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Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra

Nombre estudiante:

Sara M. Contreras Taveras

ID:

1014-4230

Materia:

Humanos Diseñados: Ingeniería Genética

Maestro:

Jesús María Polanco Martínez

Campus:

Santiago

Fecha:

12/07/2021
Ciencia, técnica, ética y biopoder, ¿o el peligro de
domesticación de humanos por otros seres humanos?

➢ Introducción

Los términos ciencia, técnica, ética y biopoder has sido temas de amplios
debates, ya sea de manera unísona o aparte, en esta ocasión se presentarán las
posiciones de tres grandes personajes, Michael Foucault, Peter Sloterdijk y
Joseph Ratzinger. La ciencia y la técnica por su parte no son antitéticas, pero
tampoco sinónimos ni procese una de la otra. Mientras que una requiere
observaciones, la segunda puede ser perfectamente empírica. No obstante, la
técnica tiene por objetivo acomodar, transformar, adecuar la naturaleza para el
beneficio de las personas, muy de la mano con el biopoder.

Para Foucault el biopoder es un predecesor del poder soberano, cuya autoridad


se le otorgaba al gobernante con la finalidad de asegurar el bienestar y seguridad
de la población. Por consiguiente, el biopoder se desarrolla de una manera muy
similar, actúa mediante mecanismos globales para lograr un equilibrio en cuenta
de la vida y los procesos biológicos del hombre y asegurar en ellos una
regularización. En este caso, Foucault plantea al hombre como una figura de la
población.

Por otro lado, da a conocer su manera de percibir las “tecnologías del yo” las
cuales tienen relación con las prácticas por las cuales los individuos se
constituyen a sí mismos como sujetos, dentro de un sistema atravesado por un
sinnúmero de relaciones de poder. Así, los sujetos solicitan, por iniciativa propia,
ser tratados nuevamente por una tecnología política, con sus respectivas
técnicas de intervención.

Otro termino manejado por el filoso, es la gubernamentalidad, cuyo propósito es


la elaboración de conjuntos de instituciones, expertos y disciplinas destinados a
constituir un régimen social normalizado. Estas medidas gubernamentales no
tienen el propósito último de castigar o reprimir, sino de administrar la conducta
de los individuos actuando sobre sus posibilidades de acción,
“concientizándolos” de tales posibilidades y anormalidades. Es así como
Foucault en una conferencia de 1981 atribuye el progreso de las sociedades
europeas al poder político.

Es entonces que dentro de una discusión muy vasta sobre la gubernamentalidad,


Foucault se da cuenta de que en la época moderna, el problema del gobierno
comienza a centrarse en la vida biológica de los hombres y propone el análisis
de una nueva forma de poder: el biopoder. Para este filosofo la idea de gobierno
consistía en una forma de ejercer control, poder y regularización que se ejercía
de manera natural.

El biopoder en Foucault debe ser analizado en dos niveles, por un lado, se


encuentra el poder disciplinario, y por otro, el poder regulatorio, conocido como
biopolítica. En el primer caso, el objetivo es el cuerpo del ‘hombre’, donde su
blanco es el conocimiento, poder y subyugación a través de instituciones como
la escuela, la prisión, los hospitales, ejércitos, etc. En segundo lugar, la
biopolítica, cuyo objetivo ya no es individual sino social, se ocupa de la población
y de la raza bajo consideraciones no sólo conductuales, sino también biológicas
e higiénicas. Este último refiere al orden de una política determinada en su
conjunto por la vida, orientada hacia su conservación y su control, es decir, no
es “una política a propósito de la vida, o del viviente”, sino “la vida que determina
la política”.

Foucault considera que las políticas totalitarias, como es el caso de la nazi en


primer lugar, aunque también la socialista, han sido biopolíticas, porque han
estado dirigidas, más que a una dominación de sus adversarios, al dominio de
una población, de una “raza” o de un “pueblo” definido según las normas de la
salud de la vitalidad productiva, etc. En este sentido, la biopolítica es la noción
del poder regulatorio a nivel de la población, de la raza o de la especie humana,
en que el blanco de acción es el conocimiento, poder y control de la población.

Es importante enfatizar que Foucault transmite la idea que la vida ya no puede


ser entendida como un simple resultado del azar evolutivo —o de la creación de
Dios—, sino como el efecto de diversas intervenciones políticas o biopolíticas.
Todos los regímenes políticos contemporáneos, tanto los de carácter
democrático, como los totalitarios, tendrían, según Foucault, un claro signo
biopolítico. Así, desde esta perspectiva, la “biopolítica” no designaría dos
realidades totalmente diferentes y escindidas, la vida por un lado y la política por
otro, sino que la propia vida sería contemplada como un proceso de
determinaciones de fuerza, de relaciones de poder, así como también de
relaciones de resistencia.

Sloterdijk por su lado establece una diferencia entre dos formas de producción
artificial de comportamiento humano. La primera es la producción de unos
hombres por otros hombres, a la que denomina técnicas para “dejarse operar”,
mientras que la segunda es la producción de hombres, pero a partir de sí
mismos, que serían entonces técnicas de “autooperación”. En ambos casos, se
trata de un conjunto de técnicas desarrolladas para modificar y optimizar el
comportamiento humano, a las que el filósofo denomina “antropotécnicas”. Sólo
que en el primer caso son técnicas aplicadas por unos hombres sobre otros,
mientras que en el segundo caso hablamos de técnicas que los individuos
aplican sobre sí mismos. Sloterdijk nos propone que esta dicotomía en el
significado de antropotécnica puede ser interpretada bajo la lógica de los
conceptos foucaultianos de biopoder, es decir, tecnologías de gobierno sobre las
poblaciones, y como tecnologías del yo.

La tesis sobre una teoría antropotécnica surge desde la base de la filosofía de


Sloterdijk y la premisa sobre la domesticación del ser humano por el humanismo.
Según Sloterdijk el humanismo educativo, el humanismo como técnica de
domesticación del hombre, en donde el hombre se domestica a sí mismo, abrió
una era antropotécnica, donde la ingeniería genética y la clonación son
inevitables.

Las concepciones de la antropotécnica operan respectivamente como una


transformación de los conceptos “biopolítica” y “cuidado de sí”, que para
Sloterdijk quedaron incompletos en la obra de Foucault. Pues según el alemán,
una comprensión adecuada del modo en que los hombres gobiernan a otros y
se gobiernan a sí mismos sólo es posible a través de un tipo de reflexión a la que
Foucault se negó toda su vida: la antropología filosófica. La propuesta planteada
de Sloterdijk, al igual que la de Foucault, se adscribe a una filosofía que busca
llegar a una ontología del ser humano, sea desde el análisis historiográfico, o
sea desde un interés compartido en donde la genealogía no implica una vuelta
a mirar la historia presente a partir del pasado, sino construir la ontología del ser
humano, sus juegos con la verdad y su tránsito desde el presente,
diferenciándose del pasado.

La antropotécnica, de Sloterdijk, también plantea lo que es el hombre-objeto del


hombre-sujeto. En el caso del hombre-objeto, el hombre permanece igual a como
se encontraba, pasivo, repetido, sin lucha. Aquí surge el hombre educado.
Mientras que el hombre-sujeto, aquél que ha logrado encontrar ese poder de la
repetición y ponerlo en práctica contra dicho disciplinamiento y regulación, se
convierte en un sujeto pospasivo, dispuesto y preparado para la lucha.

Por el otro lado, Joseph Ratzinger se pronuncia con unas ideas contrarias a lo
expuesto por Foucault y Sloterdijk. Los cuestionamientos bioéticos actuales
plantean la pregunta sobre los límites del conocimiento científico y el papel que
hay que otorgarle al progreso tecnológico. Ya en su obra Introducción al
Cristianismo escrita en 1968, Ratzinger denunciaba cómo el progreso se ha
convertido en la gran promesa del ser y se presenta como el único que puede
dar explicación sobre el verdadero sentido del hombre.

De este mismo modo defendía la necesidad de una razón que busque a Dios si
no quiere quedarse disminuida. La eliminación de la fe, afirma, despoja al ethos
de su fundamentación y entonces la moral se queda en meras normas de tráfico
de la conducta humana que se orientan según la utilidad. Otra idea fundamental
en el pensamiento bioético de Joseph Ratzinger es que al aumentar la capacidad
del hombre por manipular la materia, se ha trastocado también la relación del
hombre con la naturaleza que es vista en clave de transformación.

Esto tendrá sus consecuencias antropológicas en la negación de una naturaleza


humana que es reducida a res extensa, y, por tanto, es también manipulable. Por
eso, las cuestiones bioéticas suscitadas en torno a la reproducción artificial y la
manipulación de embriones, constituyen un problema ecológico que para
Ratzinger choca con la propia realidad dado que el uso de la naturaleza se hace
con dispendio y al final se vuelve contra el propio hombre.

Como consecuencia de esa quiebra del concepto de naturaleza humana pierde


valor y fundamento el concepto de dignidad humana: el hombre es visto como
un ser más entre los otros seres. La naturaleza humana deja de ser reconocida
como fuente de la moralidad y la ley natural queda sustituida por la nueva ley, la
libertad absoluta y sin límite de un hombre totalmente desnaturalizado y
desintegrado. De este modo, el ser humano, desprovisto de dignidad y sin una
ley natural que lo custodie queda totalmente desprotegido y a merced de la ley
del más fuerte facilitándose las ocasiones para el abuso del más débil, la
manipulación y eliminación de embriones, el aborto, la eutanasia y otras
violaciones contra la vida humana.

La gran cuestión que suscita la bioética contemporánea, es la pregunta sobre el


hombre, sobre su origen, su individualidad y su sentido. En referencia a su
origen, la generación humana ya no es vista como un acto de donación personal,
ya no es procreación y colaboración con el poder absoluto del Creador. El
hombre ya no es don ni creación de un Dios que le ama. La vida humana se
reduce a pura “biología”. En referencia a la pregunta sobre el sentido del ser
humano que plantea la bioética actual, Ratzinger, responde que el hombre, cada
hombre, es imagen de Dios y este es el fundamento de su dignidad. Esto hace
que su vida sea “sagrada” pues quien maltrata, desecha y manipula a un hombre,
maltrata la propiedad de Dios.

El hombre moderno ha sido capaz de descifrarse a sí mismo, conocer las últimas


leyes de su constitución biológica y desentrañar las claves físicas de la vida
humana hasta hacer posible duplicar su propia naturaleza y construirse a sí
mismo. Por eso, el hombre ya no se considera imagen de Dios sino imagen de
sí mismo y se pierde la razón última de su dignidad humana hasta considerarse
como un producto de sí mismo.

La consideración de la vida humana en la cultura y el pensamiento científico


actual evidencian crudamente las consecuencias que derivan del rechazo de
Dios del interior del hombre contemporáneo. Cuando la idea nietzchiana, Dios
ha muerto, penetra el corazón del hombre, todo cambia. Pierde las referencias
éticas, y los fundamentos de la realidad y se hace capaz de producir otros seres
humanos, congelarlos, manipularlos y utilizarlos como objetos.

Ratzinger plantea la cuestión existencial en el diálogo teología y ciencia en el


ámbito bioético, pues se plantea las preguntas sobre el sentido de la vida
humana, sobre si la vida humana es propia del hombre y a merced del hombre
que adquiere su sentido en la mera utilidad o sobre si la vida es un don, que
Alguien me da, y que tienen en sí misma valor como digna ser vivida.

➢ Conclusión

La introducción moderada y controlada de algunas innovaciones en la


manipulación de los genes del hombre, las plantas o los animales ya no
constituye un peligro inminente, por el contrario, es una realidad imperante a
nivel mundial. Las conquistas actuales son procesos extremadamente
regulados. Es así como estamos frente a un límite extremo, que es el que va de
una política de administración de la vida biológica a una política que contempla
la posibilidad de una transformación artificial de la misma.
➢ Bibliografía

López, A. M.-C. (2014). ARGUMENTOS BIOÉTICOS EN EL PENSAMIENTO DE. Valencia.


Rodríguez, P. A. (2019). CIENCIA Y TÉCNICA. SON LOS TIEMPOS.
Vásquez-Rocca, L. (2013). La noción de biopoder en Foucault y su relación con las
antropotécnicas en la obra del último Sloterdijk.

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