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Las Tradiciones de Palma se trata de relatos cortos de ficción histórica que

narran, de forma entretenida y con el lenguaje propio de la época, sucesos


basados en hechos históricos de mayor o menor importancia, propios de la vida
de las diferentes etapas que pasó la historia del Perú, sea como leyenda o
explicando costumbres existentes.
Estas tradiciones tienen características propias, entre otras: Usan un lenguaje
popular repleto de refranes, proverbios, canciones, coplas, entre otros.
Se basan en un suceso históricos que tiene sustento en archivos o documentos
históricos, ya que Ricardo Palma fue bibliotecario de la Biblioteca Nacional del
Perú.

Entre las historias mas resaltantes de las tradiciones tenemos:

El capitán Paiva era un indio cuzqueño, de casi gigantesca estatura.


Distinguiese por lo hercúleo de su fuerza, por su bravura en el campo de
batalla por su disciplina cuartelera y sobre todo por la pobreza de su meollo.
Con él las metáforas estuvieron siempre de más, y todo lo entendía AL PIE DE
LA LETRA.

O quizás, ¡Al rincón! ¡Quita calzón! esta obra narración del gran tradicionista
Ricardo Palma, tiene como personaje principal al obispo de Arequipa, Chávez
de la Rosa. El obispo que tomo gran empeño en el progreso intelectual del
seminario y realizaba una visita semanal al colegio cuidando con celo que los
profesores cumplieran con sus labores y los alumnos fueran correctamente
educados. En esos tiempos regía por doctrina aquello de que la letra con
sangre entra, y todos los colegios tenían un empleado o bedel, cuya tarea se
reducía a aplicar tres, seis y hasta doce azotes sobre las posaderas del
estudiante condenado a ir al rincón.
También tenemos la anecdótica historia de un pequeño cañoncito, que nos
incluye una moraleja.
Esta historia narra como persona que aspiraba a una modesta plaza de
inspector en el resguardo de la aduana del Callao, había hecho tal regalo a
Don Ramón Castilla presidente del Perú de aquella época.
La moraleja de la historia es que los regalos que los chicos hacen a los
grandes son, casi siempre, como el cañoncito de Don Ramón. Traen entripado
y puntería fija.

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