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2022
Fr. Robles Jiménez Raúl Alejandro 5to
Semestre
El prólogo del Evangelio de Juan nos remonta al libro del Génesis, en el podemos distinguir tres relaciones:
ell verbo en sus relaciones con Dios, con el mundo y con los Hombres.
El Verbo hasta ahora no había ofrecido a los hombres más que una cierta participación de su luz;
ahora va a darla con el gran esplendor de su encarnación. Para esto aparece introducida la figura del
Bautista. Juan no era la Luz, sino que venía a testificar a la Luz. ¿Cuál es el significado de esta extraña
insistencia? Para unos es el situar la Luz, que va a encarnarse, en una esfera totalmente superior a la del
Precursor; otros ven en ello un indicio polémico, con el cual se quieren combatir ciertas sectas “bautistas”
que, elevando a Juan, rebajaban a Cristo.
Ahora bien viendo el Bautista que Cristo se acerca en dirección a él, aunque podría referirse al
momento en que Cristo se acerca para recibir el bautismo, y acaso después del mismo bautismo, hace ante
este auditorio otro anuncio oficial de quién es Cristo, diciendo: “He aquí el Cordero de Dios, el que quita
(bαφων ) el pecado del mundo.”
Esta frase, de gran importancia mesiánica
El evangelista destaca aquí que Cristo Mesías reunía y cumplía de hecho las mismas condiciones
ambientales en que estaban imbuidos los contemporáneos sobre el Mesías. Pues:
1) El Bautista, dotado de un prestigio excepcional, dio testimonio de Cristo, diciendo que él era su
“precursor.” Y él, al ver cumplirse la señal del cielo, lo proclamó “el Elegido de Dios,” que es el Mesías,
con la evocación isaiana del “Siervo de Yahvé,” sobre el que estaba el Espíritu, “posando” sobre El, y
acusando así la plenitud de sus dones en el Mesías.
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2) Y en Cristo Mesías también se cumplían las concepciones ambientales de la época.