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INTRODUCCIÓN
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146 Karen Poe
campo de problematización abierto por la teoría Queer y los Gay and Lesbian
Studies, es posible hoy lanzar una mirada distinta sobre las concepciones de
género sostenidas por la literatura finisecular hispanoamericana. Estas teorías
par ten del rechazo de las categorías binarias hombre/mujer, masculino/
femenino, heterosexual/homosexual pues éstas son el basamento de una
visión heterosexista y homofóbica de las relaciones sexuales. La segunda
categoría del binomio aparece siempre marcada negativamente en una
lógica que pretende asimilar lo “hetero” como lo “normal” y lo “homo”
como la desviación de la norma.
Este trabajo es una prolongación de una investigación anterior, de
carácter más amplio, sobre la novela decadente. En ese texto (Poe 172)
sostengo que hay algo en el erotismo y la sexualidad decadentes que hace
zozobrar las identidades sexuales y una cierta puesta en crisis de la falsa
simetría hombre/mujer. Además, se trata de un erotismo, como propongo
más adelante, que atenta contra el falocentrismo.
La novela decadente, como rostro oscuro del modernismo, se construye
en oposición al ideario romántico cuyos pivotes eran el amor idealizado y la
visión ingenua de la naturaleza. Por este motivo, no comparto plenamente
la afirmación de Octavio Paz cuando dice que el modernismo fue nuestro
verdadero romanticismo (78). Como intento sostener en este artículo, es-
ta afirmación solo es válida si se deja de lado la vertiente decadente del
modernismo.
Por razones de espacio, he elegido centrar mi análisis en dos novelas
de escritores centroamericanos, aunque lo que aquí propongo tiene como
telón de fondo un corpus más amplio. Según mi criterio, estos dos textos
ejemplifican de manera extrema el pasaje de la visión romántica del amor
y de la “femineidad” hacia una concepción decadente de la sexualidad que
per mite pensar y representar a la “mujer”, quizás por primera vez en la
historia de la literatura hispanoamericana, como un sujeto sexual, es decir,
como un ser deseante.
Al interior del modernismo es posible observar, por lo menos, dos ten-
dencias: una vertiente formativa, optimista y luminosa, que ha sido inves-
tigada casi hasta el cansancio. La otra, marginada y poco estudiada por la
crítica, recibe frecuentemente el nombre peyorativo de literatura decadente.
Mi intención es destacar el potencial subversivo del estilo decadente, que
ha sido silenciado por una serie de investigaciones de corte tradicional. El
decadentismo, al rechazar la concepción romántica e idealizante del amor y
de la “femineidad” logra ampliar el campo de representación del erotismo,
y ubica a sus personajes conscientemente del lado de la perversión.
Del vampiro a la lesbiana. El deseo sexual “femenino” en la novela ... 147
I.
EL VAMPIRO O LA ESTRATEGIA
DEL AMOR IDEALIZADO
siempre así, como cuando salía del baño después del desayuno, sonrosada y
esbelta. Ella era entre las flores la más fragante. Olía su cabellera a azahares
recién cor tados y donde ponía la pálida mano dejaba un tenue perfume. (55).
Luz, quien es algunos años mayor que su primo, cumple también una
función materna. Cuando el protagonista está muy enfermo lo cuida como
una madre o una hermana:
Tenía los ojos ardientes y el párpado inferior rodeado de una sombra
violácea... Miré, con el alma en los ojos, su rostro enflaquecido... Durante mi
enfermedad no se alejó de mi lado. Sin dormir, sin alimentarse casi, en una
tenaz y mórbida inquietud, habíala asaltado una ligera fiebre intermitente. Mi
madre estaba asombrada de su pasión por mí y de su admirable resistencia
física. (79).
II.
EL DESEO SEXUAL “FEMENINO” EN
DEL AMOR, DEL DOLOR Y DEL VICIO
Violeta lo comprendió así cuando los ojos del poeta se abrieron de nue-
vo, después de la escena, y aparecieron ante ella, húmedos y tenuemente en-
rojecidos. Comprendió que la emoción de su amigo no era pura emoción de
arte. (Gómez Carrillo 88).
antes que ella en la lucha deliciosa de los sexos. ¿De verás? Sí, de veras...
¡Estoy muerto!... Y Liliana, no obstante, exigía esfuerzos sobrehumanos para
satisfacer su propio apetito aún no saciado. Otras veces, por el contrario, ella
experimentaba un cansancio definitivo antes que él, y entonces sus labios in-
clementes no ofrecían a los labios enloquecidos de Carlos sino la fría resignación
de los besos pasivos... (155).
BIBLIOGRAFÍA
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