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VERDAD Y BELLEZA
Análisis Estético Modal con Apéndice Lúdico-Filosófico
1. Presentación
La obra del cineasta ruso, aunque reducida en número de obras – debido tanto a los
problemas encontrados para filmar en la URSS como por su temprana muerte, a los 52
años, ya exiliado en Europa Occidental – posee una profundidad y una extraordinaria
posibilidad de distintas miradas. Este trabajo, consciente de ello tanto como de sus
propias limitaciones, para no extraviarse en tan vasto territorio, empleará como
estructura básica la Estética Modal del profesor Claramonte, que a mi entender
constituye una potente herramienta para realizar un análisis concienzudo y, a la vez,
sugerente y atractivo de la obra de arte, tal como la expone en sus volúmenes Estética
Modal Libro I y Libro II, así como en sus numerosos vídeos de carácter pedagógico.
Quedarán fuera del ámbito de este trabajo otros enfoques posibles, como por ejemplo
el papel de los símbolos en el cine de Tarkovski o el análisis textual, entre otros.
Amo el cine de Tarkovski. Este trabajo quiere ser una reivindicación de su poesía
fílmica. El análisis Estético modal de la obra de Tarkovski me ha servido en primer lugar
para permitirme observar más atentamente la obra de Tarkovski con mayor
Por último, tan solo concluir el asunto de los objetivos de este trabajo. Junto a los ya
citados, me atrevo a señalar un uno más, de índole más personal que académica. La
principal acusación que se vierte sobre el cine de Tarkovski es que es un cine difícil,
extraño, enigmático, tortuoso e incomprensible. En términos de Estética modal
podríamos expresar esta opinión mediante la afirmación de que el cine de Tarkovski es
sumamente estrecho. Puesto que los valores son cambiantes a lo largo de la historia,
confiemos en que una elevación del nivel espiritual en el mundo pueda contribuir a
que el cine de Tarkovski llegue a ganar en anchura. Por ello, estaría satisfecho si la
lectura de este trabajo pudiese despertar el interés de alguno de mis familiares o
amigos por el cine de Tarkovski, del cual les separan infundados recelos.
2.1. Paisajes
Ninguna obra de arte, como ninguna poética, sucede aislada, sino que lo hace sobre
una realidad efectiva existente en el plano artístico, cultural y social. Este paisaje es el
resultado de fuerzas contrapuestas que configuran un equilibrio complejo que
configura lo efectivo, lo que de hecho se da. No debemos entender el paisaje como
mero conjunto de condiciones de contorno estáticas, sino que los propios modos
artísticos existentes son los que acaban por configurarlo y modificarlo de forma
continua. Más adelante en este trabajo, al tratar de los modos de relación,
abundaremos en la naturaleza de estas fuerzas en pugna, así como en el carácter
complejo y dinámico de lo efectivo. Ahora nos interesa sin más pasar a describir los
paisajes que configuran la realidad en la que Tarkovski realiza su obra artística.
Andrei Tarkovski nació en un una provincia rusa cercana a Moscú, en 1932, en pleno
régimen estalinista. El Partido Comunista controlaba férreamente todos los aspectos
de la sociedad, incluyendo, como prioridad fundamental, la cultura. Se demandaba de
ésta que contribuyera a la formación del ciudadano soviético al servicio de la
revolución obrera; los artistas debían constituir una fuerza al servicio de la propaganda
del régimen. Durante los primeros años siguientes a la Revolución de Octubre de 1917,
se produjo en Rusia una efervescencia en las formas artísticas en plena época de las
vanguardias europeas. En el campo del cine, surgen en los años veinte las teorías de
los formalistas rusos, una de las más tempranas teorías del cine, también conocidas
como las teorías del montaje, cuyo mayor exponente fue Sergei Eisenstein. La Escuela
Estatal de Cine de Moscú, la VGIK, fundada en 1919, es de hecho, la escuela
cinematográfica más antigua del mundo. (76)
Pero con el tiempo decayó el vigor inicial, coartado por las consignas político-culturales
y su correspondiente aparato de censura, por lo que la realidad del cine soviético
decayó en la impotencia: el paisaje existente dejó de ser efectivo para albergar las
propuestas artísticas, cayendo en el estancamiento. La industria cinematográfica rusa
estaba sometida en su totalidad, desde la producción hasta la explotación comercial, al
férreo control del Goskino, el Comité Estatal de Cinematografía. Un proyecto, desde la
presentación del guion hasta su estreno en las salas de cine, recorría un largo y sinuoso
laberinto de despachos y salas de juntas, de inspecciones e informes que valoraban la
idoneidad ideológica del producto. (77) En los primeros años 60, con la llegada al poder
de Nikita Jrushchov, hubo algunos signos de distensión que en realidad no pasaron de
Pero el descarnado panorama del realismo socialista soviético no fue, por fortuna, el
único paisaje en el que se enmarca la obra de Tarkovski. Gran intelectual y amplio
conocedor de la literatura y el arte universal, Tarkovski se sentía en profundamente
enraizado en la historia y las tradiciones de su país. Su segundo largometraje, y el
primero concebido íntegramente por el propio cineasta –al ser La Infancia de Iván una
producción realizada por encargo– lo dedica a realizar una muy particular visión de la
vida y la época de Andrei Rublev, monje cristiano del siglo XV, pintor de iconos y uno
de los símbolos espirituales de la cultura rusa. Desde Andrei Rublev pasando por
Pushkin y Tolstoi, hasta su culminación en Dostoievski, Tarkovski se reconoce heredero
y continuador de la tradición rusa
La obra de todos estos literatos, cineastas y otros artistas que en conjunto componen
una gran tradición que, aunque virtual, constituye la referencia en que se desarrolla la
concepción estética del cineasta, en diálogo interior con la cual desarrolla su obra. Se
trata del gran arte clásico que reivindicaba Marcuse como propio de una dignidad
específicamente humana, inherente tanto al individuo como de la especie, apelando al
desarrollo del potencial de sus facultades vitales. (2)
En todas las películas de Tarkovski aparecen con profusión y protagonismo propio los
cuatro elementos que según los filósofos presocráticos constituían el arché o razón
primaria de todas las cosas: el agua, el aire, la tierra y el fuego. Se diría que poseen
para el director ruso una cualidad reverencial.
No obstante haber mencionado el aspecto simbólico que puedan tener algunos de los
elementos de la naturaleza en el cine de Tarkovski, esta no es en ningún caso su
función principal, como manifiesta el propio cineasta
Por encima del estrato de lo orgánico, de la vida primordial, en el ser humano aparece
el estrato de lo psíquico. Este primer escalón específicamente humano adquiere una
importancia fundamental para Tarkovski:
(5)
Lo que me interesa es el hombre, en quien se encierra todo el universo.
En cierto sentido, lo pasado es mucho más real, o por lo menos más estable y duradero
que lo presente. Lo presente se nos escapa y desaparece, como el agua entre las
manos. Su peso material no lo adquiere sino en el recuerdo. (6)
En El espejo ocupan un lugar central las relaciones del Tarkovski niño con su padre y
con su madre, asunto de vital importancia para el psicoanálisis, que trata de penetrar
en el terreno de lo inconsciente. A este respecto, Tarkovski declarará que el
inconsciente del que él habla no tiene nada que ver con la teoría freudiana, que le
resulta “un vulgar materialismo”.
En el territorio del inconsciente tienen también su origen los símbolos, arquetipos del
inconsciente colectivo, que han dado mucho que hablar en las películas de Tarkovski.
Su mundo fílmico está plagado de sucesos extraños, enigmáticos y hasta mágicos. La
continua repetición de ciertos fenómenos naturales, especialmente del agua, los
espejos, la levitación, etc. hacen inevitable que muchos espectadores busquen su
interpretación simbólica. Sin embargo, el propio Tarkovski negó en diversas ocasiones
el sentido simbólico de sus películas y manifestó su rechazo al uso del símbolo en el
cine:
Muchas veces he tenido que percatarme del escepticismo de mis espectadores frente a
afirmaciones de que en mis películas no hay ningún símbolo o metáfora. (7)
La imagen artística es siempre un símbolo, que sustituye una cosa por otra. Para poder
informar de lo vivo, el artista presenta lo muerto, para poder hablar del infinito, el
artista presenta lo finito. Un sustitutivo. Lo infinito no es materializable, tan sólo se
puede crear una ilusión, una imagen. (8)
El cine de Tarkovski es el cine del enigma, pero un enigma que está en la propia
realidad: “si este es un mundo misterioso, también la imagen de él será misteriosa”. (9)
Lo esencial en el cine es la imagen, que no debe interpretada, sino sentida y vivida.
La patria rusa
En todas mis películas me ha resultado importante el tema de mis raíces, mis lazos con
la casa de mis padres, con la niñez, la patria, la tierra. De forma necesaria tenía que
subrayar mi pertenencia a una tradición y una cultura concretas, a un determinado
círculo de personas e ideas. (10)
En Andrei Rublev, primera película cuya autoría fue completa, Tarkovski revisa un
periodo histórico que forjó la cultura y la nación rusa. Andrei Rublev fue el pintor de
iconos más importante de la cultura rusa antigua y fortaleció la espiritualidad del
pueblo con el icono de la Trinidad que, según Tarkovski, continúa atando
culturalmente a las generaciones. No en vano, en sus posteriores filmes Solaris y El
espejo aparece de forma relevante la imagen de la Trinidad en varios de sus planos.
Quería que aquella película narrara cómo en la época del fratricidio y del yugo tártaro
nacía un deseo nacional de fraternidad, del que surgía la genial Trinidad, el ideal de
hermandad, de amor y de la fe reconciliadora. (11)
Tarkovski, en su exilio de la URSS en los últimos años de su vida, tuvo que padecer
personalmente el dolor de la separación de su familia y de su patria. Su película
Nostalgia retrata su dramática añoranza de la identidad rusa.
El arte
Su película Andrei Rublev es, además de una revisión de un periodo histórico en los
orígenes de la cultura y la nación rusa, una reflexión sobre el arte y el artista en la
sociedad. El filme nos muestra la relación conflictiva del artista con el poder, que trata
de sacar partido del arte y ponerlo al servicio de sus causas políticas. El artista
auténtico debe intentar escapar de ello, con riesgo incluso de su vida, como narra el
episodio de los artesanos que deciden ir a trabajar con un rival del emperador, quien
en represalia hace a sus soldados que les saquen los ojos, o el episodio de acoso por
los boyardos a un simple bufón. Reflexiona asimismo sobre el doloroso sacrificio del
artista para extraer de sí mismo su acto creativo; o sobre el papel del arte en la
construcción de la identidad de un pueblo, como lo fue (y según Tarkovski lo sigue
siendo) el icono de la Trinidad de Rublev para la espiritualidad y el alma rusas.
Para Tarkovski el arte es en primer lugar una forma de apropiarse del mundo, una
forma de conocimiento del mundo y de uno mismo basada no en el pensamiento,
como es el caso de la ciencia, sino en el sentimiento. El filme Stalker presenta una
reflexión sobre las distintas vías de conocimiento humano a través de tres personajes
que se internan en la Zona, un territorio prohibido, en busca de “la habitación de los
deseos”. El profesor encarna metafóricamente la mirada de la ciencia, el escritor la
mirada artística y el propio guía Stalker la de la fe. Las discusiones entre los personajes
dan testimonio de la arrogancia de los intelectuales que han desterrado su intuición y
El artista y su responsabilidad
Para Tarkovski, el artista posee una elevada misión, que remite acaso a la del aedo, el
poeta de la Grecia arcaica, elegido de las Musas, encargado de transmitir a los
hombres la Memoria divinizada que posibilita el conocimiento de la Verdad (16). El
mismo Tarkovski señala que Pushkin atribuía al poeta dones proféticos, así como que
Alexander Block asignaba al arte una cierta función demiúrgica al señalar que “el poeta
crea armonía a partir del caos”. Tratando sobre el filme Andrei Rublev, Tarkovski
reclama para el artista una misión espiritual:
El pintor Andrei Rublev es uno de los alter ego del director Andrei Tarkovski, quien
funda su experiencia artística como cineasta comprometido y fiel a sus convicciones
personales. Rublev, en su periplo por las tierras rusas, experimenta una dolorosa toma
de conciencia de la distancia entre sus ideales de bondad y fraternidad y la cruel
realidad del mundo en torno suyo. El sufrimiento por su labor creadora se ve
expresado de forma visual en las escenas que representan el Calvario de Cristo en su
camino a la cruz. En el último episodio del filme, la fuerza vital del fundidor de
campanas representa una alegoría sobre la creación artística, que, en palabras del
propio cineasta, exige del artista una verdadera entrega de sí mismo y un ansia
apasionada de verdad, de conocimiento del mundo y de sí mismo.
Para Tarkovski, tanto los objetivos ideológicos como el provecho económico son
absolutamente incompatibles con la función del arte. Él estaba convencido de la
función moral del arte, y durante toda su vida luchó contra viento y marea por
mantener sus convicciones a pesar de los problemas que ello le acarreaba. En primer
lugar en la URSS, donde su cine era incomprendido y tachado de burgués y elitista, en
un entorno en el que el cine debía ser usado como un arma de adoctrinamiento del
pueblo en las virtudes del “realismo socialista”.
¿Y como, junto a eso, voy a ser capaz de “querer gustar al espectador” o – como se
exige a los artistas soviéticos – de “ofrecer a los espectadores un ejemplo a imitar”? (19)
Allí donde alguien se orienta deliberadamente por el público, estamos ante un producto
de la industria del entretenimiento, ante shows y espectáculos de masas, nunca ante el
arte, que indefectiblemente tiene que seguir sus leyes internas, inmanentes, con
independencia de que sean aceptadas o no encuentren acogida. (20)
Además de cargar contra el “sistema”, contra las normas del cine comercial y las
producciones televisivas que corrompen al público y le roban cualquier posibilidad de
contacto con el arte verdadero, Tarkovski carga también contra los propios
espectadores, en una sociedad masificada carente de valores auténticos que en el
cine, como en el resto de sus vidas, buscan solo evasión:
¿Por qué el público de masas prefiere a menudo temas exóticos en el cine, que nada
tienen que ver con su propia vida? Piensa que conoce ya de sobra su vida, está harto de
ella y en el cine prefiere tener experiencias desconocidas: cuanto más exótica, cuanto
más alejada de su vida cotidiana, tanto más interesante, entretenida y pedagógica les
parece una película. Pero este es un problema sociológico: ¿por qué un grupo de
espectadores busca en el cine el entretenimiento y la distracción, mientas que otro
grupo espera encontrar un interlocutor inteligente? ¿Dónde están las causas de la
torpeza estética, y a veces también moral, de gran parte de la gente? ¿Será posible
ayudarles a ver aquello que es más alto y más bello, a llegar a aquella actividad
espiritual que el verdadero arte despierta en las personas? (22)
Tan solo una minoría de cineastas, a los que se podría aglutinar en lo que se vino a
llamar “cine de autor”, y también de espectadores se enfrentan a la pérdida de las
raíces artísticas del cine, y aún así cada vez más la industria acecha con sus garras
incluso a estas producciones
Hoy la mayoría de las películas no son otra cosa que una mercancía, celuloide para
ganar dinero. Pocos productores, pocas instituciones están dispuestos a apoyar el cine
de autor, cualquier cine de categoría artística. (23)
Tarkovski comparte ese pesimismo por el triunfo de un cine insustancial, con la deriva
que el arte en general ha tomado en la segunda mitad del siglo XX, al parecer
destinado únicamente a satisfacer el ego de los supuestos artistas y la petulancia de
críticos y espectadores. Para el cineasta ruso, el arte contemporáneo se ha envilecido
por falta de espiritualidad:
La obra del cineasta ruso plantea una reflexión sobre la tecnología desmedida, sobre el
envilecimiento de la espiritualidad y sobre lo errado de nuestra cultura. El relativo
optimismo que presenta en el final de la película Andrei Rublev, en la que el pintor de
iconos recupera la fe en su misión artística gracias a la fe vital que ve en el fundidor de
campanas, este relativo optimismo desaparece en sus filmes posteriores, ya en
contexto de una época contemporánea. En todos ellos se nos presenta una sociedad
deshumanizada y unos hombres extraviados que no encuentran su acomodo en ella.
Tras una aparente historia de ciencia ficción, Solaris es una parábola moral sobre la
conciencia del hombre y su incapacidad de actuar con coherencia ante el progreso
tecnológico. Nos muestra una estación espacial aséptica y a la vez deteriorada, con
ambientes fríos e impersonales, invadidos por el desorden. Tan solo la biblioteca, que
contiene grandes logros de la humanidad, posee un ambiente cálido por humano. De
sus ocupantes, los que no han encontrado en la muerte, han caído en la locura o en la
deshumanización. Según el propio Tarkovski,
Una y otra vez, el hombre se pone en relación con el mundo movido por el
atormentador deseo de apropiarse de él, de ponerlo en consonancia con su ideal que
ha conocido de forma intuitiva. El carácter utópico, irrealizable de ese deseo es fuente
perenne de descontento del hombre y de sufrimiento por la insuficiencia del yo. El arte
y la ciencia son, pues, formas de apropiarse del mundo, formas de conocimiento del
hombre en camino hacia la “verdad absoluta”. (28)
¿Y qué es la verdad? La verdad a la que aspira el arte, para Tarkovski, está relacionada
con las cuestiones fundamentales de la existencia, con la toma de conciencia por parte
del hombre de su propia identidad como ser espiritual. La apropiación artística es el
único medio de acceder a lo espiritual, a lo absoluto, a la esencia del propio ser.
Especialmente en nuestra sociedad desespiritualizada y aniquilada por el consumismo,
la función del arte es la recuperación del sentido espiritual. Su misión consiste en
zarandear las entrañas del ser humano, en conmover su interioridad más profunda
enfrentándole con el interrogante del sentido de la vida y la existencia.
Lo bello queda oculto a los ojos de aquellos que no buscan la verdad. (30)
Así pues, el arte trata de conseguir la elevación espiritual del hombre. La imagen de
elevación espiritual se representa visualmente de varias formas en los films de
Tarkovski. En el prólogo de Andrei Rublev, un campesino medieval construye un globo
aerostático con el que pretende ascender al cielo. Su intento acabará en fracaso que le
costará la vida, pero nada puede detener al hombre en su búsqueda. Cerca del final de
su última película, Sacrificio, la cámara recorre de abajo a arriba los troncos de dos
árboles que se alzan hacia el cielo, el que han plantado Alexander y su hijo y el del
Para Tarkovski un arte auténtico que exprese las necesidades espirituales y las
esperanzas de la humanidad está llamado a jugar un importantísimo papel para la
educación moral. Además de este papel en el plano ético, Tarkovski ve al arte
emparentado con la religión. Alma religiosa, atormentada y dramática, como también
lo fueron sus referentes Andrei Rublev y Dostoievski, solo por medio de la fe puede
haber arte, y sin arte no puede haber acceso a lo sagrado.
2.3. Categorías
2.3.1. Mimesis
La escasez de datos biográficos acerca del personaje permite a Tarkovski una gran
libertad creativa y desplegar su reflexión acerca del enigma de la existencia y muy
especialmente de la psicología del trabajo creador:
Pero con esto nos estamos internando ya en los terrenos de la poiesis. Las categorías
cognitivas de una obran trabajan juntas en armonía, interpenetrándose unas con otras
para permitirnos captar la complejidad estructural de lo real. La mimesis refleja lo ya
dado en la historia, pero a partir de ahí el artista decide qué hacer con la atención que
le ha prestado. En el caso del filme Andrei Rublev parece claro que Tarkovski pretende
que surjan otros propósitos. Así, la misión de la mimesis ha consistido en
proporcionarnos un repertorio de referentes ciertos sobre los que trabajará el ingenio
del autor, internándose ya en formas que no existían en la naturaleza o en la historia.
2.3.2. Poiesis
Debo decir que la acción externa, las intrigas y la conexión entre los acontecimientos no
me interesan para nada. Lo que realmente me preocupa es el mundo interior de las
personas [...] Lo que me interesa es el hombre, en quien se encierra todo el universo (33)
Los personajes de Tarkovski son siempre seres en crisis existencial, outsiders cuyo
comportamiento no encaja dentro de los cánones sociales, inadaptados, desubicados,
individuos que rechazan las normas establecidas, a contracorriente de una sociedad
superflua en la que no encajan, rechazados a su vez por esta y tildados de locos,
propensos al aislamiento, al alejamiento del mundanal ruido, deambulando casi
siempre en entornos naturales. En todo ello tuvo Tarkovski el ejemplo de su propia
vida, en permanente conflicto contra la burocracia estatal soviética y a la vez dolido y
asqueado contra el materialismo de la sociedad de consumo occidental. De la misma
forma, sus personajes parecen exiliados en tierras extrañas, ajenos a la vida corriente.
En Andrei Rublev el personaje central narra la evolución del monje desde el idealismo
juvenil hasta el estallido del conflicto provocado por los acontecimientos. El filme
posee pocos diálogos, hecho que se acentúa por el voto de silencio que hace después
de matar al soldado que intenta violar a una muchacha muda y que le sume en una
suerte de letargo emocional. Como el resto de los personajes tarkovskianos no es un
héroe de acción, sino una persona con convicción interior, desprendida de sí mismo y
aparentemente débil, pero con una fuerza interior que procede de sus principios
morales.
2.3.3. Apate
La idea de la vida como peregrinación posee una gran fuerza emocional, puesto que
constituye un arquetipo presente en todas las culturas de la humanidad.
En sus películas, Tarkovski presenta siempre algún tipo de viaje o trashumancia física
como metáfora del itinerario psíquico y espiritual de sus personajes. Andrei Rublev es
una crónica del peregrinaje itinerante del monje por los campos y las ciudades de
Rusia, en un viaje errante que constituye un trasunto de su propia evolución interior
desde su salida del convento hasta la creación de sus grandes obras pictóricas. Su
confrontación descarnada con la vida real le hizo perder la fe en que su ideal de
bondad, fraternidad y caridad fuese compatible con la realidad que encontró en el
mundo, sumiéndolo en una postración espiritual en la que llegó a desesperar del
sentido de continuar con su obra pictórica. Finalmente, una catarsis provocada por la
fe de Boriska, el falso fundidor de campanas, le hace reencontrar la esperanza perdida.
Es Stalker el film en el que la alegoría del viaje se presenta de una forma más directa.
El recorrido de los tres personajes por la Zona en búsqueda de la “habitación de los
deseos” representa una metáfora del camino espiritual que para Tarkovski supone la
existencia, plagado de conflictos existenciales, como hace ver un camino sinuoso, lleno
de recovecos y en ocasiones intransitable, en el que la sensación de deterioro recorre
toda la cinta. Significativamente, cuando los personajes se hallan a la puerta de su
objetivo, ninguno de ellos decide atravesar el umbral. Con ello, Tarkovski logra plasmar
su concepción particular del viaje, en el que lo importante no es el lugar a donde se
llega, porque en realidad el viaje no tiene fin. Lo importante es el viaje mismo, y sobre
todo el momento en el que el viajero hace acopio del nivel de conciencia necesario
para ponerse en marcha.
2.3.4. Catarsis
Pero no todos los episodios de catarsis en las películas de Tarkovski son tan
esperanzadores como el de Andrei Rublev. En Nostalgia, la catarsis presenta varios
momentos. En el primero de ellos, tras pronunciar un discurso desesperanzado sobre
el futuro de la humanidad en la plaza del Campidoglio de Roma, el anacoreta
Domenico se prende fuego a lo bonzo pretendiendo, en su ingenua esperanza, que las
llamas purificadoras de su propia inmolación conseguirán llamar la atención de los
Tras este breve recordatorio, pasamos a estudiar los modos de relación que
encontramos en la obra artística de Andrei Tarkovski
Andrei Tarkovski nunca se adscribió a ese tipo de estética artística. Persona muy
cultivada en el terreno artístico, junto a sus estudios cinematográficos tuvo ocasión de
conocer la poesía y la literatura universal, y muy particularmente la rusa. Poseyó desde
muy joven unos criterios artísticos propios, junto con una honestidad personal que le
impedía entrar en el terreno de una poética desgastada y largo tiempo caduca, a pesar
de las inevitables confrontaciones que le supuso con las autoridades culturales
soviéticas. Estas circunstancias acabaron forzando su exilio de su propia patria y
motivaron que su obra cinematográfica se limitase tan solo a siete largometrajes
durante un periodo de casi 25 años.
El llamado arte moderno es casi siempre una ficción y nada más, porque parte de la
base errónea de que el método puede llegar a convertirse en el sentido y el objetivo del
arte. Perdió en buena medida la espiritualidad que le animaba sin ganar una nueva. (37)
Pero eso no quiere decir que Tarkovski realizara su obra sobre un vacío repertorial,
porque él mismo encontró sus referencias repertoriales propias en las grandes obras
del arte universal de todos los tiempos que le eran afines, constituyendo así una
especie de “repertorio virtual” sobre el que desarrolló su obra. Muy significativamente,
Andrei Tarkovski. Verdad y Belleza Pág. 30
este repertorio era para el cineasta independiente de la época, pues las necesidades
humanas a las que trata de responder el arte son comunes a los hombres de todos los
tiempos:
Si se observan las grandes obras maestras del arte, hay que reconocer que forman
parte de la naturaleza, una parte de la verdad eterna, lejos de las tendencias fútiles y
las modas de su tiempo (39)
Igualmente, para Tarkovski forma parte de la esencia del arte respetar la necesidad
que supone estar anclado en lo repertorial frente a una desnortada libertad creativa:
La especificidad del cine, que comparte con la música, radica en que se trata de artes
inmediatas que no precisan de mediación a través de la palabra. Esta característica
fundamenta su lejanía frente a la literatura, donde todo se expresa a través del
lenguaje, que es un sistema de signos y normas. El cine y la música, por el contrario,
ofrecen la posibilidad de una recepción inmediata, emocional. De acuerdo con
Tarkovski, el mayor error para las posibilidades propias del cine fue su asimilación a la
literatura; a lo largo de varios decenios se fue “vertiendo al celuloide” gran parte de la
literatura mundial sobre la base de una dramaturgia de carácter teatral, utilizando el
cinematógrafo como forma de fijación del teatro. Así, para Tarkovski el cine
desaprovechó la mayor de sus potencias artísticas propias, a saber, la posibilidad de
fijar la realidad del tiempo en una cinta de celuloide. Si bien la literatura y el teatro
Con estas convicciones, desde el principio de su obra Tarkovski muestra una voluntad
de evadirse de la narración novelesca tradicional, prescindiendo de los resortes
dramáticos y de la acción externa como vehículos de la narración y explorando el
carácter no discursivo lineal del cine. El ejemplo más radical de la ruptura con las
convenciones narrativas lineales se muestra en el filme El espejo, una reflexión sobre la
vida interior del autor realizada desde el presente, en el cual concibe una especie de
collage cinematográfico en el que el que tienen cabida diversos géneros, formatos y
expresiones visuales. La lógica de la narración lineal es deconstruida y suplantada por
una lógica poética en la que memorias, resonancias visuales, sueños, documentales,
sucesos reales o imaginarios se funden en un remolino de imágenes dirigidas
directamente a las emociones del espectador sin intermediación intelectual alguna.
Esta película hay que verla escuchando devotamente la música de Bach y las poesías de
Arseni Tarkovski. Y hay que verla como se contemplan las estrellas, el mar o un paisaje
bello. Se echará de menos la lógica matemática. Pero ésta, en el fondo, no explica qué
es el hombre y en qué consiste el sentido de su vida. (42)
Esta “lógica poética” es, en opinión de Tarkovski, la que mejor corresponde a las
posibilidades del cine:
Esto me resulta más cercano que la dramaturgia tradicional, que une las imágenes por
la evolución lineal, lógica y consecuente del tema. Una interconexión de los
acontecimientos así, tan cuidadosamente exacta, suele surgir por una fuerte influencia
del frío cálculo y de las reflexiones de tipo especulativo. Suele resultar que la lógica en
la secuencia de las imágenes resulta de una banalización de la realidad vital, en sí
mucho más compleja (43)
Cuando un artista crea una imagen, siempre está también superando su pensamiento,
que es una nada en comparación con la imagen del mundo captada emocionalmente,
imagen que para él es una revelación. Pues el pensamiento es efímero; la imagen,
absoluta. (44)
Ese infinito, ese profundo secreto que constituye el corazón humano, solo se puede
aprender y transmitir en imágenes vivas, no en fríos razonamientos. Lo infinito está en
lo concreto, y por eso solo es comunicable en imágenes, no en conceptos abstractos (45)
Por otra parte, el cine comparte con la pintura su expresión a base de la imagen visual
y, a pesar de la advertencia de Tarkovski sobre la especificidad del cine con respecto a
otras artes, la influencia pictórica en su obra es notoria. Los objetos son filmados con
una minuciosidad que nos hace pensar en los primitivos flamencos; en las imágenes de
su última obra, Sacrificio, se pueden rastrear influencias de la estampa japonesa (que
también cautivó a Van Gogh) y de la pintura renacentista. En todas sus películas
abundan las reproducciones pictóricas cuyos detalles recorre la cámara lentamente,
con veneración.
La coherencia de Tarkovski con su idea de que el cine debe emplear solo sus
procedimientos artísticos propios, y no otros importados desde otras artes, le lleva al
exiguo uso del color en sus películas. Parte de ellas fueron rodadas en blanco y negro;
en las restantes, las atmósferas poseen gamas cromáticas tenues (caso de Sacrificio) o
bien el color aparece atenuado por una niebla perpetua (caso de Nostalgia).
Si el color como tal pasa a ser el aspecto dominante de la toma, entonces el director y
el director de fotografía están tomando prestados de la pinturas métodos eficaces para
influir sobre el público (46)
Andrei Tarkovski poseía un notable temple poético que quizá le transmitió su padre, el
poeta Arseni Tarkovski. En sus escritos, el cineasta emplea en varias ocasiones la
expresión “poesía fílmica” que recorre sus películas. Para él, la poesía, más allá de un
género literario determinado, es ante todo un modo de ver el mundo, una filosofía que
acompaña al hombre durante toda su vida. Y en la relación de su obra cinematográfica
con la poesía posee un singular valor el haiku japonés.
Una imagen es tanto más fiel a su destino cuanto menos se puede condensar en una
fórmula conceptual. El lector de un haiku tiene que perderse en él, como en la
naturaleza, perderse en sus profundidades como en un cosmos. (48)
Al conectar entre sí poesía y realidad, Tarkovski da cuenta de que “la vida está
organizada de una forma mucho más poética de lo que suelen imaginarse los adeptos
a un naturalismo absoluto”. Por este motivo, la lógica de lo poético es lo que mejor
corresponde a las posibilidades del cine, que en opinión del realizador ruso, es la más
verídica y poética de todas las artes.
El cine amplía, enriquece y profundiza la experiencia fáctica del hombre mucho más
que cualquier otro arte. (49)
Tiempo y ritmo
El hombre, por primera vez, en la historia del arte y de la cultura, había encontrado la
posibilidad de fijar de modo inmediato el tiempo, pudiendo reproducirlo (o sea, volver a
Si la fuerza del cine radica en dejar el tiempo en su relación real con la materia de la
realidad que nos rodea, entonces el tiempo debe fluir en su estado natural. La índole
del trabajo del autor cinematográfico consiste, en una frase que traza una analogía con
la escultura, en esculpir el tiempo para descubrir la imagen cinematográfica. El
cineasta debe apartar del enorme complejo de los hechos vitales todo lo necesario
conservando solo un momento imprescindible de la imagen artística, la imagen total.
Así, el tiempo en el cine se convierte en “el fundamento de todos los fundamentos”.
La imagen fílmica está dominada por el ritmo, que reproduce el flujo del tiempo dentro
de una toma. Y el ritmo de una película surge no por la duración de los planos
montados, sino por la tensión propia del latir del tiempo dentro de ellos.
La imagen fílmica surge en los planos y existe dentro de cada uno de ellos. Por eso, en
los trabajos de rodaje tengo en cuenta el flujo del tiempo dentro del plano e intento
reconstruirlo y fijarlo con precisión. El montaje, por el contrario, coordina planos ya
fijados en cuanto al tiempo. (51)
De ahí que Tarkovski ponga en cuestión los fundamentos del montaje tradicional. Si
para Eisenstein y otros cineastas el montaje es el proceso que imprime el ritmo en la
película, en Tarkovski no es más que un medio de coordinar esos espacios de tiempo
ya fijados en la toma. Afirma que el verdadero ritmo de la película se produce durante
el rodaje a través de la propia cámara; el montaje como tal no aporta una cualidad
nueva, sino que tan solo saca a la luz del día lo que quedó ya impreso en los planos que
ahora se unen. El cineasta ruso utiliza prolijamente el largo plano-secuencia, tan
característico de su estética cinematográfica, que intenta capturar todo lo que sucede
ante la cámara. Esta se mueve continua y lentamente abarcando el entorno,
ascendiendo o descendiendo, avanzando o retrocediendo o en forma de travelling
lateral. Es la manera con la que el cineasta maneja el tiempo de la secuencia,
englobando el espacio en el que se mueven sus seres junto con los fenómenos
naturales que suceden en los mismos: la lluvia que cae, las corrientes de agua, el
viento agitando la vegetación, la niebla o el fuego... Sus planos secuencia son
verdaderos trozos de vida.
La Teoría de Diamantes fue planteada por un grupo de matemáticos con un alto grado
de abstracción para así poner en primer plano los patrones o morfogramas de
interacción, que en Estética se puede aplicar para los diferentes modos de relación que
se ponen en juego. La Teoría de Diamantes fue planteada por un grupo de
matemáticos con un alto grado de abstracción para así poner en primer plano los
patrones o morfogramas de interacción, que en Estética se puede aplicar para los
diferentes modos de relación que se ponen en juego. Sabemos que los modos
interactúan en pugna unos con otros en un diagrama de fuerzas, de forma que lo
efectivo ocupará posiciones que variarán en función del equilibrio dinámico concreto
que defina a cada momento en su modo de relación. Esta relación general entre los
modos de relación se puede representar mediante un atractor de Lorenz, de forma
que la zona central del mismo, en la que se cruzan las trayectorias en multiplicidad de
tensiones y compresiones, se podrá ejemplificar en la forma de un diamante trazado
en el centro del atractor.
(*) Omito tratar en este punto, la categoría modal del paisaje, pues me pareció más pertinente hacerlo
al principio del trabajo, con el objetivo de poder disponer desde su comienzo de un marco general de
referencia del cine de Tarkovski.
En caso de que los valores fuesen producidos directamente por el artista, este no sería
tal, sino un predicador o propagandista. Este sería el caso de las obras que el régimen
soviético en el que vivió Tarkosvki demandaba de sus artistas, con el objetivo del
adoctrinamiento de la población. Para que la obra se mantenga abierta y viva, es
necesario que el artista no los produzca directamente, sino que sea la obra, el proceso
histórico de digestión de la misma, la que haga que esos valores se decanten. (54)
No puedo creer que un artista esté en condiciones de crear solo por motivos de
“autorrealización”. La autorrealización sin la mutua comprensión carece de sentido. (55)
Para él, el artista, la obra y el receptor forman un todo único, indivisible, un organismo
unido por un mismo sistema nervioso. La obra de arte depende totalmente de quienes
la reciben, pues son ellos los que terminan de “hacer” la película. Pero eso no quiere
decir que el autor deba hacer su obra pensando en su éxito entre el público.
No hay una contradicción en el hecho de que yo, por una parte, no haga nada especial
por gustar a mi público y que, por otra, espere tembloroso que mi película sea
aceptada y querida. Aquí se encierra una confirmación de la naturaleza de la relación
entre el artista y el público, una relación tremendamente dramática. (56)
Tengo tal respeto por el espectador que no puedo engañarle: tengo confianza en él y
por eso me he decidido a contarle solo aquellas cosas que para mí son las más
importantes, las más valiosas (57)
Uno no debería esforzarse por “plantearle al espectador una idea” Es mejor mostrarle
la vida y él ya sabrá qué hacer con ella. (61)
Precisamente este “no decir todo” da pie a que en la obra de arte quepan diversas
interpretaciones, lo cual es siempre un motivo de riqueza. El director ruso no da
respuestas definitivas; tan solo plantea interrogantes, proponiendo una experiencia
sensorial y dejando espacio libre para la reflexión y la interpretación de cada cual.
El artista tan solo hace un intento de presentar su visión del mundo para que las
personas miren hacia el mundo con sus propios ojos, lo revivan con sus sentimientos,
sus dudas y sus ideas. (62)
Gracias a la multiplicidad de los juicios que se emiten sobre una obra, esta puede
acceder a una vida cambiante. En su opinión, las grandes obras maestras de arte, por
su naturaleza, son ambivalentes, equívocas y pluridimensionales y ofrecen
interpretaciones de lo más diversas, lejos de una recepción unívoca. Y para este
propósito, la imagen resulta mucho más adecuada que la palabra. Tarkovski lo expresa
de una manera sumamente poética, al modo de su tan querido haiku:
La imagen no es este o aquel sentido expresado ahí por el director, sino todo un mundo
que se refleja en una gota de agua. (63)
Por su parte, Sacrificio está estructurada en diferentes actos delimitados por los
reiterados desvanecimientos y despertares de Alexander, dando pie tanto a la creencia
en el acontecimiento de un milagro como también a la posibilidad de que todo hubiese
sucedido en la fantasía enfermiza de un ser medio loco, a quien en el final de la
película encierran en un manicomio. ¿Es la historia real o solo un producto de la
imaginación de Alexander, espoleada por los personajes esotéricos de Otto el cartero y
Se darán también las modulaciones negativas de esos tres ejes de valor, que serán,
respectivamente, la superficialidad, la bajeza y la estrechez.
Toda poética consiste en una mezcla entre estas tres dimensiones de valor para dar
forma a su modo de relación característico, en el que predominarán algunos de ellos
frente a otros. Pasemos sin más a rastrear los valores modales que se encuentran, y en
qué grado, en la obra cinematográfica de Tarkovski.
Salta a la vista que las películas de Tarkovski son oscuras y enigmáticas. Se asemejan a
jeroglíficos visuales que admiten múltiples lecturas, y en ocasiones se hacen tortuosas
e intransitables. Este es, precisamente, el reparo que muchos de sus espectadores y
críticos le hacen al cine de Tarkovski, así como el motivo de que grandes masas de
espectadores ni siquiera se atrevan o se decidan a acercarse a él. Algunos escritos del
propio cineasta confirman la inevitable estrechez de su obra. En su opinión, el gran
arte es por esencia aristocrático, como también lo son la filosofía y la poesía.
El artista no tiene ningún derecho moral para dejarse llevar a un abstracto nivel medio,
para hacer que su obra sea más comprensible, más accesible. Esto no acarrearía otra
cosa que la decadencia del arte, cuando en realidad creemos en las posibilidades
potenciales y aún no desarrolladas del artista y también en una elevación de las
exigencias del público (64)
Se trata este también de un caso claro de apendicitis, máxime si se tiene en cuenta que
el autor de trabajo es estudiante de filosofía y que este se encuentra en la asignatura
más libérrima con que se ha topado en su deambular por la facultad de la UNED.
Tarkovski no es, obviamente, un filósofo en el sentido fuerte del término; él se
comunicaba a través de sus imágenes poéticas, y no a través de la palabra. Pero sus
inquietudes, los interrogantes que se planteaba y a los que trataba de encontrar
respuesta son claramente los mismos que se plantea la filosofía, por lo que podemos
considerar que sí lo es en un sentido débil del mismo. Rastrearé en este apéndice
algunas de las visiones de la historia de la filosofía que presentan mayor afinidad con
las propuestas que el autor ruso nos ha dejado en sus filmes y en sus escritos; con la
libertad que otorga, a más, el hecho de que el apéndice no pertenece propiamente al
tronco central del trabajo y se salva, por consiguiente, de un estricto rigor académico.
Los llamados filósofos presocráticos buscaban el arché o principio de todas las cosas en
los elementos naturales del mundo. Tales de Mileto argumentaba que el agua era el
origen de todas las cosas que existían. Anaxímenes consideró que el arché era el aire.
Jenófanes, que era la tierra. Heráclito de Éfeso propuso como arché el fuego por su
naturaleza dinámica. Empédocles, contrario al monismo, decía que todo se componía
de tierra, aire, agua y fuego. Sería demasiado decir que los cuatro elementos
constituyen para Tarkovski una suerte de arché del mundo, pero sí es cierto que están
en su base sobre la que se funda todo lo demás, así como lo inorgánico está en el
cimiento de los demás estratos. Los cuatro elementos aparecen de modo
omnipresente en su filmografía. Sus películas transcurren siempre en el escenario de la
naturaleza, en la que juegan un papel protagonista por sí mismos, ajenos a un
hipotético rol simbólico que el cineasta negó en repetidas ocasiones. Tarkovski los
muestra con una actitud reverencial, provistos de un carácter casi mágico, como el que
se desprende de la poesía haiku, en los que la conciencia del ser humano se funde con
la naturaleza. Podríamos, en consecuencia, aventurar que el espíritu que mueve al
director ruso ante la naturaleza es el mismo que inspiraba a los filósofos cosmológicos
griegos cuando buscaban el fundamento del cosmos en los elementos naturales.
El arte y la ciencia son, pues, formas de apropiarse del mundo, formas de conocimiento
del hombre en camino hacia la “verdad absoluta”. (66)
Leyendo estas frases, resulta difícil evitar el asociar los usos que se hacen de los
términos “lo absoluto”, “verdad absoluta”, “verdad” o “belleza” con las Ideas
platónicas. Y Tarkovski intuye cuál es el camino hacia las mismas:
El conocimiento y el descubrimiento artísticos surgen cada vez como una imagen nueva
y única del mundo, como un jeroglífico de la verdad absoluta. (70)
Lo bello queda oculto a los ojos de aquellos que no buscan la verdad. (73)
Puede que se alcen algunas voces en contra de esta visión platónica del mundo por
parte del “filósofo” ruso. Tarkovski es demasiado inmanentista, se dirá, Tarkovski ama
la tierra, la naturaleza y la vida, ama al ser humano; este es su mundo. La obra
cinematográfica de Tarkovski se remite siempre a este mundo, los seres son los
hombres de este mundo, sus alegrías y miserias en están en este mundo. Tarkovski es,
en último extremo, un humanista.
Y desde Kierkegaard damos el salto mortal de la fe, el que nos conduce directamente
hasta la mística, solo con una pequeña parada a comienzos del siglo XX para encontrar
a Bergson. La concepción filosófica del tiempo de Tarkovski, así como su valoración de
la intuición es harto coincidente con la del filósofo francés, salvando las distancias
entre el lenguaje verbal y el de la imagen; pero, sin poder detenernos más,
continuamos en nuestro recorrido que desemboca en el mar de la mística. (*)
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(*) En este punto debo la siguiente aclaración: bien se nos podría reprochar que este es un apéndice
filosófico y que nos internamos ahora en terrenos que pierden pie en la filosofía y elevan el vuelo hacia
regiones sospechosas para el entendimiento humano... pero también se debe recordar que estamos
considerando una acepción débil de filosofía, aunque de potentes frutos, bajo el mismo criterio por el
que podemos considerar a Tarkovski como filósofo en un sentido débil.
Oriente siempre ha estado más cerca que Occidente de la verdad eterna, pero
Occidente ha devorado a Oriente con sus exigencias materiales en la vida. El mundo
oriental no dice una palabra sobre sí mismo. Se pierde absolutamente en Dios, en la
naturaleza, en el tiempo, y se encuentra a sí mismo en todo. Es capaz de descubrir todo
en sí mismo. La música del Tao. (75)
Desde estas alturas de la mística se torna harto riesgoso descender para tomar de
nuevo contacto con la tierra, como le pasa al campesino constructor del globo
aerostático en el preludio de Iván Rublev, que hasta pagó por ello con su vida; pero es
preciso hacerlo con el objetivo de poner punto final a este trabajo.
Para todas las referencias no listadas en la parte superior, será de validez la siguiente: