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y de las (auto)identificaciones históricamente mento»– fue escrito por René Char, poeta de la resistencia artística (surrealista)
un don, en cualquiera de los dos sentidos de esta Adviértase la similitud entre este planteo de Laurent Fabius y aquel en el que
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cerrada autistamente sobre sí misma o afincada tanto desde un reconocimiento endógeno como
territorialmente, sino como un sistema de afi- desde uno (o varios) exógeno(s). Además, si la
liaciones móviles y múltiples que constituyen al identidad se formula a partir de diferencias (rea-
individuo de distinta manera, en distintos con- les o inventadas), entonces el sentimiento de ser
textos» (Moraña, 2002:190-191). diferente también se liga a la designación de esas
Es la exploración por entre las honduras de diferencias (reales o inventadas) por parte de los
la memoria colectiva, en definitiva, la que me- otros (cf. de Certeau, 1999:121).
jor puede restituirnos nuestra identidad cultural, Si bien la memoria no es la única aliada de
que no es más que una circunspecta metáfora la identidad, es la que mejor puede decirnos por
de nuestro rostro colectivo, horadado y honrado qué somos los que somos y por qué somos lo que
por el lustre del tiempo. somos... es decir, quiénes somos (el nombre que
Pero... ¿de qué estamos hablando cuando ha- tenemos). El quiénes somos (o quiénes supone-
blamos de identidad cultural? De «una especie mos que somos) «corre por cuenta de nuestra
de foco virtual al que nos es indispensable re- personal o colectiva demanda de modelos arque-
ferirnos para explicar un cierto número de co- típicos, prestigiosos, para espejarnos y recono-
sas, pero sin que nunca tenga existencia real», cernos en ellos» (Vidart, 1998:162). El quiénes
responde Lévi-Strauss (1981:332); es por ello, somos (el nombre que tenemos) es la versión pro-
agrega, que hay que advertir «que su existencia pia, que debe distinguirse de «la versión ajena,
es puramente téorica: la de un límite al que en referida al cómo son [el nombre que nos dieron],
realidad no corresponde ninguna experiencia». a cargo de intérpretes alienígenos» (ídem). De
Dejando de lado la naturaleza evanescente que este modo, como ha afirmado el mismo Vidart
el antropólogo francés le atribuye a la noción de en otro texto, «al ‘quiénes somos’ reclamado,
identidad cultural, es menester afirmar que toda presentido o explicitado por los sedicentes por-
cultura, al suponer un “nosotros”, es la base de tadores de una estereotipada identidad [...], le
identidades sociales, las cuales «se fundan en los responde el ‘cómo somos’ de las interpretaciones
códigos compartidos, o sea, en formas simbó- e intelecciones propias de aquellos que contem-
licas que permiten clasificar, categorizar, nomi- plan la realidad social como un objeto, procu-
nar y diferenciar. La identidad social opera por rando despojarse del halo ideológico y de la gra-
diferencia, todo “nosotros” supone un “otros”, vitación etnocéntrica que distorsionan la imagen
en función de rasgos, percepciones y sensibili- de nuestra personalidad de base, bastante difusa
dades compartidas y una memoria colectiva co- e indefinible por otra parte» (Vidart, 2000:7).
mún, que se hacen más notables frente a otros
grupos diferentes...» (Margulis, 1997:46). Tal como aclara Vidart (2004:89), el término mismidad, «introducido por
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Baste citar como ejemplo la afirmación de James Clifford: «la identidad es
coyuntural, no esencial» (ápud García Canclini, 2008:26).
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Uno de esos planteos es el de Eric Hobsbawm (2000:117): «la mayor parte de
las identidades colectivas se parecen más a una camisa que a la piel, es decir, 9
Aquí aplico la noción de performatividad en un sentido similar al propuesto
que son, por lo menos en teoría, optativas, no ineludibles. A pesar de la moda hace casi medio siglo por Austin (1982) para ciertos actos de habla: la
actual de manipular nuestro propio cuerpo, sigue siendo más fácil cambiar de capacidad que tienen algunos enunciados en cuanto a configurar las acciones
camisa que de brazo». de otros, es decir, de realizar un hecho por el mero hecho de expresarlo.