.°, y los de la prohibición de TTP (N 37) y de OP (N 69).
35. Estos panfletos, aparecidos tras el asesinato del jefe del gobierno
(20-8-1672), acreditan que la opinión pública tenía al filósofo por
un protegido de Jan de Witt. Los textos del círculo literario Nil
volentibus arduum, al que pertenecían L. Meyer y J. Bouwmeester,
están publicados: Onderwijs inde tooneelpoézy, ed. A. J. E. Harm-
sen, Rotterdam, Ordeman, 1989.
36. Cfr. B 3/E, C 29-30 y N 38.
38. J. B. (Johannes Braun: Kaiserlautern 1631-Groningen 1708): La
véritable religión des hollandais, Abr. Wolfganck, 1675, p. 164. Ésta
es la primera noticia sobre el extraño viaje de Spinoza a Utrecht.
Biografías de Spinoza 263

39. A pesar de que la Correspondencia de Spinoza acredita el interés


de Leibniz por sus obras (Ep. 45-46, 70 y 72, y 80: ver notas en
núm. 19), Bayle es el único biógrafo que lo menciona (B 17/b).
Añadamos que el 30 de septiembre de 1670 ya Leibniz tenía no-
ticias y quizá el texto del TTP, que calificaba de «escrito insolen-
te»; que el 8-6-1671, si no antes, había sabido por una carta de J.
G. Graevius que Spinoza era su autor («auctor eius dicitur esse
Judaeus, nomine Spinosa...»: núm. 29, 193/7); que el 5-10-1671
(Ep 45) toma la iniciativa de enviarle su Notitia opticae promotae
(aunque no aparece en el inventario: N 49-52); y que, en fin,
estas notas deben haber sido redactadas después de visitarle en
La Haya, en noviembre de 1676, a su regreso de Inglaterra (Teo-
dicea; § 376, cfr. §§ 5, 372 y 375). Para una síntesis histórica: núm.
30, 271-280; núm. 68, 98-104, 224-5, 251-2, etc. Para una compa-
ración más teórica, aparte de Friedmann (núm. 30), pueden verse
los números extraordinarios de Studia Leibnitiana, XX/2 (1981) y
Studia Spinoza na, 6 (1990): ver núm. 65.
41. Tanto este inventario, hecho el mismo día de la muerte de Spi-
noza, como el definitivo y más completo (N 46-56) fueron publi-
cados en francés por Servaas van Roojen (núm. 63) y corregidos
por Freudenthal (núm. 29, 154-165 y 263-288) sobre una copia
original hecha al efecto por el spinozista holandés Willem Mei-
jer. Es curioso observar que en el 1.° Kempen sustituyó como
testigo a «Georgius Hermanus», seguramente Georg Hermann
Schuller, que o tuvo que ausentarse o evitó aparecer como ami-
go del filósofo; en el 2.°, al contrario, Rieuwertsz sustituyó a
Kempen, aunque por olvido no se tachó el nombre de éste:
núm. 29, 273/156/158.
42. Spinoza fue enterrado en la Nieuwe Kerk, en una fosa común y
alquilada. Años más tarde el pastor Carolus Tuinman puso so-
bre la tumba el epitafio siguiente: «escupid sobre esta tumba.
Aquí yace Spinoza. Pluguiera a Dios que también su doctrina
estuviera aquí enterrada. Entonces esta pestilencia no envenena-
ría más el alma. Beneditus Spinoza, judío renegado, que comba-
tió con saña al mismo Dios. Jamás produjo el infierno monstruo
más impío, ya que renegáis de aquel ante el cual los mismos dia-
blos tiemblan. ¿Quién os iguala en perversidad? Yo afirmo que
lo ignoro». Los restos desaparecieron con el tiempo; pero dos lá-
pidas colocadas por los spinozistas en 1927 y en 1956 en el ex-
terior de la iglesia aún recuerdan su memoria: núm. 49, 484-5 y
503/bis.
44. Daniel era sobrino y Rebeca medio hermana de Bento: C 3, 71-
72; N 60.
264 Atilano Domínguez

49. Para los libros de Spinoza (N 49-52) reproducimos, en primer lu-


gar, los datos exactos del inventario. A continuación solemos
mantener para cada obra la descripción propuesta por el catálo-
go más reciente y que corresponde al ejemplar de la «Biblioteca
Spinoza» que se ha logrado reconstruir, desde hace un siglo, en
La Haya (núm. 3). Pero, como esa identificación no es siempre
segura, en algunos casos proponemos otra en su lugar y en mu-
chos otros ofrecemos soluciones alternativas o información com-
plementaria en estas notas, sirviéndonos de las minuciosas notas
de J. Freudenthal (núm. 29, pp. 273-285), de la descripción del
primer catálogo (núm. 9), que era más completa, y de nuestras
propias investigaciones. Para los libros relativos a España (el in-
ventario recensiona 17 en nuestra lengua y otros siete relativos a
nuestro país), remitimos al lector a nuestras Notas sobre la «Bi-
blioteca Española de Spinoza», en A. Domínguez (núm. 19 bis), pp.
43-46.
(1) Joh. Buxtorf (1564-1629). Se propone demostrar que el tex-^
to hebreo o masorético es preferible al latino de la Vulgata. In-
cluye comentarios de autores medievales, a los que alude más de
una vez Spinoza.
(2) Emmanuel Tremelius (1510-1580). Da el texto griego y si-
ríaco del N. T., junto con la traducción latina de este último.
(3) Joh. Scapula (ca. 1550-?). Es un excelente extracto del «The-
saurus» de Stephanus en una bellísima edición.
(4) Esta edición de Tácito por Justo Lipsio (1547-1606) es su
obra maestra; pero no es la única ni la primera.
O) Esta edición de Tito Livio forma parte del «Corpus Scripto-
rum Veterun Historiae Romanae».
(6) Chr. Sever. Longomontano (1562-1647). Se trata de la obra
principal del astrónomo danés.
(7) M. Nizolius (?). El volumen incluye también el «Aerarium
seu Thesaurus Latinae Linguae... á Ludovido Lucio».
(8) Ph. Aquinas (t 1650) fue profesor de hebreo en París y
autor de otras obras filológicas.
(9) Diofanto de Alejandría, matemático del siglo iv.
(10) Se trata de una versión latina del historiador judío Josefo
(37-100) y no de la original griega (1544).
(11) Es la llamada «Biblia de Ferrara», publicada en dicha ciu-
dad por judíos españoles y portugueses el 1 de marzo de 1553.
Hemos indicado la edición de los catálogos, que coincide en for-
mato y número de páginas con otras que existen en la BN de
Madrid.
(12) Servaas van Roijen refería este título a la Retórica.
Biografías de Spinoza 265

(13) Existían otras ediciones.


(14) Se trata de la 1.a edición del célebre diccionario. Su porta-
da da esa forma del apellido.
(15) El francés Fr. Viéte (1540-1603) es el fundador del álgebra
moderna y de su aplicación a la geometría.
(17) Freudenthal (núm. 29) sugería un epitome de Viena, 1537;
los catálogos recogen unas Opera omnia (Ausburgo, 1537, 2 t.).
Pero, como no coincide el año, hemos dado la citada por C.
Gebhardt (Spinoza. Opera V: Supplementa, Heidelberg, Winter,
1987, p. 134).
(18) Obra del dominico Sante Pagnini (1470-1536).
(19) Spinoza no posee la traducción latina de Maimónides
(1135-1204), sino la hebrea.
(20-21) Señalamos dos obras, como hacen los catálogos, aun-
que el inventario parece referirse a una sola (idem).
(22) Juan de Bolonia (?).
(23) La identidad de este diccionario hebreo es sólo probable.
(24) Se supone que este devocionario judío, editado quizá por
León Hebreo a su llegada a Italia (existían numerosas ediciones
en español, fundadas todas ellas en la hecha en 1552 por Yom
Tob Atías en Ferrara: C. Roth, A history of the marranos, N. York,
1975, 322-3 y 326: 1.a ed. 1932), lo conservara el filósofo por res-
peto a la memoria de su padre.
(25) La identidad parece dudosa por faltar el año en el inven-
tario.
50. (26) Obra identificada; pero no existe en la Biblioteca de Spi-
noza.
(27) Esta traducción de Calvino hecha por el protestante sevi-
llano C. de Valera (1532-1625?) nunca ha sido reeditada.
(28) El alemán J. Vesling (1598-1649) fue profesor en Padua.
(29) La 1.a edición era de 1575. La trad. del A. T. está hecha
del siríaco por Tremellius y Junius (1545-1602). La del NT es
doble: del griego por T. de Beza (no mencionado en el 2.° cata-
logo) y del siríaco por Tremellius.
(30) Riolan (1577-1657) fue médico famoso en París. Se conoce
una edición in folio (París, 1649), pero no la del inventario.
(33) Es posible que Kerckrinck (1639-1693) hubiera regalado a
su antiguo condiscípulo sus dos obras de medicina (ver núm.
129).
(34) Se trata de la traducción holandesa de los Specimina philo-
sophiae (versión latina revisada por Descartes), que comprende,
como éstos, el Discurso del método, la Dióptrica y los Meteoros, a la
que se adjuntan Las pasiones del alma, traducidas del francés.
266 Atilano Domínguez

(35) Pieter (1618-85) recoge aquí ideas de la Balanza política


(90) de su hermano Jan (t 1660) y un capítulo quizá de Jan de
Witt. («De la Court» es la traducción francesa de «Van den Ho-
ve»).
(36) Estos datos de los catálogos no parecen acordes con los
del inventario (edición de 1660 y en 2 volúmenes). Tampoco
puede ser la edición de 1661. Cabría pensar en los dos primeros
volúmenes de una edición, indicada por Palau, de 1660-1 en 3
volúmenes.
(37) En contra de lo que decía Freudenthal, esta edición exis-
te y está bien descrita en los dos catálogos. Incluye, con otra pa-
ginación: Epicteto y Phocilides en español con constantes, Origen de
los estoicos y su defensa contra Plutarco, y Defensa de Epicuro contra
la común opinión.
(38) Quizá para leer a Maquiavelo compró Spinoza el diccio-
nario italiano/español de Franciosini (115).
(39) L. Pignoria (1571-1631) fue valido del cardenal Baronio.
La obra (Vetustissimae tabulae..., ed. 1605) trata del significado de
las inscripciones de la lápida de bronce de Isis.
(40) De esta 1.a parte de la obra (la 2.a no aparecería hasta 1671
por A. Núñez de Castro) existe otra edición del mismo año: Ma-
drid, Andrés García, 1658, 4.°, 556 pp. Ediciones recientes: BAE,
vol. 25; en Obras completas (Aguilar, 1946), 707-1124.
(42) C. C. Sandius (1644-80) intenta demostrar aquí que los Pa-
dres de la Iglesia no admitieron la consustancialidad del Verbo.
(43) Se trata de una obra talmúdica traducida por el profesor
de Leiden C. L'Empereur. No confundir con (105).
(44-44 *-45 *-45) Freudenthal aumenta desde aquí dos unidades
a la numeración del inventario, debido a que éste no computó la
Geometría (44*) ni Blijenbergh (45). Los catálogos no computan la
Geometría, porque sería la encuadernada con la que le precede
(44); pero sí (45*), porque suponen que es una reedición (1670)
de aquélla (44). Nos parece más probable que, por una errata, el
inventario enumere dos veces (44 y 45*) un único volumen de
Descartes por no numerar el volumen siguiente, de Blijenbergh
(45). De ahí que nosotros computamos 159 títulos como el pri-
mer catálogo (cita la edición de 1670 como 45*, pero no la
computa), Freudenthal 161 y el 2.° catálogo 160.
(46) Dado que existían otras dos traducciones, no es seguro
cuál de ellas tenía Spinoza.
(47) El texto de (44 *) sería el de esta edición.
(48) En el 3.er volumen iban encuadernadas, además, las Medi-
tationes y las Objectiones 5.a y 7.a Y ver nota 34.
Biografías de Spinoza 267

(50) Se trata del respetable Gerhard J. Vossius (1577-1649), y no


del sarcástico Isaac Vossius, al que trataba Spinoza (Ep 40), ambos
célebres filólogos (Meinsma, núm. 49, p. 70, 94/32n, 346/24n).
(51) Este volumen incluía el opúsculo de Chr. Huygens: Tracta-
tus de ratiociniiis in ludoaleaetn pp. 517-534 (cfr. Spinoza, Ep. 38).
(52) I. de la Peyrére (1594-1676) se propone demostrar aquí
una doble creación: del mundo y del pueblo judío.
(53) Según Meyer Kayserling (Biblioteca española-portuguesa-ju-
daica, N. York, 1971; 1.' ed. 1861), el libro de León Templo
(1603-75) fue editado en español (Retrato del Templo de Salomón,
Middelburg, 1642) y traducido sucesivamente al holandés (1642),
francés (1643), hebreo (1650), alemán y latín (1665). Pero, según
el inventario, la versión que poseía Spinoza, era la hebrea y no
tenemos más noticias de la española, si existe.
(54) Apoyándose en los estudios de L. Roth (1922) y de Anco-
na (1940), F. Mignini (Spinoza, Korte Verhandeling/Breve trattato,
L'Aquila, Japadre, 1986, 377) recuerda que la obra niega la crea-
ción del mundo, el cual sería una modalidad inmanente de la
sustancia, aunque no se identificaría con ella.
(55) Freudenthal (núm. 29, 279/57) juzgaba imposible identifi-
car esta obra entre las muchas entonces existentes con el mismo
título. Los catálogos (núms. 9 y 3) dan la referencia que nosotros
hemos mantenido. Recientemente, sin embargo, algunos (núms.
69 y 58) dan por cierto que se trata de otra obra (Sefer Elim o Li-
bro de las palmeras, Amsterdam, 1629) de J. del Medigo (1591-
1655), editada por su amigo Menasseh ben Israel, y que estos
dos pensadores judíos habrían influido más que Morteira en el
joven Spinoza y en su ruptura con el judaismo.
(56) Identificación incierta, ya que existían muchos comenta-
rios del Pentateuco.
(58) Imposible identificar la edición.
(59) W. Snellius (1591-1629) era un gran astrónomo holandés.
El título alude al gigante Tifeo y a la carrera de naves a vela.
(60) J. Gregory (1638-1675) describe aquí un telescopio cons-
truido por él mismo.
(61) La identificación no ofrece dudas.
(63) Pérez de Montalván (1602-1638) publicó muchas obras
con el título genérico de «comedia famosa». Quizá los catálogos
han preferido ésta por el tema judío y su gran difusión, pues se
conocen seis ediciones de la época (en la BN de Madrid hay dos
ejemplares de la señalada, aunque varían algo los tres títulos) y
Antonio Enríquez Gómez publicó otra sobre el mismo tema:
Sansón Nazareno, Rohan, L. Maurry, 1656, in 4.°
268 Atilano Domínguez

(64) Del astrónomo holandés, Ph. Lansberg (1561-1632), defen-


sor de la teoría copernicana, tenía Spinoza cuatro obras.
(65) Ver la mordaz crítica de Spinoza a la obra del sucesor en
Utrecht del célebre anticartesiano G. Voetius en Ep. 50.
(66-67) Ver la crítica de Stensen a Spinoza: Ep 67A.
(69) J. S. Frabricius (1622-1700) hace aquí una historia de las
ciudades de Manheim y Kaiserslauten.
(70-72) Spinoza tenía estos tres tomos de su contemporáneo, el
célebre geómetra holandés, y uno de ellos (70) incluía las otras
dos obras.
(73) El jesuíta C. Scheiner (1575-1650) es conocido como astró-
nomo y anticartesiano.
(76) W. Verstap era, al parecer, un ingeniero contemporáneo.
(77) E. Bartholinus (1625-98) era matemático y médico danés.
(78) J. Kepler (1571-1630) trata de determinar aquí el año exac-
to del nacimiento de Cristo.
(79) Esta edición abreviada del diccionario del agustino italia-
no A. Calepinus (1433-1511) incluía nueve idiomas: latín, griego,
hebreo, francés, italiano, alemán, español, inglés y holandés.
(80) Imposible identificar con seguridad la obra, ya que el tér-
mino «chiduschim» es muy genérico, pues significa «novedades»,
es decir, toda nueva investigación talmúdica.
(81) También este título es genérico y, de hecho, D. Kaufmann
(Servaas, núm. 63) sugería un poema didáctico de Josef ben
Schemtob.
(83) C. Schrevel (1608-64) era un filólogo holandés.
(84) Th. Bartholinus (1616-80) era un médico danés.
(86) Datos de Freudenthal (núm. 29); falta en los catálogos.
(87) Edición de los catálogos; pero hay otra de 1655.
(88) Edición de los catálogos; pero existen otras muchas antes
de esa fecha y la primera es anterior a 1620.
(90) Ver (35n).
(92) Es un diccionario latino-holandés, y no al revés.
(94) A. Metius (1570-1635) fue profesor en Franeker.
(95) Así los catálogos; pero existen varias ediciones anteriores a
la muerte de Cervantes (1547-1616).
51. (96) Obra bien descrita en el inventario. Sobre su lectura por
Spinoza puede verse nuestro estudio en núm. 19 bis, pp. 165-178.
(97) N. Tulp (1593-1674) era un célebre médico de Amster-
dam, incluido por Rembrandt en su «Lección de anatomía»
(1632).
(98) Spinoza pose otra obra (130) de K Boyle (1627-91); pero
no algunas aludidas en su Correspondencia (Ep 1, 3, 5-7, 11, 13).
Biografías de Spinoza 269

(99) Freudenthal (núm. 29) señalaba dos ediciones de París


(1629 y 1646) y no esta selección.
(100) El inventario indica una edición de Lyon, no de Leiden,
y el autor es el jesuita español (no portugués: «Bento») Benito
Pereira (1535-1610), profesor de Richard Simón en Roma.
(102) Es otra edición de (42).
(104) Esta obra de B. Keckerman (1571-1609) había tenido
muchas ediciones desde 1600.
(105) Según los catálogos, este volumen no sólo contiene la
gramática hebrea del filólogo judío Elias Levita (1459-1569), si-
no también la Institutio elementalis in bebraicam linguam del céle-
bre humanista alemán Sebastian Münster (1489-1522).
(106) Citamos la obra del portugués J. Pinto Delgado (1540-90)
por el ejemplar de la BN de Madrid, que sólo añade al 2.° catá-
logo nombre del editor y número de páginas.
(107) J. Rhenius (1574-1639) es un filólogo alemán.
(108) Ver (50).
(109) Esta edición de la obra de G. Scioppius (1576-1649), pu-
blicada en 1659, contiene otros tres opúsculos suyos, junto con
uno de M. a Fano y otro de P. Grosippus.
(111) Incluye tres opúsculos del autor. Ver (94).
(113) Esta obra de Gracián (1601-58) falta en los catálogos. Se-
gún Palau, esta 1.a edición sería la única en 8.°
(114) Obra sin identificar; quizá coincide con (50).
(115) De esta gramática bilingüe, no descrita en los catálogos,
existe un ejemplar en la universidad de Leiden (1149 H 28:
datos ofrecidos por mi amigo Wim Klever) y otro en la BN de
Madrid (3-19185).
(116) Edición reciente, con amplia introducción e índice, por
Henry Méchoulan en: Madrid, Hiperión (1987), 197 pp.
(117) Ésta es una de las muchas ediciones de la época.
(118) Obra sin identificar. Dunin (núm. 22, III, p. 55) sugiere
dos títulos: P. Bouhours, Entretiens d'Ariste et dEugéne, 1671,
1673; y La Rochefoucauld, Máximes, 1665.
52. (119) Esta identificación de Servaas, recogida en el 2.° catálogo
(núm. 3), fue rechazada por Freudenthal (núm. 29), porque el tér-
mino «uitbreiding» no significa «defensa», sino «paráfrasis».
(120) A pesar de que L. Velthuysen (1622-85) combatió dura-
mente el TTP (E 42-43 y 69), Spinoza tenía estas dos obras suyas
de medicina (Opera omnia (Amsterdam, Leers, 1680, II, 1199-
1361) y otra N 52/(147) de teología (I, 97-159).
(121) Esta obra sobre el pulimento de lentes apareció en 1592
en italiano; pero Spinoza tenía la traducción latina.
270 Atilano Domínguez

(124) No se trata, como se creyó desde Servaas, de la obra de


Mdme. D'Aulnoy (1650-1705), Relation d'un voyage dEspagne, de
la que existen varias ediciones en la BN de Madrid, a partir de
1690. Lo impide la edad de la condesa y el contenido de la obra:
15 cartas en vez de 38 capítulos, etc. También del Voyage hay en
la BN de Madrid dos ediciones de París, pero en 4.° Para más
detalles sobre la historia de la obra y su relación con A. Pérez
ver nuestros estudios en Spinoza y España (núm. 19 bis), pp. 46 y
176-7.
(128) Existían varias ediciones de esta obra de A. Clapmaier
(1574-1613); ésta incluye otros tres opúsculos.
(129) Esta obra se refiere a otra del alquimista alemán, Basilio
Valentín, que descubrió el antimonio a comienzos del siglo xv.
Claras alusiones de Spinoza en Ep. 40, 48B, 70, 72.
(131) D. Baudius (1561-1613) trata aquí de la usura, etc.
(133) La obra de L. van Wolzogen es una crítica directa de la
de L. Meyer sobre la S. Escritura (C 36, etc.).
(136) Se supone que, si Spinoza tenía este manual epistolar ho-
landés, con modelos de cartas, es porque no dominaba el idio-
ma.
(137) J. Everaerts (1511-36) es autor de poesías latinas.
(139) Existía otra traducción latina de los Essays de Bacon, con
ese mismo título y formato: Leiden, 1664.
(140) Esta segunda obra italiana es una sátira anónima contra
la política europea de la época, puesta en boca de dos humoris-
tas.
(141) Los catálogos indican una de las innumerables ediciones
del historiador romano del siglo n citado por Spinoza en el TTP.
(143) Otra edición del mismo año y formato en Frankfurt.
(144) Hay ediciones posteriores: 1642, 1657.
(146) También ediciones posteriores: 1652, 1663, 1664, etc.
(148) Se trata sin duda de una traducción latina, ya que Spino-
za no sabía griego; otras ediciones: 1625, 1633, 1660...
(150) Tiele (en Servaas: núm. 63) sugería leer La cena y Carval-
ho (núm. 13, 375/23) atribuía la obra a Lope de Vega. El título
parece fuera de duda; ediciones, en cambio, existen varias de
Madrid y Lisboa entre 1634-49. Hemos indicado la primera.
(152) Obra sin identificar. Se trata de alguna de las múltiples
selecciones de clásicos muy socorridas en la época.
(153) Se indica una de las muchas ediciones de la época.
(154) Freudenthal indicaba la traducción francesa (Amberes,
Plantin, 1556, in 12.°).
(158) Este quijotesco militar alemán, que se daba a sí mismo,
Biografías de Spinoza 271

entre otros títulos, el de «estatúder de Cádiz, vicetribuno del rey


de España...», escribió este opúsculo contra Descartes (Meinsma,
núm. 49, pp. 431-2).
(159) No se trata, como sugiere el 2.° catálogo (núm. 3) de la
edición «princeps» de 1627 por ser en 4.° De las tres en 12.° ante-
riores a la muerte de Spinoza señalamos la más acorde con el in-
ventario: mismo título y un solo volumen.
Aparte de las obras citadas en 41n y 49n, sobre la Biblioteca de
Spinoza pueden consultarse las indicadas en los núms. 52, 53 y
70. Añadamos que las 159 obras por nosotros citadas compren-
den: 29 de filosofía, 27 de literatura y 22 de teología; 15 de
matemáticas, 13 de astronomía, 11 de física y 8 de astronomía;
9 de historia y 7 biblias, 9 diccionarios y 9 gramáticas. Prescin-
diendo de las bilingües, etc., están escritas 58 en latín, 16 en he-
breo, 15 en español y 15 en holandés, 3 en francés y 2 en italia-
no. La mayor parte están editadas en Holanda (43 en Amberes
y 22 en Leiden, y otras 15); en España, como máximo 5: nn. 14,
61 (Madrid), 63 (Sevilla?), 113 (Zaragoza, Huesca y Madrid) y
159 (Zaragoza).
54. Sobre este retrato: N 41/parágr. 3 y C 20.
55. Sobre el sello, del que se conservan copias: F. Mignini, II sigillo di
Spinoza, La Cultura, 1981, 352-389; copia en núm. 19, III, 62.
57. Si se contejan estos datos no muy correctos (inclusión de un De
nitro y omisión de la Gramática hebrea) con C 45 y 67, N 41n, N
43, 64/b, 66/b y 67, se colige que, aunque Schuller estuvo muy
cerca de Spinoza en la última época, exagera su papel en la edi-
ción de OP/NS. No llegó a entrar en el círculo de sus amigos.
N 64, b.
58. Para la objeción: N 39/b y 40.
59. Según Freudenthal (núm. 29, 296/203), sólo se había logrado
identificar los núms. 3, 8 (núm. 19, III, Ep 44 y nota 284) y 13.
61. Se trata de textos redactados en estilo protocolario y elíptico y,
por tanto, de muy difícil comprensión y traducción.
63. Según estos datos, quedarían 392,92 florines y no 390,78 como
decía C 74.
64a. El hermoso índice de OP ha sido reeditado y comentado por
Wim Klever: «A neglected document of spinozism», Studia Spino-
zana 2 (1986), 313-350. Para (b) ver N 59 y N 57n.
67. Estos textos (N 66-7) confirman que se suprimieron nombres (y
cartas) de amigos y no cualesquiera como insinúa Jelles (J 74).
68. El texto es de 1678 (n.° 42, I, vol. 4, p. 45 A2); pero la visita de-
bió ser en 1674 (Ep. 57 y 59 en relación a Ep. 63 y 70). Para las
relaciones de Tschirnhaus con Spinoza: núm. 19, III, índice ana-
272 Atilano Domínguez

lítico. Su impronta spinozista es evidente en: Médicine de Vesprit,


trad. J.-P. Wurtz, París, Orphys, 1980, 245-7.
69. Señalemos que, aunque el TTP fue incluido en el Index librorum
prohibitorum el 3-2-1679 y las OP el 29-8-1690, su escasa difusión
hizo innecesaria su condena en España.
70. Distinta opinión en N 75.
71. Sobre el agudo y polémico oratoriano, Pierre-Valentin Faydit
(1640-1709), tan acérrimo impugnador como excelente divulga-
dor de Spinoza, especialmente de su doctrina sobre los milagros
ver núm. 68, 178-182. En cuanto a Leibniz y al cartesianismo de
Spinoza, he aquí lo que ya decía en carta a Thomasius de 20-4-
1669: «me atrevería, sin embargo, a repetir que casi ninguno de
los inventos cartesianos ha añadido algo al maestro. Ciertamente,
Clauberg, Raey, Spinoza, Clerselier, Heereboord, Tobias An-
dreas, H. Regius no son otra cosa que comentaristas de su jefe
de fila» (núm. 42, Phil. Schr. I, 16).
72. Ver nota a B 5/H.
74. Acerca de la actitud de Spinoza ante el vino, etc., todos contradi-
cen a Stolle: ver C 5-6 y 23 con sus notas.
75. Las noticias sobre el prefacio son contradictorias, ya que la pri-
mera procede del librero Sebastian Pezold y la segunda del hijo
de Rieuwertsz (ver N 70), y la de Meyer (1629-81) es falsa (núm.
19, III, Ep 12, nota 85).
77. Ver C 37n.
79. Sobre el autor y la obra: B 3d.
80. a) Respecto a la casa familiar de Amsterdam, Vaz Dias (pp.
172-5) ha demostrado dos cosas. Primera, que la casa rotulada en
tiempos de Monnikhoff «Casa de las alfombras» (Tapijthuis) y an-
tes «trampa de zorros» (Vossekuit) lindaba con la escuela judía
(adosada a la antigua sinagoga) y no estuvo en posesión de Mi-
guel, al menos desde 1637. Segunda, que la casa que éste habita-
ba en 1650 y por la que pagaba de alquiler 16 florines a Willem
Kiek, no coincidía, como pretendiera Gebhardt (núm. 15, II,
1922, pp. 254ss.), con la anterior, alquilada de 1644 a 1672 a la
comunidad judía por Isaac de Prado por 19 florines, sino que se
hallaba a ocho puertas de ella. Descartadas, pues, la base docu-
mental del cambio de vivienda (C 2n) y la identidad de la casa
alquilada con la Tapijthuis, hay que suponer que los Spinoza vi-
vieron siempre de alquiler en la misma casa.
b) La vivienda de Rijnsburg, en cambio, conserva aún la piedra
con los versos de Camphuyzen (1586-1627) y contiene un senci-
llo museo Spinoza, propiedad de la Sociedad Spinoziana.
c) La de Voorburg nunca ha sido identificada.
Biografías de Spinoza 273

d) La 2.a de La Haya (van der Spyck) alberga en una salita baja


la inigualable «Biblioteca Spinoza» que los spinozistas holande-
ses han logrado reconstruir, casi íntegramente, siguiendo los
datos del 2.° inventario (núm. 9). El hecho de que Spyck fuera
agente militar explica quizá la relación de Spinoza con los milita-
res (C 22) y su firma como testigo en un documento notarial de
1673 en relación a la presencia en La Haya del español don Ni-
colás de Olivier [Oliver] Fullana, coronel de infantería y cosmó-
grafo real, y del judío Gabriel Milán, banquero y diplomático del
gobierno danés: núm. 54 (documento); núm. 2, 484 (texto de Mi-
guel de Barrios).
índice analítico *

A Sánelo Bernardo monachus His- Akkerman (F): J 63n, 75*n; C 38n.


panus. N 59. Alba de mayo (Camphuyzen):
Aarón: C 17. N 80/b.
Abarbanel (J): N 49 (24). Albiac (G): C 4n; L 13n; N ln,
Abb: C 17. 18n, 25n, 26n, 80n.
Aboab: C 10; N 18. Alcalá: N 25.
Abraham: C 17 Aldabi (M): N 50 (55).
Abraham Israel Vilha Lobos: N 2. Alejandro Magno: N 29.
Acab: N 32. Alemán: L 9; C 4.
Accidente: N 65. Ver Modifica- Alemania: N 38.
ción. Alfaro: N 52 (96n).
Acta eruditorum: C 59. Algebra: J 77; N 50 (70).
Actariel: C 17. Alma: B 7n, 10/Tn; C 47, 49; L
Adaptación: C 40; L 29. 4, 7, 24, 26, 39; N 25, 37.
Adar. C 17. Altdorf: C 58.
Adoniel: C 17. Álvarez (Gabriel): N 22n.
Adormidera: C 65-66, 68. Alvares Despinosa (Gabriel): N 6,
Agustín (San): L 16; N 25, 49 22n.
(17). Álvarez (Maior): N 22n.

* No hemos incluido aquí ni los datos de la Introducción ni los de


nuestras notas a las cinco biografías (Jelles, Bayle, Kortholt, Colerus y
Lucas), cuando éstas se refieren a su autor.

275
276 índice analítico

Alveres (Antonij): N 19. Aristóteles: N 49 (12).


Alveres (Gabriel): N 19. Arminianos: B 13.
Alveres (Isaack): N 19. Arnauld/Nicole: N 51 (123).
Amador de los Ríos: N 1. Arrepentimiento: L 7.
Amigo: J 9; B 6/1; C 22-23, 45, Arrianus: N 51 (89).
67-68; L 3, 4-6, 9, 15, 17, 18, Arte: C 19.
22-24, 26, 32; N 38, 74, 80/c. Askenazi (J.):J75*n.
Amniel: C 17. Ateísmo: J 52, 54; B 1, 7, 8, 10,
Amor: L 29-30. 12; K 1, 5, 7, 11; C 42, 46, 48;
Amsterdam: J 4; B 1-4, 14n; K 2, 53, 60-62; L 16; N 25, 28, 36,
7, 9; C 1, 4n, 9, 10, 16, 21, 26n, 74.
27, 37-38, 41, 45, 52, 55, 60-61, Atentado: B 3; C 6n, 9..
63-4, 66-7, 71; L 2, 12, 13, 16/ Atías (Yom Tob): N 49 (24n).
n, 17, 19/n, 22, 28, 42; N 2, 4, Atomistas: B 17.
6, 8, 12, 20, 22, 25-6, 31, 34, Atributo: C 49; N 37.
39, 41, 45-6, 51 (97n), 52/fin, Augsburgo: C 5.
60, 64, 66-7, 70, 72, 80/a. Autoridad: C 8.
Anael: C 17.
Andreas (S): N 33.
Andreas (T): N 71n. Bacon (F): N 52 (139).
Andrinópolis: B 18/c. Bachet (C-G): N 49 (9).
Angel/es: C 17; L 4, 7. Badelo (Bento): N 20.
Animales: C 26n. Balling (Piter): C 22, 33n.
Antigüedades judaica?. C 12. Barak: C 17.
Antiguo Testamenta J 48; C 51; L Barbados: N 23n, 27.
4; N 50 (29n), 79. Barkiel: C 17.
Antimonio: N 52 (129n). Barkman (S): N 11.
Anti-Spinoza: B 15/r, C 48, 60. Baronio (cardenal): N 50 (39n).
Apología (Spinoza): B 3; C 6n, Barrios (Miguel, Leví de): N 18n;
18n, 32; L 41; N 77, 79. 80n.
Aposynagogos'. N 34. Bartholinus (E): N 50 (62), 50
Apóstol(es): J 19, 27, 47-8, 50; C (17), 51 (84).
39. Baruch (Spinoza): B 2; K 2; C 1;
Apóstol (Pablo): J 28-51 (passim), L (b), 2, 40; N 23, 24, 44, 60.
58, 59, 65, 66. Baruch (Abraham): N 18.
Aquinas (Ph): N 49 (8). Bass (S): C 4n; N 18n.
Arcana atheismi reveíate. C 52n. Bastilla: B 14/Z; C 63.
Arco iris (tratado): J 9; K 8; C 51; Batelerius: B 8/M; C 53n.
L 41; N 78. Baudius (D): N 52 (131).
Argentina: N 14n. Baviera: B 18/c.
Argonne (A): B 14/p. Bayle (P): K 1, 11; C 5, 6, 6n,
Argumenta de aeternitate mundr. N 8-10, 18n, 30, 32, 34n, 35,
59. 59n, 61, 65n; L 19n; N 70.
índice analítico 277

Beelthouwer (J-P): C 53n; N 29. Boxel: B 9n, l l n ; L 4 n ; N 6 7 .


Beja: N 14n. Boxhorn (Z): N 52 (157).
Belinfante (J): C l l n ; N 18. Boyle (R): N 51 (98), 52 (130).
Benedictus (de Spinoza): C 1, 68, Braunius (—Brun): C 29n.
70, 73; N 34, 40, 41, 42, 46, Bredaan (d): N 8.
61,63. Bredenburg (J): B 8; C 53.
Benevetensis (Joh.): N 59. Brekeveld (C): C 69.
Benoít (de Spinoza): B l ; L (a), (b), Breman (SchJ: N 57.
1. Bremen: C 37.
Bento (de Spinoza): N 19, 20, 21, Brujas: N 26.
22, 27. Brun (Jean): B 5n; C 29; N 38.
Berckel (Abraham van): N 31. Bruto: L 27.
Bernouilli: B 17/b. Bruyningh (J-F): N 4.
Besold (Ch): N 52 (128). Bunge (L): C 53n; N 29n.
Beza (T. de): N 50 (29). Burg (Albert): C 21n.
Biblia: C 40; L 2, 4, 28. Burg (L van der): C 69.
Biblia en lengua española:. N 49 (11). Burgwal: C 2, 73; N 17n.
Biblia hebraica. N 50 (25). Burmann (Fr): C 48.
Biblia sacra-. N 50 (29). Burnet (Th): K 11.
Biblia sacra hebraica: N (1). Buxtorf (Johannes): 49 (1), 51
Biblioteca de Spinoza: N 49-52, (91).
y 41n, 49n (al principio), 52n
(al final).
Bibliotheca Fratrum Polonorum. N Cáceres — Caceris, Carceris (Da-
37. niel): C 3; N 44, 60.
Bibliotheca vetus et nova: C 53. Cáceres — Casseres (Miriam de):
Bibliothéque Universelle. B 15/r. N 3.
Bien/es: L 24, 30, 37. Cáceres — Caceris, Carceris, Ca-
Binnart (M): N 51 (92). seres, Casseres (Samuel): C 3;
Blankaert (N): N 51 (89). N 3, 16, 17n, 60.
Blasfemia: C 15, 18; L <a>, 10, 12; Cádiz: N 52 (158n).
N 69. Caesar (C-J): N 51 (101).
Blavet: N 4. Calepinus (A): N 50 (79).
Blijenbergh: J 18n; B 7n, 8n, 9n; Calvinismo: L 16; N 59.
C 40n, 42, 55; N 50 (40n), Calvino (J): N 50 (27).
(44n), (45). Calle y Heredia (Gabriel de la):
Bontekoe (C): K 8; C 64n. N 25-26.
Boom (G): C 68. Cama (Spinoza): K 3; C 28, 64,
Borges Coelho (A): N 14n, 22n. 66, 74; N 11, 17,41, 47.
Bos (L. v.): N 52 (156). Camphuyzen (Dirk Rafaelsz): N
Bossuet: C 59n. 80b.
Bouhours (P): N 51 (118n). Canarias: N 26.
Bouwmeester (J): N 35n. Capzovius (J-B): C 58.
278 índice analítico

Carlos V: N 59. Clenardus (J): N 51 (108).


Carlos Luis: C 31; L 18/n. Clerselier: N 71n.
Cartas (de Spinoza): J 6, 74; B Cobarrubias (S. de): N 49 (14).
12n; C 1, 18, 29, 37, 44, 45, Codicia: C 27.
50; L 18, 58; N 67. Cogitata metaphysiccc. ] 8; C 33.
Cartas, de Condé: L 22; entre Coimbra: N 14n.
Leibinz y Schuller: N 43, 57- Colbo(ritual judío): C l l n , 16.
9, 62, 64, 66-7; de Rieuwertsz Cólera: L 6.
a Spyck: C 27, 45, 67; de Colerus: C l l n , 22n, 40n, 59n;
Stensen: N 65; de Stouppe: C L lOn, l l n , 17n, 18n, 24n,
30; no de Wittich: C 60. 29n, 34n, 35n; L 41n, 42n,
Cartesiano: B 9n; C 7; L 15-16; 43n; N 24n.
N 71n. Comercio: K 2; C 2; L 2.
Carvalho (J. de): N 14n, 52 Comida: C 23.
(150n). Companhia de dotar orpbas... (Sta.}.
Casa (Spinoza): J 7; K 3-5, 7-8; C N 5, 9.
2, 21-25, 30, 64, 66, 68, 71, Condé: B 4n, 4/G; C 6n, 30; L
73; L 9, 18, 32; N 8, 11, 31, 19*, 22, 24; N 38.
41, 43-4, 46, 60, 63, 80. Confesión de fe cristiana..:. B
Caseario: L 16n. 13n.
Caseubonius (I): N 52 (134). Conocimiento: L 29.
Casher. N 38. Consejero: C 24.
Castro (A. Feo.): N l l n . Consejo: C 37; N 28, 33, 37.
Castro (D-H): N 2n, 3n. Continuatio historiae universalh. C
Castro (Mardochay de): N 18/a, 57.
18n. Conversación: L 31.
Causa: C 47. Cordes (doctor): C 25.
Cebes: N 51 (87). Córdoba: N 26.
Cellarius (J): N 49 (7). Corinto: J 6; C 14.
Certeza: J 53. Cornelisz (S): N 6.
Cercantes (M. de): N 51 (95). Corvino (I): N 52 (128).
Cicerón: N 52 (144). Costa (J. de): N 20.
Ciencia: J 3, 5, 42; C 7; L 2, 11, Costa (U. da): ver Uriel.
23, 25. Costumbre: L 27.
Circuncisión: N 25. Court (J. de la): N 50 (35n).
Cisneros (Juana de): N 25. Court (P. de la): N 50 (35).
Clapmarius (A): N 52 (128). Crayer (Louis): N 22.
Clases (Spinoza): K 2; C 4, 4n, 5; Creencia: L 27.
L 9, 18; N 18n. Crimen: L 6, 11.
Clauberg (J): N 52 (119), 52 Cristiano/ismo: J 25n, 27-68 (pas-
(125), N 71n. sim), 27n, 52n; B 13/0; K 5; C
Clef du Sanctuaire (La). L 19/n, 8, 42, 46, 48-51, 56; L 9, 12,
33/n. 30 n; N 1, 36-7, 69.
índice analítico 279

Cristo: J 19, 27-50 (passim); K ln; De magia Mosis et Muhamedis. N


C 50. 59.
Cromwell: C 29. De nefandis christianae religionis.:.
Cuerpo: C 49; L 4, 29. N 59.
Cuffeler: L 43. De nitra N 57.
Curtius (Q): N 52 (141). Depolitiar. N 57; ver TP.
De rehus sacris: N 59.
De rechtzinnige theologant...: C 37.
Cherbury (Herbert de): K ln: N De religione bona. N 59.
32. De sodomiae laudibus: N 59.
Chevreau: B 5/H; N 72. De stultitia gentium. N 59.
Chino: B 1, 2n, 12. De synedriis veterum hebraerorum.
C 11.
De tribus impostoribus: B 2n; K
Daemonum cum suis familiaria co- lln.
lloquia. N 59. De tvaardheid van den Christelijken
Daldres (florines): N 11. Godsdienst C 42.
D'Ancona (J): N 50 (54n). Debora (Ana): N 14-15, 22n.
Daniel: N 28. Deísmo: N 26n.
Danielis Hensii L 19n, 41-42. Delfín: C 6.
Dartis: B 7n. Del Medigo (J): N 50 (55n).
Datisius (Fr.): N 59. Demócrito: B 12/X.
D'Aulnoy (Mdme.): N 52 (124n). Demonios: B 9; C 56.
David: C 17. Demonstratio evangélica". B 14/AA;
De authoritate politice?. N 59. C 59n.
De commercio daemonum. N 59. Demostración de la debilidad del ar-
De commercio sanctorum. N 59. gumento de Spinozaf B 15/BB.
De concordia rationis et fider. C 59. Derecho: C 34, 56.
De [daemonum] in hoc mundo poli- Des Maizeaux: L 19n.
tia. N 59. Descartes: J 2n, 3; B 4, 6, 7; C 7,
De Deo, anima et mala C 59. 33; L 15-16; N 50 (31), (34),
De emendatione intellectus: C 44; {44\ (44"), (45*), (47-49), (62),
N 57. 52 (119), (158n), 68, 70-71, 72,
De examine conquestionum Johan- 75.
nis XXII: N 59. Desinterés: L 24.
De examine duorum regum N 59. Destierro (exilio): C 17.
De historie van...: N 52 (156). Deurhof (W): C 61.
DeHope-. N 4. Deuteronomior. C 13.
De iride. ver 'Arco iris'. Devoto: L 24.
De jure ecclesiasticorum. B 7; C 6n, Dialogues frangoiT. N 51 (118).
34. Diccionario (Koerbagh): N 31.
De jure naturae et gentium. C 16; L Dicta christiam. N 59.
lOn. Dictionnaire (Bayle): C 35.
280 índice analítico

Dilherr (Joh. Mich.): C 13. Enoc: C 14.


Dinero: B 6/1; K 6; C 15, 45, 64; Enríquez Gómez (A): N 50 (63n).
L 28. Entendimiento: L 17, 19.
Diophantus Alexandrinus: N 49 Entierro: C 23, 67-68; N 42.
(9). Envidia: L 31.
Dios: C 35, 38, 47-48, 50, 53-54, Epicteto: N 50 (37), 51 (87).
65; L 4, 7, 10-11,29. Epicuro: B 12/X, 17; C 15.
Discípulo: K 5; L (b), 3-4, 7, 10- Epistolae variae. N 57.
12, 19/K. Erasmo (Desiderio): J 28, 36-37;
Disput. theol etphilolog.: C 13. L 30n; N 49 (10).
Dissertation sur iexistence de Dieu. Error: L 17.
C 61n. Escritos de Spinoza: incomple-
Distracción: J 7; C 4, 26; L 29. tos,] 1,9, 76-77.
Doctor: C 34. Escritura (sagrada): J 8, 19, 30; K
Dogma: L 30. 11; C 12, 25, 36, 40; L 2, 4,
Dogmático: B 11. 19, 20, 30; N 33, 69.
Doiley (Olivarius): N 34n. Escudero (Lorenzo): N 25-26
Dolor: L 24. Escuela judía: N 18.
Dordrecht: B 3n; C 42, 55. Esdras: N 29.
Du Mas Abbas: N 59. Esencia(s): J 45, 58.
Duijkerius (J): C 38n. España: B 14/Z; N 1, 4, 14n, 25-
Dujovne (León): C 61n; N 14n. 26, 52n (fin), 69n.
Dunin (S. von): C 21n; N 14n, 51 Español: B 14/Z; C 18, 32; L 9,
(118n). 41; N 26, 49n, 51 (lOOn), 52
Durrius (J-K): C 58. (158n), 73, 79.
Espinosa (Abraham): N 23, 23n.
Espinosa (Abraham, de Nantes):
Eclesiástico: L 12, 24. N 2c, d, h, 5-7, 10, 12.
Economía (de Spinoza): K 6; C 6, Espinosa/za (Baruch, Bento): ver
20, 27, 67; L 20, 24, 26; N Spinoza.
39a, 41, 45-46, 60-61,63. Espinosa/za (David Israel): N 3.
Educación: C 2; L 22. Espinosa/za (Ester de): N 3, 14,
Eenbloemhof. N 31. 15-17.
Egipto/cio: L 8, 8/a. Espinosa/za (Gabriel de): N 21,
Elementa curvarum linearum. L 23n.
20n. Espinosa/za (Hanna Debora): N
Elia Levita: N 51 (105). 3, 22n.
Elias: N 24. Espinosa/za (Isaac): N 2.
Eliseo: C 17. Espinosa/za (Jacob): N 10, 12-13.
Elul: C 17. Espinosa/za (Micael): N 2-3,
Enervatio Tractatus theologico-po- 8-15, 17, 17n, 22, 22n, 80n.
liticv. C 53. Espinosa/za (Miriam): C 3; N 3,
Enfermedad: B 5; K 6; C 64-66. 16, 44n, 60.
índice analítico 281

Espinosa/za (Raquel): N 2-3. Fe: J 49n.


Espinosa/za (Rebeca): C 3, 71-72; Felicidad: L 29.
N 44, 60. Fénélon: C 59n.
Espinosa/za (Sara): N 2. Fernand (Margrieta): N 14.
Espinosa/za de Nantes (Abra- Fernández Alonso (B): N 14n.
ham): N 2/c-d/h, 5-7, 10, 12, Fernando el Católico: N 1.
23n. Ferrara: N 49 (lln), (24n).
Espíritu/s: B 5, 9, L 4, 29. Fiebre: L 35.
Espíritu Santo: C 40, N 42. Figueira: N 14n.
Esposa: C 5, 64; N 2g. Filosofía/o: J 3, 9n, 71, 76; B 2,
Estado: J 8; B 6/1; K 4; C 30, 56; 5; K 7; C 1, 7, 29-31, 33, 46,
N 32, 38. 56, 74; L 1, 18n, 21-26, 29, 30,
Estados Generales: L 38. 34; N 25, 35, 72-3.
Estoicos: J 17n; C 66; L 29. Finito: C 47.
Estuiver. C 23n. Finta (suscripción obligatoria): N
Etica:. J 10, 12, 16, 20-26, 51, 69, 23.
74; C 44, 46, 49, 60; N 39, 43, Firmeza: L 32.
57. Física: L 6, 7.
Euclides: N 52 (149). Fisonomía (Spinoza): B 14/Z; C
Europa: L 2. 24; L 36; N 25/3, 26/3, 73.
Evora: N 22n. Flamenco: L 9.
Excomunión (excomulgar): B 3; Flandes: N 26.
C 10-18; L 4, 7-8, 10-12; N 24, Florentinus: N 59.
26. Foe Kio (secta): B 1/B.
Exilio (destierro): L 12-13. Fonseca (D. de): N 2, 38.
Exodo. L 8/a. Fortuna: L 23.
Experiencia: N 30e. Francés/cia: B 5/G, 11, 14/Z; C
Extensión: B 16/DD, 16/EE; C 6, 30, 59, 62n, 63; L 19n, 22,
49. 33n, 38n, 43; N 4n, 22n, 38,
Ezequiel: C 17. 74.
Ezra (Abr. ibn): N 49 (ln). Franciosini (L): N 50 (38n); 51
(88).
Francis (Joseph): N 21.
Fabricius (Johannes Sebaldus): N Francisco I: N 59.
50 (69). Franco Mendes (D): N 18n.
Fabritius (J-S): C 31; N 72. Franecker: N 50 (94n).
Fama: C 29; L 18, 22. Fransen (H): N 19.
Familia: B 2; C 6n. Freudenthal (J): B 2n, 3n; C lln,
Fano (M. de): N 51 (109n). 27n, 68n, 69n; N 2n, 14n, 21n,
Faro (Joseph de): N 18/b. 33n, 34n, 39n, 41n, 44n, 40
Fatio: B 17/b. (37n), 49n, 49 (17n), 50 (37n),
Fantasma: L 4. (44n), (55n), (86n), 51 (99n), 52
Faydit (abbé): N 71, 71n. (119n), (154n), 59n, etc.
282 índice analítico

Friedman (G): N 39n. Gregory (J): N 50 (60).


Frisia: C 59; N 37, 69. Greiffencrantz (C-N von): K 3.
Fulginatis (S-F): N 51 (85). Griego: B 5/F; L 9; N 52 (148n).
Fundamenta atheismi eversa; C 59. Grocio (H): N 50 (41), 51 (110).
Futuros: K 4. Groningen: C 29.
Grosippus (P): N 51 (109n).
Guedelia: N 50 (46).
Gabbay. N 5. Guemara (parte del Talmud): C
Gabriel: C 17. 17; N 18.
Galicia: N 14n. Guerra: L 22, 38; N 18n.
Galloys (abbé): N 65. Guerra (Joseph): N 26.
Gamaliel (R): C 19.
Gaon: N 49 (ln).
Gazette d'Amsterdam. L 19n. Haard (P. van der): C 68.
Gazette de Rotterdam. L 19n. Hadrianides (M): N 51 (93).
Gebhardt (C): J 75*n, N 14n, 49 Hagada van Pesacb. N 49 (24).
(17n), 80n. Haham/im (sabio/s): C 10; N 18,
Gehazi: C 17. 18n, 24.
Genio: L 24. Halma (F): B 6n; C 6, 6n, 8, 32,
Gentil/es: L 12. 61, 62n.
Gerson (Juan): N 49 (ln). Hallamann (-): K 5n; N 74.
Ginebra: B 18/c. Hamburgo: B 3/e, 7/L; K 2; C 5,
Glazemaker (J-H): C 38; L 43; N 37; L 19n.
50 (31), (34); 51 (103), 75. Hannover. N 66.
Gloria: K 6; L 38, 40. Harmsen (L-J-E): C 35n.
Goeree (W): C 4n, 12. Hazan (chantre): N 18.
Gómez (Jacob): N 18c. Hebreo/s: J 14; B 5/F; L 2, 6-8,
Góngora (L. de): N 50 (61), 52 8/n, 9; N 31, 36.
(159). Hebreo (León): N 49 (24n), 50
Gorcum: N 67. (46).
Goyim (paganos): C 18. Hechar. C 46.
Graaf (Abraham): N 51 (112). Heereboord (Adriaan): N 71n.
Graaf (Pieter de): C 73n; N 63n. Heidelberg: J 7; B 5; K 6; C 31; L
Gracián (B): N 51 (113). 18, 18/n; N 72.
Grados (de conocimiento): J 61. Hemel op Aarden. C 62.
Graevius: N 34n, 39n. Henault: B 5/G.
Gramática Hebrea: J 75-75b; B Henríquez (Pedro): N l l n , 22.
5/F; C 44; N 18e. Herem (separación, expulsión): C
Gramática chaldaica et syra. N 49 13, 16; L 10; N 24.
(2). Herencia: K 3; C 23, 27-28, 70-
Granada: N 1. 72, L 24; N 17, 21-22, 44, 60-
Grancairo (El Cairo): N 12. 61, 63.
Greeberel: N 42. Herida (Spinoza): B 3; C 9.
índice analítico 283

Hermanas (de Spinoza): C 3. Iah: C 17.


Het hogste goed der spinozisten. C Icario: N 42.
48. Ideología: C 8.
Het leven van Philopater. C 38n. Iglesia: K 5; C 17, 50-53, 56, 60,
Het Voorhof der Heidenen..:. B 3/d. 64, 68; N 34, 69, 80a, 80c.
Hieronimus (W): N 51 (87). Ignorancia: L 25, 27.
Hilcoth Talmud Torah (Regla- ljar. C 17.
mentos del estudio de la Ley): Imaginación: J 48.
Cll. Impiedad:. B 9, 11; K 5, 9-10; C
Hillesum (J. M.):J75*n. 37, 48.
Hippocrates: N 51 (87). Imposta (tasa sobre comercio ex-
Hislew. C 17. terior): N 23.
Histoire Métallique des Empereurs Index lihrorum prohibitorunr. N 69n.
Ottomans: B 18/c. Infancia: J 3.
Hobbes: K ln, 8; C 34; N 32, 52 lnfelix literatus-. C 39, 52.
(127), 70. Infierno: B 10; K 9.
Holanda: B 5/G, 6/1, 14/p; K 3; Infinito: C 47.
C 57, 63; L 26/n, 38n, 42; N Inglaterra: K 11; C 60; L 38n; N 38.
25-26, 34, 37, 60, 62, 65, 68-9, Inmanente: C 46-47.
75. Inmortalidad: B lOn; L 4; N 25.
Holandés: C 38, 51, 53, 60; L 43; Impiedad: L (a).
N 52 (136n), 70. Inquisición: N 22n, 25-26.
Holmann Q-J): C 12. Inventario: C 70; N 41, 46-56.
Holms: K 3. Isaac: C 17.
Homerus: N 51 (117). Isabel la Católica: N 1.
Homopoliticus. N 59. Isak Jessurum: N 51 (82).
Hooft (P.C.): J 17. Isis: N 50 (39n).
Hooft (van den): L 42. Israel(itas): J 32, 48; C 12, 17; L
Horae hebraicae. C 13. 4; N 24, 30.
Horowitz (S): N 18n. Italia: N 49 (24n).
Hortensius (M): N 50 (64). Italiano: L 9; N 52 (140n).
Houtgracht: N 17n, 80a.
Hove (J. van den): N 51 (90).
Hove (W. van den): C 70; N 41, Jacob: C 17; L 4.
45, 56. Jacquelot: B 9/P; C 61.
Hudde (Joahnnes): N 30. Jadid(contribuyente): N 23n.
Huesca: N 51 (113), 52n (fin). Japón: B 1.
Huet (P-D): B 8/M, 14/AA; Jansenista: L 16n.
C 59. Japón: B ln.
Humanidades: L 13. Jarchi (Salomon): N 49 (ln).
Humor. L 32, 36. Jazan (Haham): N 18n.
Huygens: B 17/b, 20n; N 30, 49 J. B. (bibliotecario): N 35.
(16), 50 (51n). Jehová: C 17.
284 índice analítico

Jelles (Jarig): B 13/y; C 53n; N Kiduschim. C 17; N 50 (80).


39, 67, 70, 75. Kiek (Willem): N 80n.
Jena: C 56-57. Kimchi (M): N 49 (ln); 50 (57).
Jens: B 9/P. Kinckhuysen (G): N 50 (70), (71).
Jericá C 17; N 24. Klever (Wim): C 5n, 54n, 64n.
Jesucristo: 14, 50; L 30; N 31, 69. Koenig (G-M): C 53.
Josef ibn Ferga: N 51 (81). Koenraad (C): C 37.
Josephus (Fl): N 49 (10). Koerbagh (Adriaan): N 31.
Josué. C 17; N 24, 32. Korthplt (Chr): K 3n.
Josua Levita: N 50 (43). Kortholt (S): B 2/a, 6/1, 10/S, 12/
Journal: B 3n. o; K ln; C 5.
Journal de Hambourg. B 7/L; C Kühnraht (H): C 37.
6n. Kuyper (Fr): B 8/M; C 52-53.
Journal de Leipsic. B 3/d, 15/r; K KV (Korte Verhandelinfr J 29n.
lln.
Joven: L 4-5.
Juan. C 50. La Haya: J 4; B 4, 6/1; K 1, 3, 8;
Juan (apóstol): J 28, 32, 36. C 11, 22, 45, 61, 63, 69, 71,
Juan Bautista: J 34, 39. 73-74; L 17, 17/h, 22; N 26,
Juan XXII: N 59. 35, 38-9, 41, 45-6, 56, 60, 63,
Judá (R): C 19. 72, 80c, 80d.
Judaísmo/íos: J 30*, 33, 52, 53, La luz sobre el candelabro. N 33n.
67; B 1, 3, 5/F, 13, 14n, 18; K La Motte: C 59.
5; C 1-3, 8-9, 10-19, 24, 32; L La Rochefoucault: N 51 (118n).
2-3, 6, 9-12, 19, 20, 29; N 1, La véritable religión des hollandai?.
25-6, 28-30, 33, 35-6, 38, 66, B 3/D; C 29; N 38n.
72-3, 75, 80ca. Labadie: C 59.
Junius (F): N 50 (29). Laboratorio: C 22; N 41, 66.
Juramento: B 6/1; K 5. Ladino (judío-español): N 18n.
Justicia: L 24. Lamy: B 9/P.
Justinianus: N 52 (146). Lansberg (J): N 50 (75).
Juventud: J 3; C 31; L 2-3, 25. Lansberg (Ph): N 50 (64), (68).
Kaiserlauten: N 50 (69n). Lantman: N 28.
Kaplan (Y): C l l n . Latín: J 74; B 2; K 2, 10; C 4n, 5,
Katwijk: N 80b. 7, 35, 53; L 9, 19n; N 36, 62,
Kaufmann: N 50 (81n). 70, 74-5.
Kayserling (M): N 50 (53n). Laulne (P): C 63.
Keckerman (B): N 51 (104). Le visionepolitique. N 52 (140).
Kempen (Joh. van): N 41. L'Empereur (C): N 50 (43).
Kepler (J): N 50 (78). Leenhof (Fr): C 62.
Kerckrinck: B 2/a; K 2, 2n; C 5, Leibniz: B 17/a; K 3n; L 26n; N
5n; N 50 (33), 52 (129). 32n, 34n, 39-40, 43, 57-9, 62,
Kervel (A): C 69. 64-67,71-73.
índice analítico 285

Leiden: C 22, 42, 59; L 14n, 19n; Longomontanus (Ch-S): N 49 (6).


N 25, 50 (43n), (50n), 51 Lope de Vega: N 52 (150n).
(lOOn), (115n). Loukers (Johan): N 60n, 61.
Leipzig: B 3n; C 58, 59. Lucas (Jean-Maximilien): B 2/c;
L'Empereur (C): N 50 (43n). L (b), ln , 4n, 6n, 7n, lOn, 19/
Lengua: L 9. k.
Lente: C 19; L 18; N 30, 52 Lucianus: N 51 (99).
(121n), 63, 73. Lucio (Ludovico): N 49 (7n).
León (David J.): N 27. Lucius Antistius Constans: B
León Templo: N 50 (53). 7/L; c 34-35; L 42.
Leviatárr. C 34; N 37. Luis XIV: L 19n.
Lettre touchant l'inspiration. C 59n. Luterano: K 5.
Lexicón. C 11; C 59. Lutero: N 59.
Ley: J 40, 44, 59; C 17; L 6, 10, Luxemburgo: L 22.
28, 30; N 24, 26. Luz: J 30, 33-34, 36-37, 39, 47,
Libertad: C 31, 48; L (a), 1, 18n, 58, 77.
27, 29; N 33, 36. Lyon: N 51 (lOOn).
Libertino: L (a).
Libro: J 54; K 3, 8-9; C 9, 30, 37-
38, 45, 51, 54n, 56, 57n, 73- Llave del Santuario: L 33.
74; L (a), 2, 10, 16; N 24, 29,
35, 37-38, 41, 49-52, 57, 59,
63-64, 79. Machiavelli (N): N 50 (38), 51
Lighthoot: C 13, 15. (85).
L'impieconvaincw. C 5. Madrid: N 25-26; 49 (14), 50
L'impieté convaincue. C 59. (40n), (61), (63n), 51 (106n),
Limborch (Ph. van): K 5n; N (113), (115n), (116n), 52
33n. (124n), (150n).
Limpieza: L 23. Maestro: L 2.
Linde (A. van der): N 35n. Magistrado: B 18; C 34, 37; L 12-
Lipsio (J): N 49 (4), 52 (126). 13, 32; N 22.
Lisbet: N 42. Mahamad (comité directivo): N
Lisboa: N 14, 16; N 22n, 52 7n, 24.
(150n). b/íaharam motha (el Señor viene):
Livius (Titus): N 49 (5). C 14.
Libro de BetHaimi N 2n. Mahoma: K ln; N 59.
Locke (Adriaan): N 19, 21, 27. Mahometano: L 12.
Locke (John): K l l n . Maimónides: C 11, 16; N 49 (19).
Lodewijcken (Jan): N 19. Mal: B 8n; C 42, 54; L 25.
Loeff (Libertus): C 3, 71; N 60. Maledicencia: L 32.
Logroño: 14n. Manheim: N 50 (69n).
Lombroso (?): N 50 (25). Mansveld (R): B 8/M; C 41, 52,
Londres: C 29, 59. 53n; N 50 (65).
286 índice analítico

Mar Rojo: C 17. Metius (A): N 51 (94), (111).


Maran atba (e\ Señor viene): C 14. Método: J 2, 75; N 68.
Marechal (G): C 38n. Mettateron (ángel principal): C 17.
Marscheschvan. C 17. Meyer (L): J 2n; K 7n; C 16n; 36,
Martialis: N 52 (132). 64; L 16n, 19n, 42; N 29, 35n,
Masaniello: C 20. 52 (133n), 70, 74, 75n.
Matemática/os: B 17; L 20; N Microscopio: J 5; B 4; C 26; L
66-67. 18; N 30, 73.
Mateos-. C 55. Miegius: N 33.
Materia: C 47. Mignini (Filippo): N 50 (54n).
Matrimonio: L 34; N 15-17. Miguel (arcángel): C 17.
Máxima: L 29. Milagro: J 53; B 9n.
Méchoulan (H): C l l n ; L 13n; N Milán (Gabriel): N 80n.
51 (116n), 52 (124n). Militar: C 22; N 80.
Medicina: K 7. Ministro: del Estado, B 3; C 36,
Médico: B 2; K 7, 7n, 8n; C 6, 29, 63: de la Iglesia, J 32; C
64, 66; L 16n, 42; N 25, 26, 65, 66; L 6, 12, 16, 42.
56, 70. Miriam: C 3; N 3, 16, 60; véase
Medigo (I. del): N 50 (54), (55n). Cáceres, Espinosa.
Meer (Joh. van der): N 67. Mishneh Tora (Repetición de la
Meijer (Willem): N 14n, 41n. Ley): C l l n .
Meinsma (K-O): B 3n; C 4n, 5n, Misterio: L 2, 33.
22n; N 14n, 21n, 31n, 42n, 50 Moderación: C 23; L 2, 32.
(50n), 52 (158n), etc. Modestia: L 3.
Melanchton: N 49 (12), 59/11. Modificación (modo): B 16; C 49;
Mélanges d'histoire et littérature. B N 65.
14/p. Modos (de percepción): J 72.
Melchior (J): N 33n. Moisés: J 34; K ln; C 13, 17,51;
Mémoire. B 2/c, 6/i; C 6n. L 4-6, 10-12, 28-29; N 25, 59.
Menachem Recanat: N 50 06). Monismo: B 8/N.
Menage (Gilíes): B 14n, C 63. Monluziano (A-M): N 52 (153).
Menagiana. B 14/Z; C 63. Monnikhoff (Johannes): C 2n,
Menasseh ben Israel: B 14/AA; L 64n; N 80.
13n; N 18, 18n, 50 (55n), 51 Montanus (A): N 51 (102).
(116). Moral: J 39n; B 3/E.
Menonitas: B 13; C 8; N 29n, 67, Moral (Etica): L 21.
70, 74-75. Moreau (P-F): C 36n.
Mercure Galant. B 18/c. Morelli (Morales): L 19n.
Mereije: N 42. Moreri: C 59.
Meros: C 17. Morteira: L 3, 5, 7, 10-11; N 18h,
Merretti (A): N 52 (121). 50 (55n).
Mersenne: N 68. Morus (Yh): N 50 01).
Metafísica: N 65. Mostart (D): N 52 (136).
índice analítico 287

Muerte (de Spinoza): J 4-5, 70, Núñez de Castro (Alonso): N 50


76-77; B 5, 10/S, 14/Z; K 7, 9; (40n).
C 1, 27-28, 62-66; L 18, 35,
38; N 40, 43, 46, 64-65.
Obediencia: J 64; C 25.
Muiden:J 17.
Odio: C 8.
Mujer: C 9, 64, 66; L 24, 28, 34;
Oficio: C 19.
N 2, 3, 11, 17.
Oído (de oídas): J 49; L 5.
Münster (Sebastian): N 51 (105).
Oimbra: N 14n.
Musaeus: B 8/M; C 10, 56-57.
Oldenburg (Henry): J 14-5; C 37,
Mussaphia (B): N 49 (23).
46, 59n.
Oliver Fullana (N. de): N 80n.
Opera posthuma: J 9, 75: B 3/E,
Naeranus (I): C 53.
4/f, 5/F, 5/g, 6/1, 7/K, 8, 10/v,
Nantes: N 2, 4, 5, 7n, 22n.
1 I/U; K 1, 3, 8-9; C 31, 38,
Nathan ben Jechiel: N 49 (23).
42, 44, 51; L 18, 18n, 41; N
Nathan (M): N 49 (13).
57, 62, 64, 66-67, 69, 70-75.
Naturaleza: C 5, 8; L 24, 27.
Opera theologica (Rappolt): C 58.
Necesidad: C 54.
Opinión: L 2.
Nedabab (limosna): N 23n.
Oporto: N 22n.
Negocio/s: L 20.
Oprechte Tapijthuis. C 2n; N 80a.
Neri (A): N 52 (121).
Optica: J 5; B 4; L 18; N 34, 73.
Nesech (taref): N 38.
Opuscula missoria:. N 59.
Newton: B 17/a.
Oración: K 5n.
Niddur. C 11, 16.
NilVolentibusArduum. N 35. Orange (Guillermo de): N 37, 52
Nisán. C 1; N 23. (124n), 67.
Nissim ben Reuben: N 51 (80). Oratia C 58.
Nizolius (M): N 49 (7). Oratio contra naturalistas. C 58.
Noé: N 32. Oratio de praepostera libértate. C
58n.
Nombre (Spinoza): J 10, 74; B 5,
Orense: N 14n.
11; K 2; C 1, 12, 20, 45-6, 59,
Orígenes: J 28; L 30.
65; L <b>, 21; N 24-5, 66-7,
Origo atheismi. C 57.
78.
Orobio de Castro: C 53n.
Noodlot J 17n.
Ostens (Joh.): C 53n; N 67.
Norwiths: C 68.
Oud Holland N 3n.
Notas (al I E ) : J 7 1 .
Ouderkerk: C 21; N 2n.
Notas (al TTP): C 37, 37n; L 19;
Ouwerkerk: C 21n.
N 77.
Overcamp (H): K 8n.
Nouvelles de la Répub. des Lettres,
Ovidius: N 52 (138), (149).
B 11/m.
Nuevo Testamenta J 28; N 50
(29n), 79. Pablo: J 14, 41; C 46; L 30.
Nulandt (F-N): N 52 (158). Paciencia: C 25; L 20, 38.
288 índice analítico

Pacheco: N 25-26. Pezold (S.): N 75n.


Padres: J 2; K 3; C 1-2, 28; L 20, Pharmacopaea Amstelredamensis. N
28; N 49 (24n), 80a. 52 (155).
Padua: N 50 (29n). Philaletes: B 15/BB.
Pagano: J 52. Philopater: C 38, 60-61.
Pagninus (S): N 49 (18). Philosophia sacrae Scripturae inter-
Países Bajos: C 6; N 33, 70. pres-. C 36; L 19n, 42; N 35,
Palabra: J 36, 43, 46-47; C 47. 37, 70.
Palau: N 50 (36n), 51 (113n). Piedad: K 10; L 6, 28, 38.
Palestina: N 12. Pieters (T): C 68.
Papa/do: N 34, 38. Pignorius (L): N 50 (39).
Parasah (perícopa, fragmento): N Pilatos: J 35.
18, 18n. Pinto Delgado (M): N 51 (106).
París: B 14/Z; C 63; N 30n, 49 Pintor/ura: B 6/1; K 1, 4, 7; C 5,
(8n), 50 (30n), 51 (99n), 52 20; N 80c.
(124n). Pirke Avot (Máximas de los Pa-
Parricidio: L 26, 38. dres): C 19.
Partido: L 27. Piscatorius (J): N 49 (17).
Pasión: C 25, 27, 30; L 26. Placer: L 29.
Paviljoengracht/straat: C 22; N Plautus: N 52 (143).
63, 80d. Plinius Secundus: N 52 (134).
Peniel: C 17. Pobrezas: C 2; L 24.
Pensamiento: C 49. Poiret: B 9/P; C 59.
Pensées diverses sur la Comete. B Política: K 4; L 6.
10/S. Pompone: B 14/Z; C 63.
Pensión (de Spinoza): B 2/C, 3; Ponte de Lima: N 22n.
K 8; C 8, 23, 27, 30, 67; L 20, Porges (N.):J75*n.
24; N 39n, 67. Portugal/gués: B 14/Z; C 1-3, 24;
Pentateuco. K lOn; C 51; N 18n, L 2, 36; N 3n, 4, 6, 8, 12, 14n,
50 (56n). 17n, 18n, 21, 22n, 24n, 26-27,
Pereira (B): N 51 (100). 51 (106n), 80a.
Pérez (Antonio): N 51 (%>, 52 Postumo: C 23.
(124n). Prado (Isaac de): N 80n.
Pérez de Maltranilla (Miguel): N Prado (Juan de): C 8n, 64n; L
25-26. 13n; N 25-26.
Pérez de Montalván (J): N 50 (63). Praeadamitae. N 32.
Pérez Tendero (M.): J 75*n. Predicador: B 6/1; C 34; N 28.
Pereza: L 27. Prefacio a NS/OP: N 70, 75n.
Persecución: L 12-13, 16, 19. Prejucio: L 15, 27.
Petrarca: N 52 (145). Preordenación: J 18.
Petronius: N 51 (93). Presunción: L 27.
Petry (M): N 80n. Presupuesto: C 43.
Peyrére (L de la): N 32, 50 (52). Principios: L 15.
índice analítico 289

Principios (de la fe): J 59-60. Regius: N 71n.


Principios de filosofía de Descartes: Rekers (Ben): N 50 (55n).
J 8; B 7/k, 7/K; C 33; L, 16/f, Religión: J 20, 27, 27n, 33, 50,
41; N 72, 74. 52, 54, 56-57, 63, 68; B 3n, 14/
Problematapolitices N 59. Z; K 5, 5 n ; C 5, 15, 25, 30,31,
Profesión de fe. B 13/y. 34, 39-42, 52, 56, 63; L (a-b),
Profesor: J 7; B 4; K 6. 2, 12, 30; N 28, 32, 33, 36-38,
Profeta: C 39; L 4, 29-30; N 29. 71.
Programma adversus anonymum. N Rembrandt: N 51 (97n).
32n. Republica/no: R 30; N 28, 38.
Promesas (donativos): N 23. Resentimiento: L 19.
Prophetiae Malachiae. N 59. Resurrección: C 50.
Providencia: N 71. Revah (I): N 26n.
Provincias Unidas: L 42. Reynoso: C 64n; N 26.
Prudentia theologiccc. C 57. Reynst: N 14.
Prusia: C 61. Rhenius (J): N 51 (107).
Richelieu: N 51 (106n).
Rieuwertsz (J): K 9; C 27, 45, 67;
Quaestiones almetanae. C 59n.
N 41n, 45, 56, 72.
Quevedo (F. de): N 50 (36), (37),
Rieuwertsz (hijo): N 75n, 76-78.
52 (150).
Rijnsburg: J 4; K 3; C 22, 22n,
Quintessences. L (b), 19/n.
59; L 14; N 80b, 80c.
Quinto Curcio: B 18/c.
Rin: N 80b.
Riolanus (J): N 50 (30).
Rabi C 10, 13, 14; N 18, 18n. Riqueza: L 23.
Rabino: B 3; C 8; L 2-3, 5, 7, 12; Risa: C 26.
N 24. Rodríguez Espinosa (Manuel): N
Raetken (V): N 51 (115). 4-6, 12.
Raey: N 71n. Rodríguez Vega (Manuel): N 4.
Raf Judá: C 17. Roiz (Pedro): N 22n.
Rappolt (F): C 58. Roma: N 43.
Rashi (Rabbi Salomo Ithzaki): N Roth (C): N 49 (24n).
18d. Roth (León): N 50 (54n).
Razón: J 20-21, 23, 27-8, 30, 32, Rotterdam: C 52-53, 55, 61; N
35-7, 45, 48, 50, 53; C 47, 59; 28, 67.
L 1, 2, 27, 30. Rozemary-steeg: C 38.
Rebeca: ver Espinosa. Rumiel: C 17.
Réflexions curieuses. L 19/n. Ruttel (Jan): N 4.
Reformado: K 5.
Réfutation des erreurs de B. de Spi-
noza: C 59n. Saavedra Fajardo (D): N 50 (40).
Regeneración (salvación): J 29 y Sabiduría: L 23, 26.
43. Sacro Bosco (J): N 49 (20), (21).
290 índice analítico

Saint-Glain: L 19*. Silvárr. C 17.


Sallustius: N 52 (122). Simón (Richard): B 8/M; C 59; N
Salmos 46. 51 (lOOn).
Salomón: C 17. Simplicio: N 51 (87).
Salud: L 18, 25, 35. Sinagoga: C 8-11; L 5-7, 10-11; N
Salomón: J 38. 23n, 25-26.
Salvación: L 29. Sistema sobrenatural: C 61n.
Samuel (R): N 50 (54). Slingerlant (Abram): C 64n; N 56.
Sandius (Ch): N 50 (42), 51 (102). Smedingh (Robert): N 60.
Sardalifón: C 17. Snellius (W): N 50 (59).
Scaliger (J): N 51 (101). Sobriedad: C 23; L 38.
Scapula (Johannes): N 49 (3). Sociniano: C 53n; N 34, 37.
Schadai (todopoderoso): C 17. Solano Robles (Fray Tomás): C
Schammata (enseñanza): C 14, 16, 8n; N 25.
18. Soledad: J 7; B 6/1; K 3; L 10,
Scheiner (Ch): N 50 (73). 12-13, 17, 22.
Schelius (H): L 42. Soliz (Giomar): N 17.
Schevat. C 17. Sophar. L lOn.
Schiedam: C 27, 67. Soudel (H): N 41, 45.
Schmeding (R): C 72. Specimen artis ratiocinandi...: L 43.
Schooten (F): N 49 (15); 50 (47), Spiegel: N 14.
(48); 50 (51), (52). Spinoza: passim.
Schrevel (C): N 51 (83). Spinozistas: B 11, 16.
Schróder (F. Fr.): C 68. Spizelius (Th): C 39, 41, 52.
Schuller (Georg Hermann): C Spuy: C 68.
66n; N 40, 41n, 43, 57, 62, 64, Spyck (H. van der): K 1, 3, 7n; C
66-68. 3, 20, 22, 27, 45, 67-68, 73; N
Schuyl (F): N 50 (49). 41, 44-46, 56, 60-61, 63, 80d.
Scioppius (G): N 51 (109). Steerkerken: C 29.
Sectas: J 56; B 11, 18. Steno/sen (Niels): N 50 (66), 52
Secundus (J): N 52 (137). (151).
Securus (Th): C 57. Stephanus: N 49 (2n)
Se/erElim.N 50 (55n). Stille Verkaade: C 22.
Seldenus (J): C 11, 16; L lOn. Stolle (Gottlieb): K 5n; N 74.
Sello (de Spinoza). N 55. Stouppe: B 3/D; C 29-30; N 36,
Séneca: K 3; N 51 (103), 52 (126), 38.
(136). Stralen R): C 73.
Sepharim (libros): N 24. Stuiver. C 23 n.
Servaas van Roojen (A-J): N 41n, Suiza: N 38.
44n, 49 (12n), 50 (81n), 52 Subasta: C 72-74; N 63.
(119n), (124n), (150n). Superstición: L 6, 28-29, 38.
Sevilla: N 25-26, 50 (63), 52n (fin). Suplicio: L 6.
Shophar. L lOn. Surenhusius: C 16.
índice analítico 291

Sustancia: B 1/A; C 48; L 4; N Tractatus theologico-politicus ad ve-


29, 40, 65. ritatis lumen..:. C 56.
Traducción: C 38.
Traitédes cérémonies. L 19n.
Tacitus: N 49 (4), 52 (157). Tranquilidad: L 20.
Talbot (Th): C 69. Transcendente: C 47.
Talmud C 11, 15; L 2; N 49 (8), Tratado política J 70; C 44.
50 (43), 51 (81). Tratado de la reforma del entendi-
Tapijthuis'. N 80a, 80n. miento.] 71-74, 76.
Teatro: B 3n; C 6n, 9. Tratado teológico-político. J 8, 13-
Telescopio: J 5; B 4; C 19; L 18; 18, 63-68; B 3, 5/F, 7, 8, 18,
N 53. 29, 32, 35, 37, 39-40, 55-56; L
Temor L 1. 19, 19n, 33n, 41, 43; N 32-39,
Temperamento (carácter): C 25n. 76-77, 79.
Templo: B 6/1; L 6. Trato: C 25.
Teofilacto: J 28; L 30n. Tremellius: J 35; N 49 (2), 50
Teofrasto: L 30/n. (29).
Teología: J 3, 8; B 2/b, 5/F; C 7, Tschirnhaus (E. W. von): N 30n,
29, 56-58; L 6; N 36, 70, 72. 39, 43, 67-68.
Terror C 63. Tuberculosis (tisis): J 4; B 5; C
Testamento de Spinoza: B 2/C; 64; N 40, 74.
C 27; L 24; N 17, 43, N 60. Tuinman (C): N 42n.
Testamentum Novurrr. N 49 (2). Tulpt (Dirk): C 21n.
Testimonio: J 42-43, 45. Tulp (N): N 51 (97).
Teva (tribuna, tarima): N 24. Tulpenburg: C 21n.
Tevat C 17. Tydeman (Daniel): N 28, 80c.
Thamus. C 17.
Theatrum principum. C 20n.
Thibon (Ibn): N 49 (19). Ulm: B 18.
Thomasius (Jacob): K ln; C 58n; Universo, 47-48.
N 33n, 71n. Uriel da Costa: C 17.
Tiberiades sive Commentarius. N Utrecht: B 3/D, 5/G; C 29-30,
49(1). 41, 52, 61; L 19n, 22; N 38.
Tiele (?): N 52 (150n).
Tifeo: N 50 (59n).
Tirano: L 27. Valentín (Basilio): N 52 (129n).
Tisrr. C 1; N 23. Valera (Cipriano de): N 50 (27).
Tita C 46. Valkemier (G): N 50 (32).
Tolerancia: J 58-62. Van de Werve (Willem): C 22; N
Tossaphot (comentarios): N 18n. 80d.
Totaro (G): C 37n. Van den Enden (Clara María): B
Tractatus moralis de naturali pudo- 2/a; K 2; C 5n, 6n; N 74.
re...: C 54. Van den Enden (Frans): B 2/a;
292 índice analítico

C 4, 4n, 5-6, l l n , 63n; L 9, Vino: B 6/1; K 6; C 23, 68; L


l l n ; N 31, 74. 24n; N 38, 74.
Van den Hove: L 42. Virgilio: J 17; N 50 (32), 52 (142),
Van Til (Adriaan): C 69. (153).
Van Til (Salomon): B 3/d, 8/M; Virtud: L 23, 29, 32, 37.
C 6n; N 79. Vischer (Bernard): B 15n.
Van Velen: 'Van de Werve'. Vives (Luis): N 49 (12).
Vassor: B 8/M. Vivienda (Spinoza): N 80.
Vatia (S): K 3. Vlooienburg: C 2n; N 8, 14-15,
Vaz Dias: N 2-22, 22n, 23-24, 27, 17n.
etc. Voet/ius (G): N 50 (44), 50 (65n).
Veer (Anthony de): N 44. Volkaertsz (Jan): N 12, 17.
Veerkaai: 'Stille Verkaade'. Voluntad: C 48.
Velthuysen: B 9/P; C 54; N 52 Voorburg: J 4; B 18/c; K 3; C 22,
(120), (147). 22n; L 17; N 27n, 29n, 30c,
Verdad: J 58; B 5; C 8;, L 1-3, 12- 80c.
13, 16, 18, 27,31-32, 34, 39. Vosser: B 8n.
Verdekte verbogentheid des atheis- Vossius (G-J): 50 (50), 51 (108),
mus: C 52. (114).
Verín: N 14n. Vossius (Isaac): N 50 (50n).
Verniére (P): N 39n, 71n. Voyage d*Espagtte. N 52 (124).
Versé (H. de): B 9/P; C 53n, 59. Vries (S-J): B 2/C; C 26n 27; L
Verstap (W): N 51 (76). 24n; N 21n, 67.
Vervolg van 't leven van Philopa- Vries (de Schiedam): C 27.
ter: C 38, 60. Vries (Theun de): C 21n; N 14n,
Veslingius (J): N 50 (28). 50 (55n).
Vespucici (B): N 49 (20).
Vestido: C 24; L 23; N 41, 47-8,
74.
Waasbergens: C 60.
Viana (Portugal): N 4.
Warnaerts (Jan): N 11.
Vicio: L 17.
Weyl (H-J van): C 37.
Vida: K 7; L 4, 30, 37, 39-40.
Wielen (van der): N 27n.
Vidiferre: N 14n.
Wierwerden: C 59.
Vidiger: N 14-15.
Witt (Jan de): K 6; C 30; L 20,
Vidigera: 14n.
20/n, 42; N 35, 39, 50 (35n).
Vidigueira: N 14n.
Wittich: B 9/P, 15/r; C 48, 60.
Vidrio: K 4; C 19, 21, 73, 74; N
Wolsgryk (A): C 38.
53, 63, 73.
Wolzogen (L): N 52 (133).
Vieiger: N 14n.
Vieta (F): N (15).
Vigneul Marville: B 14/p.
Viguera: N 14n. Yosep (Salom ben): N 18d.
Viguere: N 14n. Yvon: B 8/M; C 59.
índice analítico 290

Zacariel: C 17. Zimmermann: C 60.


Zaragoza: N 51 (113), 52n (fin). Zuriel: C 17.
Zefariel: C 17. Zweibrücken: K 3n.
Zelandia: N 27n. Zwol: C 62.
Indice

INTRODUCCIÓN 7

1. Contenido y método de esta edición 8


2. Historia y valor de las biografías 12
a) Jarig Jelles. Prefacio de OP (1677) 12
b) Pierre Bayle (1697, 1702) 17
c) Kortholt (1700) 19
d) Colerus (1705) 22
e) Lucas (1719) 25
3. La biografía de Spinoza hoy 31
4. Selección bibliográfica 35

I. BIOGRAFÍAS

PRIMERA. JARIG JELLES: Prefacio de OP (1677) 45

[I. Datos biográficos del autor] 45


295
296 índice

[II. Defensa de la doctrina de Spinoza] 49


a) [Monismo y determinismo moral] 49
b) [Spinozismo y cristianismo] 54
c) [Ateísmo y tolerancia religiosa] 67
[III. Otras obras de Spinoza] 73

SEGUNDA. PIERRE BAYLE: Spinoza (1697,1702) 81

TERCERA. KORTHOLT: De tribus impostoribus (1700) 91

CUARTA. COLERUS: Biografía de Spinoza (1705) 97


Cap. I. Origen y familia de Spinoza 97
Cap. II. Comienzo de sus estudios 98
Cap. IIII. Teología y filosofía 99
Cap. IV. [La excomunión] 101
Cap. V. Aprende un oficio para sustentarse .... 109
Cap. VI. Se va a vivir a Rinsburg, Voorburg y
finalmente a La Haya 111
Cap. VIL Era ahorrador y moderado en la co-
mida y bebida 111
Cap. VIII. Su fisonomía y forma de vestir 112
Cap. IX. [Sus modales y su desinterés] 113
Cap. X. Es conocido de muchos personajes ... 115
Cap. XI. Escritos de Spinoza y sus ideas 117
Cap. XII. Escritos postergados 128
Cap. XIII. Sus escritos refutados 128
Cap. XIII. Enfermedad, muerte y entierro 134

QUINTA. LUCAS: Vida de Spinoza (1719) 143

[a] Advertencia del editor 143


[b] Prefacio del copista 145
La vida del señor Benoit de Spinoza 146
[I. Juventud y excomunión] 146
[II. Madurez: 1661-1673] 156
[III. Apología de Spinoza] 161
Indice 297

[IV. Muerte y panegírico] 168


[V. Apéndice]. Catálogo de las obras de Spi-
noza 170

II. NOTICIAS SOBRE


BARUCH DE SPINOZA

1.° Edicto de expulsión de los judíos 175


2.° Familia Spinoza (1596-1654) 177
3.° Educación y excomunión de Baruch de Espi-
noza (1639-1656) 183
4.° De la excomunión al Tratado teológico-político
(1656-1670) 188
5.° Del TTP a la muerte del filósofo (1670-77) 195
6.° Inventario y biblioteca (1677) 200
7.° Subasta de bienes y edición de OP (1677) 221
8.° Noticias sobre OP y otras (1677-1743) 226

NOTAS 235

ÍNDICE ANALÍTICO 275

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