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HASTA QUE TODOS LLEGUEMOS.

Para que una persona pueda competir y ganar, lo primero que tiene que saber es que como mínimo en
ese equipo tienen que haber dos. Y conocer las competencias en donde vamos a participar. Porque
nadie puede participar sino se ejercita y desarrolla las competencias necesarias para ganar.

Alguien que participa en una competencia de todo se abstiene. Y tiene que conocerse y tener identidad
de la persona que es. ¿Quién soy? la persona que piensa que no puede, que no sabe, que no sirve..
Déjeme decirle ya perdió. Y para eso estamos aquí, para recordarte quien eres, no desde ti, ni de lo que
te dijeron que eras, ni de las notas que sacas, ni del dinero, la marca de ropa que te pones, porque no
vales según esos indicadores. Nada en la vida va a condicionar la manera en que vamos a vivir como la
respuesta que demos a esta pregunta. ¿Quién soy? Todo en tu vida está conectado con quién crees que
eres.

La psicología dice: “si quieres saber quién eres tienes que mirar hacia adentro, tienes que auto
descubrirte.” Pero el único lugar seguro para buscar la respuesta a esa pregunta es el corazón del
Padre. El Padre lleva una eternidad pensando en sus hijos. El salmo 139 dice que sus pensamientos son
más que los granos de arena. La mayor reserva de pensamientos acerca de mí en todo el universo se
encuentra en el corazón del Padre.
No puedes permitirte tener un pensamiento acerca de ti mismo que el Padre no piense de ti.

Vemos en la vida de Jesús antes de empezar su ministerio público recibe del Padre la afirmación más
poderosa acerca de quién es él: “este es mi hijo amado en quien tengo complacencia.” Estas palabras
fueron todo lo que Jesús necesitó para ser impulsado hacia su destino. Estas palabras le equiparon para
lo sobrenatural, lo mantuvieron enfocado hacia la consumación de su vida a pesar de la oposición, la
crítica, la persecución. De la identidad asumida brota el poder.

El titulo más poderoso que el Padre podría darle a Jesús no era una función, era una relación.

Una iglesia que hace temblar el infierno es la iglesia que sabe quién es. Hay una autoridad en aquel
que sabe quién es.

El Padre no le dio a Jesús una función sino que le dio una relación.

El titulo más poderoso que el Padre podría darle a Jesús no era una función, era una relación.
Erramos cuando estamos obsesionados por encontrar nuestra identidad en una función que
realizamos en vez de una relación que tenemos con el Padre.

Es más importante ser que hacer.


No hay nada más poderoso en esta tierra que ser hijo. La posición más alta que el Padre puede darnos
no es la de apóstoles, profetas, teólogos. Es la de hijo.

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