Análisis y síntesis del texto “Sean eternos los laureles”
¡Qué privilegio era ser alumno de una escuela pública en nuestro
país hace cien o ciento cincuenta años!
La archivista Marcela Pelanda resguarda celosamente
documentos que recuerdan la vida en las escuelas de aquellos años. No quiere que la memoria se pierda.
Qué grata la impresión recibida por la Infanta Isabel y su
comitiva que visitaban la Argentina en ocasión del Centenario en 1910. Y qué mejor espacio para mostrar orgullosos y recorrer que el de una escuela pública, una de las tantas escuelas públicas construidas hasta ese momento; edificadas como el mejor de los espacios, con el esmero que se merecía una casa de estudios en donde se forjarían las mentes de los niños que más tarde harían grande a su país. Porque la escuela era “el corazón palpitante de un país en construcción”.
Pero hoy la escuela ha perdido ese lugar de importancia. Existen
espacios a donde los chicos acuden masivamente y en donde se entretienen pendientes de una computadora o cualquier pantalla que los atraiga.
Tendrá que esforzarse para atraer a alumnos que han perdido el
interés por acudir a ella. No deberá rendirse y tendrá que hacer todo lo que pueda para que renazca en los chicos, los padres, los docentes, los directivos, esa sensación perdida de orgullo por asistir. Y para volver a ser el verdadero centro de atención de los chicos.