Tema 2 (Literatura) - Resumen

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TEMA 2: LA NOVELA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX.

PÍO BAROJA Y MIGUEL DE UNAMUNO


Los primeros años del S. XX vienen marcados por las tendencias narrativas de finales del
s. XIX. Sin embargo, es precisamente en esta época, cuando se produce una reacción contra
las tendencias del realismo y naturalismo.
En los principales novelistas del momento se observa una firme voluntad de innovar en los
temas y en las formas narrativas, lo que dará lugar a nuevas perspectivas, y al uso de las
técnicas impresionistas aplicadas a la descripción.
1. La novela de la Generación del 98
Los primeros que intentaron renovar la novela española fueron los autores de la llamada
Generación del 98. El año que marca esta evolución es 1902, cuando se publican Camino de
perfección (Pío Baroja), La voluntad (Azorín), Amor y pedagogía (Unamuno) y Sonata de
Otoño (Valle-Inclán).
Entre las novedades que estos escritores incorporaron, destacan: la importancia del mundo
interior del protagonista; el subjetivismo; la crisis de los valores burgueses, el fracaso vital y el
pesimista ante la vida y la sociedad; la fragmentación de la narración en escenas; y el
predominio del diálogo y el monólogo para retratar a los personajes.
La novela se convierte, así, en un vehículo para la reflexión, el conocimiento y
la formulación de ideas.
De todos los escritores finiseculares, los más representativos son Unamuno y Baroja, aunque
no podemos olvidar a José Martín Azorín, autor de obras autobiográficas (La voluntad y
Antonio Azorín) y Ramón Mª del Valle-Inclán, autor de Sonatas, obra del más puro estilo
modernista, o Tirano Banderas, novela esperpéntica que evidencia los graves problemas de
la sociedad.
2. Miguel de Unamuno (Bilbao, 1964)
Uno de los principales renovadores de la novela a principios del siglo. Desarrolló en sus
novelas los temas que le obsesionaban: los problemas de España, el sentido de la existencia
humana, o el debate entre la fe y la incredulidad.
Su ruptura con la novela realista consistió en concentrar la acción narrativa en los conflictos
íntimos de los personajes, en el predominio del contenido intelectual sobre la trama y en la
ausencia de descripciones. De este modo, el diálogo y el monólogo adquieren gran
relevancia para plasmar las inquietudes de los personajes. Ante las reticencias de ciertos
críticos a estas características, Unamuno acuñó el término de “nivola” para referirse a sus
novelas.
Niebla (1914) es quizá la más característica de ellas. Augusto Pérez, su protagonista, narra sus
problemas existenciales y se enfrenta con el propio autor que había previsto su muerte. Tras
ésta, publica Abel Sánchez, donde abordó el tema de la envidia y del cainismo, y en La tía
Tula, que desarrollaba la maternidad frustrada. Sin embargo, será San Manuel Bueno, mártir
(1931) una de sus obras más leídas. En ella aborda el sufrimiento de un párroco que finge
creer ante sus fieles para alimentar en ellos este sentimiento y preservar su felicidad.
3. Pío Baroja (San Sebastián, 1872)
Otro importante novelista y el más fecundo de su generación. Entendía la novela como un
género en el que cabe todo: la reflexión, la crítica, el humor, etc., aunque muestra preferencia
por la temática de aventuras y la acción.
Sus novelas no suelen presentar una estructura argumental precisa ni un desenlace claro. Es
frecuente que componga sus narraciones a partir de episodios dispersos, unidos por la figura
del personaje central, un ser, generalmente, inadaptado a través del cual proyecta su
negativa visión del mundo. Sus novelas tienen un ritmo rápido, que se consigue a través de
la aparición continua de personajes, la abundancia de diálogos, los cambios de escenario y la
descripción de ambientes con estilo sencillo.
Gran parte de su obra narrativa se organiza en trilogías. La crítica suele reconocer dos etapas
en su producción:
1. La primera abarca hasta 1912 y en ella se incluyen: Camino de la perfección; y trilogías
como La lucha por la vida, La raza (en la que destaca El árbol de la ciencia), y Tierra
vasca (que incluye Zalacaín el aventurero).
2. En la segunda etapa publica Memorias de un hombre de acción, un conjunto de
novelas sobre el S. XIX donde reconstruye la historia reciente de España a través de la
vida de Eugenio de Aviraneta, un antepasado del autor.
4. La novela del novecentismo, las vanguardias y la generación del 27 contra la comprometida.
La gran categoría de los narradores reseñados suele dejar en la sombra a los autores
novecentistas, que se verán influenciados por las tesis de Ortega y Gasset sobre la
deshumanización del arte. Destaca Ramón Pérez de Ayala, con obras como Troteras y
danzaderas, y Gabriel Miró, con El obispo leproso.
Por su parte, entre los autores vanguardistas destaca Ramón Gómez de la Serna, con su
novela experimental El torero Camacho, que influirá sobre los novelistas de la generación del
27, quienes cultivan una novela en la que predomina el juego intelectual y se experimenta
con la estructura, sirviéndose de la metáfora.
Tras esta literatura deshumanizada, en los años treinta surge una corriente de narrativa
comprometida. Sus representantes pretenden devolver la novela a la realidad política y
social, donde es protagonista la clase trabajadora. Destacan dentro de este periodo autores
que denuncian las desigualdades y la explotación de los humildes, como Ramón J. Sender
con obras como Imán.

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